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– Eclesiastés 11:9-10.
Generalmente, y sobre todo los fines de semana, los jóvenes se hacen “panoramas” para
emplear su tiempo libre. Luego de todas las cosas que durante la semana ocupan su
tiempo, para el fin de semana se busca algo distinto, sea con alguna amistad agradable, o
en un paseo, un espectáculo, etc.
En el texto transcrito se nos ofrece la vida para vivirla. Hay alternativas, hay panoramas,
hay alegrías, hay juventud. Delante de ti están todas las oportunidades placenteras. Sólo
que hay un “pero”. Dice: “Sobre todas estas cosas te juzgará Dios”.
A veces, los jóvenes piensan que es muy temprano para pensar en un juicio, que eso está
muy lejos, cuando llegue la vejez o cuando venga Cristo. Pero nosotros tenemos que
saber que la vida es muy efímera. Como dice el profeta: “Es como la flor de la hierba, que
a la mañana crece y a la tarde ya está marchita” (Salmo 90:5-6). Así es la existencia del
hombre.
Pudiera ser que los años sean 70 ú 80 en los más robustos, pero aún así eso es todavía
muy poco. No nos damos cuenta cómo pasan las horas, los días, los años. Un joven entra
a la Universidad y piensa que va a estar allí un tiempo larguísimo. Pero no se da cuenta
cuando termina su carrera y tiene que trabajar.
El tiempo que tenemos para tomar decisiones importantes es el que va entre los 14 y los
25 años. Si el proyecto de vida no se resuelve en esa edad, tal vez no se resuelva nunca.
El hombre, a los 45 años suele sufrir una crisis, y decir: “¡¿Qué he hecho con mi vida?!”. Y
se da cuenta de que no ha hecho nada importante. Entonces trata de emprender las
grandes cosas que antes nunca emprendió. Así es la vida.
El proyecto de vida
Cada generación tiene que plantearse esa pregunta: ¿Qué voy a hacer con mi vida?
¿Cuál es el proyecto de mi vida? Y entonces, es preciso tomar una decisión
tempranamente, para luego invertir la vida en algo que resulte en beneficio para la causa
del Señor Jesucristo.
Haz lo que quieras con tu vida -dice el Predicador en Eclesiastés- toma la decisión que
quieras, pero debes saber que Dios te está mirando y está evaluando tus decisiones. Hay
un Dios que está evaluando cuando tú decides, cada fin de semana, qué vas a hacer con
tu tiempo, y con quién vas a pasar esas horas.
Por lo mismo, la Palabra dice: “Quita, pues…”. Ese “quita, pues”, es, entonces, la
recomendación que viene inmediatamente al saber que hay un Dios que nos mira: “Quita,
pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal”.
Cuántas veces -en la juventud- el corazón se llena de enojos, porque el proyecto de vida
que empezamos a soñar desde la más tierna infancia, se ve obstaculizado. Un proyecto
de vida contempla educación, familia, trabajo, etc., y muchas veces ese proyecto se está
truncando tempranamente, por alguna razón. Sea porque no tuvieron los padres que ellos
hubiesen querido tener; o porque no tuvieron los recursos económicos, o porque no tienen
la capacidad para un buen rendimiento escolar.
Y entonces ellos piensan que su vida no es lo que hubieran querido. A veces se afligen
pensando: “¿Por qué no fui algo mejor?”. Y a veces tienen un enojo aun con Dios mismo:
“¿Por qué no me hiciste un poco más inteligente?”. A veces piensan: “¿Por qué tengo ya
esta edad? Ya se me está acabando el tiempo, y no tengo el atractivo o la dulzura como
para ser una persona deseada”. Entonces se enojan con su nariz, con la forma de sus
ojos, con su pelo, con su estatura. “¿Por qué no soy más delgado? –dicen–, No me va a
tocar la suerte de hacer un buen matrimonio, y el proyecto de mi vida fracasará”.
