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La lucha por el sentido

Adriana M. Falchini
(en Lectura y Escritura de textos académicos para el ingreso, Manni,H. UNL. Santa Fe. 2007. Pag.77-88)
.

“La gente con la que me relaciono en las computadoras es muy afín a mí, son estilos de escritura, no
te
van a hablar de determinada forma si vos contestás de otra. Por otro lado es un filtro.
Empecé a mandarle las cartas a él por Internet, ahí me di cuenta lo difícil que era transmitir un
sentimiento por escrito. Yo tenía prejuicios al principio, por eso de que no hay comunicación directa
pero al fin me di cuenta que sí, que hay, que es una forma distinta.
Tiene algo romántico. Es como volver al texto, a la palabra. Tenés que tener mucho cuidado cómo
escribís. No ves la mirada, no hay inflexiones de voz como en el teléfono...
Yo no escribía cartas: a partir de todo esto empecé a escribir de vuelta, inclusive al desarrollar una
cuestión mía literaria... no es que me vuelva escritora. Pero a escribirle a él ¿Cómo le mandaba un
abrazo, que prenda la computadora y sienta un abrazo? Yo me rompía la cabeza pensando esas
cosas.”

Estas palabras pertenecen a Laura, una estudiante de medicina que cuenta su historia de amor por
Internet. Historia de amor que es, también, una historia de escritura..
No siempre tenemos una relación estimulante con la escritura; por el contrario, muchas veces tenemos
una relación de ajenidad o de extrañamiento con ella. Laura descubrió que la escritura es un esfuerzo,
una tarea: ellos navegaron, seleccionaron, descartaron, tuvieron “mucho cuidado”. En realidad se
leyeron y se escribieron. Y Laura descubrió –además de un amor- su oficio de escritora, que estaba
oculto, desaprovechado, inadvertido.
De alguna manera reeditó el antiguo gesto de aquellos hombres que reflexionan, por primera vez,
seriamente sobre su lenguaje a través del descubrimiento de la escritura. Hoy, a partir de las nuevas
tecnologías, reflexionamos también seriamente sobre la escritura.
Poder comparar, con un poco de distancia, estas diferentes semiologías es un paso importante hacia la
comprensión misma del sentido y las formas de la escritura actual. Si emprendemos este análisis nos
encontraremos con la necesidad de investigar las tecnologías que el hombre ha creado para “poner en
palabras” su pensamiento y observar de qué manera esas tecnologías comprometen las estructuras
sociales, económicas, culturales, educativas y políticas de las comunidades.
Walter Ong1 , uno de los investigadores que emprendió esa tarea, nos puede ayudar a enmarcar el
análisis:
“La sociedad humana se formó primero con la ayuda del lenguaje oral; aprendió a leer en una etapa
muy posterior de su historia y al principio sólo ciertos grupos podían hacerlo. El homo sapiens existe
desde hace 30 mil y 50 mil años. El escrito más antiguo data de apenas hace mil años. El examen
diacrónico de la oralidad, de la escritura y de las diversas etapas en la evolución de una a la otra
establece un marco de referencia dentro del cual es posible llegar a una mejor comprensión no sólo de
la cultura oral y de la posterior de la escritura, sino también de la cultura de la imprenta, que conduce
a la escritura a un punto culminante, y de la cultura electrónica, que se basa tanto en al escritura como
en la impresión. Dentro de esta estructura diacrónica, el pasado y el presente; Homero y la televisión,
pueden iluminarse recíprocamente.”

Las palabras son sonidos.

