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SERIE:

FORMACIÓN MINISTERIAL

Historia del

CRISTIANISMO

LOS MIL AÑOS DE


INCERTIDUMBRE
(500–1500)

Dr. Pablo A. Deiros

EDICIONES DEL CENTRO


Buenos Aires, Argentina
Deiros, Pablo Alberto.
Historia del cristianismo: Los mil años de incertidumbre. – 1a ed. – Buenos Aires: Del Centro. 2006

277 p.; 22×15 cm. (Formación Ministerial)


ISBN 987-22449-2-8
1. Cristianismo - Historia. I. Título
CDD 230.9

Copyright (C) 2006 por Pablo A. Deiros


deiros@sion.com
Publicado por EDICIONES DEL CENTRO

Estados Unidos 1273,


1101 Buenos Aires, Argentina
Telefax: 54-11-4304-3346
e-mail: iglesiadelcentro@sion.com

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transmitida de ninguna manera ni por ningún medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabado o
cualquier otro sistema de almacenaje o recuperación de información, sin la autorización previa en forma escrita
por parte de su autor.

ISBN: 987-22449-2-8
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

Edición y corrección: Martha L. de Dergarabedián


Diseño de portada y diagramación: Luis Adonis
+ 5411 4635.5678. lyarte@speedy.com.ar

La versión bíblica utilizada en este libro es la Nueva Versión Internacional (Miami: Sociedad Bíblica
Internacional, 1999).
CONTENIDO

Prólogo

Uso de este libro

Presentación

Lista de mapas y cuadros

INTRODUCCIÓN GENERAL

UNIDAD 1: RETROCESO & RECUPERACIÓN (500 - 950)

Introducción

El retroceso en occidente
El cristianismo como religión del Estado romano
La invasión de los pueblos germánicos
Los bárbaros y el cristianismo
El surgimiento del papado romano

El retroceso en oriente
El Imperio Bizantino
El cristianismo oriental: las controversias teológicas
El surgimiento del Islam: las invasiones árabes
El Imperio Bizantino y Occidente

La recuperación en oriente
El cristianismo en India
El cristianismo en Asia Central
El cristianismo en China

La recuperación en occidente
La Iglesia en Europa
El monasticismo en Europa
Las misiones en Europa
El imperio cristiano en Europa
El avance hacia el centro y el este de Europa
Ganancias y pérdidas del cristianismo: 500–950
Elementos
Ganancias
Pérdidas

UNIDAD 2: RESURGIMIENTO & PROGRESO (950 - 1350)

Introducción

El resurgimiento del cristianismo


El cristianismo en Europa occidental
El cristianismo en el Cercano Oriente
El cristianismo en el Imperio Bizantino
El cristianismo en el Lejano Oriente

Las nuevas órdenes monásticas


El monasticismo como movimiento de renovación espiritual
Diversos tipos de órdenes religiosas
Los frailes

La vida de la iglesia medieval


El clero
El culto
Los templos
El derecho eclesiástico

El escolasticismo y las universidades


El escolasticismo
Las universidades
La mística

Los papas en el poder


Los Papas posteriores a Carlomagno
Los Papas desde fines del siglo IX a principios del siglo XI
Los grandes Papas reformadores del siglo XI
Los Papas de los siglos XII y XIII

Ganancias y pérdidas del cristianismo: 950–1350


Conflicto
Expansión
UNIDAD 3: DECADENCIA & VITALIDAD (1350 - 1500)

Introducción

Decadencia de la cristiandad oriental


La Iglesia Ortodoxa Griega
Las Iglesias Orientales menores
La Iglesia Ortodoxa Rusa

Resistencia a las pretenciones papales


La opresión de la Iglesia
El cuestionamiento al papado
El Cautiverio Babilónico de la Iglesia (1305–1377)
El Gran Cisma Papal (1378–1417)
Los concilios reformadores

Los papas del renacimiento


Problemas que enfrentaron
Decadencia que experimentaron

Movimientos de reforma
Antecedentes medievales
Precursores de la Reforma

Retroceso en oriente
El impacto del Islam
La caída de Constantinopla

Vitalidad en occidente
Perspectivas de una nueva era
Nuevas modalidades

Ganancias y pérdidas del cristianismo: 1350–1500


El segundo retroceso
Promesa de recuperación y nuevo avance

UNIDAD 4: LOS PROBLEMAS DE LA CRISTIANDAD MEDIEVAL

Introducción
El problema ideológico
Relación Iglesia y Estado
Relación Iglesia y sociedad
Relación mundo y trasmundo
Relación vida y muerte
Relación poder y piedad

El problema teológico
Controversia sobre el adopcionismo
Controversia sobre la predestinación
Controversia sobre la virginidad de María
Controversia sobre la eucaristía
Controversia sobre el alma
Controversia sobre el filioque
Controversia sobre las imágenes

El problema cúltico
El culto a María
El culto a los santos
El culto al Diablo

El problema eclesiológico
El papado
El clericalismo
El sacerdotalismo
El sacramentalismo

El problema misionológico
Misión y monasticismo
Misión y expansionismo
Misión y sincretismo

El problema apologético
Las herejías
La Inquisición

Mirada retrospectiva y prospectiva

Bibliografía

Notas
PRÓLOGO

Este libro de texto sobre la historia del cristianismo tiene su historia. Lo publiqué
por primera vez en 1977 como una edición del Seminario Internacional Teológico
Bautista (Buenos Aires, Argentina). Por aquel entonces, servía como Secretario
Ejecutivo de la Asociación de Seminarios e Instituciones Teológicas del Cono Sur.
Éramos bien conscientes de la carencia de libros de texto especialmente preparados
para servir las necesidades de los nuevos programas de educación teológica por
extensión que estaban surgiendo por todas partes en América Latina. Los libros que
tradicionalmente se habían utilizado en instituciones residenciales (Latourette, Walker,
Baker, Bainton) no parecían adecuados por su complejidad y costo.
En aquellos años, el Fondo de Educación Teológica (del Consejo Mundial de
Iglesias), estaba publicando una serie de guías de estudio muy prácticas. El único
problema es que estaban en inglés y orientadas mayormente para servir a las iglesias
en Asia y África. De manera particular, el TEF (Theological Education Fund) a través
de la editora S.P.C.K. estaba publicando una serie sobre historia del cristianismo, que
seguía el esquema de Kenneth S. Latourette en su obra magna, A History of the
Expansion of Christianity (Historia de la expansión del cristianismo) en siete
volúmenes. Los dos primeros volúmenes de la serie publicada por TEF (1972 y 1974)
fueron escritos por un destacado historiador británico, John Foster; el tercero (1975)
por Alan Thomson; y la serie se completó más tarde con un cuarto volumen (1989)
escrito por Louise Pirouet.
Esta serie de materiales parecía un buen modelo a seguir en cuanto a los
contenidos, pero había que darle un formato más adecuado a las necesidades de los
numerosos programas de auto-estudio y de formación ministerial por extensión. En
esos años, el Dr. Weldon E. Viertel estaba publicando a través de Carib Baptist
Publications (en El Paso, Texas) una serie de guías de estudio, con una metodología
bien adecuada a nuestras necesidades en América Latina. Así, pues, con el permiso del
Dr. Viertel para utilizar su formato, y el apoyo y participación del Fondo de Educación
Teológica, preparé la edición de 1977.
En 1981, la Casa Bautista de Publicaciones (El Paso, Texas) hizo una primera
edición con el agregado de dos capítulos sobre el desarrollo del testimonio cristiano en
América Latina. Y en 1985 hizo una segunda edición revisada y corregida. Estos
materiales han servido a la formación de varias generaciones de siervos y siervas del
Señor a lo largo y a lo ancho del continente. Se han sacado fotocopias y copias
(algunas autorizadas y otras no) por millares. Miles de personas me han pedido una
nueva edición a lo largo de varios años. Finalmente, creo que llegó el tiempo de
responder a esas demandas y presentar esta nueva edición, que espero sea de tanta
bendición para el cuerpo de Cristo como fueron las anteriores.
Pablo A. Deiros
USO DE ESTE LIBRO

Este libro fue diseñado y escrito por primera vez, especialmente para cumplir con
los requisitos y orientaciones de la mayor parte de los diversos programas de
formación ministerial, pastoral, misionera y evangelizadora en América Latina. Fue
preparado con el propósito de poner en manos de los estudiantes una guía de estudios
que resumiera lo mejor de otros materiales más avanzados o que de alguna manera no
están accesibles para la mayoría de los interesados en conocer la historia del
cristianismo.
Este libro de texto está preparado para ser usado especialmente en programas de
educación teológica formales y no formales. Esto significa que puede adaptarse
fácilmente a programas residenciales de diverso nivel académico, como también a
programas de educación teológica por extensión, a distancia o de auto-estudio. De
todos modos, la metodología seguida presupone que el estudiante es responsable en
forma personal de su propio estudio e investigación de los temas aquí tratados. El
énfasis está puesto sobre el trabajo personal del estudiante en el hogar más que en su
trabajo en el aula. El estudio independiente del estudiante resultará en el desarrollo de
sus aptitudes naturales y sus dones espirituales, y en la formación de una disciplina de
estudio que le capacitará mejor para el liderazgo cristiano.
El docente que utilice este libro como libro de texto encontrará de utilidad los
varios instrumentos didácticos que el mismo ofrece. He procurado presentar los
diversos temas de la historia del cristianismo de manera variada, atractiva, simple y lo
más didácticamente posible. Algunos mapas y esquemas ayudan a ilustrar y clarificar
los contenidos. De igual modo, cada unidad está acompañada de un Glosario de
términos técnicos o de uso no muy frecuente, una tabla cronológica, un cuestionario de
repaso, tareas diversas para tres niveles diferentes de complejidad académica, y la
sugerencia de algunas cuestiones para la discusión en grupos pequeños, como también
la sugerencia de algunas lecturas adicionales. La Bibliografía al final del libro presenta
los mejores materiales disponibles para el estudio de esta materia en lengua castellana
y algunos otros en otras lenguas. El docente verá de qué manera puede utilizar mejor
los recursos ofrecidos por este texto en el desarrollo de sus clases.
He procurado hacer un uso responsable de las fuentes secundarias, cuyas
referencias se encontrarán al pie de página. Más importante todavía es el hecho que he
realizado una selección de fuentes primarias, con el fin de exponer al estudiante a los
documentos más relevantes de la historia del cristianismo. Lamentablemente, las
limitaciones de espacio no permiten la presentación de todas las fuentes que uno
quisiera. No obstante, es conveniente que el docente tome en cuenta que el
conocimiento y discusión crítica de las fuentes primarias es fundamental para la tarea
histórica. Dado que el intercambio de ideas es vital en la educación teológica, se
sugiere que haya oportunidades suficientes para la discusión de los temas presentados.
La participación del estudiante en estos debates tiene dos propósitos: por un lado,
compartir su comprensión de la materia con sus compañeros y enriquecerse con el
aporte de ellos; y, por otro lado, estimular el pensamiento y la reflexión al enfrentarse
con puntos de vista diferentes de los propios.
El maestro o tutor actuará en clase como moderador en el repaso del contenido
del libro, la realización de los ejercicios y la discusión grupal, y la asignación de las
tareas para el hogar o trabajos prácticos. Se sugiere que el maestro o tutor no dicte
clases a la manera tradicional, sino que procure cumplir el papel de dinamizador de la
discusión y el diálogo alrededor de los contenidos del libro. Para ello, deberá estar
preparado para responder a las preguntas de los estudiantes, especialmente para aplicar
a las situaciones concretas, propias de cada contexto, los contenidos que se discutan. El
maestro o tutor podrá asignar lecturas complementarias utilizando los materiales de la
bibliografía sugerida, siempre y cuando los mismos sean accesibles a los estudiantes.
Del mismo modo, el docente podrá requerir la elaboración de una monografía o ensayo
escrito sobre algún tema particular, según el nivel académico del curso.
La evaluación del estudiante se hará en función a su asistencia a clase y su nivel
de participación en la dinámica de la misma, cuando el curso se dicte de manera
presencial. En todos los casos, será importante para la evaluación el completamiento
de todos los ejercicios y cuestionarios del libro, el cumplimiento satisfactorio de los
trabajos prácticos, la realización de las lecturas y trabajos escritos que eventualmente
asigne el maestro o tutor. El maestro o tutor podrá establecer algún otro requisito
conforme con las circunstancias propias de cada curso, el nivel académico con que se
trabaje y el lugar en que se enseñe.
En todo el proceso de enseñanza-aprendizaje deberá tenerse muy presente que el
propósito de este curso no es impartir o recoger información sobre el tema que trata,
sino producir cambios de conducta significativos tanto en el maestro o tutor como en el
alumno, a fin de ajustar la vida y el servicio cristianos en términos del significado y el
valor del conocimiento del pasado del testimonio cristiano para la extensión del reino
de Dios. Si después de estudiar estas páginas unos y otros aprenden a vivir y servir
mejor como ciudadanos del reino de Dios, este material habrá cumplido su propósito
fundamental.
Originalmente, este libro consistía en un bosquejo desarrollado del proceso
histórico del testimonio cristiano, como medio para alcanzar los objetivos de un curso
de Historia del cristianismo. En el caso de esta edición, he procurado incorporar otros
materiales que considero importantes para una comprensión más global de esta
historia. En el caso de que el lector esté matriculado en un seminario, instituto bíblico,
escuela de misión o en algún otro programa de capacitación que utilice este libro como
libro de texto, el estudiante será responsable de la lectura cuidadosa del texto y la
bibliografía indicada. Los ejercicios preferentemente deberán ser hechos en el estudio
personal, bajo la guía del instructor. El estudiante es responsable por el cumplimiento
de las tareas para el hogar que figuran al final de cada unidad como Trabajos Prácticos,
y que el maestro o tutor asignará a lo largo del curso. Los Cuestionarios de Repaso
podrán ser utilizados en el estudio personal, para evaluar el progreso en el
conocimiento, o bien el instructor los utilizará a modo de ejercicios, según el nivel
académico en el que estén trabajando los estudiantes. El cumplimiento adecuado de las
lecturas recomendadas, los ejercicios y los trabajos prácticos podrán ser usados como
elementos para la obtención de créditos académicos. La Discusión Grupal es un
elemento adicional que el docente podrá utilizar en el desarrollo de sus clases, al igual
que las Lecturas Recomendadas.
El lector notará que con frecuencia se citan a diversos autores que han escrito
sobre los temas bajo discusión. Las citas transcriptas son el resultado de una cuidadosa
selección de materiales, especialmente de fuentes primarias, hecha con el propósito de
dar oportunidad al estudiante de tomar contacto con las fuentes documentales de la
historia del cristianismo. La Bibliografía presenta la literatura que yo mismo he
utilizado para mi estudio personal del tema. De este modo, estas citas pueden ser útiles
para ilustrar, ampliar, aclarar y fundamentar los conceptos desarrollados en este libro
de texto. A su vez, las fuentes están indicadas como notas al pie de página, para que el
lector pueda referirse a ellas en caso de tener interés en profundizar el tema. La
Bibliografía que se incluye al final del libro no es exhaustiva, pero presenta los
materiales publicados más importantes, especialmente en lengua castellana.
Este libro de texto puede ser también de particular valor para el lector interesado
en conocer más profundamente el desarrollo histórico del testimonio cristiano. No
pretende ser un libro erudito, pero sí es un libro elaborado con el más alto y serio nivel
académico. Si bien no es un libro especializado, reúno en él una síntesis de mis
conocimientos y experiencia como historiador profesional a lo largo de muchos años.
He procurado sintetizar e interpretar los acontecimientos históricos conforme a la
metodología de la investigación histórica más reciente. Su propósito es introducir a los
estudiantes y lectores con diferentes grados de preparación académica a un tema tan
importante como es la historia del cristianismo. Los estudiantes y lectores que deseen
continuar profundizando sus estudios y lecturas sobre esta materia, encontrarán en la
Bibliografía algunos de los mejores libros disponibles en castellano.
PRESENTACION

Al momento de preparar estos materiales para su publicación estoy celebrando


con gratitud al Señor treinta años de enseñanza de historia del cristianismo. A lo largo
de este tiempo, he tenido la oportunidad de introducir a miles de estudiantes al
fascinante estudio del pasado del testimonio cristiano. Junto con ellos he aprendido a
reconocer con acción de gracias y admiración la manera maravillosa en que Dios ha
estado obrando su plan redentor para la humanidad.
El estudio del pasado adquiere un valor especial cuando el estudiante reconoce su
propio papel en el curso de la historia. Cuando tomamos conciencia que somos
protagonistas y peregrinos en el tiempo, entonces estamos listos para aprender más y
mejor de la historia. Esta actitud hace que el estudio del pasado no resulte aburrido ni
difícil, y que se avive nuestro interés por los eventos acontecidos. De allí que nuestra
aproximación a la historia del testimonio cristiano será “desde el camino” y no “desde
el balcón,” para expresarlo en los conocidos términos usados por Juan A. Mackay.1
Este libro de texto contiene material suficiente para un curso introductorio a la
historia del cristianismo medieval. No es fácil resumir en relativamente pocas páginas
y en forma clara y sencilla la cantidad astronómica de material que existe sobre esta
disciplina. Muchos profesores enseñan historia del cristianismo en formas novedosas y
experimentales: comenzando desde el presente y remontándose hasta el más lejano
pasado, ayudando a los estudiantes a comprometerse con la realidad inmediata,
planeando sus propios materiales programados para el uso en el aula, siguiendo una
línea temática determinada, o llevando a cabo trabajos de campo cuando esto es
posible. Es difícil que un solo libro pueda servir a tan diversas necesidades y seguir tan
diversos enfoques. No obstante, en la mayoría de los centros de estudios teológicos y
de formación ministerial en América Latina, la enseñanza se desarrolla sobre la base
de una línea “cronológica,” usando libros tan conocidos como los de Kenneth S.
Latourette, Willinston Walker, Justo L. González o Roberto Baker.
Un curso completo de historia del cristianismo puede ser dividido en cuatro partes
fundamentales: los primeros quinientos años; los mil años de la Edad Media; el
período de las reformas de la Iglesia; el cristianismo denominacional. En el presente
estamos transitando por lo que sería un quinto período, que bien merece ser
considerado, al menos provisoriamente, como el período posdenominacional o nuevo
período apostólico.
El primer período, que cubre los primeros 500 años de expansión del testimonio
cristiano, no sólo hacia Occidente sino también hacia África y Asia, fue un período de
avance sostenido del testimonio cristiano. Éste es el período fundacional de la fe
cristiana, en el que cumplieron su ministerio los apóstoles y sus sucesores, en el que se
escribieron y coleccionaron los documentos del Nuevo Testamento, y en el que fue
tomando forma y se definió la fe cristiana a pesar de las enormes dificultades internas
y externas que soportaron las iglesias.
El segundo período abarca los siglos que van desde alrededor del año 500 hasta el
1500, y considera los mil años conocidos tradicionalmente como la Edad Media, o lo
que Latourette denomina como los “mil años de incertidumbre.”2 Entre otros puntos de
interés en este largo período está la dilatada lucha entre el cristianismo y el islamismo
(que hoy tiene tanta actualidad), las Cruzadas y el surgimiento de importantes
movimientos de renovación espiritual, como fueron algunas órdenes monásticas. No
obstante, en general, fue un período de retroceso y recuperación en términos del
progreso del testimonio cristiano.
El tercer período considera los nuevos movimientos de reformas (1500–1750) y
las ideas que estaban detrás de ellos, que cambiaron la faz del mundo así como de las
iglesias. Estos movimientos fueron también los que llevaron a la gran expansión
misionera de los siglos XIX y XX, y al desarrollo de iglesias nacionales
independientes en todo el mundo. Es en este período que nace y se desarrolla, primero
en Occidente y luego en todo al mundo a través del movimiento misionero moderno, el
denominacionalismo. Esta expansión más reciente del testimonio cristiano
denominacional es el tema del cuarto período. Este período comienza alrededor del
año 1750 y llega casi hasta fines del siglo XX, con la crisis del denominacionalismo y
el desarrollo de iglesias autóctonas, independientes y emergentes en todo el mundo.
En el presente libro de texto sobre el cristianismo medieval se seguirá
mayormente un criterio cronológico, en base al esquema general propuesto por
Kenneth S. Latourette y seguido por los autores de las Guías de Estudio de TEF
(Theological Education Fund) sobre historia de la Iglesia. El material será arreglado en
cuatro unidades principales, y cada una de ellas estará dividida en un número de temas
de estudio. Así, pues, la primera unidad considera el proceso de retroceso y
recuperación experimentado por el testimonio cristiano entre los siglos VI y X. La
segunda unidad presta atención al resurgimiento y progreso de este testimonio, tanto
en oriente como en occidente entre los siglos X y XIV. La tercera se concentra en el
análisis de lo ocurrido en los siglos XIV y XV, que fue un periódo de decadencia y
vitalidad. La última unidad de este libro repasa los principales problemas a los que
tuvo que hacer frente el cristianismo durante los diez siglos que comprende la Edad
Media, y cómo intentó resolver los mismos.
El estudio de la historia del cristianismo tiene como objetivo general la
recuperación del rico legado de los siglos de testimonio cristiano y la aplicación
creativa de la reflexión cristiana a los problemas de hoy. En un curso de historia del
cristianismo se estudian el surgimiento y desarrollo de las tradiciones, prácticas,
doctrinas y estrategias que se fueron dando durante el proceso de la expansión del
testimonio y del movimiento cristiano a través de los siglos. El énfasis cae en la
relación que existe entre el cristianismo y el marco histórico en el que éste se
desenvuelve, en orden a fortalecer la fe personal y a preparar al estudiante para un
ministerio efectivo en el servicio a Cristo y al prójimo.
Este libro de texto, en particular, se propone enseñar a interpretar los objetivos,
fenómenos y procesos históricos relacionados al movimiento cristiano en la real
complejidad de sus manifestaciones, desde el siglo VI hasta fines del siglo XV. Se
evaluará la expansión del testimonio cristiano desde una perspectiva misionológica,
tomando en cuenta la dispersión universal de la fe de Cristo. El estudiante o lector
podrá tener contacto directo con las fuentes de la historia del cristianismo de este
período, que es generalmente conocido como la Edad Media. El cristianismo será
considerado más como un movimiento que como una institución particular, y se
procurará verlo engarzado en los eventos históricos generales y en los procesos de la
cultura, más que como un desarrollo aislado. En la medida de lo posible, se intentará
mostrar también el desarrollo del pensamiento cristiano, y la doctrina y práctica de los
cristianos en el proceso histórico. Con todo esto, se espera contribuir al desarrollo de la
inteligencia mediante la comprensión de las correlaciones de los hechos históricos y su
causalidad, para lo cual se pondrá a prueba la capacidad de observación, análisis y
síntesis del lector o estudiante.
El recorrido de mil años que comprende este curso nos ayudará a reconocer los
factores que explican la caída del Imperio Romano de Occidente. Podremos también
describir las características principales de las invasiones bárbaras y las diferentes
corrientes misioneras que se desarrollaron en Europa occidental en el período bajo
estudio. Por cierto, se prestará atención al papel que jugaron en estos procesos sus
protagonistas principales. El peregrinaje histórico nos llevará “hasta lo último de la
tierra,” de modo que reconoceremos la historia, doctrina y vida de los cristianos desde
China hasta Inglaterra durante estos largos años. De igual modo, podremos entender
las relaciones que existieron entre la Iglesia Romana y los francos y la Iglesia Griega y
los eslavos. A su vez, también analizaremos las relaciones, a veces tormentosas, entre
estas dos ramas mayores de la cristiandad medieval.
El surgimiento del Islam y su avance sobre la cristiandad, tanto oriental como
occidental, será tema de cuidadoso análisis. A pesar de los múltiples factores de
retroceso, el cristianismo experimentó también recuperación. Estos factores que
ilustran una mayor vitalidad del cristianismo en el período medieval serán evaluados
en sus correspondientes contextos y circunstancias históricas. De igual modo, el
desarrollo del escolasticismo, sus principales representantes e ideas y el surgimiento de
las universidades enriquecerán la comprensión del impacto de la fe cristiana sobre el
mundo y el efecto de éste sobre la fe cristiana. En esta dirección será importante
considerar el desarrollo del poder papal y el papel del papado en la configuración de
Europa, como entidad histórica.
El creciente deterioro del testimonio cristiano durante la baja Edad Media y el
reavivamiento del poder musulmán bajo los turcos otomanes será tema de discusión, al
igual que el surgimiento de nuevas ideas y disidencias dentro de la Iglesia de Roma. El
desarrollo y crisis de la cristiandad bizantina ayudará también a comprender de qué
manera, hacia fines del siglo XV, la humanidad estaba preparada para una nueva
comprensión del mundo y la realidad, y experimentaba una desesperante necesidad de
renovación espiritual. En nuestro estudio se enumerarán los factores que anunciaban
una nueva era hacia el final de este período.
LISTA DE MAPAS Y CUADROS

Mapas
1. Invasiones bárbaras
2. Nuevos reinos germánicos
3. La Iglesia Bizantina
4. Arabia
5. Las invasiones árabes
6. El cristianismo en Oriente
7. El cristianismo en Europa central y oriental
8. Europa en el siglo XV

Cuadros
1. Retroceso del cristianismo
2. Imperio Romano e iglesia cristiana
3. Herejías cristológicas
4. Concilios ecuménicos
5. Estructura social del sistema feudal
6. Las Cruzadas
7. Consecuencias de las Cruzadas
8. Causas del cisma Este-Oeste de 1054
9. Resultados del monacato
10. Los papas del Gran Cisma
11. Los papas renacentistas
12. Características de una nueva era
13. Causas de la decadencia del feudalismo
INTRODUCCIÓN GENERAL

El estudio del desarrollo del testimonio cristiano durante los mil años que los
historiadores han designado como Edad Media es sumamente complejo. Lo es,
primero, por cubrir un período de tiempo tan dilatado, en el que se sucedieron cambios
notables en todas las esferas del quehacer humano: política, económica, social, cultural
y religiosa. Segundo, en estos siglos el cristianismo llega en su expansión “hasta lo
último de la tierra,” en su movimiento hacia el Este (China) y el Oeste (Inglaterra).
Además, la fe de Jesucristo se presenta con una variedad de manifestaciones diferentes
que sorprende. La Iglesia, que en general se mostró como una en el período anterior
(los primeros quinientos años), ahora resultó en un mosaico de los más diversos
colores. Cuarto, será en este período en el que de manera definitiva se consolidará el
paradigma de cristiandad, que perdurará hasta el presente, dándole al cristianismo un
perfil muy particular y presentando el desafío de una comprensión diferente.
Finalmente, muchas de las interpretaciones doctrinales y de las prácticas religiosas que
todavía hoy están vigentes se configuraron durante estos años. Lo mismo puede
decirse de los medios de expresión de la fe y la piedad.
Los “mil años de incertidumbre” que vamos a considerar representan un legado
vasto y profundo tanto para la civilización occidental como para la oriental.
Numerosas instituciones todavía vigentes nacieron en estos años, de manera particular
los grandes cuerpos eclesiásticos de la Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia
Ortodoxa en sus varias expresiones y un número importante de Iglesias Orientales
menores. La universidad, que nació en Occidente y desde el seno de la cristiandad,
terminó por globalizarse y ejercer una influencia fundamental en todo el mundo y
todas las culturas. Algunas ideas e instituciones políticas, como la monarquía, el
parlamentarismo, el humanismo y el nacionalismo nacieron de la misma cuna y se
esparcieron por el planeta. A su vez, el islamismo tuvo un impacto notable en
Occidente y continúa todavía hoy siendo el desafío más grande para la expansión de la
fe cristiana.
La influencia de la cristiandad medieval continúa estando vigente hoy en todo el
mundo, especialmente en Occidente. Incluso innumerables elementos de la cultura
global del siglo XXI tienen sus raíces en la cultura medieval, y especialmente en su
marcado carácter cristiano. En maneras profundas, la cristiandad medieval continúa
condicionando nuestro destino hoy para bien o para mal. De allí la importancia de
considerar cuidadosamente el desarrollo del testimonio cristiano durante estos siglos
tan dinámicos y llenos de elementos muy cercanos a nuestra realidad presente. En las
unidades de estudio que siguen procuraremos adentrarnos a esta realidad compleja de
la Edad Media y considerar los aspectos conductores de esa experiencia, sus logros y
fracasos, sus glorias y frustraciones, sus avances y retrocesos, su vitalidad y
decadencia, sus problemas y respuestas.
Finalmente, será necesario tener en cuenta que la experiencia cristiana medieval
sólo puede ser comprendida en la medida en que hagamos el esfuerzo por entender y
percibir la conciencia que tenían los cristianos medievales de los grandes eventos que
determinaron su destino. No obstante, no será suficiente conocer los meros hechos
históricos, sino que será necesario penetrar en su naturaleza íntima hasta llegar a la
mente misma de sus protagonistas y ver sus motivaciones y expectativas. Para ello
deberemos sentir y ver la cosmovisión medieval, que estuvo profundamente marcada
por el cristianismo y su comprensión de la realidad. Este nivel de comprensión nos
permitirá entender cómo los hechos históricos marcaron la conciencia de las personas
que los protagonizaron. Debemos también procurar entender de qué manera los
cambios ocurridos fueron integrados en la experiencia de las personas en el mundo
medieval.
A lo largo de este período y desde la fe cristiana surgieron numerosas ideas
fundamentales. A fin de poder comprenderlas, estas ideas deberán ser consideradas en
el contexto de las situaciones sociales que condicionaron su surgimiento. Así como no
es posible entender la teología de Anselmo en cuanto a la obra salvadora de Cristo sin
ubicarla en el marco del sistema feudal, tampoco puede entenderse el surgimiento de la
escolástica si no se toma en cuenta la influencia de los árabes en Europa. De igual
modo, corremos el riesgo de estimar como superficial la insistencia de la cristiandad
bizantina contra la cláusula filioque, si no entendemos la influencia de las Iglesias
Orientales menores sobre Constantinopla y especialmente el peso del islamismo sobre
la teología cristiana.
En ambientes evangélicos existe la tendencia a considerar a la cristiandad
medieval como totalmente ajena a un cristianismo bíblico y fiel al evangelio de
Jesucristo. En América Latina, la prevaleciente actitud anticatólica romana ha llevado
a muchos a pensar en la Edad Media como una suerte de “agujero negro,” en el que se
perdió todo rastro de un auténtico testimonio cristiano. Nada está más lejos de la
verdad que ilustra la historia. Ningún creyente hoy recibió su fe de mano de un ángel o
de un misionero de otro planeta. Hemos recibido el evangelio de testigos que, a lo
largo de los siglos, supieron comunicar el mensaje de salvación en Cristo Jesús. Y no
sólo esto, sino que con su piedad, consagración y celo cristiano lo llevaron a lugares
distantes a pueblos que permanecían en la ignorancia de las buenas noticias. Estos
creyentes fueron fieles en copiar, traducir, preservar y transmitir las Escrituras, y sin su
trabajo dedicado y fiel hoy no tendríamos la Biblia en nuestro idioma y en tantos otros
idiomas del mundo. Lo mismo podría decirse de la mayoría de los elementos
constitutivos de nuestra fe y práctica cristiana evangélica.
Con una actitud de gratitud a Dios por su permanente obra redentora a lo largo de
la historia, incluida la Edad Media, y con reconocimiento por la herencia que nos viene
de “una multitud tan grande de testigos,” nos proponemos repasar los elementos
históricos más importantes del testimonio cristiano medieval.
UNIDAD 1

Retroceso & recuperación


500–950

INTRODUCCIÓN
Dos cuestiones fundamentales van a ser consideradas en el análisis de este
período del desarrollo histórico del testimonio cristiano: su retroceso y su
recuperación.1 El retroceso del cristianismo abre este período con el predominio de
realidades, especialmente en Occidente, que siembran dudas sobre la supervivencia de
todo testimonio cristiano que merezca el nombre de tal. El período entre los años 500 y
950 comienza con el retroceso más serio que el cristianismo haya experimentado
jamás.
CUADRO 1 - RETROCESO DEL CRISTIANISMO

La caída del Imperio Romano Occidental en manos de reyes germánicos significó


el fin de todas aquellas condiciones que contribuyeron a la rápida expansión del
cristianismo en Occidente. El papado obtuvo mayor poder y eventualmente puso a la
sociedad bajo el dominio de la Iglesia e hizo de Roma su centro de poder. El Imperio
Romano tuvo su centro en Constantinopla y llegó a conocerse como Imperio Bizantino
o Imperio Griego.
En el Imperio Bizantino, se desarrolló una estrecha relación entre la Iglesia y el
Estado. Atacar al cristianismo era rebelarse contra el Imperio; los gobernantes
continuaron interviniendo en las discusiones teológicas. El poder político afectó al
reino espiritual, y la organización eclesiástica fue influida por los líderes políticos
(cesaropapismo). Esta etapa de repliegue y pérdida se vio agravada con el surgimiento
del islamismo (622) en Oriente, que habría de ser el rival más grande de la fe cristiana
en todos los tiempos.
No obstante, a pesar de todos estos desastres, el cristianismo sobrevivió tanto en
Occidente como en Oriente, lo cual es una ilustración notable de su vitalidad y
elasticidad ante las circunstancias adversas. El cristianismo sobrevivió, y en muchas
partes fue la única cosa romana que sobrevivió. A partir del siglo VI, a lo largo de toda
Europa, se hablaban las lenguas bárbaras. El latín desapareció como idioma popular y
sólo permaneció como idioma eclesiástico y litúrgico. Los bárbaros penetraron todo el
continente europeo. El desorden, la falta de gobiernos estables y organizados, y la
inseguridad llevaron poco a poco a la desaparición de la ley romana (el famoso
Derecho Romano), que se amparó en la Iglesia y sobrevivió en su ley canónica. En
Occidente, los cristianos seguían pensando en Roma como la capital, pero no ya del
Imperio Romano, que no existía, sino de un nuevo imperio, la Iglesia Católica
Romana. La estructura política del Imperio desapareció (diócesis y gobernadores),
pero quedó la estructura de la Iglesia (diócesis y obispos). Muchos edificios públicos
romanos fueron transformados en templos cristianos (basílicas).

CUADRO 2 - IMPERIO ROMANO E IGLESIA CRISTIANA


Es así como este cristianismo sobreviviente estuvo en condiciones de pretender
un lugar hegemónico en la nueva estructura social, que penosamente se iba
construyendo. Éste fue un lugar como el que jamás podría haber ganado en la
civilización del Imperio Romano, de haber mediado otras condiciones y circunstancias
históricas. La nueva Europa que emergía era la Europa de la cristiandad.
José Luis Romero: “El imperio estaba definitivamente disgregado. Pero la
idea de la unidad romana subsistía, y con ella otras muchas ideas heredadas
del bajo Imperio. La Iglesia cristiana se esforzó por conservarlas, y asumió el
papel de representante legítimo de una tradición que ahora amaba, a pesar de
que antes la había condenado. De ese amor y de las turbias y complejas
influencias de las nuevas minorías dominantes, salió esa nueva imagen del
mundo que caracterizaría a la temprana Edad Media, continuación legítima y
directa del bajo Imperio.”2
La recuperación del cristianismo estuvo dada por una serie de factores
importantes para el desarrollo y expansión del testimonio cristiano. El cristianismo se
expandió nuevamente durante este período, y lo hizo en forma más amplia, más
temprano y más estratégicamente, en el extremo occidental de Europa. Esto es una
interesante ilustración de un fenómeno que puede constatarse una y otra vez a lo largo
de la historia del cristianismo. La presión de las circunstancias externas lleva a una
devoción más profunda y a un fervor renovado, que tarde o temprano termina en un
avivamiento misionero y evangelizador, que cumple con la tarea central de la Iglesia:
“Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura” (Mr. 16:15).
La expansión del cristianismo fue constante a lo largo de toda la Edad Media, y
en este período se caracterizó por el avance misionero a territorios y pueblos hasta
entonces no alcanzados.

EL RETROCESO EN OCCIDENTE
El cristianismo como religión del Estado romano
Cuando los bárbaros invadieron masivamente el Imperio Romano este Estado era
cristiano. Con el emperador Teodosio (347–395), el cristianismo había sido decretado
como la religión oficial del Imperio Romano (379). De perseguidos, los cristianos se
transformaron en perseguidores de los paganos. Esta nueva situación, que se produjo
en un tiempo relativamente corto, trajo resultados tanto positivos como negativos.
Resultados positivos. La elevación del cristianismo como religión oficial trajo
ciertos beneficios. Más personas fueron alcanzadas por la influencia del cristianismo.
El cristianismo tuvo una influencia más directa y poderosa sobre la legislación del
Imperio, forzando al Estado a dar más atención a los derechos de los individuos. La
posición de las mujeres fue elevada grandemente, los castigos por el celibato y la falta
de hijos fueron eliminados, el concubinato fue prohibido y el adulterio fue castigado
como uno de los crímenes más graves. Se consideró como un crimen la matanza de
niños y los juegos de gladiadores fueron abolidos. El cristianismo ejerció una
influencia beneficiosa sobre la moralidad pública y privada.
Resultados negativos. La elevación del cristianismo como religión oficial trajo
ciertos resultados negativos. Los cristianos cayeron en intolerancia y decretaron leyes
contra los paganos. El cristianismo se secularizó. La legalización de las corporaciones
cristianas hizo que los obispos se dedicaran al enriquecimiento de las iglesias locales.
La legalización del domingo como feriado hizo de este día una fiesta legal más que
espiritual. La oferta de incentivos temporales para quienes se hacían cristianos hizo
que las iglesias se llenaran de incrédulos. Los beneficios concedidos a los obispos
hicieron que éstos se llenaran de orgullo y mundanalidad. Los paganos que se hicieron
cristianos trajeron consigo numerosos objetos, reliquias y otras mediaciones para la
adoración. El desarrollo jerárquico del clero fue estimulado. La Iglesia se transformó
en un poder perseguidor, usando al poder civil para suprimir la disidencia y el
paganismo. Algunos cristianos reaccionaron a la mundanalidad con excesos de
ascetismo y separación del mundo en los monasterios.
La invasión de los pueblos germánicos
La apertura gradual de las fronteras del Imperio Romano, formadas por los ríos
Danubio en el Este y Rin en el Oeste, debido a la presión invasora de los pueblos
bárbaros del norte de Europa, puso fin a la civilización en cuya unidad y paz el
cristianismo había ganado su éxito más completo. Los bárbaros respetaron todo lo que
era romano, pues eran decididos admiradores de la cultura superior del Imperio. A
menudo adoptaron muchas costumbres romanas y no aceptaron el título de
“invasores,” sino que se consideraron como oficiales y súbditos de Roma. Su
hegemonía fue política y militar, pero culturalmente fueron sometidos a Roma.
No obstante, la civilización romana decayó, no sólo como consecuencia de las
invasiones, sino porque ya estaba agotada, y esto dio paso a la Edad Media o la Edad
Oscura. Los días en que se podía viajar por el mundo mediterráneo con gran facilidad,
usando un solo idioma, que era entendido en todas partes, bajo la seguridad de un
gobierno sólido y organizado que imponía el orden y la ley, habían llegado a su fin. La
vida, poco a poco, fue perdiendo su cosmopolitismo y tornándose más localizada,
asumiendo un estilo rural antes que urbano.
A pesar de la decadencia y desaparición del Imperio Romano Occidental, los
pueblos germánicos que se fueron estableciendo en los territorios alrededor del mar
Mediterráneo cayeron bajo el proceso de romanización. Se conoce con el nombre de
“romanización” el período de asimilación de los habitantes autóctonos de un lugar, a la
cultura y vida de los romanos, aceptando sus instituciones políticas, su idioma, sus
costumbres, su derecho, su arte y su religión. Los romanos han ganado notoriedad en
la historia como grandes colonizadores. Y lo fueron aún después de que su estructura
política, social, económica y cultural desapareció, pues sus “conquistadores”
terminaron por ser afectados profundamente por la herencia de los invadidos, los
romanos.
En cierto sentido, el bien cultural más importante y que más profundamente
penetró en la conciencia de los pueblos germánicos fue la religión cristiana. Los papas
fueron los substitutos obligados de los emperadores de Occidente. Fueron ellos los que
negociaron las paces con los bárbaros invasores o quienes consiguieron de ellos
condiciones de tregua, gracias a su prestigio y respetabilidad. Después del último
emperador romano (476) y en los siglos que siguieron, el Papa se transformó en el más
celoso defensor de Roma. Los sacerdotes no escatimaron esfuerzos para lograr
gradualmente la evolución de costumbres y leyes, y la fusión de razas en la anhelada
universalidad del cristianismo. De igual modo, fueron ellos los que primero atendieron
a las urgentes necesidades sentidas de la población.
Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “La transformación cultural del Imperio
Romano de Occidente para el año 600 era pronunciada. Italia, España y
Galia estaban todas gobernadas por reyes germánicos. El obispo de Roma
era de lejos la autoridad eclesiástica más importante en toda la región y una
fuerza política a tener en cuenta. Las características administrativas seculares
de la sociedad romana urbana fueron reemplazadas por iglesias y
monasterios que básicamente llevaban a cabo tareas civiles. Se estaba
hablando un número considerable de nuevos idiomas, y había dioses y
rituales que previamente habían sido desconocidos en Occidente. A través de
la región se estaba dando un radical encuentro cultural ‘entre romanos y
bárbaros, cristianos y paganos, latinos y germánicos, literarios y orales, vino
y cerveza, aceite y lardo, sur y norte.’ Las consecuencias de este encuentro
reverberarían en los siglos venideros.”3

MAPA 1 - INVASIONES BÁRBARAS


Los bárbaros y el cristianismo
De las tribus germanas invasoras, la mayoría ya había tenido contactos con el
cristianismo antes de su entrada en territorio romano. Por cierto, este cristianismo era
de tipo arriano, pero significó un trasfondo importante para el futuro de la
supervivencia de la Iglesia en Occidente, que sobrevivió en muchos aspectos tan sólo
como una reliquia de un mundo más amplio y floreciente, el mundo del Imperio
Romano.
La supervivencia de la Iglesia. Como ya indicamos, la Iglesia cristiana fue casi lo
único “romano” que quedó en pie. Su clero y sus monjes siguieron considerando a
Roma como la capital, no ya de un imperio, sino de la Iglesia. El idioma de la Iglesia
fue el latín, que se refugió en su liturgia. La ley de la Iglesia resultó un calco del
derecho romano, que llegó a tiempos posteriores gracias a su conservación en la ley
canónica. De esta manera, el cristianismo se transformó en el núcleo de la nueva
civilización, que lentamente se fue desarrollando; y la fe cristiana llegó a ser más
central e influyente de lo que nunca antes había logrado ser.
Para el año 533, Galia estaba en manos de los francos, España estaba bajo los
visigodos, Inglaterra estaba dominada por reinos anglos y sajones, el norte de África
estaba controlado por los vándalos, e Italia estaba bajo el poder de los ostrogodos y
más tarde los lombardos. El Imperio Romano había desaparecido y en su lugar
quedaban los nuevos reinos germánicos.
José Luis Romero: “A causa de las invasiones, la historia del Imperio de
Occidente adquiere—a partir de mediados del siglo V—una fisonomía
radicalmente distinta de la del Imperio de Oriente. En este último se
acentuarán las antiguas y tenaces influencias orientales y debido a ellas se
perfilarán más las características que evoca el nombre de Imperio Bizantino
con que se le conoce en la Edad Media. En el primero, en cambio, las
invasiones introducirán una serie de elementos nuevos que modificarán de
una manera inesperada el antiguo carácter del imperio.
El hecho decisivo es la ocupación del territorio por numerosos pueblos
germánicos que se establecen en distintas regiones y empiezan a operar una
disgregación política de la antigua unidad imperial.… Nada quedaba, pues,
al finalizar el siglo V, del antiguo Imperio de Occidente, sino un conjunto de
reinos autónomos, generalmente hostiles entre sí y empeñados en asegurar su
hegemonía.”4
Los nuevos reinos germánicos. Los visigodos fueron un pueblo bárbaro altamente
romanizado, que temprano había adoptado un cristianismo de tipo arriano. Ocuparon
España y establecieron su capital en Toledo. Los visigodos abandonaron el arrianismo
en el año 587, cuando su rey Recaredo (reinó de 586 a 602) adoptó la fe católica
ortodoxa. Utilizando el catolicismo, Recaredo procuró la unidad política en la
Península entre visigodos e hispanorromanos. La unificación religiosa y el apoyo de la
Iglesia dio esplendor al reino, acentuado esto por la obra de notables personajes, como
Isidoro de Sevilla (560–636), quien escribió la primera Historia de España. El reino
era gobernado por una asamblea político-eclesiástica, en la que los obispos ordenaban
y resolvían asuntos religiosos, y con la participación de la nobleza legislaban para el
reino. Las leyes visigodas estaban fuertemente influidas por los derechos romano y
canónico, que dieron origen al Fuero Juzgo, el cuerpo jurídico obligatorio para la
población. Esta asociación jurídica de la Iglesia y el Estado resultó en la base del
derecho político moderno, según el cual el ejercicio del poder real quedaba convertido
en un deber para con la comunidad gobernada. El reino subsistió hasta principios del
siglo VIII, cuando sucumbió a causa de la invasión de los musulmanes.
Otro importante reino germánico fue el de los francos. Como ya indicamos, la
mayoría de los pueblos invasores había sido cristianizada antes de ingresar al Imperio.
Sólo aquellos que provenían del extremo más septentrional de Europa, como los
francos y los anglosajones, eran paganos. Los primeros comenzaron a convertirse en el
año 496, cuando su rey Clovis o Clodoveo (465–511) y tres mil de sus guerreros
fueron todos bautizados en un día. Por supuesto, fueron conversiones nominales. En
esa oportunidad, el obispo de Reims los exhortó a “Adorar lo que habían quemado, y a
quemar lo que habían adorado.” Clodoveo aceptó el cristianismo gracias a la influencia
de su esposa Clotilde (¿475?–545), una princesa burgundia que era cristiana. La
conversión de Clodoveo fue un hecho fundamental para la historia de Occidente, ya
que para esa época era el único rey bárbaro que profesaba la fe cristiana católica. Esto
le permitió recibir el apoyo de la Iglesia y los papas recurrieron a él y a sus sucesores
por ayuda y a favor de Italia. Con este respaldo, Clodoveo consiguió la fusión de galos
y germanos, lo cual resultó en la unidad política que lo transformó en el monarca más
poderoso de Europa Occidental. Pero también logró la unidad religiosa, puesto que
todos sus súbditos abandonaron el paganismo y fueron bautizados como católicos.

MAPA 2 - NUEVOS REINOS GERMÁNICOS

En las Islas Británicas, el reino más importante fue el de los anglosajones. La


unidad política en lo que hoy es Inglaterra se consolidó cuando los anglos y sajones
unieron sus reinos en una confederación llamada Heptarquía (reunión de siete reinos).5
Posteriormente, los anglosajones lograron la unidad religiosa al convertirse al
cristianismo en el año 597. Esto ocurrió cuando su rey Etelberto fue bautizado.
Sucedió ésto cuando Berta, una mujer cristiana franca casada con el rey, le presentó al
papa Gregorio I (¿540?–604) la oportunidad de enviar a Agustín y a otros cuarenta
monjes benedictinos como misioneros a los anglosajones. Gregorio fue el primer
monje que llegó a ser Papa. En la mayoría de las pinturas y dibujos que lo representan,
Gregorio aparece escribiendo, mientras una paloma (Espíritu Santo), se posa sobre su
hombro y le habla al oído. Generalmente, las imágenes están acompañadas por un
panel inferior en el que algunos monjes están trabajando en el scriptorium, copiando
los libros y materiales de Gregorio.
El surgimiento del papado romano
Con la caída del Imperio Romano Occidental y el surgimiento de los reinos
germánicos, el papado ganó mayor poder y consiguió poner a la sociedad bajo el
dominio de la Iglesia de Roma. Las distinciones entre las iglesias y sus sedes
episcopales habían surgido bien temprano. Algunas sedes episcopales fueron creciendo
en su prestigio e influencia, mientras que otras fueron perdiendo su importancia debido
a múltiples circunstancias históricas. De todas las sedes episcopales, finalmente la de
Roma adquirió un poder y papel más destacado.
Sedes episcopales más importantes. Varios factores contribuyeron a colocar a
ciertas sedes episcopales en un nivel de importancia y prestigio. El origen y tradición
apostólica de iglesias como Jerusalén, Antioquía, Éfeso, Corinto y Roma les dio gran
prestigio. La organización administrativa del Imperio elevó a ciertas ciudades a un
nivel de importancia. El tamaño e influencia de algunas iglesias aumentó el respeto por
ellas. La capacidad de ciertos obispos reflejada durante sínodos y concilios los destacó
como líderes superiores.
Constantino dividió el Imperio en cuatro prefecturas, que a su vez fueron
divididas en diócesis y éstas en provincias. El clero fue organizado conforme con estas
divisiones políticas. Los obispos rurales ocuparon un lugar secundario frente a los
obispos urbanos, pero no todos los obispos urbanos tenían el mismo nivel. Los obispos
de las ciudades capitales fueron designados como metropolitanos en el Este y como
arzobispos en el Oeste, y éstos supervisaban a los obispos provinciales. Sobre los
obispos metropolitanos estaban los patriarcas. En el Concilio de Calcedonia (451) los
obispos de las cuatro capitales del Imperio fueron considerados patriarcas: Roma,
Alejandría, Antioquía y Constantinopla, junto con Jerusalén.
Para mediados del siglo V, los patriarcas ejercían dominio sobre regiones bien
definidas. El patriarca de Antioquía presidía sobre una gran parte de Oriente, que
comprendía quince provincias (en Siria, Cilicia y Mesopotamia). El patriarca de
Alejandría presidía sobre la diócesis de Egipto, que abarcaba nueve provincias. El
patriarca de Constantinopla tenía supervisión sobre tres diócesis: Ponto, Asia Menor y
Tracia. El patriarca de Roma extendía su influencia sobre todo el Oeste incluyendo las
prefecturas de Italia y Galia. El patriarca de Jerusalén controlaba el territorio menor,
pero más antiguo.
El ascenso de Roma. De todas las sedes patriarcales, finalmente la que se impuso
fue la de Roma. Hubo varios factores que ayudaron al desarrollo del poder monárquico
del obispo de Roma.6
Roma contó con hombres capaces en su liderazgo. Obispos como Inocencio I
(402–417), trabajaron consistentemente para elevar la autoridad del obispo de Roma.
Él fue el primero en pretender jurisdicción universal para el obispo romano con base
en la tradición de Pedro. Sin embargo, quien más hizo en esta dirección fue León I
(440–461). Conocido también como León el Grande, él bien puede ser considerado
como el primer Papa, por las características de sus pretensiones de autoridad y
tradición. León declaró que había autoridad escrituraria para las pretensiones de
Inocencio, aseguró el reconocimiento imperial de sus pretensiones de primacía, y
defendió la posición ortodoxa en el Concilio ecuménico de Calcedonia (451).
Roma gozó de una posición geográfica privilegiada. El obispo de Roma no tenía
rival en el mundo occidental. Actuó como árbitro en las controversias que devastaban a
la Iglesia Oriental. Roma se vio beneficiada con el cambio de sede de la capital del
Imperio Romano. En 330, Constantino cambió la capital de Roma a Constantinopla.
Esto le dio mayor libertad de decisión al obispo de Roma. El obispo de Roma pasó a
ser un soberano eclesiástico y secular. Roma gozó por mucho tiempo de un prestigio
político sin parangón. Roma había sido el centro del mundo político por varios siglos.
Roma contaba con una tradición cristiana honrosa. Pablo y Pedro ministraron en Roma
y allí sufrieron el martirio por su fe.
Roma manifestó, a través de sus líderes cristianos más destacados, una interesante
sabiduría doctrinal. El obispo de Roma demostró gran capacidad doctrinal y práctica
durante las controversias entre 325 y 451. Hubo tres controversias importantes en
Oriente (Apolinar, Nestorio y Eutiques), y una en Occidente (Pelagio). El carácter
especulativo de la mente oriental y el carácter pragmático de la mente occidental
chocaron. El primero garantizó la ortodoxia, el segundo garantizó el poder.
Las ganancias de prestigio y poder logradas para el papado bajo León I fueron
reforzadas con el ascenso de Gregorio I (590–604). Con él, se completa la transición
del sistema patriarcal al papado medieval, en sentido estricto. Su habilidad en hacer
alianzas con los reyes germánicos y los emperadores orientales amplió la autoridad de
la sede romana. Su práctica de conceder el palio (manto, capa) sobre los obispos hizo
que la validez de su ordenación dependiera del consentimiento papal. Gregorio
extendió también la influencia de la sede romana mediante la obra misionera.

EL RETROCESO EN ORIENTE
El Imperio Bizantino
No hay una fecha precisa para el comienzo del Imperio Bizantino, con capital en
Constantinopla. El emperador Justiniano (527–565) se consideró como el único
gobernante legítimo tanto del Este como del Oeste. Él se consideraba un continuador
de la vieja tradición romana, razón por la cual hablaba latín y ordenaba su uso en la
administración del Imperio. No obstante, hizo de la derrota de sus enemigos
occidentales el principal objetivo de sus empeños.
José Luis Romero: “La época que siguió a la muerte de Justiniano fue
oscura y difícil. Ninguno de los emperadores que gobernaron por entonces
reunió el conjunto de cualidades que se requería para hacer frente a los
disturbios interiores, a las rivalidades de los partidos—verdes y azules, según
sus preferencias en el hipódromo—, a las querellas religiosas y, sobre todo, a
las amenazas exteriores. Era necesario mantener un ejército poderoso, que
consumía buena parte de los recursos imperiales, y con él se mantenía dentro
de las fronteras un poder que se sobreponía con frecuencia al emperador.
Pero el ejército era cada vez más imprescindible.”7
Para comienzos del siglo VII, el Imperio Bizantino ya era una realidad política,
social y cultural definida. Después del año 610, el emperador de Constantinopla
hablaba griego y estaba involucrado en el desarrollo de un programa que era
típicamente oriental o “bizantino” en su orientación. En los primeros años de su
desarrollo, Heraclio (610–641), el gobernante militar de Cartago, tomó control del
Imperio y cambio el título de emperador (imperator) por el de rey (basileus). Heraclio
reconoció la imposibilidad de la meta de Justiniano de restaurar el viejo Imperio
Romano. Promulgó una nueva constitución en la que Asia Menor quedaba dividida en
distritos militares (themas o circunscripciones) dirigidos por estrategos (strategoi).
Como indica José Luis Romero: “Nunca como entonces, … [el Imperio] estuvo en
mayor peligro, y nunca como entonces pudo realizar un esfuerzo tan vasto y eficaz. No
sólo la situación interior era grave por las discordias y rivalidades de los diversos
grupos y las querellas religiosas, sino que también era dificilísima la situación
exterior.”8
En Italia, los lombardos (una tribu germánica) habían desplazado a las fuerzas
bizantinas a un enclave en torno a Rávena, sobre la costa del Adriático, y a las regiones
más al sur de Italia y Sicilia. El Imperio Sasánida en Persia continuó representando una
amenaza todavía mayor. Desde 612 hasta 619, los ejércitos persas marcharon contra
Constantinopla asediando Siria, Palestina, Asia Menor y Egipto. Incluso, incendiaron
el Santo Sepulcro (614). Simultáneamente, viejos enemigos, como los ávaros y
eslavos, aparecieron por el norte (año 626). Heraclio se vio forzado a confiscar fondos
de la Iglesia para sobornar a los invasores, a fin de arreglar un acuerdo pacífico.
Entonces, en un movimiento atrevido, Heraclio dejó que la ciudad montara su propia
defensa contra el avance aplastante de los persas, mientras él marchó con su ejército
por detrás de las líneas persas. Heraclio derrotó al emperador persa, en una batalla
peleada en 628 cerca de Nínive. No obstante, para mediados del siglo VII, el Imperio
Bizantino se encontraba rodeado de problemas y de pueblos invasores: eslavos desde
el norte, árabes desde el este y el sur, y tribus germánicas en Occidente. De todos estos
invasores, los que mayor influencia cultural ejercieron fueron los eslavos.
MAPA 3 - LA IGLESIA BIZANTINA
José Luis Romero: “Para ese entonces [mediados del siglo VII], el Imperio
Bizantino se había transformado considerablemente en su fisonomía.
Distintos pueblos—eslavos y mongólicos—se habían introducido en su
territorio y habían impreso su sello en algunas comarcas, dando lugar a la
formación de colectividades que coexistían dentro de un mismo orden
político, pero que acentuaban cada vez más sus rasgos diferenciales. Entre
todas esas influencias, la de los eslavos fue la más importante, y se ha podido
hablar de una ‘eslavización’ del Imperio Bizantino; pero la tradición helénica
se sobrepuso y, eso sí, aniquiló definitivamente a la latina, cuya lengua se
extinguió en el imperio.”9
El cristianismo oriental: las controversias teológicas
Mientras el cristianismo occidental se organizaba en torno al Papa de Roma, el
cristianismo oriental continuaba bajo la autoridad del emperador oriental. Los intereses
intelectuales de los teólogos orientales se enfocaban sobre cuestiones doctrinales y se
consumían en controversias, especialmente las controversias cristológicas. Los
emperadores bizantinos intervenían en las controversias teológicas y controlaban a la
Iglesia (cesaropapismo), todo lo cual complicaba todavía más la situación.
CUADRO 3 - HEREJÍAS CRISTOLÓGICAS
Los concilios ecuménicos. Todos los concilios ecuménicos se llevaron a cabo en
el Este: Nicea (325), Constantinopla (381), Éfeso (431), Calcedonia (451). El Cuarto
Concilio (Calcedonia, 451) no puso fin a la controversia cristológica entre los que
abogaban por una naturaleza divina (monofisitas) y quienes abogaban por dos
naturalezas, humana y divina (diofisitas). El emperador Zenón (474–491) quiso unir el
Este con un edicto de unión que enfatizó las decisiones de los concilios de Nicea (325)
y Constantinopla (381), pero hizo poco caso de las decisiones de Calcedonia. Muchos
monofisitas del Este aceptaron el edicto, pero el Oeste lo rechazó, con lo cual se creó
más discordia. Esto llevó a un cisma que duró varias décadas (hasta 518).
CUADRO 4 - CONCILIOS ECUMÉNICOS
El Quinto Concilio (Constantinopla, 553) tuvo una importancia singular en este
proceso. Lo convocó Justiniano el Grande (527–656), pero no participaron los obispos
de Occidente. Su propósito fue aprobar el edicto del emperador Justiniano que
condenaba a los Tres Capítulos (544), que pretendían reconciliar a los monofisitas con
los ortodoxos.
El Sexto Concilio (Constantinopla, 681) condenó a los monotelitas (sostenían dos
naturalezas en Cristo, pero decían que en Jesús sólo actuaba una sola voluntad en o a
través de estas dos naturalezas). Este concilio marcó el retorno a la ortodoxia, puso fin
al monotelismo, y significó el triunfo de Roma; pero condenó al papa Honorio como
hereje.
El Séptimo Concilio (Nicea, 787) condenó a todo el movimiento iconoclasta y
respaldó la posición presentada por Juan de Damasco (675–749) a favor de la
veneración de imágenes. Las tendencias iconoclastas permanecieron en Asia Menor y
entre la clase militar profesional.
Las iglesias orientales. A diferencia de lo que ocurría en Occidente durante estos
siglos, donde la Iglesia de Roma era prácticamente la única expresión de la fe y el
testimonio cristiano, en Oriente se desarrollaron varias ramas diferentes de la
cristiandad, no sólo separadas y en oposición por sus estructuras institucionales y de
gobierno, sino también por profundas diferencias teológicas.
Los monofisitas de Egipto, Nubia y Etiopía. Bajo el liderazgo del patriarca de
Alejandría, estas iglesias de lengua copta rechazaron las decisiones del Concilio de
Calcedonia y continuaron sosteniendo una teología monofisita. Parte de la resistencia
surgió del rechazo del dominio bizantino y su persecución. Con las invasiones árabes
(siglo VII) se vieron liberados del control bizantino, pero cayeron bajo la influencia y
limitaciones del Islam.
Los monofisitas de Siria. Los jacobitas, seguidores de Jacobo Baradeo (490–578),
extendieron su fe hacia el Este como mercaderes o fugitivos. Fueron perseguidos
varias veces. La emperatriz Teodora los trató con simpatía a mediados del siglo VI.
Fue en el Segundo Concilio de Nicea (787) que se los describió como “jacobitas” entre
los anatemas lanzados contra la doctrina monofisita. Decrecieron con las invasiones
musulmanas, pero lograron extender su fe en Mesopotamia y Persia. La iglesia jacobita
todavía existe, pero con pocos miembros.
Los monofisitas de Armenia. Los armenios sostenían los decretos de Nicea contra
los arrianos, pero rechazaron los de Calcedonia y siguieron monofisitas a partir de 491.
En 506, en el Sínodo de Dvin, representantes de todas las iglesias de Armenia y de
Georgia se decidieron en contra de la doctrina de las dos naturalezas de Cristo. Se
denunció a Nestorio y se rechazó el Tomo de León I. El Henoticón del emperador
Zenón (482) fue abrazado como ortodoxia. Finalmente, la doctrina de una sola
naturaleza en Cristo permaneció como parte de la confesión de fe de la iglesia nacional
armenia. Los monofisitas armenios también sufrieron las invasiones árabes y
restricciones a su libertad.
El cristianismo nestoriano fue posiblemente uno de los desarrollos teológicos y
eclesiásticos más importantes. Según el nestorianismo, hay dos personas separadas en
el Cristo encarnado, una divina y otra humana, en oposición al concepto ortodoxo de
que hay una persona con dos naturalezas. Nestorio fue obispo de Constantinopla en
428 y su enseñanza fue condenada por el Concilio de Efeso (431). Nestorio había
condenado la creciente popularidad de la Virgen María, diciendo que María no era
“Theotokos” (madre o paridora de Dios), sino “Christotokos” (madre o paridora de
Cristo). Algunas iglesias en Asia Menor y Siria siguieron sus ideas. La escuela de
teología de Edesa se transformó en un centro de enseñanza del nestorianismo, hasta su
clausura en 489. El nestorianismo se desarrolló en Persia y se independizó de Roma.
Su teólogo más destacado fue Teodoro de Mopsuestia (350–428). El obispo de
Seleucia-Ctesifonte fue elevado como cabeza de esta Iglesia y se lo llamó catholikós.
La conquista árabe de Persia no cambió la situación de las iglesias nestorianas.
Por el contrario, los nestorianos tuvieron dos siglos de paz y prosperidad. Se les dio
libertad para adorar y hacer convertidos entre los persas. Eruditos cristianos tradujeron
a los filósofos griegos al árabe. Los nestorianos fueron grandes misioneros, ya que
llevaron el cristianismo al Yemen y a la costa oriental de Arabia. Sus monjes siguieron
las rutas caravaneras de Asia Central, y llegaron a India, China y Egipto.
El surgimiento del Islam: las invasiones árabes
El cristianismo y el islamismo. Ambas religiones tenían mucho en común. Ambas
religiones eran de origen semita y adoraban al mismo Dios. Los judíos llamaban a
Dios Elohim, los cristianos siríacos Alaha, y los musulmanes le dieron el nombre de
Allah. Tanto el cristianismo como el islamismo aceptaban las Escrituras del Antiguo
Testamento. Incluso los musulmanes consideran a Jesús como un profeta. No obstante,
el surgimiento del Islam en el siglo VII fue la causa del mayor retroceso del
cristianismo de Oriente en toda su historia, y por cierto, mucho más grave que el
retroceso occidental ante las invasiones germanas. Como consecuencia de las
invasiones árabes, se perdieron territorios cristianos que jamás se volvieron a
recuperar, incluso Palestina, Siria y otros países orientales, que fueron campo de labor
de los apóstoles. También se perdió la costa del norte de África, donde vivieron
muchos de los grandes Padres de la Iglesia, como Tertuliano y Agustín de Hipona.
El islamismo nació en Arabia, que bien puede haber sido la cuna de todos los
pueblos semitas. Era un territorio desértico, poblado en aquel tiempo por pueblos
nómadas, sometidos a una vida muy rigurosa y, por lo tanto, muy independientes y
divididos entre sí. En el siglo VII estas tribus dispersas comenzaron a unirse por la
necesidad de sobrevivir en una tierra que ya no los podía sustentar y por el surgimiento
de una nueva religión: el Islam (significa sumisión), la sumisión al único Dios
verdadero y al gobierno de su Profeta. De este modo, en esta coyuntura histórica,
ocurrieron dos fenómenos importantes: un movimiento de población en busca de
espacio vital y el surgimiento de una nueva religión que les dio identidad.
Mahoma y el Islam. El artífice de este extraordinario suceso fue Mahoma (570–
632), un comerciante nacido en 570, que pertenecía a una familia de una de las tribus
árabes dirigentes de la ciudad de La Meca (los coreichitas). Su padre había muerto
poco antes de que él naciera, dejando a la familia en la pobreza. Mahoma se crió con
un tío y se dedicó más tarde al comercio, llegando a ser administrador de los negocios
de una mujer próspera (Cadija), con quien más tarde se casó. Con ella tuvo dos hijos y
cuatro hijas (ninguno de ellos sobrevivió, excepto Fátima).
La religión en Arabia en tiempos de Mahoma era muy primitiva. Creían en la
existencia de espíritus que habitaban en piedras erigidas. El culto más difundido era el
de la Piedra Negra, que se veneraba en la Caaba, un santuario situado en La Meca, al
que concurrían los árabes en peregrinación anual. Hubo también otros movimientos
religiosos, que buscaban una religión más profunda y que se retiraban al desierto para
buscar a Dios: los janifs. Después de la muerte de sus hijos, Mahoma mismo había
participado de este tipo de movimientos, hasta que comenzó a tener visiones por las
que se sintió escogido como mensajero de Dios. En 610 recibió el llamado del ángel
Gabriel a predicar el mensaje del Dios verdadero y único, en contra de la idolatría y el
politeísmo.
Mahoma regresó a su vida de comerciante en La Meca, pero compartió con su
esposa y algunos de sus amigos sus experiencias e ideas, entre las que se destacaban
cuatro convicciones fundamentales. Primero, Dios es uno, el Todopoderoso, Allah, y
hay que someterse de manera absoluta a él. Alá tiene un poder y sabiduría infinitos,
pero no un amor redentor. Segundo, el pecado de la idolatría. Mahoma sostuvo un
monoteísmo abstracto, monótono, sin vida interior y plenitud, antitrinitario, que
negaba la divinidad de Cristo si bien lo aceptaba como un gran profeta. Tercero, el
temor al infierno. Según Mahoma, el diablo es un ángel caído que tienta a los seres
humanos. Cuarto, las recompensas de los fieles. El islamismo expresa fatalismo y gran
temor al castigo por el pecado; por ello mismo, los fieles tienen que ser buenos con los
pobres y necesitados, y perdonar.
Mahoma estuvo muy influido por judíos y cristianos. Es posible que si la
influencia cristiana hubiese sido un poco más efectiva, el movimiento liderado por
Mahoma se habría inclinado hacia el cristianismo. Pero esto no ocurrió, y la nueva
religión llegó a ser el rival más poderoso de la fe cristiana durante toda la Edad Media.
Al principio, la prédica del Profeta fue rechazada, y sólo su esposa y algunos parientes
la aceptaron.
La suerte de Mahoma cambió en 622, cuando se vio forzado a emigrar junto con
sus amigos. Este episodio se conoce como la Égira, y fue tan importante que los
musulmanes consideran a este año como los cristianos consideramos el año en que
nació Cristo, y cuentan los años de su calendario a partir de aquí. La nueva ciudad de
Mahoma fue Yatreb, donde fue bien recibido y donde llegó a ser su gobernante. En
esta ciudad, que más tarde se llamó Medinat-an-Nabí (“la ciudad del Profeta”) o
Medina, se estableció una comunidad musulmana, en la que el culto y la vida civil y
política siguieron los principios del Profeta. Mahoma murió diez años más tarde (632).
Para entonces, La Meca ya lo había reconocido como Profeta de Dios (630), y así
también lo hicieron todas las tribus de Arabia. La idolatría y el politeísmo fueron
desarraigados, y el monoteísmo absoluto del Islam se impuso.
MAPA 4 - ARABIA
El libro sagrado de los musulmanes, el Corán, fue compuesto por Mahoma, según
él, bajo la revelación divina. Éste es el libro sagrado de los musulmanes y el
fundamento de sus creencias y prácticas religiosas, civiles y políticas. Contiene
fragmentos históricos, enseñanzas, consejos e ideas religiosas y morales. Según el
Corán, las creencias fundamentales de los musulmanes son la fe en un Dios único,
Alá; en los ángeles y en los profetas, el último de los cuales, Mahoma, ha traído a los
seres humanos el mensaje definitivo de Dios; en el Corán y sus prescripciones; en la
resurrección y el juicio; y, finalmente, en la predestinación de las personas según la
insondable voluntad de Dios.
El Corán: “El Dios, no hay dios, sino Él, el Viviente, el Subsistente. Ni la
somnolencia ni el sueño se apoderan de Él. A Él pertenece cuanto hay en los
cielos y en la tierra. ¿Quién intercederá ante Él si no es con su permiso? Sabe
lo que está adelante y detrás de los hombres, y éstos no conocen nada de su
ciencia, si no es lo que Él quiere. Su trono se extiende por los cielos y la
tierra, y no le fatiga la conservación de esto. Él es el Altísimo, el Inmenso.”10
Islam significa esencialmente la sumisión a Dios. Esta sumisión involucra el
cumplimiento estricto de ciertos deberes religiosos. El primero es la confesión de fe en
Dios y en Mahoma, su profeta. Otros deberes religiosos fundamentales son: las
oraciones, el ayuno, la limosna, el peregrinaje y la guerra santa, esta última destinada a
conseguir la conversión de los infieles a la nueva fe.
José Luis Romero: “Proveniente del judaísmo y del cristianismo en sus
aspectos doctrinarios, la religión musulmana alcanzó cierta originalidad por
la concepción militante de la fe que logró imponer y que tan extraordinarias
consecuencias debía significar para el mundo. Una especie de teocracia
surgió entonces en el mundo árabe y en las vastas regiones que los
musulmanes conquistaron, en la que el califa o sucesor del profeta reunía
una autoridad política omnímoda y una autoridad religiosa indiscutible.
Sobre esa base, el vasto ámbito de la cultura musulmana se desarrolló de una
manera singular. De todas las regiones que los musulmanes conquistaron
supieron recoger el mejor legado que les ofrecían las poblaciones sometidas,
y con ese vasto conjunto de aportes supieron ordenar un sistema
relativamente coherente, del que predominaba, sin embargo, en cada
comarca la influencia que allí había tenido su origen: la griega, la siria, la
persa, la romana. Acaso la más importante contribución de los musulmanes
—fuera de su propio desarrollo como cultura autónoma—haya sido la
constitución de un vasto ámbito económico que se extendía desde la China
hasta el estrecho de Gibraltar, por el que circulaban con bastante libertad no
sólo los productos y las personas, sino también las ideas y las conquistas de
la cultura y la civilización.”11
Las invasiones árabes. Bajo los sucesores de Mahoma (llamados califas)
comenzaron los ataques árabes, que pronto se transformaron en la invasión y
ocupación de los países vecinos, una vez lograda la unidad territorial en Arabia. Las
invasiones árabes no fueron guerras de religión, sino guerras de conquista territorial.
La conversión de los conquistados al islamismo no fue forzada ni hubo al principio
persecuciones contra judíos y cristianos. No obstante, su religión les dio a los
invasores un sentido de unidad y confianza en la victoria.
Justo L. González: “Los cristianos y judíos podían continuar en el libre
ejercicio de su culto, siempre que respetaran al Profeta y al Corán. Después
se prohibió la conversión de los mahometanos al cristianismo o al judaísmo.
Pero aparte de esto, y de ciertas limitaciones en las señales públicas de su
culto, la única carga que se estableció sobre los judíos y los cristianos fue la
obligación de pagar un tributo mediante el cual el estado se sostenía.
Quienes se convertían al Islam no tenían que pagar ese impuesto. Por tanto,
al mismo tiempo que los musulmanes no tenían interés especial en fomentar
las conversiones a su religión, muchos de los cristianos de convicciones más
flexibles terminaron por aceptar la fe del Profeta.”12
El primer territorio que sufrió el arrollador avance árabe fue el Imperio Bizantino,
cuyo ejército fue vencido en 634. Luego, en una sucesión rápida, cayeron Damasco
(635), Siria (636), Jerusalén (638), Cesarea y Gaza (640), Alejandría y todo Egipto
(642). En los años que siguieron, avanzaron sobre Túnez, Argelia y Marruecos. En 652
conquistaron Persia y fundaron un estado árabe con capital en Bagdad. En 697
invadieron Cartago y en 711 ingresaron a España por Gibraltar (Gebel-Tarik: la colina
de Tarik, el comandante de las tropas moras, bereberes y árabes). En pocos años,
Persia, Siria, Palestina y Egipto, las tierras del origen del cristianismo, cayeron en
manos musulmanas y se perdieron para el testimonio cristiano hasta el día de hoy. En
menos de un siglo, el Islam casi había aniquilado los viejos baluartes del cristianismo
en África del norte, y había cruzado al continente europeo en España. A comienzos del
siglo VIII parecía como si la cristiandad occidental hubiese sido atrapada en un vasto
movimiento de pinzas: los musulmanes avanzaron hacia Francia en 721, y ya en 717
habían puesto sitio a Constantinopla.
Como puede verse, toda la cristiandad se sintió amenazada por el vertiginoso
avance musulmán. Dos eventos quebraron los extremos de estas pinzas y salvaron a la
cristiandad de su desaparición. Por un lado, la defensa de Constantinopla por el
emperador León III, en 718, que hizo que los musulmanes se retiraran de Asia Menor
hasta detrás de los montes Taurus. Por otro lado, la victoria de Carlos Martel (688–
741) y su ejército franco cerca de Poitiers (Francia), en 732, que los echó de Francia
impidiendo su avance y no dejándoles pasar más allá de los Pirineos.
Desde 632 hasta 732 se dio un siglo de avance musulmán y de pérdidas cristianas.
El Mediterráneo, que había sido un lago romano, ahora estaba bajo el control
musulmán. Los musulmanes se adueñaron de casi la mitad del Imperio Romano
cristiano. Esto tuvo enormes consecuencias para el comercio europeo occidental y para
la difusión del testimonio cristiano. Por eso, ésta resultará ser la pérdida territorial más
grande que experimentará el cristianismo en toda su historia. Casi toda la Península
Ibérica quedó bajo su control. África del norte, Egipto, Palestina y Siria no habrían de
recuperarse hasta hoy como territorios bajo influencia cristiana.
Además, si bien las invasiones árabes no fueron guerras de religión, sino de
conquista, el gobierno árabe en los territorios sometidos afectó a la religión cristiana.
En Egipto, la Iglesia Copta sufrió persecuciones, pesados impuestos, dificultades para
realizar matrimonios y los cristianos eran considerados como extranjeros: éstas y otras
presiones llevaron a que muchos se hicieran musulmanes. En el norte de África, la
Iglesia cristiana casi desapareció. Ya los vándalos habían diezmado a los cristianos y
más tarde Justiniano hizo lo mismo, asolando especialmente a la población local o
indígena (bereberes), entre quienes el cristianismo no tenía mucho arraigo. Muchos
consideraban que estaban mejor bajo el dominio musulmán que bajo el dominio
bizantino; otros huyeron a Sicilia e Italia. En tiempos de Agustín de Hipona (m. 430)
había alrededor de setecientos obispados en el norte de África; para el año 700 apenas
había unos treinta. Sólo España se va a ir recuperando poco a poco para el
cristianismo, pero a lo largo de un proceso de reconquista agotador, que duró ocho
siglos. No obstante, el peligro peor había sido evitado al ser detenido el Islam en su
avance sobre Europa. La cristiandad occidental sobrevivió, y estaba lista para
aventurarse nuevamente con su fe hacia Oriente una vez más.
MAPA 5 - LAS INVASIONES ÁRABES

