Sei sulla pagina 1di 3

Pontificia Universidad Javeriana

Procesos políticos colombianos


Daniela Lache

Paramilitarismo en Colombia: su transformación y efectos

En el artículo De narcos, paracracias y mafias, Álvaro Camacho explica cómo el


narcotráfico como fenómeno ha contribuido a conformar una nueva fisionomía política,
económica y social en Colombia. El objetivo del autor es hacer un análisis de las
transformaciones que han tenido los narcotraficantes como principales agentes del negocio,
dando cuenta de cómo los conflictos sociales generan unos actores sociales, con sus procesos,
sus configuraciones, sus acciones y sus efectos. Así, busca exponer las dinámicas entre el
conflicto y sus actores para observar cómo el primero crea a los segundos y cómo dichas
dinámicas se van transformando durante el conflicto.
Camacho explica cómo el actual narcotráfico ya tenía antecedentes con el contrabando de
café, manufacturas, y esmeraldas. Entre los años sesenta y setenta se empieza a cultivar en
Santa Marta marihuana para exportar. Esto trajo riquezas a la población involucrada en el
negocio, surgiendo la “clase emergente” que amenazaba las posiciones previas de poder y
privilegio. Luego, al iniciar la década de los setenta el presidente de los Estados Unidos,
Richard Nixon, proclama su “Guerra contra las drogas”, lo cual hace subir los precios en
Estados Unidos de la marihuana: un estímulo para la producción en Colombia. Entre los años
1970 y 1995 surgen los carteles y capos de la cocaína, que se insertan en un negocio más
rentable, complejo e internacional, lo que implicó lavado de capitales, violencia, paraísos
fiscales y mano experta en conocimientos sobre economía, administración, derecho,
contabilidad, etc.
La politización del narcotráfico provino desde el gobierno de Estados Unidos alimentando la
intensidad de la confrontación de las guerrillas y del narcotráfico frente al Estado
colombiano. El embajador estadounidense relacionó directamente un laboratorio de coca con
las Farc, acuñando así el término de narcoguerrilla. Estimuló el desprestigio hacia las Farc y
a su vez, la política de confrontación armada para el apaciguamiento de las guerrillas.
La creación del grupo MAS (Muerte a secuestradores), que desborda su objetivo inicial de
lucha contra el secuestro, se convierte en una fuerza armada de ultraderecha que protegía las
tierras de los traficantes y terratenientes, buscando eliminar todo rastro de las Farc. El MAS
se convierte en una base importante del movimiento paramilitar en Colombia, ya que muchos
traficantes propietarios tomaron ejemplo y crearon sus propias bandas privadas, las
autodefensas. De estos grupos también se desprendió la intención de hacer política, como la
de Pablo escobar y su participación parlamentaria, la cual fue concluida por su relación con
los “dineros calientes”, por lo cual Escobar optó por la eliminación física de su principal
acusador, Rodrigo Lara Bonilla, eliminando sus pretensiones políticas e iniciando su lucha
contra la extradición. Esto suscitó el liderazgo de Escobar, quién se presentaba como capaz
de intimidar al Estado y de proteger a sus aliados narcos, por lo cual necesitaba de éstos
últimos recursos para combatir. Así algunos narcotraficantes se sintieron extorsionados y
crearon nuevas alianzas para combatir a Escobar y a su vez al Estado. El cartel de Cali
recurrió a penetrar al Estado mediante el respaldo de campañas políticas y la compra de sus
lealtades. Varios de los congresistas fueron acusados por esto y despojados de sus
investiduras, por lo cual este mantuvo su relación con algunos políticos, funcionarios y
agentes de seguridad con discreción y, además, intentaron construir frente a la opinión
pública una imagen empresarial y legal, ascendiendo en la escala social: enclasamiento. Así
se fue consolidando la imagen de Colombia como “narcodemocracia”, ya que se entendía
que el gobierno no estaba cooperando en la lucha contra las drogas.
Con la transformación de los capos a traquetos (1996-2000) se aumentó el número de áreas
cultivadas de coca y las exportaciones. Otro cambio importante fue la nueva alianza de los
narcotraficantes colombianos con los mexicanos. Esto da cuenta de la capacidad de
adaptación a las condiciones del negocio y de su aprendizaje de nuevas técnicas para
sobrevivir. Ahora entendemos que el narcotráfico no supone una organización unitaria y
organizada a partir de una estructura de padrinazgo, sino que, parece organizarse de manera
atomizada, en donde los agentes actúan a partir de un sistema de redes, en donde intervienen
nuevos actores como los sicarios. Alrededor del año 2000 se empieza a combinar el
narcotráfico con el tráfico de armas, lo que presta bases para la confrontación bélica en el
país, además del ensanchamiento de las propiedades y bienes de los narcos y los
paramilitares. La existencia de estos “señores de la guerra” no se puede deducir meramente
del narcotráfico, sino que hay que tener en cuenta la violencia de los años cincuenta, la
globalización y las nuevas oportunidades de lucro con delitos trasnacionales, la
descentralización suscitada por la constitución de 1991, efectos y reacciones de la
modernización política iniciada en 1982 y, por último el fraccionamiento de las élites locales
que junto al abandono estatal permitieron la aceptación de la acción armada defensiva que
ofrecían los paramilitares. La politización de estas organizaciones permitió que para las
elecciones de cuerpos colegiados, gobernaciones y alcaldías del año 2000, las cabecillas de
estos grupos buscaran la elección de sus miembros o simpatizantes en los espacios
electorales, así consolidaron su poder de facto y su paso a uno de derecho por medio del
control de los aparatos locales y nacionales del Estado, excusándose en su supuesta
responsabilidad de hacer vigente la paz y el Estado de derecho en sus regiones. Ahora bien,
de paracracias regionales pasan a ser mafias urbanas con el fin de expandir su control político,
económico y de los mercados susceptibles al crimen organizado en las ciudades, lo que
permite ubicar a los narcos como uno de los actores sociales más importantes de la historia
de nuestro país, mostrándonos cómo el negocio se transforma a partir de cambios en las
estructuras organizacionales, y el amalgamiento entre las autodefensas tradicionales y los
narcotraficantes, haciéndose éstas dos indistinguibles la una de la otra.

El artículo de Camacho nos invita a pensarnos entonces cuál sería la nueva o las nuevas
transformaciones que el paramilitarismo ha tenido después de doce años luego de la
publicación de su artículo. Si éste efectivamente se erradicó con el proceso de paz en el año
2005 con el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, o si es pertinente pensarse a las bandas
criminales (BACRIM) como la continuación de este largo proceso de adaptación y
transformación de las fuerzas paramilitares en Colombia.

 Camacho, Álvaro (2007): “De narcos, paracracias y mafias” en la Encrucijada.


Colombia en el Siglo XXI, Editorial Norma.

Potrebbero piacerti anche