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Torre David: Entrevista a Ángela Bonadies y Juan José Olavarría por Jesús Fuenmayor

¿Hay algún interés resaltante o enfático en aproximarse a este objeto de estudio como

una forma de crítica a la modernidad desde el lenguaje del arte? ¿Qué tanta importancia

tiene la crisis de la modernidad en la escogencia del objeto y el desarrollo del trabajo?

Una crítica a la modernidad está implícita en el trabajo, sin duda, pues es el centro

de una promesa incumplida y un proyecto truncado; su crisis funda un nuevo

estado de cosas. Pero también es importante resaltar que hay una crítica a un

pensamiento dominante y casi obsesivo actual, de parte de buena cantidad de

artistas y curadores, por la modernidad, como si fuera el lugar donde “todo se

perdió”, enfocándose siempre en el arte y la arquitectura, por lo que se convierte

en una mirada insular a la modernidad, descuidando, en el caso particular de

Venezuela, el marco histórico y sociopolítico. De alguna manera esa modernidad

que se relee y reinterpreta no se extendió ni sentó las bases profundas para

convertirse en “cultura” y se quedó en casos aislados, en excepciones.

La elección de este objeto de trabajo, “la torre”, nos conduce a otras épocas y otras

situaciones, pre y posmodernas, eso nos interesa. Este edificio no se considera

patrimonio, pues no encaja en los parámetros modernos de belleza. Digamos que

es un edificio modernizador, producto del boom bancario de finales de los años 80.

Formaba parte de un proyecto de urbanización financiera para esa zona de

Caracas. Iba a ser una de las torres de un boulevard bancario. Es, de alguna

manera, producto del pensamiento de una modernidad bursátil, más cerca de la

ideología de la empinada silueta de Wall Street que de las áureas unidades

humanistas le corbusianas. Hay mucho encerrado en esa torre antes de ser


invadida, una historia económica y política: la imagen de la “emergencia” de

grupos de poder fuera de los “amos del valle”, las nuevas fortunas, la bonanza

abierta al riesgo y al juego con el superávit, la especulación, la ausencia de

controles y la ruptura formal con el culto archipiélago moderno local.

La crisis de la modernidad es la crisis de la utopía. La torre es una heterotopía, lo

que vendría a representar un “espacio ambiguo”.

Cuando se escoge un tema para ser investigado desde un cierto tipo de práctica artística

como la de ustedes, que está constantemente poniendo en duda su propio punto de vista,

y se escoge un tema tan único como el de la Torre David, ¿no se corre el riesgo de

perder algo del filo crítico? Me refiero a que el tema es tan "espectacular", tan único,

que podría rebasar cualquier visión personal y anular la idea de que uno se enfrenta ante

todo a una obra, a una investigación artística, y que uno está más bien en presencia de

un fenómeno más que de una obra.

Al contrario. Primero, nos acercamos al objeto con una distancia ética y no lo

vemos como un fenómeno “freak” a ser explotado. Si eso no se logra, el trabajo

está perdido desde el comienzo. La torre no es “un tema” ni un parque temático,

sino un espacio-objeto que concentra situaciones que nos permiten observar,

investigar y desarrollar un trabajo desde diferentes disciplinas en las cuales

estamos interesados; queremos acercarnos a un problema general, que tiene

implicaciones históricas, económicas, políticas, demográficas particulares. La torre

es un objeto, entre muchos, que representa la falta de sincronía entre los discursos

y los hechos, es un espacio sintomático, no es un espectáculo. Las personas que


viven ahí no son actores de una obra o un performance, están resolviendo un tema

vital.