1
Ong,W.(1987) Oralidad y Escritura.México.FCE.
Antes de saber escribir, los hombres componían cartas enteras con objetos. Los escitas, antiguos
habitantes de la Rusia meridional, enviaron un día a los persas una carta compuesta por un pájaro,
un ratón, una rana y cinco flechas. Esta extraña colección les interpelaba preguntándole si sabían
volar como un pájaro, esconderse bajo la tierra como un ratón, saltar a través de los pantanos como
una rana. Si no tenían esas virtudes, mejor no ensayaran la guerra porque sucumbirán ante las flechas.
Durante mucho tiempo, los objetos que hablaban fueron un medio comprensible para los hombres.
Una pipa significaba la paz, un arco tendido quería decir ataque. Millones de años separaron estos
objetos habladores de nuestro papel que habla.
Otros gestos nos remiten a la lucha del hombre por grabar su presente: los dibujos. En las
cavernas prehistóricas se plasman los pensamientos, creencias, costumbres, miedos y alegrías de
hombres y mujeres que están a millones de años de distancia. Nosotros no hubiésemos sabido jamás
lo que pensaban y sentían esos hombres si no tuviésemos sus dibujos sobre los muros de las cavernas.
Estos dibujos no son cartas propiamente dichas y ni siquiera son todavía historias en imágenes. Pero
la lucha del hombre por comunicar en forma perdurable su historia y, al mismo tiempo, escribirla
había comenzado.
He aquí una historia interpretada a partir de la escritura de imágenes que se ha encontrada
escrita/dibujada sobre un acantilado cerca el lago Superior, en América :

Cinco largas piraguas en las cuales se encuentran cincuenta y una personas, representan indios
atravesando el lago. El hombre sobre el caballo es evidentemente su jefe. La expedición ha debirdo
durar tres días, porque hay tres soles bajo tres arcos que representan el cielo. La tortuga, el águila, la
serpiente y otros animales son los nombres de los jefes.

Otro de los primeros capítulos de esta historia lo constituye la exploración del lenguaje verbal. Si bien
el material genético de humanos y simios tiene muchas más coincidencias que diferencias, suele
aceptarse que el habla (desarrollada hace entre 150 000 y 75 000 millones de años) constituye uno de
los elementos fundamentales de construcción de las comunidades humanas. Según los antropólogos,
si no habláramos quizá todavía viviríamos en clanes familiares o en pequeñas tribus, como los
chimpancés, porque el diálogo y la conversación sirven, entre otras cosas, para repartir el trabajo,
coordinar esfuerzos y estructurar a las personas en organizaciones complejas (empresas, ciudades,
estados) que permiten conseguir objetivos inalcanzables para un individuo aislado.
Pensar en los seres humanos de las culturas orales primarias, aquellas que no conocen la escritura en
ninguna forma, es pensar en un universo oral de comunicación y de pensamiento. Ong advierte
acerca de los peligros de mirar esas culturas desde una racionalidad construida en el imperio de la
palabra escrita. Por esa razón, se empeña en identificar los rasgos constitutivos de la oralidad primaria
para poder entender las relaciones y préstamos entre oralidad y escritura. No resulta sencillo para
nosotros- habitantes de ciudades urbanizadas- retrotraernos dado que en nuestras sociedades hoy la
cultura oral primaria no existe en sentido estricto puesto que casi todas las culturas conocen la
escritura y tiene alguna experiencia de sus efectos.

En una cultura oral, la restricción de las palabras al sonido determina no sólo los modos de expresión
sino también los procesos de pensamiento. Se sabe lo que se puede recordar. El pensamiento
sostenido está vinculado con la comunicación: necesita un oyente que estimule y cimente el
pensamiento.
Pensemos en las payadas, canciones de cuna, las adivinanzas, los trabalenguas, los refranes que se van
transmitiendo de generación en generación. Advertiremos que están construidos con formas rítmicas
que ayudan a la memoria y con pautas mnemotécnicas, formuladas para la pronta repetición oral:
repeticiones, antítesis, marcos temáticos comunes, proverbios que todo el mundo escuche
constantemente, de manera que venga a la mente con facilidad .En las culturas orales la ley misma
está encerrada en refranes y proverbios formulaicos.
Rastros de esa forma de organización del pensamiento y de la expresión pueden encontrarse en las
expresiones populares que tratan de sintetizar gráficamente pensamientos complejos. Por ejemplo: el
29 “ día de los ñoquis” ( en referencia a las personas que cobran sueldos sin trabajar y al problema de
la corrupción ) o la denominación “los inundadores” (acuñada en Santa Fe como referencia a los
responsables políticos de la inundación del 2003).
La oralidad lucha con la evanescencia de la palabra hablada. Por tanto, la mente debe avanzar con
mayor lentitud, conservando cerca del foco de atención mucho de lo que se ha tratado. La
redundancia, la repetición de lo apenas dicho, mantiene eficazmente tanto al hablante como al oyente
en la misma sintonía.
Las culturas orales deben conceptualizar y expresar en forma verbal todos su conocimientos, con
referencia más o menos estrecha con el mundo vital y humano compartido por la comunidad.
Aprender o saber significa lograr una identificación comunitaria, empática, concreta y estrecha con lo
sabido.
Hagamos un esfuerzo para escuchar esta poesía araucana (transcripta) y podremos advertir su
hechura:
Ulcantum del esposo que llega borracho a su casa

