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JESÚS, MODELO DE MAESTRO

Edras Noé Hurtarte Guzmán

¡Ese maestro si es un verdadero educador!, dijo alguien después de recibir


la primera clase con su nuevo instructor. Evidentemente aquel alumno
había sido impresionado gratamente por su maestro y no pudo
ocultarlo. La imagen que las personas se forman de aquellos que los
instruyen es expresada a través de diferentes términos: docente, mentor,
tutor, etc. Cuando Jesús desarrolló su ministerio docente entre su pueblo
también fue percibido con distintos matices que describían con propiedad
su labor didáctica. Al estudiar estos términos nos acercamos en cierta
forma al modelo que Jesús nos dejó como maestro de maestros. Es
nuestra responsabilidad no sólo estudiar ese modelo sino ajustar nuestras
vidas a él.

Términos asociados al papel docente de Jesús


Hay varios términos que se usan en el Nuevo Testamento para describir
el papel docente de Jesús. Estos términos provienen del idioma griego
porque era el idioma oficial que se hablaba en aquel entonces.[1] Uno de
estos términos, y por cierto el más abundante, es didáskalos. Aparece
cuarenta y una vez para referirse a Cristo como un reconocimiento de su
tarea docente (Coenen, Beyreuther y Bientenhard, 1980). Entre los textos
donde se usa esta palabra están: Mateo: 8:19; 12:38; 19:16. La palabra
describe a alguien que hace el papel de preceptor o instructor de otros
(Coenen y otros) Tanto en la cultura griega como en la judía abundaban
muchos didáskalos que se encargaban de guiar a sus alumnos hacia un
determinado saber. Un término equivalente era rabbi, que significaba mi
maestro en lengua hebrea (en arameo se utilizaba raboni). Esta palabra
indicaba un trato honorífico de parte del discípulo hacia su maestro (Hagg,
1981).

El enfoque del término didáskalos recae en la habilidad del alguien para


transmitir en forma clara y precisa un determinado conocimiento o
destreza a un grupo de discípulos. El didáskalos se esforzaba por ofrecer
a sus discípulos orientaciones precisas, respuestas claras, entrenamiento
específico y consejos oportunos a fin de que ellos lograran el total dominio
de la disciplina que estaban aprendiendo.

La palabra didáskalos nos hace pensar en Jesús moviéndose en


diferentes escenarios: sentado frente a sus discípulos y hablándoles de
las normas del reino de los cielos (Mateo 5,6 y 7); respondiendo las
constantes consultas que le eran presentadas (Mateo 19: 16; 22: 16, 24,
36) o dando instrucciones a sus discípulos acerca de cómo iban a llevar a
cabo su misión evangelizadora entre los judíos (Mateo 10:
1.15). Directrices, orientaciones, consejos e instrucciones, todo se
conjugaba en la persona de Jesús y por eso le llamaban didaskalos, lo
cual indicaba que la gente reconocía su enseñanza con mucho respeto.
Jesús advirtió a sus discípulos, sin embargo, que no permitieran que los
títulos honoríficos se le subieran a la cabeza haciéndoles perder el sentido
de humildad que debe caracterizar a un verdadero discípulo. Criticó la
soberbia de los fariseos que se ufanaban de que los llamaran Rabí (Mateo
23:7) y advirtió a los suyos acerca de tal pretensión (v.8), aunque él mismo
no rechazó este tratamiento ya que sólo a él correspondía (Marcos 9:5;
Juan 1:38; 3:2).

Otro término utilizado para describir a Jesús como maestro es epístateis,


el cual enfatiza la autoridad del que enseña (Reinecker y Roger,
1980).[2] Los discípulos podían distinguir en Jesús no solo la capacidad
para instruir sino también la autoridad con la cual estaba revestido su
ministerio. Cuando Pedro, después de haber pasado toda la noche
pescando, fue animado por Jesús a echar las redes de nuevo al mar, dijo
con humildad:

Maestro (epistateis) toda la noche hemos estado trabajando, y nada


hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red (Lucas 5: 5)
¿Qué podía un carpintero saber de pesca que no supiera un
experimentado pescador como Pedro, que además había estado
pescando toda la noche? Sin duda que Pedro reconoció en Jesús más
que un carpintero y más que un maestro-instructor. Las palabras de Jesús
no tenían que ver con instrucciones acerca de cómo pescar sino de cuan
dispuesto estaba Pedro en obedecer a Dios y reconocer la autoridad de
Jesús como hijo de Dios. Por eso, después de la contundente
demostración del poder de Jesús (v.6), Pedro se reconoce pecador y, de
rodillas ante el maestro, reconoce en forma implícita la deidad de Aquel
que estaba frente a él al confesar:
Apártate de mi Señor, porque soy hombre pecador (v.8)

