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Provincia del Inmaculado Corazón de María

Encuentro de Superioras y Consejo Provincial


TONI CATALÁ, S.J.
Valencia, 29 de Octubre 2005

VIVIR EN POBREZA, CASTIDAD Y OBEDIENCIA


COMO POSIBILIDAD DE VIVIR EN “MAYOR LIBERTAD”

Nos dice J. B. Metz “porque en efecto, cuando con los votos no se arriesga nada, sino
que sólo se evita algo, adquieren fácilmente rasgos masoquistas”.1 Los votos expresan en
concreto nuestro modo de seguir al Señor en vida apostólica. El reto hoy es arriesgar para
adquirir mayor libertad. Cuando los votos se viven desde el “status confessionis” y no desde el
“status perfectionis” y se viven ante el Padre de Nuestro Señor Jesucristo y no ante un “dios
amo” dejan de ser un “ideal” para ser nuestra herida realidad personal en el Seguimiento del
crucificado.
Los votos nos hieren y nos duelen y esto no podemos ocultarlo y esto no es
masoquismo porque esta herida nos lleva a sanar: porque vivimos la herida en nuestra
tendencia a la posesión podemos sanar a los esclavizados por el dios dinero, porque estamos
heridos en nuestra tendencia a la exclusividad en la ternura y en el cariño podemos crear
espacios más amplios de ternura y de consuelo, porque estamos heridos en nuestra tendencia
a dictar nuestra propia vida nos abrimos disponiblemente a otras posibilidades de vida por
causa de la Buena Noticia. Las heridas si curan bien quedan en el cuerpo como recordatorios.
Sólo cuando nuestro yo prepotente se siente herido puede empezar la historia de Seguimiento.
El hablar de “nuestra herida realidad personal y comunitaria” supone el plantearnos qué
percepción antropológica tenemos, qué percepción de ser hombre y mujer tenemos más allá de
nuestras formulaciones “idealistas”, “líricas”, “seudo-utópicas” y en el fondo profundamente
“liberales” en el sentido teológico del término. Los votos sólo van a tener sentido, como hemos
visto, desde el Crucificado, desde el Excluido con los excluidos. Si la Cruz como expresión
ultima y radical del desvivirse de Jesús por las criaturas más amenazadas nos es el referente
de los votos estos se convierten en un viaje a ninguna parte, o mejor dicho un viaje a la
frustración, insatisfacción y al sinsentido. Vida de votos y abnegación es un todo. Por aquello
que hemos visto que la Espiritualidad es un todo orgánico, vuelvo a la tradición Ignaciana para
percibir como la abnegación es irrenunciable, aunque la palabra esté en muchos ambientes en
el baúl de los recuerdos junto con elementos que bien guardados están, pero es que todo no es
para guardar.
Esta vocación en pobreza, castidad y obediencia particular “a todo lo que nuestro Santo
padre que hoy es y los que por tiempo fueren Pontífices romanos nos mandaren por el
provecho de las almas y acrecentamiento de la fe” (FI, 4) supone “abnegación de nuestras
voluntades”. La misión supone abnegación para ser “mas seguramente encaminados por el
Espíritu Santo”.
El ser guiados por el Espíritu supone abnegación que consiste en “aborrecer todo y no
en parte, cuanto el mundo ama y abraza”. Supone la confrontación con este mundo
configurado por la soberbia, la riqueza y la banalidad, esta es la dimensión de prueba que
1

.- Tengo presente Johann Baptist Metz, Pasión de Dios. La existencia de órdenes religiosas hoy, Barcelona 1992
hemos visto. Este punto es fundamental en la experiencia de Ignacio (dos banderas, binarios,
grados de humildad). Sin abnegación no es posible el Seguimiento del Cristo pobre y humilde,
y por tanto no es posible el fin de la espiritualidad que surge de los Ejercicios. Abnegación no
será, ni principal ni fundamentalmente, un ejercicio de ascesis que autoafirme el yo (Ignacio no
quiere imponer penitencias por regla) sino que abnegación es dar la vida con Cristo nuestro
Señor. Ignacio no quiere hombres “orantes”, como hemos visto, sino hombres abnegados. La
famosa regla 11 sigue siendo referencia básica e ineludible para crecer en libertad evangélica.
El ser guiados por el Espíritu supone abnegación que consiste en "aborrecer todo y no en parte,
quanto el mundo ama y abraza". Supone la confrontación con este mundo configurado por la
soberbia, la riqueza y la banalidad. Este punto es fundamental en la experiencia de Ignacio (dos
banderas, binarios, grados de humildad). Sin abnegación no es posible el seguimiento del Cristo
pobre y humilde y por tanto no es posible el fin de la Compañía. Abnegación no será, ni principal ni
fundamentalmente, un ejercicio de ascesis que autoafirme el yo (Ignacio no quiere imponer
penitencias por regla) sino que abnegación es dar la vida con Cristo nuestro Señor. Ignacio no
quiere hombres "orantes" sino hombres abnegados:

“44. Asimismo es mucho de advertir a los que se examinan (encareciendo y ponderándolo


delante de nuestro Criador y Señor), en cuanto grado ayuda y aprovecha en la vida espiritual,
aborrecer, en todo y no en parte, cuanto el mundo ama y abraza; y admitir y desear con todas
las fuerzas posibles cuanto Cristo nuestro Señor ha amado y abrazado. Como los mundanos
que siguen al mundo, aman y buscan con tanta diligencia honores, fama y estimación de
mucho nombre en la tierra, como el mundo les enseña; así los que van en espíritu y siguen de
veras a Cristo nuestro Señor, aman y desean intensamente lo contrario; es a saber, vestirse de
la misma vestidura y librea de su Señor por su debido amor y reverencia; tanto que, donde a la
su divina Majestad no le fuese ofensa alguna, ni al próximo imputado a pecado, desean pasar
injurias, falsos testimonios, afrentas, y ser tenidos y estimados por locos (no dando ellos
ocasión alguna de ello), por desear parecer e imitar en alguna manera a nuestro Criador y
Señor Jesucristo, vistiéndose de su misma vestidura y librea; pues la vistió el por nuestro
mayor provecho espiritual, dándonos ejemplo que en todas las cosas a nosotros posibles,
mediante su divina gracia, le queramos imitar y seguir, como sea la vía que lleva a los
hombres a la vida. Por tanto, sea interrogado si se halla en los tales deseos tanto saludables y
fructíferos para la perfección de su ánima”. (Examen. 101)2

