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prefiere arrellanarse en su sillón, junto al fuego, antes que dedicarse a la farragosa tarea de leer la palabra de
Dios, que se le ofrece en una Biblia abierta, tentadora pero seguramente difícil, y en latín.
Hablamos de la Edad Media, donde Pereza no es descansar por gusto; Pereza es ceder a la facilidad del mejor de
los placeres -la calma- y olvidar así las molestas e insolubles paradojas a las que nos somete la fe.
Mucho antes de la moral, digamos hace miles de años, los dioses instauraron la muerte.
Fue un razonamiento sencillo, elemental. El mundo fue dividido en dos. Los vivos quedaron separados de sus
muertos desde entonces.
Y el pacto se selló con una llave, que no debía usarse. Un dios egipcio, atormentado de amor, ideó la estrategia
para esconder esta llave.
Pero aunque los dioses son eternos, ninguna llave es infalible. Y menos aquí. Y ahora.
Ahora que todo el mundo es ateo, y que los dioses ya no se manifiestan, la fe es reemplazada por su sucedáneo
más cercano: el terror.
El horror al reencuentro entre vivos y muertos es enorme; no hay palabras para entender la muerte, ni sus cosas.
Es el mismo miedo de Orfeo: el miedo de poder recuperar, súbitamente, todo lo que se amó y estaba perdido.
Los muertos tienen terror, terror de ese momento aciago de lucidez en el que entienden que están muertos, y
que eso es para siempre.
A todo.
Rafael Spregelburd
Octubre de 2002
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EL PÁNICO
1. Alquiler
2. Miami
3. Bailarinas
4. Banco Tornquist
5. Tenedor
6. Terapia familiar
7. Cárcel
8. Bailarina reemplazada
9. Fiesta
10. Termotanque
11. Chucky
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ESCENA 1
ALQUILER
aterrador, como en una película mala, cuyas sombras albergan monstruos diversos.
Llama la atención una silueta dibujada en el piso, con tiza blanca, como las que la policía
Suena el teléfono.
ROSA:
¿Hola? (...) Sí, estoy esperando. (...) Sí, Betiana, una tal Betiana García. (...) Ah, pero...
Debe estar por llegar, entonces. (...) Ah, ¿vos decís que entonces yo puedo cobrar la
comisión completa si lo alquilo hoy? (...) Bueno, lo voy a pensar. (...) Bueno, esperame que
ROSA:
Rosa intenta concentrarse en esta cuestión de máximo interés. Pero no siempre las cosas
Bajo protesta de decir verdad, manifiesto que he recibido el reglamento interior, en el cual
se me explican los riesgos y normas que regulan la actividad en la que voy a participar.
ROSA:
¿Betiana?
ROSA:
Y si los padres le querían poner Beatriz, o Ana, o algo así, y no se decidieron, y le pusieron
BETIANA:
ROSA:
Sí, pasá.
Betiana. Seguro que es sucia. Bah… como yo, que mucho no me importa la limpieza.
Entran juntos Betiana y Emilio. A primera vista deberá parecer que se trata de una pareja.
Pero veremos que nada es tan sencillo. La entrada de éstos viene acompañada de un
ROSA:
BETIANA:
Betiana García.
EMILIO:
Emilio Sebrjakovich.
Ninguna de ellas le habla directamente, pero él no se dará cuenta hasta mucho después.
ROSA:
BETIANA:
ROSA:
No. Puede ser. No sé en qué estaría pensando cuando hablamos. A mí me das cuerda y
BETIANA:
Sí. Bah, todo lo que hay para ver está a la vista, ¿no?
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ROSA:
¿Ah, querés verlo sola? No hay problema. Yo te dejo verlo que tengo que pensar unas
EMILIO:
BETIANA:
decir, es chico.
ROSA:
No, no es chico. Es más grande que el estándar medio, porque fijate cómo tiene
BETIANA:
¿Las qué?
EMILIO:
ROSA:
Las... mochetas. O sea, no sé, me lo marcaron como una ventaja grande, y te lo digo por si
BETIANA:
ROSA:
¿En serio?
BETIANA:
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Sí.
ROSA:
Yo hice unos años de clásico, y de patín, pero no se pudo en su momento, y después ya los
BETIANA:
ROSA:
Betiana sube a ver la ventana, seguida de Emilio. Todo el ascenso recuerda a las escenas
de terror en las que la futura víctima –pletórica de inocencia- sube al ático maldito.
EMILIO:
ROSA:
(Se queda abajo. Tiene unas palpitaciones, algo así como un principio de ataque de asma,
BETIANA:
ROSA:
Noroeste, la mejor.
EMILIO:
BETIANA:
Bueno, estoy ensayando, en realidad. Es algo para dentro de unos meses... ¿Qué es eso?
¡¿Qué es eso?!
ROSA:
Bueno, media olímpica. Si la nadás ida y vuelta es como si fuera olímpica. Te digo porque
EMILIO:
BETIANA:
(Por un libro que está al pie de la escalera. Es “El libro de los muertos”, pero todavía no
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tenemos por qué saberlo.) Se te cayó un libro.
ROSA:
EMILIO:
Claro, un gimnasio con pileta... pero, ¿sabés que ahora pienso en la pileta y no me dan
ganas de nadar?
BETIANA:
EMILIO:
Rarísimo...
ROSA:
No.
EMILIO:
Porque nadar me encanta, pero ahora lo pienso y no me dan ganas. Qué fiaca. Tenés que
ROSA:
Es climatizada.
BETIANA:
ROSA:
No.
BETIANA:
ROSA:
Te lo digo porque está entre las ventajas de este departamento. Este departamento es
interesante porque tiene más ventajas que las estrictamente aparentes. Mirá los pisos.
EMILIO:
¿Son entarugados?
BETIANA:
¿Los pisos?
ROSA:
Claro, si sos bailarina podés correr los muebles y acá mismo, sin necesidad de barra, o de
otra cosa, o de otras bailarinas, podés practicar los pasos. No tiene astilla, no hace mugre,
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admite tapete. Son entarugados.
EMILIO:
Ah.
BETIANA:
ROSA:
Te digo, ayer lo estuve mostrando, y en la pausa del almuerzo aproveché la luz y me di una
depilada. Estaba un poco sucio, pero seguro que a vos no te importa, tampoco, ¿no? Es un
EMILIO:
Pero, ¿vos nos querés alquilar este departamento? ¿Qué es lo que está pasando, acá? Yo no
quiero alquilar.
BETIANA:
Como yo vivo en San Isidro, me queda lejos, así que si ensayo hasta tarde me gustaría
EMILIO:
BETIANA:
ROSA:
BETIANA:
ROSA:
No, ¿sabés lo que pasó ahí? Es una prueba de la pintura, estaban por pintar y probaron
Emilio no comprende lo que pasa. Se apoya en una pared, sobre el interruptor de la luz, y
la luz se apaga para sumirlos en la lela oscuridad tan típica de este género.
ROSA:
¿Qué tocaste?
BETIANA:
EMILIO:
No, tranquilas, me parece que fui yo, me apoyé en el interruptor. (Prende la luz.) Ya está.
BETIANA:
EMILIO:
ROSA:
Te digo una cosa, no es porque te lo esté mostrando, pero esto te puedo pasar acá, en San
Isidro donde vos vivís, en Nueva York, son impredecibilidades. La instalación eléctrica es
a nuevo, y como los caños de luz los dejaron por afuera, cualquier desperfecto te los
EMILIO:
No, no, ¿no ven? Fui yo que me apoyé. (Vuelve a apagar y a prender la luz.)
BETIANA:
ROSA:
¿Ves? Pará que te averiguo. (Finge una llamada telefónica.) ¿Hola, Edesur? Mire, llamo
para preguntar por un desperfecto, en la zona de... Ah, ¿están haciendo arreglos? Ah... ¿va
a llegar el Subte J? Ah, muchas gracias. (Corta.) No sabés el notición que tengo para darte,
Betina.
BETIANA:
Betiana.
ROSA:
Betiana, perdoná. Hay toda una generación de chicas de tu edad que los padres les pusieron
Betiana, no por indecisas sino por la Blum, Betiana Blum. Bueno, te decía que... Me
olvidé.
BETIANA:
ROSA:
BETIANA y EMILIO:
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¿Cuánto?
ROSA:
Noventa y cinco pesos. (Pausa.) Me quebré. Lo que pasa es que yo soy nueva en esto, o
sea: vendo, pero no por vocación... Y de las cosas que te dije no estoy muy segura de que
sean así. Yo espero que vos sepas pasar por alto mis falencias, mis errores... Si firmás la
seña yo cobro hoy, y como. Y me compro unos medicamentos que necesito. Si no, quién
Emilio está muy cerca de Betiana, y al oír la súbita confesión de Rosa ríe con un
resoplido. Betiana siente el aire en su cuello, y se da vuelta, muy asustada. Sólo ahí se nos
BETIANA:
¡Ay!
ROSA:
¿Qué pasa?
BETIANA:
ROSA:
BETIANA:
No, hay algo extraño, en este departamento... Siento algo extraño... Desde que entré.
ROSA:
BETIANA:
EMILIO:
ROSA:
EMILIO
¿Regina? ¿Regina?
ROSA:
Fijate que hay vajilla intacta en la cocina, poca vajilla, alguien que venía poco...
EMILIO:
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¿Regina?
ROSA:
BETIANA:
No. Yo sé muy bien lo que necesito. Soy bailarina, tengo mi cuerpo muy bien entrenado,
EMILIO:
ROSA:
EMILIO:
BETIANA:
EMILIO:
¿No me oyen?
BETIANA:
EMILIO:
ROSA:
EMILIO:
ROSA:
EMILIO:
(Desde la cocina.) Uy, hay palmeritas. ¿Te llevo una con el café?
ROSA:
Porque vos me decís que lo vas a pensar mejor, ¿pero yo qué prueba tengo? ¿Yo qué sé si ahora no salís
corriendo y te comprás el Clarín y te buscás otra cosa?
BETIANA:
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Me voy. Gracias. Me voy. (Se acerca a la puerta.)
ROSA:
honesta, y ordenada, y te respeté, que ya es mucho más de lo que se puede decir de los de
la inmobiliaria, que por ejemplo seguro que ni te dijeron que la semana pasada acá
asesinaron a un tipo. (Señala por primera vez la silueta en el piso.) Mirá. Un tal Emilio.
ESCENA 2
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MIAMI
En escena, Jessica con una mochilita al hombro, lista para irse. Guido busca algo –ya
veremos que es una llave- debajo del descanso de la escalera. La voz de Lourdes se oye
amplificada por un micrófono, lo cual conduce maliciosamente a pensar que eso que se
oye es, como al comienzo de la escena anterior, el pensamiento de Jessica. Pero no..
GUIDO:
GUIDO:
No, no es esto.
Deprimente. El martes creí morir yo también. Sin Emilio, yo... nada encaja. Ayer me vi de
pronto manipulando un florerito que me había comprado él, una artesanía wichi. Y me tuve
GUIDO:
GUIDO:
Entonces no está.
GUIDO:
Me lo digo y funciona. La palabra “calma” convoca a la calma, es así desde hace miles de
años. Esta mañana desperté sosegada, como si me hubieran rociado de arriba abajo con una
profunda quietud... y me hubieran tirado un fósforo. ¿Ven? Pedí calma y ahora la tengo.
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¡Yo soy una tarada! (Sollozos.)
BETIANA:
JESSICA:
Hola. Vamos.
Jenny:
GUIDO:
Hola, Betiana.
LOURDES (OFF):
No me hagan caso...
BETIANA:
JESSICA:
JENNY: En Miami...
GUIDO:
Sí, Miami.
LOURDES:
(Pasa por el marco de la puerta, y la vemos grabando un cassette. Saluda a Betiana con la
JESSICA:
JENNY:
BETIANA:
JENNY:
Si vamos.
Tornquist.
GUIDO:
LOURDES:
El Tornquist, un banco de acá. Un banco muy conocido... de acá, Tony. Teníamos toda la
plata allí, en una caja de seguridad. Y ahora que está muerto no nos la dejan abrir. Dicen
que tiene que ir a sucesión. ¿Ustedes se imaginan lo que puede tardar eso en la Argentina?
Ahora yo voy al banco, ¿y qué digo? ¿Cómo hago? No sé qué decir. Yo no soy nadie. Para
el banco. A lo que Emilio y yo... es decir, para la ley no estábamos casados... y... los
chicos... Estamos buscando la llave de la caja como locos. Tiene que estar en casa, pero no
la podemos encontrar. Dicen que hay que ir a sacar la plata de los bancos cuanto antes.
Dicen que algo terrible va a pasar. ¿Qué puede pasar? Yo escucho y me da miedo, Tony.
Besos a Glenda. Y a Bob. (Intenta en vano hacer que Guido salude.) Y los chicos también.
Apagón.
ESCENA 3
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BAILARINAS
Un escenario de ensayo. Cuatro chicas con ropas normales: Betiana, Jessica, Jenny, Dudi y
piano angustioso, y una canción en italiano, una voz belicosa, triste y despiadada.
Betiana parece aterrada, mueve la boca, como si fuera ella quien recita el texto italiano de
la canción.
Jessica y Jenny toman entonces la posta, y ahora son ellas quienes balbucean el texto en italiano.
Dudi extiende una mano como si recibiera algo, cierra el puño y se lo lleva al pecho.
Luego Betiana se va, con dos o tres pasos de danza, y se esconde tras una puertita
inverosímil. Dudi y Anabel no han hecho gran cosa salvo esperar su turno.
La música culmina.
Elyse Bernard aparece desde la platea. Es la coreógrafa. Está muy despeinada. Siempre.
Pero tiene talento. Dicen. Jamás levanta la voz. Si pudiera, de hecho, no diría nada. Las
ELYSE:
BETIANA:
ELYSE:
BETIANA:
¿Qué momento?
ELYSE:
BETIANA:
ELYSE:
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Revisalo. (A Jessica.) Tu postura, revisala.
JESSICA:
Sí, es cierto.
