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Monografista

(...)Es preciso querer incluso la ilusión: en esto consiste lo trágico [F. Nietzsche, El
libro del filósofo, ed. F. Savater, Madrid, Taurus, 2000, pp. 23-24].

la época del trabajo». En dicha época el papel del arte queda


reducido al del «esparcimiento», a la «amena distracción», dirigida a los trabajadores fatigados. Por
ello, el artista moderno tiene que emplear métodos enérgicos para atraer la atención del público:
«los estimulantes de acción más violenta que sobresaltan incluso al medio muerto; disponen de
aturdimientos,
embriagueces, conmociones y llantos convulsivos y por estos medios arrebatan al cansado y lo
arrastran a una hipervitalidad desvelada, a un fuera de sí
de arrobamiento y de terror»9. La época moderna necesita «un arte del exceso
de la excitación, de la repugnancia por todo lo regulado, uniforme, simple y
lógico...», un arte romántico, en suma

Todo arte y
toda filosofía son remedio de la vida, suponen siempre una humanidad que
sufre; pero este sufrimiento se puede deber a la plenitud exuberante de la
vida, lo que produce un arte dionisíaco y un enfoque trágico de la vida, o
bien se puede deber a un empobrecimiento de dicha vida que nos lleva ya
sea a la huida de nosotros mismos por el arte o el conocimiento, ya sea a la
búsqueda de la embriaguez, la turbación y el arrebato.

Se puede profundizar en la conjuncion entre Apolo y Dioniso pensando en este tendencias por
separado. El optimismo de el Arte apolineo como narcótico para huir de la realidad y refugiarse en
una belleza que carece de sus raíces dionisíacas conduce al aburrido arte sin pasiones, excesos ni
conflictos, ademas de una claridad que se destaca por omitir a los oscuros enigmas naturales que
aman esconderse. Una belleza que no sea peligrosa implica una apariencia que sirve como consuelo,
pero no para intensificar la vida. En el lado opuesto, puede existir un arte dionisíaco sin los
“limites” que otorga la mesura apolinea. Este arte salvaje y embriagador lleva al desenfreno
instintivo, a la locura incontenible y a la auto-destrucción nihilista que es el reverso de la huida del
mundo real que caracteriza a la belleza apolinea. Las fuerzas naturales sin la presencia del artificio
de la dulce apariencia no intensifican la vida, sino que la disuelven. Aquí no hay disyunción , no son
tendencias opuestas, sino complementarias. Sin embargo , aquí no hay síntesis. Existe una tensión
inspirada en Heraclito más que en la dialéctica hegeliana. En la copresencia esta la intensificación
reciproca, la mutua estimulación que hace fecundo al arte.

Ante lo terrible e insoportable que resulta el dolor inherente a la existencia, se crea y desarrolla el
arte que embellece la vida, sin desechar la cosa en si, sino construyendo apariencias acompañadas
de música ( mediante el uso de lo no discursivo se expresa la materia prima caótica sin borrar sus
huellas) que hacen soportable un mundo en donde no hay leyes naturales, finalidades racionales, ni
unidad ordenada de la multiplicidad . Para hacer frente a lo que desborda al intelecto, se desarrolla
la apariencia que encubre el caos natural; dándole así forma a la cosa en si (ademas de un sentido a
la existencia) mediante representaciones inventadas de un modo que combina libre creación y
necesidad. No hay libre elección del uso de formas o apariencias, se inventa el arte o se sucumbe
ante lo espantoso. Esta implacable y terrible coacción es lo que obliga al simulacro, pues sin la
fabricación del mundo de la apariencia la vida tal como la conocemos dejaría de existir. Hay
diversidad de formas de engañarnos creando bellas mentiras, la creatividad utilizada para velar lo
intolerable es asombrosa. Las miles de culturas con sus artificios míticos artísticos, religiosos y en
forma de racionalizaciones lo demuestran. Pero a esta diversidad subyace la necesidad de inventar
un mundo repleto de ficciones para sobrevivir.

Nietzsche va a destacar una singularidad del arte diosisiaco, no solo oculta el caos y la cosa en si,
sino que también devela o muestra de forma transfigurada lo que otras expresiones artísticas
excluyen. Lo expresa de una manera particular, ya que lo logra haciendo presente aquello aterrador
que nos ocultamos para no caer en el caos. Nos acerca con invenciones de índole artísticas
(imágenes, música y poesía) a aquello de lo que escapamos con fantasías elaboradas por nuestra
poderosa imaginación. Al estar en contacto con lo peligroso, lo que inventamos para protegernos
pierde fuerza. Por lo tanto, con la ayuda de nuestras creaciones logramos la autoconservación, pero
a la vez existen creaciones estéticas que son capaces de romper el velo tejido con ilusiones
elaboradas por nuestra necesidad de protegernos de lo horroroso.
Lo que nos muestra y pone a nuestro alcance este arte, tan alejado de la belleza matemática de la
proporción, genera tanto temor como placer. Manifiesta lo que es abominable y abyecto. Pero lo
dionisíaco ademas es tan cautivador, atractivo y fascinante que hace que logremos comprender el
interés que despierta. Este inexplicable amor a lo abismal e incomprensible señala que este tipo de
arte es un veneno que puede , con su correcta dosis y utilización, convertirse en la cura a los
excesos de la razón calculadora. Aunque sea un remedio peligroso, el “medico de la cultura” aleman
va a proponerlo como antídoto ante la decadencia y como alimento que permitirá el advenimiento
del superhombre.
Por sus características, lo dionisíaco se acerca , en algunas dimensiones relevantes, a lo sublime en
el pensamiento de Kant.
El análisis de los efectos del arte dionisiaco ocupa un logar muy relevante en su obra. Es
importante indagar en la destrucción de las fantasías que realiza el filólogo alemán para poder
comprender mejor su concepción original del arte.