Fernando Picó: “La política oficial del Islam triunfante era la tolerancia de
la ‘gente del libro’, cristianos y judíos, a quienes se les ponían cargas
fiscales, pero se les permitía el libre ejercicio de su religión, aunque no el
proselitismo. Parte de las tierras conquistadas se repartían entre los
guerreros. En un par de generaciones los árabes se hicieron navegantes y
aprendieron las técnicas de los marineros de los puertos conquistados.
También aprovecharon los saberes acumulados de los griegos y sus
sucesores, e incorporaron a su acervo cultural técnicas de construcción,
sabiduría médica, interés en las matemáticas y la astronomía, técnicas de
horticultura, drenaje y riego, y el arte de la reglamentación urbana. Todos
estos conocimientos serían pasados eventualmente a Occidente a través de
España y de Sicilia.”13
El Imperio Bizantino y el Islam. Las guerras contra los persas sasánidas agotaron
los recursos económicos y humanos del Imperio. En 636, un ejército islámico infligió
una derrota mayor a las fuerzas del Imperio Bizantino, en Yarmuk. La derrota le costó
al Imperio todo el territorio de Siria y Palestina. En 642 fuerzas islámicas capturaron la
más rica de todas las provincias del Imperio, Egipto. Cuatro años más tarde una flota
musulmana derrotó a la armada bizantina y ganó el control del Mediterráneo (año
646).
Entre 673–678 naves musulmanas bloquearon la ciudad de Constantinopla. La
marina bizantina logró romper el sitio. En su campaña contra los musulmanes los
bizantinos introdujeron un arma nueva llamada “fuego griego.” El “fuego griego” era
una especie de lanzadera de fuego que se llevaba a bordo, construida alrededor de un
tubo a través del cual se disparaba contra el enemigo una mezcla de nafta, sulfuro y
salitre. Tan pronto como el Imperio había roto el bloqueo, sus viejos enemigos—los
búlgaros y avaros—atacaron desde el norte. En 679 los búlgaros cruzaron el Danubio y
marcharon contra la ciudad. Para el año 700, el Imperio estaba reducido a una fracción
de su tamaño anterior. Ciento treinta y cinco años después del reinado de Justiniano, el
emperador bizantino controlaba solamente el sur de Italia, Rávena, una pequeña parte
de los Balcanes y la mayor parte de Anatolia.
En 717, León el Isaurio, o León III, subió al trono de Constantinopla como
emperador. Durante los veinticuatro años de su reinado (717–741), León III logró
mantener a raya a los adversarios del Imperio. En 717 los árabes renovaron sus ataques
contra la ciudad capital mientras que otro ejército musulmán marchaba, como vimos,
cruzando el norte de África y entrando a España (717–719). León III concentró sus
recursos en proteger el corazón de su Imperio. Tomó medidas para reorganizar la
burocracia y la administración, y tuvo éxito en echar de Asia Menor a las tropas
musulmanas (740). Las victorias de León III le dieron al Imperio Bizantino un respiro
de dos siglos antes de nuevos avances árabes.
La Iglesia de Oriente y el Islam. Los cristianos al este de Palestina sufrieron el
avance árabe, pero a diferencia de lo ocurrido en España, el norte de África y en los
territorios bajo el Imperio Bizantino, lograron sobrevivir conservando su identidad e
instituciones. Cuando el califato abásida estableció su nueva capital islámica en
Bagdad (750), el patriarca de la Iglesia Persa o Siríaca del Este (es decir, la Iglesia de
Oriente) también se trasladó a la ciudad capital. En 780, el obispo Timoteo, un hombre
reformador y de espíritu misionero, llegó a ser el patriarca. En 781, participó durante
dos días de un diálogo interreligioso con el califa abásida, Mahdi, y luego escribió un
relato de su conversación, que circuló como una apología. El documento refleja algo
de la cristología diofisita (es decir, dos naturalezas), que era característica por entonces
en la Iglesia de Oriente. Lo interesante es este ejemplo de diálogo religioso cristiano-
musulmán en una época tan temprana.
Timoteo de Bagdad: “Yo respondí a su Majestad: ‘Oh nuestro victorioso
Rey, en este mundo todos nosotros estamos como en una casa oscura en el
medio de la noche. Si en la noche y en una casa oscura ocurre que una perla
preciosa cae en medio del pueblo, y todos son conscientes de su existencia,
cada uno procurará recoger la perla, que no caerá en manos de todos sino de
uno solo, en tanto que alguien se adueñará de la perla en sí, otro de un
pedazo de vidrio, un tercero de una piedra o de un terrón de tierra, pero cada
uno estará feliz y orgulloso de ser el poseedor real de la perla. Sin embargo,
cuando la noche y la oscuridad desaparecen, y surgen la luz y el día,
entonces cada una de aquellas personas que habían creído que tenían la
perla, extenderán y dirigirán su mano hacia la luz, que es la única que puede
mostrar lo que cada una tiene en la mano. Aquel que posee la perla se
regocijará y será feliz y se gozará con ella, mientras que aquellos que tenían
en la mano pedazos de vidrio o trozos de piedra sólo llorarán y estarán
tristes, y suspirarán y derramarán lágrimas.
‘De la misma manera nosotros los hijos de la humanidad estamos en
este mundo perecedero como en tinieblas. La perla de la verdadera fe cayó
en medio de todos nosotros, y está indudablemente en la mano de uno de
nosotros, mientras que todos nosotros creemos que poseemos el objeto
precioso. Sin embargo, en el mundo venidero, la oscuridad de la mortalidad
pasa, y la niebla de la ignorancia se disuelve, dado que la niebla de la
ignorancia es absolutamente ajena a la luz verdadera y real. En ella se
regocijan los poseedores de la perla, están felices y complacidos, y los
poseedores de meras piezas de piedra llorarán, suspirarán y derramarán
lágrimas, como dijimos más arriba.’ …
Y nuestro victorioso Rey dijo: ‘Tenemos esperanza en Dios que
nosotros somos los poseedores de esta perla, y que la tenemos en nuestras
manos.’—Y yo respondí: ‘Amén, oh Rey. ¡Pero quiera Dios concedernos
que nosotros también podamos compartirla contigo, y regocijarnos en el
lustre brillante y radiante de la perla! Dios ha colocado la perla de Su fe
delante de todos nosotros como los rayos brillantes del sol, y todo el que
desee puede gozar la luz del sol’.”14
El Imperio Bizantino y Occidente
A lo largo del siglo VII y principios del VIII hubo tan sólo relaciones mínimas
entre el Imperio Bizantino y Europa Occidental. Una explicación de esto se encuentra
en la necesidad de concentrar los recursos del Imperio en su defensa y en el desorden e
inferioridad de la situación imperante en el Oeste. Estas condiciones comenzaron a
cambiar a mediados del siglo VIII. Con la victoria de Carlos Martel sobre los
musulmanes (732), el Papa manifestó un renovado interés en la cristiandad oriental. El
emperador León III el Isaurio provocó una controversia con la Iglesia Occidental
cuando prohibió el uso de íconos en los cultos religiosos. El Papa se opuso a la
proclamación de León y respaldó con su autoridad el uso de imágenes.
La controversia iconoclasta. Esta disputa sobre el uso religioso de las imágenes,
que duró desde 717–843, tuvo enormes consecuencias sobre la espiritualidad tanto
oriental como occidental. El conflicto fue inaugurado por los Isaurios (llamados así por
una región en Asia Menor) y tenía que ver con el uso devocional de imágenes o
íconos. En el Oriente griego, el uso de los íconos estaba bien difundido. Los íconos
eran venerados no porque tuvieran algún valor material inherente, sino más bien por
las verdades espirituales que ellos manifestaban. Servían como recordatorios de
verdades espirituales y como medios de discernimiento espiritual. Los íconos también
significaban el completamiento o glorificación (theosis) espiritual de otros seres
mortales junto a Cristo. Estas imágenes eran muy populares en la devoción personal, la
oración y la meditación.
El emperador León el Isaurio consideraba a los íconos como ídolos y su
veneración como idolatría. Él fue el iniciador de la controversia iconoclasta
(“rompedor de íconos”). Seguramente, su postura resultó de las influencias
musulmanas en su región de origen en Asia Menor (Isauria, frente a la isla de Chipre),
pero también al hecho de que en sus días hubo un incremento del culto al emperador.
Los más devotos a los íconos eran monjes y monjas, cuyas comunidades no sólo
estaban eximidas del pago de los impuestos imperiales sino que no hacían ningún
aporte significativo al Imperio.
En 730, León publicó un edicto contra los íconos. El patriarca de Constantinopla
se opuso y fue removido de su puesto. Los soldados imperiales intentaron destruir los
íconos por la fuerza en los lugares públicos, con la oposición especialmente de grupos
de mujeres. Constantino V continuó con la política de su padre (desde 743). Un
concilio reunido en 753 condenó los íconos y como consecuencia hubo persecuciones
y martirios de monjes y monjas. El sucesor de Constantino V, León IV, disminuyó la
persecución bajo la influencia de su esposa Irene, que estaba a favor de la veneración
de imágenes. Cuando Irene tomó el poder como regente de su hijo menor en 780,
revirtió la política iconoclasta de los Isaurios y en 787, junto con su hijo Constantino
VI, convocó en Nicea el Séptimo Concilio Ecuménico, que aprobó la veneración de
íconos como una práctica ortodoxa. El Concilio también estableció que las imágenes
no eran dignas de la adoración debida sólo a Dios (latría), sino de una veneración
inferior (dulía).
Alfred Weber: “En esta disputa, presenciamos una curiosa sublevación de
la concepción oriental de lo religioso, judaico-arábiga, procedente del Sur
(Capadocia), que carece rigorosamente de imágenes, que se opone a la
veneración de lo divino expresado en imágenes, lo cual había tomado cierto
aspecto pagano, que se opone a la veneración de los íconos como ídolos ‘no
hechos por los hombres,’ que ponía en manos de la Iglesia y de los
conventos—que cada día adquirían mayores proporciones—un poder
peligroso en forma de medios de salvación milagrosos. Al mismo tiempo, sin
embargo, este movimiento constituyó la expresión política, la voluntad de
una mundanalidad casi de tipo pagano antiguo, que encarnaba en aquellos
poderosos príncipes, en contra de la santurronería supersticiosa que se iba
formando. En el siglo IX, se llega respecto de esta polémica a una
transacción, mediante la incorporación o encaje de las congregaciones
monacales y al mismo tiempo volviendo a permitir las imágenes. Este nuevo
Imperio coloreado con tonos muy vivos había vencido el espíritu de la
cultura griega, desde el punto de vista político; pero en lo cultural había
vencido en cambio la helenidad adoptando la forma de un cristianismo
magístico y gnóstico; y no triunfó a modo de una actitud ética—pues nunca
se había producido la lucha en torno a ésta—sino más bien como una
sensibilidad plástica de tipo heleno infundida en la Iglesia.”15
Después de la muerte de Irene en 803, el partido iconoclasta intentó hacer
prevalecer su posición. Así es como se impusieron nuevas restricciones sobre el uso de
íconos en las iglesias mediante edictos imperiales, que se proponían terminar con lo
que consideraban idolatría. Monjes y obispos se resistieron, y nuevamente hubo una
persecución severa. Finalmente, en 840, la persecución amainó. La oposición a los
íconos había sido más una cuestión de los emperadores y los militares, y no había sido
efectiva para desarraigar la iconolatría del corazón del pueblo. Con la muerte del
último emperador iconoclasta, Teófilo, su esposa, la emperatriz Teodora, ordenó el
final de la persecución. En 843, el patriarca de Constantinopla predicó un sermón en
Santa Sofía, que proclamó que los íconos debían ser reinstalados en la Iglesia. Ésta es
la fecha que la Iglesia Ortodoxa celebra, hasta el día de hoy, como el final de la
controversia.
Las relaciones entre Este y Oeste. Desde un punto de vista político, estas
relaciones se empeoraron entre 780 y 802. En 780 Constantino VI, un niño de diez
años, llegó a ser el emperador bizantino. La madre de Constantino, Irene, actuó como
regente hasta el año 790, cuando su hijo se deshizo de los consejeros de su madre y
tomó el control del poder. Irene intrigó contra su propio hijo, al punto que sus secuaces
lo enceguecieron, con lo cual quedó ritualmente descalificado para ser emperador.
Irene se nombró a sí misma emperatriz y gobernó de 797 hasta 802. El papa León III
(no confundir con el emperador León III, el Isaurio) intervino en la controversia y
declaró vacante al trono oriental, arguyendo que una mujer no podía gobernar sobre el
Imperio. El Papa presentó una afrenta todavía mayor cuando unilateralmente, como
veremos más adelante, nombró a Carlomagno “emperador de los romanos” en el día de
Navidad del año 800. Las consecuencias prácticas de la acción del papa León III no
fueron grandes. No obstante, el nombramiento de un occidental como cabeza del Sacro
Imperio Romano señaló el comienzo de seis siglos de lucha entre las cristiandades
occidental y oriental.
Desde un punto de vista teológico, en Occidente se mantuvo en general una
posición intermedia entre los iconoclastas (destructores de los íconos) y los
iconodulistas (adoradores de los íconos). Los teólogos occidentales distinguían entre
las naturalezas divina y material de Cristo, mientras afirmaban algún modo de
comunicación por el cual cada una compartía sus propiedades con la otra. Para los
teólogos orientales, la veneración de los íconos expresaba su fuerte énfasis sobre el
misterio de la encarnación. El teólogo más importante en este sentido fue Juan de
Damasco, un monje de Palestina que escribió Exposición de la fe ortodoxa y tres
Discursos contra los que rechazan las santas imágenes. Estas obras no sólo fueron una
afirmación del uso devocional de las imágenes, sino también una de las declaraciones
teológicas más importantes de los principios que se discutieron en la controversia.
Juan de Damasco: “Puesto que algunos nos culpan por reverenciar y honrar
imágenes del Salvador y de Nuestra Señora, y las reliquias e imágenes de los
santos y siervos de Cristo, recuerden que desde el principio Dios hizo al ser
humano a su imagen. ¿Por qué nos reverenciamos unos a otros, si no es
porque somos hechos a imagen de Dios?… Por otra parte, ¿quién puede
hacer una copia del Dios que es invisible, incorpóreo, incircunscribible y
carente de figura? Darle figura a Dios sería el máximo de la locura y la
impiedad.… Pero puesto que Dios, por sus entrañas de misericordia y para
nuestra salvación, se hizo verdaderamente hombre … vivió entre los
humanos, hizo milagros, sufrió la pasión y la cruz, resucitó y fue elevado al
cielo, y puesto que todas estas cosas sucedieron y fueron vistas por los
humanos … los Padres, viendo que no todos saben leer ni tienen tiempo para
hacerlo, aprobaron la descripción de estos hechos mediante imágenes, para
que sirvieran a manera de breves comentarios.… Nosotros no reverenciamos
lo material, sino lo que esas cosas significan.”16
Desde el punto de vista cultural, las diferencias entre Este y Oeste eran notables.
La exquisitez y sofisticación de la cultura bizantina estaba muy por arriba del retraso y
barbarie de los logros germánicos. Cuando el Imperio Bizantino y el Occidente se
enfrenaron en el siglo VIII en torno a un problema concreto, la cuestión de los íconos,
sus perspectivas y premisas habían llegado a ser muy diferentes. No obstante estas
diferencias, el sentido de inferioridad cultural del Occidente latino respecto a Bizancio
prevaleció hasta el siglo XII y le permitió al arte, la arquitectura, y el pensamiento
bizantino ejercer considerable influencia sobre el desarrollo cultural de Occidente.17
La dinastía macedónica. Los emperadores que condujeron al Imperio Bizantino
desde 867 hasta 1025 pertenecieron a una dinastía macedónica. Los siglos IX y X
fueron un período de prosperidad para el Imperio. Los ejércitos bizantinos tomaron la
ofensiva y recapturaron buena parte de Siria, Armenia, Chipre y Creta. Con
Constantino VII, que reinó entre 920–959, el Imperio recuperó parte de su prestigio y
esplendor. Basilio II (927–1025) aplastó a los búlgaros y su acción en el orden cultural
tendió a la protección de las ciencias y las artes. En materia política estabilizó las
fronteras del Imperio frente a los magiares y eslavos, los cuales fueron evangelizados.
Desarrolló relaciones amistosas con Vladimir de Kiev (casado con una hermana de
Basilio), en el sur de Rusia. Vladimir invitó a Basilio (989) a enviar monjes a Rusia, lo
que llevó a la conversión de los eslavos al cristianismo y su adopción de la cultura
bizantina. El comercio se expandió durante estos siglos y las reformas de la burocracia
imperial mejoraron la vida dentro de los límites del Imperio. Sin embargo, la profunda
crisis social que aquejaba al Imperio provocó numerosos conflictos, agravados por la
ineptitud de los sucesores de Basilio II.
A partir del siglo XI, el Imperio Bizantino entró definitivamente en decadencia.
Sin embargo, un grave suceso lograría prolongar todavía por dos siglos la vida del
Imperio. En 1057, el emperador bizantino solicitó la ayuda del Papa romano con el fin
de detener a los turcos otomanos, que ya habían ocupado Siria y Palestina, y
amenazaban con poner sitio a Constantinopla. El papa Urbano II promovió las
Cruzadas, que lograron detener momentáneamente a los peligrosos enemigos, pero la
dinastía macedónica llegó a su fin y con ello casi desapareció el Imperio Romano de
Oriente, que quedó virtualmente reducido a la ciudad de Constantinopla y sus
alrededores.

LA RECUPERACIÓN EN ORIENTE
Para el siglo VII, el patriarca de la Iglesia de Oriente (siríaca) era la autoridad
cristiana más importante en todo el territorio al este de Persia. Su interés no estaba
enfocado tanto en los debates teológicos de sus días, sino más bien en cuestiones
prácticas y políticas. La adoración en la Iglesia de Oriente se llevaba a cabo en lengua
siríaca, mientras estos cristianos sustentaban una teología nicena. Entre los patriarcas
que sirvieron bajo el dominio musulmán de Persia, uno de los más influyentes fue
Timoteo I, ya mencionado. Él personalmente envió más de cien misioneros a nuevas
regiones donde no había testimonio cristiano.
La expansión del testimonio cristiano al este de Persia después del año 600 fue
básicamente la obra de monjes de la Iglesia de Oriente. Hubo también sacerdotes y
mercaderes que llevaron su testimonio a lo largo de las rutas caravaneras que cruzaban
el continente asiático. Fue precisamente en las principales ciudades junto a estas rutas
entre Persia y China que, ya antes del siglo X, se fueron estableciendo monasterios,
que sirvieron de centros de adoración, evangelización, hospedaje para mercaderes y
escuelas. En ellos se copiaron y tradujeron los textos siríacos de las Escrituras, la
liturgia cristiana, y las historias de santos y mártires.
El cristianismo en India
Hay que esperar hasta el siglo XVI para tener referencias históricas más seguras
en cuanto al desarrollo del testimonio cristiano en India. No obstante, como se vio en
el volumen anterior, hay abundantes indicaciones de la presencia de cristianos en este
sub-continente con anterioridad al siglo VI. Para mediados del siglo VII, encontramos
referencias en la correspondencia del patriarca de la Iglesia de Oriente, Ishoyahb III, de
la ruptura de relaciones con el metropolitano en Rewardashir. Las iglesias en India
continuaron sosteniéndolo financieramente. En el siglo VIII encontramos nuevamente
referencias a las iglesias en India en los registros persas. Se nos informa que tenían un
metropolitano propio, elegido de entre su propia comunidad en la presencia de los
otros obispos. Evidentemente, debería haber más de una diócesis, ya que según la
tradición persa, los metropolitanos eran nombrados cuando había por lo menos seis
obispos bajo su autoridad. Las iglesias aparentemente estaban bien establecidas. Hay
varias cartas del patriarca Timoteo I que mencionan la presencia cristiana en India.
Una de ellas está dirigida a un monje llamado Tomás, que estaba viajando con un
grupo de inmigrantes a la India. Otra ofrece instrucciones en cuanto a irregularidades
ministeriales. En el siglo IX encontramos la mención de dos hermanos armenios que
llegaron a India como misioneros.18
Existe un interesante documento de mediados del siglo IX, que consiste de unas
placas de cobre con inscripciones, que menciona concesiones dadas por los reyes
locales a los cristianos para construir sus lugares de culto. A la luz de esta evidencia
arqueológica, se puede ver que las comunidades cristianas en India eran pequeñas y
mayormente ubicadas en el sur de la India. En su mayoría, se trataría de inmigrantes
venidos de Persia, que se establecieron en la costa Malabar a lo largo de varios siglos.
Algunos llegaron como mercaderes, otros como refugiados escapando de la
persecución persa o islámica, pero también había algunos misioneros. Muchos de ellos
son mencionados como peregrinos, que venían para visitar Cranganore, el lugar al que
según la tradición había llegado el apóstol Tomás, o Mylapore, cerca de Madrás en el
este, donde se creía estaba ubicada su tumba. Con el tiempo, estos cristianos llegaron a
constituir una casta separada, con lo cual gozaron del reconocimiento social y político
de los gobernantes locales según la costumbre religiosa hindú tradicional. Al igual que
los miembros de otras castas en India, estos cristianos vivían en casas vecinas a su
centro religioso, en este caso sus templos, constituyendo así vecindarios cristianos
distintivos.
El siríaco continuó siendo la lengua litúrgica, a pesar de haber sido desplazada
por el arábico en Persia. Esta lengua les dio un sentido de identidad cristiana, al
parecer más cercana a la lengua hablada por Jesús y sus discípulos. En sus cultos las
iglesias de la India celebraban liturgias que guardaban cierta relación simbólica con
Jerusalén. Pero al mismo tiempo estaban contextualizados con la cultura local, ya que
utilizaban tortas de arroz y vino de palmera para la eucaristía. Esto pone en evidencia
que su identidad cultural era plenamente india. Estos cristianos probablemente llevaron
su testimonio por mar a Sri Lanka, y tal vez a Java, la península Malaya, e incluso
hasta la costa de China. De hecho, hay mención de mercaderes persas y a veces
armenios que visitaron estos lugares entre los siglos VII y X.
El cristianismo en Asia Central
Al este de Persia, el testimonio cristiano siguió las rutas caravaneras,
especialmente la Ruta de la Seda, que cruzaban por Balkh, la capital de Bactria, y
seguían por las ciudades de Merv y Samarcanda. Estas mismas rutas eran seguidas por
monjes, sacerdotes y mercaderes zoroastristas, budistas, maniqueos y musulmanes,
además de aquellos que sostenían creencias animistas y chamánicas. La primera
presencia cristiana estuvo ligada al establecimiento de monasterios en las principales
ciudades. Como se indicó, estos monasterios estaban directamente relacionados con el
comercio de mercaderes cristianos, a quienes ofrecían alojamiento y atención religiosa.
Las iglesias siríacas fueron bien conocidas por sus médicos, algunos de los cuales eran
también sacerdotes y monjes. La presencia de cementerios con inscripciones funerarias
cristianas para mujeres y hombres es evidencia de cierto grado de educación en estas
ciudades de Asia Central, e indica la existencia de comunidades cristianas permanentes
a lo largo de la Ruta de la Seda desde Persia hasta China occidental.
En una de sus cartas (781), el patriarca Timoteo I informaba que había recibido
una comunicación de un rey entre los turcos (hunos), en la que le decía que él y su
pueblo se habían convertido al cristianismo. Este rey le pedía que ordenara y les
enviara un obispo junto con algunos monjes, cosa que Timoteo hizo. En otras cartas,
Timoteo I daba testimonio de su interés en asistir a un creciente número de iglesias,
monasterios y sedes episcopales a lo largo de lo que ahora son las naciones de
Uzbekistán, Kazajstán y Tayikistán. En una de sus cartas, Timoteo informaba que el
metropolitano de China había muerto y que él estaba nombrando a alguien para que
ocupara su lugar. En otra escribió que estaba preparándose para consagrar a un obispo
para los tibetanos. Algunos textos cristianos escritos en la lengua tibetana antes del
siglo X sugieren que había interés, sino una necesidad, de literatura cristiana en lengua
tibetana. La decisión de Timoteo de consagrar a un obispo para Tibet indica que había
un grupo considerable de cristianos en aquella región.
Para fines del siglo VII el mensaje cristiano había alcanzado lo que es ahora
China occidental. Las antiguas ciudades de Tunhuang y Turfan tenían comunidades
cristianas. En la primera, se han encontrado numerosos escritos cristianos en cuevas
budistas. Lo mismo ha ocurrido en Turfan, al norte de Tunhuang, todo lo cual provee
de buena evidencia para afirmar una presencia cristiana considerable en esta región
antes del siglo X. Estos cristianos serían persas, turcos, mongoles y chinos, con
algunas influencias armenias y griegas, según se ve por los escritos encontrados.
Además de las Escrituras, estos materiales incluían libros de adoración, homilías,
comentarios bíblicos, vidas de santos y mártires, tratados de medicina y obras
filosóficas.
Una carta de Abdisho, obispo de la ciudad de Merv, escrita al patriarca de Bagdad
alrededor del año 1000, provee de evidencia de la extensión más septentrional
alcanzada por la influencia misionera cristiana durante este período. Este obispo
informaba al patriarca que el rey de los turcos keraítas que vivía alrededor de la región
junto al lago Baikal en el norte de Mongolia, había tomado contacto con él. El rey se
había convertido a la fe cristiana a través de la aparición de un santo cristiano, que le
había mostrado el camino a través de una tormenta de nieve y se identificó como un
seguidor de Cristo. Como resultado de esto, el monarca había buscado a mercaderes
cristianos que estaban viajando a través de la región, y ellos lo instruyeron en las
doctrinas básicas de la fe. Incluso le habían dejado una copia del Evangelio. Según
Abdisho, unos doscientos mil miembros de la tribu de este rey habían llegado a abrazar
la fe cristiana.
El rey estaba bien comprometido con la nueva fe y estaba solicitando ser
bautizado. Para ello pedía instrucciones en cuanto a cómo prepararse. Se le indicó que
debía ayunar por largos períodos de tiempo durante un año. Los turcos entendieron que
debían abstenerse de comer carne o productos lácteos durante estos ayunos, pero ésta
era su dieta básica y única. El patriarca respondió a sus inquietudes diciéndole a
Abdisho que debía enviar a un sacerdote y a un diácono a bautizarlos y a ministrarles.
En cuanto al ayuno, en razón de la ausencia de otros alimentos, ellos debían abstenerse
de comer carne, pero podían consumir productos lácteos. Éste es un interesante
ejemplo de contextualización misionológica.
MAPA 6 - EL CRISTIANISMO EN ORIENTE

El cristianismo en China
El cristianismo llegó a China en el año 635, el año en que la misión céltica
llegaba al norte de Inglaterra, en Northumbria. Si bien este movimiento fue muy
pequeño, es suficiente como ilustración para recordar que el cristianismo no es una
religión exclusivamente occidental, sino universal. Puede decirse, entonces, que para
Inglaterra del norte y para el Lejano Oriente, la historia cristiana comenzó en el año
635.
Los misioneros en China. El documento arqueológico más completo para la
reconstrucción de la llegada del cristianismo a la China es la Estela de Ch’ang-an,
encontrada en la provincia de Xian. Esta piedra de granito negro, grabada con
caracteres chinos en todas sus caras, lleva por título “Monumento que conmemora la
transmisión de la Religión de la Luz en China.” Fue grabada en 781 y declara que la
llegada del testimonio cristiano a la capital del Imperio Chino bajo la dinastía T’ang
(Ch’ang-an) se produjo en el año 635, cuando monjes siríacos de la Iglesia de Oriente,
arribaron bajo el liderazgo de Alopen (o Alouben). La dinastía T’ang fue una de las
más destacadas en la larga historia de la civilización y cultura china. La ciudad de
Ch’ang-an contaba con alrededor de dos millones de habitantes, lo que la hacía la más
grande del mundo en aquel tiempo. El confusionismo era la ideología predominante
del Estado, pero se estudiaban también otras religiones e ideas como el taoismo, el
budismo, el zoroastrismo y el maniqueísmo. Entre estas nuevas ideas estaba la
representada por monjes provenientes del extremo occidental de Asia (Siria), y que en
chino se conocía como Jing Jiao (Religión Ilustre o Religión de la Luz o Luminosa).
Estela de Ch’ang-an: “La doctrina sagrada que ha traído luz al mundo vino
aquí durante el reinado del Emperador Taizong. Las enseñanzas gloriosas
fueron traídas por Alouben, un hombre de alta virtud del Imperio de Da Qin
(Siria). Él vino sobre nubes azules trayendo las escrituras verdaderas, y
después de un viaje largo y arduo, arribó en Ch’ang-an durante el noveno
año de Zhenguan. El emperador envió a su ministro Fang Xuanling para
saludarlo en el suburbio occidental. El visitante fue bienvenido en el palacio
donde se le pidió que tradujera sus escrituras. Cuando el emperador oyó las
enseñanzas, se dio cuenta profundamente de que ellas hablaban la verdad.
Por lo tanto, pidió que estas enseñanzas fuesen enseñadas, y en el mes
séptimo en el otoño del vigésimo año de Shenguan, proclamó un decreto:
‘El Camino no tiene un nombre común y lo sagrado no tiene una forma
común. Proclamen las enseñanzas por todas partes para la salvación del
pueblo. Alouben, el hombre de gran virtud del Imperio de Da Qin, vino
desde una tierra lejana y arribó a la capital para presentar las enseñanzas e
imágenes de su religión. Este mensaje es misterioso y maravilloso más allá
de nuestra comprensión. Las enseñanzas nos hablan acerca del origen de las
cosas y de cómo ellas fueron creadas y nutridas. El mensaje es lúcido y
claro; las enseñanzas beneficiarán a todos; y ellas deben ser practicadas por
toda la tierra’.”19
Los primeros misioneros en ir a China vinieron de Persia (Da Qin o Siria en la
Estela), que para aquel entonces estaba bajo el gobierno musulmán. El grupo
misionero había sido enviado por la Iglesia de Oriente, y estaba constituido por
veintiún monjes de habla siríaca, bajo la dirección de uno llamado Alopen. Un edicto
imperial del año 638 les concedió tolerancia religiosa y el emperador mismo les dio un
monasterio en la ciudad capital. El sucesor del emperador ordenó la construcción de
monasterios en muchas provincias y le dio a Alopen el título de “Señor Protector de las
Grandes Enseñanzas.” La Estela señala: “La enseñanza se esparció a las diez
direcciones y el país prosperó. Se construyeron monasterios en cientos de ciudades y
muchas personas recibieron bendiciones de la Iglesia de la Religión de la Luz.”20
Sin embargo, en 698, al cambiar la dinastía gobernante, los cristianos tuvieron
que hacer frente a la oposición, que por momentos fue muy violenta. Maestros budistas
esparcieron rumores en contra de los creyentes. Para el 712, la oposición comenzó en
la capital misma y aparentemente resultó en la destrucción de recintos y objetos
sagrados. A mediados del siglo VIII se restauró el favor imperial. Se construyó una
iglesia en un ducado “donde la doctrina podía ser enseñada a más personas de maneras
simples y directas,” y “en poco tiempo, muchas personas fueron convertidas.”21 El
siguiente emperador no sólo permitió la predicación cristiana, sino que hizo regalos a
un monasterio y se les pidió a los monjes que dirigieran la adoración en el palacio
imperial. Un nuevo edicto de tolerancia permitió ciertos progresos en el trabajo
misionero en varias provincias.
La teología en China. La primera parte de la Estela de Ch’ang-an es un resumen
de la doctrina cristiana sostenida por los primeros misioneros en llegar a China. La
declaración de fe comienza confesando a Dios Altísimo como el Creador, uno y
eterno. En cuanto a los seres humanos, “originalmente ellos no tenían deseo alguno,
pero bajo la influencia de Satanás, abandonaron su bondad pura y simple por el brillo y
el oro.”22 Como consecuencia de esta situación es que apareció Ye Su (Jesús), “Aquel
que emana en tres cuerpos ocultos, escondió su verdadero poder, se hizo un ser
humano, y vino de parte del Señor del Cielo a predicar las buenas enseñanzas. Una
virgen dio a luz a lo sagrado en una morada en el Imperio Da Qin.”23 La Estela
continúa expresando una cristología bastante similar a la de Nestorio:
Estela de Ch’ang-an: “El mensaje fue dado a los persas quienes vieron y
siguieron la luz brillante para ofrecerle regalos. Los veinticuatro santos [los
libros del Antiguo Testamento según el canon hebreo], nos han dado las
enseñanzas, y el cielo ha decretado que sea proclamada la nueva religión de
la ‘Pureza de los Tres-en-Uno de los que no se puede hablar.’ Estas
enseñanzas pueden restaurar la bondad a los creyentes sinceros, liberar a
aquellos que viven dentro de los límites de los ocho territorios [quizás las
Bienaventuranzas, Mt. 3:3–10], refinar el polvo y transformarlo en verdad,
revelar el portal de las tres constantes [probablemente fe, esperanza y amor,
1 Co. 13:13], conducirnos a la vida y destruir la muerte. Las enseñanzas de
la Religión de la Luz son como el sol resplandeciente: tienen el poder de
disolver el reino de las tinieblas y destruir para siempre el mal.
“Él puso a flote la barca de la salvación y la compasión de modo que
podamos usarla para ascender al palacio de la luz y unirnos con el Espíritu.
Él llevó a cabo la obra de liberación, y cuando la tarea fue completada,
ascendió a la inmortalidad en un gran resplandor de luz. Él dejó veintisiete
libros de escrituras [Nuevo Testamento] para inspirar nuestro espíritu; reveló
las obras del Origen; y nos dio el método de la purificación por el agua
[bautismo].”24
Es posible conocer algo más de la teología cristiana china primitiva a partir de
documentos encontrados en las cuevas de Tunhuang y Turfan. Estos documentos son
muy parecidos a las sutras budistas en su estilo. Uno de ellos, la Sutra de Jesucristo, ha
sido fechado alrededor del 638 y puede estar relacionado con la misión original de
Alopen. Otras tres sutras, agrupadas bajo el título común de Discursos sobre
monoteísmo, parecen haber sido compuestas alrededor de 641.
Es interesante notar el vocabulario de estos manuscritos. En la Sutra de Jesucristo
se usa el nombre “Buda” para la divinidad, mientras que las otras tres usan el término
chino I-shen (“Un Dios”). Cristo es también llamado Shih-tsun (“Señor del Universo”)
y el Espíritu Santo Liang-feng (“Brisa o Viento Fresco”). Este lenguaje facilitaba la
comunicación del evangelio en un contexto típicamente budista y taoista. La Primera
sutra litúrgica, compuesta cerca de 720, ilustra la adaptación de la liturgia cristiana al
contexto local con su oración a “Aquel con el rostro como jade.”
Sutra de Jesucristo: “De modo que Dios hizo que la Brisa Fresca viniese
sobre una mujer joven escogida llamada Mo Yan [María], que no tenía
esposo, y ella quedó embarazada. Todo el mundo vio esto, y entendió lo que
Dios había obrado. El poder de Dios es tal que puede crear un espíritu
corpóreo y conducir al sendero claro y puro de la compasión. Mo Yan dio a
luz a un niño y lo llamó Ye Su, quien es el Mesías y cuyo padre es la Brisa
Fresca.… Dios mira con compasión hacia abajo desde el Cielo, y controla
todas las cosas en el Cielo y la Tierra. Cuando Ye Su el Mesías nació, todo el
mundo vio un misterio brillante en los Cielos. Todas las personas vieron
desde sus casas una estrella tan grande como una rueda de carro. Esta luz
misteriosa brilló sobre el lugar donde Dios iba a ser encontrado, porque en
este momento el Único nació en la ciudad de Wen-li-shih-ken [Jerusalén] en
el huerto de But Lam [Belén]. Después que hubieron pasado cinco años el
Mesías comenzó a hablar. Él hizo muchas cosas milagrosas y buenas
mientras enseñaba la Ley.… El Mesías ofreció su cuerpo a los malvados por
amor a todos los seres vivientes. A través de esto todo el mundo sabe que
toda vida es tan precaria como la llama de una vela. En su compasión él
entregó su vida.
“Los malos trajeron al Mesías a un lugar apartado, y después de lavar su
cabello lo llevaron al lugar de ejecución llamado Chi-Chu [Gólgota]. Ellos lo
colgaron alto sobre un cadalso de madera, con dos criminales, uno a cada
lado de él. Él colgó de allí por cinco horas.… Temprano esa mañana hubo
una luz solar brillante, pero a medida que el sol se movió al Oeste, tinieblas
vinieron sobre el mundo, la tierra se sacudió, las montañas temblaron, las
tumbas se abrieron y los muertos caminaron. Aquellos que vieron esto
creyeron que él era quien él decía que era. ¿Cómo puede alguien no creer?
Aquellos que toman a pecho estas palabras son verdaderos discípulos del
Mesías.”25
De las otras tres sutras mencionadas, la primera ofrece una discusión metafísica
sobre la naturaleza invisible de Dios, y la naturaleza visible e invisible del ser humano.
La segunda trata con la creación y la naturaleza humana (cuerpo, alma y espíritu). La
tercera titulada El discurso del Señor del Universo sobre la limosna, provee una
ilustración del énfasis cristiano sirio sobre la importancia del papel de las mujeres en el
evento de la salvación.
A la luz de estos documentos, parece evidente que las autoridades chinas
consideraban al cristianismo como una secta similar al budismo. Esta identificación
facilitó el ingreso del testimonio cristiano en China bajo la dinastía T’ang.26
Los resultados en China. Las crisis políticas internas y externas no fueron
favorables para un gran avance de la fe cristiana en China. La estela de Ch’ang-an
describe la situación hasta el año 781, cuando fue esculpida y termina con una nota de
confianza. Dice la Estela: “Esta doctrina es grande y sus obras son poderosas y
misteriosas. Si soy forzado a describirla, las llamaría la obra del Señor Tres-en-Uno.
Todo lo que este humilde siervo ha hecho es registrar en el monumento lo que ha
sucedido y glorificar al Señor Primordial.”27 La historia posterior debe ser reconstruida
a partir de otros documentos.
A mediados del siglo VIII, la expansión árabe hacia el Este (especialmente Tibet)
creó conflictos con el Imperio Chino. En estos años, uno de los líderes chinos más
destacados fue el duque Kuo Tzu-i, quien defendió los territorios chinos de los avances
árabes. El monumento de Xian dice que uno de los comandantes nombrados por el
emperador para acompañar al duque era un sacerdote cristiano llamado I-ssu, a quien
la Estela lo menciona como su donante. Para entonces, parece que en algunas iglesias
la adoración se hacía en chino y no en siríaco. Es probable que la creciente
identificación del cristianismo con el budismo haya sido la causa de su rápida
declinación hacia mediados del siglo IX. Los registros chinos mencionan a los
cristianos hasta aproximadamente el año 900, cuando desaparece todo rastro de
cristianismo en China. Las razones para este cataclismo fueron dos.
Primero, persecución. En el año 845 un emperador pro-taoísta decidió suprimir
las religiones que no eran de origen chino, incluso el budismo. El edicto decía:
“¿Cómo pueden las religiones triviales de Occidente compararse con las nuestras?” El
edicto menciona a monjes cristianos y zoroastristas (se los menciona juntos, porque
ambas religiones provenían de Persia) en número de 3.000 que, al igual que los
budistas, debían “retornar al mundo para no confundir las costumbres de China.” La
política persecutoria duró sólo veinte meses. El budismo logró recuperarse, pero la
pequeña Iglesia cristiana se debilitó casi definitivamente.28
Segundo, desorden. Las continuas guerras civiles durante el siglo IX crearon un
clima de inestabilidad e inseguridad. En el año 878 la rebelión arruinó todo el sur de la
China y su comercio marítimo. Los mercaderes extranjeros regresaron en multitud a
Occidente, y la falta de un gobierno estable puso fin a las comunicaciones pacíficas en
Asia Central, y con todo esto, la tarea misionera murió.
El último testimonio que oímos de este período viene de un cronista árabe que
informa haber conversado con un monje cristiano en Bagdad en 987. Siete años antes,
el monje había formado parte de una misión enviada por el patriarca para poner en
orden las cuestiones de las iglesias en China. Pero no pudieron encontrar a un solo
cristiano en todo el territorio. A pesar de este informe negativo, veremos más adelante
que el cristianismo en el Lejano Oriente logró sobrevivir entre algunas tribus del Asia
Central, desde donde volvería a expandirse nuevamente hacia el Este.
Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “Mirando hacia atrás a los primeros tres
siglos del movimiento cristiano en China, encontramos a una comunidad que
jamás sumó más que una docena de monasterios establecidos y varios miles
de creyentes cristianos. El número de cristianos empalidece a la luz de la
fuerza de las escuelas budista y taoísta de ese tiempo.… En ninguna otra
parte en el mundo en los siglos séptimo y octavo puede uno encontrar a
cristianos comprometidos en un estudio y diálogo activo con budistas,
taoístas, zoroastristas, maniqueos e incluso vecinos confucionistas.… Hubo
una buena cantidad de mezcla de ideas entre estas varias tradiciones en
China. Quizás … ésta fue en parte la causa de la decadencia de estas
primeras comunidades cristianas al final. El eclipse parcial de una identidad
cristiana distintiva dejó a los cristianos chinos con pocas razones para
mantener su propia existencia separada en medio de las escuelas de la
dinastía T’ang en China.
“Un argumento histórico más probable es que a pesar de la notable obra
de traducción e incluso de composición de nuevas obras teológicas en chino,
la mayor parte de la iglesia cristiana en China desde los siglos séptimo al
décimo permaneció como una comunidad de extranjeros residentes. Si bien
por algún tiempo en el siglo octavo Ch’ang-an fue constituida como ciudad
metropolitana por el patriarca en Bagdad, las iglesias en su mayoría
permanecieron dependientes del clero foráneo de la región de Balkh para su
liderazgo. La comunicación fue difícil a lo largo de la Ruta de la Seda
después del surgimiento de los árabes o por mar desde la India.”29

LA RECUPERACIÓN EN OCCIDENTE
La Iglesia en Europa
Establecidos los reinos germánicos, y concretada la atomización política de
Europa occidental, la Iglesia quedaba como la única expresión de cierto orden
institucional. La Iglesia se erigió como celosa guardiana de la organización y cultura
romanas. Poco a poco los monarcas germánicos se fueron convirtiendo a la fe cristiana
y con ellos sus pueblos. La Iglesia fue creciendo en su influencia y prestigio. A fin de
consolidar su unidad y la del mundo cristiano que lideraba, la Iglesia organizó y
estableció sus jerarquías siguiendo el modelo de la administración civil del
desaparecido Imperio Romano. De este modo, Europa quedó dividida en provincias
eclesiásticas o arquidiócesis colocadas bajo la autoridad de arzobispos. A su vez, cada
arquidiócesis estaba constituida por un número de diócesis bajo la autoridad de
obispos. Las diócesis estaban compuestas por varias parroquias urbanas y rurales a
cargo de los presbíteros o curas párrocos.
Este conjunto de religiosos constituía el clero secular, porque vivía en contacto
con el seculum (mundo o sociedad). A partir del siglo V aparece otro tipo de clero
cuyos miembros (monjes y monjas) vivían en monasterios, alejados del mundo y
sujetos a una disciplina determinada, expresada en una regla monástica. Por ello
mismo, estos religiosos pertenecían al clero regular. A través de su clero, secular y
regular, la Iglesia controlaba la totalidad de la vida cotidiana, desde el nacimiento
hasta la muerte. También ejercía un creciente poder en el campo político, al coronar y
deponer a reyes y emperadores. Pero sobre todo, moderó las costumbres de los
germanos y ayudó a la difusión de la cultura romana.
Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “El factor singular más importante que
ligaba a los pueblos de estas regiones [España, Galia, Italia y Gran Bretaña]
alrededor del año 600 era la religión católica: sus obispos proveían de una
red administrativa de naturaleza moral y espiritual. Las iglesias eran dueñas
de tierras, promovían la educación y apoyaban los encuentros regionales de
sus líderes. Dentro de esta red en el Oeste, el obispo más poderoso era el que
ocupaba la sede histórica de Pedro en Roma, el Papa.”30
Durante la temprana Edad Media el poder del papado se incrementó. El Papa de
Roma jugó un papel primordial en mantener viva y desarrollar la idea de un Imperio en
Occidente. Ya desde los días del papa Dámaso I (375), el Papa pretendía tener una
autoridad suprema en materia de enseñanza de toda verdad en la cristiandad. Dámaso
basaba su pretensión en la doctrina petrina, según la cual Jesús había establecido a
Pedro como la “roca” sobre la cual la Iglesia debía ser construida. Esta ideología del
papel conductor del Papa como líder de la cristiandad occidental, fue reforzada y
ampliada por el papa Gregorio I (590–640). Él fue el primer miembro de una orden
monástica en llegar al papado. Los logros de Gregorio (conocido como el Grande) le
valieron un lugar de honor entre los grandes Padres de la Iglesia (junto con Jerónimo,
Ambrosio y Agustín). Gregorio desarrolló ideas como la de la penitencia y conceptos
como el del purgatorio. Centralizó la administración de la Iglesia y fue el primer Papa
en gobernar como cabeza secular de Roma así como de los territorios alrededor de la
ciudad. Se destacó como gran estadista, especialmente en el manejo de los lombardos
que amenazaban con invadir sus posesiones. Gregorio apoyó a la orden benedictina y,
en un tiempo cuando las comunicaciones entre las diferentes partes de Europa estaban
colapsando, los utilizó para crear las bases institucionales de la Iglesia Latina
occidental.
Todos, romanos y bárbaros, necesitaban un emperador, pero no lo encontraron en
el Imperio, sino en la Iglesia, que sobrevivió al Imperio y que con el papa Gregorio I
alcanzó su apogeo. Gregorio trajo al trono papal la planificación de un estadista y la
devoción de un monje. Su contribución más notable fue la misión a Inglaterra, que se
concretó con misioneros del monasterio benedictino fundado por él, bajo la dirección
de un monje llamado Agustín (no es Agustín de Hipona).
El monasticismo en Europa
Al comienzo del período de declinación, algo empezó a ocurrir. Al principio
debió haber parecido sólo de importancia local, pero finalmente llegó a salvar la
situación del testimonio cristiano en todo Occidente. Se trató del surgimiento del
movimiento monástico, como expresión de profunda espiritualidad y de gran devoción.
A medida que se profundizaba el deterioro moral y espiritual en Europa fue creciendo
el celo monacal. Debido al ingreso masivo de paganos a la Iglesia, a la violencia e
inestabilidad generalizada, a la falta de educación y al caos imperante, muchas
personas veían en la vocación monástica una manera de huir del mundo y sus poco
atractivas circunstancias. El monasterio ofrecía una vida más segura, anticipable y con
buenas oportunidades para el desarrollo cultural.
El monasticismo se originó en el Cercano Oriente. Los primeros monjes estaban
motivados por un deseo de vivir vidas dedicadas a la contemplación y la adoración a
Dios. En Italia, Benito de Nursia (480–540) estableció los fundamentos del
monasticismo occidental, cuando hizo una contribución típicamente romana, no
inventando algo nuevo, sino agregando disciplina y orden a lo que ya estaba. En el año
500 se hizo ermitaño, y en el 529 fundó un monasterio en Monte Casino, al sur de
Roma, destruyendo un templo de Apolo que había sobre una colina.
Benito había formulado una Regla, que establecía un modelo permanente para los
monjes occidentales. Hasta entonces, la vida de un monje estaba marcada por la
pobreza y la castidad. Benito enfatizó una tercera virtud: la obediencia. Benito le dio
estabilidad a la vida monástica mediante una buena organización. El monasterio estaba
presidido por un abad asistido por un prior. Si bien era estricta, la vida en un
monasterio benedictino estaba bien balanceada en el uso del tiempo: adoración y
oración (en varios momentos del día); trabajo en el campo o en la cocina; y, estudio.
Algunos dichos famosos de Benito eran: “El ocio es el enemigo del alma,” y “Un
claustro sin libros es un fuerte sin armamento.” En menos de tres siglos los
monasterios benedictinos se esparcieron por todo el continente europeo, y la Regla de
Benito llegó a unificar a todo el monaquismo occidental.
Las misiones en Europa
Mientras el Islam destruía muchos baluartes cristianos antiguos y arrinconaba a la
cristiandad latina en Europa occidental, en el norte del continente europeo el
cristianismo resistía encarnizadamente el avance musulmán y lograba introducirse en
nuevos territorios a través de movimientos misioneros sumamente dinámicos.
El cristianismo en España. El evento más importante en la Península Ibérica a
comienzos de la Edad Media fue la conversión del rey visigodo Recaredo del
arrianismo al cristianismo católico (587). Dos años más tarde, Recaredo convocó el
famoso Tercer Concilio de Toledo, el primero de una serie de dieciséis cónclaves de la
Iglesia, que se llevaron a cabo bajo la supervisión real entre 589 y 702. Estos concilios
se transformaron en un verdadero poder legislativo, integrado por miembros del clero
y la nobleza. La recopilación de las distintas disposiciones legislativas dictadas por
esas asambleas constituyeron la base del derecho español, que más tarde (687) quedó
plasmado en un código llamado Fuero Juzgo. Este Concilio fue importante porque su
propósito declarado era la conversión pública de los germanos y el fortalecimiento de
la fe católica en todo el territorio (esto antes de la invasión musulmana). Entre otras
cosas, el Tercer Concilio de Toledo decretó que el Credo fuese recitado antes del
Padrenuestro toda vez que se celebraba la eucaristía. En las actas de este concilio
aparece por primera vez la cláusula filioque, el agregado de la frase “y del Hijo” al
Credo de Nicea en cuanto a la procedencia del Espíritu Santo.
Tercer Concilio de Toledo (589): “Por lo tanto confesamos que existe el
Padre, quien genera de su misma sustancia un Hijo co-igual y co-eterno con
él mismo, pero no de tal manera que sea tanto hijo como padre; sino más
bien, el Padre que genera es una persona, y el Hijo que es generado es otra,
aun cuando ambos subsisten en una divinidad de sustancia. Porque el Padre
de quien el Hijo existe, él mismo existe de ninguna otra cosa; y el Hijo tiene
un Padre, no obstante él subsiste en divinidad sin comienzo y sin
disminución, de tal manera que es co-igual y co-eterno con el Padre. Y de
manera similar, confesamos y predicamos que el Espíritu Santo procede del
Padre y del Hijo y es uno en sustancia con el Padre y el Hijo; realmente que
el Espíritu Santo es una tercera persona en la Trinidad, aunque tiene en
común con el Padre y el Hijo la esencia de la divinidad.”31
Los visigodos eran los más cultos de los pueblos bárbaros y al fusionarse con los
hispanorromanos dieron origen a un alto grado de civilización en el reino que crearon
en España. El clero fue el depositario de la cultura y los trabajos literarios se ocupaban
de temas referentes a la religión, la moral y la historia. La figura más destacada de este
período fue el arzobispo Isidoro de Sevilla, un hombre erudito que escribió sobre casi
todas las materias que, en su época, comprendía el saber humano, desde teología hasta
las artes mecánicas. Entre sus muchas obras se destaca Etimologías, una obra
monumental dividida en veinte libros, en los que se ocupa de temas religiosos, y de
derecho, legislación, historia y ciencias naturales.
El reino visigótico subsistió hasta principios del siglo VIII, cuando sucumbió a
causa de la invasión de los musulmanes. En 711, los musulmanes pusieron pie en tierra
española y en el mes de junio derrotaron al rey visigodo Rodrigo. Los enclaves
cristianos quedaron arrinconados por la presencia musulmana en algunos valles del
Cantábrico y en la región montañosa de Asturias, a partir de 713. De esta manera
desapareció la monarquía visigoda y comenzó la lucha por la Reconquista, que se
prolongó por más de siete siglos como una verdadera cruzada cristiana. El iniciador de
tal epopeya cristiana fue el rey visigodo Pelayo, que logró vencer por primera vez a los
invasores en la batalla de Covadonga (718). Pero la expulsión de los musulmanes de la
Península recién pudo ser completada en 1492.
El cristianismo en las Islas Británicas. El desarrollo del testimonio cristiano en
las Islas Británicas tuvo dos movimientos fundamentales. Por un lado, está la misión
celta, que representó una corriente misionera proveniente del norte, básicamente del
movimiento monástico desarrollado en Irlanda. Uno de los misioneros celtas más
famosos fue Columbano (543–615), contemporáneo de Gregorio I. Nacido y educado
en Bangor (Irlanda), condujo a un grupo de doce misioneros al continente europeo
(Galia) a fines del siglo VI. Allí estableció varios monasterios en el sur de Francia y el
norte de Italia, y compuso una regla monástica basada en las prácticas ascéticas celtas.
Al igual que muchos otros líderes espirituales de este período, Columbano es
recordado por los milagros y maravillas que llevó a cabo. Estas señales y prodigios
sirvieron para llamar la atención de los paganos y hacer que dejaran a sus dioses
tradicionales por Cristo. En 603 escribió una carta a un sínodo de obispos en Galia, en
defensa de su adhesión a las costumbres de la Iglesia celta (especialmente en cuanto a
la Pascua) y en oposición con la práctica romana y gala.
Columbano: “Finalmente, padres, oren por nosotros así como nosotros lo
hacemos por ustedes, aunque estemos maltrechos, y rehúsense a
considerarnos alejados de ustedes; porque todos nosotros somos miembros
unidos de un cuerpo, ya sean francos o bretones o irlandeses o cualquiera
que sea nuestra raza. Así que todas nuestras razas se regocijen en la
comprensión de la fe y la aprehensión del Hijo de Dios, y ocupémonos todos
en lograr una humanidad plena, a la medida de la estatura de la plenitud de
Jesucristo, en quien debemos amarnos unos a otros, alabarnos unos a otros,
corregirnos unos a otros, alentarnos unos a otros, orar unos por otros, para
que con Él unos y otros podamos reinar y triunfar.”32
Otro gran protagonista de esta acción misionera celta fue Columba (521–597), a
quien se lo conoce como “apóstol de Escocia.” Columba era nieto del rey que
gobernaba Irlanda cuando Patricio, el misionero bretón que evangelizó ese país (432),
fue capturado y hecho esclavo. Columba llegó a ser abad y fundó varios monasterios
en Irlanda, hasta el año 563, cuando “deseó ir en peregrinación por amor a Cristo”
dejando su tierra. Columba escogió a doce monjes que estaban dispuestos a
acompañarlo en su misión y fue a la isla de Iona, frente a la costa occidental de
Escocia, donde fundó un monasterio como base de operaciones. Columba no sólo fue
apóstol de Escocia sino también el fundador de la misión celta en Inglaterra, misión
que desde el año 635 convirtió buena parte del centro de las Islas Británicas
(Northumbria). El año 597 es importante porque señala el año de la muerte del celta
Columba y el comienzo de la historia de la Iglesia en Inglaterra pues es el año de la
llegada del misionero romano Agustín (m. 604), que más tarde sería consagrado como
el primer Arzobispo de Canterbury.
Por otro lado, está la misión romana. El protagonista de este movimiento
misionero jamás pisó tierras británicas, pero fue uno de los estrategas misioneros más
notables de toda la Edad Media: Gregorio el Grande, a quien se lo conoce como el
“apóstol de Inglaterra.” Gregorio I es uno de los dos papas llamados “grandes.”
Gregorio pertenecía a una familia noble de Roma (nació en 540). Llegó a ser
gobernador de la ciudad en una época muy difícil (572), de pobreza y peligros. Al
morir sus padres (574), heredó una gran fortuna, que entregó a los pobres, y
transformó su casa en un monasterio benedictino, haciéndose monje él mismo. En 578,
el Papa lo envió a la corte del emperador en Constantinopla como su representante, y
luego lo colocó como su secretario personal. En 590 fue nombrado Papa, sin que él
buscara esa posición de honor. Durante el año que pasó en Constantinopla se dio
cuenta de que el emperador no podía hacer nada por Europa occidental. Consciente de
lo difícil de la tarea, asumió la responsabilidad de transformar a Roma en la
conductora y la salvadora de la cristiandad occidental.
Gregorio fue un gran misionólogo. Hizo planes a largo plazo, como que planeó la
conversión de toda Inglaterra cuando todavía el territorio no estaba unificado, de modo
que hubo una Iglesia de Inglaterra antes de que existiera Inglaterra. Alentó la
adaptación a las costumbres nativas, ya que instruyó a sus monjes que los templos
paganos no debían ser abandonados si podían servir como iglesias cristianas. También
les indicó que había que aprovechar las fiestas paganas y hacerlas cristianas. Agustín,
con cuarenta monjes, después de un viaje largo y difícil, desembarcó con sus
compañeros en Kent (597), donde comenzaron sus contactos con los anglosajones. A
los pocos meses, Agustín informaba a Gregorio del bautismo de 10.000 anglosajones.
Posteriormente, se convirtió el rey y todo su reino; Agustín fue nombrado arzobispo (el
primero de Canterbury) y se creó una nueva provincia eclesiástica. Hubo varios
obispados y la Iglesia estuvo relacionada con Roma.
Como puede verse, en la evangelización de las Islas Británicas intervinieron dos
tradiciones cristianas diferentes: una celta y la otra romana. Esto dio lugar a la
confusión, especialmente cuando ambas corrientes se encontraron en Northumbria, en
el centro de Inglaterra. El problema mayor tenía que ver con la celebración de la
Pascua, ya que unos la celebraban según el calendario celta y otros según el latino.
Pero en el fondo lo que se discutía era si la Iglesia de las Islas Británicas debía ser
independiente de Roma o no.
Para resolver este problema se convocó un sínodo, que tuvo lugar en Whitby, en
el año 664. El discurso decisivo lo tuvo Wilfrido, abad de un monasterio romano en
Ripon (Inglaterra) y el primer obispo anglosajón. Era un admirador de la Iglesia
Romana, y en Whitby respaldó la posición de que la Iglesia de Inglaterra dependiera
de Roma. La victoria del partido romano fue un triste golpe para la misión celta, que
poco a poco regresó a Irlanda. Así, las Islas Británicas se pusieron en conexión con el
continente, aunque no sin heredar de la tradición celta del norte un profundo espíritu
misionero, que habría de manifestarse una y otra vez en su historia.
Un caso interesante de catolicidad lo ofrece quien fuera el séptimo arzobispo de
Canterbury, Teodoro de Tarso (602–690). Este monje vivía en Roma como refugiado
por el avance musulmán en el Este. El Papa lo consagró como arzobispo de Canterbury
en 668, de modo que la cabeza de la Iglesia en Inglaterra fue un monje proveniente
nada menos que de Asia Menor y del Imperio Bizantino. Teodoro fundó escuelas en
las que se enseñó griego y latín, y trabajó diligentemente para mejorar el liderazgo
pastoral y la vida espiritual de su provincia eclesiástica. Nombró obispos, creó diócesis
nuevas, estableció un sistema parroquial, y celebró sínodos que acercaron todavía más
a la Iglesia de Inglaterra a Roma. Quizás la extraña combinación que se dio en Gran
Bretaña de la disciplina espiritual celta y su fuerte vocación misionera, con el
pragmatismo romano y sus conexiones con Roma, junto con la erudición teológica
clásica representada por Teodoro, hicieron que a lo largo del siglo VII surgiera una
forma distintiva de cristianismo anglosajón. Más tarde, en los siglos VIII y IX, se
verían los frutos de esta amalgama de auténtica catolicidad en los territorios en los que
los misioneros anglosajones llevaron el testimonio cristiano.
El cristianismo en el norte de Europa. Inglaterra, de campo misionero se
transformó en agencia misionera, y apenas un siglo después de la llegada de Agustín
de Canterbury se inició la expansión del cristianismo hacia el continente europeo.
Hubo dos personajes destacados en este proceso misionero.
El primero de ellos fue Willibrordo (658–739) a quien se lo conoce también como
el “apóstol de los Países Bajos.” Wilfrido de Ripon, en uno de sus viajes a Roma, pasó
algún tiempo en la costa de los Países Bajos, donde quiso interesar a los jefes de las
tribus bárbaras en la civilización cristiana. Fue del monasterio de Wilfrido en Ripon de
donde salió el primer gran misionero anglosajón: Willibrordo. En el año 690 se
embarcó junto con otros once monjes. Llegaron a Utrecht, donde realizaron su obra y
donde llegó a ser el primer obispo. Su trabajo misionero se realizó bajo la protección
de los francos, que estaban expandiéndose hacia el este. La historia lo recuerda como
el santo patrono de Holanda.
El otro protagonista importante de esta expansión cristiana anglosajona fue
Winfrido o Bonifacio (679–755), conocido como el “apóstol de Alemania.” Bonifacio
nació en el año 679 y fue educado en un monasterio cerca de Winchester, donde luego
fue invitado para enseñar. Se hizo monje y fue candidato a abad, pero se unió a
Willibrordo en el año 718. De los Países Bajos continuó su obra hacia Alemania. Fue
consagrado obispo y más tarde arzobispo de Maguncia por el Papa, quien en 739 le
escribió para elogiarlo por “los cien mil germanos liberados de las ataduras paganas.”
El proceso de conversión no fue difícil, ya que contó con el respaldo de los ejércitos
francos, que abrieron Sajonia a la obra misionera. Además, Bonifacio apeló a los
monjes y monjas anglosajones a respaldar con oración y servicio su obra
evangelizadora en Alemania. Cientos de estos misioneros se unieron a su proyecto.
El incidente más dramático en su carrera misionera fue cuando derribó, ante la
mirada asombrada de una multitud, un roble dedicado a Thor, el dios del trueno, y
luego con su madera construyó una capilla. Su método fue establecer pequeños
monasterios como bases misioneras. A los setenta y cinco años se retiró de su
ministerio como arzobispo y continuó involucrado en el trabajo misionero. En el año
755, fue martirizado en Holanda, donde había dado sus primeros pasos como
misionero, cuando después de un viaje de predicación, reunió a sus convertidos para
ministrarles la confirmación, y hombres armados lo atacaron.
Destrucción del roble de Thor: “Muchas de las personas de Hesse fueron
convertidas [por Bonifacio] a la fe católica y confirmadas por la gracia del
Espíritu: y recibieron la imposición de manos. Pero había algunos, todavía
no fuertes en su alma, que se rehusaban a aceptar plenamente las enseñanzas
de la verdadera fe. Algunos hombres sacrificaban en secreto, y otros incluso
abiertamente, a árboles y manantiales. Algunos practicaban en secreto la
adivinación, sortilegios y encantamientos, y otros en público. Pero otros, que
eran de una mente más sana ponían a un lado toda profanación pagana y no
hacían ninguna de estas cosas; y fue con el consejo y consentimiento de
estos hombres que Bonifacio procuró derribar un cierto árbol de gran
tamaño, en Geismar, llamado en la lengua antigua de la región, el roble de
Jove [es decir, Thor]. El hombre de Dios fue rodeado por los siervos de
Dios. Cuando estaba listo para derribar el árbol, he aquí que una
muchedumbre de paganos que estaban allí lo maldijo agriamente entre ellos
porque él era el enemigo de sus dioses. Y cuando él había comenzado a
cortar el tronco, una brisa enviada por Dios sacudió por arriba, y de pronto la
copa del árbol se quebró, y el roble con su enorme follaje cayó al suelo. Y se
rompió en cuatro partes, como por voluntad divina, de modo que el tronco
quedó dividido en cuatro grandes secciones sin ningún esfuerzo de los
hermanos que estaban cerca. Cuando los paganos que habían maldecido
vieron esto, dejaron de maldecir y creyendo, bendijeron a Dios. Entonces el
más santo de los sacerdotes consultó con los hermanos y construyó con la
madera del árbol un oratorio y lo dedicó al santo apóstol Pedro.”33
El cristianismo en el corazón de Europa. Las invasiones bárbaras terminaron
aportando una gran masa de nuevos aliados a la Iglesia de Roma en Galia,
especialmente los francos, que fueron el reino germánico más importante durante la
temprana Edad Media. Desde la conversión de Clodoveo, los francos favorecieron el
desarrollo del cristianismo en sus territorios y fueron instrumentos de su expansión a
las nuevas tierras por ellos conquistadas. Fue gracias a la alianza entre los francos y el
papado, que el segundo pudo verse aliviado de los lombardos, que amenazaban invadir
Roma y ganar los territorios vecinos a esta ciudad, conocidos como los “estados
papales.”
Muchas de estas concesiones se lograron gracias a documentos falsos, que
sirvieron para engañar a los monarcas francos y a sus sucesores durante mucho tiempo.
Entre estos documentos cabe mencionar a dos como los más influyentes. El primero, la
Donación de Constantino, decía que, cuando Constantino trasladó la capital del
Imperio a Constantinopla (330), le había dado al obispo de Roma el dominio de
Occidente, además del territorio del norte de Italia, y había ordenado que todo el clero
cristiano debía responder al obispo romano. La falsificación fue hecha cerca del año
754, pero recién fue descubierta en el siglo XV por Lorenzo Valla (1407–1457). Para
entonces, ya había cumplido su propósito.
Donación de Constantino: “En nombre de la santa e indivisa Trinidad.… El
emperador Constantino … al más santo y bendito padre de los padres,
Silvestre, obispo de la ciudad de Roma y Papa; y a todos sus sucesores, los
pontífices, que se sienten en la silla del bendito Pedro hasta el fin del tiempo.
… En razón de que nuestro poder imperial es terrenal, hemos decretado que
venere y honre a su más santa Iglesia Romana y que la sagrada sede del
bendito Pedro sea gloriosamente exaltada por sobre nuestro imperio y trono
terrenal. Atribuimos a él el poder y la dignidad gloriosa y la fuerza y honor
del Imperio, y ordenamos y decretamos que él también tenga gobierno sobre
las cuatro sedes principales: Antioquía, Alejandría, Constantinopla y
Jerusalén, y también sobre todas las iglesias de Dios en todo el mundo. Y el
pontífice que por el momento preside sobre esa muy santa Iglesia Romana
será el más alto y principal de todos los sacerdotes en todo el mundo y
conforme a su decisión se resolverán todas las cuestiones que se emprendan
para el servicio de Dios o la confirmación de la fe de los cristianos.…
Concedemos al ya mencionado y muy bendito Silvestre, Papa universal,
tanto nuestro palacio, como adelanto, y del mismo modo todas las
provincias, palacios y distritos de la ciudad de Roma e Italia y de las
regiones del Oeste; y, donándolos a su poder e imperio y de los pontífices,
sus sucesores, nosotros … determinamos y decretamos que lo mismo sea
puesto a su disposición, y legalmente lo otorgamos como una posesión
permanente a la santa Iglesia Romana.”34
Otros documentos importantes fueron las Decretales seudo-isidorianas, llamadas
así por haber sido atribuidas a Isidoro de Sevilla. Como se vio, Isidoro fue un
arzobispo de esa ciudad y doctor de la Iglesia, un líder que gozó de gran influencia
durante la Edad Media por haber reunido en el siglo VII toda la legislación eclesiástica
conocida hasta entonces. A esta colección, en el siglo IX, se agregaron documentos
falsos, que llevaban la firma de un tal Isidoro Mercator. Su propósito era fortalecer la
posición del obispo de Roma, reclamando para él una jurisdicción suprema. No
existiendo en aquella época un sentido crítico, las Decretales fueron inmediatamente
aceptadas como genuinas, y la falsedad no se descubrió hasta que la Reforma despertó
los estudios históricos y críticos.
Los francos fueron quienes dominaron el corazón de Europa desde el siglo VI
hasta el X. El hijo de Carlos Martel, llamado Pipino el Breve (714–768), fue quien le
puso fin al débil régimen de los reyes merovingios y destronó al rey Childerico III,
haciéndose coronar en su lugar. Así concluyó la dinastía inaugurada con Clodoveo y
comenzó la dinastía Carolingia (751), con el total apoyo de la autoridad espiritual de la
Iglesia. Pipino había enviado a Roma a dos obispos con el encargo de consultar al papa
Zacarías (papa de 741–752) respecto de los reyes merovingios que tenían el título, pero
no la autoridad. El Papa respondió que más valía llamar rey a quien poseía autoridad.
Poco después, Pipino fue consagrado solemnemente por el papa Esteban III (papa de
752–757), que se trasladó a la abadía de Saint-Denis para ungirlo y proclamarlo “rey
de los francos por la gracia de Dios.”
El imperio cristiano en Europa
La derrota de los visigodos por los musulmanes en 711 y el rápido avance de
éstos a lo largo de la Península Ibérica hicieron temblar el corazón de Europa, la Galia.
Hasta 750, España constituyó un emirato bajo la dependencia del califa de Damasco y
la antigua capital visigótica (Toledo) fue reemplazada por Córdoba. En Francia, los
reyes merovingios defendieron como pudieron sus fronteras, hasta que en 732 los
mulsulmanes fueron contenidos por Carlos Martel en Poitiers.
José Luis Romero: “La conquista de España por los musulmanes puso en
contacto directo dos civilizaciones. Esta circunstancia caracterizó todo el
período subsiguiente, pues obligó al mundo cristiano a adoptar una política
dirigida por la idea del peligro inminente que lo acechaba. La reordenación
del Imperio occidental por los carolingios fue la consecuencia más
importante de esta nueva situación.”35
Carlomagno (742–814). El más grande de los monarcas francos fue Carlos el
Grande (del latín magnis, “el grande”). Fue un gran guerrero, porque duplicó el
territorio recibido de su padre (Pipino el Breve). Fue también un gran organizador,
porque supo manejar con mano firme el Estado y la Iglesia. Y fue un gran promotor de
la cultura, porque contribuyó significativamente a la educación, si bien él mismo no
sabía escribir y apenas podía leer en latín.
Como cristiano dejó mucho que desear, pero su política como gobernante ayudó a
fortalecer y extender la fe cristiana, si bien muchas veces usó la fuerza para ganar
nuevos convertidos. En el año 773, los lombardos volvieron a amenazar los territorios
papales, y el papa Adriano I (papa de 772 a 795) pidió auxilio al “Patricio de los
romanos,” Carlomagno. Éste cruzó los Alpes con un gran ejército y destruyó a los
lombardos en forma definitiva. Así, Carlomagno se transformó en el protector de
Roma. En el norte de Alemania, Carlomagno extendió los territorios francos
conquistando a los sajones (780), que todavía no habían aceptado el cristianismo, a
pesar de la obra misionera de Bonifacio. Con el bautismo forzado de los sajones,
vemos por primera vez el uso a gran escala de la fuerza y violencia militar para obligar
a un pueblo a convertirse al cristianismo. Por otro lado, la conquista de Alemania fue
un hecho importante, porque marcó el primer gran avance logrado por la cultura latina
y la fe cristiana al este del Rin. Así, pues, con Carlomagno se puede hablar por primera
vez de una entidad política y culturalmente singular llamada Europa.
José Luis Romero: “Así constituyó Carlomagno un vasto imperio, que
reproducía con ligeras variantes el antiguo Imperio Romano de Occidente—
sin España, pero extendiéndose hacia Germania—, en el que se reunían los
antiguos reinos romanogermánicos. La fuerza realizadora del nuevo imperio
provenía del poder extensivo del pueblo franco y del genio militar y político
de Carlomagno, pero la inspiración provenía, sobre todo, del papado, que se
consideraba heredero de la tradición romana y pugnaba por reconstruir un
orden universal cristiano.”36
El largo reinado de Carlomagno permitió el desarrollo de una cultura cristiana
carolingia (renacimiento carolingio), que contó con el respaldo entusiasta del
emperador y de algunos religiosos que lo respaldaron. Entre ellos cabe mencionar al
anglosajón Alcuino (735–804), el franco Eginardo (770–840) y el lombardo Pablo
Diácono (730–796). El primero fue el líder del movimiento intelectual de Carlomagno,
pues actuó durante quince años como organizador y director de la escuela palatina,
destacándose por su erudición teológica. El segundo fue el consejero íntimo del
emperador y autor de varios relatos históricos imitando a los escritores de la
antigüedad, entre ellos una biografía de Carlomagno. El tercero fue un cronista que
escribió una Historia de los lombardos y sirvió como consejero del emperador. Todos
estos eruditos escribieron en latín, considerado por entonces como el idioma por
excelencia para la expresión intelectual, y que ya servía como la lengua sagrada de la
Iglesia.
Fernando Picó: “Aconsejado por el monje anglosajón Alcuino, Carlomagno
impulsó la revisión cuidadosa de las copias circulantes de la Vulgata (la
traducción latina de la Biblia por Jerónimo) y la renovación de la caligrafía
(con la introducción de la llamada minúscula carolingia, precursora de la
actual escritura del alfabeto latino). Alcuino dirigió una escuela para clérigos
en la residencia principal de Carlomagno en Aachen (Aix-la-Chapelle en
francés y Aquisgrán en español). También aconsejó al emperador a que
patrocinara a distinguidos escritores como Teodulfo de Orleáns. Bajo tales
impulsos florecieron las escuelas de las catedrales.”37
El Papa y el emperador. A sus conquistas territoriales, Carlomagno agregó la
conquista del título de emperador romano, desaparecido en Occidente desde la época
de las invasiones bárbaras (476). El papado desempeñó un papel muy importante en la
restauración de la dignidad imperial. La Iglesia necesitaba de un Estado fuerte, que la
protegiera de los reinos enemigos. El Papa era un señor feudal más, que no tenía poder
militar suficiente como para defenderse. Carlomagno gobernaba un vasto reino, que
incluía los territorios de la Iglesia, y tenía la fuerza necesaria como para traer paz y
seguridad a Roma. Ante esta situación se llegó a pensar que el plan de Dios era que el
Papa tuviera el poder espiritual y el emperador el poder terrenal. Papa y emperador se
necesitaban mutuamente.
José Luis Romero: “Desde principios del siglo VII, el papado había
acrecentado considerablemente su autoridad, gracias a la enérgica y sabia
política de Gregorio el Grande, y poco a poco la Iglesia había ido
adquiriendo una organización cada vez más autocrática y jerárquica debido a
la progresiva aceptación, por parte de los obispos, de la autoridad pontificia.
La conversión de diversos pueblos conquistadores a la ortodoxia había
permitido y facilitado esta evolución, de modo que, al promediar el siglo
VIII, el papado poseía una autoridad que le permitía gravitar sobre la vida
internacional del Occidente con manifiesta eficacia. Sólo le faltaba el ‘brazo
secular,’ es decir, una fuerza suficientemente poderosa para hacer respetar
sus decisiones y ponerlo al abrigo de todas las amenazas. El pueblo franco
aceptó esa misión por medio de los duques de Austrasia, que lograron en
cambio el beneplácito papal para su acceso al poder real, y desde entonces la
unión entre ambos poderes fue estrecha y fecunda.”38
Carlomagno necesitaba del Papa, porque sólo él podía otorgarle el título de
“emperador de los romanos”. El papa León III necesitaba de la protección del rey
franco, porque había sido expulsado de Roma por una revuelta popular en 799 y no
tenía medios políticos ni militares para retomar el poder perdido. Así, el día de
Navidad del año 800, Carlomagno fue coronado como emperador por el papa León III
(papa de 795 a 816) en la Iglesia de San Pedro, en Roma. La restauración imperial no
significaba para Carlomagno mayor poder territorial o político. Pero tenía un
extraordinario alcance moral, pues le daba a Carlomagno, convertido en heredero de
los césares romanos, el magnífico prestigio de la dignidad imperial, que cuatrocientos
años de invasiones y de luchas no habían logrado disipar. Así se fortaleció una relación
que habría de llevar a una parcial unificación de Europa y al desarrollo de la autoridad
papal.
El Sacro Imperio Romano-Germánico. El gran Imperio creado por Carlomagno se
deshizo a la muerte de su sucesor Ludovico Pío, cuyos hijos se repartieron el Imperio
en el Tratado de Verdún (843): Carlos el Calvo recibió Francia; Luis el Germánico,
Alemania; y Lotario, la Lotaringia que comprendía el valle del Rin, los Alpes y el
norte de Italia. Al mismo tiempo le correspondía la dignidad imperial que recibiría en
lo sucesivo el nombre de Sacro Imperio Romano-Germánico. En el Tratado de Verdún
quedaron echados los cimientos de Francia y Alemania y de los futuros estados de
Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Suiza. Fue la primera tentativa de equilibrio europeo
basada en la estructura social y económica de los estados. La rivalidad de los príncipes
y la invasión de los normandos, de los magiares y de los musulmanes, deshicieron la
obra de Carlomagno.
El primer monarca alemán fue Otón I el Grande (936–973) de la casa de Sajonia,
que impuso su autoridad a la nobleza unificando todos los ducados germanos.
Extendió su reino hacia el Este derrotando a los húngaros y eslavos, y a imitación de
Carlomagno creó marcas fronterizas de contención. Fue coronado emperador por el
Papa en Roma el año 962 fundándose así definitivamente el Sacro Imperio Romano-
Germánico. Sin embargo, pronto la intervención del emperador en los asuntos
eclesiásticos y el carácter feudal de muchos prelados alemanes, originó grandes
conflictos con el pontificado: las luchas político-religiosas conocidas como las guerras
de las investiduras.
Fue Otón I quien puso en vigor una estrecha política de colaboración con los
obispos y abades. En vez de delegar en condes las atribuciones principales del Estado,
Otón I creó vastos principados eclesiásticos, encomendados a los obispos y abades del
reino. A la muerte de cada prelado el rey intervenía para nombrar a su sucesor. Era
frecuente que el seleccionado fuera uno de los capellanes de la corte, vinculado a
alguna familia aristocrática y miembro de algún cabildo catedralicio.39 De esta manera
el control de estos principados eclesiásticos nunca pasaba fuera de las manos de la
corona, pues los elegidos habían sido formados en la corte real. La autoridad real tenía
un firme apoyo en los prelados alemanes, pero en algunas ocasiones los obispos
alemanes manifestaron su independencia de criterio frente a la corona, especialmente
en asuntos relacionados con la integridad de sus diócesis. La situación de estrecha
alianza entre el rey y los prelados alemanes duró un siglo, pero como veremos más
adelante tuvo inesperadas consecuencias.
En el 955, Otón I obtuvo una completa victoria sobre los magiares en el Lechfeld.
Esta victoria reafirmó el prestigio de la corona como preservadora del orden. A la vez
Otón I fomentó la conversión de los daneses, los eslavos y los magiares al cristianismo
y trató de utilizar los adelantos en la evangelización para extender la influencia del
reino.
El Papa como cabeza de la cristiandad occidental. Los cristianos occidentales de
la Edad Media estaban convencidos de que el obispo de Roma tenía un lugar central en
el reino de Cristo. Pensaban de él como “vicario” o representante de Pedro. En muchos
sentidos, el obispo de Roma era único y la leyenda ayudó a esto (por ejemplo, la
Donación de Constantino y las Decretales seudo-isidorianas). El Papa había actuado
en forma independiente durante mucho tiempo como único gobernante de Roma y de
sus territorios vecinos. En Europa se presentaba como el único poder “romano”
unificador y como el representante de la única autoridad central: “La Santa Iglesia
Romana.”
Sobre estas premisas básicas se movió el papa Nicolás I (papa de 858 a 867), que
de cabeza de la Iglesia transformó al papado en cabeza de la cristiandad, es decir, en
gobernador de todos los territorios donde la Iglesia tenía poder e influencia. Su lema
era: “Aquello que el Papa ha decidido debe ser observado por todos.” Era un hombre
de valor y atrevimiento, que tuvo la fortuna de no enfrentar a un poder secular
demasiado fuerte. Esto le permitió excomulgar al patriarca de Constantinopla durante
un breve cisma, obligar al emperador del Sacro Imperio a tomar nuevamente a su
esposa, de la que se había divorciado, y a humillar a los arzobispos renuentes que no
querían obedecerlo.
El avance hacia el centro y el este de Europa
La mayoría de los pueblos que habitaban la región en este período eran eslavos. A
lo largo de estos años, los eslavos ubicados más hacia Occidente adoptaron un
cristianismo de tipo católicorromano y quedaron bajo la tutela de Roma. Los territorios
que hoy comprenden la República Checa, Eslovaquia, Austria, Hungría, Eslovenia y
Croacia eran parte del Sacro Imperio Romano-Germánico, bajo Carlomagno. A la
muerte de este monarca, el Imperio se dividió en tres, y la parte oriental del mismo (las
provincias eslavas) quedó en manos de un nieto de Carlomagno, Luis el Germano. Los
pueblos eslavos ubicados hacia el Este siguieron un cristianismo de tipo griego
(bizantino), que tenía su centro de influencia en Constantinopla. A los pueblos eslavos
que aceptaron el cristianismo católicorromano hay que agregar a los ávaros y
magiares, y más tarde a algunos pueblos de la cuenca sur y este del Báltico.
De este modo, a partir del siglo IX se dio un período de intensa rivalidad
misionera. La presencia de dos versiones del cristianismo, especialmente en Europa
central, cada una tratando de convertir a reyes y naciones, y de ampliar su esfera de
influencia, explica el éxito que tuvieron en ganar a las sociedades paganas para el
cristianismo. En todos estos casos, el proceso de entrada a la Iglesia era generalmente
por grupos o en masa. A la conversión del rey seguía la conversión y bautismo de todo
su pueblo. Los misioneros fueron monjes y el resultado fue el establecimiento de la
ideología de cristiandad.
Paul Johnson: “Parece que los primeros conversos francos estuvieron
guiados por consideraciones de carácter militar, más o menos como el propio
Constantino: un ejército cristiano tenía más probabilidades de ganar una
batalla. Otro factor fue la incapacidad de las sociedades paganas germánicas
para producir una explicación satisfactoria de lo que sucedía después de la
muerte, en contraste con la certidumbre de salvación ofrecida por el
cristianismo.”40
El cristianismo en Europa central. Desde Alemania, el cristianismo se expandió
hacia el Este avanzando sobre Europa central. Los ávaros se convirtieron alrededor del
año 800. Estaban establecidos en Europa central desde el siglo VII y habían asolado
los territorios balcánicos del Imperio Bizantino. En 795, bajo presión de los francos,
uno de los jefes ávaros se sometió al gobierno carolingio y al año siguiente todo el
pueblo se hizo cristiano y quedó bajo el dominio del cristianismo romano. En las
décadas subsiguientes importantes grupos de eslavos, incluyendo a croatas, serbios,
eslovenos y checos, aceptaron la fe cristiana. A lo largo del siglo IX el poder germano
continuó siendo un factor político importante en Europa central. Y esto hizo que el
cristianismo latino se expandiese a todos los pueblos dominados y conquistados. En
871 se convirtió y fue bautizado el rey de Bohemia, bajo la predicación de Metodio.
Hacia el año 1000, el cristianismo estaba penetrando en Polonia y también en Hungría.
En Hungría se convirtió su rey, Esteban (997–1038), que luego sería canonizado como
San Esteban. Todos estos reinos quedaron bajo la jurisdicción de Roma, puesto que
eran territorios eslavos del Sacro Imperio Romano-Germánico.
MAPA 7 - EL CRISTIANISMO EN EUROPA CENTRAL Y ORIENTAL

