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Nº 43, abril 2018

ARTICULO
ARTICULO DEL MES del MES Abril 2018
Recursos de formación permanente
Misioneros del Verbo Divino - Argen na

Espiritualidad y actividad
espiritualidad de la acción

Víctor M. Fernández
Diócesis de Río Cuarto

¿Realmente puede vivirse una espiritualidad en la acción? Es indispensable este planteo para que la
espiritualidad no sea vivida al margen de la ac vidad o en conflicto con ella, creando una división
interior, una fragmentariedad que no permite que la ac vidad apostólica sea fuente de gozo y de
crecimiento. Y la respuesta es clave para poder entender todo lo que significa “san ficarse en el
ejercicio del ministerio”.

1. Sin excusas empo que podría usarse para orar se u lice a veces para
prolongar el empo que se usa haciendo zapping con el tele-
Las personas que enen dificultades especiales para orar, o visor, charlando interminable y frecuentemente con alguna
que se llenan de ac vidades para escapar de conflictos y amiga, o navegando varias horas por Internet sin una finali-
angus as interiores, enen la tendencia a despreciar los dad precisa.
“espiritualismos” y a insis r en formas “normales” de espiri-
tualidad. Manifiestan entonces que hay que descubrir a Dios No es esa la salida que proponemos aquí. Pero tampoco cae-
en medio de la ac vidad, que hay que orar en medio del remos en otra respuesta fácil: decir que se trata simplemen-
trabajo, que hay que darle prioridad al cumplimiento del te de prolongar el empo de oración, o de alimentar la ac -
deber o al servicio, y que eso es más valioso que estar dos vidad mul plicando los momentos de oración personal.
horas arrodillado o hacer muchos re ros. Ciertamente, todo Se trata más bien de desarrollar una autén ca
esto es verdad, pero decir esto es lo mismo que decir nada, “espiritualidad de la acción” que unifique de una manera
ya que estas afirmaciones por sí solas no producen cambio concreta, prác ca, existencial, afec va y real, la ac vidad y la
alguno, y sirven como excusa para prescindir directamente espiritualidad, de manera que se alimenten simultáneamen-
de todo empo de oración. Además, es probable que el te la una a la otra.
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2. ¿Una espiritualidad “en relación” con la ac!vi- de hoguera interior de amor que se alimentaba en la oración
dad? y en la ac vidad al mismo empo, hoguera que daba calor a
su existencia también en el corazón mismo de la ac vidad.
Se ha avanzado mucho en mostrar que la ac vidad evangeli- Por eso, aunque no logró mantener un cuerpo en forma, y
zadora debe alimentarse con una intensa vida espiritual. sus arrugas expresaban también las tensiones propias de su
También se ha profundizado la otra cara de esta misma con- ac vidad, sin embargo vivió muchos años, con rela va bue-
vicción diciendo que una espiritualidad autén ca debe llevar na salud, con una gran juventud interior, con una notable
a la acción. Esta es una espiritualidad valiosa porque no está madurez humana. Ella ciertamente logró vivir las úl mas
completamente desligada de la ac vidad sino en relación décadas de su vida en unidad y armonía, logradas a par r de
con ella. un determinado ejercicio co diano, de un modo de vivir que
Por ejemplo, tanto un sacerdote, como un catequista o un unificaba admirablemente la espiritualidad con la ac vidad.
misionero, aunque de hecho no lo hagan, reconocen fácil-
mente que es necesario un poco de oración para sostener su
ac vidad, para mo varse a servir a los demás, para superar 3. La espiritualidad de la acción misma
las dificultades que surgen en la tarea. También puede suce- Pero ahora veamos concretamente cómo es una espirituali-
der que algunos hagan re ros para ayudarse a resolver de- dad de la acción misma.
