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Aspecto social y carácter de Wozzeck

Wozzeck es claro ejemplo de que lo bello no es el único camino de acceso al arte. Pocas cosas
mas sórdidas, asfixiantes y desesperanzadas se han producido como la figura de este soldado
Wozzeck sometido a la indignidad y el oprobio. Georg Büchner, lo creó a los veintitrés años de
edad, puso literalmente el dedo en la llaga, en una verdadera llaga humana, doblemente
trágica porque carece, de modo definitivo, de cualquier posibilidad de redención. No es una
historia heroica. Ni siquiera es una historia del coraje o la rebeldía. Es minúscula, repugnante y
aterradoramente plausible. En cualquier puesto policial, en cualquier archivo de de tribunales
se pueden encontrar hechos igualmente alucinantes. Y sin embargo, pese a moverse en el
fango, esta historia tiene un hálito de extraña trascendencia, de conmovedora ternura.
La grandeza de Wozzeck no consiste en narrar sucesos extraordinarios protagonizados por
seres extraordinarios. Lo verdaderamente dramático y desolado de Wozzeck es que relata
hechos comunes que suelen acontecerle a la gente común. Su protagonista es lo más lejano
que se puede concebir de un héroe. Es un obscuro, desconcertado ser, que arrastra a su pobre
vida, su simpleza de espíritu y su básica honestidad en al depresiva atmósfera de la frustración
sin pausa. No es un intelectual, ni un moralista. No es ni siquiera inteligente. Esta en medio de
la borrasca y es incapaz de orientarse. Frente a los hechos esta inerme, desconsolado. No atina
a apuntalar su mundo que cae a pedazos ante sus ojos. Es acosado, denigrado, vejado. Solo
pide un poco de amor, y cuando cuando ni siquiera puede mantenerlo, mata. Wozzeck es la
crónica de una desesperación. La mera, terrible y sencilla desesperación de un ser humano.
Ese es el tema que eligió Alban Berg. Y con él construyó la ópera más arrebatadora e intensa
del siglo XX.

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