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PROTOCOLO DE INVESTIGACIÓN

TEMA.

Los rasgos trágicos del estilo de Rubén Darío en los poemas “Canto de esperanza”, “SPES”

y “Melancolía” que se encuentran en su obra Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros

poemas.

PLATEAMIENTO DEL PROBLEMA.

El problema reside en el hecho de que los rasgos trágicos del estilo de Darío implican una

visión del mundo que nos incita a reflexionar acerca del vacío espiritual que hace sufrir al

ser humano en dichos poemas.

OBJETIVO.

Analizar el estilo de Darío a través de dichos poemas con el propósito de revelar la visión

del mundo que nos ofrecen y las implicaciones de sus rasgos trágicos.

JUSTIFICACIÓN.

A pesar de que los rasgos trágicos de la poesía de Darío han sido objeto de algunos

acercamientos críticos dentro del campo de estudio de su obra, me parece que es necesario

abordarlos desde un enfoque estilístico con el propósito de desentrañar una visión del

mundo que nos permita reflexionar sobre el vacío espiritual del ser humano que está

presente en su poesía, lo cual es posible apreciar con claridad en los poemas elegidos para

el estudio que nos ocupa y además forma parte de la actualidad del estilo y de la obra del

poeta.

HIPÓTESIS. Los rasgos trágicos del estilo de Darío nos muestran una concepción del

mundo en la que el ser humano experimenta un dolor provocado por un vacío espiritual que

está presente en dichos poemas.


PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN.

¿Qué implican los rasgos trágicos del estilo de Darío en “Canto de esperanza”?

¿Qué implican los rasgos trágicos del estilo de Darío en “SPES”?

¿Qué implican los rasgos trágicos del estilo de Darío en “Melancolía”?

ÍNDICE.

- Agradecimientos.

- Introducción.

- Estado de la cuestión.

- Marco teórico.

- Capítulo I.

-Capítulo II.

- Capítulo III.

- Conclusiones.

- Fuentes consultadas.
ESTADO DE LA CUESTIÓN

Es relativamente poco lo que se ha escrito sobre lo trágico en la poesía de Rubén Darío,

pero por suerte tenemos ejemplos suficientes para ilustrar con claridad la problemática que

existe en torno a ello. Considero que este aspecto forma parte de la trascendencia de sus

poemas, cosa que podremos apreciar en los estudios que enseguida examinaremos.

Quisiera comenzar por un estudio de Roberto Armijo que lleva por título “Rubén Darío y

su intuición del mundo”.Aquí Armijo nos habla sobre la actitud de Darío ante la época que

le tocó vivir y cómo la experiencia de su propia sensibilidad con el mundo que lo rodeaba

tuvo repercusiones en sus versos. En cuanto a esto nos dice que “entre avatares, alzas y

caídas, la crisis se despeñó en el momento preciso en que Rubén Darío estrenaba su

vigorosa poesía”. (566).

En estas palabras podemos advertir que la poesía de Darío surgió bajo un contexto histórico

que se hallaba envuelto en una crisis. Ahora bien, toda crisis anuncia un cambio, pero no

podemos negar que a su vez implica situaciones adversas que naturalmente pueden

provocar dolor, así que el hecho de que Darío escribiera dentro de una atmósfera de crisis

abrió las posibilidades de que su obra lírica estuviera en cierto modo impregnada de dolor.

Después de esto, el propio Armijo afirma que“Darío se apega al designio providencial que

ha hecho del poeta, el oído y portavoz del dolor del hombre”. (583). Esto reafirma mis

palabras y además nos revela un atisbo de los elementos trágicos que podemos encontrar en

algunos de sus poemas.


Por otra parte, el mismo Armijo nos dice que Darío “era consciente de la inseguridad, de la

inestabilidad del hombre”. (570). Es preciso resaltar esto, ya que de esa conciencia nacieron

varias de las reflexiones que vemos en su poesía en relación con la condición del hombre de

su época, esta es una consideración que puede explicar por qué encontramos en sus poemas

un constante enfrentamiento con una realidad incierta.

A grandes rasgos Armijo en este estudio nos habla detenidamente acerca de la manera en

que Darío concebía el mundo, pues no ignoró aquellos aspectos de la cultura occidental que

en ese momento se encontraban inmersos en una crisis, por lo que los cuestionamientos del

poeta fueron inevitables y vigorosos ante diversos paradigmas que se habían establecido de

forma prestigiosa desde tiempo atrás y que ahora comenzaban a cimbrarse fuertemente.

Asimismo, nos refiere que Darío infundió a su poesía una voz en busca de respuestas ante

la trágica condición del hombre moderno. Sin embargo, hay algo en el título de este estudio

que habíamos dejado de lado. Armijo nos habla de intuición y no de intelecto, puesto que

para una época predominantemente científica, la visión de Darío resultaba irracional porque

brotaba de la sensibilidad más que del pensamiento.

