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Estado o comunidad

Diego Camilo Marca Quezada1

Resumen

El presente trabajo pretende contraponer dos horizontes socio políticos presentes


en el proceso boliviano: el socialismo comunitario y el Suma Qamaña. En tiempos
en que cada vez parece menos viable una construcción auténticamente no
capitalista; el análisis y autocritica de nuestros procesos revolucionarios,
progresistas se vuelve una necesidad.

Para esto, se contraponen los componentes de ambos horizontes: desarrollo,


extractivismo – industrialización y el rol del Estado en estas construcciones.
Asumiendo como problemática regional no solo el de relaciones capitalistas sino
coloniales que determinan el horizonte que se cree posible.

En el caso boliviano, es el Modelo económico social comunitario productivo el que


se ha implementado en los últimos 13 años y que, a estas alturas, merece ser
evaluado desde su capacidad emancipadora. Esta contraposición, permite
entender la importancia de recuperar sentidos originarios de relaciones políticas y
económicas. Comprendiendo la condición a la que hemos sido relegados en un
sistema mundo, pero superándolo desde una concepción propia – latinoamericana.

1
Estudiante egresado en Economía en la Universidad Mayor de San Andrés; estudiante de la carrera de
Sociología en la misma Universidad.

1
Introducción
Hasta hace pocos años, la región latinoamericana vivió la notable presencia de gobiernos
progresistas y de izquierda. En contraposición a las políticas aplicadas durante la última década
del siglo XX, estos gobiernos pretendieron dar solución a la cuestión social, estrechamente
relacionadas a las condiciones económicas de cada país. Intentaron dar solución a las
condicionantes históricas que una economía mundial había desarrollado en la región: pobreza,
desigualdad, subdesarrollo, especialización en la extracción de recursos naturales, dependencia,
democracias débiles, homogeneización cultural y otras consecuencias del modelo
implementado.

Las políticas implementadas para solucionar esta condición han sido diversas; así como
también sus resultados. En la mayoría, los resultados obtenidos mostraron avances positivos en
cuanto a sus impactos sociales. En el caso boliviano, la política económica ha sido desarrollada
bajo el nombre de “Modelo económico social comunitario productivo boliviano”. Después de 13
años este modelo económico continúa implementándose con resultados que muestra logros en
cuanto a industrialización, crecimiento y desarrollo económico y, sobre todo, igualdad social y
económica.

Hasta el momento, el modelo económico social comunitario productivo boliviano


presenta resultados que muestran un panorama estable y con prometedoras perspectivas hacia
el futuro según, incluso los indicadores que la economía clásica ha desarrollado. Sin embargo,
desde otra perspectiva se le califica también como un modelo basado en la mercantilización de
la sociedad.

Entendiendo los procesos de resignificación de los objetivos de las izquierdas


latinoamericanas, se considera importante el comentario de David Harvey cuando afirma que
“…la izquierda muy a menudo olvida el significado de ser anticapitalista” (Harvey, D.: 2014,
septiembre)2. Entonces la problemática actual se identifica cómo los objetivos y las políticas
aplicadas en la región y específicamente en Bolivia, resultan contrarias a un sistema capitalista
y moderno. Por lo tanto, se trata de identificar las características actuales del capitalismo en la
región de Latinoamérica, así como de re-pensar las alternativas que se estas construyendo y
que, hoy en día, resulta más urgente concretizarlas.

2
entrevista con Agencia Publica de Noticias del Ecuador (ANDES). Recuperado de:
https://labarraespaciadora.com/editorial/david-harvey-la-izquierda-olvido-ser-anticapitalista/

2
Del ciclo neoliberal a los gobiernos progresistas
La década de los 90 resulta ser la más importante para comprender la disputa hegemónica
actual. Alberga lo quiebres, rupturas, victorias y derrotas de diferentes proyectos políticos que
se resignificarían o cobrarían fuerza para los tiempos venideros. Se trata de tiempos de crisis
existencial de algunos proyectos políticos, como consecuencia de la caída del muro de Berlín y
del Estado Soviético, a nivel global, y por la aplicación de las políticas recomendadas en el
Consenso de Washington, en Latinoamérica. Sin duda, eran tiempos donde la globalización se
presentaba como ineludible, definitiva, absoluta y única forma de producción social y
económica.