Jenny:
JESSICA:
BETIANA:
Si yo no hago el momento del padre, ¿de dónde parte ella? O sea, si yo soy el padre...
ELYSE:
BETIANA:
Eso lo entiendo.
ELYSE:
JENNY:
DUDI:
ELYSE:
DUDI:
No, porque como está en... ¿en italiano? Yo no sé italiano. Yo soy bailarina, y quiero
bailar.
ELYSE:
JESSICA:
Jenny:
ELYSE:
BETIANA:
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¿Con respecto a qué? Es que no entiendo cuál es el tiempo...
ELYSE:
No, perdónenme, pero antes de hablar de “tempo” empiecen por hacer lo que tienen que
hacer.
ANABEL:
JESSICA:
Buenísimos.
ANABEL:
Cunningham.
JESSICA:
BETIANA:
ANABEL:
O sea... Nadie está donde está por casualidad o por astros. Yo creo en el tesón. Y nada más.
ELYSE:
¿Cuál es la pregunta?
ANABEL:
ELYSE:
ANABEL:
Esto que hago yo, acá, lo puede hacer cualquiera. Entra una señora de la calle, le pedís que lo haga, y te lo hace.
ELYSE:
ANABEL:
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Claro. Yo fui, vi “Bongos y canillas” y me dije: ¡Zas, Cunningham! Yo sé hacer
Cunningham.
ELYSE:
Hacelo, mostrame.
ANABEL:
ELYSE:
¿Mh? Torso.
ANABEL:
OK, te hago torso. (Lo hace. Se detiene. Luego se engolosina y hace más. Todas están
excitadísimas, sin mucha razón. Tanto torso como corrida son la misma mierda.)
ELYSE:
¿A ustedes les parece que esto tiene cabida en lo que estamos haciendo?. Acá hay dos
posibilidades: o hacemos lo que se hace siempre, o damos un giro de ciento ochenta grados y hacemos lo que se
va a hacer. Y yo quiero ver lo que se va hacer. (Pausa.)
¿Qué trabajos míos vieron? ¿Vieron algo de lo que yo hacía en Berlín? ¿Ustedes saben en qué estado dejé yo a
esa ciudad? (A Jessica.) Quiero ver la postura, y proyectada. (A Anabel.) Quiero ver tomas de partido. (A Betiana.)
Quiero ver el momento del padre.
BETIANA:
ELYSE:
¡Y yo no estoy pidiendo que laves la ropa sino que hagas lo que tenés que hacer! ¿Qué creen ustedes del baile?
¿Me muevo como una idiota mientras alguien pone un disco? ¿Ustedes no tienen intuiciones de ningún tipo? ¿No
les pasa nada? (Pide a la cabina de operación.) ¡A ver la música, por favor!
BETIANA:
ELYSE:
Yo estuve en Berlín, pero ahora estoy acá, y quiero estar acá. (Hace un gesto, y se va, para que vuelvan a empezar
con la secuencia.)
ANABEL:
JESSICA:
ANABEL:
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¿Qué no se me entiende? ¿Es grupal?
Betiana está al borde del llanto: nunca antes le habían gritado tanto en su corta vida. Trata de desplazar a Anabel,
que ocupa su sitio sin querer, insistiendo en obtener respuestas que nadie le dará jamás. Como no se han podido
poner de acuerdo, la música las toma por sorpresa. Hacen lo mismo, de antes, sólo que ahora acentúan más
ciertos signos bailarinísticos. Anabel no puede más, hasta ahora se ha venido conteniendo, así que hace un
intenso torso de Cunningham, bastante introspectivo pero muy evidente, en un momento en que sólo se suponía
que debía estar allí, apoyada contra la pared como una gata perezosa.
ELYSE:
Bien, muy bien. Ahora, muy bien. (Pero no suena muy convencida. Sale.)
Apagón.
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ESCENA 4
BANCO TORNQUIST
La oficina de Cecilia Roviro, gerenta del banco Tornquist. Ya están allí Lourdes, Guido, Jenny y Jessica.
CECILIA ROVIRO:
LOURDES:
CECILIA ROVIRO:
LOURDES:
CECILIA ROVIRO:
¿Una chica como de esta altura, rubia, muy poco iluminada...? ¿Y ustedes para qué quieren verme? Porque
ustedes son muchísimos. A ver, esperen: ustedes son una familia.
GUIDO:
Somos... cuatro.
CECILIA ROVIRO:
Sí. Cecilia Roviro, encantada, me vestí de punta en blanco para recibirlos. (Los invita a sentarse con un simple
gesto de la mano. Pero hay una sola silla, lo cual es decisivo para que Lourdes estalle en un llanto que venía
reprimiendo desde la muerte de Emilio.)
LOURDES:
Es que hay una sola silla, qué desgracia, nunca sale nada bien... (O algo así: en realidad no le entendemos bien
qué dice, pero es evidente que así no se va a solucionar nada.)
JESSICA:
LOURDES:
Bueno, a ver... Nosotros tenemos un problema terrible, ya se lo explicamos a la señorita. Hace unos días se nos
murió mi marido y él tenía la llave de la caja de seguridad, y ustedes deben tener una copia.
CECILIA ROVIRO:
(Anota todo en papelitos, con un encanto excesivo.) Entonces, su marido murió. ¿Cuándo?
JESSICA:
Perdimos la llave.
CECILIA ROVIRO:
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¿Qué profesión tenía... su marido?
LOURDES:
No. (A sus hijos, otra vez sumida en llanto.) ¿Qué profesión? (A Cecilia.) No, Emilio... ¿Qué le digo? Emilio estaba
haciendo un video, ahora, ¿cómo se dice que es...? ¿Videasta? ¿Es para los papeles? ¿Es formal?
CECILIA ROVIRO:
(Los mira, como si entendiera, un largo rato. Demasiado largo. Un estéril rato. De pronto.) ¿En qué tema estamos
ahora?
JENNY:
A nosotros se nos...
CECILIA ROVIRO:
Sí, la llave. A ver, un momentito. ¡Rox! ¿Podés venir un minuto? (Aparece Roxana, una secretaria rubia y lánguida,
en un diminuto uniforme de oficina que deja al descubierto mucho más de lo estrictamente necesario. De hecho,
el uniforme carece de falda. Por lo demás, ¿cómo describir a Roxana? Es como si una enorme máquina le hubiera
succionado toda lo que asociamos con lo vital.)
ROXANA:
No, perdón, yo les expliqué... tenemos una llave que le damos al cliente y otra que tenemos nosotros y las dos
juntas, en combinación, abren esa caja.
CECILIA ROVIRO:
GUIDO:
LOURDES:
CECILIA ROVIRO:
LOURDES:
Lourdes.
CECILIA ROVIRO:
El otro día viajé con una señora que se llamaba Lourdes. ¿Apellido?
LOURDES:
Grynberg.
CECILIA ROVIRO:
22
JESSICA:
Jessica, 23.
Jenny:
Jenny, 23.
ROXANA:
GUIDO:
Son mellizas.
ROXANA:
¿Mellizas o gemelas? Porque no es lo mismo. Viste que si son igualitas son mellizas. O gemelas? No me acuerdo
como era. Pero algo había con eso de mellizas o gemelas.
JENNY y JESSICA:
Mellizas.
CECILIA ROVIRO:
ROXANA:
¿Qué?
CECILIA ROVIRO:
JESSICA:
En el...
CECILIA ROVIRO:
GUIDO:
CECILIA ROVIRO:
19, Rox. (Suena el teléfono.) Perdón. (Atiende.) ¿Pájaro? ¿Qué hacés? (...) Ah, ¿te contó Mili? ¿Viste qué raro? (...)
No sé qué hacer. (...) Es que ya los vi en las heladerías y en los locales de Gucci, los de Alto Palermo. (...) Sí, unos
corazones negros. (...) Parece que los diseñé yo, pero no me acuerdo. ¿Qué hago? ¿Reclamo, o me mando a
guardar? (...) ¡Y si sabés que tengo este temita que no me acuerdo de nada! (...) Son unos corazones negros,
con ribetitos, los diseñé yo, tienen mi firma, dicen “Cecilia Roviro”, y los están usando en los papeles con los que
envuelven los helados, y los productos Gucci. (...) Yo no creo que tenga un contrato firmado con ellos. (...) No, no,
si yo no diseño nada. Fue eso sólo. Y mirá cómo me fue. (...) ¿Me puede perjudicar en algo? ¿Hay alguna ley? (...)
Bueno, te dejo que estoy super estresada. (...) Bacio! (Corta.) Bueno, a ver... Necesitamos más datos. ¡Ah, va
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a tener que ir a sucesión!
JESSICA:
CECILIA ROVIRO:
LOURDES:
¿Datos? ¿Qué datos? Por acá tengo unos números... (Es ilegible, y llora.)
CECILIA ROVIRO:
Yo conozco la historia de las lágrimas. La conozco de cerca. Acabo de perder a mi padre, ¿saben?
LOURDES:
Lo siento.
CECILIA ROVIRO:
Uno se llena de problemas tontos para olvidarse que cuando la hora llega... Lo internaron en el Durán, por una
pavada... Él mismo me mandó decir: “Ceci, no vengas, es una pavada, me mordió un perro”...
VOZ DEL PADRE DE CECILIA ROVIRO: (puede ser que la voz la haga roxana)
CECILIA ROVIRO:
Como sabe que yo vivo al límite de mis posibilidades, me dijo: “No vengas”. Y yo, como una tonta, le hago caso y
me ocupo de mis cosas, y no voy. “Un perro chiquito”, me dijo, “¿qué me va a pasar?”
CECILIA ROVIRO:
A los dos días amanece sin vida. Un misterio. Los médicos me dicen que una mujer lo cuidó, no saben quién, que
le tuvo la mano mientras él se iba yendo. ¡Pero me dicen cada cosas!
ROXANA:
Sí, después le dijeron que vinieron dos cubanas, que correteaban por la habitación, y no sabemos quiénes eran.
CECILIA ROVIRO:
Sí, dos cubanas. ¡Qué memoria, Rox! ¡Y qué paradoja! Porque uno piensa en Cuba, en el Caribe. ¿Y? ¿Qué Caribe?
Tablada. ¿Entonces? Mi padre, y el papá de ustedes también, el que hacía videos, la misma tierra negra, y
nosotros acá, con Roxana, el sol que sale, se emiten cheques, los gusanos que empiezan a hacer lo suyo... ¿A
nombre de quién está la caja?
GUIDO:
CECILIA ROVIRO:
Emilio... Grynberg.
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JENNY:
CECILIA ROVIRO:
¿Cómo lo escriben?
JESSICA:
(Lo deletrea.)
ROXANA:
Yo lo escribo...
CECILIA ROVIRO:
(Abrumada por el nombre, detiene a Roxana.) No, no se va a poder. Ahá. Kalakovich. Igual nos guiamos por el
número de la cuenta que tiene menos dígitos y no tiene haches.
GUIDO:
Sí, Sebrjakovich.
CECILIA ROVIRO:
LOURDES:
CECILIA ROVIRO:
(A los chicos.) ¿Ustedes son Grünbergs, también, con dos puntitos como “ungüento“?
JESSICA:
CECILIA ROVIRO:
Pero ustedes son una familia. (Todos asienten.) ¿Cómo son familia?
LOURDES:
ROXANA:
La señora es la mujer del titular de la llave, y ellos son los hijos de la señora.
CECILIA ROVIRO:
(Como si recién los viera.) Hola, ¿qué tal? ¿Y entonces? Ah, ojalá pueda hacer algo por ustedes. (Cierra la agenda.)
Entonces quedamos así.
LOURDES:
Así, ¿cómo?
CECILIA ROVIRO:
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Tenemos el número de la cuenta. Los nombres... Es decir, ¿usted qué es lo que quiere?
LOURDES:
CECILIA ROVIRO:
¿Pero por qué quieren sacar sus cosas? ¿Tienen humedad, las cajas? (A Roxana.) ¿Dónde está esta caja?
ROXANA:
Acá, abajo. Lo que te estaban explicando es que necesitan la llave. Para abrir la caja fuerte.
CECILIA ROVIRO:
LOURDES:
Sí.
CECILIA ROVIRO:
Claro.
CECILIA ROVIRO:
ROXANA:
Necesitan la llave.
CECILIA ROVIRO:
¡Ah! Entonces volvemos para atrás. (Abre la agenda nuevamente.) Yo ya les dije que no se puede.
ROXANA:
GUIDO:
Nosotros queremos ver si prácticamente se puede abrir porque necesitamos cosas que hay adentro de la caja.
CECILIA ROVIRO:
A ver, Kalakovich. (Disca un número.) ¿Pájaro? (...) Estoy acá con una familia y lo tendría que ver el abogado de
acá. (...) Ah, ¿sos vos, justo? Genial, vamos quemando etapas. (...) Sí, es una familia que tiene varios apellidos, no
me los acuerdo, y perdieron la llave original. (...) Sí, del banco. (...) De acá, del Tornquist, de nosotros. (...) Sí, unos
tarambanas. (...) ¡Ah! (A la familia, como si trajera una gran novedad.) Acá me dicen que no hay copia.
JESSICA y JENNY:
Ya lo sabemos.
CECILIA ROVIRO:
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Ya lo saben... Uy, Pájaro, ¿te conté lo de los corazones en Gucci? (...) Ah, OK. Buenísimo, nos mantenemos al
habla, yo voy a ver cómo hago. (Corta.) Listo.
LOURDES:
Mire, estamos acá sentados, estuvimos como media hora afuera... Mi marido se murió. ¿A usted le parece que es
grato hacer estos trámites con la casa tan vacía?
CECILIA ROVIRO:
Yo sé de lo que me habla. Yo también haría trámites de buena gana, si con eso pudiera aliviar el dolor. Ahora:
¡qué horror!, no poder disponer de sus cosas, en un momento así. Es feo. Es feo perder un ser amado. Su drama
no me es indiferente. Acá con mi asistente, Roxana, todos, con ustedes, conmigo, vamos a hacer la VISTA GORDA.
¿No, Rox?
ROXANA:
La vista gorda.
