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GUSTAVO CARLOS BITOCCHI 1

HUMANUS PROGRESSUS: LA FAMILIA Y EL BIEN COMÚN

Humanus progressus : la familia y el bien común


[según la visión personalista]

GUSTAVO CARLOS BITOCCHI


UNSTA, Universidad del Norte “Santo Tomás de Aquino”
bitocchi@gmail.com
https://unsta.academia.edu/GustavoCarlosBitocchi
BUENOS AIRES, ABRIL DE 2010

Sumario
1. El bien común
2. La madurez social
3. La proyección social de la familia
4. Lo social y el bien común de todos nosotros
5. El paso de lo social a lo político
6. El humanus progressus: un problema de conciencia

Introducción
“El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los
hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia y
el intelecto, de la que pueda resultar un progreso realmente humano (humanus
progressus).” Caritas in veritate # 9- BENEDICTO XVI
Es nuestro propósito indagar sobre las relaciones entre bien común, familia y
madurez social; entrever sus relaciones, desde una mirada complexiva e
inquirir sobre el progreso de los pueblos. Además subrayar la necesidad del
hombre en convertirse en humanizador para el bien de todos nosotros. Y,
finalmente, cómo esto puede abortarse si el hombre hace un mal uso de la
libertad a partir de un problema de conciencia mal resuelto. Por último, una
propuesta enmendadora.
La visión personalista. “Es una corriente filosófica de corte realista que está
basada y centrada en la persona humana y extraída de la experiencia radical de
un yo que se reconoce como persona: el yo personal. La noción de persona es
esencial y originante del planteo personalista porque ésta tiene un valor en sí
mismo. El yo tiene un carácter biográfico y narrativo aunque esencialmente
su identidad permanezca invariable. Se caracteriza por subrayar lo afectivo, lo
interpersonal, lo narrativo-biográfico de su existencia, lo donal-solidario y su
apertura a lo trascendente. Además de insistirse fuertemente en su
coexistencialidad, su ser con, es decir, no se es persona sin el otro, siempre se es con
el otro, en otras palabras, es un ser propiamente relacional y radicalmente
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singular y único, y tiene, en consecuencia, una intimidad y apertura también


únicas.”1
1. El bien común
Entendemos que el bien común trascendente es Dios2, porque es el fin último que
debe ser buscado por la sociedad en orden de su perfección última, y que el
bien común temporal es la adecuada ordenación de las personas en orden a
alcanzar el fin trascendente de la sociedad, es decir, el bien común temporal se
ordena al trascendente. Consideraremos, pues, en el desarrollo de estas líneas,
el bien común temporal, pero implicando y connotando siempre al bien
común trascendente3.
Además, en el bien común temporal se suele incluir al conjunto de medios
vitales y éticos que toda sociedad debe procurar para que sus miembros
puedan alcanzar, libre y espontáneamente, los fines de su vida, es decir, la
felicidad. De aquí que, en términos generales, el bien común es la conjunción
complexiva de aquellas condiciones de vida social mediante las cuales las personas, las
familias y los grupos sociales intermedios puedan conseguir más fácilmente la plenitud de su
propia perfección, en otros términos, el bien común se logra por medio de las mediaciones
institucionales de la pólis4.
El bien común es participado por toda persona, por cada miembro de la
comunidad humana y no va en desmedro del bien personal5. El bien personal
es el bien propio del yo, en cambio, el bien común se refiere al bien de nosotros6.

