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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL

FACULTAD DE EDUCACIÓN
DEPARTAMENTO DE POSGRADOS
MAESTRÍA EN ESTUDIOS EN INFANCIAS

SEMINARIO DE INVESTIGACIÓN I
PROFESORA YEIMY CÁRDENAS PALERMO
HISTORIA, CULTURA Y SOCIEDAD

RESEÑA
De la historia de los hombres: el siglo XX

Fontana, Josep. (2002). La historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona: Editorial
Crítica.

Las formas de hacer historia se encuentran permeadas por momentos políticos y sociales
situados en el tiempo y dependen de un sujeto que circula en medio de tales momentos
y que, por lo tanto, se encuentra atravesado por formas particulares de ser y estar en el
mundo que limitan en ocasiones, con la supervivencia o con la acomodación. En ese
sentido, la historia en tanto campo se ha visto abocada a cambios en las sociedades que
le han demandado re-situarse de distintas maneras frente a su objeto de estudio, su
quehacer, sus métodos, su utilidad y sus propósitos. Asimismo, el historiador se ha visto
convocado a reconfigurar su lugar frente al objeto.

Para introducirnos en el ritmo de estos cambios, que han implicado asimismo


continuidades, Josep Fontana nos plantea cómo el modelo académico tradicional de
historia pasaría por un momento de “agotamiento” que se daría entre 1918 y 1939, el
periodo de entreguerras. Tal modelo, de acuerdo con Fontana, se basaba en
pretensiones de objetividad científica tras de la cual se enmascaraba su verdadera
función de servir: “por un lado, para la educación de las clases dominantes y, por otro,
para la producción de una visión de la historia nacional que se pudiera difundir al conjunto
de la población a través de la escuela” (2002, p. 9). La crisis por la cual atravesaría este
modelo académico y con la cual se generaron cuestionamientos en torno a la forma de
hacer historia y que terminaron por minar su relevancia, su utilidad y su estatus científico,
se hizo posible por dos condiciones históricas generales: la primera, las guerras
mundiales y la segunda, los movimientos de masas que se generaban en Francia,
Inglaterra, Alemania e Italia… “el pleno advenimiento de las masas al dominio social” (p.
10) –y, de allí, un cambio de actitud de los hombres que reclamaba derecho de vivir en
un mundo mejor–. Se trataba de la crisis no solo de un modelo, sino del continente
europeo, de manera tal que el mundo se avecinaba a importantes cambios sociales de
los cuales los historiadores no podían dar cuenta.

Carol Pertuz Bedoya 1


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Bajo tales condiciones, disciplinas como la sociología y la antropología cuestionaron el


lugar de la ciencia para comprender y analizar la sociedad. Estas disciplinas habían
empezado su renovación a finales del siglo XIX “con una propuesta para analizar
globalmente la sociedad, considerada como un sistema dentro del cual era necesario
examinar la función que ejercía cada uno de los fenómenos estudiados”. Así, desde la
sociología se escucharían las voces de Durkheim, Tönnies y Weber y, desde la sociología,
las de Boas influido por Dilthey, nuevamente de Durkheim y Mauss, Radcliffe-Brown y
Mallinowski.

Algunos personajes aportarían, también, perspectivas diversas acerca de la historia:


Benedeto Croce hablaría de la historia ético-política; Robin Collingwood, quien propondría
cuestiones como la historia de la historiografía, la imaginación histórica y la historia como
reactualización de la experiencia pasada; y, Spengler, cercano a la idea de las
morfologías con las cuales se proponía que aquello “que no puede alcanzarse en historia
mediante la formulación de leyes, se puede obtener mediante la contemplación y la
comparación” (p. 16 - 17).

