Sei sulla pagina 1di 28

Revista UNAULA N° 33 2013. pp.

93-119 © Unaula

EL SIGNIFICANTE DE NUESTRAS REALIDADES


DESDE LOS CONTENIDOS DEL POPULISMO*

Resumen: Más allá del nombre que damos a


nuestras realidades, existen discursos domi-
G!LDARDO ANTONIO
nantes que los llenan de contenido. Es preciso
BuENO RoMERo**
entender la trascendencia histórica del con-
cepto "populismo", que ha estigmatizado el
desempeño de líderes, programas de gobier-
nos y, en general, el desarrollo social, econó-
mico y político de América Latina, lejos de
prejuicios ideológicos y apasionadas posturas
teóricas. Este texto, producto de la aplicación
de la metodología de la reconstrucción articu-
lada, establece claramente los temas que están
en juego cuando un proyecto de sociedad es
motejado de populismo.
Palabras clave: Populismo, Conceptos en
ciencia política, Ampliación conceptual,
N eopopulismo.

* Este artículo plantea algunos temas de la inves-


** Magíster en Ciencia Política. tigación El Populismo: Estudio sobre los conceptos
Abogado y Especialista en Dere- de populismo y su lectura en Colombia, terminada
cho Administrativo. Correo elec- en el año 2012, realizada para optar el título
trónico: gilobu@yahoo.es de Magíster en Ciencia Política en el Instituto de
Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia.
Gildardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

The name by which we understand our realities -Apropos of the


contents of populism-

Abstract: Beyond the name by which we understand our realities, there are domi-
nant discourses that fill them with content. In the case of concepts as populism
that have stigmatized the performance of leaders, government programs, and in
general, the social, economic and political development ofLatin America, we must
understand what it has meant in its historical, far from prejudices passionate ideo-
logical and theoretical positions. The article, is the result of the application of the
articulated reconstruction methodology, and sets clearly the topics than is at stake
when a project of society is labeled as populist.
Keywords: Populism, Concepts in political science, Conceptual stretching, Neopo-
pulism.

Al comprender y estudiar nuestras realidades, acudimos a muchos


términos que, al llenarse de contenido, son convertidos en conceptos
que nombran lo observado. A menudo no existe un consenso sobre el
nombre antepuesto, siendo pertinente aclarar el conjunto de fenómenos
expuestos y las dinámicas implicadas.
Es común en la Ciencia Política, que el contenido de conceptos
importantes se confunda en elaboraciones teóricas prolijas, haciéndose
vagos y ambiguos. En tal sentido, a propósito del populismo, María Moi-
ra Mackinnon y Mario Alberto Petrone, expresan:

[ ... ].Es, parece, la inexactitud terminológica crónica lo que aque-


ja al término populismo pues sirve para referirse a una variedad
de fenómenos: movilizaciones de masas (de raíces urbanas o ru-
rales) elitistas y/o anti-elite, a partidos políticos, movimientos,
ideologías, actitudes discursivas, regímenes y formas de gobierno,
mecanismos de democracia directa (referéndum, participación),
dictaduras, políticas y programas de gobierno, reformismos, etc.
[ ... ] (Mackinnon & Petrone, 1998, p. 7).

Los conceptos son herramientas para enfrentarnos a la compleji-


dad del mundo y nos ayudan a simplificarlo y comprenderlo. No obstan-
te, muchos teóricos sociales olvidan, primero, que como representaciones
mentales, los conceptos ayudan a explicar solo cortes de la realidad que

94
95

no la contienen totalmente; y segundo, que los conceptos son codificados


y decodificados como signos del lenguaje referidos a cortes de la reali-
dad; por consiguiente, al ser utilizados dentro de una disciplina o ciencia,
difícilmente alcanzan coherencia y concreción universales en sus muchas
representaciones y usos.
Las definiciones y significados congregados en un concepto, no son
dados de una vez y para siempre, por el contrario, esos contenidos varían
constantemente. Más allá de rotular una realidad con un término, deben
asimilarse las tramas con él nombradas, despojándolas de discursos teóri-
cos dominantes que encuadran el pensamiento del investigador y del aca-
démico. Los conceptos se entienden desde sus contenidos y no solo por
su nombre, lo cual implica pensar más allá de límites teóricos impuestos.
Por mucho tiempo hemos utilizado conceptos que parten de teo-
rías, a los que les añadimos y restamos atributos a conveniencia. Este
afán de rotular nos lleva a desconocer que la realidad no está en una
definición, sino en los complejos procesos que se describen. Nos he-
mos olvidado de explicar lo dada-dándose, de entender los dinamismos
estrúcturales y coyunturales de la praxis social; hemos arrinconado el
conocimiento directo de la realidad y su proceso histórico, y lo hemos
sustituido por el estudio de tesis e hipótesis plasmadas en libros. Los
resultados no son otros que la confusión de lo que se nombra bajo un
término, la exposición de realidades vistas indirectamente mediante la
cita de autores renombrados académicamente; asistimos, no al discerni-
miento de lo real, sino a la adecuación de la realidad a los presupuestos
teóricos dominantes.
El conocimiento de la realidad requiere de conceptos que, corres-
pondiendo a un habeas teórico, expliquen fenómenos específicos, tras un
proceso fundamentado en una labor epistemológica que dilucide las cir-
cunstancias históricas y las dinámicas sociales en él involucradas. Si en
ausencia de tal función epistemológica, este habeas resulta confuso y en
lugar de desentrañarlo -por descuido o conveniencia del investigador o
teórico- se le acomodan presupuestos infundados para que se adapten
bien a una realidad, se estará falseando la situación específica y desnatu-
ralizando su problemática.

Revista UNAULA 33 • Medellín, 2013


Gil dardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

En este artículo se hará un reconocimiento de la dificultad que tie-


nen los conceptos en la ciencia política, a propósito de los contenidos del
populismo como concepto en América Latina. Finalmente, se expon-
drán los temas de análisis que, reconocidos en la trascendencia histórica
del populismo, conforman universos de observación.

l. A propósito del populismo: la dificultad de los conceptos en la


ciencia política

El populismo, como concepto, ha sido acusado de ambigüedad y


vaguedad (Freindenberg, 2007; Weyland, 2008), sus usos son tan prolijos
que es difícil establecer lo que hemos de entender por populismo. Por
supuesto, la respuesta varía según el criterio de cada autor; sin embargo,
muchos evitan comprometerse con definiciones y usan la palabra como
si sus significados fueran suficientemente claros, cuando no lo son. Por
lo tanto, siendo un término de uso tan popular, para expresar y criticar
realidades de América Latina, es preciso razonar sus lógicas de uso y los
contenidos a que ha hecho referencia.
La dificultad de la construcción de conceptos puede sintetizarse
en tres puntos de análisis: El primero lo presenta Mario Brockmann
Machado (1972), para quien la dificultad radica en la utilización des-
preocupada de conceptos, cuyo significado no está claro o es ambiguo,
donde los indicadores provocan falsos positivos. Sugiere el empleo de
conceptos difinidos, en los que no se indague por su esencia, naturaleza
o verdad; pues, finalmente, el significado de un concepto es creado y
no descubierto y, por lo tanto, es suficiente con ofrecer una definición
empírica precisa.
Muy cercano, Dieter Nohlen explica que los conceptos en la cien-
cia política no tienen que alcanzar un grado de homogeneidad y firmeza;
su contenido debe ser enseñado con intereses cognoscitivos circunstan-
ciales, para diferentes usos en el análisis politológico:

[ ... ]Una de las mayores necesidades de la enseñanza de nuestra dis-


ciplina consiste en transmitirle al alumnado que los conceptos no
sólo son una conditio sine qua non del conocimiento científico, sino

96
97

que además tienen que alejarse de ontologismos y esencialismos y


corresponder a criterios de utilidad científica. La definición de un
concepto no equivale a una profesión de fe para encarnar una verdad
de la estudiosa!estudioso, sino a un examen lógico de su alcance, es
decir sus límites (lo que incluye, lo que excluye) y su adecuación se-
mántica a los objetivos de conocimiento (Nohlen, 2003, p. 5).

