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Cary L. Cooper
Universidad de Manchester
Instituto de Ciencia y Tecnología
Estrés y cáncer
Traducido por
Dr. Pérez Gallardo
Copyright ©1984 John Wiley & Sons Ltd.
©Díaz de Santos, S. A., 1986
«No está permitida la reproducción total o parcial
de este libro, ni su tratamiento informático,
ni la transmisión de ninguna forma o por cual-
quier medio, ya sea electrónico, mecánico, por
fotocopia, por registro u otros métodos, sin el
permiso previo y por escrito de los titulares del
Copyright»
vii
viii Estrés y cáncer
IX
x Estrés y cáncer
sor Eysenck, por ejemplo, intenta explorar las relaciones existentes entre
los tipos de personalidad propensa al estrés y el cáncer de pulmón. Una
de las áreas más importantes y fértiles de la investigación sobre el cáncer
debe encontrarse en la zona de las predisposiciones de la personalidad,
y la psicométrica. Enfocando una forma particular de cáncer (esto es, el
cáncer de pulmón), el Profesor Eysenck intenta estimar el grado de me-
diación de la relación personalidad-cáncer. Otro capítulo en esta sección
explorará la relación entre la depresión psicológica y el cáncer. Se hará
un esfuerzo para consolidar la investigación disponible en este área, en
un sistema conceptual integrado. Esto ayudará a destacar algunos de los
elementos de la evidencia sugestiva sobre la tríada existente entre depre-
sión, estrés y cáncer.
Referencias
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Cooper, C. L. (1983). Stress Research: Issues for the Eighties. New York and
Chichester: John Wiley & Sons.
Sección 1
Visión de conjunto:
Una revisión de las
orientaciones de
investigación e históricas
1. Cáncer y estrés
Paul J. Rosch
Presidente del Instituto Americano del Estrés, Nueva York, EE. UU.
3
4 Estrés y cáncer
Para que no sea esto mal interpretado, como una denigración del médi-
co moderno, debe señalarse que no todos los miembros de la profesión
fueron insensibles a las posibles relaciones entre el estrés y el cáncer.
6 Estrés y cáncer
1977; Thomas y Duszynski, 1974), dado que ellos podían ser observados
estrechamente durante los 4 años de formación médica, y luego, como
médicos, podía confiarse en ellos para su cooperación en estudios subse-
cuentes de seguimiento. Ella estaba inicialmente interesada en la determi-
nación de posibles factores que podían tener valor predictivo en cuanto
a la hipertensión y la enfermedad coronaria, y acumuló datos detallados,
relacionados con factores genéticos y familiares, demográficos, así como
ciertas características fisiológicas, metabólicas y psicológicas. A medida
que el estudio progresaba, las estadísticas sugirieron que además de con
respecto a la hipertensión, había también posibles precursores de predic-
ciones en cuanto a enfermedad mental, trastornos emocionales, suicidio
y cáncer. Los datos de Thomas sugieren que el cáncer tiende a presentarse
en individuos apocados, no agresivos e incapaces de expresar adecuada-
mente sus emociones. Muchos de estos individuos tendían a ser más bien
personas solitarias, sin una asociación parental estrecha, o que han «per-
dido sus padres» figurativamente.
Hace casi 20 años, Stavraky llevó a cabo un estudio similar con 204 en-
fermos (Stavraky, y col., 1969), concluyendo del mismo que los grupos
con perspectiva más favorable fueron aquellos que mostraron fuertes
sentimientos bajo estrés grave, sin pérdida del control emocional. Encon-
tramos de nuevo la sensación de que resignarse o perder la raison d'étre,
puede ser un factor importante para la supervivencia del paciente, y para
determinar el curso de la enfermedad.
Así pues, tanto por informe anecdótico, como por las investigaciones
clínicas y de laboratorio, existe considerable evidencia que muestra que
el estrés puede influir significativamente sobre la susceptibilidad y resis-
tencia al cáncer, así como sobre el curso de la enfermedad. ¿Cómo pue-
den producirse tales efectos?
10 Estrés y cáncer
Los investigadores pretenden que los receptores de los linfocitos para las
betaendorfinas pueden ser el mecanismo mediante el cual la cólera y la
agresividad combaten el cáncer, compensando la supresión del sistema
inmunitario, producida por los esteroides (Kay y Morley, 1983).
Así pues, parece claro que el estrés puede causar alteraciones en mu-
chas áreas de la competencia del sistema inmunitario, y que la función
menoscabada de éste predispone al crecimiento de malignidades. Pero es-
to es meramente evidencia y la evidencia no es prueba. Es difícil probar
que el estrés causa cáncer, simplemente porque es imposible definir o
cuantificar satisfactoriamente el estrés, e igualmente difícil identificar el
tiempo preciso del origen de la malignidad. No obstante, las implicacio-
nes son intrigantes y de un interés más que simplemente teórico. Todos
los grandes recursos adaptativo e integrativo, que el cuerpo tiene a su dis-
posición, operan sobre un sistema de controles y balances opuestos (Selye
y Rosch, 1954 a, b). El sistema nervioso autónomo ejerce actividades
simpáticas y parasimpáticas antagonistas. La función endocrina, en gran
medida, está gobernada por sistemas autorreguladores entre las glándu-
las diana y los metabolitos periféricos o actividad pituitaria. Por consi-
guiente, uno puede sospechar que si las influencias nocivas deprimen la
función del sistema inmunitario, hay probablemente fuerzas contrarias
que producen efectos opuestos. Esta hipótesis es un precepto básico que
ha sido destacado a través del desarrollo del concepto de estrés.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, el gran fisiólogo francés Clau-
dio Bernard fue el primero en promulgar la teoría de que uno de los ras-
gos más característicos de los organismos vivos es su capacidad de mante-
ner la constancia, de lo que él designó con el nombre de ambiente interno
(milieu interieur). Así, a pesar de los dramáticos cambios del ambiente,
tales como las temperaturas bajo cero del ártico o el calor excesivo del
trópico, la temperatura del cuerpo permanece constante. Esto se consigue
por una serie de respuestas de adaptación, tales como vasoconstricción
y tiritonas, para generar calor, o vasodilatación y sudoración, para sumi-
nistrar enfriamiento. Del mismo modo, los niveles sanguíneos de glucosa
o sodio tienden a permanecer constantes, a pesar de las variaciones en su
entrada, a causa de los cambios apropiados en las respuestas hormonales
o pautas excretorias. La salud del organismo, por consiguiente, depende
de una comunicación efectiva entre sus componentes internos, así como
en las comunicaciones con el medio exterior. La buena salud o la resisten-
cia al estrés depende de la integración coordinación, y comunicación, en-
tre los variados mecanismos, sofisticadamente complejos, destinados a
mantener la integridad y constancia del medio interno.
14 Estrés y cáncer
evidencia que indica que los estilos de vida que reducen el estrés y las
emociones positivas, todo lo que suministra un sentido de control, ofre-
cen protección. Al estudiar ciertos casos de remisión espontánea del cán-
cer, Ikemi (1978) concluye que una fe poderosa o un fuerte sistema de
creencia positiva, fue el común denominador presente. Informes anecdó-
ticos, pero irrefutables, de curación de cáncer por relicarios, curación por
la fe, y varios planteamientos no tradicionales como el laetrile, el krebio-
zen, la acupuntura, las dietas macrobióticas, etc., sugieren también que
los beneficios derivados pueden ser debidos a las actitudes psicológicas
o emocionales resultantes, más que a las terapias en sí, que, juzgadas mé-
dicamente, carecen de valor.
Este concepto está lejos de ser reciente y en realidad fue sugerido por
Tanchou en su «Memoria sobre la frecuencia del cáncer» presentada a
la Academia francesa de las Ciencias en 1843 (citado por Le Conté,
1846).
"M. Tanchou es de la opinión que el cáncer, como la locura, aumenta en pro-
porción directa a la civilización del país y de la población. Y es ciertamente una
circunstancia notable, sin duda halagadora y no en pequeño grado, para la
vanidad del savant francés, que la tasa media anual de mortalidad por cáncer en
París, durante 11 años, es alrededor del 0,80por 1000 vivos, mientras que es del
0,20 por 1000 en Londres. ¡Estimando la intensidad de la civilización por estos
datos, se deduce claramente, que París es cuatro veces más civilizado que
Londres!"
«Un estudio de la distribución del cáncer, entre todas las razas de la Tierra,
muestra una tasa de cáncer en proporción aproximada al grado de civilización
que predomina; así pues, evidentemente hay algo inherente a los hábitos de
civilización, responsables de la diferencia en la incidencia de cáncer, cuando se
los compara con las tribus y razas no civilizadas. El clima no tiene nada que ver
con estas diferencias, como lo atestigua el hecho de que las tribus que viven natu-
ralmente, muestran una ausencia completa, hasta que la mezcla con el hombre
más civilizado corrompe la naturalidad de los hábitos, y, precisamente, cuando
éstos se conforman a los de la civilización, es cuando empieza el cáncer a enseñar
su cabeza...»
20 Estrés y cáncer
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Cáncer y estrés 23
Cary L. Cooper
Departamento de Ciencias Gerenciales. Universidad de Manchester. Instituto
de Ciencia y Tecnología. Manchester, Reino Unido
Fue al final del siglo XIX cuando se fijó la atención, por vez primera, en
el posible vínculo entre el estrés y el cáncer, por Paget (1870), quién ob-
servó que «son tan frecuentes los casos en los que la ansiedad profunda,
esperanza y desengaño son rápidamente seguidos por el desarrollo y
aumento del cáncer, que nosotros difícilmente podemos dudar, que la de-
presión mental es adición de peso que añadir a las otras influencias que
favorecen el desarrollo de la constitución cancerosa». Herbert Snow
(1893) en su aclamado libro Cáncer and the Cáncer Process, señalaba que
«¿Somos nosotros lógicamente impulsados a inquirir si la gran mayoría
de los casos de cáncer no pueden tener un origen neurótico? Nosotros ob-
servamos cierto número de ejemplos, en los cuales la enfermedad ma-
ligna de la mama y del útero, sigue inmediatamente a una emoción ante-
rior, de carácter depresivo, número que es demasiado grande, para atri-
buirlo al azar o riesgo general de los golpes de la mala fortuna, que los
enfermos de cáncer, en su paso por la vida, comparten con la mayoría
de las personas que no lo sufren». A lo largo del comienzo del siglo xx,
se han hecho sugerencias adicionales sobre la relación entre los factores
psicosociales y el cáncer, culminando en el libro de Evans (1926), sobre
A Psychological Study of Cáncer, en el cual señala que una de las causas
principales del cáncer era la pérdida de un motivo de amor o de una
relación emocional importante. Su análisis de los pacientes de cáncer le
condujo a creer que algunas personas que sufrían penas, dirigían su ener-
gía psíquica hacia su interior, contra sus propias defensas corporales na-
turales.
Fox (1978) sugirió, sin embargo, que hay dos mecanismos causantes
primarios del cáncer: (1) «carcinogénesis, la producción del cáncer por
un agente o mecanismo que supera las resistencias existentes en el cuer-
po», y (2) «resistencia disminuida frente al cáncer, la cual permite a un
carcinógeno potencial, normalmente insuficiente para producir cáncer,
lograrlo» (por ejemplo, un estado emocional debilitado). Este mecanis-
mo implica al sistema inmunosupresor del organismo, poniendo a un in-
dividuo «inmunodefinicíente», en el riesgo de padecer una forma u otra
de cáncer, dependiendo de la vulnerabilidad de determinados órganos.
Selye (1979), en cambio, sugiere que todos los organismos pasan a tra-
vés de un «síndrome general de adaptación», que atraviesa tres estados:
Selye (1979) cree que el estrés juega algún papel en el desarrollo de to-
das las enfermedades, y que «estos efectos pueden ser curativos (como
lo ilustran varias formas de estrés inducidos externamente, tales como te-
rapia de choque, terapia física, terapia ocupacional), o perjudicial, de-
pendiendo de si las características reacciones bioquímicas del estrés (por
ejemplo, las hormonas del estrés o las reacciones nerviosas al estrés),
combaten o acentúan la perturbación».
Mientras que Fox (1978) y Selye (1979) destacan las reacciones fisioló-
gicas o corporales y los procesos del estrés, Haney (1977), Kissen (1969)
y otros se han concentrado en los procesos psicológicos que pueden con-
ducir al cáncer. Kissen ha argumentado que los acontecimientos adversos
de la vida y la pérdida de un motivo de amor pueden conducir al cáncer
por los mecanismos psicológicos de «desaliento, depresión y desesperan-
za». Él sugiere que «las adversas situaciones de la vida, en un individuo
con pobres salidas emocionales, y por consiguiente, con capacidad dismi-
nuida para sublimar efectivamente o disipar una situación emocional,
probablemente llevarán a efectos tales como depresión, desaliento y de-
sesperanza. También es posible que las situaciones adversas en la vida
puedan precipitar directamente tales efectos, cualquiera que sea su perso-
nalidad, pero debe concederse que su manifestación es más probable en
aquellos que tienen peores salidas emocionales». Haney (197)) arguye
que las predisposiciones de la personalidad pueden no estar directamente
ligadas al cáncer, pero ayudarán a determinar «los insultos somáticos y
psíquicos a los que los individuos estarán expuestos, y el significado que
tales exposiciones tendrán para el individuo». Probablemente hay un
proceso psicocarcinogénico en operación, que actúa de tal modo que el
estresor y las predisposiciones corporales interactúan co-variando en la
dirección final de un carcinoma, lo uno alimentando a lo otro.
Bacon y sus colegas estaban inclinados a creer que puede haber una co-
nexión entre la psique y el cáncer, y que «es posible que las fuerzas emo-
cionales suministren a veces un catalizador para la reacción cáncer». Le
Shan (1959) fue uno de los primeros en sugerir que el cáncer puede resul-
tar por la pérdida de un ser querido o alguna otra cosa importante, espe-
cialmente en las personas que son propensas a sentimientos de desespe-
ranza, depresión, baja autoestima e introspección. Muchos de los prime-
ros investigadores en este campo han observado que el cáncer parece es-
tar asociado con lo que Kissen (1963) y otros (Dartore y col., 1980) han
designado como «inhibición emocional general, negación y represión».
Kissen (1963) llevó a cabo un estudio con 335 enfermos, de los cuales
161 habían sido diagnosticados de cáncer de pulmón, mientras que los
restantes tenían una enfermedad menos grave. Confeccionó un cuestio-
nario de desorden de la conducta en la infancia y el Maudsley Personality
Inventory, observando que los enfermos de cáncer habían sufrido «una
salida disminuida para la descarga emocional», tanto en su experiencia
infantil, como en su vida adulta actual. El trabajo de Booth (1964), con
la prueba de Rorschach en 93 enfermos de cáncer pulmonar, y 82 enfer-
mos tuberculosos, reveló modelos similares entre los enfermos de cáncer.
Observó que los pacientes de cáncer respondían a las manchas de tinta
de modo muy diferente que los enfermos tuberculosos, destacándose la
represión emocional, la introversión de la cólera, y la vulnerabilidad a la
pérdida emocional.
estudio muestran que los pacientes a los que posteriormente se les encon-
tró tumores benignos de mama, tenían los índices más altos (más estrés),
en la EVRS de Holmes y Rache, que aquellos que teman tumores malig-
nos. Sin embargo, el autor observó que los pacientes a los que posterior-
mente se les encontró un tumor maligno, teman índices más altos de an-
siedad encubierta y en la escala de MMPI. Esto puede ser, posiblemente,
el resultado de que el médico transmitiera, inconscientemente, su propia
ansiedad sobre el abultamiento mamario.