terminadas crisis que se plantean en torno a su ministerio o
a su propia función en la Iglesia. Y muchas veces sucede que La Comisión episcopal del Clero de España expresó que el
estos períodos de oración verdaderamente ayudan a ser más ejercicio del ministerio no es una vía de san ficación entre
generosos, a dominar rencores, a crecer en ac tudes de ser- otras, sino la “vía eminente de san ficación, de manera que
vicio, etc. También puede suceder que todos los días se re- los demás medios deben ordenarse al fructuoso ejercicio del
serven algunos minutos para orar, y que, siguiendo algunos ministerio”.2
consejos espirituales, esos momentos sean verdaderos oasis En este mismo sen do, tenemos que decir que, si se asume
de paz que ayuden a recomponerse y a seguir en la lucha. que la propia ac vidad evangelizadora es el modo eminente
Todo esto es una espiritualidad “en buenas relaciones” con como se expresa el amor a Dios y al prójimo –eje de la vida
la acción. espiritual en constante crecimiento–, entonces se puede
Pero esto no basta. Porque todo esto todavía no es una reconocer que un crecimiento permanente como evangeliza-
“espiritualidad de la acción misma” que unifique la vida y dores permite al mismo empo alcanzar la verdadera armo-
elimine los conflictos más profundos entre espiritualidad y nía entre espiritualidad y ac vidad. Pero esto se realiza con-
ac vidad. Es más, puede suceder que en algunos casos, al cretamente cuando la modalidad propia de ese amor está
encontrar un modo de orar verdaderamente sa sfactorio, la determinada por la modalidad de la misión específica que se
persona necesite más espacios de soledad. Entonces, esa debe cumplir. En ese sen do, hay que sostener que es la
espiritualidad que inicialmente le ayudó a recomponerse o misión la que determina las caracterís cas de la propia espi-
fortaleció su voluntad para el trabajo, luego se convierte en ritualidad, y no al revés. Es decir: el amor se encarna en una
una necesidad personal que hay que defender, y la ac vidad misión que lo ñe con notas peculiares.
comienza a vivirse de un modo tensionante y en conflicto Veamos ahora en qué consis ría una espiritualidad de la
con esa vida interior. acción misma a par r de cinco ejemplos concretos: el de un
Por otra parte, puede ocurrir que no termine de lograrse una párroco, el de un matrimonio cris ano, el de un catequista,
adecuada relación entre espiritualidad y ac vidad a causa el de un religioso, y el de un plan pastoral. De la percepción
del siguiente error teológico: conjunta de estas cinco “espiritualidades de la acción” pue-
de brotar luz para una mejor comprensión de cada una, que
“La ac vidad exterior del hombre no sería campo de acción
se sitúa así en el contexto de la riqueza eclesial.
del Espíritu, que trabaja la interioridad… Y toma carta de
ciudadanía la siguiente paradoja: el ejercicio del ministerio
es fuente de liberación y salvación para sus des natarios, 3.1. Un párroco
pero no para quien lo ejerce”.1 Gracias a Dios, en la espiritualidad específica del clero dioce-
Pero es importante saber cuál ejercicio, qué po de ejerci- sano se ha progresado bastante al iden ficar como eje unifi-
cio, qué modalidad de ac vidad es terreno propicio para la cador de esta espiritualidad a la caridad “pastoral”, expresa-
acción del Espíritu en los corazones. No se trata de mucho do de otro modo al decir que el cura diocesano se san fica
hacer sino de “buen hacer”. ante todo “en el ejercicio mismo del ministerio”(PO 13). Pe-
ro veamos algunas maneras concretas como puede vivirse
Ciertamente, la madre Teresa de Calcuta no nos presenta el
esta espiritualidad en el mismo ejercicio del ministerio:
ideal del humanismo griego donde lo primero era el cul vo
de sí mismo, tanto ;sica como moral y espiritualmente. La a. La misma imagen de Dios, con el cual se encuentra el
Madre Teresa unificaba su vida en el amor ac vo que era al párroco en la oración personal y en la celebración litúrgica,
mismo empo profundamente “contempla vo en la ac vi- está hondamente marcada por la iden dad pastoral. Dios
dad”. Esto le requería ciertamente reservar espacios del día es percibido y amado por el pastor ante todo como fuente
exclusivamente para la oración. Pero la clave está en que de vida para los demás, como plenitud que es a la vez un
oraba de tal manera que era también “ac va en la oración”. manan al desbordante de vida para el pueblo:
Era una oración no al margen de la ac vidad, sino una suerte

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“Se trata de un amor cau vado por la gracia, por el Dios bien. Es Fpico de la oración de un sacerdote interceder por
que es Vida y hace par cipar al hombre de su vida divina; las necesidades concretas del pueblo y elevarlas en la Euca-
es un amor agradecido y admirado ante el Dios generoso risFa. Por otra parte, el pastor ende a rezar como reza el
que se comunica, que salva al hombre… Y puesto que ni el pueblo, lo acompaña también en su manera de rezar, adap-
sacerdocio ni la caridad se terminan, podríamos decir que tándose al pueblo y encarnándose también en las expresio-
la alegría suprema y defini va de un cura será encontrar- nes caracterís cas de su religiosidad.