GUIDO:
CECILIA ROVIRO:
Sí, claro. Ustedes van como si nada, van con la llave y la abren, aunque no sean los titulares, nosotras vamos a
estar mirando para otro lado, ¿no, Rox?
ROXANA:
Podemos hacer que leemos unas revistas, o que ordenamos los folletos de créditos hipotecarios, que hablamos
con el vigilancia... que nos pintamos las uñas.
CECILIA ROVIRO:
ROXANA:
Campoamor.
CECILIA ROVIRO:
(Sonríe y anota en un papel amarillo.) Campoamor. (A Jessica.) Fijate cuando salgas, un bombón.
GUIDO:
CECILIA ROVIRO:
LOURDES:
¿Entonces?
CECILIA ROVIRO:
LOURDES:
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¿Dirigido a quién?
CECILIA ROVIRO:
A mí.
LOURDES:
Pero, ¿no hay un superior, alguno que nos pueda solucionar esto?
CECILIA ROVIRO:
No, a mí... No se me van a caer los anillos por darles una mano con esto.
LOURDES:
CECILIA ROVIRO:
LOURDES:
No, no.
CECILIA ROVIRO:
La nota va dirigida a mí, señorita Cecilia Roviro. (Anota.) Bueno. ¿Qué me quiere decir?
LOURDES:
CECILIA ROVIRO:
(Repite y anota tal cual.) “Que por favor”... (A Roxana.) ¿Soy zurda yo?
ROXANA:
Sí.
CECILIA ROVIRO:
“Nos abra la caja”... Porque escribo cómoda así... Acá pongo el número. ¿Qué más?
LOURDES:
CECILIA ROVIRO:
“Que nos autorice”... Acá va el número de cuenta... Muy bien. Fírmela. Me la entrega. La recibo. Y le doy un
comprobante de que la recibí, pongo mi fecha, y mi firma. Listo. (Se pone de pie para despedirlos.)
LOURDES:
¿Y ahora?
CECILIA ROVIRO:
Hay que esperar. Lo único que puedo hacer es acelerar la nota para que me llegue más rápido.
LOURDES:
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¡No! ¡La llave!
GUIDO:
CECILIA ROVIRO:
LOURDES:
¡Rox!
LOURDES:
CECILIA ROVIRO:
Silencio sepulcral. Lourdes acepta el número. Todavía no saben en lo que se están metiendo.
LOURDES:
¿Y es de confianza suya?
CECILIA ROVIRO:
MONOLOGO DE ROXANA todos los demás congelan. Contando sobre Cecilia que pierde la memoria a corot plazo,
explica patología, y explica las soluciones “alternativas” que les suele dar a los clientes, etc.
Vueve a escena.
ROXANA: Si ya estamos todos contentos, se pueden retirar que hay clientes que también están a la espera de
“Soluciones Alternativas”
APAGÓN
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ESCENA 5
TENEDOR
Susana Lastri, la psíquica, está sentada tratando de doblar un tenedor con la mente. El tenedor es la improvisada
antena al Más Allá. Y es un número que siempre impresiona bien. Lo típico no está reñido con lo verdadero.
Susana lo mira con intensidad, los ojos bañados en cuantiosas lágrimas. Mira a los presentes (Guido y Lourdes),
luego mira a lugares que están “cargados” de presencias inexplicables: la ventana que se abre de golpe, una
lámpara que se mueve sola por el viento, la puerta de una alacena que cede y de la que salen rodando dos o tres
juguetes. Macabros. Chuckies. Una muñeca que habla si se la presiona. Un osito viejo.
Jessica y Jenny, en cambio, pasan un par de veces sin prestarles ninguna atención, buscando sus cosas: campera,
carterita, sus cosas de bailar, en fin, sus cosas.
Guido tiene una suerte de rara excitación intramuscular. Y se hace pis encima.
SUSANA LASTRI:
No puedo doblarlo, no sé qué pasa. (Llora.) No quiere venir. El muerto no quiere venir.
LOURDES:
¡Jessica!
GUIDO:
Lourdes toma el tenedor e intenta doblarlo, pero no puede. Lo deja con cuidado. Luego toma el teléfono y disca
un número. Casi no se oirá nada, porque la música sigue estando a un nivel insoportable.
LOURDES:
Ya me desocupé. (...) ¿Te fijaste a qué hora empieza? (...) ¿Y será buena, ésa? (...) ¡Jessica! ¿Podés bajar la
música? (...) Yo no tengo mucha concentración. (...) ¡Jenny! ¡La música! (El volumen de la música baja, ésta venía
del cuarto de Jessica, y no de la nada, como el teatro suele hacer creer.) (...) Bueno, está bien. Nos vemos ahí.
(Corta.)
GUIDO (OFF):
JESSICA (OFF):
JENNY:
30
Lourdes le devuelve el tenedor a Susana. Ella lo tira violentamente contra la pared.
GUIDO (OFF):
¿Qué decís?
JENNY (OFF):
GUIDO (OFF):
JESSICA (OFF):
GUIDO (OFF):
No, no confundan las cosas. Los habrás usado y te olvidaste. Habrás pagado un taxi, alguna cosa. Y te olvidaste.
JENNY (OFF):
¿Cómo voy a poner diez pesos y olvidarme que no los tengo que tocar? ¿Te creés que soy tarada?
JESSICA (OFF):
GUIDO (OFF):
JESSICA (OFF):
GUIDO (OFF):
JESSICA (OFF):
LOURDES:
(A Susana.) Yo creo que podemos probar mañana. Valió la pena igual. A lo mejor él se tiene que acostumbrar a la
idea de que está muerto... y ahí te contesta, ¿no?
SUSANA LASTRI:
No se va a acostumbrar.
LOURDES:
Ah... Mirá... No te podés quedar acá, yo me tengo que ir, porque si me quedo me deprimo. Ya arreglé y voy a ir al
cine a ver una peli.
SUSANA LASTRI:
Ya me voy.
31
LOURDES:
Nos vemos.
EMILIO:
¿Salís, Lourdes? ¿Vos me llamabas? ¿Me podés comprar un cassette Super VHS? (Lourdes, obviamente, no lo oye
y sale.) ¿Sabés cuáles son? Los del tamaño igual que los VHS pero que tienen una cajita... OK. (A Susana.) ¿Te
atendieron?
SUSANA LASTRI:
(Que merced a sus incontables habilidades sí puede verlo, pero no reconoce que es el convocado.) No, ya me iba.
A lo mejor mañana... hoy me fue imposible, imposible. Estoy agotada.
EMILIO:
¿Qué hacían?
SUSANA LASTRI:
EMILIO:
¿En serio?
SUSANA LASTRI:
¿Podés creer? Yo, que apenas me entiendo con los vivos. Perdoná, no te quiero enrollar, pero yo no pedí este
don, ¿sabés? ¿Vos vivís acá, también?
EMILIO:
(Mira la casa, como reconociéndola por vez primera.) ¿Eh? Sí... ¿Querés un café?
SUSANA LASTRI:
Sí.
EMILIO:
SUSANA LASTRI:
EMILIO:
GUIDO:
(Vuelve a entrar, pero no parece ver ni oír a Emilio.) ¿Quién te trajo el café?
32
SUSANA LASTRI:
EMILIO:
SUSANA LASTRI:
Sí.
Guido mira el lugar para dónde habla Susana. Emilio sale a buscar el azúcar.
SUSANA LASTRI:
(Acepta el teléfono de manos de Guido, se cambia ceremonialmente un anillo de dedo y marca un número
mágico en el teléfono.) ¿Emilio? (...) Ah, hola, ¿no está Emilio? (...) No, normalmente marco este número y me
aparece un guía, un Antiguo, que me da con... ¿Quién habla? (...) ¿Mamá? Ay, marqué cualquier cosa, no sé qué
estoy haciendo. (...) No, no te preocupes, mamá, no es nada, es que marqué de memoria. (...) No, es un número
que no se anota, se ve que me lo olvidé. (...) Ya volverá. Sí. Puede ser. Estoy cansada, no me salen bien las cosas. A
veces no los distingo. (...) No, por hoy ya está, ahora me voy a cuidar a la nena de Caballito, así que no me esperes
a cenar. (...) Sí, mamá, yo llevo los siete pesos, no te preocupes. Chau.
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
Sí.
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
GUIDO:
Sí... uy, ya lo tengo en el... acá, el directorio. ¿El viernes que tenés que hacer? (Susana se encoge de hombros.)
Porque mis hermanas hacen una fiesta, cumplen los... (no tiene idea fija del motivo de la fiesta). Y... una fiesta
universitaria, con amigas, y amigos, juntan plata, y no sé si te cabe, hacen esas fiestas...
SUSANA LASTRI:
Sí.
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
Sí.
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
33
Sí.
GUIDO:
Buenísimo. (Señalando los juguetes que han rodado durante la invocación al más allá.)
Qué impresionante cómo... Entonces te llamo y te paso a buscar, arreglamos todo bien...
SUSANA LASTRI:
Sí.
GUIDO:
Bah, te paso a buscar... Es acá mismo. Ah, ¿y lo del café? ¿También me aceptás lo del café? ¿Lo de ir a tomar un
cafetico?
SUSANA LASTRI:
Sí.
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
Cuando quieras.
GUIDO:
¿Vos… o sea… quién sos? Quiero decir… estos poderes... ¿hace cuánto que los tenés?
SUSANA LASTRI:
GUIDO:
Yo de chico creía que tenía poderes. A veces me ponía a mirar una maceta con mucha bronca, con odio por
alguna cosa, y casi siempre después la planta se moría. A lo mejor no la regaba nadie. Tampoco quiero decir que
tenía poderes, pero… ¡Qué odio! Yo era un chico que sentía mucho odio, ¿sabés?
SUSANA LASTRI:
Sí. Tu mamá.
GUIDO:
No, no sabés.
SUSANA LASTRI:
Es que sé.
GUIDO:
No te das una idea. Yo tendría cinco años, seis, había escrito unos versos, se los llevé a mamá, que estaba
cocinando, ni los leyó, los dejó por ahí,
34
SUSANA LASTRI:
(De manera casi inaudible, en un breve trance, recita los versos que Guido ha perdido en la infancia.) “Cuando
quieran saber de mí / no me busquen entre mis cosas / entre las figuritas, los autitos, mi oso. / No voy a estar
para nadie.”
GUIDO:
...Después le pregunté dónde estaban, si los había leído... ¿Vos sabés lo que hacía? Me decía que tuviera amigos,
era “progre”, me invitaba chicos de la calle y me los ponía en el living a ver los dibujitos, se tomaban el Nesquick,
se comían mis pepas...
SUSANA LASTRI:
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
Ustedes saben dónde está la llave en un estadío inconsciente. Hagan terapia. Vuelvan a saber. (Sale. Apagón.)
35
ESCENA 6
TERAPIA FAMILIAR
five-six. Ay. ¿Cómo vuelvo? Leave your message after the beep. ¿Qué toco? Ay, ¿qué
tengo que tocar? No quedó nada, no titila más. (Se corta abruptamente.)
VOZ DE ANABEL: (monólogo con el teléfono mirando a publico) (Puede sumarse DUDI, se van pasando el tel)
Hola, holita, Jessy, Jenny, ¿están ahí? Habla Anabel, quería saber cómo andabas, porque se fueron medio mal del
proceso de ensayo... el otro día... No sé, puede ser que a Elyse no le gustó lo que hacían, la postura, pero yo
quiero que sepan que son las mejores, no se dejen vencer por todo el rollo en su casa, y... lo triste. Escuchenme,
ahora las dejo que estoy en la facultad. Estoy grabando una clase magistral... de un capo, no sé quién es,
Mayenburg, yo lo voy a grabar porque como es en alemán después la bajamos a papel-papel y la vendemos
por mucha, mucha guita a los alumnos, y quería ver si me ayudan a desgrabarla, el viernes... que es la fiestita, si
quieren voy antes y lo hacemos juntas, nos llenamos de guita y de paso charlamos de... (La máquina corta.)
Mientras, ha ido subiendo la luz. La familia en pleno (Lourdes, Jessica, Jenny y Guido) hacen terapia en casa.
Incluso han contratado a un Terapeuta, un individuo pelilargo de aspecto informal pero contrito. Tal como se ven
las cosas, hace rato que están en eso. Lourdes está demacrada, ha llorado media hora sin parar. Todos están
extrañamente enredados en un cable, uno de cuyos extremos sostiene el Terapeuta.
Lourdes parece haber interrumpido la sesión para poder oír quién llamaba. Terminada la llamada, sigue con lo
suyo.
LOURDES:
GUIDO:
(Terminado su turno, pasa el otro extremo del cable a Jessica.) Yo... ya está.
JESSICA:
TERAPEUTA:
JESSICA:
GUIDO:
JESSICA:
Hace cinco años que cortaste con Johnson... (Jessica la ve con ganas de hablar y le pasa el extremo del cable, ya
que supone que ésa es la regla primera del procedimiento terapéutico.) Yo ahora te escucho hablar de Johnson y
pienso que nunca te pregunté por qué cortaste... Yo estaba muy ocupada con lo de la doble ciudadanía, que al
final no me salió nunca, me pasaba el día haciendo colas... Pero ese chico, Johnson, tan rubio, casi pelirrojo...
¿Estabas bien con él?
JENNY:
LOURDES:
¿Y cómo querés que me dé cuenta, eh? Está bien, yo estaba ocupada con lo mío, pero ella no venía y no me decía
las cosas. (Jessica, aún manteniendo las formalidades, intenta recuperar el extremo del cable para responderle.)
¿Qué querés, qué me hacés, qué me querés hacer? (Jessica desiste, hastiada, y mira al Terapeuta.) Estaba
hablando yo.
JENNY:
Quería contestarte, mamá. (Al Terapeuta.) ¿Está bien cómo lo estamos haciendo?
TERAPEUTA:
JENNY:
Lo que pasa es que como mamá estuvo media hora seguida hablando no sé cuál es el asunto, en esto del hilo, del
cable...
