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Cinco diputados de la UDI lanzaron a la arena política la propuesta de restablecer la pena de muerte.
En la carta que enviaron al presidente electo Sebastián Piñera asestaron “que hay seres humanos que
no merecen ser alimentados y encarcelados, porque la maldad y el nulo respeto a la vida no permiten
otra opción que la de pagar con su vida los atroces delitos cometidos. La pena de muerte y su
reposición es un concepto que debe ser discutido por los chilenos”.
Como era de preverse, una vez echada la idea a la arena, los gladiadores y hasta las fieras no
demoraron en saltar. Los cuestionamientos arribaron tanto desde la futura oposición como incluso de
correligionarios de la UDI. Sea porque, como Felipe Harboe (PPD), interpretan que el art. 5, segundo
párrafo de la Constitución prohíbe la pena de muerte; porque, como Vlado Mirosevic (FA), opinan
que dicha sanción constituye una venganza. o porque la vida es un derecho absoluto, tanto frente al
Estado como en el caso del aborto, según criterio de Guillermo Ramírez (UDI).
La discusión se desató tras un crimen particularmente atroz acaecido en Puerto Montt. Es decir, los
legisladores reaccionan ex post facto (nótese que no agregamos espasmódicamente). No para
prevenir, ni siquiera para sancionar el hecho reciente, sino para hipotéticos casos futuros, lo cual es
comprensible en cuanto el derecho siempre ha sido escolta y no heraldo de la realidad. La pena de
muerte rigió en la legislación chilena moderna desde el Código Penal de 1874 hasta 2001. En ese
lapso se dictaron 58 condenas a muerte. La última fue en 1981.
El iluminismo penal o escuela liberal, de Beccaria a Carrara, abominó la pena de muerte. En especial
porque los clásicos la vieron aplicada por motivos políticos, tanto por parte de la Revolución Francesa
como de la Restauración. No obstante, la doctrina sudamericana decimonónica le era por lo general
favorable. Por ejemplo, Robustiano Vera, uno de los primeros comentaristas del Código Penal
chileno, escribió que “negar el perfecto derecho que le asiste a los poderes constituidos del Estado
para decretar su imposición, es arrancar temerariamente a la justicia y a la soberanía uno de sus
principales atributos. Tratar de borrarla del catálogo de las penas de que se puede hacer uso, es dar
carta blanca a ciertos delitos atroces y tan peligrosos, que necesitan expiarse con sangre para que cese
la alarma que despiertan en todas las clases de la sociedad”1. Estas palabras se actualizan por el
fenómeno de los asesinatos seriales, cada vez más comunes en todo el mundo, y de crímenes que
combinan el peor ensañamiento contra la vida, con brutales ataques sexuales.
Tal como ocurrió en la UDI, la pena de muerte desata desencuentros entre miembros de una misma
institución o corriente de pensamiento. Así, la Iglesia Católica suele presentarse como acérrima
contraria a la pena de muerte. El Papa Francisco definió el año pasado que “la pena debe tener un
horizonte de esperanza”. La admonición presupone que hay esperanza u horizonte para todos los
criminales. Cuando ello es evidentemente erróneo: el delincuente psíquica y socialmente
irrecuperable existe.
En ese sentido, los 2265 y 2266 del Catecismo de la Iglesia Católica prescriben que “la legítima
defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida
de otro, del bien común de la familia o de la sociedad... La preservación del bien común de la sociedad
exige colocar al agresor en estado de no poder causar perjuicio. Por este motivo la enseñanza
tradicional de la Iglesia ha reconocido el justo fundamento del derecho y deber de la legítima
autoridad pública para aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, en casos de
extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte. Por motivos análogos quienes poseen la autoridad
tienen el derecho de rechazar por medio de las armas a los agresores de la sociedad que tienen a su
cargo”.
