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Trabajo Práctico

“Los desarrollos Post-Freudianos”

Nombre y Apellido: Maximiliano Gregorio Mariani.

D.N.I: 36.425.001

Catedra: Psicología Profunda

Tema: Fantasma y Fantasia

“Universidad Católica de Salta;

Lic. en Psicología.

27 de mayo de 2015”
Fantasma y Fantasía.

“¡Que me acuerde de ti! ¡Sí, sombra desventurada, mientras la memoria tenga asiento en
este desquiciado globo!... ¡que me acuerde de ti! ¡Sí, borrare de las tabletas de mi memoria, todo
recuerdo trivial y vano, todas las sentencias de los libros, todas las impresiones pasadas que
copiaron allí la juventud y la observación! Y sólo tu mandato vivirá en el libro y volumen de mi
cerebro sin mescla de material vil.”

“Hamlet. William Shakespeare”

Como breve introducción que podría datarse para el presente trabajo, podría aludir quizás
a las razones de mi elección con respecto al tema, ya que no por nada he escogido el
próximo a ser desarrollado.
En fin. ¿No os resulta curioso, como aquello a veces tan distante a la realidad, pero de una
finalidad tan objetiva, puede embelesar en ocasiones nuestras almas con los más
placenteros sentimientos? Y eso no es todo, incluso cuando en contra de nuestros más
profundos sentimientos morales se halla algunas veces, podría decirse…
Pues bien, a mí me ha dado algo de curiosidad. Y espero haberla satisfecho, aunque no
del todo, claro está decirlo, pues así habrá siempre un espacio a la fantasía.
Pero es mejor no extenderse en palabreríos que no dicen nada. He escogido a Freud y a
Lacan, no sin razón tampoco, pero exponerlas aquí extendería demasiado las
inflorescencias en este trabajo.
Los conceptos que intentaran ser desarrollados, son precisamente, el concepto de la
fantasía Freudiana, y la noción Lacaniana de fantasma, sin la posibilidad de prescindir por
supuesto, de algunas referencias y aproximaciones al no del todo comprendido, debo
aclarar, concepto de fantasma fundamental, proveniente efectivamente de la corriente de
Jacques Lacan.
Es así, que sin más, se dará procedencia al desarrollo de la planteada idea temática. A
saber; que una fantasía, -aquella representación de la que el sujeto se sirve a veces… como
Freud nos dice en determinadas ocasiones- es un algo, diremos por ahora, de lo que no
se sirve para cualquier fin, si no, que más precisamente hablando, podríamos decir, que es
algo de lo que se sirve para la obtención de placer. O un consuelo, como quizás Lacan diría.
Pero es aquí donde se complica. ¿Consuelo ante qué? podríamos preguntarnos. Pues yo
creo, es aquí, en donde Freud nos abre a la duda, ya que en un momento de su teoría, será
la fantasía un sueño diurno, quizá una realización de deseo, algo como tal, articulado en un
sentido, y abierto a la interpretación que dicha articulación en un análisis posibilita;
podríamos pensar a este respecto, a la fantasía como un consuelo ante aquel deseo
insatisfecho, que por reprimido habrá de permanecer así. Pero por otra parte,-y aunque no
del todo explícito en Freud, pero si desarrollado por Lacan-, será también un resto, una
construcción, un decantado del análisis, que no es, si no inarticulable. Entonces, ¿ante que
habría de consolarnos el fantasma?
Creo no sería necesario replantear en este momento, que será precisamente ésta, la
dirección que tomara el planteo del problema que aquí nos ocupa, pero a fin de no caer en
contradicciones, procurare el ser lo más claro posible. Partiendo de las concepciones…
“ortodoxas”, -solo por no repetir tanto la palabra “Freudiana”- , con respecto a la fantasía,
intentare articular poco a poco aquel lenguaje que tan esotérico resulta a veces, con el fin
de cerrar esta redacción con el concepto de fantasma.
Pero prosigamos.
Así, en “El poeta y los sueños diurnos”, Freud plantea a la fantasía no muy diferente a
como plantea a la producción onírica misma, es decir: como una realización de deseos, que
en su mismidad no es otra cosa que una formación de compromiso entre los polos opuestos
del conflicto endopsíquico. A propósito nos dice “la labor anímica se enlaza a una impresión
