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Hoy estamos aquí para reflexionar juntos sobre el elemento fundamental, y yo diría,
irreductible, conformador de la ciudad: el ESPACIO PUBLICO. (diapo
1)
En el Renacimiento (siglo 17) (diapo 6) (con Descartes, Newton, los comienzos del racionalismo) se
pasa a una concepción del universo infinito y absoluto. Aparece el espacio cartesiano : absoluto,
infinito y tridimensional, basado en la geometría de Euclides.
El siglo 18, siglo de la Ilustración, es el momento en el que se incuban la mayor cantidad de ideas
para el desarrollo de la ciudad, que se verían en el siglo siguiente. Es el siglo del llamado
Empirismo, como corriente filosófica, y pensadores como Kant (diapo 7) definen al espacio y al
tiempo como categorías a priori del conocimiento, las cuales, junto al conocimiento empírico –a
través de la sensibilidad y la intuición- permiten el entendimiento
de los objetos.
En el siglo 19, (diapo 9) la revolución industrial hace explotar la ciudad medieval, se establece una
nueva relación entre el Estado y los ciudadanos, como consecuencia de las teorías liberales de
Adam Smith: la propiedad del suelo y de los bienes de consumo se convierten en capital y
mercancía; la exclusión y desigualdad de la fuerza del trabajo en
relación a la burguesía se traducen en contínuos focos de revueltas
sociales que hacen emerger respuestas funcionales en el diseño de
la ciudad; el Barón Haussman entrega lo que sería el modelo de
ciudad a imitar en toda Europa: la red viaria se ensancha
destruyendo barrios céntricos populares con innumerables
callejuelas; hay un cambio físico y de gestión en la nueva ciudad;
se produce una taxativa separación entre espacio público y espacio
privado; el espacio público es el lugar de representación del poder soberano, el XIX es un siglo que
marca un quiebre con la concepción tradicional de la ciudad, el marco ya no es el valor
arquitectónico del espacio, sino la organización urbana como conjunto, determinada por las
relaciones sociales y económicas.
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Esta incipiente sociedad de masas (diapo 10) da como resultado que pensadores como Nietzsche,
Schopenhauer, y escritores como Dostoyevski, produzcan las primeras reflexiones que
desembocarán en lo que, en las primeras décadas del siglo XX, conoceríamos como
existencialismo, un movimiento filosófico, cuyo postulado
fundamental es el que establece que son los seres humanos, en
forma individual, los que crean el significado y la esencia de sus
vidas, contraponiéndose a las teorías abstractas y universales acerca
del ser humano.
En las primeras décadas del siglo 20, en oposición al racionalismo y al empirismo, pensadores
como Piaget, (diapo 11) establecen la noción del espacio a partir de la experiencia. Es Heidegger,
quien introduce la problemática del habitar como crítica a la separación radical y futurista del
movimiento moderno, expresada en su famosa frase: “somos, en
tanto existimos; existimos, en tanto habitamos” y yo le agrego que al
habitar estamos construyendo cultura, y Gastón Bachelard, en su
“Poética del Espacio” reafirma esto al decir que no sólo es vivido en
su positividad sino en todas las parcialidades de la imaginación
(diapo 12)
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El movimiento moderno le dio más énfasis al espacio urbano como construcción geométrica, hubo
un desmesurado interés por los objetos, resultado de esa aspiración de universalidad que
intentaba romper con las tradiciones propias imponiendo una suerte de “producción seriada” de
las ciudades. (diapo 14). Pero a partir de los 50´s, y en coincidencia
con la aparición de los pensadores que veíamos anteriormente, en
los congresos del CIAM, un grupo de arquitectos nucleados bajo el
nombre de Team X (Smithson, Bakema, Candilis, Woods, y luego se
suma Kenzo Tange, Louis Kahn) e individualidades como Aldo Rossi,
De Carlo y otros comienzan a cuestionar los postulados de los
maestros.
De la misma manera, Aldo Rossi, (diapo 18) uno de los teóricos más
importantes de los últimos tiempos, en su ensayo de 1966, “La
imagen de la ciudad”, establece el concepto de “ciudad análoga”,
reivindicando el papel de la memoria colectiva en el diseño de la
ciudad. Y da cuenta de los 3 elementos que, según él, conforman las
ciudades: la trama, el tejido y los monumentos. Esta separación
entre monumentos y tejido es la gran diferencia con el movimiento
moderno. La revalorización del monumento como hito privilegiado
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para definir la imagen y carácter de la ciudad tiene consecuencias teóricas trascendentales e
implica una visión de la ciudad opuesta a la del Movimiento Moderno.
Pero en la teoría de Rossi - la ciudad conformada por repetitivo tejido residencial y singulares
elementos primarios-, los edificios públicos que surgen en las periferias de toda ciudad -fábricas,
hospitales, escuelas, bancos, etc, es decir, parte de lo que se ha denominado los equipamientos del
poder, no responden en su forma a la idea de singularidad de los monumentos.