Una falacia ingeniosa es la de Miguel Reale, que al definir la pena como una experiencia, rechaza la
pena de muerte pues pone fin a toda experiencia para el ajusticiado2. A lo cual se puede contestar
también que las experiencias del delincuente poco importan a la sociedad y a las víctimas; las penas
no son una experiencia, como puede serlo un viaje de placer, sino un modo de brindar seguridad y
protección a la comunidad. Además, la pérdida de ciertos individuos resulta a veces una ganancia
para la sociedad o incluso para el mundo (ejemplos son los juicios de Núremberg y Tokio) y, además,
un acto de justicia. Un listado completo de las teorías acerca de la pena excedería, y en mucho, la
pretensión de esta nota. Por ello enumeramos al fin, pasados en limpio, los que creemos son los
principales argumentos en pro y en contra.
Sin perjuicio del resultado o del arduo camino legislativo que sería necesario para reimplantarse, la
discusión política y jurídica sobre la pena de muerte es otra oportunidad para la participación y
maduración de la sociedad. Una última idea para el debate: de restablecerse la pena de muerte debería
serlo como pena alternativa al presidio y no como pena única (art. 61, inc. 3 del Código Penal).
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-00122009000200011
DOCUMENTOS
Así los atributos del derecho a la vida asegurados por la Constitución como los contenidos
en la Convención Americana sobre Derechos Humanos constituyen atributos que emanan
de la dignidad humana y constituyen derechos esenciales, los cuales, de acuerdo a lo
que determina imperativamente el artículo 5o inciso 2o de la Constitución, limitan el
ejercicio de la soberanía, por tanto, la potestad legislativa ejercida por los órganos
colegisladores del Estado Chileno. Por tanto una disposición legal que actuara en tales
términos sería inconstitucional, además de vulnerar un derecho humano esencial en los
términos que el Estado de Chile, libre y voluntariamente se ha comprometido a respetar
y promover, como dispone el mismo inciso 2o del artículo 5o de la Constitución. Cabe
señalar, por tanto, que dichos atributos constituyen parte del parámetro de control de
constitucionalidad, como ya fue utilizada la Convención sobre Derechos del Niño por el
Tribunal Constitucional en su sentencia sobre "responsabilidad penal adolescente" (Rol
N° 786-2007, de fecha trece de junio de 2007) y en el caso de la "Pildora del día
después", se aplica el mismo artículo 4o de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (sentencia Rol N° 740-07, de fecha 18 de abril de 2008).
Esta disposición junto con ser parte de la CADH y del derecho internacional, es parte de
nuestro ordenamiento jurídico y de aplicación preferente respecto de los preceptos
legales internos, debiendo ser interpretada y aplicada de acuerdo con el objeto y fin de
protección de los derechos a que se obligó el Estado de Chile de buena fe al incorporar
tal disposición de aseguramiento y garantía del derecho a la vida. Así, el artículo 4.2 de
la CADH establece un límite definitivo a la pena de muerte para todos los delitos que
actualmente no contempla nuestro ordenamiento jurídico, prohibiendo la extensión de
su uso hacia el futuro. Sobre ello ya se pronunció y dictaminó la Corte Interamericana
en su Opinión Consultiva 3/83 de 8 de septiembre de 1983.
El Derecho Internacional de los Derechos Humanos es fuente del Derecho Interno cuando
contiene elementos que enriquecen al Derecho Interno, cuando agregan un "plus " al
contenido normativo de los derechos fundamentales delimitados y configurados en el
derecho interno y viceversa, el sistema nacional de derecho enriquece al derecho
Internacional de derechos humanos, buscando siempre la integralidad maximizadora del
sistema de derechos esenciales o humanos, todo lo que está reconocido en el artículo
29 de la Convención Americana de Derecho Humanos y en el artículo 5o del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas.
Dicha perspectiva ha sido asumida también por don Alejandro Silva Bascuñan en su
Tratado de Derecho Constitucional, donde afirma que el exacto alcance del artículo 5 o,
inciso segundo, oración final, es que "la obligación que impone al Estado tiene como
ámbito todos esos derechos esenciales y por lo tanto, no solo aquellos que
explícitamente están reconocidos por la Ley Fundamental"1.
El profesor Silva Bascuñan concuerda con Cecilia Medina, además, en que "Si la
comunidad internacional, o la nacional, se ponen de acuerdo en que ciertos derechos
son 'humanos'o 'esenciales', ellos podrán ser invocados por sus titulares sin necesidad
de verse expuestos a probar su naturaleza; ella ya está determinada de antemano y en
forma fehaciente"2. Criterios que son reafirmados en el tomo XI del tratado, publicado
en 2006, donde hace referencia a la materia en los párrafos 83 a 86 del Tomo IV3.