se plenamente con Dios y gozar viéndolo comunicar su
e. Su relación con la Palabra también se ñe de esta nota
Vida al pueblo feliz y liberado”.3
de pastoralidad. Por eso, el mejor modo de hacer el propio
Esto es sumamente importante, porque la misma imagen examen de conciencia es dejar iluminar la propia vida por
de Dios hace que ya en el encuentro ín mo con él brote un la Palabra, pero concretamente, por el texto de la Liturgia
impulso hacia la ac vidad pastoral. correspondiente a cada día, el mismo texto que se ofrece al
pueblo en la EucarisFa.
b. Esta adoración a Dios como fuente de vida hace que la
espiritualidad del sacerdote sea profundamente sacramen- Del mismo modo, es más acorde con su ser de pastor hacer
tal, ya que es par cularmente en los Sacramentos –sobre la lec o divina durante la semana con el texto sobre el cual
todo en la EucarisFa– donde el Señor se hace presente co- se va a predicar el fin de semana. Su oración con la Palabra
mo fuente de vida para el pueblo: es una personalización del texto que permi rá hablarle a la
“Este amor a Dios se dirige más expresamente al Dios gente de algo que ha tocado la propia vida (aunque evite
presente y actuante en los Sacramentos. Es ante todo la trasladar a la prédica sus propios conflictos).
presencia eucarís ca el manan al donde el cura busca f. El sacerdote diocesano par cipa de un aspecto de la es-
saciar su sed de Dios. Su encuentro de amor, donde re- piritualidad laical que es descubrir a Dios en la vida civil
nueva el pacto de amistad con él, es habitualmente la (secular), pero más precisamente en la sociedad concreta
celebración de la Misa. Aunque también lo ama descu- donde vive. El aspecto eclesial de su espiritualidad está
briéndolo actuante en los demás Sacramentos, y en la marcado por el amor a la erra, por un fuerte arraigo en un
Palabra que administra”.4 lugar vivido como don de Dios. Él es sacerdote “de la Iglesia
Pero es destacable que Dios es visto como “actuante” en local, de la Iglesia implantada en plena mundanidad”6. Este
los Sacramentos, por lo cual en esa contemplación se incor- sen do ín mo y espiritual de pertenencia a un lugar se
pora al pueblo, objeto de esa acción sobrenatural de Dios. expresa en opciones concretas, en una defensa de la iden -
dad cultural de su lugar y en inicia vas que se ordenan a
De este modo, “la caridad pastoral, que ene su fuente penetrar con la luz de Cristo la sociedad donde vive. Por lo
específica en el sacramento del Orden, encuentra su expre- mismo, la dimensión fraterna de su espiritualidad estará
sión plena y su alimento en la EucarisFa” (PDV23). Cuando referida fundamentalmente al Presbiterio de la propia dió-
se contempla en la EucarisFa a Cristo que se hace presente, cesis: “El aquí y ahora de Dios, en esta diócesis y con este
se considera peculiarmente que está allí para derramar su presbiterio, es donde se desvela la propia vocación y los
vida en el pueblo: “Yo he venido para que tengan vida” (Jn. rasgos de la propia fisonomía”7.
10). El sacerdote no ende a aplicar esa realidad inmedia-
tamente a sí mismo, sino al pueblo, y a sí mismo en cuanto Esta “inserción secular” implica una oración y un culto don-
parte del pueblo amado. de se integran amorosamente las cosas que están suce-
diendo, todo lo que afecta a la vida del mundo:
c. Aquí se advierte que la pastoralidad es la “iden dad en- “Hace poco un sacerdote me dijo que había anulado la
globante y unificante del sacerdote diocesano”5, por lo cual suscripción al periódico porque se había dado cuenta de
la finalidad pastoral cons tuye lo específico de toda la for- que las con nuas crónicas de guerras, delitos, juegos de
mación de los aspirantes al sacerdocio (PDV 61). La misión poder y manipulaciones polí cas no hacían más que dis-
es la “finalidad intrínseca y vital” de la consagración (PDV traerle la mente y el corazón, impidiéndole meditar y
24). Por lo tanto, sólo bajo esta luz puede entenderse que orar. Es una cosa triste, porque hace nacer la sospecha
“la vida espiritual cons tuye el centro vital que unifica y de que sólo suprimiendo el mundo se puede vivir, que
vivifica su ser sacerdote y su ejercer el sacerdocio” (PDV sólo rodeándose de una calma ar ficial, creada por noso-
45). La caridad pastoral, que es una realidad eminentemen- tros mismos, se puede llevar una vida espiritual. Una vida
te espiritual, es al mismo empo el móvil interno de la ac - espiritual verdadera procede, sin embargo, exactamente
vidad pastoral, y por eso “existe una relación ín ma entre al contrario: nos vuelve tan alertas y conscientes del
la vida espiritual y el ejercicio del ministerio” (PDV 24). Di- mundo que nos rodea, que todo cuanto existe y sucede
gámoslo directamente: ser “espiritual” para el sacerdote es entra a formar parte de nuestra contemplación y de
lo mismo que ser “pastor”. nuestra meditación, invitándonos a responder con liber-
d. Esto alcanza una variedad de expresiones prác cas, por- tad y sin temor”8.