S. Ignacio pide al que se examina para entrar en la Compañía "admitir y desear" seguir al
Señor en confrontación con los valores de un mundo configurado por el honor, la fama y la
estimación, para vestirse de la misma "vestidura y librea" de Cristo: La vestidura de la pobreza, la
humildad y la Misericordia. Esto supone mortificación y abnegación, es decir, des-vivirse con
Cristo nuestro Señor para poder "ayudar a las almas" desde la libertad del Evangelio.
S. Ignacio sabe que "llevar el peso de esta vocación" (FI 4) sólo se puede hacer con el
favor y ayuda del Espíritu. Pare ello necesita personas que sean capaces de abnegarse (de des-
vivirse), "de estar de día y de noche aparejados para cumplir con su obligación" (FI 4). Ignacio no
quiere sólo bondad y sabiduría. Ignacio no pretende tener gente “buena” y “docta” sino
abnegada. Para “ayudar a las almas” con Cristo Crucificado, predicando y sirviendo desde la
Gratuidad y la libertad del Evangelio la abnegación es indispensable:
“Tenemos que reconocer que palabras como penitencia, mortificación, abnegación son
palabras que en nuestra cultura son feas y de un auténtico mal gusto pero es necesario volver
2

.- Ignacio de Loyola. Obras Completas. BAC 86


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sobre ellas. Sólo podemos volver sobre ellas si lo hacemos acompañados por Jesús de
Nazaret el des-vivido por las criaturas más amenazadas. El intérprete de estas palabras sólo
puede ser Jesús y su Buena Noticia si las interpretamos nosotros convertimos el Evangelio en
mala noticia. La interpretación es la misma vida de Jesús. Desde lo acontecido en Jesús
abnegarse es des-centrase para que las criaturas tengan vida. La mortificación de Jesús fue
un morir a un mesianismo centrado en él (tentaciones) para vivir para los perdidos de la casa
de Israel... La abnegación como auto conocimiento y como autodominio es santo y bueno, y
habrá que hacerlo, pero sin olvidar que ‘eso también lo hacen los paganos”. 3

El Seguimiento del Cristo pobre y humilde pide la totalidad de la persona. Persona que
“seducida” (“elegida y recibida”) por la Misericordia siente pasión por el Crucificado y los
crucificados. Esta pasión le lleva a des-vivirse (abnegación) para “ayudar a las almas” desde la
Libertad que da el Espíritu, la Gratuidad del Padre y la pobreza y humildad del Crucificado.
Es urgente releer los votos, y esto es tarea de todos y todas y no sólo de teólogos y
teólogas, desde el descentramiento, desde la abnegación y mortificación. Es urgente pasar del
“ego-centrismo” y del “comunitari-centrismo” al “ptojo-centrismo”, pasar a que los pobres
(ptojoi) de Jesucristo sean el referente normativo de nuestra vida religiosa. En este momento
no se trata de lo que muchas veces más angustia a muchos y muchas, y ante estas angustias
nos defendemos ideológicamente, que todos y todas tengamos que estar en la misma misión
con ellos, de los que trata es de tener todos y todas el mismo referente común que no es
ideológico sino radicalmente teológico.
No podemos seguir por más tiempo justificando los votos por su aparente funcionalidad:
castidad igual a más solidaridad, puede ser que si puede ser que no; pobreza igual a más
compromiso con los pobres y libertad ante los bienes y medios, puede ser que si puede ser que
no; obediencia igual a más disponibilidad, puede ser que si puede ser que no... No hay mayor
mentira que una media verdad. Los votos tienen que dejar de ser un “status” al que a priori le
seguimos dando más valor, esto sigue pasando hoy, valor no basado en la perfección pero
basado en el compromiso cristiano o en la solidaridad; qué más dan las palabras, qué más da
el “color de la servilleta” si la “estructura del servilletero” sigue siendo la misma.
Los votos no se justifican desde la racionalidad instrumental: ¿para qué sirven? ¡No
sirven para nada! Si que “sirven” en el sentido en que hacen de nuestra vida servicio para
aliviar el sufrimiento de Dios en el mundo, porque nos reconcilian ante el “Cristo puesto en
Cruz” con nosotros mismos. Los votos “sirven” en la medida que nos devuelven a nuestro lugar
de criaturas.
Sólo desde la reconciliación experimentada ante la Cruz, volvemos al mundo con ojos
limpios y como “cauces de misericordia” en bella y honda expresión de González Faus. La vida
se convierta en cauce de misericordia (servicio) cuando los votos no nos “justifican” sino que en
la justificación del Crucificado, precisamente porque nos encontramos existencialmente
redimidos, podemos generar vida a nuestro alrededor.
Nuestra vida cotidiana y estilos de vida, muchas veces, falsan de hecho las
afirmaciones funcionales, utópicas y en el fondo maximalistas. En los actuales estilos de vida
religiosa no es verdad que los votos, por el hecho de profesarlos públicamente nos hagan
mágicamente más solidarios, disponibles, comprometidos... Esto es pensamiento mágico.
En muchos contextos sigue introyectado, a pesar de las formulaciones que hacemos en
sentido contrario, que somos de “otra pasta”, y que en el fondo, nosotros/as somos los que
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.- Toni Catalá, Discernimiento en tiempos desolados. Sal Terrae. Octubre 1993.