"Para nosotros habría sido mucho mas técnicamente preciso incorporar a la Constitución
todos los derechos humanos asegurados por tratados internacionales. Pero nos
encontramos con que debíamos concordar la reforma en un tiempo muy breve. Por
consiguiente, nos pusimos de acuerdo para que en ¡a aprobación de esta reforma al
artículo 5 °, los derechos esenciales contenidos en los tratados internacionales
ratificados por chile y vigentes, que conocía el constituyente - La junta de Gobierno en
ese momento - y que conocían los negociadores, se entendiera que pasaban a formar
parte de la Constitución Política de 1980,4.
Así lo entiende también José Luis Cea Egaña, Ministro y ex Presidente del Tribunal
Constitucional, en su obra Derecho Constitucional Chileno, donde afirma:
"En virtud del artículo 5 o inciso 2 o, modificado en 1989, la Constitución hace parte
formal y sustantiva de su texto los derechos, deberes, acciones y recursos contemplados
en los tratados internacionales ratificados por Chile y vigentes en nuestro país que
versen sobre los atributos esenciales de la persona humana. "Existe complementación,
y no oposición, por ende, entre el Estatuto de la Persona en el derecho interno y en el
derecho supranacional. Consecuentemente también, se ha vigorizado aquel estatuto por
la conjugación o armonía de ambos sistemas jurídicos. Trátese de una evidencia más
acerca de la nueva concepción de la soberanía, limitada y ¡imitable por el respeto que
debe al ejercicio de aquellos derechos"5.
La Corte Suprema de Justicia afirma con claridad que la soberanía, incluido el poder
constituyente y todo órgano o autoridad, está limitada por los derechos esenciales de la
persona humana, a través de diversos fallos:
En la materia existe una larga lista de precedentes establecidos por la Corte Suprema
de Justicia, entre ellos el siguiente:
Esta misma línea argumental ha sido desarrollada por nuestro Tribunal Constitucional,
el cual precisa que:
"[...] el respeto y promoción de los derechos esenciales del hombre, que son superiores
y anteriores al Estado y ala Constitución, que no los crea sino que reconoce y asegura",
agregando que "estos preceptos no son meramente declarativos sino que constituyen
disposiciones expresas que obligan a gobernantes y gobernados tanto en si mismas,
como también, en cuanto normas rectoras y vitales que coadyuvan a desentrañar el
verdadero sentido y espíritu de las disposiciones de la Constitución " 10.
Por otra parte, en el plano del derecho interno, debe explicitarse que, de acuerdo con la
reforma constitucional de 2005, el artículo 54, en su inciso sexto del texto reformado
introduce un principio de grandes repercusiones en el derecho interno y que es
plenamente armónico con las obligaciones internacionales asumidas por el Estado
Chileno en la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados de 1969, ratificada en
1981 ypublicadaenjuniode 1981. Dicho inciso precisa:
"Las disposiciones de un tratado sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas
en ¡a forma prevista en ¡os propios tratados o de acuerdo a ¡as normas generales de
Derecho Internacional. "
De acuerdo con esta disposición constitucional el Estado chileno no deja ninguna duda
sobre la voluntad de hacer efectivas las obligaciones de ius cogens de cumplir de buena
fe las obligaciones internacionales contenidas en los artículos 26y 27 de la Convención
de Viena sobre Derecho de los Tratados (principios Pacta Sunt Servando y Bonna Fide),
como asimismo la obligación de no oponer obstáculos de derecho interno al
cumplimiento de las obligaciones internacionales voluntaria y libremente aceptadas,
generando responsabilidad internacional por ello.
Una vez que el tratado internacional se encuentra aprobado por el Congreso Nacional y
ratificado por el Presidente de la República, genera inmediatamente las obligaciones
pertinentes para el Estado si tales tratados están vigentes en el derecho internacional,
ellos pasan a ser derecho interno sin dejar de ser derecho internacional, pero, a
diferencia de las normas generadas por fuente interna no son susceptibles de derogación
por voluntad unilateral del Estado, teniendo aplicación preferente sobre el derecho
interno de acuerdo a lo que el Estado ha consentido libre y voluntariamente. Dicha
perspectiva fue expresamente asumida por el gobierno y los diversos sectores
representados en el Senado en el primer trámite constitucional de la reforma
constitucional de 200512.