actual, a un ocasión del presente, susceptible de despertar uno de los grandes deseos del
sujeto; aprende regresivamente dese este punto el recuerdo de un suceso pretérito en el
cual quedo satisfecho tal deseo, y crea entonces una situación referida al futuro y que
presente como satisfacción de dicho deseo el sueño diurno o fantasía”.
Claro. Y algo de razón podríais tener quizás, en decir que es algo forzada tal cita para lo
que se intenta ilustrar. Pero en realidad no lo es tanto.
Planteémoslo del siguiente modo, pensemos por ejemplo en aquellas fantasías, o
ensoñaciones diurnas que de ordinario irrumpen en nuestra alma, sin aparente decisión
alguna del sujeto. Incluso aún, pensemos también por qué no, en aquellas fantasías de las
cuales creemos poseer dominio, aquellas que efectivamente creemos moldear con nuestras
manos con el único fin de alcanzar la situación más perfecta. Pues bien, en el primer caso
en “aquellas que irrumpen” se presenta evidente, que un deseo se ha disfrazado algo para
inmiscuirse en la conciencia. En cuanto al segundo caso “aquellas a las que nos
entregamos voluntariamente” solo se hace más evidente, -al menos en mi opinión-, el
consenso, el compromiso entre las dos tendencias opuestas. Podría pensarse de este
modo, a aquella fantasía bien elaborada,- y valga la redundancia- como un bien elaborado
deseo que tanto en uno, como en el otro de los casos, se encuentra como causante de
ambos.
Pero si no es suficiente sigamos el hilo lógico más simple.
En la cita, almenos aparentemente no parece haber mención de la mencionada polaridad
conflictiva, por así decirlo, pero si hay una cierta referencia a la idea de compromiso,
veamos: “Una tención producida en el presente, despertaría uno de los “grandes deseos
del sujeto”…
En consiguiente la oración prosigue y finaliza: “crea entonces una situación referida al futuro
y que presente como satisfacción de dicho deseo el sueño diurno o fantasía”. Pues bien,
dicha satisfacción produciría placer, pero placer como Freud lo entiende, no en sentido
positivo, (placer de la nada), si no negativo, placer como ausencia de displacer, recordemos
después de todo, que originariamente, se habría llamado principio de displacer, al famoso
“principio de placer” según el cual se rige, -al menos hasta un determinado momento de la
teoría psicoanalítica- la totalidad de nuestra actividad anímica.
Pero si el compromiso que es la fantasía ha sido útil para distender la excitación
desplaciente, ¿de dónde ha provenido ésta?
Pues bien, aquí es donde entra la frase intermedia que he omitido: de “el recuerdo de un
suceso pretérito”. Pero no entendamos por favor éste “recordar” en un sentido tan literario,
¿no dijo Freud acaso “el histérico padece de reminiscencias”? Forcemos aquí un poco la
significación de las palabras. Pues aquel “suceso del pasado en el cual quedo satisfecho
tal deseo” no sería más, que aquella huella, aquel significante solitario que necesita de otro
para articular un deseo inconsciente, claro, teniendo en cuenta a éste, como a un complejo
de representaciones al cual se le ha negado quizás, por estar altamente catectizado, la
entrada al conjunto de las consistentes representaciones que conforman el yo.
En síntesis, un deseo reprimido, inconsciente, que como tal se halla en constante pugna
con la instancia represora, y en permanente movimiento dinámico con respecto a las leyes
del proceso primario, sería para Freud en “El poeta y los sueños diurnos” el “sine qua non”
de toda fantasía.
Pero antes de proseguir, creo sería adecuado el detenernos un momento aquí. Pues el
referir a la fantasía la cualidad de realización de deseo, no es referencia que no implique
de este modo consideraciones más amplias.
Una “realización de deseo” en el sentido freudiano, no sería si no, “una articulación
significante” en palabras de lacan, una cadena articulada a través de la cual y en sentido
inverso se desplaza el efecto de sujeto.
¿Pero que con ello?
Pues bien, es conocido en demasía el matéma lacaniano:

“un significante representa a un


sujeto para otro significante”,

En otras palabras; un sujeto se expresa en tal articulación de sentido, entre dicho (S1) y su
corresponsal (S2) que por diferencia lo delimite.
De este modo, decir que el sujeto del inconsciente, -de aquel inconsciente estructurado
como un lenguaje,- se expresa en esta brecha entre significantes, no sería muy distinto a
decir que el sujeto del deseo, expresa el mismo en su fantasía.
Pero continuemos, después de todo, espero que no esté demás el decir que es
precisamente éste al punto al cual deseaba arribar.
Ya que ahora podemos figurarnos a la fantasía como portadora de un sentido, podríamos
efectivamente preguntarnos ¿Qué es lo que ello implica? ¿Y que podría ser en este sentido,
el fantasma?
Pero antes de intentar respondernos, creo sería mejor el abordad una cuestión un tanto
diferente, pero que tratándose de teoría psicoanalítica, es a nuestros fines, completamente
relevante.
Sabido es que Lacan concibe al sujeto que se presenta en clínica, como la suerte de un
triple anudamiento, como la conjunción en uno, de tres registros u órdenes diferentes, a
saber: un imaginario que miente, un simbólico que se equivoca, y un real que no dice nada.
Este modelo del triple anudamiento, representado en la conocida figura del nudo borromeo,
es de él cual se servirá Lacan, sobre todo en su última enseñanza, junto con el estudio la
topología, como así la axiomática y la teoría de los nudos para replantear, un “ir más allá”,
hacia la dimensión del sinthome, y el atravesamiento del fantasma como fin de análisis,
temática que particularmente aquí nos compete.
Pero volviendo a lo nuestro. Habíamos mencionado ya, que Freud considera a la fantasía
como a una realización de deseo, como tal placentera. Pues a propósito de ello, Miller halla
razones para introducir, fantasma a diferencia del síntoma, en una vertiente de placer, para
hacer coincidir así al segundo la displaciente.
“La experiencia analítica nos enseña que el paciente, apropósito de su síntoma, habla y
habla mucho… habla para lamentarse de él” y agrega a renglón seguido “En relación al
fantasma, en cambio, la situación es completamente diferente. Normalmente el paciente no
viene a lamentarse de su fantasma. Muy por el contrario, podemos decir que a través de él
obtiene placer….”
Pero pidiendo disculpas por los intermitentes saltos que en este trabajo se dan, habre de
pediros por ahora, que durante un momento regresemos a Lacan.
Éste también plantea en un comienzo al fantasma, como una producción imaginaria que el
sujeto tiene a su disposición, con un fin de consolación, con el fin de obtener placer. Pero
destaquemos aquí la importancia de la cualidad imaginaria atribuida al fantasma, puesto a
que ello lo introduce de manera específica dentro de aquel registro mentiroso del cual
hablábamos hace un momento.
¿Pero que es así, lo imaginario en Lacan?
El orden de lo imaginario en lacan, es considerado en síntesis, como aquel portador de las
imágenes, -en un sentido semiológico por supuesto,- que aportan a la estructura del
sujeto, la consistencia, el sentido; dándose así éste, en la interjección entre dichos ordenes,
el de lo simbólico y el de lo imaginario. Podría decirse entonces, y de ello no estoy seguro