A partir de los ochenta, (diapo 19) suceden algunos acontecimientos importantes que afectan los
sistemas culturales y sociales existentes, y con ellos, la noción que se tenía del espacio público y de
la arquitectura: la caída del muro de Berlín, el triunfo del
Capitalismo como teoría aceptada, las proclamas de Fukuyama (ya
en los 90) sobre el fin de la historia, la propalación de la muerte de
las ideologías, filósofos como Lyotard que comienzan a hablar de la
cuestión posmoderna, la globalización informativa, la aparición de
las corporaciones como verdaderos artífices del poder compitiendo
con los estados; en definitiva todo lo que hoy llamamos
“neoliberalismo”.
En arquitectura se profundiza la puesta en duda de los cánones del movimiento moderno, y surge
lo que se denominó “posmodernismo” (diapo 20) –que comenzó rescatando los regionalismos y
los localismos que definían cada lugar, pero luego desembocar en
una exacerbación de un “passeismo” (expresión francesa que
significa la recuperación de formas arquitectónicas de épocas
pasadas) pintoresquista.
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Volviendo a las teorías de Marc Augé, en las sociedades modernas
se están generando cada vez con mayor velocidad, “no lugares” –
(diapo 23) sitios por quien nadie siente un apego especial y no
funcionan como puntos de encuentro a la manera tradicional-,
dados por 3 causas:
1) abundancia de espacio,
Hoy debemos defender la idea que, como manifiesta Jordi Borja, “el espacio público es la ciudad”;
el espacio público como expresión del lugar de la ciudadanía, es un hecho colectivo.
La ciudad no son sólo los objetos (diapo 24) sino que son los acontecimientos. Como ejemplo
podemos decir que nadie hubiese imaginado un santuario en donde estaba el boliche Cromagnon,
un caso donde el acontecimiento reatribuye un nuevo sentido al lugar; ni tampoco nadie hubiese
imaginado un centro cultural en la exESMA.
Es decir, los barrios deberían funcionar con nuevas centralidades que amplíen su significado.
Necesitamos una versión más poética de la ciudad. La literatura es la rama que más ha entendido
este requisito, aunque el urbanismo actual ó las intervenciones privadas aún no verifiquen dicho
requerimiento. Es necesario un nuevo marco regulatorio que potencie esas nuevas ideas.
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Borges, en su “Fundación Mítica de Bs As” define a Bs As por sus propias experiencias, a través de
sus lugares (Plaza de Mayo, Recoleta, Dársena Sur, etc), de sus sitios (su azotea, su vereda, la larga
calle de casas bajas, el centro secreto de las manzanas, lo que ocultan sus fachadas, etc), de sus
cosas (un árbol de la calle Junín, una puerta donde esperó algo, un espejo en un hall de entrada);
es decir que no solo de lugares está hecho el habitar, sino fundamentalmente de habitantes.
Alejandro Dolina, en sus “Crónicas del Ángel Gris” define al barrio de Flores a través de sus
habitantes, por ejemplo Manuel Mandeb. Cortázar pregunta qué es un puente, y se responde: un
puente es una persona cruzando el puente, se pregunta Qué es una ciudad? Un lugar con mucha
gente.
Para que el espacio público pueda contener el habitar urbano, hay que diseñarlo poéticamente.
Unir el campo del espacio físico conformado (natural y artificial) –es decir la urbe dura y única-, con
la ciudad como lugar de vivencias.
Hoy son necesarias nuevas tipologías de espacio público. (diapo 26) Juan Pablo Bonta explica que
el espacio público, urbano, al tener presencia de valores, significados y connotaciones culturales;
en su diseño es necesario tener en cuenta a los componentes –significado, significante, emisor,
receptor, códigos- y las funciones del lenguaje arquitectónico, en
relación al espacio, en sus aspectos referenciales, emotivos,
poéticos, fácticos y metalingüísticos.
Las ciudades actuales parecen olvidar aquella imagen de la ciudad como espacio público; (diapo
29) la segregación social y funcional, las áreas fragmentadas, el tránsito y la seguridad, son las
asignaturas pendientes para el diseño urbano. La ciudad está sufriendo un proceso negativo
basado en 3 aspectos: 1) una tendencia a la disolución por la
desigualdad en las intervenciones realizadas, 2) una fragmentación
por criterios funcionalistas, y 3) una privatización dada por la
aparición de ghettos según clases sociales y la sustitución de las
calles, las plazas y el mercado por la aparición de centros
comerciales, que produce claros costos sociales en términos de
acceso democrático, produciendo exclusiones sociales y
acrecentando las desigualdades.
Esto podría sonar como una declamación voluntarista, como una utopía hoy irrealizable, como un
no ver la realidad; pero aquí me gustaría citar a J.Nouvel, quien ante una pregunta similar contestó:
“soy realista, pero estando en la realidad, soy idealista”. Entendamos que la ciudad es URBS,
concentración de población, y CIVITAS, cultura y comunidad; pero también es POLIS, lugar de
poder, lugar de expresión de los grupos de poder y de los marginados, es decir que también el
espacio público es el espacio de los conflictos.