En los años recientes, Greer y sus colegas (Greer y Morris, 1975; Greer,
1979), han llevado a cabo un trabajo continuado. En un estudio reciente
sobre cáncer mamario premórbido, Greer (1979) estudió 160 mujeres in-
gresadas en el hospital para practicarles una biopsia de un tumor mama-
rio... un tumor mamario fue definido como «un tumor palpable con o
sin nódulos axilares palpables, sin adherencias profundas y sin metástasis
distantes», esto es, mujeres con un cáncer de mama muy precoz, que es
operable, o con cualquier otra enfermedad benigna de la mama. Estos
pacientes fueron entrevistados el día antes de que hiciera la biopsia, obte-
niéndose información detallada sobre los acontecimientos estresantes de
sus vidas, (por ejemplo, hechos que les produjeron trastornos emociona-
les graves y prolongados). Estos hechos fueron confirmados por los mari-
dos o por parientes cercanos. Se recogieron también datos psicométricos
adicionales sobre depresión, hostilidad, extroversión, neuroticismo y
otros estados sociales y psiquiátricos. Después de la operación, se obser-
vó que 69 tenían cáncer de mama, y 91 una enfermedad mamaria benig-
na. Los grupos de cáncer y control (es decir, el grupo de benignos), fue-
ron relacionados en la mayor parte de los aspectos (esto es, clase social,
estado marital, etc.), excepto en que los enfermos de cáncer eran signifi-
cativamente más viejos.
« Yo le voy a pedir a Vd. que recuerde los acontecimientos que han ocu-
rrido en su vida, que le hayan hecho sentirse muy preocupado, emociona-
do, estresado, etc. Le voy a pedir a Vd. que me cuente la clase de aconte-
cimientos que le provocaron sentimientos emocionales, la fecha del acon-
tecimiento, y la intensidad y duración de los acontecimientos, y de las
condiciones emocionales. Empezaremos con la infancia y terminaremos
con preguntas sobre su actual situación en la vida.»
Nota. El material de este capítulo ha sido publicado por el autor en el Journal of Human
Stress; al autor le gustaría agradecer a los editores Heldref Publications, el permiso para
su uso aquí.
Referencias
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Los precursores psicosociales del cáncer 39
Los precursores
psicosociales del cáncer
3. Cáncer, estrés y depresión
Linas A. Bieliauskas
Profesor asociado del Rush-Presbyterian-St. Luke's Medical Center. Chicago,
Illinois, EE.UU.
Depresión y cáncer
Se cree corrientemente que la depresión psicológica es un fenómeno fre-
cuente en los pacientes con cáncer. Autores tan antiguos como el propio
Galeno creían que un estado melancólico aumentaba la propensión al
cáncer (Hueper, 1942). Los estudios clínicos efectuados usando la des-
cripción psiquiátrica de depresión, han comunicado su presencia en una
mayoría de los enfermos de cáncer (Fras y col. 1967; Levene y col. 1978;
45
46 Estrés y cáncer
Sin embargo, hay estudios que unen las depresiones pre-mórbidas con
un aumento del riesgo de la mortalidad en el cáncer. Shekelle y col.
(1981), informan sobre un aumento del doble en el riesgo de morir de
cáncer, en un grupo de hombres que dieron altas cifras en la escala de
depresión (D), del MMPI (Halthaway y McKinley, 1951), que fueron me-
didas hacía 17 años. Este riesgo permaneció intacto, cuando se le manejó
para los factores del riesgo bien conocidos, para el cáncer, tales como fu-
mar, consumo de alcohol y edad. No obstante, estudiando ulteriormente
estos datos, observamos que dichas altas marcas no estaban dentro de lo
que es considerado la gama patológica para la depresión (Bieliauskas y
Garrón, 1982). Esto sugirió que, por lo menos en los pacientes cancero-
sos, sería mejor considerar la depresión como una variable continua, más
que una condición patológica presente/ausente, opinión aprobada por
Hoch (1972).
Cáncer, estrés y depresión 47
Estrés y cáncer
Los estudios de los efectos del estrés sobre el cáncer en los seres humanos
recibieron ímpetu a partir de las primeras exploraciones en relación con
la influencia de las pérdidas psicosociales sobre el cáncer (LeShan y
Worthington, 1956). LeShan (1959) llegó a la conclusión que la pérdida
de una relación emocional mayor, antes de la aparición de los primeros
síntomas de cáncer, es uno de los más consistentemente señalados, como
contribuyente psicológico, al riesgo del cáncer. Sin embargo, muchos de
los primeros estudios revisados presentaban dificultades importantes de
48 Estrés y cáncer
No obstante, uno debe tener presente que el tipo de tumor que se estu-
dia también afectará el tipo de resultados que uno observe, cuando el or-
ganismo se expone a los estresores. Los tumores que se presentan espon-
táneamente, responden de modo distinto a los que son inducidos quími-,
camente, o son producidos por trasplante; los primeros tienden a ser faci-
litados por los estresores, mientras que los segundos tienden a ser inhibi-
dos (Newberry, 1981). En los seres humanos, se estaría más afectado con
el estrés social crónico y su influencia sobre los tumores que tienden a
presentarse espontáneamente. Un traslado exacto de la literatura sobre
los hallazgos en animales a los seres humanos, es, por consiguiente, pre-
maturo en la actualidad.
Psiconeuroinmunología
Una vía generalmente propuesta acerca del efecto del estrés psicológico
sobre el cáncer, ha sido el sistema inmunitario. Selye (1979) sugiere que
la liberación de hormonas comúnmente asociadas con el «estrés», parti-
cularmente la ACTH, es el agente probablemente productor del cáncer,
Cáncer, estrés y depresión 51
Una vez más, se subraya que una relación lineal entre el estrés, la activi-
dad de las células NK o los macrófagos, y el efecto sobre el tumor, no ha
sido claramente demostrada. Sin embargo, la evidencia sugiere que hay una
asociación compleja. Además, la investigación actual de tal asociación va
más allá de los citados estudios sobre la actividad de las células NK y los
macrófagos, incluyendo cambios en las células cebadas, niveles de AMP
cíclico intracelular, este. El pensamiento actual sobre estos temas, es bien
revisado por Locke y Kraus (1982) y Borysenko (1982a), quien concluye
(p.33) que «mientras que la incapacidad de arreglárselas con situaciones
estresantes, relativamente recientes, no es biológicamente compatible con
un papel como variable etiológica, es posible, sin embargo, que los cam-
bios endocrinos crónicos, consistentes con una historia vital deficiente de
salir adelante con los problemas, pueden jugar un papel etiológico».
Sin embargo, debe tenerse presente como una advertencia, que Riley
nos recuerda, que las relaciones entre los estresores y los cambios en el
sistema inmunitario, serán relevantes sólo para los tumores que están ba-
jo control inmunológico, parcial o completo. No todos los cánceres son
de este tipo, y nosotros debemos ser cautos en cuanto al conocimiento
adquirido sobre los efectos del estrés en los tumores estudiados en los
modelos animales, los cuales son inducidos y/o implantados y sobre los
papeles potenciales para inferir de ellos relaciones entre los cambios en
el sistema inmunitario humano y la expresión de la neoplasia.
Depresión y estrés
La relación entre los estudios de la depresión y el cáncer, y entre el estrés
y el cáncer, puede inferirse de la discusión anterior. Retornando a mi
punto de partida, parece que aquellos estudios que demuestran una aso-
ciación premórbida o concomitante, entre la depresión psicológica y el
cáncer, identifican un estado de aflicción crónica, parecido a la depre-
sión, como un factor de riesgo (Bieliauskas y Garrón, 1982), o como sin-
54 Estrés y cáncer
Los argumentos avanzados por estos estudios, son sin embargo, menos
relevantes a las tesis fundamentales de este capítulo, esto es, que las defi-
ciencias en el estilo de afrontar los problemas constituyen, a menudo, la
medida convincente en los estudios de depresión y estrés, y cáncer. Aque-
llos estudios se refieren más a cambios con depresión de proporciones clí-
nicas, que a cambios asociados con un estado crónico de disturbios pare-
cidos a la depresión. Los cambios bioquímicos y de conducta no tendrían
por qué ser los mismos en ambas circunstancias. No obstante, en la medi-
da en que se aprecian algunas similaridades entre el abanico de síntomas
de depresión psicológica y respuesta al estrés, existe la sugerencia de que
puede haber alguna base común.
Conclusiones
Basándose en los estudios revisados, parece que están justificados los si-
guientes puntos: (o) no hay evidencia clara de un aumento de la depresión
clínica, como un factor de riesgo para el cáncer o como una característica
prevalente de los enfermos con cáncer; (b) existe evidencia de la existencia
de un estado crónico parecido a la depresión, tanto como un factor de ries-
go para la mortalidad por cáncer, como un síntoma concomitante de mu-
chos enfermos de cáncer; (c) la más significativa relación entre el estrés y el
cáncer parece ser la incapacidad de arreglárselas eficazmente con los con-
flictos, y no a la exposición de los estresores per se; esto es cierto, tanto en
lo que se refiere a los efectos sobre el crecimiento del tumor, como sobre los
cambios hormonales relacionados con el sistema inmunitario, que pueden
afectar a la neoplasia; (d) ambas mediciones de la depresión y del estrés,
en cuanto se relacionan con el cáncer, es probable que sean medidas de un
pobre estilo de enfrentarse con los conflictos, en presencia de los estresores.
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Cáncer, estrés y depresión 59
H.J. Eysenck
Profesor de Psicología del Instituto de Psiquiatría Maudsley Hospital,
Londres, Reino Unido
vamente más alto que los dos grupos control, observando que los subgru-
pos de enfermos de cáncer presentaban medias similares. Dichos autores
concluían: «Aunque la naturaleza de esta asociación no está clara en ab-
soluto, quizás uno puede especular que ciertos factores constitucionales
predisponen a los individuos a desarrollar tumores malignos. La extra-
versión puede ser una manifestación de esta diferencia constitucional, la
cual también puede estar relacionada con la actividad física y hormonal».
Al terminar esta sección, puede ser útil llamar la atención sobre un es-
tudio de Rae y McCall (1973), que relacionan la extroversión y el neuroti-
cismo por un lado, con el hábito de fumar y el cáncer, por otro. Los auto-
res intentan demostrar que una asociación entre el cáncer y la personali-
dad es válida internacionalmente. La extroversión nacional y los niveles
de ansiedad en ocho países avanzados, y las estadísticas sobre el número
de cigarrillos fumados por adulto y por año, en dichos países, fueron
comparadas con las tasas de mortalidad por 100000 habitantes referidos
al cáncer de pulmón (varones y hembras por separado) y el cáncer de cer-
vix (en las hembras solamente).
3. Estrés y cáncer
Se ha observado a menudo en estudios retrospectivos, que los aconteci-
mientos estresantes en la vida preceden frecuentemente a la aparición de
distintas formas de neoplasia (por ejemplo, Bahnson y Bahnson, 1964;
Greene, 1966; Horne y Picard, 1979; Jacobs y Charles, 1980). Greene y
Swisher (1969) investigaron el efecto de los factores genéticos, examinan-
do la aparición de leucemia en gemelos monozigóticos, discordantes en
cuanto a la presencia de la enfermedad, y observaron que el estrés psico-
lógico era un factor importante en el origen de la enfermedad. Las revi-
siones de Bloom y col. (1978) y Fox (1978) dan buena cuenta de esta
literatura.
Parece que la pérdida del cónyuge ha sido uno de los factores estresan-
tes más frecuentemente estudiados, y un cierto número de investigaciones
(Bloom y col. 1978; Green 1966; LeShan, 1966; Lombard y Potter, 1950;
Murphy, 1952; Peller, 1952; Ernster y col. 1979) está de acuerdo en mos-
trar que el cáncer aparece con una frecuencia más alta de la esperada, en-
tre tales individuos. Los estudios retrospectivos están sujetos, por supues-
to, a muchas dificultades (Fox, 1978; Sklar y Animan, 1981), pero el
acuerdo entre ellas parece ser bastante estrecho (pero, ver Kasl, 1983).
Algunas teorías suministran una explicación de la influencia del estrés
emocional, psicosocial, y del estimulado por la ansiedad, sobre el creci-
miento de la neoplasia. Tal estrés produce concentración plasmática
aumentada de corticoesteroides adrenales y otras hormonas, a través de
las bien conocidas vías neuroendocrinas (Riley, 1981). Es sabido que es-
tas concentraciones de corticoides entran en ciertos elementos del aparato
inmunológico, y esto puede dejar al individuo vulnerable a la acción de
virus oncógenos latentes, células cancerosas recientemente transferidas,
u otros procesos patológicos incipientes, que son mantenidos bajo con-
trol por un aparato inmunológico intacto. Riley describe ciertos estudios
que apoyan el punto de vista de que las concentraciones plasmáticas
aumentadas de corticoesteroides adrenales ejercen efectos adversos sobre
el timo y las células T-timodependientes, esto es, elementos que constitu-
yen el mayor sistema de defensa contra diversos procesos neoplásicos, y
otros procesos patológicos. Cita estudios que muestran que la angustia
del estrés puede ser inducida cuantitativamente, y sus consecuencias me-
didas a través de efectos celulares y bioquímicos, siempre contando con
Inventario del estrés-personalidad y cáncer de pulmón 69
Los hechos que ligan el estrés con el cáncer, tanto en los seres humanos
como en los animales, plantean una paradoja para el investigador, por-
que hay una contradicción aparente entre este tipo de trabajo y el referi-
do a la personalidad. Si el estrés puede producir o facilitar el crecimiento
y metástasis del cáncer, entonces se podría esperar que el cáncer estuviera
asociado con altos niveles de neuroticismo y con psicosis. No hay duda
que una condición psicótica es altamente estresora para el individuo al
que concierne, y, de modo similar, es abrumadora la evidencia que un
más alto grado de inestabilidad emocional, tal como se encuentra en los
que dan altas marcas de N, provoca situaciones inductoras de estrés, y
aumenta el nivel de estrés experimentado por el individuo. Así pues, no-
sotros tenemos una aparente contradicción, en el sentido de que aquellos
rasgos de la personalidad que generan estrés en el individuo, también, al
parecer, sirven para protegerle contra el cáncer, a pesar del hecho que el
estrés se muestra frecuentemente como inductor del cáncer. ¿Existe una
explicación para esta contradicción aparente?
Parece existir un paralelo notable entre los efectos del estrés sobre las
funciones neuroquímicas, hormonales e inmunológicas. Como indican
Sklar y Anisman (1981): «El estrés agudo lleva a la depleción de catecola-
minas y aumento en acetilcolina, síntesis aumentada y secreción de hor-
monas, e inmunosupresión. Las adaptaciones en estos mecanismos bioló-
gicos, son observadas con el estrés crónico, de tal modo que los niveles
normales de funcionamiento o alteración, opuestos a aquellos inducidos
por el estrés agudo, son evidentes» (p. 391). Podemos concluir, pues, que
70 Estrés y cáncer
hay alguna evidencia de que el estrés agudo produce crecimiento del tu-
mor, el estrés crónico su reducción, y también que el estrés agudo exacer-
ba las metástasis, mientras que el estrés crónico las inhibe. Como ha se-
ñalado Eysenck (19836): «nosotros podemos llamar quizás a este efecto,
un efecto de inoculación»; es como si la experiencia previa del estrés, ino-
culara al animal contra los estrés subsiguientes, haciéndolos menos efec-
tivos, o revirtiendo los cambios biológicos producidos» (p. 128).
4. Extroversión-introversión: el condicionamiento
de la reacción inmune
La posible mediación de la relación personalidad —cáncer con respecto
al neuroticismo, mediante la vía del efecto de inoculación, por supuesto
que no explica la correlación entre extroversión y cáncer, por lo que hay
que elaborar una teoría alternativa y completamente diferente. De nuevo,
esto debe ser, inevitablemente, completamente especulativo, porque, has-
ta la fecha, nadie ha ofrecido ningún pensamiento constructivo a esta re-
lación. Eysenck ha sugerido (1984) una posibilidad que deriva del hecho
bien establecido, que los introvertidos tienen niveles más altos de descan-
so de la estimulación cortical, que los extrovertidos (Eysenck, 1967,
1981), y que el condicionamiento pavloviano es facilitado por altos nive-
les de estimulación. Las predicciones resultantes de que los introvertidos
tenderían a ser condicionados mejor que los extrovertidos, han encontra-
do considerable apoyo (Levey y Martin, 1981), y mientras que existen
muchas reservas relacionadas con la fuerza del estímulo no condiciona-
do, la naturaleza apetitiva o aversiva del estímulo, etc., en conjunto, pue-
de decirse que esta generalización es válida para muchos propósitos. Es-
tos hallazgos son muy relevantes para una consideración de la relación
entre personalidad y cáncer de pulmón, porque existe buena evidencia de
que las reacciones inmunitarias pueden ser condicionadas, usando para-
digmas pavlovianos (Ader, 1981, Ader y Cohen 1975; Rogers, y col.