Las concepciones políticas de esta década no eran completamente novedosas, sino que
provenían de procesos acumulativos anteriores, pero sí se consolidarían con este nuevo
contexto histórico. En este sentido, resultó ser el espacio y el tiempo de las posibilidades
objetivas que enarbolaron el triunfo del capitalismo global. “Es el fin de la historia” llegaría
incluso a afirmar Francis Fukuyama. Se trataba del triunfo de la consigna “no hay alternativas”.
No solamente como victoria económica, sino también política y culturalmente.

En esta década, muchos abrazaron el relato postmoderno del “fin de los grandes relatos”.
Esta nueva “sabiduría del desencanto” en que toda lucha se diluía en un sinsentido y en la
claudicación de toda pretensión de “cambiar el mundo” (Dussel, 2008: 7), lógica que se
consolidaría llegando a mostrar sus efectos hasta la actualidad. El postmodernismo, el
relativismo, el multiculturalismo y otras narrativas contribuyen hoy a la “despolitización de las
nuevas generaciones” al quitarles todo sentido de una verdadera transformación.

Todo esto nos lleva a considerar una nueva fase del capitalismo global, la que se enuncia
desde la victoria y la hegemonía casi consolidada, al menos económicamente. A diferencia del
siglo pasado, el nuevo siglo XXI comenzaría con la experiencia del “fracaso”. Por esto, los
procesos políticos de aquí en adelante, intentan diferenciarse de esta “experiencia fallida” a
través del “socialismo del siglo XXI”. El contenido de este horizonte, sin embargo, aún debe
definirse.

Para comprender mejor esta imprecisión del carácter del socialismo del siglo XXI,
mencionamos, por ejemplo, el postulado del mismo Fukuyama, quien el año pasado afirmaría
que “el socialismo debería volver”. Consciente de que el debate radica en ¿qué se entiende por
socialismo?, él mismo reivindicaría este sistema en tanto “programas redistributivos que
intentan corregir este gran desequilibrio tanto en ingresos como en la riqueza que ha surgido…”

3
(Fukuyama, F. 2018, octubre)3. Por lo tanto, de lo que se trata es de corregir las desigualdades
económicas, se reduce el capitalismo a un mero sistema económico que únicamente profundiza
la pobreza. El problema no es que representantes de la hegemonía capitalista mundial
enaltezcan el socialismo – entendido de esta manera - el problema es que desde quienes
intentar establecer procesos revolucionarios, como nuestros gobiernos progresistas de este
siglo, reproduzcan esta misma visión.

Entre el Suma Qamaña y el socialismo comunitario


La esperanza, en aquellos tiempos del desencanto, surgiría en los pueblos de
Latinoamérica. En Bolivia, en 1990 se da la 1° Marcha Indígena por el Territorio y la Dignidad; en
México, el año 1994, los Zapatistas establecen los primeros territorios autónomos hacia aquel
“otro mundo posible”. Es decir, será el inicio de un periodo de lucha histórica mucho más larga,
ya no solamente contra un sistema económico mundial que empobrecía este territorio; sino
para hacerlo desde una identidad originaria, desde aquello que había sido invisibilizado y
saqueado.

Incluso en el territorio boliviano, serían los indígenas de las tierras bajas quienes
conduzcan esta marcha para hacerse visibles. Bolivia estaba reducida a ser andino – céntrica,
donde las naciones originarias reconocidas eran solamente la aymara y la quechua. Dejando de
lado, al menos, otra treintena de naciones diferentes, de cosmovisiones diferentes. Por primera
vez, desde las tierras bajas, surge el mandato del reconocimiento de un territorio en el que
habitan múltiples naciones.

Este reconocimiento, no podía ser desde la política homogeneizadora que se había


implementado; tenía que ser en el respeto y desde el derecho a la autodeterminación de estos
pueblos; cada uno con su propio horizonte y sentido de vida. No se trataba de fortalecer el
Estado – Nación, sino que el resultado sería el Estado Plurinacional desde 2009, en el que el
horizonte se define como el Suma Qamaña.

