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Los que diseñan las políticas no deben llegar a la conclusión de que los controles de precios y
salarios pueden en verdad curar la inflación, sin antes realizar un intento por comprender las
verdaderas causas del fenómeno. La falta de dicha comprensión, es una de las razones por la
cual los controles de precios y salarios han tenido una extensa y penosa historia de fracaso e
ineficacia; los controles pueden suprimir los síntomas de la inflación, pero las pruebas
demuestran que no son una cura para la enfermedad en sí misma. Las condiciones
subyacentes necesarias para que se produzca inflación, en realidad, no están en discusión
entre los economistas y pueden, por lo tanto, ser consideradas como las causas fundamentales
de la inflación. Sin embargo, otros factores económicos contribuyen a generar inflación, no
sólo mediante presiones ejercidas sobre los gobiernos para continuar con la expansión
inflacionaria, sino también para diseminar la inflación en todos los campos de la economía. Así
es que algunos economistas consideran que dichos factores suplementarios son tan
importantes como las condiciones subyacentes. Las condiciones subyacentes pueden
describirse de la siguiente manera:
1. Cuando los gastos se expanden con mayor rapidez que el aumento en la oferta de bienes y
servicios, la expansión permite e impulsa un alza en el nivel de los precios. Los precios pujan por
subir para absorber el aumento en los gastos globales.
3. Dichos incrementos en la demanda y en los gastos sólo pueden ocurrir cuando la emisión
monetaria es superior a la demanda de equilibrio monetario. Cuando esto sucede, el excedente
de moneda circulante comenzará a producir una demanda global excesiva, suponiendo que la
oferta de bienes no se expanda conforme al incremento monetario. La necesidad de que existe
dicha condición de expansión monetaria para que se genere la inflación, es una de las razones
que condujo al distinguido economista Milton Friedman, Premio Nobel, a decir que "La
inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario".
El mismo Friedman cita una impresionante correlación existente entre el excedente de la
emisión monetaria por sobre la producción, y la inflación. Ha señalado el mismo punto en
cuestión, en numerosos libros y artículos, pero un análisis de la comprobación empírica de
dicha teoría excedería, el alcance de esta obra.
Primero, la moneda adicional creada por el gobierno se utiliza para abonar deudas y
gastos financieros, por encima de lo que el gobierno recauda por impuestos.
Segundo, la inflación inducida por el gobierno impulsa a los contribuyentes, del impuesto
a las ganancias, a avanzar en la escala progresiva; en consecuencia, dichos contribuyentes
deben abonar mayores impuestos no creados por ley. Según la Comisión Conjunta de
Impuesto a las Ganancias del Congreso, el aumento real del impuesto a las ganancias
originado por la inflación en 1974, totalizó la suma de U$S 7.122.000.000, un aumento del
5,9 por ciento para el contribuyente medio. Desde que se compaginaron dichas
estadísticas, la situación empeoró aún más. En 1953, el ingreso promedio de una familia
era de U$S 5.000, y el 11,8 por ciento de dicha suma se pagaba en impuestos directos de
todo tipo, federales, estatales y locales; de acuerdo con la Comisión Asesora de Relaciones
Intergubernamentales, el ingreso promedio de una familia en 1975 había aumentado a
U$S 14.000 —pero dicha familia estaba pagando el 22,7 por ciento de su ingreso en
impuestos, casi el doble de la suma abonada dos décadas atrás—. Si suponemos una tasa
inflacionaria anual del 6 por ciento (una hipótesis moderada en un año en el que la
inflación se aproxima al nivel de los dos dígitos) los incrementos de los impuestos
causados por la inflación podrían producirle al gobierno federal una bonanza adicional, no
legislada, de U$S 50.000 millones, para 1980.
Tercero, el monto real de la deuda nacional se reduce, ya que el ingreso de los préstamos
se había efectuado cuando la tasa inflacionaria era menor y el dinero tenía mayor valor.
Tomando en cuenta todos estos factores, Friedman considera que el ingreso obtenido por
el gobierno a causa de la inflación alcanzó más de U$S 25.000 millones, solamente en
1973. Dados estos hechos y estas cifras, no causará sorpresa si el entusiasmo de un gran
número de funcionarios de gobierno por combatir la inflación es casi nulo.
No deberán obviarse otras "ventajas" derivadas de la inflación. La primera consiste en
que un marco inflacionario ofrece una gran oportunidad para reducir en términos reales el
valor de los salarios, aunque aparentemente no exista tal disminución. Dada la rígida
tendencia decreciente del valor de los salarios, algunos economistas creyeron que una
inflación leve realmente beneficiaría a determinadas empresas en sus reajustes
económicos derivados de reducciones en la demanda. La segunda es que una expansión
inflacionaria provoca un incremento en la oferta, al menos a corto plazo; se estimula el
empleo y el comercio prospera. Terminar con la inflación significaría disminuir el nivel de
empleo, o de los salarios, y la eliminación de empresas que sólo son marginalmente
rentables y que pueden existir, solamente, en condiciones inflacionarias. Para los
gobiernos, esta perspectiva no resulta políticamente atrayente. En consecuencia, puede
observarse que el fenómeno inflacionario tiene una causa principal, pero se encuentra
relacionado con un gran número de condiciones económicas tales como la rigidez
estructural entre otras, que hace que la aplicación de soluciones simples como la
eliminación de controles de precios y salarios no sean sencillas como cura.