Bueno mi querida
Usted se quiere separar de mí
Porque estoy borracho
Bueno vamos a ir al pueblo
Vamos a comprar el mejor pañuelo de seda
Y lo vamos a partir por la mitad .
Nadie lo podrá volver a unir
Lo mismo nos pasará
Si usted se quiere separar de mí.

Nuestra escucha será siempre precaria porque estamos leyendo, porque estamos lejos de la voz, el
cuerpo del poeta y la construcción comunitaria de sentidos. La oralidad implica un cuerpo que habla
y una formulación que permita su supervivencia a través del recuerdo y la repetición de “boca en
boca” de generación en generación” . Homero habla de “palabras aladas”, lo cual sugiere fugacidad,
poder y libertad: las palabras están en constante movimiento, pero volando.
En relación con estas consideraciones, Walter Ong se detiene en el carácter conservador y
tradicionalista de las culturas orales:
Dado que en una cultura oral primaria el conocimiento conceptuado que no se repite en voz alta
desaparece pronto, las sociedades orales deben dedicar gran energía a repetir una y otra vez los que se
ha aprendido arduamente a través de los siglos. Esta necesidad establece una configuración altamente
tradicionalista o conservadora de la mente que, con buena razón, reprime la experimentación
intelectual. El conocimiento es precioso y difícil de obtener, y la sociedad respeta mucho a aquellos
ancianos y ancianas sabias que se especializan en conservarlo, que conocen y pueden contar las
historias de estos días de antaño.”
Seguirá diciendo “ aquellos que no conocen la escritura en ninguna forma, aprenden mucho. Poseen y
practican sabiduría, pero no “estudian”.