LOURDES:
¿A vos te molesta que yo hable? ¿Es eso? ¿Te parece que no lo pasé? Mirá. (Muestra el recorrido del cable, que
los ha enredado varias vueltas a todos.) Hay pruebas de que lo estuve pasando. Acá hay prueba de sobra de cómo
funciona esta familia. No tenés límites, Jennyfer. ¿O querés decirme otra cosa?
GUIDO:
Ah, por eso el recorrido del cable... Es como... Es como, pone de manifiesto lo que pasa... Ella se pone nerviosa y
nos tironea, sin querer... Es decir, nos involucra...
TERAPEUTA:
JESSICA:
TERAPEUTA:
No. Toda enfermedad es psicosomática. Y acá yo veo enfermedad donde ustedes ven tirón. ¿NOS QUERER
CONTAR ALGO JENNYFER?
JENNY:
37
LOURDES:
¡“Lo de” Emilio! ¡“Lo de” Emilio! Nos quieren hacer quedar como unos monstruos, doctor.
JENNY:
Cuando llegó Emilio papá trabajaba todo el día y mamá misionaba por la zona en la mañana...
LOURDES:
...Y en la tarde vendía anteojos de sol en un puestito frente a la Catedral. Era “progre”. En el ‘85 conoció al Papa,
él le compro dos pares de anteojos. Unos para él, y otros de carey rojo, le dijo que se los envolviera para regalo...
LOURDES:
No cuentes todo.
JESSICA:
La familia tiene un momento de calma, en el recuerdo, en el que los 4 se sonríen con esa complicidad propia de
las familias y de los comerciales de Nescafé.
TERAPEUTA:
LOURDES:
Papa.
GUIDO:
El Papa.
JESSICA:
Papa.
LOURDES:
GUIDO:
Sí, el Papamóvil...
TERAPEUTA:
Yo entiendo eso, pero... ella, cuando habló, ¿qué quiso decir cuando dijo “Papa”?
LOURDES:
¿Vos hablaste del Papa por papá? ¡No demores todo mil horas, nena!
38
JESSICA:
En este momento preciso quise hablar del Papa, pero si quieren hablo de papá.
GUIDO:
LOURDES:
¡No cuestionen todo, todo lo que hago! ¿No ven que estoy desesperada? Ya les expliqué, ya nos explicó la
psíquica: tenemos un bloqueo, toda la información que teníamos en el consciente se fue al inconsciente, y entre
esa información a lo mejor uno de nosotros recuerda dónde puso Emilio la llave...
JENNY:
LOURDES:
¿Qué decís? ¿Qué entendés? Si a vos no te interesa entender nada, no me entienden, nunca me entendieron.
TERAPEUTA:
LOURDES:
Me humillan, ¿para qué, doctor? (Arroja los cables y se va.) En este momento de mi vida necesito alcohol, así que
voy y me lo procuro, y si les parece raro piensen que no hay otra vida para tomar lo que uno necesita. (Sale a por
un trago, se topa con hojas secas, caídas durante la experiencia Lastri.) ¡Qué pesadilla! ¡Yo no tengo que dar
tantas explicaciones!
JESSICA:
¿Cómo es esto?
JENNY:
TERAPEUTA:
Técnicamente, no. (Bajando la voz, e invitándolos a cierta confidencia.) Ey, chicos... ¿Por qué se puso así? ¿Fue
algo que yo dije?
JENNY:
LOURDES:
¿Qué? (Vuelve con un vodka, muy relajada. Al menos por un rato.) Ya estoy mejor. Ahora que me relajé un poco y
fui a buscar un trago me acordé de algo: mañana tenemos el cumpleaños de Gachi. ¿Puede servir como
asociación?
TERAPEUTA:
JESSICA Y JENNY:
¿Qué saben si no tiene nada que ver? ¿Qué saben si no puede ser un detonante? Que lo decida él. Para algo es el
terapeuta y nosotros la familia bloqueada.
GUIDO:
Yo no lo conozco.
JESSICA:
JENNY:
TERAPEUTA:
JESSICA:
LOURDES:
Gachi...
JENNY:
TERAPEUTA:
Ahá. A ver. ¿Cómo funciona esta familia? Ustedes creen que todos tienen la misma información y no es así. Esto
puede ser clave para encontrar esa llavecita.
GUIDO:
TERAPEUTA:
JESSICA:
Emilio se paraba en la puerta de casa, cuando yo llegaba de la escuela, me esperaba en la verja, y no me dejaba
entrar... Le tenía que decir mi nombre: Jessica Sosa, y recién ahí me dejaba pasar...
LOURDES:
LOURDES:
¿Qué tiene de malo preguntar? Seguramente evitó el ingreso de varios ladrones preguntando. O no?
JESSICA:
¿Y? Los que son sensibles entienden de esas cosas de chiquitos, incluso de antes de nacer, desde que están en la
panza, ¿no, doctor?.
Jenny:
JESSI:
Si contale mamá.
LOURDES:
JENNY:
¿Basta, qué? ¿Vos querías que hablemos? Muy bien. ¡Vos te casaste con el tío mamá! Murió papá y te casaste
con su hermano. Nosotros... tuvimos que vivir con eso, hacer como si fuera un papá. Escucharlo hacer la lista de
compras para ir al Coto, todo, todo eso, ¿entendés?
JESSI:
GUIDO:
LOURDES:
¿Eso me querían decir, todos estos años? (A los dos.) ¿Era eso? El tío los quizo como papá. Y yo me enamoré de
Emilio. Me pueden culpar por amar? Nada de esto viene al caso. Esto no es un tema inconsciente, y nosotros
estamos tratando de sacar del inconsciente algo que nos importa a todos...
JESSICA:
¡Claro, la llave! ¡Lo único que nos importa a todos? ¿No, mamá?
LOURDES:
(Terminal.) Yo tomé una decisión: me salga o no me salga la ciudadanía, me voy a vivir a Miami. Como familia
fracasamos, lo estamos asumiendo acá, ahora, ya somos todos grandes, todos tenemos profesiones...
GUIDO:
Mami, yo no tengo.
LOURDES:
Les pido por favor un poquitito de memoria para encontrar la llave y no nos vemos el pelo nunca más, si es lo que
quieren.
JENNY:
LOURDES:
No la querés encontrar, nunca quisiste nada ni de Emilio, ni de mí, la llave era de Emilio, POR ENDE: no la querés
encontrar. ¿Necesito yo un terapeuta para entender eso?
41
JESSICA:
Jenny:
TERAPEUTA:
JESSICA:
TERAPEUTA:
Aquí hay problemas disfuncionales. (A Jessica.) Vos tenés problemas. (Los señala uno por uno.) Y vos. Y vos. Son
distintos... y son todos problemas.
GUIDO:
Ahá... Yo querría... preguntarle algo, pero es mío, no tiene que ver con esto de, lo disfuncional... es algo medio
privado, a lo mejor después podemos...
LOURDES:
Yo escucho agregar problemas, en vez de ponerse a solucionarlos. Vengo a hablar de una llave, que es un objeto
chiquitito, concreto, y tengo que escuchar de mis hijos acusaciones retrógradas, vengo a ver cómo agregan
problemas... Y yo quiero sacarme problemas de encima. Me quiero sacar un problema. Paguemos.
GUIDO:
¿Pero cómo es esto? ¿Tenemos que pagar entre todos? Chicas, yo no tengo plata.
JESSICA:
TERAPEUTA:
LOURDES:
TERAPEUTA:
LOURDES:
No puede ser indiferente al tema de la plata. Ella no confía en mí para prestarme cinco pesos.
JESSICA:
No es que yo no confíe, es que llegamos tarde al ensayo, nos tenemos que tomar un taxi y no puedo quedarme
sin plata.
JENNY:
42
Y yo no tengo un mango.
LOURDES:
JENNY:
GUIDO:
JESSICA:
GUIDO:
JESSICA:
Es sucia.
JENNY:
JESSICA:
Y ni lo registra.
GUIDO:
Cuando misionaba para los católicos nos creaba confusiones horribles, éramos chicos, yoera chico...
JENNY:
GUIDO:
Jenny:
JESSICA:
TERAPEUTA:
No, yo no tengo un peso. Yo hago esto porque me gusta y me recibí y todo, pero la plata la saco de otro lado.
Estuve trabajando acá, en una escuela, levantándoles números a las maestras, y ahora no me pagaron, me tuve
que pelear... Parece que adoctrinan a los chicos para que no jueguen a la clandestina. Y eso te arruina. Esos chicos
lo aprenden así, de chicos, y nunca van a ir a ponerle un cinco pesos a ningún número. Si se lo dice la
43
maestra... “No le juegues a la clandestina, no le juegues a la clandestina”... “Lo dice la seño, lo dice la seño, lo dice
la seño...” Te funden.
LOURDES:
TERAPEUTA:
Vamos hacer una cosa: vos me das ese billete, yo me considero cobrado, pero de paso te lo
apuesto a un número y así salimos ganando todos. Y si sale el número, ni te cuento. Vamos
en sociedad.
JESSICA:
(A todos les parece muy bien el arreglo.) Bueno, sería cuestión de ver el número.
TERAPEUTA:
El que quieras.
JESSICA:
El veinticuatro.
TERAPEUTA:
Bueno.
JESSICA:
¿Qué es?
TERAPEUTA:
El borrico.
JESSICA:
TERAPEUTA:
El borrico, el asno.
JESSICA:
LOURDES:
TERAPEUTA:
JENNY:
¿Qué es?
TERAPEUTA:
44
El Papa.
JENNY:
Está bien. Saco algo de plata del Banelco, espero encontrar alguno con plata.
LOURDES:
¿A dónde van?
JESSICA Y JENNY:
A un ensayo.
LOURDES:
JENNY:
Lo de Elyse.
LOURDES:
¿Qué Elyse?
JESSICA:
LOURDES:
la plata, qué pasó con el guarango ése del pelirrojo, lleno de granos, que escupia en el baño y no hacía correr el
agua… ¿Y vos, Guido?
GUIDO:
¿Eh?
LOURDES:
Decís que no tenés profesión: ¿qué pasó con lo que habías empezado?
GUIDO:
No... Se complicó, en un momento empezaron a querer tomar parciales... y finales, a mí me gustaba lo de los
cables, lo técnico...
LOURDES:
GUIDO:
Apagón.
45
ESCENA 7
CÁRCEL
El Terapeuta atiende a Regina, una señora elegante, bastante alterada. Le muestra una lámina, a la distancia.
Una agente penitenciaria, mujer policía, de uniforme, la agente Melina Trelles, está esposada a Regina, por
seguridad, y porque sí.
REGINA:
¿Usted cree que yo estoy loca, doctor? Yo lo que tengo es tristeza, porque estoy presa, y porque estoy medicada,
y porque ya tenía tristeza antes de estar presa, y yo no maté a nadie.
MELINA:
REGINA:
MELINA:
REGINA:
Ya hace una semana de eso, sin pruebas, sin nada, y yo todavía acá, interrogada.
TERAPEUTA:
¿Qué pasó?
REGINA:
¿No ve?... ¿Qué pasó con qué? ¿Con Emilio? Habíamos discutido. ¿De qué? Lo mismo de
¿Qué pasó? Parece que en ese tiempo Emilio rodó por la escalera, ¿yo lo sabía?, yo no lo
TERAPEUTA:
REGINA:
Una canoa.
TERAPEUTA:
MELINA:
TERAPEUTA:
46
Usted no está loca.
REGINA:
TERAPEUTA:
Por mí, el trabajo está terminado. ¿Quién me paga mis ocho pesos, acá?
MELINA:
REGINA:
TERAPEUTA:
REGINA:
¿Y qué voy a ver? Una señora, amodorrada junto al hogar a leña, ésta es la leña, que
rechaza una Biblia que le ofrece esta monja. La rechaza, le dice, ¡no! ¡Que si lo veo,
porque lo veo; que si no lo veo, porque no lo veo! Melina, ¿ustedes prepararon esto?
(Melina niega con la cabeza.) ¿Qué me quieren demostrar? ¿Qué porque alguien rechace la
palabra de dios va a ser un asesino? ¿Quieren que lo discutamos? Miren que los puedo
TERAPEUTA:
REGINA:
¿Qué? ¿Así funciona la psicología? ¿Eso piensa usted? Ah. Me quieren ver violenta.
MELINA:
REGINA:
MELINA:
REGINA:
MELINA:
¿Por qué decís “uno”? ¿Te referís a mí? ¿Sos tonta? (Pausa, en la que se verifica que la
respuesta a esa pregunta es afirmativa.) Ay, sos tonta. (Señalando a Melina.) ¡Ese test
saca lo peor de cada uno afuera! (El Terapeuta la mira fijo.) ¿Qué? A ver. ¿Cómo esperan
TERAPEUTA:
¿Las cubanas?
REGINA:
Sí, el hombre del hospital. El Señor Roviro. La semana pasada. ¿Qué pasó? También había
discutido con Emilio. ¿Qué hice? Salí a caminar. ¿Por dónde bajé? Por Díaz Vélez.
MELINA:
No, es que son normas de seguridad. Mirá si vos me decís “mirá ese pajarito”...
REGINA:
MELINA:
“Mirá un zorzal en la reja”, yo miro, y me agarrás el arma y nos pegás un tiro a cada uno...
REGINA:
TERAPEUTA:
REGINA:
Seguí caminando, y para mi desgracia, yo andaba medio boleada y casi me pisa un micro.
¿Qué micro? Un micro lleno de egresados que volvían de Bariloche. ¿Qué hacen los
chicos? Me empiezan a gritar por las ventanas: “¡Boludaa, Boluda!” Eran las dos de la
mañana, ni un alma, y ellos a los gritos, el perro se alteró mal, se me soltó de la correa, ¿y
qué hizo?, mordió al primer tipo que pasaba, ¿qué iba a hacer, pobre? Un perrito de raza,
REGINA:
48
Era un vie... un señor mayor. Bueno... yo les dijo “viejos”, ustedes perdonen. Le mordió la
pierna, un sangral. Me digo: “¿Qué hago?” Porque otra turra lo hubiera dejado en la vereda
mandándose a mudar. Pero yo dije: “Lo llevo al Durán”. Lo llevé a la guardia, quedó en
terapia intensiva, no por la mordida, que era algo superficial que se cosió enseguida, sino
por otras cosas. La gente muere de muchas cosas, Melina, y lo del perro fue un accidente
MELINA:
TERAPEUTA:
REGINA:
Yo lo cuidé unos días. La culpa, la angustia, qué sé yo. A veces es bueno hacer cosas sin
esperar recompensa...