El cristianismo en Europa oriental. Desde Constantinopla, el cristianismo se


expandió hacia el oeste avanzando sobre Europa oriental. Mientras que en Occidente
se fortificaba la cristiandad latina, recuperándose del desorden provocado por las
invasiones bárbaras, y ahora aliviada de la amenaza musulmana en España (después de
la batalla de Tours), en Europa oriental la Iglesia Ortodoxa Oriental (griega) obtenía
considerables triunfos misioneros. A pesar de que la Iglesia Griega había sufrido por
las controversias teológicas y el avance del Islam, su vitalidad durante los siglos VIII y
IX se ve en su expansión misionera. Después de la controversia iconoclasta, el Imperio
Bizantino y la Iglesia Griega experimentaron un avivamiento, y el patriarca Focio
(810–885) contribuyó grandemente a la expansión misionera.
Constantino y Metodio. Los protagonistas más importantes en la evangelización
bizantina de los pueblos eslavos fueron Constantino (827–869) y Metodio (815–885),
considerados como los apóstoles a los eslavos. Hacia el año 862, estos dos misioneros
fueron enviados desde Constantinopla para trabajar entre los eslavos de Moravia, a
pedido de su rey Ratislavo. Constantino (conocido en Occidente como Cirilo el
Filósofo) había sido secretario del patriarca de Constantinopla y era un destacado
filósofo y lingüista. Metodio era su hermano mayor y también un hombre notable. La
obra mayor de estos extraordinarios misioneros fue la traducción de la Biblia al idioma
eslavo. Para esto, tuvieron que inventar un alfabeto, ya que el eslavo no tenía escritura.
Tradujeron también otros libros cristianos y la liturgia. Para componer el alfabeto
eslavo usaron letras griegas, inventando así la escritura de pueblos tan importantes
como los eslavos rusos. Los eslavos de Moravia tuvieron que decidirse entre seguir a
la Iglesia Latina (o Romana) o la Iglesia Griega, ya que estaban en el medio de estas
dos influencias. Finalmente, se decidieron por Roma y Metodio fue consagrado por el
Papa como su obispo.
John Foster: “Es auspicioso encontrar que en este período, cuando estaba
aumentando la división, misioneros de la Iglesia Griega estaban siendo
aceptados por la Iglesia Latina, y estaban siendo alentados en la creación de
una sección eslava en su seno. Es también agradable registrar que en 881
Metodio visitó Constantinopla, donde fue honrado por el Emperador y el
Patriarca. Ambos mostraron un vivo interés en la Biblia eslava, que Metodio
había completado, y en la liturgia eslava. Metodio murió en 885, y
apropiadamente, su servicio funeral fue en tres idiomas, latín, griego y
eslavo. Él pertenecía a los tres.”41
Europa del Este. Dos fueron los principales territorios de expansión cristiana en
esta dirección: Bulgaria y Rusia. A mediados del siglo IX, Bulgaria estaba emergiendo
como Estado entre dos imperios: el Imperio Carolingio al Oeste y el Imperio Bizantino
al Este. Al principio, pareció que su rey, Boris (gobernó de 852 a 888) iba a aceptar el
cristianismo de parte de los francos. Pero en 865 se convirtió al cristianismo ortodoxo
y fue bautizado por los griegos. El clero bizantino fue bienvenido en Bulgaria y
penetró profundamente en la región. Boris le escribió al patriarca de Constantinopla,
Focio, para solicitarle ayuda a fin de establecer una Iglesia autónoma con su propio
patriarcado. La respuesta de Focio fue insatisfactoria. En 866, Boris le escribió al papa
Nicolás I pidiéndole que respondiese a un buen número de preguntas. Nicolás I
despachó a dos obispos y respondió a todas las preguntas, pero rechazó la petición de
Boris de convertir en patriarcado a Bulgaria. Las preguntas de Boris no eran
teológicas, sino éticas. Sus interrogantes reflejan las tensiones provocadas entre los
búlgaros por el ritualismo ortodoxo. Estas preguntas muestran también cuán influyente
era el cristianismo sobre la vida cotidiana durante la Edad Media.
La lucha entre la Iglesia Romana y la Iglesia Griega por el control de Bulgaria
profundizó las diferencias entre Roma y Constantinopla. Finalmente, los búlgaros
optaron por el cristianismo ortodoxo de Constantinopla en razón de su proximidad
geográfica, su riqueza y prestigio, y su mejor contextualización a la cultura eslava. Los
griegos se mostraron más flexibles que los latinos especialmente en el uso de la lengua
vernácula en el culto y los escritos sagrados. Fue en Bulgaria donde la religión
cristiana alcanzó su expresión eslava más plena. La Iglesia de Constantinopla ganó a
casi todas las naciones eslavas respetando su cultura.
Rusia era la más grande de las naciones eslavas y estaba poblada por los eslavos
del Este: los ros. Hacia el año 950 había algunos cristianos en Kiev. En 957 la reina
Olga, quien había sucedido a su marido en el trono, viajó a Constantinopla para ser
bautizada, pero su influencia cristiana se vio frustrada por su hijo, que era pagano.
Pero su nieto Vladimiro I (m. 1015), después de dudar entre el paganismo y el
cristianismo, terminó por aceptar la fe cristiana en el año 987, cuando se casó con Ana,
la hermana del emperador bizantino. Al año siguiente fue bautizado y pidió sacerdotes
a la Iglesia de Constantinopla para establecer el cristianismo en sus dominios. Muy
pronto llegaron monjes que desarrollaron un fuerte movimiento monástico, que se
esparció por toda Rusia. Es evidente que Vladimiro estaba más impresionado con la
civilización y el prestigio de Bizancio, que con el significado de la fe cristiana. Era un
príncipe tiránico y lascivo, y continuó así después de su supuesta “conversión.” De
igual modo, el bautismo de miles de sus súbditos en el río Dniéper careció de
convicción y se trató sólo de conversiones nominales y masivas, en obediencia a sus
órdenes. Este dudoso comienzo, no obstante, aseguró el futuro del cristianismo en
Rusia. Toda Rusia se hizo cristiana y Vladimiro es recordado todavía hoy como su
santo más importante.
Vladimiro de Kiev: “He aquí, los búlgaros vinieron ante mí urgiéndome a
aceptar su religión [islamismo]. Luego vinieron los germanos y alabaron su
propia fe [cristianismo romano]; y después de ellos vinieron los judíos.
Finalmente aparecieron los griegos [cristianismo bizantino], criticando a
todas las otras creencias pero recomendando la propia, y hablaron
largamente, contando la historia de todo el mundo desde su comienzo. Sus
palabras fueron habilidosas, y fue maravilloso escucharlos y placentero
oírlos. Ellos predicaron la existencia de otro mundo. ‘Quienquiera que
adopte nuestra religión y luego muere resucitará y vivirá por siempre. Pero
quienquiera que abrace otra fe, será consumido con fuego en el mundo
venidero’. ¿Cuál es la opinión de ustedes [los consejeros reales] sobre este
tema, y qué responden?… [El informe de los enviados reales decía]:
‘Cuando viajamos entre los búlgaros, observamos cómo adoran en su
templo, llamado mezquita, mientras están relajados. El búlgaro se inclina, se
sienta, mira de acá para allá como un poseído, y no hay felicidad entre ellos,
sino sólo tristeza y un hedor espantoso. Su religión no es buena. Luego
fuimos entre los germanos, y los vimos llevando a cabo muchas ceremonias
en sus templos; pero no observamos ninguna gloria allí. Luego fuimos a
Grecia y los griegos nos llevaron a los edificios donde ellos adoran a su
Dios, y no sabíamos si estábamos en el cielo o sobre la tierra.… Lo único
que sabemos es que Dios mora allí entre los seres humanos, y su culto es
mejor que las ceremonias de otras naciones’.”42

GANANCIAS Y PÉRDIDAS DEL CRISTIANISMO: 500–950


Elementos
El punto de mayor avance en la expansión del poder franco en el año 800, en
ocasión del coronamiento de Carlomagno como emperador del Sacro Imperio
Romano-Germánico, es un buen momento para hacer un balance histórico de las
ganancias y pérdidas del cristianismo en todo el período. De todos modos, hay tres
elementos que permiten calificar a todo el período del 500–950 como un tiempo de
retroceso para el testimonio cristiano.
Un primer elemento a tomar en cuenta son las invasiones bárbaras, que pusieron
fin al Imperio Romano cristiano. Las pérdidas iniciales del período, en ocasión de la
entrada de los bárbaros germanos al ámbito geográfico del Imperio Romano, dieron
lugar al establecimiento de reinos germánicos, muchos de ellos con un trasfondo
arriano, pero los más aguerridos todavía estaban sumidos en el paganismo. Poco a
poco estos reinos se fueron convirtiendo al cristianismo romano, pero mientras tanto,
el desarrollo y expansión del testimonio cristiano estuvo en peligro.
Un segundo elemento, que provocó mayores pérdidas de territorios cristianos se
dio con el avance del Islam desde el siglo VII en adelante. Partiendo de Arabia, los
musulmanes alcanzaron la costa de Siria e intentaron penetrar en Asia Menor, y, luego,
cruzando por el norte de África llegaron a Gibraltar, para entrar en la Península Ibérica
y pasar a Francia, donde fueron detenidos (732). El avance musulmán llegó a poner en
peligro la continuidad histórica del testimonio cristiano en Europa occidental.
Un tercer elemento de pérdida son las invasiones bárbaras en Oriente, que
amenazaron en forma continuada al Imperio Bizantino y redujeron el número de
cristianos en su territorio. Ávaros y eslavos se sumaron a los persas, primero, y luego a
los musulmanes para mantener en jaque durante muchos años a Constantinopla.
Ganancias
A pesar de los elementos que indican un período de retroceso para el cristianismo
durante la temprana Edad Media, hay otros elementos que representan indicios de
recuperación. Durante este período, en Europa occidental, la Iglesia de Roma apareció
como la Iglesia Madre de la cristiandad. Su influencia llegó hasta el noroeste de
Europa, donde en 496 se convirtieron los francos y en 589 hicieron lo propio los
visigodos en España (Recaredo). En 597, desde Roma, se envió una misión a
Canterbury (Inglaterra), mientras que desde el 562 se establecieron misioneros celtas
en la isla de Iona (junto a Escocia), desde donde comenzó la evangelización de
Northumbria, en 635. Las corrientes misioneras céltica y romana convergieron en
Whitby, en 664, donde los romanos ganaron las deliberaciones del Sínodo allí
celebrado. Gran Bretaña fue una ganancia importante, porque desde estas islas salieron
importantes contingentes misioneros hacia el continente europeo: hacia Holanda en
690, y hacia Alemania un poco más tarde, en el año 719. Estas misiones estuvieron
bajo el patrocinio de los francos, cuyo reino cristiano era el mayor de Europa y estaba
en plena expansión. Esto significó un importante apoyo para las pretensiones de
unidad religiosa en el corazón de Europa, promovida por el Papa de Roma. Con la
asociación del papado al imperio carolingio la autoridad romana se fortaleció
enormemente y el cristianismo se expandió hacia el centro y el este de Europa.
Mientras tanto, el Imperio Romano de Oriente (Imperio Bizantino) sobrevivía
como podía, si bien con algunas pérdidas considerables. A pesar de esto, la Iglesia
Griega envió a misioneros como Constantino y Metodio, que ganaron reinos eslavos y
dieron forma escrita a su lengua. Desde Constantinopla se contribuyó para la
conversión de reinos como Moravia, Bulgaria y Rusia.
Fernando Picó: “Bizancio logró una temprana hegemonía religiosa y
cultural sobre los búlgaros y la mayoría de los pueblos eslavos del Este, que
fue reforzada cuando los hermanos monjes Cirilo y Metodio introdujeron el
alfabeto cirílico. Los polacos y algunos de los grupos eslavos occidentales,
recibieron el cristianismo desde Alemania o Italia y giraron posteriormente
en la órbita religiosa y cultural de Occidente. El estado húngaro, que dividía
a unos eslavos de otros, vino a determinar la orientación cultural
predominante de los eslavos, unos orientados hacia el oeste y otros hacia
Constantinopla. La cristianización de los eslavos y los esfuerzos políticos y
diplomáticos por contenerlos acapararon la atención del imperio bizantino y
fueron un elemento adicional en el distanciamiento operado con el oeste.”43
Pérdidas
Hacia el siglo IX, éstas resultaron mayores en Oriente que en Occidente, en razón
de que tribus paganas estaban presionando sobre Europa occidental y el Imperio
Bizantino desde Europa oriental. Algunos de estos pueblos eran: los vindos, los
eslavos del norte (es decir, los checos), los ávaros, los eslavos del sur (los serbios) y
los búlgaros. En el extremo occidental del mundo conocido, los vikingos (normandos)
paganos comenzaron a saquear, con ataques relámpagos, las costas del Mar del Norte y
pronto se esparcirían por todas partes, hasta entrar en el Mediterráneo.
A pesar de lo incierta que parecía ser la situación, se nota en general un cuadro
mejor que el de los siglos V y VII. El cristianismo no estaba meramente a la defensiva,
sino que tenía fuerzas suficientes como para avanzar en varios frentes, tanto en
Occidente como en Oriente.

GLOSARIO

abad: denominación que deriva de la palabra aramea abba (padre o papá) con que se
llama, desde los inicios del siglo IV, al asceta que guiaba a otras personas en la
adopción de este tipo de vida. A partir de la regla de Benito de Nursia, el título pasa a
Occidente, contando con un desarrollo posterior considerable durante la Edad Media.
abadesa: título derivado del latín abbatisa que hace su aparición en torno al año 514.
Es el equivalente femenino del abad y al igual que esta última figura resulta fruto de un
desarrollo eclesial posterior ajeno al descrito en el Nuevo Testamento.
abásidas: califato de mayor duración en el gobierno (656–1258). La dinastía
descendía de Abbás, tío de Mahoma, y por ello mantenía la pretensión de gozar de
derechos hereditarios al califato. Valiéndose del apoyo inicial de los alidíes
(descendientes de Alí, el primo de Mahoma), los abásidas derrotaron a los omeyas y
consiguieron el nombramiento como califa de Abul-Abbás. Su sucesor, al-Mansur,
fundó Bagdad, convertida pronto en un centro importante de cultura.
alta Edad Media: es el período (siglos IX al XIII) que transcurre desde la disolución
del Imperio de Carlomagno hasta el comienzo de la crisis medieval. En su transcurso
aparecen obras fundamentales del intelecto, como la Suma teológica de Tomás de
Aquino y las catedrales góticas. Declina la autoridad de los reyes y surge la Europa
feudal que se disgrega en gran número de señoríos. No sucede lo mismo con el
Imperio Bizantino y el califato árabe, pues ambos mantienen su unidad durante más
tiempo.
ascetismo: del griego askesis (ejercicio, laboriosidad), se refiere a la práctica estricta
de la auto-negación como una medida de disciplina personal y especialmente
espiritual, a través de la oración, el ayuno, la meditación y la mortificación del cuerpo.
baja Edad Media: es la etapa (siglos XIV y XV) en que diversas transformaciones
llevan a la crisis del mundo medieval. Aparece la burguesía urbana, que muy pronto
acumuló grandes riquezas, y no tardó en luchar contra la nobleza, primero por el
predominio económico y luego por el político. Los monarcas se apoyaron en los
burgueses para enfrentar a los nobles y en esta forma, consolidarse en el trono. Se
produjeron conflictos políticos, sociales, económicos y religiosos, y el feudalismo
entró en decadencia.
bárbaros: del latín barbari o del griego barbaroi, se refería a personas cuya lengua
sonaba como “bar-bar” (bla-bla), es decir, una lengua incomprensible.
bien cultural: toda la cultura existente en una sociedad específica en un momento
dado. El término es usado con mayor frecuencia en los debates acerca del desarrollo de
las invenciones o innovaciones de cualquier tipo, tanto relativas a la cultura material
como a la inmaterial.
Caaba: la Casa de Dios (12x9x15 m) situada en La Meca hacia la que se vuelven los
musulmanes para orar. Es muy posible que el lugar fuera inicialmente un centro de
culto cósmico relacionado con el aerolito que se custodia en el interior del mismo y
que Mahoma conservó. Según la tradición islámica, su primer constructor fue Adán y,
posteriormente, fue reconstruida por Abraham e Ismael. Convertida más tarde en lugar
de adoración de ídolos, fue purificada por Mahoma.
cabildo catedralicio o capítulo: conjunto de canónigos y otros cargos que se ocupan
del servicio eclesiástico en las catedrales. En la Edad Media tenían la potestad de elegir
los obispos. Su extracción social fue generalmente nobiliaria y sus propiedades
territoriales muy extensas.
califa: denominación española del jalifa rasul Allah (sucesor del mensajero de Dios).
El primero, Abú Bakr, se limitó a suceder a Mahoma y accedió al cargo mediante una
elección celebrada en Medina. Con el segundo, Omar, al título de califa se une el de
Amir al-muminim (comendador de los creyentes). El califa era así defensor de la fe,
pero ni podía definir la misma ni dictar dogmas.
celta: grupo de pueblos indoeuropeos establecidos antiguamente en la mayor parte de
las Islas Británicas (especialmente Irlanda), Galia y en buena parte de España y
Portugal, así como en Italia del norte, Suiza, Alemania del oeste y sur, Austria,
Bohemia y la Galacia en Asia Menor.
cesaropapismo: supremacía del Estado sobre la Iglesia (como ocurrió en el Imperio
Bizantino). Es lo opuesto de la hegemonía de la Iglesia respecto al Estado. El
cesaropapismo significa una restricción tanto sobre la Iglesia como sobre el Estado en
sus respectivas esferas.
clero regular: clérigos que son monjes y que viven bajo una regla (en latín regula)
monástica, en oposición a clero secular, que vive en el mundo y que no pertenece a una
orden religiosa.
Corán: libro sagrado del Islam dotado de una extensión similar a la del Nuevo
Testamento. Regla infalible de fe y conducta para el musulmán, contiene el conjunto
de revelaciones recibidas por Mahoma y comunicadas por éste a sus contemporáneos.
Su redacción definitiva se produjo durante el tercer califato, gracias a la tarea de
unificación de las siete lecturas del Corán. Esta redacción canónica implicó la
destrucción de todos los demás textos y volúmenes coránicos, lo que, muy
posiblemente significó el abandono de algunos textos originales de Mahoma. Está
compuesto por 114 capítulos o suras, divididos en versículos.
cosmopolitismo: doctrina y género de vida de las personas que consideran como patria
suya el mundo entero, y en consecuencia, adoptan elementos culturales y socio-
político-económicos de diversidad de naciones.
cristiandad: el concepto de cristiandad representa una totalidad cultural y una unidad
política: es el conjunto de los fieles cristianos, el mundo cristiano. Pero también la
cristiandad es al mismo tiempo unidad militar, jurídica y eclesiástica. En el paradigma
de cristiandad, la Iglesia funciona como una parte integral del aparato del Estado. En
esta asociación, el cristianismo proveyó a los líderes del Estado la ideología capaz de
pacificar a los pueblos sometidos y la legitimación moral para llevar a cabo sus
objetivos políticos y económicos. A cambio, el Estado garantizó a la Iglesia un acceso
ilimitado y protegido a nuevas fuentes de recursos humanos y materiales.
decretal: carta papal, o parte de ella, que contiene una decisión sobre un punto
concreto del derecho canónico.
Égira: del árabe Hijra (emigración). Es el término que designa el viaje de Mahoma y
algunos de sus seguidores de La Meca a Medina en el 622, motivado por la cada vez
más deteriorada situación en la primera ciudad. Omar ibn al Jattab decretó durante su
califato (634–644) que el año de la Égira se contara como el primero de la era islámica.
ícono: (del gr. eikon, imagen) nombre que designa cualquier imagen venerada por los
cristianos de rito bizantino. Generalmente, consiste de una placa de madera pintada al
óleo con gran profusión del dorado, con representaciones de Cristo, la Virgen María o
un santo. Su uso puede remontarse al siglo V.
Islam: nombre con el que se conoce la religión fundada por Mahoma. Deriva de la raíz
árabe para “someterse” e incluye la idea de rechazar cualquier otro objeto de culto.
janif: el término aparece una docena de veces en el Corán. Primitivamente se aplicaba
a los paganos. En tiempos de Mahoma calificaba a los monoteístas que no eran ni
cristianos ni judíos. En el Corán se usa en relación con Abraham y se recomienda a
todos a que se conviertan en junafa (plural), es decir, monoteístas que renuncian al
culto a las imágenes y a los astros.
omeyas: el primer califato de corte dinástico (661–750). Fue instaurado por Mu’auiya,
gobernador de Siria, tras la muerte de Alí y la abdicación de al-Hasán. Aunque el
segundo califa omeya, Yazid, no pudo evitar que ‘Abdallah ibn al-Zubayr se
proclamara califa en el Hijaz, este califato paralelo tuvo escasa duración y bajo los
omeyas el dominio islámico se extendió desde el Atlántico hasta China.
pagano: del latín pagus (rústico). Se aplicó a fines de la antigüedad y durante la Edad
Media a los que no eran cristianos y a los que habían sido evangelizados, pero
rechazaban después el mensaje del cristianismo adhiriéndose a sus religiones
originales o tradicionales.
palio: banda de lana blanca en forma de yugo, bordada con cruces, usada por el Papa y
también por algunos arzobispos, y que simboliza, en este último caso, la delegación
que ostentaban dichos arzobispos respecto a la jurisdicción metropolitana sobre los
demás obispos de su provincia eclesiástica. Lo confería el Papa y normalmente había
que recogerlo en Roma personalmente.
Papa: término derivado del griego papas (latín: papa) que significa “padre.” El
término no aparece en la Biblia. Hasta 1073 era de aplicación a todos los obispos,
cuando Gregorio VII ordenó que se reservara exclusivamente al de Roma. La figura
del Papa está ligada a las tesis de un primado de Pedro, sucesivo y ligado al obispo de
Roma.
prior: prelado ordinario o superior del convento en algunas órdenes religiosas
(conventos de los canónigos regulares y de las órdenes militares); y en otras, segundo
prelado después del abad. En una abadía, la autoridad siguiente a la de abad; superior
de una casa religiosa que no tenía la categoría de abadía.
reliquia: en un sentido general, es el residuo que queda de un todo. En el sentido
religioso, es la parte del cuerpo de un individuo estimado como santo, o lo que, por
haberle tocado, se considera puede producir un milagro o es digno de veneración.
siríaco: lengua semita que es un dialecto del arameo, y que cuenta con un número
considerable de obras cristianas primitivas y con una traducción específica de la
Biblia, denominada Peshitta. Fue la lengua utilizada en la gran expansión del
testimonio cristiano hacia el Este.
sura: nombre que recibe cada una de las 114 secciones en que se divide el Corán. El
término deriva de shurah (“tirada”), en el sentido de sucesión de pasajes.
sutra: vocablo sánscrito que significa “hilo” y se refiere a un rosario de preceptos que
resumen la enseñanza védica. En el brahmanismo es un precepto, aforismo, regla
breve, y también la colección de tales aforismos o reglas, como el Código de Manú. En
el budismo, se refiere a la parte narrativa de las escrituras budistas, especialmente los
diálogos de Buda.
temprana Edad Media: designa al período desde el siglo V hasta mediados del IX en
Europa occidental, es decir, entre la época de las invasiones bárbaras hasta la
disolución del Imperio de Carlomagno. Entre los acontecimientos importantes deben
mencionarse: la destrucción política del Imperio Romano, el surgimiento de los reinos
romanogermánicos y el propósito de estos nuevos Estados para constituirse en
unidades sociales. Adquieren importancia en este período las culturas bizantinas e
islámicas.

SINOPSIS CRONOLÓGICA
527– Reinado de Justiniano I.
565

528– Codificación del Corpus Juris Civilis.


533

529 Regla de Benito de Nursia.

532– Revuelta de Nika lleva a desorden civil.


537

535– Belisario y Narsés conducen ejércitos en el Oeste.


553

537 Santa Sofía es completada.

542 Plaga en el Este.

553 Segundo Concilio de Constantinopla.

562 Bizantinos completan la conquista de Italia.

563 Columba, apóstol de Escocia.

568 Los lombardos toman control del norte de Italia.


570– Mahoma.
632

589 Conversión de Recaredo.

590 Gregorio el Grande, Papa.

597 Agustín de Canterbury llega a Inglaterra.

610 Revelación a Mahoma en el monte Hira.

610– Reinado de Heraclio.


641

622 Égira (huída) de Mahoma a Medina.

625– Expulsión de los judíos de Medina cuando se rehúsan aceptar el Islam.


626

626 Los persas sasánidas ponen sitio a Constantinopla.

Ávaros y eslavos atacan el Imperio.

627 Paulino, obispo de York (Inglaterra).

Edwin, rey de Northumbria, recibe el bautismo.

628 Victoria sobre los persas, ávaros y eslavos.

630 Retorno de Mahoma a La Meca.

632 Muerte de Mahoma, el Profeta.

635 Aidan de Lindisfarne llega a Northumbria.

Alopen llega a Ch’ang-an (China).

636 Derrota de los bizantinos por los árabes en Yarmuk.


649 El Sínodo de Letrán condena el monotelismo.

664 Sínodo de Whitby.

674– La flota árabe bloquea Constantinopla.


678

680– Tercer Concilio de Constantinopla.


681

690 Willibrordo, apóstol de los Países Bajos.

698– Oposición budista al cristianismo en China.


742

711 Tarik en España.

716 Bonifacio en los Países Bajos.

717– Dinastía Isauria (siria).


802

717– Reinado del emperador León III.


741

717– Bloqueo árabe de Constantinopla; uso de “fuego griego.”


718

718 Bonifacio, apóstol de Alemania.

El ejército bizantino derrota a los musulmanes y los empuja detrás de los


montes Taurus (Asia Menor).

725– Controversia iconoclasta.


843

730 León III prohíbe el uso de íconos.


732 Batalla de Poitiers o Tours.

740 Victoria sobre los árabes en Akroinon.

741– Reinado de Constantino IV.


775

742 Los cristianos chinos obtienen el favor imperial.

745 Los chinos cambian el nombre de los cristianos de “persas” a “sirios.”

750 Aparece la Donación de Constantino.

751 Caída de Rávena: fin del dominio bizantino en Italia.

752 Coronación de Pipino como rey de Francia por el Papa.

754 Sínodo de Hereia: denuncia la adoración de íconos como idolatría.

Creciente tensión entre el emperador bizantino y el Papa en torno a los íconos.

Los bizantinos toman tierras papales en Sicilia.

771 Carlomagno, rey de todos los francos.

781 Erección de la Estela de Ch’ang-an.

787 Segundo Concilio de Nicea.

797– La emperatriz Irene depone a Constantino IV.


812

El papa León III declara vacante el trono de Constantinopla.

800 El papa León III corona a Carlomagno como emperador del Sacro Imperio
Romano-Germánico.
800– Esplendor del Imperio Bizantino.
1000

812 Miguel I concede el título de “basileus” a Carlomagno.

820– Dinastía amórica. Los árabes ocupan Creta.


867

826 Primer viaje misionero de Anscar a Escandinavia.

842– Miguel III envía misioneros a los eslavos.


867

845 Emperador pro-taoísta clausura monasterios budistas, zoroastristas y cristianos.

Desorden y guerra en China.

846 San Pedro de Roma es saqueada por piratas musulmanes.

850 Falsas decretales.

857 Focio, patriarca.

860 Los ros atacan Constantinopla.

Constantino (Cirilo) va como embajador bizantino a los kazares.

862 Cirilo y Metodio van a Moravia como maestros a pedido de su rey, Ratislavo.

865 Cirilo y Metodio en Moravia.

Los búlgaros aceptan el cristianismo: conversión de Boris.

867 El patriarca Focio rompe con la Iglesia Romana.

867– Conversión de los servios al catolicismo.


869
867– Dinastía macedónica en Imperio Bizantino.
1056

869 Muere Cirilo; Metodio trabaja con la Biblia y la liturgia en eslavo, que van a
ser usados por la Iglesia Griega en Bulgaria.

957 Es bautizada Olga, duquesa de Kiev.

978– Vladimir de Kiev.


1015

987 Vladimir el Grande acepta el cristianismo ortodoxo.

CUESTIONARIOS DE REPASO

Preguntas sobre el material básico (para los niveles 1, 2 y 3):


1. ¿Aproximadamente, en qué año comenzó el primer período de retroceso del
cristianismo y debido a qué circunstancias?

2. Relaciona en pares los siguientes elementos según se correspondan: Imperio


Romano - ley canónica - latín - Iglesia Católica Romana - Derecho Romano - liturgia.

3. Señala dos cosas comunes al judaísmo, el cristianismo y el islamismo.

4. Menciona las ideas principales de Mahoma.

5. ¿Qué importancia tiene el año 622 para los musulmanes?

6. Dice el texto: “En menos de un siglo, el Islam casi había aniquilado los viejos
baluartes del cristianismo.” Haz una lista de no menos de ocho territorios cristianos
ocupados por el Islam.
7. ¿Qué dos eventos salvaron a la cristiandad de ser totalmente rodeada por los
ejércitos árabes?

8. ¿Qué tipo de presión soportó la Iglesia Copta en Egipto bajo el gobierno de los
musulmanes?

9. Subraya la virtud que Benito de Nursia enfatizó en su Regla: pobreza, castidad,


obediencia.

10. ¿Qué tres elementos formaban parte de la vida en un monasterio benedictino?

11. ¿Quién fue el que dijo: “El ocio es el enemigo del alma.”?

12. Dice el texto: “Mientras el Islam destruía muchos baluartes cristianos antiguos, en
el norte de Europa el cristianismo avanzaba por nuevos territorios.” ¿Dónde comenzó
este movimiento y quiénes fueron sus protagonistas?

13. ¿Es cierto o falso que la misión céltica convirtió buena parte de las Islas Británicas
desde el año 635?

14. ¿Por qué tres razones el año 597 es importante?

15. Menciona dos papas que fueron llamados “grandes.”

16. Con tus propias palabras, resume la vida y el trabajo de Gregorio I antes de ser
Papa.

17. ¿Cuál fue la contribución más notable de Gregorio I?

18. ¿Cuáles fueron las dos tradiciones que intervinieron en la evangelización de las
Islas Británicas? ¿Dónde se encontraron?

19. ¿Cómo se resolvió el problema planteado en el Sínodo de Whitby? ¿Quién obtuvo


la victoria?
20. ¿Quién fue Willibrordo y qué hizo?

21. ¿Quién fue Bonifacio (Winfrido) y qué hizo?

22. ¿Cuáles fueron las dos razones por las que hacia el año 900 desapareció todo rastro
de cristianismo en China?

23. Menciona dos documentos falsos que sirvieron para engañar a los monarcas
francos y a sus sucesores, y describe su contenido.

24. ¿Quién fue el más grande de los monarcas francos? ¿En qué tres aspectos fue
grande?

25. ¿Quién fue Nicolás I? Menciona tres cosas que hizo.

26. ¿Quiénes fueron Constantino (Cirilo) y Metodio? ¿Cuál fue su obra más
importante?

27. ¿Quiénes eran los ros y en qué año su rey se convirtió a la fe cristiana?

28. ¿Cuáles fueron las cuatro religiones que Vladimiro el Grande, rey de Kiev, mandó
investigar antes de convertirse al cristianismo ortodoxo (bizantino)?

29. ¿Qué tres elementos hay que tomar en cuenta para evaluar como un período de
retroceso los siglos que hemos considerado en esta unidad?

30. ¿Por qué razón, hacia el siglo IX, las pérdidas del cristianismo resultaron mayores
en Oriente que en Occidente?

Preguntas suplementarias (para los niveles 2 y 3):


1. ¿Por qué razón las tribus germanas que aceptaron el cristianismo escogieron seguir
la enseñanza arriana en lugar de la católica?

2. ¿Qué tipo de país es Arabia, y por qué su pueblo, a lo largo de toda su historia, ha
tenido que moverse hacia los territorios vecinos?
3. ¿Qué tipo de religión practicaban los árabes antes del advenimiento de Mahoma?

4. ¿Piensas que la historia habría sido diferente si en tiempos de Mahoma hubiese


habido una traducción del Nuevo Testamento al árabe? Fundamenta tu respuesta.

5. ¿Quién fue Wilfrido y qué hizo?

6. ¿Cuál fue el incidente más dramático en la carrera misionera de Bonifacio


(Winfrido)?

Tareas avanzadas (para el nivel 3):


1. ¿Qué nombre se le da a los escritos sagrados de los musulmanes y cuántos capítulos
o suras contiene? ¿Cuál es el título de cada uno de ellos?

2. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre los escritos sagrados musulmanes y las


Escrituras cristianas?

3. ¿En qué se parece la vida de Mahoma a la de Jesús, y en qué no se parece? Antes de


responder a esta pregunta, investiga cuanto puedas acerca de la vida de Mahoma.

4. ¿Qué evidencias hay en el pensamiento de Mahoma de que él conocía a los


cristianos de su tiempo?

5. Investiga qué países hoy están bajo gobiernos musulmanes y cuál es la actitud de
estos gobiernos hacia la gente de otras religiones, especialmente hacia los cristianos.

TRABAJOS PRÁCTICOS

TAREA 1: Inscripción del monumento de la Iglesia de Oriente en Xian.


Lee y responde:
“A lo largo de los reinados de los emperadores hubo registros documentando la
historia de la Iglesia de la Religión de la Luz [en China]. Ellos nos cuentan que se
trajeron las enseñanzas de la Religión de la Luz al Imperio T’ang, que se tradujeron las
escrituras y que se construyeron los monasterios. Estas enseñanzas son como una
balsa, que lleva salvación, bendición y buena voluntad a las personas de mi país.
“Siguiendo las huellas de sus ancestros, el Emperador Gaozong construyó
hermosos monasterios e iglesias por toda la tierra. El Camino Verdadero fue
proclamado y el título de ‘Señor Protector de las Grandes Enseñanzas’ fue concedido.
La gente estaba feliz y hubo prosperidad por todas partes.
“El Emperador Xuanzong promovió la doctrina sagrada todavía más. Él siguió las
enseñanzas verdaderas, escribió declaraciones para endosarlas y proclamó decretos
imperiales para apoyarlas. En palabras simples y gloriosas, alabó las acciones [de la
Religión de la Luz] y las consideró dignas de celebración.
“El Emperador Suzong revivió el Camino del Cielo y observó los días santos. En
una noche, los vientos favorables barrieron con las impurezas que habían corrompido
el palacio. Se quitó el polvo y el país nuevamente fue sanado.
“El Emperador Daizong fue filial y virtuoso. Su piedad fue tan grande como el
cielo y la tierra. Él abrió el tesoro imperial y dio regalos de materiales preciosos e
incienso de jazmín. A aquellos que eran virtuosos, él los recompensó con piedras
preciosas, que eran tan brillantes como la luna llena.
“El Emperador reinante durante Jianzhang [el Emperador Dezong] creyó en las
enseñazas iluminadas. Durante su tiempo, los militares y los generales mantuvieron la
paz en los cuatro rincones de la tierra y los oficiales eruditos fueron honestos y justos.
Él animó a todos a examinar la naturaleza de las cosas con el espejo escondido. La
gente en las seis direcciones fueron iluminadas, y el centenar de tribus rebeldes fue
puesto bajo jurisdicción.”44
Estela de Ch’ang-an (781), parte tres.
- Según la Estela de Ch’ang-an, los emperadores de la dinastía T’ang se mostraron, en
general, favorables al trabajo misionero de los monjes siríacos. ¿Piensas que es bueno
y necesario que la Iglesia goce del favor del gobierno para el cumplimiento de su
misión? Presenta varias razones para tu respuesta.

- Describe la relación de la Iglesia y el Estado en tu propio país. ¿Cuál es la situación


de las iglesias evangélicas en tu país en términos de libertad religiosa, en todas sus
dimensiones?

- Muchos evangélicos en América Latina piensan que es necesario crear partidos


políticos evangélicos para poder ejercer una influencia positiva y transformadora en la
sociedad. ¿Qué piensas acerca de esto? ¿Crees que esforzarnos por colocar a creyentes
evangélicos en posiciones de poder político puede ayudar a las iglesias a cumplir
mejor con su misión en el mundo?
TAREA 2: Constantino (Cirilo) y la traducción de la Biblia a otros idiomas.
Lee y responde:
“Constantino pasó cuarenta meses en Moravia, y luego se fue para ordenar a sus
discípulos.… Cuando estaba en Venecia, obispos, sacerdotes y monjes se juntaron
contra él como cuervos contra un halcón. Y promovieron la herejía trilingüe [que
enseñaba que la Biblia sólo debía estar en hebreo, griego y latín], diciendo: ‘Dínos, oh
hombre, ¿cómo es que tú ahora enseñas, habiendo creado letras para los eslavos, que
nadie más ha encontrado antes, ni el Apóstol, ni el Papa de Roma, ni Gregorio el
Teólogo, ni Jerónimo, ni Agustín? Nosotros sabemos de sólo tres idiomas que son
dignos de alabar a Dios en las Escrituras: hebreo, griego y latín.’
“Y el Filósofo les respondió: ‘¿No cae la lluvia de Dios sobre todos por igual? ¿Y
no brilla el sol también sobre todos? ¿Y no respiramos todos el aire de la misma
manera? ¿No están avergonzados de mencionar tan sólo tres idiomas, y de ordenar a
todas las demás naciones y tribus a permanecer ciegas y sordas? Díganme, ¿lo hacen a
Dios tan impotente, como para que él sea incapaz de conceder esto? ¿O tan envidioso
como para que él no lo desee? Conocemos a numerosos pueblos que poseen escritura y
dan gloria a Dios, cada uno en su propia lengua. Seguramente éstos son obvios:
armenios, persas, abcacianos, ibéricos, sogdianos, godos, ávaros, turcos, kazares,
árabes, egipcios y muchos otros. Si ustedes no quieren entender esto, al menos
reconozcan el juicio de las Escrituras.[Sigue la cita de varios pasajes bíblicos: Sal.
96:1; 98:4; 66:4; 117:1; 150:6; Jn. 1:12; 17:20–21; Mt. 28:18–20; Mr. 16:15–17; Mt.
23:13; Lc. 11:52; 1 Co. 14:5–40.] … Y con estas palabras y muchas más, él los
avergonzó y salió, dejándolos.”45
Vida de Constantino (siglo X, en eslavónico), 15, 16.
- Evalúa la defensa que hace Cirilo de su ministerio de traducción de las Escrituras,
tomando en cuenta sus argumentos y especialmente los pasajes bíblicos que él cita.

¿Cuál fue la trascendencia del ministerio de traducción de Cirilo? ¿Qué consecuencias


misionológicas tuvo para la difusión del testimonio cristiano?

- ¿Cuál es tu evaluación personal del trabajo de las Sociedades Bíblicas a nivel


mundial y de sus esfuerzos por poner la Palabra de Dios en la lengua de todos los
pueblos de la tierra? Averigua los últimos datos en cuanto a la cantidad de Biblias,
Nuevos Testamentos y porciones bíblicas que se distribuyen en el mundo hoy, y a
cuántos idiomas y dialectos diferentes están traducidos. Puedes investigar utilizando
Internet o materiales e informes de las Sociedades Bíblicas.
TAREA 3: El Corán.
Conseguir una buena traducción del Corán. Se puede obtener en un centro islámico o
una buena biblioteca pública. Leer los siguientes pasajes y responder las preguntas
correspondientes. El número romano indica la sura correspondiente, mientras que el
número arábico indica el número de los versículos:
1. ¿Cuál es la actitud del Corán hacia los cristianos?
II.59; 105–111; 129–135.
III.57–78; 93–115.
V.17–22; 85–88.
IX.29–35.
LVII.25–27.

2. ¿Cuál es la actitud del Corán hacia Jesús?


II.81.
III.37–52.
IV.155–157
V.50–52; 109–120.
VI.84–90.
XIX.16–41.
LVII.25–27.
LXI.1–14.

DISCUSIÓN GRUPAL
1. Discutir la afirmación del autor: “La presión de las circunstancias externas lleva a
una devoción más profunda y a un fervor renovado, que tarde o temprano termina en
un avivamiento misionero y evangelizador, que cumple con la tarea central de la
Iglesia de ‘Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura’.” ¿Esto es
siempre así? Fundamenten su respuesta.

2. El Imperio Romano fue reemplazado por reinos “bárbaros.” ¿Corrió el cristianismo


la misma suerte siendo reemplazado por el paganismo? Algunos historiadores han
comparado la decadencia del mundo occidental y cristiano de nuestros días con la
decadencia del Imperio Romano. ¿En qué se parecen o difieren ambos procesos
históricos? ¿Cuáles han sido las consecuencias, en cada caso, sobre la fortaleza e
impacto de la Iglesia?

LECTURAS RECOMENDADAS
Bainton, La iglesia de nuestros padres, 65–95.
Baker, Compendio de la historia cristiana, 81–112.
González, Historia de las misiones, 92–106; 109–116.
González, Historia del cristianismo, 1:243–262; 273–288; 303–306; 315–327; 333–
338.
Latourette, Historia del cristianismo, 1:329–451.
Latourette, Los chinos, 239–243.
Muirhead, Historia del cristianismo, 1:181–243.
Romero, La Edad Media, 9–44; 105–140.
Vos, Breve historia de la Iglesia cristiana, 56–65.
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 195–218.
UNIDAD 2

Resurgimiento & progreso


950–1350

INTRODUCCIÓN
Los sucesores de Carlomagno no tuvieron su habilidad para las cuestiones
políticas, y el poder de los francos comenzó a decaer. Poco a poco la estructura política
del Sacro Imperio Romano-Germánico fue perdiendo efectividad ganando lugar el
sistema feudal, que fue característico de toda la Edad Media.
Henri Daniel-Rops: “El feudalismo, que iba a constituir la base del mundo
medieval, había estado evolucionando durante un largo tiempo en el pasado,
debido a la fuerza de las circunstancias. El desorden continuo de las Grandes
Invasiones había alentado a los débiles a reunirse en torno a unos pocos
hombres fuertes, que eran más capaces de protegerlos que los representantes
de la autoridad oficial; éste fue el principio de recomendación. Cuando la
autoridad central fallaba, los caudillos locales tendieron a hacerse
autónomos.… El colapso de la civilización urbana, al darle a la agricultura
una importancia enorme, había hecho de la unidad agrícola, la villa, un
centro económico independiente, y del gran terrateniente una especie de
gobernante. A estos factores, que surgían naturalmente de la evolución
histórica, se agregaron otros dos: inmunidad y vasallaje, que fueron
propuestos por los mismos gobiernos centrales. Los monarcas débiles, que se
sentían inseguros de sus insubordinados, autorizaron a los grandes
terratenientes a liberarse del control de los oficiales reales, y a tomar el lugar
de los últimos en la administración de la justicia, la recolección de impuestos
y la leva de guerreros en sus propios dominios.… Ahora toda la evidencia
muestra que Carlomagno estuvo involucrado en este proceso.”1
Desde un punto de vista social, el feudalismo supuso la existencia de clases, cuya
diferenciación se establecía en las relaciones del ser humano con la tierra. En
consecuencia, disminuyó la densidad de la población, se cortaron las comunicaciones,
creció el aislamiento y la vida se tornó más insegura y violenta. Desde un punto de
vista político, el feudalismo consistió en una jerarquización de poderes unidos entre sí
por lazos de fidelidad personal. Desde un punto de vista económico, el feudalismo
produjo una economía reducida a círculos agrícolas cerrados, falta de metal precioso,
disminución de las transacciones monetarias, desaparición de los salarios y el pago de
los servicios prestados con tierra. Desde un punto de vista moral, el feudalismo hizo
predominar la fuerza y la violencia.
Se produjo, entonces, una atomización del poder caracterizada por la ausencia de
una autoridad central y la organización de gobiernos locales en manos de los nobles y
terratenientes. El origen de este sistema estaba en múltiples concesiones de tierras, que
los monarcas francos habían hecho a sus jefes militares durante las guerras de
conquista. El imperio de Carlomagno se transformó en un Estado feudal, y más tarde,
después de la muerte del gran monarca (814), cuando su imperio fue dividido entre sus
sucesores (Tratado de Verdún, 843), el proceso se profundizó. Los territorios del
Imperio carolingio se repartieron de la siguiente forma: Lotario, fue reconocido
emperador y gobernó Italia y una franja de terreno llamada Lotaringia, que separaba
los dominios de sus hermanos; Luis el Germánico quedó con Germania o la región
comprendida al este del Rin; y Carlos el Calvo recibió las tierras al oeste del Rin,
aproximadamente la actual Francia.
El régimen feudal predominó en Europa desde comienzos del siglo X hasta el
XV. En este contexto, la vida medieval estaba estructurada, en buena medida, como las
piezas de un juego de ajedrez: reyes, reinas, obispos (alfiles), caballeros (caballos) y
otros nobles vivían en castillos (torres), a costa del trabajo de sus siervos (peones). Los
siervos (siervos de la gleba), a cambio del privilegio de cultivar la tierra suficiente para
poder sobrevivir, trabajaban tres días de la semana para su señor, que podía ser un
caballero, un obispo o un rey. En una emergencia, y muy frecuentemente en tiempo de
cosecha, el señor podía exigir a los siervos un trabajo extra. Un siervo no podía hacer
abandono de la tierra de su señor, ni casarse sin su aprobación; también eran usados
como sirvientes domésticos, y muchas veces eran excelentes artesanos. Los siervos
constituían la infantería en las guerras ofensivas y defensivas de su señor. Carecían de
protección y eran los más vulnerables en toda la pirámide social de aquel entonces.
Los caballeros no tenían otra ocupación más que la guerra, y eran recompensados
por el soberano con tierras y con siervos. Cuando no había guerras, los caballeros se
entretenían con torneos y peleaban fieramente para practicar, para ganar el favor de
una dama noble o el castillo de otro caballero. Con el tiempo, los caballeros (vasallos)
se convirtieron en nobles, de modo que nobleza y caballería se identificaron de tal
forma que no se consideraba noble más que a aquel que había sido armado caballero.
Estos señores vivían en castillos, que al principio no fueron más que torres de piedra
con dos o tres niveles, y más tarde se ampliaron con murallas y fosos. El castillo era el
pivote de la vida medieval. Fundamentalmente, era un refugio, una plaza fuerte, una
fortaleza capaz de resistir un sitio. La riqueza del castillo provenía de la tierra trabajada
por los siervos fuera de los muros del mismo.
Los obispos administraban los negocios así como los asuntos espirituales de la
Iglesia. Los obispos eran señores feudales que muchas veces recibían importantes
donaciones, especialmente de tierras, lo cual les daba gran prestigio y poder. El
sistema feudal llegó a ser de gran beneficio para las pretensiones de Roma, porque no
había rey o señor tan fuerte, que pudiera competir con el poder y la influencia papal.
Además, la Iglesia se enriqueció en forma fabulosa porque al morir los obispos sus
propiedades quedaban en manos del Papa y muchos nobles testaban también en favor
de Roma.
CUADRO 5 - ESTRUCTURA SOCIAL DEL SISTEMA FEUDAL

La reina generalmente estaba tan bien educada como el rey, y a veces lo eclipsaba
en su poder. Era el centro de las fiestas de la corte y a menudo se unía a los hombres
en la caza con halcones. Muchas reinas medievales cristianas ayudaron a la conversión
de sus esposos a la fe. El rey pretendía que su poder, gozado por derecho divino, era
supremo. Su pretensión era disputada incesantemente por los nobles feudales y por la
Iglesia. Incluso en su corte, se veía forzado a estar en guardia contra las intrigas. La
corte de un rey era el epítome mundano de una edad predominantemente religiosa.
La Iglesia ocupaba el lugar central en el tablero de la sociedad medieval. Los
reyes necesitaban el apoyo de la Iglesia; todos los hombres necesitaban el apoyo
espiritual de la Iglesia. Tanto el siervo como el noble, el caballero como el rey eran
iguales en esto: cada uno estaba seguro de otra vida más allá de la muerte y estaban
aterrados por ese trasmundo. De este modo, la Iglesia, con sus sacramentos y ritos,
traía algo de paz a la vida de estos seres sumidos en la ignorancia, la superstición y la
violencia. Éste es el trasfondo histórico-cultural de Europa en el período que
seguidamente consideraremos.
EL RESURGIMIENTO DEL CRISTIANISMO
El cristianismo en Europa occidental
Nuevas invasiones bárbaras. En el ámbito político, el mundo escandinavo estaba
en proceso de cambio cuando comenzaron las correrías vikingas por el Occidente.
Esfuerzos por consolidar políticamente en pequeños estados a los habitantes de lo que
hoy día son los territorios de Suecia, Noruega y Dinamarca parece que acrecentaron el
nivel de violencia en esas regiones y resultaron en la expulsión de las facciones
perdedoras. Por otro lado, el reino de Dinamarca, políticamente el más desarrollado de
estos estados incipientes, había sufrido la presión del avance carolingio en el norte de
Alemania. La conversión forzada de los sajones y las enormes matanzas de éstos en el
curso de las guerras de conquista francas, deben haber alarmado grandemente a los
daneses, que se encontraban en la ruta de expansión franca, con Carlomagno y Luis I
persistiendo en su política agresiva. Además, el avance en las técnicas de navegación
de los jóvenes guerreros educados en una tradición de ejercicio militar y aventuras, les
proveyó un nuevo campo de acción.2
Fernando Picó: “Es la combinación de todas estas razones lo que nos
explica la súbita y destructora irrupción de los hombres del norte en el
Occidente. En algunos sitios se les llamó vikingos, en otros, los hombres del
norte (Northmen o Nordmen). En el este de Europa y en Constantinopla se
les conocería como varegos. Pero todos pertenecen al mismo movimiento
general de los escandinavos en esa época.”3
Hacia el año 800, los normandos (vikingos) de Escandinavia comenzaron un
nuevo proceso de invasión sobre Europa. Todas las poblaciones costeras del Mar del
Norte y de los ríos navegables del noroeste de Europa sufrieron los asaltos
devastadores de estos nuevos piratas invasores. De todos, quienes más sufrieron fueron
los monjes: las iglesias y los monasterios estaban ricamente dotados y eran presa fácil
por carecer de defensa militar. De este modo, monasterios e iglesias resultaron ser uno
de los blancos preferidos de estos saqueadores vikingos. Casi todos los monasterios
celtas en las Islas Británicas fueron asaltados e incendiados. En el año 851, trescientos
barcos vikingos entraron por el río Támesis y saquearon Canterbury y Londres. A fines
del siglo IX, habían conquistado ya gran parte del territorio de Irlanda y de los reinos
anglosajones. El rey de Wessex, Alfredo el Grande (849–901) logró rechazarlos hacia
el norte, pero un siglo más tarde los daneses se adueñaron de toda Inglaterra. Los
normandos invadieron también el noroeste de Francia, y le dieron su nombre al
territorio ocupado: Normandía.
Paralelamente a las invasiones normandas en el Oeste, los eslavos y los húngaros
hostigaron las fronteras orientales de la Europa carolingia. Los eslavos eran pueblos
paganos de raza aria. Los principales pueblos eslavos que avanzaron hacia el Oeste
fueron los polacos, los checos, los eslovacos y los moravos. Los que avanzaron hacia
el sur fueron los servios, croatas, eslovenos y búlgaros eslavizados. Los húngaros o
magiares, pueblos de raza mongólica, fueron los invasores más temibles, pues eran
guerreros feroces dedicados al saqueo y al exterminio.4 Estas incursiones violentas
fueron parcialmente detenidas cuando el trono de Germania fue ocupado por Otón I el
Grande (936–973), quien reorganizó las fuerzas de su reino y contuvo las invasiones
del Este.
Una tercera ola de invasiones fue la de los sarracenos (musulmanes). Fueron más
bien expediciones de rapiña y piratería, desde España y el norte de África (Zagreb).
Conquistaron la isla de Sicilia, pero el principal resultado de sus correrías fue la
interrupción del comercio por el mar Mediterráneo.
La eventual conversión de los escandinavos y los húngaros cambió el panorama
político y fundamentalmente religioso de Europa hacia el siglo X. Con mucha lentitud,
algunos retrocesos y renuencias y no pocos conflictos los escandinavos comenzaron a
aceptar el cristianismo en sus propios territorios de origen, Dinamarca, Noruega y
Suecia, y la recién poblada isla del norte, Islandia. Este proceso requirió el sacrificio y
la dedicación de varias generaciones de misioneros, especialmente de monjes.5 La
cristianización de estas tierras facilitó los intercambios comerciales y culturales, y
como en el caso de Hungría, acabó integrando a las nuevas monarquías del norte con
los otros estados europeos.
La conversión de Noruega. El testimonio cristiano entre los pueblos escandinavos
y su conversión fue al principio un proceso gradual y las más de las veces sin un
esfuerzo misionero organizado. Los escandinavos tendieron a adoptar el idioma, la
cultura y la religión de sus vecinos cristianos, especialmente los francos. La eventual
conversión de todos estos pueblos se debió en parte al atractivo que la civilización
franca ejercía sobre los normandos, así como la conversión de los francos se debió en
buena medida a la atracción que la civilización romana ejercía sobre ellos. De todos
modos, la conversión de Noruega ocurrió en razón de la influencia de algunos de sus
reyes convertidos al cristianismo. El primero fue Haakon el Bueno (rey de Noruega
desde 946), quien había sido bautizado en Inglaterra.
En el año 994 hubo una nueva invasión normanda sobre las Islas Británicas, pero
con un final diferente. El jefe del contingente pirata, Olaf Trygveson, en viaje hacia
Inglaterra, se encontró con un monje que le dijo: “Tú serás rey de Noruega y llevarás a
muchos a la fe cristiana.” Después de ser herido de muerte y orar por su sanidad, se
hizo cristiano cuando curó milagrosamente, y continuó su viaje a Inglaterra no para
saquear, sino para ser confirmado por el obispo de Winchester. Un año más tarde,
Trygveson regresó a Noruega como su primer rey cristiano, usando ahora su poder no
para destruir el cristianismo en el extranjero, sino para establecerlo en sus propios
dominios. Era un hombre violento y lo fue durante toda su vida, pero ahora usaba su
espada en defensa del cristianismo que antes había hostigado. Así comenzó la
conversión de Noruega, y con ella, la de casi todas las islas del Mar del Norte, incluso
Islandia y Groenlandia, que eran parte de su reino. Una sucesión de monjes venidos
desde Inglaterra por iniciativa de Trygveson ayudaron en este trabajo. Lo mismo hizo
otro rey cristiano de Noruega, Olaf Haraldsson (rey desde 1015), razón por la cual
todavía hoy se lo venera como San Olaf.
La conversión de Dinamarca. La conversión de Dinamarca comenzó gracias a las
influencias cristianas provenientes desde Sajonia (norte de Alemania). Uno de los
primeros misioneros en trabajar entre los escandinavos fue Anskar (800–865), enviado
por el emperador Ludovico Pío. Anskar se estableció en Hamburgo y de allí viajó
varias veces a Dinamarca y Suecia, regiones a las que más tarde sirvió como obispo.
Se lo considera a Anskar como el primer apóstol a los pueblos escandinavos. Uno de
los primeros reyes de Dinamarca en convertirse fue Harald Blaatand (Haroldo
Dienteazul, 950–986), que lo hizo debido a un milagro llevado a cabo por un sacerdote
cristiano en su corte. El rey inmediatamente ordenó a todos sus súbditos convertirse a
la nueva fe. Sacerdotes y obispos llegaron de Alemania para ocuparse de la
evangelización.
Un nieto de Harald Blaatand, Knud o Canuto se convirtió en 1019. Canuto había
sido rey de Inglaterra antes de adicionar la corona de Dinamarca. En este caso también
recibió mucha ayuda desde Inglaterra a través de los monjes misioneros. Canuto era un
cristiano convencido que hizo mucho por establecer el cristianismo en sus dominios.
“Menos de setenta años después de la muerte de Knud, Dinamarca llegó a tener su
jerarquía eclesiástica propia, con un arzobispo en la ciudad de Lund—que hoy
pertenece a Suecia.”6 Fue necesario un siglo completo hasta que el cristianismo se
estableciera definitivamente entre estos pueblos. Pero, “en la primera mitad del siglo
XI, bajo el rey Canuto, quien llegó a gobernar toda Inglaterra, Dinamarca, Suecia y
Noruega, casi todos los escandinavos eran ya cristianos, al menos de nombre.”7
La conversión de Suecia. Los suecos fueron los últimos de los pueblos
escandinavos en aceptar el cristianismo. Los misioneros más destacados entre ellos a
partir del año 1000 fueron monjes ingleses, llegando a ser algunos de ellos mártires por
la fe cristiana. En este caso, los reyes suecos jugaron también un papel importante en
la conversión de sus pueblos. El primer rey cristiano fue Olov Skötkonung, pero el
testimonio ya había llegado antes a Suecia gracias a las labores de Anskar. Los
sucesores de Olov continuaron su promoción del cristianismo, que fue más rápida y
profunda que en otros pueblos escandinavos.
Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “Anglosajones, noruegos, daneses,
francos, sajones, burgundios o eslavos—éstas eran identidades tradicionales
que la gente había llevado mientras migraban de lugar en lugar. Para el siglo
décimo la mezcla entre las tribus había alcanzado un punto en el que las
fronteras ya no eran claras, ya sea en idioma o en geografía. Las historias
locales tradicionales de dioses y héroes guerreros nacionales estaban siendo
superadas por una historia más grande, la del pasado cristiano romano. Lo
que estaba emergiendo era una civilización común. Mientras muchas
culturas y economías locales, lenguas vernáculas e instituciones políticas
cubrían la tierra, ésta se mantenía unida por una estructura eclesiástica
bastante unificada, liderada por una clase de líderes y clérigos educados que
hablaban una lengua común (latín) en su liturgia y teología. La única
autoridad eclesiástica más importante dentro del entramado de la cristiandad
occidental era el Papa. No obstante, incluso su autoridad no se extendía de
manera pareja o sin interrupción a lo largo del paisaje. Papas individuales
resultaron ser corruptos o ineptos, sin menoscabar el papel total de la Iglesia
Católica en todo el Oeste. Al final, la tradición latina llevó la fe hacia delante
en la cristiandad occidental.”8
La conversión de otros pueblos bálticos. Hacia el noroeste de Europa, a mediados
del siglo XII, se convirtieron los vendos. Éstos eran un pueblo eslavo que vivía al este
del río Elba. No eran cristianos sino que adoraban a deidades tribales eslavas
tradicionales. En 1147 los gobernantes alemanes de Sajonia procuraron permiso para
lanzar una cruzada contra ellos y convertirlos. En realidad, lo que querían los sajones
junto con los daneses era ampliar sus dominios. Los vendos fueron sometidos, sus
templos paganos destruidos, se los forzó al bautismo, se los obligó a entrar a la
cristiandad como súbditos de los reyes alemanes y daneses, y se establecieron iglesias
cristianas en sus territorios. En el siglo XIII fueron incorporados a la cristiandad los
pueblos de la cuenca oriental del mar Báltico (prusianos, estonios y finlandeses); y, en
el siglo XIV ocurrió lo propio con los lituanos.
La conversión de húngaros y eslavos. Los húngaros se convirtieron al
cristianismo en la década de los años 970. Por un largo proceso de asentamiento y de
cambio a una economía basada en la agricultura y el comercio, estos pueblos nómadas
y guerreros se integraron a la convivencia con las zonas vecinas de su reino o regiones
sometidas. Eventualmente enlaces dinásticos con diversas casas reinantes del
Occidente imbricaron a Hungría en el sistema político europeo.
Justo L. González: “A fines del siglo X, el rey Gueisa recibió el bautismo,
así como su corte y su heredero Vayk. En el año 997, Vayk, quien para
entonces había tomado el nombre de Esteban, heredó la corona, e
inmediatamente les ordenó a sus súbditos que se hicieran cristianos. Por la
fuerza, el país se convirtió. Tras la muerte de Esteban en el 1038, el pueblo
lo tuvo por santo, y por tanto se le conoce como San Esteban de Hungría.”9
Los pueblos eslavos vecinos a Sajonia, Baviera, el ducado de Corintia y
eventualmente a la marca del este (Austria), empezaron también a aceptar a los
misioneros cristianos en sus territorios y a formar sus propias provincias eclesiásticas.
El caso más dramático fue el del reino de Polonia, cuya extensión y número de
habitantes era considerable.
El cristianismo en el Cercano Oriente
El desafío musulmán y las Cruzadas. Alrededor del año 1000, pueblos
montañeses de las mesetas de Asia Central avanzaron hacia el Oeste. Venían del
Turquestán y se los conoció como los turcos selyúcidas. Para el año 1055 ya habían
ocupado toda Persia, conquistando el califato árabe de Bagdad. No desplazaron al
califa como líder religioso, pero lo relegaron a esa función, mientras el gobierno
efectivo pasó a manos de los sultanes o reyes turcos (1058). En 1076 tomaron
Jerusalén, donde cometieron todo tipo de crueldades contra los cristianos. Desde
Bagdad se extendieron a Siria y Palestina (que había estado bajo el califato de Egipto).
En 1071 destrozaron al ejército del Imperio Bizantino y avanzaron sobre Asia Menor,
y establecieron su capital en Nicea, cerca de Constantinopla. Eran de religión
musulmana y fieros guerreros nómadas.
Los bizantinos, desesperados frente a la amenaza que representaban las hordas
invasoras, pidieron auxilio a los cristianos de Europa occidental. El emperador
bizantino Alejo Commeno (1081–1118), pese a la interrupción de las relaciones con
Roma que siguió al cisma de 1054, se dirigió al papa Urbano II (papa de 1088 a 1099),
solicitándole que animara a los cristianos occidentales a luchar contra el enemigo
común. Este pedido llegó oportunamente, ya que el Papa de Roma estaba procurando
terminar con la turbulencia y la violencia de la sociedad feudal, y quería lograr una
unión más sólida de la cristiandad en torno a su autoridad. La posibilidad de canalizar
la violencia de los señores feudales en una lucha con un motivo tan noble como la
defensa de los intereses cristianos en Oriente, se presentaba como una efectiva
estrategia para el logro de las pretensiones hegemónicas del Papa.
El islamismo había sido el primer adversario en derrotar al cristianismo en el
siglo VII. Ahora, a fines del siglo XI, la cristiandad occidental reestablecida estaba en
condiciones de ofrecer un efectivo contraataque. A pesar de que los soldados cristianos
estaban muy lejos del ideal moral neotestamentario, su intervención en las Cruzadas
fue un notable progreso respecto de la turbulenta sociedad feudal. “Dado que quieren
pelear, que peleen por fines cristianos.” Tal era la estrategia papal. El papa Urbano II
actuó rápidamente en respuesta al pedido bizantino, proclamando una campaña para
recuperar la Tierra Santa de manos de los turcos. Este desafío cautivó la imaginación
de los cristianos europeos, que ya se sentían lo suficientemente fuertes como para
enfrentarse a un enemigo considerado pagano. Fue así que, en 1095, el Papa convocó
un Concilio en Clermont (Francia) y expuso ante numerosos arzobispos, obispos,
abades, señores feudales y multitud de fieles, la necesidad de emplear todos los
esfuerzos para combatir el peligro de los turcos selyúcidas musulmanes. En el año
1096, los cristianos se lanzaron a la primera Cruzada con el lema “Dios lo quiere”
(Deus vult). El Papa actuó como cabeza de la cristiandad y su iniciativa lo colocó al
frente de la Europa cristiana.
Los fines de las Cruzadas. En esta empresa existieron ciertamente muchos
motivos diferentes. Algunos fueron menos nobles, como la codicia, la ambición, el
afán de aventuras, etc. Pero en general los móviles de los europeos fueron nobles e
idealistas, y muchas veces inspirados por una gran espiritualidad mística.
Hubo fines de orden religioso. Entre los más importantes objetivos de las
Cruzadas estaba el de rescatar el Santo Sepulcro. La devoción a la humanidad de
Cristo acrecentó el entusiasmo por aquellos lugares santificados con su presencia. Pero
también se aspiraba a lograr la unión con la Iglesia Oriental, sujetando a ésta a la
autoridad de Roma y poniendo fin al cisma de 1054. El Papa esperaba que su iniciativa
le permitiera ejercitar su autoridad universal por encima de la del emperador y los
reyes. También se esperaba lograr la defensa de Occidente contra la invasión del Islam,
que continuaba presionando constantemente sobre Constantinopla como primer paso
para llegar a Occidente. La caída de Jerusalén y la reciente iniciación de un nuevo
milenio (con todo su componente de milenarismo y apocalipticismo) crearon una
atmósfera favorable para la generalización de un exaltado sentimiento religioso.
Hubo fines político-económico-sociales. Los caballeros vieron una oportunidad
para satisfacer sus impulsos guerreros y el ansia de aventuras. La necesidad de
encauzar en una empresa noble el espíritu guerrero de los caballeros y señores
feudales, para quienes la Tregua de Dios era un freno insoportable, fue central en la
estrategia de la Iglesia. Por otro lado, los vasallos y siervos vieron en las Cruzadas un
modo de liberarse del poder de los señores, mientras que los comerciantes buscaron
nuevos mercados en las ricas tierras orientales.
El desarrollo de las Cruzadas. En general, los historiadores consideran que hubo
ocho Cruzadas, que se llevaron a cabo entre 1096 y 1291. Las dos primeras
despertaron mucho interés religioso y los cruzados se movieron hacia el Este por tierra,
porque no había suficientes embarcaciones para tantos miles de aventureros. En las
Cruzadas posteriores decayó el entusiasmo religioso popular y los participantes fueron
más bien señores, que eligieron las rutas marítimas y estuvieron motivados más por
fines políticos y económicos. Las dos últimas fueron organizadas por la corona
francesa.
La primera Cruzada (1096–1099) fue el resultado de la prédica de Urbano II,
instigando a los cristianos a luchar como soldados de Cristo contra los infieles y a
favor de la fe. Una multitud de personas humildes se lanzaron a las órdenes de un
monje, Pedro el Ermitaño, sin ningún tipo de preparación militar ni logística (1096).
Cruzaron toda Europa, llegaron hasta Constantinopla, desde donde cruzaron a Asia
Menor, para ser casi aniquilados por las huestes musulmanas. Un año más tarde
(1097), llegaron a Asia Menor caballeros normandos del sur de Italia, franceses del sur
y del norte, y alemanes y flamencos, quienes se apoderaron de Nicea y más tarde de
Antioquía y Edesa. De allí marcharon hacia Jerusalén (1099) a la que consiguieron
tomar poco después. En Jerusalén, los cruzados establecieron un reino cristiano bajo el
gobierno de Godofredo de Bouillon (1061–1100). Se establecieron también otros
señoríos en Antioquía y Edesa. Muy pronto llegaron aventureros y mercaderes, y a
principios del siglo XII comenzaron a abrirse las rutas del comercio mediterráneo.
La segunda Cruzada (1147–1149) fue predicada por Bernardo de Clairvaux y se
organizó para defender los dominios cristianos. Los reyes Luis VII de Francia y
Conrado III de Alemania fracasaron en sus intentos, hasta que finalmente en 1187, el
sarraceno Saladino logró apoderarse de Jerusalén. La tercera Cruzada (1189–1192)
reunió a tres reyes: Federico Barbarroja (emperador), Ricardo Corazón de León
(Inglaterra) y Felipe Augusto (Francia), con el fin de recuperar la ciudad de Jerusalén.
A pesar de algunos éxitos limitados, Federico murió ahogado y los otros dos monarcas
regresaron a Europa para seguir allí peleando entre sí, mientras Jerusalén quedaba en
poder de los musulmanes. La cuarta Cruzada (1202–1204) fue organizada por
caballeros franceses, pero dirigida por los mercaderes venecianos con fines
económicos. Los cruzados se volvieron contra Constantinopla (1204) a la que
saquearon y en la que fundaron el Imperio Latino de Oriente (1204–1261), del que
Balduino de Flandes fue el primer emperador, quedando los bizantinos reducidos a sus
territorios de Asia Menor. El papa Inocencio III condenó esta operación como
contraria a los objetivos religiosos de las Cruzadas.
CUADRO 6 - LAS CRUZADAS
CUADRO 7 - CONSECUENCIAS DE LAS CRUZADAS
Durante el siglo XIII se organizaron cuatro cruzadas más. La quinta Cruzada
(1219–1221) fue dirigida por Andrés II, rey de Hungría, y Juan de Brienne, un
caballero francés. Su objetivo era capturar Egipto, el principal dominio de los
musulmanes, pero esto no se logró. La sexta Cruzada (1228–1229) fue organizada por
el emperador de Occidente, Federico II, que no contó con el respaldo papal debido a
sus conflictos con el Papa. Federico entró en negociaciones con los musulmanes y
obtuvo la posesión de Jerusalén con excepción del barrio donde está situada la
mezquita de Omar. Con este pacto se activó el comercio, especialmente con las
ciudades italianas, pero Jerusalén se perdió definitivamente en 1244. La séptima
Cruzada (1248–1254) fue organizada por Luis IX de Francia y se dirigió a Egipto. Se
lograron algunos resultados, que pronto se perdieron. La octava Cruzada (1270) fue
también organizada por Luis IX y se lanzó contra Túnez, pero la expedición se
malogró en parte por la muerte del rey de Francia. Las ciudades de Palestina fueron
cayendo una a una en manos de los turcos. Con la pérdida de Tolemaida (1291),
termina el período de las Cruzadas.
La evaluación de las Cruzadas. Como toda gran empresa humana, las Cruzadas
admiten una evaluación tanto positiva como negativa. Entre los elementos negativos,
cabe mencionar que las Cruzadas comenzaron como un movimiento popular y
espontáneo, sin mayor organización y con resultados desastrosos. Tal fue el caso de la
primera cruzada. Miles se enrolaron en un ejército irregular, sin armas, ni
conocimientos tácticos, y sin provisiones ni medios de transporte, bajo el liderazgo de
Pedro el Ermitaño. De estos 18.000 cruzados, pocos llegaron a Palestina y nadie
regresó. Los que no murieron en el camino, cayeron a filo de la espada de los turcos al
llegar a Asia Menor.
Por otro lado, la conquista de los lugares santos, que era el fin principal de las
cruzadas, se consiguió sólo parcialmente. Los territorios conquistados y los cuatro
reinos feudales que se organizaron fueron muy inestables. Al cabo de un siglo
Jerusalén volvió a caer en manos de los musulmanes. Además, más que guerras de
conquista, la mayor parte de las cruzadas fueron guerras de reconquista, defensivas o
de repliegue. También hay que señalar que el llamado original había sido para
defender el Imperio Oriental de la amenaza turca. Pero no siempre fue así. La cuarta
cruzada se volvió contra el Imperio Bizantino en lugar de avanzar sobre Egipto. Los
cruzados saquearon Constantinopla en 1204 y la debilitaron para siempre,
profundizando aún más la división entre los cristianos griegos y los latinos.
Finalmente, la fundación del Imperio Latino y del patriarcado latino de
Constantinopla, lejos de promover la unión con la Iglesia Griega sólo sirvió para
distanciar todavía más a los griegos. Nicetas Choniates (1155–1217), un erudito
bizantino que fue testigo del saqueo de Constantinopla, describe lo ocurrido en
términos dramáticos:
Nicetas Choniates (1155–1217): “¡Cómo puedo comenzar a contar de las
acciones obradas por estos hombres nefastos! ¡He aquí, las imágenes, que
debían haber sido adoradas, fueron pisoteadas bajo sus pies! ¡He aquí, las
reliquias de los santos mártires fueron arrojadas a lugares impuros! Luego se
vio lo que uno se estremece de oír, es decir, el cuerpo y la sangre divinos de
Cristo fueron derramados sobre el piso o arrojados por ahí. Arrebataron los
preciosos relicarios, tiraron en su seno los ornamentos que éstos contenían, y
utilizaron los restos rotos como sartenes o copas para beber.… Tampoco la
violación de la Gran Iglesia [Santa Sofía] puede ser oída con ecuanimidad.
Porque el altar sagrado, formado de todo tipo de materiales preciosos, y
admirado por el mundo entero, fue hecho pedazos y distribuido entre los
soldados, como fueron todas las otras riquezas sagradas de un esplendor tan
grande e infinito.… Cuando los vasos y utensilios sagrados … fueron
sacados como botín, mulas y caballos ensillados fueron llevados al santuario
del templo mismo.… Incluso más, una cierta ramera, una participante en su
culpa, … insultando a Cristo, se sentó en el trono del patriarca, cantando una
canción obscena y danzando frecuentemente.… Nadie se quedó sin
participar en el dolor. En las callejuelas, en las calles, en los templos, quejas,
llanto, lamentaciones, dolor, el clamor de los hombres, los gritos de las
mujeres, heridas, violación, cautiverio, la separación de aquellos más
cercanos. Los nobles vagaban en ignominia, los de edad venerable en
lágrimas, los ricos en pobreza. Así fue en las calles, en las esquinas, en el
templo, en los escondrijos, porque ningún lugar quedó sin ser asaltado o
sirvió para defender a los suplicantes. Todos los lugares en todas partes
fueron repletos de todo tipo de crímenes. ¡Oh, Dios inmortal, cuán grandes
las aflicciones del pueblo, cuán grande el dolor!”10
Entre los elementos positivos, cabe mencionar algunos que tuvieron
consecuencias más permanentes. No todo fue negativo en las Cruzadas. Hubo, al
menos, dos aspectos altamente positivos. Por un lado, las Cruzadas fueron el primer
intento de los nuevos pueblos europeos de actuar juntos en una causa cristiana. Por el
otro, las Cruzadas abrieron el camino hacia Oriente, a la civilización superior del
Imperio Bizantino y de los pueblos del Cercano Oriente y aun más allá. Con esta
apertura, el comercio, las ciencias y las artes se beneficiaron. Las Cruzadas despertaron
un renovado espíritu misionero, que permitió la llegada del cristianismo a Asia. Las
Cruzadas dieron un golpe mortal al feudalismo, pues caballeros y príncipes, al estar
lejos de sus dominios, aprendieron a obedecer. Las Cruzadas salvaron a Occidente del
peligro musulmán y retrasaron la caída de Constantinopla.
El cristianismo en el Imperio Bizantino
La crisis del año 1054. Se considera al año 1054 como la fecha en que la
cristiandad latina y la griega se separaron. La Iglesia Griega del Este se había
orientalizado, mientras la Iglesia Latina del Oeste se había germanizado. La primera se
caracterizaba por una manera de pensar más especulativa y una perspectiva mística,
mientras que la segunda era más práctica y menos educada. Constantinopla estaba
dominada por los emperadores, mientras que Roma estaba controlada por los papas,
impuestos por familias nobles de esta ciudad. Los hechos inescrupulosos de estos
últimos entre 904–964, hicieron que este período se conociera como “pornocracia,” es
decir, el gobierno de todo tipo de mal. Esto hizo que en el Este los cristianos miraran a
Roma con desconfianza y rechazo. A esto se agregó la controversia teológica y la
diferencia en relación con algunas prácticas, como el celibato del clero, el uso de pan
sin levadura en la eucaristía y el uso de la barba en los sacerdotes.
El punto de discusión teológica giraba en torno al uso de la cláusula filioque (“y
del Hijo”) por parte de la Iglesia Romana, en relación con la procedencia del Espíritu
Santo. Los orientales podían aceptar que el Espíritu Santo vino “a través” del Hijo pero
no “del Hijo.” No obstante, el problema mayor fue más bien de carácter político:
¿quién tenía mayor autoridad, el Papa de Roma o el Patriarca de Constantinopla?
Además, en el Este el criterio para la toma de decisiones era a través de sínodos o
concilios, mientras que en el Oeste el Papa era quien tenía la primera y la última
palabra. Por cierto que ambas cristiandades quedaron separadas también por el avance
musulmán, que obstaculizaba la libre navegación del Mediterráneo.
Con el acceso al trono papal de León IX en 1048, se iniciaron negociaciones para
ver de resolver el distanciamiento. El emperador Constantino IX pidió legados al Papa,
quien no supo escoger a los mejores candidatos. Llegados éstos a Constantinopla, se
dejaron arrastrar en el debate teológico. Humberto, el representante latino, disputó
públicamente con Nicetas, el representante bizantino, en términos muy radicales, y el
patriarca Miguel Cerulario (m. 1059) terminó por prohibirles a los latinos celebrar
misa en la ciudad. La reacción de Humberto y sus compañeros fue todavía más dura,
puesto que en julio de 1054 depositaron sobre el altar de Santa Sofía, ante el clero y el
pueblo reunido para el oficio religioso, una bula de excomunión contra el patriarca
Cerulario, redactada por Humberto en términos durísimos. Y se marcharon, pensando
que Cerulario se sometería o sería depuesto por el emperador. Pero no fue así. La bula
de excomunión fue quemada en la plaza pública y un sínodo de la Iglesia de
Constantinopla promulgó un edicto por el que los latinos eran declarados culpables de
pervertir la verdadera fe. El ejemplo de Constantinopla fue seguido por todas las
demás Iglesias de Oriente (en Serbia, Bulgaria, Rusia, Rumania, etc.), y así se selló un
cisma que se profundizó todavía más con las Cruzadas y que perduró hasta 1965,
cuando el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras anularon las excomuniones.
La crisis del año 1204. La separación más radical y definitiva entre la Iglesia
Romana y la Iglesia Griega ocurrió a partir de 1204, cuando cruzados franceses y
marinos venecianos destrozaron Constantinopla. Los cruzados habían sido llamados
por Alejo el Joven, quien prometió una fuerte suma de dinero para que repusieran en el
trono de Constantinopla a su padre Isaac el Ángel. Isaac fue repuesto en su trono, pero
terminó depuesto por los nobles bizantinos y los cruzados no recibieron el dinero
prometido. Entonces asediaron Constantinopla y la saquearon vergonzosamente y
constituyeron el Imperio Latino de Constantinopla, con Balduino de Flandes como
emperador. Venecia recibió extensas posesiones, principalmente las islas que eran
importantes para su comercio y se nombró un patriarca latino para Constantinopla.
Con esto, el Imperio Bizantino quedó debilitado para siempre. No obstante, la
Iglesia Griega no se sometió, salvo en aquellas cosas que le fueron impuestas por la
fuerza militar de los latinos, y logró mantener a su propio patriarca. El pueblo
bizantino aborrecía a los latinos por las aberraciones que cometieron y la división entre
las dos alas de la cristiandad se profundizó. El Imperio Bizantino continuó con su
capital en Nicea, hasta que en 1261 la ciudad de Constantinopla fue retomada
nuevamente por un emperador bizantino, Miguel VIII el Paleólogo. La dinastía de los
Paleólogos habría de gobernar hasta la caída definitiva de Constantinopla en manos de
los turcos otomanes (1453).
CUADRO 8 - CAUSAS DEL CISMA ESTE-OESTE DE 1054