1
Cfr. Tomado de mi artículo: “Familia, matrimonio e hijos según la visión personalista
[Coexistencialidad, comprensión, flexibilidad, vehículos de participación, empatía,
autoestima, roles y comunicación asertiva]”, 2010, pp.1-2.
2
Cardona, C. – La metafísica del bien común. Rialp, Madrid, 1966, p.36: “…hay una
multiplicidad de seres creados; luego su bien, su bien en el sentido mas propio, su último
bien: es el ser mas perfecto y perfectivo, es decir, es su bien común. Por eso puede decir
Santo Tomas que es ”manifiesto que Dios es el bien común de todo el universo y de todas sus partes; por
lo que la criatura, a su modo, naturalmente, ama mas a Dios que a si misma” […] Dios es el bien
sumo y, por consiguiente, e insisto, por consiguiente, es el bien común, del que todo
depende, y por eso las cosas se ordenan a El, como al bien mejor, como a su ultimo fin”
3
“La comprobación de que existe un Bien común ontológico, y su identificación con el ser
primero y eterno, hacen que el deseo se vea imantado hacia Él, y que el estudio de la praxis
se dirija a hacia ese Ser en el que se cumple nuestra felicidad”. Alvira, R. – La antropología
política de Antonio Millán Puelles, Artículo del Anuario Filosófico, 1994 (27) p.735.
4
Cfr. Caritas in veritate # 7.
5
Hablando de la autoridad, Eugenio D’Ors señala que el bien común es el “bien total del
grupo, que se puede oponer a la utilidad singular, pero nunca se opone al bien personal.”
D’Ors, E. – Ensayo de teoría Política [en Doce proposiciones sobre el poder]. Eunsa,
Pamplona, 1979, p.112.
6
“Es, pues, el bien común el bien de todos.” Millán Puelles, A. – Persona y humana y
justicia social. Rialp, Madrid, 1982. p.48; y cfr. Caritas in veritate # 7. “Es el bien de ese
«todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en
comunidad social”. El subrayado es nuestro.
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Cada uno, cada yo, ansía el bien común y se esfuerza por él, se lo exige la justicia:
Trabaja por el otro, se esfuerza para que tenga lo que le corresponde en
derecho. La persona trabaja con otros y para otros utilizando instituciones que
estructuran la vida social (jurídica, civil, política y culturalmente), es decir, que
arman la vida política incidiendo en ella y muy especialmente utiliza la familia
como mediación, el primer nosotros7.
El bien común no es la suma de bienes particulares, ni la acumulación de
bienes administrados por unos pocos. El bien común supone e incluye a todo
el hombre, es decir, en alma espiritual y cuerpo, por lo que, con el bien común, se
juega su felicidad (tanto eterna como temporal). Esencialmente, el bien
común, perfecciona a toda persona humana y la perfección supone tanto lo
espiritual como lo material.
El hombre sale en busca del bien común, para ello, como ya se dijo, se
mancomuna para ejercer las mediaciones institucionales que le permitirá llevar
a cabo tamaña hazaña social común. Conviene que la persona se fusione, se
amalgame socialmente. Esta unidad la logrará si se logra engendrar la armonía
de las voluntades y esto se logra cuando se trabaja tras un objeto común, un
bien común8. El hombre solo alcanza su felicidad en comunidad, en
convivencia con otros. Si por caso o hipótesis una persona fuese
absolutamente solitaria, singular y única, seria ella misma su propio bien
exclusivo y”común”. Pero esto es absurdo, el hombre es un ser familiar, de
donde la primera institución es la familia, su familia, su primer nosotros.
2. La madurez social
El origen del vínculo familiar es doble: sociabilidad y sociabilización, y ambos
deben permanecer ligados pues se requieren mutuamente9.
La sociabilidad apunta al sujeto/individuo en cuanto educable y supone la
capacidad perfectiva en la naturaleza de la persona humana. El fin propio de la
sociabilidad es la madurez social: Somos sociables y tenemos la capacidad para
crecer entre otros con actos positivos. En cambio, la socialización se refiere a
la influencia del entorno social sobre el sujeto/individuo, sobre todo desde la
educación recibida
Desde la familia, como ámbito natural del despliegue complexivo sociabilidad-
sociabilización, cada persona se plenifica en la coexistencia y en el interactuar
intrafamiliar y a su vez cada familia se perfecciona en un mutuo interactuar a
nivel social. Es necesario resaltar que no podemos prescindir de uno de estos
factores, pues caeríamos en absolutizaciones. En la familia, una identidad es
7
Cfr. Caritas in veritate # 7. “Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se
trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales.”
8
Millán Puelles, A. – Persona humana y justicia social. Rialp, Madrid, 1982. Cfr. p.39.
9
Cfr. Capítulo II “La convivencia familiar: Encuentro y desarrollo de la identidad personal
“(de Francisco Altarejos-Alfredo Rodríguez-Aurora Bernal). La Familia como ámbito
educativo. Autor: Aurora Bernal. Ed. Rialp (2004).
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recibida y, ésta, es un punto de partida, un origen. El origen es único y así lo