Pero ¿sabes, querido hermano joven? Hay un proyecto que Dios tiene para ti: Y es que tú
seas configurado a la imagen de Jesucristo. Dios ha preparado para ti un proyecto de
vida. Has sido diseñado para expresar su gloria, para llevar eternamente la gloria de una
Persona, la gloria de Cristo el Señor.
Si hoy no eres como Él, tienes la opción de ser como Él. El gran proyecto de vida que
Dios tiene para ti es ese. Y tú tienes que aceptarlo, aunque fracases en todo lo demás.
Es posible que los fracasos que tengas en todo lo demás sean el medio que Dios utilizará
para que tú te rindas al Señor, para que, rendido a la voluntad de Dios, lo aceptes. Así,
aunque no te cases, aunque no seas un profesional, aunque un día te cases y no
precisamente con la persona que deberías haberte casado, aunque no llegues a tener los
hijos que soñaste tener, de todas maneras el propósito final de tu vida se cumplirá.
Dios ha permitido y ha deparado para nosotros una vida que, aunque esté llena de
tribulaciones, finalmente, el resultado de ella será que Dios formará en nosotros el
carácter y la imagen de su bendito Hijo.
Hay libertad para vivir como quieras. Sólo que hay un Dios que te creó con propósito. Y si
lo aceptas, has de considerar su salvación y su voluntad para tu vida. Dios no tiene
considerado para ti que caigas en pecado, en errores, en infortunios, en vicios,
degradaciones, para que finalmente aprendas a vivir como a él le agrada. Él quiere que
tú, ahora que eres joven, voluntariamente adhieras a ese propósito.
Eclesiastés 12:1 dice: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud“. Los jóvenes
dicen: “Más adelante. Primero voy a gozar mi vida; soy muy joven para restringirme en un
camino cristiano. Yo primero voy a gozar la vida”. Y entonces toman por la “cultura del
despilfarro”.
Entonces toman la decisión del hijo pródigo, de tomar los bienes y gastarlos; y las luces
de neón los llamarán para que vayan a las discotecas y lo pasen bien. Y dirán: “Cristo no
está contemplado todavía dentro de mi ‘panorama’. Más adelante, sí”.
Pero la Escritura te recomienda acordarte de tu Creador ahora que eres joven. Porque
luego llegará el día de la vejez, que es cuando el proyecto de tu vida estará consumado.
Allí se comprobará si fuiste un vencedor o un perdedor. Hay un plazo para vivir la vida, y
es muy breve. Llega el día de la vejez cuando vienen los sinsabores y las enfermedades,
la debilidad y la muerte. Y entonces es tarde para escoger.
“Serás –dijo el poeta Daniels–, lo que debes ser o no serás nada”. Cuando tú eres lo que
debes ser, es porque tomaste una sabia decisión tempranamente. Y lo que debes ser tú
es, en primer lugar, una persona cristiana, una mujer y un hombre cristiano. Uno que tiene
a Cristo en su corazón; uno que acepta el plan de Dios para su vida. Y si tú no eres lo que
debes ser a partir de ahora, no serás nada en la vida, aunque logres ser el mejor
profesional, aunque tengas la mejor familia.
Puede ser que la mayoría de los jóvenes ya sabe bastante de amarguras y de sinrazones.
La época que nos ha tocado vivir está marcada por una crisis existencial. Pero los jóvenes
cristianos tienen un Salvador totalmente suficiente y poderoso para vivir una vida
victoriosa, y sobreponerse al tiempo difícil que nos ha tocado vivir.
Con todo, esta época es también la más gloriosa del cristianismo. Tal vez nosotros
esperemos en pie a nuestro Salvador. Tal vez a nosotros nos toque recibir a Cristo. No
morir, sino ser arrebatados. ¡Un tiempo glorioso! Además, nunca ha habido más luz de la
Palabra que en todo este tiempo que estamos viviendo nosotros ahora. Nunca la fe fue
tan clara como en nuestro tiempo.