en afirmarlo: que para que exista un vivenciar netamente humano de la realidad perceptible,
un vivenciar cohibido este por sentidos y significaciones, es necesario precisamente, una
conjunción entre lo simbólico, que en si, es un lugar de puras diferencias, y lo imaginario
que con sus imágenes aporta consistencia.
Pero regresemos a lo que en verdad nos ocupa.
El fantasma perteneciente al orden de lo imaginario, en una primera escritura de Lacan,
seria (a a´) ¿Pero que significa más precisamente (a a´)?
¿cómo puede tomar una imagen tanta prevalencia en un sujeto, si la estructura de éste,
cae dentro de lo simbólico?
Veamos. El significante como tal no significa nada, requiere de la diferencia para poder ser,
lo que en si no es, en comparación con los otros. Lo que de otro modo puede decirse: la
estructura del lenguaje, como así, el inconsciente estructurado como tal, están faltos,
atravesados por la falta de sustancia en el significante, en el lenguaje solo hay términos
diferentes, sin cualidad positiva alguna…
Ahora bien, como diría Miller, es precisamente “en este momento de falta en la cadena
significante, que puede llegar a volverse prevalente una imagen, un elemento del nivel
imaginario.”
¿Pero cómo puede hacerse prevalente la imagen en la estructura del lenguaje si no es a
condición de ocupar un lugar? Pues bien, no es que la imagen tapone la falta, simplemente
la imagina, la convierte en deseo, la articula en una dirección, en un sentido, la enuncia
desde un punto en particular. Es precisamente aquel el lugar que al fantasma corresponde
como perteneciente al orden imaginario en un primer momento, un lugar del cual no será
desplazado, si no que servirá como apoyo para las posteriores teorizaciones que sobre él
se realizaran en la obra de lacan.
Pero por supuesto, de ello ya se había percatado también Freud. Pensemos en las fantasías
primarias, aquellas de exclusión, de seducción o la primaria propiamente dicha, fantasías
de las cuales se sirve el niño para velar aquel punto del saber, que precisamente no puede
asir: el niño fantasea, parafraseando a Masotta, porque nada quiere saber, sobre que no
hay un saber, con respecto al objeto de su deseo.
Vamos así acercándonos un poco más a la concepción del fantasma lacaniano.
Si bien la fantasía en un principio, realizaba un deseo, portaba un sentido, y como tal se
articulaba en un análisis, ahora el fantasma y más precisamente hablando, el fantasma
fundamental, como decantado de la selva del fantasma, como construcción del análisis, no
se articula, y detrás de él, hay nada.
Al fantasma, como termino amplio y variable, le otorgara Lacan la cualidad de “monótono”
será un instante de significación pura, será como un acordeón; un punto que puede
extenderse sobre la vida del sujeto, será ($ a).
Si al aproximarnos al sueño diurno, concluimos éste, como a un compromiso entre
tendencias dispares y opuestas, en el cual se distendía una tención y sin no sortear las
barreras de la censura se realizaba un deseo, al aproximarnos ahora al fantasma lacaniano,
habremos de toparnos con una idea un tanto diferente, aunque en lo fundamental
coincidente con la anterior.
Tanto la fantasía, como el fantasma, producen placer. Ambos consuelan. La pregunta es:
¿ante cual triste hecho debemos ser consolados? ¿Ante aquel deseo insatisfecho de la
