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HISTORIA DE BELGRANO
Y DE LA
Hecho eí depósito que
INDEPENDENCIA ARGENTINA
establece la -/cj 11.723
DOMINGO F. SARMIENTO
Tí) HISTORIA DEL. GENERAL BELGEATO La montonera tuvo su genio y su táctica instintiva. El entrevero era no
deficiencias y miserias de la época, o se cubrieron con el dorado manto de L» feínta él luja del valor, cuanto el medio de vencer, por la impulsión individual, '
opulencia para ocultar su miseria nativa. la íugrzá Colectiva de pelotón que es lo que caracteriza la táctica moderna. La
La Historia de Belgrano deja incorporados, digamos así, los hechos que montonera procedió en sil erigen como los primeros conscriptos republicanos de
pertenecen a la revolución de la Independencia en su acción interna, como la Francia., que cantando el (a irá y' la tdfmdgnolii, se'esparcían en desorden al
Historia de San Martín- será el vínculo que una con la nuestra li historia de La fíente de las líneas enemigas, se insinuaban por los intervalos, y las desbarataban, ll( '
Independencia de las otras repúblicas sudamericanas que reunieron sus armas aglomerándose en alguno de ellos, para ejercer la acción de la cuña, dislocando los '
en Áy acudió. batallones. Aquella espontaneidad del impulso dio origen a la táctica de cazadores,
Fáltanos, empero, la historia de la guerra civil, de la descomposición íntima enriqueciendo la estrategia moderna de un auxiliar poderoso.
del Virreinato, y la Vida de Artigas, emprendida también por el general Mitre, La montonera no podía sostenerse sin la espontaneidad individual que suplía
presenta núcleo a esta grande epopeya, ruda en su origen, sangrienta y barbar» a su debilidad orgánica; y los caudillos de jinetes, prolongando en beneficio
en sus formas, y sin embargo persistente, durante el lapso de cuarenta, años, propio el movimiento que les dio ser, habían acabado por enrolar las sociedades
con Cjuiroga, Bustos, Ibarra, Rosas y LJrqmza, último representante del movi- enteras, mediante el terror, en ejército, y fingir un aparente prestigio personal
miento campesino, quien para ser fiel a sus tradiciones ha fijado la residencia arrastrando a sus guerras los padres y los hijos, los ancianos y los jóvenes sin
del gobierno de la Confederación en una estancia de cría de ganado. Si el excepción, Así se ha visto en los últimos tiempos de este sistema, copiado de \
bárbaro hubiera cíe aplicar las bellas artes a la glorificación de sus ideas, coma tribu salvaje, presentar en armas una provincia tantos guerreros cuantos adul-
quería aplicar la constitución a la perpetuación y legalización del caudillo, ¿eleva-
ría una estatua a Belgrano? ¿a Rivadavia? No, a Ramírez. /. ' ,* tos laPero
habitan.
«le este mismñ desorden detía salir el reíilé"dío que ha de ponerle térmi-
Digna empresa del historiador de Belgrano, .como centro activo del movimiento- B»i ti» HJgSiSfcarñp"ÍÍS¡hÍ!¡hátt sitio diezmadas por los torpes caudillos de su
de la Independencia, sería la compaginación de la historia de la descentralización predilección, que así las compelen por áfioS í< Hacer' la guerra sin salario, sin vestido,
y cíe la federación instintiva cuando haya terminado este monumento, depu-' y lejos de sus familias. La producción se interrumpe éri todas sus formas, si no
rándose del arbitrario caudillo y de la barbarie que lo produjeron, bien así como es eri la propiedad particular del jefe, que navega con todos vientos y mejor a
las bandas reunidas por Rómnlo entre las siete colinas que Íes servían de campa-
río revuelto hacia la acumulación de bienes que es su blanco egoísta, ya que ideas
mento, dieron origen a la República romana que dotó de leyes sabias al mundo. entran poco entre los móviles de su acción. El campamento concluye por ser el
Los granaes
grandes nos
ríos tienen po
por padres lejanos
leíanos torrentes impetuosos,
impetuosos, ciénagas nesri-
pestt- mercado, las provincias el objeto de la'empresa, la ración y el salario el estímulo
lentes, y aguas turbias, que se depuran y moderan su turbulencia a medida que
mas espacio cruzan. al fraude, y el trabajo personal del peón militarizado, la exención de las fatigas
Este período de nuestra historia va llegando a su término. El levanramiento de laLasguerra.