Fontana señala, cómo a pesar de la sensación de decadencia y de falta de estabilidad de


la disciplina histórica, dados en el periodo de entreguerras, ésta continuó siendo objeto
de la necesidad de políticos que requerían de la legitimación de sus planteamientos y
reivindicaciones, del “reforzamiento de las consciencias de las nuevas naciones” y de
“libros de texto que ayudasen a enseñar en la escuela los valores sociales preconizados
por las clases dirigentes” (p. 21).
Según Fontana, dentro de la serie de movimientos que se daban en la academia que iban
de la acomodación de la producción de los historiadores a los intereses de regímenes
fascistas y de la “coexistencia semejante al inmovilismo académico” a las tendencias
reformadoras, la historia económica y social merece una mayor relevancia en tanto
proviene de “los historiadores que, pensando que su trabajo había de servir para entender
el mundo nuevo en el que vivían, se percataban de que no les servía el tipo de historia
que se ocupaba solo de los reyes, los ministros y los generales” (p. 24).

En este movimiento de los historiadores tuvo gran relevancia la creación de Instituciones


que fueron demarcando corrientes importantes, así como la fundación y circulación de
revistas académicas1 que permitieron una ampliación de los debates en torno a las
teorías, los métodos y las razones de ser de la historia. Esta historia económica y social
se destacaría, no por la relevancia de los personajes, sino de los datos referidos a la
actividad económica, el trabajo, la subsistencia, la producción y los intercambios. Acerca
del historiador dirían: “Su objeto es entender el mundo a su alrededor, un mundo cuyos
componentes culturales y cuyos movimientos dinámicos ha recibido su impronta y

1
Como el caso de Annales d´histoire économique et sociale dirigida por Lucien Febvre y Marc Bloch.
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dirección de condiciones que la experiencia de una sola ida humana no alcanza a


interpretar” (p. 26). En Londres predominaría la corriente económica, mientras que en
Francia existía “una tradición avanzada” (p. 27), la historia socialista, de la cual habrá que
distinguir la historia social y la historia de la sociedad; también ésta tendría lugar en
Inglaterra después de la II Guerra Mundial, con los historiadores marxistas británicos.

La historia económica y social presentaría, en los distintos países, tendencias que


estarían marcadas por las características de los acontecimientos que marcaban la historia
contemporánea y las demandas que los proyectos de sociedad imponían de alguna
manera a los historiadores.

Con la presentación de los marxismos, Fontana muestra cómo a partir de una suerte de
dogmatización y simplificación del marxismo y de su asunción como “una interpretación
del mundo establecida y cerrada” (p. 63) personajes como Stalin se adjudicaron la licencia
de escribir la historia de forma que cada una de sus actuaciones quedara justificada y
legitimada. Así, la práctica historiográfica se vio reducida a una práctica de legitimación
teórica que abriría puertas a la persecución y a la censura. No obstante, esta no sería la
única manera de escribir la historia inspirada en los planteamientos de Marx. A esta línea,
Fontana la denomina “de inspiración marxiana”, estos historiadores usan “las ideas de
Marx como instrumento de análisis con el fin de consumir teóricamente la realidad” (p.
68). Estos serían, entre otros, los teóricos de la escuela de Fankfurt quienes impulsarían
la línea de la teoría crítica: Horheimer, Fromm y Benjamin, entre otros. También serían de
gran relevancia para los intentos de renovación los aportes de Gramsci, Korsh y Lukács.

Después de analizar la manera como las condiciones dadas durante la Segunda Guerra
Mundial, la Guerra Fría y algunas referencias a Margaret Tatcher, Fontana plantea, al final
del capítulo “Las guerras de la historia”:

Lo que muestran estos ejemplos de “guerras de la historia”, escogidos entre muchos otros
que se podrían haber examinado, es que los debates a los que se refieren tienen poco que
ver con la ciencia y mucho con el contexto político y social en que se mueven los
historiadores.

Pese a las distintas tendencias, líneas, corrientes que han resultado de los procesos de
renovación de la historia, siempre queda puesta en escena la carga política que tal historia
lleva a las aulas y, por lo tanto, la demanda de procesos de conciencia y capacidad de
crítica –entendida esta como poner en crisis- frente a los discursos que configurarán
nuestra comprensión del presente. Asimismo, cabe anotar cómo a través del texto de
Fontana se hace visible la constante puesta en tensión de presupuestos que en
determinados momentos resultan inamovibles.

Carol Pertuz Bedoya 3

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