será también el modo de perfeccionarse la sociabilidad-sociabilización singular
de cada quién engendrando, a su vez, una sociedad única en cuanto su origen.
Y en este perfeccionamiento es imprescindible la acción educativa primaria de
la familia y secundaria de la sociedad10. En otras palabras, es necesario pasar por
el hombre11.
La madurez social es un estado de despliegue y crecimiento personal: Surge de la
consideración de la sociabilidad propia de toda naturaleza humana. Maduramos
si crecemos en la capacidad de sociabilizarnos positivamente, de hacernos cada vez más
sociables con actos positivos/virtuosos sociales que nos perfeccionen en la
relación con los otros, es decir, con relación al bien común.
La sociabilidad y sociabilización están imbricados, es decir, se denotan: uno
depende del otro. De aquí que debamos conocer al sujeto/individuo y sus capacidades
personales; y por el otro lado, el entorno social que le influye. Absolutizar uno de los dos
principios provoca una parcialización de la realidad. Toda persona es distinta y
todo entorno es distinto: la realidad no es unívoca, de donde se sigue que la
educación social debe ser diferenciada y no idéntica para todos: La
generalización anula lo singular de cada persona humana, pues, cada uno se
coexistencializa singularmente dentro de una realidad que le es única (la
realidad es desigual, no-idéntica). Lo equitativo es dar a cada sujeto lo que le es
propio de su singularidad social: aprender a ser (y en este caso, a ser sociable).
Debe educarse equitativamente y teniendo en cuenta ambos factores, única
manera de progreso social. En la educación formal, por ejemplo, las instituciones
deben tratar más personalizadamente las capacidades diferentes que toda
persona tiene: Educar a todos (universalidad) en la diversidad (singularidad) y
esto a de redundar en beneficios sociales.
Lo social nos rescata de la soledad/vacuidad, la acción de buscar saca de la
soledad insular en la que podemos quedar sumidos social, profesional, y familiarmente. El
contacto social nos permite seguir buscando, con otros, respuestas vitales a
preguntas profundas e íntimas, es decir, buscar una ayuda coexistencial. Solos
no podemos buscar adecuadamente, buscamos apropiadamente si lo hacemos
con otros, pues la naturaleza es ser-con. Se sale buscando (en sí) y
desarrollando una identidad biográfica, y aquí, de nuevo, se necesita de los
otros/prójimos para perseguir al bien común con solidaridad y caridad laica, y
la familia es el ámbito propicio y adecuado, pero ésta no puede quedarse
cerrada sobre sí misma ni encerrada en la esfera de lo privado.

10
“La actividad por excelencia de ayuda al otro es la educación. A ella dedica Millán
Puelles un precioso libro, que ya es un clásico, ‘La formación de la personalidad humana’ ”.
Alvira, R. – La antropología política…p.740.
11
“El proceso obliga a pasar por el hombre, en su dimensión psicológica –en sentido
aristotélico- y reflexivo-trascendental.” Alvira, R. – La antropología…p.735.
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3. La proyección social de la familia hacia lo comunitario


