manos lo deduce Feuerbach argumentando que para ser bueno
para el hombre hay que serlo en sentido humano. ¿Y qué nos da la certeza de que Dios es una realidad para nosotros?: el manifestarse de Dios como hombre en Cristo. En la huma nidad de Cristo está afirmada la humanidad de Dios, y la confirmación de que Dios es bueno se da en el hecho de que él es hombre: ser bueno significa ser hombre, porque "un Dios sin carne no sirve" (Lutero); sólo se puede creer, pues, en un Dios sensible (Feuerbach)(505). La afirmación de la sensibilidad, contenida en la seo ción anterior, en la que también se expresa un rechazo de la imaginación y el pensamiento puros, conduce en esta nue va a la afirmación de que el dogma fundamental del cristia nismo -la encarnación de Dios- no tiene otro significado que el de que Dios se ha transformado de esencia pensada en realidad sensible, con la garantia que eso conlleva: no es un producto del hombre, sino una esencia autónoma que se revela. Feuerbach desarrolla este tema usando unas ana logias: la del pensamiento y la realidad y la del pensamien to y la palabra, concluyendo de este modo: "Lo que pensáis en Dios, lo veis en Cristo, lo que Dios es sólo en pensa- miento, lo es Cristo en realidad". Fero entonces hay que concluir también que la realidad de Cristo, su autentici- dad reposa únicamente en su humanidad. Esta parte finali- za con otra afirmación rotunda: "La encarnación, es decir la humanización de Dios, es al mismz) tiempo la 'diviniza- ción del ho ribre'; en cuanto que Dios es hombre, así tam- -