Utilizando herramientas conceptuales de Schopenhuer, Nietzsche sostiene que aquella fantasía que
se rompe en primer lugar es la generada por la individuacion. El arte dionisíaco al disolver al
individuo, lo conduce por el sendero de la “unión” con lo indeterminado e indefinido. En especial,
la música embriagadora rompe con la identidad diferenciada que establece fronteras entre el Yo y
los otros; y entre lo humano con el entorno natural. Al romper con la ilusión que fundamenta al
sujeto socratico- teorico abre la puerta a la emergencia de lo extraordinario en la vida. Es decir, hace
posible el estremecimiento que genera el darse cuenta que hay algo mas allá de las apariencias
apaciguadoras que generan calma y paz. Estas experiencias que trastornan el orden jerárquico, el
imperio de lo rígido junto con el orden ficticio que inventamos muestran que en lo indecible e
indefinible hay una fuerza capaz de transmutar los valores. Lo que escapa al lenguaje y a la razón
tiene la posibilidad de mostrarnos la contingencia y arbitrariedad de lo existente.
Lo singular de Nietzsche es que no considera que las experiencias místicas sean algo de unos pocos
elegidos , sino que eran parte de las fiestas en las que participaba todo el pueblo griego. En las
fiestas dionisíacas había una socializacion del éxtasis y entusiasmo que genera el olvido de si. Al
dejar atrás los deberes, las distinciones sociales, los roles, junto con otras marcas que individualizan
los griegos abandonaban la calma diaria para entregarse al espantoso e intenso placer que derrumba
las murallas construidas para dividir a las personas. Esta exageración Nietzscheana, una
peculiaridad muy común de su pensamiento, sirve para mostrar la potencialidad del arte dionisíaco.
No sabemos con certeza si existe o existió este tipo de arte y de fiestas. Pero la mentira no es un
problema para el hijo del pastor cristiano, ni menos un argumento para usar en su contra. Lo que él
comunica con seducción en su descripción permite dilucidar la importancia que le otorga al arte que
proviene del Dios del vino y la fecundidad.

Hay una necesidad antropológica de arte y de metafísica. De esto se sigue una metafísica del arte
como reflexión que busca entender los fundamentos ontológicos que subyacen a las manifestaciones
artísticas. La interrelación entre el animal capaz de crear numerosas religiones y mitos, con la
propiedad especifica de crear formas estéticas expresa una fuerte conjunción inherente a lo humano.
Por otro lado, la presencia universal del arte y la religión en todo lugar donde floreció la humanidad
muestra, sin dejar lugar a dudas , que es condición necesaria para la vida esta presencia. La
humanidad es una planta que necesita arte y metafísica para crecer.

La importancia de una nueva distinción para comprender la relación entre arte, verdad y vida. No
se trata de distinguir entre verdad y mentira, sino entre mentiras e ilusiones que sirven para un
acrecentamiento de la voluntad de poder, y aquellas mentiras que conducen a un nihilismo negador
de la existencia. Hay por un lado mentiras que permiten superar el nihilismo (creaciones artísticas al
servicio de una existencia mas plena) ; y por otro lado, mentiras que llevan a calumniar a la
existencia y negar los instintos, el cuerpo, lo real, la voluntad, etc. Para Nietzsche no hay dudas de
que deben elegirse las mentiras que dan sentido a la vida y a la vez la afirman. Estas ilusiones
alimentan a la vida ascendente, las otras se asocian a una moral de rebaño. Las mentiras son
necesarias , y esa necesidad es ontológica. Los humanos no soportan la verdad, ni siquiera los que
llegaron a la búsqueda de la verdad como propósito de su existencia pueden tolerar la verdad y
necesitan captar los aspectos de la realidad cognoscibles mediante ilusiones o artificios. Tanto las
formas conceptuales de acercamiento a la naturaleza como las expresiones artísticas usan la
creación de apariencias que engañan a la razón haciéndola creer que accede a los secretos del
mundo. Pero estos enigmas son incognoscibles. Sin embargo, hay ilusiones que nos muestran lo
terrible, lo ambivalente, las fuerzas naturales de un modo transfigurado, pero fiel. Y existen
apariencias que mutilan, empobrecen, debilitan nuestras impresiones y nuestro saber del mundo
incognoscible. Que al velar el abismo, ordenar bellamente el caos y ocultar lo terrible, nos
distancian de la existencia y nos encierran en ilusiones que nos impiden acceder a un incremento de
fuerzas vitales. En pocas palabras, hay mentiras que nos pueden empoderar y otras que enferman.

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