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El Llamamiento de Gedeón

Muchos han vivido vidas de dolor y fracaso porque han perdido de vista su llamamiento. No
es así con los llamados de Dios, como lo fue Gedeón. Los dones y llamamientos de Dios son
sin arrepentimiento. Bosquejo bíblico para predicar de Jueces 6:11-24

EL LLAMAMIENTO DE GEDEÓN
Bosquejo Bíblico para predicar de Jueces 6:11-24

«Tanto cuida Dios de Ti como si solo tú, Y nadie más en cielo o tierra hubiera; Así el sol
derrama su glorioso haz, Para mundos alumbrar, o despertar de un insecto el gozo; Brilla
esplendoroso e inexhaustible: Tú eres de tu Salvador el amado, no busques pues ya
más» KEBLE

Muchos han vivido vidas de dolor y fracaso porque han perdido de vista su
llamamiento. No es así con los llamados de Dios, como lo fue Gedeón. Los dones y
llamamientos de Dios son sin arrepentimiento.

Israel hizo lo malo delante de Jehová, y la consecuencia fue la que siempre será cuando
nos apartemos del Señor nuestro Redentor: esclavitud y opresión bajo la mano de un
enemigo (vv. 1, 2). Pero cuando eran empobrecidos clamaban a Jehová (v. 6), y Él los
salvaba de sus angustias enviándoles un profeta para exhortarles, y a un fuerte para
salvarlos. El clamor desde la profundidad de un corazón empobrecido trae una
respuesta desde la profundidad de su plenitud infinita.

Al intentar asimilar las características principales de esta sección, observemos:

I. Un apuro doloroso. «Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar, para


esconderlo de los madianitas» (v. 11).

¡Qué imagen de una vida vivida bajo el temor a los hombres! La separación de los
caminos de Dios lleva desde luego a pervertir los motivos de la vida. ¿Cómo han caído
los poderosos que los redimidos del Señor tiemblen ante el rostro de los hombres? Elías,
en otro sentido, sacudía su trigo abierta y resueltamente en presencia del enemigo,
porque estaba en presencia de Jehová Dios de Israel (1 R. 17:1).

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II. Un mensaje consolador. El ángel del Señor se le apareció, y le dijo: «Jehová está
contigo, varón esforzado y valiente» (v. 12).

Este mensajero del pacto predicó a Gedeón el Evangelio de la gracia de Dios:

«Jehová está contigo, varón esforzado». Es su voluntad y propósito bendecirte y hacer


de ti una bendición; levántate por ello y revístete de fortaleza. Este ángel llevó a Gedeón
lo que el Espíritu Santo nos trae a nosotros: una rememoración de nuestros privilegios
como su pueblo. Él tomará de lo mío y os lo hará saber.

III. Una pregunta ansiosa. Y Gedeón le respondió: «Si Jehová está con nosotros,
¿por qué nos ha sobrevenido todo esto?», etc.

Toda esta deshonra y miseria sobrevinieron debido al pecado; pero, bendito sea Dios,
aunque caigamos por nuestra iniquidad, Él no descarta ni niega para siempre a su
pueblo.

Su gran corazón paterno sigue amando y anhelando la restauración de sus pródigos a su


seno. Si el Señor está con nosotros, ¿por qué nuestro testimonio es tan estéril y nuestras
oraciones tan impotentes? Precisamente por esta razón: un corazón malo de incredulidad
(2 Cr. 15:2).

IV. Una gran comisión. El Señor lo miró y le dijo: «Ve con esta tu fuerza, y salvarás
a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío Yo?» (v. 14).

Su poder residía indudablemente en la certidumbre de la presencia de Jehová con él (v.


12). Sansón no era un gigante; su gran fuerza residía en el poder del Espíritu de Dios con
él. Él no nos envía a hacer la guerra a nuestras expensas. Alma deprimida y llena de
dudas, aquí tienes el secreto del poder: «He aquí, Yo estoy con vosotros todos los
días» y «toda potestad me es dada». Ve con esta tu fuerza (Jue. 1:9; Mt. 28:18, 19).