El siguiente es un estudio de Francisco Javier Díez de Revenga que tiene por título “Los

poemas filosóficos de Rubén Darío”. Si bien Darío no fue propiamente un filósofo, es

indudable que a lo largo de su obra lírica podemos encontrar diversas reflexiones de

naturaleza filosófica que intentan comprender las causas de la miseria humana, sobre todo

en un sentido espiritual.
Díez de Revenga considera que existen ciertos poemas de Darío cuyo contenido es

notablemente filosófico, ya que guardan un estrecho contacto con las experiencias vitales

del poeta dentro de un contexto en plena crisis. Por lo tanto, nos dice que Darío es “un

poeta cuya obra y cuya propia existencia están atravesadas por la espada de la tragedia, la

angustia y la desesperación”. (233).

Estas palabras confirman la imposibilidad de entender lo trágico que hay en la poesía de

Darío si se ignoran enteramente los acontecimientos que marcaron su época, como hemos

visto, así que para profundizar un poco en esta cuestión el propio Díez de Revenga nos

señala que “hay que tener en cuenta que el modernismo está presidido por una actitud de

vacío y abismo espiritual, que coincidió con el proceso de modernización socio-económica

paralelo al advenimiento del nuevo siglo”. (234).

Me parece que esto es algo en lo que hay que enfatizar, puesto que Darío no sólo representó

en sus versos de forma descriptiva las transformaciones que ocurrieron en todos los

aspectos de la cultura occidental; lo social, lo económico, lo científico, lo tecnológico,

etcétera. Es pertinente destacar que lo que muestra la poesía de Darío es un reflejo de las

consecuencias que suscitó ese proceso de modernización que prometía progreso, y que de

manera contradictoria, propiciaba una angustia en el hombre, fruto de ese vacío espiritual.

Vemos entonces que a pesar de que Díez de Revenga no se refiere a estos rasgos que tienen

algunos poemas de Darío como elementos propiamente trágicos, no podemos ignorar que

existen bastantes posibilidades de que puedan ser denominados de esta manera y a su vez

interpretados en este sentido.


Así pues, Díez de Revenga nos dice en forma general que existen ciertos poemas de Darío

que tienen implicaciones filosóficas y que éstas se relacionan con el contexto histórico,

puesto que, y así lo da a entender, surgen de la propia experiencia del poeta con un mundo

lleno de incertidumbre que en buena medida podemos percibiren sus versos.

Finalmente veremos otro trabajo del mismo Díez de Revenga en que sintetiza lo dicho por

Alberto Acereda en su libro Rubén Darío, poeta trágico. Una nueva visión.Lo interesante

aquí es que se retoma las implicaciones referidas anteriormente, aunque se hace énfasis en

la condición humana, es decir, lo trágico en este caso se fundamenta sobre todo en la

fragilidad y las debilidades del hombre moderno.

Por tal motivo el mismo Díez de Revenga, refiriéndose a la investigación realizada por

Acereda, nos dice que éste señala “la gran tragedia que fue Rubén Darío y sobre este sólido

cimiento construye el edificio de su acercamiento crítico, en el que distribuye la materia

poética por los distintos espacios y matices de esa tragedia: vital, existencial, religiosa…”.

(133). A semejanza de lo expuesto en los estudios anteriores, podemos percatarnos de que

aquí también se hace énfasis en la experiencia de Darío con la crisis de su tiempo, así como

en los distintos matices que tuvo y podemos observar en su poesía.

De este modo, Díez de Revenga, otra vez haciendo alusión a la investigación de Acereda,

nos dice que Darío “no es un poeta superficial, de brillantes efectos musicales y cromáticos

solamente. Su labor consiste en probar su profundidad, su angustia ante la vida, sus

vacilaciones entre el optimismo y el pesimismo, entre la religiosidad y el paganismo, entre

la vida y la muerte”. (132).


Esto confirma los numerosos análisis y las interpretaciones diversas que pueden llevarse a

cabo en torno a lo trágico en la obra lírica de Darío, puesto que las implicaciones que

conlleva está cuestión resultan profundas y abundantes, a pesar de que las investigaciones

que se han realizado hasta ahora sean relativamente pocas, al menos en cuanto a lo que yo

he podido encontrar.

En definitiva, podemos apreciar claramente que ya antes se han señalado y se han analizado

algunos de los rasgos trágicos que tienen algunos poemas de Darío, estos estudios lo

ilustran de una forma plausible. Hemos sido testigos de que lo trágico en este caso, según

los estudios anteriores, surge del contacto directo entre la sensibilidad del poeta y un

mundo que fue sacudido fuertemente por una crisis que de algún modo tocó todos los

aspectos de la cultura occidental.

Sobre la sociedad, la política, la religión y la filosofía, la ciencia llegó a ocupar un lugar

privilegiado en el sentido de que su pensamiento logró imperar y tuvo notables

repercusiones en la industriay en la tecnología, aspectos que fueron fundamentales para la

modernización de las ciudades y por consecuencia para la transformación del estilo de vida

y de la visión del mundo que hasta ese momento se tenía.

Los rasgos trágicos de la poesía de Darío están relacionados, pues, con la condición

humana, con la crisis que experimentaba su contexto histórico y sobre todo, con la forma en

que a través de su propia sensibilidad representó estas circunstancias en sus versos. Sólo me

queda decir que alrededor de este asunto existen implicaciones que ya se han desarrollado,

como lo hemos podido ver, pero hay otras que aún esperan un análisis y una interpretación.
MARCO TEÓRICO

Hay dos aspectos que es necesario definir para llevar a cabo de una forma clara esta

investigación. Hablo sobre la perspectiva teórica de que me serviré para analizar el poema

de Darío y un concepto que corresponda a sus elementos trágicos. Me parece pertinente

comenzar por establecer el enfoque teórico que en este caso será la estilística.