Hoy asistimos a un fenómeno, como define J.Borja, de agorafobia urbana. Se teme al espacio
público, porque aparece sólo como un elemento funcional, como un residuo entre edificios y
calles, como un lugar dominado por las supuestas clases peligrosas de la sociedad. Pero para
empezar a resolver estos dilemas, hay que hacer espacios públicos de calidad, multifuncionales y
que acepten la diversidad, hay que resolver nuevas centralidades, hay que hacer ciudad en la
ciudad.
Si se pierden los espacios de interacción social, los lugares donde se construye identidad colectiva,
también aumenta la inseguridad.
Desde mediados de la década del 90 (diapo 30) algunos sociólogos urbanos hacen hincapié en la
importancia del concepto de “capital social”, consistente en la idea de reconstruir formas de
cooperación basadas en el espíritu cívico, como una manera de disminuir tendencias a la
disgregación social, aumentando la eficiencia de la acción colectiva.
Y esto cómo se relaciona con el tema del espacio público? De 2
maneras, una consistente en acentuar el sentido de pertenencia e
identidad espacial y social que trascienda lo individual, y otra
consistente en lograr un alto grado de confianza colectiva. Esto
puede verse en algunos barrios de la capital federal como por
ejemplo Palermo viejo, la Boca, San Telmo. No sucede así con zonas
como Caballito, Villa Urquiza, Flores, etc. en las cuales dicha
identificación espacial no se verifica. Igualmente hay barrios en donde se produce una
identificación negativa que va en detrimento del sentido de pertenencia.
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espacio público, del ambiente urbano, de la dialéctica barrio-ciudad; pueden ser el punto de
partida del urbanismo del siglo 21.
La relación que se establece con los espacios públicos puede ser un factor importante en los
procesos de integración y convivencia social y de formación de identidad en el interior de la
sociedad urbana.
Para terminar, y sin que sea posible ni aconsejable dar recetas para el diseño del espacio público, sí
podemos establecer algunos criterios (diapo 31) –que serán valorados según la posición personal
de cada uno- generales y algunos más específicos relacionados con nuestro lenguaje de
arquitectos, que nos permitan resolver de manera más o menos
eficaz el problema del diseño. Entre los más generales diríamos que
no deberíamos hacer un proyecto para resolver sólo un problema,
sino que deberíamos incluir en vez de excluir la mayor cantidad de
variables que permitan solucionar varias cuestiones. Por ejemplo, si
intervenimos realizando una vía de comunicación peatonal entre
dos elementos significativos, pensemos que además deberá generar
a partir de ella los espacios de transición hacia otros elementos
menos significantes pero igual de importantes.
Es decir que cada sector urbano a diseñar, debe caracterizarse por su escala, por su vinculación al
resto de la ciudad, su diseño, su materialidad, por las posibilidades de intercambio social que
propone; si esto, además, coincide con el imaginario de cada uno de nosotros, ese espacio público
será apropiado por el conjunto de la sociedad, y esta apropiación empieza a verificar el vínculo
“habitante-territorio” generando identidad.
Otro criterio a tener en cuenta es la necesidad de contemplar diversidad en los usos a implantar,
por ejemplo, zonas de oficinas con plantas bajas destinadas a la instalación de bares, galerías de
arte, espacios de manifestación artística; evitar la zonificación que fragmenta, incorporar siempre
la posibilidad de hacer vivienda -un área urbana sin vivienda no es ciudad- con criterios de mezcla
social evitando los guettos sociales.
De la misma forma, habrá que tener en cuenta el diseño del borde entre las diferentes
intervenciones, con el fin de profundizar la capacidad de sutura del mismo. Sin reflexión y acción
sobre los espacios de transición entre las nuevas intervenciones y la ciudad existente, se
fragmenta la ciudad, produciendo el deterioro del capital social.
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Respetar la historia del lugar, su trama, la tradición cultural del urbanismo de cada lugar. Por
ejemplo, en ciudades como Bs As, con una cuadrícula tan potente, no se pueden desarrollar
proyectos basados en enormes torres aisladas rodeadas de estacionamientos y espacios verdes
enrejados, esto es ir en contra de la identidad del lugar, es ir en contra del sentido de pertenencia
que experimenta el ciudadano ante una ciudad como la nuestra; es decir que hay que (diapo 32)
comprender que la ciudad es el lugar de los intercambios y de las identidades, del encuentro y del
conflicto, de la diversidad y de lo homogéneo; la ciudad es contradictoria en sí misma, al albergar
multitud de situaciones y acontecimientos; y precisamente es esa
su riqueza, lo que tenemos que entender, explotar y contribuir con
nuestras intervenciones. La calle, la plaza, el parque, son , en
definitiva, las palabras con las que escribimos la ciudad, y , aún en
esta época de problemas e histerias, (diapo 33) podemos
parafrasear a Woody Allen diciendo: “es una locura vivir en Buenos
Aires, pero existe otra locura peor: no vivir en ella”
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