En efecto, de acuerdo con esta disposición queda meridianamente claro que el Estado
sólo puede desvincularse de cumplir sus obligaciones internacionales convertidas
también en derecho interno obligatorio para todos los órganos estatales y los particulares
a través de la denuncia del tratado en la medida que su propia naturaleza lo permita, y
una vez cumplidas todas las etapas exigidas por el derecho internacional, sólo una vez
que el derecho internacional y sus órganos jurisdiccionales de aplicación en su caso,
determinen la liberación del Estado chileno de las obligaciones contenidas en el tratado,
este podrá dejar de ser aplicado en el derecho interno.
Conclusiones.
NOTAS
1.- Silva Bascuñan, Alejandro. Tratado de derecho Constitucional. Tomo IV. Ed. Jurídica
de Chile, Santiago, 1997, p. 111. [ Links ]
2.- Silva Bascuñan, Alejandro. Tratado de Derecho Constitucional. Tomo IV. Ed. Jurídica
de Chile, Santiago, 1997, p. 111. [ Links ]
3.- Silva Bascuñan, Alejandro. Tratado de Derecho Constitucional. Tomo XI. Ed. Jurídica
de Chile, Santiago, 2006, p. 15. [ Links ]
5.- Cea Egaña, José Luis. Derecho constitucional chileno. Tomo I. Ed. Universidad
Católica de Chile, Santiago. 2002. p. 113. [ Links ]
8.-Sentencia de la Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, Rol N° 3125 - 04, de fecha 13
de marzo de 2007. Las negritas son nuestras.
9.- Sentencia de la Corte Suprema de Justicia de 18 de abril de 2007. Rol N° 4.183 -06,
considerandos noveno y décimo. Las negritas son nuestras.
11.- Sentencia del Tribunal Constitucional, Rol N° 740-07, de fecha 18 de abril de 2008,
considerandos 55° y 56°.
Las ejecuciones y las condenas a muerte han disminuido en todo el mundo tras haber
alcanzado máximos históricos en años anteriores.
Durante 2017 se registraron 993 ejecuciones en 23 países. Se trata de una reducción del
4% respecto a 2016, con 1.032 ejecuciones, y del 39% respecto a 2015, cuando la
organización informó de la cifra más elevada desde 1989.
La mayoría de las ejecuciones tuvieron lugar en China, Irán, Arabia Saudí, Irak y
Pakistán, por este orden.
China siguió siendo el mayor ejecutor del mundo, aunque se desconoce la verdadera
magnitud del uso de la pena de muerte en ese país, pues los datos al respecto están
clasificados como secreto de Estado. En la citada cifra global de al menos 993 ejecuciones
no están incluidas las miles que se cree que se han llevado a cabo en China.
Excluyendo a China, el 84% de las ejecuciones conocidas tuvieron lugar en tan sólo
cuatro países: Arabia Saudí, Irán, Irak y Pakistán.
Irán ejecutó al menos a 507 personas, el 60% del total de ejecuciones confirmadas en Oriente
Medio y el Norte de África. Al menos cinco personas fueron ejecutadas por delitos cometidos
cuando eran menores de 18 años, y otras 80, como mínimo, permanecían condenadas a
muerte.
Arabia Saudí ejecutó a 146 personas, el 17% del total de ejecuciones confirmadas en la
región y un número levemente inferior al alcanzado en 2015 (158), que constituyó la cifra
más alta registrada en ese país desde 1995.
Estados Unidos siguió siendo el único país de América que llevó a cabo ejecuciones por
noveno año consecutivo. El número de ejecuciones (23) y condenas a muerte (41) en Estados
Unidos aumentó ligeramente respecto a 2016, pero siguió estando dentro de las tendencias
históricamente bajas de los últimos años.
© AI
Herman Lindsey, exonerado de la pena de muerte, abraza a una activista de Amnistía Internacional.
