Sei sulla pagina 1di 5

2 ESTACION

Jesús, yo puse la Cruz en tus hombros, yo hundí la espada en el corazón de tu madre. ¿Por
qué me niego a amar? ¿Por qué me niego a perdonar? ¿Por qué le echo la culpa a otros?
Torpemente le hago caso a mi soberbia, y es que quiero tener siempre razón, así ¡Oh, mi
Jesús! hasta he humillado a las personas que amo.

Vuelve a mi tu mirada Jesús misericordioso, tú me conoces, tú conoces los desconsuelos


y angustias que esconde mi sonrisa, tu Señor que miras mi corazón y estas más adentro
de mí que yo mismo, te pido me enseñes a apreciar la fatiga de mi vida y mi enfermedad,
enséñame a sobrellevar los dolores que solo tú conoces y ofrecértelos, enséñame a llevar
mi cruz diariamente, con amor y santa alegría. Enséñame a no buscar mayor consuelo que
el de tu amor que escucha el silencio de mis sufrimientos. Si mi miseria es grande, tu
misericordia sea más grande para mí, oh mi buen Jesús.

3 ESTACION

Gracias Jesús, porque al caer bajo el peso de nuestras faltas, te levantas de nuevo por
amor a nosotros, te rogamos nos ayudes, a los que estamos aplastados por el pecado, a
ponernos de pie y volver a luchar. Mirándote pienso en las muchas veces que caigo y siento
que no tengo fuerzas para levantarme, hoy pienso en mi falta de amor hacia a ti, en mis
irreverencias en la iglesia, en mi pobre oración, en lo fácil que me distraigo en la eucaristía
y hasta hoy estando frente a ti.

Oh Madre mía, enséñame a orar bien, para honrar a tu Hijo Jesús y obtener la gracia de
llevar mi cruz con paz. Jesús misericordioso, protégeme de todo, hasta de la más pequeña
infidelidad voluntaria y consciente.

4 ESTACION

La cruz de Jesús es la espada de María. Con inmenso amor mira María a Jesús; sus ojos
se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor. El alma de María queda
sumergida en la amargura de Jesucristo, porque después de Jesús, no había dolor
comparado al dolor de María. Pero nadie se daba cuenta, nadie; excepto Jesús. María es
el modelo del silencio que, aún en medio del dolor más desgarrador, fue bálsamo de ternura
y de fidelidad a la voluntad divina.

Oh, María, tú que has recorrido el camino de la cruz junto con Jesús, ayúdanos a obtener
la gracia del abandono, a aceptar siempre y en todo la Voluntad del Padre, y que, ante el
sufrimiento, el rechazo y la dura prueba, nunca dudemos del amor de Dios.
5 ESTACION

Jesús está cansado, su paso se entorpece más y más, los soldados tienen prisa por acabar;
toman sorpresivamente a Simón de Cirene, y lo fuerzan a llevar la cruz de Jesús.

Señor mío, me cuesta entender porque un humano te ayuda a llevar la cruz, inútil ayuda.
Pero a ti te basta una sonrisa, una palabra, un gesto, un poco de amor para derramar
abundantemente tu gracia sobre el alma del amigo. Yo soy Simón, el cireneo, yo te encontré
sin haberte buscado. Hoy me doy cuenta que a veces la Cruz aparece sin buscarla, y eres
tú, Amado mío, quien andaba preguntando por mí.

Jesús mío, enséñame a amar y a desear verdaderamente tu cruz, dame fuerza para llevarla
a todos los corazones del mundo, y enséñame a amarla con alegría por aquellos que aún
no la aman.

6 ESTACION

El rostro bienamado de Jesús, que había sonreído a los niños y se había transfigurado de
gloria, está ahora como oculto por el dolor. Una mujer, Verónica, se abre paso entre la
muchedumbre, llevando un lienzo blanco plegado, con el que limpia piadosamente el rostro
de Jesús y en donde el Señor deja grabada su Santa Faz. Gracias amado mío, por el
escándalo de tu cruz.