TERAPEUTA:
(Tomando nota de algunas frases que le parecen dignas de atención, y que repetirá en voz
REGINA:
Cosas que uno -por pereza- por ahí no hace. Yo iba todos los días de tres a seis, en el
MELINA:
Lo de las cubanas...
REGINA:
Ah, sí. Ahí aparecieron dos cubanas, jovencitas, de tez... ¿cómo se dice?... ¿morena?
MELINA:
REGINA:
No... Dos mulatas, llenas de ritmo. Yo les pregunté quiénes eran, y ellas me preguntaron a
mí quién era. Yo no les dije que era la dueña del perro, me dio miedo. La cosa es que yo ya
no le tomaba la mano al viejo mientras estaba en la pieza. Miraba la tele, me hacía la tonta,
y ellas hablaban de sus cosas con toda normalidad, con ese acento... cosas banales, ni
siquiera hablaban de cosas en Cuba, ¡todo el tiempo una boludez tras otra! Yo no sé
quiénes eran, pero ¿por qué no van y buscan a las dos cubanas en vez de detenerme a mí,
que no tengo nada que ver? ¡Y que ya expliqué todo esto, Melina!
49
TERAPEUTA:
Y el viejo...
REGINA:
Un día voy y me dicen que no pasó la noche, que le desconectaron no sé qué, que todo el
hospital está investigado, médicos, visitadores, todos. Les pregunto por las cubanas, ¿qué
cubanas?, ¿qué tambores?, nadie sabe qué cubanas, ahora. ¡Dos negras con unos culos de
TERAPEUTA:
Me imagino.
REGINA:
No, imagíneselo, porque le aseguro que no es una imagen... evanescente. Que las busquen.
MELINA:
Y, Regina... Sumamos dos más dos... Muere el señor que cuidás en el hospital, acusás a
REGINA:
Mi amante.
MELINA:
REGINA:
¡Estaba durmiendo! ¿No se puede dormir sin ser culpable de algo? Uy, mirá el zorzal,
Melina, mirá.
REGINA:
Yo le quería pedir, doctor, si no puede hacerme una receta para las pastillas antidepresivas.
MELINA:
REGINA:
MELINA:
Sí...
REGINA:
INTERCOMUNICADOR:
MELINA:
REGINA:
¿Escuchó la conversación? ¡Vayan a buscar a las cubanas, entonces, y denme mis cosas,
Jazmín! Cambio.
INTERCOMUNICADOR:
No seas boluda, Trelles. Acá la señora tiene otra visita. ¿La hago pasar? Cambio.
REGINA:
MELINA:
REGINA:
INTERCOMUNICADOR:
Es una familia.
REGINA:
¿Una familia? ¿Qué familia? Si yo no tengo familia. Bueno, a ver, que pasen. Yo no doy
TERAPEUTA:
LOURDES:
REGINA:
¿Yo?
LOURDES:
¿Vos lo mataste?
REGINA:
Queremos la llave.
GUIDO:
Nosotros no tenemos rencores pero sabemos que usted era la amante de mi papá, de mi tío, Emilio, y él está
muerto.
REGINA:
GUIDO:
REGINA:
¡Yo no lo maté!
LOURDES:
GUIDO:
REGINA:
LOURDES:
¿Cómo no me va a importar? ¿Vos pensás que yo soy una idiota? ¿Que no veía cómo lo iba
perdiendo, día a día? ¿Que no olía tu Anaïs-Anaïs en su saco? ¿Sabés hasta qué límites tuve que sufrir yo?
REGINA:
Él llegó a mí como un hombre libre, Lourdes. No podés revisar ese tema conmigo, que estoy arruinada.
LOURDES:
Yo no quiero revisar nada. Vos tenés que entender que te vas a pudrir acá y mientras vos te
pudrís acá yo quiero rehacer mi vida, soy joven todavía. Me arruinaste una vida y ahora me
GUIDO:
Mamá, no podés pasarte la vida tratando de empezar otra vez... quedate con algo... en
algo... Doctor, dígale que se comporte como... como la madre que nunca fue.
JENNY:
REGINA:
¿Y cómo no lo voy a saber? Emilio no hacía más que hablar de eso todo el tiempo.
52
JESSICA:
¿De la llave?
REGINA:
Claro, de la llave. Estaba leyendo ese libro, una y mil veces, parecía que se lo quería
aprender de memoria. Decía que lo quería filmar, me pedía plata para los VHS...
MELINA:
¿Qué libro?
REGINA:
Ese libro... El “Libro de los muertos”. No sé para qué se lo regalé. Para nuestro aniversario.
LOURDES:
¿Un año?
REGINA:
Dos. Una oferta, lo agarré entre los libros de Sueiro, los de las velas artesanales. Y a la
semana no hacía más que hablar de la llave. “La llave que abre el mundo de los muertos”,
decía. “La llave que reconcilia a los vivos con los muertos.” (Se oyen voces raras, en
LOURDES:
REGINA:
¿Qué sé yo?
JESSICA:
REGINA:
No sé. Él habló de una caja, de una plata, que con eso nos íbamos a ir a Cancún, pero
nunca se decidió. No se decidía a dejarte, Lourdes. Tenía miedo de que pudieras cometer
una locura.
LOURDES:
TERAPEUTA:
No. En ciertas sociedades organizadas alrededor del capitalismo extremo ya no deberíamos hablar de locura, sino
de mera adaptación.
53
REGINA:
Él decía que si te dejaba y se venía a vivir conmigo vos ibas a suicidarte. Que vos lo habías amenazado con eso un
par de veces. Que una vez tomaste Kaotrina.
GUIDO:
¿Mamá?
LourDES:
Yo no tomé nada. Le decía eso para retenerlo, mirá si voy a tomar Kaokatrina si no se ni pronunciarlo.
JESSICA:
Guido, Jenny y Jessica sacan a Lourdes de la celda y se van. Mientras salen, se escucha
JENNY:
GUIDO:
REGINA:
No, no me miren así, como si yo también tuviera la culpa. Ella por lo menos se deprime y va a su casa.
Mi casa. Todavía deben estar en la cocina las palmeritas que tanto le gustaban. Se deben haber muerto todas las
plantas. Los de la inmobiliaria no las van a andar regando, ya nadie hace nada por nadie. Sólo yo, como una
pelotuda, por el viejo del Durán.
MELINA:
REGINA:
¿Podés?
MELINA:
Sí.
REGINA:
¿Y me traés la correspondencia?
MELINA:
Sí.
REGINA:
No. Melina no sabe. Apagón. MONOLOGO DE MELINA EXPLICANDO DE SU TRABAJO. Y EXPLICANDO LA OBRA.
54
ESCENA 8
BAILARINA REEMPLAZADA
Un escenario de ensayo, el mismo de la ESCENA 3. Todo está igual que entonces, sólo que
ahora Anabel ha sido reemplazada por otra: Marcia, vestida con tacos altos, ropa de calle, cartera y una bolsa del
supermercado con mandarinas de oferta. Daría la impresión de que Marcia ha venido al grupo por primera vez, y
se la está probando para la coreografía. Y es verdad.
Marcia hace lo que puede, pero las otras tres no la ayudan mucho para entender que no hay coreografía, que hay
un supuesto –e incierto- Momento del Padre, y que básicamente no se puede hacer nada. Han ido progresando,
un poco, en la complejidad inane de la coreografía. Ahora, por ejemplo, cuando Betiana huye hacia el cuartito en
el que se encierra, musita: “¡Abajo no! ¡Abajo no!”. O Dudi tiene un momento intenso en el que grita “¡Jujuy!”.
Pero fuera de eso, están lejos de entender. Luego del abrazo final entre Dudi y Marcia, Dudi –que amaba en
silencio a Anabel- mira hacia donde supuestamente está Elyse y estalla en llanto.
DUDI:
ELYSE:
(Aparece desde la platea, las observa en silencio.) Bien. Muy bien lo de “¡Abajo no, abajo no!” Bien. (Se toma la
cabeza y se va.) Yo ahora me tengo que ir volando... A una retrospectiva. (Sale.) ¡Taxi!
MARCIA:
Sí, yo me sentí bien. Rara, pero bien. Es un laburo muy intimista, al borde. Esta Elyse es super-extrema, ¡qué
intuición para lo trascendente! Veo que se mandaron todas en una y... ¿Trabajaron los cuatro elementos? (A
Dudi.) ¿Vos sos tierra? ¿Me podrían dar la partitura? (Las tres niegan apenas con la cabeza, algunas ni la miran a
la cara. No son malas, es sólo que están agotadas de las incertidumbres del arte del gesto virtual.) ¿Cómo
empezaron ustedes? (A Betiana.) ¿En qué parte te vas, vos? Vos, la de medias rojas.
¿Tenés un pie de música? ¿O hay un conteo? (A Dudi.) No entendí bien lo que me querías decir, Dudi. ¿No tienen
una partitura? (Dudi se va.) OK, yo quiero laburar, pero no tenemos por qué ser amigas.
JESSICA:
BETIANA:
Sí, te llevo.
MARCIA:
La estructura estuvo copadísima. (Nadie la mira.) Bueno, chicas, me dicen que es un trabajo, yo tengo que vivir de
algo, y si es de la danza, bueno, sí, a mí me gustaría bailar...
BETIANA:
MARCIA:
Me llaman y acá estoy, acá vine, punto. Tengo cuentas que pagar... así que... O sea, el laburo se va hacer igual,
¿no?
55
BETIANA y JESSICA:
Sí.
MARCIA:
Ah. Nos vamos a ir de gira, ¿no?, y eso está bueno. Es platita, y son paisajes. (Betiana y Jessica empiezan a irse.)
Nos vemos el martes.
JENNY:
BETIANA:
MARCIA:
BETIANA:
Para... (No puede precisar ningún lugar, ambas al borde del desmayo.)
MARCIA:
¿Me llevan?
Cuando están por salir, Jessica, JENNY y Betiana ven que una iracunda Anabel viene en su dirección. Se detienen,
aterradas.
Buenísmo, me tiran por ahí yo después arreglo con un colectivo que me acerque. Me iba a tomar un taxi pero no
tengo un mango. Además, el otro día que llovían sapos me tomé un taxi de Congreso a Constitució n y me cobró
uno con ochenta, qué descarado. Le digo que agarre por Garay, y no, se desvía por Finochietto, y después me lo
cobra, porque normalmente pago uno sesenta, a lo sumo uno sesenta y cinco...
Las otras dos se detienen en la puerta, como para evitar que Anabel y Marcia se encuentren.
ANABEL:
MARCIA:
ANABEL:
MARCIA:
ANABEL:
56
MARCIA:
Quiero ser bailarina, quiero bailar, quiero laburar, ¿entendés? ¿O te hago un croquis?
La escena es dantesca. Por suerte no vemos mucho, porque ocurre detrás de la ventana.
El griterío sigue.
Apagón.
57
ESCENA 9
FIESTA
ROSA:
A ver si la entiendo bien, señora. ¿Usted quiere vender más o menos bien o desesperada?
LOURDES:
No, chiquita, no me entendés lo que te digo: yo estoy desesperada, pero quiero vender bien. ¿Sabés lo que yo
quiero? Que mires bien a tu alrededor, que veas los valores reales de este departamento, y que me tases. Que me
digas si con esto yo liquido mis cuestiones acá y me voy a Miami con toda la guita.
ROSA:
Bueno, yo tomo nota de lo que me parece que puede ser atractivo para un potencial comprador
JESSICA (OFF):
ROSA:
GUIDO (OFF):
ROSA
LOURDES:
JENNY (OFF):
GUIDO (OFF):
LOURDES
JESSICA (OFF):
Por eso, quiero instalar algo de música, y Anabel alquiló este karaoke.
LOURDES
Yo no sé qué voy a hacer con todo esto porque me permiten irme sólo con 20 kilos.
58
ANABEL (OFF):
Paren. ¿Por qué no terminamos con esto de la desgrabación y usamos el cable del grabadorcito?
EMILIO:
JESSICA (OFF):
LOURDES:
(Suena el timbre.)
ANABEL (OFF):
Es standard. Multi-pin.
ROSA:
JENNY (OFF):
LOURDES:
No, además no te los ofrezco... (Nuevo timbrazo) ¡Timbre! Lo que quiero es que veas las dimensiones del cuarto
per se, sin tanta cosa. ¡Guido! ¿Abrís?
GUIDO:
¡Va!
LOURDES
JESSICA (OFF):
¿Cuánto falta?
ANABEL (OFF):
DUDI:
JENNY:
Rosa y Lourdes salen del cuartito. Mientras, Guido abre la puerta. Es Susana Lastri.
59
ROSA:
LOURDES:
Vení, es arriba. Hay lío porque mis hijas hacen una fiesta.
GUIDO:
Hola.
Jenny:
Mas o menos.
DUDI:
(Aparece ANABEL CON DUDI y vemos que está vendada de mil y una formas, el brazo en cabestrillo, después de la
sangrienta pelea con Marcia.)
A mi si, es diminuta.
SUSANA LASTRI:
Hola.
LOURDES:
A ver, chicas, ¿pueden hacer eso en otra parte de la casa, que estamos tasando?
SUSANA:
GUIDO:
Todo bien, no te preocupes. Pasá, pasá que todavía no terminamos, me voy poniendo una camisa.
ANABEL:
JESSICA:
Bueno, a ver, bajamos todo. (Bajan, ve a Susana, que no le cae nada bien.)
SUSANA LASTRI:
Anabel, con enorme dificultad y con su única mano libre, instala el grabador. Lo manipula, y se escucha una voz
en alemán, la voz de un tal Mayenburg, que da una conferencia. Parece que las chicas de vez en cuando trabajan
desgrabando clases de la facultad para vender los apuntes a los estudiantes.