Pues bien, entendemos que lo privado12 es considerado como lugar de la familia, y lo
público, a su vez, como lugar donde se proyecta la familia. La familia es el lugar de lo
privado y semillero de lo público13, de aquí la proyección seminal de lo
privado. La familia permite y posibilita la relación entre lo privado, ámbito de la
familia y de los bienes personales, y lo público, ámbito de lo social y del bien
común. La familia es aquí un gozne fundamental para el bien común.
Es en la familia donde se aprende la diferencia y relación entre lo público y lo
privado. Es en el ámbito de lo privado, desde donde se da la proyección
pública, donde se aprende el criterio diferenciador. La familia es el nexo entre
lo público y lo privado: La familia es el ámbito en el que el individuo adquiere
el criterio diferenciador entre la esfera privada y la esfera pública de la existencia.
Subyace en esta afirmación que lo privado no es el individuo, sino la familia, que
tiene, al menos, tres grandes tareas con respecto a los hijos:
a) Enseñarles a diferenciar lo privado de lo público. “Este criterio diferenciador es
esencial para la formación de la personalidad”14. Es la misma familia el
antídoto contra esta especie de egoísmo común moderno, pues genera y
gestiona en los hijos una segunda naturaleza que los perfecciona en
orden a los bienes personales y en orden al bien común;
b) Enseñarles a relacionarse: “Para aprender a relacionarse con otros”15. La
relación se establece con referencia a otro, es un ser hacia otro. Esta relación
con otros, el relacionarse debe aprenderse, y el ámbito propio es la
familia, y el de la familia: la casa. La casa es el lugar natural de la
comunidad humana entendida como vida privada-doméstica, es decir,
familiar.
c) Enseñar al hijo que una cosa son las relaciones familiares y otra las sociales
referidas al bien común. Los padres tácitamente enseñan al niño el uso de
aquella distinción directriz que es imprescindible para el crecimiento y
para el desarrollo del hombre. La necesidad de afrontar la existencia
mediante la búsqueda de un continuo equilibrio siempre relativo.
Enseñar esta distinción privado/público es fundamental para el hombre
adulto16 en orden al bien común.
El criterio diferenciador permite una proyección seminal de la familia hacia lo
comunitario, hacia el bien común, pero exige la gestión de la familia para que muestre
la necesidad de un equilibrio entre mundo interno y mundo externo. Es una
tensión equilibrada y relativa, si se me permite jugar con los términos, pues de
12
Cfr. D’Ors, E. – Ensayo... p.112.
13
El seminarium rei publicae de los autores clásicos latinos.
14
Donati, P. – Manual de Sociología de la Familia. Eunsa, Pamplona, 2003. (1998, Ed.
Italiana), p.39.
15
Donati, P. – Manual de Sociología…p.39.
16
Donati, P. – Manual de Sociología…p.39.
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alguna manera, todo equilibrio relativo es una especie de tensión 17. Pues la
familia no es familia, propiamente hablando, si no se proyecta más allá de su
mundo interno y privado18.
4. Lo social y el bien de todos nosotros
El bien de todos nosotros es el bien común. Entre nosotros generamos el bien de
todos, lo engendramos en mutua y reciproca ayuda. Lo mutuo: “En la vida
social cada persona humana debe prestar y recibir ayuda”19. El nosotros implica lo
mutuo, la interacción mutua de los distintos yoes (si se nos permite expresarnos
así).
Esto surge, pues, de la naturaleza social de la persona. Toda persona, por
naturaleza, necesita ser ayudado y necesita ayudar. Lo sociedad es necesaria
para que este ayudar-se y ayudar-nos nos sea enteramente posible. Se sigue,
claramente, que el bien de la sociedad no es el beneficio de unos pocos (o de
una mayoría) y sus bienes particulares en detrimento del bien común de todos
nosotros. Al contrario, la mutua ayuda genera y engendra una convivencia
estable entre los sujetos de la sociedad: Con-viven con-notando esfuerzos y
beneficios20.
Ayudarse los unos a los otros. En la ayuda mutua, es cierto, se da cierta
instrumentalización de una persona sobre otra. Pero esto no parece estar
inapropiado pues, “toda persona humana esta llamada a ser un cierto medio para el bien
de las otras”21. Aclaramos que esta afirmación significa que, si bien todas las
personas son medios entre si (mutuamente), en última instancia confluyen al
bien común. Todas las personas son al mismo tiempo medios (en vistas del
bien de todos nosotros) y fines. El desbarajuste se da cuando alguno o algún
grupo determinado se autoexcluye del todo social en beneficio propio y en
detrimento de todos nosotros: Son ellos y nosotros, o lo que es aún peor son

17
El psicólogo Viktor Frankl, y así otros también, sostienen que lo que el hombre
realmente necesita es vivir con tensión interior, necesita esforzarse en soportar la tensión
entre lo que ya se ha logrado y lo que todavía no se ha conseguido, y cita a Nietzsche:
“Quien tiene un porqué vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Cfr. Frankl, V.- El
hombre en busca de sentido, p.104ss.
18
“La persona es necesariamente individual, pero con una individualidad también
necesariamente abierta. En primer lugar hacia Dios, más también –y según deber- hacia los
demás hombres.” Alvira, R. – La antropología política… p.736.
19
Millán Puelles, A. – Persona… p.44.
20
“Desde luego, la razón de ser la sociedad ‘no es otra cosa que la que expresa que convivir
es ayudarse unos a otros a vivir. No es, por tanto, que las vidas personales hagan falta para
la convivencia, sino al revés; que la convivencia o sociedad es necesaria para que las vidas
personales se mantengan y desarrollen al máximo’ ”. Alvira, R. – La antropología
política… p.740.
21
Millán Puelles, A. – Persona… p.43. Agrega mas adelante: “Ayudarse los unos a los otros
es hacer, a la vez, todos, de medio.”
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ellos o nosotros. De aquí que se hace acuciante querer el bien de todos