Un llamado final
Antes que llegue ese tiempo de la decrepitud, hay que tomar una decisión. Hay que
concretar el proyecto de vida ahora. La verdadera libertad consiste en escoger qué es lo
que gobernará mi vida. ¿Será mi profesión, será mi familia? ¿En qué voy a basar yo el
proyecto de mi vida? Tú necesitas descubrir las riquezas que hay en Cristo a fin de
gozarte en él, y así salir del tedio de una vida carente de propósito.
Cuando Cristo es una realidad en tu vida desaparece cualquier otro panorama, quedando
como única fuente de vida y gozo, seguro aliciente y poderoso motor que impulsa la vida,
el Señor Jesucristo. Caminar a la luz de su rostro con temor es el principio de la sabiduría.
Quien tenga esta realidad espiritual, no teme al mañana.
Ahora, te haré una invitación. Si aún no has entregado tu vida al Señor, si no has
autorizado al Señor para que haga su voluntad en tu vida, es tiempo de que lo hagas.
Tienes que decidir ahora: ¿Quién va gobernar mi vida? ¿Quién es el motor que va a
impulsar todo lo que yo voy a hacer en la vida? Cristo es el que tiene que ocupar el centro
de tu corazón. Te invito a confiar en él, y a considerarlo en todos tus caminos.
El relato bíblico de Gedeón y su victoria sobre los madianitas durante el período
de los jueces es uno que todo niño de Escuela Bíblica habrá escuchado por lo
menos una vez. Yo me encuentro entre ese grupo. Luego, como adulta en un
Instituto Bíblico, volvió a aparecer la historia de Gedeón. Surgió fuera de clases
mientras compartía con un grupo de amistades. Estas son las palabras que
surgieron de mi boca: “Yo desearía ser uno de los 300 que Gedeón escogió.”
Recuerdo que me sorprendí, incluso hasta quedé en shock, porque nunca me
había considerado ni valiente ni atrevida. ¿Qué podemos aprender de Gedeón? Le
invito a regresar a ese tiempo de los jueces para ver la vida y los tiempos de uno
de los valientes guerreros de Dios.
¿A Quién Serviremos?
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Fue en esos tiempos decadentes que Gedeón recibió su llamado del Señor. Los
madianitas habían estado aterrorizando a Israel por siete años. Los madianitas, un
pueblo nómada, y sus aliados, los amalequitas, junto con los “pueblos del este”
dominaban la tierra. Edersheim, en su libro The Old Testament Bible History [La
Historia Bíblica del Antiguo Testamento], ofrece esta descripción: “Su ocupación
no siempre se sentía, pero era una desolación prolongada. Tan pronto la cosecha
dorada se recogía o se almacenaba en graneros, repentinamente aparecían. Así
como una plaga de langostas, no dejaban nada en su camino.” “Así fue
empobrecido Israel en gran manera por causa de Madián, y los Israelitas
clamaron al SEÑOR” (Jue. 6:6).
Llamado de Gedeón
Gedeón era el hijo menor de Joás, y miembro del clan abiezerita de la tribu de
Manasés. Su nombre, Gedeón, significa “talador” o “cortador” en hebreo,
derivado del verbo ‘gadá,’ refiriéndose a talar o cortar algo en dos. Gedeón no
parecía ser una persona ideal para dirigir al pueblo, pero el Señor no se dejó
llevar por la opinión humana cuando hizo Su selección. Una nota al calce en el
libro The Living Nach [El Naj Viviente], una traducción de fuentes judías
tradicionales, dice: “Dios a menudo escoge al más pequeño, para demostrar que
la salvación no depende de la fuerza, edad ni sabiduría personal, sino de Su
Palabra.”