Anabel y dudi traducen y le dictan a Jessica y jenny, que tratan de pasar el apunte en limpio, mientras se
Was ist ein Paradigma? Wie dem auch sei; ist es etwas Gutes?
ANABEL:
“¿Qué es un paradigma?”
JESSICA:
DUDI:
JENNY:
ANABEL:
Como subtítulo. “Qué es un paradigma / algo bueno / algo malo”. Sigo. (Prende el grabador.)
VOZ DE MAYENBURG:
Stellen wir uns vor, daß die Idee, die an sich formlos ist, die Form eines Strudels hätte. Das
hilft.
DUDI:
“Imaginemos que la idea, que es informal, tuviera forma de torbellino. Esto ayuda.”
JESSY:
ANABEL:
como remolino, como caos... Pero no es “Wirbel”, dice “Strudel”. Ponele torbellino.
JENNY:
VOZ DE MAYENBURG:
Stellen wir uns nun, nur für einen Augenblick, einen Hund vor. Oder eine Hündin. Mitten
im Strudel.
DUDI:
“Imaginemos ahora, sólo por un momento, un perro”... una perra, poné, “al medio del torbellino”.
JESSICA:
VOZ DE MAYENBURG:
Stellen wir uns vor, daß dieser Hund/Hündin bellen könnte ...
61
ANABEL:
VOZ DE MAYENBURG:
DUDI:
VOZ DE MAYENBURG:
ANABEL:
JESSICA:
ANABEL:
VOZ DE MAYENBURG:
Neoempiristen stellen.
LOURDES:
Y mirá este detalle: si te parás acá, desde este punto podés ver todo el living, y organizás todo.
ROSA:
LOURDES:
Vení que te muestro la puerta balcón. Eso hoy en día vale oro.
Voz en alemán:
verdienen.
DUDI:
“Sí, en los casos que describo, sí. Y en los que no merecen apego, no.”
62
JENNY:
¿Cómo “apego”?
ANABEL:
Apego, interés.
JESSICA:
LOURDES:
JENNY:
¿Qué le preguntaban?
DUDI:
JESSICA:
¿Por qué?
DUDI:
JENNY:
SUSANA LASTRI:
JESSICA
GUIDO:
ANABEL
de filosofía, es un sociólogo,
DUDI:
JESSICA:
¿Tenés una música que te haga olvidar de todo? ¿Qué tenés? ¿Tenés Santana?
Ahora las luces van y vienen, como si eso hiciera de las fiestas algo mucho más atractivo.
La música no permite escuchar casi nada de lo que se dicen. Durante el tema musical, se producen algunos
brevísimos silencios, en los que se escuchan, a los gritos, los textos de Susana.
SUSANA LASTRI:
No... Es que vos, sos como todos los hombres... (la música la tapa) Sos de Sagitario, vos no?
Voy Al baño. ¿Me hacés otro Cinzano con eso que le pusiste? (Sale.)
GUIDO:
LOURDES:
Vos pensalo, sacá las cuentas que tengas que sacar… lo que yo te digo es que vendo todo y me las tomo.
ROSA:
Bueno, la verdad es que es un cálculo difícil, es una ecuación inmobiliaria, llena de factores.
EMILIO:
Acá está lo que les quería mostrar. Es una fábula egipcia, viejísima, pero la quiero presentar en un ámbito urbano,
contemporáneo, sin la boludez de la pirámide y todo eso. ¿Ya te vas? ¿De dónde te conozco?
ROSA:
EMILIO:
LOURDES:
No, pero mirá que esto no es así siempre, es hoy porque resulta que hay una fiesta, si no el edificio es super
tranquilo, anotalo... eso, pará que bajo con vos y te abro.
Salen. Emilio intenta seguirlas, pero por algún motivo descubre que no puede hacer girar el picaporte y queda
adentro.
EMILIO:
...bueno, un libro buenísimo, egipcio, antiguo, y de ahí saqué la idea base... (música)
...la llamamos a Jessy y a Jenny y se los muestro... (música)¿Dónde están las chicas? Te pregunto si no las viste a
las chicas. (Música, se escucha sonar un timbrazo.)
¡A Jessica! ¡A Jenny! ¿No me oís? (Guido y Emilio salen y se cruzan con Jessica, que reaparece corriendo.) Ah,
Jessy, dale, venite que les muestro unas escenas piloto.
64
Jessica baja a abrir la puerta a una eufórica Betiana.
JESSICA:
¡Betiana! ¡Hola!
BETIANA:
¡No me vas a creer lo que te traje! ¡Abrilo! ¡Abrilo! ¡Me lo hice traer de Berlín! ¡Te vas a morir!
Jessica abre el regalo, es un poster magnífico del estreno de “Bongos y canillas”, de Elyse Bernard. Aparece
Anabel.
JESSICA:
BETIANA:
ANABEL:
No, lo llevo bien. No me enyesaron porque tengo calcio hasta para regalar.
JESSICA:
Pará que se lo damos a leer a Betiana, para que veas que yo no te lo digo de jodida que soy,
SUSANA LASTRI:
¿En qué estábamos? ¿Querés que nos sentemos ahí, que vamos a estar más tranquilos?
GUIDO:
Dale.
fiesta cede y el ámbito se torna un poco más íntimo. La música sigue pero ya no es tan
perturbadora.
SUSANA LASTRI:
GUIDO:
¿Eh? Yo te escucho de verdad y vos me estás hablando de astrología, de la luna… Y yo no te entiendo nada.
SUSANA LASTRI:
¿Por qué?
GUIDO:
Porque sí, porque sí, porque yo te invité a vos como una mujer en particular, no te dije
65
“vamos a una fiesta, me da lo mismo ir con vos o con cualquier otra”.
SUSANA LASTRI:
Claro. Hace una semana ni me conocías, y hoy resulta que soy especial. Ves lo que te digo. Típico de Sagitario.
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
Yo tengo percepciones.
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
EMILIO:
Acá está.
SUSANA LASTRI:
(Susana es la única que puede verlo.) Todas las voces, todos los rituales.
(Ahora le habla al muerto, o a varios fantasmas, invisibles.) ¡Tomé de más! ¡No quiero hablarles! ¡Ustedes están
muertos! ¿Qué quieren de mí? (A Emilio.) Vos te moriste hace una semana...
EMILIO:
No.
SUSANA LASTRI:
...atravesaste la pared sin querer, claro, oíste música... ¡Por eso me joden! ¡Basta!
EMILIO:
SUSANA LASTRI:
(A Guido, que no entiende a quién le habla.) Ahora llega siempre el momento de la prueba.
Mirá, esto los vuelve locos. (A Emilio.) ¿Querés la prueba? ¿Cuánto hace que no abrís una canilla?
EMILIO:
Recién, eso es una tontera, hace unos minutos me lavé las manos en el baño de acá.
SUSANA LASTRI:
¡Hacé memoria, si es que podés! ¿Hace cuánto que no ponés la mano y la canilla cede?
66
Emilio sonríe, incrédulo. Luego se mira la mano. Descubre que tiene razón. Sale corriendo a verificar la cuestión
en el baño.
SUSANA LASTRI:
GUIDO:
No.
SUSANA LASTRI:
Es una maldición... El mundo de los muertos cansa. Ahora me los saqué de encima un rato, pero van a volver.
Hace siglos que esto es así. Parece que estar muerto es horrible. Los muertos lo pueden soportan porque tienen
un acuerdo que se firma en el más allá.
GUIDO:
¿Un acuerdo?
SUSANA LASTRI:
Sí.
BETIANA:
(Que estaba arriba con sus amigas.) Jessy, voy al baño. (Baja las escaleras y se mete en el baño del cuartito de
Emilio.)
SUSANA LASTRI:
Les quitan la memoria. Y el deseo. Así soportan el infinito. ¿Y a mí qué me importa, no? No quiero hablar. (Por la
canción que han puesto.) Me encanta este tema.
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
¿Cómo?
GUIDO:
Claro, mover cosas... (No le responde.) O sea... ¿vos me podés leer el pensamiento?
SUSANA LASTRI:
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
¿Querés que te diga lo que pensás? Que estoy loca. Que hablo sola. Que estafo a la gente diciendo que tengo
poderes.
GUIDO:
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
Mirá, no me gusta hacer esto, me estoy aburriendo. Yo vine acá a pasarla bien.
GUIDO:
Yo también.
SUSANA:
GUIDO:
¡Susana! ¡Vení, hablemos! (Sale tras ella.) ¡Yo quería que la pasemos bien! (Sale.)
JESSICA:
ANABEL:
Sí, o sea, yo... por ahí no lo puedo hablar, así, pero cuando lo escucho lo...
JENNY:
Porque no se te entiende.
BETIANA:
(Volviendo del baño.) Perdoná, Jessy... El baño no... La... El... no dispensa, así que tuve
JESSICA:
BETIANA:
Sí.
JENNY:
(A Anabel.) No se te entiende nada. ¿Por qué pensás que Elyse se cansó de vos?
ANABEL:
VOZ DE MAYENBURG:
So, wie heißen Sie? Mario? „Mario, Mario, Mario“, das Lachen von beiden verändert sich,
DUDI:
“Mario, Mario, Mario, cambia la risa de ambos, y los ojos de huevo, los ojos saltones...”
JESSICA:
¿No ves? ¿Qué Mario? ¿Dónde dice “Mario”? ¿Cómo querés que anote esto? ¿Vos escuchás lo que me estás
dictando?
DUDI:
JENNY:
ANABEL:
JESSICA:
No, no, así es siempre cuando lo hacen ustedes. No es la primera clase que desgrabo en mi
BETIANA:
DUDI:
JENNY:
¡No me parece, saben? Y dudo mucho que este tipo Mayenburg se haya tomado un avión
desde Munich para venir hasta acá, con lo que cuestan aviones, hoteles, dietas, a decir esto
que ustedes dicen que dijo, ¿me entendés? Además, quiero estar en la fiesta.
ANABEL:
DUDI:
Te acompaño. (en secreto a Anabel) No las aguanto más. Nos tratan de estafadoras facultativas
SALEN
69
BETIANA:
JESSICA:
¿Qué? ¿Qué querés que recupere? “La perra está en el torbellino, si pudiera ladrar sería un
paradigma, pero las ideas son indemostrables”. ¿Qué querés que recupere?
BETIANA:
JENNY:
BETIANA:
JESSICA:
No saben alemán, pero eso es aparte, no le entiendo. Dudi zafa… Pero Anabel Me habla y yo veo lucecitas, no le
JENNY:
Yo no le entiendo un carajo.
ANABEL:
JESSICA:
DUDI:
Que estaba trabado, por eso no cargaba, metí la mano y lo destrabé, estaba trabado con una
llave.
JENNY:
Escuchame una cosa, Anabel. Para que no perdamos más tiempo, con esto. ¿Vos hablás alemán?
ANABEL:
Sí, pero lo que te digo es que metí la mano en la mochileta, saqué esta llave que trababa la
JESSICA:
ANABEL:
“Ich habe die Hand in die, in den, in das...” Bueno, la mochileta, no sé cómo se dice, o sea
JENNY:
Pero ahí está el problema, ¿ves? Vos creés que la mochileta es algo técnico, y no es, ¡no
es! ¡No hay tal cosa en mi baño! ¡Te lo inventás y me decís que lo deducís! No se te
entiende lo que deducís, y me lo presentás como algo que dijo otro, y querés que lo
ANABEL:
JESSICA:
BETIANA:
Sorry.
ANABEL:
JESSICA:
Sí, sorry.
ANABEL:
DUDI:
JESSICA:
ANABEL:
Sí. No te preocupes. Yo lo termino. (Recoge el cassette y los apuntes.) Ah, esperá que
guardo el cassette en el bolso. Que no se pierda. (Agarra el cassette y sube al cuarto con DUDI.)
Se abre la puerta del departamento, Lourdes regresa de abrirle a Rosa. Lourdes queda
JESSICA:
¿Qué me dijo que se pierde? ¿Qué cosa me dijo del bolso? No se le entiende... ¡vivir así!
BETIANA:
Dejá que yo traigo. (Sale, mientras Jessica ordena el grabador y termina de pintarse y
EMILIO:
Sí.
JESSICA:
¿Ahora?
LOURDES:
EMILIO:
LOURDES:
No me querés hablar.
EMILIO:
Ya pasó, Lourdes. Ya pasó... Déjenme que haga memoria... Yo... no deseo las cosas... me
gustaba ir a nadar, Lourdes, y ahora... pensar en el frío... Quiero agua fresca y no puedo
LOURDES:
EMILIO:
¡Está bien! ¡Está bien! (Voltea sin querer un vaso, Lourdes y Jessica lo registran.) Fui yo.
Sí. Lo del trabajo de edición de Díaz Vélez no es un trabajo. Tengo una amante.
LOURDES:
EMILIO:
No... eh, Regina... No me interrumpas que me olvido... Regina es... Estos momentos de
JESSICA y JENNY:
OK.
EMILIO:
JENNY:
EMILIO:
72
¿Yo les dije que me olvidé?
LOURDES:
EMILIO:
JESSICA:
EMILIO:
LOURDES:
Está bien.
EMILIO:
¿Un vinito?...
LOURDES:
Ahora no.
EMILIO:
No. ¿Y yo? ¿No quiero nada? No. Me voy a encerrar en mi cuartito. Algo pasa. (Se va.)
LOURDES:
(Pausa. Súbitamente estalla en una crisis de llanto.) ¡Ya tasé! ¡Ya voy cortando cada vez
que se podía sufrir tanto. ¿Qué quieren de mí? (Corre a su cuarto, Jessica y Jenny salen detrás de
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
¿No tenés?
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
¿No ves que escuchás lo que querés escuchar? ¿Quién dijo que fuera un problema?
GUIDO:
Para nada. Ser de Sagitario no es un problema para vos. Es un problema para mí. No somos compatibles. Ya lo dijo
Horangel.
GUIDO:
Entonces, para que me hacés perder el tiempo. No hubieses venido a la fiesta y listo.