Bajo estas posiciones, es posible adecuar cualquier concepto, a


condición de que su construcción sea lógica, precisa, pragmática y ve-
rificable, pues la función del concepto no es comprender una totalidad
ni dar cuenta de sus significados históricos, sino servir en la fracción de
la realidad que se quiere investigar. Olvidan los autores que, como anota
Enrique de la Garza (1988), la realidad no se circunscribe a una lógica de
verificación, la realidad siempre está en movimiento y, al fraccionarla, es
necesario tener en cuenta sus significados históricos y validarlos frente a
la realidad actual, para verificar si siguen significando lo mismo o en qué
sentido han cambiado.
El segundo punto de análisis se genera con Stefano Bartolini
(1991), para quien la dificultad en el uso pertinente de los conceptos
está en el lenguaje, por lo que es necesario diferenciar el lenguaje de
uso común y el científico. Una propuesta muy problemática, porque la
diferenciación entre lenguaje científico y lenguaje especializado -según
Manuel Morales (2004)- busca dar especificidad al conocimiento den-
tro de una ciencia o disciplina y, dentro de ésta, brindar una función
de universalidad que garantice una adecuada comprensión en el campo
comunicativo. Tal diferenciación es de buen recibo en ciencias exactas,
pero es difícil sostenerla en ciencias sociales, donde lo científico o es-
pecializado se construye a partir del lenguaje común (Kostina, 2009),
re-semantizándose constantemente por los sentidos, usos y contenidos
adecuados a un mismo término.
El tercer punto de análisis lo ubicamos con Hugo Zemelman (1992;
2000), para quien los conceptos corresponden a fenómenos específicos en
una situación concreta, pero es preciso advertir su proceso de semantiza-
ción: lo que ha significado y puede significar en un presente. En conse-
cuencia, los conceptos dan cuenta de una función epistemológica y una

Revista UNAULA 33 • Medellín, 2013


Gildardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

función explicativa: en la primera, los conceptos están llamados a con-


tener lógicas posibles desprovistas del uso deductivo de la teoría en un
pensar pre-teórico; y en la segunda, existe un habeas teórico que explica
los fenómenos específicos en distintos cortes de la realidad.
Para Zemelman (2000), hay una constante desatención de estas
dos funciones, lo que provoca que el contenido de los conceptos se llene
de juicios teóricos e hipótesis guiadas en la direccionalidad que impone
una lógica intelectual hegemónica. De tal manera, se estira su uso y su
capacidad explicativa, añadiendo despreocupadamente atributos, pro-
ducto de razonamientos, por los cuales se busca adecuar un concepto a
diferentes realidades.
Estos tres puntos de análisis dejan al descubierto la necesidad de
conjurar las consecuencias de la variación de los contenidos de los con-
ceptos, sobre todo cuando -como en los dos primeros-los investigadores
y teóricos proclaman necesario el cientificismo y el rigor metodológico en
las ciencias sociales. En tal lógica de cientificidad y en el afán positivista
de construir conceptos precisos, Giovanni Sartori (2003) plantea que
cuando a un concepto se le dan atributos que no tenía originalmente,
se produce un estiramiento conceptual (conceptual stretching). Expresión
que Eva Anduiza Perea sintetiza como:

[ ... ] el resultado de aumentar la denotación de los conceptos sin


disminuir su connotación. Cuando en vez de adoptar un concepto
más general se decide estirar un concepto, aplicándolo a objetos
que no se ajustan a los rasgos/atributos asociados a dicho concepto,
se produce una confusión respecto al significado originario del tér-
mino y se le vacía de contenido (Anduiza Perea et al, 2009, p. 41 ).

La propuesta de Sartori es utilizar una escala de abstracción en la


que se equilibre el significado connotativo y denotativo, haciendo con-
ceptos más precisos y limitados. Esta solución, como lo explica Nohlen
(2008), impone al investigador un dilema: tener muchas variables que
restrinjan el concepto y así excluir muchos casos, o tener pocas variables
y así aumentar los casos que se puedan incluir dentro de él.
Por su parte, Irina Kostina (2009) explica que la variación concep-
tual tiene que ver con la relación entre el lenguaje común y el lenguaje

98
99

especializado, que con frecuencia se confunden, porque existe la tenden-


cia intuitiva a construir conceptos unitarios a partir de la percepción de
generalidades; así, lo especializado y sus conceptos sofisticados se rinden
a conceptos cotidianos u ordinarios del lenguaje común, siendo utiliza-
dos indiferentemente.
La propuesta de Kostina, para conjurar la variación conceptual,
es atender a la lógica del proceso que permite la resemantización de los
significantes o unidades lingüísticas, pues éstos adoptan un contenido
que se deriva del sentido y el valor que se les concede, ya sea desde lo
cultural o lo informal, o desde la interpretación o hermenéutica que cada
autor le quiera dar.
En este trabajo, que se acoge a la propuesta de Zemelman, se en-
tiende el "estiramiento" como la ampliación o extensión del campo se-
mántico, y se estudia como un problema relativo a la forma como se
piensan las realidades y como se ponen en diálogo las dimensiones y
contenidos comprendidos dentro de un concepto; por lo tanto, es nece-
sario estar atentos a las lógicas y sentidos que las articulan.

