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Referencias bibliográficas
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Cuestionario
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Guión
Pregunta: 1. Distingue y relaciona la capacidad natural humana de conocer a Dios y la que resulta
de la fe como respuesta a la Revelación.
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Es posible identificar la maduración que Israel fue viviendo de su propia fe, que le
exigió una permanente confrontación con la idea politeísta y henoteísta que dominaba
en su entorno. Israel logra identificar el vínculo profundo de Yahveh con ellos como
“su” Dios, y también lo reconoce como el único Dios vivo y verdadero. Delante de él,
todos los demás son ídolos (Cf. Sal 115).
La Alianza establece el vínculo fuerte de Dios con su pueblo. Ellos lo viven con la
obediencia de la Ley y del Culto, y reciben la promesa de la tierra y la descendencia.
Todas las instituciones de Israel y el ritmo de su vida se relacionan con Dios. Se
verifica a nivel colectivo y personal.
Se trata del Dios único. La revelación a Abraham contiene ya la afirmación fuerte del
monoteísmo. El pueblo elegido debe atender continuamente el llamado profético a
mantenerse fieles. Sólo a Él deben amar (Dt 6,4-5).
La historia completa del pueblo es interpretada a partir de la fidelidad con Dios. Para
ello se emplean hermosas figuras, como la de un esposo o una madre. Los profetas
desarrollan una continua misión de convocación a rechazara la idolatría y volver a la
fidelidad.
El Dios vivo es el Creador, del que proviene todo el universo. La vida, particularmente
la humana, brota de su propio aliento, de modo que Él es su dueño. Al mismo tiempo,
es el Dios que actúa en la historia y toma partido por su pueblo.
El Dios de Israel es un Dios compasivo y misericordioso, fiel y veraz. Su paso ante
Moisés presenta una hermosa síntesis de los atributos divinos del Antiguo Testamento:
“Señor, Señor, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y
fidelidad” (Ex 34,5-6).
De particular densidad es la revelación del nombre de Dios que recibe Moisés. El más
genérico “el” se perfila como Yahveh, el que es. El término ha conocido diversas
interpretaciones, desde la evasión de una respuesta hasta la lectura metafísica del
existente en sí mismo. El sentido más original debe entenderse en referencia a la
fidelidad divina (es el Dios que ha estado con los padres y que seguirá estando con su
pueblo, salvándolo). CICat 206-207: “Este Nombre Divino es misterioso como Dios
es Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y como el rechazo de un nombre propio,
y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que Él es, infinitamente por encima
de todo lo que podemos comprender o decir: es el "Dios escondido" (Is 45,15), su
Nombre es inefable (cf. Jc 13,18), y es el Dios que se acerca a los hombres. Al revelar
su nombre, Dios revela, al mismo tiempo, su fidelidad que es de siempre y para
siempre, valedera para el pasado ("Yo soy el Dios de tus padres", Ex 3,6) como para
el porvenir ("Yo estaré contigo", Ex 3,12). Dios, que revela su Nombre como ‘Yo soy’,
se revela como el Dios que está siempre allí, presente junto a su pueblo para salvarlo”.
De tal manera se considera relevante el Nombre, que los judíos no lo pronuncian.
La trascendencia de Dios hace que se hable también de determinadas mediaciones
(palabra, espíritu, sabiduría, ángel), que servirán como base para la explicitación de
las tres divinas personas. Algunas figuras misteriosas (“hagamos” en la creación: cf.
Gn 1,26, y los tres ángeles que visitan a Abraham: cf. Gn 18,1-16) pueden tener una
explicación en su sentido literal, pero no dejan de ser sugestivas imágenes que
anuncian la Trinidad.
Yahveh es el mismo Dios del Nuevo Testamento, pero conocido en profundidad.
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Pregunta: 2. Señala los principales atributos del Dios revelado en el Antiguo Testamento.
Pregunta: 3. Comenta el contenido teológico de la revelación del “nombre” de Dios en el Antiguo
Testamento
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II – Formulación dogmática trinitaria y desarrollo teológico
4. Formulaciones prenicenas del misterio divino
En continuidad con la maduración del Nuevo Testamento, integrando tanto la línea
joánica como la paulina, los primeros padres de la Iglesia (Clemente Romano, Ignacio
de Antioquía) buscan caminos para expresar el misterio de Dios.
Ante las objeciones presentadas a la fe cristiana, los apologetas (Justino) buscan
medios de expresarla y explicarla.
Ireneo de Lyon logra una síntesis brillante en clave histórico-salvífica.
Al igual que él, Tertuliano presenta la regula fidei consistente precisamente en la
profesión de fe trinitaria, y junto con Orígenes va delineando un vocabulario técnico
para referir el misterio de Dios.