Para ello he recurrido a Amado Alonso, uno de los fundadores de esta teoría, quien hace

una precisa distinciónentre las dos corrientes que existen dentro de la estilística, pues se

puede hablar de una estilística lingüística y de una estilística literaria. En cuanto a la

primera nos dice que “la estilística de la lengua comprende el estudio de lo que en los

elementos del idioma hay de emoción, de fantasía, de poder activo, de valoración; en fin, de

lo extralógico en el lenguaje”. (98).

Acerca de la otra corriente que se centra en lo literario el mismo Amado Alonso afirma que

es aquella que “estudia la obra literaria como una construcción poética, y esto en sus dos

aspectos esenciales: cómo está construida, formada, hecha, tanto en su conjunto como en

sus elementos, y qué delicia estética provoca”. (89).

De este modo, podemos indicar que este trabajo estará encaminado hacia la estilística

literaria, ya que lo que se busca desentrañar es un poema y no una expresión extraída del

lenguaje cotidiano, pues eso sería menester de la estilística lingüística. Sin embargo, una

vez esclarecida esta cuestión me parece que todavía es necesario detallar más ampliamente

los rasgos propios de la estilística literaria.


Por lo tanto, Amado Alonso ahora nos refiere que la “estilística es el estudio del estilo. Por

estilo se suele entender el uso especial del idioma que el autor hace, su maestría o

virtuosismo idiomático, como una parte más en la construcción literaria”. (89). Así que la

estilística en estos términos se concentra en la elección particular de las palabras que hace

el poeta para expresar lo que quiere decir, así como la manera en que las combina y a su

vez las relaciona entre sí.

No obstante, posteriormente Amado Alonso realiza algunas precisiones que vale la pena

tener en cuenta a fin de que logremos entender mejor el propósito y las particularidades que

tiene esta teoría. En este sentido señala lo siguiente:

La estilística estudia, pues, el sistema expresivo de una obra, o de un autor, o de un

grupo pariente de autores. Y sistema expresivo significa desde la constitución y

estructura interna de la obra hasta el poder sugestivo de las palabras y la eficacia

estética de los juegos rítmicos. Al decir constitución y estructura interna, me refiero

al mundo especial que el poeta forma en su poema, en su tragedia, en su novela, con

sentimientos y con pensamientos. (90).

Así pues, ahora que la perspectiva teórica está bien definida podemos advertir que resulta

adecuada para analizar los rasgos trágicos que guarda este poema de Darío, lo que servirá

para hacer una descripción minuciosa de los elementos y con ello podrán crecer las

posibilidades de que las implicaciones históricas, religiosas y filosóficas adquieran un

sentido más profundo y más interesante dentro de la interpretación que se llevará a cabo en

lo posterior al análisis estilístico.


Ha llegado ahora el momento de definir el concepto que nos ayudará a tener claro en qué

sentido son trágicos los elementos que forman este poema de Darío, pero primero hay que

decir que resulta imposible conformar un concepto de lo trágico que sintetice todos los

rasgos que ha tenido en la literatura a lo largo de los siglos. Desde la Antigüedad hasta

nuestros días, lo trágico en la cultura occidental se ha representado bajo diversas formas

según la época y la concepción de cada autor. Por lo tanto, lo más preciso en este caso sería

hablar sobre lo trágico en los términos en que aparece dentro del poema de Rubén Darío

que es objeto de nuestro estudio.

Por la naturaleza de mi análisis y de mi interpretación del poema, considero necesario tratar

este asunto desde la perspectiva de la literatura y de la filosofía, por lo que las opiniones

que enseguida veremos provienen de autores que se han dedicado a la filosofía y a la crítica

literaria en varios momentos de su carrera.

Sin embargo, antes de eso me parece propicio evocar el pensamiento de los griegos, ya que

ahí está el origen de lo trágico que podemos advertir en la literatura posterior. Ismene Ithaí

Bras nos dice que la tragedia griega “se centra en torno al héroe que estando…en lo más

alto de la gloria, cae en desgracia, en una oscuridad que le tiene en los márgenes de la vida

y la muerte sin terminar por hacerse a un lado o al otro, sumiéndole en la angustia y en la

indecisión completa”. (5).

Tomaremos esto en cuenta a fin de que a la hora de conformar nuestro concepto de lo

trágico podamos observar qué reminiscencias de la tragedia griega perduran en el poema de

Darío y qué rasgos han sido transformados o ya han desaparecido.


Comenzaremos con Miguel de Unamuno (1864-1936). Quien concebía lo trágico como un

sentimiento, y aunque escribió literatura, esta vez se dirige a nosotros como filósofo y nos

dice que “este sentimiento -obsérvese bien, porque en esto estriba todo lo trágico de él y el

sentimiento trágico de toda la vida-, es un sentimiento de hambre de Dios, de carencia de

Dios”. (131).