Las palabras son marcas


Es posible considerar como “ escritura” cualquier marca semiótica : cualquier marca visible que un
individuo hace y a la cual se le atribuye un significado. En ese sentido: una vara con muescas, hileras
de guijarros podría ser escritura. Esas escrituras tiene una antigüedad comparable a la del habla.
Pero, la escritura, en el sentido de tecnología que ha moldeado e impulsado la actividad intelectual del
hombre moderno , representa un adelanto muy tardío en la historia del hombre.
Las primeras escrituras conocidas fueron inventadas por los egipcios y los mesopotamios durante el
milenio -IV, es decir, hace aproximadamente cuatro mil años a.C.. La escritura de los egipcios es
llamada jeroglífica y la de los habitantes de Mesopotamia cuneiforme. La región mesopotámica no
recibió escritura de afuera tal cual es sino que la descubrió y la creó por sí misma. Inventó tal vez la
escritura, en todo caso la suya y por sus propios medios elevó la oralidad pura a la tradición escrita.
Este descubrimiento fundamental – que permitió a esos pueblos extirpar el pensamiento de la mente o
de materializarlo, fijarlo y proyectarlo en el espacio y en el tiempo-influyó en ellos y los inclinó una
visión particular del mundo: a una manera de comprenderlo, reflexionar y razonar; a una “lógica”; a
todo un conjunto de representaciones e incluso de instituciones características de su propio sistema
cultural, algunas de las cuales pasaron, junto con él, a formar parte de nuestro patrimonio más
antiguo.
En Egipto y Mesopotamia, las primitivas escrituras fueron pictográficas, pero luego esto cambió
fundamentalmente. Los signos dejaron de ser representación del objeto dibujado o de una idea que a
él se vinculara para expresar, en cambio, el sonido de la palabra correspondiente a ese objeto. El
dibujo, del disco solar ya no representó al Sol, o al día, sino al sonido de la sílaba sol. En
consecuencia, para escribir las palabras soledad, solución, soldado, debería emplearse en primer
término el signo del Sol, el cual, en este caso, ya no tendría valor como dibujo pictográfico de una
cosa, sino como expresión de un sonido. Puesto que los signos valen como sonidos, se llama a este
sistema de escritura, escritura fonética (de fonos, sonido), este cambio señaló un cambio
extraordinario, porque a partir de ese momento las escrituras jeroglífica y cuneiforme tendieron a ser
lo que es la nuestra: una representación de los sonidos que emitirnos al hablar. El empleo de los
signos fonéticos fue el invento creador de la verdadera escritura. Porque antes sólo podían
representarse cosas o ideas, mientras que en adelante, con la combinación de signos fonéticos,
pudieron escribirse las palabras. Sin embargo, los sonidos representados por jeroglíficos y
cuneiformes eran sonidos complejos, equivalentes a nuestras sílabas. Quedaba pues, un gran progreso
a realizar, reducir el número de signos a los estrictamente indispensables para representar los sonidos
más simples que puede modular la garganta humana. Esto fue obra de los fenicios, pueblo
comerciante de Oriente, que hacia el año -1000 inventó el primer alfabeto, del que, a través de griegos
y romanos, deriva el nuestro.
Este viaje por el espacio y el tiempo, permite una reflexión sobre la relación instituida por los signos
entre las cosas del lenguaje y las cosas del mundo (contexto). La historia de la escritura equivale a una
doble descontextualización. De los pictogramas sumerios al alfabeto consonántico de los semitas y de
ahí al alfabeto griego, la escritura se ha desprendido del contexto.
El alfabeto griego está descontextualizado en comparación con la lengua, en la medida que une ciertos
signos, no ya a un sonido, ni a una cosa, ni a una sílaba, sino a una posición definida y virtualmente
muda del aparato de fonación, condición expresa, pero ininteligible de la lengua. El resultado último
de la descontextualización propia de ese alfabeto sirvió para objetivar el lenguaje y el aparato de
fonación, pero en su distanciamiento. El alfabeto fonético- inventado por los antiguos semitas y
perfeccionado por los griegos- es una grafía democratizadora, que todos pueden aprender fácilmente.
La escritura establece lo que se ha llamado un lenguaje “libre de contextos” o un discurso “autónomo”