infancia? ¿O habrá algo más triste; quizás diferente, ante lo cual necesitemos un consuelo?
Llego a este punto, con un pequeño problema, pues con respecto a la formula ($ a), la
representativa misma del fantasma, dos caminos puedo tomar para intentar explicarla. Pero
no me hallo seguro de cual escoger primero.
Es así que sin más me decidiré por uno, para proceder luego con el segundo y tratar de dar
por finalizado el presente trabajo.
Habíamos visto que en un principio Lacan introduce al fantasma en el orden imaginario,
algo de todos modos, también interpretable, aunque no explícitamente en la obra de Freud.
Una idea que a grandes trazos podría enunciarse así: (la fantasía, del francés; fantasme,
no es más que una construcción imaginaria, en la que se halla presente el sujeto y que se
presenta al mismo, como la realización de un deseo) es decir que a presencia del sujeto la
fantasía es articulación significante, y puede elaborar así un deseo, pero como buena
construcción imaginaria es una prevalencia de la imagen, un punto de cierta inercia, que al
mismo tiempo brinda consistencia al discurso del sujeto, pues ya repasamos que es entre
los simbólico y lo imaginario en donde se da el sentido.
Podría pensarse en la fantasía masturbatoria, por ejemplo “pegan a un niño”. Que es ésta
si no, más que una frase gramatical, que en sí, sentido tiene, produce placer… pero como
tal no se articula: ¿Quién golpea al niño? No lo sé, ¿Por qué golpean al niño? No lo sé
¿Quién es el niño golpeado? No lo sé…
Pero sigamos
Partiendo de esta idea del fantasma como imaginario. ¿En dónde es entonces que se
hallaría la diferencia, con esta segunda fórmula introducida, en la que lacan enlaza al sujeto
del inconsciente, con este tan enigmático objeto “a”?
Pregunta que mejor formulada, podría rezar así:
¿Qué es lo que implica este enlace entre el “$” y “a”?
Miller responde a ello: que si bien es novedoso que varíe el estatuto del objeto “a” de
imaginario a real, lo verdaderamente curioso y paradojal, sería que incluya en la formula al
sujeto, como sujeto del significante, es decir como sujeto del sentido, sujeto de la
articulación de la cadena, en si sujeto como a significantes que no valen nada, y solo en la
diferenciación se hallan, si es que podría decirse a “sí mismos”.
De esta forma, para Lacan, el fantasma conjuga el orden de lo simbólico y lo real, tan
heterogéneos y aun así articulables. Algo que él ilustrara sirviéndose de la figura del
“crosscap” pero que aquí solo será rozado.
Pero antes que nada ¿Qué es lo real en lacan?
Una mejor aproximación al concepto de “lo real” seria repetir lo que ya se ha dicho, y
reafirmar con ello, “lo real, es lo que no dice nada”, pues en ese no decir nada es en donde
se manifiesta mejor lo inefable de su decir. Y efectivamente, es lo real: lo que no dice nada.
Pero no porque sea mudo, si no, mejor dicho, por que nada tiene que decir.
Se trata de lo que no es imaginario ni se puede simbolizar. Lo real es lo que no podemos pensar,
imaginar o representar, es decir, lo inconceptualizable, constituyendo un indeterminado
incontrolable, muchas veces, representado como “a”, plus de sentido, o goce. Sin embargo, no
se encuentra completamente alejado del orden de lo simbólico sino que justamente constituye
el no-fundamento inmanente del significante…