El Suma Qamaña (Vivir bien) se incorpora como horizonte de época, en contraposición al


“Vivir mejor” de la lógica moderna, desde la concepción de los pueblos originarios. Con el
tiempo, surgiría el denominativo de Socialismo Comunitario. En otros espacios y no siempre
entendiendo como sinónimos de un mismo proyecto, sino que más bien se esfuerzan por marcas

3
entrevista con NewstatesmanAmerica. Recuperado de:
https://revistadecentroamerica.org/index.php/mundo/6-entrevista-a-francis-fukuyama-el-socialismo-
deberia-volver)

4
las diferencias. Este último, como la superación de todos los males que el capitalismo mundial
había generado en todos los aspectos de la vida cotidiana, subordinándolos al lucro, “todo ha
sido pervertido por la cultura del lucro” (García, 2015, 54).

Al respecto, se pregunta: ¿son contradictorios el Socialismo Comunitario y el Suma


Qamaña, en tanto horizontes emancipatorios? Pareciera que el nudo del debate se centra en
las posturas sobre el desarrollo, la extracción de recursos naturales, la posición ante el
antropocentrismo y, en última instancia, el rol del Estado en esta construcción.

No se puede negar que ambas posturas han fundamentado sus acciones en la resistencia
al capitalismo mundial. Sin embargo, la experiencia histórica ha marcado notables diferencias y
contradicciones entre estos dos proyectos. Por ejemplo, las posturas respecto al “indio”, donde
el conflicto es entre “nación” o “clase”. Para resolver esto, el discurso del mestizaje había calado
profundamente en la sociedad durante el siglo XX, se trataba de homogeneizar culturalmente a
la sociedad; pero homogeneizando desde la negación del indio. Se redujo lo indio, a ser el
“campesino”, como una categoría económica; pero que además negando su capacidad
autónoma: o seguía al obrero o al feudal burgués imperialista (Rodríguez, 2017: 62). El indio
debía ser incorporado a la civilización. Si bien existen algunas excepciones, esta relación colonial
entre la izquierda y el sujeto indio fue la predominante4.

También es necesario mencionar que, hoy en día, algunas organizaciones inmersas en el


proceso de transformación, entienden las reivindicaciones originarias como “cuestiones
pachamamicas5, que en el marxismo no tienen sentido”. Fundamentados en posturas marxistas
clásicos o doctrinales, postulan que hablar de las reivindicaciones indígenas es sinónimo de
hablar del retorno al pasado, de un romanticismo ahistórico.

De lo que se trata en ultima instancia, es de una izquierda moderna, de una actitud


globalizadora de su totalidad. Entendiendo la modernidad como el contenido civilizatorio pero
que pone como referente o maneja como centralidad, a Europa en el Sistema Mundo (Dussel,
2008, 27). Es decir, se habla de la totalidad totalizante, que pone en caducidad aquello que no
es moderno como meras formas del pasado y, por lo tanto, sin sentido. (Bautista, 2018, 18).

4
Se puede analizar la experiencia del presidente Gualberto Villarroel y el congreso indígena de 1945, a
Elizardo Pérez y la Escuela – Ayllu de Warisata, etc.
5
Hacen referencia al termino Pachamama (Madre Tierra) que significa, para la cosmovisión andina, la
comprensión que la vida tiene como fundamento la relación productivo-reciproca, con la tierra.

5
Sin embargo, también han existido puntos de encuentro entre los dos horizontes
mencionados en un principio. El Ex Canciller boliviano, David Choquehuanca6, el año 2009 en
Quito, señalo estos puntos de encuentro al afirmar:

“…estamos contra el capitalismo porque el capitalismo no considera ni


siquiera, no le importa la vida, por eso, tenemos muchas coincidencias con el
socialismo. Queremos nosotros satisfacer, buscamos la satisfacción de las
necesidades de los seres humanos, pero para nosotros lo más importante es la
vida…” David Choquehuanca (citado en Viaña, 2017, 28).