Desde este período se identifican las orientaciones heréticas que pueden darse en la
doctrina trinitaria: el subordinacionismo (entender en distinto grado la divinidad de las
personas), el sabelianismo (entender la diferencia de las personas sólo como modos de
presentarse), el triteísmo (la ruptura de la unidad sustancial).
Pregunta: 7. Ejemplifica la primitiva fe trinitaria de la Iglesia con dos autores prenicenos.
Pregunta: 8. Identifica los diversos modos como el Concilio de Nicea define la divinidad del Hijo.
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En este mismo tiempo se desarrolla la herejía macedoniana (pneumatómacos), que
niega la divinidad del Espíritu Santo, entendiéndolo más bien como una fuerza desde
la que se eleva la alabanza al Padre. Los capadocios desarrollan una teología que
articula la pneumatología y da base a las formulaciones del Credo del Concilio de
Constantinopla.
El lenguaje propiciado en este momento es más bien litúrgico y soteriológico. Al igual
que Cristo, el Espíritu Santo es reconocido como “Señor”, identificándose lo propio
de su acción como “Vivificador”. Si el plan de Dios incluye la divinización del
hombre, y esta obra la lleva a cabo el Espíritu Santo, debe reconocérsele como divino.
En la liturgia, se le distingue no sólo como principio que mueve a los creyentes a dirigir
su alabanza al Padre, sino que Él mismo recibe también la glorificación (“recibe una
misma adoración y gloria”). No deja de recordarse su función desde el Antiguo
Testamento (“habló por los profetas”). Para hablar de su origen respecto al Padre, se
toma la expresión joánica “procedente”.
El desarrollo occidental añadió a la fórmula constantinopolitana la participación del
Hijo en la procesión del Espíritu Santo (“filioque”). Las iglesias ortodoxas rechazan
esta expresión, subrayando al Padre como fuente única de la divinidad. Ellos sólo
aceptan la intervención del Hijo en el plano económico, no en el teológico. No
obstante, la expresión debe considerarse legítima y razonable (cf. CICat 248).
7. Tres planteamientos teológicos clásicos: San Agustín, Ricardo de san Víctor, Tomás
de Aquino
Son muchos los autores que a lo largo de la historia de la Iglesia han consagrado su
esfuerzo reflexivo a exponer el misterio de la Trinidad (Teología). Su servicio permite
a la comunidad alcanzar cierta comprensión de su fe, suscitando la admiración y
precisando el lenguaje.
Entre los padres de la Iglesia destaca san Agustín, quien consciente de que la obra de
la Creación no podía sino llevar la huella de Dios, identifica en el espíritu humano su
imagen y semejanza, de modo que de alguna manera la comparación de las divinas
personas con la estructura antropológica superior puede acercarnos a su comprensión
(doctrina psicológica de la Trinidad). Identificando en distintas triadas las funciones
superiores del alma, las refiere a las tres divinas personas (por ejemplo, mens, notitia,
amor; memoria, intelligentia, voluntas).
Entre los autores medievales, Ricardo de san Victor elabora una propuesta original
basada en el amor, señalando al Padre como el Amante, al Hijo como el Amado y al
Espíritu como el Condilecto.
Una de las más poderosas síntesis del pensamiento cristiano la elabora Tomás de
Aquino, a propósito del misterio trinitario. Asume en notable equilibrio las doctrinas
anteriores a él, y argumenta señalando lo absoluto y lo relacional en Dios. Destaca en
particular su identificación de la “persona” en Dios como “relación subsistente”.
Pregunta: 10. ¿En qué consiste la analogía psicológica de la Trinidad propuesta por san Agustín?
Pregunta: 11. ¿Dónde radica la originalidad del planteamiento trinitario de Ricardo de san Víctor?
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Pregunta: 12. ¿Cuál es la principal aportación de santo Tomás de Aquino a la teología trinitaria?
8. Formulaciones sintéticas
A lo largo de la historia, la Iglesia ha buscado establecer fórmulas que expresen de
mejor manera el misterio trinitario.
En su carta a Dionisio de Alejandría, Dionisio de Roma llama a la monarquía divina
“la enseñanza más venerable de la Iglesia” (DzH 112), denunciando tanto el tritesísmo
como el sabelianismo. Un concilio romano presidido por el mismo Dionisio señala:
“Esta es, pues, la salvación de los cristianos: que creyendo en la Trinidad, es decir, en
el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Santo, y bautizados en su nombre, creamos sin
duda alguna que ella es una sola divinidad y potencia, majestad y sustancia” (DzH
176).
