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El siglo XIX venezolano se caracterizó por una gran inestabilidad política, social

y económica que se reflejó en la inestabilidad de los textos fundamentales del


derecho positivo. En materia mercantil se dictaron códigos tanto en 1862 como
en 1873. Luego, entrado el siglo XX, en 1904 y 1919. Este último, vigente, ha
experimentado reformas que se llevaron a cabo en 1938, 1942, 1945 y 1955.

Se ha señalado que el código o los códigos de 1862 son textos muy primitivos
con influencia francesa y española principalmente, aunque los redactores
afirmaron haber consultado “otros" códigos.

El Código de Comercio de 20 de enero de 1904 marca el ingreso de la


influencia alemana en nuestra legislación, pues a iniciativa de Carlos F. Grisanti
se consagró el principio de la naturaleza abstracta de las obligaciones
cambiarias. Introdujo instituciones no reguladas por el código anterior: la firma,
las cámaras de comercio, las ferias y mercados, los cheques. Perfeccionó el
tratamiento de otras: los actos de comercio, las bolsas, los transportes, las
sociedades y los seguros terrestres, pero la mayor innovación correspondió al
régimen de los atrasos y las quiebras.

El 23 de junio de 1919, el Congreso de los Estados Unidos de Venezuela


sancionó el Código de Comercio vigente, cuyas reformas más importantes
fueron: (i) la adopción del Reglamento Uniforme de La Haya de 1912 en
materia de letra de cambio; la introducción de la reglamentación de la cuenta
corriente bancaria, tomada del Código de Comercio argentino de 1862; la
acentuación de la influencia del derecho italiano de sociedades, presente en el
Código de Comercio italiano de 1882.

Es el código vigente, el cual ha sufrido las reformas en 1938, sobre requisitos


para el funcionamiento de compañías extranjeras en el país; 1942, sobre
eliminación de las normas sobre sociedades cooperativas, las cuales se
trasladaron a una ley especial; en 1945, para adaptar el Código a la Ley
Orgánica del Poder Judicial, que no entró en vigencia; y en 1955, para eliminar
la autorización a la mujer casada para comerciar; adoptar un régimen de
publicidad para la enajenación del fondo de comercio; establecer sanciones
penales en materia de emisión de cheques sin fondos o de frustración de su
pago e introducir la sociedad de responsabilidad limitada en nuestro
ordenamiento jurídico.

En Venezuela han sido elaborados varios anteproyectos de reforma del Código


de Comercio preparados por comisiones designadas por el Poder Ejecutivo
Nacional e integradas por profesores universitarios de la materia comercial. Un
anteproyecto es de reforma integral y los otros anteproyectos son de reforma
parcial:

En 1.978, el Profesor René De Sola presidió una comisión que elaboró un


anteproyecto de reforma parcial del Código de Comercio, el Anteproyecto de
Ley de Títulos Valores, que estaría destinada a sustituir los títulos IX, X y XI del
Código de Comercio (regulación de la letra de cambio, del pagaré y del
cheque). El Ejecutivo Nacional nunca remitió al Congreso este Anteproyecto.
En 1.984, una Comisión presidida por el Profesor Alfredo Morles culminó una
reforma parcial y entregó al Ejecutivo Nacional un Anteproyecto de Ley General
de Títulos Valores. El Ejecutivo lo envió al Parlamento, pero éste nunca discutió
el anteproyecto.

En 1.988, la misma Comisión presidida por el Profesor Alfredo Morles entregó


al Ministro de Justicia un Anteproyecto de Ley de Sociedades Mercantiles. El
Ejecutivo Nacional nunca envió al Congreso este Anteproyecto.

En 1.988, el Profesor Leopoldo Borjas elaboró un Anteproyecto de Ley de


Quiebra Venezolana que entregó a la Comisión de Economía de la Cámara de
Diputados del Congreso de la República. Este anteproyecto nunca fue
introducido a las cámaras ni discutido.

El código de comercio como representación del pensamiento de una


sociedad libre.

