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¿Quién es san Lucas, el evangelista del ciclo C?

Durante el ciclo C la liturgia nos propone la lectura del evangelio de Lucas a lo


largo de todo el año. ¿Quién es el autor del tercer evangelio? En este espacio
vamos a sintetizar algunos datos sobre Lucas, que pueden proporcionar una clave
para la lectura de su obra.

Inicialmente la tradición no se preocupó por los evangelistas como garantes del


origen apostólico de los escritos evangélicos. Los primeros cristianos se
preocuparon más bien por transmitir la Buena Nueva de Jesús y sus palabras. El
interés por conocer a los autores humanos sólo vino después, cuando aparecen
las primeras herejías que amenazan la fe de la naciente Iglesia. Contra la herejía
gnóstica la Iglesia opone el verdadero evangelio narrado por los apóstoles Mateo y
Juan o sus discípulos; también recalcaba la relación histórica entre el evangelio de
Marcos y la predicación de Pedro y trató de hallar un arraigo apostólico para el
evangelio de Lucas vinculándolo a la predicación de Pablo, basándose en las tres
menciones que Pablo hace de Lucas en sus cartas (Flm 1,24; Col 4,14; 2Tim
4,11). Además sobre esta misma base se llegó a afirmar que Lucas era médico por
los términos que utilizaba en su obra, sobre todo al hablar de los enfermos, pero
los estudios actuales han mostrado que ese vocabulario y esa manera de
expresarse aparece en otros escritores de esa época que no eran médicos y
también en la traducción griega del Antiguo Testamento. Era la forma de hablar de
cualquier persona culta. De hecho, los intentos por descubrir en su estilo indicios
de su calidad de médico han sido fuertemente refutados desde 1920. Hoy se
afirma más que los autores de los relatos evangélicos incluyendo Lucas son
personajes anónimos ocultos detrás del relato. Por otra parte, no hay ningún
indicio que permita saber con certeza si el Lucas mencionado por Pablo en sus
cartas es el mismo autor del tercer evangelio o si se trata de otra persona con el
mismo nombre.

Durante mucho tiempo se sostuvo que Lucas fue uno de los compañeros de viaje
de Pablo, ya que en libro de los Hechos hay varios pasajes donde se narran las
vicisitudes del viaje en primera persona (Hch 16,10-17; 20,5―21,18; 27,1―28,16),
pero las investigaciones han determinado que el autor de los Hechos no conoció
personalmente a Pablo. Hoy los estudiosos piensan que Lucas escribió su obra
valiéndose de diversas fuentes que tenía a su alcance, entre las cuales estaría el
diario de algún acompañante de Pablo; a ese diario pertenecerían los relatos en
primera persona.

Fácilmente se puede constatar que el autor del tercer evangelio tenía talento de
escritor. San Jerónimo [†420] en su carta 20 al Papa Dámaso escribió que «entre
todos los evangelistas, Lucas fue el que más conocía la lengua griega...» , lo cual
le permitía jugar con diferentes estilos de griego, desde el clásico neo-ático, que
era el más puro (cf Hch 17: discurso de Pablo en el areópago de Atenas), hasta el
griego de sabor más semita imitado de la versión de los Setenta (cf Lc 1). Se
percibe además que fue un hombre culto, buen conocedor de la cultura helenística
pero también versado en las Escrituras, pues hace numerosas referencias al texto
griego de los Setenta. También hay que reconocerle sus buenas dotes de
narrador. Él mismo se considera un historiador muy objetivo, teniendo en cuenta
que el concepto de historia de ese tiempo y el actual difieren radicalmente (cf Lc
1,1-4).

San Lucas escribió su obra en dos volúmenes: el evangelio (que leemos este año
C) y los Hechos de los Apóstoles. La obra de Lucas se habría publicado entre los
años 80 y 90 d.C. Es el único de los evangelistas que diseñó su obra en dos
partes. En los Hechos, Lucas continúa la narración iniciada en el evangelio, con un
esbozo del nacimiento y los comienzos de la Iglesia, dándonos un valioso
testimonio sobre la importancia de la tradición apostólica a finales del siglo I y
sobre su propia postura dentro de la tradición paulina que estaba en plena
expansión. De hecho, la segunda mitad de los Hechos de los Apóstoles está
dedicada a la figura del apóstol Pablo. Lucas es heredero de las tradiciones
relativas a Pablo, apóstol de los gentiles y los Hechos dan testimonio de cómo
utilizó esa herencia.