Señor, que, en esta cuaresma, yo me decida a arrancar, mediante la penitencia, la triste


careta que me he forjado con mi miseria. Y mediante el camino de la contemplación y la
reparación, pueda, ir copiando fielmente los rasgos de tu vida para así, parecerme más y
más a ti.

7 ESTACION

Jesús responde a nuestra insistencia por caer en el pecado con su insistencia en


redimirnos, con abundancia de perdón, por eso se levanta.

Hoy recuerdo a Pedro cuando te dijo: “Señor, aléjate de mí porque soy un pecador”. Señor,
que este sea mi primer paso como discípulo tuyo, acusarme, reconocerme a mí mismo
como pecador indigno de ti, para sentir mi propia miseria ante ti, Jesús. Señor, haz que mi
pecado me haga sentir vergüenza de corazón para poder seguirte y servirte. Señor, que los
tropiezos y derrotas no nos aparten ya más de ti y como el niño débil, nos arrojemos
arrepentidos en los brazos fuertes del Padre y nos aferremos a tu yugo. Sólo ese
arrepentimiento y esa humildad transformarán nuestra flaqueza humana en fortaleza divina.
8 ESTACION

Algunas mujeres siguen el paso del Señor y sin poder contener su compasión rompen en
lágrimas al recordar a la gente que decía amar a Jesús. Pero el Señor quiere encauzar ese
llanto hacia un motivo más sobrenatural, y las invita a llorar por sus propios pecados y los
del mundo entero, que son la verdadera causa del sufrimiento de Jesús.

Jesús, enséñanos a llorar, como lloraste sobre Lázaro, tu amigo y tu ciudad, Jerusalén. El
Maestro pasa, una y otra vez, muy cerca de nosotros. Nos mira… Y si le miras, si le
escuchas, si no le rechazas, El te enseñará cómo dar sentido sobrenatural a todos tus
sufrimientos… Y entonces tú también sembrarás, donde te encuentres, consuelo y paz y
alegría. Si amas al Señor, no habrá criatura que no encuentre sitio en tu corazón.

9 ESTACION

Jesús no se sostiene en pie, le faltan las fuerzas, y cae agotado en tierra, pero se levanta.
Tú también debes vencerte para no abandonar el camino, esa pelea es una auténtica
muestra del amor de Dios, que nos quiere fuertes, porque, la virtud se fortalece en la
debilidad. El Señor sabe que, cuando nos sentimos flojos, nos acercamos a Él, rezamos
mejor, nos mortificamos más, intensificamos el amor al prójimo. Así nos hacemos santos.
Gracias Dios mío "porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos, y se las has
revelado a la gente sencilla".

Y tú, levántate no temas, Dios es tu Padre infinitamente sabio y misericordioso, no puede


enviarte nada malo. Eso que te preocupa, te conviene, aunque tus ojos de carne, ahora
estén ciegos.

10 ESTACION

Nada le ha quedado al Señor, sino un madero. Desde la sentencia hasta el Calvario han
llovido sobre Jesús los insultos, burlas, escarnios y blasfemias, pero el no exclamo ni una
queja, ni una palabra de protesta aun cuando, sin contemplaciones, arrancan los vestidos
de su piel.

Señor Jesús, que insensato soy al intentar siempre justificarme, al querer siempre salir
ganando, al decir tantas y tantas palabras vanas. Hoy quiero proponerme trabajar y sufrir
por ti Señor, en silencio. Dios es exigente. Pide amor de verdad; no quiere traidores. Hay
que ser fieles a esa pelea sobrenatural, que es ser feliz en la tierra a fuerza de sacrificio.
Pero no te entristezcas, al que hace lo que puede, Dios no le niega su gracia. Nuestro Señor
es Padre, y si un hijo le dice en la quietud de su corazón: Padre mío del Cielo, aquí estoy
yo, ayúdame; o si acude a la Madre de Dios, que es Madre nuestra, saldrá victorioso.
11 ESTACION

Junto a los martillazos que traspasan a Jesús, resuenan las palabras proféticas de la
Escritura Santa: ¡Pueblo mío! ¿Qué te hice o en qué te he molestado? ¡Respóndeme!