1976; Wayner y col. 1978; Cohen y col. 1979). La evidencia existente su-
giere que las células carcinogenéticas continúan produciéndose en el or-
ganismo sobre una base más o menos fortuita, y que la influencia de la
reacción del sistema inmunitario, es fundamental en cuanto a decidir si
dichas células se desarrollarán o no en carcinomas metastásicos. De aquí
que cualquier cosa que pueda influir el desarrollo de las reacciones inmu-
nitarias, es de vital importancia en el estudio del desarrollo del cáncer.
Si es, en verdad, cierto, como parece serlo, que la reacción inmunitaria
puede ser condicionada, entonces obviamente las diferencias individuales
en la condicionabilidad, tendrían efectos de mucho alcance sobre el desa-
rrollo de los cánceres. Si los introvertidos tienen éxito en desarrollar las
reacciones inmunitarias más rápidamente, más fuertemente y más dura-
deramente que los extrovertidos, entonces tendríamos aquí una explica-
ción de la correlación entre cáncer y extroversión.
Inventario del estrés-personalidad y cáncer de pulmón 73
Figura 4.1. Análisis de las sendas de los factores que enlazan el estrés, la perso-
nalidad, el fumar y el cáncer de pulmón.
implicados en la producción del cáncer; (2) que los factores genéticos es-
tán implicados en el mantenimiento del hábito de fumar; (3) que los fac-
tores genéticos llevan en sí mismos el desarrollo de la personalidad; (4)
que la personalidad está relacionada con fumar; (5) que la personalidad
está relacionada con el cáncer de pulmón; (6) que el estrés está relaciona-
do con fumar; y (7) que el estrés esta relacionado con el cáncer de pul-
món. Además, nosotros deberíamos ser capaces de indicar los factores
causales experimentalmente establecidos, que median algunas de estas re-
laciones. Ya hemos discutido los apartados (5) y (7); continuaremos aquí
con algunos de los puntos restantes.
78 Estrés y cáncer
Muchos otros estudios son citados por Eysenck (1984), para demos-
trar la determinación genética del cáncer. Burch (1976) concluye de estos
estudios que: (a) el hábito de fumar y el cáncer de pulmón están aso-
ciados positivamente; (b) ciertos genes predisponen al cáncer de pul-
món; (c) ciertos genes predisponen al hábito de fumar; (d) la neta aso-
ciación familiar positiva, entre el cáncer de pulmón y todas las causas de
muerte, está basada genéticamente, (e) la neta asociación familiar posi-
tiva, entre el cáncer de pulmón y todos los cánceres, tiene una base gené-
tica; (/) la neta asociación familiar positiva, entre el cáncer de pulmón
y las enfermedades respiratorias letales no malignas, tiene una base gené-
tica; y (g) la neta asociación familiar negativa entre el cáncer de pulmón
y otras enfermedades letales, distintas a las señaladas en (e), tiene una ba-
se genética... aunque estos datos apoyan las hipótesis genéticas de asocia-
ción positiva y negativa, entre el hábito de fumar y el cáncer de pulmón,
eso no excluye, sin embargo, la existencia de factores causales adicio-
nales».
Inventario del estrés-personalidad y cáncer de pulmón 79
6. Sumario y conclusiones
La teoría aquí desarrollada concierne a las varias relaciones causales en-
vueltas en el desarrollo del cáncer de pulmón, del estrés, la personalidad
y el fumar. Independientemente de si es cierto o no que el fumar «causa»
el cáncer de pulmón, está perfectamente claro que, incluso si hubiera un
efecto causal de este tipo, éste no es ni necesario ni suficiente para la pro-
ducción de carcinomas, ya que el cuadro es mucho más complejo que el
sugerido por cualquier hipótesis ingenua. Mientras que la teoría aquí pre-
82 Estrés y cáncer
Como indica Eysenck (1984): «Así pues, tenemos cuatro factores sepa-
rados, los cuales pueden estar relacionados con el estrés y la personali-
Inventario del estrés-personalidad y cáncer de pulmón 83
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5. Metodología en los estudios de
cáncer y acontecimientos de la
vida
E. S. Paykel.
Profesor de Psiquiatría
y
B. M. Rao.
Asistente de Investigación
Departamento de Psiquiatría St. George's Hospital Medical School, Londres,
Reino Unido
Recogida de datos
El problema más sobresaliente es el de la recogida de datos. Los estudios
prospectivos son difíciles. Es posible reunir datos prospectivamente, para
examinar los efectos del estrés sobre la evolución posterior de la maligni-
dad que ya está presente (Funch y Marshall, 1983). Sin embargo, cuando
se estudia el comienzo de la enfermedad maligna, los estudios prospecti-
vos de los acontecimientos de la vida son raras veces realizables. Es fácil
identificar sujetos apropiados que han experimentado un acontecimiento
de la vida importante, y es fácil, al menos en teoría, seguir observándo-
los, pero la aparición de cáncer en ellos no es frecuente, por lo que hay
que disponer de grandes muestras. Esto es posible solamente en los estu-
dios de registro de lazos de unión entre la presentación de cáncer y los
acontecimientos de la vida de importancia, los cuales pueden ser obteni-
dos de documentos oficiales, tales como la muerte del cónyuge del sujeto,
pero no es posible, sin embargo, para la mayoría de los acontecimientos
de la vida. Por consiguiente, la mayoría de los estudios requieren la reco-
gida retrospectiva de información de los acontecimientos, después que el
hecho ha ocurrido, usualmente comparando los sujetos afectos de la en-
fermedad, y los controles. Incluso en los estudios prospectivos de los re-
sultados, la información sobre los hechos recientes de la vida se reúne por
lo general retrospectivamente: uno no puede conocer el acontecimiento
hasta que ha ocurrido.
CUESTIONARIOS DE AUTOINFORMES
Un importante paso adelante en la investigación de los acontecimientos
de la vida, lo constituyó la publicación del bien conocido trabajo de Hol-
mes y Rahe (1967). Basándose en los trabajos previos de Thomas Holmes
y colaboradores y en los estudios anteriores de Hinkle y Wolf (Hinkle,
1974), se preparó una lista de 43 acontecimientos de la vida, el Itinerario
de experiencia reciente. Esta lista fue sometida a 394 sujetos, a quienes
se les pidió que tasaran la cantidad de ajustes que tuvo que hacer cada
uno de ellos a los cambios ocurridos en su vida, en relación con el matri-
monio, al cual se le asignó una marca de 50. Usando el tanteo medio, se
obtuvo una escala que varió entre 100 para la muerte de un cónyuge y
11, para violaciones menores de la ley. La lista de acontecimientos de la
vida, clasificada como un cuestionario de papel y lápiz, se usó en otros
estudios, para registrar los acontecimientos que habían sido experimenta-
dos por los sujetos en periodos de tiempo reciente; a los acontecimientos
se les asignaron los valores obtenidos en estudios anteriores y fueron su-
mados, para dar el total de las «unidades de crisis de la vida», relacionan-
do estos valores con el comienzo de enfermedades físicas de diversos ti-
pos (Rahe y Arthur, 1968; Rahe y col., 1967, 1974).
Este método dio ímpetu para la realización de una gran cantidad de in-
vestigación sobre desórdenes somáticos y psiquiátricos, usando el mismo
cuestionario (Lundberg y col., 1975: Bruhn y col, 1972: Garrity y col.,
1978: Jacobs y Charles, 1980; Hendrie y col., 1975; Isherwood y col.,
1982; Thomson y Hendrie, 1972). Se ha ideado un cierto número de cues-
tionarios similares sobre los acontecimientos de la vida, que se han usado
en diversos estudios (Cochrane y Robertson, 1975; Grant y col., 1974;
Tennant y Andrews, 1976).
A su debido tiempo, como ocurre a menudo con las innovaciones, la
técnica de Holmes y Rahe ha empezado a ser criticada (Brown, 1981;
Dohrenwend y Dohrenwend, 1981). Algunas de estas críticas se refieren
a la cuantificación, y serán tratadas más adelante. Otras se refieren a la
lista específica de acontecimientos de la vida, la cual tiene deficiencias,
particularmente en que algunos de los apartados, tales como el cambio
en la pauta del sueño, son probablemente más síntomas que aconteci-
mientos (Hudgens, 1974). Las listas posteriores de los acontecimientos de
la vida han tendido a ser más selectivas en este sentido, aunque también
de una manera más extensa globalmente.
Una crítica más básica concierne al método del autoinforme y ésta se
aplica más generalmente al cuestionario del papel y lápiz de los acontecí-
Metodología en los estudios de cáncer y acontecimientos de la vida 95
MARITAL
55. Matrimonio
56. Discusión grave con el cónyuge.
«La discusión grave» es un altercado en un solo sentido, o interactivo, que
afecta seriamente la conducta de uno de los dos cónyuges, durante un míni-
mo de cinco días.
57. Separación marital de un mes, no debido a discusión. No se anota si se ha
mantenido algún contacto regular, o el cónyuge ha estado trabajando fuera,
pero ha estado en el hogar los fines de semana, o el cónyuge o el entrevistado
estuvo en el hospital, pero ha sido visitado regularmente.
Las técnicas que se han usado, agrupadas desde la más general a la más
individual, son: graduación del consenso; categorización de los aconteci-
mientos en grupos; juicios contextúales de amenaza; juicios subjetivos
personales, hechos por los sujetos que experimentaron los acontecimien-
tos. Trataremos brevemente cada uno de estos asuntos. Las técnicas ge-
neralizadas son menos sensitivas, pero los métodos individualizados tie-
nen más tendencia al sesgo.
(1978) han argumentado que los acontecimientos no son sumables, sino que
una vez que se ha sufrido un acontecimiento individual importante, los
otros no importan mucho. Este argumento no ha sido probado críticamente
en estudios empíricos, pero la evidencia sugiere que los acontecimientos
adicionales hacen sus aportación. Hay otros problemas con los resultados
de la suma de los acontecimientos, dado que empíricamente ellos están muy
correlacionados con el número de acontecimientos comunicados (Skinner y
Lei, 1980). La variación en la suma de las cargas de los acontecimientos está
limitada por la omisión de acontecimientos triviales, y por la infrecuencia
de acontecimientos más graves, tales como la muerte. Hay una variación
considerable en el número de acontecimientos, dentro de un estrecho mar-
gen de estrés moderado, y esto es válido para la mayoría de las variacio-
nes en el resultado total. Los resultados de la suma total son un perfeccio-
namiento con respecto a las cuentas de los acontecimientos, pero solamente
hasta cierto grado. Su principal valor lo tiene en aquellas situaciones en
que es necesario algún tipo de valoración continua, para el análisis de cier-
tos parámetros. No es prudente depender enteramente de ellos.
Población
Categoría del Depresión Diferencia de la
general
acontecimiento (N= 185) significancia
(N= 185)
Salidas 46 9 <0,01
Entradas 21 18 NS
Indeseables 82 31 <0,01
Deseables 6 10 NS
Así pues, hay una serie de métodos, en los cuales la sensibilidad cre-
ciente va acompañada por el aumento del riesgo de sesgo, y falsificación
retrospectiva, debidos al comienzo de la enfermedad. Cada método es le-
gítimo en circunstancias apropiadas; cada uno tiene sus problemas. Lo
mejor es usar más de un método en cualquier estudio, y probablemente
el mejor compromiso es analizar independientemente con un método li-
bre de sesgo, tal como el de los acontecimientos categorizados, y con otro
más sensitivo, tal como el del juicio de la amenaza contextual. La eviden-
cia actual sugiere que los diferentes métodos tienden a producir los mis-
mos resultados (Paykel, 1983).
Veracidad y validez
Ha habido un número moderado de estudios sobre la veracidad y la vali-
dez de la recogida de datos de los acontecimientos de la vida, derivados
de los estudios de enfermedad psiquiátrica y física. Estos son revisados
más detalladamente en otra parte (Paykel, 1983). La tabla 5.2 señala los
hallazgos de los estudios de veracidad, en su mayoría de prueba-
contraprueba. En esta, y en las tablas subsiguientes, donde ello es posi-
ble, se suministra el porcentaje de concordia, basándose en la proporción
de acontecimientos notificados en cada ocasión, que se comunican en
ambas, pero en muchos de los estudios solamente se señala una correla-
ción. Los estudios son divididos en aquellos que usan un método de auto-
informe, sobre todo el cuestionario de Homes y Rahe, y los que usan el
método de la entrevista. Un cierto número de estudios ha usado métodos
intermedios, tales como entrevistar solamente sobre acontecimientos se-
ñalados como ocurridos, en un cuestionario de auto-informe, o una en-
trevista muy estandarizada, sin comprobación. Ha sido necesaria la sim-
104 Estrés y cáncer
Auto-informe
Casey y col. (1967) 9 meses 0,74†
Thurlow (1971) 2 semanas 0,78†
2 aflos 0,07-0,34†
McDonald y col. (1972) 6 meses 0,48-0,60†
Jenkins y col. (1979) 9 meses 0,38-0,45†
Horowitz y col. (1977) 6 semanas 0,71-0,90†
Intermedio
Steele y col. (1980) 10 días
Valor total 0,89-0,94†
Acontecimientos específicos 70 %
Entrevista
Paykel (1983) Interclasificador
Acontecimientos específicos 95 %
Mes del acontecimiento 85 %
Auto-informe
Jenkins y col. (1979) 9 meses 34 %-46 % 4 %-5 %
Uhlenhuth y col. (1977) 18 meses 66% 4%
Monroe (1982) 8 meses 36% 5%
Intermedio
Henderson y col. (1981) 12 meses 32 % 3%
Entrevista
Paykel (1980) 6 meses 9% 1%
Schmid y col. (1981) 6 meses 62% 10%
Brown y Harris (1978) 6 meses 8% 1%
Brown y Harris (1982) 1 año 34 % 3%
Auto-informe
Rahe (1974) 0,07-0,75†
Yager y col. (1981) 35 %
Intermedio
Schless y Mendels (1978) 43 %
Entrevista
Hudgens y col. (1970) 57 %
Brown y col. (1973)
Esquizofrenia 3 meses 81%
Depresivos 1 año 79%
Brown y Harris (1982) 78 %
Neugebauer (1983) 22 %
Selección de controles
La necesidad de grupos de control en el estudio de los acontecimientos
de la vida, es obvia, ya que los acontecimientos que ocurren en los pa-
cientes, también ocurren frecuentemente en los no enfermos, y en la po-
blación en general. El emparejamiento de los controles, basándose en las
variables demográficas, es importante. El tipo de acontecimientos que
puede ocurrir, estará influido por la situación de fondo del sujeto, inclu-
yendo la edad (los adolescentes experimentan acontecimientos algo dife-
rentes que los de mayor edad), el sexo, si están o no casados, y si el sujeto
tiene o no niños. Lo que es menos obvio, y no está completamente expli-
cado, es la tendencia general de los sujetos más jóvenes, a referir más
acontecimientos que los sujetos más viejos, tanto entre los pacientes, co-
Metodología en los estudios de cáncer y acontecimientos de la vida 107
Acontecimientos remotos
Los problemas que se presentan al estudiar los acontecimientos de la vida
reciente, aumentan cuando se estudian los sucesos remotos. Las técnicas
que se han descrito con anterioridad, son probablemente fiables sólo
cuando se refieren a entrevistas sobre hechos ocurridos hace unos dos
años aproximadamente antes de la entrevista, y es mejor que se las reser-
ve para períodos más recientes que aquel.
Los estudios de acontecimientos antiguos de la infancia, llevan consigo
diferentes trampas metodológicas (Granville-Grossman, 1968). Ha habi-
do muchos estudios sobre pérdidas tempranas de seres queridos y trastor-
nos psiquiátricos (Paykel, 1982). Debe tenerse un cuidado especial para
lograr los controles. Las tasas de aflicción de la infancia tienden a ser más
altas en las personas mayores, nacidas en décadas anteriores, ya que las
tasas de mortalidad en los adultos jóvenes han declinado progresivamen-
te a lo largo de este siglo, excepto durante los períodos de guerra. Las
tasas de divorcio, por el contrario, han aumentado. Las tasas de muerte
también tienden a ser más elevadas en las clases sociales bajas, y en cier-
tas áreas. Altas tasas de aflicción en la infancia, tienden a ser encontradas
en situaciones asociadas con mayor edad de los padres, y en condiciones
genéticas con terminación fatal, de las que pueden sufrir tanto los padres
como los hijos. La pérdida por muerte debe distinguirse de la pérdida por
otras causas, tales como separación matrimonial: esta última puede ser
mediada en parte por la personalidad, y por el medio social general.