2. Las realidades rotuladas como populismo en América Latina

A propósito de casos como Juan Domingo Perón en Argentina y


Getulio Vargas en Brasil, de la primera parte del siglo XX, teóricos como
Gino Germani (1968), Torcuato Di Tella (1965), Francisco Weffort
(1968), Octavio Ianni (1975), entre otros, explicaron y criticaron estos
gobiernos, sus procesos socio-políticos y económicos, las dificultades de
la democracia, los programas económicos, los desequilibrios del capita-
lismo, etc. La referencia directa e indirecta de comparación, fue el desa-
rrollo euro-céntrico con sus teorías y conceptos explicativos, con los que
fueron juzgadas las realidades sociales, políticas y económicas latinoa-
mericanas, que se calificaron finalmente como imperfectas y patológicas.
Ante la necesidad académica de dar nombre a lo observado, teó-
ricos, críticos e investigadores encontraron, en el término populismo, la
posibilidad de denominar aquellas anomalías que habían desbordado el
papel explicativo de la teoría predominante y deformado los ideales plas-
mados en los discursos de democracia, participación popular, liberalismo,

Revista UNAULA 33 • Medellín, 2013


Gildardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

proyecto de modernización y puesta en marcha de modelos de desarrollo


económico en América Latina, y que trajeron fracasos e inestabilidad.
Una transformación social y económica, surgida dentro del marco del
capitalismo y el liberalismo, coetánea a la caída del Estado oligárquico,
la depresión de 1929, el cambio de modelo económico de desarrollo para
América Latina, y el impacto del socialismo a raíz de la Revolución Bol-
chevique de 1917.
Al estudiar a Rudiger Dornbusch y Sebastian Edwards (1990),
Kenneth Roberts (1995), Flavia Freindenberg (2007), Kurt Weyland
(2004) y Carlos de la Torre (2008), entre otros, se aprecia que el término
populismo, además de explicar las dificultades sufridas en América Lati-
na desde la década de 1930, se usó para menospreciar los programas de
gobierno, las acciones de líderes manipuladores y el papel de las masas
populares. Su uso, con estos propósitos, se acentuó en épocas de transi-
ción, como la década de 1960, cuando se reformuló el modelo de indus-
trialización por sustitución de importaciones; la década de 1980, cuando
se introdujeron los parámetros del neoliberalismo; la década del 2000,
cuando arreció la crisis del neoliberalismo y surgieron los gobiernos de
Evo Morales y Hugo Chávez, con propuestas de gobierno muy distintas
de los parámetros neoliberales.
Para cada época, los teóricos argumentaron múltiples prácticas
políticas nutridas desde diferentes corrientes ideológicas (nacionalismo,
socialismo, liberalismo); hallaron líderes carismáticos que adoptaban
formas autoritarias; descubrieron alianzas multiclasistas; identificaron
distintos discursos que, tras de ensalzar el poder del pueblo, rechazan el
imperialismo, el statu quo y la oligarquía. Y, sobre todo, los intelectuales
observaron una rápida puesta en marcha de medidas económicas y po-
líticas que reñían con la lógica capitalista y liberal tradicional, pero que
fracasaban, dejando el sinsabor de sociedades en crisis.
Todos estos fenómenos -o acciones- se congregaron bajo el populis-
mo, un concepto que tuvo que ampliarse a fin de soportar tantos conteni-
dos. Qyizás no habría otro término para suplir la comparación que se hizo
respecto a modelos europeos y su pomposo desarrollo, desde los cuales, la
actividad latinoamericana siempre se miró en crisis y en transición. Así, las

100
101

movilizaciones políticas se calificaron como aberrantes y desordenadas;


la emergencia de líderes y su discurso, como manipulación y engaño;
la participación política, como una afrenta a la democracia; las alian-
zas sociales, como clientelistas y negociadoras de derechos; las políticas
sociales y económicas, como imperfectas; y el deseo de independencia
económica, como obstáculo al progreso.
Sin embargo, la evolución conceptual permitió el realce de aspec-
tos como la participación política popular, la construcción de identidades
populares, la conformación del pueblo, incluso pudo afirmarse que aque-
llos regímenes oligárquicos habían sido reemplazados por regímenes de
participación.
Ernesto Laclau (2005), Carlos Moscoso Perea (1990) y Martín
Retamozo (2006) evidencian el giro de la perspectiva de análisis del po-
pulismo, y el cambio de su connotación peyorativa. Por ejemplo, ante el
eclecticismo ideológico, se dijo que cada sociedad, cada pueblo, reinter-
pretaba y construía sus propias convicciones y presupuestos ideológicos
que motivaban y daban coherencia a la acción política; ante el discurso
del líder populista, tachado de antagónico y demagógico, se dijo que po-
sibilitaba la crítica al orden político y económico, y se justificó como una
lógica política de institucionalización de lo social, de configuración de
identidades y solidaridad, donde el rol del líder deja de ser manipulador
y pasa a ser articulador de la relación Estado-sociedad.
Al buscarse un sustrato teórico, ideológico e incluso epistemológi-
co, que cohesionara todo lo dicho sobre el populismo, la visión pesimista
del concepto empieza a ser confrontada. El término populismo, emplea-
do para criticar los descalabros económicos y los desaciertos políticos
del pasado, fue utilizado para cuestionar los mismos fundamentos de la
sociedad, la construcción de pueblo, de sus imaginarios, de sus prácticas
sociales y políticas. No obstante, esta visión optimista fue insuficiente
para estabilizar y corregir los usos extendidos del concepto (ampliación
del campo semántico), aunque dejó claro que el populismo no se reducía
a liderazgos, estilos o prácticas de manipulación, sino que podía sentar
bases para otros proyectos de sociedad, al transformar lógicas sociales,
políticas y económicas imperantes.

Revista UNAULA 33 • Medellín, 2013


Gildardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

Las dos visiones realzan contenidos readecuados de populismo,


que en el pasado habían servido para referirse a políticas redistributivas y
asistencialistas, reputadas defectuosas y mal planificadas (populismo clá-
sico), y desplegadas mediante prácticas manipuladoras. También fueron
usados para explicar y criticar el desacertado impulso neo liberal, impues-
to en la década de 1980 por líderes como Alberto Fujimori o Carlos Me-
nem y, de tal modo, las mismas viejas prácticas teñidas de neoliberalismo
fueron nombradas como neo populismo.
Contemporáneamente, los teóricos asimilaron a populismos clásicos
la actividad política y gobiernos como el de Hugo Chávez en Venezuela,
Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Néstor Kirchner
en Argentina, quienes arremetían contra los fracasos del neoliberalismo
y proponían alternativas alejadas de modelos impuestos por el Consenso
de Washington. Pero, en tanto diferentes, fueron nombrados populismos
de izquierda, reafirmando así la heterogeneidad de referentes del popu-
lismo y el eclecticismo conceptual del término.
Autores como De la Torre, Weyland, Freindenberg, entre otros,
pergeñaron nuevas páginas sobre populismo en la década del 2000, ar-
gumentando la irrupción de políticas mal planificadas y prácticas odio-
sas del pasado, a favor o en contra del neoliberalismo. Los contenidos
del populismo se centraron en la descripción de liderazgos y de líderes
capaces de hacerse seguir y despertar la emotividad de un pueblo, de
manipular la voluntad popular y de proponer y ejecutar políticas corto-
placistas que no solucionaban los problemas estructurales de la sociedad.
Esas páginas demuestran cómo se han ajustado contenidos y signi-
ficados a fin de comprobar la hipótesis de la presencia del populismo. Los
intentos altruistas por anclar las diferentes nociones de populismo a un fun-
damento teórico o epistemológico, sucumbieron a las nuevas apuestas teóri-
cas que hicieron del concepto un adjetivo, una simple descripción de caudi-
llismos, de tipos de dominación o de liderazgos, restando importancia a los
temas que realzaron el análisis de experiencias clásicas, como son las políticas
sociales de inclusión, las políticas redistributivas o el papel de la soberanía.

102
103

3. (Qué nos dicen los contenidos del populismo?