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A medida que continúa el relato, leemos que “el Ángel del Señor” vino a visitar a
Gedeón mientras sacudía el trigo en el lagar de uvas, escondiéndose así de los
madianitas (Jue. 6:11). Usualmente, el trigo se aventaba en áreas abiertas, no en
un lagar protegido para exprimir uvas. Uno podría concluir que Gedeón era un
cobarde porque se escondía mientras trabajaba, pero al leer el relato entero,
vemos que eso no es cierto. Él respondió de manera práctica a las circunstancias
en que Israel se encontraba. También podría reflejar que había poca cantidad de
trigo que aventar.
En vez de responder a la pregunta de Gedeón, el Ángel del Señor le dijo: “Ve con
esta tu fuerza, y libra a Israel de la mano de los Madianitas. ¿No te he enviado
Yo?” (Jue. 6:14). Entonces, Gedeón le hizo otra pregunta: “Ah Señor… ¿cómo
libraré a Israel? Mi familia es la más pobre en Manasés, y yo el menor de la
casa de mi padre”(Jue. 6:15).
Respuesta de Gedeón
Segundo altar: Esa misma noche, el Señor dio unas instrucciones específicas
respecto al altar de Baal que se encontraba en el área central de Ofra, su ciudad
natal. Le dijo que tomara el novillo de su padre, y otro de siete años, para
derrumbar el altar pagano. Además, debía cortar la figura de madera de Asera
junto al altar. Luego de eso, debía construir un nuevo altar en un lugar muy
prominente y ofrecer allí el novillo de siete años.
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Sin embargo, creo que Gedeón ha sido malamente criticado cuando alegan que lo
hizo todo de noche porque tenía temor de su padre y los hombres de su pueblo.
Yo sugiero que, a pesar de su temor, como Dios le había hablado de noche,
Gedeón le obedeció de inmediato y derrumbó el altar esa misma noche.
Al otro día, cuando se supo lo que Gedeón había hecho, exigieron a su padre Joás
que les sea entregado para matarlo. Su padre dijo a los hombres respecto a
Baal: “Si es un dios, que luche por sí mismo, porque alguien ha derribado su
altar” (v. 31b). Cuando nada le sucedió a Gedeón, el pueblo simpatizó con él y le
otorgó el papel de líder. De hecho, le dieron un nombre nuevo a Gedeón ese día.
Le llamaron Jerobaal, que significa literalmente “que Baal luche contra él.” Poco
a poco, el Señor transformó a Gedeón de un campesino que aventaba trigo a ser
el líder de su clan. En cada paso, Gedeón respondió con fe, creyendo lo que Dios
decía. Durante cualquier tiempo de preparación, primero debe haber un encuentro
personal con Dios. Nadie puede ser líder si no se ha relacionado con Dios a nivel
personal. Gedeón pasó la prueba y ya estaba listo para la segunda etapa.
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Sintiéndose seguro de que había escuchado la voz de Dios, y vindicado de la ira
de los otros abiezeritas por la destrucción del altar de Baal, Gedeón ocupó su
lugar como líder. Cuando “el Espíritu del SEÑOR vino sobre Gedeón” (Jue.
6:34a), sonó el shofar (trompeta) y mandó a buscar hombres de las tribus vecinas
de Aser, Zabulón y Naftalí para unirse a su propia tribu de Manasés y alistarlos
para la guerra.
La Guerra
Los israelitas respondieron al llamado de Gedeón para salir a la guerra, 32,000 de
ellos. Enfrentarían a una fuerza enemiga de 135,000 hombres, sobre cuatro veces
su tamaño. No era un cuadro muy favorable. Pero Dios le dijo a Gedeón: “El
pueblo que está contigo es demasiado numeroso para que Yo entregue a Madián
en sus manos; no sea que Israel se vuelva orgulloso, y diga: ‘Mi propia fortaleza
me ha librado'” (Jue. 7:2).