Los aspectos cualitativos del ambiente familiar infantil, las relaciones
padre-hijo y la educación temprana, estudiadas retrospectivamente en los
Metodología en los estudios de cáncer y acontecimientos de la vida 109
Conclusiones
Este capítulo ha tratado sobre la metodología empleada para valorar los
acontecimientos de la vida, en los estudios de la malignidad. Existen tres
cuestiones importantes. La primera y fundamental se refiere a la fiabili-
dad de la recogida de datos. Los cuestionarios autoinformes son inade-
cuados; debe ser usada alguna forma de método de entrevista, preferible-
mente una que permita suficiente comprobación para poder establecer
los detalles. El segundo asunto se refiere a los acontecimientos que son
consecuencia de la enfermedad. Los acontecimientos deben ser documen-
tados en relación con el momento del comienzo de la enfermedad, y los
acontecimientos que están probablemente causados por la enfermedad,
deben ser eliminados. La tercera cuestión se refiere a la cuantificación.
Existen métodos alternativos, desde la valoración por consenso, hasta la
categorización de los acontecimientos, y juicios contextúales, con respec-
to a la presentación de los acontecimientos individuales, siendo mejor
usar más de un método. Es también necesaria una selección cuidadosa de
muestras de controles bien emparejados. La valoración de las situaciones
estresantes persistentes, y de acontecimientos remotos, es más difícil. En
cuanto a los acontecimientos recientes de la vida, una atención cuidadosa
a los métodos de entrevista empleados, permite obtener una acumulación
de información válida y fiable.
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Sección 3
Procesos psicofisiológicos
6. Patología y estrés: interacciones
inmunológicas con el sistema
nervioso central
Estudios clínicos
Se han usado diferentes enfoques para investigar la influencia de las va-
riables psicológicas sobre la inmunocompetencia, incluyendo estudios de
casos, así como análisis epidemiológicos y clínicos. Aunque se han hecho
diversos intentos para relacionar los factores psicológicos y los cambios
en los acontecimientos de la vida, con la presentación de desórdenes rela-
cionados inmunológicamente usando análisis prospectivos y pronósticos,
la mayor atención ha sido dedicada a los análisis restrospectivos. Las va-
loraciones de los cambios recientes en la vida de los individuos, han reve-
lado que una alta incidencia de acontecimientos estresantes está asociada
con la depresión (Brown, 1979; Paykel y col., 1969), la enfermedad infec-
ciosa (Boyce y col., 1977; Meyer y Haggerty, 1962), la artritis (Riman y
col., 1979; Solomon, 1981), la esclerosis múltiple, y varias formas de cán-
cer (Bahnson y Bahnson, 1969; Fox, 1981; Horne y Picard, 1979).
ENFERMEDADES INFECCIOSAS
Las enfermedades infecciosas constituyen un gran grupo heterogéneo de en-
fermedades causadas por virus, bacterias, hongos, que pueden afectar vir-
tualmente a todos los sistemas orgánicos del cuerpo. Dependiendo de la
naturaleza del agente patógeno (esto es, virus, versus, bacterias), se produ-
cirán procesos humorales, o mediados por células para defender al organis-
mo, frente a la infección. Se han investigado varias de las enfermedades in-
fecciosas más comunes, con respecto al papel que juegan los factores psi-
cológicos en cuanto a comprometer los sistemas de defensa del huésped.
TRASTORNOS ALÉRGICOS
La alergia o hipersensibilidad constituye un problema de salud significa-
tivo, ya que del 15 al 20 % de la población sufre por lo menos una forma
de trastorno alérgico (Mathews, 1982), y se admite ordinariamente que
la hipersensibilidad puede estar influida por factores psicológicos. La
forma más común de alergia es debida a una reacción de hipersensibili-
dad inmediata del tipo 1, que se traduce en los síntomas de la fiebre de
heno, asma o urticaria. Esta reacción es mediada por anticuerpos que
causan una respuesta inflamatoria inmediata, que puede ser localizada
(rinitis), o sistémica (anafilaxia) (Bellanti, 1978). Después de la introduc-
ción de un alérgeno en el cuerpo, por inhalación o por ingestión, los lin-
focitos B se dividen y forman células productores de IgE. Las moléculas
de IgE se unen a las células cebadas en el pulmón, piel o tejidos nasales,
durante varias semanas. Al exponerse de nuevo al alérgeno, se une a las
células cebadas dando lugar a la liberación de histamina y otros mediado-
res, produciendo síntomas de alergia a los pocos minutos de la exposi-
ción. Los síntomas de alergia debidos a reacciones de hipersensibilidad
Patología y estrés: interacciones inmunológicas con el SNC 121
El asma bronquial hace mucho tiempo que se considera que está aso-
ciado con conflictos familiares, estado de dependencia y estimulación
emocional elevada (Weiner, 1977). Por ejemplo, Purcell y colaboradores
(1962) informaron que los ataques asmáticos en los niños, fueron provo-
cados por la risa o el llanto, y tanto por estados placenteros como desa-
gradables, tales como cólera y ansiedad. Además, la separación de un pa-
dre, o el cónyuge, o la anticipación de tal suceso, contribuye al comienzo
de un ataque, en hasta el 50 % de los pacientes (Weiner, 1977). La reac-
ción a estos acontecimientos estresantes, es mediada entre otras cosas,
por el estilo individual de enfrentarse con los problemas. De Araujo y
col. (1972) anunciaron que los enfermos asmáticos, con una baja capaci-
dad de resolver sus problemas, para controlar sus síntomas necesitaban
dosis más altas de medicación que aquellos que se enfrentaban bien a los
mismos.
ENFERMEDADES AUTOINMUNES
El principio del «horror autotoxicus» descrito por vez primera por Ehrlich
en 1900, señala, que, en general, un organismo no puede responder inmu-
nológicamente a grupos químicos de su propio organismo (Rose, 1981).
Esto es, en la mayoría de las circunstancias, el organismo no produce auto-
anticuerpos, y es, por consiguiente, tolerante de sus propios tejidos. Sin
embargo, se ha reconocido recientemente, que en algunas circunstancias,
el organismo comienza a atacar sus propias células, tanto por la produc-
ción de anticuerpos, como en los procesos mediados por células, resultando
en la producción de una enfermedad autoinmune. Por lo general de acuerdo
en que los desórdenes autoinmunes incluyen la artritis reumática, la miaste-
nia gravis, y el lupus eritematoso, y, además, la autoinmunidad ha sido
implicada en la etiología de la esclerosis múltiple y la enfermedad de Grave,
un trastorno que afecta al tiroides (Bellanti, 1978; Rose, 1981).
Los estudios clínicos han tendido apoyar relatos anecdóticos, que su-
gieren que los estados psicológicos influyen sobre el curso de la esclerosis
124 Estrés y cáncer
CÁNCER
La contribución de las influencias psicosociales sobre el curso de las en-
fermedades neoplásicas, ha recibido considerable atención (véase resú-
menes de Fox, 1981; Riley, 1981; Sklar y Animasn, 1981). Como en el
caso de otras enfermedades inmunes, los datos derivados de las investiga-
ciones clínicas son a menudo contradictorios, y difíciles de interpretar.
Patología y estrés: interacciones inmunológicas con el SNC 125
Con el fin de que una malignidad se desarrolle, debe haber una disfun-
ción del sistema de defensas del huésped, y es este aspecto del proceso
canceroso, el que puede ser particularmente vulnerable a la influencia de
los factores psicológicos. Basado en investigaciones retrospectivas, los
pacientes de cáncer de mama han sido descritos como masoquistas, cons-
treñidos emocionalmente, e incapaces de entenderse con la cólera o la
hostilidad (Bahnson y Bahnson, 1969; LeShan, 1966; Woth, 1976). En
contraste con esto, en estudios prospectivos, no se observó que estos pa-
cientes difiriesen de los controles, con respecto a la hostilidad o el neuro-
ticismo, aunque experimentaban dificultad en expresar emociones fuer-
tes, y en particular la cólera (Greer y Morris, 1975; Morris y col., 1981).
Del mismo modo, las mujeres con cánceres ginecológicos se han decrito
a sí mismas como más controladas, menos agresivas, y más perfeccionis-
tas, que los controles (Mastrovito y col., 1979; Schmales e Iker, 1966).
La expresión emocional restringida, ha sido asociada con el cáncer de
pulmón, y los pacientes con cáncer pancreático dieron resultados más ele-
vados en la escala de depresión del MMPI, que los controles (Fras y col.,
1967; Kissen, 1967). Se ha sugerido que el bloqueo de la expresión perso-
nal, que parece ser característico de los enfermos de cáncer, representa
un estado de estrés crónico, y como tal, el curso de la neoplasia puede
ser influenciado por alteraciones endógenas de los transmisores, hormo-
nales, inmunológicos, que están asociados con acontecimientos estresan-
tes (Grossarth-Maticek y col., 1982).
Aunque los enfermos con tumores malignos pueden diferir de los con-
troles en algunas dimensiones de la personalidad, no se observó en estu-
dios retrospectivos y prospectivos relación alguna entre el cáncer de ma-
Patología y estrés: interacciones inmunológicas con el SNC 127
Procesos fagocíticos
Las células fagocíticas del sistema inmunitario constituyen la vanguardia
de la defensa contra diversos patógenos, y diversos informes recientes
han sugerido que las funciones fagocíticas están sujetas a la influencia de
los estresores. En una serie de experimentos, Palmblad y sus colaborado-
res (Palmblad y col., 1976; 1979a; 19766) sometieron a unos voluntarios
a privación de sueño, y les pidieron que rellenasen diversos cuestionarios,
y realizasen diversas tareas de vigilancia. Durante un periodo de priva-
ción de 72 horas, la capacidad de fagocitar a los estafilococos estaba dis-
minuida, en comparación con los niveles observados antes de la prueba;
y después de la recuperación, la tasa de fagocitosis aumentó por encima
de la línea de base (Palmblard y col., 1976). En un estudio posterior no
se detectaron diferencias en la adherencia de los granulocitos durante las
48 horas de privación de sueño (Palmblad y col., 1979a). Esta discrepan-
cia puede indicar que la disminución de la fagocitosis depende de la dura-
ción del estresor, o es debida a las diferentes técnicas empleadas para va-
lorar la función granulocítica.
Existen informes que asocian el estrés del vuelo espacial con el funcio-
namiento inmunológico. En relación con los niveles anteriores al vuelo,
las cifras totales de los leucocitos de los astronautas del Apolo, aumenta-
ron inmediatamente después del amerizaje y recuperación, retornando a
la normalidad, en unos cuantos días (Fischer, y col., 1972). En un infor-
me posterior, se observó que después de prolongados períodos en el espa-
cio (59 días), los astronautas del Skylab presentaron una marcada eleva-
130 Estrés y cáncer
ción de los leucocitos, y un ulterior análisis indicó que esto era debido
al aumento del número de los granulocitos (Kimzey y col., 1976).
Bajo condiciones estresantes de largo plazo, que han sido valoradas por
escalas de los acontecimientos de la vida, las respuestas de los anticuerpos
son relativamente resistentes al cambio. Locke y Hessel (1977) comunica-
ron que no había asociación entre los valores de los aconte-
cimientos de la vida estresantes comunicados, y la respuesta individual en
anticuerpos, como consecuencia de la inoculación de virus; observación
que ha sido confirmada en investigaciones subsiguientes (Greene y col.,
1979; Roessler y col., 1979). Sin embargo, entre los sujetos que comuni-
caron altos niveles de estrés, durante las dos semanas siguientes a la re-
inoculación de virus, los títulos de anticuerpos estaban disminuidos (Locke
y col., 1979). Aunque los niveles de estrés per se pueden no estar ligados
fuertemente a las alteraciones en los niveles de inmunoglobulinas, se ha
comunicado que la fuerza del ego está correlacionada positivamente con
las respuestas de anticuerpos (McClelland y col., 1980), sugiriendo que
la forma de resolver los problemas puede ser un factor importante como
mediador de las reacciones de anticuerpos al estrés (Locke, 1982). Tam-
bién se observan niveles elevados de IgA en mujeres que dieron valores
elevados, en la supresión de la cólera, mientras aguardaban que se les prac-
ticase una biopsia de cáncer. Se observó esta relación independientemen-
te de si el diagnóstico final fue maligno o benigno (Pettingale y col., 1977).
Estudios en animales
Los datos de los estudios experimentales en el hombre, indican que la su-
presión de la actividad de los linfocitos y de los monocitos, asociadas a
los estados de estrés, pueden ser responsables de la exacerbación de los
síntomas de diversas enfermedades. Se dispone de limitada información,
sin embargo, concerniente a las condiciones por las cuales provocan los
estresores las alteraciones en el funcionamiento inmune, y la naturaleza
de las investigaciones clínicas imposibilita un análisis invasivo de los pro-
cesos inmunes. Consecuentemente, la mayoría de los datos disponibles
concernientes a la relación entre el estrés y la inmunidad, proceden de los
estudios en animales.
SUSCEPTIBILIDAD A LA ENFERMEDAD
Los estudios realizados con diversas especies animales, han confirmado que
los estresores aumentan la susceptibilidad a los trastornos infecciosos. El
entrenamiento de evitación (6 horas por día), durante 2 a 4 semanas antes
de la inoculación de virus, aumentó la susceptibilidad al herpes simple (Ras-
musen y col., 1957), poliomielitis (Johnson y Rasmusen, 1965), y virus
Coxsakie B (Johnson y col., 1963). Igualmente, la susceptibilidad al her-
pes simple aumentó por la restricción física (Friedman y col., 1965),
Patología y estrés: interacciones inmunológicas con el SNC 133
Aunque la aceleración del crecimiento del tumor incitada por los estre-
sores, puede ser resultado de una gran cantidad de variables, se ha consi-
derado la posibilidad de que la supresión del sistema inmunológico pro-
vocada por la estimulación aversiva, era responsable de los cambios tu-
morgénicos (Riley, 1981; Tiley y col., 1981). Según Riley y sus colabora-
dores (Riley y Spackman, 1977; Riley y col., 1979), los estresores aumen-
Patología y estrés: interacciones inmunológicas con el SNC 135
taran el desarrollo del tumor, si éste está bajo el control parcial o comple-
to, del sistema inmunitario. La liberación de corticosterona, inducida por
un estresor, se piensa que resulta en inmunosupresión (véase más adelan-
te), permitiendo de ese modo el aumento del desarrollo del tumor, con
tal de que el sistema inmunitario limite ordinariamente el crecimiento de
este particular tipo de tumor. De acuerdo con esta posición, se demostró
que en dos subcepas de ratón C3H, la exposición al estrés de rotación
aumentó el crecimiento de un linfosarcoma, que no era histocompatible
con el huésped, pero este tratamiento tuvo poco efecto, cuando los dos
fueron histocompatibles. En un segundo estudio, se demostró que el es-
trés en forma de un reto de inoculación viral aceleró el crecimiento de un
melanoma no pigmentado, en la línea de ratón C57B1/6, pero no tuvo
efecto sobre el desarrollo de un melanoma pigmentado, que es más histo-
compatible (Riley, 1981). Mientras que estos datos son ciertamente im-
presionantes, debe subrayarse que son posibles interpretaciones alternati-
vas de estos experimentos. Por ejemplo, en el último estudio, el melano-
ma pigmentado se desarrolló más rápidamente que el melanoma no pig-
mentado, y de ahí que cualquier aumento del crecimiento, que pueda ser
producido potencialmente por el estresor, estaba excluido. En el estudio
anterior, existe la posibilidad que las diferencias en las dos subcepas de
ratones (por ejemplo, la reactividad al estímulo aversivo, diferencias en
el estado químico endógeno, distintos del funcionamiento inmunitario,
etc.), pudieron haber sido responsables de las diferencias observadas.