masas fueron así escarmentadas de sus predilecciones primitivas, y vueltos
de las masas de gentes se ha resfriado con el anclar del tiempo, como se enfrían j
instintivamente sus ojos a la sociedad "civilizada, y a las instituciones salvadoras
lentamente las lavas de los volcanes . r:l contacto del aire. Los caudillos hallan ;
ingrato ya y rebelde el suelo que antes fue fecundo y lozano para dar alimento eme al-principio menospreciaron, y destruyeron, han venido a apasionarse por la
a esas'que peyeron plantas indígenas; porque la tierra feraz es pródiga de su libertad y las garantías individuales que les aseguran el trabajo y el reposo. Al
savia, ya sean ábrelos o mieses los que fecunde. La acción constante de influencias grito: "¡El caudillo viene!", las masas populares se levantan, para su persecución
supremas no ha sitio parte en seis años a dar vida y vigor al cultivo de malezas I y castigo, como hace treinta años'a la voz de uno de ellos abandonaban sus
que intentan perversos horncultores. El congreso que debía servir de velo a la i hogares
Estepara seguirlo
cuadro en sus tan
,tan activo, correrías.
interesante y tan vanado, traería por contraste
absorción de poder que caracteriza la mono-arqula o umpersonalidad del caudillo, '
acaba de declarar que se procederá a la elección de un segundo presidente, en I el del espíritu de organización de la República con Rivadavia, creando un plantel
despecho de la guerra suscitada para prorrogar al caudillo con la bandera del J- -de las instituciones modernas, dando a la soberanía del pueblo formas regulares
presidente, y cíe la declaración oficial de este nefando intento; y pudiéramos dai *•, L por el contrapeso de poderes distintos. Sábese que el Congreso de Tucumán no
con esto sólo por terminado el drama, si el caudillo ex presidente no quedara | i pudo dictar ley alguna, por no tener un reglamento que determinase las formas
como Rosas al descender aparentemente del poder en 1831, armado y dueño po: de la discusión. La Legislatura creada por Rivadavia es la primera escuela práctica
•que se abrió al sistema parlamentario; y la sinceridad de las instituciones por el
tanto de! poder real de los tiranos, la fuerza. Afortunadamente la conciencia de
los pueblos ha avanzado demasiado en estos últimos treinta años para dejarse ' dadas la abona su espontánea renuncia a la presidencia. Un caudillo se hará
fascinar por las concesiones recíprocas que se hacen el derecho y la fuerza, a lo matar mil veces antes que abandonar de buena voluntad el mando.
La grandiosa época de Rivadavia sería, pues, el cuarto libro de esta Historia
víspera de medir su influencia. El general victorioso que se apoderase de Buenos
Aires podría invitar al sabio Consejo de las ratas a ponerle el convenido casca- Argentina que llevaría un nombre propio por título de cada una de sus grandes
bel al cuello . épocas; libro que el más noble de los caudillos se propuso despedazar en veinte
Más evidente signo cíe los tiempos dan las manifestaciones íntimas de esas años de destrucción sistemática, anegando en sangre sus más bellas paginas; y
mismas masas populares que en el albor de la lucha fueron el inextinguible foco que sin embargo, veinte .años después pudo descifrar una generación nueva, empa-
de insurrección, y el alma por decirlo así de los caudillos.
l8 HtSTORIA DEL GENERAL BELGRANO " '
pandóse en sus doctrinas, y poniendo de pie, con tan segura guía, el derruido BARTOLOMÉ MITRE ig
edificio de las instituciones republicanas.
en contacto con las ideas de^su antigua patria, con sus tristes recaídas volviendo
Si es ley que de lo físico pasa a lo moral la sucesión periódica de la luz y • a Ja servidumbre lusitana, que prefirió siempre.
de las tinieblas, como lo pretendía Vico; si es necesario que el crudo invierno \a Historia, de Belgrano connene en embrión todas estas cosas, y muchas más
suceda al estío para dar a los elementos orgánicos nuevas fuerzas de producción; tjue seria fuera de nuestro propósito enunciar. La falta de una historia de la
si hubiéramos de recorrer ese ciclo que desde 1810 adelante vuelve de década en República Argentina que, como la de Belgrano, muestre la unidad que la carac-
década al punto de partida, ensanchándose más y más en su órbita parabólica, teriza, en medio del desorden aparente de sus actos, ha sido causa de graves
un genio investigador y paciente como el que ha revelado el general Mitre reha- males. Los agentes europeos en América, los literatos y escritores mismos de los
bilitaría como Tácito la memoria de los ilustres mártires de la libertad, los nuevos países más cultos, si aciertan a ocuparse de nuestras cosas, fascinados por la des-
Belgranos oscurecidos por su propia virtud, los Rivadavias alejados voluntaria- ordenada persistencia de nuestras conmociones, concluyen por declararnos incura-
mente de su patria como Licurgo, para dar a sus leyes la sanción del tiempo, los ' blemente labrados por la anarquía, y predestinados al despotismo, como el único
freno de" pasiones tan desordenadas.