Los sínodos toledanos elaboran fórmulas semejantes. El primero: “Creemos en un solo
Dios verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo… Que este Dios es único y única es la
Trinidad de su nombre divino. Que el Padre no es el Hijo, sino que tiene un Hijo que
no es el Padre. Que el Hijo no es el Padre, sino que es el Hijo de Dios… Que existe
también el Espíritu Paráclito, que no es ni el Padre ni el Hijo, sino que procede del
Padre…” (DzH 188). Particularmente luminoso es el décimo primero (cf. DzH 525-
532).
Semejante a éste, el Quicumque, que en su apartado trinitario dice lo siguiente: “Esta
es la Fe Católica: que veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en unidad.
Ni confundimos las personas, ni separamos las substancias. Porque otra es la persona
del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo: Pero la divinidad del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo es una, es igual su gloria, es coeterna su majestad. Como el
Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo. Increado el Padre, increado el Hijo, increado el
Espíritu Santo. Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo. Eterno
el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres eternos, sino
uno eterno. Como no son tres increados ni tres inmensos, sino uno increado y uno
inmenso. Igualmente omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el
Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres omnipotentes, sino uno omnipotente. Como es
Dios el Padre, es Dios el Hijo, es Dios el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres dioses,
sino un Dios. Como es Señor el Padre, es Señor el Hijo, es Señor el Espíritu Santo. Y,
sin embargo, no tres señores sino un Señor. Porque, así como la verdad cristiana nos
compele a confesar que cualquiera de las personas es, singularmente, Dios y Señor,
así la religión católica nos prohíbe decir que son tres Dioses o Señores. Al Padre nadie
lo hizo: ni lo creó, ni lo engendró. El Hijo es sólo del Padre: no hecho, ni creado, sino
engendrado. El Espíritu Santo es del Padre y del Hijo: no hecho, ni creado, ni
engendrado, sino procedente de ellos. Por tanto, un Padre, no tres Padres; un Hijo, no
tres Hijos, un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos. Y en esta Trinidad nada es
primero o posterior, nada mayor o menor: sino todas la tres personas son coeternas y
coiguales las unas para con las otras. Así, para que la unidad en la Trinidad y la
Trinidad en la unidad sea venerada por todo, como se dijo antes. Quien quiere salvarse,
por tanto, así debe sentir de la Trinidad”.
Junto con estas fórmulas y a través de discusiones teológicas, se perfiló también un
lenguaje técnico que puede considerarse clásico. CICat 251: “Para la formulación del
dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de
nociones de origen filosófico: ‘substancia’, ‘persona’ o ‘hipóstasis’, ‘relación’, etc. Al
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hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo,
sorprendente, a estos términos destinados también a significar en adelante un Misterio
inefable, ‘infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida
humana’”.
CICat 252: “La Iglesia utiliza el término ‘substancia’ (traducido a veces también por
‘esencia’ o por ¿naturaleza’) para designar el ser divino en su unidad; el término
‘persona’ o ‘hipóstasis’ para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en su
distinción real entre sí; el término ‘relación’ para designar el hecho de que su distinción
reside en la referencia de cada uno a los otros.
Pedagógicamente, la doctrina tomista de la Trinidad se solía recoger en la fórmula: en
Dios distinguimos una naturaleza, dos procesiones, tres personas, cuatro relaciones y
cinco nociones. Es decir: la naturaleza divina; la procesión del Hijo y del Espíritu
Santo (a las que, en el plano económico, corresponden las dos misiones); las personas
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; las relaciones de Paternidad, Filiación,
Espiración activa y Procesión (espiración pasiva); las nociones de Innascibilidad,
Paternidad (exclusivas del Padre), Filiación (exclusiva del Hijo), Espiración Activa
(común del Padre y del Hijo) y Espiración Pasiva (exclusiva del Hijo).
Entre los términos técnicos, destacan:
o Naturaleza, esencia o substancia: con ello se indica lo que Dios es, la divinidad.
o Persona, hipóstasis: con ello se indica la distinción en Dios, señalando al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo.
o Relación: con ello se indica la referencia entre las divinas personas. Tres de
ellas son “subsistentes”, en cuanto constituyen a las personas (Paternidad,
Filiación, Espiración pasiva).
o Procesión: con ello se indica que el Hijo y el Espíritu tienen como fuente al
Padre.
o Perijóresis: con ello se indica la común participación de la esencia o vida
divina, de modo que, sin dejar de ser cada divina persona quien es, la presencia
de una conlleva la presencia de las otras.
o Atributo: con ello se indica una perfección que podemos predicar de Dios.
o Propiedad personal: con ello se indica una realidad que compete a una sola
persona.
o Apropiación: con ello se indica una acción o propiedad que, aunque en sentido
estricto compete a las tres divinas personas, por pertinencia pedagógica se
predica de una de ellas (así, del Padre la Creación, del Hijo la redención, del
Espíritu la Santificación).