Kenneth S. Latourette: “Los europeos occidentales, entre ellos los


venecianos y los genoveses, habían de retener por largo tiempo partes de lo
que había sido territorio bizantino, inclusive Atenas, algunas islas del mar
Egeo, Creta y una sección de Asia Menor. Eran los hermanos cristianos del
Oeste en verdad tanto como los turcos musulmanes los causantes del
derrumbamiento del Bizancio Cristiano. Estos desastres políticos no podían
sino afectar el ala oriental de la Iglesia Católica, y ahondar la sima que se
estaba ensanchando entre ella y el ala occidental de dicha Iglesia.”11
La expansión en Rusia. Después de 1204, Constantinopla quedó anulada por
varios siglos como centro de expansión cristiana, primero por el dominio latino y
segundo por el cerco musulmán. La disrupción del patriarcado ecuménico de
Constantinopla tuvo como efecto el desarrollo de iglesias autocéfalas en Bulgaria y
Serbia, y especialmente en Rusia. Eventualmente el patriarcado fue restaurado, y la
ciudad de Constantinopla se constituyó nuevamente en capital del Imperio Bizantino.
Sin embargo, este carácter autocéfalo de las iglesias en comunión con el patriarca
quedó como una característica permanente de las iglesias del Este.
No obstante, la tradición cristiana bizantina o el cristianismo ortodoxo fue
expresado y extendido mayormente por la Iglesia Rusa. Si bien el trabajo misionero en
este territorio fue superficial, la fe cristiana fue penetrando cada vez más
profundamente en la cultura y vida del pueblo, hasta llegar a ser sinónimo del alma
rusa. Los monasterios dominaron la vida religiosa del pueblo ruso y determinaron su
espiritualidad. Cuando los mongoles invadieron la región en el siglo XIII y la tuvieron
subyugada por más de dos siglos, el cristianismo bizantino se transformó en el símbolo
de la unidad e identidad nacional para los rusos. Aprovechando cierta tolerancia de
parte de los mongoles, el testimonio cristiano se extendió hacia Oriente en el Imperio
Mongol y hacia el norte entre los finlandeses y lituanos.
El más importante de los misioneros entre los finlandeses fue Esteban de Pema.
Esteban era un erudito que abandonó sus libros para dedicarse a la obra misionera
entre los finlandeses que vivían al norte de Rusia, entre quienes realizó algunos
milagros, tradujo la Biblia, fundó monasterios y se dedicó a adiestrar y establecer un
clero nativo. En Lituania el cristianismo ortodoxo ruso se estableció a través de las
conquistas del principado de Moscú en los siglos XIII y XIV. Lituania se encontraba
entre los reinos cristianos latinos del Oeste y los mongoles del Este. En el siglo XIII
había emergido como un reino independiente, que controlaba cierta porción de
territorio ruso, de donde vinieron las influencias cristianas ortodoxas rusas. Más tarde,
cuando los lituanos vinieron a formar parte del reino de Polonia, la Iglesia Ortodoxa
que allí existía se unió al cristianismo romano.12
El cristianismo en el Lejano Oriente
Vimos la llegada del cristianismo a China en el año 635 y su desaparición hacia el
año 900. A mediados del siglo XII, comenzó a circular por toda Europa una historia
sorprendente, que llenó de esperanzas a los cristianos que en las Cruzadas sufrían una
derrota tras otra frente a los musulmanes. Se trataba de la historia del Preste
(sacerdote) Juan. Esta historia hablaba de un reino poderoso en Oriente, más allá del
imperio musulmán, con un rey cristiano que contaba con un incontable ejército y que
atacaría a los musulmanes por la retaguardia, auxiliando así a los cristianos cruzados.
Pocos años más tarde circulaba en las cortes de Europa una carta, que se suponía venía
del Preste Juan.
Preste Juan: “Hemos planeado visitar el sepulcro de nuestro Señor al frente
de un gran ejército, para combatir y humillar a los enemigos de la cruz de
Cristo.… Nuestro territorio se extiende desde la India, donde descansa el
cuerpo de Santo Tomás el Apóstol, a través de desiertos hasta el lugar donde
nace el sol, y de vuelta junto a las ruinas de Babilonia no lejos de la Torre de
Babel—de un lado la longitud es de cuatro meses de viaje, y del otro lado
nadie sabe cuán grande es.”13
Historias como ésta se multiplicaban entre los cruzados y continuaron todavía por
un siglo y medio más, pera alentar a las fuerzas cristianas. Papas, emperadores, reyes y
caballeros las creyeron. Muchos de ellos incluso le escribieron al Preste Juan y
enviaron embajadores para encontrarlo. Nuestra pregunta es: ¿era cierta esta historia?
En parte sí. Su verdad era que el cristianismo no había desaparecido del todo en Asia
Central.
Los mongoles. Poco después del año 1000, el cristianismo se expandió
nuevamente hacia el Extremo Oriente, pero tomando una ruta más hacia el norte. Hacia
esta fecha está documentada la presencia de cristianos entre algunos pueblos de la
Mongolia occidental (ugrios y naimanes) y al sur del lago Baikal (merkitas), y para el
año 1100 incluso entre los tártaros y óngutos de la Mongolia oriental.
El siglo XIII fue la edad de oro para los mongoles, que de pueblo nómada del
desierto lograron construir un vasto imperio, que cubrió casi todo el continente asiático
y penetró incluso en Europa. En 1241 se acercaron a Viena y Roma misma tembló,
pero el avance se detuvo de pronto por problemas de sucesión en el trono imperial. A
pesar del temor que inspiraron las hordas mongolas, la historia del Preste Juan se
confirmó en esto: si bien las oleadas invasoras de los mongoles, desde 1202 en
adelante, habían sometido a reinos cristianos en el Este (por ejemplo, los keraítas),
éstos influenciaron sobre los invasores.
La conquista mongólica fue destructiva, pero colocó a los cristianos en mejores
posiciones que las que hasta entonces habían tenido. El fracaso de las Cruzadas había
dejado a la Europa cristiana muy vulnerable al avance musulmán. Fue la vertiginosa
formación del Imperio Mongol en Asia lo que impidió a los turcos penetrar en
Occidente. Además, hubo ciertas influencias cristianas sobre los tártaros-mongoles. El
famoso Gengis Khan (1162–1226), fundador del imperio mongol, tenía un hijo que
estaba casado con una princesa keraíta. Los registros chinos dicen que ella fue
enterrada en un monasterio cristiano; otros documentos señalan que “era una verdadera
creyente.” Sus hijos se casaron con mujeres cristianas.
El más importante de los emperadores mongoles fue Kubilai (1215–1294), nieto
de Gengis Khan, quien trasladó la capital del Imperio Mongol a Beijing (1279) y la
llamó Khanbalik (la ciudad del Khan). Su imperio fue el más extenso que el mundo
haya conocido jamás. Sus dominios se extendían desde el Mar de la China hasta el
Danubio y desde los Montes Urales hasta los Himalayas. Fue Kubilai quien como Gran
Khan, le ofreció a la Iglesia cristiana la oportunidad misionera más grande que haya
tenido en toda su historia. En 1269, Kubilai le escribió al Papa de Roma pidiéndole
que le enviara misioneros para evangelizar a su pueblo.
Kubilai: “¿Cómo podéis esperar que me haga cristiano? Ya veis que los
cristianos en estas partes son tan ignorantes que no hacen nada y no tienen
poder.… Pero iréis a vuestro Sumo Sacerdote (Papa) y le rogaréis que me
envíe cien hombres preparados en vuestra religión.… Y así seré bautizado, y
luego todos mis nobles y hombres ilustres, y luego sus súbditos, y habrá de
esta manera más cristianos aquí que los que hay en vuestras partes.”14
Quienes trajeron al Papa de Roma estas noticias fueron dos mercaderes
venecianos que regresaban de la capital de Kubilai a Europa, después de varios años de
viaje: Nicolás y Mateo Polo. Un hijo de Nicolás, Marco Polo (1254–1324) fue el más
famoso de los aventureros venecianos que llegaron a la China. Después de cruzar
Persia, Turquestán y Mongolia, llegó a la corte de Kubilai en 1275. Marco ejerció
varios cargos y en algo más de una década y media pudo visitar diversas regiones de
China movido por motivos comerciales. Marco Polo dejó China en 1291 y regresó a
Europa siguiendo la vía marítima. Escribió un libro en el que narraba sus aventuras, II
Millione, y que sirvió para estimular el interés por el Extremo Oriente.
Los mongoles querían adoptar una religión que estuviese a la altura de su
grandeza imperial y dudaban entre tres posibilidades: el islamismo, el budismo y el
cristianismo. Conocían el Islam en sus territorios de Occidente; el budismo en Oriente;
y, el cristianismo, que de alguna manera estaba en todas partes. En respuesta al pedido
de Kubilai, el papa Gregorio X (1271–1276) sólo envió a dos frailes dominicos, que ni
siquiera llegaron a la capital del Gran Khan. Treinta años más tarde (hacia el 1300) la
decisión imperial dejó de lado al cristianismo: en el Oeste del Imperio Mongol se
adoptó el islamismo y en el Este el budismo. Así pasó una de las más grandes
oportunidades misioneras de la Iglesia.
Los misioneros a Oriente. Durante el período de los mongoles, China recibió
influencias cristianas de Occidente. Frailes dominicos y franciscanos aprovecharon las
mayores y mejores posibilidades de viajar hacia el Extremo Oriente y visitaron Asia
Central, India y China. Otros religiosos lo hicieron como enviados diplomáticos, como
el franciscano italiano Juan del Plano Carpini, entre los años 1245–1247, quien
escribió una Historia de los mongoles. Carpini había partido desde Lión (Francia)
rumbo a China, con una carta del papa Inocencio IV para el Gran Khan. Poco después
del fraile Juan, fue el dominico Ascelino de Cremona que, también por encargo del
papa Inocencio IV, llegó a la presencia del general tártaro Batsciú (1248), con el cual
no llegó a un acuerdo y tuvo que regresar. En 1249 nos encontramos con el dominico
francés Andrea de Lonjumeau, que logró llegar a la capital mongola (Karakorum, en
Mongolia) para encontrarse con el Khan. Esto no pudo ser, porque el monarca estaba
muriéndose, pero pudo entrevistarse con su esposa.
Más tarde, encontramos a Guillermo de Rubruck (1253–1255), un franciscano
flamenco, que el 27 de diciembre de 1253 recitó las plegarias de Navidad frente al
Gran Khan. Su libro El itinerario, escrito hacia 1260 en cincuenta y cuatro capítulos,
se inicia justamente con la narración de este episodio y con una curiosidad. Rubruck,
recibido en la corte, inició la plegaria con un canto en latín (Christus canamus
principen), y el Khan se asustó pensando que se trataba de un canto de guerra,
ordenando el arresto del fraile. Cabe señalar que todos estos misioneros viajaron a
China y tomaron contacto con las cortes mongolas con anterioridad a los famosos
viajes de Nicolás y Mateo Polo, y del más famoso de los viajeros venecianos, Marco
Polo.
Otro gran misionero fue el franciscano italiano Juan de Montecorvino, quien en
1289 fue enviado a Oriente por el Papa junto con el dominico Nicolás. Montecorvino
fue como misionero a Persia, donde fue alentado por el gobernador mongol a ir a la
capital de su imperio. El Papa le dio su bendición y cartas para el Gran Khan y el
catholikós de Oriente. El viaje se hizo por mar hasta la India, donde murió el
dominico. Juan siguió su viaje solo y llegó veinticinco años después (1294) del pedido
de Kubilai por cien misioneros, transformándose así en el primer misionero
católicorromano en llegar al mar de la China. Hacia 1305 Montecorvino informaba
haber ganado para la “verdadera fe católica” al rey de los óngutos, que era nestoriano.
Esto le creó problemas, porque lo acusaron de espía y fue arrestado varias veces en los
primeros cinco años. Su informe habla de seis mil convertidos en Khanbalik (Beijing),
donde ya había construido un templo además de erigir tres iglesias, un orfanato y un
seminario. Su método misionero era muy particular.
Juan de Montecorvino: “He construido una iglesia en la ciudad … y he
reunido a cuarenta niños entre los siete y los once años de edad, sin
preparación en religión. Los he bautizado y les he enseñado latín y nuestra
liturgia. He escrito para ellos treinta Salterios con himnarios y dos
breviarios. Once de ellos ahora conocen nuestro Oficio y mantienen los
servicios del coro esté yo aquí o no.… Y el Señor Emperador está encantado
en gran manera con su canto. Hago repicar las campanas en todas las horas
[las ocho horas para la oración] y realizo el Oficio divino con mi
congregación de bebés y lactantes. Pero cantamos de memoria porque no
tenemos un libro de culto con notas.”15
En 1307 el Papa consagró a siete franciscanos como obispos, con instrucciones de
consagrar a Montecorvino como su arzobispo y servir bajo su autoridad. Sólo tres
sobrevivieron el viaje. Con ellos se abrieron otras iglesias en Khanbalik y otras
ciudades. En 1321 cuatro franciscanos salieron para unirse a esta misión. Hicieron
escala en lo que hoy es Mumbai (India), pero fueron descubiertos y asesinados,
constituyéndose así en los primeros mártires cristianos conocidos de la India.
John Foster: “La tragedia de esta primera misión de la Iglesia del Oeste al
Asia Oriental fue que arribó demasiado tarde para el movimiento de masa
que Kubilai había anticipado, y permaneció demasiado pequeña—en lugar
de cien misioneros eran tan sólo un puñado. Tuvo también dos otras
debilidades: fracasó en cooperar con la Iglesia del Este, y fracasó en alcanzar
a la gente de la tierra [los chinos].”16
El último misionero que llegó a China en la Edad Media fue el franciscano Juan
de Marignolli, delegado papal que luego de arribar por una ruta terrestre, regresó por
mar y llegó a Avignon en 1353. En 1368 la dinastía mongola llegó a su fin. Keraitas y
ugrios, naimanes y merkitas, tártaros y óngutos salieron de China, y con ellos también
todo vestigio de testimonio cristiano. Con la expulsión de los mongoles y el
establecimiento de la dinastía Ming, también se cortaron las relaciones entre Europa
occidental y China. Éstas habrían de reestablecerse recién en el siglo XVI. Las
comunidades establecidas por los misioneros fueron desapareciendo gradualmente.
Los misioneros desde Oriente. Mientras misioneros occidentales (franciscanos y
dominicos) intentaban llegar al Lejano Oriente con la fe cristiana, desde este extremo
del mundo conocido, hacia 1275, emprendían la marcha hacia Occidente dos monjes
orientales, Sauma y Marcos. Estos monjes óngutos cruzaron todo el continente asiático
desde un pequeño monasterio cercano a Beijing (China). Su propósito era peregrinar a
Tierra Santa y visitar Jerusalén. Los turcos musulmanes les cerraban el paso, pero se
presentaron al catholikós de Maraghah, al sudoeste del mar Caspio. El catholikós
(patriarca) era la autoridad suprema de la Iglesia del Este de habla siríaca. Era como
volver a las raíces del testimonio cristiano en China (en la primera mitad del siglo VII).
El catholikós ordenó como obispo a Marcos y lo envió de vuelta a China como
metropolitano (arzobispo). El camino estaba bloqueado por la guerra, de modo que
Marcos volvió al catholikós, pero se encontró con que había muerto. Los obispos
reunidos para elegir un sucesor lo invitaron a participar de las deliberaciones y
terminaron eligiéndolo a él como patriarca. Así, pues, en 1281, un monje de Beijing
(Khanbalik), la capital del imperio mongol, llegó a ser el catholikós de la Iglesia del
Este, cuya jurisdicción se extendía desde Mesopotamia hasta el Mar de la China.
En cuanto al otro monje, Sauma, fue nombrado por el Ilkhan mongol que
gobernaba Persia, Hulagú (1217–1265), nieto de Gengis Khan, como embajador a
Occidente, a fin de explorar una posible alianza en contra de los musulmanes. El diario
de viaje de este peregrino ha sobrevivido al tiempo y es un testimonio interesante de
cómo era la Europa medieval, vista con ojos orientales. Sauma fue primero a
Constantinopla y quedó asombrado con la magnificencia de Santa Sofía y su
baldaquino increíblemente alto. De allí navegó a Nápoles y siguió por tierra a Roma,
donde sorprendió a los cardenales diciendo que muchos mongoles eran cristianos y que
incluso muchos de los hijos de los reyes y reinas mongoles habían sido bautizados y
confesaban a Cristo. Luego viajó por Francia, y en París fue huésped del rey Felipe IV
el Hermoso (1268–1314) y vio la primera universidad europea. Continuó su viaje y en
Bordeaux se encontró con el rey de Inglaterra, Eduardo I (1239–1307) quien, como
duque de Aquitania, tenía posesiones feudales en esa parte de Francia. El rey le pidió
que celebrara la eucaristía y Sauma lo hizo utilizando su liturgia en siríaco. De este
modo, el rey de Inglaterra recibió el sacramento de manos de un monje ónguto
proveniente de China, quien condujo la liturgia en siríaco, la lengua sagrada de la
Iglesia del Este. De allí, Sauma regresó a Roma donde se encontró con un nuevo Papa,
Nicolás IV (Papa de 1288–1292), quien lo invitó a participar de la eucaristía celebrada
según el rito latino. Pocos días después, Sauma tuvo la oportunidad de celebrar la
eucaristía delante del Papa usando su propio rito siríaco.
Historia de Yabh-Allaha III [Marcos] y Rabban Sawma [Sauma] (siglo
XIV): “Algunos días más tarde Rabban Sawma le dijo a Mar Papa: ‘Deseo
celebrar la eucaristía para que puedas ver nuestro rito’; y el Papa le ordenó
que hiciese como había pedido. Y en ese día un grandísimo número de
personas se congregó en orden a ver de qué manera el embajador de los
mongoles celebraba la eucaristía. Y cuando ellos lo vieron se regocijaron y
dijeron: ‘El lenguaje es diferente, pero el rito es el mismo.’ … Y habiendo
llevado a cabo los misterios, fue al Mar Papa y lo saludó. Y el Papa le dijo a
Rabban Sawma, ‘Que Dios reciba tu ofrenda, y te bendiga, y perdone tus
transgresiones y pecados.’ Entonces Rabban Sawma dijo: ‘Además del
perdón de mis transgresiones y pecados que he recibido de ti, oh nuestro
Padre, le ruego a tu Paternidad, oh nuestro santo Padre, que me permita
recibir la Ofrenda [el sacramento eucarístico] de tus manos, de modo que la
remisión [de mis pecados] pueda ser completa.’ Y el Papa dijo: ‘¡Que así
sea!’ ”17

LAS NUEVAS ÓRDENES MONÁSTICAS


El monasticismo como movimiento de renovación espiritual
Durante la Edad Media las inquietudes por una nueva vida religiosa generalmente
asumieron una forma monástica. Durante los siglos XII y XIII se advierte un gran
movimiento monástico. Adolf Harnack llama a estos dos siglos “el tiempo heroico de
los monjes y religiosos.” Un individuo reunía a unos pocos seguidores y comenzaba
una nueva comunidad de monjes. A diferencia de los monjes primitivos que vivían
solos en lugares apartados, los monjes medievales llevaban una vida cenobítica, es
decir, monástica.
A veces no se trataba de una nueva orden religiosa, sino de un movimiento que
adoptaba la Regla de Benito (529), quien en 527 había fundado un monasterio en
Monte Casino. El ideal de Benito era el de una comunidad que elegía su propio abad
(del siríaco abba, padre), y seguía su Regla de carácter paternalista, pero estricta. En el
orden benedictino se ponía gran énfasis en la disciplina, la devoción y el trabajo. Los
monjes hacían votos de pobreza, castidad y obediencia, y se comprometían a quedarse
en el monasterio. El gran mérito del sistema de Benito era el sentido común y el
carácter práctico de su Regla.
CUADRO 9 - RESULTADOS DEL MONACATO
A pesar de que en el siglo IX los normandos asaltaron e incendiaron muchísimos
monasterios benedictinos, y en el siglo X los desórdenes feudales también los
afectaron, el movimiento benedictino continuó en todo Occidente y la Regla de Benito
fue el modelo por excelencia para la mayor parte de las órdenes monásticas
medievales. No obstante, para entonces, la vida monástica había decaído notablemente.
Esto se debió, por un lado, al hecho de que muchos monasterios se habían
transformado en centros generadores de riqueza, lo cual provocó la relajación de las
costumbres y la intromisión por parte de los señores feudales. Por otro lado, muchos
monasterios eran propiedad del rey o de los señores, los cuales los confiaban a abades
laicos, que no se preocupaban por la disciplina, sino por acaparar riquezas. A
diferencia de su contraparte de Oriente, el monasticismo occidental fue un movimiento
de clase alta y tendió a reflejar la jerarquía natural de la sociedad feudal. Esto hizo
necesaria la implementación de profundas reformas a lo largo los siglos IX y X.
Diversos tipos de órdenes religiosas
Órdenes que tomaron como base la Regla de Benito. Algunas de las órdenes más
reformistas durante la Edad Media adoptaron la Regla de Benito. Tal fue el caso de los
cluniacenses. En el año 910, el duque Guillermo de Aquitania fundó un monasterio en
Cluny (Francia). Para liberarlo de los abusos bajo control laico, lo sometió a la
protección directa de Roma. Siguiendo la Regla de Benito, los monjes de Cluny desde
el principio eligieron su propio abad y colocaron el monasterio directamente bajo la
autoridad papal, librándose así de las interferencias del Estado y de las autoridades
eclesiásticas locales.
El modelo de Cluny se esparció con rapidez, gracias a una serie de abades
excepcionales. Su independencia y espíritu reformista tuvieron gran influencia en casi
todos los monasterios de Europa. Muchos otros monasterios se unieron a esta reforma,
dando lugar a la Congregación de Cluny. Para el año 1150 ya había más de trescientos
monasterios cluniacenses que atacaban la simonía (compra-venta de cargos
eclesiásticos) y otros abusos. El abad de Cluny se transformó de esta manera en la
cabeza de una gran familia de monasterios que contaban con un prior al frente de cada
uno, y todos ellos con grandes ideales en cuanto a la Iglesia, que consideraban debía
gobernar al mundo.
C. H. Lawrence: “Se habría necesitado visión profética para discernir en la
plantación iniciada por el duque Guillermo en el año 909, el grano de la
semilla que había de crecer hasta convertirse en un árbol pujante. En el cenit
de su esplendor, a finales del siglo XI, Cluny era la capital de un enorme
imperio monástico que se extendía por toda Europa occidental. Era un vivero
de prelados fervorosos y el guía de príncipes piadosos. Sus santos y sabios
abades eran prominentes consejeros en las cortes de papas y emperadores.…
era a Cluny adonde los hombres dirigían su mirada en busca de guía
espiritual y de inspiración religiosa. Incluso después de que hubieran pasado
sus días álgidos, y su creatividad y la confianza en sus posibilidades
hubieran empezado a decaer, siguió siendo una fuerza poderosa en el mundo
de las políticas eclesiástica y secular del siglo XII.… En el siglo X Cluny
representa la restauración de la vida monástica benedictina.”18
Los cluniacenses magnificaron la vida ascética y se mantuvieron alejados de los
favores seculares. Después del año 962, los emperadores alemanes apoyaron la
reforma de Cluny. El Papa al principio se resistió, si bien el movimiento significaba un
gran respaldo para sus pretensiones hegemónicas. En el año 1049, el emperador
Enrique III nombró como Papa a su primo León IX, que hasta entonces había sido
cluniacense. Éste a su vez, nombró como secretario y asesor a un joven monje
reformista llamado Hildebrando. Estos dos hombres produjeron algunos de los
cambios más importantes en toda la historia de la Iglesia Católica Romana.
Otra orden medieval que siguió la Regla de Benito fue la de los cistercienses.
Citeaux es una aldea de Francia, donde en 1098 se fundó una comunidad religiosa
derivada de los benedictinos, que se ramificó por todo el país y después por España. La
orden fue fundada por Roberto de Molesme, quien con otros monjes disidentes quería
seguir la Regla de Benito, pero querían volver a una vida más simple. Sus ropas eran
blancas con escapulario negro, y su estilo de vida era más ascético que el de otras
órdenes. Se caracterizaron por la pobreza rigurosa, el trabajo manual obligatorio, la
dependencia del obispo y una organización más democrática que la de los
cluniacenses. Buscaron lugares agrestes para establecer sus casas y en muchos lugares
de Europa fueron los primeros en desmontar bosques y drenar pantanos. De este modo,
los cistercienses se convirtieron en los apóstoles agrarios de la colonización interna de
Europa.
C. H. Lawrence: “Citeaux y la orden que surgió de él fueron el resultado de
una misma inquietud que buscaba una forma de vida ascética más sencilla y
recogida y que encontró su expresión en nuevas órdenes durante el siglo XI.
Al igual que otros movimientos similares, comenzó como una reacción
contra las riquezas corporativas, los compromisos mundanos y el ritualismo
litúrgico exacerbado de la tradición monástica carolingia. Los fundadores de
Citeaux se propusieron crear un monasterio en el que quedara restaurada la
prístina observancia. Se inspiraban, de hecho, en un cúmulo de ideas que
eran corrientes en su época. Pero la orden que se desarrolló a partir de sus
esfuerzos eclipsó a todas sus rivales por el vigor de su crecimiento, el
número de sus miembros y el brillo de su reputación.”19
Uno de los cistercienses más famosos fue Bernardo de Clairvaux (1090–1153).
Era de una familia noble de Burgundia, que a los veinticinco años ya era abad de una
casa cisterciense. Fue un hombre muy piadoso que ejerció una gran influencia
reformadora y purificadora en la Iglesia, llegando a tener más poder espiritual que los
papas de su tiempo. Fue fundador de una abadía en Clairvaux, predicó la segunda
cruzada y fue autor de excelentes obras, entre las que se encuentra la letra del famoso
himno: “Oh, rostro ensangrentado.”
Una tercera orden regida por la regla benedictina fue la de los cartujos. Fundada
por Bruno de Colonia, quien se retiró a la vida eremítica en el valle de la Chartreuse
(Cartuja), cerca de Grenoble (1084), con seis compañeros. Fue la más austera de todas
las órdenes religiosas basadas en la Regla de Benito, a la que Bruno le añadió algunas
penitencias rigurosas, como la abstinencia perpetua y el silencio continuo. A causa de
su rigidez y penitencia, se expandieron muy lentamente. Su período de mayor
esplendor fue en el siglo XV.
Órdenes que tomaron como base la Regla de Agustín. Esta regla había sido
primero formulada por Agustín de Hipona para el clero de su diócesis en el norte de
África. De allí que, mayormente, fue seguida por el clero secular más que por el clero
regular. El florecimiento de la vida religiosa había tenido su repercusión en la vida del
clero secular, mediante la renovación de los capítulos catedrales y las parroquias más
importantes. Desde el papa Nicolás II en adelante, los clérigos fueron exhortados a
abrazar este género de vida como el mejor camino para implantar la reforma de la
Iglesia. Estos obispos y sacerdotes abrazaron generalmente la Regla de Agustín, hasta
que con el tiempo llegó a formarse una especie de congregación agustiniana en varios
lugares de Europa.
No obstante, hubo también órdenes regulares que adoptaron la regla agustiniana.
Entre ellos, los premostratenses. La orden fue fundada por Norberto de Xanten, quien
se retiró con cuarenta clérigos al valle de Prémontré, cerca de Laón (Francia), en 1121.
Seguían la Regla de Agustín, pero con influencias de los cistercienses y de las
costumbres de Cluny. Se dedicaban fundamentalmente a la cura de almas y a la
predicación; fueron grandes misioneros en las regiones del Báltico.
Órdenes militares. Estas órdenes fueron, en un sentido, totalmente diferentes de
las órdenes más características del clero regular. Tuvieron su origen en las Cruzadas
como conjunción del espíritu monacal y del espíritu guerrero. Sus miembros eran
laicos que se obligaban, mediante votos, a defender la religión y a proteger a los
peregrinos en Palestina. Como monjes prometían pobreza, castidad y obediencia. Y,
como soldados, prometían su servicio militar. Al perderse la Tierra Santa para la
cristiandad, se trasladaron a Europa, donde se pusieron al servicio de los reyes, pero
conservando su independencia. Su organización era muy centralizada. La autoridad
suprema era el Gran Maestre. Sus miembros se dividían por naciones y lenguas, y
dentro de cada nación, se agrupaban en prioratos.
Algunas de las órdenes militares más famosas fueron las de los Caballeros de San
Juan, la de los Caballeros Templarios y los Caballeros Teutónicos. Los primeros
tomaron su nombre del Hospital de San Juan (hospitalarios), fundado en Jerusalén en
1048 por unos caballeros de Amalfi (Italia) para atender a los enfermos y peregrinos.
Al ser ocupada Jerusalén por Saladino (1187) pasaron a Chipre, más tarde a Rodas, y
finalmente a Malta. En cuanto a los Templarios, la orden fue fundada en 1118 por
Hugo de Payens, Godofredo de San Omer y otros siete caballeros franceses. Residían
sobre las ruinas del Templo en Jerusalén, y de allí su nombre. Fueron grandes
guerreros, que se enriquecieron y adquirieron privilegios excesivos. La orden fue
suprimida a principios del siglo XIV. Los Caballeros Teutónicos tienen su origen en un
hospital militar alemán fundado en San Juan de Acre, durante el asedio de esta ciudad.
Después de tomada la ciudad, se llamó Hospital de los alemanes en Jerusalén (1190).
Los Teutones participaron en el sometimiento de los paganos en Prusia (1238), hasta
que fueron secularizados con el advenimiento del protestantismo.
Órdenes mendicantes. De todas las órdenes medievales, las mendicantes fueron
las que hicieron un aporte reformador y renovador más efectivo. Tuvieron ciertas
características generales en común. Por un lado, se distinguieron por lo que podría
calificarse como un apostolado universal. Las nuevas órdenes mendicantes se
consagraban directamente a la acción apostólica, abrazaban toda clase de ministerios y
se dirigían a todos los países. El monje laico e iletrado se convirtió en un religioso
sacerdote instruido, algunos de ellos preparados en alguna universidad. Los conventos
no se fundaron en la soledad del campo sino dentro de las ciudades, para predicar y
enseñar a la gente.
Segundo, un rasgo notable de estas órdenes fue que se sostuvieron mediante la
mendicidad. La pobreza no fue solo individual sino comunitaria (conventos). Para su
subsistencia, los monjes contaban con su trabajo y con las limosnas mendigadas u
ofrecidas espontáneamente por los fieles. Además, estas órdenes cambiaron la manera
de denominar a sus integrantes. Los miembros de las órdenes mendicantes ya no se
llamaban monjes (alguien que vive solo, solitario) sino que se llamaban hermanos o
frailes.
Otra característica interesante de las órdenes mendicantes medievales tiene que
ver con su forma de organización. Todos los miembros y todos los conventos estaban
sometidos a la autoridad de un jefe supremo llamado superior general, el cual estaba
sometido directamente al Papa. Los mendicantes no eran auxiliares del obispo ni del
clero secular, sino que obedecían sólo al Papa.
En todos los casos, estas órdenes tuvieron una importante influencia espiritual y
moral en el mundo de sus días. Las órdenes mendicantes sirvieron de fuerte estímulo
para la vida espiritual y moral del pueblo en un tiempo de decadencia del clero secular.
Finalmente, fueron organizadas como órdenes laicas, es decir, integradas por personas
no ordenadas al sacerdocio secular. Todas las órdenes mendicantes desarrollaron,
además de una rama de varones y otra de mujeres, una tercera orden para varones y
mujeres en el mundo.
Los frailes
El movimiento de renovación espiritual más importante durante la Edad Media
fue el advenimiento de las órdenes mendicantes, especialmente la de los frailes
dominicos y franciscanos. La gran diferencia entre ellos y los benedictinos fue que no
estaban encerrados en un monasterio, sino que vivían en el mundo y no provenían de
las clases privilegiadas, como ocurría con la mayoría de las monjas y con muchos de
los monjes. Eran pobres o bien identificados con los pobres y estaban dispuestos a
mendigar su pan.
La influencia de los frailes fue inmensa. Al aumentar el comercio y la riqueza, los
castillos medievales se fueron transformando en palacios, y éstos se expandieron
gradualmente hasta llegar a ser ciudades amuralladas. Las ciudades se transformaron
en centros comerciales llenos de mercaderes y artesanos, pero los pobres que vivían en
chozas construidas fuera de los muros de la ciudad, no recibían los beneficios de su
sistema parroquial y de su prosperidad comercial. Eran personas necesitadas de ayuda
y los frailes fueron quienes se la dieron.
C. H. Lawrence: “Las órdenes de frailes mendicantes que aparecieron a
principios del siglo XIII representaban un nuevo punto de partida, una
ruptura radical con la tradición monástica del pasado. Al adoptar una regla
de pobreza corporativa y rehusar aceptar dotaciones o tener propiedades, se
desprendían del impedimento que había sido considerado durante mucho
tiempo como indispensable para cualquier comunidad de monjes organizada.
Pero su rechazo de la propiedad y su dependencia de la mendicidad para su
mantenimiento eran sólo signos externos de un cambio espiritual más
profundo. Las órdenes mendicantes quedaban libres de uno de los principios
básicos del monacato tradicional, al abandonar el aislamiento y la clausura
del claustro, a fin de ocuparse en misiones pastorales activas a favor de la
sociedad de su tiempo. La predicación y la administración de los
sacramentos a la gente eran su razón de ser. El mensaje que transmitían era
distinto también. Ya no había por qué buscar la seguridad de la salvación en
la huida de la colmena humana ni en la adhesión a los cilicios de una
aristocracia espiritual; los que vivían en el mundo, cualquiera que fuese su
condición, podían cumplir las exigencias de la vida cristiana santificando los
monótonos deberes y tareas de su estado; todo lo que necesitaban era
arrepentirse y aceptar el evangelio.”20
Domingo de Guzmán y los dominicos. Domingo de Guzmán (1170–1221) era
español y de familia noble. En 1206 fundó una orden religiosa en Tolosa (Francia)
para luchar contra los herejes albigenses, una secta que combinaba enseñanzas
cristianas con ideas persas. Sus líderes se llamaba “Perfectos” (por eso se los conoce
también como cátaros, del griego “puros”). Eran muy estrictos en su disciplina, en
contraste con el clero relajado e ignorante de la época. La Iglesia quería eliminarlos
por la fuerza, pero Domingo procuró hacerlo por la predicación. Por eso, a sus
seguidores se los conoció también con el nombre de “frailes predicadores,” hasta el día
de hoy.
La orden fue reconocida por el papa Inocencio III en 1206, pero la aprobación
definitiva la concedió el papa Honorio III (1217). La orden se esparció rápidamente, y
en 1277 había cuatrocientas casas. En 1216 se fundó también la orden de las
dominicas, que en el siglo XIV fue reformada por Catalina de Siena (1347–1380).
Hubo también una tercera orden. En 1218 Domingo se entrevistó con Francisco de
Asís en Roma, e introdujo a su orden la pobreza estricta. Los dominicos se destacaron
por el cultivo de las ciencias, en oposición a los franciscanos que inicialmente se
despreocuparon de ellas.
Francisco de Asís y los franciscanos. Francisco de Asís (1181–1226) era hijo de
un rico mercader de telas de Asís (Italia). Era un joven amante de la aventura, que
después de haber caído prisionero y padecer una seria enfermedad cambió
rotundamente su estilo de vida (1206). Abrazó una vida penitente y comenzó a ayudar
a los pobres, leprosos y mendigos. Como consecuencia, su padre lo repudió y
desheredó.
En 1209, junto con once compañeros, que compartían sus ideales de abnegación y
pobreza, fundó una hermandad a la que le dieron el nombre de “Penitentes de Asís,”
que luego cambiaron por el de “Hermanos Menores.” Francisco compuso una
brevísima Regla con frases entresacadas del evangelio y pidió al papa Inocencio III
(1210) su aprobación. El Papa les permitió predicar y seguir viviendo según su Regla,
pero difirió la aprobación hasta que la orden creciese en número. El movimiento siguió
creciendo hasta que, en 1212, una niña de familia noble de nombre Clara fue admitida
a la comunidad. Éste fue el comienzo de una segunda orden franciscana, esta vez para
mujeres, que fueron conocidas como las Pobres Claras o Clarisas. En 1221 comenzó
una tercera orden para hombres y mujeres, que sin abandonar su vida común,
aceptaban seguir los ideales de Francisco.
El papa Honorio III aprobó oficialmente la orden y su Regla en 1223. Los
franciscanos se difundieron con extraordinaria rapidez por toda Europa. A fines del
siglo XIII ya contaban con 1.583 conventos. Como su fundador, los franciscanos se
caracterizaron por su amor a la naturaleza, la música, la bondad de espíritu y el celo
misionero. Francisco fue canonizado a los dos años de su muerte en 1228, por el papa
Gregorio IX, quien comisionó al fraile Tomás de Celano a escribir su vida.
Tomás de Celano: “… [Francisco] preparó su caballo, lo montó y tomando
con él ropas escarlatas [del inventario de su padre] para vender, arribó
apurado a la ciudad llamada Foligno. Allí, como mercader exitoso, vendió
como de costumbre toda la mercadería que había traído, luego obtuvo un
precio por el caballo que había estado cabalgando, y lo dejó. Así, habiendo
dejado a un lado sus cargas, regresó, meditando con una mente devota qué
hacer con el dinero. Pronto, de una manera maravillosa, se volvió
completamente a la obra de Dios, y sintiendo que llevar ese dinero incluso
por una hora lo único que haría sería oprimirlo, se apuró por deshacerse de
él, considerando a todas sus ganancias como mucha arena. Y mientras estaba
regresando a Asís, encontró junto al camino una iglesia que había sido
construida hacía tiempo en honor de San Damián, pero que estaba en peligro
de colapsar pronto debido a su antigüedad. Cuando el nuevo caballero de
Cristo vino a ella fue movido con compasión por tal necesidad, y entró con
respeto y reverencia. Encontrando allí a un sacerdote pobre, besó sus manos
con gran fe, le ofreció el dinero que estaba llevando y le explicó, en orden,
sus planes. El sacerdote se sorprendió y, preguntándose por ese repentino
cambio de circunstancias, se rehusaba a creer lo que oía. Y en razón de que
pensaba que [Francisco] se estaba burlando de él, no quería tomar el dinero
ofrecido—porque casi el día anterior, por así decirlo, él había visto a
Francisco vivir disolutamente entre sus parientes y conocidos y
sobrepasando a los demás en necedad. Pero con obstinada persistencia
Francisco continuó tratando de ganar crédito para sus palabras, rogando y
encarecidamente suplicando al sacerdote que le permitiese estar con él por
amor al Señor. Al fin el sacerdote estuvo de acuerdo con esto, pero no
tomaría el dinero por temor a los padres de Francisco; y el verdadero
despreciador del dinero entonces lo echó sobre una mesilla de ventana,
considerándolo poco menos que polvo. Porque él anhelaba poseer sabiduría,
que es mejor que el oro, y obtener prudencia, que es más preciosa que la
plata.”21
Comparación entre dominicos y franciscanos. Las dos órdenes tenían una
organización muy similar. Tenían áreas de trabajo divididas en provincias, cada una
bajo una cabeza. Cada una de estas órdenes tenía una segunda orden para mujeres y
una tercera para laicos de ambos sexos que aceptaban sus ideales. No obstante, los
religiosos eran diferentes. Los dominicos enfatizaban la erudición como salvaguarda
contra la herejía, mientras que los franciscanos temían la erudición pensando que podía
pervertir a los hermanos.
Las dos órdenes crecieron estrechamente relacionadas. Los dominicos aceptaron
la pobreza como virtud y un estilo de vida mendicante, y los franciscanos comenzaron
a preparar mejor a sus frailes. Cuando comenzaron las universidades, ambas órdenes
trabajaron entre los jóvenes estudiantes. De ellas salieron algunos de los grandes
eruditos medievales como Alberto Magno y Tomás de Aquino, que eran dominicos; y
Roberto Grosseteste, que era franciscano.
Además, las dos órdenes fueron misioneras. Si bien Francisco no fue un cruzado,
pertenecía a la edad de la caballería y “tomó su cruz” para intentar salvar el Santo
Sepulcro. En 1219, durante la quinta Cruzada, cruzó desarmado las líneas musulmanas
y se presentó ante el sultán de Egipto, a quien le predicó el evangelio. En 1221
franciscanos y dominicos aceptaron oficialmente su vocación de “ir por todo el
mundo” predicando. Los dominicos, reunidos en Bologna, aceptaron Marcos 16:15
como palabras dirigidas específicamente a ellos y fueron a misionar a Europa oriental
y el Cercano Oriente. Francisco incorporó el mandato misionero en la Regla de su
orden.
El español Raimundo Lulio (1235–1315) estuvo en estrecho contacto con ambas
órdenes de frailes, pero después de una juventud muy disipada, tomó el hábito
franciscano y se dedicó a la conversión de los musulmanes. A tal efecto, hizo tres
viajes misioneros al norte de África. Según él, la Cruzada más efectiva era convertir a
los musulmanes a Cristo mediante la persuasión, pues si esto ocurría iba a ser mucho
más fácil convertir al resto del mundo. Lulio comenzó a educarse después de su
conversión, y llegó a ser un teólogo de renombre y el estratega misionero más grande
desde Gregorio I. Según él, la obra misionera requería de tres medios: el dominio del
idioma del pueblo que se quería alcanzar (él mismo fue un lingüista notable); erudición
y la elaboración de argumentos convincentes para compeler a los no cristianos a
aceptar la fe (él escribió varios libros sobre diversos temas); y, el testimonio de vida
con la disposición de morir por la fe (en sus tres viajes al norte de África sufrió arresto
y expulsión). En su tercer viaje, terminó martirizado por lapidación en Túnez, en 1315,
cuando tenía ochenta años.
En estas misiones de los frailes encontramos un ejemplo de la devoción religiosa
reavivada, que se expresaba en la vida monástica y en el retorno a la tarea central de la
Iglesia: la evangelización del mundo. La oportunidad para estas misiones se cerró
después del 1350 cuando el islamismo cerró las puertas en Asia Central y comenzó el
segundo gran retroceso del cristianismo.
Otras órdenes mendicantes. Hay otras dos órdenes mendicantes de importancia:
los carmelitas y los mercedarios. El origen de los primeros se remonta a 1163, cuando
existía en el monte Carmelo, en Palestina, una capilla junto a la gruta de Elías. La
comunidad eremita que allí se desarrolló seguía una regla dada por el patriarca Alberto
de Jerusalén (1208). Más tarde (1226) fueron aprobados por el papa Honorio III.
Debido a la oposición de los musulmanes, estos eremitas del monte Carmelo se
trasladaron a Chipre (1238), después a Mesina (1247) y desde aquí se extendieron por
toda Europa.
Los mercedarios fueron fundados por el francés Pedro Nolasco (1189–1256) con
el apoyo del español Raimundo de Peñafort (1180–1275), como una asociación
piadosa de laicos para liberar a los cautivos cristianos durante las Cruzadas (1222). El
rey Jaime I de Aragón los transformó en una orden militar para reprimir a los
albigenses, y como tal fue aprobada por el papa Gregorio IX (1235). Más tarde (1318),
volvieron a adquirir un carácter estrictamente religioso.
Fundaciones eclesiásticas femeninas. A la vez que surgieron las órdenes
monásticas masculinas, surgieron también los nuevos monasterios para mujeres,
aunque su número fue mucho menor. En Francia el renacimiento monástico
cluniacense había avivado las viejas fundaciones benedictinas de mujeres. Hubo una
gran orientación hacia el cuidado de leprosos, huérfanos y otros menesterosos. El
misticismo cisterciense suscitó la aparición de varias sabias exponentes entre las
monjas cistercienses. Pero fue en el benedictinismo tradicional que las religiosas del
siglo XII encontraron su más elocuente portavoz. Hildegarda de Bingen (1098–1179),
abadesa alemana, usó el género literario de las visiones para detallar en su libro,
Scivias (Para que entiendas) veintiséis reflexiones sobre las relaciones entre Dios y la
humanidad y el buen ordenamiento de la vida cristiana. También escribió dos vidas de
santos, dos libros de medicina e historia natural, cincuenta homilías alegóricas, una
obra edificante de teatro, numerosas cartas a personalidades de su época, himnos y
cánticos. A través de sus obras, Hildegarda tuvo una enorme influencia sobre el
desarrollo de la espiritualidad femenina en Flandes y Renania en el siglo XIII.22
Otra mujer notable fue Catalina de Siena (1347–1380), una dominica terciaria que
a los siete años tuvo una visión y dedicó a Cristo su virginidad. A través de sus cartas y
diversas gestiones procuró ayudar al papado a resolver los problemas del Cautiverio
Babilónico y del Gran Cisma de Occidente. La mayor parte de sus esfuerzos estuvieron
dedicados a luchar por la unidad de la Iglesia. Además de numerosas cartas a papas y
reyes, Catalina fue la autora de cuatro tratados bajo el título de Diálogo.

LA VIDA DE LA IGLESIA MEDIEVAL


Muchos historiadores denominan al período entre los años 500 al 1500 con el
nombre de “Edad Media,” porque está entre la decadencia de la civilización romana y
el Renacimiento. En estos mil años, las características de la vida de la Iglesia fueron
singulares. Muchos de los elementos que se han perpetuado hasta nuestros días tanto
en la Iglesia Romana como en la Iglesia Griega, tuvieron en estos siglos su período
formativo. Fue especialmente durante la alta Edad Media que se dieron las condiciones
históricas para definir al período de 950 a 1350 como un tiempo de resurgimiento y
progreso para la cristiandad. Entre los factores a mencionar, se destacan los siguientes.
Primero, prácticamente toda actividad intelectual y artística a lo largo de estos
siglos estuvo asociada con la vida de los monasterios. Segundo, el complejo de un
monasterio era como un pequeño pueblo que, además de los monjes (clero regular) y a
veces a miembros del clero secular (obispos y sacerdotes) daba alojamiento a cientos
de otras personas. Los monjes recibían tras sus muros a obreros de todo tipo, niños
pobres y huérfanos, viajeros y peregrinos, y todo esto sin cargo alguno. En razón de
que se requería de todo sacerdote que diera misa una vez al día, los templos de los
monasterios necesitaban de muchos altares. En razón de que el templo servía a la
comunidad monástica más que a personas fuera de ella, había generalmente un ápside
tanto al este como al oeste al final de la nave principal, mientras que las entradas al
templo daban a los claustros o a otras partes del complejo del monasterio.
Tercero, este fue un período de veneración de reliquias y de peregrinajes a
santuarios. Todo el culto a los mártires representaba una renovación de la pasión y
resurrección de Cristo. Con el paso del tiempo, las reliquias de los santos llegaron a
asumir más importancia que la emulación de sus vidas. Se desenterraron cuerpos, se
los desmembró, dividió en pedazos, se peleó por el dedo de uno o un diente de otro, e
incluso se robaban las reliquias y se organizó un lucrativo negocio alrededor de ellas y
los relicarios. Ningún precio parecía ser demasiado alto por una reliquia, fuese
auténtica o espuria, especialmente si tenía fama de milagrosa. Toda la cristiandad
parecía tener como meta tomar el cayado del peregrino e ir a pie a visitar los santuarios
más sagrados, como Santiago de Compostela en España (la tumba de Santiago), Roma
(la tumba de Pedro), y por supuesto, Jerusalén (la ciudad sagrada). A lo largo de estas
rutas de peregrinaje se ubicaban los monasterios más grandes, con los templos más
monumentales y las reliquias más “auténticas.” Cuarto, estos templos majestuosos
fueron construidos a lo largo de muchos años, a veces más de un siglo. Cuando el
arquitecto original moría y otro era designado, éste generalmente cambiaba el proyecto
para adecuarlo a un estilo más moderno. Esto explica por qué en muchas de estas
construcciones se ve una mezcla de estilos (como el románico y el gótico).23
El clero
La preparación del clero. Desde el siglo VI casi cesó todo tipo de educación en
Europa occidental. Las escuelas fueron cerradas y los maestros esparcidos como
consecuencia de las invasiones. Algunas pocas familias que valoraban el saber
conservaron libros y transmitieron conocimientos a sus hijos. Debe tenerse presente
que para el siglo VIII una biblioteca que tuviera cien libros era un centro educativo
destacado. Además, se necesitaba de un año entero para producir un manuscrito de
primera clase de la Biblia. Las principales abadías se transformaron en centros de
instrucción, pero el programa era limitado y el propósito intelectual humilde.
La preparación ministerial comenzaba con las primeras letras en la infancia. Una
familia devota decidía, a menudo por sugerencia de un sacerdote, dedicar uno de sus
hijos a la Iglesia. Lo dejaban en manos del obispo para que lo criara en su casa, donde
vivía y trabajaba y se educaba para el clero. Otros niños eran dejados con un abad y
eran educados como monjes. Aprendían latín, la liturgia (canto y recitado) y el
calendario eclesiástico. De todos modos, el clero era muy ignorante y, salvo en los
monasterios, no se ponía ningún énfasis en su preparación académica.
Los deberes del clero. Por estar un poco mejor preparado que sus feligreses, el
sacerdote era un líder de la comunidad en que vivía. Actuaba como pacificador en las
disputas, consejero y director de procesiones y dramatizaciones religiosas. El sacerdote
debía enseñar a sus feligreses el Padre Nuestro, el Credo, los Diez Mandamientos y el
significado de los sacramentos. No era necesario que supiera latín, pero sí el orden de
la liturgia y que pudiera participar en ella.
Su tarea principal, no obstante, era el ministerio de la Palabra y la administración
de los sacramentos. El sermón sólo se impartía cuando venía un obispo y era en lengua
vernácula. La confesión se tomaba frente al altar y el bautismo se realizaba
sumergiendo a los infantes en una fuente y ungiéndolos con aceite en sus frentes. La
confirmación se hacía a edad temprana ante un obispo y los matrimonios se celebraban
con una ceremonia breve en la puerta de los templos. Además, el sacerdote debía
visitar a los enfermos y moribundos con el viaticum (provisión para el viaje, la
muerte), y promover de toda manera posible la acción social cristiana. Los obispos
debían dedicar parte de sus ingresos a los pobres, y desde el siglo IX, se establecieron
casas para pobres cerca de las catedrales.
El celibato del clero. La práctica de requerir al clero que permanezca sin casarse y
se consagre a la pureza personal en pensamiento y obra se remonta a tiempos
anteriores a la Edad Media. No obstante, fue en Oriente durante los siglos VI y VII que
se aprobaron leyes que prohibían el casamiento de los obispos. En Occidente, el
celibato se tornó en una obligación canónica a través de decretos papales y de concilios
regionales. Durante los siglos IX y X, el celibato cayó casi en el olvido y muchos
eclesiásticos estaban casados o vivían en concubinato. Pero con las reformas de
Gregorio VII en el siglo XI volvió a ser impuesto de manera obligatoria para todos los
niveles del clero. A pesar de este nuevo espíritu ascético, continuó habiendo una
considerable distancia entre la teoría y la práctica respecto a este requisito. Una y otra
vez, los decretos papales y las resoluciones de sínodos y concilios a lo largo de la Edad
Media tuvieron que insistir sobre la sujeción del clero a esta demanda.
El culto
El idioma eclesiástico. Correctamente se llama a la Iglesia de Occidente, Iglesia
Latina, ya que su Biblia y su liturgia se encontraban en latín. Cuando los pueblos
germanos introdujeron sus dialectos después de las invasiones, el latín se conservó
como el idioma de la Iglesia y de la literatura, y se perdió como lengua hablada. Ya
para mediados del siglo X era costumbre escribir una traducción palabra por palabra
sobre el texto en latín, para ayudar al lector a explicar lo que leía a la congregación.
Los idiomas de los diferentes países europeos, muchos de ellos derivados del latín,
tuvieron que esperar bastante tiempo antes de vencer a la lengua madre, justamente
porque no se los consideraba “literarios.” Los que querían leer debían aprender latín.
Los cristianos bizantinos eran griegos tanto en su idioma como en sus
costumbres. El griego era el idioma original de buena parte del cristianismo, y este
idioma no murió, si bien fue transformado. La Biblia y la liturgia bizantinas estaban
escritas en un griego menos evolucionado, pero no había problemas en entenderlo. No
obstante, fue en el Este donde se produjo la mayor parte de las primeras traducciones
de los escritos cristianos. En el caso de la Iglesia de Oriente, cuya lengua religiosa era
el siríaco, también produjo numerosas traducciones según la necesidad, si bien el
siríaco continuó siendo la lengua preferida para la liturgia.
Las devociones. A lo largo de toda la Edad Media se desarrolló la mayor parte de
las devociones que todavía hoy caracterizan al catolicismo romano. Ya en el siglo XII,
el afán de los fieles de contemplar la forma consagrada del pan y del vino de la
eucaristía dio lugar al rito de la elevación en la misa, primero sólo de la hostia y luego
también del cáliz. La devoción culminó en la instauración de la fiesta del Corpus
Christi en el siglo XIII. En general, las grandes devociones de la piedad católica
romana deben mucho a la escolástica, la cual creó algunas nuevas y permitió el
desenvolvimiento de otras. Surge una “devoción” cuando a una cosa concreta
procedente del campo de la fe, sea un misterio o una persona, se le hace objeto de una
veneración especial.24 Algunas de las devociones más populares durante este período
fueron: la conmemoración de los Fieles Difuntos (fomentada por los cluniacenses); la
devoción al Niño Jesús (desarrollada por los franciscanos), a la Virgen María, a San
José, a la Sagrada Familia, a la Pasión de Cristo (franciscanos), a las cinco llagas, al
Sagrado Corazón de Jesús, y a la Madre Dolorosa, entre otras.
Mientras en las universidades los intelectuales hacían un balance entre la fe y la
razón, y elaboraban un ideario cristiano práctico para la política, la ética pública y el
ordenamiento social, en las ciudades de Italia y de Flandes se cuajaba en el siglo XIII
una espiritualidad popular que se expresaba en prácticas devocionales como el rezo del
Rosario (difundido por los carmelitas en ese siglo), el uso del Breviario, la práctica del
Vía Crucis, la contemplación de Jesús en la Pasión, y la elaboración navideña de los
nacimientos o pesebres (cuya introducción se atribuye a Francisco de Asís). Un arte
popular, que encontraba patronos en las clases medias urbanas y en sus iglesias y
cofradías, favorecía la iconografía del Jesús sufriente en la cruz y de la Madonna (la
Virgen María) con el Niño en brazos, más asequibles e identificados con la
cotidianidad humana que los grandes personajes hieráticos del arte derivado de
Bizancio. Desprendidos de su trasfondo dorado bizantino, que simbolizaba la
eternidad, los personajes sagrados adquirían naturalidad y expresaban emociones en un
naciente marco humano de paisajes agrarios o urbanos. En el siglo XIV esta
transformación iconográfica llevaría a la pintura de Giotto y de Duccio, y a las
primeras grandes creaciones del arte renacentista italiano.
Las reliquias. El culto de las reliquias fue sumamente popular. Las reliquias se
convirtieron en el factor individual más importante de la devoción cristiana. Se creía
que los santos se comunicaban con el mundo a través del contacto con sus restos
terrenales, cualesquiera que éstos fuesen. Las reliquias irradiaban cierta forma de
energía y podían producir milagros, con lo cual, para la gente común, se transformaron
en el aspecto más importante de su religión. Además, en esta creencia, el laicado y el
clero estaban en el mismo nivel. Las reliquias funcionaban como defensa contra el
hambre, el sufrimiento y las acechanzas de los demonios. Eran indispensables para
decir misa y estaban agregadas al altar colocadas dentro de suntuosos relicarios.
Representaban un papel fundamental en el sistema judicial, en relación con los
juramentos y los debates judiciales. Los reyes las portaban en combate para obtener la
victoria. Las peregrinaciones a los lugares en que se guardaban reliquias importantes
se convirtieron en el motivo principal de los viajes realizados durante más de mil años
y determinaron la estructura de las comunicaciones e incluso la forma de la economía
de muchas regiones.
En torno a ciertas reliquias, estimadas como mucho más valiosas que todos los
metales preciosos, se desarrollaron ciudades, ferias regionales y nacionales, y se activó
un comercio notable. Una parte enorme de los activos de la sociedad estaba invertida
en las reliquias y en los preciosos engastes y decoraciones de los relicarios. Era un
modo de guardar con seguridad el dinero. Una buena colección de reliquias atraía a
peregrinos y, por lo tanto, riqueza a una abadía o catedral. Los reyes formaban
colecciones importantes para aumentar su poder y prestigio. El problema detrás de tal
valoración de las reliquias es que altos dignatarios de la Iglesia y del Estado no sólo las
compraban y vendían, sino que llegaron a justificar el robo y la piratería con tal de
obtenerlas.
Los santuarios. A partir del siglo XI se percibe en Europa occidental una
creciente movilidad. Lo que llama la atención en este período es ver cómo grandes
grupos humanos se ponen en movimiento, bien para colonizar la frontera interior de
cada región, o para expandir el marco de Europa occidental a expensas de los vecinos
musulmanes, eslavos o bizantinos. También los individuos se desprenden de sus
ataduras familiares y étnicas, y emprenden viajes, peregrinaciones, mudanzas de
trabajo y de condición social. La relativa saturación demográfica de zonas de antiguo
cultivo resultaba en la redundancia de mano de obra y en un acicate para que personas
individuales buscaran alternativas. La antigua modalidad religiosa de la peregrinación
desarrolló nuevos itinerarios, según nuevas zonas que se fueron incorporando a la red
de prácticas e inquietudes devocionales. Además de los antiguos lugares de
peregrinación, como Jerusalén y Roma, otros santuarios se hicieron populares, tales
como Santiago de Compostela en la península ibérica.25
El descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago el Mayor, en Compostela
(Galicia), a principios del siglo IX, fue un acontecimiento de extraordinaria
trascendencia para la vida política, cultural y religiosa de España. Por un lado, le dio a
los cristianos españoles, tanto a los que vivían en las tierras reconquistadas de los
moros como a los que residían en tierras de árabes, un santuario, objeto de constantes
peregrinaciones, que venía a ser para la cristiandad como una Anti-Meca. Por otro
lado, puso a la España cristiana, a través del llamado Camino Francés, en continua
comunicación con los otros pueblos cristianos europeos, los cuales, desde el primer
momento de este descubrimiento del sepulcro del Apóstol, acudieron a él en
peregrinación, con lo que se terminó el aislamiento en que había vivido España, con
respecto al resto de Europa en el siglo VIII.26 En este sentido, los santuarios se
transformaron en verdaderos centros de intercambio cultural y la peregrinación a los
mismos abrió el camino para las comunicaciones en Europa occidental.
La Biblia. Tanto para la celebración litúrgica (la oración pública, la eucaristía,
etc.) como para la meditación personal, el conocimiento íntimo de la Biblia era
imprescindible para el monje y el clero secular. Desde los comienzos del monasticismo
benedictino los comentarios bíblicos de los Padres de la Iglesia tuvieron un lugar
prominente en las bibliotecas de las abadías. Estos comentarios tendían a seguir los
modelos de la escuela de Alejandría, en que los pasajes bíblicos y los versos
individuales eran explicados alegóricamente. De esta manera el monje que estaba
cantando un salmo en el coro o que estaba escuchando la lectura de un segmento de un
libro de los profetas podía reflexionar sobre el sentido cristológico, moral, escatológico
o eclesiológico del texto bajo su consideración.
La enseñanza de la Biblia en las escuelas monásticas seguía ese patrón.27 El texto
se glosaba, tanto por escrito como oralmente, con los comentarios de Agustín de
Hipona, Jerónimo, Gregorio, Beda el Venerable o alguna de las otras autoridades del
pasado. El propósito del estudio bíblico era reforzar la oración.28
Los templos
Durante la Edad Media, todas las expresiones del arte—especialmente la
arquitectura—fueron expresión de un profundo espíritu religioso. En los primeros
siglos del medioevo, las manifestaciones artísticas y arquitectónicas estuvieron
refrenadas por la inestabilidad política y social que siguió a la caída el Imperio
Romano. Pero a partir del siglo XI, cuando los bárbaros ya estaban más asentados y la
Iglesia contaba con mayor poder y riquezas, el arte y la arquitectura se liberaron.
Entonces comienzan a desbordar muchos de los conocimientos técnicos de la
antigüedad y se ponen al servicio del cristianismo.
La construcción eclesiástica. En los tiempos neotestamentarios, como vimos, la
Iglesia carecía de edificios destinados al culto. Durante mucho tiempo los cristianos se
congregaron en casas particulares. La arquitectura era una de las artes en la que los
romanos sobresalieron. Al caer el Imperio Romano, decayó también la arquitectura
monumental, pero su técnica sobrevivió y se aplicó a la construcción de templos y
monasterios cristianos. La arquitectura y el arte medieval tuvieron un carácter
eminentemente religioso. Los monasterios fueron una expresión plástica de la
intensidad de la devoción y fe cristianas. La vida retraída de los monjes requería
edificios apropiados a la convivencia de colectividades numerosas. El edificio estaba
separado del exterior por altos muros y todas las dependencias daban a un patio interno
descubierto, llamado claustro (del latín, lugar cerrado). A partir del siglo XI estos
edificios fueron espléndidos.
El románico. La celebración del culto exigió la construcción de grandes recintos
para albergar a un gran número de participantes. Los primeros templos cristianos
adoptaron las formas arquitectónicas de las antiguas basílicas romanas, cuya planta
rectangular fue evolucionando poco a poco hasta tomar la forma de una cruz. El portal
de entrada daba acceso a un recinto con dos filas de columnas, que lo dividían en tres
naves. La nave central terminaba en un espacio llamado ábside (del griego apsis,
bóveda), con un muro semicircular techado con una bóveda semiesférica, donde estaba
el altar y el coro. La nave transversal se llamaba crucero y los brazos de la cruz latina
que se formaba eran los transeptos. Los muros estaban edificados en ladrillo o piedra,
pero utilizando el arco de medio punto romano para darle fuerza y así poder abrir una
línea de pequeñas ventanas justo debajo del techo, que era de madera y tejas. De los
techos a dos aguas sobresalían los campanarios y, en algunos casos, una cúpula que, al
prolongar la elevación del edificio, restaban pesadez al conjunto.
El románico fue el estilo arquitectónico que predominó entre los siglos XI y XII.
El aspecto exterior de estos templos era sencillo, pero a su vez sólido y macizo. La
escultura y la pintura estuvieron al servicio de la arquitectura, y fueron fruto de
influencias orientales. El interior estaba poco iluminado, pero los muros estaban
decorados con escenas religiosas pintadas al fresco, en colores muy brillantes, al estilo
de las pinturas bizantinas. A lo largo de toda la Edad Media, el templo cristiano fue el
edificio más importante en cualquier comunidad y el centro de su vida civil y religiosa.
La gente se sentía orgullosa de su templo, al que concurría con mucha frecuencia no
sólo por cuestiones religiosas.
El gótico. Hacia mediados del siglo XII se produce en la vida europea medieval
un renacer que se expresó en la construcción de templos monumentales. Este despertar
arquitectónico duró algo más de tres siglos, en los cuales se levantaron cientos de
edificios eclesiásticos en toda Europa, con un estilo monumental y agresivo: el gótico.
Los logros obtenidos entre 1150 y 1450 son un misterio y una maravilla. El gótico se
caracteriza por el uso del arco quebrado u ojival, mucho más resistente que el arco de
medio punto, lo cual permitió aligerar las columnas, elevar las paredes y abrir en ellas
grandes ventanas. La bóveda está formada por cuatro semiarcos ojivales que se cruzan
(bóvedas de crucería), y no descansa totalmente sobre las columnas sino que su peso se
transmite en forma oblicua a los arbotantes, arcos de piedra que, a su vez, se apoyan
sobre los contrafuertes más macizos. Con esto se resolvió el problema del equilibrio de
las bóvedas y de la iluminación de las naves.
A pesar de estar construidos totalmente en piedra, los templos góticos no parecen
estructuras “pesadas” en razón de su altura, las nervaduras de sus columnas, las
bóvedas de crucería que parecen apuntar al cielo y la enormidad de sus ventanales
cubiertos con vitrales de múltiples colores (vitraux). A diferencia del templo románico,
macizo y fuerte, el templo gótico provoca, sobre todo, una sensación de gracia y de
ligereza. La altura del edificio, coronado por techos muy inclinados de doble
pendiente, de los que sobresalen elevados campanarios terminados por finas agujas de
piedra, contribuye a confirmar la sensación de verticalidad y de penetración en el
espacio que deja la catedral gótica. Toda la estructura parece estar disparada hacia el
cielo y expresa el ideal espiritual de la época: un profundo sentido de trascendencia y
las aspiraciones de una nueva clase social en ascenso.
Hubo tres condiciones que hicieron posible el surgimiento de una arquitectura y
un arte tan sofisticados y monumentales. Primero, la alta Edad Media fue un tiempo de
relativa paz. Los saqueos de los piratas normandos terminaron hacia el año 1000 y esto
permitió el surgimiento de Estados organizados (Francia y Alemania), que al tener una
mayor fuerza central pudieron terminar también con las guerras y el desorden feudal.
Segundo, se contó con una mayor riqueza. El crecimiento del comercio trajo aparejado
el desarrollo de las ciudades, y con ellas, el deseo de lograr algo más que la mera
satisfacción de las necesidades elementales. Y, tercero, se contó con nuevos recursos
técnicos. Se desarrollaron nuevas técnicas arquitectónicas y se mejoraron los estilos.
Esto permitió levantar edificios monumentales y de estructura complicada como son
las catedrales góticas.
José Luis Romero: “Un sentimiento místico predominaba en la concepción
de las vigorosas flechas de piedra erigidas hacia el cielo, como símbolo de la
aspiración ultraterrena del hombre; pero no reflejaba menos su construcción
un intenso sentimiento de orgullo y poderío ciudadano, visible a través de la
riqueza invertida y del esfuerzo consagrado a construir un monumento
insuperable y que testimoniara la gloria de cada ciudad frente a su vecina.”29
Las catedrales. Una persona imbuida con la actitud escolástica contemplaba el
modo de presentación arquitectónica de la misma manera que contemplaba el modo de
presentación literaria. Para un escolástico de la alta Edad Media ambas expresiones se
concebían desde el punto de vista de una manifestatio, una manifestación de fe. Tal
persona hubiera dado por sentado que el propósito principal de los muchos elementos
que componen una catedral era asegurar la estabilidad, igual que tomaría por contado
que el propósito principal de los muchos elementos que constituyen una summa era
asegurar la validez o verdad de la fe.30
Para autores como Panofsky, tanto la catedral como la summa pretendían
representar la totalidad de lo conocido dentro de un ordenamiento cristiano de la
realidad.31 Un aspecto interesante de la homología de Panofsky es la progresiva
divisibilidad de los elementos arquitectónicos y conceptuales en las catedrales y en las
summae. Todas las partes que se encuentran en el mismo “nivel lógico” comparten una
relativa uniformidad, que le brinda tanto a la catedral como a la summa escolástica un
aspecto simétrico, en el que el balance y el orden producen agrado a la vez que le dan
peso al conjunto.32 La organización formal de los edificios góticos refleja una unidad
de propósito afín a la de los autores de las grandes summae teológicas escolásticas de
la época.
Fernando Picó: “La construcción de las catedrales góticas supuso una
racionalización de las rentas de los cabildos catedralicios, ya que fueron las
corporaciones eclesiásticas las que por lo general asumieron la
responsabilidad de la construcción.… En el esfuerzo por asegurar suficientes
ingresos para la construcción, los cabildos recibieron la cooperación de la
aristocracia regional y el nuevo patriciado urbano. Pero también los gremios
artesanales dieron una mano.”33
El esplendor de los oficios religiosos aumentó paulatinamente a medida que se
construyeron magníficas catedrales e iglesias en las ciudades de Europa occidental. La
música, las pinturas, el incienso y las riquísimas vestiduras contribuyeron a la
impresionante celebración de la misa. La dramaturgia moderna tuvo su origen en las
representaciones de escenas bíblicas y de vidas de santos—los llamados autos. Estos
autos dramáticos se representaban en ocasión de las grandes festividades de la Iglesia,
a menudo en las escalinatas de los mismos templos.
La catedral vino a ser el centro social de la vida urbana. Desde los maitines a la
medianoche o el alba hasta el canto de completas por la noche, el canto de las horas del
oficio divino en la catedral continuamente convocaba a los fieles a sus servicios. Las
grandes misas solemnes y la multitud de misas en las capillas laterales mantenían al
templo en ebullición. Los peregrinos acudían a venerar las reliquias de los santos
memorables de la localidad, y pernoctaban en la Casa de Dios, el hospicio que solía
estar situado al lado de la catedral, y que hacía también las veces de hospital y asilo.
La escuela de cantores practicaba en los claustros. En aquellos sitios donde todavía se
mantenían vigentes las escuelas catedralicias acudían jóvenes de toda la diócesis a
estudiar.
El derecho eclesiástico
Un importante progreso realizado por la Iglesia en el siglo XII fue la creación de
una ciencia del derecho eclesiástico. Durante la temprana Edad Media, se habían
formado colecciones de usos y tradiciones y decretos papales llamados “Decretales.”
Estas recopilaciones fueron obra de iglesias particulares o también de personas
privadas, pero todas tienen más o menos un tronco común. Las colecciones jurídicas
aumentaron en número a partir del siglo X.
El fundador propiamente dicho del derecho canónico como ciencia es Graciano,
residente de Bologna en las primeras décadas del siglo XII, quien elaboró un texto,
conocido como el Decreto o Concordia discordantium canonum (Concordia de los
cánones discordantes), escrita en 1140. En esta obra, Graciano no se limita a dar una
colección de decretos, sino que además hace de ellos un estudio sistemático. Su trabajo
rápidamente asumió una importancia vital en la enseñanza de la ley canónica.
Organizado temáticamente alrededor de las grandes cuestiones de la ley eclesiástica, el
Decreto yuxtaponía las opiniones encontradas donde quiera que surgieran e invitaba al
análisis sistemático de ellas, para indagar si se trataba de un principio universal o una
excepción, de una norma basada en derecho positivo o en otra base. El rápido éxito del
Decreto puede medirse por el número de manuscritos que sobreviven y las muchas
adiciones e interpolaciones que se le hicieron.
Fernando Picó: “Con el Decreto el derecho canónico tuvo un instrumento
pedagógico que facilitó y popularizó su enseñanza. Pronto surgieron los
decretistas, o comentaristas del Decreto. Eventualmente a éstos se añadieron
los decretalistas, o comentaristas de las decretales o cartas papales
difundidas para resolver algún punto de la ley. La variedad y el número de
estos maestros muestra el vigor de la disciplina para finales del siglo XII.”34
La primera codificación oficial del derecho canónico fue iniciativa del papa
Gregorio IX. Por encargo de este Papa, el dominico Raimundo de Peñafort publicó en
1234 cinco libros de decretales. A ellos vino a añadirse en 1298 un sexto libro de
Bonifacio VIII, y luego dos libros de constituciones de Clemente V (1314) y Juan
XXII (1317). Estas obras fueron completadas en los siglos XIV y XV.