que todo lo que haga el sacerdote estará marcado por esta Es fundamental asumir que “si hay una espiritualidad sacer-
mís ca de fondo que hace, por ejemplo, que la oración de dotal descendente, existe, desde los condicionamientos
intercesión ocupe un lugar preponderante, ya que es al socio-religioso-culturales, una espiritualidad ascendente
mismo empo un acto de culto que reconoce el poder y el que dialoga con Dios desde las prioridades que, en cada
amor de Dios, y un acto de amor al pueblo buscando su momento, emergen de este mismo mundo”9.

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g. Vive la espiritualidad de la unidad siendo núcleo de co- 3.2. Un matrimonio


munión y de esFmulo para los diferentes servicios y minis- Ahora nos preguntamos cuáles son los aspectos más especí-
terios, fomentando la unidad en la diversidad según en ficos de la espiritualidad del matrimonio, entendida como
modelo de la Trinidad. Así puede estar en el mundo sin san ficación en el propio estado de vida (espiritualidad en la
dispersarse excesivamente. Pero esto supone una determi- vida y en la acción).
nada ascesis que consiste en renunciar a ciertas tareas de-
legándolas con libertad de espíritu. Es cierto que la espiritualidad familiar supone algunos me-
dios de espiritualidad comunes a los dis ntos estados de
h. Su ejercicio de las virtudes es también pastoral. Por vida: oración personal, vida sacramental, etc. Pero hay que
ejemplo, ejercita la fortaleza, asociándose al Cristo pacien- aclarar que aun esos aspectos comunes están siempre modi-
te, y viéndolo en el otro cuando está escuchando sus dra- ficados por lo específico de la vida familiar.
mas, tolerando sus quejas, permi endo que le quite parte
de su empo de descanso; o recibiendo de la cruz de Cristo Hay algunas caracterís cas básicas que dis nguen especial-
cierta “reciedumbre” que le permite “asimilar los golpes mente el es lo propio de la espiritualidad de un matrimonio,
psicológicos sin desanimarse ni menos quebrarse. Esta de- que la marcan profundamente y la convierten en una espiri-
be ser la ac tud ante las crí cas injustas o parciales, ante tualidad en la acción, en una mís ca de la “vida” en familia.
las calumnias, las persecuciones y diversas formas de sufri- A mi juicio, las notas principales son las siguientes:
miento”10. Ejercita la templanza bajo la forma propia del a. Ín ma aceptación y profunda valoración de la unidad en
celibato, atravesada por la caridad pastoral. Ejercita la hu- la diversidad: Porque no hay mayor dis nción que en la
mildad determinada por la forma específica del sacerdocio, vida familiar. A diferencia de lo que sucede en una comuni-
y por eso su humildad consiste ante todo en “ser y sen rse dad religiosa, en la vida familiar se exige compar rlo todo
instrumento”11, etc. con alguien de otro sexo (inmensa diferencia) o de edades
i. También cuando busca métodos o recursos para la ac vi- muy distantes (padres e hijos).
dad pastoral, lo vive como parte de su dinámica espiritual, b. Otra nota muy fuerte es la de la comunión total, par cu-
lo marca con la mís ca pastoral. El método también es es- larmente de bienes y de empo, que se planifica en la
piritualidad si se lo en ende y se lo vive como respuesta unión sexual. El esposo, que trabaja por su salario, debe
crea va al amor de Dios y a su gracia. compar rlo íntegramente con su familia, debe trabajar
Todas estas expresiones de la espiritualidad de la acción para sostenerlos a ellos, sin los auxilios externos que puede
propia de un sacerdote diocesano, muestran la diferencia tener una comunidad religiosa. Esta es una disponibilidad
de esta espiritualidad, por ejemplo, con respecto a una plena que di;cilmente puede sostenerse sin una riqueza
espiritualidad monás ca, y contribuyen a dar al sacerdote interior marcada por un espíritu obla vo y comunitario.
