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Mindfulness neoliberal

posted in Artículos, MacMindfulness, Meditación budista, Mindfulness, Opinión on 7 julio,


2019 by Dokushô Villalba

Por Oshan Jarow

Avanzando más allá del individualismo neoliberal hacia una cultura digitalizada
de interdependencia y liberación democrática de formas de vida anticuadas.
Cuando me despierto cada mañana me enfrento a decisiones que superficialmente
podrían parecer insignificantes, pero su superficialidad aparente es solo la punta
del iceberg que se encuentra debajo. ¿Me levanto de la cama y me siento en mi
cojín de meditación, o simplemente me sirvo el café y me pongo a trabajar en
cualquier ensayo que esté abierto en mi ordenador? Solo tengo unas pocas horas
antes del trabajo, el que me permite pagar el alquiler y comprar comestibles, cuyo
inicio se convierte en un parto que preferiría no hacer.

Al acecho debajo de mi decisión de la mañana hay una pregunta: ¿qué es lo que


realmente puede cambiar mi vida?

Esta pregunta subyacente, más que un anhelo, vincula mi indecisión aturdida a un


conflicto cultural entre el individualismo del capitalismo neoliberal y la
interdependencia de la ética contemplativa que puede llegar a definir estos
comienzos del siglo XXI.

¿La meditación diligente, sin tener en cuenta las circunstancias culturales, es


suficiente para transformar una vida que se siente atrapada en una monotonía sin
sentido, bañándola en los esplendores y en la talidad del momento presente? ¿Mis
ansiedades, mis insatisfacciones con la vida tal como la conozco, son simplemente
el resultado de mi incapacidad para prestar atención, para atender realmente y
comulgar con el presente?

O, ¿puede ser que mis anhelos insatisfechos, mis ansiedades y neurosis, sean
provocados directamente por mi incierto acceso a los medios de supervivencia y a
la participación básica en la sociedad actual? ¿Qué tipo de variedad de experiencia
desconocida podría permitir el acceso estable a la atención médica, la vivienda, la
comida y el tiempo libre?

Desde este punto de vista, dada la sociedad moderna tal vez sea más prudente, una
esperanza más pragmática, que invierta cada minuto libre que tengo en la búsqueda
de la liberación. Ciertamente no creo que lo consiguiera sentándome durante 30
minutos por la mañana y respirar sin más. En esta sociedad, «hacer algo» es
encontrar la manera de recibir el pago suficiente por hacer las cosas que haría
incluso si no me pagaran. Esto prescindiría de la necesidad de un trabajo poco
interesante que se come la mayor parte de mis horas de vigilia. Tal es la fantasía
capitalista de la liberación.

Cuando digo que quiero cambiar mi vida, quiero redescubrir y alimentar un


sentimiento de emoción por el hecho inescrutable de que estoy vivo, que todos
estamos aquí, las infinitas variaciones de las formas en que podemos vivir con
curiosidad y aprendiendo de las especies asustadas por nuestra propia presencia.
Pero no puedo deshacerme de la convicción de que esto requiere más que
meditación. Nuestra escolarización moderna sin brillo, nuestras vidas dedicadas a
trabajos sin interés, las concentraciones de riqueza y capital que fluyen siempre
hacia arriba, no cambiarán a menos que se haga algo. Sin un cambio estructural,
¿podemos esperar razonablemente que la experiencia del ser humano cambie?

Meditación neoliberal

En su nuevo libro McMindfulness: Cómo el mindfulness se ha convertido en la


nueva espiritualidad capitalista, (McMindfulness: How Mindfulness Become the
New Capitalist Spirituality), Ronald Purser critica la idea de que la ética
contemplativa y el capitalismo neoliberal puedan coexistir. La globalización
digitalizada está reduciendo el tamaño del mundo, y ya no hay espacio suficiente
para que el capitalismo neoliberal y la meditación se esquiven entre sí. Cualquier
práctica de meditación que no busque revolucionar y reconstituir nuestras
instituciones culturales neoliberales no es, francamente, una meditación completa.

Para Purser, McMindfulness es la regurgitación neoliberal de la meditación.


Ofrecido en todas partes, desde el ejército hasta los equipos empresariales, lo que
comenzó como un método, una herramienta para ayudar a los pacientes
hospitalarios a lidiar con el dolor y la ansiedad, se ha inflado hasta convertirse en
una marca propia, una especie de representación completa del dharma, las
enseñanzas de Buda.