EL ESCOLASTICISMO Y LAS UNIVERSIDADES


El escolasticismo
Surgimiento. Entre los años 1050 y 1250 se dio un resurgimiento en la vida
intelectual que produjo una sucesión de grandes teólogos. Se los llamó escolásticos
porque pertenecían a las “escuelas” o colegios que florecían en los monasterios y
especialmente en las catedrales. Poco antes del 1200, algunos de estos centros
(escuelas abaciales y catedralicias) se transformaron en universidades. El elemento
cristiano impregnaba no sólo los libros que se leían, sino todos los elementos de la
cultura. No había una educación secular, con lo cual la cristiandad no fue sólo un
vehículo de cultura, sino que se convirtió en cultura.
Por otro lado, durante estos años se dio una multiplicación de textos traídos por
los cruzados a Europa vía España, que fueron traducidos y circulados profusamente.
Una de las instituciones culturales más representativas de este período en España—que
se inició con Fernando I de Castilla y se cerró al subir al trono de León, Fernando III el
Santo (1035 a 1230)—es la Escuela de Traductores de Toledo. Esta escuela dejó una
honda influencia en la cultura española y en la europea en general y marcó un hito de
gran significación histórica en la evolución cultural de España. Fue un obispo francés,
Raimundo de Peñafort (1125–1151), el que, recogiendo la inquietud cultural de su
época, fomentada por la orden de Cluny en España, fundó en Toledo la primera
escuela de traductores. Aquí se tradujeron las obras árabes, primero las científicas
(medicina, astronomía y matemáticas) y luego las de filosofía.35
William H. McNeill: “La recuperación de la obra aristotélica completa y la
disponibilidad de los comentarios musulmanes sobre ella ejercieron una
tremenda influencia sobre los teólogos occidentales durante la segunda mitad
del siglo XII. Al principio, las autoridades eclesiásticas intentaron prohibir el
estudio de Aristóteles, temiendo que su paganismo corrompiera el espíritu de
los estudiantes, pero su tentativa fracasó. Al contrario, muchos pensadores se
dedicaron a la tarea de acomodar a Aristóteles y al resto de la sabiduría
griega y árabe dentro del marco cristiano. Sus esfuerzos dieron por fruto la
filosofía escolástica, llamada así porque era propuesta y estudiada en las
escuelas, es decir, universidades.”36
Características. El escolasticismo representa a las tendencias filosóficas,
científicas y teológicas dominantes de la alta Edad Media. El escolasticismo era una
manera de ver el mundo y las relaciones del ser humano con Dios. Como tal,
representaba tanto un método de enseñanza y de aproximación a los problemas, como
un contenido específico. No se procuraba una exploración creadora de la doctrina
cristiana, porque ésta estaba cerrada. Esta convicción surgía de la idea de que la obra
ya había sido ejecutada y de cierto sentimiento de inferioridad respecto al mundo
clásico, que ya había desaparecido. Los monjes de los siglos VIII y IX creían que bajo
los romanos la humanidad había poseído prácticamente la suma del conocimiento
humano, de modo que todo lo que había que hacer era transmitir fielmente lo que se
había preservado de ese conocimiento.
El escolasticismo resultó de la aplicación de la razón a la teología, no con el fin
de investigar los credos o reflexionar sobre nuevas verdades, sino con el fin de
sistematizar y comprobar las creencias tradicionales existentes. El escolasticismo
procuró reconciliar la razón con la fe; por eso, predominaron en el mismo los
conceptos filosóficos de Aristóteles. El creciente contacto con el Imperio Bizantino y
el mundo islámico levantó un número de preguntas acerca de cómo podía un cristiano
encontrarle sentido a la tradición pagana. En este proceso, surgieron algunas de los
pensadores filosóficos y teológicos más grandes de toda la Edad Media.
El escolasticismo se caracterizó básicamente por tres cosas. Primero, su especial
relación entre la filosofía y la teología. Se considera a la filosofía como esclava de la
teología. Segundo, su dependencia de la filosofía aristotélica. Hasta el siglo XII en
Europa se conocía casi exclusivamente la Lógica de Aristóteles, pero a partir de allí se
traducen su Metafísica, Física y Ética. Tercero, su uso del método lógico-deductivo y
dialéctico. Para elaborar la síntesis del pensamiento anterior era necesario un método
lógico-deductivo consistente en definiciones, divisiones, argumentos, silogismos, y
otros recursos. Para ello, era necesaria la lógica deductiva. El método dialéctico,
comprendía esencialmente dos momentos. Lectio, mediante el cual el maestro leía un
texto y después lo interpretaba. Disputatio, por el que un alumno, asistido por un
maestro, después de exponer las definiciones y estado de la cuestión, respondía en
forma de silogismo a las preguntas de los arguyentes. Finalmente el maestro hacía un
resumen de la discusión y decía la última palabra en el asunto tratado.
Ludwig Hertling: “Lo que sobre todo faltaba a la escolástica medieval, era
la posibilidad de someter a un examen crítico el material teológico dado.
Faltaban sobre todo conocimientos sistemáticos de carácter histórico, y
especialmente filológico, sobre la significación y evolución del lenguaje
humano. Además, el pensamiento teológico quedaba en muchos puntos
trabado por una deficiente observación de la naturaleza. Aquí es donde las
épocas posteriores pudieron efectuar aún grandes progresos.”37
Representantes. Hubo en estos siglos un sinnúmero de pensadores, maestros,
filósofos y teólogos identificados con el método de la escolástica. Los escolásticos más
importantes fueron los siguientes.
Anselmo (1033–1109). Se lo considera como el padre del escolasticismo. Era
italiano, pero siendo joven se trasladó a Normandía donde llegó a ser profesor de
teología y más tarde abad benedictino. Al morir el arzobispo de Canterbury fue
nombrado como sucesor en 1089, destacándose como defensor de los derechos y
libertades de la Iglesia y como escritor a través de sus varios tratados de teología. El
gran tema de los escolásticos estaba expresado en estas palabras de Agustín de Hipona:
“Entiende para que puedas creer; cree para que puedas entender.” El problema era,
¿qué ponemos primero, la fe o la razón? Para Anselmo no había conflicto. Él procuró
reconciliar la fe con la razón, y quiso armonizar las naturalezas racional y espiritual del
ser humano. Ambas eran parte de los dones de Dios al ser humano. Lo que la fe
cristiana enseña es una parte esencial del concepto racional del universo y de la vida.
Su meta era la fe en busca de la comprensión, de allí su frase: “Creo para entender”
(Credo ut intelligam). La fe precede al conocimiento.
Su obra más famosa fue Cur Deus Homo (“¿Por qué Dios hombre?”). En
Occidente la teología era práctica y menos interesada en la vida interior de Dios que la
teología de Oriente. Lo que preocupaba a los teólogos occidentales era la vida real del
hombre, un pecador necesitado de perdón. En respuesta a esta inquietud, Anselmo
desarrolló la teoría de la satisfacción al estudiar la doctrina de la salvación.
En la Edad Media se pensaba de Dios como un gran señor feudal, a quien los
vasallos debían alianza y honor. El ser humano debe honor a Dios como el siervo a su
señor; pero por su pecado, el hombre ha deshonrado a Dios y es impotente para dar
satisfacción por su deslealtad. En la época feudal era posible expiar una ofensa
recibiendo el castigo correspondiente o dando “satisfacción,” es decir, la restitución
del honor mancillado. El ser humano es incapaz de dar satisfacción a Dios, por eso
Dios en su misericordia envió a su Hijo, que asumió la humanidad, y quien como ser
humano, dio amplia satisfacción por su muerte inocente. Ésta es la razón por la que
Dios se hizo hombre, según Anselmo.
Abelardo (1079–1142). Nació en Francia y llegó a ser el maestro más popular en
París. Fue famoso por sus clases entusiastas en la escuela catedral de Notre Dame. Se
enamoró de Eloisa (sobrina de Fulberto, canon de Notre Dame). Cuando Fulberto
descubrió esto colocó a Eloisa en un monasterio y ordenó la castración de Abelardo. Él
escribió una autobriografía, cuyo título describe bien sus sufrimientos: La historia de
mis calamidades.
Su obra más conocida es Sic et Non (Sí y No). Es un libro de teología para
principiantes, donde responde preguntas sobre ciencia, ética y religión usando citas
bíblicas y de los Padres de la Iglesia. Tomó pasajes que se contradecían con el
propósito de resolver con la razón las contradicciones aparentes. Abelardo había sido
educado en la nueva lógica aristotélica y su libro quería estimular el razonamiento
lógico. Según él: “Nada debe ser creído hasta que no es entendido.” De allí que
invirtiera el axioma de Anselmo, y dijera: “Entiendo para creer” (Intelligo ut credam).
Sus detractores lo acusaron de querer minar la autoridad de la Iglesia. Bernardo de
Clairvaux lo forzó a retirarse del debate público, y la Iglesia consideró que sus ideas
eran heréticas.
En cuanto a la doctrina de la salvación, Abelardo partió de la teoría de Anselmo,
pero fue más allá poniendo énfasis sobre el amor de Dios. La muerte de Cristo, según
él, nos muestra cuánto nos ama Dios y es este amor el que nos mueve al
arrepentimiento.
Pedro Lombardo (1100–1160). Nació cerca de Lombardía. Estudió en Bologna y
en Reims, y enseñó en París, donde también fue obispo. Su obra más importante es
Cuatro libros de sentencias, que es un tesoro en cuanto a la abundancia de citas de los
Padres de la Iglesia. Esta obra, que está dividida en cuatro partes, llegó a ser el libro de
texto del escolasticismo y tuvo una gran difusión durante la Edad Media. Este libro fue
la primera teología sistemática medieval. En ella, Lombardo define los siete
sacramentos, que todavía hoy sostiene la Iglesia Católica Apostólica Romana:
bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia, orden sacerdotal, matrimonio y
extremaunción.
Alberto Magno (1206–1280). Nació en Alemania (Bavaria) y estudió en Italia.
Era dominico y llegó a servir como obispo de Ratisbona por un corto tiempo. Su
interés estaba en el estudio y especialmente en las ciencias naturales. Usó a Aristóteles
como ayuda para el pensamiento cristiano acerca del universo y la vida de los seres
humanos. Quiso unir a Agustín con Aristóteles. Su obra significó una recuperación de
la lógica, la ciencia y la ética aristotélica. Abogó por el uso de la investigación
empírica guiada por la observación y la prueba. Alberto fue uno de los grandes
maestros medievales que difundió la doctrina escolástica en las universidades de París,
Padua, Estrasburgo y Colonia. Entre sus obras sobresalen Suma teológica y Suma de
las criaturas. Fue maestro del más grande de los escolásticos, Tomás de Aquino.
Roberto Grosseteste (1175–1253). Filósofo y científico franciscano inglés,
canciller de la Universidad de Oxford, uno de los primeros europeos en traducir obras
directamente del griego. Era un aristotélico que trató de demostrar que el mundo era
redondo. Hizo experimentos sobre la refracción de la luz y demandó que sus
estudiantes basaran sus especulaciones en la observación y la experimentación. Un
discípulo suyo, Roger Bacon (c. 1214–1294) anticipó la invención del telescopio,
enfatizó la importancia de las matemáticas y argumentó que la observación debe guiar
a la razón.
Buenaventura (1221–1274). Era franciscano y llegó a ser general de su orden en
1257. Estudió con Alejandro de Hales (m. 1245) en París. Su nombre de bautismo era
Juan de Fidanza. Francisco de Asís fue quien le dio el nombre de Buenaventura
cuando apenas tenía cuatro años. Supo unir admirablemente los estudios especulativos
con la mística. Se le conoce como el doctor seráfico. Entre sus muchas obras de
teología, exégesis, oratoria y espiritualidad sobresale su Breviloquium, donde presenta
de un modo claro y sintético toda la teología escolástica medieval.
Tomás de Aquino (1225–1274). Tomás merece una atención especial porque fue
el más grande de los teólogos escolásticos. Nació en el sur de Italia, cerca de Nápoles.
Su madre era normanda, conectada con la casa imperial alemana de los Hohenstaufen.
Entró al monasterio de Monte Casino a los cinco años y, contra la voluntad de sus
padres, a la orden dominicana a los diecinueve años (1243). Estando estudiando en la
universidad de Nápoles, reconoció su llamado de ser un líder del pensamiento
cristiano. Estudió en París con Alberto Magno y lo siguió hasta Colonia. Enseñó en
varias universidades (Roma y especialmente París), y fue consejero de tres papas.
Tomás era un hombre simple y de oración, profundamente religioso y de un intelecto
privilegiado. Sus obras están marcadas por tal claridad, lógica y amplitud que lo
colocan entre los pocos grandes maestros de la Iglesia. Se destacó como escritor muy
prolífico. Sus obras más destacadas son Suma contra gentiles y Suma teológica.
La Suma teológica es un sistema de teología completo, que le llevó nueve años
para escribirla y que es la fuente principal de la filosofía y teología católicorromana.
En ella utiliza la forma de argumentación dialéctica típica del escolasticismo. La
estructura de la Suma es tan racional, tan lógica y tan clara como la estructura del otro
gran logro del siglo XIII: la catedral gótica. Como dice Henry Adams: “El método era
el mismo para ambas, y el resultado fue un arte marcado por una unidad singular, que
permaneció y sirvió a su propósito hasta que el ser humano cambió su actitud hacia el
universo. La suma de Santo Tomás fue la más expresiva que el ser humano haya
hecho, y las grandes catedrales góticas fueron su expresión más completa.”38
Ideas. Tomás de Aquino fue el hombre que realmente intentó fundir el sistema
filosófico de Aristóteles y la teología cristiana en un todo armonioso. Mirando hacia
atrás al escenario medieval a lo largo de los siglos que han pasado desde que Tomás
vivió y escribió, uno tiende a olvidarse que él fue un innovador y que para sus
contemporáneos él era un pensador avanzado. Sin embargo, el hecho es que al prestar
su apoyo pleno, si bien no acrítico, a la filosofía aristotélica, cuyo espectro sólo
recientemente había llegado a ser conocido, Aquino no sólo enriqueció inmensamente
el pensamiento cristiano sino que dio también un paso atrevido. Sea lo que fuere que se
piense de algunos aristotélicos cristianos posteriores, la simplificación de cualquier
acusación de “oscurantismo” contra Aquino resultaría en una interpretación totalmente
equivocada de la situación en la primera mitad del siglo XIII. Por otra parte, Aquino
no abrazó simplemente el aristotelismo en razón de que era novedoso, sino que lo
abrazó porque pensaba que en lo básico era verdad, si bien ciertamente no lo consideró
infalible.39
Entre las ideas más importantes de Tomás de Aquino, cabe destacar las
siguientes. En cuanto a la fe y la razón, Aquino intentó su reconciliación. Siempre
puso a la fe por sobre la razón, pero esto no significa que haya desvalorizado a la
razón. Su fe y su filosofía se desarrollaron en un todo orgánico debido a que ambas
surgen de la misma fuente divina. Tomás daba gran alcance a la razón sosteniendo que
aun sin la revelación divina los hombres podían llegar a creer en Dios. Para él, la razón
humana, entendida de manera aristotélica como procediendo a partir de la percepción
sensorial, podía captar algunas de las verdades que eran conocidas por la revelación
divina (como la existencia de Dios), y más aún, no contradirían a esas verdades
reveladas a las que no puede captar. Así, pues, según él, el propósito de la
investigación teológica era ofrecer un conocimiento de Dios y del origen y destino
humanos. Tal conocimiento venía parcialmente por la razón (teología natural), pero
esto era inadecuado o no suficiente. Este conocimiento debía ser aumentado por los
dones sobrenaturales de Dios (dones de Gracia), que se agregaban a la naturaleza de tal
manera que no la destruían, sino que más bien la llevaban a la perfección. Dado que
Dios era el autor tanto de la fe como de la ley natural, la luz de la fe no destruía la luz
natural del conocimiento que era innato en el ser humano. La fe es un tipo de
conocimiento. Ella le da asentimiento a la verdad revelada porque ésta ha sido hablada
por Dios, pero requiere de la acción determinativa de la voluntad. Por lo tanto no
puede haber conflicto entre filosofía y teología, porque ambos son de Dios.
De allí que, las creencias cristianas no son irracionales, pero la base de nuestras
creencias no es la razón sino la revelación a través de las Escrituras y los Padres, que
son aceptados por fe, que es un acto, no del intelecto sino de la voluntad y por lo tanto
una decisión moral. Tomás creía que había dos órdenes de verdad: en un nivel, la
razón podía demostrar proposiciones tales como la existencia de Dios; en un nivel
superior, algunas cosas tales como la naturaleza de la Trinidad debían ser aceptadas
por fe.
Además, Tomás enfatizó el aristotelismo aun más que Alberto Magno. No sólo
que lo entendió, sino que lo admiró y lo colocó en toda su obra. Tomás basó su
escolasticismo sobre el concepto del universo como una gran cadena de ser. Dios
omnisciente y omnipotente había dado su ser a todas las cosas; cada parte de la
creación tenía su lugar en un orden que iba desde la materia inanimada hasta Dios. El
ser humano ocupaba un lugar intermedio entre lo material y lo espiritual. La razón le
daba a los seres humanos el poder de comprender algunas cosas.
Frederick C. Copleston: “La adopción del aristotelismo por un hombre
como Tomás de Aquino en el siglo XIII involucró, por supuesto, el replanteo
crítico de la filosofía de Aristóteles de tal manera que resultó una síntesis
obligada de teología y filosofía. El siglo XIII fue, realmente, notable por la
producción de tal síntesis. La metafísica, particularmente lo que se conoce
generalmente como ‘teología natural’, constituyó, realmente, el punto de
encuentro de estas dos ciencias.”40
Teología. En cuanto a Dios, él es la causa primera y actividad pura. Él es también
la más real y perfecta de las existencias. Dios no necesita de nada, y por lo tanto la
creación del mundo es una expresión del amor divino que él concede sobre sus
criaturas. El pecado hace que sea imposible para el ser humano agradar a Dios. La
restauración del ser humano es posible sólo a través de la gracia de Dios libre e
inmerecida por la cual es cambiada la naturaleza del ser humano, sus pecados son
perdonados y se le infunde el poder para practicar las tres virtudes cristianas (fe,
esperanza y amor).
En cuanto a la doctrina de la expiación, Tomás combinó el concepto de Anselmo
con el de Abelardo. Según él, Cristo hizo satisfacción por los pecados de los seres
humanos, y esto es lo que mueve a los hombres a amarle. La obra de Cristo fue el
método más sabio y el más eficiente para perdonar los pecados del ser humano. La
Iglesia es una, dondequiera que esté representada, en los cielos, sobre la tierra o en el
purgatorio. Cuando un miembro de la Iglesia sufre, todos sufren; cuando uno está bien,
todos comparten en su buena obra.
Las universidades
Origen. Fueron las ciudades las que dieron nacimiento a las universidades, y esto
después de las Cruzadas, cuando un mejor conocimiento de las civilizaciones bizantina
y musulmana provocó en Europa occidental un gran interés por aumentar los
conocimientos. Antes de la aparición de las universidades, el conocimiento había sido
fomentado y controlado por la Iglesia. En el siglo XI, los centros de enseñanza
existentes en Europa occidental eran las escuelas organizadas por el clero, que
funcionaban anexas a una iglesia o a un monasterio. El principal objetivo de ellas era
la preparación religiosa. Pero estas escuelas no podían satisfacer el ansia creciente de
conocimiento.
Al principio, el nombre del nuevo sistema no fue “universidad,” sino studium
generale (estudios generales), no porque se estudiara de todo, sino porque los estudios
estaban abiertos a todos. La agrupación de estudios surgió generalmente por la
iniciativa de algún obispo, pero en la segunda mitad del siglo XIII se restringió la
libertad de creación de estos centros de estudios generales y sólo el Papa o los reyes
estaban autorizados a reconocerlos como tales, concederles privilegios y darles
oficialmente el carácter de “universidad” (del latín universitas, agrupación o conjunto
de todos, corporación). El término universitas denotaba, en la Edad Media, el cuerpo
de profesores y estudiantes enseñando y estudiando en una ciudad determinada. La
autorización papal o real las constituía formalmente en una corporación educativa, con
estatutos y privilegios definidos.41
En este sistema, los profesores o maestros y estudiantes estaban asociados en
gremios (guildas) para defender sus derechos y dependían del obispo o del rey, quien
los autorizaba o no a enseñar. Con el tiempo, los maestros de estudios más avanzados
demandaron mayor libertad y apelaron al Papa, quien los colocó bajo su protección.
De esta manera, comenzó a desarrollarse una nueva institución, libre del control de la
ciudad y de sus autoridades eclesiásticas. Esta independencia fue aceptada como un
derecho de las universidades, y la mayoría fue fundada por decretos papales.
Ludwig Hertling: “Las primeras universidades propiamente dichas
surgieron hacia fines del siglo XII, no como transformación de las escuelas
catedralicias o clausurales, sino por la libre asociación de maestros y
discípulos. Tales asociaciones recibieron luego extensos privilegios de los
príncipes, y sobre todo del papa, entre ellos jurisdicción propia y también
beneficios eclesiásticos. Los primeros ‘Estudios generales’, que tal era su
nombre primitivo, aparecieron en París, Bolonia, Oxford. Las universidades
posteriores fueron por lo común fundaciones de reyes y señores, pero
siempre con privilegio papal. Entre las más antiguas de esta clase figuran
Nápoles, fundada en 1224 por Federico II, Tolosa en 1229 por Gregorio IX,
Roma en 1244 por Inocencio IV, y en España, Palencia, fundada en 1212 y
Salamanca, fundada en 1243.”42
Posiblemente la universidad más antigua fue la de Salerno (Italia), cuyos
comienzos se fijan a principios del siglo XI. Rápidamente le siguieron muchas otras:
Bolonia (fines del siglo XI), Parma (1100), París (1120), Oxford (1130), Montpelier
(1130), Cambridge (1209), Padua (1222), Nápoles (1224), Salamanca (1230),
Valladolid (1346), Praga (1347), Colonia (1388), y otras más en numerosas ciudades.
En el campo de la teología y la filosofía especulativa París era sin dudas la universidad
más importante del siglo XIII. La política de la Santa Sede, especialmente de los papas
Inocencio III, quien sancionó los estatutos a través de su legado, y Gregorio IX, era la
de promover el servicio a la religión y a la Iglesia mediante la conciliación de la
filosofía con la teología. En otras palabras, París era considerada como la campeona y
baluarte intelectual de la verdad cristiana. En cuanto a Bologna, la universidad de esta
ciudad fue también de gran importancia; pero más bien en el campo de la ley
eclesiástica y civil, que en el de la teología dogmática o de la filosofía. Fue en París
que, antes que cualquier otro lugar, el contacto entre la teología cristiana y la filosofía
griega e islámica llevó a resultados importantes. En Oxford los teólogos-filósofos eran
marcadamente conservadores en espíritu, ligados fuertemente a la tradición
agustiniana, si bien este conservatismo estaba combinado con otra característica,
propia del Oxford del período, es decir, el cultivo de las matemáticas y la ciencia
según fue transmitida por los árabes.43
Estructura. Los estudios universitarios estaban divididos en cuatro facultades:
teología, leyes, medicina y artes. La mayoría de los estudiantes eran clérigos mayores
de trece años, que durante siete años estudiaban el Trivium (del latín, tres caminos),
que consistía en gramática, lógica (dialéctica) y retórica; y, el Quadrivium (del latín,
cuatro caminos), que consistía en música, aritmética, geometría y astronomía. Al
terminar el curso en las siete artes liberales, donde estudiaba la mayoría, se obtenía el
título de Bachiller en Artes. Luego comenzaban los estudios superiores en cualquiera
de las otras facultades (teología, leyes o medicina), que duraban unos siete años más y
que terminaban con el título de Magíster (maestro), título que le daba al graduando el
derecho a enseñar. Teología no era un curso que seguía todo el clero, sino sólo los más
capaces. El grado de preparación de la mayoría de los sacerdotes era muy pobre.
Contaban con algo de latín aprendido en la escuela de gramática y en la catedral, algo
de Trivium y Quadrivium, más un poco de exposición bíblica y preparación práctica,
que impartía el obispo o algún otro maestro. El idioma universitario era el latín, lo que
facilitó el intercambio cultural, pues en todas partes de Europa se enseñaba en forma
semejante, usando la misma lengua.
Influencia. El método de enseñanza era escolástico y consistía en la lectura de
textos realizada por el maestro y ampliada con sus comentarios personales. Los
estudiantes tomaban nota de lo que el maestro leía o comentaba, y participaban de los
debates que seguían. No había muchos libros y los estudiantes eran pobres y
pendencieros. No obstante, fue en las universidades medievales donde se desarrolló la
escolástica y donde la teología y la filosofía tuvieron su mejor hora. Los conocimientos
científicos fueron muy escasos, debido al interés absorbente por la teología y la
filosofía. Además, todo conocimiento se fundaba en textos ya escritos, dejando de lado
toda observación o experimentación propias, y por cierto, todo tipo de aproximación
crítica.
La mística
Junto con el desarrollo del escolasticismo y las universidades se dio en la alta
Edad Media un reavivamiento de la mística cristiana. Mientras los escolásticos se
esforzaban por llegar al conocimiento de las verdades reveladas mediante el raciocinio,
los místicos preferían sumergirse en las verdades reveladas por medio de la
contemplación interior, para exponer después los resultados de su experiencia de un
modo más formal. En un sentido, la escolástica y la mística parten de un mismo
principio. Se distinguen únicamente por la manera como cada una busca las verdades
religiosas. La escolástica, como vimos, lo hace por medio de la dialéctica, mientras
que la mística por medio de la contemplación. La escolástica discute; la mística intuye.
Muchos místicos destacados, como Bernardo de Clairvaux, escribieron
comentarios sobre el Cantar de los Cantares, al que le dieron una interpretación de
carácter alegórico, y escribieron poemas e himnos de profundo contenido espiritual.
Tomás de Aquino no sólo fue el teólogo más destacado del período, sino un gran
místico. Sus obras místicas, como Punge lengua y Lauda, Sion presentan a un Aquino
que estaba enamorado de Jesús. Se dice que sus sermones movían a los oyentes al
llanto. En su comentario sobre los Salmos (por ejemplo, Salmos 32 y 46), Tomás
sugiere que el jubileo o regocijo místico es la manera correcta y más profunda de
alabar al Señor, porque nos permite expresarnos aun cuando las palabras racionales no
alcancen o el lenguaje conceptual no sea suficiente. Buenaventura, otro teólogo
medieval destacado, supo combinar el rigor de un teólogo competente con el amor
simple de un místico. El jubileo (que incluye el alabar al Señor en lenguas) jugó un
papel importante en su teología del misticismo. Según él, el jubileo o regocijo exaltado
es particularmente fuerte justo antes de la unión con Dios. En su obra Camino triple,
una de sus obras más importantes sobre misticismo, Buenaventura señala dos pasos en
este proceso. Primero, el alma es limpiada a través del dolor, las lágrimas y el
arrepentimiento. Luego viene el perfeccionamiento del alma a través de la alabanza, la
acción de gracias y el jubileo.
Juan Gerson (1362–1428) fue uno de los más grandes eruditos de la Edad Media.
Como rector de la Universidad de París hizo importantes contribuciones a la educación
superior. Fue también un predicador muy popular y un defensor de la teoría conciliar
para la renovación de la Iglesia. En sus obras, Gersón describe una forma
particularmente exuberante de regocijo, que él pone en contraste con el ruido
descontrolado de las calles y los teatros. Según él, el jubileo cristiano resulta de una
experiencia profunda del gozo del Señor y puede ocurrir durante el éxtasis místico.
Para él, este regocijo es un gozo puro del corazón que se manifiesta en el cuerpo a
través de la canción y gestos corporales espontáneos.
Juan Gerson: “La hilaridad de la persona devota … es una cierta dulzura
maravillosa e inexplicable que toma control de la mente … de modo que
ahora ella ya no se controla. Ocurre una especie de espasmo, éxtasis o
partida.… La mente brota, salta o danza por medio de los gestos del cuerpo,
que son graciosos, y luego se regocija en una manera imposible de expresar.
… La alabanza es placentera, la alabanza es agradable, en razón de que la
pureza del corazón canta junto con la voz.”44
LOS PAPAS EN EL PODER
Con la coronación de Carlomagno por el Papa León III (800) nació el Sacro
Imperio Romano-Germánico. Con esto se restauró el Imperio Romano occidental
destruido desde el año 476 por los bárbaros germanos, pero con un sentido
enteramente cristiano. La corona imperial no aumentó en nada el poder real o
territorial de Carlomagno, pero ante la cristiandad entera le confirió una autoridad
moral, y sobre todo, una dignidad político-sacral. Bajo el Sacro Imperio Romano-
Germánico quedaron unificados todos los cristianos de la Europa occidental.
José Luis Romero: “Durante el transcurso de la alta Edad Media, y a
medida que se acentuaba el regionalismo feudal, la autoridad de los papas
romanos creció y se afirmó decididamente. En una Europa que guardaba
fervorosamente el recuerdo del Imperio Romano y que, sin embargo, se
resistía a congregarse en uno nuevo—pues el Santo Imperio Romano-
Germánico no extendía su influencia fuera de Alemania e Italia—, el papado
representaba un vínculo espiritual que satisfacía la concepción universalista
predominante sin imponer una relación de dependencia política.”45
La unificación de todos los cristianos en un gran Imperio correspondía a la idea
agustiniana de la Ciudad de Dios. Agustín presentaba al reino de Cristo como algo que
ya existía en este mundo dondequiera que la Iglesia compartiera el poder con el
Estado. Según esta idea, el Papa, como cabeza de la cristiandad, y el Emperador como
cabeza suprema temporal, tenían que trabajar en unión estrecha para el doble fin de la
humanidad: el trascendente o eterno y el inmanente a este mundo. Éste fue el
fundamento ideológico del concepto de cristiandad. “Cristiandad” designa, en sentido
lato, al conjunto de los fieles cristianos, al mundo cristiano; en sentido estricto, se
refiere al control de la Iglesia sobre el aparato estatal, con el sueño de reunir el poder
espiritual y terrenal en un reino duradero, una especie de civilización cristiana, bajo el
control de la Iglesia. El emperador tenía el derecho y el deber de proteger a la Iglesia y
colaborar con la difusión del evangelio, mientras que la Iglesia bendecía al emperador
y legitimaba su poder político.
Los Papas posteriores a Carlomagno
Los cristianos occidentales de la Edad Media no tenían dudas en que el obispo de
Roma tenía un lugar central en el reino de Cristo. Pensaban de él como “vicario,” es
decir, el representante de Pedro, que en el Nuevo Testamento es el primero de los
apóstoles (Mt. 10:2) y es la roca sobre la que se edifica la iglesia (Mt. 16:18). El
obispo de Roma era único en muchos aspectos y la leyenda ayudó a incrementar su
prestigio y fundamentar sus pretensiones. Documentos falsos como la Donación de
Constantino y las Decretales Pseudo-isidorianas sirvieron a este propósito.
El Papa había actuado de manera independiente durante mucho tiempo como el
único gobernante de Roma y sus territorios vecinos. En 753 fue a París a coronar a
Pipino el Breve como si el reino franco fuese suyo. El Papa era el único poder
“unificador” en una Europa atomizada por los diversos reinos germánicos. Su
autoridad recordaba la unidad bajo el Imperio Romano y garantizaba la continuidad de
los viejos tiempos. Sin embargo, fue la personalidad, ingenio, persistencia y
convicción de ciertos papas lo que paulatinamente fue haciendo realidad tales
pretensiones hegemónicas.
Algunos papas del siglo IX. Gregorio IV (827–844) fue invitado por Lotario a
Alemania para hacer de intermediario entre Ludovico Pío (sucesor de Carlomagno) y
sus hijos rebeldes. Pero no consiguió nada por su postura a favor de Lotario, uno de
ellos. Sergio II (844–847) vio a los sarracenos llegar hasta Roma y saquear las
basílicas de San Pedro y de San Pablo. Para evitar estos asaltos, León IV (847–855)
hizo rodear de murallas el Vaticano, mientras que Benedicto III (855–858) tuvo que
luchar por mantener su posición con un candidato imperial. Fue en estos años que
apareció un Papa (que aparentemente gobernó dos años entre León IV y Benedicto III),
y que resultó ser una mujer, la papisa Juana. Se dice que el engaño se descubrió
cuando la mujer dio a luz durante una procesión.
Nicolás I (858–867). Nicolás I fue el Papa más importante de todo el primer
período medieval. Nicolás aceptó como auténticos los documentos que apoyaban su
poder y actuó convencido de lo que decían. Él estableció un nuevo concepto de la
dignidad y poder del papado. Según él, el Papa, que era la cabeza de la Iglesia, pasaba
a ser la cabeza de la cristiandad, es decir, su gobierno se extendía sobre todas las
tierras donde la Iglesia ejercía su ministerio y poder. En consecuencia, tenía un rango
igual o mayor que el del emperador y actuaba independiente de él. En 843, por el
Tratado de Verdún, el imperio de Carlomagno había sido dividido por sus sucesores en
tres partes: Francia (Carlos), Alemania (Luis), y Este de Francia y Norte de Italia
(Lotario). Nicolás no tuvo que enfrentar a un solo emperador, sino a tres reyes que
competían entre sí. Por eso, fue famoso por su dominio de los emperadores y los reyes.
En 863 le ordenó a Lotario II que retomara a su esposa, a la que había repudiado por
otra mujer, y declaró su matrimonio indisoluble. Además, excomulgó a los prelados
que habían autorizado la separación y depuso a los arzobispos que se opusieron a su
medida. Lotario II intentó atacarlo en Roma, pero el emperador Luis II se reconcilió
con él y Lotario tuvo que despedir a su amante y recibir a su esposa.
Nicolás pensaba del Papa como el único líder de la Iglesia Católica. Él sostenía el
derecho de los obispos de pasar por arriba de los metropolitanos y apelar a Roma. Pero
también aplicó una fuerte disciplina a los obispos y arzobispos que lo resistían, incluso
usando la excomunión. Con esto, Nicolás pretendía que el Papa era el juez supremo y
que la ley de la Iglesia no era válida excepto cuando estaba aprobada por el Papa,
quien era el representante personal (vicario) de Cristo. De igual modo, se atribuyó el
derecho de censurar los escritos sobre la fe y la doctrina, y estableció el precedente de
que la Iglesia Romana tenía el poder para confirmar concilios. Los decretos conciliares
eran nulos si no estaban refrendados por el Papa. Los sínodos no eran otra cosa que
instrumentos para expresar la voluntad papal. En todas estas cuestiones, Nicolás hizo
uso de las Decretales pseudo-isidorianas para fundamentar sus pretensiones.
Nicolás I es recordado también por su desavenencia con el patriarca Focio, que
terminó en un primer cisma con la Iglesia Bizantina. Focio, que era un laico erudito,
gobernó como patriarca durante dos períodos (857–867 y 878–886). En 863, Nicolás I
depuso a Focio y reconoció a Ignacio (que había sido depuesto en 857 por el
emperador bizantino) como el legítimo patriarca. Focio respondió acusando a la Iglesia
Romana de herejía por incluir la cláusula filioque en el Credo Niceno-
Constantinopolitano y por la práctica de ayunar el día sábado en lugar del día
domingo. Para complicar más las cosas, en estos años había una disputa entre Este y
Oeste por el control eclesiástico de Bulgaria.
Los Papas desde fines del siglo IX a principios del siglo XI
La falta de un emperador todopoderoso le dio la oportunidad a un Papa fuerte
como Nicolás I de demostrar lo que un Papa, como cabeza de la cristiandad, podía
hacer. Pero un siglo más tarde, la falta de un gobierno efectivo en Roma, el desorden y
los problemas sucesorios llevaron al papado al desastre. El problema mayor fue que el
papado pasó a ser la propiedad privada de algunas familias romanas.
El siglo de hierro de la Iglesia (siglo X). El siglo X es conocido como “el siglo de
hierro de la Iglesia” en razón de su barbarie y esterilidad espiritual. Fue un tiempo de
profunda crisis moral y espiritual tanto dentro como fuera de la Iglesia. Fue un tiempo
oscuro, plagado de escándalos papales y pérdida de todo sentido de integridad. Los
papas entraban y salían de su trono con violencia, y la mayoría no logró ostentar el
poder más que por unos días o meses. Con el papa Sergio III (904–911) comenzó un
tiempo de anarquía, en el cual los papas pasaron a ser títeres de la poderosa familia de
Teofilacto. Éste era tesorero de la Iglesia Romana, jefe del ejército y senador. A su
lado estaba Teodora, mujer ambiciosa y poco escrupulosa en materia de honestidad.
Una hija de este matrimonio, Marozia, terminó quedando dueña absoluta del poder en
Roma y nombró Papa a su propio hijo, Juan XI (931–935), a quien había engendrado
con el papa Sergio III.
Años más tarde llegó al trono papal Juan XII (955–964), nieto de Marozia,
cuando contaba con sólo dieciocho años. El nivel de corrupción que el papado alcanzó
con él es difícil de describir. Ya antes de llegar a ser Papa, había hecho un pacto con el
diablo durante una orgía. Su conducta pública y privada fue simplemente escandalosa.
Su gobierno infame de la Iglesia llegó a su fin con el advenimiento de Otón I (936–
973) de la dinastía de Sajonia al trono imperial en 962. Otón lo destituyó y colocó a
León VIII en su lugar. Cuatro meses más tarde, Juan convocó un sínodo en Roma,
excomulgó a Otón y poco después murió, terminando así este período de pornocracia.
No obstante, al morir Otón I (973) se sucedieron los desórdenes en Roma. Al
frente de la nobleza apareció una nueva familia, los Crescencios, que se adueñarían de
la ciudad por unos cuarenta años más. Otón II (973–983) no pudo dominar la situación
romana y finalmente murió joven dejando el papado de nuevo en manos de la nobleza
local. Su hijo, Otón III (983–1002) se presentó en Roma en 996, llamado por el papa
Juan XV, quien reconoció su supremacía. A la muerte de Juan XV, los romanos
pusieron en sus manos la elección del nuevo Papa, que resultó ser Gregorio V (996–
999), el primer alemán en el trono papal. Al morir éste, eligió a Silvestre II (999–
1003), el primer francés en llegar al pontificado. El ideal de Otón III era la renovación
del Imperio Romano, concebido como un gran reino cristiano, una federación de
naciones independientes, con igualdad de derechos y con capital en Roma. Pero los
sueños imperiales de Otón III acabaron trágicamente. Una rebelión de los romanos,
que no veían con buenos ojos la continua presencia el emperador en Roma, lo obligó a
huir junto con el papa Silvestre II. Al morir poco después Otón III y Silvestre II, el
papado cayó de nuevo en manos de la nobleza romana.
Las primeras décadas del siglo XI. Hacia el año 1000 se produjeron
levantamientos populares en contra del sistema feudal y el papado, al que acusaban de
ser propiedad de una familia noble de Roma, los Túsculo. El peor de todos los papas
designados por esta familia fue Benedicto IX (1032–1044), un adolescente degenerado
(dieciocho años), que fue depuesto por el pueblo en el año 1044. En su lugar los
romanos nombraron a Silvestre III (1045), pero pocas semanas más tarde fue depuesto
por Benedicto IX, que vendió el trono recuperado al mejor postor. El comprador fue
Gregorio VI, su padrino y presbítero romano, que pagó cien talentos de plata, y que
tenía intenciones de reformar el papado. Benedicto cambió de parecer y no quiso
abandonar lo que había vendido y esto significó que en un momento en Roma había
tres papas: Benedicto IX, Silvestre III y Gregorio VI.
El pueblo romano no soportó la situación y apeló al emperador Enrique III (1039–
1056), quien depuso a los tres y nombró a su primo León IX. Silvestre III fue
encerrado en un monasterio, y Gregorio VI fue desterrado a Colonia, a donde lo
acompañó Hildebrando, el futuro papa Gregorio VII, hasta el día de su muerte. Más
tarde, León IX invitó a Hildebrando a que se le uniera en sus planes de reforma.
Jeffrey Burton Russell: “Su intervención más recordada [de Enrique III]
fue en el llamado sínodo de Sutri (1046), en el cual tres personas distintas
reclamaban haber sido elegidas legítimamente como papas. Había
acusaciones mutuas entre ellos de haber accedido al papado mediante regalos
y dinero. Enrique III indujo a los tres reclamantes a deponer sus pretensiones
e hizo elegir como Papa a un obispo alemán [Clemente II (1046–1047)];
cuando éste y su sucesor murieron, promovió la ascensión al papado del
obispo Bruno de Toul, quien tomó el nombre papal de León IX (1048–
1054).”46
Los grandes Papas reformadores del siglo XI
León IX (1049–1054). La primera acción de León IX fue rehusarse a entrar en
Roma con gran pompa, como correspondía a un Papa. Lo hizo descalzo y vestido
como un peregrino. En cinco años sólo estuvo en Roma seis meses; viajó
incansablemente revigorizando la Iglesia, mejorando su disciplina y animando a
arzobispos y obispos a cumplir su ministerio. León estaba imbuido del ideal de
reforma de la Iglesia.
León estaba formado en el espíritu de los monjes Cluny y planeó un programa de
reforma de la Iglesia en tres direcciones. Primero, se propuso la reforma de la Iglesia
para librarla de la corrupción que imperaba. Luchó contra la simonía y el nicolaísmo
(una herejía del siglo I). Segundo, llevó a cabo campañas militares contra los
normandos y los musulmanes, si bien en esto no le fue bien. En 1053 dirigió
personalmente una campaña militar contra los normandos del sur de Italia, pero cayó
prisionero. Esto fue un antecedente de las Cruzadas, de la idea del soldado cristiano y
de la Iglesia tomando la iniciativa de la guerra. Y, tercero, durante su papado el
rompimiento entre Roma y Constantinopla fue total. La política de León en el sur de
Italia (que pertenecía a Oriente) ayudó a esto, ya que León celebró sínodos y depuso a
algunos obispos. Así, la lucha por el poder y nuevas disputas teológicas terminaron en
el cisma definitivo en 1054, que ocurrió unos meses después de su muerte. Los
representantes del Papa excomulgaron al patriarca Miguel Cerulario en Santa Sofía.
Nicolás II (1058–1061). Su pontificado es recordado por el decreto relativo a la
elección del Papa. Para liberar definitivamente las elecciones papales de las injerencias
de los nobles y de la corte imperial, reunió un sínodo en Roma en 1059, que promulgó
un nuevo reglamento para elegir al Papa y liberó al papado de su relación política con
la ciudad de Roma y sus desórdenes. Esto significó que en adelante el Papa no sería
elegido por el pueblo de Roma, sino por un colegio de cardenales. El Papa no tenía que
ser necesariamente romano ni venir a Roma a fin de ser coronado para ejercer su
autoridad.
Nicolás II - Decreto sobre la elección papal (1059): “Nosotros decretamos
y decidimos que a la muerte del pontífice de esta iglesia romana universal,
los cardenales obispos, determinen todas las cosas con el mayor cuidado,
adscriban enseguida a los cardenales-presbíteros, y que el resto del clero y el
pueblo dé su asentimiento a la nueva elección, de suerte que, en prevención
de que el veneno de la venalidad se deslice bajo un pretexto u otro, sean los
hombres religiosos los primeros que promuevan la elección del pontífice y
que otros la sigan.… Que escojan al elegido del seno de la iglesia romana
misma si se encuentra una persona capaz, y si no que la busquen en otra
iglesia.”47
Este mismo sínodo prohibió la investidura de laicos, es decir, la ordenación de un
abad u obispo por el gobierno secular. Este decreto indignó a la corte imperial, y para
prevenir las posibles represalias de los alemanes, Nicolás II buscó el apoyo de los
normandos del sur de Italia. En 1059 se firmó también un tratado por el cual los
normandos pagaban tributo a la Santa Sede y defendían a la Iglesia contra todo ataque
de sus enemigos.
Gregorio VII (1073–1085). En el año 1073, Hildebrando, que durante veinticinco
años había estado junto al trono papal fue coronado, no conforme a las reglas de 1059,
sino por aclamación popular con la aprobación de los cardenales. Hildebrando adoptó
el nombre de Gregorio VII, y fue el más grande de todos los papas medievales. Fue
uno de los papas reformadores más radicales: sus legados recorrieron toda Europa
corrigiendo y castigando abusos. Su programa de reforma comprendía dos cuestiones
esenciales: la lucha contra la simonía y el nicolaísmo, y la lucha contra la investidura
laical. Según él, no había dos poderes en los planes de Dios (el temporal y el
espiritual), sino sólo uno: el poder espiritual. Por eso, los príncipes debían besar sus
pies.
Norman E. Cantor: “Continuando en la veta agustiniana, Gregorio
concluyó que el único poder legítimo en el mundo residía en el sacerdocio,
particularmente en el obispo de Roma como el vicario de Cristo sobre la
tierra. Sólo aquellos que se sometían a esta autoridad divinamente
constituida podían esperar ser incluidos en la ciudad celestial. Enfatizando
fuertemente el concepto de libertad paulino-agustiniano, él afirmaba con
denuedo que la libertad del cristiano consistía en la sujeción de su voluntad
egoísta a los fines divinos que el papado perseguía en el mundo. Sólo un
orden mundial en el que se concretaban estas doctrinas podía ser llamado
justo y correcto.”48
Las metas de Gregorio. Las metas principales de Gregorio fueron varias y muy
importantes. Primero, eliminar la oposición al papado dentro de la Iglesia. Segundo,
liberar a Roma de la influencia secular en el nombramiento de papas y oficiales
eclesiásticos. Y, tercero, conseguir el apoyo de los poderes seculares para lograr los
ideales papales de dominación.
Los medios de Gregorio. Para alcanzar estas metas, Gregorio utilizó diversos
instrumentos, entre ellos los siguientes. Por un lado, la excomunión, que significaba la
suspensión de los sacramentos y por lo tanto la condenación eterna y también
temporal, ya que el excomulgado era marginado. Si el excomulgado era un rey, sus
súbditos no estaban obligados a obedecerlo y cualquier católico fiel podía adueñarse de
sus propiedades. Por otro lado, el interdicto, que era la excomunión de toda una
comunidad, incluso de todo un país. Las iglesias se cerraban y no se administraban los
sacramentos, excepto el bautismo y la extrema unción. Y, finalmente, el bando, que
declaraba fuera de la ley a quien era puesto bajo el mismo. La persona así condenada
carecía de toda protección legal y el poder secular podía disponer incluso de su vida.
El poder de Gregorio. Utilizando estos instrumentos con bastante elasticidad y
fuerza, apelando a documentos falsos e invocando la autoridad de Pedro, Gregorio VII
fue ganando cada vez más poder e influencia sobre los poderes seculares. En 1075
publicó un resumen de los privilegios de la Santa Sede, donde expuso su concepción
sobre el poder pontificio en relación al poder de los reyes y emperadores. En la
proposición doce se proclamaba el poder del Papa para deponer a los reyes, y en la
veintisiete el poder de librar a los súbditos del juramento de fidelidad respecto a sus
soberanos.
Las reformas de Gregorio. Entre las reformas más importantes de Gregorio,
mencionamos especialmente dos. Por un lado, se les negó a los reyes y príncipes el
derecho de nombrar obispos y Papas. Por otro lado, se proclamó el celibato del clero,
medida que resultó en un alivio económico para Roma, en el aumento de la diferencia
entre clérigo y laico, en una mayor movilidad y disponibilidad del clero, en la
eliminación del nepotismo, y en el enriquecimiento de la Iglesia, que era la única
heredera de las posesiones de los obispos cuando éstos morían.
Los problemas de Gregorio. El choque con el poder temporal fue el problema más
serio que confrontó Gregorio. Éste se produjo en ocasión de la controversia de las
investiduras, cuando Enrique IV, rey de Alemania, que pretendía ser coronado
emperador del Sacro Imperio por el Papa, nombró por su cuenta al arzobispo de Milán.
Gregorio VII le escribió una carta reprendiéndolo y aquél le respondió convocando un
sínodo (1076), que depuso a Gregorio como Papa. Enrique envió a Roma el
documento de deposición con una carta dirigida a “Hildebrando, ya no Papa, sino
monje falso.” El Papa excomulgó y depuso a Enrique IV, absolviendo al pueblo de su
juramento de fidelidad. Gregorio no tenía un ejército para hacerle frente, pero Enrique
contaba con fuerzas que fácilmente se podían dividir, porque el poder real todavía no
era lo suficientemente fuerte. Así, Enrique se dio cuenta de que se quedaba sin el
respaldo de los sajones y de los príncipes alemanes, y que debía actuar sin demora
haciendo las paces con el Papa a cualquier costo.
Gregorio viajaba de Roma a Alemania, para asistir a una dieta que decidiría esta
cuestión, y se detuvo en Canosa (1077), en el castillo de la condesa Matilde de
Toscana. Enrique con su esposa e hijo en pleno invierno cruzó los Alpes para verlo y
estuvo parado descalzo en la nieve durante tres días en la puerta del palacio esperando
que el Papa lo recibiera. Finalmente, se le levantó la excomunión y prometió
obediencia y fue restaurado al seno de la Iglesia.
Gregorio VII: “Sin ninguna muestra de hostilidad o insolencia, llegó al
pueblo con una comitiva pequeña. Durante tres días estuvo de pie en miseria
delante del pórtico del castillo, habiéndose quitado su capa real, descalzo,
vestido sólo con ropas de lana. Con muchas lágrimas imploró la ayuda y
consolación de nuestra piedad apostólica.… Finalmente, movidos por la
urgencia de su dolor, y las oraciones de todos los presentes, soltamos el yugo
de su excomunión, y lo recibimos en el seno de la santa madre Iglesia.”49
Este acto de humillación fortaleció la imagen del rey ante sus súbditos y éste,
lejos de claudicar en sus pretensiones, declaró la guerra al Papa, a quien finalmente
derrotó (1083) enviándolo al exilio, donde murió. Enrique coronó a un nuevo Papa
(Clemente III) y éste lo coronó emperador (1084). Estas luchas en torno al problema
de la investidura y el trono papal no terminaron hasta comienzos del siglo XII, cuando
se hizo un arreglo: la Iglesia nombraría a los obispos, pero con la aprobación del
emperador.
Los Papas de los siglos XII y XIII
Alejandro III (1159–1181). Comenzó su reinado con dificultades, especialmente
con Federico Barbarroja (1152–1190) el rey alemán, pero pudo continuar la obra
reformadora de Gregorio VII. Entre sus contribuciones cabe mencionar que fue él
quien citó el Tercer Concilio de Letrán, que se reunió en 1179. Este concilio decretó:
(1) sólo los cardenales podían nombrar al Papa; (2) los cristianos que morían peleando
contra la herejía recibían el perdón de todos sus pecados; (3) las autoridades seculares
no debían interferir en los asuntos de la Iglesia; y, (4) la canonización de los santos
debía ser aprobada por Roma.
En relación con lo último, Alejandro III convirtió en monopolio papal toda la
cuestión de la canonización de los santos. Con las Cruzadas, el comercio de las
reliquias y su veneración fue creciendo hasta llegar a ser un verdadero furor. Las
iglesias y los particulares competían entre sí en cuanto a quién poseía las reliquias más
valiosas y milagrosas. Esto había dado un fuerte impulso al culto de los santos, que
llegó a tener cierto peso político. De allí la decisión del Papa de poner control sobre el
mismo.
Inocencio III (1198–1216). A fines del siglo XII llegó al trono de Roma otro de
los grandes papas: Inocencio III, el Papa de los grandes logros y de las glorias mayores
durante la Edad Media. Sus contemporáneos lo llamaron “estupor del mundo.” Tomó
el título usado por Gregorio de “Vicario de Pedro” y lo transformó en “Vicario de
Cristo.” Sus pretensiones de poder fueron menos radicales que las de Gregorio, en
parte porque era más estadista y menos batallador, y en parte porque no había muchos
opositores. Su gobierno llevó al máximo el poder papal, que alcanzó la cúspide del
poderío terrenal. Llegó a ser el mayor poder de Europa y manejó la política
internacional a su antojo, coronando y deponiendo reyes, excomulgando individuos y
naciones, y otorgando favores y reinos a quienes le rendían homenaje.
Inocencio III colocó al papado en el centro de los movimientos mundiales. Al
igual que Nicolás I, consideraba que “el mundo es una ecclesia,” de modo que
consideraba como derecho y obligación aprobar a reyes y emperadores. La Iglesia
Romana era la legisladora final de toda la cristiandad y su autoridad se extendía sobre
toda la societas christiana, cuyos gobernantes debían someterse a los juicios del Papa.
Para lograr esto, el papado tenía derecho a utilizar todas las armas espirituales
disponibles, sobre todo la excomunión y el interdicto, y a emplear todos los recursos
del privilegio espiritual. Por lo tanto, el mundo tendía a dividirse no en personas
buenas o malas, sino en papistas y antipapistas.
Dos de los logros mayores de Inocencio III fueron: (1) El Cuarto Concilio
Laterano de 1215, que por orden papal reunió a autoridades eclesiásticas y seculares de
toda Europa, y que fue el más importante de toda la Edad Media (asistieron unos 1.200
prelados). Entre otras cosas, este concilio enfatizó la importancia de la predicación y la
enseñanza, la disciplina moral del clero, se declaró como artículo de fe la
transubstanciación, se hizo obligatoria la confesión y la comunión anuales y se
inauguró la inquisición para la represión de los herejes (especialmente de valdenses y
albigenses). El concilio decretó una nueva Cruzada y prohibió la fundación de nuevas
órdenes religiosas. (2) El reconocimiento de los frailes: durante su gobierno se alentó a
laicos y humildes que se consideraban llamados a una vida de pobreza a organizarse
como órdenes de frailes (“hermanos”). Fue en este tiempo que surgieron y recibieron
aprobación los franciscanos y los dominicos.
Para entonces, ya estaba internalizada en toda Europa occidental la idea de una
sociedad cristiana y el paradigma de cristiandad había alcanzado su expresión más alta.
Este proceso había comenzado en el período anterior, pero fue en el siglo XIII que se
completó con el Papa en la cúspide del poder político y religioso. A partir de aquí el
prestigio papal comenzaría a decaer hasta llegar a niveles increíbles.

GANANCIAS Y PÉRDIDAS DEL CRISTIANISMO: 950–1350


Conflicto
El territorio capturado por el Islam continuó en sus manos, excepto España, que
comenzó a ser reconquistada lentamente para el cristianismo. Sicilia, que había caído
en manos musulmanas en el año 902, fue capturada por los normandos (que
posteriormente se hicieron cristianos), en el año 1091. Más seria fue la revigorización
del Islam producida por el advenimiento de los turcos selyúcidas, que invadieron Asia
Menor y amenazaron la ciudad de Constantinopla. Las Cruzadas, que comenzaron en
1096, lograron recuperar Asia Menor y durante algún tiempo pudieron mantener reinos
cristianos en Siria y Palestina, pero no en forma permanente.
Expansión
A pesar de los muchos problemas internos (pornocracia, controversia de las
investiduras), la cristiandad occidental continuó en plena expansión en Occidente.
Escandinavia fue evangelizada gracias a las influencias y los misioneros provenientes
de Inglaterra, comenzando con la conversión de Olaf Trygveson en el año 995. Desde
Noruega, la fe cristiana se expandió a las islas del Mar del Norte, llegando a Islandia y
Groelandia. A partir del año 1000, desde Inglaterra y Dinamarca se evangelizó Suecia.
El progreso aquí no fue muy rápido, pero sí persistente. En la misma época el
cristianismo avanzaba hacia Polonia y Hungría, y hacia el año 1150 los vendos
paganos se convirtieron.
En Oriente la Iglesia Ortodoxa ganaba a los búlgaros en el año 964, a los serbios
un poco más tarde, y en el año 987 el cristianismo penetraba en el Ducado de Kiev y
comenzaba la gran expansión en Rusia. En definitiva, sería este cristianismo ortodoxo
ruso el que forjaría la identidad nacional y la cultura de esta gran nación, aun en medio
de las invasiones mongolas.

GLOSARIO

apocalipticismo: movimiento que pretende descubrir un ordenamiento inteligible en el


curso general de los acontecimiento humanos y, especialmente, concede importancia
central en ese ordenamiento a la vida histórica de Cristo. Los eventos anteriores a él se
interpretan como preparatorios, y los sucesos posteriores como desarrollo de sus
consecuencias. Divide la historia en antes y después de Cristo.
ábside: extremo, frecuentemente oriental y en forma de polígono o semicircular, de
una iglesia, límite del presbiterio, el lugar donde se encuentran el altar y el coro.
baldaquino: o baldaquín, de Baldac, nombre dado en la Edad Media a Bagdad, de
donde venía una tela así llamada. Con esa tela de seda se confeccionaba una especie de
dosel o palio a modo de pabellón que cubría el altar mayor. En Santa Sofía, el
baldaquino estaba debajo del gran domo (cúpula o bóveda) central en forma de una
media esfera.
breviario: libro que contiene el orden completo del Oficio Divino de cada día y las
oraciones que se ofrecen en cada momento.
catholikós: obispo patriarca o primado de ciertas iglesias orientales, especialmente de
la Iglesia Armenia o de las iglesias nestorianas (Iglesia del Este) como la Iglesia
Ortodoxa Siria.
cenobita: persona (hombre o mujer) que profesa o practica la vida monástica o
cenobítica; monje o anacoreta que expresa su vocación religiosa mediante una vida en
común (del griego koinóbion), es decir, en comunidad, en oposición a la vida
eremítica.
completas: última hora de oración del Oficio Divino. Fueron establecidas en
Occidente por Benito de Nursia en su Regla, proveyendo un oficio de retiro para las
comunidades religiosas posterior a las Vísperas, que se ofrecían al atardecer. Incluía
varios salmos y el Nunc Dimittis o cántico de Simeón (Lc. 2:29–32).
Cruzadas: guerras realizadas durante los siglos XI a XIII (1096–1291) por los
cristianos occidentales para reconquistar el Santo Sepulcro del dominio de los turcos
selyúcidas musulmanes. Al principio fueron guerras de carácter religioso. Los
cristianos marchaban hacia Oriente a combatir por la cruz, signo que bordaban en rojo
sobre sus vestidos para destacar la finalidad de su empresa. De allí el nombre de
“cruzadas.”
devoción: amor, fervor y veneración religiosa, y la manifestación exterior concreta de
estos sentimientos a través de actos rituales. En la Edad Media, las devociones fueron
el conjunto de mediaciones religiosas, a través de las cuales el pueblo sencillo y
carente de una adecuada formación teológico-doctrinal, expresaba su dependencia de
la divinidad y su piedad. Las devociones eran un medio para conseguir la satisfacción
de alguna necesidad sentida e inmediata.
dieta: del latín dies, día. Asamblea política en que se discutían los negocios públicos
de una nación. Llevaron este nombre las asambleas deliberantes celebradas en la Edad
Media y comienzos de la Moderna en Alemania, Polonia, Hungría, Suiza, Suecia,
Dinamarca y Croacia.
epítome: resumen o compendio de una obra extensa; síntesis o ejemplo de algo. En
retórica es una figura que se utiliza cuando, después de dichas muchas palabras, para
mayor claridad se repiten las primeras.
eremita: del griego eremítes, que deriva de éremos, desierto, yermo. Se refiere a la
persona (hombre o mujer) que sigue el modo de vida ascético propio de la vocación y
disciplina de un ermitaño o eremita, que vive una vida apartada del mundo y
consagrada a la oración y meditación en solitario, en oposición a la vida monástica en
comunidad.
escapulario: distintivo de ciertas órdenes religiosas, que consiste en un pedazo de tela,
que cuelga sobre el pecho y la espalda. Pedazo pequeño de tela, generalmente con una
imagen de la Virgen María, que se lleva por devoción colgado al cuello con dos cintas
largas.
gleba: tierra que constituye la dotación de una iglesia parroquial. Tierras a las que
estaban adscritos determinados colonos y posteriormente los siervos (siervos de la
gleba).
indulgencia: según la fe católica romana, es la remisión de la deuda debida a Dios por
el pecado después que la culpa ha sido perdonada. La remisión tiene que ver con el
período de corrección y disciplina en el Purgatorio. Se dice que esto es posible debido
al “tesoro de méritos” que se supone ha sido acumulado por Jesús, la Virgen María y
los santos.
liturgia: del griego leitourgia, obra o servicio público. Se refiere al campo religioso-
cultural, especialmente la relación con los ritos religiosos, sobre la base del
comportamiento ritualizado en cuanto tal o de las implicaciones emotivas y
existenciales propias de determinadas ceremonias y manifestaciones religiosas.
maitines: el oficio nocturno del breviario, derivado de la práctica de las vigilias de la
iglesia primitiva. Destinados a decirse a la medianoche en la Iglesia Romana.
metropolitano, na: perteneciente o relativo a la metrópoli arzobispal, arzobispo. Se
aplica también a la iglesia arzobispal que tiene dependientes otras sufragáneas,
lideradas por obispos.
milenarismo: del latín millenarius, que contiene un mil. Movimiento social reactivo
basado en la creencia de que la brecha entre el ideal cultural y la realidad social se
cerrará (y durará por mil años). Es la creencia en el inminente advenimiento de un
período histórico utópico de mil años de duración, que inaugurará un milenio de paz y
felicidad, y que ocurrirá después de la segunda venida de Cristo y con anterioridad al
fin del mundo.
nicolaísmo: doctrina de los nicolaítas, herejes del siglo I que formaron una de las más
antiguas sectas heterodoxas del cristianismo (Ap. 2:6, 15). Se los acusaba de
promiscuidad y orgías, especialmente de la práctica de la fornicación como idolatría.
Se los identificaba con un tal Nicolás.
normandos: hombres del norte, procedían de las comarcas de Europa septentrional,
Escandinavia y Dinamarca. Eran de origen germánico, pero al asolar las costas de las
Islas Británicas y de Francia, todavía eran paganos. Comprendían tres tribus
principales: daneses, noruegos y suecos.
Oficio Divino: (Opus Dei u obra de Dios, según Benito) es el conjunto de actividades
litúrgicas cantadas o recitadas en las horas canónicas (de oración) de cada día. El oficio
monástico era algo más largo que el cantado en las iglesias seculares.
órdenes mendicantes: expresión general aplicada a las órdenes de frailes, llamadas así
porque rehusaban tener propiedades corporativas y dependían de la mendicidad
organizada para su mantenimiento.
pornocracia: sistema de gobierno y estado social en que dominan las cortesanas, y
que se caracteriza por la obscenidad y la corrupción de las costumbres.
relicario: vaso o recipiente, hecho con frecuencia de un metal precioso y ricamente
ornamentado, que se usaba para guardar las reliquias de un santo.
sacramento: signo sensible o tangible de un supuesto efecto interior y espiritual que
Dios obra en el alma del creyente. La Iglesia medieval definió siete sacramentos:
bautismo, confirmación, penitencia, comunión, extremaunción, orden sacerdotal y
matrimonio.
scriptorium: escritorio, sala u otro lugar de un monasterio donde se escribían y
copiaban manuscritos.
selyúcidas: célebre dinastía turcomana, fundada a principios del siglo XI por Togrul I,
descendiente de un famoso jefe turco llamado Selyuk o Selgiuk, y que durante dos
siglos y medio dominó en el Asia occidental.
silogismo: argumento que consta de tres proposiciones, la última de las cuales se
deduce de las otras dos.
sistema feudal: sistema de organización social dominante en Europa Occidental desde
el siglo X al XV. Estuvo basado en un sistema de tenencia de la tierra, según el cual un
señor otorgaba (no en propiedad) extensiones de diversos tamaños (feudos) a sus
vasallos (caballeros) en pago por sus servicios militares. Los feudos podían ser
divididos por el vasallo entre otros caballeros, quienes a su vez pasaban a ser sus
vasallos. Los feudos se componían de uno o más señoríos, es decir, de fundos con
siervos cuya producción agrícola proporcionaba la base económica para la existencia
de la clase feudal. Cuando un vasallo recibía un feudo, hacía votos de honra y lealtad a
su señor debiendo ofrecer fidelidad como así también un cierto número de servicios
militares. Al morir un vasallo, el feudo técnicamente debía pasar de nuevo a su señor,
pero era práctica común que el hijo mayor tomara el lugar del padre como vasallo del
mismo y, por lo tanto, los feudos eran de hecho transmitidos mediante el principio de
primogenitura. El feudalismo tuvo su mayor auge entre el siglo XI y el siglo XIII. Su
decadencia se debió principalmente al crecimiento de las ciudades de manera
concomitante a la aparición de una clase media urbana, de una economía comercial y,
también, a la ascensión al poder de las monarquías centralizadas.
studium generale: estudio general; término que apareció a finales del siglo XII y que
se aplicaba a una escuela que tenía carácter universal, usado especialmente para
centros que fueron precedentes de las universidades y, después, para las universidades
mismas. En la teoría del derecho canónico indicaba una categoría de privilegio que
sólo era conferida por el Papa a determinadas escuelas. Su seña de identidad era el
derecho de sus licenciados a enseñar en cualquier otra escuela de la cristiandad sin
ningún otro examen.
sultán: rey de los turcos selyúcidas.
Summa: del latín “la totalidad.” Tratado que da un resumen de la esencia de un tema.
En la Edad Media era un compendio de filosofía, teología o derecho canónico que se
empleaba en las escuelas como libro de texto. En estas obras, el tema de discusión se
exponía por medio del planteamiento de una serie de preguntas, que luego se
contestaban mediante el método dialéctico.
terciarios: miembros de la orden tercera, confraternidad de laicos adscrita a los frailes.
Se obligaban a seguir ciertas observancias religiosas de los frailes, incluyendo la
recitación de las horas del Oficio Divino durante el día.
vikingos: en las sagas islandesas se refiere a los piratas escandinavos o normandos,
que invadieron territorios del Occidente, Oriente y sur de Europa, descubrieron
Islandia, fundaron el reino de las Dos Sicilias y el ducado de Normandía y
conquistaron a Inglaterra en 1066.

SINOPSIS CRONOLÓGICA
843 Tratado de Verdún: división del Imperio Carolingio.

841– Invasiones vikingas.


896

867– Dinastía macedónica en el Imperio Bizantino.


1056

900– Movimiento cluniacense.


1100

936– Otón I el Grande, primer rey sajón de territorios germánicos.


973

978– Vladimir de Kiev acepta el cristianismo ortodoxo (bizantino).


1015
980 Avicena.

996 Polonia se convierte al cristianismo.

1000– Florecimiento de la arquitectura románica.


1200

1025– Decadencia del Imperio Bizantino.


1453

1033– Anselmo.
1209

1040 Pax Dei (Paz de Dios).

1046 Comienzo del período de la reforma del papado.

1049– El papa León X defiende la primacía de Pedro.


1054

1054 Gran Cisma entre Oriente y Occidente.

1055 Turcos selyúcidas toman Bagdad y reinan como sultanes.

1059 Los cardenales eligen al Papa.

1071 Turcos selyúcidas derrotan al ejército bizantino en Manzikert.

1073– Gregorio VII: idea monárquica del papado.


1085

1074 Comienzo de la controversia de la investidura con Enrique IV.

1076 Enrique IV y los obispos alemanes deponen a Gregorio VII.

Gregorio VII excomulga a Enrique IV.

1077 Enrique IV se encuentra con Gregorio VII en Canosa.


1079– Pedro Lombardo.
1142

1080 Segunda excomunión de Enrique IV.

1081– Alejo Commeno.


1185

1084 Orden de los cartujos. Enrique IV corona como Papa a Clemente III.

1090 Turcos selyúcidas atacan Constantinopla.

1095 Alejo Commeno pide ayuda al papa Urbano II contra los selyúcidas.

En noviembre, Urbano II predica una Cruzada en Clermont.

1096– Período de las Cruzadas.


1291

1096 Comienza la primera Cruzada.

1098 Formación de los cistercienses.

1099 Captura de Jerusalén por los cruzados en julio.

Reino de Jerusalén bajo Godofredo de Bouillon.

1100– Fundación de las primeras universidades.


1300

1126– Averroes.
1298

1135– Moisés Maimónides.


1204

1147– Segunda Cruzada.


1149

1150– Florece el estilo gótico.


1500

1167 Secta de los cátaros o albigenses: dualistas.

1167– Gengis Khan: primer Imperio Mongol.


1227

1168– Roberto de Grosseteste.


1253

1179 Se requiere a las escuelas catedrales pagar a los maestros.

1187 Saladino captura Jerusalén y pone fin al reino cristiano.

1189– Tercera Cruzada: Federico Barbarroja muere ahogado; Ricardo Corazón de


1192 León negocia un armisticio con Saladino; peregrinos pueden visitar Jerusalén.

1200– Herejía de los albigenses.


1229

1202– Cuarta Cruzada: Inocencio III envía un ejército cruzado contra Egipto; los
1204 venecianos usan a los cruzados para saquear a Constantinopla.

1205– Conquista mongola de China.


1225

1206– Alberto Magno.


1280

1210 Valdenses.

1212 Cruzada de los Niños: miles de niños son llevados de Marsella a

Alejandría y terminan como esclavos.


1215 Comienza la Inquisición.

1225– Tomás de Aquino.


1275

1226– Caballeros Teutónicos.


1410

1248– Quinta Cruzada: Federico II es excomulgado.


1254

Obtiene Jerusalén por un tratado con el sultán El Kamil de Egipto.

1245 Invasores mongoles (tártaros) conquistan Rusia.

1250– Cumbre del escolasticismo.


1277

1256 Los mongoles penetran en Persia.

1258 Los mongoles capturan Bagdad. Fin de la dinastía abásida.

1261 Fuerzas bizantinas recuperan el control de Constantinopla.

1270 Séptima Cruzada: San Luis muere en su esfuerzo por tomar Túnez.

1291 Cae Acre, el último bastión cristiano en Tierra Santa.

1301 Comienzo del surgimiento de los turcos otomanes.

1315– Hambrunas e inundaciones.


1317

1330 Levantamientos de campesinos.

1337 Los otomanes sitian Nicomedia.


1337– Guerra de los Cien Años.
1453

1343– Quebrantos bancarios en Florencia.


1346

1348– Peste Negra.


1351

1354 Los otomanes sitian Gallípoli.

1389 Los otomanes sitian los Balcanes.

CUESTIONARIOS DE REPASO

Preguntas sobre el material básico (para los niveles 1, 2 y 3):


1. ¿Cuál fue el origen del sistema feudal?

2. ¿Quiénes sufrieron más las invasiones normandas? ¿Por qué?

3. ¿Quién fue Olaf Trygveson y cómo se convirtió al cristianismo?

4. ¿Quién fue Canuto? (un Papa, un rey, un monje). Subrayar la palabra correcta.

5. ¿Quiénes eran los turcos selyúcidas y qué religión tenían?

6. ¿Cómo se llamaba el líder religioso de los turcos selyúcidas? ¿Cómo se llamaba su


líder político?

7. ¿Cuál fue la ocasión de la primera Cruzada y cómo se organizó?

8. ¿Cuántas Cruzadas hubo y cuál fue la característica general de la mayoría de ellas?


9. Menciona dos aspectos positivos de las Cruzadas.

10 ¿Qué narraba la historia del Preste Juan? ¿Era cierta esta historia?

11. ¿Quién fue Kubilai y cuál es su importancia para la historia del cristianismo?

12. ¿Quiénes fueron Nicolás y Mateo Polo?

13. ¿Cuáles fueron las tres religiones posibles que los mongoles tenían para escoger?
¿Cuál fue la que rechazaron?

14. ¿Qué forma asumieron, durante la Edad Media, las inquietudes por una nueva vida
religiosa?

15. ¿Quiénes fueron los cluniacenses y cuáles fueron sus características?

16. ¿Qué es la simonía?

17. ¿Quiénes fueron los que produjeron algunos de los cambios más importantes en
toda la historia de la Iglesia Católica Romana?

18. ¿Quiénes fueron los cistercienses y cuáles fueron sus características?

19. ¿Quién fue Bernardo de Clairvaux y qué hizo?

20. Menciona algunas de las características de los frailes.

21. ¿Quién fue Domingo de Guzmán y qué hizo?

22. ¿Quién fue Francisco de Asís y qué hizo?

23. ¿En qué aspectos de su organización se parecían los dominicos y los franciscanos?

24. Menciona dos órdenes militares. ¿Qué prometían sus miembros como monjes y
como soldados?
25. ¿Cómo denominan los historiadores al período entre los años 500 y 1500? ¿Por
qué?

26. ¿Qué tres condiciones hicieron posible el desarrollo del arte y la arquitectura gótica
entre los años 1050 y 1350?

27. ¿Qué fue el escolasticismo?

28. ¿Los conceptos de qué filósofo griego predominaban en el escolasticismo? 29.


¿Quién fue Anselmo y qué escribió?

30. ¿Qué enseñó Anselmo acerca de la salvación?

31. ¿Qué enseñó Abelardo acerca de la salvación?

32. ¿Quién fue Tomás de Aquino?

33. ¿En qué consistía el Trivium? ¿En qué consistía el Quadrivium?

34. Según Gregorio VII, ¿qué dos poderes había en los planes de Dios?

35. ¿Cuáles fueron las metas principales de Gregorio VII?

36. ¿Cuáles fueron algunos de los instrumentos que Gregorio VII utilizó para alcanzar
sus metas? 37. ¿Cuáles fueron algunas de las reformas importantes de Gregorio VII?

38. Describe con tus propias palabras la controversia de las investiduras.

39. Menciona cuatro decretos del Tercer Concilio Laterano (1179).

40. Menciona cuatro resoluciones del Cuarto Concilio Laterano (1215).

Preguntas suplementarias (para los niveles 2 y 3):


1. Explica qué quiere decir el autor cuando afirma: “La vida medieval estaba
estructurada, en buena medida, como las piezas de un juego de ajedrez.”

2. Identificar los siguientes términos: Cruzadas, Preste Juan, Gengis Khan, keraítas.

3. ¿Qué es lo que el autor quiere significar con la expresión: “El Papa actuó como
cabeza de la cristiandad.”?

4. ¿Quiénes fueron los frailes, y cuál fue la diferencia más importante entre ellos y la
mayoría de las órdenes monásticas?

5. ¿Qué parte tuvo Francisco de Asís en las Cruzadas, y cuándo actuó?

6. El autor afirma: “En 1221 franciscanos y dominicos aceptaron oficialmente su


vocación de ‘ir por todo el mundo’ predicando.” ¿Cómo realizó cada orden de frailes
su tarea?

7. La tarea principal del sacerdote medieval era “el ministerio de la Palabra y la


administración de los sacramentos.” ¿Qué otras tareas tenía un sacerdote durante la
Edad Media?

8. ¿Qué era un studium generale?

9. ¿Por qué el siglo X es considerado como “el siglo de hierro de la Iglesia”?

10. Haz una evaluación del pontificado de Gregorio VII.

Tareas avanzadas (para el nivel 3):


1. En el año 1095, el papa Urbano II proclamó la primera Cruzada. ¿Qué dos
problemas pretendía solucionar con ella.

2. Compara la acción del papa Gregorio X al enviar una misión a Mongolia, con la
acción del papa Gregorio I al enviar una misión a Inglaterra. ¿Qué resultados hubo en
cada caso?
3. Resume con tus propias palabras la enseñanza de Tomás de Aquino sobre fe y
razón.

4. Pedro Abelardo sostenía que en cuestiones de ciencia, ética y religión siempre hay
más de una respuesta (sí y no). ¿Qué piensas sobre esto? Ofrece razones para tu
respuesta.

5. Lee Baker, Compendio de la historia cristiana, capítulo 10 (pp. 113–124) y


menciona los movimientos más importantes que contribuyeron a la revitalización del
papado y de la Iglesia Romana.

TRABAJOS PRÁCTICOS

TAREA 1: La violencia de la vida medieval.


Lee y responde:
“Aunque los nobles no trabajaban para ganarse la vida, no pasaban el tiempo en la
ociosidad. Los convencionalismos de su sociedad les exigían gran actividad bélica,
aventurera y deportiva. No sólo luchaban con pretextos baladíes para apoderarse de los
feudos vecinos, sino también por puro amor a la lucha como aventura excitante. Eran
tan frecuentes los actos de violencia, que la Iglesia tuvo que intervenir con la Paz de
Dios en el siglo X y luego con la Tregua de Dios en el siglo XI. Mediante la Paz de
Dios la Iglesia pronunciaba anatemas solemnes contra quienes realizaban actos de
violencia en los lugares destinados al culto, robaban a los pobres o agraviaban a los
sacerdotes. Más tarde se extendió esta protección a los comerciantes. La Tregua de
Dios prohibía toda clase de lucha desde ‘la víspera del miércoles hasta el amanecer del
lunes’ y también desde la Navidad hasta la Epifanía (6 de enero) y durante la mayor
parte de la primavera, fines del verano y comienzos del otoño. El propósito de esta
última regulación era, evidentemente, proteger a los labradores durante las estaciones
de la siembra y la cosecha. La pena que se imponía al noble que violaba esa tregua, era
la excomunión.”50
- ¿Por qué razones los pueblos germánicos, especialmente sus caballeros, manifestaban
una actitud de vida tan violenta?

- ¿Cuál es tu opinión frente a la afirmación de algunos en el sentido de que la violencia


es una cuestión étnica y cultural? ¿Es posible que haya pueblos que son más violentos
que otros?

- ¿Qué podemos hacer los cristianos hoy para neutralizar la violencia que se manifiesta
en múltiples formas en todo el mundo, especialmente a través de la guerra y el
terrorismo?

TAREA 2: Focio de Constantinopla vs. Nicolas I de Roma por Bulgaria.


Lee y responde:
Patriarca Focio de Constantinopla: “… no es permisible decir que el Espíritu Santo
procede del Padre y del Hijo, sino sólo del Padre.… Es más, ahora la tribu bárbara de
los búlgaros, que eran hostiles y animosos a Cristo, se han convertido a un grado
sorprendente de mansedumbre y conocimiento de Dios. Más allá de toda expectativa
han abrazado como cuerpo la fe de Cristo, alejándose de la adoración a los demonios y
a sus dioses ancestrales, y rechazando el error de la superstición pagana.… ¡Pero qué
trama perversa y maligna, qué situación impía!… Ese pueblo no había abrazado la
verdadera religión de los cristianos por apenas dos años, cuando ciertos hombres
impíos y siniestros … surgieron de las tinieblas (porque han surgido del Oeste). Éstos,
… como un jabalí salvaje saltando con codicia sobre la muy amada y recién plantada
viña del Señor con pies y dientes desnudos—sobre sendas de administración
deshonrosa y doctrina corrupta, dividiendo de esta manera el país para ellos mismos,
han traído ruina sobre el pueblo. Perversamente se propusieron alejarlos de la
verdadera y pura doctrina y de una fe cristiana sin mácula y de esta manera
destrozarlos. [Sigue la enumeración de enseñanzas y prácticas presentadas por los
misioneros francos, que Focio considera erróneas] … Pero la blasfemia contra el
Espíritu Santo, o más bien contra toda la Trinidad, no se compara con nada de esto, y
si todas las demás enseñanzas falsas no estuvieran presentes, esto solo sería suficiente
para traer diez mil anatemas sobre ellos.”51
Carta encíclica a las sedes arzobispales del Este, 866.
Papa Nicolás I de Roma: “… el muy bendito Pedro, quien nos protege y defiende a
nosotros, los herederos de su ministerio, lleva las cargas que pesan sobre todos
nosotros. De hecho, él las lleva en nosotros. Seguramente entre las dificultades que nos
causan gran preocupación están aquellas, especialmente perturbadoras para nosotros,
que los emperadores griegos, Miguel y Basilio, y sus súbditos nos infligen a nosotros,
y verdaderamente a todo el Oeste. Inflamados con odio y envidia contra nosotros, …
intentan acusarnos de herejía. Con odio realmente, porque nosotros no sólo
desaprobamos sino incluso condenamos por deposición y anatematización el avance
logrado por Focio, un neófito, usurpador y adúltero de la Iglesia de Constantinopla.…
Y con envidia, porque supieron que Miguel, rey de los búlgaros, y su pueblo recibieron
la fe de Cristo y ahora deseaban que la Sede de San Pedro les proveyera maestros e
instrucción para ellos. En lugar de esto, ellos procuran fervientemente alejar a los
búlgaros de la obediencia al bendito Pedro y someterlos solapadamente a su propia
autoridad bajo el pretexto de la religión cristiana. Ellos predican cosas tales sobre la
Iglesia Romana, que es sin mancha ni arruga o nada de ese tipo, que los ignorantes de
la fe que escuchan estas cosas nos evitan, se apartan, y casi nos abandonan como a
criminales manchados con la mugre de varias herejías.”52
Carta al arzobispo Hincmar de Reims y a los obispos del Imperio Occidental, 23 de
octubre de 867.
- ¿De qué manera estos dos documentos reflejan la creciente oposición y distancia
entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla?

- ¿Qué lugar ocupaba la controversia teológica sobre la cláusula filioque en las


diferencias que separaban la cristiandad latina de la cristiandad griega?

- ¿En qué medida la doctrina y obra del Espíritu Santo es hoy una cuestión que
mantiene divididos a muchos cuerpos cristianos? Presentar ilustraciones.

TAREA 3: La caída de Jerusalén en manos de los cruzados (1099).


Lee y responde:
“Después de su vano intento de tomar Acre mediante un sitio, los francos se movieron
a Jerusalén y la sitiaron por más de seis semanas. Construyeron dos torres, una de las
cuales, cerca de Sión, fue quemada por los musulmanes, matando a todos dentro de
ella. Ésta apenas había dejado de arder cuando un mensajero arribó para pedir ayuda y
traer las nuevas que el otro lado de la ciudad había caído. De hecho, Jerusalén fue
tomada desde el norte en la mañana del viernes 22 de Sha’ban de 492 [15 de julio de
1099]. La población fue pasada por la espada por los francos, que saquearon el área
durante una semana. Una banda de musulmanes se refugió en el Oratorio de David y
pelearon por varios días. Se les concedió la vida a cambio de rendirse. Los francos
honraron su palabra, y el grupo se fue de noche hacia Escalón. En el Masjid al-Aqsa
los francos masacraron más de 70.000 personas, entre ellos un gran número de imanes
y eruditos musulmanes, hombres devotos y ascéticos que habían dejado sus hogares
para vivir vidas de reclusión piadosa en el Lugar Santo. Los francos despojaron al
Domo de la Roca de más de cuarenta candelabros de plata, … una gran lámpara de
plata … así como unos ciento cincuenta candelabros de plata más pequeños y más de
veinte de oro, y un botín mucho mayor. Los refugiados de Siria llegaron a Bagdad en
Ramadán.… Les contaron a los ministros del califa una historia que destrozó sus
corazones y trajo lágrimas a sus ojos. El viernes fueron a la mezquita catedral y
rogaron por ayuda, llorando de tal manera que quienes los oían lloraban con ellos
mientras describían los sufrimientos de los musulmanes en aquella Ciudad Santa: los
hombres asesinados, las mujeres y los niños tomados prisioneros, los hogares
saqueados. En razón de las terribles aflicciones que habían sufrido, se les permitió
romper el ayuno.”53
Ibn al-Athir (1160–1233), fue testigo ocular de las últimas Cruzadas. Su relato de la
caída de Jerusalén en 1099 en manos de los cruzados es parte de su historia del mundo
musulmán y presenta la visión musulmana del conflicto bélico.
- ¿Cuán profundamente el saqueo de Jerusalén por parte de los cruzados afectó las
relaciones entre Occidente y Oriente? ¿De qué manera los hechos que Ibn al-Athir
describe profundizaron todavía más el conflicto que desde 1096 cristianos y
musulmanes lidiaron en Tierra Santa? ¿Quiénes fueron la fuerza invasora?

- Procura encontrar otros ejemplos históricos en los que la brutalidad y violencia de


ejércitos de naciones llamadas cristianas han resultado en un impedimento para la
difusión del cristianismo.