Además, la torre no es un hecho único ni aislado, forma parte de una ausencia y

una presencia permanentes. La ausencia de decisiones para enfrentar un

problema, la presencia de un colectivo que busca sobrevivir. En este caso, crea un

contraste porque en vez de situarse en un terreno baldío o periférico o en un cerro

se sitúa en un edificio abandonado, en un rascacielos aspiracional, pero en

realidad, es un contenedor que se amolda y asimila para una causa común, la

supervivencia, y que representa a su vez otro vacío, el de la fiscalización financiera

y otra pelea, entre el poder político y el económico. Al final, todo lo que hacemos es

fijar la mira en la huella que deja el poder en su andanza: un vacío en la resolución

de problemas y una concentración brutal en las oficinas donde se toman las

decisiones. Eso sí es un parque temático. La torre es una realidad tan humana

como la geometría.

Hay otras ciudades con casos similares, como Johannesburgo.

Hay dos elementos que participan de manera muy especial en el enfoque del problema

(del objeto de estudio): primero, que decidieron "atacarlo" a cuatro manos y segundo

que han estado presentando esta aproximación por partes. ¿En qué se basan estas

decisiones? ¿Hay algunas decisiones preliminares que las anteceden? ¿Es parte de un

plan cuidadosamente calculado o es el objeto de estudio el que impone esta

aproximación? ¿Por qué?

El objeto de estudio es el que impone un ritmo. Podemos hacernos una idea de por

dónde vamos a abordarlo y tratar de “saber todo” de ese objeto. Pero luego,
cuando te aproximas, las decisiones no son sólo tuyas, tienes que contar con otras

personas que no participan de tiempos de producción y hay que estar, ver y

esperar. Eso está bien. Hay que respetar los tiempos. Las ideas preconcebidas se

adaptan y cambian. El trabajo es flexible. Y se va construyendo. A veces es bueno

que haya cuatro manos, mientras unas trabajan otras descansan y cuando todas

están en el trabajo se complementan.

La relación con este "objeto de estudio" debe ser muy ambigua. ¿cuántos rascacielos en

el planeta tierra han sido convertidos en un espacio de ocupación ilegal? Probablemente

ninguno y sin embargo este edificio no está en el centro de la atención mediática ni acá

ni en otras partes (imagino por un segundo que unos okupas invaden la estatua de La

Libertad y seguramente nos harían olvidar la caída de las torres gemelas). Ante la

ambigüedad de la recepción pública de un evento de estas dimensiones, ustedes qué se

plantean: a) estamos ante al mayor ejemplo de la estafa del progreso modernista b)

estamos ante un ejemplo que nos deja tan perplejos que no podemos reaccionar c) Esta

es la mejor manera de dejar atrás los complejos modernistas

Hay varios casos en el mundo. En todo lugar donde haya problemas económicos

ligados a crisis de vivienda se crean nuevas formas de ocupación. Hay casos

similares en Sudáfrica, como dijimos antes. También hay todo un trabajo

desarrollado en torno a política, vivienda y economía por parte de artistas

comprometidos como Martha Rosler, en Estados Unidos.

Ahora, si hay que elegir entre tus tres opciones, nos quedamos con la última: dejar

atrás los complejos modernistas. El arte del presente, como bien afirmó Serge

Daney, no puede estar lleno de remordimientos. Es indispensable voltear y ver qué


del pasado proyectó nuestra actual perspectiva, pero no escrutar con gríngolas un

determinado período, con los ojos llenos de lágrimas, “en busca del tiempo

perdido”.

En Israel los arquitectos se ponen al servicio de las estrategias militares para diseñar

urbanizaciones enteras. En Venezuela los arquitectos tienen que ceder sus ideas a las

necesidades más precarias. ¿Por qué se puede tener tanto éxito ejerciendo una profesión

(determinando hasta las alturas de las ventanas en función de las bombas) en un lugar y

tener tan poco éxito en otras partes (hacer un rascacielos que termina siendo un lugar

donde se lanzarán bolsas con heces desde el piso 50)? ¿Qué determinantes culturales

hacen posibles estos contrastes? ¿Cuál es el sentido de mantener una profesión dedicada

a estos dislates? En fin, cuál es la crítica de la arquitectura como problema de diseño

que ustedes tienen que asumir para entender este fenómeno desde un punto de vista

cultural.