3
“más” hemos dado al Reino. En la vida cotidiana esto es evidente, es impresionante la cantidad
de juicios hechos desde la falsa conciencia sobre “el otro”, podemos afirmar, por ejemplo, el
papel del seglar y estar en un continuo reproche porque, en el fondo, no dedica las mismas
horas que nosotros que estamos todo el día..., nosotros no somos una familia y por lo tanto
nuestro modo económico de estar en la vida es otro y desde este modo juzgamos al seglar que
exige más sueldo...
Normalmente se confunde el ideal con la situación de hecho. Se sigue escribiendo
sobre el “ideal” y el “deber ser” de la VRA. En tantos años dando ejercicios me atrevo a afirmar
que en el 80% de las entrevistas “el tema” ha sido la frustración y el desgaste comunitario ¿qué
pasa? : nos medimos desde el deber ser y no desde lo que somos. O los votos tienen sentido
en sí mismos como un modo de “estar en la vida” o no sirven para casi nada. Urge, por lo tanto,
el redescubrir la dimensión existencial y carismática que los votos tienen en sí mismos para no
andar compulsivamente buscando el sentido de ellos en la función. Sólo la misión no “justifica”
los votos.
La misión de Cristo es una y en ella se participa desde la diversidad de carismas, es
evidente que aunque los procesos de discernimiento son lentos hoy en la Iglesia estamos
asistiendo a diversos modos carismáticos de servir la misión de Cristo. No se trata ya de
clérigo, religioso/a, laico/a. La pluralidad es evidente y desde la VRA estamos alentando otros
“modos de estar” en el mundo como seguidores de Jesús (para participar plenamente de la
misión de la Compañía de Jesús en la educación no hacen falta votos, para ser solidarios y
arriesgar la vida en contextos de tercer mundo y periferia no hacen falta votos...).
Es evidente que “justificar” lo votos únicamente en la misión no nos lleva a ningún parte,
y lo que es más, sí que nos puede llevar a regresiones elitistas solapadas. Regresión porque
en la medida que “avanzamos” en las formulación sobre lo que debe ser la VRA en la vida
cotidiana podemos seguir en anclados/as de hecho en un estilo de vida “perfecto”. Si sólo la
misión justificara los votos seguiríamos siendo, de hecho y a pesar de que en las formulaciones
lo neguemos, un cuerpo de élite como si otros carismas no participaran en plenitud de la misión
de Cristo. Los votos son un modo de vivir y compartir la misión de Jesús de Nazaret el Cristo .
Se trata de un modo de “mística”.

VIVIR EN POBREZA: LA HERIDA EN LA TENDENCIA A LA POSESIÓN

Es realmente una incomodidad seguir hablando de pobreza y estilos de vida cotidiana.


Son muchos años los que llevamos a vueltas con el tema y sigue creando desazón y
sufrimiento, da la impresión que es un voto muy amenazado y que no sabemos cómo
procesarlo. Por mucho que nos duela ya que de momento no sabemos dar otro nombre a este
voto, me imagino que en futuro encontraremos otro nombre que no enmascaré nuestra
realidad, nos tenemos que decir bien claro que los pobres no somos nosotros. Si no nos lo
decimos nos mentimos y entonces las palabras no dicen nada.
La pobreza es la pobreza y no merece la pena que dediquemos más horas de
reuniones y de capítulos a discutir qué es la pobreza, basta “aplicar” sentidos a nuestros
barrios periféricos o a los centros históricos de nuestras ciudades, pasearlos, olerlos y sentirlos.
Creo sinceramente que no se trata de experimentar sentimientos de culpa, aunque
sentirlos no va mal de vez en cuando, sino de caer vitalmente en la cuenta que nuestros estilos
de vida, aunque no sepamos cómo se tienen que configurar en el futuro, normalmente no están
en camino de evangelio. Da la impresión que queremos “estar en la procesión y repicando las
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campanas” y esto a la vez no puede ser: o estamos en la procesión o estamos repicando. Sólo
asumiendo esta contradicción o esta imposibilidad actual, nos pondremos en camino.
Si la VRA tiene cada vez más vocaciones de medios populares y rurales el tema no es
sólo que se adapten lentamente a la Institución, la institución tendrá que cuestionarse a su vez
adquisiciones y valores que siempre “han sido así”. Si nos vienen gentes de estos ámbitos,
porque al fin y al cabo, y con muchas contradicciones, a ellos nos hemos acercado, nuestros
esquemas de formación, de lo que entendemos por estudios, vivienda, etc., tendrán que
cambiar. Esto nos puede aterrar, pero en esas estamos. Aquí es donde se concreta lo anterior
de la formación y probación: ¿qué queremos de los candidatos y candidatas en el Seguimiento
del Señor en pobreza?. Me decía una compañera, muy lúcida, de un Equipo General de una
Congregación de espiritualidad ignaciana y de implantación universal: “las pobres están
“optando” por nosotras y ahora es cuando no sabemos muy bien que estilos de vida tenemos
que tener y qué ofrecerles”
Queremos hombres y mujeres adiestrados en la sabiduría, en el conocimiento... o
queremos otros estilos de vida más sencillos, más despojados de tantos planes, programas y
proyectos en una pastoral burocratizada. Sé que no podemos ser simples ni ingenuos en este
tema y que hay diversidad de carismas en cuanto a la pobreza dentro de la VRA, se que no se
trata de despojarnos por despojarnos y que hacen falta un mínimo de medios, pero es urgente
no quedarnos tan sólo en el tema de la austeridad. Es una salida fácil y que no va a ninguna
parte.
La austeridad en sí misma no es igual a la pobreza que nos piden los pobres y el voto,
que vamos a seguir llamando de pobreza, en el Seguimiento. No tenemos resuelta la relación
con el dinero. Seguimos colando mosquitos y tragando camellos. La austeridad no entiende de
gratuidad y de fiesta, los pobres sí que entienden y por eso se les reprocha que malgasten. Ya
escribí una vez que “el derroche de los pobres es lo más denostado por aquellos que han
hecho del dinero su dios” y muchas austeridades son un culto sacrificial al dios dinero:

Muchas de nuestras pobrezas y austeridades no son las del evangelio porque no están
liberadas, es decir, no toman como referente dinamizador la Buena Noticia sino parece que sean
un culto invertido al dios dinero. Sin negar el valor de la austeridad sí que conviene discernirlo. El
Evangelio habla de fiesta, baile, ternero cebado, perfume de nardos... la austeridad de Jesús
parece ser que no es la de Juan Bautista. Uno de los aspectos que más bloquea la experiencia
de la fiesta gratuita es la incapacidad de muchos seguidores de Jesús para percibir la afirmación
gratuita de la vida en los contextos marginales. El "derroche" de los pobres es lo más denostado
por aquellos que han hecho del Dinero su dios. En el decir y hacer Reino nos pasa lo mismo: No
se toma como referente el Espíritu de Vida que pone la muerte en su sitio, sino que se toma
como referente el absoluto poder de la muerte que impide ver ya la Vida y así no se experimenta
la liberación ("Por eso, como los suyos tienen todos la misma carne y sangre, también él asumió
una como la de ellos... y liberar a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera
como esclavos" Hb 2,14-15)4.