En los países de América, en el contexto del repudio a las metrópolis coloniales


del siglo XIX, se produjo un rechazo al derecho heredado de la Colonia y tanto
norteamericanos como iberoamericanos abominaron inicialmente el sistema
jurídico recibido como legado. Don Andrés Bello decía que en el acervo jurídico
colonial había poco de aprovechable. En ese ambiente propicio, el Código Civil
francés de 1804, obra de La Ilustración, apareció ante los legisladores
venezolanos como un modelo que partiendo de los principios de libertad,
igualdad y fraternidad y del reconocimiento de la propiedad, reducía el derecho
a la unidad, a tener una naturaleza estrictamente racional y a ser perdurable.

El éxito del Código Civil francés fue fulminante y en algunos países se le puso
en vigencia sin modificación alguna. Otro tanto ocurrió con el Código de
Comercio francés de 1807, el instrumento que después que habían sido
eliminados los privilegios consagró la libertad de todos los ciudadanos de ser
parte en actos de comercio; definió al comerciante como al que practicaba
habitualmente actos de comercio, es decir, al que hacía del comercio su
profesión; le asignó derechos y obligaciones y le atribuyó responsabilidades al
sujeto que luego se llamaría empresario.

El Código Civil y el Código de Comercio inician, desde el punto de vista


jurídico, la transformación de la sociedad colonial (una sociedad de vasallos y
esclavos) en una sociedad republicana (una sociedad libre).

El código de comercio como el marco del derecho de la economía.

El objeto del Código de Comercio es el de suministrar las normas que regulan


la producción, el transporte, el depósito, la distribución y la comercialización de
los bienes y servicios (la industria y el comercio son los contenidos del Código
de Comercio). Para poder atender las actividades económicas, los individuos
se agrupan en empresas. Los intercambios económicos se producen
diariamente a todos los niveles de la vida social. La vida cotidiana se
desenvuelve dentro de un marco de relaciones jurídicas cuyo eje es el Código
de Comercio.

El simple hecho de encender la luz, al levantarnos, constituye el disfrute de un


derecho que nos acuerda nuestro contrato comercial con la empresa eléctrica
que presta el servicio; el uso de otras facilidades instaladas en el propio hogar
(el teléfono, el gas, la televisión por cable) o en la oficina (el fax o la conexión a
Internet); la utilización de los medios de transporte público (el bus, el metro, el
taxi); las compras que hacemos en el mercado, en la tienda o en la farmacia; el
depósito que realizamos en el banco, el retiro de dinero que hacemos del
cajero automático o el pago que hacemos con las tarjetas de débito o de
crédito; la colocación de nuestro vehículo en el estacionamiento abierto al
público y muchas otras actividades más son relaciones reguladas por el Código
de Comercio y por sus leyes complementarias.

Quienes caminan por las calles de las grandes ciudades se abren paso entre
miles de personas que están realizando actos de comercio, que no otra cosa es
la compraventa de bienes de la economía formal e informal. Esta actividad, la
actividad comercial, ocupa un lugar preponderante en la vida ordinaria de los
seres humanos.

Así como el Código de Comercio y sus leyes complementarias suministran las


reglas de derecho de la vida ordinaria, proveen también las reglas de derecho
de las grandes operaciones de la economía capitalista: de las operaciones de
banco, de las operaciones de cambio, de la colocación pública de emisiones de
acciones o de obligaciones, del transporte aéreo, marítimo o terrestre, de los
seguros, de la bolsa, de los almacenes generales de depósito y de la industria.

Prácticamente todas las grandes transacciones comerciales se realizan por


empresas que adoptan la forma de sociedades, de modo que la regulación de
estas organizaciones ocupa parte significativa del texto legal, como ocupa parte
importante también el régimen de los títulos valores o instrumentos financieros,
los cuales llegaron a ser considerados como la contribución más importante del
derecho mercantil a la vida moderna, pero cuyo uso masivo ha obligado a
"desmaterializarlos", es decir, a eliminarlos físicamente o, en el mejor de los
casos, a "inmovilizarlos", a pesar de que la circulación fue considerada esencial
a su concepto mismo.