Además, se ha demostrado que manipulaciones tales como la adrenolec-
tomía, no previenen los efectos de los estresores en el desarrollo de los
tumores (Peters y Kelly, 1977), y que el aumento del crecimiento de los
tumores inducido por el estrés, se ha observado usando tumores singéni-
cos (es decir, donde la línea de las células y el huésped son compatibles,
y que este efecto no pudo ser revertido, por la reconstitución de las célu-
las singénicas del bazo (Jamasbi y Nettesheim, 1977). A pesar de estas ad-
vertencias, los datos presentados por Riley y sus colaboradores cierta-
mente son consistentes con el criterio de que los estresores pueden influir
sobre el curso del crecimiento neoplásico.
PROCESOS FAGOCÍTICOS
En paralelo con las investigaciones humanas, los experimentos animales
han indicado que diversos aspectos de la inmunocompetencia son altera-
dos por las manipulaciones estresoras. Después de la exposición al cho-
que escapable señalizado, los animales inyectados previamente con el
agente inflamatorio glicógeno mostraron funciones fagocíticas dañadas
(Bassett y Tait, 1981). El número de polinucleados en el torrente circula-
torio, y en el sitio de la inyección, estaba notablemente reducido, cuando
se midieron a las 6 a 36 horas siguientes al fin de la sesión de estrés. Los
monocitos, precursores de los macrófagos, estaban también reducidos en
el sitio de la inyección, y todos estos datos reunidos indican que la migra-
ción de las células fagocíticas a un antígeno fue interrumpida por el es-
trés. Tanto la sujeción, como el hacinamiento, alteran también significa-
tivamente la respuesta de los macrófagos a la estimulación antigénica.
(Gisler, 1974; Teshima y col., 1982), y la sujeción dañó la capacidad de
los macrófagos de destruir las células leucémicas in vitro (Pavlidis y Chi-
rigos, 1980).
PROCESOS HUMORALES
Se han observado niveles de anticuerpos deprimidos, en los animales su-
jetos a estrés por cambios en las situaciones ambientales, tales como el
hacinamiento (Solomon, 1969; Gisler, 1974; Edwards y Dean, 1977), el
aislamiento (Glenny Becker, 1969) y el enjaulamiento con actividad res-
tringida por el alimento (Hara y col., 1981). Los títulos de anticuerpos
también bajaron en los ratones que fueron aislados crónicamente, y suje-
tos posteriormente a un ratón dominante (Beden y Brein, 1982). Por el
contrario, en los ratones dominantes, se observaron títulos de anticuer-
pos elevados (Vessy, 1964), 1964). Otros índices de la respuesta humoral,
tales como la cifra de leucocitos, y la intensidad de la respuesta inflama-
toria antigénica, han revelado también que la inmunosupresión ocurre
como consecuencia del hacinamiento, de corto y largo plazo (Gisler,
1974; Boranic y col., 1982).
porales y ambiente social, sobre los cuales se sobreponen los agentes es-
tresores.
INMUNOSUPRESIÓN CONDICIONADA
Tabla 6.1 Efectos de los estresores sobre las funciones inmunes, en experimentos
con animales.
+ indica aumento. - indica disminución, 0 indica sin cambio, * efecto transitorio, ac anti-
cuerpos, B indica linfocitos B, T indica linfocito T, SN células supresoras naturales, WBC
leucocitos.
Patología y estrés: interacciones inmunológicas con el SNC 145
tada por los estresores (Blanc y col., 1980; Fekete y col., 1981; Herman
y col., 1982). Dada la influencia inhibidora de la dopamina sobre la libe-
ración de ACTH, y el efecto excitador de esta amina sobre la hormona
del crecimiento, y la hormona estimulante del tiroides en la eminencia
media, es significativo que las alteraciones inducidas por el estrés fueran
detectadas en el núcleo hipotalámico.
aminas. Además, parece que las tasas de utilización varían con el tiempo,
después de un régimen de estrés crónico. Inmediatamente después de la
última sesión de un grupo de 14 sesiones diarias de choque inescapable
en el pie, no se observó que la concentración de aminas difiriera de los
niveles de los controles, si bien la utilización de norepinefrina aumentó.
Es muy interesante que a las 24 horas de la terminación de un estresor,
(en un paradigma crónico), las concentraciones de norepinefrina excedie-
ron las de los ratones no estresados, y la utilización de los transmisores
fue apreciablemente más baja que la de los ratones que no recibieron tra-
tamiento, ni exposición al estrés. A la vista de las demandas ambientales
sostenidas (esto es, durante el choque), la síntesis está aumentada, con
el fin de guardar el ritmo de la utilización de aminas. La síntesis aumenta-
da persiste durante algún tiempo después de la terminación del estresor,
mientras que las tasas de su utilización, realmente declinan cuando se ter-
mina el estresor. Por consiguiente, las concentraciones netas de las ami-
nas son sustancialmente aumentadas, dejando con ello al organismo me-
jor preparado para entenderse con las amenazas inminentes.
Sumario
Los estudios clínicos han apoyado la idea de que los factores psicológicos
y emocionales pueden hacer a los individuos más susceptibles a la enfer-
medad, y ulteriormente las investigaciones de laboratorio han confirma-
do que diversas facetas del sistema inmunitario pueden estar comprome-
tidas por las experiencias estresantes. Tanto la naturaleza, como la mag-
nitud del estrés, al cual es expuesto un individuo, son determinantes im-
portantes de las alteraciones en la inmunocompetencia. Además, tanto el
estilo de manejar los problemas vitales, como los sistemas tampón de que
dispone un individuo, son de considerable significación a este respecto.
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7. Estrés: un planteamiento
psicofisiológico del cáncer
Tom Cox
Catedrático del Departamento de Psicología de la Universidad de
Nottingham, Reino Unido
Introducción
En 1980, Currie escribió que «el cáncer puede ser descrito, pero que toda-
vía resulta imposible definirlo científicamente». Sin embargo, desde el
punto de vista clínico, sus más importantes características son obvias. Es-
tas son: el crecimiento de las células de una manera desordenada, la ten-
dencia de las células tumorales a invadir y diseminarse, y el fallo aparente
del mecanismo de control del crecimiento normal. En tiempos existió el
concepto de un crecimiento inexorable, de una masa de tejido delincuen-
te, y totalmente autónoma. Sin embargo, este concepto ha cambiado en
la actualidad, a la luz de la evidencia de que las interacciones entre el tu-
mor y el huésped pueden influenciar el progreso clínico del neoplasma
maligno, y que ellas pueden ser influidas. Es posible que el ambiente hor-
monal juege una parte en estas interacciones, y es también posible que
la respuesta endocrina al estrés (Cox y Cox, 1983; Cox y col., 1983) haga
una contribución significativa a dicho ambiente.
«Es posible que los factores psicológicos puedan tener algún efecto (sobre la pro-
ducción del cáncer), por ejemplo, modulando las secreciones hormonales, pero
nosotros no disponemos de una buena evidencia de que así lo hacen, ni de que
181
182 Estrés y cáncer
ellos afecten a la incidencia de cáncer de ningún otro modo, excepto en que pue-
den llevar a los individuos afumar, beber, comer con exceso, o disfrutar de algún
otro hábito perjudicial».
«Puede ser, quizás, que alguna forma de vigilancia inmunológica controle nor-
malmente el desarrollo de ciertos tipos de cáncer, de modo que el fallo de tales
controles afectaría la tasa de ataque de tales cánceres y que los factores ambienta-
les afecten la probabilidad de tal fallo, pero por ahora todo esto es demasiado
especulativo para poderlo cuantificar».
PRODUCCIÓN DE
CÁNCERES
Para la mayoría de la gente el cáncer está entre las más temidas enfer-
medades; ha sido señalado como una de las enfermedades «más graves»
o más «inquietantes», por un número sustancial de personas que contes-
taron a las encuestas (por ejemplo: Richardson y Woolcot, 1967; Wyler,
1968; Knopf, 1976). Su incidencia es por lo general sobrevalorada, y sus
tasas de supervivencia son marcadamente infravaloradas.
Estudios tales como los citados abren la posibilidad de que las res-
puestas psicológicas y endocrinas al estrés, pueden estar ligadas con la
supervivencia al cáncer. Si es así, es posible que estén implicadas en el
desarrollo de los cánceres, si no también en su etiología. Por lo menos,
parte de estos efectos pueden estar expresados a través del sistema inmu-
nitario.
Se ha sugerido que los efectos del estrés sobre la actividad del sistema
inmunitario, y la producción del tumor, respectivamente, pueden estar
asociados con la reactividad adrenocortical, y con niveles elevados de
glucocorticoides. Sin embargo, existe cierto debate sobre este particular
(Solomon y Amkraut, 1979). Las secciones siguientes de este capítulo
examinan con algún detalle el posible rol del sistema inmunitario y de la
hormona adrenocortical y otras.
Estrés: un planteamiento psicofisiológico del cáncer 189
El sistema inmunitario
El sistema inmunitario actúa protegiendo a la persona contra la invasión
por células o sustancias extrañas, estando implicados en ella varios mecanis-
mos, tanto humorales como mediados por célula. El concepto de compe-
tencia puede ser discutido en términos de la capacidad para identificar y
repeler el material extraño al individuo, y reconocer y aceptar el material
suministrado con los marcadores de sí mismo (Palmblad, 1981). La compe-
tencia del sistema inmunitario puede ser relacionada con la susceptibilidad
al cáncer (Balwin, 1973; Levy y Wheelock, 1974; Stutman, 1975).
Figura 7.3. Componentes de las defensas del huésped contra los microorganis-
mos (adaptada de Palmblad, 1981).
Las células posiblemente activas contra los tumores, son conocidas co-
mo células afectoras. Hasta los comienzos y mitad de la década de 1970,
la defensa contra los tumores, mediada por células, se pensó que implica-
ba a los linfocitos T, las células (K) supresoras, y los macrófagos específi-
camente activados. Ahora se sabe que otras células como, por ejemplo,
las células supresoras naturales (NK) y los polinucleados (PMNs), pueden
ser, a este fin, tan importantes o más. Otras sustancias antitumorales pue-
den contribuir también a tal defensa, por ejemplo, el interferón. El inter-
ferón activa a las células NK, pero también es un antagonista vírico por
sí mismo (Bloom, 1980).
LINFOCITOS BYT
Hay dos tipos principales de linfocitos, que pueden reconocer y reaccionar
contra un amplio espectro de antígenos; son las células T y las células B.
190 Estrés y cáncer
Células B
Las células B proceden de la médula ósea, y son responsables de la pro-
ducción de anticuerpos. Sus características y funciones han sido discuti-
das extensamente (Golub, 1980). Se ha argumentado que las alteraciones
en la función de las células B, pueden conducir a la producción de anti-
cuerpos bloqueantes, y permitir que los tumores sean protegidos de las
defensas del huésped (Stein y col., 1979). Ellas no parecen funcionar, sin
embargo, como células efectoras directas, productoras de reactividad
contra los tumores, o los agentes microbianos (Herberman y Ortaldo,
1981).
Células T
Las células T son una subpoblación importante de linfocitos pequeños,
pero típicos, que para su maduración dependen del timo y la adquisición
de su actividad funcional; el timo libera factores humorales que producen
la maduración de estas células (Luckey, 1973). Las células T son una co-
lección heterogénea de células, y no poseen ninguna actividad citotóxica
espontánea detectable. Más bien, ellas tienen que ser activadas, usual-
mente, por su exposición a los antígenos específicos situados sobre ciertas
células accesorias, como los macrófagos. Así pues, puede haber un consi-
derable retraso, antes que las células T desarrollen su reactividad prima-
ria. Esta, a menudo desciende a niveles bajos o indetectables, pero al ser
reexpuestas al antígeno, las células T muestran una respuesta acelerada,
alcanzándose altos niveles de reactividad, de forma relativamente rápida
(2 a 5 días). La actividad de las células T es regulada por una diversidad
de células y sustancias, incluido el interferón.
VIGILANCIA INMUNITARIA
Hasta hace relativamente poco, la atención ha sido enfocada sobre el pa-
pel central de las células T, dentro del modelo clásico de vigilancia inmu-
nitaria (Burnet, 1970). Sin embargo, la evidencia sugiere ahora que la in-
munidad mediada por las células T solamente, no puede significar mucho
en la resistencia a los tumores, y que las dichas células pueden jugar esca-
so papel en el reconocimiento y eliminación de las células transformadas
(Stutman, 1975). Por ejemplo, las ratas neonatas privadas de timo, con
escasa actividad de las células T, no presentan índices especialmente al-
tos, de tumores espontáneos o de tumores inducidos por carcinógenos,
y son razonablemente resistentes al crecimiento de algunos agentes mi-
192 Estrés y cáncer
Los efectos del estrés sobre la resistencia natural a los tumores, tienen
que ser aún minuciosamente investigados, y existe todavía poca evidencia
concerniente a los efectos de las hormonas relacionadas con el estrés, so-
bre la actividad de las células supresoras naturales. La que existe, sugiere
que la actividad de las células supresoras naturales contra las células lin-
foides diana in vitro, es deprimida por los glucocorticoides (Hochman y
Cadkowit 1979). Existe asimismo evidencia indirecta, que sugiere que el
estrés puede ejercer efecto sobre la inmunidad natural a los tumores in
situ. La administración de interferón o poli I:C, y otros agentes inducto-
res de interferón, eleva significativmente la actividad de las células supre-
soras naturales de la rata, contra dianas linfoides (Herberman y Holden,
1978), y aumenta la actividad de estas células en los ratones (Djeu y col.,
1979); la producción de interferón puede ser suprimida por el estrés (Jen-
sen 1968; Chang y Rasmussen, 1976). Resultados aparentemente contra-
dictorios han sido obtenidos por Solomon y Amkraut (1979). Ellos co-
municaron que el estrés administrado durante la producción de interfe-
rón, consecutiva a la inoculación de virus en el ratón, tuvo poco efecto.
El estrés fue causado por choques eléctricos, repetidos al azar, precedidos
por un estímulo avisador (zumbador). Sin embargo, tal estrés, adminis-
trado 5 horas antes de la inoculación del virus, aumentó significativa-
mente la producción de interferón. Fox (1981) ha sugerido que estos re-
sultados pueden ser explicados, en término de los efectos de estrés ante-
riores, sobre los virus ya residentes y pasivos. El estrés puede activar tales
virus, y una vez activados estimularían el sistema del interferón. La res-
puesta de interferón a las subsiguientes inoculaciones con otros virus,
puede parecer, así, aumentada. En los estudios comunicados por Solo-
mon y Amkraut (1979), la administración de ACTH no altera la respues-
ta de interferón, ni tampoco la administración de corticoesterona. Sin
embargo, en otros estudios, las hormonas adrenocorticales han mostrado
la reducción del interferón (Rytel y Kilbourne, 1966), y la actividad de
las células supresoras naturales (Herberman y Holden, 1978).
macrófagos, por lo menos, pueden ser sensitivos a los cambios en los ni-
veles de glucocorticoides.
Corteza suprarrenal
Es obvio, por lo que se ha escrito con anterioridad, que mucha de la lite-
ratura relacionada con el impacto de los acontecimientos psicosociales
sobre el sistema inmunitario, ha sido relacionada con la respuesta neu-
roendocrina al estrés. Se ha prestado considerable atención al examen del
papel de la secreción suprarrenal, en particular los glucocorticoides, en
la determinación de competencia del sistema inmunitario. Debe tenerse
presente, sin embargo, que otras hormonas están indudablemente impli-
cadas también en la mediación de cualquier efecto del estrés.
Riley (1981) también consideró los efectos directos del estrés de rota-
ción, sobre el crecimiento de los tumores implantados. El linfosarcoma,
en una subcepa particular de ratón, suministró un modelo apropiado pa-
196 Estrés y cáncer
ra probar los efectos del estrés. Estos ratones fueron expuestos a rotación
intermitente, en los días 4 y 6 después de la implantación. El volumen del
tumor en los ratones estresados aumentó significativamente, comparado
con sus controles. También se demostró un fuerte efecto de los implantes
de corticoesterona, sobre el crecimiento de los tumores.
Los datos de Riley (1981) también sugieren que los ratones jóvenes son
más capaces de resistir el crecimiento del tumor, que los más viejos.