San Martín desposeídos de sus laureles por las fuerzas desorganizadoras cuyo
empuje no alcanzaron a dominar; pero en esta obra de restauración, animaríale <•' ' El examen de nuestra Historia, tal como la presenta el general Mitre, abrirále
la consoladora perspectiva de acercarse ya al término final, pudtendo describir la .los ojos a este respecto, viendo en ella desenvolverse los gérmenes de las posteriores
marcha invasora de los principios republicanos, desde los escogidos que dirigieron guerras civiles, y en las presentes manifestados los esfuerzos que la inteligencia
con tan asombrosa prudencia la Revolución de Mayo de 1810, y Ja parte inteli- y la virtud hacen para extirparlas por su raíz. Hay consecuencia e ilación en
gente de las ciudades Argentinas, difundiéndolos por las armas en las otras todos los actos, genealogía y afinidad en todas las ideas, progreso y solución
secciones americanas, hasta hacerlos descender a las masas populares, desde las más o menos retardada en todas las cuestiones.
ciudades a las campañas, desde las clases cultas a las proletarias, y desde la capital Entre los escritos americanos, las primeras páginas de Civilización y Barbarie
a los extremos del territorio. La guerra interna cíe medio siglo vendría así a ser dieron a Europa la fisonomía del terreno en que se desenvuelven nuestras luchas
una laboriosa preparación de la República, una propaganda armada de los prin- internas; pero sin alcanzar a establecer los antecedentes de la República y las
cipios constitutivos del gobierno, experimentando las instituciones, haciéndolas conquistas que ha ido haciendo sobre Ja colonia española. Trabajo lento y penoso,
pasar una a una por el crisol de la lucha; hasta obtener la sanción de la victoria. pero no estéril ni inútil. Desde 1806 a 1810 puede verse surgir del seno de la
Así los caudillos habrían sido los Vinatos de la barbarie primitiva, resistiendo colonia gobernada por españoles peninsulares el primer albor del sentimiento
la introducción de las formas del derecho, y una civilización más adelantada. Así nacional. Ln defensa y reconquista de Buenos Aires por los criollos, supliendo
las masas populares, inermes antes, por la ineptitud hereditaria, habrían sido des- la ineptitud de los venérales y virreyes españoles, de/a ya iniciada la formación
pertadas de su letargo colonial por el clarín de la guerra, precursor de la existencia de Jos píi tridos, es decir, la Guardia Nacional urbana, la Revolución de 1810, el
política, y encontrado en el ejercicio de sus rudas facultades e! primer escalón desarme de los españoles, v el espíritu militar que debía llevar el Acta de Inde-
para ascender a la ciudadanía. pendencia en la cartuchera cíe nuestros veteranos a todas las otras secciones ameri-
La República Argentina presenta, a distinción de las otras secciones ameri- canas, La Revolución de 1810 en su objeto, en sus medios, y en sus proceres, es
canas, el fenómeno, por otra parte muy fácil de explicar, de la transformación digna con Moreno. Saavedra. Peña, Belgrano, Rivadavia y tanto otros, de figurar
de sus poblaciones, en medio de sus luchas, del progreso de la producción y de en Ja primera página de la Historia de su gran pueblo. Hasta Jos excesos de la
la civilización, que revelan sus consumos crecientes, sus exportaciones cada vez Revolución, amenazada de perecer sofocada en su cuna, llevan ese carácter de
mayores. Es que la revolución que nos arrastra y que somos a la vez agentes grandeza solemne que denuncia el Hércules niño, destrozando serpientes con sus
ya incorporando cada día nuevos elementos orgánicos, y difundiendo las buenas manecillas. La ejecución del virrey Liniers y de sus nobles compañeros, la del
ideas sobre mayor masa de hombres. La nacionalidad estuvo casi exclusivamente respetable AJzaga y sus hijos, enmudecen hoy de asombro por la sublime audacia
de atentados tan grandes como inevitables.