El manejo imprudente o malicioso de los negocios o situaciones adversas


pueden dar origen a una crisis de la actividad del empresario, para la cual
están previstos mecanismos de liquidación colectiva (quiebra y atraso)
requeridos de una revisión, en favor de la preservación de la empresa como
ente productivo y generador de empleo, conforme a las más modernas
tendencias. Para las empresas bancarias y de seguros, las leyes respectivas
suministran un régimen, muy defectuoso por cierto, de intervención y
liquidación sustitutivas de la quiebra y del atraso.

El Código de Comercio ha permanecido incólume y, al mismo tiempo, ha


sufrido cambios constantes. Esta aparente paradoja se explica así: ha
permanecido constante en su función de marco general y básico de la
economía de mercado, cuyo protagonista es el empresario; ha sufrido cambios
constantes (en Venezuela, a través de leyes especiales) por virtud de las
transformaciones del mercado, tanto en su complejidad como en su dimensión:
el mercado se ha transformado y ha dejado de ser un mercado local para pasar
a ser un mercado global y virtual, después de haber sido nacional e
internacional.

Estructura del Código de Comercio Venezolano.

Su estructura está compuesta por cuatro (4) libros, el Primero refiere del
Comercio en General; el Segundo concerniente del Comercio Marítimo (este
libro ha sido reemplazado por la Ley de Comercio Marítimo); el Tercero, de
Atrasos y Quiebras; y el Cuarto de la Anulación y de la Rescisión del Convenio.

A continuación indicare mediante un índice el contenido del código:

* DISPOSICIONES GENERALES

* LIBRO PRIMERO
DEL COMERCIO EN GENERAL

Título I. De los comerciantes (Art. 10 al 44)


Título II. De los auxiliares y de los intermediarios del comercio (Art. 45 al 106).
Título III. De las obligaciones y de los contratos mercantiles en general (Art.
107 al 132).
Título IV. De la compraventa y de la cesión de derechos (Art. 133 al 152).
Título V. De la permuta (Art. 153).
Título VI. Del transporte por tierra, lagos, canales y ríos navegables (Art. 154 al
199).
Título VII. De las compañías de comercio y de las cuentas en participación (Art.
200 al 375).
Título VIII. Del contrato de comisión (Art. 376 al 409).
Título IX. De la letra de cambio (Art. 410 al 485).
Título X. De los pagarés (Art. 486 al 488).
Título XI. Del cheque (Art. 489 al 494).
Título XII. De las cartas de crédito (Art. 495 al 502).
Título XIII. Del contrato de cuenta corriente (Art. 503 al 526).
Titulo XIV. Del préstamo (Art. 527 al 531).
Título XV. Del depósito (Art. 532 al 534).
Título XVI. De la prenda (Art. 535 al 543).
Título XVII. De la fianza (Art. 544 al 547).
Título XVIII. Del seguro en general y del terrestre en particular (Este Título ha
sido eliminado por La Ley del Contrato de Seguro).

* LIBRO SEGUNDO.
DEL COMERCIO MARÍTIMO (DEROGADO POR LEY DE COMERCIO
MARÍTIMO).

* LIBRO TERCERO.
DE LOS ATRASOS Y QUIEBRAS.
Título I. De los atrasos y de la liquidación amigable (Art. 898 al 913).
Título II. De la quiebras de mayor cuantía (Art. 914 al 1068).
Título III. De las quiebras de menor cuantía (Art. 1069 al 1081).

* LIBRO CUARTO.
DE LA JURISDICCIÓN COMERCIAL.

Título I. De los Tribunales de comercio (Art. 1082 al 1089).


Título II. De la competencia (Art. 1090 al 1096).
Título III. Del procedimiento (Art. 1097 al 1120).

NOTA: Los ordinales 3º, 4º, 5º y 6º del Artículo 1090, el último aparte del
Articulo 1095, el primer aparte del Artículo 1100 y los Artículos 1116, 1117 y
1118 han sido derogados por la Ley de Comercio Marítimo, según Gaceta
Oficial 5.551 del 9/11/2001.