El mismo presidente, Evo Morales, había definido el Suma Qamaña como el “vivir en
comunidad, en colectividad, en reciprocidad, en solidaridad y, especialmente, en
complementariedad” (Ministerio de Relaciones Exteriores, 2010: 9). Mientras que el
Vicepresidente, Álvaro García Linera, explica el Socialismo comunitario como un “largo proceso
de transición en el que Estado Revolucionario y Movimientos Sociales se fusionan para que día
a día se democraticen nuevas decisiones” (García, 2015: 56), resaltando que este proceso se
hace desde lo comunitario ancestral y concluyendo que “los revolucionarios no hemos venido
para administrar de mejor forma o más humanitariamente el capitalismo” afirmaría para
concluir esta caracterización (García, 2015: 57).

¿Son determinantes entonces las diferencias?, ¿estamos realmente hablando de dos


horizontes contrarios? o simplemente no se ha evidenciado las afinidades entre ambos
términos, cuando se trata de combatir al capitalismo. Se vuelve necesario profundizar en los
elementos que componen a estos horizontes: el mito del progreso o desarrollo y la relación
Estado – sociedad – naturaleza.

Desarrollo, Pachamama y Estado o Comunidad


El desarrollo, en tanto paradigma, surge después de la II Guerra Mundial. La necesidad de
fundamentar que existe un camino común para todas las naciones, donde simplemente se
encuentran en diferentes etapas de esta vía. El desarrollo sería “el proceso por el cual un país
avanza por el camino universal de la modernización” (Wallerstein, 2006: 44). Paradigma que
permitió a la política pública darle un sentido de existencia, partiendo de la Doctrina de Truman
en la que, ante un mundo en miseria y pobreza, la asistencia técnica permitiría “producir más”
como la clave para solucionar esta condición (Truman, 1964; citado en Escobar, 2014: 49).

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Dirigente, político aymara. Uno de los principales fundamentadores del Suma Qamaña como nuevo
horizonte civilizatorio.

6
Para esto, las “filosofías ancestrales debían ser erradicadas” afirmarían en un informe de
las Naciones Unidas de 1951. Aun quienes se oponían al capitalismo, lo hacían desde el
paradigma de desarrollo - desarrollo participativo, desarrollo socialista, otro desarrollo,
desarrollo sostenible, desarrollo integral, etc. - lo que nos muestra cuan asimilado se encontraba
este paradigma, y todavía se encuentra.

El desarrollo, como discurso o mito, deviene entonces en una ideología desarrollista


cuando este se convierte en un fin en sí mismo. Debido a la imposibilidad de su cumplimiento
generalizado ya que el subdesarrollo es, al mismo tiempo, una condición inherente del
desarrollo. Sin embargo, aun en esta imposibilidad, se presenta como imaginariamente posible.
Y, aun cuando materialmente ha mostrado sus debilidades, no puede desligarse de la
concepción de un “progreso infinito”. El desarrollo sostenible, el que consideraría la
problemática actual; sería una muestra de esto. El “mito del progreso infinito” se percibe de
manera mucho más concreta cuando analizamos el crecimiento económico como uno de los
principales indicadores de éxito o fracaso. Marx, aun cuando no se había generado el concepto
del Producto Interno Bruto, afirmaría que “La riqueza de las sociedades en las que domina el
modo de producción capitalista se presenta como un “enorme cumulo de mercancías”” (Marx,
2010: 43). Sin límite, reducidas a una cuantificación de su valor y su intercambiabilidad en el
mercado.

Sin embargo, este discurso no tendría sentido si no habría indicios de concreción de este
sentido, a través de la industrialización. Para dejar de lado, la condición primario exportadora a
la que habían sido relegadas las economías de Sudamérica. En este punto también existen
encuentros y diferencias entre ambos horizontes.

Partiendo de la comprensión que, la gran mayoría de las condiciones de los países


“industrializados” o “desarrollados”, han sido posibles a costa de los países del “tercer mundo”;
entendemos que estos son privilegios o posibilidades de las regiones más empobrecidas, y que
quizás no alcanzan ni a satisfacer las necesidades más básicas, a las que no podrían renunciar
como lo plantean las posiciones más “anti-desarrollistas” (Viaña, 2017: 26).