Finalmente, hay otro término empleado en los evangelios para referirse a


Jesús como maestro: el término kateigeiteis, que sólo aparece en Mateo
23:10. Indica un guía, alguien que conduce a otros por un determinado
camino (Tamez, 1978).[3] El énfasis del vocablo recae sobre la
responsabilidad que tiene el maestro de orientar o guiar a sus
discípulos. Los discípulos reconocieron que sólo Jesús podía guiarles
cuando admitieron: ¿A quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna
(Juan 6: 68). Para los judíos del tiempo de Jesús no era difícil encontrar
un maestro a quienes ellos podían seguir. Pero para los discípulos de
Jesús, solo el maestro de Nazaret podía guiarles a la vida eterna.
El siguiente cuadro resume los enfoques que encontramos en los términos
empleados para describir la labor docente de Jesús:
Término Enfoque Implicación
Didáskalos El maestro como El maestro tiene
instructor. la responsabilidad de
ofrecer a sus discípulos
explicaciones claras y
precisas acerca de lo que
se espera que ellos
hagan.
Epístateis El maestro como En este tiempo cuando
alguien que tiene todo es relativo, cuando
autoridad. lo absoluto es
cuestionado y cuando la
verdad parece una pieza
anticuada de museo, es
necesario que el maestro
enfatice la autoridad y
normatividad de la
Biblia. La autoridad de un
maestro cristiano
descansa en su apego a
la eterna e infalible
Palabra de Dios.
Kateigeiteis El maestro como guía El camino correcto
de sus discípulos siempre debe estar claro
ante los ojos de aquellos
que guiamos. El maestro
debe hacer siempre un
gran esfuerzo por mostrar
a los alumnos la voluntad
expresa de Dios.

PARA REFLEXIONAR
Al revisar los distintos enfoques de los términos utilizados para
describir la tarea docente de Jesús no podemos evitar pensar en nosotros
mismos como maestros o conductores de otros creyentes. Algunas
preguntas nos ayudarían a hacer este autoanálisis.

¿Me esfuerzo en instruir claramente a mis hermanos en cuanto a lo


que Dios espera que ellos hagan? Muchas veces la ayuda que damos
a otros se limita a decirles que obedezcan a Dios, que busquen la voluntad
de Dios en oración, que no se desanimen pues Dios responde tarde o
temprano. Todo eso es verdad pero debemos ser mucho más claros y
específicos si esperamos orientar a aquellos que están a nuestro cuidado.
Jesús le dijo a un hombre rico: Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres
y sígueme. ¿Puede haber una instrucción más clara que esta? A sus
discípulos cuando los mando a evangelizar entre los judíos les dio
indicaciones muy precisas de lo que debían y lo que no debían hacer
(Mateo 10: 5-15). Posteriormente vemos en el apóstol Pablo el mismo
ejemplo cuando instruyó puntualmente a Timoteo sobre lo que debía hacer
en la iglesia de Éfeso (1Timoteo 3:14-15).
A riesgo de no meternos en las decisiones que tomen los demás, nos
hemos conformado con ofrecer una enseñanza imprecisa, confusa, que
no responde específicamente a las necesidades de aquellos que
ministramos.

¿Fundamento todas mis enseñanzas en la autoritativa e infalible


Palabra de Dios con toda convicción?
La generación de este tiempo ha sido formada en un ambiente que
rechaza los absolutos. La verdad es una utopía y lo normativo suena a
militarismo: nadie quiere eso. Por esta razón nos hemos vuelto
negociadores de la verdad divina. Debemos admitirlo, queremos
ganarnos el favor de aquellos que enseñamos aceptando sus argumentos
(aun cuando estos no fueran verdad) o rebajando las exigencias de la
Palabra de Dios (aun a sabiendas de que pecado es pecado no importa
como quieran llamarlo los demás).
¡Cuán difícil es para el maestro de adolescentes tratar temas como la
masturbación, la pornografía, las relaciones prematrimoniales, los
noviazgos mixtos. Para el maestro de adultos hablar de la honestidad en
el trato con el sexo opuesto, el pago de las deudas o el compromiso de
compartir el evangelio con los vecinos. Nuestro temor es perder
popularidad entre los alumnos y ser etiquetados como fundamentalistas o
coloniales.
La primera actitud que un maestro cristiano debe tener es reconocer que
la Palabra de Dios es absolutamente verdad y absolutamente
normativa. La segunda actitud es persuadir a los demás de esta
verdad. No importa el precio que deba pagar.

¿Me preocupo por ofrecer orientación oportuna a mis


estudiantes? La labor del maestro es una tarea pastoral. El tiene que
orientar, dirigir y conducir a sus alumnos; estos son como ovejas que
necesitan orientación para marchar en la dirección correcta. Ellos están
tomando decisiones casi todo el tiempo y necesitan saber si lo están
haciendo bien o mal. A veces buscaran consejos pero otras veces no. El
maestro siempre debe estar dispuesto a orientar al alumno que lo solicite
pero también debe tener la sensibilidad suficiente para darse cuenta de
aquel que aunque no pida ayuda la necesita.

El evangelista Luis Palau cuenta como recibió a Jesucristo como Señor y


salvador durante un campamento de verano en Argentina (Palau,
1986). Un consejero llamado Chandler lo sacó prácticamente de su carpa
la última noche del campamento y le llevó afuera para preguntarle si era
cristiano y si quería aceptar a Cristo como Salvador. Palau no había
pedido ayuda, no había señalado su necesidad de ser cristiano (de hecho
rehuyó esta confrontación) pero la sensibilidad de un maestro que vio en
él un muchacho necesitado de Cristo, fue el instrumento que Dios usó para
llevarle a los pies de Jesús. Palau es muy conocido hoy en día pero
necesitamos maestros como el hermano Chandler que supo hablar al
corazón de un adolescente necesitado de Dios.

[1] Este idioma era una variedad del griego conocido como griego Koiné
(común) que se convirtió en la lengua oficial del imperio desde las
conquistas de Alejandro Magno (Carrez, 1984).
[2] Este término aparece solamente seis veces en el Nuevo Testamento y
todas ocurren en el evangelio de Lucas (véase Lucas 5:5; 8:24, 45; 9:33,
49; 17: 13).
[3] Este sustantivo viene del verbo kateigeomai, que traduce conducir o
ir delante.

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