V. Una excusa común. «Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel?He aquí que mi
familia es pobre… y yo el menor», etc. (v. 15).

Así fue con Moisés (Éx. 3:11) y con Saúl (1 Samuel 9:21). La pobreza y la debilidad no
son argumentos en contra de las abundantes riquezas de su gracia y de su poder para
con nosotros.
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El apremio de nuestra propia carencia delante de su promesa todosuficiente solo
traiciona nuestra falta de fe en su Palabra. Con todo, el Señor espera que su gracia
abundante no engendre en nosotros nada semejante a la autoconfianza ni la jactancia.

La revelación de la gloria de su bondad y del sublime llamamiento al que hemos sido


traídos deben con toda seguridad hacernos sentir agudamente la impotencia de toda la
fortaleza y sabiduría humanas (véase Lc. 5:8, 9). Nuestra consciente debilidad es una de
las mejores cualificaciones para la obra de Dios (1 Co. 1:27; 2 Co. 12:10).

VI. Una promesa tranquilizadora. «Jehová le dijo: Ciertamente Yo estaré contigo»


(v. 16).

Dios afronta su necesidad sentida con la promesa de su presencia. La presencia de Dios


significa la provisión para todas nuestras necesidades como sus siervos. No hay otra
manera mediante la que el Señor pueda equiparnos para su obra que mediante el poder
de su presencia, por el Espíritu Santo en nosotros.

Gedeón viene a decir: «Yo soy pobre, y mi familia somos pocos», pero la respuesta
de Dios a su y nuestra pobreza y debilidad es: «Yo estaré contigo ». Mayor es el que
está con nosotros que todo lo que pueda estar contra nosotros. «Él dijo: De ningún
modo te desampararé, ni te dejaré», de modo que podemos decir valerosamente: «El
Señor es mi ayudador; no temeré»(He. 13:5, 6).

VII. Una prenda confirmadora. «Yo te ruego que si he hallado gracia delante de Ti,
me des señal… y subió fuego de la peña» (vv. 17-21).

El Dios que responda con fuego, sea Él Dios (1 Reyes 18:24; Hechos. 2:1-4). ¿Por
qué ha de ser necesaria una señal después de haber dado Él su palabra segura de
promesa? Con gracia infinita Dios adapta sus métodos a las debilidades naturales de los
hombres. Él añade el sello del Espíritu a la promesa de su Palabra.

Este fuego santo apareció después que la ofrenda fuera derramada delante del Señor.
De la misma manera que el fuego del Señor en la antigüedad tenía que ver con las
ofrendas del altar (Lv. 9:24), ahora también el Espíritu Santo de ardor viene como
respuesta de Dios y señal de una vida consagrada a Él. Seréis bautizados con el Espíritu
Santo y con fuego. «¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?» (Hch. 19:2).
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VIII. Un acto de adoración. «Y edificó allí Gedeón altar a Jehová, y lo llamó Jehová-
salom», esto es, Jehová es paz (v. 24).

Por cuanto había visto el ángel del Señor cara a cara, temía que moriría. Pero al quedar
eliminados sus temores por medio de su «paz a ti» (vv. 22, 23), edificó un altar, y lo
llamó «Paz de Jehová». «Mi paz os doy.» La tranquilizadora promesa de la Palabra de
Dios debería ser suficiente para conducirnos a esa actitud adoradora de reposo sacrificial
(Jn. 14:27).

Este altar, como el altar de la Cruz de Jesucristo, habla poderosamente de la paz de


Dios. El clamor de ambos fue: «Jehová, envía paz». Y se ha hecho la paz. Una paz que
sobrepasa a todo entendimiento. Que esta paz guarde nuestros corazones y nos lleve a
una adoración de todo corazón.

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