Las experiencias de gobierno de Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael


Correa y Néstor Kirchner, con diferencias en el desarrollo socioeconómico
de sus respectivos países, evocan semejanzas con los modelos históricos
de Brasil y Argentina, llamados populistas, especialmente al tener en
cuenta la defensa de la soberanía nacional, las nacionalizaciones previs-
tas, la orientación izquierdista y la oposición a la política neoliberal (Pa-
nizza, 2005; Susanne, 2007).
Estos gobiernos, mal llamados populistas de izquierda, acudieron a
la propiedad del Estado con la idea de hacer un sector público muy fuer-
te, por medio de la nacionalización y la estatización. Por ejemplo, Claude
Aurori explica que, hacia 1999, Venezuela estatizó los hidrocarburos; lo
mismo hicieron Evo Morales en 2006 y Rafael Correa en el 2007; y
Néstor Kirchner en Argentina, entre 2005 y 2006, re-estatizó los servi-
cios de correo y telecomunicaciones, y nacionalizó la compañía de aguas
de inversionistas franceses; Cristina Fernández de Kirchner nacionalizó
en 2008 los fondos de pensiones (salvándolos de la bancarrota), y rena-
cionalizó la empresa norteamericana de mantenimiento de aviones, filial
de la Lockheed; sus metas fueron aumentar las regalías y los impuestos
pagados por las compañías transnacionales, incrementar los ingresos del
Estado y desarrollar políticas de sustento social para los menos favoreci-
dos (Aurori, 2011).
Este panorama renueva el interés por la redefinición del concepto
de "populismo", una discusión académica que insiste en su pretensión de
identificar sus contenidos, establecer si son los contextos o la imposibili-
dad de su definición, lo que permite predicar la expansión de populismos
latinoamericanos. César Cansino plantea que el concepto no tiene ningún
referente ni está atribuido a un fenómeno delimitable, sino a una lógica
social cuyos efectos constituyen una variedad de fenómenos, todos liga-
dos al distanciamiento del modelo de desarrollo capitalista (Cansino &
Covarrubias, 2006).

Revista UNAULA 33 • Medellín, 2013


Gildardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

Los contenidos del populismo pueden agruparse en cinco orienta-


ciones conceptuales, expuestas en el siguiente esquema:
Cuadro 1. Las orientaciones del populismo

ORIENTACIÓN PRINCIPALES AUTORES QUE


CONCEPTUAL CARACTERÍSTICAS LE DAN ORIGEN

El populismo se llena de múltiples conteni-


Germani ( 1968)
dos, al fundamentarse indistintamente en
lanni ( 1975)
fenómenos históricos (movilizaciones, com-
Histórica Ecléctica
portamiento de líderes, fallas del proceso
DiTella ( 1 965)
de modernización, etc.) retomados de las
Weffort ( 1 968)
experiencias de Brasil, Argentina y México.

Los conceptos se estructuran dando énfa-


sis a la esfera económica, mostrando la Dornbush y Ed-
Orientación ineficacia de las medidas de los "regíme- wards ( 1990),
Económica nes populistas", atacando las medidas de
corte redistributiva y, en general, descalifi- K. Roberts ( 1995)
cando lo contrario a políticas neoliberales.

Los conceptos giran alrededor de la carac- De la Torre (2008


Orientación al terización del liderazgo, a la estrategia, al Freindenberg
Liderazgo estilo, atribuyendo manipulación y desinsti- (2007) Weyland
tucionalización. (2004)

De matiz fundamentalista: mira al populis-


mo como una ideología que se gesta en las
necesidades y reacciones del pueblo.
Moscoso ( 1 990),
Orientación De matiz antagónico: presenta al popu- Javier. Burdman;
Ideológica Elda. Morales, lre-
lismo con un contenido ideológico que se
ne Méndez (2005)
opone y reacciona a un discurso o ideo-
logía, hablándose entonces de populismos
de derecha y de izquierda.

Resalta cómo, mediante el populismo, se per-


mite la materialización de la acción política, Laclau (2005)
Orientación la construcción de pueblo, la configuración
H. C. Mansilla
Performativa de demandas sociales, la reinterpretación (2009) Retamozo
de imaginarios; pero desde los mismos suje- (2006)
tos sociales, de su cultura, de su discurso.

Fuente: Elaboración propia.

104
105

Estas orientaciones dan cuenta de la variabilidad y la adecuación


de conceptos, según la conveniencia argumentativa y de aplicación a di-
ferentes contextos o referentes.
Con la orientación ecléctica histórica se descubren las abundan-
tes configuraciones y reconfiguraciones del concepto de populismo. El
eclecticismo del término ha permitido su acomodo a la evolución histó-
rica de América Latina, a partir de la descripción fraccionada y crítica de
áreas de debate como: el impacto del desarrollo capitalista en el marco de
la industrialización y sustitución de importaciones; la articulación sensa-
cionalista de políticas sociales y económicas de programas de gobierno;
la trascendencia de la actividad política-ideológica en el posible estable-
cimiento de proyectos de visos anticapitalistas que, aún sin abandonar
presupuestos liberales, significaron una reacción al control de oligarquías
agroexportadoras; la participación política popular que previó la incor-
poración de grandes masas populares a la arena política; la interrelación
entre clases sociales, sus movilizaciones y coaliciones; el papel de los li-
derazgos paternalistas y personalistas, cuestionando el perfil autoritario
y la capacidad retórica del líder, salvaguardado siempre en la legitimidad
que obtiene del pueblo.
Los teóricos, amparados en la libertad de configuración histórica y
conceptual, despojaron el populismo de la estructura política, económica
y social, que originó su uso, dejándolo como un término para designar
apenas a líderes manipuladores de la voluntad del pueblo y a las incon-
gruencias y fracasos de políticas intervencionistas, contingentes y corto-
placistas. Interesados en demostrar la presencia o ausencia de populismo,
retomaron aspectos aislados de referentes clásicos (Argentina, Brasil y
México), para construir engendros conceptuales pertinentes a la hipóte-
sis que estaban interesados en comprobar.
Más tarde, a partir de la crítica al liberalismo clásico, los concep-
tos de populismo adoptaron una orientación económica; sobre todo, la
tendencia a criticar los resultados de las medidas implementadas en regí-
menes populistas, calificadas de contingentes, improvisadas y causantes
de descalabros fiscales, por lo que las políticas sociales y económicas de
tales regímenes se convirtieron en promesas incumplidas agravantes de
la situación social.