- Algunas cristianos justifican las acciones bélicas, imperialistas y opresoras de sus


países diciendo que actúan como cristianos para llevar al mundo oprimido los bienes
de la libertad y la democracia. ¿Cuál es tu opinión sobre esto?

DISCUSIÓN GRUPAL
1. En 1963, un informe de la Comisión de Misión Mundial y Evangelización del
Consejo Mundial de Iglesias, declaraba: “La verdadera excelencia en el estudio
teológico sólo se desarrollará en una comunidad cristiana.” ¿Cuál es la opinión del
grupo?

2. Algunos cristianos condenan al papa Urbano II y a otros papas por haber confiado
en la fuerza armada y otros recursos humanos para el logro de fines religiosos. Tales
críticos dicen que la Iglesia no debe hacer uso de las armas mundanas. ¿Cuál es la
opinión del grupo? ¿Se justifica una guerra religiosa?

3. ¿Qué agencias cristianas en el día de hoy pretenden el derecho de interferir en los


asuntos nacionales e internacionales? Presenten ejemplos de alguna acción asumida
por la Iglesia en oposición a los gobernantes de algún Estado.
¿Piensan que esta acción se justifica?

LECTURAS RECOMENDADAS
Bainton, La iglesia de nuestros padres, 95–129.
Baker, Compendio de la historia cristiana, 113–135.
González, Historia de las misiones, 106–109; 116–132.
González, Historia del cristianismo, 1:325–332; 339–453.
Knowles, Nueva historia de la Iglesia, 2:224–228; 299–356.
Latourette, Historia del cristianismo, 1:457–528; 545–699.
Latourette, Los chinos, 313–334.
Muirhead, Historia del cristianismo, 1:244–301.
Puiggrós, El feudalismo medieval, 7–11; 38–47; 55–72; 114–129; 144–157.
Romero, La Edad Media, 45–74; 141–179.
Vos, Breve historia de la Iglesia cristiana, 65–72.
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 218–292.
UNIDAD 3

Decadencia & vitalidad


1350–1500

INTRODUCCIÓN
El período entre los años 1350 y 1500 se caracteriza por la segunda declinación
en la historia del cristianismo, debida en buena medida a los triunfos de los
musulmanes en Asia Central y a la ruptura del ordenamiento y equilibrio que
caracterizó a la alta Edad Media en Europa occidental.
En Occidente, el impacto que tuvieron las Cruzadas rompió el enclaustramiento
en el que la cristiandad se había desarrollado. La renovación de la vida económica y el
ascenso acelerado de la burguesía agregó nuevos factores de poder y quebrantó el
orden social. Los reinos nacionales emergentes y la decadencia del feudalismo llevaron
al fortalecimiento de la monarquía, ahora poderosa y con recursos suficientes para
lograr sus fines. La declinación de la idea de un orden ecuménico, que resultó de la
debacle tanto del Imperio como del papado, dio lugar al surgimiento de nuevos
incentivos culturales, muchos de los cuales venían de más allá de las fronteras de la
cristiandad occidental (mundo bizantino, influencias árabes).
José Luis Romero: “Las postrimerías del siglo XIII señalan a un tiempo
mismo la culminación de un orden económico, social, político y espiritual, y
los signos de una profunda crisis que debía romper ese equilibrio. Quizá sea
exagerado ver en las Cruzadas el motivo único de esa crisis, que sin duda
puede reconocer otras causas; pero sin duda son las grandes
transformaciones que entonces se produjeron en relación con ellas y en todos
los órdenes las que precipitaron los acontecimientos.”1
En Oriente, Miguel Paleólogo (1261–1282) logró expulsar a los franceses de
Constantinopla y recobrar los territorios europeos del Imperio Bizantino (1261). Pero
sus fronteras estaban amenazadas por nuevos peligros internos y externos. En lo
interno, el surgimiento de un nuevo Estado, el reino servio, que se había apoderado de
importantes provincias bizantinas. Y en lo externo, un nuevo avance del islamismo,
representado ahora por los turcos otomanos, que avanzaron hacia el Oeste penetrando
en Europa, llegando en su avance hasta el río Danubio (1389) e invadiendo los
Balcanes, y finalmente produciendo la caída de Constantinopla en el año 1453. Santa
Sofía, expresión del esplendor alcanzado por la cristiandad bizantina, fue convertida en
mezquita (hasta hoy). En Rusia, mientras tanto, se perpetuaba la cultura bizantina,
primero alrededor de la ciudad de Novgorod para pasar más tarde a la hegemonía de
Kiev. Mientras tanto los mongoles habían fundado la Horda de Oro y dominaban las
vastas llanuras amenazando permanentemente al mundo bizantino. Todo esto puso a la
cristiandad bizantina en situación de riesgo. Las otras cristiandades menores en Asia
Central, Cercano Oriente, Egipto, Nubia y Etiopía casi desaparecieron en estos siglos.
Para la cristiandad en Occidente las cosas no fueron mejores. A principios del
siglo XIV comenzó un largo período de profundas crisis y graves conmociones, que se
prolongarían hasta fines del siglo XV. Los abusos de la Iglesia habían llegado a un
nivel insoportable. El Cautiverio Babilónico de la Iglesia, con el papado en Aviñón
(Francia), entre los años 1305 y 1376, colocó a la Iglesia bajo el dominio de Francia a
pesar de su ideal de ser supranacional. Este escándalo fue seguido por otro peor entre
1378 y 1415, conocido como el Gran Cisma o Cisma Papal, cuando hubo dos papas,
uno en Aviñón y el otro en Roma, y los nuevos países se ponían de parte de uno u otro
conforme con sus intereses políticos o económicos. Además, a la crisis eclesiástica se
agregaron en estos dos siglos diversos flagelos, como sequías, inundaciones y
epidemias. Fueron tiempos difíciles en los que la Peste Negra, la Guerra de los Cien
Años, el ataque de los turcos otomanos a Europa y otros conflictos políticos, sociales y
económicos llevaron a un estado de caos e incertidumbre.
La Peste Negra fue una de las causas más importantes que provocaron la crisis del
siglo XIV. Esta pandemia de peste bubónica fue traída de Oriente en naves genovesas,
que arribaron a Mesina en 1347. La enfermedad se expandió con rapidez por el
continente europeo, favorecida por el mal estado sanitario y el hacinamiento en los
centros urbanos, y en menos de tres años produjo la muerte de más de veinticinco
millones de personas. En algunos lugares de Europa la población disminuyó en dos
tercios, con lo cual hubo una reducción drástica de la mano de obra y grandes
extensiones de tierra quedaron sin cultivar. Hubo también una baja de los precios
agrícolas y aumentaron los gastos de explotación. La falta de mano de obra, las malas
cosechas y la carencia de recursos y reservas hicieron que aumentara la escasez, el
hambre, la depresión económica y los conflictos sociales. El flagelo de la Peste Negra
recién declinó en el año 1351. No es de sorprender, entonces, que se oyeran voces de
protesta y rebeldía, especialmente en los países enemigos de Francia, como en Oxford
con Juan Wycliff y en Praga con Juan Huss.
Un nuevo y poderoso factor se agregaba a los muchos que querían romper el viejo
sistema feudal y la opresión del papado romano, llegando a amenazar la unidad de la
cristiandad: el creciente sentido de nacionalismo. En el camino de esta creciente
tendencia siguió un período de Concilios, en el que pareció abrirse un proceso de
desarrollo hacia una cristiandad unida bajo la dirección del Papa y un Concilio, que
representaría los diversos intereses nacionales. Pero para 1459 el Papa había hecho de
esto algo imposible. Al frustrarse la posibilidad de un cambio gradual no quedó otro
camino que el de la revolución, y la Reforma fue esa revolución.
DECADENCIA DE LA CRISTIANDAD ORIENTAL
El Imperio Latino de Oriente, constituido después de 1204, duró por un medio
siglo, hasta que Constantinopla fue recapturada en 1261 por Miguel Paleólogo, un
general griego, quien forzó al emperador y al patriarca latino a huir. Si bien los griegos
vencieron a los latinos, no pudieron resistir los embates de los turcos otomanos.
Constantinopla nunca más pudo alcanzar el esplendor, tamaño, riqueza e influencia
que había tenido con anterioridad al siglo XIII. Mientras la Iglesia Griega declinaba, la
Iglesia Rusa se transformaba en la más grande y en el exponente supremo del
cristianismo bizantino. El resto de las Iglesias Orientales sufrieron su peor hora, con
pérdidas territoriales y numéricas. Para ellas, ésta fue una era oscura y desalentadora.
Como indica Latourette: “Excluyéndose la familia de la Iglesia Ortodoxa, entre las
otras iglesias orientales, numéricamente más pequeñas, no hubo ni un rayo de luz ni de
esperanza para la oscuridad de la retirada.”2
La Iglesia Ortodoxa Griega
A comienzos del siglo XIV, el Imperio Bizantino, que había estado ligado a la
Iglesia Griega por unos mil años, disminuyó rápidamente frente a la agresividad de los
turcos otomanos. Los monarcas bizantinos intentaron unirse a Occidente en contra de
la amenaza turca. Incluso estuvieron dispuestos a poner a un lado las diferencias
teológicas y la autonomía religiosa y reconocer la primacía del obispo de Roma a fin
de conservar su independencia política. Los líderes religiosos orientales, especialmente
los monjes, no pudieron ver la amenaza política y militar que representaban los turcos
otomanos y continuaron sosteniendo sus costumbres religiosas. En algunos casos,
prefirieron capitular ante los turcos antes que aceptar las costumbres religiosas de
Occidente. Mientras tanto, los turcos avanzaban inexorablemente en sus conquistas: en
1326 capturaron Brusa, en 1329 tomaron Nicea y en 1337 Nicomedia.
Los intentos del emperador Andrónico III (1328–1341) y más tarde de Ana de
Saboya, que actuó como regente en lugar de su hermano Juan V Paleólogo (1341–
1391), para tratar de resolver el cisma entre Oriente y Occidente fueron en vano. Juan I
viajó a Italia en procura de ayuda, pero fue apresado como deudor en Venecia. Su hijo,
Manuel II Paleólogo (1391–1425) también visitó Occidente y rogó la ayuda del Papa
contra los turcos. Logró que los occidentales tomaran conciencia del peligro y enviaran
un ejército a los Balcanes, que fue derrotado.
En 1397 los turcos sitiaron Constantinopla, que se salvó porque Timur o
Tamerlán el tártaro (1336–1405) los atacó en el Este y en 1402 el sultán fue derrotado
y capturado por los mongoles de la Horda de Oro. Timur era un oficial militar turco de
fe musulmana en la región cercana a Samarcanda al servicio del khan mongol, que se
hizo del poder con la caída de los mongoles occidentales. A partir de 1365 comenzó a
tomar el control de los territorios mongoles y en unas pocas décadas llevó a sus
ejércitos a través de Irán, India, Mesopotamia, Siria, Anatolia y Georgia. Desde Rusia
hasta la India la gente sufrió bajo uno de los regímenes más terroríficos de toda la
historia humana, al punto que se lo conoció como Azote de Dios y Terror del Mundo.
Sus matanzas redujeron sensiblemente la población en Asia central. Cristianos,
musulmanes e hindúes padecieron bajo la brutalidad extrema de sus conquistas. Las
iglesias cristianas en el Este sufrieron serios golpes con las invasiones de Timur, y los
que escaparon de la masacre terminaron siendo absorbidos por el islamismo.
Sin embargo, en 1413 el dominio de Timur fue quebrado y los turcos otomanos se
recuperaron para continuar con sus avances hacia Constantinopla. Frente a la amenaza
turca, los bizantinos procuraron reestablecer las relaciones con Occidente. En 1439, en
el Concilio de Florencia, se discutió la unión de la Iglesia de Oriente y la Iglesia de
Occidente. Se lograron acuerdos en cuanto al uso de la cláusula filioque en el credo
occidental, las doctrinas de la Eucaristía y el Purgatorio, e incluso el primado del Papa.
El 6 de julio de 1439, el papa Eugenio IV y el emperador oriental Juan VIII Paleólogo
(1425–1448) ratificaron el Decreto de Unión, y todos los padres conciliares se
arrodillaron delante del Papa reconociéndolo como primado y cabeza de la Iglesia. Los
delegados de las principales iglesias orientales, incluyendo a las Iglesias Armenia,
Jacobita, Etíope, Siria, Caldea y Maronita, suscribieron el Decreto de Unión. No
obstante, la delegación oriental que había acordado la unión fue recibida con gritos y
pedradas por el pueblo de Constantinopla. Los patriarcas de Alejandría, Antioquía y
Jerusalén repudiaron el Concilio de Florencia y el Decreto de Unión. Con la caída de
Constantinopla en 1453, el acuerdo quedó en letra muerta.
Decreto de Unión: “ ‘Alégrense los cielos (Laetentur caeli) y gócese la
tierra’ (Sal. 96:2; Vulg. 95:2). Porque la pared intermedia de separación, que
estaba dividiendo a la Iglesia oriental y occidental, ha sido quitada y han
retornado la paz y la concordia, con Cristo, la piedra angular, que ha hecho
de ambos uno … Porque, he aquí, después de un largo período de división y
discordia los padres occidentales y orientales se han expuesto a los peligros
de [viajar por] mar y tierra y, no escatimando esfuerzos, se han congregado
gozosa y ansiosamente en este santo concilio ecuménico, deseando esa unión
muy sagrada y por la restauración del viejo lazo de caridad … Porque los
latinos y los griegos se han congregado en un santo sínodo ecuménico y se
han aplicado con fervor de modo que, entre otras cosas, ese artículo
concerniente a la piadosa procesión del Espíritu Santo pueda ser
diligentemente discutido y determinadamente examinado … Por lo tanto, en
el nombre de la Santa Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, con la
aprobación de este santo y universal concilio de Florencia, definimos que
esta verdad de la fe sea creída y recibida por todos los cristianos, y que todos
hagan así su profesión, que el Espíritu Santo es eternamente del Padre y del
Hijo y que en su ser él tiene su sustancia y su naturaleza del Padre y del Hijo
juntos y de ambos eternamente como si procediese de un principio y de un
origen único … Además, definimos que la explicación de aquellas palabras
‘y del Hijo’ (filioque) ha sido legal y razonablemente agregada al símbolo,
por declarar la verdad y bajo la compulsión de la necesidad … Además,
definimos que la santa sede apostólica y el pontífice romano tienen la
primacía en todo el mundo, y que el pontífice romano es el sucesor del
bendito Pedro, príncipe de los apóstoles, y el verdadero vicario de Cristo, la
cabeza de toda la Iglesia, y que se destaca como el padre y maestro de todos
los cristianos … En adición reafirmamos la posición de los otros patriarcas
venerables decretada en los cánones; el patriarca de Constantinopla como
segundo después del santísimo pontífice romano, en tercer lugar Alejandría,
en cuarto Antioquía, y Jerusalén quinta en orden, esto es salvaguardando
todos sus derechos y privilegios.”3
Desde Occidente se enviaron refuerzos para enfrentar a los turcos en los Balcanes
y en sus ataques contra Constantinopla, pero fueron aplastados. En 1453 griegos y
latinos entraron a Santa Sofía para participar de la misa por última vez. El emperador
Constantino XI Paleólogo (1448–1453) salió de esa misa sólo para encontrar la muerte
en las calles de la ciudad, con su espada en la mano, mientras exclamaba: “¡Moriré
junto a mi ciudad! ¡Dios no permita que viva como un emperador sin imperio!”4
Steven Runciman: “La tragedia fue final. El veintinueve de mayo de 1453,
una civilización fue borrada irrevocablemente. Había dejado un legado
glorioso en la erudición y el arte; había levantado a países enteros de la
barbarie y había dado refinamiento a otros; su fortaleza y su inteligencia
había sido por siglos la protección de la cristiandad. Por once siglos
Constantinopla había sido el centro del mundo de la luz. La brillantez rápida,
el interés y la estética de los griegos, la orgullosa estabilidad y la
competencia administrativa de los romanos, la intensidad trascendental de
los cristianos del Oriente, fundidos en una masa fluida y sensible, ahora
fueron adormecidos. Constantinopla iba a transformarse en la sede de la
fuerza bruta, de la ignorancia, de una magnífica falta de buen gusto. Sólo en
los palacios rusos, sobre los que voló el águila de dos cabezas, la cresta de la
Casa de los Paleólogos, vegetó algún vestigio de Bizancio por algunos siglos
más.”5
Las Iglesias Orientales menores
Los nestorianos casi desaparecieron de Oriente con la caída del Imperio Mongol.
La invasión de Timur hacia fines del siglo XIV terminó con los últimos focos de
nestorianos, incluso en Mesopotamia y el Curdistán. En el siglo XV, el patriarcado
nestoriano se hizo hereditario. Sólo en el sur de la India sobrevivieron algunas
comunidades nestorianas.
Los jacobitas monofisitas, con su patriarca en Antioquía, también sufrieron con la
desaparición del Imperio Mongol en Persia, Mesopotamia y Asia Central. El
islamismo los diezmó, incluso en Siria donde eran más numerosos. A las
consecuencias de las presiones externas se agregaron las divisiones internas entre
patriarcas rivales. Para cuando se resolvió el cisma, a fines del siglo XV, la comunidad
jacobita había quedado reducida a unos pocos centenares de individuos.
El cristianismo armenio también enfrentó dificultades hacia fines de la Edad
Media. Después del dominio mongol, Armenia se dividió en muchos señoríos bajo
control de armenios, turcomanos y curdos. Éstos sufrieron las invasiones de Timur, y
muchos armenios emigraron a otras regiones. Después de la muerte de Timur, buena
parte de Armenia fue gobernada por turcomanos hasta que a comienzos del siglo XVI
pasó a manos persas. Todo esto resultó en la división de la cristiandad armenia.
Algunos permanecieron ligados a Roma (como iglesia uniata), con lo cual conservaron
sus tradiciones pero reconociendo la supremacía del Papa. La mayoría permaneció
alejada de Roma y sumida en luchas intestinas, por momentos muy violentas. Durante
dos siglos, la Iglesia Armenia padeció de circunstancias escandalosas muy parecidas a
las vividas por la Iglesia Latina en Occidente durante el siglo XIV. Finalmente, a
mediados del siglo XV se logró establecer el patriarcado armenio en Echmiadzin, cerca
del monte Ararat, pero no se puso fin a los conflictos ocasionados por las ambiciones
del clero armenio.
Maghakia Ormanian: “En la primera mitad del siglo XV, la Iglesia
Armenia se encontraba en un estado de gran confusión. El reino [armenio]
de Cilicia [Asia Menor] había desaparecido definitivamente (1375); la
ciudad de Sis, sede del patriarcado, había caído en poder de los egipcios …
La sede patriarcal había perdido su fuerza y su esplendor. La propaganda del
catolicismo romano se ejercía con éxito en Cilicia, gracias a la actividad de
los misioneros franciscanos. Al mismo tiempo, los dominicos trabajaban
para convertir la Gran Armenia.… Un número considerable … deplorando el
estado lamentable de su Iglesia, decidieron tomar medidas radicales para
mejorar la situación y poner orden. Como se habían dado cuenta de que no
existía ya razón ni utilidad para mantener alejada de su sede primitiva a la
residencia patriarcal, se pensó en establecerla de nuevo en Echmiadzin, a
causa de la seguridad relativamente superior que gozaba esa ciudad bajo la
dominación persa … Desde el patriarca Grigor Djelalbeguian (1443), la sede
de Echmiadzin fue presa de alteraciones y disturbios interiores y exteriores
que duraron hasta la elección de Moisés III de Tathev (1629).”6
No fue mejor la suerte de la Iglesia Copta en Egipto, que sufrió severas
restricciones y persecuciones a lo largo de los primeros cuatro siglos de dominación
islámica. No podían construir templos, tenían que pagar mayores impuestos, no podían
casarse sin autorizacón y estaban totalmente al margen de la vida política y social en
Egipto. Con el tiempo, los cristianos tuvieron que vivir juntos en barrios separados
cerca de sus templos. En el siglo VIII se impuso el árabe como lengua oficial de los
dominios islámicos y la lengua copta quedó en desuso. El copto se conservó sólo en la
liturgia, pero los textos teológicos tuvieron que ser traducidos al árabe. La Iglesia
Copta continuó deteriorándose bajo el gobierno de los mamelucos musulmanes, y
desde 1517 bajo el dominio turco otomano. Estas dificultades redujeron el número de
cristianos, muchos de los cuales se hicieron musulmanes por conveniencia.
En Nubia (Sudán) el cristianismo también decayó notablemente bajo el dominio
musulmán, y para fines de este período casi no existía. Muchos cristianos nubios
habían sido esclavizados desde mediados del siglo VII en adelante. Esto fue el
resultado de un tratado firmado entre el gobernador musulmán de Egipto y el rey
cristiano de Nubia, según el cual trescientos esclavos por año debían ser entregados al
gobernador árabe en Asuán. Según Irvin y Sunquist, “ésta fue una de las primeras
experiencias de esclavos que fueron comercializados como parte de las relaciones
económicas entre musulmanes y cristianos en África. En los siglos que siguieron
veremos crecer los números de personas esclavizadas, vendidas y removidas
permanentemente bien lejos de sus tierras de origen a medida que continuó el
comercio de carne humana africana.”7
Con el advenimiento de los mamelucos (1260), los cristianos nubios volvieron a
sufrir persecución. Muchos se vieron forzados a abandonar sus hogares y villas o a
retirarse a regiones más remotas donde había comunidades monásticas. Finalmente, en
1323 los mamelucos instalaron a un rey musulmán en la región norte del país y le
impidieron al patriarca de Alejandría enviar sacerdotes a Nubia, con lo cual las iglesias
quedaron sin liderazgo. La última evidencia de comunidades cristianas en la región
viene de mediados del siglo XV. Después de eso, Nubia parece haberse transformado
en una región totalmente musulmana.
En Etiopía, el cristianismo se desarrolló bastante aislado del resto del mundo
hasta el siglo VII, cuando el mar Rojo se transformó en un lago árabe, y las rutas
marítimas a la India quedaron totalmente bajo el control musulmán. No obstante, los
árabes no invadieron el reino de Axum, en buena medida debido a que los etíopes
habían alojado y ayudado a refugiados musulmanes durante las persecuciones en días
de Mahoma. La cabeza de la Iglesia Etíope (conocido como abuna) era nombrada por
el patriarca de Alejandría y su credo era no calcedónico. Con la invasión árabe a
Egipto (siglo VII), el nombramiento de abunas se hizo más difícil, dejando acéfala a la
Iglesia etíope por largos períodos de tiempo. En el siglo IX el reino etíope se expandió
hacia el sur y con ello también se desarrolló el trabajo misionero cristiano,
especialmente en manos de comunidades monásticas.
Las presiones políticas de los mamelucos se hicieron sentir en el reino cristiano
de Etiopía en el siglo XIII, que respondió con un avivamiento de su identidad política,
cultural y religiosa, fundándose en sus lazos históricos con el judaísmo. La capital del
reino se trasladó de Axum a Adefa (más al sur), se construyeron numerosos templos,
los monarcas tomaron la conducción de la Iglesia Etíope y el cristianismo se expandió
por toda la región sur de Etiopía. Este proceso es conocido como el Avivamiento
Salomónico, en referencia a la relación de Salomón con la reina de Saba. La fuente
más importante de esta tradición es el Libro de los reyes, que ofreció la base ideológica
para la idea de la nación etíope como legítima sucesora de Jerusalén, lo cual fortaleció
su identidad religiosa frente al Islam. Los reyes etíopes se consideraban descendientes
de Salomón y miembros de la casa de David, reclamo que ningún musulmán egipcio
podía hacer en el siglo XIII en cuanto a Mahoma o sus descendientes. Así, pues,
mientras el cristianismo desaparecía definitivamente de Nubia y las iglesias coptas
experimentaban serias restricciones de parte de los mamelucos, en Etiopía el
cristianismo estaba firme y se expandía notablemente durante el siglo XIV a pesar de
que el país estaba rodeado por todos lados por Estados musulmanes.
La Iglesia Ortodoxa Rusa
Mientras la cristiandad bizantina se desplomaba como consecuencia del avance
musulmán de los turcos otomanos, la Iglesia Ortodoxa en Rusia no sólo se expandía
territorialmente sino que se mostraba notablemente vital. Lejos de deteriorarla, la
ocupación mongola (la Horda de Oro) provocó un incremento del prestigio de la
Iglesia, que se transformó en el centro de la identidad y resistencia nacional. Después
de 1310, el metropolitano de Kiev y de toda Rusia se trasladó de manera permanente a
Moscú. Hacia fines de ese siglo, el principado de Moscú era lo suficientemente fuerte
como para desafiar al dominio mongol, a quienes finalmente derrotaron. A partir de
1386, el centro de todo el cristianismo ortodoxo ruso estuvo localizado en Moscú. Para
1448, la Iglesia Rusa ya tenía a su propio patriarca ecuménico y se declaraba
autocéfala, si bien continuaba en la tradición ortodoxa. Tres décadas más tarde (1480)
el soberano de Rusia, Ivan III el Grande (1440–1505) salvó a Rusia del poder de los
tártaros, puso fin al dominio de la Horda de Oro, construyó el Kremlin y constituyó así
un reino independiente con una iglesia nacional bajo el primado de Moscú, que fue
considerada como la Tercera Roma.

RESISTENCIA A LAS PRETENSIONES PAPALES


A medida que el papado fue aumentando su ambición de poder y autoridad
mundanos, también se fue incrementando la resistencia de emperadores, reyes y
príncipes a tales pretensiones. Hubo cuatro pasos en este proceso de deterioro de las
pretensiones papales: la opresión de la Iglesia; el cuestionamiento al papado por su
corrupción; el Cautiverio Babilónico de la Iglesia; y el Gran Cisma papal. Todo esto
llevó finalmente al intento de resolver estos problemas mediante la convocación a
Concilios reformadores.
La opresión de la Iglesia
La opresión política. Después del año 1215, el poder papal comenzó a decaer, en
buena medida debido a los mismos factores que lo ayudaron a crecer. Los príncipes
comenzaron a ver en la Iglesia a un poder secular más, lleno de equivocaciones e
inconsistencias, y en competencia con sus propias aspiraciones hegemónicas. Las
Cruzadas y la Inquisición despertaron en muchos serios interrogantes en cuanto a la
autoridad de la Iglesia y del Papa, y la capacidad de éste para gobernar a toda la
cristiandad, como pretendía.
Las monarquías emergentes se resistían a aceptar el ordenamiento feudal y
aspiraban a un mayor centralismo. Para ello se apoyaron en la naciente burguesía
urbana en su lucha contra la nobleza feudal (señores y obispos). A través de esta
alianza, los nuevos factores de poder pretendían fomentar la discordia en el seno de los
señoríos, favorecer a la burguesía mediante la protección de sus intereses, y contar con
los recursos necesarios para el desarrollo de una política nacional. Por cierto, la Iglesia
representaba y defendía el viejo orden, pero al entrar en profunda crisis durante este
período no podía frenar las apetencias de las monarquías nacionales. La multiplicación
de los movimientos disidentes, el descrédito del clero y un despertar lento y firme de
cierta concepción naturalística de la vida comprometían la vigorosa posición que la
Iglesia había obtenido hasta entonces y que pretendía seguir gozando.
La opresión económica. La avaricia de obispos y papas, y los pesados impuestos
destinados a mantener a la Curia Romana y las Cruzadas, hicieron dudar a muchos de
la legitimidad del poder papal. La inmensa estructura de la Iglesia Romana demandaba
cada vez mayores impuestos para su sostenimiento: Roma era una corte muy costosa.
Había mucha corrupción en la administración de la Curia y se utilizaban varios
métodos abusivos para obtener los recursos necesarios.
Entre estos métodos utilizados, cabe enumerar los siguientes: (1) Anatas: una
anata era la entrega a Roma del total de las ganancias de un obispo o abad durante el
primer año de su ministerio en un lugar. La palabra viene del latín annata y esta voz se
deriva del latín annus, año. Era una especie de impuesto eclesiástico que consistía en la
renta o frutos correspondientes al primer año de posesión de cualquier beneficio o
empleo en la Iglesia. (2) Colaciones: una colación era la práctica de cambiar de lugar a
un obispo o abad a cargos vacantes. Esto se hacía frecuentemente porque representaba
más anatas para el Papa. (3) Preservaciones: una preservación era la reserva de los
mejores y más rentables oficios eclesiásticos para el uso del Papa. El Papa enviaba un
sacerdote en representación suya y guardaba para sí los fondos correspondientes. (4)
Expectativas: consistían en la práctica de vender los cargos eclesiásticos al mejor
postor, antes de que el puesto estuviera vacante. Se trataba de una especie de compra a
futuro que se daba en Roma a una persona para obtener un beneficio o prebenda
eclesiástica, cuando ésta quedara vacante. (5) Dispensas: una dispensa era el perdón de
las violaciones a la ley canónica mediante el pago de dinero. Se trataba de un
privilegio o excepción graciosa de lo ordenado por las leyes generales; y más
comúnmente era concedido por el Papa o por un obispo. (6) Indulgencias: eran la
obtención de la remisión de las penas “temporales,” incluidas las del Purgatorio,
trasladando a favor de uno o de un ser querido muerto los méritos excedentes de los
santos, mediante el pago de una cierta cantidad de dinero. De este modo, consistía en
la remisión que hacía la Iglesia de las penas debidas por los pecados, usando su
supuesta autoridad de “atar y desatar” y de perdonar pecados. (7) Simonía: se refería a
la venta de los oficios eclesiásticos. Era simplemente la compra o venta deliberada de
cosas espirituales, como los sacramentos y sacramentales, o de las cosas temporales
inseparablemente anexas o relacionadas con las espirituales, como las prebendas y los
beneficios eclesiásticos. (8) Nepotismo: era el nombramiento de familiares para cargos
eclesiásticos hereditarios. (9) Recomendaciones: era la práctica de pagar un impuesto
anual al papado a cambio de un nombramiento provisional que rendía algún beneficio,
como una canonjía. (10) Diezmo: era cobrado por los obispos y el clero parroquial
sobre los frutos del campo, la mercadería, y las obras artesanales. El sostén del clero se
devengaba en parte del mismo.
La opresión social. La Iglesia llegó a considerarse como la expresión máxima de
la sociedad cristiana. En consecuencia, el papado fue el factor social dominante,
mientras el Papa se colocaba en la cúspide de la pirámide social como poder
hegemónico por excelencia. Con la crisis del feudalismo y el surgimiento de la
burguesía, comenzó a cuestionarse el orden estanco de la sociedad feudal. Cuanta más
riqueza se acumulaba en manos de la burguesía, muchos comenzaron a cuestionarse
por qué el Papa tenía que ocupar la cúspide de la pirámide social, con todos los demás
seres humanos a sus pies como siervos.
Rodolfo Puiggrós: “Los inevitables cambios socioeconómicos relegaron a
un lugar oscuro a las órdenes contemplativas de la edad agrícola.
Florecieron órdenes activas, arrojadas a la conquista de las conciencias en
pugna con los traficantes de la fe o a la conquista de los bienes materiales en
competencia con los traficantes de dinero y mercancías. La Iglesia se adaptó
a los nuevos tiempos, pero los nuevos tiempos no tardaron en envejecer y se
vio constreñida a nuevas adaptaciones, cuando en el siglo XIII estallaron
conflictos sociales que pusieron en tela de juicio la intangibilidad de los
dogmas y modificaron las relaciones entre las clases, proclamadas eternas
por la teología.
“En las ciudades nacieron las órdenes mendicantes, las universidades y la
dialéctica tomista. Ninguna de ellas resistió la seducción del fruto prohibido.
Contemporáneas de las comunas y de las corporaciones de oficio, de la
época de la expansión de la economía mercantil y de los pasos iniciales de la
técnica aplicada a la producción, no se sustrajeron a los cambios sociales, y
si promulgaron como normas de vida la pureza evangélica, también se
embriagaron con el logos griego en su forma aristotélica y lo acoplaron a la
teología.”8
Los numerosos conflictos sociales de este período llevaron también al
cuestionamiento de la posición del Papa como Vicario de Cristo y cabeza de la
cristiandad. Para la burguesía adinerada, el papado y cualquier otra posición dentro de
la Iglesia era algo que se podía comprar y vender, y tanto más si rendía buenos
beneficios. De allí que a lo largo de este período, uno de los flagelos más reiterados en
la administración de la Iglesia haya sido la simonía y el nepotismo.
El cuestionamiento al papado
Después de Inocencio III la Iglesia Occidental entró en una situación caótica. Sus
sucesores procuraron acrecentar el poder y el prestigio de la Iglesia, convertida por el
régimen teocrático en una verdadera potencia universal. Mientras el Papa hacía
esfuerzos por traer el reino de Dios a la tierra, autotitulándose “Vicario de Cristo” y
presentándose como un poder político más, sus pretensiones eran severamente
resistidas por muchos príncipes, que ahora contaban con mejores recursos para
enfrentarlo.
Los reyes y los reinos. En la segunda mitad del siglo XIII, Francia e Inglaterra
entraron en una era de organización interior, que trajo como resultado mayor
estabilidad. Mientras tanto en Italia, incluidos los estados pontificios, reinaba el
desorden y la anarquía. La política papal a lo largo del siglo XIV quedó
definitivamente orientada hacia Francia al nombrarse a cardenales franceses para la
Curia. Finalmente, Roma cedió poder a los franceses y cayó bajo su control.
En Inglaterra, el reinado de Eduardo I (1272–1307) se caracterizó por la
prudencia y habilidad con que el monarca aceptó las consecuencias de la insurrección
de los señores, manteniendo y organizando la institución parlamentaria. Su nieto
dividió el Parlamento en dos cámaras—de los lores y de los comunes—y logró su
definitivo fortalecimiento. En Francia, los reyes franceses procuraban organizar un
régimen centralizado. De todos los reinos, Francia fue el primero en convertirse en una
monarquía centralizada y en la primera potencia europea, con Luis IX o San Luis
(1226–1270). Más tarde, el proceso se aceleró con Felipe IV el Hermoso (1285–1314),
quien se propuso aprovechar la tradición jurídica romana para reordenar su autoridad
sobre principios absolutos, y contó con la eficaz colaboración de jurisconsultos salidos
generalmente de las filas de la burguesía para fundamentar su política.
José Luis Romero: “El siglo XIII es, pues, un período de organización de
los reinos de Francia e Inglaterra, de estabilización, aunque presenta
caracteres opuestos en ambos casos. Inglaterra marchó desde un régimen
monárquico bastante centralizado—impuesto tras la conquista normanda—
hacia una monarquía limitada por un parlamento que representaba a la
nobleza y a la burguesía. Francia, en cambio, marchó desde una monarquía
feudal hacia un régimen cada vez más centralizado, gracias a la coalición de
la corona y los burgueses.”9
Los papas y el papado. Mientras los monarcas aumentaban su poder y sus reinos
crecían en su identidad nacional, los papas y el papado iban menguando en su
influencia. La cúspide de esta decadencia y cuestionamiento al papado se dio con
Bonifacio VIII (1294–1303). Bonifacio era pariente de Inocencio III, amante de la
erudición, asociado a la fundación de varias universidades, pero con demasiadas
ambisiones, y muy duro en sus pretensiones y con poco tino político. Tuvo graves
conflictos con los reyes de Francia e Inglaterra, a quienes quiso manejar a su gusto.
Pero éstos lo resistieron. Deseoso de conservar la autoridad del pontificado sobre los
poderes laicos, se vio envuelto en un serio conflicto con Felipe IV el Hermoso, rey de
Francia. En un plazo de siete años, el Papa y el rey tuvieron varios choques.
Influido por los jurisconsultos de su tiempo (los legistas), que propugnaban el
absolutismo monárquico, Felipe IV dispuso afirmar la autoridad real, para lo cual
gravó con pesadas cargas los bienes eclesiásticos. Ante esta actitud, el Papa contestó
con la bula Unam Sanctam (noviembre de 1302), por la que prohibía al clero pagar
impuestos sin su consentimiento y afirmaba las pretensiones papales de autoridad
suprema en el mundo. El conflicto se agravó poco tiempo después, con el
nombramiento del legado pontificio, el obispo Bernardo Saiset, que el rey de Francia
se negó a reconocer con el apoyo de los Estados Generales. El rey hizo arrestar al
legado papal y lo acusó de traición, violando así las provisiones de la ley canónica.
Entonces, Bonifacio VIII excomulgó a Felipe IV y relevó a sus súbditos de todo
juramento de obediencia. Para vengarse, el monarca francés inició una campaña de
calumnias contra el Papa y se dispuso a atentar contra él. Después de acusarlo de
hereje y de varios delitos, Felipe envió a una pequeña tropa, bajo el mando del legista
Guillermo de Nogaret y con el apoyo de la familia romana de los Colonna, para
capturar al Papa. Éstos entraron al territorio pontificio y sorprendieron a Bonifacio
VIII en su residencia de Anagni (1303). El Papa fue tomado prisionero y fue objeto de
vejámenes, pero a los tres días logró escapar, liberado por el pueblo. Pero no pudo
reponerse del atentado y falleció al mes siguiente, poniendo fin al período de los
grandes papas. Era evidente que los tiempos habían cambiado.
Bula Unam Sanctam: “Que hay una santa iglesia católica y apostólica
somos impelidos a creer y sostener por nuestra fe—esto es lo que
firmemente creemos y abiertamente confesamos—y fuera de esto no hay ni
salvación ni remisión de pecados … La Iglesia representa un cuerpo místico,
y de este cuerpo Cristo es la cabeza … A esta Iglesia veneramos y a esta sola
… En esta Iglesia y en su poder hay dos espadas, a saber, una espiritual y
una temporal … Tanto la espada espiritual como la material, por lo tanto,
están en poder de la Iglesia, la última realmente para ser usada para la
Iglesia, la primera por la Iglesia; la primera por el sacerdote, la otra por la
mano de reyes y soldados, pero según la voluntad y con la conformidad del
sacerdote.
Además, es adecuado que una espada esté bajo la otra, y la autoridad
temporal esté sujeta al poder espiritual … Por lo tanto, quienquiera que
resista a este poder, ordenado por Dios, resiste a la ordenanza de Dios, a
menos que haya dos comienzos [es decir, dos principios], como imagina el
maniqueo … Además, proclamamos, declaramos y pronunciamos que es
absolutamente necesario para la salvación de todo ser humano estar sujeto al
pontífice de Roma.”10
La idea de nacionalidad. Aparece en toda Europa un sentimiento de
“nacionalidad” y de cierto orgullo por la independencia de cada país. Una autoridad
centralizadora y absolutista como el papado, que pretendía ser supranacional o
universal, debía buscar otro camino para sus pretensiones. La época del esplendor del
papado y el comienzo de su decadencia está marcada por la humillación de que fue
objeto Bonifacio VIII; con él termina el período de los grandes Papas.
José Luis Romero: “A la progresiva organización de hecho de los reinos
nacionales correspondió la lenta formación de una conciencia nacional. Un
sentimiento apenas entrevisto algún tiempo antes comienza a despertar poco
a poco, manifestado como una adhesión al destino histórico de cierta
circunscripción territorial. Este sentimiento estaba alimentado por la
monarquía, que lo estimulaba en cuanto representaba una adhesión a la
corona, y en efecto, provenía de la creciente asimilación entre nación y
monarquía que se operó desde el siglo XIII. Lo compartían de manera
vehemente los grupos burgueses, para quienes el vínculo abstracto entre
individuo y Estado parecía incomparablemente preferible al vínculo personal
entre villano y señor. Pero lo compartían también porque sus intereses de
clase coincidían con los intereses de la corona, empeñados unos y otra en
desarrollar un tipo de economía que sólo podía ser llevado adelante por la
burguesía, pero que parecía requerir la protección y el apoyo del Estado para
extenderse, precisamente, hasta donde el Estado era capaz de hacer llegar su
influencia, dentro de las fronteras nacionales y en las áreas de expansión que
pudieran controlar.”11
El Cautiverio Babilónico de la Iglesia (1305–1377)
Éste es el nombre del período en el que el papado instaló su sede en Aviñón
(Francia), desde el año 1305 hasta el 1377. El sucesor de Bonifacio VIII fue Benedicto
XI, quien murió envenenado al año siguiente. Entonces Felipe IV hizo valer su
influencia en el Sacro Colegio y logró que fuera elegido Papa el arzobispo de Burdeos,
Bertrand de Got, quien asumió con el nombre de Clemente V (1305–1314). Clemente
V, que era un hombre de grandes fallas morales y débil de carácter, ordenó a nueve
franceses como cardenales. Con esto se inició la decadencia del pontificado, y el Papa
dejó de ser árbitro indiscutido de todos los problemas, para transformarse en rival o
aliado de los soberanos, según les conviniera a estos últimos. Para complacer a Felipe
IV, el Papa abandonó Roma y finalmente trasladó su corte a Aviñón (1309), donde
permanecerían sus sucesores por casi setenta años.
El conflicto entre Felipe y Bonifacio fue un episodio más en la larga lucha de la
Iglesia con los soberanos. El traslado de la sede pontificia a Aviñón perjudicó la libre
acción de los pontífices y favoreció la influencia creciente de la monarquía francesa en
las cuestiones eclesiásticas. A lo largo de todo el siglo XIV estos hechos fueron fruto y
consecuencia de diversos conflictos políticos, sociales y eclesiásticos.
Conflictos políticos. Todos estos cambios fueron severamente criticados por
muchos, porque la Iglesia quedó sometida a los dictados de la política francesa. Esto
produjo gran descontento y preocupación en el mundo cristiano, especialmente en
Italia, donde se insistía en que Roma había sido siempre la sede pontificia y el colegio
de cardenales había estado compuesto normalmente por italianos. Para muchos, el
Papa no era otra cosa que un prisionero de los franceses. De allí el nombre de
Cautiverio Babilónico o Cautiverio de Aviñón.
Clemente V fortaleció la influencia francesa en la corte papal y ordenó a veintitrés
obispos franceses. Autorizó a Felipe IV a cobrar un diezmo sobre las propiedades de la
Iglesia por un período de cinco años y anuló las bulas de Bonifacio VIII, que imponían
la sujeción del monarca francés al Papa. Afirmó que, en la nueva dispensación, Francia
ocuparía el lugar de Israel y que el reino secular de Francia había sido fundado por
Dios. El sucesor de Clemente V fue Juan XXII (1316–1334), quien condenó la tesis de
los franciscanos que señalaba que la pobreza de Cristo y los apóstoles había sido
absoluta. También repudió la teoría política de Marsilio de Papua y de Juan de Jandun
según la cual la soberanía descansaba en el pueblo representado por la mayoría, y que,
en consecuencia, el poder supremo de la Iglesia no residía en el papado o los obispos,
sino en un Concilio compuesto de clérigos y laicos que representaban al pueblo
cristiano (teoría conciliar). Su pontificado fue agitado y funesto.
Benedicto XII (1334–1342), un cisterciense de gran cultura teológica, se propuso
retornar el papado a Roma, pero luego decidió permanecer en Aviñón y levantar allí un
gran palacio papal. Clemente VI (1342–1352) fue un aristócrata aficionado al
esplendor y la magnificencia. Convirtió a Aviñón en una corte mundana hasta que la
ciudad fue atacada por la Peste Negra (1348). En 1355, Inocencio VI (1352–1362), que
era un jurista acomodaticio sin gran competencia política, coronó a Carlos IV como
emperador, quien publicó una bula que colocaba la elección del emperador en las
manos de electores, haciendo del Sacro Imperio Romano un Imperio Alemán
solamente. La bula marcó el final de la intervención imperial en Italia y el cierre de
una larga lucha entre Papa y Emperador. Inocencio se opuso a esta medida, porque
pasaba por encima del derecho papal de confirmar la elección de los monarcas
alemanes y de administrar el Imperio en caso de vacancia.
A estos hechos dramáticos se agregaron otros, como las guerras que se produjeron
a lo largo del siglo XIV. Al llegar al límite de sus posibilidades fiscales, los Estados
tendieron a pensar que la solución a sus problemas residía en aumentar su territorio
con la anexión de zonas más débiles. La expresión más acabada y trágica de esta
política fue el antagonismo entre Francia e Inglaterra por el control de Flandes y su
comercio. La alianza inglesa con los flamencos irritó sobremanera a los reyes de
Francia. Otra causa de conflicto fue la situación de Guyena, única posesión feudal que
los ingleses tenían en Francia.
La hostilidad entre los dos reinos estalló en ocasión del reclamo dinástico de
Eduardo III de Inglaterra por la corona de Francia, a través de su madre, que era hija de
Felipe el Hermoso. Los franceses rechazaron el reclamo de Eduardo III, adoptando una
resolución por la que se establecía que las mujeres no tenían derecho a reinar en
Francia y por lo tanto no podían transmitir por herencia la corona (ley sálica). El
conflicto llevó finalmente al estallido de la Guerra de los Cien Años (1337–1453) entre
Francia e Inglaterra.
Este conflicto entre las dos coronas más importantes de la cristiandad alentó los
sentimientos antipapales especialmente en la segunda nación. La guerra se inició con
triunfos ingleses y finalizó con victorias francesas. Un personaje clave para el logro de
las victorias francesas fue una joven campesina llamada Juana de Arco (1412–1431).
Juana nació en la aldea de Domremy (Lorena) y era hija de un matrimonio humilde. A
los trece años tuvo diversas visiones celestiales y oyó voces que la animaban a libertar
a Francia de los ingleses. A pesar de la negativa de sus padres, Juana resolvió visitar al
capitán francés, que se opuso a su intervención. Ante la decisión de Juana de
entrevistar al rey, Baudricourt le facilitó caballos y una escolta de seis hombres.
Vistiendo una armadura, la joven anduvo once días y atravesó sin ningún incidente
más de cien leguas de territorio enemigo, para arribar a Chinón, donde residía Carlos
VII, el Delfín. El monarca aceptó el desafío de Juana y la autorizó a salir al campo de
batalla. Juana se propuso atacar la ciudad de Orleáns, uno de los últimos baluartes
ingleses en territorio francés, y logró su rendición. A éste le siguieron otros triunfos,
que permitieron a Carlos VII trasladarse a Reims, en cuya catedral fue coronado rey de
Francia.
Posteriormente, Juana cayó prisionera de los borgoñeses, cuando trataba de
liberar la ciudad de Compiegne. Fue entregada a los ingleses por 10.000 francos de
oro, ante la indiferencia de Carlos VII. En diciembre de 1430 fue trasladada a Ruán y
juzgada por la Inquisición, que la acusó de hechicería. Finalmente, por haber usado
ropas masculinas fue condenada por hereje a prisión perpetua. Sus enemigos le
hurtaron sus ropas mientras dormía y le dejaron sólo una vestimenta masculina. La
joven se cubrió con ellas y entonces fue declarada relapsa (reincidente) y condenada a
morir en la hoguera. El 25 de mayo de 1431 fue conducida al cadalso levantado en la
plaza de Ruán. El papa Benedicto XV canonizó a Juana de Arco en 1920.
Conflictos socioeconómicos. Los problemas económicos y los conflictos políticos
hicieron mella sobre el tejido social.12 El siglo XIV fue notable por los levantamientos
de campesinos, las luchas urbanas, la insurrección de la burguesía, las protestas de
trabajadores textiles, además de tumultos, motines y guerras civiles. Los burgueses
culpaban a los nobles por los fracasos militares y les perdieron el respeto que
tradicionalmente les habían tenido. En Francia, comenzaron a exigir que se les
permitiera controlar el uso del dinero que pagaban como impuestos y reclamaron una
mayor participación en el gobierno. Los soldados franceses que habían sido derrotados
por los ingleses en la batalla de Poitiers (1356) comenzaron a asolar los campos y
provocaron la indignación de los campesinos, que se lanzaron al asalto de los castillos
y los campos sembrados. Los jacques, como se les llamó, cometieron toda suerte de
crueldades contra la nobleza, hasta que fueron reducidos y castigados con mayor
crueldad.
Además, a mediados del siglo XIV, toda Europa se vio sacudida por un repentino
desastre demográfico, debido al estallido de una plaga de peste bubónica. La
disminución de la población en razón de la “muerte negra,” como se la denominó, fue
tan grande que la estructura social, política, cultural y religiosa fue conmovida. La
curva de la población, que había estado levantándose firmemente desde mediados del
siglo X, de pronto de niveló y probablemente declinó incluso antes que la peste
bubónica se llevara a un cuarto de la población de Europa. Las ciudades ya no
construyeron nuevos suburbios y murallas, y es probable que el volumen del comercio
internacional fuese realmente menor en 1400 que en 1300, al menos al norte de los
Alpes. Ciertamente la tierra dejó de cultivarse en Inglaterra y Alemania, como han
mostrado los estudios estadísticos. Esto parece haber sido causado conjuntamente por
el agotamiento del suelo y la declinación drástica de la población.13
Sobre los problemas que la peste bubónica trajo consigo se añadieron los
consecuentes a la primera gran crisis bancaria en la historia europea. Los bancos
florentinos habían sobrextendido el crédito a las monarquías de Inglaterra, Francia y el
reino de Sicilia para el pago de sus guerras, préstamos que estos reinos no pudieron
devolver. Esto generó una profunda crisis de confianza. El colapso de los bancos tuvo
un impacto en la manufactura y el comercio, que se nutrían del crédito extendido para
aumentar sus operaciones y transacciones.
Conflictos eclesiásticos. Si bien durante buena parte del siglo XIV Francia pudo
controlar al papado al mantener su sede en Aviñón, no todos en el reino consideraban
que esto era una bendición. También en Francia hubo oposición al papado francés,
especialmente de aquellos que con sus impuestos debían mantener dos cortes: la de
Francia y la de Aviñón. De todos modos, la corte papal en Aviñón funcionaba con más
eficiencia que la Curia romana. Era una estructura más centralizada, con treinta
cardenales residentes, que superó a Roma en la actividad misionera y la diplomacia.
Pero se mostraba más como una corte mundana, centrada en el poder, la ley y el
dinero, que en el cumplimiento de un fin espiritual.
Petrarca: “Aquí [en Aviñón] reinan los sucesores de los pobres pescadores
de Galilea. Han olvidado absolutamente sus orígenes … [es] Babilonia, el
centro de todos los vicios y el sufrimiento … no hay piedad, ni caridad, ni fe,
ni reverencia, ni temor de Dios, nada que sea santo, nada justo, nada sagrado.
Lo único que se oye o se lee tiene que ver con la perfidia, el engaño, la
dureza del orgullo, la desvergüenza y la orgía desenfrenada … en resumen,
todas las formas de la impiedad y el mal que el mundo puede mostrar se
reúnen aquí … Aquí se pierden todas las cosas buenas, primero la libertad y
después sucesivamente el reposo, la felicidad, la fe, la esperanza y la
caridad.”14
El sexto Papa francés en Aviñón fue Urbano V (1362–1370), un benedictino de
origen noble. Logró consolidar las posesiones del papado en Italia gracias al talento
militar y político del cardenal español Gil de Albornoz. En 1367 decidió regresar a
Roma, donde permaneció por tres años, pero luego volvió a Aviñón, donde murió. Su
sucesor fue Gregorio XI (1370–1378), sobrino de Clemente VI, quien era un
especialista en derecho canónico. Animado por cartas de Catalina de Siena, se instaló
en Roma a principios de 1377, cuando sólo le quedaba un año de vida. Para entonces,
los cardenales estaban divididos. La mayoría eran franceses (11 de 16) y estaban a
favor de Aviñón como sede, pero la elección del nuevo Papa debía hacerse en Roma.
El pueblo de Roma demandó que un italiano ocupara el trono papal. Pero el
nuevo Papa no fue romano ni francés, sino napolitano, y asumió con el nombre de
Urbano VI (1378–1389). Urbano VI era un déspota brutal, autoritario y cruel, que no
hizo nada por volver a Aviñón a pesar de haber prometido hacerlo. En razón de esto,
los cardenales franceses declararon que su elección no era válida, y eligieron a un Papa
francés, Clemente VII (1378–1394), quien se trasladó a Aviñón. Urbano VI se resistió
diciendo que todo era ilegal, se rehusó a reconocer a Clemente VII como Papa, y
ordenó nuevos cardenales en lugar de los que lo habían depuesto. Así comenzó el Gran
Cisma Papal. Nuevamente, la cristiandad occidental quedó dividida en dos bandos, que
acataban respectivamente la autoridad de los pontífices establecidos en Roma y
Aviñón.
El Gran Cisma Papal (1378–1417)
Dos Papas. Había, pues, dos papas: uno italiano en Roma y uno francés en
Aviñón, cada uno con su colegio de cardenales. La cristiandad occidental se dividió
tomando partido por uno u otro. El Papa romano (Urbano VI) fue reconocido por
Italia, Inglaterra, la mayor parte de Alemania, Escandinavia, Hungría, Bohemia,
Flandes, Países Bajos y Portugal. El Papa francés (Clemente VII) fue seguido por
Francia, Escocia, Saboya, Austria y el resto de Alemania. La elección se hizo sobre
premisas nacionalistas y factores políticos, frustrándose así el ideal de una Iglesia
universal por encima de los intereses nacionales. Ninguno de los dos papas estaba
dispuesto a renunciar, porque ambos afirmaban haber sido elegidos canónicamente. La
mayoría de los cardenales estaba preocupada y ansiosa por poner fin a este escándalo.
CUADRO 10 - LOS PAPAS DEL GRAN CISMA
Varias soluciones. Se ensayaron diversos caminos para la solución del Gran
Cisma. Una de las propuestas fue per viam facti o de los hechos consumados. Ambos
partidos intentaron primero presentar pruebas positivas arguyendo su legitimidad a
través de declaraciones. Luego, apelaron al anatema, la propaganda, la intriga e incluso
la violencia. Clemente VII intentó esta solución por el camino de la fuerza; pero no le
dio resultado. Los teólogos y juristas de la Universidad de París en 1394 propusieron
otros tres caminos. Dos de ellos apelaban a la buena voluntad de los dos papas. Se
trataba de la vía cessionis, según la cual uno o ambos papas debían renunciar al
papado. La segunda propuesta era la vía compromissi, según la cual ambos papas se
reunirían acompañados de sus respectivos cardenales para discutir las razones que se
alegaban; quien mejores razones tuviese sería reconocido como Papa por toda la
Iglesia. La tercera solución presentada por los eruditos de París preveía la convocación
de un Concilio universal que prescindiera de los dos papas en litigio. Ésta era la vía
concilii. Finalmente, ésta fue la idea que prevaleció, es decir, la idea de resolver el
Gran Cisma por medio de un Concilio de todos los obispos.
Los concilios reformadores
El Gran Cisma Papal puso en evidencia el descontento de muchos respecto de un
gobierno eclesiástico centralizado en el Papa. Algunos renombrados profesores
universitarios, como Pedro de Ailly (1350–1420) y Juan Gerson (1363–1429), creían
que el poder pleno de la Iglesia no residía en el Papa, sino en el cuerpo total de los
creyentes, que sólo podía estar representado por un Concilio de delegados de toda la
Iglesia. Sostenían, además, que le correspondía al poder civil el derecho de convocar
tal Concilio, ya que el primer Concilio ecuménico (Nicea, 325) había sido convocado
por el emperador Constantino. Estos principios se impusieron y durante el siglo XV se
realizaron varios Concilios, que pusieron fin al Gran Cisma, enfrentaron las herejías y
buscaron reformar la Iglesia.
Concilio de Pisa (1409). Pedro de Ailly y Juan Gerson desconfiaban de que el
Papa de Roma y el de Aviñón se avinieran a citar un Concilio y a obedecer sus
decretos; por eso, persuadieron al rey de Francia para que quitara su apoyo al Papa de
Aviñón y reuniera a los dos grupos de cardenales. Tanto Francia como Inglaterra
apoyaron la convocación de este Concilio, que finalmente se reunió en el año 1409 en
la ciudad de Pisa. Los obispos reunidos eran pocos, pero muy representativos. El
propósito era terminar con el cisma y la herejía. El Concilio afirmó también la
autoridad conciliar sobre la papal. El resultado fue la declaración de vacancia del trono
papal, la deposición de Gregorio XII (Roma) y de Benedicto XIII (Aviñón), y el
nombramiento de un nuevo Papa: Alejandro V (1409–1410), que fue apoyado por
Inglaterra, Francia, y parte de Alemania. Pero los papas depuestos no aceptaron la
decisión y continuaron en el poder: Benedicto XIII con el apoyo de España, Portugal y
Escocia, y Gregorio XII respaldado por Alemania e Italia. De modo que el escándalo
de tener dos papas se acrecentó porque ahora había tres y cada uno pretendiendo
legitimidad. Alejandro V podía haber logrado la unificación, pero murió pronto y fue
sucedido por Juan XXIII (1410–1415), un Papa mundano y degenerado, que dejó una
página negra en la historia del papado. El Concilio no tuvo poder para aplicar sus
decisiones, y dejó a la Iglesia con tres papas rivales.
Concilio de Constanza (1414–1418). Después de Pisa, la Iglesia se encontró en un
camino sin salida, del que logró salir gracias al emperador Segismundo, quien presionó
a Juan XXIII para que convocara un Concilio en Constanza. Los propósitos del
Concilio fueron terminar con el Cisma, poner en marcha una reforma moral y
administrativa de la Iglesia y condenar las herejías de Juan Wycliff y de Juan Huss.
Los personajes más destacados en su desarrollo fueron el Papa Juan XXIII, Pedro de
Ailly y Juan Gerson. Sin embargo, como instrumento de reforma, el Concilio fue una
triste desilusión, pero logró poner fin al Cisma, al condenar a los tres papas existentes,
deponerlos y elegir a un nuevo Papa, Martín V (1417–1431), quien fue reconocido por
todos.
M. David Knowles: “La desconfianza hacia el Papa y los cardenales, así
como el nacionalismo naciente—excitado por la hostilidad que reinaba entre
Inglaterra y Francia—, condujeron a dos innovaciones importantes. Primero
se discutía y votaba por grupos nacionales. Luego fueron admitidos muchos
teólogos que no eran obispos. Esto aseguró una posición fuerte a los
universitarios, que sostenían la supremacía del Concilio sobre el Papa y la
necesidad de celebrar Concilios periódicos. Pedro de Ailly, ya cardenal, era
un ‘conciliarista’ extremo. Gerson, más conservador, proponía una reforma
limitada.”15
A partir de Constanza, la cristiandad romana tenía una vez más una sola cabeza.
El Cisma había terminado formalmente, pero la autoridad papal estaba muy deprimida.
De ahora en adelante, según las decisiones del Concilio, el Papa tendría el poder
ejecutivo de la Iglesia, pero sería regulado por un cuerpo legislativo (Concilio), que se
reuniría regularmente y representaría los intereses de toda la cristiandad. Martín V
prometió convocar a otro Concilio cinco años más tarde, en cumplimiento de la
resolución del propio Concilio de Constanza de tener Concilios regulares. El Concilio
de Constanza logró la transformación del papado de una “monarquía absoluta” a una
“monarquía constitucional.”
Concilio de Pavía (1423). Fue convocado por Martín V, conforme con lo resuelto
en Constanza, pero contra su voluntad, ya que él era de la idea de un papado
absolutista. La asistencia fue pobre debido a la peste. Fue trasladado a Siena y fue
aplazando su conclusión. Sin haber logrado concluir nada ni resolver nada
significativo, el Concilio fue disuelto en 1424 por Martín V. La responsabilidad del
fracaso recayó sobre el Papa y esto aumentó el descontento.
Concilio de Basilea (1431–1449). Fue convocado por Martín V, que falleció dos
meses más tarde, y fue sucedido por Eugenio IV (1431–1447). A este Concilio
asistieron menos participantes, menos obispos y más universitarios, y su desarrollo fue
más complejo que el de Constanza. La mayoría de los padres conciliares eran adversos
a la supremacía papal y sostenían que el Concilio general poseía una autoridad
superior a la del Papa. El Concilio tuvo cuatro propósitos. (1) Encaró las reformas
administrativas y morales que no se concretaron en Constanza, ordenando la
realización de sínodos anuales en cada diócesis y cada diez años un Concilio general,
entre otras medidas. (2) Inició las gestiones tendientes a la reunión de la Iglesia Latina
y la Iglesia Griega, esta última amenazada por los conquistadores turcos otomanos. (3)
Tomó medidas respecto a las revueltas religiosas en Bohemia (movimiento husita),
logrando vencerlas. (4) Consolidó la paz entre los príncipes cristianos.
Concilio de Ferrara-Florencia (1437–1439). En Basilea no hubo acuerdo sobre el
lugar donde debía realizarse el contacto con los representantes de la Iglesia Griega, y el
Concilio se dividió sobre esta cuestión. El Papa, que tenía el apoyo de una minoría,
trasladó el Concilio a Ferrara en 1437 para encontrarse allí con los griegos, y luego en
1439 la sede fue llevada a Florencia. Allí se produjo la reunión de las dos Iglesias,
hecho que aumentó el prestigio de Eugenio IV. Mientras tanto, en Basilea, la mayoría
adoptaba resoluciones más radicales: depuso a Eugenio IV acusándolo de herejía y
eligió a Félix V (1439–1449). Félix V y el Concilio de Basilea fracasaron en lograr
apoyo político y el Concilio terminó por respaldar al legítimo sucesor de Eugenio IV,
Nicolás V (1447–1455). El fracaso de Basilea arruinó las esperanzas de transformar al
papado en una monarquía constitucional o de hacer la reforma tan necesaria por medio
de un Concilio.
El fracaso de todos estos concilios se debió a la falta de unidad en los motivos y
propósitos (cuestiones políticas, intereses personales, ideales nacionalistas, etc.); a la
solución parcial de Constanza, que declaró todo terminado sin resolver nada; y, al
antagonismo por el poder papal, pues ningún Papa estaba dispuesto a renunciar a sus
privilegios. No obstante, una nueva fuerza se estaba manifestando en estos Concilios:
la idea de nacionalidad. Este sentimiento iría aumentando hasta la Reforma, y sería un
factor importantísimo en su logro.

LOS PAPAS DEL RENACIMIENTO


El retorno de la sede papal a Roma y el fracaso de los Concilios reformadores
dieron lugar al surgimiento de un nuevo tipo de papas en el trono de San Pedro. Su
mentalidad, ambiciones, conducta y realizaciones estuvieron fuertemente afectadas por
los vaivenes de la política de Italia y el desarrollo del Renacimiento Italiano. Desde un
punto de vista religioso, el papado alcanzó durante la segunda mitad del siglo XV y
comienzos del XVI su punto espiritual y moral más bajo.
M. David Knowles: “En lo que concierne al papado, el período se
caracterizó esencialmente por el hecho de que la Santa Sede estuvo cada vez
más implicada en las violencias políticas de Italia y los eclesiásticos italianos
participaron en lo que se llama el Renacimiento Italiano. Estos dos factores
iban a disminuir la fuerza espiritual y moral de la curia y a aminorar
notablemente su prestigio.”16
Hacia mediados del siglo XV, los papas le imprimieron al papado todos los rasgos
que habrían de caracterizarlo hasta el advenimiento de la Reforma: intrigas políticas,
objetivos temporales, corrupción, relajación moral, preocupaciones dinásticas,
ambiciones desmedidas, indiferencia pastoral, falta de espiritualidad y abandono de
todo ideal religioso.
Problemas que enfrentaron
La eliminación del peligro turco otomano. Los Papas Renacentistas empeñaron,
en más de una ocasión, todo su entusiasmo en preparar una Cruzada contra los turcos.
Pero los príncipes cristianos no respondieron e hicieron fracasar sus planes. Nadie
tenía interés en encarar una nueva Cruzada religiosa. El resultado de esto fue que los
turcos avanzaron sobre Europa y en 1453 tomaron Constantinopla. El papa Nicolás V
(1447–1455), más erudito y humanista que clérigo, hizo de Roma la capital del
Renacimiento Italiano, pero no movió un dedo para detener el avance demoledor de los
turcos sobre Constantinopla.
El último emperador bizantino, Constantino XI había logrado renovar la unión
con la Iglesia Romana (1452) por medio del cardenal Isidoro de Kiev. Pero los
Occidentales no prestaron a los bizantinos la ayuda que necesitaban contra los turcos.
Después de las victorias de Warna (1444) y de Merli (1448), los turcos estrecharon
cada vez más su cerco sobre Constantinopla. Los turcos favorecieron la ruptura de
relaciones entre la Iglesia Griega y la Iglesia Romana. Un sínodo celebrado en
Constantinopla rompió formalmente con Roma (1472). En 1459 Rusia se separó de
Constantinopla, y Moscú empezó a llamarse “la Tercera Roma.”
Calixto III (1455–1458), el primer Papa de la familia de los Borgia, fue un jurista
y guerrero español, que tuvo como único propósito de su pontificado la cruzada contra
los turcos. Envió legados y predicadores por toda Europa. Pero ya había pasado mucho
tiempo desde las primeras Cruzadas. El nacionalismo con sus intereses particulares
hacía tiempo que se había apoderado de Europa. Sólo Hungría apoyó el proyecto de
Cruzada y sus ejércitos lograron un resonante triunfo sobre los turcos en Belgrado
(1456). Al año siguiente, una escuadra naval, enviada por Calixto III logró también
una victoria sobre los turcos. Pero estas victorias no tuvieron el resultado deseado,
porque Venecia entró en relaciones con los otomanos, e hizo con ellos un pacto de no
agresión. No obstante, Calixto III invirtió enormes sumas de dinero en la guerra contra
los turcos.
Pío II (1458–1464), un Papa humanista, continuó los esfuerzos por frenar el
avance turco sobre Europa. En 1458 reunió un encuentro de príncipes europeos en
Mantua, en el que se decidió una guerra de tres años contra los turcos, pero sin
resultados prácticos. Ante la imposibilidad de librarse del peligro turco por las armas,
Pío II cambió de estrategia. Escribió una carta al sultán Mahoma II exhortándolo a
abrazar la fe cristiana. Nicolás de Cusa (1400–1464) intentó allanar las dificultades
doctrinales entre el islamismo y el cristianismo a través de una obra titulada Cribatio
alchorani. Pío II terminó por organizar una campaña naval contra los turcos,
colocándose él mismo al frente de la escuadra, pero cayó enfermo y murió en 1464.
Sixto IV (1471–1484), un hombre de origen modesto pero bien formado
teológicamente, quiso transformar a la monarquía pontificia en una gran potencia
italiana e intentó una nueva Cruzada contra los turcos. En 1473 envió cinco legados
por toda Europa a predicar la Cruzada y a recoger los diezmos impuestos para el
mismo fin. Pero los príncipes no respondieron y el clero no entregó los diezmos. La
escuadra naval consiguió conquistar Esmirna, pero las disensiones entre venecianos,
napolitanos y pontificios hicieron fracasar la empresa. En 1480 los turcos conquistaron
Otranto, y con ello lograron una cabecera de playa para la conquista de Italia y de
Roma misma. Al año siguiente, una nueva flota que el Papa logró reunir, reconquistó
la ciudad.
CUADRO 11 - LOS PAPAS RENACENTISTAS
La reforma de la Iglesia. A lo largo de la Edad Media se fue oyendo el clamor por
una reforma in capite et in membris (desde la cabeza hasta los miembros), y esto se
agudizó en los siglos XIV y XV, pero sin mayores resultados. Desde la muerte de
Calixto III (1458) no se verá una tentativa sincera de reforma. Pío II intentó favorecer
algunos procesos de cambio, pero sin mayores efectos. Durante su pontificado se rodeó
de amigos entregados a la reforma de la iglesia, como Domingo Domenichi y Nicolás
de Cusa. Ambos redactaron ciertos proyectos, para cuyo estudio y aplicación el Papa
constituyó una comisión de reforma. Pero la Cruzada contra los turcos le impidió
poner por obra las disposiciones que ya tenía proyectadas. A partir de Sixto IV, la
Curia pontificia entró en una profunda decadencia moral.
La teoría conciliar. Las ideas conciliaristas de la supremacía del Concilio sobre el
Papa habían sido defendidas abiertamente en Basilea con fuerte apoyo de eclesiásticos
de renombre, como Nicolás de Cusa. Estas teorías fueron resistidas por los Papas y
finalmente derrotadas por teólogos papistas. El papa Pío II había militado en el partido
conciliarista de Basilea en su juventud, como secretario de Félix V. Pero poco a poco
fue cambiando de actitud, hasta que en 1444 confesó sus errores y en 1463, siendo ya
Papa, publicó una bula (Exsecrabilis) en la que se retractaba de sus ideas conciliaristas
y reafirmaba la supremacía pontificia.
Exsecrabilis: “Ha surgido en nuestro tiempo un abuso execrable, del que no
se había oído en edades anteriores, es decir, que algunos hombres, imbuidos
con el espíritu de rebelión, pretenden apelar por un concilio futuro al
pontífice romano, el vicario de Jesucristo, a quien en la persona del bendito
Pedro se le dijo, ‘Alimenta a mis ovejas’ y ‘Todo lo que atares en la tierra
será atado en el cielo’; y esto no por un deseo de un juicio más sano sino
para escapar de los castigos de sus errores. Cualquiera que no sea totalmente
ignorante de las leyes puede ver de qué manera esto contraviene los cánones
sagrados y cuán perjudicial es esto para la cristiandad. Y, ¿no es
simplemente absurdo apelar por lo que ahora no existe y cuya fecha de
existencia futura se desconoce? Por lo tanto, deseando expulsar de la Iglesia
de Dios este veneno pestilente y tomar medidas para la seguridad de las
ovejas confiadas a nuestro cuidado, y para proteger al rebaño de nuestro
Salvador de todo lo que pueda ofender … nosotros condenamos apelaciones
de este tipo y las denunciamos como erróneas y detestables.”17
La promoción y aplicación de la teoría conciliar fue resistida por los papas porque
iba contra sus intereses. Pero el período conciliar tuvo tres consecuencias sobre el
papado. Primero, fueron los príncipes quienes cosecharon los beneficios de la
agitación antipapal y conciliarista. Los derechos y privilegios papales no se vieron
limitados, pero fueron transferidos a los príncipes, o se repartieron y negociaron con
ellos. Segundo, el gobierno papal fue reorganizado como resultado de los concilios.
Para confrontar a los príncipes de igual a igual, el papado necesitaba de nuevos
órganos de gobierno (maquinaria diplomática, recursos financieros), es decir, una
nueva Curia, más eficiente. Y, tercero, la cancillería y la camera, que habían sido los
vehículos principales del gobierno papal desde el siglo XII, dejaron de ocupar la
posición central que habían tenido. Nuevos oficios y oficinas, directamente
relacionados con el Papa ocuparon su lugar (secretario personal, secretario de estado,
Signatura, nuncios). Al tratar con los príncipes como iguales, los papas mismos se
condujeron como príncipes mundanos.
Las nuevas corrientes culturales. A partir del siglo XIV se fue afirmando poco a
poco una nueva corriente cultural y espiritual: el humanismo. El humanismo tuvo su
origen en Italia, desde donde se expandió a toda Europa. Su iniciador fue Petrarca
(1304–1374), el cual tuvo un gran precedente en Dante Alighieri (1265–1321), autor
de la Divina Comedia. Los centros humanistas más importantes estaban en Italia, como
Florencia, Roma, Nápoles y Mantua. Papas como Nicolás V, Sixto IV, Julio II y León
X favorecieron a los humanistas y a los artistas. Cuando el Renacimiento comenzó a
tomar vuelo y a modificar la sociedad, especialmente en Italia, el papado no pudo
abstraerse de su influencia. Por el contrario, algunos papas se transformaron en celosos
promotores del mismo. Nicolás V había sido un erudito y humanista destacado antes
de acceder al trono papal y una vez en el mismo, hizo todo lo posible por transformar a
Roma en la capital cultural de Italia. Se rodeó de un grupo de notables eruditos, como
Poggio, Filelfo y Lorenzo Valla. Además, emprendió dos proyectos de importancia. El
primero fue el de transformar la pequeña biblioteca pontificia en una gran colección de
manuscritos latinos y griegos, y así fundó la famosa Biblioteca Vaticana. El segundo
fue el de reconstruir San Pedro, el Vaticano y la misma ciudad de Roma con una
magnificencia inigualada.
El papa Sixto IV fue también un generoso mecenas para los artistas renacentistas.
Hizo construir una capilla que lleva su nombre, la Capilla Sixtina, y para decorarla
reclutó una pléyade de genios: Ghirlandaio, Botticelli, Perugino, Pinturicchio y
Melozzo da Forli. Hizo construir también varias iglesias.
MAPA 8 - EUROPA EN EL SIGLO XV