representada durante la guerra de la Independencia por Buenos Aires, las pro-
vincias de Cuyo, Salta y Tucumán que la sostuvieron, habiendo los caudillos La guerra se inicia cor. la impericia de colonos, contra la madre p.-itr'-' que
sustraído sucesivamente a las otras de toda participación en tan sagrado objeto. había adquirido legiones educadas en la escuela de Napoleón. Las colonias
E! Paraguay se conservó vilmente independiente a nuestras espaldas; el LIruguay inglesas si bien tuvieron un Washington que con su escudo protegiese la naciente
desertó dos veces de su idioma y de sus hermanos. Ahora griegos y bárbaros república, Layafette con los ejércitos, las escuadras y los tesoros de Francia
del interior claman nacionalidad y éste es un paso inmenso dado para la orga- mantuvo el brazo del nuevo Moisés que sin «este auxilio habría decaído, fatigado
por lucha tan desigual. La Francia y la Inglaterra, que venían de siglos gue-
nización de !a República. Más tarde vendrán los tránsfugas y los desertores
rreando, trasladaron al Norte de América el campo de batalla, y la Francia
también a llamar a las puertas del hogar paterno, como el Hijo Pródigo, cubiertos
triunfó allí' de su rival. Los Estados Unidos fueron el laurel de la victoria, regado
de andrajos o de lepra, contando las miserias y las tribulaciones que pasaron con la sangre de vencedores y vencidos.
en su internación a los bosques del Paraguay, el Uruguay a la larga enfermedad
Nuestra situación fue diferente. Ni los Estados Unidos mismos nos tendieron
de su independencia ruinosa, con sus momentos lucidos de gloria cuando se ponía la mano, cuanto y menos los reyes de Europa, que ya habían empezado a sos-
pechar el peligro de prestar, por emulación, su apoyo a pueblos que pretenden
BARTOLOMÉ. MITRE 21 . . *•
20 HISTORIA DEL GENERAL BELGRANO Un nuevo Roías halló preparada la sociedad para nueva y más vigorosa re-
ser libres. Las Provincias Unidas improvisaron ejércitos con la fecundidad de 1; sistencia; y ya le aguardan quebrantos en la lucha que emprende. Cargado de
Francia republicana, y en la escuela de las derrotas y de los triunfos formó gen-e años y de botín, contra una generación que acaba de tomar el fusil, como
rales que tomaron plazas fuertes, guardaron inexpugnable el suelo <te la patrií prueba de haber llegado a la virilidad.
V persiguiendo al enemigo sobre medio continente americano, escalaron lo: Es lástima, que el caudillo, ciego ya por la luz nueva de las ideas que sus
Andes, y llevaron la libertad, la guerra, la independencia y la gloria argentin; ojos de chuán no.pueden soportar, no tenga a su lado un Taillerand en previsión
hasta el Chimborazo. Washington, como soldado, no es superior a San Martin como tienen, tantos en cinismo, que le diga como a Napoleón, al emprender
que no tuvo sus grandes virtudes cívicas,1 pero que habría podido sostener cor la guerra de España: "El último cañonazo no alcanzarán a oírlo sus nietos".
honor el bastón de Mariscal del Imperio, como nuestros ejércitos pulularon dt Napoleón fue a. la isla cíe Santa Elena a contemplar la profundidad de esta:
iVíurats y Cides Campeadores que tanto desastre y asombro causaron en España p? abras.
En medio de aquellos triunfos y reveses, detrás de nuestros ejércitos de ¿Por qué pelea la pertinaz República ahora que tiene constituciones escritas?
línea, se encendió una guerra de la Vendes por las mismas causas y los mismos Por lo que peleó Inglaterra tres siglos con sus reyes, no obstante existir e!
tbtumet, el paisanaje de los campos y aldeas incultas, cerrando los ojos a la luz Filamento. Por haber hecho perdurable la libertad proclamada, con la Magna
de la civilización y de la libertad, y armándose de patos y guadañas para defender Can.t, con el Bill de los Derechos, con el Habeas Corpus, no otorgados como una
sij secular ignorancia y pobreza estacionaria, sin que por eso nuestros gauchos, merced revocable, sino conquistados uno a uno por victorias señaladas.
como los chuanes franceses gritasen "Viva el rey absoluto", ni siguiesen a los' Es fundamento de la república la movilidad periódica de los mandatarios; y
párrocos como generales. el caudillo rudo hijo de la colonia le parece merecida recompensa de sus virtudes
La montonera no pudo ser ametrallada, exterminada como la rbuancña, prorrogarse indefinidamente en el dominio de una provincia, ya que el de la
porque era más digna de vivir y menos torpe en sus fines, y ha vivido treinta república es demasiado vasto para sus garras de gato montes.