Pero es aquí en donde disculpas os pido, y en donde intercedo para tomar un nuevo camino y
dejar para el final esta idea de lo real, y su referencia al fantasma.
Retomando entonces la otra manera en la que podría haber abordado al fantasma ($ a), me
limitare a comenzar diciendo, que este es propuesto por Miller, en su “síntoma y fantasma”,
como un dispositivo, no contingente, sino intencional, para transformar goce en placer.
Veamos primero entonces que representa el goce.
Segundo: en qué sentido este goce es transformado en placer a través de la actividad
fantasmática.
Y tercero y para finalizar, en que se relaciona primero y segundo con la idea de lo real.
Con respecto al primer punto, tamaño problema es el que se nos presenta, pues para captar
solo con un poco más de corrección lo que el concepto de goce representa, deberían
extenderse y no por poco, las paginas en este trabajo.
Es así que se ha decidido dar si muchos rodeos, una aproximación más directa, a la idea de
goce que más útil resulte.

Planteo de este modo al “goce” como éste caer gozosamente en la actitud repetitiva de un
comportamiento cuyos fines van más allá del principio de placer. Desde este punto de vista, el
goce seria como aquella gratificación no necesariamente placentera, que a través de la
repetición de un determinado comportamiento se obtiene.

Vallamos ahora al segundo punto, a saber: la cuestión sobre el fantasma como dispositivo que
transforma goce, de manera intencionada, podría decirse, en placer.

A simple vista, puede llamar nuestra atención sobre este planteo, el hecho de que el fantasma
no sea un dispositivo contingente, sino intencional, de encausamiento del goce. Conserva así
el fantasma su cualidad de consuelo, y sigue siendo de este modo la fantasía, la representación
de la que el sujeto se sirve a veces para obtención de placer, como Freud lo hubiera dicho.

Pero no hallo aquí complicación alguna, pues podría deducirse rápidamente, por qué es
necesario entonces el encause del goce, ya que si éste representa una tendencia que va más
allá del principio de placer, preciso seria el no darle cabida libre, pues su objetivo último
implicaría la anulación a cero de toda tención, y con ello la muerte de la entidad misma.

Podríamos ahora, en mi opinión, emprender la tentativa de responder aquella pregunta que en


un principio planteamos, y que responderá también a la relación del sujeto con ese punto de lo
real que lacan expresa en su fórmula.
¿Ante que habría de consolarnos entonces el fantasma? Nos habíamos preguntado.
De tantos modos podría nombrarse al fantasma, y aun así, tal vez convergerían todos en un
mismo sentido.
Pero nosotros simplemente diremos que es un velo, pero no uno cualquiera, es precisamente
uno que consuela, que da sentido, que como punto de significación pura, funciona como
acordeón, pudiendo extenderse así a la vida del sujeto. Es un velo detrás del cual no hay nada,
y es una parte de esa nada precisamente lo que vela, pues en su función de encausar goce
dentro de los parámetros del placer, no hace más que encubrir la naturaleza de éste, que éste
no la tiene, y que hablando de goce no hay naturaleza. Que el goce como ese punto de lo real
es un indeterminado incontrolable.
Pero no se agota aquí esta idea del velo, ya que podría pues, retomársela desde otro lado. En
fin de cuentas, con que vela el fantasma eso siempre inaprensible, si no es con “sentidos y
consistencias”.
En cierto modo podría decirse: ¡ya no puede parecernos tan gracioso el “atravesar un fantasma”
en el final de un análisis!
Pues quizás, después de todo, sea cierto que éste es como un axioma, como un eje axial que
aparte de todo se revela verdadero y consistente.
Quizá sea el fantasma justamente, como aquella desdichada sombra, a la cual por lo
convincente de su relato, Hamlet promete recuerdo y obediencia. Una fantasía realizadora -por
supuesto, en sentido metafórico,- de un fundamental deseo, el sueño diurno del poeta, un deseo
bien imaginado, un no quiero saber nada, sobre un saber que saber no puedo.
Como unos lentes, sin los cuales quizás, estaríamos ciegos. Unos lentes que no es necesario
quizás quitarse, simplemente saber que llevamos puestos.
Bibliografía.

Freud, S. “El poeta y los sueños diurnos.”, 1908 Obras Completas, Buenos Aires, S.XXI, Vol
II.

Freud, S. “Pegan a un niño”, 1919 Obras Completas, Buenos Aires, S.XXI, Vol III.

Freud, S. “Más allá del principio del placer”, 1920 Obras Completas, Buenos Aires, S.XXI, Vol III.

Miller, Jacques Alain, “Dos dimensiones clínicas. Síntoma y Fantasma”, Manantial, Bs As, 1992

Masotta, Oscar. “Lecciones de introducción al psicoanálisis”, Gedisa, Barcelona, España.

Lacan, J. “Kant con Sade”, Escritos, Buenos Aires, S. XXI, Vol II.

Lacan, J. “Sem, 14 (La lógica del Fantasma). “Versión apócrifa”.

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