Talvez pensamos que no era necesario tanto tormento, que Él pudo haber evitado aquellas
amarguras, las humillaciones, los malos tratos, la vergüenza publica, los clavos, y la lanza.
Pero quiso sufrir todo eso por ti y por mí. Y nosotros, ¿No vamos a corresponderle?
Cada crucifijo es como un reproche cariñoso de mi Dios: ...Yo sufriendo, y tú... cobarde. Yo
amándote, y tú olvidándome. Yo pidiéndote, y tú... negándome. Yo, aquí, con gesto de
Sacerdote Eterno, padeciendo todo por amor a ti... y tú te quejas ante la menor
incomprensión, ante la humillación más pequeña.

Ama la cruz de Jesús, mírala de vez en cuando... Cuando llegue la fatiga, los ojos se te irán
hacia Jesús, y hallarás nueva fuerza para seguir adelante.

12 ESTACION

Una Cruz. Un cuerpo cosido con clavos al madero. El costado abierto... Con Jesús quedan
sólo su Madre, unas mujeres y un joven. Los apóstoles, ¿dónde están? ¿Y los cojos, los
ciegos, los leprosos sanados? ¿dónde están? ¿Y los que le aclamaban?... ¡Nadie responde!
Cristo, rodeado de silencio.

También tú puedes sentir algún día la soledad del Señor en la Cruz. Entonces busca el
apoyo de Jesús. Busca cobijo en las llagas de sus manos, de sus pies, de su costado. Y se
renovará tu voluntad de comenzar, y emprenderás el camino con mayor decisión y eficacia.

Jesús en la Cruz no estaba rabioso, rebelde o vengativo con nosotros. El sufrió todo lo que
pudo, pero amaba más de lo que padecía. Después de muerto, dejo que una lanza abriera
otra llaga, para que tú y yo encontráramos refugio en su Corazón amorosísimo.

Señor, hoy quiero ser como el ladrón arrepentido, aquel que mirándote sangrar y agonizar
reconoció en ti, la gloria infinita de un Dios misericordioso, aquel que, aunque merecía
castigo, robó con una palabra tu corazón y se abrió las puertas del Cielo.

Ayúdame Jesús mío, a no crucificarte más, a amarte Jesús mío, a amarte, porque desde
que naciste, desde que eras un bebito en Belén, te abandonaste indefenso en mis brazos,
confiado en mí lealtad.
13 ESTACION

Estaba recostado, frío y desfigurado, en los brazos de su madre, bajo la mirada de sus ojos
llorando. Solo ella vio, bajo esa cara harapienta y muerta, el rostro luminoso de un Dios
vivo. Recuérdame esta imagen consoladora Mamita María, cuando mis ojos estén llorosos
por alguna aflicción. Solo los ojos llenos de lágrimas ven bien, ellos ven profundamente,
ven todo. Solo aquellos que han aprendido a escribir "sumergiendo la pluma en sus
lágrimas" llenan dignamente el libro de su vida.

Benditos de mi Padre, ¡Animo!... Continúen contra corriente, protegidos por el Corazón


Materno y Purísimo de la Virgen María, ella es nuestro refugio y fortaleza. Y tú, acude a
María con tierna devoción de hijo, y Ella te alcanzará esa lealtad y abnegación que deseas.

14 ESTACION

Señor, ayúdame a ser como Nicodemo y José de Arimatea, para subir valientemente al pie
de la Cruz, y abrazar tu Cuerpo frío, con el fuego de mi amor, que yo pueda desclavarte
con mis desagravios y mortificaciones, envolverte con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y
enterrarte en mi pecho de roca viva, de donde nadie te pueda arrancar, ¡para que ahí,
Señor, ¡tú puedas descansar!

Jesús mío, en mi no se puede confiar, soy capaz de las peores barbaridades, tú lo sabes,
no puedo ser fiel. Pero esa incertidumbre es una de las bondades del Amor de Dios, que
me lleva a estar, como un niño, agarrado a los brazos de mi Padre, luchando cada día un
poco para no apartarme de Él. Jesús mío, enséñame a pensar primero en los demás, y a
pesar de mis errores, pueda yo dejar un rastro de bien en la tierra.

Potrebbero piacerti anche