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Ingeniería Bioquímica
Modulo Optativo
Los elementos son incorporados por organismos vivos y convertidos en otros compuestos, que
posteriormente se degradan y generan compuestos inocuos o tóxicos. Un ejemplo de ello es la
degradación del mercurio orgánico a metil mercurio que tiene un alto índice de toxicidad a una
larga retención, esta transformación es realizada por bacterias y hongos en medios acuáticos
ácidos (Roldán, 2007)
Es importante tener en cuenta el tipo de contaminante, sus características, medio sobre el cual
actúa, qué factores lo afectan y la escala a la que actúa.
La tendencia de una sustancia a dar lugar a este proceso está ligada a su hidrofobicidad y se
mide mediante el coeficiente de reparto octanol-agua
Entre las sustancias susceptibles de seguir este proceso destacan aquellas sustancias orgánicas
con propiedades lipofílicas o que resultan difíciles de degradar. Algunos compuestos orgánicos
tienen una gran estabilidad química por lo que los mecanismos biológicos de degradación
habituales resultan extremadamente lentos. Estas sustancias reciben actualmente el nombre
de contaminantes orgánicos persistentes o COPs y, en su mayor parte, son
compuestos organoclorados.
Los metales pesados, al ser elementos, no pueden ser degradados. Ahora bien, los organismos
han estado sometidos a la presencia de metales durante todo el proceso evolutivo, por lo que
tienen mecanismos para secuestrar los metales y excretarlos. Los problemas ocurren cuando
un organismo está expuesto a concentraciones superiores a las usuales, que no pueden excretar
lo suficientemente rápido como para prevenir daños. Estos metales se acumulan en tejidos
óseos en forma inorgánica (plomo) o son transformados en formas orgánicas y acumuladas en
tejidos grasos (mercurio) (López, 2005).
Bibliografía