La reforma del Código de Comercio en el año 2007.

El anuncio de una reforma del Código de Comercio es el anuncio de una


reforma compleja que tiene implicaciones enormes en la actividad de todos los
ciudadanos de los doce millones de empleos que existen en el país, la mayoría
pertenece a empleos del sector privado, más de diez millones. De esos diez
millones, la mayor proporción corresponde al comercio y a la industria.

La variedad de los contenidos del Código de Comercio va desde el derecho de


las obligaciones hasta el derecho procesal mercantil, pasando por los contratos
y garantías mercantiles, las sociedades mercantiles, los títulos valores (letra de
cambio, pagaré, cheque, carta de crédito, bonos u obligaciones), la quiebra y el
atraso.

El tratamiento de la materia mercantil que procura el Código de Comercio, en


concordancia con los postulados de libertad empresarial que han alcanzado
rango constitucional, responde a un modelo de economía de mercado o de
economía mixta, modelo en el cual se reconoce como legítimo que los
empresarios, bien individualmente o asociados en empresas, obtengan un lucro
razonable.

Si la reforma se orienta en el sentido de sustituir ese modelo por otro de


economía colectivista, en concordancia con lo que parece ser la orientación de
la modificación constitucional, desaparecerá el empresario individual, porque
todos los medios de producción estarán en manos del Estado. Desaparecerá el
comerciante individual y el comerciante social (el organizado en empresas),
porque el único productor, distribuidor y comercializador de bienes será el
Estado. Desaparecido el comercio, tal como lo conocemos, desaparecerá el
comerciante. Ese es el modelo que existió en la ex Unión Soviética, en los
países de Europa Occidental hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, en
China desde 1945 hasta 1975; y que todavía existe en Corea del Norte y en
Cuba. Esto coloca la reforma del Código de Comercio en un ámbito
esencialmente político.
Como no se han hecho anuncios concretos respecto al contenido de la
reforma, solamente se pueden formular hipótesis sobre lo que podría ser
reformado. Por ejemplo, en cuanto concierne a las sociedades mercantiles,
formas de organización que dejarían de tener todo sentido, puesto que ya
nadie tendrá libertad para asociarse con fines productivos o de intercambio, es
posible que la propuesta de reforma regule las nuevas formas asociativas que
han venido siendo utilizadas en aplicación de leyes y decretos recientes: (i)
probablemente se desarrollarán las normas correspondientes al modelo de
empresas de promoción social (EPS), las cuales, según el acuerdo marco que
las rige, deben “incorporar hombres y mujeres de las misiones”, y tienen, entre
sus características, de un lado, que “la propiedad es colectiva, en beneficio de
las comunidades, no privada.

Los trabajadores o comunidades son los dueños del patrimonio de la empresa,


no existiendo una separación entre el capital y el trabajo, ni contratación de
trabajo asalariado”; del otro, que establecen “precios de venta solidarios de sus
productos y servicios, y no regidos por las leyes del mercado”. Estas empresas
han sido definidas alternativamente como “unidades de producción comunitaria,
constituidas bajo la figura jurídica que corresponda, tienen como objetivo
fundamental generar bienes y servicios que satisfagan las necesidades básicas
y esenciales de la comunidad y su entorno, incorporando hombres y mujeres
de las misiones, privilegiando los valores de solidaridad, cooperación,
complementariedad, reciprocidad, equidad y sustentabilidad, ante el valor de
rentabilidad o de ganancia.

En todo caso, esas unidades económicas deben mantener el equilibrio


financiero que permita seguir invirtiendo en el mencionado entorno socio-
ambiental, en forma sustentable y sostenible” (Decreto 3.895 Gaceta Oficial N°
38.271 de 13 de septiembre de 2005) o como “entidades económicas
dedicadas a la producción de bienes o servicios en las cuales el trabajo tiene
significado propio, no alienado y auténtico; no existe discriminación social en
ningún tipo de trabajo, ni privilegios en el trabajo asociados a la posición
jerárquica, existe igualdad sustantiva entre sus integrantes, basadas en una
planificación participativa y protagónica, y pueden funcionar bajo régimen de
propiedad estatal, propiedad colectiva o la combinación de ambas”.