Ambos estaban entre el grupo de personas que se manifestaban contra la ejecución de John Ruthell
Henry. © AP Photo/Phil Sandlin
© Amnistía Internacional
Al terminar 2017, 106 países (la mayoría de los Estados del mundo) habían abolido la pena
de muerte en la ley para todos los delitos, y 142 (más de dos tercios) la habían abolido en la
ley o en la práctica.
A pesar de la mejora de los datos, el informe nos muestra que queda mucho por hacer:
numerosos países siguen poniendo en práctica la pena de muerte sin restricciones y, al final
de 2017, se tenía constancia de que había al menos 21.919 personas condenadas a muerte.
El número de estados de Estados Unidos que llevaban a cabo ejecuciones aumentó de cinco
en 2016 a ocho, al reanudar Arkansas, Ohio y Virginia las ejecuciones tras una pausa de
varios años.
Nacional
2.82K
Este lunes 29 de enero se cumplen exactos 33 años desde la última aplicación de la pena
de muerte en Chile. Esta sentencia fue utilizada en 58 oportunidades por los Tribunales de
Justicia entre 1875 -cuando fue incluida al ordenamiento jurídico- y el 3 de abril de 2001,
cuando fue derogada por el entonces Presidente Ricardo Lagos y reemplazada por la pena
de presidio perpetuo.
No obstante el año en que fue promulgada, la pena capital se aplicó por primera vez el 3 de
febrero de 1890, cuando un sujeto que fue declarado culpable del delito de robo con
homicidio, fue ejecutado por el pelotón desigando para su fusilamiento.
Como él, otras 28 personas fueron condenadas y matadas por este delito; 24 por
homicidio calificado, uno por asalto con homicidio, uno por homicidio con incendio y
tres por homicidio por violación. Paralelamente, según los registros de los gobiernos desde
1964 hasta la fecha, fue bajo el mandato de Carlos Ibañez del Campo donde se produjo la
mayor cantidad de fusilamientos por pena de muerte, con ocho condenados.
CHACAL DE NAHUELTORO
Un caso emblemático de la aplicación de este precepto legal fue la condena de Jorge del
Carmen Valenzuela Torres, conocido como "el Chacal de Nahueltoro", quien fue
condenado por el asesinato de su pareja, Rosa Rivas, y de sus cinco hijos, en el año 1960.
El caso se tornó polémico debido a que durante su reclusión de tres años, mientras esperaba
su fusilamiento, experimentó cambios significativos en su conducta, aprendiendo a leer,
escribir y fabricar guitarras, al mismo tiempo en que se acercó a la religión católica.
Paralelamente, argumentaba que estaba arrepentido de lo realizado, sosteniendo que, en el
momento, no contaba con las herramientas para tener conciencia de lo que hizo.
Otro caso que acaparó las portadas de los medios de comunicación fue, precisamente, la
última condena a muerte dictada por un tribunal chileno. Fue el 29 de enero de 1985 cuando
fueron ejecutados los ex funcionarios de Carabineros Jorge Sagredo y Alberto Topp
Collins, más conocidos como los "Sicópatas de Viña del Mar".
Los ex uniformados fueron declarados culpables del asesinato de una decena de mujeres.
Pese a que lo solicitaron en reiteradas oportunidades, el dictador Augusto Pinochet les negó
el indulto presidencial, dando luz verde a su fusilamiento.
ARGUMENTOS A FAVOR
Hemos visto ya que la pena de muerte es una realidad en el mundo de nuestros días. Sin
embargo, para que sea una realidad hace falta que haya unas ideas que la sustenten o la
derriben.
A FAVOR
Para hacer más entendedor este apartado iremos enumerando las diferentes ideas:
1) Razón de Justicia: esta idea se sustenta por un lado, por fundamentaciones religiosas, cuya
máxima expresión se encuentra en el Antiguo Testamento, como puede ser la Ley de Talión:
"Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente"; También cabe destacar desde
fundamentaciones religiosas, que las penas deben tener como base la necesidad de expiación.
En definitiva, el castigo supremo siempre ha estado presente en la sociedad.
