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Entre los años cuarenta y sesenta del siglo XX, los estudios de adquisición de
lenguas estuvieron dominados por la corriente conductista; la ya clásica
obra Verbal Beaver de B. F. Skinner es uno de los más importantes intentos de
construcción de un modelo conductista del comportamiento humano. Según esta
teoría, todo se aprende mediante el proceso de ensayo y error: el sujeto emite una
respuesta a un estímulo (observable o no); posteriormente, si el aprendiente
recibe una recompensa (verbal o no verbal) a su respuesta, esta queda reforzada
de manera positiva y, tras varias repeticiones, se consolida como forma de
conducta; si, por el contrario, es «castigado» por haber dado una determinada
respuesta, esta se debilita hasta desaparecer como forma de conducta. De
acuerdo con la descripción de B. F. Skinner «el comportamiento verbal, como
cualquier otro comportamiento humano, está marcado por sus consecuencias». M.
Baralo (1999), al realizar una revisión de la teoría de aprendizaje de segundas
lenguas, afirma: «[Según esta teoría] todo niño es una tabula rasa que no aporta
nada al proceso, y que depende para aprender de los estímulos que reciba del
exterior, del medio en que está inmerso. (...) la cantidad y la calidad del lingüístico
(...) serán dos factores de gran efecto y consecuencia en el éxito que cada niño
consiga en el aprendizaje de su lengua».
Aprendizaje Lector