Otras hormonas
Las hormonas adrenocorticales no son las únicas sensibles a los aconteci-
mientos estresantes, y otras, similarmente, también pueden ser importan-
tes en mediar los efectos del estrés sobre el sistema inmunitario. La hor-
mona del crecimiento, por ejemplo, se sabe que es sensible a los varios
estresores en el hombre (Charters y col., 1969; Yalow y col., 1969; Noel
y col., 1972), y en otros primates (Brown y Reichlin, 1972). Además, la
respuesta de la hormona del crecimiento está a menudo disociada de la
de los glucocorticoides (Yalow y col., 1969), y parece más relacionada
que la segunda, a las diferencias individuales en personalidad o estilo de
conducta. Se ha observado que los respondedores a la hormona del creci-
Estrés: un planteamiento psicofisiológico del cáncer 197
rioro de las respuestas inmunitarias han sido comunicados con las diver-
sas hormonas revisadas aquí. Además, se ha observado que un cierto nú-
mero de los diferentes aspectos del sistema es sensible a los cambios en
el ambiente hormonal.
así algún papel en el desarrollo de los cánceres. Estos efectos son muy
probablemente mediados para las hormonas sensibles al estrés, en parti-
cular los glucocorticoides, y posiblemente la hormona del crecimiento,
así como las catecolaminas. El bloqueo, asociado al estrés, de las células
efectoras inmunitarias, puede aumentar la probabilidad de que las células
precozmente transformadas, se escapan a través de las defensas del hués-
ped. Sin embargo, podría ser que los efectos del estrés sobre la inmuni-
dad antitumoral ocurrieran más tarde en el proceso: los tumores espontá-
neos pueden no ser suficientemente diferentes de sí mismo, como para ser
reconocidos por las células efectoras inmunitarias. Esta posibilidad re-
queriría algún reajuste sobre la significación de las hormonas sensibles al
estrés, como promotores malignos.
tar. Puede ser también que los efectos del estrés no sean detectables hasta
que sí lo sea de algún modo, a lo largo del desarrollo del cáncer.
Comentario final
A modo de conclusión, el autor ha adaptado algunos de los recientes co-
mentarios de Fox (1981):
«...hay una buena razón para pensar que los factores psicosociales afectan la pro-
babilidad de que una persona desarrolle cáncer, pero dichos factores lo hacen de
dos modos, perjudicando y protegiendo.»
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206 Estrés y cáncer
ser «pobre pero honesto», disuade a algunos de obtener la ayuda que ne-
cesitan, por miedo a que tal acción los marque como poco honestos, o
que no desean trabajar, o les produce tal autoculpabilidad por su situa-
ción que su capacidad de trabajar efectivamente es arrollada por la impo-
tencia. Ulteriormente, es mermado por la pérdida de autoestima, esencial
para un funcionamiento social adecuado. Este dolor emocional no es me-
nos agudo si se cesó el trabajo porque el individuo cayó enfermo. Es exa-
cerbado además, si la naturaleza de la enfermedad no es aparente inme-
diatamente al observador.
De vez en cuando, las expectativas sobre lo que hay que conseguir del
trabajo cambian: recompensa material, autorrealización, poder o presti-
gio. Durante los años 1960 y 1970, por ejemplo, las ideas y actitudes ge-
neradas por los estudiantes, contribuyeron de algún modo a un desliza-
miento en el carácter americano tradicional, y su filosofía de la vida, ale-
jándose del materialismo y de las tareas para ganarse la vida, «trabajan-
do incesantemente», y preocupándose más ampliamente de cómo vivir,
y descubrir un estilo de vida que exprese precisamente lo singular de cada
persona. Sin embargo, la profunda recesión de comienzos de 1970 y
216 Estrés y cáncer
Así pues, desde los primeros años, nuestra cultura orientada hacia el
trabajo, iguala al trabajo con adecuación y autoaprecio: moralidad con
independencia, simbolizada por autoapoyo, buen manejo de los recursos
Buena salud y trabajo 217
La salud debe ser apoyada con el trabajo, como una medida societaria
del nivel del funcionamiento personal; aunque el hecho de que uno está
trabajando generalmente es observable, mientras que la salud (el estado
de estar sano en cuerpo o mente) a menudo puede ser más aparente que
real. Sin embargo, como el hecho de trabajar, la salud es percibida a ve-
ces abiertamente, y a veces subliminalmente, como una medida de mora-
218 Estrés y cáncer
lidad. Dan crédito a esto las definiciones del diccionario sobre la palabra
«malestar»: la versión íntegra del Oxford Universal notifica el uso de la
palabra desde el siglo XVI, como connotando «una mala cualidad mo-
ral», y la versión íntegra del Webster-Merriam la cita como «maldad, de-
pravación, desagradable». Uno puede maravillarse sobre el mayor énfa-
sis dado, a través de los años, a considerar la palabra «doliente» como
sinónimo de malo más que de enfermo. Seguramente la palabra «enfer-
medad» ha sido usada comúnmente para describir, sin imputar inmorali-
dad, un estado de sufrimiento por algún malestar. Pero ya sea malestar
o enfermedad, tal situación es entendida como un asalto contra la capaci-
dad de mente y cuerpo de resolver los problemas, que amenaza la capaci-
dad funcional individual. La salud, por otra parte, implica fortaleza. Así
como el trabajo y el manejo efectivo de las propias finanzas implica inde-
pendencia, la persona sana retiene el dominio sobre sus asuntos persona-
les, y la capacidad para enfrentarse con las necesidades y obligaciones.
La salud, por consiguiente, es una virtud a la que son intrínsecos los jui-
cios subjetivos sobre merecimiento y moralidad.
Los tres estudios revelaron que aquellos pacientes que tendieron a pa-
sarlo mejor en el trabajo, o en la escuela, fueron los que no «expresaron»
el papel de enfermo, y que sin negar en ningún momento ni de ninguna
manera la naturaleza del diagnóstico o el tratamiento, se presentaron a
sí mismos como «bien y capaces». Existía una gran probabilidad de que
los colaboradores, o los compañeros estudiantes, los considerasen así, in-
cluso haciendo ciertas concesiones a ciertas situaciones conexas con el
cáncer. La actitud del paciente no altera necesariamente las reacciones de
sus asociados frente a la existencia del cáncer; el énfasis intuitivo o deli-
berado del correspondiente sobre el bienestar, sin embargo, tendía a ser
un elemento mitigante.
El primer estudio (Feldman, 1976) fue seguido por otro preparado si-
milarmente, para trabajadores de fábrica y de servicios (Fieldman, 1978).
La serie fue completada con un tercer estudio, enfocado sobre las expec-
tativas y las experiencias de jóvenes, cuyo diagnóstico de cáncer se hizo
cuando tenían entre 13 y 23 años de edad (Feldman, 1980). Este estudio
no limitó las localizaciones del cáncer a aquellas señaladas en los otros
dos.
En conjunto, sin embargo, los hospitales, así como los médicos, fue-
ron cooperativos, algunos comités e individuos incluso constructivos, re-
visando los borradores del cuestionario de las entrevistas, o suministran-
do pacientes para la fase del pre-test, y algunos médicos incluso pidiendo
que ciertos pacientes preocupados fuesen integrados en el estudio, aun-
que no hubiesen sido incluidos en la muestra al azar (Tales pacientes fue-
ron sometidos a entrevistas, pero el contenido de las mismas no se incor-
poró en los resultados).
Trabajar o no trabajar
La primera pregunta, casi universal, que se les presentaba a los corres-
pondentes, «¿por qué a mí?», era seguida rápidamente por la inquietud
en algunos de ellos, sobre si serían o no capaces de trabajar, y las implica-
ciones de cualquiera de las dos respuestas. Para cierto número de ellos,
esta inquietud se centraba en el aspecto económico de su trabajo, incluso
en los casos en que no dependían del salario para su sostén. Otros eran
aprensivos sobre la continuidad de su capacidad física para desarrollar
las responsabilidades de su trabajo, especialmente aquellos cuyo trabajo
requería fuerza física o destreza. Para los correspondientes oficinistas,
especialmente, pero también para el grupo de obreros manuales, era en
el lugar de trabajo donde estaban sus amigos; ¿qué iba a ocurrir con estas
224 Estrés y cáncer
Era evidente que, a diferencia de los individuos con una pauta de toda
su vida de no compartir su información personal, aquellos que habían es-
cogido esta enfermedad en particular como secreto, estaban angustiados
con la posibilidad de ser descubiertos, deprimidos con la carga de silen-
cio; ¿qué pasaría si fuese descubierta la verdad?
tratamiento, modificando el equipo para hacer más fácil para los emplea-
dos que retornan llevar a cabo sus responsabilidades (por ejemplo, cam-
biando el equipo telefónico para acomodar la nueva voz de su empleado,
después de la cirugía de cáncer de garganta). Una secretaria ejecutiva,
contratada para su puesto de trabajo solamente 6 meses antes de que una
intervención quirúrgica inesperada le eliminase la mitad inferior de la
mandíbula, describió su abatimiento cuando descubrió como había sido
«mutilada». Si ella no podía mirarse a sí misma; ¿cómo podrían los de-
más? ¿Cómo se ganaría la vida? ¿Cómo viviría? Le costó mucho aceptar
el reproche que le hizo su patrón durante una visita al hospital, después
de la intervención quirúrgica de, «deja de estar recostada y vuelve al tra-
bajo». Ella así lo hizo, aunque gran parte de su trabajo requería atender
al público, sus responsabilidades y su salario aumentaron de modo regu-
lar posteriormente; el chofer de su patrono la llevaba y traía de sus trata-
mientos, y ella sintió que había vuelto a vivir».
bieran tenido, para las relaciones sociales con sus «antiguos» amigos. Al-
gunos negaban cuidadosamente la naturaleza de su enfermedad. Un cier-
to número proyectaba su infelicidad y su miedo sobre los demás, en el
lugar de trabajo, manifestando hostilidad, irritabilidad, y otras conduc-
tas defensivas. Y no era infrecuente intentar demostrar poseer capacidad
y adecuación, evitando cualquier hora libre para no dejar que los colegas
confirmasen lo que el paciente estimaba que ya era seguro que los colegas
creían; es decir, que el paciente estaba demasiado enfermo para trabajar,
y podía «caerse muerto» en cualquier momento. Aunque la mayor parte
de los respondentes no se describían a sí mismos como víctimas de la dis-
criminación en el lugar de trabajo, ellos veían a veces como «discrimina-
ción» estos problemas de relación originados en su propia actitud.
Un problema del trabajo, más serio y común, se producía por las acti-
tudes abiertas y las conductas de los demás, que tenían lugar en el traba-
jo: destitución («porque tú ya no puedes hacer el trabajo», «es muy de-
primente para los demás, estar contigo», «tú ya no tienes el respeto de
tus subordinados»); traslado a otros turnos o lugares menos deseables,
donde trabajan menos personas, o donde el cambio puede llevar al em-
pleado, incluso a abandonar el trabajo; no aumento de salario cuando
los ajustes de ascenso automáticos fueron concedidos a otros empleados,
(ser miembro del sindicato, servía a veces para evitar la subida del salario
del paciente); terminación del seguro de grupo, de salud y vida, basándo-
se en motivos generalmente especiosos, tales como que el paciente-em-
pleado causaría en el seguro del empleador aumento de las cuotas; degra-
dación y otras.
Otra fuente de estrés estaba asociada con los intentos del respondente
para encontrar una tarea diferente, o en el caso de los correspondentes
jóvenes, la primera colocación. Cuando una historia de cáncer era cono-
cida por el empleador potencial, bien porque la cuestión fuese pregunta-
da, o libremente comunicada, el buscador de trabajo era, a menudo, di-
rectamente rechazado, independientemente de que la tarea requiriese un
cierto estado de salud. Al candidato al puesto de trabajo, se le daban va-
rias razones, o eran deducidas por éste: posible contagio, la supervivencia
después de un período de entrenamiento parecía improbable, debilidad
física, inmoralidad por la cual, el paciente era «castigado» por un cáncer,
y otras. Sorprendentemente, era muy común que el rechazo se debiera a
la recomendación médica hecha por el médico de la compañía, o un «por-
tero» que observó que el aplicante no había estado libre de síntomas du-
rante 5 años, o que pensó que la inclusión del candidato en el sistema de
retiro, no podía estar «justificada», debido a que el aplicante no iba a
vivir lo suficiente para disfrutar de ello. Para algunos de los candidatos,
tales rechazos eran casi devastadores; ellos seguían atados a puestos de
trabajo en los cuales eran infelices, pero estaban temerosos de dejarlos.
Estaba claro que una gran proporción de respondentes de los tres estu-
dios volvían al trabajo para «probarse» a sí mismos, para canalizar sus
ansiedad y depresión en «algo productivo», algo que ellos «podían ha-
cer». Un guardia de un cruce de escuela observó: «La vuelta al trabajo
aceleró mi recuperación. No se puede estar lóbrego alrededor de los ni-
ños». Y un litógrafo comunicó: «Yo retorné al trabajo a plena jornada,
y en horas extraordinarias también, un mes antes que el doctor me dijera
a mí que podía. En casa me subía por las paredes; en el trabajo, no tenía
tiempo para pensar en nada, excepto en hacer decentemente el trabajo».
En contraste con esto, está la ayudante de enfermera que no quería volver
al trabajo, «aunque no sabía que tenía que hacerlo. Ellos contratarán a
alguien para una casa de convalecientes, con exceso de trabajo y baja re-
muneración. Ellos no preguntaron por mi desfiguración facial, como ha-
cen en otros lugares, y yo no puedo ofrecer habilidades especiales en nin-
gún sitio». E incluso descubrió que aún haciendo una labor que no le gus-
taba, le dio «confianza en que yo podía seguir adelante, tanto tiempo co-
mo lo necesitase».
a la vista del miedo y de la ansiedad que sufrían por las perspectivas rela-
cionadas con su cáncer, tanto presentes como futuras. Unos cuantos re-
chazaron la ayuda «subjetiva» que se les ofreció; otros encontraron en
ello la esperanza y el coraje para pensar más claramente sobre cómo ma-
nejarse a sí mismos, en sus relaciones con el trabajo, así como con la fa-
milia, y las redes sociales.
Algunos dilemas
Cómo manejarse con el hecho y las secuelas del diagnóstico de cáncer y
su tratamiento, planteó un grave problema ético, y a menudo de forma
continuada, para un cierto número de enfermos de cáncer, y a veces tam-
bién para sus empleadores. Citaremos dos ejemplos. Uno, un joven ofi-
cial de las fuerzas aéreas, había leído un artículo periodístico, que se refe-
ría al investigador principal de un trabajo sobre las experiencias de discri-
minación de las víctimas de cáncer, en el lugar de trabajo. El describió
cuan solo, culpable, y avergonzado se había sentido en su creencia de que
había sido escogido especialmente para perjudicarle, y la fuerza que ha-
bía ganado, sabiendo que no se trataba de una situación que él hubiera
provocado. Siete años antes, tuvo un tumor cerebral, que fue extirpado
con éxito, sin problemas médicos subsiguientes. El experimentaba una
«sensación de orgullo», en «lo completo de mi recuperación». Comuni-
caba sus esfuerzos para encontrar trabajo después de que hubo termina-
do los estudios universitarios, encontrándose con que la «mayoría de los
empleadores veían mi historia médica como un riesgo. Llegué a ser un
experto en las variadas situaciones de las entrevistas observando las reac-
ciones de los entrevistadores cuando yo revelaba los hechos o los mani-
festaba voluntariamente...». Incluso usando una «táctica protectora de
no revelar» datos médicos, no podía obtener empleo de alguna importan-
cia. Este hábito estaba firmemente arraigado, cuando «yo me presenté
para entrar» en el servicio militar y fui aceptado después de pasar un exa-
men médico, en el cual había referencia a la intervención quirúrgica. Ul-
teriormente, en relación con un ascenso de trámite, un doctor descubrió
la cicatriz quirúrgica. «Entonces intentaron separarme por razones médi-
cas, o licenciarme del servicio, a causa del tumor cerebral». Una junta
240 Estrés y cáncer
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9. Factores psicosociales en el
control de los pacientes
de cáncer
C. Alien Haney
Profesor de Sociología* de la Universidad de Houston, Tejas, EE. UU.