Esta reducción de la meditación [budista] en mindfulness ha dado como resultado


un pariente aséptico de lo que el Buda enseñó, mal equipado para actualizar lo que
Manu Bazzano llama «la gran magnificencia del Dharma».

Pero ese no es el punto.

En muchos círculos contemplativos serios, esta crítica es algo ya conocido desde


hace mucho tiempo. El libro de Purser es un intento apasionado de cerrar la brecha
entre el discurso general y la pregunta que muchos adeptos se hacen ahora: ¿qué
es lo próximo y cómo podemos llegar a ello?

¿Podemos imaginar un marco cultural adecuado tanto para la magnificencia del


Dharma como para las realidades de 7,4 mil millones de humanos hambrientos que
habitan en la misma roca flotante, con acceso democrático y equitativo a las
innovaciones del paisaje digitalizado del siglo XXI? ¿Qué podría surgir de las
exacerbadas tensiones entre la enseñanza del individualismo neoliberal y la
enseñanza de la interdependencia de la meditación? ¿Es posible alinear la práctica
de la meditación con las instituciones económicas?
Estas son las preguntas que se plantea el proyecto de cultivar la conciencia. Son
difíciles, pero tal vez peor, son políticas. Son cuestiones de política tanto como
preguntas de práctica.

La idea central que se encuentra detrás de la crítica de Purser, y mi propia sospecha


de que cambiar mi vida requerirá más que la meditación, es que la mente no es
fundamentalmente «anterior» a sus circunstancias exteriores. Más bien, la
distinción entre interior y exterior es porosa y engañosa. La conciencia, sospecho,
está constituida fundamentalmente por la dinámica cultural que la rodea.

Si reducir el sufrimiento innecesario de todos los seres sintientes y el cultivo de la


sabiduría, la compasión y el coraje son consideradas como la misión de los
meditadores, entonces ya no es adecuado que los meditadores ignoren el contexto
sociocultural que define la vida moderna.

La era digital está marcando el comienzo de un nuevo grado de interdependencia,


donde la cultura moderna es un fenómeno global envolvente, como una tormenta
de polvo que se come al mundo. El ignorar estas condiciones es una
irresponsabilidad. El trabajo ahora debe tener lugar dentro del pandemónium.

¿Qué está mal con el neoliberalismo?

Enfrentar la meditación y el neoliberalismo entre sí supone que el neoliberalismo


no puede ser la ideología que defina una cultura que intenta desmontar el
sufrimiento y democratizar la sabiduría, la compasión y el coraje.

Ir más allá del neoliberalismo supone un rechazo consensuado del neoliberalismo,


un consenso que todavía no estoy seguro de que exista. El neoliberalismo conserva
mucho apoyo tanto en círculos conservadores como progresistas. Fue fundado
sobre las teorías de Friedrich Hayek y Ludwig Von Mises en los años 30, se ocultó
durante los programas sociales de Franklin Delano Roosevelt y el gasto
keynesiano, resurgió con las políticas de Ronald Reagan y Margaret Thatcher en
los años 80, y ahora está promulgada por iconos liberales como Bill Gates, Steven
Pinker, Max Roser del maravilloso Our World in Data, e incluso, creo, por el
venerado Tyler Cowen.

Pero, ¿qué es el neoliberalismo?

En resumen, el neoliberalismo es una ideología socioeconómica, un conjunto de


políticas, actitudes y creencias, que se caracteriza por una fe inquebrantable en los
mercados libres, la competencia y la desregulación de amplio espectro. El
neoliberalismo cree que los mercados libres producen resultados más deseables en
todas las facetas de la vida humana de lo que lo haría la planificación humana (algo
que el neoliberalismo llama «intervención», lo cual indica su disgusto porque la
mano humana intervenga en el «estado natural» de la economía).

Pero Marshall McLuhan, y Félix Guattari después de él, articularon una


interconexión entre la conciencia individual y sus realidades socioeconómicas,
tecnológicas y materiales más amplias que sugieren que el neoliberalismo es
mucho más que un marco para la política. El neoliberalismo infunde un marco para
la subjetividad, para el flujo y reflujo de la conciencia y para nuestra experiencia
de la existencia.

Con 24 años de diferencia, McLuhan y Guattari sugieren la misma idea: La


naturaleza y la composición de la experiencia interior: lo que se siente al existir,
quiénes y qué nos consideramos ser, no están separados de los sistemas externos.