Revista UNAULA 33 • Medellín, 2013


Gildardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

La orientación económica permitió establecer que aquellas medi-


das económicas resultaron alejadas de las premisas impuestas, desde el
ámbito internacional, por la coyuntura capitalista. Los regímenes llama-
dos populistas a mediados del siglo XX, buscaron un desarrollo econó-
mico a partir de la redefinición de los marcos de actuación del Estado y
el papel que debía cumplir la sociedad para incluirla y hacerla parte de un
desarrollo nacional propuesto hacia adentro; mostraron cierta afinidad
por las políticas keynesianas, pero nunca se apartaron del marco liberal
ni del mismo capitalismo.
Advertimos que, bajo la orientación ecléctica, hay tres áreas de
debate muy importantes: (1) la descripción de una serie de prácticas que
va haciendo efectiva la participación política popular de diferentes ac-
tores sociales, pero con una característica especial: participación como
sujetos colectivos, clases sociales, masas. (2) La adopción de políticas de
inclusión social por parte del gobernante, en respuesta a las necesida-
des de clases medias y bajas, desatendidas por el Estado oligárquico. En
esta orientación económica se critica la inadecuada planificación presu-
puesta! de estas políticas incluyentes que, aunque necesarias, generaron
desestabilización económica y social. (3) El papel del líder y su discurso
que, más allá de tácticas y estrategias de poder, son interpretados en este
trabajo como un llamado a la defensa de la soberanía nacional y a la
unidad nacional. Mediante la palabra y la acción del líder, se promueve
la idea de que la producción de bienes y servicios se oriente a satisfacer
las demandas sociales del pueblo, de las masas, de las clases que han sido
excluidas por élites dominantes; exclusión entendida como obstáculo di-
recto o indirecto al goce de derechos.
El uso del término populismo y su posterior orientación económi-
ca, tiene fundamento en lo que describe Philippe de Lombarde (2008):
tras las crisis del capitalismo, cada país quiso conjurar el desequilibrio
económico por sus propios medios, respaldándose en el discurso de la so-
beranía nacional, el llamado a la unidad e integración nacional, influen-
ciado por la idea de un Estado de Bienestar, la puesta en marcha del mo-
delo de desarrollo, el discurso por la nacionalización y el nacionalismo.
Los resultados fueron gobiernos que, aún sujetos al desarrollo capitalista

106
107

regional y dentro de estructuras de regímenes liberales, quisieron modelar


sus propias formas y diseños de políticas, pero alejados de las directrices
internacionales.
En tal sentido, el populismo económico se convirtió en un artifi-
cio ideológico. La crítica a las medidas populistas, más que el deseo de
estabilización económica y social de América Latina, hicieron que se
satanizara todo intento de ir en contravía de los parámetros de desarrollo
impuestos por el Banco Mundial, la CEPAL y el FMI, y fueron vistos
como un peligro para la dominación imperial. Como resultado, el popu-
lismo se redujo a una orientación al liderazgo político, convirtiéndolo
en adjetivo despectivo para calificar los excesos de contacto del líder con
el pueblo, describir y caracterizar estrategias y estilos, dar lugar a una
reducción del concepto dedicado a representar un tipo de dominación.
Dentro del populismo, el líder y su discurso articulan los conteni-
dos del concepto antes que diferenciarlos. Existe una gran tendencia a
hacer depender el populismo de las cualidades de un líder, lo que es con-
tradictorio pues, además de su caracterización, también se le critican las
medidas políticas y económicas que impulsa; es decir, al integrar al líder
y su política "como un todo": indirectamente se está afirmando que el
populismo es más que un discurso y un liderazgo. Así, entonces, cuando
se dice que los populismos clásicos reaparecen contemporáneamente, no
son los líderes históricos o sus contextos los que emergen de nuevo, son
los contenidos que ellos impulsaron.
En la orientación ideológica, los intentos de analizar el populismo
como una ideología, han encontrado la dificultad de identificar en él
ideales coherentemente ordenados y útiles para la acción, porque todo
aparece como reaccionario, circunstancial y relativo a cada pueblo. De
ahí que, cuando se habla ideológicamente de populismos, la opción es
encasillarlos en categorías tan imprecisas como ideologías de derecha e
ideologías de izquierda.
Sin embargo, en su matiz fundamentalista, la orientación tiene
una fortaleza al advertir que el populismo sí convoca la formación de una
ideología, producto de las interpelaciones político-democráticas, que dan
lugar a un proceso en el cual el pueblo como actor adquiere consciencia

Revista UNAULA 33 • Medellín, 2013


Gil dardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

de su mundo (Moscoso, 1990). Esto en cuanto se considera que la ideo-


logía no es un cuerpo de pensamiento rígido, sino una manifestación, por
la cual los actores construyen ideales aspirando a la transformación del
entorno social, político y económico.
Esta orientación encuentra claro que el populismo como ideolo-
gía aparece débil, desorganizado, no estructurado y no sistemático; sin
embargo, conforma un conjunto de valores y creencias que, aun prove-
nientes de corrientes ideológicas diferentes, configuran una visión de las
realidades que cada pueblo vive.
Cuando surge la orientación performativa, se logra una perspec-
tiva optimista del populismo que resalta el valor del discurso y el diseño
de una lógica política enfocada a la institucionalización de lo social. Con
esta orientación, tenemos un concepto de populismo articulado en la he-
terogeneidad social, producto de diferentes procesos que se desenvuelven
a largo plazo -como una estructura-, o a corto plazo -una coyuntura-,
pero que están relacionados y aunados en un liderazgo que da cuenta de
la voluntad del pueblo. Es allí donde los sujetos accionan, participan po-
líticamente, como dice Laclau, la plebs reclama ser el único populus legí-
timo, una parcialidad que reclama ser el pueblo y exige que sus demandas
sociales sean solucionadas.

4. Descubriendo los universos de observación del populismo

El populismo permite observar contenidos políticos, sociales y eco-


nómicos, con lógicas de acción apoyadas en la legitimidad que conceden
las bases populares. En conjunto, son alternativas de modelos económi-
cos aceptados por el desarrollo teórico y la pulsión política, que enfrentan
tres cuestionamientos: cómo comprender la alternativa que ofrece; sobre
cuál modelo recae la alternativa; y qué pasaría si consideramos el popu-
lismo, desprovisto de su matiz peyorativo, aceptado culturalmente.
La respuesta a cómo comprender la alternativa, se sugiere al afir-
mar que el populismo inicialmente abarcó una serie de medidas que,
dentro del marco del liberalismo, quisieron solucionar la crisis del ca-
pitalismo, bajo tres líneas: una primera línea con la que se promovió la
participación de masas populares en la política, con un doble objetivo;

108
109

legitimación de los cambios que se promovían y su inclusión en la órbita


de acción productiva del Estado. La segunda línea de reformas legales,
dirigidas a políticas de bienestar, de asistencialismo, de regulación de
mercados, de nacionalización de bienes, de crecimiento hacia adentro, de
sustitución de importaciones. Y la tercera línea, conformada por estrate-
gias de contacto con el pueblo, que generalizaron el impacto de líderes y
discursos, promotores de la construcción de identidad nacional, la defen-
sa de la soberanía nacional y el poder del pueblo.
La versión pesimista del concepto interpretó estas tres líneas como
manipulación y engaño; medidas no planificadas; líderes autoritarios que
solo pensaron en el poder, resquebrajando la democracia; masas desor-
ganizadas que no pensaban y solo seguían la voz de su líder; líderes que
se aprovecharon de las necesidades del pueblo; líderes resentidos que
pregonaban el antiimperialismo y la anti-oligarquía; medidas económi-
cas insostenibles e inadecuadas para el progreso dentro de la realidad
latinoamericana.
El modelo sobre el cual recayó la alternativa que se configuró
como populismo, fue un modelo económico agroexportador, en un Esta-
do oligárquico liberal. Marcos Roitman (2008) explica que, en el Estado
Oligárquico, se reformó el Estado para experimentar la implementación
del capitalismo como modo de producción dominante, respondiendo a
diferentes ritmos, según las características particulares de cada una de las
sociedades latinoamericanas, pero siempre coincidiendo con la propues-
ta de integración dependiente del mercado mundial. Y los regímenes de
participación, propuestos en el auge del populismo, fueron una alterna-
tiva a este modelo.
Así, los líderes emergentes y sus discursos, solo vinieron a dar im-
pulso a todas sus medidas que, si bien contingentes, resultaron desafor-
tunadas. Si nos preguntamos de nuevo, cuáles son los contenidos del po-
pulismo, encontraremos que no se circunscriben a liderazgos o discursos,
sino a algo más complejo; formas alternativas que quisieron conjurar la
crisis capitalista, entre las cuales es posible encontrar acciones y medi-
das de diferente orden: políticas económicas redistributivas del ingreso,
políticas regulatorias del Estado, políticas que promueven la defensa de