diocesano el profundo sen do de una iden dad –regalo de c. La oración ende a ser familiar, y se incorpora en la ple-
Dios– que debe ser amada y gozada, iden dad que unifica garia lo que sucede concretamente en la vida de la familia.
y armoniza los espacios interiores, los empos de soledad y Del mismo modo, la par cipación en los sacramentos ten-
la ac vidad pastoral. derá a vivirse en familia.
d. Fecundidad biológica y social: la paternidad y la materni-
dad se concre zan en los hijos que se engendran –

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prolongando la acción creadora de Dios– y se expresa tam- Pero el decreto conciliar Perfectae Carita s, sin u lizar la
bién de variadas maneras en que la pareja orienta su amor expresión feliz de “espiritualidad de la acción”, indica la ca-
a producir frutos de vida para los demás. Desde aquí se racterís ca específica que asume esta espiritualidad ac va
en ende la apertura evangelizadora: el núcleo familiar se en la vida religiosa, caracterís ca que puede resumirse como
abre para derramar su bien en otros, para compar r la ri- “significa vidad”.
queza que recibe de Dios. El religioso da a su acción un peculiar valor de “signo” para la
e. Exclusividad y fidelidad: el sen do profundo de pertene- Iglesia, de manera que por su es lo propio de vivir y por su
cer por completo sólo a una persona, con la cual se expresa manera profé ca de actuar –que refleja significa vamente a
la alianza entre Dios y su pueblo. Jesús y su modo de vivir– las demás vocaciones en la Iglesia
se sientan animadas y es muladas a una mayor entrega al
Evangelio en su propia misión. Veamos algunos párrafos
3.3. Un catequista
donde las expresiones u lizadas remarcan claramente esta
Algunos documentos se atreven a adentrarse en lo que sería especificidad “significa va” de la espiritualidad en la acción
la espiritualidad del catequista. Pero lamentablemente se propia del religioso:
limitan a enunciar posibles medios o instrumentos de ora- “La cas dad que los religiosos profesan por el reino de los
ción y de vida espiritual, que por otro lado son comunes a cielos… es una señal caracterís ca de los bienes celes a-
todas las vocaciones: la par cipación de la Misa, la oración les” (12a).
con la Palabra, la Liturgia de las horas, etc.
“Los mismos ins tutos, según la condición de los lugares,
Falta allí dar un paso más: Desarrollar una espiritualidad han de esforzarse en dar tes monio colec vo de pobre-
propia de la ac vidad catequís ca, la mís ca propia de la za” (13e).
tarea catequís ca, espiritualidad que se hace presente tanto “La unión de los hermanos manifiesta la venida de Cristo y
cuando el catequista cumple su función como cuando se de ella deriva un gran valor apostólico” (15a).
aparta para orar. Veamos sólo algunos ejemplos de las ac - “La perfecta con nencia por el reino de los cielos siempre
tudes espirituales que pueden impregnar la misma ac vidad ha sido tenida por la Iglesia en grandísimo honor como
catequís ca, y de su forma específica de espiritualidad: señal y esFmulo de la caridad” (46b).
a. Ac tud de maternidad-paternidad espiritual ín ma y “La profesión de los consejos evangélicos aparece como un
cercana. A diferencia del párroco, cuya caridad pastoral se dis n vo que puede y debe atraer eficazmente a todos los
dirige a un pueblo numeroso, el catequista concentra sus miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento los
ac tudes maternas y paternas en un grupo pequeño de deberes de la vocación cris ana… Manifiesta mejor a todos
catequizandos, que permite una expresión mucho más cer- los creyentes los bienes celes ales –presentes incluso en
cana y frecuente de esta gestación y acompañamiento de esta vida–, da un tes monio de la vida nueva…(44c).
hijos espirituales. Y volviendo ahora a Vita Consecrata, allí se indica con clari-
b. Por eso, es Fpica de la oración del catequista la presen- dad y contundencia que “el primer obje vo de la vida consa-
cia de unos pocos rostros concretos, que al menos durante grada es hacer visibles las maravillas que Dios realiza en la
un año o dos están co diana y repe damente presentes en frágil humanidad de las personas que llama” (VC 20). Y en
su encuentro con Dios. este mismo documento es sumamente interesante adver r
que aun el proceso de inculturación propio de la ac vidad
c. Su oración con la Palabra ene una dinámica fuertemen- evangelizadora, se plantea desde esta espiritualidad específi-
te encarnatoria, donde vuelven a aparecer esos pocos se- ca que marca constantemente la manera de actuar y las op-
res concretos, en orden a adaptar a ellos esa Palabra que ciones concretas:
se ora.
