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Hacia una cultura de la integración en Chile: análisis de la migración peruana a

partir de una perspectiva urbano-rural desde la década de los noventa hasta hoy

Esta sección tiene como propósito esbozar algunas reflexiones en torno al problema de
la integración migratoria a partir de la variable densidad poblacional, según la cual
entenderemos la distinción entre mundo urbano y rural. Cuando hablamos de migración
no hablamos de casos particulares, sino que de un conjunto de voluntades vinculadas
por sus deseos de mejorar su calidad de vida en un país distinto al que pertenecen. Es
una voluntad racional y planificada con propósito definido. Los esfuerzos por “integrar”
a esta multitud de individuos externos a la cultura del país receptor adoptan muchas
estructuras y dinámicas distintas dependiendo del momento histórico y geográfico en la
que se realice el asentamiento de los allegados. Vale decir que el proceso de
integración, es decir, del correcto desarrollo y desenvolvimiento de un individuo en una
sociedad ajena, sin mayores beneficio o perjuicios que las de un nativo local, va a
depender fundamentalmente del lugar de asentamiento del migrante. No es lo mismo
migrar a la capital de un país en desarrollo y fuertemente centralizado que a la periferia
rural de una de sus regiones más extremas.

¿Existe una diferencia fundamental en lo relativo a la integración de inmigrantes entre


los centros más poblados y menos poblados? ¿Y entre el mundo urbano y el mundo
rural? La densidad poblacional de una zona determinada no parece ser a simple vista
uno de los datos más importantes a la hora de pensar en los problemas que acarrea la
inmigración: oportunidad laboral, integración cultural, idioma, derechos sociales, acceso
a la salud, educación y seguridad, entre otros tantos. Pero en esta sección intentaremos
abordar la idea contraria: hay una importante diferencia respecto a los problemas que
pueden darse en las zonas más pobladas respecto de las menos pobladas.

La integración aparece en su sentido más profundo como una de las aristas de la cultura
de una sociedad. Se trata de un proceso que redefine identidades, crea y recrea
imaginarios y en última instancia forja un “deber ser” relativo al óptimo desarrollo
humano. Como los problemas que acarrea son de índole cultural, este proceso adopta
formas muy diversas dependiendo del territorio y la población sobre la que se aplique.
Lo urbano es por naturaleza homogeneizador e integrador. Las identidades colectivas
se disuelven con mayor facilidad en este polo que en el rural. No obstante para el caso
peruano podemos observar una tensión interesante respecto a los conceptos de cultura
y ciudadanía, cuestión que revisaremos posteriormente. No nos atrevemos a defender
que la integración peruana en Chile está resuelta, más bien todo lo contrario, pero por
lo menos en la zona más densamente poblada de Chile, Santiago, parece estar tomando
un curso natural de adaptación, o por lo menos, los migrantes peruanos han logrado un
mayor grado de asociatividad y un estándar de calidad de vida que facilita cualquier
esfuerzo por generar integración cultural. En contraparte, el mundo rural aparece como
un campo de reflexión y análisis abierto y con aún muchos datos por recoger. Esta
situación se torna más compleja cuando se habla de procesos educativos, sobre todo
porque la proporción de migrantes en relación a los nativos se hace más visible en el
mundo rural, donde hay menos gente y los procesos ocurren con un ritmo distinto, más
pausado que en el mundo urbano. El estudio que hemos referenciado al final sobre niños
migrantes peruanos en el sistema educativo chileno concluye que la proporcionalidad
de niños migrantes en colegios rurales es muchísimo mayor a la de sus contrapartes
urbanas. Esta es una dificultad no sólo por cuestiones numéricas, sino porque de forma
cualitativa, el mundo rural es más difícil de acceder en términos de flexibilización cultural
que el urbano, informe y líquido por naturaleza, siempre adaptable, siempre eficiente.

Desde una mirada historiográfica podemos decir que la migración en el país ha


evolucionado desde la necesidad al atractivo y desde las periferias hacia el centro. El
plan migratorio del Chile decimonónico apuntaba a resolver la necesidad de ocupar
tierras sin usar con el doble propósito de afirmar la soberanía con poblamiento e importar
el “espíritu de orden y trabajo”1 que en aquellos tiempos parecía inherente a la raza
europea. Es por esto que se orientaba la migración hacia las periferias y las zonas
extremas, como por ejemplo la migración alemana hacia las regiones de Valdivia y
Llanquihue2 .