Revista UNAULA 33 • Medellín, 2013


Gildardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

lo nacional y que no necesariamente implican un adecuado resguardo


del patrimonio económico, mecanismos de identidad nacional, etc. Todo
esto lo podemos traducir históricamente, como un capitalismo no regu-
lado, donde no se pudo concentrar el capital.
En otras palabras, el populismo -en ausencia de un soporte epis-
temológico que brindara cohesión y coherencia a sus significados- sur-
tió las explicaciones al desequilibrio de América Latina y las peripecias
del modelo liberal capitalista, en posturas teóricas que deploraron: las
formas de incorporar las masas a la política, los discursos por la unidad
nacional y la participación popular en los proyectos de sociedad, por el
papel activo de las clases sociales, por las políticas sociales y económicas,
por el papel del líder y por el significado de la democracia.
La reutilización y configuración de conceptos de populismo,
arraigó una fuerte censura a toda medida que proponía el progreso de
la región en una lógica económica diferente y desviada del discurso he-
gemónico del liberalismo y el capitalismo: lo populista se consideró de-
fectuoso y conducente a la hecatombe económica, política y social. Pero
en sentido optimista, ¿dónde quedan los aportes del populismo? Para dar
una respuesta, es necesario mirar sus contenidos, sin el tinte peyorativo
asignado teóricamente.

4. 1. Los universos de observación del populismo

Tal como se presenta en la figura 1, la trascendencia histórica que


el uso del concepto de populismo ha representado en América Latina,
encuentra contenido al debatirse -dentro de un programa político- tres
universos de observación: la proyección de reformas legales sobre la pro-
piedad estatal y las políticas de inclusión social, la soberanía nacional y la
participación política popular. Universos que, articulados -tras la presen-
tación de liderazgos con estilos y estrategias de acercamiento al pueblo, de
discursos orientados a ejercer maniqueísmo sobré la voluntad popular de
aprobar o condenar el liderazgo-, generan rechazo al confrontar lógicas
de poder que, hegemónicamente, han diseñado los proyectos de sociedad.

110
111

Figura l. Los temas de debate que han dado contenido al populismo en


América Latina

SOBERANÍA NACIONAL:
autonomía del gobierno,
definición de sus propias
polltlcas

Fuente: Elaboración propia.

Primer universo: la participación política popular. La dimensión


que se destaca es la participativa, ligada a la democracia. Pero en forma
tal que el populismo, si bien es mirado mejor como una amenaza a las
instituciones democráticas, deja claro que existen varias tensiones, por
ejemplo, entre democracia representativa y participación directa, o entre
la efectividad de los mecanismos de participación y su debilitamiento
por medios institucionales y coercitivos.
Sin embargo, la discusión se enfoca sobre dos puntos: el primero
versa sobre las masas manipuladas y la legitimidad y el poder que conce-
den al líder, y el segundo cuestiona hasta dónde y en qué forma los suje-
tos pueden participar en los asuntos del Estado, y si es viable buscar otras
formas que riñen con la institucionalización de la participación política.
Se advierte que, el populismo, no aborda los sujetos como meros
individuos, sino como un colectivo de características especiales: proce-
den de masas populares, de clases sociales de sectores medios y bajos,

Revista UNA ULA 33 • Medellín, 2013


Gil dardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

de sectores marginados, etc., y a todos ellos les antepone el nombre de


pueblo legítimo: son sujetos activos, así vayan de la mano de un líder.
Segundo universo: proyección de reformas legales. Existen dos di-
mensiones que enriquecen el debate sobre el programa de gobierno: (1)
Propiedad estatal. Centra el análisis sobre los bienes del Estado; es decir,
cómo los recursos naturales, la propiedad industrial, los servicios explo-
tados por particulares, etc., son afectados por la injerencia del Estado,
con base en dos :figuras cercanas pero diferenciables: nacionalización y
estatización. En la nacionalización se legisla para recuperar la titulari-
dad del Estado sobre los recursos naturales o bienes que están bajo el
dominio o administración del sector privado (casi siempre extranjero),
especialmente porque se considera estratégico y de utilidad para el desa-
rrollo del país. En la estatización se legisla para transformar la empresa
privada en empresa pública, para que el Estado asuma el control y admi-
nistración (el Estado se convierte en empresario), es decir, la estatización
es opuesta a la privatización (Perdomo, 1984). En el populismo se aboga
por la nacionalización, más que por la estatización, aunque pueden com-
prenderse juntas. Hacia la primera parte del siglo xx en México, Brasil
y Argentina, se proyectó una política de nacionalización de bancos, de
industrias y recursos no renovables como el petróleo. Medidas concebi-
das como un mecanismo para llegar a una fortaleza económica capaz de
conjurar la crisis que en aquella época se afrontaba.
(2) Políticas de inclusión social. En general, las políticas sociales
son las relativas a la asistencia; es decir, al desarrollo y dirección de los
servicios específicos por parte del Estado, en respuesta a necesidades en
aspectos de salud, educación, trabajo, vivienda, servicios sociales, y que se
encaminan al impacto de bienestar de una sociedad (Montagut, 2000).
Cuando se proyectan para generar inclusión social de los sectores y clases
sociales menos favorecidas, de las masas populares, de los marginados, de
los que han tenido menos posibilidades de acceder a los recursos y ga-
rantías del Estado, se habla de políticas de inclusión social. El centro de
análisis y debate está en cómo deben diseñarse y ejecutarse. En el popu-
lismo se prefieren políticas laborales, guiadas por la institucionalización
de la relación trabajo-capital, y políticas redistributivas del ingreso de