Lucas escribió su obra a un personaje llamado Teófilo, sobre el cual también se ha


escrito bastante, diciendo unos que quizás era un personaje amigo de Pablo y
otros que es tal vez un personaje simbólico (el nombre significa amigo de Dios)
representante de la Iglesia universal.

Cuando se lee el evangelio de Lucas se tiene la impresión de que el autor cuando


escribe tiene en mente la pregunta «¿qué hay que hacer?». Lucas responde
proponiendo un código de buena conducta que es todo un arte para la vida del
creyente. Este código se orienta en cuatro dimensiones:

1. La misericordia que se expresa en la compasión y en la eficacia.


2. La apertura a los extranjeros, sobre todo a los más cercanos (los
samaritanos en particular).
3. El perdón que es el corazón del evangelio.
4. La atención a los más pobres acompañada de la necesaria conversión de
los ricos, como corolario.

A estas cuatro respuestas se añaden 3 actitudes espirituales, indispensables para


acoger la salvación de Dios:

1. La oración, que es encuentro privilegiado con el Padre: nos enseña a orar


(cf Lc 11,1);
2. La alegría interior, como sentimiento de plenitud en nosotros: es un estado
de gracia;
3. La conciencia de la urgencia de la salvación caracterizada por la palabra
«hoy». Lucas es el evangelista del hoy de Dios.
Segunda parte

Algunos rasgos de la cristología de Lucas

Desde el primer capítulo del evangelio, Lucas informa al lector sobre la identidad
de Jesús mediante las intervenciones celestiales que revelan quién es Él: «Él será
grande, será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su
padre, reinará sobre la descendencia de Jacob por siempre y su reino no tendrá
fin» (Lc 1,32-33); «el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios» (1,35). A estas
palabras del ángel Gabriel a María responden como un eco las del ángel del Señor que se
dirige a los pastores: «Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el
Mesías, el Señor» (2,10-11).

Para Lucas, Jesús es anunciado primero como Mesías descendiente de David, en la


profecía de Natán en la que Yahvé le garantizaba a David que mantendría un linaje salido
de sus entrañas (cf 2 Sam 7,12-14). De este modo, mediante el nacimiento de este
descendiente de David, Dios cumple su promesa y pondrá fin a la espera secular de
Israel.

Lucas resalta la realeza de Jesús a lo largo de su evangelio: el Espíritu Santo desciende


sobre Él en el bautismo y lo acompaña durante su ministerio; en la sinagoga de Nazaret
Jesús aparece como el ungido de Dios realizando la promesa de Isaías (cf Lc 4,18). En el
Antiguo Testamento la unción y la venida del Espíritu del Señor son privilegios del rey (cf 1
Sam 16,13). En los Hechos, Pedro resume la vida de Jesús en una frase que sintetiza
todo su ser y su actuar (Hch 10,38). Además, en el relato de la subida de Jesús a
Jerusalén, Lucas resalta el tema de la proclamación y la venida del Reino; en Jericó
camino a Jerusalén, Jesús es aclamado por el ciego de nacimiento con el título «Hijo de
David» (Lc 18,38-39) y cuando entra en la ciudad lo saludan diciendo «Bendito el rey que
viene en nombre del Señor» (Lc 19,38). Los discípulos lo imaginaban como un mesías al
estilo de los reyes guerreros del pasado de Israel (cf Lc 24,21).

Jesús también aparece como figura profética. Su nacimiento es narrado de forma muy
similar al nacimiento de Samuel, primer profeta de la Biblia: Jesús es concebido como
consecuencia de una intervención divina y luego es presentado en el templo (Lc 2,22),
según lo prescribía la ley de Moisés. Samuel es llevado ante el sacerdote Elí en el
santuario de Silo para ser consagrado al Señor haciendo un sacrificio (1 Sam 1,24). Lo
mismo que Samuel, Jesús va creciendo en estatura y sabiduría (1 Sam 2,26 y Lc 2,40).

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