Es evidente que también se dan situaciones en que da la impresión que el dinero como
no se trabaja, decía muy bien A. Paoli que en la VR se entiende muy bien el dinero como valor
de uso pero no como valor de cambio, llueve del cielo y para eso está, para gastar. Estas
últimas situaciones no merecen comentario. Empieza a ser un auténtico problema la
“voluntarización” de la VRA, gente en plenitud de facultades haciendo trabajos de
“voluntariado”, en sí mismos muy loables, pero que pueden implicar una pérdida en aquello de
4

.- Toni Catalá, Salgamos a buscarlo. Notas para un a teología y espiritualidad desde el cuarto mundo, Santander 1992.
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que “nuestra pobreza es el trabajo”. ¿Qué hay detrás de muchas desautorizaciones del trabajo
profesional y del no asumir una jornada completa sea en una obra propia o no? Sospecho que
en muchos casos es una pérdida de realidad impresionante, y en el fondo otra vez el creer que
la misión en la VRA es algo tan sublime que no puede entrar en las mediaciones que el común
de los mortales tiene que asumir.
Lo que sí que nos tenemos que decir es cómo el confundir la pobreza con la austeridad,
no pasada por la Buena Noticia, está generando muchos sufrimientos. Personas y
comunidades agobiadas porque el control sobre lo que se gasta genera tensiones y
humillaciones, gente que tiene que llamar en cabinas con tarjetas que manda la familia porque
el administrador o administradora se dedica a controlar llamadas y “pasar factura”, es más fácil
reprochar un gasto en teléfono que acompañar una soledad. Usar el dinero con culpabilidad
porque, mira por dónde, las cosas cuestan dinero, y al pedirlo tener que pasar por el bochorno
del reproche, todo esto está pasando, y no digamos cuando a la gente mayor y jubilada se les
declara que son personas sin necesidades... El tema de la pobreza en la vida cotidiana es
fuente de mucho malestar evitable con un poco de sentido común y un poco de libertad.
Salimos del modelo de perfección pero los esquemas de funcionamiento son muchas veces
infantiles y de sumisión, e incluso humillantes. Pobreza evangélica y vida cotidiana: uno de los
retos mayores a sanear en la VRA
De momento los pasos que hay que seguir dando, tendrían que consistir en renunciar a
algo que se puede percibir como “pecado de juventud”, como señalaba anteriormente en
referencia a los años pasados, y es que el lugar de vida modifica la sensibilidad. Esto es
evidente. No se trata ya de si estamos todos trabajando con los pobres cosa que no es posible
ni puede ser, se trata de algo más hondo ¿estamos dispuestos a modificar la sensibilidad?,
¿estamos dispuestos a aplicar sentidos?.
Si el voto de pobreza sólo es funcional la respuesta es evidente: si mi misión no está
con los pobres ¿para qué tengo que asumir ciertas incomodidades? Sin disposición del
corazón entonces es verdad que el lugar de vida no modifica la sensibilidad. Se trata de
conjugar disposiciones del corazón y modos de estar en la vida, las dos cosas se necesitan.
Las ubicaciones me parecen decisivas en la configuración de la sensibilidad, La sensibilidad
nos la modifica la gente y el lugar de vida, esto parece también algo de los años sesenta, en mi
ciudad la mayoría de la gente sabe que los niños lloran de noche, las motos hacen ruido, los
autobuses se demoran, ir al comprar el pan supone que la vecina te entretiene... tantas y tantas
cosas de la vida cotidiana que la VRA se pierde con planteamientos totalmente fuera de la
realidad cotidiana. Repito que el cambio de ubicación no modifica mágicamente nada, es más,
un cambio forzado por proyectos teóricos es perjudicial, es dañar a una persona el obligarle
después de años en un convento a vivir en 90 metros cuadrados, es inhumano, no me estoy
refiriendo a eso, me estoy refiriendo a considerar las ubicaciones como algo irrelevante o
pasado de moda. El tiempo medieval pide espacios medievales, la vida “contemplativa” pide un
tipo de espacios, la VRA no tiene por qué pedir espacios distintos a los de la gente. Cuantas
comodidades se enmascaran a cuenta de la necesidad de una buena “ecología comunitaria” o
de espacios para poder llevar una vida espiritual correcta.
En este último sentido, disposición del corazón, el voto de pobreza es vivir el que no
hace falta buscar razones y acciones para justificar nuestra pequeñez y precariedad. Es un
proceso de pérdida de miedos. Este proceso supone en la VRA un discernimiento muy hondo
para desembarazarse de todo aquello que impide expresarse en ella desde lo que uno/a es, sin
estar en la continua lucha agotadora de mostrar y hacer lo que uno/a no es. Sería bueno caer
en la cuenta lo que en una comunidad se puede decir o no se puede decir, lo que es
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socialmente aceptado y lo que no es aceptado y mejor callar, el prestigio social y el status
familiar de origen.
Existen muchas competitividades tácitas, muchos esfuerzos por seguir dando la imagen.
La imagen “perfecta” no es asunto de contenido sino de estructura, en un contexto puede ser el
cumplimiento estricto de las reglas, en otro puede ser el compromiso por los pobres y la
inserción, porque la imagen ideal no deja de ser una construcción social y no necesariamente
“exigencia “ evangélica, normalmente la imagen a dar mata la búsqueda personal y libre
(dentro del carisma y misión común) del justo lugar de criatura agraciada.
La pobreza es llegar a poder expresar lo que somos. Sólo en estilos de vida cercanos a
los pobres y en “vecindad” con ellos podemos ponernos en camino de unir lo imposible: la
pobreza evangélica como aceptación de la propia limitación y precariedad junto con la
posibilidad de aliviar sufrimiento. No es nada fácil, la sensibilidad no se convierte como
podemos convertir nuestro aparato ideológico, es un proceso lento pero que no nos vendrá
sólo desde la interioridad sino fundamentalmente del ponerse a tiro de los pobres y excluidos, y
si no estamos con ellos al menos el ser vecinos entre vecinos modifica más de lo que creemos
la sensibilidad y la percepción de la realidad.
La pobreza en la VRA es evidente que hoy por hoy no está en el mismo plano que la
pobreza sociológica. Necesitamos perder miedo a decirnos esto porque está causando
estragos el querer estar por imperativo y por “imagen” en donde la sensibilidad y la propia
psicología a muchos y muchas no les permite estar. Tenemos que decirnos que la “opción por
los pobres” no lleva, mágicamente, a más libertad, más ternura, más acogida... más existencia
evangélica. Pero en ningún momento tendríamos que negar que ellos son los preferidos del
Padre, que directa o indirectamente son los que tienen que configurar nuestra misión.
En el mundo de la pobreza hay mucho sufrimiento, mucha ternura y mucha violencia,
esto no lo podemos olvidar. No todo religioso y religiosa puede llevar adelante una misión
directa con los pobres. Hemos visto que nuestro Dios no pide sacrificios pide misericordia y el
que hombre viva. Es tremendo el “sacrificarse” por los otros. Tarde o temprano se pasará
factura. Es necesario tomarse radicalmente en serio que Dios no quiere sacrificios. No
podemos separar nuestra relación con Dios y nuestro modo de relacionarnos con “el otro” y con
“lo otro”.