De forma inversa, hacia fines del siglo pasado la dinámica de la migración comenzó a
obedecer ya no tanto a la necesidad del país por “importar civilización” sino que más
bien a lo atractivo que se había convertido el país en términos económicos y de
oportunidad laboral para el resto de la población latinoamericana. De ahí que el
fenómeno migratorio haya dado un giro buscando el centro, donde se encuentran las
mejores oportunidades laborales y de inserción al mercado. Este ha sido,
consecuentemente, el objetivo de las oleadas migratorias que ha vivido el país desde
finales del siglo pasado hasta hoy. Como han investigado Torres e Hidalgo “la
procedencia mayoritaria del inmigrante suele ser de origen urbano, aspecto que informa
de sus costumbres sociales y laborales. Esto también acentúa el destino de estas
inmigraciones hacia las grandes áreas urbanas del país, destacándose por sobre el

1
Cano, V., & Soffia, M. Los estudios sobre migración internacional en Chile: apuntes y
comentarios para una agenda de investigación actualizada. Papeles de Población. Vol. 15. N°61.
2009. p. 134.
2
Ibídem, p. 132.
resto del país a la Región Metropolitana de Santiago y en este caso, en especial la
ciudad de Santiago. Ella constituye el centro político, administrativo, económico, cultural
y social del país, en donde se desarrollan un conjunto de procesos económicos, políticos
y culturales que han transformado su imagen en los últimos 40 años3

Si hablamos de la migración peruana en Chile, encontramos que se caracteriza por su


alto grado de asociatividad, facilitado por su mayor presencia en zonas urbanas, algo
que “se representa en una marcada tendencia a la agrupación de sus residencias en
lugares comunes, lo que conduce a la transformación de algunos barrios de las áreas
centrales de la capital en vecindarios multiculturales, en donde la cabida extranjera es
sumamente preponderante y en especial la población peruana”4. Esto facilita que los
migrantes consigan amortiguar el choque cultural, facilitando al mismo tiempo la
oportunidad de comunicación con la cultura chilena. Esta afirmación de la identidad
propia inserta en territorio extranjero alcanza matices interesantes cuando observamos
cómo en las zonas fronterizas “de alguna manera, se empieza a reconocer que la
cercanía geográfica con los países andinos, así como la más expedita movilización y
comunicación, posibilita la doble presencia de los migrantes en sus países de origen y
de acogida, con lo que emergen nuevas formas de concebir la ciudadanía, la familia y
la comunidad de pertenencia.”5 Es decir, cuando observamos estos comportamientos
de los grupos migrantes peruanos tanto en el centro del país (Santiago) como en la zona
fronteriza norte (Arica y Parinacota) podemos percibir que aparece cierta tensión entre
ciudadanía y cultura, conceptos cuya relación ya no parece tan simbiótica como se
hubiese esperado en tiempos anteriores. La evidencia demuestra que la facilidad de
comunicación entre los migrantes peruanos y su país de origen está generando una
nueva manera de entender los lazos de pertenencia y relación entre país de salida y
llegada. Tener ciudadanía chilena ya no implica “ser chileno” en términos culturales.
Esta redefinición de la ciudadanía es algo sobre lo que se debe trabajar para pensar la
integración a futuro.

No obstante, este mayor grado de conectividad con una red económica o incluso social
no asegura la integración, sólo permite que los migrantes puedan construir redes de
asociación entre ellos, pero no implica la creación de un imaginario que armonice las
culturas chilena y peruana. Un ejemplo de que esta mayor conexión no implica
necesariamente una integración en el índole cultural más profundo es patente cuando
“en las zonas de mayor concentración de población de origen peruana se originan

3
Torres, A., & Hidalgo, R., Los peruanos en Santiago de Chile. Polis. N°22. 2009. p. 5
4
Ibídem.
5
Cano & Sofía, “Los estudios sobre migración internacional en Chile”. p. 140.
modificaciones en la morfología y estructura del territorio. Ello se debe a que estos
inmigrantes comienzan a ser predominante en algunos sectores de antiguos barrios con
baja densidad de población, para marcar territorio a través de las transformaciones en
ciertos usos del suelo que revalorizan esos espacios, principalmente esto ocurre con la
función comercial.”6 Es decir, la territorialización de la migración es la cara más visible
de esta deuda que la conectividad tiene para con la integración cultural. Esto es más
ostensible en el caso de la migración peruana, pero es aplicable a cualquier otro grupo
humano migrante.