Por otro lado, se fundamenta en las Teorías Absolutas de la pena, cuya máxima era la pena
justa (punitur quia peccatum est). Estas teorías se basan en la libertad e igualdad naturales de
todos los hombres. Por lo tanto, cuando un hombre comete un delito, se ha de retribuir al
autor del delito con una pena equivalente al mal que ha ocasionado.
6) Costes económicos: Los partidarios de la pena de muerte sostienen que la pena de muerte
es, en términos económicos, más rentable, que las alternativas que se presentan a dicha
sanción.
ARGUMENTOS en contra
Volveremos a estructurar este apartado como el anterior, es decir, enumerando las diferentes
ideas. Además, podemos ver que la mayoría de las argumentaciones, son las réplicas a las
anteriores.
Por último, cabe recordar también la Teoría del Intercambio de Homans, en la que el autor,
apunta: " Cuanto más golpea uno, más golpea el otro, pues resulta satisfactorio lastimar a
quien nos lastima". Quizás, bajo el supuesto de la realización de justicia, se esconda el placer,
como apunta Homans. Ello es debido al intercambio de castigos.
2) Utilidad Social: No está demostrado, que la pena cumpla una función de prevención
general negativa, o sea de intimidación a los potenciales infractores. Prueba de ello, es que
si fuera así, en primer lugar, ya no existirían delitos. Y en segundo lugar, se parte de que el
delito es una acto racional, en el que el delincuente evalúa los costes y beneficios. Esta
premisa puede ser falsa, pero en el caso de que fuera cierta, el sujeto delincuente, espera o
bien que no lo descubran, o bien, salir mejor parado del proceso judicial.
Por último, cabe destacar que, como afirman los partidarios de la pena de muerte, sea posible
que en algunos países en los que la pena de muerte ha sido abolida se haya producido un
incremento en la criminalidad registrada. Pero esta afirmación hay que matizarla, en el
sentido de que es posible que una parte de esta criminalidad fuera anteriormente oculta ( no
registrada), o bien, que este aumento sea debido a la consecución de delitos menos graves.
Por tanto, se puede afirmar que la función intimidatoria de la pena capital, está aún por
demostrar.
5)Irreversibilidad de la pena de muerte respecto del error judicial: Si bien cada día más, los
errores judiciales son menos frecuentes, hay riesgo de condenar a un inocente. Pero además
con el agravante de que en el caso de la pena de muerte no se puede compensar al sujeto por
el error.
6)Costes económicos: En los costes sobre la pena de muerte, no sólo hay que computar el
coste que tiene en si misma la ejecución, sino también, el coste de todo el proceso judicial,
es decir, apelaciones, jueces, y, además, los costes sociales de esta sentencia. Estos costes
sociales, deberían ser estimados, para ver si realmente, la pena de muerte es rentable o no. El
argumento de los costes económicos, lleva consigo una parte oculta, se pueden computar dos
veces los mismos costes, etc...Además, diferentes estudios realizados revelan que la pena de
muerte es menos rentable que el mantenimiento en prisión del sujeto. Las diferencias entre
los diferentes estudios cabría analizarlas, pero además se debería computar, como hemos
dicho los costes sociales.
Por ello, creemos que este tipo de argumentaciones no deberían ser tenidas en cuenta, aunque
sin duda, en la sociedad en la que vivimos actualmente, tiene, para el sistema político y los
ciudadanos un gran interés.
7)Discriminación de la pena de muerte: Los Tribunales ejercen una selección entre los
autores de los delitos, ya sea por motivos económicos o étnico-raciales. Así, por ejemplo, la
diferencia de recursos económicos que existe entre los que poseen un buen nivel adquisitivo
y las clases más desfavorecidas, provoca que frente a un mismo hecho delictivo, los primeros
puedan ser asistidos por profesionales con mayor rigor, que los otros. Este factor es
especialemente importante en EE.UU, en donde el coste de defensa es muy elevado y las
clases bajas no pueden costearlo, lo que significa, con mucha probabilidad una sentencia
condenatoria. Por lo que se refiere al factor étnico, también en EE.UU, determinados sectores
son más propicios a obtener este tipo de sentencias. Así, los chicanos, negros, etc... son los
delincuentes sobre los que recae la pena de muerte