VIDA EN OBEDIENCIA: LA HERIDA EN LA TENDENCIA


A MANEJAR LA VIDA A NUESTRO ANTOJO

Porque el voto nos hiere en nuestra tendencia a dictar nuestra propia vida nos abrimos
disponiblemente a otras posibilidades de vida por causa de la Buena Noticia. Una vez más la
herida nos recuerda que la tendencia a dictar y planificar nuestra vida es una seducción de
Satanás. Nuestra vida la hemos puesto al servicio del Reino, al servicio de la “misión de
Cristo”.

El misal Romano cuando renunciamos a Satanás en el Bautismo, en nuestro caso en la


renovación de las promesas del Bautismo en la noche de la Pascua, renunciamos a sus
seducciones: “Renunciáis a todas sus seducciones, como puede ser: el quedarse en las cosas,
medios, instituciones, métodos, reglamentos, y no ir a Dios?”. Es obvio que el voto de
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obediencia es otra profunda disposición del corazón: que Jesús y su Reino sean la causa y
origen de nuestra disponibilidad, de nuestro caminar, de nuestro estar ágiles y vigilantes para
vivir en la libertad del evangelio.
Da la impresión que cuando se nos burocratiza la VRA y perdemos a Jesús y su Buena
Noticia de Dios como el referente de nuestro vivir no sabemos muy bien qué hacer con el voto
de obediencia. Siempre he dicho que da la impresión que este voto no configura nuestra vida
cotidiana. Es un voto que normalmente está encerrado en un armario de la habitación, que un
par de meses antes de que venga la época de los destinos o de los cambios lo sacamos del
armario y le quitamos el polvo, con más o menos ganas lo ponemos junto al mapa de la
provincia o distrito calculando por dónde nos va a venir “el jefe o la jefa de personal de la
empresa”, es decir, los superiores mayores. En muchos casos ya ni se saca del armario
porque no se encuentra.
La obediencia se nutre evangélicamente cuando hay un profundo aprecio por la propia
vocación y carisma. El absoluto es el Señor y después el carisma fundacional, en la Fórmula
del Instituto del Compañía de Jesús (regla) se dice: “Y procure tener ante los ojos siempre
primero a Dios, y luego el modo de ser de su Instituto, que es camino hacia Él” (FI1 1:2). Sin
una honda persuasión de “que el modo de ser del Instituto” es el camino de Seguimiento, no
hay modo de hablar de obediencia de un modo coherente y evangélico. En este profundo
aprecio nos estamos jugando el ser o no ser de nuestras Congregaciones. La vuelta a las
fuentes trajo auténticas sorpresas y algunas muy dolorosas y puede ser que la mayor haya sido
el descubrir “carismas” muy coyunturales. Por duro que pueda sonar da que pensar el análisis
de Elizabeth Mc Donough, OP:

“Los auténticos carismas de vida religiosa están fundados sobre estructuras sólidas pero
flexibles; están protegidos, como por un cerco, por costumbres probadas y formativas; están
nutridos por una espiritualidad saludable y de honda raigambre; se manifiestan en servicios
eclesiales valiosos y duraderos y son - sobre todo - expresiones de un modo significativo y
atrayente de seguir a Jesús. Los carismas no consisten meramente en una forma apostólica
particular ni en una determinada obra de misericordia corporal o espiritual, por más necesarios
y valiosos que semejantes empeños puedan ser. Ni es posible humanamente construir un
carisma “refundándolo”, ni fabricarlo personalmente “retejiéndolo”. O bien son dones, recibidos,
abrazados y vividos - con elementos de acatamiento o aceptación y de respuesta, esenciales
para su configuración básica - o no son carismas para nada.

Desafortunadamente, cuando los institutos religiosos femeninos salieron en búsqueda de sus


raíces en ocasión de la renovación mandada después del Vaticano II, muchos se vieron
confrontados con la carencia de un carisma genuino propio. Y muchos institutos femeninos no
pudieron o no quisieron reconocer esta carencia en lo que ella realmente significaba, a saber:
que, de hecho, no tenían ni estructuras sólidas, ni costumbres probadas y formativas, ni una
saludable y arraigada espiritualidad, ni un servicio eclesial a largo plazo, ni un modo de vida
significativo y atrayente que pudiesen llamar propios. En pocas palabras: que no tenían un
patrimonio espiritual o una herencia religiosa, a las que pudiesen volverse y desde donde
pudiesen avanzar hacia el futuro.5
Sinceramente creo que aquí radica el auténtico problema de la obediencia en muchas
Congregaciones: no se sabe a quién obedecer, qué obedecer, ni en virtud de qué. Cuando no

.- Elizabeth Mc Donough, OP., La vida religiosa femenina mas allá del modelo liberal:¿quo vadis? Review for Religious 50(1991)2,
pp.171-178
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hay núcleo carismático consistente hay que hacer muchas “piruetas” para que un proyecto de
seguimiento sea sólido y profundamente motivador. Creo que el riesgo de “refundar” es claro:

”Ni es posible humanamente construir un carisma “refundándolo”, ni fabricarlo personalmente


“retejiéndolo”. O bien son dones, recibidos, abrazados y vividos - con elementos de
acatamiento o aceptación y de respuesta, esenciales para su configuración básica - o no son
carismas para nada”

Refundar puede llevar, y esta llevando, ha tener que recrear algo que no existe y
entonces, lo que es peor, querer consensuar el Carisma y las Constituciones, lo que antes
vimos de “carismas de diseño”. Estas situaciones generan mucha desazón, ambigüedad y
sobre todo dificultades muy serias para percibir el voto de obediencia como fuente de libertad
evangélica. La libertad que surge de percibir que la obediencia es la vinculación leal a un
modo de proceder como camino legítimo de evangelio. Cuando la Iglesia reconoce un carisma,
cuando aprueba una congregación, no sólo se está dando un acto jurídico sino teologal: ese
carisma es un camino válido de evangelio. Con los años uno aprende la libertad que da que
una Congregación no va a pedir nada que esté contra las Constituciones, aceptadas, rezadas y
sobre todo queridas “como camino hacia Él”.
Estamos en un momento eclesial y cultural en que la VRA se está recolocando en el
conjunto de la Iglesia, nuevos movimientos, comunidades de varios tipos, etc. Muchas
Congregaciones religiosas que están incorporando laicado asociado derivarán, me imagino,
dejando aparte fórmulas jurídicas, en pías uniones o institutos seculares, formas de vida que
quizá respondan mejor al intento de los fundadores y fundadoras sin la “carga” de vida común y
bolsa común. Vida, bolsa y misión compartida sólo es posible desde la total lealtad y aprecio al
carisma fundante y a la institución fundada. Esta lealtad es una lealtad libre y adulta, esto
supone total claridad en las motivaciones apostólicas y en el ser escuchados y escuchadas
hondamente. En ningún caso me estoy refiriendo a que primen las necesidades de “obras” sin
que las personas sean escuchadas. No es tolerable destinos por teléfono y correo electrónico,
como se sigue dando en muchos ambientes.
El voto de obediencia se desvirtúa cuando se dan situaciones, y se siguen dando, de
patrimonialización de la congregación por parte de algunos y algunas. La figura de los
superiores y superioras locales está en crisis en muchos contextos porque todos perdemos la
referencia común: “según constituciones” y modo de proceder según ellas. Cuando no hay
garantes del carisma sino “amos” y “amas” de obras e instituciones es imposible pedir
obediencia a nadie. ¿Cómo nos convertimos en “dueños y dueñas? La respuesta es clara: el
día que encerramos el voto en el armario. Veremos que los tres votos son inseparables,
cuando me convierto en “amo” y “ama” no estoy faltando sólo a la obediencia estoy faltando a
la castidad porque me “caso” con lo que no debo casarme. Cuando se olvida que el voto es
“según constituciones” entramos en situaciones sin salida. El voto nos vincula al carisma y
misión de la congregación. No es un voto indiscriminado de obedecer arbitrariedades o
“manías” de superiores y superioras. Se siguen dando muchas tensiones e infantilismos por
olvidar esto tan evidente: ni “padre superior” ni “madre superiora”, hermanos y hermanas en
una búsqueda común en la que unos tienen la misión de recordar el carisma.
El voto de obediencia, si el referente es el Señor Jesús y el carisma fundacional, nos
tiene que hacer sensibles por lo tanto a no patrimonializar ni a fomentar clientelismo. Esto es
experiencia del Señor. Jesús es itinerante porque su referencia es el Padre y el dolor de los
excluidos de su pueblo (Mt 4,23), cuando lo quieren retener en un lugar o hay riesgo de
fomentar clientelismo, dependencias insanas que matan la libertad, se marcha a otra aldea.
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Jesús cura a los enfermos, pone a la gente en pie, los manda en paz a sus casas y él se
marcha a otro lugar. Jesús no quiere clientes.
El voto de obediencia será un voto enfermo si lo seguimos pensando de arriba a abajo.
Tiene que ser al contrario: de abajo arriba. Sólo en la medida en que no se pierda la libertad y
la agilidad en el Seguimiento el voto dirá algo. Cuando en un trabajo hemos hecho lo que
teníamos que hacer, cuando ya vamos de “sabidillos” y “sabidillas”, ya controlamos la realidad,
lo sabemos casi todo de la obra o del barrio... entonces a otra cosa. Cuando todo va bien es
cuando normalmente caemos en la tentación, bajo especie de bien, de creer que tenemos que
seguir y es al contrario, los que hemos hecho voto de obediencia nos tenemos que poner en
marcha hacia otras misiones. Es dramático ver en la VRA las “instalaciones” que se dan en
todos los lugares de misión. La famosa instalación se puede dar en cualquier misión porque
siempre esta arraigada en el propio yo.
Precisamente en este momento en que el laicado entra de lleno en nuestra misión y
obras podemos caer en la cuenta que es un tiempo de gracia. Caemos en la cuenta que ellos
tienen que ser los estables y nosotros y nosotras, que hemos hecho el voto de obediencia,
estar disponibles para ir a donde más falta hagamos. Se están terminando los tiempos de
patrimonialización y de vivirnos como imprescindibles. Este punto me parece importante,
cuando se trabaja codo con codo con los laicos y laicas parece que se entra en competencia o
en una cierta crisis de identidad que nos lleva a plantearnos la eterna pregunta por lo
específico de la VR, sinceramente creo que lo “específico” está en la mayor disponibilidad, en
la agilidad para dinamizar procesos y cuando estén en marcha a otra cosa.
Es evidente, también, que no se trata de la movilidad por la movilidad. Se puede estar
en una misión mucho tiempo sin clientelismos y viviendo una profunda libertad y disponibilidad,
todos hemos visto hermanos y hermanas que lo han vivido así. Como también hemos visto que
la movilidad a veces es indicador que uno o una no sabe qué hacer en ningún lado.
El futuro está en recuperar agilidad, lo profético no está en lo estrambótico sino en la no
adecuación al mundo presente, el voto de obediencia nos lleva a salir de la tierra y sin saber a
donde somos llevados, nos toca saludar desde lejos la ciudad “cuyo arquitecto y constructor es
Dios” (Heb 11). Repito que el tiempo del laicado es un tiempo privilegiado para recuperar lo
carismático de la VRA, no podemos perder la ocasión.