Por otra parte, “las Empresas de Producción Social (EPS) asumirán


compromisos que generen beneficios en las comunidades en que se
desenvuelven” (Instructivo Interno del Ministerio de Industrias Básicas y
Minería, Gaceta Oficial Nº 38.462 de 20 de junio de 2006).

La figura de la EPS responde a una declarada política de facilitar el acceso de


materias primas e insumos elaborados por las empresas públicas,
especialmente las empresas básicas, y privadas, a “los artesanos organizados
en cooperativas, consorcios y cualquier otra forma asociativa, constituidos y
domiciliados en el territorio nacional que requieran materias primas e insumos
para su transformación y agregación de valor”, “donde las empresas básicas se
constituyen en la fuerza motriz y dinamizadora del desarrollo integral de las
comunidades al tiempo que promueven el desarrollo aguas abajo de sus
cadenas productivas”.
Se está aquí en presencia de empresas constituidas sin capital, pero con
auxilio financiero y privilegios de contratación con el Estado; que no persiguen
la rentabilidad ni la ganancia, es decir, el lucro, lo cual significa que
aparentemente nunca podrán acumular reservas para expansiones,
investigación o mejora; bajo régimen de propiedad estatal, propiedad colectiva
o la combinación de ambas, con expresa exclusión de la propiedad privada.
Son empresas para una economía colectivista.

Aunque las cooperativas disponen de una ley especial (la nueva ley, por cierto,
está redactada con un lenguaje deplorable y con una gran imprecisión jurídica),
el favor que últimamente le han merecido al Estado es probable que lleve a que
se dicten nuevas normas sobre éstas en la reforma del Código de Comercio. Lo
mismo puede decirse de las pequeñas y medianas empresas; es probable que
se consagre definitivamente la sociedad de un solo socio, porque esta figura
sería ideal para el Estado como accionista único de PDVSA, de CANTV, de las
empresas de Guayana, de CADAFE, de la Electricidad de Caracas (hoy
CORPOELECT) y demás empresas estatales. Los soviéticos utilizaron las
formas empresariales para sus negocios con el exterior. Lo mismo hacen los
cubanos (Cubana de Aviación, por ejemplo).

Pudiera ser que se adoptara una fórmula para la constitución y funcionamiento


de los bancos comunales, nueva figura creada conforme a la Ley de Consejos
Comunales, un intermediario financiero de características muy peculiares que
no está sometido a la Ley General de Bancos, pero puede captar recursos del
público, realizar inversiones y otorgar créditos; promover la constitución de
cooperativas para la elaboración de proyectos de desarrollo endógeno,
sostenibles y sustentables, promover formas alternativas de intercambio, que
permitan fortalecer las economías locales (trueques), y prestar asistencia
social; no tiene capital social sino acceso al manejo de los recursos públicos
asignados al consejo comunal; debe adoptar la forma de cooperativa de la cual
son socios todos los ciudadanos del ámbito definido por la Asamblea de
Ciudadanos; pertenece a un consejo comunal o a una confederación de
consejos comunales; y es gestionado por un órgano integrado por cinco (5)
habitantes de la comunidad electos por la Asamblea de Ciudadanos.

Estos bancos comunales se diferencian de los microbancos establecidos en


otros países en que en éstos el capital es aportado por los accionistas.

Alternativas para una reforma mercantil.

Existen dos orientaciones fundamentales para abordar la reforma de un código


de comercio: dictar un nuevo código o dictar leyes que sustituyan partes
integrales del mismo, las cuales son derogadas.

La primera alternativa consiste en elaborar un Código de Comercio completo,


integrando en él el contenido que aparece disperso en diversas leyes, pero
este trabajo es de unas dimensiones extraordinarias, por decir lo menos.