Podemos observar entonces en estas palabras una primera característica de lo trágico que

corresponde a la lejanía que puede existir en un momento dado entre el hombre y lo más

esencial de la vida, lo que satisface sus necesidades espirituales que son las más profundas,

por lo que lo trágico en este sentido reside en la distancia que impide la unión de lo humano

con lo divino, y cuanto más abismal sea esta distancia, más trágica será todavía.

Por otra parte, Georg Lukács (1885-1971). Quien a pesar de que también fue filósofo, esta

vez nos habla como crítico literario y afirma que “como la naturaleza y el destino no

carecieron nunca tan espantosamente de alma como hoy día, como jamás las almas de los

hombres pisaron tan solas sus abandonados caminos, por eso podemos volver a esperar una

tragedia”. (246).

Lukács nos habla de tragedia en el sentido literario, pero no podemos ignorar la estrecha

relación que siempre existe entre una obra literaria y su contexto histórico, cosa que él

mismo da a entender. A partir de estas palabras podemos inferir que la tragedia se posibilita

a causa de un vacío que el hombre moderno lleva en su interior, por tal motivoel propio

Lukácsexpresa otra idea al manifestarnos que “Dios tiene que abandonar la escena, pero

tiene que seguir siendo espectador, ésta es la posibilidad histórica de la era trágica”. (246).
Vemos entonces que el conflicto no radica en la inexistencia de Dios, sino más bien en su

ausencia en el andar del hombre sobre la tierra y no deja de ser interesante que lo que nos

dice Lukács desde la crítica literaria concuerda con lo que nos había referido Unamuno

desde el pensamiento filosófico.

Por último Ismene Ithaí, quien ahora nos habla en particular sobre lo trágico en la

modernidad nos introduce a esta cuestión afirmando que “una característica de lo trágico

moderno es la profunda individualización e internalización del conflicto”. (13).Esto resulta

importante porque precisamente el poema de Darío constituye una expresión de la

sensibilidad del poeta que se hace posible a través de ese proceso en que el conflicto se

internaliza y se individualiza.

Por otra parte, Ismene nos dice que “pensarse como sujeto trágico es pensarse

históricamente, es preguntarse no sólo una situación como lo harían los griegos, sino

fundamentalmente por una condición, lo humano”. (5). Esta idea es fundamental para

nuestro concepto, puesto que existen ciertos rasgos de la condición humana que conllevan

algún matiz trágico como la mortalidad, el sufrimiento, la fragilidad, etcétera.

Finalmente, Ismene afirma que “la muerte no significa nada al lado de estar fuera de la

gracia: esto es lo que caracteriza lo trágico moderno”. (17-18). Nuevamente aparece el

hombre lejos de Dios, fuera de esa gracia propia de lo divino, idea que aquí se declara

como aquello que define a grandes rasgos lo trágico moderno. Incluso, esto resulta más

trágico que la misma muerte, por lo que no debemos desviar nuestra atención de esta

característica en la que coinciden nuestros autores.


Así pues, podemos decir que nuestro concepto de lo trágico está conformado sobre todo por

la ausencia de Dios en la vida del hombre moderno, es decir, por la carestía de aquello que

le es esencial para vivir plenamente. Ante esta situación adversa surge en su interior un

vacío espiritual que a su vez se refleja en el mundo y esto además se relaciona

profundamente con la fragilidad de su condición y lo inevitable de su destino mortal.

Una vez que hemos determinado nuestro concepto, lo que sigue es mostrar un panorama del

contexto histórico que tuvo influencia en la composición de este poema, sobre todo en

cuanto a los acontecimientos más relevantes de Europa y América Latina que a partir de la

experiencia vital de Darío podemos percibir en la concepción de la vida que nos ofrece a

través de su propia sensibilidad ya en forma poética, cosa que podremos apreciar

detalladamente en el próximo apartado.


PRIMER CAPÍTULO

“Canto de esperanza” es el primer poema en que hemos de concentrarnos. Antes de hacer

cualquier observación, es preciso dejar en claro que lo que buscamos en este análisis es

determinar el sistema expresivo del poema, así como advertir el sentido profundo que la

intuición del poeta ha logrado darle a los elementos que constituyen las imágenes poéticas,

lo cual forma parte del acto de poetizar. Veamos cómo estos conceptos de la estilística nos

ayudan a desentrañar el sentido de cada verso.

Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.

Un soplo milenario trae amagos de peste.

Se asesinan los hombres en el extremo Este.

(Darío 107).

En el primer verso nos encontramos con una parvada de cuervos que al volar en lo alto son

como una mancha en el cielo. Estos elementos adquieren un sentido profundo por la

intuición del poeta. De este modo el color del firmamento representa el aspecto espiritual

del hombre que está siendo manchado por la oscuridad de los cuervos.

El color azul nos indica que se habla del cielo durante el día, entonces nos hallamos ante un

cielo despejado y luminoso. Por lo tanto, se hace una asociación de la vida espiritual del ser

humano con la claridad y la paz del firmamento. De este modo, los cuervos por su color

sombrío y su relación con la fatalidad aparecen como una amenaza, ya que acechan con

funestos augurios los pasos del hombre en la tierra.