Pero tampoco se trata de una “industrialización sin sentido”, basada en la competencia y


una “vida en lujo” y de consumo irresponsable que exacerban la crisis climática global. En pocas
palabras, la cultura de la dominación de la naturaleza. Ambas, la postura “anti-desarrollista”
como aquella que encuentra la solución en la aplicación de las tecnologías sobre la naturaleza
también comparte un trasfondo colonial.

7
La primera porque reproduce, desde el sujeto que pudo acceder a los privilegios, la
condena de las regiones dependientes del capitalismo central a meros, exportadores de
materias primas. En la problemática climática, esto se traduce a la producción de aire limpio y
se relega a ser los “guardabosques” del planeta. En la segunda, porque el prometeismo
tecnológico se lo hace desde una concepción del dominio del ser humano capaz de usar los
recursos naturales sin límite o de manera incontrolada. Hace pocos años esta disyuntiva se
reflejaría en lo que significaría la construcción de una carretera a través de una reserva natural;
no tardaron en protestar quienes abogaban por los indígenas pidiendo que se les deje vivir –
aun cuando sus condiciones de vida podrían considerarse precarias, principalmente en cuanto
acceso a salud – mientras otros abogaron por los beneficios para las grandes industrias al
conectar dos regiones con dificultades de comercio interno y permitir abaratar los costos del
comercio internacional.

Contraria a esta posición dicotómica, pero que resulta aún antropocentrista; surge la
cosmovisión originaria que entiende la complementariedad con la Madre Naturaleza. No se
separa al ser humano de la naturaleza sino se lo comprende en una unidad de convivencia mutua
y que requiere, por lo tanto, una relación de respeto, cuidado y del vivir bien, no del vivir cada
vez mejor. Para esto “las propias comunidades tomaremos el control económico administrativo
de esas empresas [transnacionales] y otras estratégicas, sean públicas o privadas… [teniendo]
como principio la complementariedad en armonía con la naturaleza” (Ministerio de Relaciones
Exteriores, 2009: 165 – 166).

Y es que al continuar considerando como ajeno tanto a lo público como privado, entra en
discusión también la relación con el Estado. Cuando históricamente los procesos de colonización
se basaron no solamente en la exclusión de este sujeto de los espacios de decisión, sino de su
subordinación para la reproducción económica de las elites locales y globales; han surgido
algunos debates por qué se entiende por descolonización. Condición que tampoco terminaría
con los procesos de independencias, de la misma manera que la subordinación nacional
continuaría ante el capitalismo mundial. Pareciera ser entonces, que un proceso de
descolonización radica en la inclusión del sujeto excluido – el indio – a las estructuras estatales.
Sin embargo, se trata de otras lógicas de relaciones sociales y políticas. Así, hay para quienes
modernidad y descolonización pueden ser alcanzadas conjuntamente.

La centralidad del Estado es incuestionable para estas posiciones; el control de los


recursos estratégicos, la validación - a través de sus herramientas – de los procesos autonómicos
de las comunidades indígenas. Para estos, el Estado es una “forma de comunidad… no obstante,
esa comunidad solamente puede constituirse en tanto se instituye para ser simultáneamente

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usurpada y monopolizada por unos pocos” (García, 2015: 29). Se trata del monopolio de los
recursos comunes, presentándose como esta contradicción a la que constituye el Estado.
Nuevamente, se reproduce esta concepción asumiendo una única forma de relación política; la
del Estado moderno, electoral de las mayorías.

Los pueblos originarios han mantenido en sus relaciones cotidianas otras formas de
organización política, bajo otras lógicas incluso, quizás, contrarias a las que se reproducen en los
espacios estatales. El Ayllu con principios como el Chacha - Warmi7, el Ijambae – Confederación
de Hombres libres - chiriguano, quienes, habiendo alcanzado niveles considerables de
tecnologización, productividad y cultura, se niegan a constituirse en Estado (Puente, 2011: 31);
son ejemplos de estas otras lógicas de relaciones políticas.