que no puede cuestionarse directamente , como en el habla oral, porque el discurso escrito está
separado de su autor” .
La escritura revolucionó, en primer término, la comunicación entre los hombres y la calidad de sus
mensajes. El discurso oral implica la presencia simultánea , en tiempo y lugar, de la boca que habla y
de los oídos que escuchan. No está hecho para durar más de lo que dura esta fugaz confrontación El
discurso escrito, por su parte, trasciende de entrada el espacio y la duración: una vez fijado, es de por
sí íntegramente difundible en cualquier lugar y tiempo. Algunos de los cimientos más significativos
de nuestra civilización clavan sus raíces en la escritura: el nacimiento y la expansión del comercio, la
consolidación de la democracia como sistema político, o la construcción del paradigma técnico-
científico,. La escritura posibilita un tipo nuevo de actividad intelectual, inimaginable en un istema
oral y basada en la profundización, la meditación del texto, la comparación y el análisis.
Este pasaje no fue mágico, fue producto de una larga convivencia entre el universo oral y el escrito y
una pelea por encontrar materiales e instrumentos técnicos que facilitaran la tarea. Además, pasó
mucho tiempo para que la tecnología de la escritura fuera una posibilidad para todos.
La práctica de la escritura, y conjuntamente de la lectura, se reservaba por tradición a una categoría
única de profesionales, entrenados y capacitados. Todo lo que se escribió o leyó en los primeros
tiempos de esta historia pasó obligatoriamente por ellos: letrados, copistas, escribas, “grabadores de
tablillas” - como se decía en sumerio-. Escribir y leer era una profesión, igual que la medicina, la
agrimensura, la jurisprudencia.
El escritor antiguo contaba con un equipo tecnológico difícil de manejar : sus superficies para escribir
eran ladrillos de arcilla húmeda, pieles de animales, corteza de árboles, papiro; los instrumentos de
inscripción tenían plumas de ganso, pinceles u otros instrumentos para grabar las superficies o
extender la tinta o la pintura. El papel hizo las cosas más fáciles, pero recién se fabrica en Europa en
el siglo Xll.
Por lo regular, la escritura se consideraba en un principio como instrumento de un poder secreto y
mágico. Ong recupera testimonios ejemplificadores:
Los analfabetos se benefician frotando el libro contra su frente o de hacer girar molinillos de
oraciones con textos que no saben leer. Los “cultos de carga” aún en boga en algunas islas del
Pacífico del Sur son muy conocidos: los analfabetos creen que los papeles comerciales- pedidos,
facturas de embarque, recibos y otros- son instrumentos mágicos para hacer llegar por el mar los
barcos y la carga., y practican varios ritos, que comprenden la manipulación de los textos escritos con
la esperanza de que la carga aparezca para tomar posesión de ella y usarla.
Sólo en la época de Platón en la Antigua Grecia, más de tres siglos después de la introducción del
alfabeto griego, se trascendió esta etapa y la escritura finalmente fue difundida entre la población e
interiorizada lo suficiente para afectar los procesos de pensamiento.
La transición de la oralidad a la escritura fue lenta. La oralidad siguió por mucho tiempo teniendo
autoridad social y se desconfiaba, en muchos casos, de la escritura . Recurrimos nuevamente a los
testimonios :
En la Antigüedad clásica occidental , se daba por sentado que un texto escrito debía y merecía leerse
en voz alta, y la practica de leer los textos en voz alta continuó, comúnmente con muchas variaciones,
a través del siglo XlX.
En la Edad Media, los profesores disertaban sobre textos en las universidades, y sin embargo nunca
ponían a prueba por escrito los conocimientos o la habilidad intelectual, sino siempre por medio del
debate oral, costumbre que siguió practicándose hasta el siglo XlX.
Más que la visión el oído había dominado de manera significativa el mundo intelectual de la
Antigüedad. La cultura del manuscrito en Occidente permaneció siempre marginalmente oral. La
escritura servía para recircular el conocimiento al mundo oral. Un intelectual de la época decía-
paradójicamente en un manuscrito- “la vista es a menudo engañada, el oído sirve de garantía”