En el segundo verso la intuición del poeta permite que ese “soplo milenario” se convierta

en palabras pronunciadas a través del aliento de un hombre, palabras que fueron dichas

hace miles de años y afirman que ha de llegar el día en que la peste caerá sobre la

humanidad, lo cual alude a las profecías apocalípticas del apóstol Juan.1

La peste al ser una enfermedad mortal causa graves estragos en el cuerpo, presagia el

término de la existencia, pero aquí además representa una señal del fin de los tiempos. El

último verso lo confirma, puesto que en él aparecen los hombres asesinándose unos a otros,

lo cual revela el desmoronamiento de un mundo carente de espiritualidad, un “extremo

Este”, es decir, una cultura occidental envuelta en la discordia y la violencia.

¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?

Se han sabido presagios y prodigios se han visto

y parece inminente el retorno de Cristo.

(Darío 107).

Esta estrofa alude directamente al libro del “Apocalipsis” y con ello terminan por

confirmarse las referencias de los versos anteriores. Debo decir que si bien la influencia de

las ideas cristianas no constituye el objeto de este estudio, es necesario considerarlas porque

se relacionan con la concepción de lo trágico que encontramos en los poemas elegidos, ya

que aparecen en cada uno de ellos e incluso contribuyen al sentido profundo que busca la

intuición del poeta, además le dan coherencia a la interpretación que proponemos en este

trabajo.

En adelante haré constantes referencias al libro del “Apocalipsis” incluido en el Nuevo Testamento.
1
Ahora bien, en el primer verso de esta estrofa aparece la figura del Anticristo, y si Cristo en

el imaginario cristiano es la luz que da claridad, lo contrario sería la oscuridad que causa

confusión. Por lo tanto, lo que tenemos hasta ahora es a un poeta que se encuentra inmerso

en un mundo enteramente caótico, que contempla acontecimientos atroces, pero no los

refiere detalladamente, sino que tan sólo los insinúa al hablar de los prodigios de que ha

sido testigo, así que los conflictos humanos adquieren por la intuición del poeta un sentido

apocalíptico, como señales del fin.

No obstante, en esta contraposición entre Cristo y el Anticristo, por el orden en que se

encuentran en estos versos, podemos vislumbrar un “destello de esperanza”, ya que si bien

el caos domina la vida humana, este hecho vaticina también el retorno de la armonía, así

tenemos un irremediable fin que trae consigo un nuevo principio, es decir, la esperanza de

que cuando el tiempo hostil desaparezca se recobre la paz perdida.

La tierra está preñada de dolor tan profundo

que el soñador, imperial meditabundo,

sufre con las angustias del corazón del mundo.

(Darío 107).

En el primer verso de esta estrofa el poeta nos reitera que la tierra está llena de dolor, sólo

que esta vez lo hace mediante una asociación entre la tierra y el embarazo de una mujer,

pero mientras que la mujer lleva en su vientre a un ser humano, la tierra lleva en sí misma

un hondo sufrimiento y es esto lo que precisamente conmueve al poeta, la contemplación

de otros hombres que como él se sienten desdichados y no han logrado encontrar consuelo.
En el segundo verso de esta estrofa tenemos a un soñador que bien podemos identificar con

el propio poeta, ya que los sueños siempre van más allá de lo material y en ellos se busca lo

ideal y lo pleno. Desde luego, ante esto el poeta sufre porque sueña constantemente con una

vida mejor, lo hace bajo las circunstancias funestas que lo rodean, frente a la deplorable

condición del mundo en que se encuentra inmerso y que se opone a lo que anhela para él

mismo y para los demás como parte del género humano.

Estas asociaciones entre la tierra y el embarazo, entre los ideales del poeta y los sueños,

adquieren un sentido profundo otra vez por medio de la intuición, y algo semejante ocurre

con el último verso de esta estrofa, ya que en “las angustias del corazón del mundo” se

podemos advertir una visión universal en que la angustia se muestra como un sentimiento

que experimentan todos los hombres, como si cada uno de ellos fuera una parte del cuerpo,

pero sintieran en este caso con un solo corazón.

Verdugos de ideales afligieron la tierra,

en un pozo de sombra la humanidad se encierra

con los rudos molosos del odio y de la guerra.

En el primer verso de esta estrofa el poeta nos hace saber que hay gente que es responsable

de la situación aciaga de la tierra. Esto tiene que ver con que los ideales siempre buscan

alternativas para remediar los conflictos y trascenderlos, pero suelen considerar el progreso

espiritual, así que esos verdugos tienen que ser hombres que sólo otorguen valor a lo

material y se lo nieguen a todo lo demás, y por este motivo se empeñen también en dar

muerte a las ideas que difieran con su pensamiento o lo pongan seriamente en duda.
En el segundo verso de la misma estrofa tenemos un pozo cuyo espacio estrecho impide ver

lo que hay más allá, así que lo que hace la intuición del poeta en este caso es darle al pozo

un sentido de ignorancia que es donde está encerrada la humanidad, porque la oscuridad no

le permite ver y la estrechez limita su percepción y no deja que se aventure en la búsqueda

de aquello que desconoce.

En el último verso de esta estrofa nos encontramos con una raza de perros conocidos como

molosos, los cuales proceden del Medio Oriente y fueron introducidos a Europa por una

región de la antigua Grecia llamada Molosia donde adquirieron ese nombre y también

donde eran empleados en los menesteres de la guerra. Este elemento lo toma el poeta para

darle en su intuición un sentido que logre expresar que así como lastiman las furiosas

mordidas de los perros también lo hacen los efectos del odio y de la guerra.