Entra Ursula.
URSULA:
SUSANA LASTRI:
URSULA:
SUSANA:
Ah! Mirá justo lo que estábamos buscando. Sentate acá. Esto es justo lo que necesitas, Guido. Compatibilidad
astral.
Sale Susana.
GUIDO:
Hola.
ÚRSULA:
Hola.
GUIDO:
Yo soy Guido.
ÚRSULA:
GUIDO:
Bien. ¿Vos?
ÚRSULA:
Bien.
GUIDO:
ÚRSULA:
Bueno. Y esa señora que se fue, que me preguntó el signo. ¿Quién es? ¿Tiene algo malo ser de libra?
74
GUIDO:
ÚRSULA:
GUIDO:
ÚRSULA:
Lo que pasa es que yo no conozco a casi nadie, pensé que iban a estar las chicas...
GUIDO:
ÚRSULA:
Unas chicas amigas, pero me parece que no vinieron. Mejor me voy. Estoy con auto.
GUIDO:
ÚRSULA:
GUIDO:
ÚRSULA:
GUIDO:
De tauro.
ÚRSULA:
GUIDO:
Claro. Vos no entendés. El problema son los de Sagitario. Pero yo no soy de Sgitario. Susana no me dejó que le
explique. Pero no importa. Vos me caés bien.
ÚRSULA:
GUIDO:
Sí.
ÚRSULA:
¿Y de Jenny?
75
GUIDO:
También
URSULA:
GUIDO:
No.
ÚRSULA:
De danza...
GUIDO:
Ja, de danza.
ÚRSULA:
GUIDO:
ÚRSULA:
¿A dónde?
GUIDO:
A tomar algo. Esta fiesta es un embole. Pará que le aviso a Susana. Bueno dejá, no importa.
ÚRSULA:
JESSICA:
(Que desde hace un rato se prepara para hacer karaoke de Patricia Sosa.)
ANABEL:
JESSICA:
ANABEL:
La desgrabé de un recital.
JESSICA:
Ahí voy. (Canta. Algo debe estar muy mal, porque se parece peligrosamente a un tema de
GUIDO:
(Busca a Jessica, la interrumpe un segundo.) Jenny, ¿me podés prestar cinco... o diez
pesos?
JENNY:
Agarrá de mi latita.
Jessy Sigue cantando. Se le cae el pie del micrófono. Emilio, que andaba por ahí trata de
recogerlo para dárselo, pero sus dedos traspasan la materia sólida. Tiene un momento de lucidez, empieza a
comprender que está muerto.
Emilio la mira implorándole ayuda, Susana niega con la cabeza, ya muy borracha y corre a esconderse. La música
sigue, el karaoke es ensordecedor, Emilio se acurruca en un rincón, luego ve una puerta abierta y corre hacia la
nada.
La música estruendosa de la fiesta continúa mientras amanece. Lourdes baja las escaleras, en deshabillé, y trata
de ordenar algún mueble. Pero se cansa enseguida. Sacude la cabeza, como para acabar con un mal sueño, y la
música cesa. Es la mañana, y comprende que ha amanecido. Escucha venir a Jessica, Jenny, Dudi, Anabel y
Betiana, que se ha quedado a dormir en casa luego la fiesta. Lourdes sale sin mirar siquiera a las chicas,
transfigurada. Las chicas tienen evidentes signos de resaca, las ropas desordenadas, los pelos hechos un lío.
ANABEL:
Lo de dormir todas juntas no fue una buena idea. Me patearon cuatro veces en el codo, no sé si ahora no me va a
soldar para el otro lado.
JESSICA:
ANABEL:
Buen día.
DUDI:
GUIDO:
Acá están los cinco pesos que me prestaste. No los usé. (Y sale, escaleras arriba, en
silencio, mientras las chicas lo miran sin atreverse a preguntar nada. Al pasar por la
ventana, en la que hay una planta, regalo de Anabel a Jessica, Guido se concentra y mira
77
con odio a la planta a ver si la puede hacer secar.)
Mientras tanto, Jessica y Betiana miran fijamente a Anabel, como si tuviera la culpa.
ANABEL:
Ya lo tengo todo arreglado. Si alguien te pregunta les decimos: Mirá, hay dos precios. Uno
DUDI: Las dos están bien encuadradas, en las dos se entiende todo el tema de la capitalización de paradigmas.
BETIANA:
ANABEL:
Mirá: tenés “Conferencia con Preguntas Omitidas”, son ochenta centavos. O la otra. Más
barato.
BETIANA:
DUDI:
BETIANA:
ANABEL:
BETIANA:
Ay, no te entiendo. ¿Tiene o no tiene las preguntas? ¿Por qué me decís “las trae omitidas”?
ANABEL:
¿Qué?
BETIANA:
Dejá.
ÚRSULA:
(Se abren la puerta, y entra. Lleva puesto un saquito lila.) Hola, chicas.
JESSICA:
ÚRSULA:
JENNY:
78
¿No es ése que tenés puesto?
ÚRSULA:
¿Qué?
JESSICA:
ÚRSULA:
¿Eh?
JESSICA:
ÚRSULA:
(...)SI…
JENNY:
ÚRSULA:
No, está bien. Lo que pasa es que no... no nos vamos a ver más con Guido.
JESSICA:
¿Pero...?
ÚRSULA:
BETIANA:
Es chico.
ÚRSULA:
No. Cuando teníamos su edad no éramos así, nosotras. Te digo que es raro.
JENNY:
ÚRSULA:
(...)Raro… Tiene un mambo con los signos. No entendí si es de Sagitario… de Tauro. MONOLOGO A PUBLICO
CONTANDO LO QUE PASO CON GUIDO. LO RE BARDEA A GUIDO. Mambo de los signos. Y también que nunca se
banco a las hermanas. (a público)
JESSICA:
JENNY:
79
JESSY:
Úrsula:
A mí me preguntás? Veo que la cosa es de familia. No le digas que te dije. Pobre. Tampoco es tan importante lo
de la compatibilidad astral. Pero me aburrió.
JENNY:
ÚRSULA:
Bueno, pensé que me había dejado el saquito... qué raro que no aparezca... Bueno, si lo encuentran... Chau.
(Sale.)
BETIANA:
ANABEL:
BETIANA:
ANABEL:
Sí, creo que tengo como setenta y cinco centavos. ¡Chicas, chicas!, no puedo meter la
mano en el bolsillo, se me trabó en el jean. Es que no sé qué tengo acá. Monedas... ¡Chicas,
chicas!, con esta mano mocha tendría que tener esos monederitos de los colectiveros,
verticales... a dedo. (Saca la mano del bolsillo, y tiene la llave en ella.) ¿Y esta llave? ¡Ey,
chicas!... Bah, yo la tiro a la mierda. (La tira a la basura.) ¿Vieron que ahora hay unas
JESSICA y BETIANA:
No.
DUDI:
Yo... a veces me gustaría dedicarme a la cuestión de la ecología, pero acá eso es un lujo, y
JESSICA:
DUDI:
Espacios... personales.
DUDI empieza a recoger la basura y la mete en la bolsa. En primer plano, entre latas caídas, la llave.
80
En un instante que podría llamarse mágico, Jessica la ve. Pero no la reconoce.
JESSICA:
Quedó esto.
ANABEL:
Sí, es basura.
Jessica le empuja la llave a Anabel con un dedito para que la meta en la bolsa.
Apagón.
81
ESCENA 10
TERMOTANQUE
Rosa Lozano entra al departamento de Regina. Viene hablando por teléfono, y trae una alfombrita enrollada bajo
el brazo.
ROSA:
Mire, señor Cocuzza, en algún momento a mí me gustaría discutir esa cuestión con usted en persona. Porque yo
no tengo la culpa si me dan a alquilar los departamentos con mayores dificultades. (…) Sí, sí que es. ¡Éste es un
departamento difícil! ¡No es un sitio bello para vivir! (…) Y ahora voy a poner un tapete donde quedó la marca del
muerto, porque mucha gente pregunta, y si ustedes no se lo dicen en la inmobiliaria, para atraerlos, igual termino
diciéndoselo yo, me lo sacan a mentira-verdad. (…) Bueno. Adiós.
Rosa desenrolla la alfombrita, y se dispone a colocarla sobre la silueta dibujada del muerto, al pie de la escalera.
Su acción se lentifica, como si sintiera algo extraño en la casa, mira en todas direcciones, cuando está por hacerlo,
aparece en lo alto de la escalera Melina, vestida de uniforme, con una regadera en una mano y el arma
reglamentaria en la otra.
MELINA:
ROSA:
Vengo de la inmobiliaria.
MELINA:
ROSA:
Si está haciendo otra pericia me siento por acá, y me quedo calladita, con mis cosas.
MELINA:
No, no, está bien, yo ya me iba. Yo… soy una conocida de Regina.
ROSA:
MELINA:
Sí.
ROSA:
¿Le puede preguntar si la vajilla la va a dejar o no? ¿Y si puede hacer arreglar el ventiluz de arriba?
MELINA:
¿Cuál?
ROSA:
MELINA:
¡Con razón! ¡Qué julepe! Yo oía ruidos, pensé que había fantasmas. (Desaparecen escaleras arriba.)
82
Emilio y Elyse salen del cuartito, charlando, y tomando un café.
ELYSE:
Estaba apurada, me tomé un taxi antiguo, un 404, creo, salía de un ensayo, las bailarinas me hacían planteos
tontos, yo llegaba tarde a mi propia retrospectiva, (ríe, es evidente que Emilio le gusta)... la armaron en la loma
del culo, en Mataderos...
EMILIO:
ELYSE:
...De pronto siento un impacto y veo que estamos arrollando a una tropilla. ¿Qué hacía un grupo tan compacto de
percherones y tordillos en medio de la avenida Juan Bautista Alberdi?
EMILIO:
Eh...
ELYSE:
EMILIO:
ELYSE:
¡La feria de Mataderos! La Feria del Gaucho, gritos de doma, fuerza, color, por donde quieras ver... ¡La pampa,
que no respeta semáforos! Por suerte no me hice nada. Ni un rasguño. ¿Dónde estamos, es tu casa?
EMILIO:
ROSA:
(Apareciendo.) Deberías pensarlo, porque éste es un departamento con más ventajas de las estrictamente
necesarias.
MELINA:
ROSA:
Ventajas a nivel mochetas, a nivel ubicación, a nivel entarugados. Vení que te muestro el termotanque, dan ganas
de chuparlo. Yo creo que además le podés pedir a la señora Regina alguna rebaja. Total, en esa celda en la que
está, con cualquier cosa a cambio la conformás. Llevale chiches viejos.
EMILIO:
83
ELYSE:
¿Quién será Regina? (Leyendo el nombre en su taza.) Mh. Estas palmeritas están muertas.
ELYSE:
El tema es:
ELYSE: ¿me querés decir qué hacía este tipo ... ...manejando el taxi entre ganado?
ROSA:
EMILIO: ¿Plata?
ELYSE: ¿Qué?
(Le da una vela, que Melina enciende, ya muy cerca de donde están Emilio y Elyse, quienes invariablemente le
soplan la vela. Melina la vuelve a prender.)
ELYSE: ¿Qué?
ELYSE: Claro, y ¿querés saber en qué pensaba? Pensaba... Me olvidé. (Sopla la vela de Melina.)
MELINA:
¿Ves?
ROSA:
MELINA:
¿Vos decís?
ELYSE:
Con el choque pensaba... sentía dos pelotitas rojas en la garganta, pensé: “han de ser mis aretes, creo que me los
tragué”.
EMILIO:
¿Qué es un arete?
ELYSE:
84
Ah, yo pienso en alemán, trabajé un tiempo en Berlín, me marcó mucho.
EMILIO:
(Soplando otra vez.) ¡Pará con la velita esa! (A Elyse). ¿Vos qué sos?
ELYSE:
MELINA:
Allá no pasaba, es por acá, por donde… (Señala el tapete que oculta la figura del muerto.)
ELYSE:
No me sale la palabra.
EMILIO:
¿Ves? (A todas.) ¿Ven? Qué momento. Entonces a vos también te pasa. (A todas.) ¡A ella también le pasa! Viene y
va, ¿no? La lucidez… Un deseo enorme de comprender, y al mismo tiempo una fiaca…
MELINA:
ELYSE: … La última vez me habían llevado para una operación muy sencilla,
ROSA: y me pregunto si todos en la federal serán así de cagones, porque entonces: ¿en qué manos está mi
propia seguridad?
ELYSE: una sencilla, y cuando me desperté me doy cuenta que los graciosos habían aprovechado la anestesia para
hacerme un tatuaje de fidelidad al Partido Radical.
ROSA: No me voy de acá hasta que no me dejes una imagen decente de vos misma, de ustedes.
ELYSE: ¿Me querés decir cómo hago si tengo un accidente en provincia? Me ven el tatuaje y no me atienden. La
provincia es peronista
Emilio se acerca a Elyse y le toca el cuello, ella cree que se trata de un juego mimoso, y acepta a medias. Pero no.
85
Uy, ¿qué tenés ahí?
ELYSE:
¿Qué? Un lunar.
(Elyse gira la cabeza y por primera vez vemos su perfil, que está completamente destrozado por el accidente).
Emilio la ayuda a sacarse el sweater y ver hasta dónde llega la herida, salen a buscar más luz para ver el estado de
su cuerpo.)
MELINA: Mirá, yo… Yo trato de hacer mi trabajo, tanto como vos el tuyo, pero a veces las cosas no salen como
nosotras querríamos.
ROSA: ¿Me lo vas a decir a mí? No alquilo nada. Y no es con esto solo. Probé otras cosas, probé promociones en
supermercados. A nadie le importa si yo me degrado. Parece que me voy a tener que morir sin poder comprarme
los medicamentos que necesito.
ROSA: ¿Qué hacés? ¿Qué tiene este departamento, la peste? ¡Si la gente vive en cada pocilga! Yo... vivo en una
pocilga, todos hacinados, madre, familia, cuñado, dos perros siempre húmedos... siempre con olor a perro.