La escritura

La impresión tipográfica alfabética , en la cual cada letra era vaciada en un pedazo separado de
metal, o tipo, marcó profundamente la palabra misma en el proceso mismo en el proceso de
manufactura y la convirtió en una especie de mercancía.. Con el tiempo, la impresión reemplazó el
persistente predominio del oído en el mundo del pensamiento y la expresión con el predominio de la
vista, que tuvo sus inicios en la escritura pero que no pudo prosperar sólo con el apoyo de la imprenta.
“La imprenta sitúa las palabras en el espacio de manera más inexorable de lo que jamás lo hizo la
escritura. Esta traslada las palabras del mundo del sonido a un mundo de espacio visual, pero la
impresión las fija en éste...en la producción de una obra la impresión comprende muchas personas
además del autor: editores, agentes literarios, correctores de pruebas, revisores de manuscritos. Antes
y después del escrutinio de tales personas, el escribir para la impresión precisa revisiones esmeradas
de parte del autor en una proporción virtualmente desconocida en una cultura de escritura a mano...la
cultura del manuscrito está orientada hacia el productor pues cada copia individual de una obra
representa un gran consumo del tiempo de un copista particular. lo impreso está orientado hacia el
consumidor pues las copias individuales de una obra representan una inversión mucho menor de
tiempo.” (W.Ong)
La impresión alentó a los seres humanos a pensar cada vez más en sus propios recursos internos,
aparece la noción de autor, de propiedad intelectual, de originalidad y también la noción de público-
lector, desconocido para el autor pero capaz de ingresar al mundo virtual propuesto en el objeto
simbólico creado por la imprenta: el libro.
Se profundiza la invención de la escritura y cómo nunca se transparenta la diferencia entre el mundo
hablado y escrito. Por contraste, la escritura es completamente artificial. No hay maneras de escribir
“naturalmente”. Todos los seres humanos aprenden a hablar, pero no todos a escribir. La escritura,
como técnica cultural, depende de formas de adiestramiento especializado y específico; requiere años
de práctica de aprender cómo lograr que la herramienta haga lo puede hacer; es un proceso social que
involucra a sus productores y a sus receptores, a sus medios, materiales de producción y condiciones
de circulación.
La escritura es estrictamente el “compañero mental” del lenguaje humano, la herramienta privilegiada.
Por eso resulta simplificador, decir que la escritura es la materialización o manifestación del lenguaje.
Los lingüísticas que se inscriben en esa línea oponen a esas concepciones “la función operatoria
de la escritura”y dirán que para saber cómo está hecha la lengua hay que escribirla y no a la
inversa. Nina Catach refuerza la complejidad y la singularidad de la tecnología de la escritura
cuando dice “ no todos los pueblos tienen escritura; no se trata de un paso obligado de toda
civilización humana. se puede decir incluso que, si la mitad de la humanidad sabe “leer” (de una u
otra manera) apenas una cuarta parte, sin duda menos, de los cuatro mil millones y medio de
habitantes del planeta sabe verdaderamente “escribir”...el descubrimiento de la escritura ha sido, en
muchos aspectos, muy comparable al de la informática hoy en día; sin duda, mucho más importante
aún. En tanto herramienta técnica, la escritura constituye para las sociedades humanas un instrumento
de pensamiento de primer orden, una suerte de “segundo sistema de signos”, capaz de tratar las
operaciones más abstractas y la información más diversa y amplia.2
Pensar estas cuestiones puede ayudarnos a comprender el problema planteado por la escritura y su
relación con el lenguaje para liberar potencialidades nuevas- a la luz de las nuevas tecnologías- y
abrir un horizonte hacia una formalización más general del pensamiento . En ese sentido, los sistemas
de signos de los que el hombre se sirve no tienen nada de simples “máquinas” físicas u orgánicas. Se
trata por el contrario, de conjuntos autónomos de procesamiento de la información, conectados entre
sí de manera flexible. Lo que no hace ninguna máquina –hasta hora- es ir aprendiendo y creando
nuevas sintaxis que luego serán estabilizadas y pasaran a la memoria profunda.
Estamos frente a cambios tan importantes como los que acontecieron con el advenimiento de la
escritura. La digitalización de la palabra ha generado un espacio psíquico-expresivo que permite
nuevas formas de “leer” y “escribir” los textos y la realidad; nuevos modos de construir el sentido.
Nuevos modos de “ mirar y hacer” (Landow,1992) Es indudable, entonces, que la escritura ya no
puede ser vista como una manera cómoda de materializar nuestro pensamiento ..
Los nuevos modos de representación escrita (nuevos formatos) más que corromper la escritura han
revelado su naturaleza . El empleo de la computadora ha desarmado la naturaleza –aparentemente fija,
inmóvil, estable- de la palabra escrita y la ha provisto de un dinamismo creciente, nunca antes
imaginado. El hecho de que la palabra electrónica entre en relación con palabras lejanas-espacial y