¡Oh, Señor Jesucristo!, ¡Por qué tardas, qué esperas

para tender tu mano de luz sobre las fieras

y hacer brillar al sol tus divinas banderas!

(Darío 107).

Como vemos, el poeta ruega a Jesucristo que tienda su mano hecha de luz que representa la

claridad y la armonía, elementos que constituyen lo que precisamente necesita una

humanidad envuelta en la confusión y el caos. Además la luz es aquello que sirve para

iluminar, para poder ver en medio de las sombras, así que la intuición del poeta la convierte

en el alivio proveniente del cielo que requiere sobre todas las cosas el sufrimiento que

ensombrece la existencia terrenal del hombre.


Otro elemento que tenemos en esta estrofa son las fieras, aquí podemos observar una

alusión al aspecto puramente instintivo del ser humano, ya que ese rasgo es el que permite

la asociación entre los impulsos salvajes de las fieras y la crueldad de las acciones de los

hombres en que esta parte instintiva prevalece y son quienes han provocado el dolor que

atormenta al mundo. Por otra parte, en el último verso de esta estrofa aparecen unas

banderas que representan el triunfo del Cristo sobre el Anticristo, lo cual conforma el

anhelo supremo del poeta.

Surge de pronto y vierte la esencia de la vida

sobre tanta alma loca, triste o empedernida

que amante de tinieblas tu dulce aurora olvida.

(Darío 107).

En el primer verso de esta estrofa el poeta le pide a Jesucristo que vierta “la esencia de la

vida” sobre las almas desdichadas. Aquí el poeta nos manifiesta que las penas que padece la

humanidad son tan desoladoras que de algún modo podría decirse que se encuentra

moribunda, puesto que sólo trata de soportar aquello que le oprime el alma y le impide

experimentar plenamente la vida.

Por otra parte, en el último verso de la estrofa nos encontramos con una aurora, la cual

adquiere un sentido muy interesante por la intuición del poeta, ya que es la aurora de

Jesucristo que trae el amanecer a las almas que siguen inmersas en la oscuridad de la noche

y así procura el despertar de los hombres que aún están dormidos en lo espiritual y por

consecuencia actúan de forma inconsciente.


Ven, Señor, para hacer la gloria de ti mismo,

ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,

ven a traer amor y paz sobre el abismo.

(Darío 107).

Lo más interesante de esta estrofa es que el poeta le suplica a Jesucristo que transforme al

mundo de una manera radical, puesto que ese “temblor de estrellas” y ese “horror de

cataclismo” harían que los males quedarán atrás, así el “amor y la paz” acabarían con ese

abismo que representa el vacío espiritual que aqueja a la humanidad. Por lo tanto, estamos

ante una especie de purificación en que sólo se agrava el dolor para desvanecer aquello que

lo provoca y así dar paso a una calma definitiva.

Y tu caballo blanco, que miró el visionario,

pase. Y suene el divino clarín extraordinario.

Mi corazón será brasa de tu incensario.

(Darío 107).

En los primeros dos versos de esta última estrofa el poeta vuelve a referirse al libro del

“Apocalipsis”, en el cual se dice que Jesucristo regresará montado sobre un caballo blanco

y los ángeles tocarán los clarines que proclaman el fin de los tiempos. Otra vez por la

intuición los acontecimientos que contempla el poeta tienen un sentido apocalíptico, pero

esta vez inclinado hacia la esperanza, ya que se trata del retorno de Cristo que ha de liberar

a la tierra del caos que tuvo un principio y ahora tiene un final para recobrar así la armonía

que se extiende hacia la eternidad.


Respecto al último verso el poeta nos habla de un modo muy personal, puesto que ofrece su

corazón para calmar su propio sufrimiento, así que el incensario se convierte en el amor de

Jesucristo que representa el fuego que enciende los corazones en el sentido de que les

infunde calor, es decir, los hace sensibles. Es por eso que el poeta quiere entregar el suyo y

así disipar en él todo frío, todo resabio de insensibilidad.

Ahora bien, resulta curioso que lo que ha revelado este análisis no concuerda con el sistema

expresivo que es más representativo de Darío, ya que las palabras, los temas y los

elementos que fueron más recurrentes en su poesía, sobre todo al principio, están ausentes

en este poema. Iván Schulman nos puede ayudar a entender este extraño fenómeno, puesto

que él afirma que “además del mundo poblado de cisnes, pavos reales, sátiros, ninfas; el

decorado de diamantes, rubíes y jaspe; los trabajos de orfebrería, de ebanistería y

cristalería; los ambientes regios y exóticos, hay otro de angustia metafísica, de comprensión

social y de preocupación continental”. (18).