El elemento racial ha sido una constante respecto a la representación del inmigrante en


Chile. El plan migratorio del XIX se trataba de traer “gente mejor”, vale decir blanca,
europea. Consecuentemente, la integración de los nuevos migrantes en Chile ha pasado
históricamente por el prejuicio racial. Este no ha sido un proceso que haya pasado
desapercibido, pero no se había puesto en la palestra de forma seria para el debate
público sino hasta el tiempo reciente, en que el rostro del chileno promedio ha tendido
a mezclarse con los colores y las formas de la infinita riqueza cultural del continente. El
componente racista que ha sido inherente al proceso migratorio en Chile sigue
manifestando su fuerza en lo que podemos observar hoy en día. La cuestión no se trata
de “ser” inmigrante, sino que de “parecerlo”. En palabras de “esta visión racializada de
la inmigración, lleva a la formulación de discursos alarmistas y altamente mediáticos,
fomentando y consolidando diversos mitos que distorsionan e ideologizan el debate y
sustituyen el necesario análisis objetivo de los hechos a partir de datos empíricos y
estadísticas que den cuenta de las causas y consecuencias sociales y económicas
involucradas en los procesos migratorios.”7

Entonces no basta con que los migrantes generen redes de conectividad y de asociación
que les permitan mantener una vida material suficiente. El desarrollo óptimo del ser
humano no pasa únicamente por la calidad material de vida, sino que también de aquella
que es de orden inmaterial, cultural. Siempre que los migrantes sean vistos con
sospecha, hostilidad o prejuicio no podremos hablar de una integración cultural óptima,
no podremos hablar de un Chile receptivo o a la altura de los desafíos que una
proyección hacia el futuro parece revelar.

6
Torres & Hidalgo, “Los peruanos en Santiago de Chile”. p. 14-15.
7
Canales, Alejandro. "Nueva era de las migraciones en Chile, de la diferenciación migratoria a
la desigualdad social". Rosana Baeninger (ed.). Migrações sul-sul. São Paulo. Universidade
Estadual de Campinas. 2018. p. 39.
Carlos Mondaca, Joaquín Gairín y WIlson Muñoz han recabado algunos números
importantes para el año 2016 y que nosotros tendremos como referencia para abordar
una de las caras de la migración peruana en Chile. Cada vez más los hijos de los
migrantes peruanos están entrando en el sistema educativo chileno, lo cual abre una
discusión importante relativa a cómo se está enseñando la historia y las relaciones
internacionales en el país, si se tiene en cuenta o no la narrativa nacional que traen
consigo las familias extranjeras y si acaso están orientadas a una integración real o a
una mera “chilenización” de los niños peruanos.

Este problema es aún más patente cuando nos percatamos que en ciertas zonas rurales
el porcentaje de niños inmigrantes matriculados en el sistema educativo chileno es
mucho más alto que su contraparte urbana. El estudio mencionado relativo a este tema
asevera que “mientras que la inmensa mayoría de los establecimientos educativos
municipales urbanos los estudiantes extranjeros no sobrepasan el 6% del total de sus
alumnos, en la mayoría de los establecimientos educativos municipales rurales superan
el 20% del total de estudiantes. De hecho, en términos absolutos, el número total de
estudiantes extranjeros en los establecimientos municipales rurales (555 alumnos),
sobrepasa levemente a los ubicados en la zona urbana (539 alumnos), pese a la enorme
diferencia que existe en la cantidad de estudiantes atendidos en cada zona. Para
comprender este fenómeno debemos recordar que uno de los ámbitos laborales
privilegiados donde se desempeña un gran número de migrantes peruanos es el sector
agrícola.”8 Esto quiere decir que proporcionalmente la cantidad de niños migrantes
peruanos en las escuelas rurales dependientes del Ministerio de Educación es mucho
mayor a la que existe en la zona urbana. Cuando pensamos la integración como un
proceso paulatino y a futuro se hace indispensable reflexionar en torno a esta realidad
educativa en donde casi la mitad de todos los niños migrantes matriculados viven en
zonas rurales, lejos de la vorágine modernizadora e integradora de la gran ciudad.

¿Cómo abordamos, dado este panorama, el problema de la cultura y la educación con


vistas a la integración supranacional? A diferencia del proceso educativo de un país,
planificado y orientado hacia fines específicos, el proceso de integración es más
espontáneo y difícilmente puede ser dirigido. Es cierto que pueden aplicarse leyes que
protejan la calidad de vida y la seguridad laboral de los inmigrantes, pero esto nunca
traerá consigo de forma inherente que los nativos acepten a los allegados como parte
de la misma cultura. El problema que surge a partir de esta reflexión es si acaso existe

8
Mondaca, C., & Gairín, J., & Muñoz, W. Estudiantes migrantes peruanos en el sistema educativo
de la región de Arica y Parinacota, norte de Chile. Interciencia, Vol. 43 N°1. 2018. p.34.
algo así como una “cultura Chilena” fácilmente distinguible y definible. ¿Cómo
enseñamos este concepto a los niños en el colegio? La enseñanza que les brindemos
hoy se reflejará en la sociedad del mañana. Es necesario pensar un modelo de cultura
que sobrepase la sola identidad nacional decimonónica y apunte a los elementos en
común de la sociedad latinoamericana y en último término, de la humanidad en general.