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III – Visión sistemática
9. Condiciones del lenguaje teológico
CICat 42-43: “Dios transciende toda criatura. Es preciso, pues, purificar sin cesar
nuestro lenguaje de todo lo que tiene de limitado, de expresión por medio de imágenes,
de imperfecto, para no confundir al Dios ‘que está por encima de todo nombre y de
todo entendimiento, el invisible y fuera de todo alcance’ (Liturgia bizantina. Anáfora
de san Juan Crisóstomo) con nuestras representaciones humanas. Nuestras palabras
humanas quedan siempre más acá del Misterio de Dios. Al hablar así de Dios, nuestro
lenguaje se expresa ciertamente de modo humano, pero capta realmente a Dios mismo,
sin poder, no obstante, expresarlo en su infinita simplicidad. Es preciso recordar, en
efecto, que ‘entre el Creador y la criatura no se puede señalar una semejanza tal que la
desemejanza entre ellos no sea mayor todavía’ (Concilio de Letrán IV: DS 806), y que
‘nosotros no podemos captar de Dios lo que Él es, sino solamente lo que no es, y cómo
los otros seres se sitúan con relación a Ël’ (Santo Tomás de Aquino, Summa contra
gentiles, 1,30)”. Agustín: “Si lo comprendieras, no sería Dios” (Sermones, 52,6,16).
CICat 237: “La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios
escondidos en Dios, ‘que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto’
(Concilio Vaticano I: DS 3015). Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser
trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento.
Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a
la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el
envío del Espíritu Santo”.
Para hablar adecuadamente del misterio divino, el cristiano es orientado por el lenguaje
mismo de la Revelación, y el que la Tradición ha ido acuñando y ha demostrado ser
pertinente para hablar de Dios. Manteniendo una crítica prudente ante la evolución de
los términos, habrá de realizar una tarea de explicación y aún de reformulación, cuando
sea necesario, pero de tal manera que la continuidad de la fe resulte evidente.
Pregunta: 15. Describe la especificidad del lenguaje teológico al referirse al misterio divino.
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La afirmación de Dios tiene repercursiones espirituales, morales y pastorales. La fe en
el único Dios se convierte en el imperativo de adorarlo y amarlo sobre todas las cosas
(cf. Dt 6,4; Mc 12,29), reconociendo su majestad, viviendo en acción de gracias,
confiando en Él, y como derivación reconociendo la unidad y dignidad de todos los
hombres y usando bien de todo lo creado (cf. CICat 222-227). Esta certeza
fundamental es el centro de toda acción eclesial.
Desde la profesión de fe en el único Dios y su acción en el mundo se reconocen como
errores el ateísmo, el deísmo, el politeísmo, el panteísmo y el agnosticismo.
Pregunta: 16. De cara a las formulaciones incorrectas del misterio divino, comenta la relevancia de
la unidad y unicidad de Dios.
En sus acciones ad extra, las divinas personas operan en común. CICat 258: “Toda la
economía divina es la obra común de las tres Personas divinas. Porque la Trinidad, del
mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y
misma operación (cf. Concilio de Constantinopla II, año 553: DS 421). ‘El Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio’
(Concilio de Florencia, año 1442: DS 1331). Sin embargo, cada Persona divina realiza
la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo
Testamento (cf. 1 Co 8,6): ‘Uno es Dios [...] y Padre de quien proceden todas las cosas,
Uno el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y Uno el Espíritu Santo en
quien son todas las cosas (Concilio de Constantinopla II: DS 421). Son, sobre todo,
las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que
manifiestan las propiedades de las personas divinas”. Así, la economía divina da a
conocer la propiedad de las personas divinas y su única naturaleza (cf. CICat 259).
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Expresado con una fórmula célebre de Karl Rahner, que, sin embargo, requiere sus
matices: “La Trinidad económica es la inmanente”.
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Pregunta: 20. ¿De qué manera la comunión intratrinitaria puede ser un referente teológico para la
antropología?
Pregunta: 21. Señala los alcances y límites de las palabras “naturaleza” y “persona” utilizadas
para hablar de Dios.
Pregunta: 22. Emite un juicio teológico sobre la crítica al monoteísmo como fuente de violencia.
Pregunta: 23. Señala las orientaciones teológicas de dos autores modernos o contemporáneos al
abordar el misterio trinitario.
Pregunta: 24. De cara al secularismo contemporáneo, argumenta sobre la plausibilidad de la
acción de Dios en la historia humana
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