2
Catach, Nina.( 1996). Hacia una teoría de la lengua escrita. Barcelona. Gedisa.
temporalmente- posibilita descubrir caminos insospechados. No se trata ya de “fijar sentidos” sino de
abrirlos a infinitas virtualidades. Como aquel hombre de las culturas orales primarias, la palabra se
echa a volar. Pero, sustancialmente, de manera más compleja. Ong denomina a la oralidad
contemporánea “secundaria” porque depende de la escritura y de la impresión para su existencia. A
diferencia de los miembros de una cultura oral primaria, que tienden hacia lo externo porque han
tenido poca oportunidad para practicar la introspección, nosotros tendemos hacia lo externo porque
hemos buscado en el interior. Los nuevos recursos refuerzan los antiguos; pero, desde luego, los
transforman, porque propicia nuevos estilos y formas de escritura. La composición a través de
computadoras está reemplazando las formas más antiguas de composición tipográfica. Pero, a su vez,
todo tipo de información tipográfica llega a la impresión para engrosar la producción textual.
Este movimiento discursivo da cuenta que estamos ante nuevos procesos que deben ser conscientes –
como lo hizo Laura en su historia de amor electrónica- para que todos podamos intervenir como
autores y lectores sin que haya copistas, escribas, que intermedien por nosotros. Sin que pensemos,
como los pescadores del Pacífico – frente a los escritos- que la computadora es mágica. Sólo será
mágica si nosotros escribimos en ella, si operamos con nuestro pensamiento, si sabemos qué hacer
con tanta información disponible. Durante décadas nos acostumbramos a pensar que la escritura es
una invención puramente técnica, que permite pasar del registro audible al visual. Aprender a leer y a
escribir no sería más que aprender a asociar formas gráficas a unidades fónicas que están
inmediatamente a disposición del hablante. Ahora sabemos que esta visión tradicional no sólo sobre
simplifica el problema sino que lo deforma: Aprender a leer y escribir es mucho más que eso es
construir un nuevo objeto conceptual (la lengua escrita) y entrar en otro tipo de intercambios
lingüísticos y culturales. Por esa razón, no puede sorprendernos que los problemas más difíciles en
las relaciones sociales de las prácticas culturales giran en torno a la cuestión de la alfabetización. Es
inevitable establecer relaciones con las diversas escenas educativas, sociales y ciudadanas que dan
cuenta de la cantidad de personas que quedan excluidas de la “conversación cultural”. Nos
encontramos con “la verdad negra de la escritura”, en términos de Roland Barthes. Durante milenios,
la escritura separó a los iniciados de los que no lo eran. Representó la propiedad (con la firma) y la
distinción (escrituras primitivas, vulgares y refinadas). Una mirada a lo largo de la historia nos
permite observar que no siempre la escritura sirvió para comunicar a los hombres: fue muchas veces
ritual, sujeta a valores conservadores, patrimonio de una clase (sacerdotes, copistas, maestros,
escribientes. En síntesis: socialmente selectiva: un instrumento de poder. En los tiempos en que
vivimos y en sociedades políticamente democráticas, el dominio de la escritura debe ser también un
objetivo democrático, ya que es condición para el acceso a amplias porciones de la cultura y para e
desarrollo de ls funciones cognitivas básicas vinculadas con el pensamiento crítico y la imaginación.
Vivimos en sociedades altamente textualizadas, en las que el hombre lucha por seguir narrando, para
ejercitar su percepción verbal; el cerebro humanos juega una lucha intensa; la red de redes no es en
sí misma más que un mensaje codificado que expresa, a su manera, una búsqueda enloquecida de
sentido.
La escritura, los escritos y las palabras pueden ser un conjuro contra el silencio, la espera, la
inmovilidad social. Aprender, investigar, enseñar, leer, escuchar tienen que ver con retomar gestos
escriturales antiguos, inscribirnos en esa tenacidad por grabar la propia historia –individual y
comunitaria- y a través de ellos intervenir y actuar en el mundo. El poeta Juan Gelman habla de
alguna de estas cosas y no nos permite cerrar este artículo, nos obliga a una palabra alada..

Lobo Amarillo se sentó y dijo


“los blancos contaron un solo lado de las cosas”
“contaron para su placer”
“contaron mucho que no es la verdad”
“solamente lo mejor que hicieron y solamente lo peor que los indios hicieron el hombre blanco contó”
Lobo Amarillo sentado dijo
¿fue así porque nosotros no juntamos palabras mudas y quietas?
¿fue así porque escribimos con humo y tambores?
¿fue así porque hablamos prestando mucha atención a la
antítesis al paralelismo a la repetición a la hipérbole al
soliloquio a las preguntas retóricas a las expresiones
simbólicas a los caminos que las palabras buscan para
salir?
¿fue así porque no ponemos corazón en papelitos?3
................................................................................

Bibliografía:
Bottero Jean y otros.(1995) .,Cultura, pensamiento, escritura. Barcelona. Gedisa
Catach, Nina.( 1996). Hacia una teoría de la lengua escrita. Barcelona. Gedisa.
Landow,G.(1992). Hipertexto. Buenos Aires. Paidós.
Ong,W.(1987) .Oralidad y Escritura. México.FCE

3
Gelman, J. (1997). Fragmento de “Defectos”. Interrupciones 1. Buenos Aires. Planeta

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