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ARQUITECTURA DEL LIBERALISMO: ASPECTOS SOCIALES, CULTURALES Y ECONÓMICOS.

Iberoamérica cambiaría notablemente su fisonomía en las últimas décadas del SXIX con su integración al
mercado mundial de comercio y producción. Esto coincide con el período de la definición de los Estados
nacionales, la reorganización interna, superando las etapas de caudillismos regionales. La organización
interna de la administración, el control eficiente de la disidencia (división) política, la disponibilidad de
recursos económicos y el relativo orden interno frente a los anteriores períodos de guerras civiles, generó
un clima de paz y dinamismo que fue positivo para la expansión arquitectónica y una cierta
sistematización en las relaciones públicas y privadas. En el contexto global las oligarquías actuaban con
omnipotencia y más allá de sus diferencias internas coincidían básicamente en asumir para nuestros países
el rol definitivo de ‘graneros del mundo’ o de las identidades agroexportadoras. La penetración europea
en general, y la inglesa en particular, no puede ser ubicada solo en el ámbito económico, ya que la
introducción de las mercaderías trajo aparejada la ideología liberal que sustentaba el proceso que
produjo la expansión mercantil en Europa durante el inicio del siglo XIX.

Todo esto se da fuertemente unido a la acción de una clase nativa aliada, que será la encargada de
articular los resortes necesarios para que esta intervención se lleve a cabo con resultados positivos, ya
que, en detrimento de las demás clases sociales, los burgueses eran los únicos beneficiados de aquella
política. La nueva elite (Generación del 80) explicaba los fracasos de su propia acción anterior en la (para
ella) nefasta experiencia de la colonización española, una nación a la que consideraba atrasada y carente
del espíritu ‘vanguardista’ que nutría teóricamente a esta generación europeísta. Para ello era necesario
cambiar el propio componente étnico y cultural del continente reemplazando a los criollos e indígenas
con inmigrantes europeos que paradójicamente provinieron en gran parte de España.

Este proceso quiere simultáneamente consolidar en una sola idea lo nacional y lo universal (por europeo);
es decir, que para ser una gran nación argentina hay que ser como una gran nación europea. El
antecedente colonial y postcolonial debe ser erradicado a favor de una actualización, que implica, pues,
una descriollización; siendo lo criollo quizás un signo, si no de la barbarie infamante, al menos del atraso
vergonzoso. Hay una actitud de cambio que parece distinguirse por una desconfianza en el pasado
inmediato y un exceso de confianza puesto en un lenguaje importado.

La aspiración de las elites gobernantes americanas era parecerse a Europa, una Europa abstracta y
ecléctica donde se sumaron los modelos prestigiados. En lo urbano paradigmáticamente París con algo de
Berlín, Milán o Turín, en lo cultural dominantemente lo francés, en lo utilitario lo inglés y en la componente
étnica predomina lo latino.

En Argentina, la arquitectura ecléctica va haciendo su aparición a medida que el país va tomando las
formas de la cultura europea. Indudablemente lo que unifica el proceso y actúa como común
denominador del mismo es la adopción de formas más características de la cultura europea,
principalmente la que se desarrolló en 4 países: Francia, Inglaterra, Alemania e Italia. Pero lo más
importante de la arquitectura ecléctica, es que fue la arquitectura de nuestra formación como nación, la
que corresponde a un período fundamental de nuestro desarrollo como país. Hoy no podemos dejar de
reconocer y aceptar esta realidad histórica: una gran parte de nuestro patrimonio arquitectónico, si no
la mayor, data del período 1880-1940: los 60 años que la Argentina creció a un ritmo inusitado y
adquirió una personalidad de nación (personalidad que no será del gusto de todos, pero personalidad al
fin).
El período de construcción de los grandes ejemplos de arquitectura del Estado no es casual, sino que se
verifica con toda claridad en el desarrollo político-económico de nuestro país (caseros y pavón,
federalización de bs as en 1880).

El panorama total de lo construido entre 1880 y 1914 es vastísimo. En él se sitúan las fases iniciales del
crecimiento casi vertiginoso de 3 de nuestras más grandes ciudades: Buenos Aires, Rosario y La Plata. Es
el período de la construcción de la mayor parte de los edificios públicos del país: municipalidades, casas
de gobierno, correos, legislaturas, universidades, escuelas, bibliotecas, bancos oficiales, muchos edificios
eclesiásticos, aduanas, palacios de justicia, ministerios, museos, teatros y casas de conciertos, hospitales,
sedes de policía, cuarteles, etc; la euforia progresista que se sintió en torno al centenario fue la
consecuencia de observar objetivamente todo lo que se estaba haciendo.

En Argentina, el eclecticismo como principio cultural fue de la mano del propio proyecto de la Nación,
desde su heterogénea formulación política, étnica y tecnológica y la vertiginosa fluidez con que su clase
dominante encaró los múltiples proyectos técnicos y artísticos. En el plano arquitectónico, la llegada d esta
diversidad cultural se produce en la cima de expansión internacional de los mercados y las tendencias
posteriores a 1870; alcanza su epicentro en Bs. As. y destaca asimismo su presencia en las grandes
ciudades que se expandían y modernizaban en las últimas décadas del SXIX (Rosario, Córdoba, Bahía
Blanca), o la naciente ciudad de La Plata.

CONTEXTO URBANISMO BEAUX ARTS

En Argentina el Beaux Arts, como parte integrante de la cultura francesa, aparece en el programa de la
Generación del ‘80. Esta generación es proclive a la cultura europeísta y principalmente francesa. El
urbanismo Beaux Arts hace de Buenos Aires una de las ciudades más europeas de América Latina.
Arquitecturas oficiales y privadas, avenidas, plazas y parques como un conjunto de lugares urbanos
hicieron que pronto la ciudad tomara una imagen reconocible. Otro tanto sucede con los barrios, pueblos
vecinos y ciudades del interior del país que poco a poco iban adoptando los gustos por un eclecticismo
que se imponía en todos los proyectos. La actuación de profesionales y empresas extranjeras que
realizaron en el país ferrocarriles, puertos,

La Avenida de Mayo en Buenos Aires es un claro ejemplo de Urbanismo Beaux Arts en Argentina. Esta
obra del Intendente Torcuato Alvear con el trazado a cargo del arquitecto Buschiazzo se proyectará en
1888 y se finalizará en 1892. En el contexto de constitución de la Capital Federal en la ciudad de Buenos
Aires aparece la Avenida de Mayo como un retrazado urbano que no existía en el trazado colonial. Esto
implico tanto la expropiación de distintas propiedades y su demolición como la recolocación de
monumentos. El objetivo que perseguía este retrasado era comunicar la Casa Rosada con el Congreso
siguiendo el modelo francés de conectar edificios jerárquicos a partir de avenidas. Otra de las premisas
que perseguía era mantener la continuidad del tejido urbano.

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