años, merced a la anchura infinita del desierto que daba amplitud a sus movi- Es axioma republicano la soberanía popular, representada en Congresos So-
mientos, como libertad e independencia semibárbara a sus masas. ¿Cómo es beranos elegidos sobre el pueblo, y peleamos y pelearemos por que no se nos
que los franceses no comprenden esta lucha interna de civilización y barbarie de diga que de las conferencias tenidas en San Nicolás entre los vencidos caudillejos
la colonia y la república, sólo porque se ha prolongado más que la suya que de jinetes, salió una ley orgánica de la República otorgada a los vencedores por
terminó en la pacificación de la Vendée, no por la república triunfante, sino un acuerdo. Era ya verdad incrustada en la conciencia de pueblos y de tiranos
por el despotismo renaciente? que la legislatura en los repúblicos es inmune e indisoluble, y sólo después de
Pero ahí cesan las semblanzas históricas. La Francia de 1879, fue el modelo^ treinta años de inviolabilidad de este principio salvador de las sociedades, donde
que seguía ella misma en épocas postenores, y con sus liberales, nuestros padres, ellas no admiten como en Europa un derecho hereditario anterior, hubo entre
llegó por un camino sembrado de laureles a la negación de la libertad con Na- nosotros un audaz que osase poner su mano profana sobre este sacerdocio de la
poleón, a la recaída en la monarquía absoluta con los Borbolles sin Bastilla, con ley, que pnede como el de Dios estar sujeto a flaquezas, peto que la santidad
(os Orleáns, reyes ciudadanos; con Luis Napoleón, que reasume" la gloria del misma de su ministerio pone fuera del alcance de la violencia.
tío y del poder exclusivo, absoluto y brillante de Luis XIV. Por un círculo de Las sociedades humanas se gobiernan por convenciones tácitas y consentidas
revoluciones y de victorias, la Francia volvió al punto de partida, dejando en la que no sufren ni el examen de la lógica, ni el embate de la violencia.
historia su revolución cíe 1781) y su república como un motín de estudian- Está convíncida la humanidad desde tiempo inmemorial de que con el título
tes sublimes. de capitán, un adolescente pueda conducir a la muerte a millares de adultos
-Nosotros, cuan pequeños seamos, hemos sido independientes, que era el armados. El ejército es imposible sin esta base.
punto de partida, y no hemos abandonado la empresa de nuestros mayores de El predicador del Evangelio puede ser ignorante y ridículo, pero los fieles
constituir una república libre. •, han aceptado la idea tradicional de escucharlo en silencio, sin desmentirlo cuando
Los caudillos que nos salen al encuentro no son de la tela de que se hacen habla desde el pulpito, sin reírsele en sus barbas de su torpeza; y trescientos
reyes; y las tentativas de Iturbide, de Santa Ana, y de Solouque, todas frus- millones de cristianos obedecen en toda la tierra a esta prescripción tácita. La
tradas, la suerte final de los Santa Cruz de Bolivia, los Flores del Ecuador, los mujer débil, llena de los atractivos que excitan las más tormentosas pasiones del
Rosas de Buenos Aires, muestran que tales pretensiones a la perpetuidad dinás- hombre puede pasearse indefensa entre los salvajes de la pampa, o los entes más
tica, son la única cosa imposible en América. Rosas, armado de cuanto la bestia depravados de las sociedades cultas, merced a una convención humana que hace
humana puede acumular, para sobreponerse a las resistencias: poder material, abominable el empleo de la fuerza.
riqueza, degradación de sus instrumentos e inaudito desenfreno de todo acto Fúndase en convenciones de este género el respeto de los que empuñan las
moral, halló en los pueblos argentinos por veinte años de lucha, la misma energía armas en nombre del Estado, hacia los que no tienen para el desempeño de las
de! sentimiento de libertad que de independencia había opuesto a los reyes espa- angustiosas funciones del legislador otra arma que actas revestidas de ciertas
ñoles. .¿Pueden todos los pueblos, si no son las Siete Provincias Unidas de formalidades; pero la torpeza orgánica de un caudillo creado en los campos y
Holanda cansando a Felipe II ya que no podían vencerlo, presentar Espec- habituado a la violencia, está lejos de sentir el recato que en un estado de cultura
táculo igual?
21 HISTORIA DEL GENERAL BELÓRANÓ
más avanzado sentiría todo hombre de emplear las armas para vencer obstáculos
de un orden puramente moral.
He aquí por donde va al presente la noble historia argentina, esta Musa que
no ha escrito en sus tablas de bronce, sino los hechos que halló envueltos en
sangre al día siguiente de una batalla.
Hoy día está sentada al margen del Plata, con la punca de su cincel elerado
en ademán contemplativo, y los ojos fijos en el horizonte, para escribir, según lo
dicten los sucesos "cuarenta años más de guerra", o bien, la paz fundada en
instituciones, la república triunfante, la libertad hasta los Andes, Salta y Paraguay.
D. F. SARMIENTO