nosotros. Y querer querer es un problema de conciencia22.
Amemos el bien de todos nosotros adecuadamente, pues, si se quiere el bien
común únicamente como un simple medio para lograr un bien particular, el
bien común, el de todos nosotros, es herido en su reciproco y mutuo ayudarse los
unos a los otros (todos), es decir es un querer egoísta alejado de cualquier tipo
de caridad o solidaridad pensable23. Y es, por tanto, en la familia, nuestro
primer nosotros, donde se gestan personas maduras en lo social.
5. El paso de lo social a lo político
También podríamos comenzar diciendo que nos referiremos a todos nosotros y
nuestras sociedades intermedias, y de éstas a lo político. Partimos de una triple
afirmación: Todo hombre es un ser personal, un ser social y un ser político. La
sociabilidad es anterior a la politicidad del hombre. El hombre, en primer
lugar, se congrega con otros para satisfacer sus necesidades, es naturalmente
sociable por su instinto gregario (la familia primeramente), sólo después y
supuesto lo anterior, se somete políticamente a un gobernante, es decir, se subordina
al dominium del gobernante. Lo político es un plus respecto de lo social24. El
hombre-social se reúne o congrega con otros para satisfacer necesidades, el
hombre-político, en cambio, se sub ordena a otro para preservar la unidad e
integridad, pero el segundo supone el primero, metafísicamente hablando25.
Podríamos agregar algo más, un plus sobre plus si se nos permite, vale decir, entre
lo social y lo político podemos establecer un hombre-parlante o parlamentario: esta
parlamentariedad se desprende de la racionalidad y la gregareidad de lo social
de lo humano sin dejar de lado lo político. El lenguaje le permite comunicarse
con los otros, con los cuales se congrega, en vistas del bien común, y así
concertar o coordinar relaciones o acciones secundarias que le permita
perfeccionarse mutuamente en interdependencia tras un fin. Tratando sobre la
sociabilidad en el hombre, Tomás de Aquino, indica que ésta se ve claramente
en el hecho de que le es propio al hombre hablar (único ser parlante según
Aristóteles) para comunicar ideas a los otros, ya que el hombre es el ser más
comunicativo que cualquier otro animal gregario que se conozca. La

22
Millán Puelles, A. – Persona… p.45 “Por eso. Lo primordial es querer, en efecto, el bien
común, o, lo que es lo mismo, el bien de todos.”
23
“Hemos visto que lo que constituye la base última de la ciudad es la solidaridad, y no el
miedo mutuo; pero en la ciudad depravada éste acaba por suplantar a aquélla. Por
consiguiente, los sofistas se equivocan al considerar, en su filosofía social, un estado de
decadencia como si fuese normal” Nota 24 de Koyre, A. – Introducción a la lectura de
Platón. Alianza Editor, Madrid, 1966, p.197.
24
“La política adviene sobre la sociedad como un momento lógicamente posterior a la vida
social, como un plus cualitativamente diferente de él.” Bertelloni, F.- Filosofía y teoría política:
modelos causales en las teorías políticas de Tomás de Aquino, Egidio Romano y Juan Quidort. En
Mediaevalia. Textos y estudios, 24 (2205), p.71.
25
Cfr. Bertelloni, F. – El tránsito de la sociedad a la politicidad, p.259ss.
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comunicación de ideas entre los hombres-ciudadanos del gobernante (entre


hombres congregados), les permite colaborar secundariamente con éste de un
modo más eficaz, pues al comunicarse están perfeccionándose, y si se nos
permite, realizan acciones performativas26: En el mismo acto de comunicarse
están ejerciendo su subditeidad o ciudadanía, y esto los pule en cuanto hombre-
congregado en vistas de coadyuvar la acción del gobernante en vistas del bien
común.
6. El humanus progressus: un problema de conciencia
“El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los
hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia y
el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo realmente humano (humanus
progressus).” Caritas in veritate # 9- BENEDICTO XVI27
Hemos planteado tanto la noción de bien común trascendente (Dios) como la
de bien común temporal. Además establecimos que, en última instancia, el
hombre al buscar el bien común está buscando su plenitud y felicidad en alma
y cuerpo, es decir, lo hace integralmente. También dijimos que el yo se asocia
en un primer nosotros: la familia, y ésta genera, con una adecuada educación (de
la subjetividad), personas maduras socialmente. Además, la familia los
proyecta hacia la vida política para que encarnen concretamente su
ciudadaneidad con el próposito de proteger el bien de todos nosotros.
Asumiendo todo esto, la persona puede querer más sus bienes propios que el
bien común, es decir, puede no quererlos aunque su conciencia le reclame lo
contrario, y a pesar que su intelecto le muestre claramente la bondad de lo
común: el hombre puede no elegir el bien común que el intelecto le revela como
lo mejor para él y la comunidad. La conciencia se cierra sobre sí, el yo
egoístamente se desentiende y se desinteresa del nosotros, de los otros, en
definitiva, del prójimo: No le importa ni su bien ni su felicidad, o en otras
palabras, lo privado liquida a lo público. Todo esto engendra un grave
problema ético y, más puntualmente, un problema de conciencia28.