Estamos entonces ante un poema singular dentro de la obra de Darío, en el cual los rasgos

trágicos se relacionan con una separación entre el hombre y Dios, es decir, hay una ruptura

vehemente entre el mundo material y el mundo espiritual en la vida humana, y este cisma

es la fuente de la que brota el sufrimiento, ya que como nos dice José Emilio Pacheco

acerca de la época de Darío, hablamos de la transición del siglo XIX al siglo XX. “Por

primera vez la sociedad humana vive sin la idea de Dios. Entonces se da a erigir sustitutos

de la religión, explicaciones totalizadoras que expliquen el caos de la realidad y la pesadilla

de la historia”. (XXII).
Puesto que nada surge de la nada, ningún poema sale a la luz absolutamente aislado de las

influencias de la época y la cultura en que vive el poeta. Por lo tanto, este poema responde a

las circunstancias de que Darío fue un consciente testigo, y ante esto Enrique Anderson

Imbert nos dice que “se ve que en su torre de marfil Darío no ignoraba lo que ocurría en las

calles, sino que, a su modo, quería defender el espíritu y aun la cultura hispánica,

conminados por la agresión materialista del mundo”. (120).

Esta agresión materialista tiene que ver con el positivismo2 que había ganado bastante

terreno en aquellos años, el cual ante el escepticismo sobre lo que estuviera fuera de la

percepción de los sentidos corporales, negaba todo aquello que se opusiera a su

pensamiento y a sus métodos.

Así que lo divino, lo religioso, lo espiritual, lo mágico, lo misterioso, elementos con los que

se nutre el arte perdieron valor, por lo que este poema representa una protesta frente a esa

situación, ya que cuestiona la promesa positivista del progreso humano cuando el poeta ve

con sus propios ojos una realidad desgarradora. Iván Schulman nos ayuda a entender mejor

este conflicto al afirmar lo siguiente:

El escritor modernista, sensible a las corrientes filosóficas e ideológicas epocales, y

enfrentado al desmoronamiento de la religión y de los valores espirituales iniciado por el

triunfo del positivismo y de la ciencia experimental, produce una literatura que cala hondo,

una literatura que, estudiada en sus aspectos ideológicos y metafísicos es más que una

expresión preciosista, frívola, afrancesada y escapista. (18).

2
Quien esté interesado en profundizar sobre la actitud modernista ante el pensamiento positivista puede
consultar la “Introducción” de la Antología del modernismo.
En este sentido los rasgos trágicos que encontramos en este poema tienen que ver con un

mundo que prospera en los ámbitos científico, tecnológico e industrial, pero todo este

progreso se concentra tan sólo en el aspecto material que a su vez se relaciona

estrechamente con el sistema económico.

Por lo tanto, se produce un fuerte desequilibrio en la vida del ser humano porque se deja de

lado el aspecto espiritual, así que ante esto el poeta experimenta una profunda crisis y a su

vez percibe el sufrimiento de los demás, por eso cree advertir los indicios del fin de los

tiempos y espera el retorno de Cristo porque él representa la espiritualidad perdida, todo lo

que considera esencial en la vida como lo son la paz y el amor.


SEGUNDO CAPÍTULO

“Melancolía” es el siguiente poema que hemos de analizar. En estos versos podremos

apreciar un matiz distinto de la visión trágica del mundo que nos había ofrecido el poema

anterior. Por lo tanto, es preciso ahora observar lo que la intuición del poeta puede

revelarnos mediante las imágenes poéticas que conforman esta expresión lírica en

particular.

Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.

Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.

Voy bajo tempestades y tormentas

ciego de ensueño y loco de armonía.

(Darío 141-142).

Enrique Anderson Imbert nos dice que “el verso primero y el verso final del soneto parecen

dirigirse a Jesús”. (23). Tomando esto en cuenta podemos dar continuidad al diálogo entre

el poeta y Jesús, el cual se mantiene en todos los poemas que constituyen nuestro objeto de

estudio y resulta esencial en la concepción de lo trágico que proponemos.

Ahora bien, en el primer verso de esta estrofa el poeta se expresa a manera de súplica,

considera a Jesús, por decirlo así, un ser iluminado y por tal razón le pide que le diga dónde

puede encontrar la luz. La intuición nos indica que la luz en este caso representa la

sabiduría, puesto que ambas nos permiten ver con claridad, lo cual implica la posibilidad de

comprender las causas de lo que sucede y de lo que se vive.


Sin embargo, lo interesante aquí es que el poeta no le pide a Jesús de su luz, sino más bien

le ruega que le muestre el camino hacia su luz propia, es decir, el poeta no quiere solamente

contemplar la sabiduría de Jesús, antes bien quiere por encima de todo que le enseñe a

cultivarla en su propia alma.

Pero esta petición no surge de un deseo sino de una necesidad, ya que el poeta no ve por

dónde camina ni sabe a dónde se dirige, sólo va soportando el azote de las adversidades de

la vida que están representadas por las tempestades y las tormentas, así que tanto en el

segundo verso como en el tercero el poeta manifiesta su dolor al confesarse espiritualmente

perdido.

Por lo tanto, en el último verso nos encontramos con varios elementos que hacen alusión a

una búsqueda de paz por parte del poeta, ya que tanto el ensueño como la armonía

representan un consuelo ante una realidad caótica y una existencia desdichada, el poeta está

ciego y loco por lo difícil que le resulta mirar y entender los conflictos del mundo que

habitualmente se reflejan en sus ojos.

