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mirad, la virgen está encinta y dará a luz un hijo, y lo pondrá por nombre Emanuel.

(Isaías 7:14)

Pero el ángel que se aparece a José siete siglos más tarde parece haber olvidado por
completo la antigua profecía o ¿acaso Dios se lo pensó mejor y buscó un nombre
diferente? El caso es que cuando José descubre que María está embarazada, un ángel
se le aparece en sueños y le dice:

Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su
Pueblo de todos sus pecados. (Mateo 1:21).

En la Biblia se considera que el nombre define a una persona.

Así pues, es frecuente entre los hebreos que se ponga al niño un nombre según lo que
se cree que es o que será. De esto hay en la Biblia innumerables ejemplos. Lía pone a
su hijo “Simeón”, que significa literalmente “Dios escuchó”, porque considera que el
hijo es el resultado de que Dios haya escuchado sus súplicas.

Por tanto, el nombre que se le pone a una persona, según la mentalidad hebrea, nos
está explicando quién es o qué función tiene. Pero los israelitas iban más allá, no solo
daban al niño un nombre que explicaba su cualidad, sino que también podían expresar
cualidades de la persona como si fuesen también sus nombres.

Por todo esto, al decir Isaías que el Mesías se llamará “Emmanuel” (= Dios con
nosotros), no está profetizando sobre el nombre de pila que tendrá, sino sobre quién
será, cuál será su cualidad: el niño será Dios mismo habitando en medio de los
hombres. Del mismo modo, el ángel de José sabe que el niño será Dios entre nosotros
(definición), pero le pide a José que le ponga por nombre “Yeshua”, que significa “Dios
salva” (función). La profecía anuncia que el niño será Dios encarnado (Emmanuel), el
ángel pide a José que le ponga el nombre que describirá su función.

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