Introducción
Probablemente no exista ninguna enfermedad, cuyo diagnóstico sea con-
siderado por el ciudadano medio del mundo occidental con tanto miedo
y pavor como el cáncer. Este grupo de enfermedades parece evocar el
mismo tipo de reacciones que provocó la peste. La extendida respuesta
de miedo tiene múltiples orígenes, que no están relacionados necesaria-
mente con los hechos o con la lógica. Este miedo puede proceder en parte
del conocimiento que la incidencia del cáncer es extremadamente alta; las
estimaciones indican que aproximadamente un cuarto de la población de
EE.UU., desarrollará alguna forma de cáncer a lo largo de su vida, y
aproximadamente el 20 % de ellos, morirá a causa de su cáncer. Una se-
gunda base de este miedo puede ser el hecho de que el cáncer no perdona
edad, sexo, raza, o grupo económico, y, por consiguiente, no está confi-
nado a los miembros devaluados o marginados de la sociedad, atacando
como lo hace, tanto a los morales como a los inmorales, al noble y al in-
noble, a aquellos que contribuyen a la sociedad, como a aquellos que sólo
consumen los recursos de la misma. Quizás a un nivel menos lógico, la
* El autor desearía agradecer la ayuda de Deborah J. Marlowe y Louis Stern, quienes ayu-
daron a formular las ideas aquí expresadas, y a los Drs. Howard Kaplan, William Simón
y Joseph Kotarba, por haberle ayudado repetidamente con los primeros borradores de es-
te manuscrito. Este trabajo está dedicado a los pacientes de cáncer, que fueron tan com-
placientes en la discusión de su enfermedad.
245
246 Estrés y cáncer
(1) Dado que los enfermos de cáncer están sometidos a un estrés conti-
nuo, o a una serie de estrés grave durante un largo período de tiempo,
es incorrecto hablar del cáncer como si fuese un acontecimiento único,
que plantea una crisis limitada en el tiempo, que requiere solamente una
respuesta adaptativa inmediata. (2)...Uno de los mayores problemas
planteado por el cáncer consiste en que el paciente no puede saber duran-
te años, si el proceso está o no curado. Este problema lleva consigo ade-
más, que no es un acontecimiento singular o una serie de acontecimientos
bien marcado en el tiempo, sino más bien una condición continuada, no
Factores psicosociales en el control de los pacientes de cáncer 247
La construcción de la realidad
Todos nosotros intentamos construir una realidad perdurable, en la cual
funcionar. La meta de la socialización consiste en ayudar al niño a apren-
der cómo percibirse a sí mismo y al mundo de alrededor, de tal modo que
les asegure su engranaje con sus grupos sociales. Cuando uno es designa-
do como un paciente de cáncer, la «realidad» debe ser reestructurada, no
simplemente una vez, sino repetidamente.
Tiempo
«... aunque una buena parte del conocimiento de los hechos con res-
pecto al curso de la enfermedad se comunica a los padres, en la polio,
como en tantas condiciones patológicas, mucho desconoce, y el práctico
es confrontado por áreas significativas de incertidumbre terapéutica. Es-
ta incertidumbre corresponde en su mayor parte a las cuestiones social-
mente cruciales, de la tasa de recuperación, y el grado de extensión de la
incapacidad con la que el paciente quedará. Es necesario, así pues, que
el doctor comunique de algún modo a los padres que la incertidumbre
procede de la naturaleza de la enfermedad en sí, y no de la incompetencia
terapéutica, o de una desgana en decir la verdad (1956, pág. 583).
«Los casos sobre los que ellos oyen hablar, muestran tanta variabilidad
en el comienzo y en la terminación, que pronto llegan a sentir que son
posibles pocas generalizaciones, si es que es posible alguna. Todos estos
frustrantes encuentros, sirven sólo para reforzar el mandato inicial del
doctor, que se desconocen y solamente el tiempo dirá» (1956, pág. 584).
De clara importancia para definir la métrica del tiempo, son los facto-
res estructuralmente determinados, o las cotas terapéuticas que imponen
Factores psicosociales en el control de los pacientes de cáncer 253
Incertidumbre
Además de la necesidad de tener que crear repetidamente la nueva reali-
dad, a medida que progresa el cáncer y cambian los tratamientos, además
de los problemas de orientarse uno mismo cuando el tiempo se convierte
en el concepto esquivo que sugieren las discusiones precedentes, la perso-
na con cáncer también debe manejar la incertidumbre creada cuando uno
tiene que enfrentarse con nuevas amenazas.
Dolor
Una de las expectativas mantenidas por los que cuidan a los enfermos
de cáncer, es que el dolor y el sufrimiento sean, en cierto grado, espe-
rados y acomodados por parte de estos; Black (1979) ha señalado que
el dolor tiene una función de supervivencia, alertando a los individuos
sobre la lesión o la enfermedad. «En el cáncer, sin embargo, el dolor
persiste a menudo, mucho más allá de su función inicial de alerta. Para
más de la mitad de los casos de cáncer con dolor grave, la cronicidad del
dolor llega a ser una fuerza destructiva y desmoralizante en el proceso de
la enfermedad» (Perrit y McDonnell, 1977). Hace diez años, Melzack
(1973) subrayó la compleja naturaleza del dolor, y el papel crucial des-
empeñado por la posición psicosocial de la víctima en el proceso doloro-
so. Incluso antes, Leshan (1964) escribió sobre los sentimientos concomi-
tantes de «sin sentido, impotencia y desesperanza» asociados con el dolor
crónico de larga duración. Kotarba (1983) ha ofrecido algunas intuicio-
nes significativas sobre el fenómeno del dolor, que son relevantes para
los pacientes de cáncer en general, y para ese 75 % de los pacientes termi-
nales de cáncer, que sufren un dolor incesante (Twycross, 1973). Kotarba
indica, que soportar o vivir con dolor crónico, implica enfrentarse con
la situación, y esto es «inherentemente una empresa social», porque:
(1) la gente afligida por el dolor, raramente acepta pasivamente su sufri-
miento, sino que más bien confía en otros, en su intento de dar sentido
a su inquietud, y (2) el dolor puede ser una experiencia constante de mo-
lestia, que es llevada por el paciente a todos sus encuentros sociales. Ko-
tarba sostiene:
«En las situaciones en que las personas afligidas por el dolor manifiestan su
sufrimiento a otros, ellos se sienten obligados a demostrar que están reaccionan-
do apropiadamente a su condición. Las personas competentes, afligidas por el
dolor, por ejemplo, demuestran un control emocional sobre el dolor, incluso
cuando en sus propias mentes sienten que no están actuando bien en el manejo
del mismo, y se refieren a sus doctores, como los 'mejores' de que se dispone,
incluso cuando personalmente sienten poca confianza en la eficacia de los mis-
mos. La competencia también se extiende a los cuidadores sanitarios, mediante
técnicas que consisten, desde peticiones de ayuda opuestas a las demandas de cu-
ra, a la manifestación de fiel diligencia en los ejercicios prescritos, sean o no eje-
cutados dichos ejercicios» (pág. 24).
El papel del paciente no debe ser confundido con el antes mencionado papel
del enfermo. La sociedad más grande define la entrada legítima en el papel de
enfermo; considerando las instalaciones para el tratamiento como un componen-
te significativo de la sociedad mayor, establece criterios de conducta normativa
y expectativa de los recipientes de sus esfuerzos de atención y curativos; esto defi-
ne el rol de «paciente» en dicha organización y sistema social» (Jaco, 1979, pág.
184).
«Estos pacientes estaban preocupados con las posibles reacciones negativas del
equipo médico, si llegaba a su conocimiento cualquier comentario crítico. Sus
miedos de un posible castigo son sintomáticos de los sentimientos de impotencia
por parte de los pacientes...» (Bean y col., 1980, pág. 259).
dos médicos con los colegas, las instituciones y con el estado. Sin embar-
go, el paciente como consumidor, potencialmente al menos, ejerce tam-
bién algún poder.
Esta posibilidad, no obstante, raras veces se lleva a cabo. Para los on-
cólogos, como para otros especialistas, esta fuente potencial de control
del cliente está disminuida cuando el paciente no puede buscar a sus cui-
dadores por los medios usuales de un mercado abierto. El suministrador
de cuidados asistenciales tiene la opción de descansar menos en un siste-
ma de referencia profano, y más sobre la «comunidad de colegas». Los
valores profesionales pueden invalidar a los valores personales, y enton-
ces los grupos de referencia o de audiencia de tales médicos, pueden ser
los colegas médicos, más que los enfermos.
Sin embargo, la profesión médica puede heredar los cambios que están
ocurriendo en otros campos de la sociedad. La naturaleza asimétrica de
esta relación puede estar cambiando, a medida que más pacientes respon-
den a los sentimientos del creciente consumismo e iguales derechos para
la mujer. Presiones como éstas pueden transformar a los pacientes pasi-
vos, en participantes mucho más activos en el encuentro clínico, más inte-
rrogativos y exigentes, erosionando así la autoridad del médico. Las peri-
cias sociales del médico pueden llegar a ser más importantes que sus atri-
butos carismáticos.
Engles (1977) ofrece seis razones por las que los médicos deben tener
en cuenta las negociaciones dinámicas con los pacientes, sobre lo que él
llama los aspectos «biopsicosociales» del enfermo. Primero, los aspectos
psicosociales afectan al diagnóstico. Existen pacientes con idénticas pau-
tas fisiológicas y hallazgos de laboratorio, que pueden variar en la grave-
dad de sus enfermedades. Segundo, los informes de los pacientes deben
ser sopesados basándose en estos factores, para asegurar datos fiables so-
bre los cuales hacer un diagnóstico seguro. Tercero, los factores psicoso-
ciales determinan, en parte, la definición y significado de la enfermedad
para el paciente y sus familias. Cuarto, los factores psicosociales frecuen-
temente interactúan con la enfermedad, para determinar la gravedad.
Quinto, las variaciones clínicas en respuesta a los tratamientos nacen fre-
cuentemente de los factores psicosociales. Y, finalmente, las relaciones
socioemocionales entre el paciente y su cuidador, pueden influir sobre la
tasa de recuperación.
Krant sostiene que, a causa de la visión del gran público sobre el cán-
cer, los médicos son colocados en el papel de «sancionadores de la carne
y el espíritu», pudiendo reflejar sentimientos de fatalismo y pesimismo.
Además, muchos médicos pueden tener gran ansiedad por la muerte, e
incluso sentir que la muerte de un paciente puede representar un fracaso.
Adicionalmente, las necesidades emocionales del paciente pueden ser in-
terpretadas como posiblemente creadoras de «una necesidad regresiva
por parte de los pacientes de ver al médico como padre y protector omni-
potente», pudiendo ser la respuesta del médico una sensación inapropia-
da de poder (un sentimiento que influencia también sobre otros suminis-
tradores de cuidados médicos). Hasta el punto que el médico encuentre
esta situación como ego gratificante, un paciente fracasado puede ser cul-
pado y evitado. La interacción de estos factores y muchos otros, puede
concluir en sentimientos de ansiedad y desamparo, lo que pueden com-
pensar los médicos» precipitándose en muchas tareas y pruebas experi-
mentales, y esto, a su vez, puede conducir a problemas triples, con los
pacientes, sus familias, y el cuadro médico».
...«No solamente está limitado el conocimiento del médico general en esta en-
fermedad, debido a la naturaleza genérica del trabajo; sino que también el cuerpo
de conocimientos que él representa, y a través del cual reclama la confianza del
paciente, está lleno de incertidumbres y controversias. La discusión de estos asun-
tos con sus pacientes, por consiguiente, representa una amenaza para los mismos
médicos. Lejos de ignorar los problemas de sus pacientes y sus familias, muchos
de los médicos generales son perfectamente conscientes de los posibles proble-
mas. Así, para explicar su reluctancia a investigar, ellos hablan de 'abrir la caja
de Pandora' un 'nido de avispones' un 'bote de gusanos' o 'dejar que el demonio
salga del saco'» (pág. 321).
Haney (1971) elaboró una teoría sobre la posibilidad de que los médi-
cos pueden desarrollar un conjunto distintivo de toma de decisiones, ar-
guyendo sobre la base de la literatura pertinente, del curriculum de las
escuelas de medicina y de las observaciones, que son discernibles al me-
nos tres estrategias. Una estrategia, propuesta por Szasz y Hollander, su-
giere que los médicos por entrenamiento o por inclinación, pueden ser
más adeptos que otros, a una manera de interacción, médico general-
paciente, y así ser más o menos capaces de tratar con las necesidades es-
pecíficas psicosociales del paciente. Otra dimensión de este conjunto de
toma de decisiones puede describirse mejor, como la tendencia a adoptar
una actitud intervencionista hacia el diagnóstico y el tratamiento, opues-
ta a la inclinación a «esperar y ver»; o una orientación conservadora (si-
milar en la discusión de Scheff). Finalmente, ¿la estrategia de tomar deci-
siones está basada en el criterio según el cual la medicina es definida co-
mo un arte o como una ciencia? Si es una ciencia, entonces la práctica
de la medicina puede tender a ser sistema específico de órgano o de enfer-
medad; si es un arte, entonces puede adoptarse una visión más holística.
El trabajo de Rosser y Maguirre (1982) ilustra sobre algunos de estos ele-
mentos, con respecto al cuidado de los pacientes de cáncer, por parte de
los médicos generales.
...«El impacto del cáncer procede de su elusividad; desafía la afirmación de la
medicina de controlar la enfermedad a través de la intervención, basada en cono-
cimientos científicos. Además, para el médico general, el cuerpo de conocimien-
tos sobre el cual se basa su experiencia, es tristemente inadecuado como un siste-
ma explicatorio, dentro de su práctica diaria. Ella no puede justificar por qué un
individuo en particular contraerá la enfermedad, no puede predecir cómo respon-
derá tal individuo al tratamiento. Para el paciente que sufre la enfermedad, y pa-
ra el médico que cuida a su enfermo, éstas son cuestiones cruciales» (pág. 317).
Lo que se propone aquí es un modelo, que incluye los hilos de los mo-
delos de interacción existentes más las regularidades empíricas sobresa-
lientes, observadas al considerar el encuentro, paciente de cáncer-mé-
dico. Aquí, el enfoque para el análisis del manejo del paciente de cáncer
consiste en examinar la conducta de los individuos participantes en el sis-
tema (recipientes potenciales del tratamiento, y los «profesionales» que
recomiendan y administran el tratamiento), y el resultado de la interac-
ción entre estos dos. Con el fin de entender la conducta, debe examinarse
el proceso de toma de decisiones de los individuos involucrados. Se asu-
268 Estrés y cáncer
PACIENTES DE CÁNCER
Una primera aproximación al análisis de la toma de decisión individual
aparece en la figura 9.2. Se asume que el propósito de la decisión del indi-
viduo consiste en cambiar su estado partiendo de una situación menos
preferida. En un momento dado en el tiempo, la valoración de la situa-
ción del individuo es un proceso subjetivo que es elevado a cabo en térmi-
nos de su propia estructura de valor personal. Esta puede ser descrita co-
mo la complacencia del individuo de escoger entre dos fuentes de estímu-
lo positivo. Está basada en la compleja interacción de la personalidad,
el trasfondo cultural, y la educación formal. La estructura de valor puede
contener valor primordialmente positivo o negativo, absoluto, que fre-
cuentemente refleja ideas religiosas.
Los datos groseros, esto es, los estímulos recibidos por el individuo,
son procesados o interpretados a través de un conocimiento interactivo,
y un filtro de percepción. El conocimiento y la experiencia consisten en
Factores psicosociales en el control de los pacientes de cáncer 269
y sus interacciones con los demás, lo que constituye parte del tema de es-
tudio de varias ciencias sociales; segundo, el adáfico o ambiente biofísi-
co, que difiere del económico y social, no sólo de acuerdo con la clasifica-
ción de las disciplinas tradicionales, sino porque el sujeto no siempre reci-
be estímulos que puedan ser interpretados como descripciones de las con-
diciones de esta parte del ambiente.
SUMINISTRADORES DE ASISTENCIA
Existen dos razones para diferenciar el proceso de decisión de los «profe-
sionales» y el de los potenciales receptores de tratamiento. La primera es
la de aquel individuo, que, en su rol como profesional, toma una decisión
dentro del contexto de un conocimiento especializado, que no está com-
pletamente al alcance de otros individuos de la sociedad. La segunda,
consiste en que las decisiones profesionales son hechas específicamente,
para cambiar el estado del receptor del tratamiento. Esto requiere sumi-
nistrar información al receptor, quien debe, a su vez, tomar decisiones.
Figura 9.3. Decisiones sobre el manejo de los pacientes y procesos de los sumi-
nistradores de cuidados médicos.
