Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
En algún momento de torpeza, cuando no conocía a Dios dije: “Yo no le pedí que viniera a
morir por mí, así que yo no tengo porque agradecerle”. Y a pesar de lo tonto o torpe que
pueda sonar esa frase tiene cierta verdad: “Yo no le pedí que vinera a morir por mi” y sin
embargo Él decidió hacerlo.
Hoy con pleno conocimiento de Dios agradezco su decisión de venir y morir por mí,
porque gracias a su sacrificio hoy puedo encontrar perdón de mis pecados.
“Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su
único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida
eterna.”
Dios ocupo nuestro lugar, recibió cada castigo por nosotros, sin merecerlo, sin tener
porque hacerlo, simplemente por amor, simplemente porque nos amó, ¿Quiénes éramos
nosotros para merecer tal muestra de amor?, no éramos nada, pero ahora valemos
mucho, ahora vales mucho, ahora valemos por la sangre de Cristo, su sangre derramada
en la cruz del calvario es el precio que paga nuestra deuda de pecado.
Cuando Jesús le pidió al Padre que si era Su voluntad pasara de Él esa copa, la copa se
refería a la ira de Dios. Por lo que en lo espiritual Él fue maldito y recibió sobre sí la
consecuencia de los pecados de todos los hombres de todos los tiempos. Para que en el
momento en que cualquier persona decida creer en Él, esa persona sea salva y
considerada justa a los ojos de Dios. También en lo natural, la Cruz fue el peor de los
castigos. Una persona que era crucificada era quebrantada de algunos de sus huesos,
sufría hemorragias, su cuerpo era traspasado con metal, su función respiratoria disminuía,
y en algunos casos sufrían paros cardiacos. No obstante esto, en este versículo vemos que
además Jesús fue molido, Su cuerpo fue machacado, desfigurado, y tenía llagas en Su
cuerpo. Mismas que sanan a todo aquel que crea en Jesús.
Cuando todo parecía acabado, con un Jesús crucificado, muerto y sepultado, con unos fariseos y
escribas felices de haber completado su propósito vil, con un Satanás saltando de alegría porque
pensaba que había matado al Hijo de Dios, aún faltaba algo.
Las palabras de Jesús al decirles a sus discípulos que al tercer día resucitaría habían de cumplirse.
Es que Dios es un Experto en casos únicos, pues tiene un estilo propio de actuar, pues cuando las
cosas parecen acabadas, siempre nos sorprende con algo y en esta ocasión no iba a ser la
excepción. Jesús resucita exactamente en la fecha que le había dicho a sus discípulos, con su
resurrección se estaba venciendo a la muerte, ¿Imagínate la cara de Satanás al ver que sus planes
no salieron como lo esperaba?
Jesús estaba venciendo a la muerte, resucitando para nunca más morir. Con su resurrección
estaba dando paso a una vida eterna preparada para todos aquellos que vinieran a El: “Porque por
cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” 1 Corintios
15:21, 22.
La Victoria que Cristo nos dio se encuentra en su Resurrección, el apóstol Pedro lo declara en una
de sus cartas: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande
misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los
muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos
para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la
salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” 1 Pedro 1:3-6.
Amados hermanos, que lindo es saber y tener la convicción firme de que su resurrección trajo a
nuestra vida una salvación eterna, cuan agradecidos deberíamos estar cada día de nuestra
existencia con Dios por su hermosa obra para con nosotros, que aun siendo pecadores, Cristo
murió y resucito para darnos vida eterna.
No hay palabras existentes para querer agradecer TODO lo que Jesús ha hecho por nosotros, pero
más allá de las palabras podemos demostrar ese agradecimiento viviendo una vida santa y
ordenada para gloria de Él.
¡Si alguien quiere agradecer a Dios por la vida eterna que le ha regalado, lo puede hacer
viviendo una vida que agrade y exalte su Nombre!