Decadencia que experimentaron


Los Papas del Renacimiento aumentaron el prestigio y la riqueza externa del
papado, tan maltrecho desde el cautiverio de Aviñón y casi moribundo durante el
Cisma de Occidente. Pero la decadencia interna creció de un modo alarmante y hasta
límites casi inverosímiles durante la segunda mitad del siglo XV y principios del siglo
XVI. A lo largo de este período hubo un notable incremento en tres formas de
actividad papal: el tráfico de indulgencias, el arbitraje papal en cuestiones
internacionales, y la elaboración de un sistema de nombramientos u otorgamientos
papales de beneficios eclesiásticos.18 Como expresión de estas acciones, surgieron
algunos de los problemas que más afligieron a la Iglesia institucional, entre ellos los
siguientes.
Nepotismo. Los papas de la baja Edad Media llegaron a considerar que todas las
posiciones jerárquicas en el clero de la Iglesia de algún modo les pertenecían y que era
su derecho designar para las mismas a quienes ellos quisieran. Ya en 1335, Benedicto
XII afirmaba: “Nos reservamos para nuestra propia ordenación, disposición y
provisión todas las iglesias patriarcales, arzobispales y episcopales, todos los
monasterios, prioratos, dignidades, rectorías y oficios, todas las canonjías, prebendas,
iglesias y otros beneficios eclesiásticos, con o sin cura de almas, ya sean seculares o
regulares, de todo tipo, vacantes o a hacerse vacantes en el futuro, incluso si han sido o
deben ser cubiertos por elección o en alguna otra manera.”19 No es extraño, pues, que
sobre esta base, los papas hayan favorecido a familiares y amigos especialmente con
aquellos puestos eclesiásticos que eran más rentables.
La preferencia de los papas por los propios parientes, a los que llenaban de
riquezas y colmaban de cargos y de honores eclesiásticos sin tener en cuenta la
dignidad moral ni la eficiencia de gobierno, fue una verdadera plaga durante este
período. El papa Calixto III hizo cardenal a su sobrino Rodrigo Borgia, quien llegaría a
ser Papa como Alejandro VI. El nepotismo del papa Sixto IV fue probablemente el
más escandaloso de todo el período. En la primera promoción de cardenales (1471)
concedió el capelo cardenalicio a dos sobrinos y más tarde hizo cardenales a otros
cuatro familiares, todos ellos indignos de ocupar un ministerio religioso y desprovistos
de toda vida espiritual. Al resto de su familia lo dotó de altos cargos y lo enriqueció a
costa de los bienes de la Iglesia.
Corrupción. Las debilidades morales de algunos papas fueron muy graves y
escandalizaron a toda la cristiandad. Con el papa Sixto IV, que había sido general de
los franciscanos, comenzó la época más desastrosa del papado después del siglo de
hierro de la Iglesia (siglo X). Los papas se convirtieron en príncipes seculares,
entregados totalmente a la política y la corrupción. Entre otras acciones, Sixto IV fue
quien autorizó a los Reyes Católicos de España a implantar la Inquisición en todo ese
país (1478), con todas las consecuencias que ello tuvo para los judíos y los
musulmanes, y más tarde, para los protestantes. Calixto era español y le dio al papado
del siglo XV sus rasgos más funestos.
La corrupción de la Curia se incrementó con el ascenso al trono papal de
Inocencio VIII (1484–1492). Un colegio de cardenales completamente mundanalizado
lo eligió Papa, en una elección que no estuvo exenta de simonía. Un hijo suyo se casó
con una hija de Lorenzo el Magnífico (Medici), y las bodas se celebraron en el
Vaticano con un lujo y derroche propios de un sultán. La corrupción y compra de
cargos en la Curia fueron frecuentes, y abundaron las bulas falsas y los privilegios
falsos. En 1489 se descubrió un tráfico ilegal de documentos papales, vendidos a buen
precio por los empleados de la Cancillería. Las finanzas pontificias llegaron a tal grado
de corrupción, que fue necesario empeñar la tiara pontificia y una buena parte del
tesoro de San Pedro. El colegio cardenalicio estaba plagado de parientes y partidarios,
y compuesto por hombres ambiciosos y ricos, divididos en bandos que prolongaban las
intrigas pontificias en la ciudad y sus alrededores. Por otro lado, Inocencio VIII fue
responsable de una brutal caza de brujas a manos de la Inquisición, que ocurrió a partir
de la publicación de una bula suya (1484) en la que denunciaba fenómenos de brujería
y alertaba sobre su multiplicación por toda Europa, especialmente en Alemania.
Probablemente, de todos los papas renacentistas, ninguno fue tan corrupto como
Rodrigo Borgia, quien ascendió al trono de Pedro con el nombre de Alejandro VI
(1492–1503), cuando tenía más de sesenta años. Su elección fue escandalosamente
simoníaca, porque directamente compró el papado, y toda su vida y ministerio papal
continuó siendo escandalosa. Había sido nombrado cardenal por su tío, el Papa español
Calixto III (1456), de quien recibió toda suerte de prebendas que le producían notables
ganancias. Llevó una vida de lujo oriental y siendo cardenal tuvo tres hijos con una
mujer romana desconocida, además de varios otros hijos con otras mujeres. Muchos de
estos hijos llegaron a ocupar lugares en la jerarquía de la Iglesia o recibieron títulos de
nobleza.
Mundanalización. Los papas de este tiempo fueron más bien príncipes seculares
que pastores de almas. Algunos llegaron a considerar los estados y territorios de la
Iglesia como propiedad personal, de la que podían disponer a su antojo, incluso
utilizando la guerra a favor de sus intereses. Alejandro VI gobernó la Iglesia como si
fuese un principado personal. Se lo consideraba un hombre amable, genial y
sumamente hábil para la política. Pero también demostró ser capaz de cometer
cualquier intriga o crimen contra quienquiera que se interpusiera a su interés personal
o el de sus hijos. Así es como entró en conflictos con los príncipes italianos, el rey de
Francia, el emperador, el rey de España e incluso el sultán turco. Designó a su hijo
Juan como duque de Gandía, y le concedió el ducado de Benevento, que pertenecía a
los Estados Papales. Con su hijo César Borgia, a quien nombró cardenal, usurpó la
administración de los Estados Papales, encarceló, asesinó y envenenó a todos los que
se opusieron. Se sospechaba incluso que César había asesinado a su hermano Juan,
para ocupar su lugar. La hija preferida de Alejandro VI fue Lucrecia Borgia, una mujer
que heredó la afección de su padre por el escándalo y las intrigas, a las que agregó
varios matrimonios y divorcios.
Otros papas se destacaron más por ser humanistas, más interesados en las artes y
el engalanamiento de sus palacios que en el cuidado de la Iglesia. Nicolás V invirtió
grandes sumas de dinero en la restauración de iglesias y en la compra de códices para
la Biblioteca Vaticana, de la que fue fundador. Su sucesor, Calixto III, favoreció
también a humanistas como Lorenzo Valla, Eneas Silvio Piccolomini (futuro papa Pío
II) y otros. Con el papa Paulo II (1464–1471), sobrino de Eugenio IV, un estupendo
economista y un autócrata moderado, se profundizó el proceso de mundanalización de
la corte pontificia. El Papa se granjeó la antipatía de algunos humanistas, pero agradó
al pueblo de Roma por sus carnavales y su política de construcción. Paulo II se mostró
más interesado en la gastronomía exquisita, la moda lujosa y las fiestas suntuosas que
en la administración de la Iglesia.
MOVIMIENTOS DE REFORMA
Antecedentes medievales
El deseo de reforma. El deseo de una reforma de la Iglesia estaba bien
generalizado durante el siglo XV, pero tenía antecedentes en muchos individuos y
grupos disidentes a lo largo de toda la Edad Media. En general, estas manifestaciones
de protesta anhelaban un cristianismo más auténtico y fiel al Nuevo Testamento, pero
también expresaban los reclamos de los sectores sociales más oprimidos y que más
sufrían los cambios que se estaban produciendo en la sociedad feudal. Lógicamente,
estos disidentes y rebeldes fueron considerados como herejes, especialmente por los
líderes eclesiásticos de su tiempo, que eran los principales custodios del sistema. La
historia de estos “reformadores” no es fácil de recuperar, pero la fe de casi todos ellos
fue heroica, estuvieron dispuestos a sufrir por su causa y es apasionante recordarlos.
La mayoría de estos disidentes medievales afirmaban creencias ortodoxas, pero
sus reclamos estaban ligados a cuestiones sociales y especialmente religiosas. A
medida que la Iglesia se sumergía en el paradigma de cristiandad, se institucionalizaba
y entraba en competencia con los señores de este mundo por el poder político y
económico, la disidencia se fue generalizando. Para el siglo XII, los cimientos sociales
de la Iglesia se vieron sacudidos como consecuencia de las pestes y hambrunas
recurrentes, que desataron despertares místicos y sociales contra la jerarquía
eclesiástica y contra los grandes señores, seculares y eclesiásticos, a quienes se culpaba
de provocar la ira de Dios con sus atropellos, desmanes y vicios.
Un ejemplo de estos estallidos fueron los flagelantes de los siglos XI al XIV, que
recorrían en bandas los campos y ciudades de Francia, Italia, el norte de España,
Flandes, Hungría e Inglaterra. Así como se desgarraban el cuerpo a latigazos, estos
exaltados se apoderaban también de los bienes de la Iglesia, golpeaban o mataban a los
sacerdotes y asaltaban casas y castillos. Otro ejemplo era el caso de los bogomilas, que
en el siglo X introdujeron a Bulgaria desde Oriente ideas maniqueas, como arma
ideológica de lucha de los siervos contra los señores. Sus creencias y prácticas se
difundieron entre siervos y artesanos de Rusia meridional, el resto de los Balcanes,
Italia del norte y el mediodía de Francia. En este último lugar, sus libros y ritos fueron
traducidos a la lengua vernácula. En 1167 se realizó cerca de Tolosa un concilio al que
asistieron delegados bogomilas de los Balcanes, que sostenían una actitud
radicalmente anticlerical.
De las herejías dualistas, la más difundida y persistente fue la de los cátaros o
albigenses. Los cátaros ya eran conocidos en el sur de Francia en 1022, en el norte de
Italia alrededor del 1032, y se hicieron numerosos en Provenza alrededor del 1200. El
papa Inocencio III lanzó contra ellos la Cruzada Albigense, que comenzó con la
excomunión del conde Raimundo VI de Tolosa (1207) y continuó con una guerra, la
predicación de los dominicos y finalmente la aplicación de la Inquisición.
Algunos rebeldes y disidentes medievales. Además de los movimientos o grupos
organizados, hubo una serie de individuos que expresaron su disidencia con el status
quo, si bien afirmaban creencias rigurosamente ortodoxas y aspiraban a un
cristianismo bíblico. Muchos de ellos intentaron llevar a cabo sus ideales de reforma
desde adentro de la Iglesia, pero otros fueron tenidos por herejes y perseguidos con
toda fuerza. Entre los rebeldes más destacados, cabe mencionar a los siguientes.
Pedro de Bruys (m. 1130). Fue un predicador del sur de Francia (Languedoc), de
principios del siglo XII. Combinaba un ascetismo estricto con la negación del
bautismo infantil; el rechazo de la presencia real de Cristo en la Cena del Señor; el
repudio de las ceremonias, los templos y los crucifijos; y, la inutilidad de las oraciones
a favor de los difuntos. Su enseñanza más importante fue la fe personal en Cristo como
único medio de salvación. Sus adversarios más encarnizados fueron Pedro el
Venerable (1092–1156) y Bernardo de Clairvaux, que se enfrentaron con él
personalmente y por escrito. Por haber quemado crucifijos, él mismo fue quemado
vivo por el populacho enfurecido entre los años 1120 y 1130. A sus seguidores se los
llamaba “petrobrusianos.”
Enrique de Lausana (m. 1149). Fue discípulo de Pedro de Bruys y era un ex-
monje y teólogo benedictino. Predicó la vida ascética (pobreza y penitencia) y negó la
validez de los sacramentos administrados por sacerdotes indignos. Atacó la corrupción
del clero y se opuso al pago de los diezmos y las ofrendas a la Iglesia. Predicó en
diversas partes del sur de Francia y fue declarado hereje por el Concilio de Tolosa
(1119). En 1135, después de ser tomado prisionero por el obispo de Arlés, logró
escapar y continuó su predicación. Uno de sus más encarnizados opositores fue
Bernardo de Clairvaux, quien fue enviado a combatir su predicación. Enrique fue
arrestado y murió en Tolosa en 1149.
Arnaldo de Brescia (1100–1155). Contemporáneo de Pedro y Enrique, de origen
noble, estudió en París donde fue discípulo de Abelardo e ingresó a la orden de los
agustinos. Regresó a Italia, donde vivió de manera muy austera. Arnaldo sostenía que
los miembros del clero debían abandonar toda propiedad y poder temporal, para ser
verdaderos discípulos de Cristo. Fue un celoso promotor de la pobreza apostólica y
atacó las riquezas y el poder temporal de la Iglesia. También rechazó la validez de los
sacramentos administrados por los clérigos que tenían bienes mundanales. Esto le
costó la vida, porque el papa Adriano IV puso como condición al rey alemán Federico
Barbarroja la cabeza de Arnaldo antes de coronarlo emperador. En 1155 Arnaldo fue
ahorcado y quemado como hereje.
Pedro Valdo (¿ –1217). Era un rico comerciante de Lión, que en 1176 abandonó
sus bienes, dejándolos a los pobres, y se dedicó a predicar. Un año más tarde ya tenía
un grupo de seguidores, que se autodenominaban los “pobres de espíritu” o “pobres de
Lión.” Apelaron al Tercer Concilio de Letrán (1179) solicitando permiso para predicar
y aprobación para una traducción de la Biblia al francés, pero se les negaron ambas
cosas. Valdo, que era muy obstinado, consideró la negativa como la voz del hombre
contra la voz de Dios, y continuó predicando con sus compañeros. Por su
desobediencia fueron excomulgados, pero esto les valió nuevos adeptos. Fueron
condenados como herejes por el Cuarto Concilio de Letrán (1215).
Sus ideas más importantes fueron las siguientes. (1) La Biblia, especialmente el
Nuevo Testamento, era la única regla de fe y práctica, por eso la aprendían de
memoria. (2) Rechazaban como antibíblicas las misas y las oraciones por los muertos,
y negaban el Purgatorio y los méritos de los santos. (3) Defendían la predicación laica
de hombres y mujeres y criticaban el uso del latín en el culto. (4) Proclamaron el
bautismo de creyentes. Los valdenses lograron sobrevivir en los valles alpinos de
Francia e Italia. Más tarde se convirtieron al calvinismo y continúan hoy como una
denominación evangélica reconocida.
Precursores de la Reforma
Juan Wyclif (1329–1384). Era un inglés educado en Oxford, donde alcanzó
renombre como erudito. Allí enseñó filosofía y teología. Escribió mucho sobre la
Iglesia y el Estado, sobre lo que estaba mal en ambas esferas y cómo corregirlo.
Basaba su enseñanza en la idea de lo que llamaba el “dominio de la gracia” que, según
él, significaba que toda propiedad o poder venía de Dios y quedaba en el ser humano
utilizarlos correctamente, porque si eran usados mal se perdían. “Correctamente”
significaba de acuerdo con la Ley de Dios, tal como se la encuentra en la Biblia. Si se
usaba correctamente lo que Dios había dado al ser humano, entonces se estaba bajo el
“dominio de la gracia.”
Sus ideas parecían inofensivas y ortodoxas, pero había en sus escritos una severa
crítica a los abusos de la Iglesia, su riqueza, los impuestos papales que drenaban a su
país y la misma autoridad papal. Gente de todo tipo y clases sociales escuchaba con
interés la prédica de Wyclif, porque expresaba muchos de sus propios sentimientos.
Muchos estaban de acuerdo con él en que la religión de la Biblia era muy diferente de
la que tenían a su alrededor. Las noticias de esto llegaron a Roma y el Papa (Urbano
V) envió instrucciones al arzobispo de Canterbury y al obispo de Londres para que
advirtieran al rey (Eduardo III) y a los nobles contra Wyclif, y que lo arrestaran y
enviaran a Roma para ser juzgado (1377). Pero Wyclif tenía amigos poderosos y era la
figura universitaria más notoria en Oxford. Por eso no se tomó ninguna medida hasta
1382, cuando el arzobispo de Canterbury condenó su enseñanza. Wyclif se retiró de
Oxford para ir a Lutterworth como párroco, donde murió en paz en 1384.
Las ideas más revolucionarias de Wyclif tenían que ver con la Iglesia y la Biblia.
En cuanto a la Iglesia, su modelo era la iglesia del Nuevo Testamento. Por eso, el
poder temporal y las riquezas eran una ruina para la Iglesia, y el Estado debía
incautarse de las posesiones eclesiásticas y contribuir con un subsidio para el
sostenimiento del culto y del clero. Al producirse el Gran Cisma de Occidente, Wyclif
se declaró no solamente en contra de los dos papas, Urbano VI y Clemente VII, sino en
contra del papado en cuanto institución. Según él, la verdadera Iglesia era la “elegida”
y estaba constituida por aquellos que habían sido predestinados por Dios para ser
salvos. En contraste con la Iglesia visible (jerarquía y fieles), esta elección era invisible
y sólo Dios la conocía. Ningún ser humano, ni siquiera el Papa “conoce si es de la
Iglesia o si es un miembro del Diablo.” Además, Wyclif afirmaba que Cristo era la
única cabeza de la Iglesia. En consecuencia, la excomunión del Papa sólo afectaba a
aquél que ya había sido excomulgado por Dios. Por otro lado, todos los fieles eran
sacerdotes y no sólo aquellos que formaban parte del clero. Respecto a los
sacramentos, Wyclif negó la transubstanciación, si bien creía en la presencia real de
Cristo, aunque no “materialmente o corporalmente.” También condenó a la confesión
como una institución diabólica, rechazó el celibato sacerdotal y monacal como inmoral
y nocivo para la Iglesia, y combatió las indulgencias, el culto de los santos y las misas
por los difuntos.
En cuanto a la Biblia, Wyclif tenía el más alto concepto de ella como la Palabra
inspirada de Dios. La contribución más positiva y permanente de Wyclif tuvo que ver
precisamente con la Biblia, a la que consideraba como autoridad final para la doctrina
y la práctica cristianas. Para Wyclif, la Biblia era la única fuente de la revelación. Por
eso era importante que todos pudieran leerla y estudiarla en su propio idioma. Entre los
años 1382 y 1384 se hizo una traducción de la Vulgata al inglés, en la que Wyclif tuvo
una participación importante. Esta versión bíblica tuvo una gran circulación y ejerció
una importante influencia en el pueblo inglés.
Según él, la Biblia debía ser predicada al pueblo. Todavía no había imprenta y
para llevar el evangelio al pueblo, Wyclif comenzó a enviar a sus seguidores como
predicadores, vestidos de campesinos, con un báculo en la mano y de dos en dos. Estos
predicadores llevaban copias de pasajes bíblicos, que leían a las multitudes y luego los
enseñaban de memoria. En el año 1408 el arzobispo de Canterbury condenó las
doctrinas de Wyclif y su traducción de la Biblia, y prohibió la predicación sin licencia
episcopal. Algunos seguidores de Wyclif, llamados “lolardos”, fueron quemados, pero
la semilla ya había sido sembrada. El pueblo ya sabía lo que era tener la Biblia en su
propio idioma.
Juan Huss (1373–1415). Bohemia (República Checa) era un estado eslavo dentro
del Sacro Imperio, en el que comenzó un movimiento de reforma similar al de Wyclif,
caracterizado por un retorno a la Biblia. El movimiento de renovación espiritual estuvo
también acompañado de un avivamiento del espíritu nacional. Al fundarse la
Universidad de Praga (1348) llegaron, con algunos profesores franceses, las ideas de
reforma del clero, para terminar con los abusos en la Iglesia. Los obispos en el país
eran casi todos alemanes y no cumplían con el deber de la residencia, es decir, la
Iglesia checa estaba casi sin pastores.
Juan Huss era un sacerdote educado en la Universidad de Praga, donde llegó a ser
profesor de filosofía (1396) y más tarde rector (1402). Huss se transformó en el líder
de dos movimientos: la reforma religiosa y el nacionalismo checo. Huss era un gran
predicador, que declaraba el señorío de Cristo y no el de Pedro, y que de esta manera
se opuso a todo lo que consideraba antibíblico en el papado y en la Iglesia. El
movimiento husita fue ayudado por los acontecimientos en Inglaterra, ya que por el
casamiento del rey inglés (Ricardo II) con una princesa de Bohemia (Ana), en 1382, se
iniciaron relaciones académicas entre las universidades de Oxford y Praga, la más
importante del Imperio. En Oxford los estudiantes checos recibieron la gran influencia
intelectual y reformadora de Wyclif y los lolardos. Huss mismo siguió la mayor parte
de las doctrinas de Wyclif.
En Praga, el movimiento husita se identificó con el nacionalismo checo en
rivalidad contra el conservadorismo alemán. En 1409, el partido husita triunfó y los
profesores y estudiantes no eslavos se retiraron de Praga para fundar la universidad
(alemana) de Leipzig. En 1410 ya era evidente que esta división trascendía el ámbito
local (Praga), nacional (Bohemia) e incluso imperial: se trataba de una verdadera
amenaza a la unidad de toda la Iglesia en Occidente. Por orden del Papa y del
arzobispo de Praga se quemaron los libros de Wyclif y se excomulgó a Huss, a quien
se le ordenó presentarse en el Concilio de Constanza. El rey Wenceslao le aconsejó
que se presentara y el emperador Segismundo le prometió su protección con un
salvoconducto. Huss fue a Constanza esperando participar de un debate teológico, pero
fue tratado como hereje y encerrado en un castillo. Allí fue sometido a varios
interrogatorios, en los que no accedió a negar sus escritos y se reafirmó en sus ideas.
Finalmente, el Concilio lo condenó como hereje, lo degradó de su dignidad sacerdotal,
lo entregó al brazo secular, que lo condenó a morir en la hoguera en 1415.
Mientras Huss estaba preso en Constanza, en Praga sus seguidores se dividieron
en dos partidos: uno aristocrático, conocido como los utraquistas, y el otro más radical
y democrático conocido como los taboritas. Los utraquistas contaban con el apoyo del
rey Wenceslao y los nobles. Eran partidarios de la comunión bajo las dos especies del
pan y del vino (sub utraque specie) en la celebración de la eucaristía. Los taboritas
tomaron su nombre de la ciudad de Tabor, y vencieron a los ejércitos papales que
intentaron una Cruzada contra ellos (decretada por una bula del papa Martín V en
1420). Del movimiento husita se desarrolló, a partir de mediados del siglo XV, la
Unitas Fratrum, que absorbió lo más importante del movimiento husita, y llegó a ser la
antecesora espiritual del movimiento moravo posterior.
Todos estos movimientos representaban un profundo reclamo de libertad de todo
tipo de opresión: religiosa, política, económica, social y cultural. Europa estaba
cambiando; toda una manera de entender la realidad y de estructurar la sociedad se
estaba desplomando. Desde abajo hacia arriba olas tras olas de levantamientos
religiosos y sociales como el de los husitas taboritas, expresaban el ideal de libertad de
todo tipo de opresión y abusos de las grandes masas.
Alfred Weber: “Las guerras taboritas de los husitas no hubieran podido, a
pesar de las oposiciones nacionales, encender aquel indomable fanatismo
que no dejó respirar a la Alemania del sur durante diecisiete años y que, al
mismo tiempo, la empapó con ideas husitas, si no hubiera sido porque allí y
entonces actuó eficazmente la primera gran fusión de la voluntad popular de
libertad con un mundo de ideas, revestido de ropaje religioso, que se
proyectó sobre aquel afán de liberación.”20
Por otro lado, todos estos movimientos buscaban reformar a la Iglesia, que como
institución estaba sumida en la crisis más profunda de toda su historia hasta aquel
momento. Pero hacia fines del siglo XV todas las esperanzas de una Iglesia mejor
terminaron por desvanecerse. Como vimos, en 1493, Rodrigo Borgia, un hombre
irreligioso e inmortal, tomó la corona pontificia con el nombre de Alejandro VI. Roma
se encontró nuevamente en manos de un principado italiano, gobernada por un
príncipe mundano y necesitada de una profunda limpieza. El trabajo reformista de
Nicolás II, León IX, Gregorio VII o Inocencio III fue como si no hubiese existido
nunca. Pero, ¿quién iba a hacer ahora la limpieza? La baja condición moral de la
Iglesia y el papado, y el crecimiento de la disidencia y el nacionalismo demandaban la
voz y la acción de un reformador. El mundo estaba preparado para la llegada de Martín
Lutero.

RETROCESO EN ORIENTE
El impacto del Islam
El primer retroceso del cristianismo en Oriente se produjo a partir del siglo VII,
con el avance del Islam. El Islam ocupó la mitad del territorio que había sido del
Imperio Romano y desplazó al cristianismo de esas tierras en muchos casos en forma
permanente. El Islam llegó también a ocupar territorios hasta entonces más o menos
cristianos en Asia oriental, central y próxima. En el siglo XI, los turcos selyúcidas
invadieron Asia Menor y provocaron las Cruzadas. Si bien las Cruzadas no lograron
sus objetivos principales, consiguieron contener la expansión musulmana hacia
Occidente.
Hemos visto también la oportunidad que perdió el cristianismo durante el imperio
de los Khanes mongoles (1269–1294), y cómo las provincias occidentales de este
imperio se hicieron musulmanas. A fines del siglo XIII, otras tribus turcas, al mando
de Otmán u Osmán, invadieron nuevamente Asia Menor y después de destruir a los
selyúcidas, ocuparon sus territorios y dejaron constituido un imperio que se llamó
otomano u osmanlí y que se caracterizó por su ferocidad y su fanatismo religioso.
Hacia 1368, con la expulsión de los mongoles de China por la dinastía Ming, los
extranjeros se vieron forzados a emigrar hacia Occidente y por segunda vez el
cristianismo desapareció de la China.
El avance turco otomano fue detenido por la invasión de los mongoles tártaros
procedentes de Asia Central, cuando un musulmán conocido como Tamerlán o Timur
tomó el poder (1370). Sus ejércitos saquearon toda Asia destruyéndolo todo, al punto
que redujeron su población. Sometieron todo el Cercano Oriente, Irán, Rusia, norte de
India, incluso atacaron a los turcos otomanos, a quienes vencieron en la batalla de
Angora (1402). Los que escaparon de la masacre fueron absorbidos por el Islam.
La caída de Constantinopla
En el segundo período de retroceso, Europa oriental se agregó a la lista de
pérdidas cristianas, especialmente después de la caída de Constantinopla en el año
1453. De este modo, la pérdida más grande de territorios cristianos en manos del Islam
se produjo con el surgimiento de los turcos otomanos, una pequeña tribu turca sobre la
frontera oriental del Imperio Bizantino en Asia Menor. Como vimos, los turcos
otomanos fundaron un Estado musulmán con un ejército casi invencible, constituido en
su mayoría por esclavos que, desde niños, habían sido entrenados para la guerra y con
un profundo odio hacia todo lo que fuera cristiano. En 1356 pasaron a Europa y hacia
fines del siglo XIV ocuparon los Balcanes, sometiendo al Imperio Bizantino.
A pesar del avance otomán, la vida religiosa de los Balcanes no decayó
demasiado. En la segunda mitad del siglo XIV la Iglesia Búlgara experimentó un
avivamiento notable, con un aumento de la literatura cristiana en idioma eslavo, bajo el
patriarca de Constantinopla. La Iglesia Ortodoxa de Servia también experimentó
avivamiento al constituirse en patriarcado bajo el reinado del rey Dushan. Bajo el
dominio otomano, la Iglesia Servia se transformó en el símbolo del nacionalismo
servio. En Albania, por el contrario, la población se convirtió al islamismo.
Constantinopla se salvó del saqueo otomano en el siglo XIV porque Tamerlán,
como vimos, invadió Asia Menor y destruyó al Estado otomano. Les llevó cincuenta
años a los turcos recuperarse, pero después de la muerte de Tamerlán lo lograron.
Obtenida su independencia, se dispusieron a continuar con su política expansiva. En
1453, el sultán Mahoma II puso sitio a Constantinopla. La lucha duró dos meses y
finalmente la ciudad sucumbió bajo los otomanos. El emperador Constantino XI luchó
hasta el último momento pero cayó junto con su Imperio.
El último baluarte cristiano en Oriente, que había sobrevivido como capital del
Imperio Romano cristiano, estaba ahora en manos musulmanas al igual que las
poblaciones cristianas del sudeste de Europa. Este estado de cosas se mantuvo en
algunos casos hasta fines de la Primera Guerra Mundial, en 1918. La capital cristiana
de Constantino cambió su nombre por el de Estambul y su templo más extraordinario,
la Iglesia de Santa Sofía, fue transformada en mezquita. El dominio de los otomanos
sobre toda la península Balcánica y Asia Menor provocó, directa o indirectamente gran
cantidad de transformaciones en todos los órdenes de la vida, y por ello este
acontecimiento ha sido tomado como punto de partida de una nueva edad histórica.

VITALIDAD EN OCCIDENTE
Perspectivas de una nueva era
Los “mil años de incertidumbre,” que van del 500 al 1500, muestran cómo la idea
de “cristiandad” llegó a ser el principio unificador de Europa occidental en lugar del
Imperio Romano. Occidente era el centro de toda actividad cristiana, dado que Oriente
estaba prácticamente en manos musulmanas. Hacia fines de estos mil años comienzan
tres movimientos nuevos, que produjeron profundos cambios en las vidas de los
pueblos y de la Iglesia de Europa occidental.
Nuevo saber. Avivamiento del saber o Renacimiento son los nombres que se han
dado a este fenómeno. El redescubrimiento de la cultura greco-latina estimuló, primero
en Italia y luego en el resto de Europa, el surgimiento de un nuevo arte manifestado en
la pintura, la arquitectura, la escultura y la literatura. Los eruditos se interesaron por el
estudio de la historia, la crítica histórica y literaria, y la investigación e invención
científica.
En el campo de la literatura hubo una clara separación entre la literatura cortesana
y la burguesa. Cada una representaba en realidad las dos corrientes que aparecieron en
la Iglesia entre agustinos y tomistas: la primera llevó a la ciencia experimental,
mientras que la segunda al misticismo. Como fruto del renacer científico apareció una
serie de ensayos sobre geografía y astronomía.
La mística alemana tuvo en este período su desarrollo literario más pleno. Una de
sus características más importantes fue una lucha intensa en la vida presente por
trascender lo humano, y lograr un estado de perfecta unión y comunión con Dios. La
doctrina fundamental de los místicos era el carácter absoluto de Dios y la
insignificancia humana. Sus más excelsos representantes, la mayor parte de ellos
frailes dominicos, procuraron formular las vías para alcanzar una comunión con Dios
perfecta. Entre ellos cabe mencionar a Juan Ruysbroeck (1293–1381), Meister Eckhart
(1260–1327) y Juan Taulero (1300–1361). Sin embargo, la obra más difundida fue la
Imitación de Cristo, de Tomás de Kempis (1380–1471), una de las grandes obras
devocionales de todos los tiempos.
Albert Henry Newman: “Los escritos y sermones de los místicos alemanes
hicieron una profunda impresión sobre las mentes de un gran número de
cristianos. Comparativamente pocos fueron conducidos al extremo de la
contemplación mística al cual llegaron los líderes. Pero una fuerte corriente
de una vida cristiana celosa, en oposición al cristianismo exterior y formal
que prevalecía, surgió de estos hombres y fue perpetuada por sus escritos.
No fue todavía una manera totalizadora de ver al cristianismo. Sin embargo,
fue muy efectivo en su oposición al formalismo muerto en el que el
cristianismo había caído.”21
El idealismo literario alcanzó su más alta expresión con dos autores italianos,
Dante Alighieri y Francisco Petrarca. En Dante Alighieri todo era medieval: su
concepción del futuro del ser humano, su fe en Dios, su noción política, y su amor
sublimado a las más altas esferas. Dante escribió un tratado, De monarquía, a favor de
una monarquía universal encarnada en los emperadores germánicos, y un tratado
teológico de profunda raíz escolástica. Pero su obra más importante fue la Divina
Comedia (1307), poema de carácter alegórico, en el que personificaba al alma humana
que, guiada por la razón (representada por Virgilio) conocía el mal, los vicios y sus
diversas manifestaciones, así como los castigos de sufrían en el Infierno quienes se
dejaron arrastrar por ellos. Arrepentida, el alma era llevada al Purgatorio, donde se
purificaba y conseguía la perfección antes de que por la gracia y la teología
(representada por Beatriz) pudiera conocer el misterio de la Trinidad y la felicidad de
contemplar a Dios. En esta obra, las ideas teológicas, las ciencias y la poesía alcanzan
un grado sublime. La obra representa el espíritu humanista cristiano del siglo XIII.
El otro escritor destacado fue el poeta y humanista Petrarca. Escribió Secretum,
posiblemente inspirada en las Confesiones de Agustín de Hipona, y Los triunfos, que
es una visión alegórica típicamente medieval. Petrarca escribió en latín y en lengua
vernácula, y con su trabajo inició la poesía renacentista e influyó sobre toda la lírica
europea moderna.
La invención de la imprenta en 1450 permitió a más personas participar de este
nuevo saber. Los navegantes competían unos con otros en sus viajes de exploración y
descubrimiento. Todo esto elevó el nivel de educación y conocimientos y aumentó el
interés de las personas por el mundo. Todo esto resultó sumamente amenazador para la
Iglesia y el papado, que a lo largo de los siglos se habían considerado los únicos
poseedores y administradores de la verdad y, en consecuencia, de la educación.
Paul Johnson: “De esta forma, el Nuevo Saber chocó por primera vez con la
Iglesia establecida. Pero el conflicto era inevitable. Ahora, los hombres
podían estudiar los textos griegos y hebreos originales, y compararlos con la
versión recibida en latín y considerada sacrosanta durante siglos en
Occidente … Cuando los hombres comenzaron a mirar los textos con
criterios diferentes, advirtieron muchas cosas que los incomodaron o
entusiasmaron. El mensaje del Nuevo Saber de hecho era éste: gracias a la
acumulación del saber alcanzaremos una verdad espiritual más pura.”22
Nuevas tierras. En Europa misma, los Reyes Católicos (Isabel de Castilla y
Fernando de Aragón) lograron la reconquista total de su territorio en España de manos
de los musulmanes (1492), a quienes expulsaron al igual que a los judíos. Los que se
quedaron fueron obligados a hacerse cristianos. La victoria definitiva de la
Reconquista no sólo significó la integración territorial de la Península Ibérica sino
también la configuración territorial de la Europa cristiana. La cristiandad europea
occidental por fin contaba con un territorio sin la presencia de pueblos con una fe
diferente o ajena al cristianismo.
Fuera de Europa, en el siglo XV los europeos navegaron hacia el sur de África y
Asia por primera vez. A fines de este siglo y comienzos del siguiente los marinos
europeos descubrieron el continente americano y las islas del Pacífico. Pronto se inició
el comercio con estos territorios, hasta que esto se transformó en la actividad más
importante. El avance de los europeos sobre nuevas tierras de ultramar fue posible
gracias a varios desarrollos técnicos importantes durante el siglo XV. La cartografía
mejoró notablemente gracias al cambio revolucionario provocado por Nicolás
Copérnico (1473–1543), quien rechazó la tradicional comprensión “geocéntrica” del
universo y planteó su teoría “heliocéntrica.” Entre otras cosas, ésta cosmovisión le
quitó a la astrología, muy popular por aquel entonces, todo fundamento.
A partir de aquí y debido a la influencia que la “revolución copernicana” tuvo
sobre los marinos portugueses y españoles, o al menos aquéllos al servicio de la
Península Ibérica, comenzó la búsqueda comprobatoria de las teorías expuestas sobre
la esfericidad de la Tierra, por diferentes estudiosos, escritores y cartógrafos. Cristóbal
Colón no fue ajeno a la literatura de la época. Pero recién en el primer viaje de
circunnavegación iniciado por Magallanes y llevado a feliz término por Elcano, pudo
afirmarse fehacientemente que la Tierra era una esfera.
No obstante, el descubrimiento más importante de estos años no fueron
meramente nuevos territorios sino los nuevos pueblos que habitaban en ellos. La
enorme diversidad de estos pueblos en términos de sus culturas, cosmovisiones,
religiones y sistemas de organización social y política, resultó en un gran desafío
misionero. Fue esta realidad humana no cristiana la que motivó a los primeros
europeos en aventurarse a ultramar y a considerar la necesidad de evangelizar a estos
pueblos. De allí que, junto con la expansión colonial, las primeras potencias de
ultramar se involucraron en la difusión de la fe cristiana, dando origen a importantes
movimientos misioneros de la Iglesia Romana.
Nueva vida. Después del 1200 comenzó a sentirse la necesidad de una profunda
renovación en la Iglesia occidental. Monjes y frailes, laicos y rebeldes, teólogos y
oficiales de la Iglesia trataron de reformarla. Se lograron algunos cambios importantes,
pero quedaron pendientes muchos problemas serios. Al fin de los mil años, en
diferentes lugares y por diferentes razones, mucha gente todavía veía la necesidad de
una reforma en la Iglesia. Los caminos que se ensayaron para lograrlo, como vimos,
fueron diversos. Algunos optaron por el levantamiento social y violento; otros
siguieron el camino de la protesta religiosa y la disidencia. Todos los sectores sociales
estuvieron involucrados en los procesos de cambio y sintieron la necesidad de vitalizar
a una Iglesia que parecía moribunda. Desde sus filas, hubo quienes propusieron los
caminos del conciliarismo, el misticismo y el humanismo, como vías posibles para
darle a la Iglesia una vida nueva, y esto preparó el camino para el período de reformas
que vendría a partir del siglo XVI.
William H. McNeill: “El conciliarismo, el misticismo y el humanismo
cristiano contribuyeron de diversas maneras a la Reforma Protestante: el
conciliarismo atacando la monarquía papal e insistiendo en que los laicos
debían participar con el clero en el gobierno de la Iglesia; el misticismo
recalcando la posibilidad de un acercamiento individual a Dios sin la
mediación de los sacerdotes; y el humanismo por su crítica racionalista y a
menudo aguda de los abusos constantes que ocurrían en la Iglesia.
Ciertamente ya reinaba un vago descontento con la Iglesia, y cuando el
papado volvió a entronizarse en Roma, se enredó en la política italiana y no
se ocupó seriamente de la Reforma, el camino quedó allanado para que la
personalidad de Lutero hiciese explotar el descontento latente.”23
CUADRO 12 - CARACTERÍSTICAS DE UNA NUEVA ERA

Nuevas modalidades
Estos tres movimientos (nuevo saber, nuevas tierras, nueva vida) determinaron las
nuevas modalidades que la Iglesia habría de asumir en la nueva edad, la Edad
Moderna. El Renacimiento llevó a la gente a pensar acerca del mundo, la historia de su
país y en sí mismos de una manera nueva, y esta nueva manera de pensar afectó su fe.
El segundo movimiento puso a los europeos en contacto con cinco continentes y
numerosos pueblos, y esto abrió el camino para pensar en una Iglesia realmente
“mundial”, pero al mismo tiempo llevó a la dominación colonial de la mayor parte del
mundo por los europeos occidentales. El tercer movimiento llevó a la división de la
Iglesia en Europa occidental y al desarrollo de diversos intentos reformistas.
De todos los factores apuntados, posiblemente el más importante como gestor de
profundos cambios en la cristiandad occidental fue el humanismo. Partiendo de la base
de que los valores humanos constituyen el centro fundamental de la sociedad, los
humanistas proyectaron su atención sobre la antigüedad clásica y se dedicaron al
estudio del ser humano y de su obra. Estaban decididos a encontrar los ideales o
modelos de las formas humanas, literarias, artísticas, históricas, filosóficas y religiosas,
que les sirvieran de ejemplo y paradigma para promover una educación y un estilo de
vida humanístico y cristiano. En general, sus intenciones no eran meramente
académicas, sino que procuraban la defensa del ser humano ante la amenaza que
representaba para su libertad moral y espiritual, la excesiva preponderancia de los
valores secundarios: económicos, políticos o biológicos. Por cierto, los humanistas
aspiraban también a liberar a la fe cristiana de toda opresión clerical, eclesiástica y
dogmática.
El humanismo fue una revuelta contra muchos aspectos del pensamiento y la
sociedad medieval. Los humanistas consideraban que la cultura de la Edad Media era
obsoleta e inadecuada. El centro de la vida se había desplazado del campo a la ciudad.
La economía natural antigua basada sobre el trabajo de la tierra había sido suplantada
por una nueva economía que se nutría del comercio, la artesanía y una población
urbana. El capitalismo comercial estaba naciendo y los burgueses urbanos estaban
reemplazando a la nobleza como líderes de la comunidad. Al irse complicando cada
vez más las bases materiales de la estructura social, los ideales tradicionales
comenzaron a sufrir un profundo proceso de transformación. Por ello mismo, los
humanistas admitían la necesidad de liberar a la Iglesia de las superestructuras
mundanas e históricas que parecían deformarla, y querían desatar a la cultura cristiana
de sus vínculos con las deformaciones provocadas por la filosofía medieval
(escolástica) y las supersticiones. Para ello, procuraron formular una síntesis de la
cultura clásica, preferentemente de orientación platónica, con el cristianismo. En este
sentido, los humanistas fueron la partera de una nueva cultura, la cultura del
Renacimiento, y de una nueva Iglesia, la Iglesia de la Reforma.
Este resultado inesperado y desafortunado, que separó a los protestantes y los
católicos, no sólo fue irreversible, sino que más tarde continuó con su proceso
divisionista con el surgimiento del denominacionalismo (a partir de la segunda mitad
del siglo XVIII). Esto, a su vez, llevó bastante más tarde a otro movimiento que
procuró reunir la Iglesia dividida sin lograrlo: el movimiento ecuménico (segunda
mitad del siglo XX).
GANANCIAS Y PÉRDIDAS DEL CRISTIANISMO: 1350–1500.
El segundo retroceso
Hacia el año 1500 terminaron los “mil años de incertidumbre” con un futuro que
no era menos incierto. Alguien contemplando la realidad del cristianismo en el mundo
al filo del año 1500 y proyectando su mirada hacia atrás a los diez siglos precedentes y
hacia delante al futuro que podía anticiparse, hubiese visto un panorama oscuro y
deprimente. Si bien aquí y allí habría descubierto algunas luces brillando con pálido
esplendor, el conjunto se le habría presentado desolador, tanto en Oriente como en
Occidente.
La Iglesia Ortodoxa Oriental. Mientras España era poco a poco recuperada
totalmente para el cristianismo a través de los largos y penosos años de la Reconquista,
la Iglesia Oriental sufría los estragos producidos por el Islam. Para el año 1500 los
turcos otomanos musulmanes ya habían cruzado a Europa y habían colocado una cuña
en la cristiandad europea, que todavía avanzaría más en las primeras décadas del siglo
XVI. Constantinopla ya había caído en el año 1453 y se perdió de manera definitiva
para la fe cristiana. Sin el Imperio Bizantino que la había sostenido, la Iglesia de
Oriente estaba maltrecha y sólo habría de encontrar vitalidad y fuerza en Rusia y a
través del movimiento monástico que se desarrolló allí.
La Iglesia Católica Romana. Para el año 1500 esta Iglesia acababa de dividirse
debido a conflictos de tipo nacional. El nacionalismo era ahora el nuevo factor
perturbador y todavía habría de ocasionar mayores problemas para la institución
eclesiástica. Poco a poco el papado iba perdiendo poder e influencia sobre los nuevos
reinos nacionales, que se tornaron cada vez más absolutistas y seculares. Las cumbres
de prestigio y poder de poco tiempo atrás se habían perdido definitivamente y nunca
más habrían de recuperarse.
Promesa de recuperación y nuevo avance
La Iglesia Ortodoxa Oriental. Esta Iglesia encontró un nuevo respaldo en el Gran
Ducado de Moscú. Liberado de la subordinación a los mongoles de la Horda de Oro
(ahora musulmanes) hacia el año 1400, el patriotismo ruso encontró su unidad nacional
en torno a la religión cristiana. Cuando cayó Constantinopla (la Segunda Roma),
Moscú fue proclamada como la Tercera Roma, y su gobernante recibió el título de Zar
(César). Desde esta nueva capital se produciría un nuevo movimiento de expansión
cristiana hacia Oriente.
La Iglesia Católica Romana. Manifestó dos señales de nueva vida. Las voces que
se levantaban en rebelión contra Roma no eran sólo negativas y destructivas. Las
enseñanzas de Wyclif viajaron de Oxford a Praga y sus ideas se difundieron
ampliamente por toda Europa. Wyclif y Huss abogaban, entre otras cosas, por un
retorno a la Biblia. Este énfasis fue por demás de significativo ya que proveyó al
período de la Reforma de uno de los secretos de su renovado vigor cristiano. Con la
invención de la imprenta, los libros pudieron ser leídos por un número mayor de
personas, y esto significó una rápida difusión de la Biblia y las nuevas ideas. Todo esto
dio comienzo a un movimiento de nueva vida en una cristiandad hasta entonces
decadente, y habría de ser una de las razones del próximo avance del cristianismo.
El cierre de Asia por los musulmanes afectó al comercio europeo e hizo necesaria
la búsqueda de nuevas rutas hacia Oriente. Antes de terminar este período esas rutas
fueron halladas. España envió a Colón en procura de Oriente por el oeste en 1492;
Portugal envió a Vasco de Gama en procura de Oriente por el sur, siguiendo el litoral
africano, en 1497. Ambos esfuerzos representaban a un mundo nuevo que se abría y
ampliaba. Apareció también un nuevo celo cristiano en la vida y la devoción de la
cristiandad occidental. Bajo los auspicios de las mayores potencias de entonces,
España y Portugal, la Iglesia Católica Romana comenzó un nuevo y más amplio
movimiento misionero, siguiendo las nuevas rutas abiertas por los descubridores y
conquistadores. Ésta llegará a ser la expansión territorial más grande que
experimentará cristianismo en todos los siglos hasta entonces. Una nueva era estaba
comenzando.

GLOSARIO

abuna: del árabe, que quiere decir “padre nuestro,” era el obispo o jefe de la Iglesia
abisinia o etíope.
beneficio eclesiástico: cualquier cargo eclesiástico; renta anexa al mismo. Conjunto de
bienes cuya renta es propiedad de un clérigo que generalmente ostenta una dignidad
eclesiástica (frecuentemente canónigos); normalmente esta renta era vitalicia.
Camera: o Cámara Apostólica era el erario o tesoro de la Santa Sede y la junta que los
administraba.
canonjía: renta de los canónigos de una catedral.
Curia: la Curia romana es el conjunto de congregaciones y tribunales que existen en la
corte pontificia para el gobierno de la Iglesia Católica. Este cuerpo gubernamental
mediante el cual el Papa administra la Iglesia ha ido evolucionando a través de su
historia.
Estados Generales: nombre dado en Francia a las Asambleas generales de la nación
que se constituían con la nobleza, el clero y el tercer estado (estado llano) del reino,
convocados por el rey para tratar con él asuntos importantes concernientes al bien del
Estado. Terminaron en 1789.
estamento: estrato social de carácter más cerrado y rígido que el de una clase social y
menos que el de una casta. La sociedad feudal de la Europa medieval constituyó el
modelo primario del sistema estamental. Los derechos y deberes de los miembros de
un estamento estaban definidos por ley y la pertenencia al mismo era principalmente
de carácter hereditario. Sin embargo, existía alguna posibilidad de movilidad
ascendente, no tanto entre estamentos como dentro de los mismos, debido a que cada
uno incluía una amplia variedad de ocupaciones y niveles socioeconómicos.
flagelantes: grupos que en la Edad Media estaban bajo la influencia de una forma de
histeria religiosa y practicaban una penitencia rigurosa andando descalzos y
azotándose el cuerpo hasta sangrar. Su surgimiento estuvo ligado a épocas de plagas y
hambrunas, especialmente la Peste Negra de mediados del siglo XIII.
humanismo: término genérico que designa la actitud mental y espiritual de considerar
al ser humano como el eje esencial a cuyo alrededor gira la vida filosófica, literaria,
artística, científica, política y religiosa.
iglesia autocéfala: aquella iglesia nacional que forma parte de la Iglesia Ortodoxa
Oriental y está en comunión con Constantinopla, pero es gobernada por su propio
sínodo nacional.
iglesia uniata: iglesia del rito oriental que, independientemente de mantener una serie
de normas propias en materia litúrgica y administrativa, aceptan la jurisdicción
universal del Papa.
legado: representante que una suprema potestad civil o eclesiástica enviaba a otra. Un
legado papal era generalmente un cardenal enviado extraordinariamente por el Papa
para que lo representara cerca de un gobierno o en un Concilio.
mamelucos: del árabe “esclavo”. Eran descendientes de turcos de Rusia que habían
sido vendidos a Egipto. Muchos se hicieron soldados en el ejército egipcio y
ascendieron en sus rangos. En 1250 derrocaron al sucesor de Saladino y establecieron
un nuevo sultanato, que se extendió militarmente por todo Egipto y Palestina, Siria y
partes de Armenia.
nacionalidad: pertenencia e identificación con una nación específica. El término es
esencialmente político e implica a un grupo que comparte rasgos culturales comunes,
incluyendo una lengua y una historia común.
pirámide social: estratos sociales concebidos como formando, aproximadamente, una
pirámide, con los estratos más bajos (que son los más numerosos) en la base y las
clases altas (menos numerosas) en la cúspide (la parte más estrecha).
prebenda: parte de la propiedad o de las rentas de una catedral o de una colegiata
(iglesia colegial atendida por un grupo de clérigos) asignada a una canonjía de esa
catedral o colegiata.
Signatura: tribunal de la corte pontificia, formado de varios prelados, en el cual se
decidían y resolvían diversos asuntos de concesiones papales o de justicia. Su tarea
principal era examinar todos los pedidos de concesiones hechos al Papa. Fue
establecida como departamento fijo durante el pontificado de Sixto IV.

SINOPSIS CRONOLÓGICA
1337– Guerra de los Cien Años.
1453

1347 Nace Catalina de Siena.

1348– Epidemia de la Peste Negra.


1349

1349 Muerte de Guillermo de Occam.

1353– El cardenal Albornoz restablece los Estados Pontificios.


1363

1354– Alejo, metropolitano de Moscú.


1378

1357 Constitución de Albornoz para los Estados Pontificios.

1358 Jacquerie, revuelta de los campesinos franceses.

1361 Muerte de Juan Taulero.

1378– Gran Cisma de Occidente.


1417

1379 Wyclif empieza a enseñar su doctrina sobre la eucaristía.

1380 Oxford condena a Wyclif.

1381 Revuelta de los campesinos ingleses. Muere Ruysbroeck.


1402 Juan Huss comienza a predicar. Rector de la Universidad de Praga.

1409 Concilio de Pisa. Tres papas.

1410 Huss es convocado a Roma.

1413– Rebelión de los lolardos.


1414

1414– Concilio de Constanza.


1418

1415 Huss es quemado vivo en Constanza.

1416 Jerónimo de Praga es quemado vivo en Constanza.

1417 Elección del papa Martín V.

1420 Cuatro Artículos de Praga. Primera Cruzada contra los husitas.

1420– Las guerras husitas en Bohemia.


1431

1427 Imitación de Cristo, de Tomás de Kempis.

1431 Juana de Arco quemada viva en Ruán.

1431– Concilio de Basilea.


1449

1433 Segismundo es coronado emperador en Roma.

Acuerdos de Praga entre el Concilio y los husitas.

1438 El papa Eugenio IV traslada el Concilio.

1439 Unión de la Iglesia Griega y la Iglesia Latina.


1447 Nicolás V, Papa renacentista.

1448– Jonás, metropolitano de Rusia, se independiza de Constantinopla.


1461

1453 Caída de Constantinopla por los turcos otomanos.

1456 Gutemberg imprime la primera Biblia en Maguncia.

1458– Pontificado de Pío II (Enea Silvio Picolomini).


1464

1460 Bula Exsecrabilis contra las apelaciones a un Concilio.

1464 Muerte de Nicolás de Cusa.

1465 Empieza la imprenta en Italia.

1467 Se establece en Bohemia una Iglesia separada.

1469– Lorenzo de Médicis, príncipe de Florencia.


1492

1474– Isabel la Católica, reina de Castilla.


1504

1479– Fernando el Católico, rey de Aragón.


1516

1484 Bartolomé Díaz da vuelta al Cabo Buena Esperanza.

1490 Savonarola en Florencia.

1492 Los Reyes Católicos conquistan Granada.

Expulsión de los judíos de España. Colón descubre América.


Iván III el Moscovita proclama a Moscú como la “Nueva Constantinopla.”

1492– Pontificado de Alejandro VI Borgia.


1503

1493 Promulgación de la bula “Intercaetera” por Alejandro VI.

1494 Tratado de Tordesillas.

1497 Vasco da Gama: los portugueses desplazan a los moros de partes de


África.

1498 Ejecución de Savonarola.

1500 Llegada de la flota de Cabral al Brasil (con franciscanos a bordo).

1513 El Príncipe de Maquiavelo.

1516 Nuevo Testamento Griego de Erasmo de Rotterdam.

CUESTIONARIOS DE REPASO

Preguntas sobre el material básico (para los niveles 1, 2 y 3):


1. “Un nuevo y poderoso factor se agregaba a los muchos que querían romper el viejo
sistema feudal y la opresión del papado romano.” ¿Cuál era?

2. Menciona diez métodos usados por la Iglesia Romana para obtener los recursos
necesarios.

3. ¿Con qué reyes tuvo conflictos el papa Bonifacio VIII? ¿Qué hicieron éstos?

4. ¿Cuál es el nombre del período histórico en el que el papado instaló su sede en


Aviñón (Francia)?
5. ¿Qué dos cosas hizo Clemente V que le valieron una crítica severa?

6. ¿Quién fue el Papa que por primera vez pensó en trasladar la sede papal de Aviñón a
Roma?

7. Explica con tus propias palabras cómo la elección papal de 1377 llevó a lo que se
conoce como Gran Cisma de Occidente.

8. ¿Qué países reconocieron al Papa de Roma y cuáles al Papa de Aviñón durante el


Gran Crisma, y por qué razón?

9. Menciona dos profesores universitarios que sugirieron cómo podía terminarse con el
Gran Crisma. ¿Qué sostenían?

10. Indica la fecha de los siguientes Concilios: Pisa, Constanza, Pavía, Basilea,
Ferrara-Florencia.

11. ¿Por qué razones fracasaron estos concilios?

12. ¿Quién fue Pedro de Bruys y qué hizo?

13. ¿Quién fue Enrique de Lausana y qué hizo?

14. ¿Quién fue Arnaldo de Brescia y qué hizo?

15. ¿Quién fue Pedro Valdo y qué hizo?

16. ¿Cuáles fueron las ideas más importantes de Pedro Valdo?

17. ¿Cuál fue la reacción del Papa a la enseñanza de Wyclif?

18. ¿Cuál fue la contribución más positiva y permanente de Wyclif a la Iglesia?

19. ¿Quién fue Juan Huss y qué hizo?


20. Los husitas se dividieron en dos partidos, ¿cómo eran y cómo se llamaban?

21. ¿Quién fue Tamerlán?

22. ¿Qué tribu musulmana causó la pérdida más grande de territorios cristianos? ¿Qué
tipo de ejército tenían?

23. ¿Por qué Constantinopla no cayó bajo los turcos otomanos cuando esta tribu cruzó
de Asia a Europa en 1356?

24. ¿Por qué afirma el autor que entre los años 500 y 1500 Occidente fue el centro de
toda actividad cristiana?

25. ¿Qué tres tipos de movimientos produjeron profundos cambios en las vidas del
pueblo y la Iglesia en Europa occidental a fines de la Edad Media?

Preguntas suplementarias (para los niveles 2 y 3):


1. Menciona cuatro pasos en el proceso de deterioro de las pretensiones papales.

2. “Los tiempos habían cambiado.” ¿Qué quiere decir el autor con esta expresión?

3. ¿Cuál fue el resultado principal del Concilio de Pisa?

4. ¿Cuál fue el resultado principal del Concilio de Constanza?

5. Menciona los tres propósitos de Concilio de Basilea.

6. ¿Qué pensaba Wyclif acerca de la Iglesia?

7. ¿Qué pensaba Wyclif acerca de la Biblia?

8. Describe cómo los seguidores de Wyclif transmitían la Biblia al pueblo.


9. “El movimiento husita fue ayudado por los acontecimientos en Inglaterra.” Describe
estos acontecimientos.

10. Menciona algunas características del Renacimiento.

Tareas avanzadas (para el nivel 3):


1. Explica con tus propias palabras qué entendía Wyclif por “dominio de la gracia.”

2. Wyclif consideraba a la Biblia “como autoridad final para la doctrina,” aun por
sobre la Iglesia. ¿Qué pensaban las autoridades eclesiásticas de su día acerca de esta
convicción? ¿Cuál es tu propia opinión?

3. En días de Wyclif, muchas personas se sentían insatisfechas con la Iglesia y


procuraban cambiarla de alguna manera. ¿Cuál es la mejor manera de demostrar la
desaprobación hacia el estado de la Iglesia? ¿Abandonarla o procurar cambiarla desde
adentro? Presenta razones para tu respuesta.

4. Explica la afirmación del autor, cuando dice: “El trabajo reformista de Nicolás II,
León IX, Gregorio VII o Inocencio III era como si no hubiese existido nunca.” ¿Se
puede afirmar que el trabajo de muchos grandes cristianos ha sido inútil?

5. En un párrafo breve presenta tu propia evaluación del impacto del humanismo sobre
el cristianismo.

TRABAJOS PRÁCTICOS

TAREA 1: Retroceso en las Iglesias Orientales.


Lee y responde:
“La caída de Constantinopla en 1453 produjo el fin de todo imperio cristiano en
su forma bizantina. La caída del Imperio Mongol en China aproximadamente un siglo
antes produjo un fuerte movimiento nacional contra las religiones foráneas, y así el
segundo eclipse del movimiento cristiano allí. Por todas partes en Asia los gobernantes
mongoles experimentaron conversiones a gran escala a la fe islámica de la mayoría de
sus súbditos en el siglo XIV. Los cristianos fueron generalmente los perdedores en las
consecuencias de estas conversiones. El reinado breve pero sangriento de Timur Lenk
aceleró la declinación rápida de las iglesias a través de Asia central, Persia y
Mesopotamia. El surgimiento de los otomanos en Anatolia disminuyó todavía más la
presencia cristiana en Asia occidental.
Después de 1453, el patriarca ecuménico quedó sujeto a los gobernantes
otomenos, que eran musulmanes. En Europa oriental, Serbia, Bulgaria, Macedonia y
Grecia fueron todas puestas también bajo el gobierno otomano. El efecto sobre las
iglesias en estas regiones no sólo fue limitar su acceso al poder sino disminuir su
número a través de guerra y conversión. La única excepción entre las iglesias en la
familia de la ortodoxia bizantina fue Rusia, que pronto iba a ser proclamada como una
Nueva Constantinopla e incluso la Tercera Roma. Junto con el reino de Etiopía, Rusia
fue el único Estado fuera de Europa occidental a fines del siglo XV donde reyes
cristianos ejercieron el gobierno político.
Después de mil quinientos años, el movimiento cristiano se encontró en una
situación más bien desproporcionada. La mayoría de los cristianos del mundo residía
en la Europa occidental. La cultura dominante de Europa occidental era virtualmente
sinónimo de la cristiandad latina. Las instituciones sociales y políticas estaban
conformadas por la gente de la Iglesia. Los ejércitos occidentales marchaban a favor de
impulsos cristianos tanto como políticos y nacionales. Estos mismos ejércitos,
acompañados de frailes y seguidos por mercaderes, pronto iban a esparcirse por todo el
mundo en la nueva fase de expansión cristiana que acompañó al colonialismo
europeo.”24
- ¿Cuáles han sido las consecuencias de las circunstancias políticas que se describen en
estos párrafos sobre el desarrollo del testimonio cristiano hasta el presente?

- ¿Hasta qué punto la cristiandad ortodoxa rusa expresó un carácter fuertemente


nacional y cuán significativa fue en preservar esa identidad nacional hasta nuestros
días?

- ¿Qué ventajas o desventajas puedes mencionar en relación con el hecho de que para
el año 1500 el cristianismo estaba representado mayormente por la cristiandad latina?

TAREA 2: La teoría conciliar.


Lee y responde:
Haec Sancta: “Primero [este Concilio] declara que, reunido legalmente en el Espíritu
Santo, constituyendo un concilio general y representando a la Iglesia Católica
militante, ostenta poder directamente de Cristo; y que cada uno de cualquier estado o
dignidad que sea, incluso papal, está obligado a obedecerlo en aquellas cosas que
pertenecen a la fe, y a la erradicación del dicho cisma, y para la reforma general de la
dicha Iglesia de Dios en cabeza y en miembros. Ítem, declara que quienquiera, de
cualquier condición, estado o dignidad que sea, incluso papal, que contumazmente se
niegue a obedecer los mandados, leyes u ordenanzas o preceptos de este santo sínodo,
o de cualquier otro concilio que sea que se reúna conforme a la ley, en relación de lo
anterior o de asuntos pertenecientes a ellos, hecho o para hacerse, estará sujeto a un
castigo bien merecido, a menos que se arrepienta, y será debidamente castigado,
incluso teniendo que recurrir a otros apoyos de la ley, si eso es necesario.”
Frequens: “La realización frecuente de concilios generales es una manera
preeminentemente buena de cultivar el patrimonio de nuestro Señor … El descuido de
los concilios, por otro lado, esparce y promueve los males anteriores. Esta conclusión
es puesta bajo nuestras narices por el registro de lo que ha ocurrido en el pasado y por
las reflexiones sobre la situación presente. Por esta razón por un edicto perpetuo,
establecemos, promulgamos, decretamos y ordenamos que el primero tendrá lugar en
cinco años inmediatamente después del final de este concilio, y el segundo en siete
años de ese concilio que siga inmediatamente; y después ellos tendrán lugar de diez a
diez años por siempre.”25
- El Concilio de Constanza, apoyado por todas las potencias europeas, resolvió la crisis
del Gran Cisma deponiendo a los tres papas y nombrando a Martín V. El Concilio
afirmó su postura “conciliar” a través del decreto Haec sancta y en Frequens intentó
asegurarse la realización futura de concilios. ¿Cuán efectivos resultaron estos concilios
en resolver los problemas que afligían a la Iglesia en aquel tiempo?

- ¿Cómo se resuelven los problemas de divisiones, controversias, doctrinas erróneas o


conflictos de poder en tu iglesia local y denominación?

- ¿Qué importancia le asignas a la discusión abierta y el diálogo entre cristianos para la


resolución de los problemas o circunstancias que nos mantienen separados en iglesias
o denominaciones diferentes?

TAREA 3:
Copia o calca un mapa que incluya Europa, Cercano Oriente y norte de África, y marca
en él las siguientes ciudades: Alejandría – Antioquía – Aviñón – Basilea – Canterbury
– Constantinopla – Constanza – Florencia – Jerusalén – Kiev – Mesina – Moscú –
Nápoles – Nicea – Nicomedia – Novgorod – Otranto – Oxford – París – Pisa – Praga –
Roma – Ruán – Tolosa.
DISCUSIÓN GRUPAL
1. ¿Pueden pensar en algún invento del siglo XX o XXI que haya ejercido una
influencia tan grande sobre la expansión del cristianismo, como la que tuvo la
introducción de la imprenta en Europa en el siglo XV? ¿Hay alguna relación entre el
desarrollo tecnológico y científico y el progreso del cristianismo?

2. “El Renacimiento llevó a la gente a pensar acerca del mundo, la historia de su país y
en sí mismos de una manera nueva, y esta nueva manera de pensar afectó su fe.”
¿Cómo la afectó, positiva o negativamente? Algunos cristianos han dicho que la
Iglesia no tendría que haberse identificado con el Renacimiento, porque estaba basado
sobre las ideas paganas de la antigua Grecia y Roma. ¿Cuál es la opinión de ustedes?

LECTURAS RECOMENDADAS
Bainton, La iglesia de nuestros padres, 130–141.
Baker, Compendio de la historia cristiana, 136–174.
González, Historia del cristianismo, 1:453–557.
Knowles, Nueva historia de la Iglesia, 2:407–469.
Latourette, Historia del cristianismo, 1:703–789.
Muirhead, Historia del cristianismo, 1:303–343.
Puiggrós, El feudalismo medieval, 130–139.
Romero, La Edad Media, 75–101; 180–209.
Vos, Breve historia de la Iglesia cristiana, 76–84.
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 292–334.
UNIDAD 4

Los problemas de la Cristiandad medieval


INTRODUCCIÓN
El gran historiador del cristianismo, Kenneth S. Latourette, calificó a la Edad
Media como “los mil años de incertidumbre.” Probablemente no hay una mejor
manera que ésta para evaluar un período tan dilatado y complejo, como el que
representan los diez siglos que van del año 500 al 1500. Fue en estos siglos donde la
cristiandad oriental, al tiempo que se expandió “hasta lo último de la tierra,” sufrió
también serios reveses de todo orden que pusieron en vilo su continuidad histórica.
Mientras tanto, en Occidente, es notable la manera providencial en que el testimonio
cristiano logró sobrevivir a pesar de las enormes dificultades internas y externas que
experimentó a lo largo de los siglos.
En ambos casos, el testimonio cristiano no creció con la velocidad y en la
profundidad que alcanzó en los primeros quinientos años. Si bien la fe en Jesucristo
estuvo cruzando permanentemente nuevas fronteras, también es cierto que su
crecimiento y expansión fueron mucho más lentos que en el primer período. Habrá que
esperar hasta después del año 1500 para ver al cristianismo esparcirse de manera
significativa, al menos en un sentido geográfico.
Esta pérdida de dinamismo expansivo puede ser atribuida a numerosos factores,
tanto internos como externos. Indudablemente los de carácter interno fueron los más
significativos y los más difíciles de resolver. No obstante, a pesar de los enormes
altibajos por los que atravesó el testimonio cristiano en este período, la fe cristiana
estaba mucho más y mejor establecida, tanto dentro como fuera del mundo del mar
Mediterráneo, en el año 1500 que en el 500. Su influencia e impacto eran notables
sobre la cultura y la sociedad. La cosmovisión que se acrisoló a lo largo de la Edad
Media especialmente en Europa occidental habría de tener efectos duraderos, llegando
hasta nuestros días.
No obstante, la vida y mentalidad cristiana que resultó de tan gigantesca mezcla
de ingredientes tan diversos y a lo largo de tanto tiempo, no se dio sin el padecimiento
de los fuegos inevitables de serias crisis históricas. Los problemas ideológicos
prevalecieron, en términos de las relaciones de los individuos y las sociedades con un
sistema de ideas independientes que reflejan, racionalizan y defienden los intereses
propios y los compromisos institucionales. En la esfera social, moral, religiosa, política
o económica, estos problemas ideológicos tuvieron un fuerte impacto. La resolución de
estos problemas fue necesaria a fin de encontrar las mediaciones más adecuadas para la
acción en cada uno de los campos mencionados.
Las controversias teológicas del período agregaron peligrosos elementos
negativos, porque en casi todos los casos restaron energía a la Iglesia y entretuvieron a
los cristianos en cualquier cosa menos el cumplimiento de la misión. Pero, a su vez,
ayudaron a madurar un consenso en cuanto a la fe según debía ser creída y enseñada, a
evitar herejías e interpretaciones del evangelio que podían liquidarlo o desnaturalizarlo
y a encontrar una línea clara de identidad en medio de un océano de ideas y corrientes
diferentes. Por otro lado, estos debates aportaron ricos elementos para la comprensión
de la fe propia, que facilitaron su comunicación a otros que no la conocían o
experimentaban.
Algo similar ocurrió en la esfera de lo cúltico y la estructura de la comunidad de
fe. El período de la Edad Media se presenta como uno de los más creativos y diversos
en cuanto al proceso de sincretismo y complicación de las prácticas y formas
heredadas del período anterior. Como es de imaginar, cuanto más se dilataba
geográficamente la expansión del cristianismo y cuanto más diversas eran las culturas
entre las que se proclamaba, tanto más se incrementaba la diversidad. No se adoraba de
la misma manera en todas las comunidades cristianas en un determinado momento, ni
se tenía la misma estructura eclesiástica en todas partes. Si bien el rango astronómico
de estas diversidades pudo ponerle fin al cristianismo como tal, el mismo actuó
positivamente como elemento enriquecedor. Además, ayudó al cristianismo a romper
con el cautiverio étnico o cultural, y lo ejercitó en la práctica de la contextualización,
con la cual pudo afirmar su naturaleza esencialmente universal y ecuménica.
En mil años, como es de suponer, las dificultades para la difusión de la fe fueron
muchas y muy graves. No obstante, la fe de Jesucristo encontró siempre la manera de
correr como el agua, buscando un camino para llegar con su mensaje de fe, esperanza y
amor hasta los rincones más recónditos del mundo conocido de aquél entonces. No
siempre los caminos escogidos fueron los más adecuados ni los que mejor respondían
a los altos ideales de la fe. Pero sea como fuere, el evangelio del reino fue proclamado.
En algunos casos tal proclamación, ya sea por su carácter profético o por su distorsión
de la fe, fue reprimida y perseguida por quienes se consideraban dueños de la verdad
absoluta. Así y todo, la semilla de la Palabra de Dios encontró un suelo fértil, a veces
en terrenos insospechados, y mantuvo su maravillosa capacidad de dar vida, aun en
medio de la muerte y las tinieblas más profundas.
En esta Unidad prestaremos atención a algunos de estos elementos mencionados.
Al hablar de estos problemas de la cristiandad medieval no lo hacemos con una
perspectiva negativa, sino como áreas de desafíos que confrontaron los cristianos. En
la medida de lo posible, procuraremos ver de qué manera en la Edad Media los
creyentes hicieron frente a estas cuestiones y las respuestas que dieron a las mismas.