Notas: 1. Modelo de la enfermedad. 2. Reservas y aversión de riesgo con respecto al coste
del paciente. 3. Incluye aversión al riesgo con respecto al coste personal del profesional.
Figura 9.4. Interacción de las decisiones de los pacientes de cáncer y de los cui-
dadores médicos.
Sumario
Cada uno de nosotros, en el curso de su vida, ha logrado algún grado de
adaptación a la vida. Cuando una enfermedad crónica como el cáncer
rompe esta adaptación, las demandas de la vida, y las expectativas sobre
los demás, son alteradas, pero su intensidad permanece siendo la misma,
o incluso mayor que antes de la enfermedad. A menudo, sin embargo,
la capacidad de responder de un modo efectivo y satisfactorio, disminuye
(Dimond, 1983). La meta del manejo ideal por parte del paciente, consis-
te en establecer una realidad compartida —una concordancia— de modo
que cada participante pueda realizar o al menos pueda tener la oportuni-
dad de conseguir tanto sus metas separadas, como mutuas, y satisfacer
sus necesidades individuales.
Para el paciente:
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Sección 5
Vista de conjunto
metodológica de los
estudios sobre el estrés
psicosocial y el cáncer
10. Sobre la comparación de
manzanas, naranjas y ensalada
de fruta: una vista de
conjunto, metodológica, de los
estudios de resultados médicos
en oncología psicosocial
También es posible, sin embargo, que el tema del cáncer en sí, sea más
complejo que el área cardiovascular. En este caso, los hallazgos inco-
gruentes, no reproducibles, y algunas veces contradictorios, pueden ser
el reflejo exacto de fenómenos muy diferentes, y no simples artefactos de
los esfuerzos de investigación, metodológicamente problemáticos, in-
coordinados y no cooperativos.
La discusión incluirá los estudios, en los cuales, el foco está situado so-
bre la etiología psicosocial endógena, y la exacerbación del cáncer huma-
no. «Endógeno» es usado aquí en el sentido formulado por Fox (1981),
para significar el resultante de los estados internos, procedente directa-
mente de la influencia sobre o por la psique. Así pues, están excluidas de
esta discusión: (a) los estudios de factores exógenos, tales como la dieta,
el fumar, o la contaminación por la exposición laboral; (b) los estudios
sobre los impactos psicosociales, o las secuelas del cáncer; (c) los estu-
dios de los factores asociados con las conductas, (por ejemplo, aquellos
que afectan la prevención del cáncer, el chequeo, la detección precoz, o
el tratamiento), cuando tales conductas son estudiadas como variables
dependientes, incluso aunque éstas puedan estar asociadas con la inicia-
ción del cáncer o su progresión.
Cuestiones metodológicas
VARIABLES INDEPENDIENTES
Tipo o lugar
Una posible fuente de la falta de coherencia en la oncología psicosocial,
es que los investigadores no han buscado el mismo fenómeno, y, sin em-
Sobre la comparación de manzanas, naranjas y ensalada de fruta 283
Edad
Varios autores (por ejemplo, Abse y col., 1974; Becker, 1979; Morris y
col., 1981), han razonado, que si los factores psicosociales juegan un pa-
284 Estrés y cáncer
peí en la iniciación y el curso del cáncer, entonces tal papel sería más evi-
dente en los sujetos más jóvenes, en los cuales el proceso morboso estaría
presumiblemente menos influenciado por la exposición a largo término,
a los factores de riesgo ambientales, o por la deterioración del sistema in-
munitario, ligada a la edad (Burnet, 1961). En realidad, nosotros encon-
tramos (Temoshok, Heller y col., 1983) que la correlación entre diversas
variables psicosociales, y el grosor del tumor en el melanoma maligno,
fueron fuertes y significantes en los sujetos de menos de 55 años, pero
eran débiles o no existían en los sujetos de 55 años o más. El punto gene-
ral subrayado aquí está relacionado, pero es diferente de la advertencia
formulada por Fox (1978), sobre los efectos embrollantes de los factores
de riesgo médico, y las variables psicosociales. Su bien arraigado argu-
mento consiste en que ciertas variables epidemiológicas (por ejemplo,
clase socioeconómica), pueden contribuir o incluso explicar totalmente
cualquier relación encontrada entre los factores psicosociales o del estrés
y el cáncer. Por consiguiente, controlando tales variables por el análisis
de la covarianza, las correlaciones parciales o las técnicas de regresión,
es deseable.
VARIABLES DEPENDIENTES
Iniciación o progresión
Otro grupo de numeradores, sobre el común denominador del cáncer, in-
cluye ciertos puntos en el proceso de la enfermedad. En su vista de con-
junto de las variables socio-conductuales, que contribuyen al cáncer,
Levy (1983a) distingue la iniciación del cáncer, de su progresión, como
variables dependientes o medidas de criterio. Los factores que contribu-
yen a la iniciación del cáncer pueden ser distintos de aquellos que contri-
buyen a su progresión y a la muerte. Tal heterogeneidad puede ser más
fácilmente reconocida para las variables epidemiológicas y biológicas.
Por ejemplo, la excesiva exposición a la radiación solar puede contribuir
a la iniciación, pero no a la progresión del melanoma maligno. No obs-
tante, puede haber también discrepancias entre la contribución de las va-
riables psicosociales, a la iniciación o la progresión del cáncer. Así pues,
puede no ser válido comparar los resultados de los estudios que ven en
la iniciación una variable dependiente, con aquellos que consideran a la
progresión como una variable de criterio, o dependiente.
DISEÑO
Prospectivo
Los estudios prospectivos valoran los factores psicosociales y del estrés,
en los sujetos sanos que son seguidos hasta que desarrollan cáncer y mue-
ren. Este diseño es por lo general altamente recomendado, porque evita
el asunto de los efectos psicosociales de saber que uno tiene ya cáncer,
o de la influencia somatopsíquica del cáncer, que distrae de tal conoci-
miento consciente. Desgraciadamente, los estudios prospectivos son ca-
ros, y se necesita emplear mucho tiempo para desarrollarlos. Los estudios
prospectivos de iniciación de cáncer (Hagnell, 1966; Thomas, 1976), ge-
neralmente incluyen múltiples localizaciones y tipos de cáncer, a causa de
la enorme dificultad de seguir los sujetos que inicialmente están libres de
enfermedad, hasta que por fin desarrollan o sucumben al cáncer, y al re-
lativamente pequeño número de sujetos que manifiestan enfermedad,
comparada con la muestra inicial de sujetos. Esta «ensalada de frutas»
de variables de sujetos, puede distorsionar o enjugar cualquier hallazgo
significativo. A menudo, los estudios prospectivos no han utilizado medi-
das apropiadas confiables o válidas.
Retro-prospectivo
Un modo de evitar los problemas de tiempo, y los problemas de coste in-
herentes a los estudios prospectivos, consiste en utilizar lo que nosotros
llamamos un diseño retro-prospectivo. Tanto Shekelle y col., (1981), co-
mo Dattore y col., (1980) utilizaron los informes MMPI preexistentes re-
cogidos años antes de que los sujetos desarrollaran cáncer, para investi-
gar la asociación entre la depresión, y la incidencia de cáncer, y la morta-
lidad, respectivamente. Algunos de los efectos de este enfoque, incluyen:
(a) restricción de las medidas a un test comúnmente administrado, con
Sobre la comparación de manzanas, naranjas y ensalada de fruta 287
Quasi-prospectivo
En lo que nosotros llamamos el diseño «quasi-prospectivo», el tiempo
entre la valoración psicosocial de los sujetos, y el diagnóstico de cáncer,
es plegado en cuestión de días. Los sujetos con bultos o lesiones sospe-
chosas, son valorados de acuerdo con unas variables psicosociales, antes
de hacer la biopsia. Estas variables son correlacionadas entonces para
predecir el diagnóstico de cáncer en ciertos individuos. Así pues, mientras
que estos estudios son prospectivos en la intención, son realmente retros-
pectivos en cuanto que algunos de los sujetos tenían ya el cáncer en el mo-
mento de la entrevista, cuando se les hicieron las pruebas. Lo que es pre-
dicho o más a menudo dicho posteriormente, es el diagnóstico más que
la iniciación del cáncer.
Debido a que sólo son valorados los sujetos «en riesgo», este diseño
suministra un número estadísticamente adecuado de diagnósticos de cán-
cer en un periodo corto de tiempo. Esta característica permite estudiar
un tipo o localización de cáncer, lo que es una ventaja decidida sobre el
diseño «verdaderamente» prospectivo. Mientras que los estudios quasi-
prospectivos son capaces de controlar los efectos del conocimiento cons-
ciente, de que uno tiene cáncer, el efecto potencialmente embrollante de
las influencias biológicas (por ejemplo, el tumor en sí mismo, o de los es-
tímulos físico, hormonal, viral o químico, que contribuyen a la carcino-
génesis), sobre los factores psicosociales (la crítica somatopsíquica; ver
Fox, 1978), sigue siendo un problema.
Restrospectivo
En los estudios retrospectivos controlados, los sujetos diagnosticados, o
que están siendo tratados de cáncer, son comparados con controles sin
cáncer (o más precisamente, comparación con no-cáncer, o con grupos
de contraste). Tales estudios han sido criticados (Crisp, 1970; Fox, 1978),
porque incluían en esencia características identificadas en los enfermos
de cáncer que existían ya premórbidamente. Un argumento frecuente-
mente formulado contra esta idea, consiste en que el conocimiento de que
uno tiene cáncer, con la subsiguiente disrupción de la propia vida, provo-
ca vuelcos psicológicos que sesgan los hallazgos de ciertos factores psico-
288 Estrés y cáncer
FORMAS DE MEDICIÓN
Casi sin excepción, los informes en la oncología psicosocial han interpre-
tado los resultados y las conclusiones, basándose más en lo que estaba
siendo medido, que en cómo era medido. Nosotros creemos que hay dife-
rencias importantes entre las mediciones derivadas de los cuestionarios de
autoinforme, y las derivadas de la codificación de las entrevistas.
Otra impresión fuerte es que incluso con todas las diferencias estructu-
rales en los diseños, los sujetos, los tipos, las localizaciones, y los estados
del cáncer, los constructos y las mediciones, emergen algunos temas co-
munes. Así, aunque los estudios retrospectivos han sido criticados como
metodológicamente problemáticos, sus hallazgos son generalmente con-
gruentes con aquellos de los estudios prospectivos, o longitudinales. Pen-
samos que esto es así, porque los estudios retrospectivos controlados,
ofrecen ciertas ventajas sobre los diseños prospectivos; es decir, un tipo
o localización de cáncer, puede ser estudiado más económicamente y se
puede aplicar más de una o dos mediciones o formas de medir (esto es,
tanto las entrevistas, como los autoinformes). Un diseño prospectivo no
Sobre la comparación de manzanas, naranjas y ensalada de fruta 309
Estudios prospectivos
Los hallazgos empíricos, de los estudios prospectivos y quasi-prospec-
tivos de sujetos inicialmente sanos, que posteriormente desarrollaron di-
versos tipos de cáncer, sugieren que tales individuos son caracterizados
como «simpáticos» pro sociales, afectuosos, cordiales, eficaces en mane-
jar los asuntos de cada día, que tienden hacia la inercia, y la inhibición
cuando están deprimidos (Hagnell, 1966 en mujeres solamente), así como
industriosos, y conscientes (Hagnell, 1966; Thomas y McCabe, 1980). Si
bien ellos nos comunican que sienten emociones disfóricas, tales como
angustia, tristeza y especialmente cólera (Dattore y col., 1980; Thomas,
1976; Thomas y McCabe 1980), parecen mostrar signos vegetativos de
depresión (Hagnell, 1966; Shekelle y col., 1981; Thomas y McCabe,
1980). Los varones sanos, que más tarde contrajeron una de seis enferme-
dades, incluido el cáncer, puntuaron significativamente más altos, en la
medición de dependencia, que los controles sanos, aunque las víctimas de
cáncer no se distinguieron específicamente de los que sufrieron otras en-
fermedades (Greenberger y Dattore, 1981). Parece existir poca diferencia
entre los sujetos inicialmente sanos, tipados como A o B en la entrevista
estructurada del tipo A, cuando se controló la edad (Ragland y col., en
prensa). En una medición proyectiva, los sujetos inicialmente sanos, que
posteriormente contrajeron cáncer o se suicidaron, mostraron más cán-
cer, tumor y respuestas de muerte, que los controles sanos, u otros gru-
pos de enfermedad (Thomas, 1976).
310 Estrés y cáncer
Estudios quasi-prospectivos
Los pacientes a los que se encontró cáncer de mama, versus, aquellos que
tenían tumores benignos, mostraron significativamente menos expresión
de cólera en las valoraciones de los jueces de las entrevistas semiestructu-
radas, un hallazgo más prominente en los pacientes más jóvenes (Morris
y col., 1981), o una característica de expresión afectiva inapropiada, in-
cluyendo extrema supresión o extrema expresión de cólera, y otras emo-
ciones en el mismo tipo de medición (Greer y Morris, 1975). No se encon-
traron diferencias significativas entre los grupos, sobre la medición en los
auto-informes de depresión, psicoticismo, extroversión, hostilidad, de-
pendencia, inteligencia o bienestar, en los estudios antes mencionados,
aunque sí se encontraron angustias manifiestas y neuroticismo significati-
vamente más bajos, en los pacientes jóvenes con cáncer. Schoenfield
(1975), sin embargo, comunicó niveles de angustia encubierta, significati-
vamente más altos y ninguna diferencia en cuanto a angustia manifiesta,
en los pacientes más jóvenes con cáncer de mama, versus, controles. Va-
loraciones elevadas en la escala de la mentira del MMPI (una medida de
decepción, rigidez y necesidad patológica de presentar un «buen frente»),
fueron también observadas en pacientes europeos y en los nacidos en
EE.UU, pero no en los nacidos en el Oriente Medio sobre la base de las
auto mediciones de los informes.
Sobre la comparación de manzanas, naranjas y ensalada de fruta 311
Estudios retrospectivos
Los estudios retrospectivos de iniciación del cáncer, en grupos de pacien-
tes con diversos tipos de cáncer, han encontrado que los pacientes, ver-
sus, controles, mostraban de forma significativa menos nivel de proyec-
ción (interpretada como represión más alta), un nivel hedonista más ba-
jo, y angustia, culpa, y hostilidad más bajas (Bahnson y Bahnson, 1969),
basado en autoinforme, y mediciones proyectivas. En términos de la pau-
ta de la historia de la vida emocional, los pacientes de cáncer tenían más
incidentes emocionales críticos en su historia de la vida, sobre la base de
las entrevistas semiestructuradas (Smith y Sebastian, 1976), y una media
más alta de unidades de cambio en la vida, sobre la base de autoinforme
(Jacobs y Charles, 1980).
312 Estrés y cáncer
Estudios longitudinales
Los estudios longitudinales, utilizando las valoraciones de los jueces, so-
bre los pacientes que a través del curso de su enfermedad avanzan más
lentamente que los controles, indican que estos individuos están menos
bien ajustados, muestran actitudes significativamente más pobres hacía
sus médicos (Derogatis y col., 1979) y tienen o mayor denegación o espíri-
tu más luchador (Creer y col., 1979). Utilizando mediciones de autoinfor-
me Derogatis y col., (1979) y Stavraky y col., (1969), encontraron que los
supervivientes de largo término, versus, corto término, manifestaron más
altos niveles de penas psicológicas y efecto negativo, incluyendo niveles
más altos de hostilidad, angustia, psicoticismo, alienación, depresión y
vigor. Achterberg y col. (1977) informaron que los supervivientes de lar-
go tiempo, versus corto término, mostraron niveles más altos de penetra-
ción psicológica, flexibilidad cognoscitiva, no convencionalidad, fuerza
Sobre la comparación de manzanas, naranjas y ensalada de fruta 313
TEMAS EMERGENTES
Aunque la imagen es todavía algo oscura, bastante compleja y polideter-
minada, así como marcada por hallazgos contradictorios, emergen algu-
nas generalizaciones y temas, de los 29 estudios revisados en la tabla 10.1.
das específicas que se han de usar para probarlas. El modelo de uno, las
hipótesis o las mediciones, pueden no ser correctas ni apropiadas. Pero
si no son establecidas explícita y precisamente, no pueden ser ni descon-
firmadas, ni modificadas, ni repetidas.
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