La segunda corriente, más pragmática, es el camino andado por los españoles,


los alemanes y los franceses. Se han dictado leyes de sociedades, leyes de
comercio marítimo, leyes de seguros, leyes de bancos, leyes de mercado de
capitales, leyes de defensa de la competencia, leyes de contratación a
distancia, leyes de títulos valores, leyes de cooperativas, leyes de quiebras, y
se ha dejado al código de comercio con un contenido residual y básico (es el
estatuto del empresario, define su figura y sus obligaciones profesionales).

Este es, además, el curso que se ha venido siguiendo en Venezuela. Las


distintas comisiones de reforma que han existido en el país han elaborado
anteproyectos de leyes de sociedades, de leyes de títulos valores y de leyes de
quiebras, pero estas iniciativas nunca encontraron eco en el parlamento. Sin
embargo, una comisión de la Universidad Central de Venezuela elaboró un
proyecto de Ley de Comercio Marítimo que tuvo la fortuna de convertirse en ley
recientemente, el año 2001, y comenzó a regir el año 2002.

Hay una tercera alternativa: se incorpora la materia propia del código de


comercio en el código civil y se elabora un código único de derecho privado. Es
lo que hicieron los italianos el año 1942, acaban de hacer los brasileños el año
2002 para que comenzara a regir a partir del 2003 y han tratado
infructuosamente de hacer los argentinos. Esta es una obra gigantesca,
extraordinariamente compleja y poco recomendable por el tiempo que llevaría.

Si desapareciera el contenido esencial del Código de Comercio, el de ser el


instrumento que desarrolla la libertad de empresa dentro de un modelo de
economía de mercado, se puede afirmar que habría desaparecido la sociedad
que hasta la fecha hemos conocido, sustituida por otra con una economía
colectivista. No sólo desaparecerían los grandes empresarios (banqueros,
aseguradores, propietarios de grupos económicos, propietarios de cadenas de
supermercados), sino también los medianos comerciantes (los dueños de toda
la diversidad de tiendas y negocios), hasta llegar a los lugares más modestos
de la comercialización (la que se realiza en puestos de mercados y en plena
calle por la economía informal). En una sociedad con economía colectivista
todos los agentes económicos son siempre sustituidos por el Estado, único
propietario de los medios de producción y los ciudadanos pasan a ser todos
dependientes, empleados y obreros de un único gran patrón: el Estado.

En el proceso de transición hacia el socialismo del siglo XXI, que en términos


económicos no es otra cosa que un modelo de economía colectivista, es dable
esperar que se adopten medidas de intimidación y se dicten leyes
inconstitucionales como el Decreto-Ley de 16 de febrero de 2007 de Defensa
Popular contra el Acaparamiento, la Especulación, el Boicot y cualquier otra
conducta que afecte el Consumo de los Alimentos o Productos sometidos a
Control de Precios. Tal como lo han señalado los constitucionalistas, este
decreto-ley constituye una suspensión de hecho de las garantías económicas
cuando declara la utilidad pública y somete a expropiación todos los bienes y
servicios necesarios para la producción y comercialización de productos
básicos por el solo hecho de estar sometidos a control de precios. Esta medida
sólo es posible mediante una declaratoria de emergencia económica y un
decreto de restricción de garantías.

La preservación de la libertad de empresa fue celebrada por los franceses en el


año 2007, al conmemorar el bicentenario de su Código de Comercio de 1807,
decano de los códigos de comercio del mundo, el mismo bicentenario que
también celebrarán los españoles y los alemanes, cuyos países muestran un
desarrollo económico que es envidia del mundo.

Paradójicamente, en Venezuela existe la posibilidad de que el nuevo modelo


económico que defina la reforma constitucional sustituya el sistema de
propiedad compartida de los medios de producción propia de una economía
mixta por otro modelo de economía colectivista, en la cual desaparecerá la
propiedad privada de los medios de producción. En una economía de ese
talante no se requiere la existencia de un Código de Comercio.

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