En conclusión, es posible – y hasta necesario – diferenciar las concepciones que se tiene


sobre desarrollo, Estado y la relación con la naturaleza en estos dos proyectos, horizontes,
políticos entre los que se desenvuelve la sociedad boliviana.

El modelo económico social comunitario productivo boliviano


¿Como entendemos entonces la política económica que hoy en día se reproduce en
Bolivia?, ¿se encuentra más cerca del Socialismo Comunitario o del Suma Qamaña? Como
habíamos mencionado anteriormente, la actual situación económica se presenta como una de
las economías más estables de la región. Con indicadores económicos prometedores: tasa de
inflación alrededor del 4 y 5%; tasas de crecimiento que se aproximan al 4,5% promedio anual
en la última década.

Comenzamos con una caracterización del modelo. En contraposición a la política de


finales del siglo XX, el actual modelo presenta las siguientes características8:

- Es Estado interviene para corregir las fallas del mercado, como la inexistencia de
redistribución de la riqueza y el monopolio trasnacional de empresas estratégicas.

- Participación activa del Estado en la economía. El Estado debe intervenir en la


economía cumpliendo diversos roles: planificador, empresario, inversionista,
regulador, benefactor, promotor, banquero u otros.

7
La dualidad Hombre – Mujer para asumir el mandato, pero no solamente por el criterio de equidad de
género, sino por la capacidad de ser responsables con el cuidado de la vida, cualidad que se debe extender
al cuidado de la comunidad.
8
Las características son identificadas por el mismo ministro de Economía y Finanzas Publicas en su libro:
“El modelo económico social comunitario productivo” (Arce, 2105)

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- Nacionalización y control de los recursos naturales estratégicos por parte del
Estado para beneficiar a los bolivianos.

- Patrón industrializador con desarrollo productivo.

- Crecimiento en función de la demanda externa y, principalmente, la demanda


interna.

- Estado redistribuidor del ingreso y promotor de la inclusión social.

- Estado promotor de la economía plural: Estado, sector privado, economía social


cooperativa y economía comunitaria.

- Generación de recursos internos para la inversión, menor endeudamiento y


superávit fiscal.

- Mayor desarrollo, redistribución y generación de empleo.

- Preservar la estabilidad macroeconómica como patrimonio social. Impulsar el


desarrollo económico y social y el crecimiento económico con redistribución del
ingreso.

- Recuperación de la soberanía e independencia en la formulación de la política


económica (fiscal, monetaria y cambiaria).

- Recuperación de la política económica fiscal, monetaria y cambiaria gracias al


superávit fiscal, la bolivianización y el crecimiento económico sostenido.

Sin duda, este modelo tiene valorables éxitos en comparación de la historia económica de
nuestro país. La reducción de la pobreza y la desigualdad son la prueba de esto. Los indicadores
de éxito han pasado a ser, hoy en día, el acceso al crédito bancario, las tasas de mora bancaria,
el destino de los ingresos al turismo, las ganancias del sector financiero – las cuales,
conjuntamente con el sector empresarial privado han obtenido grandes ganancias en la última
década. Entonces no se trata de un modelo que cuestione los hábitos de consumo, de relaciones
de producción o con la naturaleza; sino de la superación de la condición de subdesarrollo que el
capitalismo había generado: un nuevo patrón de desarrollo.

Las experiencias de industrialización también son bastante prometedoras, los recientes


acuerdos por desarrollar energía nuclear, la planta procesadora de Urea a partir del gas natural,
los proyectos de energía alternativa permiten visibilizar una transformación productiva. La
consideración más importante ha sido el de darle la importancia necesaria a las condiciones
internas de demanda. Dejar de lado las relaciones de superexplotación ya que la realización de

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las mercancías se encontraba en los países exteriores. La apertura de micro y medianas
empresas de la última década resultar considerable y es, conjuntamente con la economía
informal, los principales pilares de la expansión y solidez económica.

La participación del Estado en este resultado ha sido primordial, como establece en su


caracterización; los procesos de regulación, intervención y planificador, conjuntamente con los
procesos de descentralización9 ha permitido la redistribución interna incluso en los sectores
rurales. Por lo tanto, la dinámica económica se ha acentuado. Pero todo esto, aun en un ámbito
de la mercantilización de la vida humana.