Es triste pero cierto que, a menos que enfrentemos retos demasiado grandes para
nosotros, siempre existe la tentación de alegar que obtuvimos la victoria por
nuestra propia fuerza. No resulta fácil vivir en total dependencia del poder de
Dios, pero lo podemos lograr si nos humillamos y nos sometemos a Él de día en
día.
Luego de las instrucciones de Dios a Gedeón, regresaron a sus casas todos los
que tenían miedo, un total de 22,000 hombres. El próximo paso fue visitar el
manantial donde permanecían los restantes 10,000 para reducir el ejército de
Gedeón aún más. La mayoría se arrodilló a tomar agua, recogiéndola con la
mano, mientras que 300 pusieron la boca directamente al agua. Dios le dijo a
Gedeón que se quedara con sólo esos pocos.
Otra interpretación aparece en The Living Nach [La Naj Viviente]: “El
arrodillarse era símbolo de adoración a Baal (ver 1 Reyes 19:18), y los
verdaderos israelitas no se arrodillaban.” No sabemos cuál de esas explicaciones
sea la más correcta, pero sabemos de seguro que el Señor, quien divisó el plan,
escogió a los 300 hombres quienes acompañarían a Gedeón.
Una vez fueron derrotados los madianitas, los hombres de Israel pidieron a
Gedeón que estableciera un reino dinástico y les gobernara. De inmediato,
respondió que ni él ni sus hijos les gobernarían; el Señor les gobernaría. Gedeón
ganó la batalla privada interna, pero su próximo acto produjo una enorme
tragedia, no sólo para él sino para su familia y el resto de la nación de Israel.
Gedeón se atrevió tomar un paso independientemente de la dirección divina.
Pidió a los hombres que le entregasen zarcillos y pendientes de oro que habían
tomado de los madianitas. Los hombres accedieron con todo gusto, y pronto
reunieron 1,700 siclos de oro, el equivalente de 43 libras o 19.4 kilos.
Gedeón tomó el oro e “hizo de ello un efod, y lo colocó en Ofra, su ciudad, con
el cual todo Israel se prostituyó allí, y esto vino a ser ruina para Gedeón y su
casa” (Jue. 8:27). Hay alguna incertidumbre respecto al propósito y la forma en
que Gedeón hizo el efod. Según Jewish Encyclopedia [Enciclopedia Judía], la
palabra “efod” tiene dos sentidos en la Tanaj(Génesis a Malaquías).
Probablemente conocemos mejor el efod como parte de la vestimenta del sumo
sacerdote. El segundo sentido de la palabra efod es una imagen, que parece ser la
interpretación correcta aquí. En The Living Nach [La Naj Viviente], una nota al
calce sugiere que Gedeón pudo haber hecho “un cinturón de oro (Radak, Ralbag)
para conmemorar su victoria. Otros sugieren que el efod tendría el propósito de
adivinación.”
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Cualquiera que fuese, la Biblia dice que eso llegó a ser la ruina de Gedeón y su
familia. Si fue en conmemoración de su victoria, quizás Gedeón cayó atrapado
por el orgullo de su éxito, y se olvidó de su debilidad ante el Señor. Si lo llegó a
usar como medio de adivinación y conocimiento de lo sobrenatural, fue en
violación a las instrucciones de Dios dadas a Moisés sobre cómo deberían vivir.
Entre las muchas reglas, Dios les dijo: “…ni serán adivinos ni agoreros” (Lev.
19:26b).
Mientas Gedeón vivió, la tierra tuvo descanso y paz, pero leemos que “al morir
Gedeón, los Israelitas volvieron a prostituirse con los baales e hicieron a Baal
Berit su dios” (Jue. 8:33). En contraste, cuando murió Josué, Israel continuó
sirviendo al Señor mientras vivían los ancianos de ese tiempo (Jos. 24:31).
Gedeón no dejó tal legado. Inmediatamente después de su muerte, el pueblo se
alejó de adorar al verdadero Dios y volvió a adorar a Baal.
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