VIVIR EN CASTIDAD: LA HERIDA EN NUESTRA TENDENCIA


A LA EXCLUSIVIDAD EN EL AMOR Y LA TERNURA

Al hablar de pobreza y obediencia hemos estado a vueltas también con el voto de


castidad. Los separamos para entendernos pero lo tres votos son tres modos de considerar la
misma dimensión: el crecimiento en libertad evangélica
Este voto toca lo más específico y nuclear de nuestros carismas en VRA, es el que le da
de un modo especial la especificidad carismática. Somos hombres y mujeres heridos porque
hemos experimentado que el Señor Jesús y su Buena Noticia no sólo no piden la capacidad de
trabajo sino la totalidad de nuestra persona. Este voto toca de lleno nuestra capacidad afectiva,
nuestra capacidad de ternura y nuestras relaciones de alteridad, cuya expresión más honda y
sacramental, por cierto, es el matrimonio que expresa la unión de Cristo con su Iglesia, la VRA
parece que estará siempre descolocada, llamada a ser “memoria evangélica” en medio de la
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Iglesia, esta memoria le llevará a estar en el centro o el margen, arriba o abajo, apreciada o
despreciada, dependerá de contextos eclesiales y culturales y en cualquier caso siempre
pendiente de la mayor libertad. Este voto nos descoloca y nos coloca en modos culturales de
vivir “atípicos”.
No nos podemos engañar en cuanto a la dificultad del voto. Dificultad que no viene
fundamentalmente de la abstinencia sexual aunque también, estamos mejor que en otros
momentos de la historia desde ese aspecto, sino del duro aprendizaje que supone orientar los
afectos y la capacidad de ternura en dinámica de Buena Noticia: Querer de verdad a la gente y
sobre todo a los pequeños y no perder la libertad ante nuestras tendencia posesivas es
proceso, es toda una vida, el voto no es sólo un asunto de sexto mandamiento, es una
configuración personal dinámica, con muchos avances y retrocesos, con luces y sombras, con
cañadas oscuras y momentos de plenitud al experimentar que Él es el “tesoro escondido y las
perla preciosa”, si esto no se experimenta cordialmente esta vida ni se sostiene ni tiene sentido
y acaba siendo muy insana.
Es un aprendizaje lento porque está lleno de trampas, necesitamos acompañantes en
este camino para poder llegar a vivir des-centrados. En esta vida hay que tragarse mucha
soledad, no pedir a la comunidad que me dé lo que no puede ni debe darme, no estar
continuamente sufriendo por no ser el centro (nos sigue encantando poder ser, como cantaba
Cecilia “el muerto y la muerta en el entierro, el novio y la novia en la boda y el niño y la niña en
el bautizo”) es un proceso, posiblemente toda una vida. En este aprendizaje necesitamos
“hermanos y hermanas mayores” que hayan pasado por donde uno pasa, que de entrada
escuchen y acojan y no estén ya con el teléfono del psicólogo o psiquiatra preparado ante
cualquier dificultad.
Debemos acompañar y no proteger. Durante el noviciado precisamente porque la
gente rompe con lo anterior se dan riesgos auténticos de regresiones a etapas anteriores de la
evolución personal: necesidades de afecto por inseguridad, nostalgias, celotipias, necesidad de
llamar la atención... Sólo en la medida que los adultos referenciales sean capaces de entrar en
diálogo sobre el mundo afectivo y sexual, no para proteger ni para hurgar sino para acompañar
nos podremos orientar en este voto. Es una constante en juniores y junioras el que digan que
no es nada fácil en el noviciado poder expresarse en los temas afectivos con libertad y
espontaneidad, se convierte normalmente en tema de interrogatorio pseudoterapéutico con el
“gurú” o la “gurú” de turno.
Las heridas familiares en la medida de lo posible tendrían que “ventilarse” en el
postulantado. La gente está cada vez más herida, los modelos familiares están cambiando y se
arrastran mucho dolor, esto debe llevar a que las etapas previas al noviciado se alarguen lo
conveniente. La VRA supone el dejar padre, madre y hermanos, en este modo de vida la
familia no puede ser el referente afectivo cotidiano, no es posible vivir esta vida desde las
dependencias familiares, esto hoy se hace muy difícil en nuestro contexto de prolongación de
la dependencia familiar. El tema es complicado y se presta a cosas muy raras, pero tenemos
que abordar por lo menos que lo que caracteriza la vida religiosa es otro modo afectivo de estar
en la vida.

Es curioso cómo en muchos contextos está feo hablar de las amistades con el otro sexo
o con “gente de fuera”, y se acepta como normal estar pendiente de la familia hasta la cuarta
generación. Este estar demasiado presente el mundo familiar no ayuda a sanar heridas ni en el
noviciado ni en ninguna otra comunidad. En el modelo de perfección el tema de la familia era