“La vida consagrada, por su parte, es de por sí portadora de
valores evangélicos y, consiguientemente, allí donde es
3.4. Un religioso de vida ac!va vivida con auten cidad, puede ofrecer una aportación ori-
Afortunadamente, los úl mos documentos sobre la vida ginal a los retos de la inculturación. En efecto, siendo un
religiosa han encarado, no extensivamente pero sí directa- signo de la primacía de Dios y del Reino, la vida consagrada
mente, el tema de la espiritualidad en la acción. Veamos, por es una provocación que, en el diálogo, puede interpelar la
ejemplo, un texto que apunta claramente a evitar todo po consciencia de los hombres. Si la vida consagrada man ene
de dicotomía entre espiritualidad y acción o entre vida inte- su propia fuerza profé ca se convierte, en el entramado de
rior y mundo exterior: una cultura, en fermento evangélico…” (80).
“Los Ins tutos comprome dos en una u otra modalidad de Por eso no es correcto decir que el religioso debe otorgar
servicio apostólico han de cul var una sólida espiritualidad primacía a su vida interior por sobre la ac vidad externa;
de la acción, viendo a Dios en todas las cosas y todas las más bien hay que decir que debe cul var su vida interior de
cosas en Dios” (VC 74).12 manera que se traduzca de un modo significa vo para el
Y, hablando de la interacción espiritualidad-ac vidad, con- mundo y así produzca un dinamismo histórico, ya que “toda
cluye el párrafo diciendo que “sin esta tensión con nua persona consagrada está comprome da a cul var el hombre
hacia esa unidad se corre el riesgo de un colapso interior, interior, que no es ajeno a la historia ni se encierra en sí mis-
de desorientación y de desánimo”. mo” (VC 103). Porque la vida consagrada no sólo es un signo

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de que Dios es siempre mayor, sino también “una prueba contempla vo de la caridad que nos permite servir al otro
elocuente de que, cuanto más se vive de Cristo, tanto mejor no por necesidad o por vanidad, sino “porque él es bello”.
se le puede servir en los demás, llegando hasta las avanzadi- Por eso decía Santo Tomás que “del amor por el cual a uno
llas de la misión y aceptando los mayores riesgos” (VC 76). le es grata la otra persona depende que le dé algo gra-
s” (STh I-II, 110, 1), y que la palabra “caridad” agrega algo a
3.5. Un plan pastoral la palabra “amor”, porque expresa que el ser amado “es
es mado como de alto valor” (ibid, 26, 3).
Para terminar esta serie de ejemplos, quiero agregar uno
que nos permite descubrir cómo la contemplación espiritual Esto es una verdadera profundidad contempla va que se
vive en el encuentro mismo con los demás, pero no sólo en
no se reduce a la contemplación de Dios mismo, porque es
una suerte de observación detenida, sino en la misma ac vi-
también contemplación de los demás misterios de la fe que
dad de servicio al hermano. Tan convencido estaba de esto
reflejan el amor y la gloria de Dios. En este sen do, la Iglesia
misma puede ser objeto de la contemplación amorosa, y esa San Buenaventura, que sostenía que la contemplación de
Dios se hace más fácil cuando el amor al hermano se expresa
contemplación puede prolongarse luego en un determinado
en obras: “Hay cierta acción que, unida a la contemplación,
modo de vivir la eclesialidad y en una ac vidad marcada por
ese espíritu eclesial. no la impide, sino que la hace más fácil, como las obras de
misericordia y piedad”14. Es una acción en la cual la hermo-
Esto es lo que parece realizarse en el plan NIP (Nueva ima- sura y la dignidad del otro son intensamente percibidas por
gen de Parroquia), propuesta pastoral del “Movimiento para el corazón amante.
un mundo mejor”.