¿Desde dónde se puede pensar la integración de mejor manera? La situación de los


migrantes es muy compleja pues cada colectivo pertenecientes a países distintos son
situaciones que deben analizarse por separado. A esto debemos agregar que “del total
de peruanos censados en ese año el 60% era de sexo femenino, lo que verifica la
feminización de la migración peruana en Chile.”9 Este último dato es importante, pues
es muy probable que dichas mujeres pretendan formar familia en el país o traer la que
tienen en su país de origen cuando su situación mejore. Si nos enfrentamos a esta
situación en el futuro parece que el ámbito educativo es la mejor arista para pensar
dispositivos de integración, pues se trata de un esfuerzo razonado y planificado que
puede orientarse para incentivar una cultura continental. Una educación que permita a
los niños chilenos y migrantes a acercarse entre ellos y encontrar más similitudes que
diferencias. Una educación que observe los conflictos internacionales como
aprendizajes históricos y siempre mirando hacia un porvenir armonioso entre los
pueblos latinoamericanos. Una educación que comprenda el fenómeno de la migración
como un movimiento humano históricamente necesario, creador de costumbres y
tradiciones, mezcla de razas y culturas.

En unos días se celebrarán las fiestas patrias peruanas en el Club Hípico de Santiago y
el medio encargado de cubrir esa noticia ha sido el diario La Cuarta del día 12 de julio
del presente año10. Este diario es reconocido por su carácter popular y aparece como
una importante fuente de información para el “chileno de a pie”. El artículo extiende la
invitación a participar en la fiesta, en la que se ofrecerá de todo tipo de elementos para
celebrar la independencia del Perú entre chilenos y peruanos. Este evento, aparece
como una de las vías de comunicación intercultural más inmediatas y tangibles, por lo
menos en lo que concierne a la identidad latinoamericana, si es que existe, como un
sentimiento de autonomía ante la dominación externa. Ese mismo ideal de autonomía
podría plasmarse en una cultura de la integración, en la que cualquier individuo es capaz
de llevar a cabo su deseo de desenvolverse y desarrollarse en su lugar de preferencia,
sin que este deba ser necesariamente su lugar origen. La creciente conectividad y el

9
Torres & Hidalgo, “Los peruanos en Santiago de Chile”. p.6.
10
https://www.lacuarta.com/cronica/noticia/celebracion-fiestas-patrias-peruanas-chile/386744/
crecimiento económico facilita que los migrantes peruanos alcancen ciertos estándares
materiales, pero no se hace cargo de lo que concierne a la sociedad y al bienestar de
una cultura.

¿Tiene entonces el problema enunciado al principio alguna solución posible? Uno de los
elementos al que hemos hecho referencia como idea fuerza es el de la educación, que
debe proyectarse con mayor ímpetu hacia una sociedad continental, una cultura
latinoamericana integrada por definición. Obviamente, esta no es la respuesta final y
definitiva al problema de la integración, pero sí que tiene la facultad de proyectar un
programa a todos los rincones del país donde haya un establecimiento educativo.
Quizás sea más pertinente comenzar por el centro, ya que la fricción de la cotidianidad
parece haberse resuelto de mejor manera, lo que facilita cualquier proyecto integrador.

Bibliografía:

Canales, Alejandro. "Nueva era de las migraciones en Chile, de la diferenciación migratoria a la


desigualdad social". Rosana Baeninger (ed.). Migracoes sul-sul. Sao Paulo. Universidade
Estadual de Campinas. 2018.

Cano, V., & Soffia, M. Los estudios sobre migración internacional en Chile: apuntes y comentarios
para una agenda de investigación actualizada. Papeles de Población. Vol. 15. N°61. 2009.

Mondaca, C., & Gairín, J., & Muñoz, W. . Estudiantes migrantes peruanos en el sistema educativo
de la región de Arica y Parinacota, norte de Chile. Interciencia, Vol. 43 N°1. 2018.

Torres, A., & Hidalgo, R., Los peruanos en Santiago de Chile. Polis. N°22. 2009.

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