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discriminatorio. No se consideraban igual las procedencias de origen y sobre todo era
imposible expresar algunas heridas familiares, me contaba un religioso, por ejemplo, que tuvo
que ocultar el suicidio de su padre durante treinta años por “real decreto”, su padre murió de
infarto - con las siguientes consecuencias cuando tenían que hacerle un chequeo y ocultar
datos - y podría seguir contando... No cabía lo imperfecto. Hoy aún pasa algo de eso, parece
que sólo se puedan contar éxitos familiares pero no desgracias... Cuánto sufrimiento he visto
por no poder expresar “imperfecciones”, una drogadicción en la familia, una separación, etc.,
porque enseguida la mirada juzgadora te crucifica. Esto genera sufrimiento inútil en la gente
que no puede expresar lo que ha vivido y viven los suyos porque otros narran “excesivas
historias de lo bien que va su familia”. Este análisis es muy discutible pero es un tema que está
presente y que afecta lo nuclear de la vida religiosa.
El resituarse afectivamente de “otra manera” en la vida no es sólo cuestión del noviciado
sino que es procesual. Es un proceso lento el aprender a estar en la vida de tal modo que la
familia no siga siendo el referente afectivo. Esto nos lo tenemos que decir porque en ello va el
ser o no ser de la VRA. El dejar padre, madre y hermanos es dejar padre, madre y hermanos.
No se trata de fundamentalismos, todos somos conscientes del daño que ha causado hasta
tiempos recientes una lectura de ese tipo, profundamente inhumana y que ha generado
sufrimiento inútil, desarraigos incurables, etc. Pero el no hacer una lectura fundamentalista no
implica el dejar de vivir la radicalidad evangélica de este tipo de Seguimiento carismático.
Si hemos dejado lo que más queríamos es porque hemos encontrado el tesoro
escondido y la perla preciosa. Si en nuestras vidas no hay tesoro escondido ni perla preciosa,
Jesús y su Misericordia entrañable para con los cansados y agobiados de su pueblo, no hay
posibilidad de vivir esta vida de castidad. Sólo desde la Misericordia, como personas heridas
por ella, nos pondremos en camino de ternura y de búsqueda de los más carentes de nuestra
gente. Es perder tiempo y energías a estas alturas, querer mantener lo que no se puede
mantener: mi trabajo en la misión del instituto y mis afectos en la familia. Perdemos agilidad si
este tema no nos lo decimos crudamente.
Este tema de al familia tiene su reverso, gente mayor que tiene que recurrir a la familia
para vacaciones, etc., porque la VRA apostólica da la impresión que funciona cuando funciona
el “curso escolar” y la soledad que arrastran es muy fuerte, a veces las comunidades son frías
y los que tienen destrezas y recursos espabilan y los demás ahí se quedan. Este tema no está
resuelto y genera mucho sufrimiento
Habrá que discernir en serio el tema familiar. La ubicación en el mundo de la familia si
que es territorio de discernimiento y no las pérdidas de tiempo en discernir cosas de sentido
común. Este caso es claro que no se soluciona con ningún criterio común para todo el mundo,
hay casos y casos, situaciones y situaciones, esto es evidente como evidente es que en este
tema nos jugamos el futuro de este carisma de la VRA, ni mejor ni peor que los otros pero sí de
esa vida en pobreza, castidad y obediencia. Las personas de discernimiento este tema lo “ven”,
las personas que no disciernen sobre este tema hacen casuística o no aceptan ningún
cuestionamiento.

Tomar al Señor Jesús y las criaturas abatidas como referencia vital, los preferidos del
Padre y Creador, no es una huida hacia adelante. Sé que los pobres no nos curan de nuestras
carencias afectivas ni nos “solucionan” nada, sería utilizarlos y se siguen dando discursos
sobre los pobres que no tienen absolutamente nada que ver con ellos, más bien nos
“complican” la vida, de lo que se trata es de crecer en Compasión en el sentido más noble de la

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expresión, en no estar mirándonos continuamente, en ir más allá de nuestros raquíticos
mundos que construimos cuando la pasión por el Señor y sus criaturas se rutiniza. La castidad
sí que nos lleva a canalizar nuestras energías compasivas y de ternura con aquellos que el
mundo les niega el pan y la sal, hay mucha soledad en nuestra cultura
Sólo en la medida que tejemos relaciones de cariño y amistad con gentes que
comparten este modo de Seguimiento vamos adelante. En la medida que aprendemos a
compartir las heridas, a no ocultar nuestros retrocesos y desenfoques en este vivir en castidad,
en la medida que encontramos palabras de aliento y oramos nuestra soledad, crecemos en el
Seguimiento. Los primeros jesuitas, Ignacio y compañeros, deciden constituirse en Compañía
“para tener cuidado y preocupación unos de otros”. El cuidado y preocupación es saber que
cuentas con auténticos hermanos en el Seguimiento. Este saber y saborear es una fuente de
gozo inmenso.
No nos podemos permitir ante tanta soledad y abandono, ante tanta criatura del Padre
bloqueada y paralizada, quedarnos los y las que hemos profesado castidad colando mosquitos
y tragando camellos. Colamos el mosquito de una película, por ejemplo, por un asunto de
centímetros de vestido y nos tragamos el camello de vivir blindados ante tanta demanda de una
palabra de acogida, de un beso de cariño o de un gesto de ternura. En este sentido aún se dan
muchos miedos en la VRA, por ejemplo, a que la gente salga al cine, a cenar, a compartir el
tiempo con compañeros y compañeras de trabajo, vecinos os simplemente amigos o amigas,
siempre hay salir “para algo”, cuando no los miedos se enmascaran a costa de la “pobreza”, no
hay que gastar, etc. La gente corriente nos sigue percibiendo lejanos y distantes, y cuando hay
cercanía siempre queda un no se qué de “rareza”, que no es la “rareza” de encontrase en esta
cultura hombres y mujeres libres sino “rarezas” extrañas, una vez me decía una vecina por qué
los “curas y monjas siempre vamos a los entierros y damos excusas para las bodas”, me
parece una apreciación genial y reveladora que mejor no analizar.
En estos modos de estar en la vida, más espontáneos y fluidos en cuanto a los modos
de vivir la vida cotidiana se dan auténticos problemas de género, he visto salir a gente de
Congregaciones femeninas que en un estilo de vida “masculino” no hubieran salido, esto es
dramático pero es así. Cuántas compañeras de VRA me han manifestado su dolor porque se
sienten que como mujeres no pueden canalizar sus energías evangélicas. Gracias a Dios que
la mujer cada vez más toma la palabra en la teología y muchísimo más que la debe tomar, y en
la VRA no digamos.
Pobreza, obediencia y castidad: un camino lleno de emboscadas pero apasionante en el
Seguimiento del Señor Jesús. Sinceramente no creo que tengamos que refundar mucho, si que
creo en el reto de no olvidar en la VRA que no hemos sido llamados y llamadas personas de un
barro distinto al común de los mortales, que no vamos a vivir ninguna perfección, pero que si
que podemos por pura gracia y fortaleza del Espíritu hacer un poco más visible que lo único
que importa en esta historia es ser cauces de Misericordia y que las criaturas de Dios,
especialmente las más pequeñas y abatidas, encuentren respiro y un poco más de ternura y
compañía, que las criaturas puedan barruntar que vivimos porque el Dios de la Vida. El futuro
de la VRA sólo en manos de Dios está.

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