En este sen do, me preocupó escuchar en un programa tele-
Este plan pastoral implica un proyecto comunitario muy visivo a un sacerdote que había renunciado a su función de
prác co y detalladamente organizado, pero se inicia con un párroco y se había ido de la parroquia. Y decía que se había
re ro (“ejercitaciones para un mundo mejor”) para los que ido de la parroquia porque se había cansado de la gente del
serán luego agentes de pastoral. En ese re ro se procura barrio, porque ya no soportaba más la ignorancia del pueblo.
que los par cipantes hagan una experiencia contempla va y Había hecho en su vida sacerdotal miles de bau smos y ca-
gozosa de la Iglesia como misterio de comunión y par cipa- samientos, pero se daba cuenta que la gente no iba a pedir
ción, experiencia que marca de tal manera el futuro del plan, los sacramentos con ac tud de fe, sino por pura tradición.
que logra que todas las acciones, opciones y decisiones pos- Por eso se hartó y se fue, para dedicar su sacerdocio a otro
teriores tengan como prioridad expresar ese misterio. El po de tareas más interesantes.
re ro inicial, entonces, no es un fin en sí mismo, sino un dis-
Evidentemente, cuando la mirada hacia el pueblo ene tal
parador; el fin es la ac vidad pastoral posterior marcada,
nega vidad, la ac vidad evangelizadora termina haciéndose
impregnada por una convicción espiritual: que la Iglesia es y
debe ser un misterio de comunión y par cipación. insoportable, se convierte sólo en un cumplimiento externo,
en un peso que hay que aguantar. De esta manera, la espiri-
tualidad, el descanso y el trato con personas “interesantes”
4. Una forma específica de amar siempre serán preferidos a costa de la ac vidad y la dedica-
ción al pueblo; y la ac vidad sólo se mantendrá con un gran
Ahora podemos entender mejor cómo el amor es forma y esfuerzo, y posiblemente acompañada de maltratos a la gen-
sen do úl mo que unifica toda la vida cris ana. te que originan nuevas y crecientes tensiones.
No se trata sólo del amor teologal, sino de ese amor teologal Pero encontrarse sólo con los que despiertan agrado o no
que asume determinadas caracterís cas –de acuerdo a la las man la propia autoes ma, es privarse de los desa;os
ac vidad que se desarrolle– y transforma el modo de mirar, indispensables, no sólo para crecer, sino para mantener un
de considerar las cosas, de reaccionar, de elegir. nivel necesario de tensión vital, para sostener un encuentro
Podemos plantearnos, por ejemplo, el modo de amar de un con la vida real, no con la pura fantasía.
párroco de barrio. A par r de lo dicho hasta ahora podemos Por eso para el cura de barrio es imprescindible desarrollar
sostener que se trata de un amor encarnado en ese lugar, un profundo y convencido amor al pueblo en general con
iden ficado con ese lugar, capaz de valorar todo lo que Dios todos sus rostros concretos, un amor que todo lo cree, todo
siembra misteriosamente en los habitantes de ese barrio, lo disculpa, todo lo espera (1 Cor. 13, 4ss). Un amor miseri-
capaz de comprenderlos desde adentro, iden ficado con sus cordioso que ende a mirar las ac tudes posi vas, las for-
sueños, con su manera de vivir y de creer, etc. De hecho, mas misteriosas como se expresa la gracia –que siempre
una de las caracterís cas del pastor que nos ha indicado el actúa–, un amor que ende a buscarle excusas al amado y a
Papa es “la confianza en la acción escondida de la gracia que mirar más bien lo bueno y lo bello que hay en él. Son las
se manifiesta en los sencillos y en los pobres” (PDV 26). Y caracterís cas propias de cualquier enamorado, pero que en
esta confianza en la acción de Dios en los seres humanos nos este caso no se orientan a un solo individuo, sino al pueblo
orienta afec vamente a mirarlos posi vamente, en una en general, al conjunto de personas a las que se dirige la
suerte de embeleso frente a la dignidad sagrada del otro. propia acción evangelizadora.
Así, “no se mira tanto la miseria en la imagen de Dios –el
Vimos que la imagen de Dios que ene un párroco es ante
hombre– sino más bien la imagen de Dios en el miserable”13.
todo la de un Dios que comunica su vida divina al pueblo.
La ap tud para captar la belleza de los demás y las dis ntas
Por eso, el amor a Dios propio de este cura de barrio no po-
manifestaciones de esa hermosura, es el sen do esté co o

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drá ser in mista, centrado en la contemplación amorosa del


Dios que habita en la propia in midad:
“La concepción individual de la vida espiritual, predominan-
te en la historia de la Iglesia, y consolidada con el Renaci-
miento y el Humanismo, nace sobre todo de la contempla-
ción de la Trinidad que inhabita el alma redimida y jus fica-
da. Si uno se estanca en la presencia de la Trinidad en la
persona individual, es lógico que el i nerario individual
consista en tender hacia la unidad mís ca con las Personas
que habitan en el alma”15.