La base del actual modelo es la economía plural, en la que se reconocen cuatro formas de
propiedad: la estatal, la privada – usualmente reconocidas -, la cooperativa y la comunitaria. De
estas cuatro formas, se han fortalecido principalmente la privada, la estatal; en menor medida
la cooperativa siendo la más relegada las relaciones comunitarias de producción.

Hacia otras formas de relación económica, social y política


Si el actual modelo económico, como se ha caracterizado en este documento, aun
corresponde a lógicas de producción capitalistas; ¿desde donde se puede construir una
alternativa a este sistema que parece cada vez más ineludible? No se trata de desentender la
crítica a la economía política que surge desde Marx; sino de cómo se entiende, desde este
territorio, al capitalismo mundial – para lo cual tiene una gran relevancia la Teoría Marxista de
la Dependencia – y, al mismo tiempo, por cual otro sistema se lo desea reemplazar.

En este sentido, cobra sentido el encuentro entre las categorías marxistas de análisis; pero
que, al momento de construir horizontes emancipatorios, lo haga desde una propia identidad
indo-americana. Esto es posible cuando estos encuentros se hagan desde relaciones no
coloniales del conocimiento, superando la pretensión de hacer “una buena gestión del
capitalismo”.

Esto nos invita a profundizar en otras formas de organización económica, que parten
desde otra racionalidad. Por ejemplo, el ayni andino como sistema de organización del trabajo
pero que se basa en la reciprocidad. De la organización del trabajo colectivo para satisfacer las
necesidades personales, dentro de la comunidad. Así mismo, el ayllu como forma de
organización política, basada en la rotatividad donde el mandato resulta ser más un servicio que

9
Proceso que se consolida el año 2010 con la Ley Marco de Autonomías 031 otorgando competencias y
capacidad de ejecución presupuestaria a los municipios, unidad de ordenamiento territorial básico del
Estado Plurinacional; sin embargo, las delimitaciones de estos territorios municipales han mantenido la
delimitación colonial que, en muchos casos, traspasaba el ordenamiento territorial originario.

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un privilegio10. Son formas que no solamente han sido negadas, sino que, en nuestros mismos
procesos revolucionarios, se las ha relegado a la subsistencia mientras el país se moderniza.

Bibliografía
- Arce, Luis. (2015). “El modelo económico social comunitario productivo boliviano”. SOIPA Ltda.
La Paz, Bolivia.
- Bautista, Rafael. (2017). “Del mito del desarrollo al horizonte del Vivir Bien”. Yo soy si tú eres
ediciones. La Paz, Bolivia.
- Dussel, Enrique. (2008). “Marx y la modernidad; Conferencias de La Paz”. Ediciones Rincón. La
Paz, Bolivia.
- García, Álvaro. (2015). “Socialismo Comunitario, un horizonte de época”. Vicepresidencia del
Estado Plurinacional de Bolivia. La Paz, Bolivia.
- Ministerio de Relaciones Exteriores. (2009). “El Vivir Bien como respuesta a la Crisis Global”.
Diplomacia por la Vida. Bolivia.
- Ministerio de Relaciones Exteriores. (2010). “Vivir Bien”. Diplomacia por la Vida. Bolivia.
- Puente, Rafael. (2011). “Recuperando la memoria, una historia critica de Bolivia Tomo 1”. UPS
Editorial. La Paz, Bolivia.
- Rodríguez, Reyes, Galvarro y Rodríguez. (2017). “Los partidos de izquierda ante la cuestión
indígena 1920 – 1977”. Centro de Investigaciones Sociales. La Paz, Bolivia.
- Viaña, Jorge. (2017). “Luchas para la transición; Del “Vivir Bien” hacia el horizonte estratégico
del Socialismo Comunitario”. Instituto Internacional de Integración. La Paz, Bolivia.
- Wallerstein, Immanuel. (2006). “Abrir las ciencias sociales”. Siglo XXI Editores. Madrid. España.

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Por lo tanto, asumir el mandato significa costes y no privilegios. Por lo que resulta inconcebible que se
pretenda mantener el cargo.

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