«Mi trabajo está diseñado con el fin pragmático de tratar de comprender nuestro
entorno tecnológico y sus consecuencias psíquicas y sociales». (McLuhan, 1968)

“Sin modificaciones en el entorno social y material, no puede haber cambios en


las mentalidades. Aquí, estamos en presencia de un círculo que me lleva a postular
la necesidad de fundar una «ecosofía» que vincule la ecología ambiental con la
ecología social y la ecología mental». (Guattari, 1992)

El punto de McLuhan y Guattari es que todas las instituciones socioeconómicas


reformulan de manera similar estos aspectos más íntimos de nuestra psique. Pero
una subordinación de la experiencia subjetiva a las métricas objetivas hace al
neoliberalismo ciego a sus consecuencias psíquicas. [Para el neoliberalismo] La
libertad es solo algo superficial.

Por ejemplo, una consecuencia psíquica del entorno económico neoliberal es la


forma particularmente discordante de individualismo que enseña: en las sociedades
organizadas por el mercado, se obtiene lo que merece. George Monbiot escribe
en The Guardian:

“Interiorizamos y reproducimos sus credos. Los ricos se convencen a sí mismos


de que adquirieron su riqueza a través del mérito, ignorando ventajas tales como
la educación, la herencia y la clase, que pueden haber ayudado a asegurarla. Los
pobres se culpan a sí mismos de sus fracasos, incluso cuando pueden hacer muy
poco para cambiar sus circunstancias».
Esto es lo que está detrás de un término que Purser usa con frecuencia para criticar
el mindfulness neoliberal: la privatización. Refiriéndose tanto al mindfulness como
al neoliberalismo, Purser se lamenta:

“En lugar de alentar la acción radical dice que las causas del sufrimiento están
desproporcionadamente dentro de nosotros, no en los marcos políticos y
económicos que dan forma a la manera en que vivimos… En lugar de liberar a los
practicantes, los ayuda a adaptarse a las condiciones que causan sus problemas.”

La privatización consiste en desplazar de manera desproporcionada la


responsabilidad de los estados mentales, en particular los negativos, como el estrés,
la ansiedad y la desesperación, a los individuos. Esto separa nuestras ecologías
mentales de las ecologías sociales y culturales más amplias que las contextualizan
y las crean conjuntamente.

En el fondo, esta privatización impulsa un conflicto central entre la ética neoliberal


y la contemplativa.

«Lo que meditación enseña es que solo podemos encontrar la libertad en la unión
radical, en la que el concepto mismo de «yo» se deconstruye, para revelarnos a
todos que somos una sola entidad que prosperará, o perecerá, como una sola».

El neoliberalismo, bien entendido, es una respuesta integral a la pregunta perenne


de cómo debemos vivir. Establece que debemos vivir en una competencia perfecta
y no regulada entre nosotros, un entorno a través del cual, según sus defensores,
surgen naturalmente los mejores resultados posibles para todos los participantes.

Esta creencia es lo que impulsa al sociólogo francés Pierre Bourdieau a llamar al


neoliberalismo: «Un programa para destruir las estructuras colectivas que puedan
impedir la lógica pura del mercado».

El rechazo del neoliberalismo a las estructuras colectivas tiene sentido si


recordamos su contexto histórico. Surgió en un momento en que sus padres
intelectuales, y el país en general, estaban aterrorizados por el comunismo,
decididos a alejarse lo más posible de él. Hoy en día, los mismos temores vagos
persiguen el discurso público, simplemente cambiando «comunismo» por
«socialismo».

El neoliberalismo y la meditación comparten el mismo objetivo: la libertad. Pero


el neoliberalismo cree que encontraremos la libertad solo a través del
individualismo radical, liberándonos de intervenciones gubernamentales
ineficientes y persiguiendo libremente nuestros propios intereses personales.
La meditación enseña que encontraremos la libertad solo en una unión radical, en
la que el concepto mismo de «yo» sea deconstruido para revelarnos a todos como
una sola entidad que prosperará ,o perecerá, como una sola.

Fuente: https://musingmind.org/essays/neoliberal-
meditation?fbclid=IwAR0du_dAwBGL-_yvzefAyEOkMDlG-
iYOxatdyrhZWByxWEOxeBO7VPYyP04

Traducido por el equipo de traductores de la Escuela de Atención Plena, para el


blog de la web www.eaplena.es

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