De este modo la intuición nos permite imaginarlo gravemente confundido, lo cual está

representado por la ceguera y la locura que le impiden ver y hallar un rumbo certero, es por

ello que el poeta busca la sabiduría como alivio, puesto que precisamente lo que le causa

mayor angustia es estar inmerso en una vorágine de acontecimientos sin sentido, pero el

hecho de encontrar a lo que experimenta un claro sentido puede proporcionarle la paz que

necesita e implora a Jesús que en el imaginario cristiano aparece siempre como una figura

capaz de confortar a las almas afligidas.


Ése es mi mal. Soñar. La poesía

es la camisa férrea de mil puntas cruentas

que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas

dejan caer las gotas de mi melancolía.

(Darío 141-142).

En el primer verso de esta estrofa el poeta declara que soñar es aquello que lo hace sufrir,

ya que la intuición nos hace ver que no se trata del sueño que viene mientras dormimos,

sino de un deseo que tiende hacia lo idílico. Por lo tanto, se desata una crisis interior en el

poeta al contemplar una realidad insatisfactoria y al mismo tiempo ansiar un mundo

próspero.

Enseguida, en el segundo verso y parte del tercero, tenemos elementos que reafirman la

misma idea, puesto que el poeta refiere que la poesía


TERCER CAPÍTULO

“SPES” es el último poema que será objeto de nuestro análisis, en el cual podremos advertir

una forma de lo trágico que es distinta a la que revela el poema anterior, pero ambas

comparten un mismo origen. Veamos entonces lo que la intuición del poeta ha logrado

hacer con los elementos que constituyen las imágenes poéticas en este caso.

Jesús, incomparable perdonador de injurias,

óyeme; sembrador de trigo, dame el tierno

pan de tus hostias; dame contra el sañudo infierno

una gracia lustral de iras y lujurias.

(Darío).

En el primer verso de esta estrofa podemos observar claramente que el poeta dirige sus

palabras a Jesús, quien representa la espiritualidad que ha perdido y por lo que ahora sufre,

por esa razón invoca a quien es capaz de perdonar agravios como ningún hombre en la
tierra, así que la intuición lo convierte en el consuelo y en el refugio que un poeta abrumado

por la pena necesita.

En el segundo verso nos encontramos con una súplica en que el poeta ruega a Jesús que

escuche sus palabras, luego lo llama “sembrador de trigo” y aquí tenemos un elemento

interesante, ya que el trigo es un alimento que produce la naturaleza y fortalece al cuerpo

con sus nutrientes, así el poeta por medio de la intuición hace una asociación entre lo

material y lo espiritual.

Por lo tanto, nos dice que Jesús es quien siembra el trigo en los hombres, es decir, es quien

deposita la semilla de la fortaleza que necesita su alma para vivir y es precisamente lo que

anhela el poeta. Enseguida tenemos una nueva súplica, pero esta vez lo que pide el poeta a

Jesús es “el tierno pan de sus hostias” y aquí nos percatamos de que se vuelve a solicitar un

alimento, el poeta tiene hambre, pero no es su cuerpo sino su alma de donde proviene esta

necesidad.

En este sentido la intuición nos permite entender que el poeta afligido busca ser confortado

a través de la ternura de Jesús, en su amor está el sustento del alma y las hostias representan

lo que santifica lo impuro, es decir, aquello que purifica los pecados, y por consecuencia, el

sufrimiento humano.

En los últimos dos versos el poeta vuelve a hacer un ruego, pero ahora ya no pide alimento

sino una gracia que tenga el poder de apartar de él toda ira y lujuria. Además el poeta

quiere también librarse del infierno, pero al parecer no se refiere a él como comúnmente

aparece en el imaginario cristiano.


La intuición del poeta nos manifiesta que esa gracia que anhela de Jesús, es para liberarse

de su infierno interior, ya que si el infierno está lleno de dolor y llanto, esto representa la

amargura que el poeta lleva dentro, la cual está conformada sobre todo por los estragos de

la ira y la lujuria. De este modo, la súplica que se hace es de manera general de consuelo y

de purificación, y Jesús es el indicado para llevar a cabo sin duda esta acción compasiva,

este trabajo de salvación.

Fuentes citadas.

Alonso, Amado. Materia y forma en poesía. Madrid: Gredos, 1986. Impreso.

Anderson Imbert, Enrique. La originalidad de Rubén Darío. Buenos Aires: Centro Editor de

América Latina, 1967. Impreso. ¿?

Armijo, Roberto. “Rubén Darío y su intuición del mundo”. Estudios sobre Rubén Darío. México:

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Bras Ruíz, Ismene Ithaí. “La construcción de lo trágico en la modernidad y la tragedia griega”.

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12 jun. 2016. http://www.posgrado.unam.mx/filosofia/publica/III01brass.pdf

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De Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. México: Espasa - Calpe, 1993. Impreso.?

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Díez de Revenga, Francisco Javier. “Reseña sobre Rubén Darío, poeta trágico. Una nueva visión”.

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Lukács, Georg. “Metafísica de la tragedia”. El alma y las formas. Teoría de la novela. México:

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Pacheco, José Emilio. Antología del modernismo. México: UNAM y Era, 1999. Impreso.

Pacheco, José Emilio. “1899: Rubén Darío vuelve a España”. Rubén Darío. Del símbolo a la

realidad. España: Alfaguara, 2016. Impreso.

Schulman, Iván. Génesis del modernismo. México: Colegio de México, 1968. Impreso.

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