Pero esto mismo nos lleva a pensar que esa forma de amar a
Dios como fuente de vida, aunque esté profundamente uni-
da a un ín mo amor al pueblo, no puede reducirse a actos
internos de amor, sino que debe expresarse en un modo de
relacionarse con el pueblo, en una ac vidad pastoral que
está profundamente marcada por esta mís ca. Esto es, en
defini va, lo que se llama “caridad pastoral”:
“Desempeñando el oficio de buen pastor, en el mismo ejer-
cicio de la caridad pastoral hallarán el vínculo de la perfec-
ción sacerdotal, que reduzca a unidad su vida y su acción…
” (Presbyterorum Ordinis 14)
“El principio interior, la virtud que anima y guía la vida espi-
ritual del presbítero en cuanto configurado con Cristo cabe-
za y pastor, es la caridad pastoral, par cipación de la mis-
ma caridad pastoral del Jesucristo” (PDV 23).
Todo lo dicho nos invita a revisar lo que solemos entender
cuando hablamos del “espíritu” de la nueva evangelización
para no entenderlo sólo en un sen do ver cal. Al hablar del
“espíritu” que debe animarnos en la nueva evangelización,
suele hablarse de fervor interior, de un amor entusiasta a
Cristo que nos mueve a comunicarlo a los demás, o de un
dejarse impulsar por el Espíritu. Para el padre Rafael Tello
esto es valioso, pero insuficiente, porque faltaría en esa espi- ____________________________________________
ritualidad evangelizadora una ac tud espiritual hacia el pue- NOTAS
blo, hacia el hombre. Por eso Tello, al hablar del “espíritu” [1] COMISION EPISCOPAL DEL CLERO (España), Espiritualidad sa-
de la evangelización, propone agregar lo siguiente: cerdotal y ministerio, en Pastores 2 (1995), I.2.
“Volverse hacia nuestro hombre concreto, real, histórico, [2] Ibid, I.5.
es ante todo una cues ón de espíritu, de donde nacen las [3] V. FERNANDEZ, Un sen do estructurante en el amor sacerdo-
ac tudes, la organización, la acción y la técnica o modo de tal, en Pastores 10 (1997) 12.16.
actuar convenientes. Este espíritu exige amor y cercanía al [4] Ibid.
pueblo, de modo que, no sólo por vía cienFfica sino tam- [5] J. GARCIA VELASCO, La caridad pastoral en la teología y espiri-
bién por la connatural capacidad de comprensión afec va tualidad del ministerio, en Seminarios 130 (1993) 467.
que da el amor, pueda conocer y discernir las modalidades [6] L. TRUJILLO, Relaciones propias del presbítero y su espirituali-
propias de la cultura del pueblo (Puebla 397). Concuerda dad, en Espiritualidad sacerdotal. Congreso, Madrid 1989, 168.
con esto el magisterio papal cuando nos enseña que ‘fijarse [7] F. VALERA SANCHEZ, En medio del mundo. Espiritualidad secu-
en el hombre, en sus problemas reales, en sus esperanzas y lar del presbítero diocesano, Madrid 1997, 93.
sufrimientos… hace que la Iglesia… perciba los mismos im- [8] H. J. M. NOUWEN, Abriéndonos, Bs. As. 1994, 46.
pulsos divinos, las luces y las fuerzas del Espíritu’ (RH 18), y [9] F. VALERA SANCHEZ, En medio del mundo (cit) 189.
que ‘la ac tud misionera comienza siempre con un sen - [10] S. GALILEA, Tentación y discernimiento, Madrid 1991, 61-62.
miento de profunda es ma frente a lo que en el hombre [11] J. ESQUERDA BIFET, Teología de la espiritualidad sacerdotal,
había’ (RH 12). Madrid 1976, 197.
Tratemos pues de alcanzar un espíritu par endo de una pro- [12] JUAN PABLO II, Vita Consecrata. Exhortación apostólica postsi-
nodal sobre la vida consagrada, Madrid 1996.
funda ac tud de amor, desde la cercanía al pueblo… con una
[13] SAN BUENAVENTURA, III Sent., dist. 35, a. 1, q. 6.
profunda es ma frente a lo que en el hombre había y con
respeto por lo que en él ha obrado el Espíritu”16. [14] S. BUENAVENTURA, IV Sent., dist. 37, a. 1, q. 3, ad 6.
[15] F. CIARDI, Koinonia, en Il coraggio della comunione, Roma
1992, 288.
[16] R. TELLO, La nueva evangelización (inédito), anexo I, 2-3.

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