MELINA:
ROSA:
MELINA:
ROSA:
¿Es lindo, qué? Vení. Vení. (Melina se le acerca.) Vamos a firmar con Cocuzza. (Le da un beso tierno.) Y no me
creas lo que te dije de los policías, yo los admiro mucho.
MELINA:
86
ESCENA 11
CHUCKY
La casa de Lourdes. En escena, Lourdes y Jessica y Jenny, abrazadas. Se escucha a Guido hablar desde el interior
de la casa.
GUIDO:
JESSICA:
GUIDO:
JENNY:
Mamá tiene que hablar con ella. Ya probamos todo. Y la llave no aparece. No jodas, Guido.
GUIDO:
¿Ustedes no ven cómo estoy yo? ¿A ustedes no se les ocurre preguntarse si yo quiero verla o no a Susana? (Suena
el timbre.) Me voy a esconder acá. (Se esconde en el cuartito.)
LOURDES:
Que pase.
JESSICA:
SUSANA LASTRI:
Hola.
LOURDES:
¿Entonces?
SUSANA LASTRI:
Creo que hoy vamos a tener suerte. Cuando venía para acá conté siete Fititos, y ya no se están haciendo más.
¿Hiciste lo que te pedí, Lourdes? Lourdes, te estoy hablando.
LOURDES:
JESSICA:
SUSANA LASTRI:
OK, yo voy. ¿La dejaron a la vista? ¿A la vista del muerto? (Abre la puerta, y descubre a Guido.)
GUIDO:
Hola, Susana.
87
SUSANA LASTRI:
Hola.
GUIDO:
No... no te llamé.
SUSANA LASTRI:
No.
JENNY:
GUIDO:
Tomá.
Susana lleva mecánicamente la vieja muñeca a la mesa. Es la misma muñeca que cayó rodando en la escena del
tenedor.
SUSANA LASTRI:
LOURDES:
Tratamos.
SUSANA LASTRI:
(Fastidiada ante la falta de eficacia de Lourdes.) Está bien. Los muertos a veces usan sus cosas de vivos para enviar
mensajes. (Mira a Guido, reprochándole no haberla llamado.)
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
Shh. (Saca un extraño aparato para reproducir cassettes de su bolso. Luego abre lamuñeca y extrae de ella el
cassette. Pone el cassette en el reproductor, y va hacia el pizarrón. Se escucha un texto ilegible, y Susana lo copia
sobre el pizarrón, con un dedo untado en su propia saliva, de derecha a izquierda, y con letras de un dudoso
alfabeto. El cassette termina. Silencio. Susana estudia los glifos en la pizarra. Luego se da vuelta.)
SUSANA LASTRI:
GUIDO:
JESSICA:
Cuartito.
LOURDES:
Cuartito.
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JENNY:
Cuartito
SUSANA LASTRI:
LOURDES:
Sí, cuartito.
SUSANA LASTRI:
JESSICA:
¿Qué es esto, Susana? ¿No podés observar un poco... tanto dolor a tu alrededor y dejarte de cosas que...?
LOURDES:
SUSANA LASTRI:
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
LOURDES:
JESSICA y JENNY:
Sí, mochetas.
Guido asiente.
SUSANA LASTRI:
Ahá. Y en el baño. ¿Cómo le dicen a donde se guarda el rollo del papel higiénico?
LOURDES:
Gaveta.
JESSICA:
Portarrollos.
LOURDES:
¿Vos decís donde se guarda el rollo por usar, o el rollo que se está usando?
SUSANA LASTRI:
Ése.
89
YENNY:
Sí, portarrollos.
SUSANA LASTRI:
Ya ven a dónde voy, ¿no? (Pausa.) ¿Cómo le decía Emilio a esta muñeca?
LOURDES:
Chucky.
GUIDO:
Ñaña.
LOURDES:
¿Qué?
GUIDO:
Ñaña, le decía.
LOURDES:
GUIDO:
Se llamaba Ñaña.
LOURDES:
SUSANA LASTRI:
JENNY:
Jabonera.
SUSANA LASTRI:
JESSICA:
¿Qué es el water?
GUIDO:
El inodoro.
SUSANA LASTRI:
No. Yo no digo el inodoro. Yo digo donde está el agua, que después se lleva los... lo que está en el inodoro.
JESSICA:
90
GUIDO:
LOURDES:
JESSICA:
SUSANA LASTRI:
¿Y se tapó el baño?
JENNY:
SUSANA LASTRI:
Es ahí. ¡Cómo no me di cuenta antes! Le preguntamos: “¿Dónde está la llave?”. Y fíjense lo que contesta... (Va
hacia el pizarrón y les traduce en voz alta el texto que ha escrito en glifos.) “La llave está en el lugar que no tiene
nombre”. ¿Entienden? El lugar que no se ha nombrado nunca. Emilio escondió la llave en el... en la... ahí.
Corre a buscarla. Tras ella salen Jessica, jenny y Lourdes. Guido no se anima. Se los escucha revolver en el baño,
vandalizarlo todo. Y susurrar cosas. El cassette en la muñeca vuelve a hablar, a gritar atronadoras frases
mecánicas en su dialecto ininteligible.
Guido está asustado, retrocede hasta un rincón. Afuera empieza un griterío. Las luces tiemblan. El mundo
conocido se derrumba. Pero es sólo un momento: la puerta del cuartito se abre y todo vuelve a la normalidad.
Salen Lourdes, Jessica Y Jenny
GUIDO:
JESSICA:
¡Nada!
LOURDES:
¿Vos tenés una idea del tiempo, y el dinero que nos has hecho perder, chiruza?
JENNY:
LOURDES:
¡Te metés en mi casa, venís a llenarme de promesas, de esperanza, y yo te creo, te creo porque estoy hecha
mierda, vengo de tratar de tirarme al pozo del ascensor! ¡Y nos mentís! ¡Meta mentir y facturar diez pesos, como
una máquina, una máquina fría, germánica, tan alta que sos!
91
SUSANA LASTRI:
¡Yo qué culpa vengo a tener! Los muertos no saben mentir. El mensaje es claro, el muerto dice que dejó la llave
en el... en la...
JESSICA:
¿No escuchás, malparida, sos insensible al dolor ajeno? ¿No podés decir simplemente: “No hay tal llave”,
“Olvídense de la llave”, “Entierren a sus muertos”? ¡Hasta cuándo nos querés desgarrar! ¡Uno por uno! ¡Y mirá lo
que le hiciste a Guido!
SUSANA LASTRI:
¡Perdón! ¡Perdón! ¡Estoy tan sola! (Demacrada, lloricosa.) ¿Sabés lo que esperé que me llamaras, Guido? ¿Por
qué no me llamaste? ¿Te doy tanto asco? ¿Te doy asco porque estoy sola, porque soy sola, las dos una sola cosa
mi tristeza y yo?
GUIDO:
Yo...
SUSANA LASTRI:
Yo pensé que vos... ¡Nosotros nos entendíamos, Guido! ¡Vos me entendías! ¡Podía funcionar!
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
Yo me abrí a vos... y vos te fuiste con la otra chica. ¿Qué pasó? ¿Qué dije?
GUIDO:
SUSANA LASTRI:
¡Como a todos!, ¿no? Decilo. ¡Como a todos! Claro, el tema de la compatibilidad astral! (Agarra sus cosas y sale
corriendo, para nunca más volver, se la escucha aún unos segundos más llorando en sánscrito, escaleras abajo.)
Guido se suma a Lourdes, Jenny y Jessica, los tres sollozan en la escalera, como perritos abandonados.
LOURDES:
Mis chiquitos, mis pobrecitos. Cuánto han tenido que sufrir. Yo ahora les voy a hacer la leche. ¿Quieren? ¿Quieren
que mamá les haga la leche? ¿Quieren?
¡Hay tantos caminos, tantos... que no conducen a ninguna parte! Ahora mamá se va a parar, va a entrar en esa
cocina, y les va a hacer la leche. Ahora mamá lo va a hacer. Ahora sí.
Apagón.
92
ESCENA 12
Antes de que los textos finales de Lourdes se dejen de oír, volvemos a escuchar la música de la coreografía que
prepara Elyse. De manera más o menos caótica, las bailarinas toman sus posiciones de siempre (Jessica, Jenny
Betiana, Dudi y Marcia), y la pobre Elyse, muerta sin saberlo, corrige sutilmente una u otra posición, uno u otro
gesto, este o aquel ritmo. Lo que ocurre en esta cuarta versión de la coreografía es difícil de describir: la música
ya no es tan clara; voces de todos lados, en lenguas ignotas, como un conciliábulo de brujas y hechiceros, se dejan
oír aquí y allá, aclarando las cuestiones fundamentales de “El libro de los muertos”.
En cuanto al baile en sí, básicamente se trata de los mismos gestos, los mismos movimientos que ya hemos visto,
pero ahora, extrañamente, y de un modo bastante idiota, empiezan a cobrar sentido en la convivencia con los
muertos que pululan sobre el escenario: Emilio y Elyse.
Elyse grafica posiciones en un pizarrón, y el chirrido de la tiza, que como todos sabemos es insoportable, es lo que
hace que las bailarinas se tapen los oídos en el momento justo. O más o menos en el momento justo..
Más tarde, la salida danzarinística de Betiana, que se encierra en el cuartito, coincidirá con el momento del texto
en off en el que se explica el encierro de Kahimi tras la temible puerta. Y así con todo: aquello que antes era pura
forma, frívola pretensión de bailarinas sucias, ahora encaja en un plan que ni ellas mismas conocen.
El “momento del padre”, por ejemplo, es efectivamente el momento del padre: Emilio se apoya en la pared y le
habla a Jessica. Y he aquí más o menos lo que le dice:
EMILIO:
Te digo lo del libro, Jessy, ¿me oís? Lo del Libro de los Muertos. Es genial. Me gustaría
hacer un corto, un video, con esta trama de base. Una historia de bajo presupuesto.
Parece ser que una vez, el gran dios Seth se enamoró de una mortal, Kahimi.
Y fueron felices.
DUDI:
(Es esa parte del texto que ella nunca entendió, en la que debe gritar: ) ¡Jujuy!
EMILIO:
Claro, yo acá lo haría en Jujuy, y con una vinchuca, pero eso es mi visión de un tema clásico. De un tema que
ocurre en una civilización muy antigua, donde se habla un idioma muy rústico hecho sólo de las palabras
fundamentales. Entonces Kahimi descendió al mundo de los muertos.
Según la costumbre, dos altas mujeres etíopes, dos negras de alegres rostros rodeadas de
tambores, son las encargadas de guiar a los muertos con su canto hacia el mundo subterráneo. Al pasar la puerta,
el mortal, confundido por el canto y el tambor, firma un pacto, y según este pacto los piadosos dioses del Egipto
te privan de todo deseo, y de toda memoria. Y así fue con la pobre Kahimi.
Pero los dioses no pudieron privar al dios Seth del amor que aún sentía por ella.
93
mortal no significa nada, carece de significación, pero cuando un dios sufre, el mundo deja
de ser.
La voz de un señor, el padre muerto de Cecilia Roviro, sigue con el relato en off, sumada a
las tantas otras voces que desde recónditos lugares y en cientos de lenguas, dicen lo suyo.
Mientras tanto, Emilio abandona la posición del “momento del padre” y va a ocupar su
lugar en el piso, al pie de la escalera, donde está dibujada con tiza su propia silueta,
Cuando la música cesa, Elyse, sonriendo satisfecha por primera vez, murmura para sí:
“Bien, va muy bien, nos vamos acercando. Todavía un poco amanerado”. Y la devoran las
sombras.
Siete cosechas enteras de trigo se arruinaron, siete veces el Nilo salió de su cauce, siete
camadas de siete veces siete de terneras murieron de hambre, y siete niños de cada setenta
Los dioses se entristecieron, porque veían que el mundo que habían creado no se ajustaba a
Así que por culpa de Seth, de su amor inexplicable por una cosa muerta, tuvieron que reunirse a solucionar el
problema. Pero lo hicieron mal. Tan sólo una cosa era irreversible en el mundo, y ellos, al crear la excepción,
trajeron la duda, y la amargura. Amon-Ra entregó a Seth una llave. (Casi casualmente, Elyse deja la tiza en la
mano que Dudi abre, sempiternamente en ese momento de la coreografía.) “Ésta es la llave que abre el mundo
de los muertos”, le dijo. “Con esta llave podrás traer a Kahimi tantas veces como lo desees, y luego volverás a
BETIANA:
“Pero de ahora en más vigilarás que la llave no se pierda, y que nadie más la use. Si todos los muertos pudieran
salir del mundo de las sombras, los hombres –que son necios- ya no entenderían las diferencias entre ellos y
nosotros. Querrán traer las cosas muertas y vivir con ellas para siempre. Y sobrevendría el fin. Nuestro fin”.
De vez en cuando oímos a Marcia, que una vez terminada la coreografía, comenta en
voz baja cosas imprecisas, del tipo: Seth, que era el dios de los lenguajes,
MARCIA:
94
Sí, yo hoy me sentí más suelta, pero más
“Les daré a los hombres cientos de palabras. nos ve, desde una estrella? Este homenaje le
Miles, si es necesario.
designa al lugar donde esconderé la llave”. mejor al principio hay que moverse como en
Y entregó a los egipcios tantos jeroglíficos después... Yo digo: las primeras semanas
como pudo.
ROVIRO (OFF):
sesenta, no sé.”
departamento recién alquilado, así que -en camisón y portando arma reglamentaria- baja
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los escalones y descubre el libro tirado junto a la figura del muerto. A quien no ve, claro
está. Se sienta a la luz de una vela y lee. Mientras tanto, el texto en off ha seguido.
Pero jamás les dio a los hombres la llave, que escondió en el sitio que no se puede nombrar en ningún idioma.
Los hombres lo buscaron desde entonces, ciegamente. Nombrar ese lugar implica abrirlo,
En las rimas.
Emilio se incorpora apenas, sopla por última vez la vela de Melina. Ella grita, asustada.
Silencio. Y oscuridad.
Rafael Spregelburd
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