112
113

fuerte coerción y de aplicación colectiva, evitando en lo posible políticas


neoliberales o de apertura económica, o políticas que sean de aplicación
individual o con base en el mérito y la productividad generada. Cuando
se habla de políticas públicas, se hace referencia a un conjunto de suce-
sivas respuestas del Estado, frente a situaciones consideradas socialmen-
te problemáticas. Cuando se habla de políticas públicas redistributivas
del ingreso, se indican políticas con una fuerte coerción y de aplicación
colectiva generalizada, en otras palabras, son aquellas que pretenden re-
distribuir los ingresos de unos sectores o regiones a otras; con coerción
fuerte, porque nadie está dispuesto a ceder ingresos de manera volun-
taria, lo que hace necesaria una medida obligatoria del Estado (Salazar
Vargas, 1995).
Tercer universo: soberanía nacional. Este universo nos recuerda
que el concepto de soberanía puede ser utilizado en dos dimensiones:
interna y externa. La interna hace referencia a la supremacía, que com-
prende el poder soberano del Estado, capaz de hacer cumplir sus propios
ordenamientos jurídicos, sin que nadie pueda indicarle cuáles deben ser
sus contenidos y alcances ni cómo aplicarlos; la externa implica la igual-
dad jurídica (iguales derechos, iguales capacidades) de todas las naciones
y pueblos, conocida teóricamente como independencia.
Al tratar de recuperar este concepto de soberanía, los llamados
populistas muestran afinidad por el nacionalismo, lamentan el fracciona-
miento social en que se ha sumido la nación y la pérdida de sus fronteras,
haciendo un llamado a la identidad nacional, a la historia, a la cultura y
a los valores nacionales; se estima, además, que ningún grupo humano
es libre mientras esté sometido a otro (soberanía nacional), o mientras
la mayoría esté sometida a una minoría (soberanía popular); se propicia
el rechazo a procesos de integración económica global. Al debatir los
límites soberanos se genera tensión; así, por ejemplo, José Alonso (2006)
dice que ante la globalización y el neoliberalismo, los Estados redujeron
al máximo el concepto de soberanía nacional, hasta convertirla en una
noción dependiente de actores no estatales que participan en los diferen-
tes procesos económicos en todo el mundo.

Revista UNAULA 33 • Medellín, 2013


Gildardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

4.2. Articulación de los universos

Las dimensiones de articulación no definen, en realidad, los nú-


cleos de debate del populismo, solo han sido el medio de proyección de
políticas calificadas por sectores académicos como populistas:
El liderazgo político describe líderes caracterizados por su pater-
nalismo, personalismo y carisma, que logran una relación casi mesiánica
con el pueblo. Este liderazgo alcanza una posición de autonomía y legiti-
midad para decidir en nombre del pueblo, bajo la idea de satisfacción de
las demandas sociales; actitud que lo lleva, incluso, a ponerse por encima
de las instituciones del Estado y evitar sus controles. La crítica se enfoca
en el peligro de tentación autoritaria, propiciada en la legitimidad que
le otorga el acceso o la permanencia en el poder. Es un cuestionamiento
subjetivo que tiene indicadores en las estrategias y el estilo que exceden
el contacto directo de líder-pueblo, así sea por medios de comunicación.
La crítica que hacen los autores parece advertir que, entre más fuerte sea
esta relación, mayor es la tendencia al populismo.
Discurso político. Es el punto de articulación entre el líder ca-
rismático y la masa. No en vano, se habla de las características de un
discurso populista como la habilidad para despertar emotividad en el
receptor y una retórica que resulta seductora por el encadenamiento de
hechos que son provistos de significación, y porque va ligada a patrones
culturales, ideológicos y emocionales, que proporcionan cierta identidad
y compatibilidad entre los intereses del pueblo y lo que el líder dice ser
capaz de lograr.
Cuando se analiza el discurso llamado populista, en realidad lo
que se critica es la transformación de las identidades populares que el
líder puede lograr con la lectura que hace del sistema legal, del régimen,
de las relaciones de poder; en el fondo se desconfía de la capacidad de
reproducir el mundo, sometiéndolo a su propia organización, logrando
autolegitimarse para realizar sus propuestas.
En la carrera de ajustar realidades a un concepto popularmente
utilizado, los académicos privilegian la función epistemológica que han
de cumplir los conceptos, y así cercenan los principales temas de debate
que dieron lugar al uso del populismo y han dado lugar para hablar de

114
115

populismo clásico y de neopopulismo, cuyo nexo está primordialmente


en la presentación de líderes y en la crítica de discursos que manipulan
las masas; y cuya diferencia está, en que el populismo clásico opera para
una etapa de proyección de políticas asistencialistas, intervencionistas,
en el marco del modelo de desarrollo de sustitución de importaciones;
mientras que el neopopulismo, se argumenta bajo la proyección de polí-
ticas tecnocráticas y neoliberales introducidas hacia 1980. Se considera
que tal diferenciación es inadecuada, porque desfigura y hace perder el
sentido y los contenidos que se revelan al estudiar el porqué de la lógica
de uso del populismo.
Obsérvese que los líderes políticos que han intentado un nuevo
proyecto social político-económico, de transformación de la propiedad
estatal mediante la nacionalización o estatización, acudiendo a la de-
fensa de la soberanía nacional, las propuestas de inclusión social a los
sectores excluidos, las reformas del sistema económico -sobre todo- en
lo atinente a la distribución y redistribución del ingreso, han sido líderes
motejados en algún momento de su gestión política, como populistas. Y
sus programas, ipso focto, calificados de equivocados y causantes de gran-
des angustias fiscales y económicas.

5. Conclusiones
Es necesario atender a la función epistemológica que cumplen las
palabras y los conceptos en la construcción del conocimiento. Más que
asistir a una confirmación o negación de lógicas teóricas impuestas desde
libros y discursos dominantes, es necesario partir de la realidad, entender
las dinámicas y el contenido que los conceptos encierran dentro de un con-
texto. Es obligatorio pensar más allá de la aplicación mecánica de presu-
puestos metodológicos y teóricos que pregonan formas de resolverlo todo.
La invitación es a pensar nuestros procesos, libres de prejuicios.
Si nos situamos frente a todo lo que ha significado el populismo, enton-
ces la pregunta es: cuántos nombres pueden tener esos contenidos y lo
adecuado de llamarlos a todos de la misma manera, pues todo no puede
ser populismo. Porque, precisamente, eso es lo que se ha confundido;
los conceptos no son meros significantes vacíos que deambulan como

Revista u NAU LA 33 • Medellín, 2013


Gildardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

comodines, esperando atrapar cualquier contenido para presentar una


identificación. Esto no es un problema metodológico, sino del pensa-
miento con el que abordamos nuestras realidades.
El populismo nos ofrece variedad de contenidos, pero él mismo no
especifica ninguno. Sin embargo, en este trabajo se estableció cuáles son
los principales debates que se han acogido bajo su nombre. De tal manera,
lo que debe estar en juego es cómo nos estamos ubicando frente a estos
temas y cómo estamos legitimando un discurso hegemónico; por eso, el
populismo debe ser considerado como una perspectiva de análisis crítico.
Los conceptos tienen un contenido teórico que debe asimilarse
antes de ser re-utilizado, dando coherencia y anclaje a las representacio-
nes y significados que de ellos se expresen; y si se recortan o desconocen
estas estampillas, estamos forzando sus contenidos, los estamos cam-
biando. Si nos preocupamos por ajustar la realidad a un concepto, o por
adecuar un concepto teórico y así nombrar un contexto, nos privamos de
la observación de lo real y estamos inventando realidades desde la teoría
y no creando teoría desde la realidad.
La reconstrucción articulada permite entender el problema que
existe entre la forma de razonamiento y una situación específica que
puede contener diversas modalidades de concreción, que se van articu-
lando según sus particularidades espacio-temporales. Sin embargo, la
forma de razonamiento debe respetar esa heterogeneidad; si escogemos
un concepto, para entender una situación específica, debemos atender
uno de los fundamentos de la reconstrucción articulada: la diferencia
entre el pensar teórico y el pensar epistémico.
En el pensar teórico, los conceptos tienen un habeas teórico que no
siempre cumple una función explicativa de la realidad, porque la teoría
presenta un desfase, respecto de la realidad. En el pensar epistémico,
hablamos de categorías para expresar que en ellas sí se dan muchos con-
tenidos, pero desprovistos de hipótesis teóricas pues, precisamente, se
trata de un pensar pre-teórico. De tal manera, si hablamos de populismo
como concepto, no será lo mismo que una categoría.