Aquí no hay problema arquitectónico ni de diseño. El arquitecto de la torre planeó

hacer un rascacielos para que operara una empresa, un hotel, un centro comercial.

Nadie planeó que se convirtiera en un edificio ocupado o invadido. Simplemente, al

no haber respuesta del Estado para el vacío habitacional, la gente transforma todo

lo que encuentra “ocioso”. Cuando la gente entra a invadir no ve un edificio con

una carga cultural o formal, sino un espacio baldío con techo y escaleras, con

espacios amplios para instalarse. El edificio fue dejado a medio construir por un

problema político y económico. La arquitectura aquí es simplemente un vehículo

para hablar de otras cosas. El contenido se mueve alrededor de ese vehículo, que

bien podría ser un puente, un cerro, un terreno o un galpón.


Es cierto que la arquitectura y el urbanismo son temas de Estado, en relación a lo

que mencionas de Israel. También es cierto que los regímenes totalitarios

benefician un tipo de arquitectura, que termina siendo una parte de su discurso de

poder, como el caso emblemático de Albert Speer o una gran cantidad de

construcciones monumentales de los países comunistas. Los gobiernos liberales se

mueven por un impulso distinto, dedicados al mantenimiento de las obras públicas,

a propiciar espacios de consumo y placer, a la creatividad formal como una

libertad otorgada. De alguna manera cada Estado “construye” su imagen a través

de diferentes decisiones: lo que derriba, lo que levanta, lo que olvida, lo que hace y

lo que no hace. Sería interesante hacer un análisis del discurso de nuestro

gobierno a través de sus estrategias urbanas o la ausencia de ellas.

El comentario anterior, obviamente, es de alguien que no ha coexistido como ustedes

con las personas que invadieron el rascacielos. Así que, ¿qué importancia tiene esa

convivencia con los invasores para ustedes? ¿Cómo ha determinado la investigación que

ambos están desarrollando la visión que tienen de este edificio sus invasores?

Este trabajo sufrió una importante ruptura. Al principio nos aproximamos a lo

que era para nosotros la idea de la torre, lo que representaba: para la ciudad,

dentro del arte venezolano, como forma, retícula, ícono, metáfora. Hicimos una

serie de trabajos que reproducían su aspecto formal exterior y su carga simbólica,

la retícula como estructura e historia. Fue importante tomar esa distancia. Luego,

cuando entramos en la torre, hubo un giro. Podríamos decir que el lenguaje que se

maneja dentro es mucho más complejo que nuestra preconcepción. Y no por

espectacularidad, al contrario, sino por su organicidad. Todo el mundo quiere


vivir lo mejor posible. Cuando estás dentro no estás en la torre, estás en pasillos

comunes, en escaleras o en la casa de una persona, de una familia. La torre

desaparece cuando estás dentro y se transforma en un compendio de lenguajes

atomizados que conviven bajo el trazado estructural.

Ambos han desarrollado un trabajo alrededor del problema de la representación con

enfoques muy diferentes. Ángela se aproxima a ese problema como alguien que lo

crítica por la vía de sus formas de clasificación. Juan José quiere hacer una iconografía

de la desmemoria. ¿Qué es lo que la Torre de David hizo para hacerlos confluir en un

trabajo en conjunto?

Comenzamos a trabajar juntos de otra manera, poniendo en diálogo trabajos de

cada uno, sobre la representación de la memoria o las posibles memorias. Después

de ese ejercicio preliminar decidimos abordar un trabajo en dupla y nos

enfocamos en la torre, que nos daba la posibilidad de acercarnos desde diferentes

lugares y disciplinas. Y ha funcionado. No hay una razón dominante más que la

posibilidad de hacer converger distintas referencias y líneas de pensamiento.

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