26
Un enunciado (o proferencia) performativa (realizativa o ejecutante). Al emitir estos
enunciados, el hablante-ciudadano (o súbdito) no está meramente registrando un estado de
cosas, ni transmitiendo una información ni describiendo una acción: la está haciendo. Al
enunciarlos no describe ni constata una acción, la está haciendo: es (está siendo) ciudadano o
súbdito, está ejerciendo su condición de ciudadano o súbdito. Además cfr. con el párrafo 3 del
cap. I del Libro I Sobre la monarquía -Tomás de Aquino. Editorial Altaya, Barcelona, 1989.
Traducción, estudio preliminares y notas: Laureano Robles y Ángel Chueca.
27
“Nostra quidem aetate periculum est ne ad mutuam hominum re complexionem non
respondeat reciproca conscientiarum intellectuumque ethica actio, ex qua oriri possit ut
effectus vere humanus progressus.”
28
Cfr. Caritas… # 9. “El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho
entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia
y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo realmente humano.” Y al respecto
reafirma Koyre: “La estructura psicológica del individuo y la estructura social de la ciudad
se corresponden de una manera perfecta, o, con términos modernos, la psicología social y
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Aquellos que escuchan los reclamos de la conciencia para ejercer su poder


humanizador en la sociedad deben redoblar esfuerzos en el ejercicio de la
caridad (laica) y de la solidaridad para vencer con la fuerza del amor29 la
inconciencia y la irresponsabilidad social de los que no escuchan la voz de su
conciencia que le reclama ayudar al otro, que le pide que contribuya al bien
común, el bien de todos nosotros. En definitiva que la fuerza humanizadora del amor
del nosotros por el bien común venza el egoísmo deshumanizante del yo por sus
bienes individuales.

BIBLIOGRAFÍA
1. Alvira, R. – Antropología política de Antonio Millán Puelles. Artículo
del Anuario Filosófico, 1994 (27) pp. 733-744.
2. Basso, D. – Dos lecciones sobre la autoridad. UNSTA, Buenos Aires,
1994.
3. Benedicto XVI – Carta Encíclica ‘Caritas in veritate’, Sobre el desarrollo
humano integral en la caridad y en la verdad. Ágape, Buenos Aires,
2009.
4. Cardona, C. – La metafísica del bien común. Rialp, Madrid, 1966.
5. D’Ors, A. – Ensayos de teoría política. Eunsa, Pamplona, 1979.
6. Donati, P. – Manual de Sociología de la Familia. Eunsa, Pamplona,
2003. (1998, Ed.Italiana).
7. Gilson, E. – Las metamorfosis de la ciudad de Dios. Rialp, Madrid,
1965.
8. La Familia como ámbito educativo. Edit. Aurora Bernal. Ed. Rialp,
Madrid, 2004.
9. Millán Puelles, A. – Fundamentos de filosofía. Rialp, Madrid, 1981.
10. Millán Puelles, A. – Léxico filosófico. Rialp, Madrid, 1984.

la individual se implican mutuamente.” Sigue en Nota 4: “Es necesario, incluso, comenzar


con el estudio de la ciudad, a la que se puede comparar con una inscripción en mayúsculas,
en tanto que el alma humana estaría escrita con caracteres minúsculos; una vez leída la
primera desciframos más fácilmente la segunda.” Koyre, A. – Introducción a la lectura de
Platón. Alianza Editor, Madrid, 1966, p.123 y 191.
29
Cfr. Caritas in veritate # 9: “Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es
posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador. El
compartir los bienes y recursos, de lo que proviene el auténtico desarrollo, no se asegura
sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia, sino con la fuerza del
amor que vence al mal con el bien (cf. Rm 12,21) y abre la conciencia del ser humano a
relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad.”
GUSTAVO CARLOS BITOCCHI 10
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11. Millán Puelles, A. – Persona y humana y justicia social. Rialp, Madrid,


1982.
12. Voegelin, E. – Nueva ciencia de la política. Rialp, Madrid, 1968.
13. Koyre, A. – Introducción a la lectura de Platón. Alianza Editor, Madrid,
1966.

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