116
117

Ahora, ha pasado con el populismo que los diferentes contenidos


que se le atribuyen desde el escenario latinoamericano, han hecho de él
una categoría con múltiples contenidos sin un anclaje teórico estable,
pero que, a diferencia de un pensar epistémico, conlleva un prejuicio pe-
yorativo tendiente a verificar su presencia. Por eso, en esta investigación
se avanzó, gracias a la metodología de la reconstrucción articulada, en
descubrir aquellos universos de observación que dan cuenta del populis-
mo, como concepto, de acuerdo con su trascendencia histórica.

Referencias bibliográficas
Alonso, José A. (2006). "Soberanía nacional y neoliberalismo en México: el
nuevo sector manufacturero en Tlaxcala''. Problemas del Desarrollo. Revista
Latinoamericana de Economía, 37 (145), pp. 81-103.
Anduiza Perea, Eva; Crespo Martínez, Iván., & Méndez Lago, Mónica. (2009).
"Metodología de la ciencia política". Cuadernos Metodológicos 28. Madrid:
Centro de Investigaciones Sociológicas.
Aurori, Claude. (2011). "Nacionalizaciones en América Latina: ¿Una vuelta al
pasado?". Entelequia Revista Interdisciplinar (13), pp. 305-315.
Stefano, Bartolini (1991). "Metodología de la investigación política''. En:
Giafranco Pasquino, et al, Manual de Ciencia Política. Madrid: Alianza
Universidad, pp. 39-58.
Brockmann Machado, Mario. (1972). "La formación de conceptos en ciencias
sociales y el problema de los 'indicadores"'. Desarrollo Económico, 12 (46),
pp. 397-404.
Bueno Romero, Gildardo Antonio. (2013). "El populismo como concepto en
América Latina y Colombia''. Estudios Políticos, 42. Medellín, Instituto de
Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, pp. 114-13 9.
Burdman,Javier. (2009). "Heterogeneidad, irrupción radical y mito en la génesis
de las interpelaciones populistas durante la conformación del peronismo".
Revista SAAP, 3(3), pp. 615-634.

Revista u NAU LA 33 • Medellín, 2013


Gil dardo Antonio Bueno Romero: El significante de nuestras realidades

Cancino, César., & Covarrubias, Israel. En el nombre del pueblo. México:


Cepcom/UAJ, 2006.
De la Garza Toledo, Enrique. (1988). "El método del concreto-abstracto-
concreto". En: Hacia una metodología de la reconstrucción. México, D. F.:
Porrúa, pp.19-26.
De la Torre, Carlos. (2008). "¿Por qué los populismos latinoamericanos se niegan
a desaparecer?". Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol
19 (2).
Di Tella, Torcuato. (1965). "Populismo y reforma en América Latina". Desarrollo
Económico, 4 (16), pp. 1-38.
Dornbusch, Rudiger y Edwards, Sebastián. (1990). "La macroeconomía del
populismo en la América Latina". El Trimeste Económico, LVII (225), pp.
121-162.
Freidenberg, Flavia. La tentación populista: una vía de acceso al poder en América
Latina. Madrid: Síntesis, 2007.
Germani, Gino. Política y sociedad en una época de transición, de la sociedad tradicional
a la sociedad de masas. Buenos Aires: Paidós, 1968.
Ianni, Octavio. Laformación del Estado populista en América Latina. México, D. F.:
Era, S.A., 1975.
Kostina, Irina. La variación conceptual de los términos en el discurso especializado.
Barcelona: Universitat Pompeu Fabra, 2009.
Ladau, Ernesto. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,
2005.
Mackinnon, María M oira, & Petrone, Mario Alberto. (1998). "Los complejos de
la cenicienta". En: M. Mackinnon, &M. A. Petrone. Populismo y neopopulismo
en Latinoamérica. El problema de la cenicienta. Buenos Aires: EUDEBA.
Mansilla, Hugo Celso. (2009). "Notas introductorias sobre el populismo y la
cultura política en el área de América Latina''. Revista Ciencias Sociais Unisino,
45(2), pp. 106-113.
Méndez,Ana Irene y Morales Aldana, Elda. (2005). "Los populismos en América
Latina". Cuestiones Políticas, 34, pp. 73-99.
Montagut, Teresa. Política Social· Una Introducción. Barcelona: Ariel Sociología,
2000.

118
119

Morales Morales, Manuel José. (2004). "Lenguaje y conocimiento común y


especializado". Revista Interamericana de Bibliotecología, 27 (1) pp. 45-72.
Moscoso Perea, Carlos. El populismo en América Latina. Madrid: Centro de
Estudios Constitucionales, 1990.
Nohlen, Dieter. (2003). "¿Cómo enseñar Ciencia Política?". Republicana Política
y Sociedad 2(2), 3-7.
Panizza, Francisco. Elpopulismo como espqo de la democracia. Buenos Aires: Fondo
de Cultura Económica, 2005.
Retamozo, Martín. (2006). "Populismo y teoría política: de una teoría hacia una
epistemología''. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 12(2), pp.
95-113.
Roberts, Kenneth. (1995). "Neoliberalism and the Transformation ofPopulism in
Latín America: The Peruvian''. World Politics, I (48), pp. 82-116.
Roitman Rosenmann, Marcos. Pensar América Latina. El desarrollo de la sociología
latinoamericana. Buenos Aires: CLAC SO, 2008.
Salazar Vargas, Carlos. Las políticas públicas. Bogotá: Pontificia Universidad
J averiana, 1995.
Sartori, Giovanni. La política. Lógica y método en las ciencias sociales. México: Fondo
de Cultura Económica, 2003.
Susanne, Gratius. (2007). "La tercera ola populista de América Latina''. Working
Paper FRIDE, 45,pp. 8-19.
Weffort, Francisco. (1968). "Clases populares y desarrollo social. Contribución al
estudio del populismo". En: Revista Paraguaya de Sociología, 13, pp. 62-154.
Weyland, Kurt. (2004). "Clarificando un concepto cuestionado: El populismo en
el estudio de la política latinoamericana''. En: Weyland, Kurt; !barra, Hernán;
De la Torre, Carlos y Aboy Carlés, Gerardo. Releer los populismos (pp. 9-50).
Qyito: CAAP.
Zemelman, Hugo. (2000). "Epistemología y política en el conocimiento socio-
histórico". En: Maerk,Johannes y Cabrolié,Magaly. ¿Existe una epistemología
latinoamericana? (pp. 11-28). México, D. F.: Plaza y Valdez.

___ . Los horizontes de la razón: uso crítico de la teoría. México:


Anthropos,1992.

Revista UNAULA 33 • Medellín, 2013

Potrebbero piacerti anche