EL PROBLEMA IDEOLÓGICO
Relación Iglesia y Estado
El anhelo de unidad. El gran problema religioso y político que mantuvo en vilo al
mundo medieval fue el de la unidad. Desde los días del emperador Constantino, la gran
preocupación había sido cómo lograr la unidad política del Imperio Romano a partir de
su unidad espiritual y religiosa en torno al cristianismo. Con las invasiones bárbaras y
el establecimiento de los reinos germánicos el problema de la unidad se tornó todavía
más acuciante. Europa vio profundizarse la brecha entre Oriente y Occidente.
Destruida la realidad de la unidad imperial, ésta permaneció como una aspiración y
como un proyecto. La Iglesia cristiana occidental, en la que se fijaron múltiples rasgos
de la estructura imperial, fue la promotora principal de la concepción unitaria de
Occidente y creó un modelo del papado a imagen y semejanza de la autoridad de los
emperadores.
El Imperio carolingio fue expresión de esta aspiración de una unidad político-
religiosa, estimulada por la Iglesia y posibilitada por el ascenso al poder de los francos.
En este sentido, el Imperio organizado por Carlomagno fue una restauración del viejo
ideal del Imperio Romano. Pero la aspiración a un orden universal alimentada por el
recuerdo del Imperio Romano, no logró superar el proceso de fragmentación
provocado por la multiplicación de los señoríos con el feudalismo. Con la desaparición
de Carlomagno el ideal de unidad no desapareció, pero sí su expresión concreta. El
proceso de desintegración que se operó en el curso del siglo IX fue una lucha universal
por el predominio de las diversas regiones y el desarrollo del feudalismo. A la antigua
unidad política le siguió una infinita parcelación del poder. El ideal de unidad,
entonces, fue proyectado a un plano religioso, en el que la Iglesia y el papado
representaban la única posibilidad de realización del anhelo ecuménico. Como indica
José Luis Romero: “El imperio no fue en ningún momento, durante la Edad Media, ni
una realidad, ni siquiera una virtualidad verosímil. Sólo cabía la posibilidad de lograr
una unidad espiritual, la de la cristiandad, o al menos, la de la cristiandad occidental, y
esa posibilidad correspondía exclusivamente al papado.”1
Cuando alcanzamos la segunda mitad del siglo XIII, la disolución del orden
medieval parecía inminente. La renovación de la vida económica y el ascenso
acelerado de la burguesía, que siguió a los siglos de las Cruzadas, no sólo incrementó
el individualismo sino que puso en riesgo el ideal de unidad. Los reinos nacionales
fueron adquiriendo identidad y poder, mientras declinaba la viabilidad de un orden
ecuménico bajo la conducción de la Iglesia y especialmente del papado. Cada vez más,
reyes y burgueses, herejes y disidentes reclaman una cuota de poder y autonomía a
expensas de la Iglesia una y del dominio papal.
José Luis Romero: “Lo que representaban papado e imperio eran ya,
inequívocamente, ideas superadas que los nuevos tiempos no sentían con el
fervor de antaño. El mundo occidental comenzaba a moverse ahora al
impulso de nuevos incentivos, muchos de los cuales venían de más allá de
las fronteras del área del cristianismo occidental. En el campo de la cultura,
la influencia de los mundos vecinos se hacía notar enérgicamente, a través
del averroísmo y de la ciencia árabe, a través de las renacientes sugestiones
de la antigüedad, que llegaban desde Bizancio, a través de los relatos sobre
países y culturas exóticos. Una nueva perspectiva se abría para el mundo
occidental, que comenzó por encandilarse y sumergirse en las más
descabelladas experiencias.”2
En el matrimonio medieval entre la Iglesia y el Estado, fue la primera la que
mantuvo la iniciativa y la voz cantante. El mundo medieval se mantuvo unido
principalmente por la Iglesia y, en un grado considerablemente menor, por las
instituciones del Estado. Fue la Iglesia la que inundó toda la cristiandad de estructuras
eclesiásticas e institucionales, que crearon una verdadera red universal. Arzobispados,
obispados, parroquias, escuelas, universidades, claustros, monasterios, templos y
oratorios configuraron una red gigantesca, que cubría todo el continente europeo y se
extendía también más allá. El calendario eclesiástico regía la vida cotidiana de la
Iglesia y el Estado. El ciclo del año era una dramática renovación anual de la historia
cristiana. Cada día recordaba a un mártir o a un santo y sus hechos más destacados.
Además, la Iglesia se transformó a lo largo de la Edad Media en una de las
fuerzas que más colaboraron en el robustecimiento del poder real. Las relaciones de la
Iglesia con el Estado presentan en todo este período una curiosa paradoja: por un lado,
los clérigos son los más acuciosos en defender el poder real en su lucha contra el
feudalismo, pues ven en el primero una mayor garantía para el desempeño de sus
funciones religiosas; pero, por otra parte, los prelados tratan de convertirse ellos
mismos en señores feudales de las villas o territorios en que residen.3
Un orden universal. La idea de que la vida individual está insertada en un sistema
universal ordenado por Dios fue característica de los tiempos medievales. Esta idea fue
heredada de los ideales del Imperio Romano y perduró en la concepción universal
(católica) de la Iglesia de Roma.
José Luis Romero: “Tan contradictoria como pudiera parecer la realidad
históricosocial respecto a esa convicción, [ésta] fue alimentada y sostenida
por el recuerdo duradero del imperio y por la enérgica acción del papado. Se
entremezclaron a lo largo de la temprana Edad Media las dos raíces que la
nutrían, chocaron a veces las dos concepciones que representaban, y se
fundieron poco a poco en el plano teórico aun cuando esbozaran muy pronto
sus zonas de fricción. Una y otra representaban dos interpretaciones
diferentes del ideal ecuménico, pues la tradición romana tendía a una unidad
real—el Imperio—, y la tradición cristiana conducía a una unidad ideal—la
Iglesia—, en la que, sin embargo, el pontificado hubo de ver, en cierto
momento, la virtualidad de una unidad tan real como la del Imperio. De esta
disparidad surgiría más tarde el conflicto entre ambas potestades.”4
Poco a poco la Iglesia se fue transformando en la gestora de este orden universal.
Al principio, tal orden estaba limitado al reino del espíritu sin aspirar a ostentar algún
poder temporal. Pero con el tiempo, la Iglesia y especialmente el papado fueron
creciendo en su apetencia de colocar a “los reinos de este mundo” bajo su tutela
espiritual y control político. La unidad religiosa y la obediencia al obispo de Roma
fueron consideradas condiciones necesarias para el mantenimiento del deseado orden
universal. El papado fue alimentando cada vez más su aspiración a transformar su
autoridad y poder espiritual en una autoridad y poder terrenal. Todos aspiraban a un
orden universal regido por una autoridad ajena a las luchas políticas. La única entidad
que podía satisfacer tal anhelo era el papado, especialmente cuando el Imperio
desaparecía o declinaba. A lo largo de la mayor parte de la Edad Media, el papado no
tuvo competidores como poder regulador de la cristiandad, frente a la indefinida
fragmentación del poder político provocada por el feudalismo.
Su éxito en instaurar un cierto orden universal mediante la organización de la
jerarquía eclesiástica, la reforma de las órdenes monásticas, las universidades, las
grandes empresas internacionales como las Cruzadas, le permitió al papado disfrutar
de autoridad y poder universal. Es así como, hacia fines de la Edad Media, surge la
teoría de “las dos espadas,” según la cual todo poder venía de Dios y se mantenía por
medio del brazo eclesiástico y el brazo secular, de los cuales el segundo debía estar al
servicio del primero. Pero cuanto más se salía de la esfera espiritual para entrar en la
esfera propiamente temporal, sus intentos enfrentaron la resistencia de otros agentes
con apetencias similares. En este caso, ya no se trataba del Imperio, sino de los reinos
nacionales, que luchaban por ganar su identidad poniendo fin al feudalismo y a la
hostilidad de sus vecinos.
La controversia de las investiduras. Uno de los aspectos más memorables del
siglo XI fue el conflicto entre el papado y el Imperio alemán en torno a la selección de
los prelados eclesiásticos y su instalación en sus oficios. Este conflicto se ha llamado a
veces “la querella de las investiduras,” “la reforma Gregoriana” o según la concepción
del historiador alemán Gerd Tellenbach, “la revolución Gregoriana.”5 En la historia
política europea este conflicto es memorable porque le dio un impulso decisivo a la
definición del Estado vis a vis la Iglesia. Eventualmente, de este conflicto va a nacer
una mayor conciencia entre los europeos sobre la distinción entre el Estado y la
sociedad civil.
Para entender las raíces del conflicto, hay que recordar las diferencias entre las
concepciones romana (pública) y germánica (patrimonial) del Estado. También hay
que traer a colación la noción de “iglesia propia” o “iglesia particular” (Eigenkirche)
que los germanos desarrollaron dondequiera que se establecieron. Según esta noción,
el dueño de una iglesia (templo) era la persona que había donado la tierra sobre la cual
estaba emplazado el altar. No importaban las adiciones al monasterio o al templo en
cuestión, no importaban las rentas que se acumularan o los donativos que se añadieran,
el donante original y sus herederos retenían la propiedad de la iglesia como parte de su
patrimonio.
De este derecho de propiedad, reconocido en la ley germánica, se derivaban
varios corolarios. El patrón o dueño de la iglesia (o templo) la confería como un
beneficio de por vida a una persona, para que atendiera las necesidades de la misma.
Pero cuando esta persona moría, el derecho de nominar a su sucesor se revertía al
patrón. Éste tenía derecho a gozar de las rentas cuando la iglesia no tenía titular, y
podía heredar una porción de los bienes muebles del titular.
Esta noción germánica de la iglesia o templo como propiedad de un particular
estaba en conflicto abierto con la noción romana de la iglesia o templo como
perteneciente a la comunidad de los creyentes, cuyo gestor era el obispo. Por eso
fueron tan frecuentes los conflictos entre los obispos que querían mantener jurisdicción
sobre todas las iglesias de sus diócesis, y los patronos que querían mantener los
derechos heredados sobre las iglesias fundadas por sus familias.6
Relación Iglesia y sociedad
La Iglesia y la sociedad feudal. El desmoronamiento del gobierno centralizado
fue acompañado por un fenómeno similar en la Iglesia. El papado se convirtió en botín
disputado por las facciones nobles de Roma e Italia, y hasta hubo batallas entre los
pretendientes rivales. Los papas designados carecían del prestigio y los medios
necesarios para controlar los asuntos religiosos del vasto territorio de la cristiandad
occidental. En realidad, durante buena parte de la Edad Media, papas, arzobispos,
obispos y abades no gozaron de más poder y prestigio que el que les correspondía
como señores feudales en competencia con otros señores feudales.
Los monasterios y las diócesis poseían tierras extensas y ricas que, bajo las
condiciones caóticas de los siglos IX y X, fueron presa tentadora para los señores
fuertes y rapaces. Ante la ausencia de un instrumento público de paz y orden, los
obispos y abades se vieron obligados a arreglárselas como podían para proteger sus
bienes. Esto significó, naturalmente, buscar caballeros y concederles feudos a cambio
de sus servicios como defensores de las tierras de la Iglesia. De este modo la Iglesia se
fue feudalizando completamente, y hasta los mismos abades y obispos llegaron a ser
generalmente hijos segundones de la aristocracia feudal. Como abad u obispo, el hijo
menor de un duque o conde podía llegar a poseer vastas tierras y rentas proporcionales
a su rango; y en no pocas ocasiones tales eclesiásticos tenían la oportunidad de valerse
de su entrenamiento caballeresco capitaneando a sus hombres para combatir contra
algún señor vecino con quien tenían una disputa. Es cierto, sin embargo, que las
tradiciones del derecho y la administración romanos no se olvidaron por completo y
perduraron con mayor vigor entre los eclesiásticos.7
La Iglesia y la corrupción feudal. Como puede fácilmente imaginarse, la Iglesia
se corrompió no pocas veces dadas las condiciones feudales. Muchos obispos y abades
apenas se distinguían de sus compañeros nobles en cuanto a la conducta personal se
refiere. La mayoría de los párrocos estaban casados a pesar de las prohibiciones del
derecho canónico. La ambición de bienes terrenales y de poder y prestigio afectaban de
igual modo a los señores eclesiásticos como a los seglares. Éstas y otras deficiencias
perturbaban a las personas piadosas, y se hacían esfuerzos para corregirlas, si bien no
siempre con resultados efectivos.
Durante el transcurso de los siglos X y XI muchos fieles de la Iglesia, tanto
miembros del clero como laicos, llegaron a pensar que la corrupción y degradación
prevalecientes en la Iglesia no se podrían remediar mientras los laicos poseyeran la
facultad de nombrar prelados, y especialmente mientras los cargos eclesiásticos se
vendieran a los candidatos interesados. La simonía y la investidura laicas parecían ser
—en particular a los ojos de los monjes cluniacenses—los obstáculos principales que
impedían la reforma y purificación de la Iglesia.
Las actividades de los frailes infundieron un nuevo ardor e idealismo a la práctica
cristiana. Las ciudades, en rápido crecimiento, fueron desde el principio el terreno de
su preferencia. Los frailes cuidaban a los enfermos y a los pobres, y para ello fundaron
hospitales; además predicaban, a menudo en las esquinas de las calles, y tomaban parte
activa en la educación. Por primera vez los habitantes de las ciudades de Europa
occidental entraron en contacto con todo el poder del idealismo cristiano gracias a los
franciscanos, mientras que los escépticos y herejes quedaban expuestos a los sutiles y
convincentes argumentos de los cultos frailes dominicos.
En realidad, la Iglesia se mostró hostil hacia los campesinos y siervos de la gleba.
Muchos clérigos escribieron de manera muy negativa acerca de ellos, destacando su
avaricia, violencia e ignorancia. De hecho, no hubo muchos santos campesinos, salvo
Juana de Arco, que llegó tardíamente a los altares, después de haber sido condenada a
la hoguera como bruja. El clero se fue haciendo cada vez más urbano y menos rural.
No obstante, el campesinado permaneció católico, porque la Iglesia era su única
esperanza de salvación en este mundo y por la eternidad.
Relación mundo y trasmundo
La cosmovisión medieval estuvo dominada por la imposición de las ideas
cristianas sobre el trasfondo de la tradición pagana (no destruida totalmente) y los
aportes de los pueblos germánicos invasores. La tradición pagana grecorromana había
aportado una cierta imagen naturalista, de corte politeísta y mágico, que coincidía
bastante con el aporte de la tradición de los germanos. En ambos casos, lo milagroso y
misterioso ocupaba un lugar muy importante. El trasmundo de los dioses y de los
muertos irrumpía constantemente en el mundo real. Fue sobre este trasfondo que se
impuso el cristianismo, de suerte tal que la concepción naturalista de la realidad no
desapareció, sino que encontró formas de expresión en la religión cristiana, como en
una multitud de supersticiones, el culto de las imágenes, la veneración de la Virgen
María y el sacramentalismo.
El mundo. La Edad Media se presenta, en general, como una era en la que lo
religioso ocupó un lugar fundamental. La religión afectó todas las esferas de la vida de
los pueblos, y produjo una inevitable tensión entre los presupuestos y los
mandamientos religiosos por una parte, y las necesidades prácticas de la realidad
mundana por la otra.
Herbert Rosinski: “Esta tensión subyacente entre religión y mundo fue
especialmente aguda en el cristianismo, cuya original independencia radical
del mundo sólo gradualmente cedió a una progresiva adaptación. La relación
del cristianismo con el mundo, de hecho, estaba destinada a ser
esencialmente tensa. Esta tensión podía franquearse y en la práctica se
franqueaba, pero, no obstante, en principio, permanecía sin resolver y era
necesario que permaneciera de ese modo si se pretendía preservar su esencia
y su singular fuente de energía … Sin embargo, esta tensión era mucho más
intensa en el Occidente que en Bizancio, hecho que tuvo decisiva
significación para el desarrollo interior de las dos ramas del cristianismo,
como también para su destino definitivo.”8
En el caso del Islam, la situación era totalmente diferente, ya que Mahoma fue
profeta pero también un hombre de Estado. La religión para él no era algo que estaba
en contradicción con el mundo. Por el contrario, era un poder que encontraba su meta
precisamente en el dominio político y en la transformación política del mundo.
Religión y mundo en el cristianismo eran términos opuestos, ya que la primera tiene
que ver básicamente con la relación del alma con Dios, mientras que en el Islam la
religión está más relacionada con la regulación escrupulosa de la vida y no hay
contradicción con el mundo.
El ideal de vida superior durante toda la Edad Media fue la vida monástica, es
decir, la huida del mundo para poder vivir una vida contemplativa. Las formas de la
convivencia monástica giraban en torno a reglas particulares, la mayoría siguiendo el
modelo ideado por Benito de Nursia, que combinaban diferentes dosis de acción y
contemplación, estudio y plegaria. Pero el retiro del mundo no fue la opción de todos.
La mayoría de las personas fueron encontrando en las incipientes ciudades medievales
las posibilidades de invertir sus vidas como artesanos o mercaderes, estudiosos o
religiosos, líderes de la comunidad o sacerdotes. La ciudad, de algún modo, ofrecía la
oportunidad de escapar a la dominación señorial y lograr algún grado mayor de
libertad y oportunidad para una vida mejor. La vida ciudadana fue resultando más
ordenada, previsible y ajustada a derecho, que la vida rural propia del feudalismo. Este
proceso sirvió para cambiar poco a poco la valoración negativa que se tenía del
mundo, y tanto más cuando nos acercamos a la baja Edad Media. La aparición del
humanismo completó el proceso de secularización y de valoración del mundo como
esfera adecuada para la realización del ser humano.
El trasmundo. Ya en la temprana Edad Media puede advertirse de qué manera, en
un complejo cultural dominado por una cosmovisión cristiana, se da la presencia
eminente del trasmundo. La realidad inmediata estaba saturada por la presencia del
trasmundo, que se tornaba en una realidad bien concreta gracias al fuerte impulso
apocalíptico que animó la comprensión de la fe cristiana en ese tiempo. Incluso en la
alta Edad Media continúa advirtiéndose la presencia de un ideal de vida vigorosamente
enraizado en la imagen del trasmundo. Si bien la imagen del mundo mejoró
notablemente para entonces, nada perteneciente al mundo real podía compararse en
significación con la esperanza de la eternidad y la vida bienaventurada después de la
muerte.
Las expresiones más elevadas de la cultura medieval destacan la presencia
permanente del trasmundo en la conciencia colectiva de aquel tiempo. El trasmundo se
presentaba en los capiteles historiados de los claustros e iglesias románicas y góticas,
los pórticos, los vitrales y las pinturas. La decoración, especialmente la escultura,
adquirió una significación extraordinaria y una simbología llena de misterio, que
incitaba a la constante consideración del trasmundo a través de las alusiones al Juicio
Final y a las historias sagradas. Catedrales, iglesias y edificios comunales de estilo
gótico a partir del siglo XII, al tiempo que revelan el empuje de la burguesía en
ascenso, fueron testigos elocuentes de la importancia que el trasmundo tenía para
quienes los construyeron y utilizaron.
Alfred Weber: “Sobre el sencillo sentido religioso de externidad, propio de
los cistercienses, se eleva como nacida de esas contraposiciones la gran
arquitectura gótica de plenitud.… Las formas expresivas de esta arquitectura
exhalan la múltiple diversidad de la vida, como en amplios tonos
orquestales; unen la línea horizontal de lo terreno con la línea vertical de lo
eterno; y están creadas y representadas por aquel fuerte sentido religioso
enfocado al otro mundo, cuyos efectos espirituales y psicológicos fueron los
que hicieron posible que, en el siglo XIII, se pudiese superar el estilo tan
maravilloso del último período de arte románico en Alemania, que constituía
ciertamente un arte rico, esclarecido y altivo, pero todavía con un sentido
terrenal.
“En el exterior y en el interior de los templos creados o afectados por
ese sentido religioso de lo eterno, de ultratumba, hallamos las obras plásticas
de esta época, las cuales se hallan configuradas de un modo técnico con toda
la fuerza de las formas aprendidas del mundo antiguo, pero siendo
ciertamente en cuanto a su esencia cristianas hasta el último pliegue … Y
estas figuras constituyen ciertamente los documentos más impresionantes de
aquel destino europeo, convertido entonces por vez primera en realidad, de
aquel destino espiritual del mundo occidental, de aquel destino inserto en la
contraposición entre Dios y Mundo, que no tiene solución.”9
Por otro lado, la totalidad de la sociedad cristiana a lo largo de la Edad Media, se
basaba en una intensa creencia en lo sobrenatural. El trasmundo mágico y fantástico se
vivía a flor de piel. Al no disponerse de un sistema científico que permitiera una
comprensión más objetiva y crítica de la realidad, la dimensión sobrenatural de la
existencia humana se veía magnificada. En este contexto, los milagros ocupaban un
lugar muy destacado y la intervención de Dios en el mundo era estimada como
permanente. Los eventos calificados como miracula penetraban la vida en todos los
niveles. De allí la enorme cantidad de relatos y testimonios de milagros en la literatura
medieval, especialmente de aquellos relacionados con los santuarios de santos y sus
reliquias. Además, estaban los milagros atribuidos a la Virgen y a algunos misioneros.
Benedicta Ward: “A lo largo de la Edad Media se vio unánimemente a los
milagros como parte de la Ciudad de Dios sobre la tierra, y cualesquiera
hayan sido las reflexiones que las personas hayan tenido sobre su causa y
propósito, ellos constituían una parte integral de la vida ordinaria. La
exploración de los relatos de milagros deja dos impresiones principales: el
número y diversidad de los eventos considerados como de alguna manera
milagrosos, no con ingenuidad sino a partir de una concepción más compleja
y sutil de la realidad que la que poseemos; y la unidad de opinión acerca de
los milagros tanto en el pensamiento como en su registro, una unidad
expresada por Agustín: ‘Dios mismo ha creado todo lo que es maravilloso en
este mundo, los grandes milagros así como las maravillas menores que he
mencionado, y él los ha incluido a todos en esa maravilla única, ese milagro
de los milagros, que es el mundo mismo’.”10
Además de manifestarse a través de los milagros, el trasmundo se hacía también
evidente a través de la magia, que era su contraparte. Si bien las “artes mágicas”
habían sido consistentemente prohibidas por la Iglesia, gozaron de gran popularidad,
especialmente en los siglos XIV y XV. El uso de la magia para el contacto con lo
sobrenatural y el trasmundo fue común tanto en las tierras paganas del norte de Europa
como en el mundo del Mediterráneo, al punto que la diferencia entre magia y milagro
no siempre estuvo muy clara. No obstante, en teoría al menos, la magia que
involucraba la invocación de demonios fue condenada por la Iglesia mientras que los
milagros fueron recomendados como el método adecuado para la obtención de poder
sobrenatural por parte de los cristianos. Sin embargo, en las masas predominaba un
área intermedia de prácticas y creencias sincretizadas, donde lo mágico y lo milagroso
se mezclaban.
Benedicta Ward: “La discusión de los milagros durante la Edad Media
muestra por sobre cualquier otra cosa la aceptación de lo milagroso como
una dimensión básica de la vida. Los lazos de la realidad incluían lo invisible
de una manera ajena al pensamiento moderno. Los milagros eran la regla
más que la excepción, y el concepto de la mano de Dios obrando en la
totalidad de la vida coloreaba la percepción de los milagros y sus registros.
Dada esta preocupación con los milagros, es de esperar que hubiera muchos
registros de milagros contemporáneos.… El número mayor de estos milagros
fue registrado en los santuarios de los santos, dado que virtualmente cada
pueblo tenía su santuario y frecuentemente también a alguien capaz de
registrar los milagros.”11
Será durante la baja Edad Media que se hará más evidente la tensión entre una
concepción teísta y trascendentalista de la realidad y una concepción naturalista e
inmanentista. El humanismo promovía lo segundo, pero las grandes masas no
educadas continuaron sumergidas en el dominio del trasmundo y en toda suerte de
supersticiones y sincretismos. Mientras algunos humanistas expresaron a través de sus
obras (literarias o plásticas) un optimismo radical en las posibilidades humanas, otros
representaron en sus producciones el patetismo angustiado frente a la enfermedad, el
hambre, la miseria y la muerte. Como indica José Luis Romero: “La presencia del
trasmundo—signo revelador de la perduración de la típica medievalidad—se enerva en
unos mientras se robustece en otros, o a veces se reviste de cierta gracia ingenua que
parece compartir una y otra tendencia.”12
Relación vida y muerte
La presencia de la muerte. Toda la Edad Media estuvo caracterizada por un
sentido muy vivo de la presencia constante de la muerte en la vida de las personas. La
violencia feudal, la fragilidad frente a la pobreza y la miseria, la falta de recursos para
satisfacer las necesidades humanas básicas, y la vulnerabilidad frente a plagas y
cataclismos, llevaron al desarrollo de un verdadero culto a la muerte. En tiempos
medievales hubo una relación dinámica entre vivos y muertos, que hoy es desconocida.
Patrick J. Geary: “En este mundo [medieval], que comprende
esencialmente esas regiones de Europa bajo la influencia directa de las
tradiciones políticas y culturales de los francos, la muerte era omnipresente,
no sólo en el sentido de que las personas de todas las edades podían morir y
de hecho morían con asombrosa frecuencia y celeridad, sino también en el
sentido de que los muertos no dejaban de ser miembros de la comunidad
humana. La muerte marcaba una transición, un cambio de estatus, pero no el
fin. Los vivos continuaban debiéndoles ciertas obligaciones, la más
importante era la de la memoria, el recuerdo. Esto significaba no sólo el
recuerdo litúrgico en las oraciones y las misas ofrecidas por los muertos por
semanas, meses y años, sino también mediante la preservación del nombre,
la familia y las acciones de los que partieron. Para una categoría de los
muertos, aquellos venerados como santos, las oraciones por ellos cambiaron
a oraciones a ellos. Estos ‘muertos muy especiales’ …, podían actuar como
intercesores a favor de los vivos delante de Dios. Pero esta diferencia era
sólo de grado, y no de especie. Todos los muertos interactuaban con los
vivos, continuaban ayudándolos, advirtiéndoles o amonestándoles, incluso
castigándoles si las obligaciones de memoria no se cumplían.”13
Esto se hizo todavía más patético con episodios catastróficos como la Peste Negra
(1348–1349). En pocos meses, la población de Europa Occidental se redujo a un tercio
de su total. Las consecuencias económicas y sociales de la peste fueron muchas. Se dio
una drástica reducción de los cánones de arrendamiento y las exacciones señoriales; la
mano de obra diestra urbana se encareció; hubo una concentración de la riqueza
inmueble en los sectores dirigentes por las muchas herencias de los sobrevivientes y la
estructura social tambaleó.
Culturalmente la peste bubónica también afectó la vida y el pensamiento. La
muerte omnipresente en los frescos y en las sepulturas de las décadas subsiguientes
ensombreció el arte. En la vida religiosa la epidemia dejó hondas huellas. Una alta
proporción del clero secular murió y en muchos lugares nunca volvió a tener la misma
importancia numérica. Muchos monasterios y conventos tampoco recuperaron el
número de miembros que habían tenido antes de 1348. Los estragos de las epidemias y
el horror de su recurrencia marcaron las percepciones y las mentalidades. La
fascinación con los temas mórbidos marcó la expresión religiosa. En la mente de
muchos fieles, la epidemia era un castigo divino, y por eso se desarrollaron prácticas
penitenciales comunitarias, que a veces canalizaron y otras veces fomentaron la
histeria colectiva.14 A la vez, los excesos ascéticos y la prédica moralizante
propiciaron la ironía y el escepticismo.15
La concepción heroica de la vida. Mientras en Oriente la actitud cristiana
predominante era de carácter contemplativo y las cuestiones terrenales se proyectaban
al más allá, en Occidente y debido al impacto de los pueblos germánicos, el destino del
ser humano se cumplía de este lado de la eternidad. En la cosmovisión germánica, el
guerrero y su heroísmo eran sinónimo de virtud, en contraste con el quietismo
contemplativo predominante en el cristianismo de origen oriental. Heroísmo y
activismo llevaron a una concepción señorial de la vida, en la que constituían el signo
de una acción relacionada con el poder, la gloria y la riqueza.
La Iglesia procuró poner bajo control esta concepción heroica de la vida y
canalizarla de maneras más creativas y convenientes a sus propios intereses. Esto es lo
que intentó en las sucesivas Cruzadas contra los musulmanes, que predicó con
entusiasmo. Incluso los monjes occidentales fueron muy diferentes de los orientales,
en que mientras estos últimos se dedicaban a una vida contemplativa y de oración, los
primeros se mostraban como santos militantes, capaces de poner en acción su vocación
religiosa en beneficio de la propagación y defensa de la fe. En este sentido, fueron
monjes y soldados los que a lo largo de la temprana Edad Media esparcieron la fe por
todo el continente europeo. Y más tarde, fueron caballeros cristianos, que aprendieron
a subordinar el heroísmo a la fe, los que la defendieron frente a los musulmanes y los
herejes surgidos en el seno mismo del mundo cristiano.
En la baja Edad Media, esta concepción heroica de la vida asumió un carácter
más refinado. El espíritu caballeresco sobrevivió a las Cruzadas, pero poco a poco se
secularizó y mundanalizó. Perdió prestigio popular, pero se refugió en las minorías
señoriales y en las cortes. Se llenó de convenciones propias del decadente orden feudal
y estableció reglas sofisticadas para la conducta social. Fiestas y torneos, ceremonias y
festines fueron las ocasiones en que este espíritu se manifestó de manera más
espectacular. Los trovadores y ministriles exaltaban, a través de sus canciones y
poemas, las virtudes de la caballería, que eran imitadas por los burgueses ricos. La
exaltación e idealización de la mujer, el amor cortés, la apetencia por la buena vida y el
goce de vivir, un sentido profano de la realidad, la contemplación de la naturaleza, la
creación estética y el amor por la belleza fueron expresión de esta concepción heroica
de la vida, que estuvo acompañada de un creciente individualismo. Lo individual se
fue tornando más importante que lo colectivo. El espíritu de aventura, la apetencia del
saber y la aparición del retrato en la pintura son manifestaciones de esta concepción
heroica y exaltada de la vida.
El Purgatorio y el Infierno. Más allá de su particular posición en la compleja
pirámide social medieval y de su manera de entender y vivir la vida, todas las personas
compartían la misma certidumbre en cuanto a la muerte. Señores y siervos, obispos y
laicos, cultos e incultos todos eran bien conscientes de la proximidad de la muerte y de
su funesto efecto nivelador. Frente a ella todos eran iguales y enfrentaban los mismos
temores y necesidad de salvación. Fue en torno a esta realidad palmaria que se
elaboraron los conceptos y creencias en cuanto al Purgatorio y al Infierno.
El Purgatorio. La preocupación por la muerte llevó necesariamente a preocuparse
por qué ocurría con el alma después de experimentarla. Ya en el monasticismo
temprano se había planteado la necesidad de responder a la inseguridad de la salvación
y la inminencia del castigo divino con algún camino alternativo. En el monasticismo
celta se acentuaba el carácter penitencial de la vida monástica. En la concepción celta,
la majestad de Dios era tal y la fragilidad humana y su inclinación al pecado eran tan
pronunciadas, que continuamente había que estar reconciliándose con Dios. El monje
irlandés hurgaba su conciencia sin cesar para ver en qué había ofendido a Dios y cómo
reparar esas ofensas. Por esa insistencia celta en la necesidad continua del perdón y la
reconciliación, la práctica penitencial de Occidente se modificó y se elaboraron
numerosos libros penitenciales. Las penitencias que se les imponían las cumplían
después de la absolución. De esa manera la absolución vino a anteceder a la penitencia,
y la confesión de los pecados vino a ser un ejercicio privado que sustituyó la antigua
absolución pública. Sin embargo, subsistió la ansiedad en cuanto a qué pasaba si uno
se moría antes de cumplir con todas las penitencias que se le habían impuesto. De ahí
vino a cobrar importancia la noción de purgar por los pecados, de la cual en el siglo
XII se esbozó teológicamente el concepto de Purgatorio.
Fernando Picó: “De esta noción de conmutar la penitencia no cumplida con
una obra piadosa también surgió eventualmente la noción de indulgencia,
que tanto dio que hacer en las controversias de la Reforma Protestante del
siglo XVI. La indulgencia era un equivalente en oraciones de la obra
piadosa, que a su vez equivalía a una penitencia no cumplida. Sin embargo,
en los siglos XIV y XV surgiría la noción de que hacer un donativo en
dinero para llevar a cabo una obra piadosa era equivalente a hacer la obra
piadosa. Por lo tanto, le restaba purgatorio por cumplir al donante lo que le
hubiese restado de días de penitencia la obra piadosa.”16
Los Padres Griegos no hablaron del Purgatorio, pero recomendaron las oraciones
y servicios eucarísticos a favor de los difuntos. Los Padres Latinos, especialmente
Agustín enseñaron la purificación por medio del sufrimiento en la otra vida. Los
escolásticos sistematizaron y desarrollaron la herencia patrística, enseñando que el más
ínfimo dolor del Purgatorio era mayor que el más grande dolor de la tierra, aunque a
las almas allí las consuela el saber que se hallan entre aquellos que van a ser salvos.
Desde Tomás de Aquino y Buenaventura, los teólogos latinos enseñaban que las almas
en el Purgatorio eran atormentadas por el fuego, pero los teólogos bizantinos no
aceptaron esta conclusión. Por otro lado, a la luz de la práctica de las indulgencias,
estos tormentos ocurrían en el tiempo y se medían en términos de años y días. Se decía
también que el estado del Purgatorio consistía en cierta posición en el espacio, y que
era algo totalmente diferente del Cielo o del Infierno. Pero cualquier teoría en cuanto a
su latitud o longitud, según se lo describe en la Divina Comedia de Dante, era pura
imaginación.
El Purgatorio era para las almas de los creyentes (bautizados), que no dejaban de
ser miembros de la Iglesia por ir allí. Es por esto que estas almas podían ser ayudadas
por los sufragios (oraciones, ofrendas, buenas obras y sacrificios) de los vivientes. El
sacrificio por excelencia a favor de quienes estaban en el Purgatorio era el sacrificio de
la Misa, porque ella aseguraba la salvación al penitente. El fundamento bíblico que se
citaba era la creencia judía en la eficacia de la oración por los muertos, según 2
Macabeos 12:42–45. Sea como fuere, la eficacia de las oraciones por los muertos e
indirectamente la doctrina del Purgatorio fueron rechazadas por los cátaros, los
albigenses, los valdenses y los lolardos, junto con otros disidentes medievales, porque
carecía de base bíblica y era contraria a una sana doctrina.
El Infierno. El temor a ser condenado en el Infierno por la eternidad llenó de
terror a la cristiandad medieval. La creencia en el Infierno fue tan firme para los
medievales como su esperanza del Cielo, sólo que la primera los llenaba de temor y
determinaba la mayoría de sus acciones. En razón de que era poco menos que
imposible tener certidumbre de salvación debido a que la misma dependía cada vez
más de lo que el ser humano podía hacer para salvarse, el temor al Infierno acercaba
este aspecto oscuro del trasmundo a la realidad inmediata. Estos temores fueron
alimentados especialmente por la lectura y predicación dramática del Apocalipsis, que
llenó de pánico a personas carentes de otro recurso salvífico que los sacramentos
cuasi-mágicos que les ofrecía la Iglesia. A la interpretación tremebunda del
Apocalipsis se sumaba La Ciudad de Dios de Agustín, que dominó la teología
medieval y que hizo la conocida distinción entre dos mundos contrapuestos: la ciudad
celeste y la ciudad terrestre. Esta afirmación del trasmundo continuó con la mayoría de
los teólogos medievales, especialmente aquellos que trabajaron en la alta Edad Media.
José Luis Romero: “El mundo después de la muerte, con su Infierno, su
Purgatorio y su Cielo, había sido imaginado muchas veces antes de que
Dante le proporcionara, en las postrimerías de la Edad Media, los rigurosos
perfiles con que aparece en la Comedia. La Visión de San Pablo y el Viaje de
San Brandán en el siglo XI, la Visión de Túndalo, el Purgatorio de San
Patricio y la Visión de Alberico en el siglo XII, así como el Viaje al Paraíso
de Baudoin de Condé y el Sueño del Infierno de Raoul de Houdenc, nos
muestran cuánto se pensaba en el misterio del vago mundo que esperaba al
hombre para morada eterna. Era seguramente el tema que más interés
despertaba en el auditorio de los predicadores, y alrededor de él gira la obra
de Joaquín de Fiore, el ferviente y semiherético monje calabrés fundador del
grupo de los Espirituales, una de cuyas obras fundamentales desarrolla el
comentario del Apocalipsis. Poco antes, los inquietantes signos del fin del
mundo habían sido esculpidos con honda dramaticidad en los capiteles del
claustro del monasterio de Silos y seguían siendo tema predilecto de otros
imagineros.”17
Relación poder y piedad
Desde los días del emperador Constantino, cuando éste decidió establecer la
capital del Imperio Romano en la ciudad que llevó su nombre, la separación entre
Oriente y Occidente fue inevitable. Los patriarcas de Oriente quedaron sometidos al
emperador (cesaropapismo) y distanciados del obispo de Roma. En los cinco siglos
que siguieron al reinado de Constantino hubo cinco grandes cismas entre la Iglesia de
Oriente y la Iglesia de Occidente. Además, de cincuenta y ocho patriarcas que
gobernaron en Constantinopla durante este período, veintidós fueron considerados
como herejes o sostenedores de enseñanzas heréticas en el Oeste. Todos ellos menos
uno fueron depuestos por los emperadores. A diferencia del obispo de Roma, estos
líderes religiosos dependían del Estado para el ejercicio de su ministerio. Así
continuaron las cosas hasta que finalmente en 1054, bajo Miguel Cerulario, la división
se consumó de manera definitiva, en buena medida debido a la competencia entre los
líderes religiosos y también al carácter totalmente diferente de su concepción en cuanto
al poder. Mientras para el patriarca de Constantinopla la base sobre la cual proclamaba
su primacía era puramente política, para el Papa de Roma su autoridad pretendía ser
exclusivamente espiritual.
Lloyd B. Holsapple: “El legado de Constantino a la Iglesia fue una
controversia que perduraría durante cuatro siglos y traería aparejada consigo
una desunión sin precedentes. La disputa religiosa se convertiría en la
principal actividad de la Iglesia y los individuos en Oriente. Él legó las
causas que no podrían dejar de producir el cisma entre Oriente y Occidente
tanto en la Iglesia como en el Estado.”18
Al impacto político de la influencia de Constantino se agregó el enorme efecto del
pensamiento de Agustín de Hipona (354–430) sobre toda la cristiandad occidental.
Para sus días, tres de las cuatro fuerzas espirituales que habían animado al mundo
grecorromano—el judaísmo y las civilizaciones griega y romana—estaban exhaustas.
Sólo el cristianismo estaba en pleno ascenso y apenas empezaba a ejercer influencia en
los asuntos seculares. La transformación del cristianismo, de fuerza espiritual que se
mantenía separada del mundo, a una fuerza que poco a poco iba penetrándolo e
identificándose con él, representó el fin de una edad y el comienzo de una nueva era: la
Edad Media.
Por otro lado, la desintegración de Occidente debido a las sucesivas invasiones de
pueblos germanos, la presión externa de los pueblos euroasiáticos sobre Oriente, y el
surgimiento y expansión del Islam condujo a la división tripartita que constituyó el
mundo de la Edad Media. La parte oeste abarcaba la mitad occidental del Imperio
Romano, invadido y repartido entre las tribus germánicas, y las zonas germánico-
eslavas ubicadas en el centro y el norte de Europa, fueron gradualmente absorbidas en
su órbita. El Imperio Bizantino comprendía la península balcánica y Asia Menor. El
mundo islámico incluía básicamente (además de Irán) Siria, Egipto, el norte de África
y grandes extensiones en España. Los tres territorios fueron herederos del mundo
antiguo. La significación histórica del período medieval radica en los diferentes modos
por los cuales estas tres civilizaciones desarrollaron su herencia espiritual y política
común, especialmente la dimensión religiosa.
Las tres civilizaciones fueron esencialmente monoteístas y desplazaron a las
religiones míticas politeístas. Esta difusión del monoteísmo resultó en un proceso sin
precedentes de penetración cultural, que saturó de sentimientos y conceptos religiosos
la sociedad y la cultura. Todas las esferas de la vida de los pueblos se vieron afectadas
por la manera en que los individuos se relacionaban personalmente con Dios. Esto hizo
que fuese imposible separar la esfera del poder político de la esfera del poder religioso,
de suerte tal que la simbiosis entre poder y piedad caracterizó la mayor parte del
período medieval, tanto en el Este como en el Oeste.
La cosmovisión medieval no era horizontal sino vertical. Por sobre la tierra, que
era plana, se extendía la bóveda celeste, donde moraban Dios y sus ángeles. Por debajo
de la tierra estaba el infierno, habitado por Satanás y sus demonios. Encerrada por este
marco espiritual, la realidad terrenal estaba dividida en estamentos estancos, un vasto
orden jerárquico que tenía al Papa como señor supremo compartiendo su posición con
el emperador. En los niveles que seguían hacia abajo, cada uno tenía sus tareas
especiales, y sus deberes y derechos particulares.
Herbert Rosinski: “En esta vasta armonía dispuesta por Dios, nada parecía
encontrarse aislado, ni pensamiento, ni sentimiento; ni ángel, ni hombre; ni
animal, ni planta ni objeto inanimado. Todo tenía, además de su realidad
inmediatamente dada, un profundo significado simbólico. Todo estaba
vinculado con todo y, en último análisis, con el Creador de todas las cosas.
En la civilización occidental de la Edad Media, la vieja forma básica de las
Grandes Civilizaciones, el sistema universal del mundo vinculado y
equilibrado en todas sus direcciones, tuvo su última y su más general
realización en una forma clarificada y racionalizada por los pensamientos
bíblico y griego.”19

EL PROBLEMA TEOLÓGICO
Cuando pensamos en la Edad Media, la tendencia es a considerarla como mil años
de aridez en el desarrollo teológico. A lo sumo, se destaca la importancia de la teología
escolástica y su contribución al pensamiento cristiano occidental, con consecuencias
que todavía persisten. No obstante, los tiempos medievales no fueron tan quietos en
materia de producción teológica como nos parecen. Una serie de cuestiones ocuparon
la atención de quienes procuraban expresar su experiencia de fe cristiana en términos
que pudiesen ser entendidos por otros. Esto llevó al surgimiento y desarrollo de una
serie de controversias, especialmente durante el período del Renacimiento Carolingio,
que ayudaron a madurar el pensamiento cristiano y a actualizar la comprensión de la
acción redentora de Dios en la historia humana.20 Lamentablemente, la mayor parte de
estas discusiones estuvieron muy comprometidas con cuestiones políticas, que no
siempre ayudaron al desarrollo de una sana doctrina. Más adelante, en el siglo XII, la
teología maduró con el escolasticismo, que fijó el dogma de la Iglesia Romana, a pesar
de los desafíos planteados por un buen número de disidentes.
Controversia sobre el adopcionismo
En tiempos del emperador Carlomagno, una de las controversias que mantuvo
ocupados a los pensadores cristianos giró en torno al adopcionismo. El escenario
principal de tales debates fue España y como es de suponer, la discusión teológica no
pudo abstraerse de los conflictos políticos, especialmente la enorme empresa de la
reconquista de la Península de manos musulmanas.
El personaje que se destacó en este debate fue Félix de Urgel (m. 818), quien
sostenía una postura adopcionista, es decir, que Cristo había sido adoptado como Hijo
de Dios durante su ministerio en la tierra. El arzobispo Elipando de Toledo había
intentado refutar el sabelianismo, pero al hacerlo propuso una cristología de corte
adopcionista, a la que se adhirió Félix. En reacción a ellos se colocó el Beato de
Liébana, Alcuino, Paulino de Aquileya y los papas Adriano I y León III, y por
supuesto, el propio Carlomagno.
A los teólogos más ligados a la ortodoxia, el adopcionismo les parecía un rebrote
de nestorianismo, es decir, cierta tendencia a dividir la persona de Cristo. Quienes
reaccionaron lo hicieron procurando enfatizar la unidad de lo divino y lo humano en
Cristo y la comunicación de las propiedades entre sus dos naturalezas. Así, pues,
mientras Elipando y Félix parecían hacer una distinción entre la humanidad y la
divinidad de Cristo, con énfasis en la preservación de esta última con sus
características intactas, sus opositores rechazaron tal división porque temían que se
perdiese la realidad de la encarnación. Una vez fallecidos Elipando y Félix, el debate
se terminó tan pronto como había comenzado.
Controversia sobre la predestinación
Esta controversia ocurrió también durante el período carolingio. Los principales
protagonistas fueron Rábano Mauro, Ratamno de Corbie, Servato Lupo, Prudencio de
Troyes, Floro de Lión y Juan Escoto Erígena. Un monje de nombre Gotescalco,
seguidor fanático de la enseñanza de Agustín de Hipona, llegó a desarrollar un
concepto radical de la predestinación, con énfasis en la condenación de los réprobos.
Su planteo era de una doble predestinación (a salvación y a condenación), de modo
que Cristo murió sólo por los elegidos. Gotescalco fue condenado por Rábano Mauro,
quien escribió contra él un tratado titulado De la presciencia y la predestinación, de la
gracia y el libre albedrío, en el que enseñaba que somos predestinados en la
presciencia divina.
La oposición de Mauro fue continuada por el arzobispo Hincmaro de Reims
(806–882), quien insistía en la voluntad salvadora universal de Dios. Prudencio de
Troyes y Servato Lupo se opusieron a este planteo y apoyaron una doble
predestinación. Pronto intervino en el debate Retramno de Corbie (m. 868), quien
escribió un tratado titulado De la predestinación, en el que sigue la doctrina de
Agustín al pie de la letra. Fue entonces que hizo su entrada en el debate Juan Escoto
Erigena (810–877), que también escribió un tratado titulado De la predestinación, en
el que hace un acercamiento más filosófico que teológico al tema y en el que apoya la
posición de Hincmaro. Su libro provocó nuevas reacciones de parte de Prudencio de
Troyes y más tarde de Floro de Lión. Al final, el debate perdió todo sentido de
discusión teológica y se transformó en una confrontación por poder y prestigio entre
las sedes episcopales de Lión y Reims, representadas por sus líderes Floro e Hincmaro.
En realidad lo que estaba en discusión era una cuestión de énfasis. El énfasis
agustino tendía a sacrificar la libertad humana a favor de la soberanía divina, mientras
que del otro lado se respeta el derecho del ser humano a disponer de sí mismo y a
hacer su parte en el logro de su salvación eterna. Por cierto, el problema no se resolvió
y en consecuencia volverá a presentarse nuevamente en los siglos XVI y XVII en los
debates teológicos dentro del catolicismo y del protestantismo.
Controversia sobre la virginidad de María
Nuevamente aparece el nombre de Ratamno de Corbie en esta breve controversia.
Este monje reaccionó a ciertas enseñanzas que circulaban en Alemania en el sentido de
que Jesús no había nacido de María del modo natural, sino que había surgido del
secreto vientre virginal de algún modo misterioso y milagroso. Según Ratamno, Jesús
nació de María por la vía natural, pero esto no lo contaminó ni violó la virginidad de su
madre. Esto significa que María fue virgen antes del parto, en el parto y después del
parto, y esto es algo que sólo puede aceptarse por la fe.
La enseñanza de Ratamno fue refutada por un tal Pascasio Radberto (786–865),
quien no discutió la perpetua virginidad de María sino el modo en que esa virginidad
permaneció intacta en el parto. Según él, la virginidad permaneció intacta porque Jesús
nació milagrosamente, estando el útero cerrado. Toda esta discusión fue muy
importante para el desarrollo del dogma de la perpetua virginidad de María y otras
doctrinas dependientes de este dogma.
Controversia sobre la eucaristía
Esta discusión giró en torno a la doble cuestión de, primero, si la presencia del
cuerpo y la sangre de Cristo en la eucaristía era tal que sólo podía verse con los ojos de
la fe o si, por el contrario, se trataba de una presencia verdadera, y, segundo, si el
cuerpo de Cristo que estaba presente en la eucaristía era el mismo que nació de María,
sufrió, murió y fue sepultado, y ascendió a los cielos. Pascasio Radberto había escrito
un tratado (844) en el que presentaba una interpretación realista extrema de la
presencia de Cristo en la eucaristía. Según él, cuando los elementos son consagrados,
se transforman en el cuerpo y la sangre de Cristo de manera sustancial. De modo que
la eucaristía era una repetición del sacrificio de Cristo, y esto de tal modo que repetía
la pasión y muerte del Salvador.
Quien respondió a Pascasio fue Ratramno de Corbie con un tratado titulado Del
cuerpo y la sangre del Señor. Según él, el cuerpo de Cristo no estaba presente de
manera real sino “en figura.” Cristo estaba presente en el sacramento, pero no de
manera visible. Además, ese cuerpo no era idéntico al que nació de María y fue
crucificado, porque ese cuerpo visible estaba sentado a la diestra del Padre, mientras
que el cuerpo presente en la eucaristía era sólo espiritual, y el creyente participaba de
él sólo espiritualmente. El debate continuó con una nueva reacción de Pascasio y la
intervención de Gotescalco y Rábano Mauro que se le opusieron. Finalmente,
prevaleció la interpretación realista de la eucaristía. Se afirmó la transformación
substancial del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, y se enfatizó la
realidad de su presencia en el rito. Esto constituyó un importante antecedente de la
posterior doctrina de la transustanciación, que habría de ser característica del dogma
católicorromano.
El debate en torno a la eucaristía volvió a plantearse siglos más tarde (siglo XI)
cuando Berengario de Tours adoptó como propia la interpretación de Ratramno de
Corbie. Berengario negaba la transformación de la esencia del pan y del vino y
afirmaba que el cuerpo de Cristo estaba presente sólo de manera “intelectual,” es decir,
espiritualmente. Berengario fue condenado varias veces, más por cuestiones de poder
eclesiástico que por asuntos propiamente teológicos. Entre quienes rechazaron su
planteamiento estaba Hugo de Chartres, quien afirmó la conversión real del pan en el
cuerpo de Cristo, aun cuando conservara el sabor del pan. La cuestión de la presencia
real de Cristo en la eucaristía y la transformación de los elementos seguía siendo tema
de preocupación para los teólogos de la segunda mitad del siglo XI. No obstante, habrá
que esperar hasta 1215 para ver consagrada definitivamente la doctrina de la
transubstanciación.
Controversia sobre el alma
Dos cuestiones fueron motivo de debate durante el período carolingio: la
incorporeidad del alma y su individualidad. Respecto del primer asunto, Ratramno de
Corbie sostenía que el alma era incorpórea, y por lo tanto, no estaba circunscrita al
cuerpo, sino que sobrepasaba sus límites. Estas conclusiones fueron refutadas por
quienes sostenían que el alma estaba atada al cuerpo, si bien no estaba limitada a él. El
segundo asunto fue más importante, ya que de la individualidad del alma dependía la
posibilidad de una vida eterna individual y consciente.
Algunos monjes habían enseñado una doctrina según la cual había sólo un alma
universal, de la que participaban las almas individuales. Esta enseñanza fue refutada
por Ratramno, quien quería preservar la individualidad de las personas. En su Tratado
sobre el alma, Ratramno rechazó la idea de que el alma pueda ser una y múltiple.
Según él, hablar del alma en singular no implica un alma universal que exista por
encima y más allá de las almas particulares.
Controversia sobre el filioque
La cuestión de la procedencia del Espíritu Santo ya había sido tema de discusión
durante el período carolingio en Europa occidental, como parte del debate acerca de la
doctrina de la Trinidad. Sin embargo, fue en el Este donde la cuestión adquirió mayor
relevancia y finalmente llevó al cisma teológico entre Oriente y Occidente.
Mientras en Occidente se confesaba que el Espíritu procedía “del Padre y del
Hijo,” en Oriente se decía que procedía “del Padre por el Hijo.” En el primer caso, se
comenzó por agregar a la fórmula del Credo Niceno la frase “y del Hijo”—filioque—
para indicar la doble procedencia del Espíritu Santo. Mientras tanto, en Constantinopla
se rechazó tal agregado como violatorio del significado del Credo Niceno-
Constantinopolitano, si bien los motivos de este rechazo eran más de carácter político
que propiamente teológicos.
Con posterioridad al Segundo Concilio de Nicea (787) el tema continuó
debatiéndose pero con tintes más políticos que teológicos. El patriarca Focio entró en
conflicto con la sede romana (el papa Nicolás I), especialmente por el control de la
cristianización de Bulgaria y por su oposición a la introducción de la cláusula filioque
en el Credo Niceno. La controversia sobre la procedencia del Espíritu Santo siguió en
aumento hasta que para mediados del siglo IX (cisma de Focio, 867), la cuestión del
filioque se había transformado en uno de los motivos principales de la separación entre
la cristiandad occidental y la oriental. El Concilio de Constantinopla (869–870)
condenó a Focio, que de todos modos quedó como patriarca en Constantinopla con el
reconocimiento del papa Juan VIII, mientras que Roma se quedó con el control de
Bulgaria.
Fuera de los motivos políticos que movían el debate, lo que estaba en discusión
eran dos maneras diferentes de ver la cuestión trinitaria. En Occidente el énfasis caía
en la relación que une a las tres personas de la Trinidad. Se pensaba del Espíritu como
el amor que une al Padre y al Hijo. En razón de que este amor es mutuo, entonces es
posible decir que el Espíritu procede “del Padre y del Hijo.” En Oriente el énfasis era
puesto en la unidad de la trinidad y en su origen único. En este sentido, sólo podía
haber una fuente en el ser de Dios, y esa fuente era el Padre, de allí la fórmula “del
Padre, por el Hijo.”
Controversia sobre las imágenes
Este debate se dio fundamentalmente en el Imperio Bizantino y tuvo importantes
componentes políticos además de la cuestión propiamente teológica. Especialmente,
bajo el gobierno de León III el Isaurio y sus sucesores (siglo VIII) se suscitaron
profundas controversias, de las que la de las imágenes fue la más seria. León asumió
una actitud “iconoclasta” (opuesta a la veneración de imágenes), probablemente
influido por el contacto con judíos, musulmanes y monofisitas, y en oposición al poder
de los monjes que defendían tal veneración. Como indica Justo L. González: “Para
León, su campaña iconoclasta era parte de su programa de restauración imperial. El
hijo y sucesor de León III, Constantino V, estaba convencido de que la veneración de
las imágenes y de las reliquias de los santos y de la Virgen era falsa.”21
Entre los defensores de la veneración de imágenes estaban el patriarca Germán de
Constantinopla (715–729) y Juan de Damasco (675–749). Al segundo nos hemos
referido en la Unidad Uno. En cuanto al primero, refutó el argumento según el cual la
veneración de imágenes era idolatría marcando la distinción entre diversos tipos de
“adoración.” Según él, una cosa era proskunesis (respeto o veneración) y otra muy
distinta era latreia (adoración en sentido estricto), que se debe sólo a Dios.
Juan de Damasco, por su parte, distinguía entre diversos grados de culto. El culto
absoluto era sólo para Dios (latreia) y si se rendía a una criatura eso era idolatría. Pero
la reverencia a las imágenes era más una cuestión de respeto u honra (proskunesis
timetiké) y podía prestarse a objetos religiosos e incluso a personas en el ámbito civil.
Finalmente, el culto a las imágenes fue restaurado por el Concilio de Nicea en 787, que
afirmó la conservación de las mismas, pero indicando que no debía adorárselas como
se adora a Dios.
En Occidente el debate no fue tan importante como en Oriente. En general, los
Papas asumieron una actitud favorable a las imágenes, pero cuidándose de no caer en
idolatría. Así, pues, se conservaron las imágenes, pero no se las consideró dignas de
adoratio, es decir, de la adoración debida sólo a Dios. Por eso, en Occidente no se le
atribuyó a las imágenes el poder sacramental que tenían en Oriente, ni llegaron a
ocupar allí el lugar de importancia que tuvieron en Oriente. No obstante, en la
religiosidad popular, las imágenes en Occidente adquirieron la funcionalidad de
verdaderos ídolos, ya que la realización de milagros y señales estuvo ligada
directamente a ellas y al poder que se les atribuía.

EL PROBLEMA CÚLTICO
El culto a María
La mariolatría (culto o adoración a la Virgen María) surgió muy temprano en la
experiencia de la cristiandad, como resultado de un deseo de aumentar la glorificación
de Cristo. El misterio de la encarnación del Hijo de Dios colocó a la madre de Jesús en
una posición de honor y prestigio. A mediados del siglo IV, los teólogos cambiaron del
título de María como “madre del Señor” para transformarla en “madre de Dios” y
“reina del cielo.” De “bendita tú entre las mujeres” (Lc. 1:28) María pasó a ser
considerada como una intercesora por encima de todas las mujeres y participante de
algún modo en la redención humana. La veneración de la Virgen se transformó en
adoración, y en algunos momentos llegó a ser más importante que Cristo mismo,
especialmente en la religiosidad popular.
El monasticismo ascético, que estimó el celibato como superior al matrimonio,
enfatizó la virginidad de María. José era considerado como una persona de edad, que
se casó con María sólo para protegerla de la calumnia. Los hermanos de Jesús eran
hijos de José de un matrimonio anterior. Ya para el siglo IV se afirmaba la perpetua
virginidad de María. Parecía lógico, pues, que si María era la madre de Dios, ella
merecía ser objeto de adoración. Primero, se la invocó buscando su protección. Luego,
en el siglo V, muchos templos fueron dedicados a la “Santa Madre de Dios” o la
“Virgen Perpetua.” Justiniano I imploró su intercesión frente a Dios para la
restauración del Imperio Romano. En los siglos que siguieron, su imagen fue venerada
y surgieron innumerables leyendas en cuanto a los milagros que se producían a través
suyo. La piedad popular le adscribía una concepción y nacimiento sin pecado, y una
resurrección y ascensión milagrosa al cielo.
En la Edad Media, Bernardo de Clairvaux jugó un papel director en el desarrollo
del culto a la Virgen, que llegó a ser una de las manifestaciones más importantes de la
piedad popular del siglo XII. Él no fue el inventor de la mariolatría (adoración de
María) ni de la mariología (doctrina sobre María). Según los eclesiásticos medievales,
esta doctrina estaba implícita en los Evangelios mismos. Pero en el pensamiento
medieval temprano, la Virgen María había jugado un papel muy menor, y es sólo con
el surgimiento de un cristianismo más emocional en el siglo XI, que ella se transformó
en una intercesora de primer orden a favor de la humanidad delante de la deidad. Se la
consideraba como la madre amante de todos, cuya misericordia infinita ofrecía la
posibilidad de salvación a todos los que buscaran su asistencia con un corazón amante
y contrito. Anselmo y algunos de sus discípulos hicieron contribuciones importantes a
la expansión rápida del culto a la Virgen a fines del siglo XI, pero fue Bernardo quien
hizo de la mariología una doctrina cardinal de la fe católica y una creencia que fue más
allá de las dimensiones de la enseñanza estrictamente religiosa hasta enriquecer
profundamente la visión artística y literaria de la alta Edad Media.22
Así, pues, la piedad popular se fundaba no tanto en las doctrinas filosóficas
elaboradas por los teólogos medievales, como en la veneración de los santos y las
reliquias, y especialmente en el culto a la Virgen María. Durante el siglo XII el papado
afirmó su derecho a canonizar nuevos santos, y se estableció un procedimiento legal
para probar su santidad. Se creía que las reliquias poseían poderes curativos y
propiedades milagrosas. Lo más característico de la religión popular, sin embargo, fue
la vasta difusión del culto mariano. Se consideraba a la Virgen María como intercesora
por los seres humanos ante Dios, más poderosa que los demás santos, e infinitamente
más compasiva. Así, pues, las plegarias de las personas comenzaron a dirigirse con
creciente frecuencia a ella.
Los cristianos bizantinos también reverenciaron a María con gran entusiasmo.
Ciertas aclamaciones litúrgicas cotidianas la declaraban: “Más honorable que los
querubines, y más gloriosa fuera de toda comparación que los serafines.”23 Desde el
siglo X, el tema de la intercesión de la Virgen encontró una iconografía distintiva,
mucho más apasionada y amorosa que en las formas estáticas anteriores. Desde
entonces la Virgen adquirió un perfil más maternal y humano en las representaciones
bizantinas.
Ligada directamente a la devoción mariana, se desarrolló en la alta Edad Media
una transformación del carácter del caballero andante. La cristianización de la
caballería constituyó un ejemplo notable del poder de la religión en la Edad Media.
Los guerreros toscos y brutales del siglo X se fueron transformando en “caballeros
gentiles y perfectos,” defensores galantes de los pobres y los débiles, dedicados a
promover la religión y a defender a la Iglesia. Tal era, por lo menos, el ideal expresado
en innumerables romances—el del Santo Grial, por ejemplo—y simbolizado en
ceremonias relacionadas con la investidura de la caballería. La realidad, como siempre,
distaba bastante del ideal. Sin embargo, no debe menospreciarse la eficacia de la
Iglesia y del sentimiento religioso para mitigar la violencia de las guerras internas en la
cristiandad. Muchas veces los miembros del clero intentaron reducir la plaga de la
guerra privada declarando una Tregua de Dios, durante la cual se prohibía la lucha
entre cristianos. Dichas treguas no eran observadas universalmente, por supuesto, pero
posiblemente contribuyeron a favorecer un clima de paz en las regiones rurales de
Europa.24 En estos procesos de cambio cultural la devoción mariana jugó un papel
fundamental.
Por otro lado, las mujeres (tanto en Oriente como en Occidente) fueron grandes
promotoras del culto mariano, especialmente de la veneración de su imagen sea en
forma de estatuas (en el Oeste) o de íconos (en el Este). La razón es que las mujeres,
que ocuparon generalmente un lugar secundario respecto de los varones en la sociedad
y la cultura, buscaban mediadores sagrados (María u otras mujeres santas) para
interceder ante un Dios masculino de tremendo poder y majestad. Hay evidencia de
que las madres alentaban a sus hijas a besar y acariciar estatuas o íconos así como
algunas niñas hoy juegan con una muñeca. Las imágenes familiares eran consideradas
como miembros honorables de la familia, e incluso a veces se nombraba a una imagen
como madrina de un niña.
La misma raíz mariana puede verse en el cambio de la posición de la mujer en la
sociedad caballeresca medieval. La mujer pasó a ser idealizada y se transformó en la
depositaria de lo que se llamó el amor cortés y romántico. El culto a la Virgen María
motivó un grado de mayor reverencia hacia la mujer y la maternidad. La caballería y
los trovadores alababan la lealtad a la mujer que había ganado el corazón de un
caballero, y exaltaban no sólo su belleza física sino especialmente la hermosura de su
ser interior.25
Alfred Weber: “En esta sociedad aparece entonces como centro la mujer,
llamada a actuar de árbitro del varón, en un curioso paralelo con el culto a
María Santísima, que es venerada en aquella época de manera idolátrica. Se
trata de una sociedad, en la cual los caballeros son los representantes de las
preciosas formas culturales de este período, las cuales muy pronto se
convierten en amaneradas. Y en esa sociedad, los caballeros no sólo
desenvuelven sus dotes varoniles, y sus aptitudes amorosas cortesanas, sino
también su productividad espiritual, sobre todo en la epopeya y en las
canciones. El clérigo, que antes lo había dominado todo en el terreno
espiritual, no es descartado, sino que, junto a la corte feudal, obtiene una
nueva tribuna en el centro espiritual de Europa.”26
No obstante, a lo largo de la Edad Media, la mujer representó un papel doble: el
de agente del Diablo para la perdición del hombre y el de esposa de Cristo para su
redención. Se consideraba a la mujer como fuente de todos los males a través de la
seducción sexual, su supuesta inclinación a lo sensual más que a lo espiritual e
intelectual, y su debilidad moral y espiritual por su descendencia de Eva. Por otro lado,
cuando la mujer se retiraba del mundo y se hacía monja pasaba a ser la esposa de
Cristo, dedicada a la intercesión por la redención de los hombres. En la Virgen María,
la mujer llegó al estatus de redentora y vencedora de la serpiente tentadora, a la que le
pisa la cabeza.27
El culto a los santos
El ingreso de grandes masas de paganos a la Iglesia llevó a la adoración de los
mártires, santos y reliquias. Los mártires cristianos ocuparon el lugar de los viejos
dioses y héroes en la devoción de las masas. A los martirologios se agregaron los
santos, que fueron reconocidos por su piedad ascética extraordinaria y su servicio a la
Iglesia. Después de Ambrosio y Jerónimo, sólo personas célibes o vírgenes podían
calificar para ser considerados santos. Con posterioridad al Concilio de Nicea (325) se
fue desarrollando la invocación formal a los santos como patrones e intercesores
delante de Dios. Se construyeron templos y capillas sobre las tumbas de los mártires y
se los dedicó a sus nombres (advocación). Allí se llevaban a los enfermos para su
sanidad y se celebraban fiestas en honor del mártir en el aniversario de su muerte,
mientras se veneraba alguna reliquia suya, a la que se atribuían poderes milagrosos.
A lo largo de la Edad Media, el número de santos se multiplicó notablemente, al
punto que el santoral llegó a contar con más de uno por cada día del año. La
canonización de los santos la hacía el obispo conforme con el testimonio de los fieles
de que habían ocurrido milagros por la intercesión del mismo. Los sínodos extendían
después la veneración de un santo a varias diócesis. Pero los papas empezaron a
reservarse el derecho de canonización de los santos. El primer santo canonizado por un
Papa fue Ulrico de Augsburgo (m. 973), canonizado por el papa Juan XV (993). El
papa Alejandro III reservó todas las canonizaciones a la Santa Sede. Los santos
canonizados eran inscritos en el Martirologio. Estos catálogos o listas de santos
aprobados se conocían ya desde el siglo IV; el más célebre era el Martirologio
Jeronimiano (450). En el siglo IX se compusieron muchos de estos catálogos, como el
de Wandelberto de Prum, el de Rábano Mauro o el de Adón de Vienne.
Patrick J. Geary: “La devoción a los santos era aceptada tan
universalmente, y el culto de las reliquias era una parte tan natural de la vida
humana, que la regulación y limitación de estos fenómenos no era siquiera
considerada, excepto sobre una base ad hoc cuando un caso de abuso o
fraude era tan evidente y tan dañino a la comunidad de los fieles que no
podía ser ignorado. Así los niveles de fuerza e intensidad por los cuales los
fieles, laicos y religiosos, procuraban ganar el favor de los santos se
desarrolló naturalmente y se incrementó en intensidad con la urgencia de los
problemas que eran traídos a la consideración de los santos.”28
Las Cruzadas contribuyeron notablemente a aumentar la devoción a los santos.
Después de la caída de Constantinopla en manos de los cruzados (1204), Occidente se
inundó de reliquias. Los papas y los obispos procuraron oponerse en cierta medida a la
superstición, al engaño y al tráfico ilegal de reliquias. Pero en muchos casos supieron
aprovechar la oportunidad de lucro y de control social que las mismas representaban.
Las fiestas de algunos santos como Nicolás, María Magdalena, Lorenzo y Juan
Bautista fueron declaradas de precepto, es decir, de observancia obligatoria.
Howard Clark Kee, et al.: “Los santos y sus reliquias, el peregrinaje y la
esperanza de una recompensa celestial encontraron su camino
profundamente en la conciencia de los hombres y mujeres medievales. El
cristianismo ofrecía esperanza para la vida venidera y significado en sus
vidas terrenales duras y precarias, tocando virtualmente todos los elementos
de su existencia cotidiana. Desde el nacimiento hasta la muerte, las vidas de
los campesinos giraban en torno de la iglesia de la villa, donde los infantes
eran bautizados, las parejas se casaban, y los afligidos oraban por las almas
de sus muertos, que estaban enterrados en el cementerio de la iglesia.”29
El culto al Diablo
La figura del Diablo y los demonios es tanto o más frecuente que la de santos y
ángeles en el arte y la literatura medieval. Se creía que el aire estaba plagado de
demonios y el Diablo era una presencia permanente y temible en la vida cotidiana. La
diabología y demonología de la temprana Edad Media estuvo dominada por el
monasticismo, que siguió el concepto tradicional del Diablo desarrollado por los
padres del desierto. Más tarde, el surgimiento de las ciudades permitió el desarrollo de
universidades y la comprensión escolástica del Diablo y sus acciones. También durante
la alta Edad Media, la comprensión cristiana de lo diabólico se alimentó de la teología
y las creencias musulmanas sobre el particular. No obstante, a lo largo de todo el
período medieval la creencia en Satanás ocupó un lugar muy importante.
Jeffrey Burton Russell: “El arte y la literatura siguieron, más bien que
condujeron, a la teología del Diablo. No obstante, dramáticamente
expandieron y fijaron ciertos puntos en la tradición. El esfuerzo por crear
unidad artística, por hacer el relato uno bueno y el desarrollo de la trama
convincente, llevó a un escenario en ciertas maneras más coherente que el de
los teólogos. El Diablo pasó por varios movimientos de declinación y
avivamiento en la alta y baja Edad Media. El decaimiento de Lucifer en la
teología de los siglos XII y XIII fue balanceado por el crecimiento de una
literatura basada sobre preocupaciones seculares tales como el feudalismo y
el amor cortés, y más tarde por el crecimiento del humanismo, que atribuyó
el mal a las motivaciones humanas más que a las maquinaciones de los
demonios.”30
A la figura del Diablo y los demonios se agregaba el temor a un sinnúmero de
otras criaturas malvadas, cuyo objetivo era molestar al ser humano, hacerlo sufrir o
destruirlo. La mayoría de estas criaturas diabólicas provenían del folklore pagano,
como duendes, gnomos, elfos, enanos, gigantes, monstruos, ogros y, sobre todos ellos,
el Anticristo. El Anticristo era el más importante de todos los cómplices del Diablo. Su
influencia era profunda en todas las cuestiones humanas y se creía que hacia el fin del
mundo vendría en la carne para conducir las fuerzas del mal en una última batalla
desesperada contra el bien. A la lista de ayudantes del Diablo se agregaban herejes,
judíos y brujas.
Se consideraba que el Diablo tenía mucho poder y se invocaba su ayuda de
múltiples maneras especialmente haciendo un pacto formal con él. Una vez hecho este
pacto era muy difícil deshacerse del mismo y de sus consecuencias. El compromiso y
veneración del Diablo estaba relacionado con la magia y varias otras prácticas del
ocultismo. La mayoría de los practicantes de las artes mágicas eran curanderos y
adivinos. El ejercicio de la magia médica estaba muy generalizado, mediante el uso de
hierbas y animales medicinales. Eran populares los encantamientos mediante el uso de
oraciones, bendiciones e invocaciones. Todo el mundo utilizaba algún tipo de amuleto
o talismán protector, y se creía en el poder de ciertas piedras semipreciosas para curar
o proteger del mal. La adivinación y la brujería se desarrollaron notablemente a lo
largo de toda la Edad Media, al igual que la astrología, la magia astral, la cábala, la
necromancia y más tarde la alquimia.
Richard Kieckhefer: “Los misioneros medievales tempranos en su conflicto
con la religión germana y celta pudieron predicar contra la magia. No
obstante, al hacer acomodaciones a la cultura germana y celta permitieron
prácticas que según definiciones medievales tardías serían consideradas
como mágicas y quizás demónicas. Sin duda la confusión se incrementó por
la importación más o menos simultánea de diferentes tipos de magia de la
cultura árabe. El arribo de las ciencias ocultas, basadas en la metafísica y la
cosmología, prestó una nueva respetabilidad a la magia no demoníaca, pero a
lo largo de la misma ruta de transmisión cultural vinieron elementos clave de
necromancia.”31

EL PROBLEMA ECLESIOLÓGICO
El papado
La idea del papado comenzó a desarrollarse en Occidente durante el tiempo de las
invasiones germanas (450–750). Para entonces Roma era muy débil, pero el obispo de
Roma se consideraba sucesor del emperador romano. En razón de sus conflictos con el
imperio bizantino, el papado buscó a un rey occidental que resucitara al Imperio en el
Oeste y restaurara la unidad política y la fuerza de los países católicos latinos. Este
avivamiento y reconstrucción ocurrió a principios del siglo IX bajo Carlomagno, y la
idea del imperio fue muy significativa en Occidente desde el siglo IX al XIV,
especialmente entre los monarcas germanos.
Ya hemos considerado cómo las divisiones políticas y geográficas del Imperio
afectaron la organización de la Iglesia. El área de la jurisdicción episcopal se
transformó en “diócesis,” que había sido la división administrativa imperial instituida
por Diocleciano. De igual modo, las “provincias” del Imperio pasaron a ser el ámbito
administrativo de los arzobispos o metropolitanos, que adquirieron poder en razón de
gobernar sobre las ciudades más importantes del Imperio. Mientras tanto, en el Imperio
Bizantino, los obispos de las ciudades más importantes (Constantinopla, Alejandría y
Antioquía) recibían el título de patriarcas. La ventaja del obispo de Roma, el más
importante en Occidente, fue que no tuvo competidores por el poder y esgrimió
argumentos bíblicos con gran consistencia. Al no tener demasiados conflictos
teológicos ni políticos a los que hacer frente, el obispo de Roma (o Papa) pudo
desarrollar mayor poder y prestigio y extender y afirmar su autoridad (papado). De este
modo, el papado fue el continuador de la autoridad imperial romana y la teoría de una
monarquía teocrática encontró en esta institución una vía de expresión.
Quien más hizo por afirmar la idea del papado como institución fue el papa
Gregorio I el Grande. Al tiempo que afirmó la autoridad pastoral de los obispos en la
Iglesia, Gregorio era bien consciente de que el obispo de Roma era más que un mero
obispo. Como obispo de Roma, él era sucesor de Pedro, primado de la Iglesia, y servus
servorum Dei, “siervo de los siervos de Dios.” Gregorio expresó la autoridad del
papado en términos de responsabilidad, jerarquía y poder, ya que quien tiene mayor
responsabilidad tiene que gozar de mayor poder. En razón de que el Papa era
responsable delante de Dios por su ministerio como líder de la Iglesia cristiana,
demandaba una autoridad ilimitada en orden a llevar a cabo la obra divina que se le
había confiado.
No obstante, una cosa era desarrollar la ideología del papado, y otra muy
diferente era afirmar el liderazgo del papado en Europa occidental, especialmente
frente a los poderes seculares. A lo largo de la alta Edad Media el papado estuvo
involucrado en hacer prevalecer su pretensión de dominio absoluto frente a los
monarcas nacionales cuyo poder estaba en ascenso. Para cuando el papado alcanzó el
máximo de su poder temporal y prestigio en el siglo XIII, con el papa Inocencio III,
pasó a ocupar un lugar más en el concierto de otros poderes emergentes, que con el
tiempo le pondrían límites y en definitiva reducirían su impacto en la conducción de la
cristiandad europea occidental. Para fines del período medieval, estaba claro que el
papado debía renunciar a toda ambición de poder mundano y debía reformarse para
dedicarse a una tarea más específicamente religiosa y pastoral.
Inocencio III fue el Papa que sostuvo las pretensiones de autoridad y poder más
grandes de todo el papado medieval. Él no agregó nada nuevo al concepto del papado,
pero procuró hacer valer su convicción sobre la supremacía del papado sobre cualquier
otro poder en el mundo.
Kenneth S. Latourette: “[Inocencio III] soñaba con la cristiandad como una
comunidad en la cual el ideal cristiano había de ser realizado bajo la
dirección papal. Como sucesor de Pedro, el Papa—así lo creía Inocencio—
tenía autoridad sobre todas las iglesias. Al menos en una ocasión, además, él
declaró que él como Papa era el vicario de aquel de quien se había afirmado
que era el Rey de reyes y Señor de señores. Escribió que Cristo ‘legó a Pedro
el gobierno no sólo de la Iglesia sino también de todo el mundo’. También
dijo que Pedro era el vicario de aquel de quien son la tierra y lo que en ella
está, el mundo y los que en él habitan … Admitía que a los reyes les eran
confiadas ciertas funciones por comisión divina, pero también afirmaba que
Dios había ordenado tanto el poder pontifical como el real, lo mismo que él
creó el sol y la luna, y que como ésta recibe su luz de aquél, así el poder real
deriva su dignidad y su esplendor del poder pontifical. Además, como
sucesor verdadero de los grandes papas reformadores, Inocencio insistía en
que el poder del gobernante secular no alcanzaba al clero, sino que el clero
había de ser independiente de la ley del Estado y sujeto tan sólo a la de la
Iglesia.”32
El clericalismo
El surgimiento del clericalismo es anterior al período medieval. El gnosticismo
jugó un papel muy importante en hacer una diferencia entre aquellos que tenían el
conocimiento (gnosis) de los misterios de la religión y el común de la gente que los
ignoraba. De este modo, los obispos (pastores) surgieron como hombres que
ostentaban una autoridad religiosa y dogmática, administrativa y pastoral por encima
de cualquier otro creyente. Ellos tenían la responsabilidad de definir el dogma y ejercer
un control absoluto sobre el rebaño. Los presbíteros (sacerdotes) surgieron como
asistentes de los obispos. Los sacerdotes estaban bajo la autoridad del obispo y lo
asistían en su ministerio en la catedral y en las congregaciones locales que dependían
de ella y eran parte de su diócesis. Se creía que la autoridad de los obispos derivaba de
su ordenación mediante la sucesión apostólica, es decir, de Cristo a través de los
apóstoles y por sus sucesores legítimos a todos los obispos. El misterioso poder
espiritual de la Iglesia era considerado como emanando de Cristo en una línea directa
hasta el que ocupaba cada sede episcopal.
El desarrollo de la jerarquía eclesiástica fue también alentado por el crecimiento
del sacramentalismo. A través de los ritos misteriosos de los sacramentos el creyente
podía obtener acceso a la gracia salvadora de Dios. Por ser los únicos administradores
de los sacramentos, los sacerdotes adquirieron un gran poder y prestigio, y se
consideraba que tenían una relación especial con Dios. Tan especial era esta relación
que parte de su deber era ofrecer el sacrificio de la misa de manera regular y
permanente, incluso estando solos o fuera de la congregación. Esto hizo que los
miembros del clero adquiriesen un estatus social y espiritual superior al de cualquier
otra persona en la sociedad medieval. Esta diferenciación era marcada mediante el uso
de vestimentas especiales, la tonsura del cabello, el celibato y una vida alejada de lo
que se consideraba mundano.
No obstante, muchos clérigos y monjes estaban lejos de practicar los ideales de la
fe que profesaban. El voto de castidad era violado permanentemente por la mayoría de
los clérigos. Borracheras, venalidad y simonía eran comunes. Los deberes sacerdotales
eran llevados a cabo a la ligera y sin dedicación. En algunos casos, el clero se
involucró en prácticas ocultistas e incluso satánicas. Los obispos se transformaron en
magnates que se ocupaban más de las cuestiones temporales que de sus deberes
espirituales y pastorales. Todo el mundo respetaba el oficio sacerdotal, pero muchos
resistían los abusos del clero y expresaban una actitud anticlerical. El desarrollo del
clericalismo puso en evidencia el contraste entre el ideal del evangelio cristiano y la
corrupción del mismo.
Kenneth S. Latourette: “Los muchos esfuerzos para la reforma del clero y
los monasterios y de la Iglesia como un todo son al mismo tiempo una
indicación de una vida religiosa que no podía permanecer satisfecha con los
abusos o con nada menos que la perfección establecida en los Evangelios, y
con los alejamientos patentes y crónicos de ese modelo. La introducción del
cristianismo [al clericalismo] trajo una tensión entre lo ideal y lo real.
Muchos fueron atraídos, pero muchos también estaban contentos con
encontrar un estilo de vida más o menos confortable en las concesiones y
otros emolumentos provistos por los fieles.”33
El sacerdotalismo
Debido al sacramentalismo y el clericalismo, el sacerdocio (sacerdotium) ocupó
una posición elevada por encina de la posición de otros miembros de la Iglesia. Sólo
los sacerdotes podían llevar a cabo el milagro de la eucaristía (transubstanciación) y
darle validez a los demás sacramentos de la Iglesia. Con la institución de una jerarquía
eclesiástica, el sacerdocio de todos los creyentes se perdió y se creó la noción contraria
al Nuevo Testamento del creyente común como laico (es decir, perteneciente al
pueblo). De este modo, el laicado quedó bajo la autoridad de la jerarquía, sujeto a los
sacerdotes y los obispos. Los dones del Espíritu Santo, que en los primeros siglos del
testimonio cristiano habían estado en manos de todos los creyentes, ahora eran
privilegio exclusivo de la jerarquía. Con todos los cinco ministerios bíblicos
(predicación, enseñanza, comunión, adoración, servicio) ocurrió lo mismo. Los laicos
quedaron limitados al papel de espectadores de los rituales sagrados llevados a cabo
por los sacerdotes y obispos.
En relación con los sacerdotes y su autoridad para llevar a cabo los misterios
sacramentales, se decía que era su oficio y no la calidad de su conducta la que daba
efectividad al milagro sacramental. Esto era así, se decía, porque el sacerdote no
actuaba como ser humano, sino como representante de Cristo y oficial de la Iglesia. El
sacerdote era el único que podía, mediante las palabras y fórmulas prescritas, hacer que
los sacramentos operasen como vehículos de gracia salvadora.
En razón de que la parroquia era la unidad básica de la organización de la Iglesia
y que el sacerdote era el personaje más importante de la comunidad, su prestigio y
poder casi no tuvieron competencia. La edad para acceder a los órdenes mayores era de
treinta años para el sacerdocio, veinticinco para el diaconado y veinte para el
subdiaconado. Los sacerdotes que vivían en pueblos gozaban de una variedad mayor
de servicios y oportunidades para su desarrollo. En las iglesias más grandes, los
sacerdotes vivían en una comunidad semimonástica conforme con una regla (canon)
de donde se deriva el nombre de cánones para estos sacerdotes. Estas comunidades
sacerdotales eran llamadas collegia y se designaba a estas iglesias como colegiales.
Los cánones estaban asociados también con las catedrales, en las que servían como
asistentes de los obispos. Durante el siglo XII, los cánones de las catedrales (conocidos
colectivamente como el capítulo) llegaron a jugar un papel decisivo en la selección de
nuevos obispos.
Carl A. Volz: “Los sacerdotes que servían en las grandes iglesias urbanas
eran sostenidos mediante legados de tierra que producían renta y que se
llamaban prebendas. Algunos cánones abusaron del sistema en la baja Edad
Media cuando se dedicaron a colectar los derechos de varias prebendas, con
cuya renta contrataron a substitutos (vicarios) para cumplir con sus deberes.
Se promulgaron regulaciones que estipulaban que todo sacerdote debía pasar
al menos un tercio de cada año en residencia en su parroquia. El surgimiento
de los pueblos e incluso de las grandes ciudades a comienzos del siglo XII,
junto con la aparición de las universidades, incrementó considerablemente
las oportunidades para la educación y el mejoramiento clerical.”34
La separación y distinción marcada por el sacerdotalismo encontró un fuerte
elemento definidor en la práctica del celibato sacerdotal. Con anterioridad a la Edad
Media ya se consideraba al celibato como indicación de santidad, y en consecuencia,
como requisito necesario para aspirar al sacerdocio. No obstante, fue dentro de los
círculos monásticos que el celibato fue elevado por primera vez a un estado
obligatorio, y de allí pasó a ser requerido a todo el clero. El celibato romano era
diferente del aprecio bizantino por el matrimonio de su clero. En el Este, sacerdotes y
diáconos continuaban con su vida matrimonial después que eran ordenados. Sólo se
obligaba a los obispos a enviar a sus esposas a monasterios distantes.
El sacramentalismo
Es a lo largo de la Edad Media que la práctica y doctrina del Bautismo y de la
Eucaristía se desarrollaron considerablemente con un tinte mágico. Ambos ritos
cristianos adquirieron en estos siglos un marcado carácter sacramental, es decir, se los
consideró como sacramentos. El sacramentalismo es el concepto teológico que
considera al sacramento como una forma visible de la gracia invisible de Dios. Este
concepto apareció bien temprano en la historia del cristianismo y debe mucho de su
contenido a formulaciones procedentes del helenismo. No obstante, fue a lo largo de la
Edad Media que el sacramentalismo se afirmó de manera definitiva, especialmente en
relación con el Bautismo y con la Eucaristía.
Durante la alta Edad Media, los sacramentos se organizaron y sistematizaron.
Hugo de San Víctor (1097–1141) consideraba que eran treinta en total, siguiendo el
modelo de Agustín. Pero su contemporáneo Pedro Lombardo, en sus Sentencias
produjo una sistematización que consideraba sólo siete y los distinguía de los
sacramentales menores. Sus conclusiones recibieron el sello de ortodoxia en el Cuarto
Concilio Laterano y su sistema fue finalmente confirmado y establecido
teológicamente por Tomás de Aquino en su Suma teológica e impuesto oficialmente
por el Concilio de Florencia (1439). Según Lombardo y Aquino, los sacramentos
confieren gracia divina simplemente al ser ejecutados (ex opere operato). Esto es lo
que se conoce como sacramentalismo.
Bautismo. La comprensión del bautismo fue afectada por la controversia entre
Agustín de Hipona y Pelagio. La doctrina del pecado original, que sostenía Agustín,
resultó en la comprensión del bautismo como medio de salvación y fomentó la
necesidad de bautizar a los niños para que no fueran al infierno o al limbo. La alta tasa
de mortalidad infantil, característica de los tiempos medievales, hizo que el bautismo
se practicara cada vez más temprano en el recién nacido. Además, en razón del
concepto de cristiandad, el bautismo llegó a ser no sólo el medio de ingreso a la
comunión en la Iglesia sino también a la sociedad cristiana (Estado).
A partir de Gregorio I comenzó a practicarse una sola inmersión del catecúmeno
(hasta entonces se lo sumergía tres veces, desnudo). La aspersión para entonces era
bastante común y se la consideraba como equivalente a la inmersión. De todos modos,
el bautismo era considerado como un rito de purificación en el que todos los pecados
previos eran lavados y la persona comenzaba la vida eterna. Sólo el martirio podía ser
un substituto válido para el bautismo. Generalmente, los bautizados eran adultos, pero
el bautismo de infantes ya estaba bien difundido a comienzos de la Edad Media y llegó
a ser la práctica universal durante estos siglos.
Carl A. Volz: “El Bautismo ocupó un lugar a la cabeza de los sacramentos
porque era por él que se hacían nuevos cristianos. Si bien en la iglesia
primitiva el número de bautismos de adultos era grande, para el año 1200 la
mayor parte de los adultos ya había entrado a la Iglesia, y los bautismos eran
primariamente de niños. Bajo Carlomagno el gran bautisterio para adultos
dio lugar a una fuente más pequeña, y la inmersión fue reemplazada por la
aspersión, pero los infantes siguieron siendo sumergidos en grandes fuentes
hasta el siglo XVI. El rito era acompañado del uso de símbolos—agua, vela,
vestidura blanca, sal y aceite. En una edad posterior el niño recibía la
Confirmación, que era una afirmación del Bautismo.”35
Hacia fines del período medieval comenzó a desarrollarse la idea de que con el
bautismo el alma quedaba sellada con un “sello” indeleble, con lo cual no era
necesario repetirlo. Lo mismo se afirmaba de los sacramentos de la confirmación y de
la ordenación. Esto era una conclusión lógica a partir del concepto agustino de que el
bautismo de los donatistas era válido, y por lo tanto no era necesario repetirlo aun
cuando los herejes donatistas se arrepintieran y reconciliaran con la Iglesia Católica.
Eucaristía. La celebración de la Eucaristía o Santa Comunión, acompañada de
ciertas oraciones, continuó siendo a lo largo de la Edad Media el clímax de la
adoración cristiana, tanto en Oriente como en Occidente. En estos siglos se confirmó la
comprensión sacramental de la Eucaristía en Occidente, al afirmarse la presencia real
de Cristo en los elementos, su transformación substancial (transubstanciación) y su
carácter como renovación del sacrificio expiatorio. Como vimos más arriba, en el siglo
IX, Ratramno fue uno de los últimos escritores en describir los elementos de la
Eucaristía como “símbolos,” pero su libro fue condenado en 1050. Él se oponía a
Pascasio Radberto que asumió la posición realista, que afirmaba una presencia real de
Cristo en los elementos eucarísticos y anticipaba la idea de la transubstanciación de los
mismos. Así, pues, alrededor del año 1000, ya estaba bien generalizada la idea de que
en la Eucaristía el signo es lo mismo que aquello que significa o señala (posición
realista). Finalmente, el Cuarto Concilio Laterano (1215) afirmó la idea de la
transubstanciación y enseñó que la sustancia del pan y del vino es cambiada en el
cuerpo y en la sangre reales de Cristo.
Aquino defendió la transubstanciación usando categorías aristotélicas, lo cual dio
lugar a nuevos énfasis y prácticas. La eucaristía se transformó en el rito máximo del
culto y hubo un aumento de devociones fuera de la liturgia. Entre estas devociones
secundarias una de las más populares fue la fiesta del Corpus Christi (cuerpo de
Cristo), en la que se veneraba a la hostia consagrada. Los laicos quedaron excluidos de
la participación del vino, para evitar que derramaran el vino transubstanciado en la
sangre de Cristo. También empezaron a celebrarse misas (sacrificios eucarísticos) por
los muertos y misas privadas.
En Oriente, ya desde el siglo IV se sostenía que Cristo se hacía presente en los
elementos sacramentales durante la oración conocida como la Invocación. Se oraba
para que el Espíritu Santo descendiera y efectuara el cambio de los elementos
consagrados. En Occidente se creía que la consagración de los elementos ocurría
cuando se pronunciaban las palabras de Jesús: “esto es mi cuerpo … éste es el nuevo
pacto en mi sangre.” En Oriente la acción consagratoria era la epiklesis u oración
invocando al Espíritu Santo. Esta oración central era recitada como un susurro por el
sacerdote, lo cual acentuaba el misterio del acto pero también alienaba a la gente de la
participación en el mismo.
La presencia real de Cristo hacía de la Cena tanto un sacrificio como un acto de
comunión. En Oriente se enfatizaba el aspecto de la comunión según la cual la Cena
era un misterio vivificador, por el cual el participante recibía el cuerpo y la sangre
transformadores del Señor, y de ese modo participaba de la naturaleza divina. En
Occidente, donde se afirmaba que la salvación venía a través de una correcta relación
con Dios a través de un sacrificio, se concebía a la Eucaristía como un drama en el que
el sacerdote, detrás de un velo, ofrecía un sacrificio a Dios y apelaba a él para que se
mostrara misericordioso hacia aquellos por quienes se ofrecía tal sacrificio.
Hubo controversias entre el Este y el Oeste en cuanto a la práctica de la
Eucaristía. En Occidente se generalizó la práctica de usar pan sin levadura (azymes) y
desde el siglo VIII en adelante se usaron hostias para la comunión. En Oriente, por el
contrario, se utilizó pan común. El Cuarto Concilio Laterano (1215) estipuló que todos
los cristianos debían comulgar por lo menos una vez al año, y especialmente para
Pascua. Para los siglos XI y XII la misa era exclusivamente una ceremonia sacerdotal
en la que las personas participaban como espectadores pasivos. Además, al ser llevada
a cabo en latín y con el sacerdote de espaldas a la congregación, era ininteligible para
la mayor parte de las personas.

EL PROBLEMA MISIONOLÓGICO
Misión y monasticismo
A diferencia de sus antecesores orientales, los monjes occidentales no sólo se
dedicaron a la vida contemplativa y de separación del mundo, sino que se
transformaron en la fuerza misionera más importante, especialmente durante la
temprana Edad Media. Desde el siglo VI en adelante, la mayoría de los misioneros de
la Iglesia Romana y de la Iglesia Griega eran hombres y mujeres que habían hecho
votos monásticos. Entre los primeros, los monjes irlandeses ocuparon un lugar muy
particular. Eran hombres de un buen nivel de educación y de gran celo religioso, que
orientaron su vocación hacia la tarea misionera y fueron así pioneros en la conversión
de los paganos anglosajones y en sus intentos por reformar la Iglesia en Galia. La
estructura no jerárquica de sus monasterios, donde el abad no tenía autoridad sobre los
monjes, sino que éstos eran libres para ir y venir como les parecía bien, favoreció el
desarrollo de sus aventuras misioneras. Norman E. Cantor señala, además, que “los
misioneros celtas que comenzaron la conversión del norte de Inglaterra a fines del
siglo VI y principios del VII trajeron con ellos su profunda erudición, y las escuelas
anglo-sajonas de los siglos VII y VIII se debieron en parte a las contribuciones de la
erudición irlandesa.”36
En el caso de los benedictinos, con el tiempo se tornaron más elitistas y sus
cuadros estuvieron integrados mayormente por personas pertenecientes a la nobleza.
No obstante, si bien la mayoría de los monjes permaneció en sus monasterios y sujetos
a sus votos, en el siglo VIII los monjes benedictinos más capaces dejaron con
frecuencia sus comunidades para dedicarse a la obra misionera. De este modo, el
monasticismo de Benito de Nursia, que había sido pensado como una forma de huir del
mundo civilizado para dedicarse a una vida contemplativa, se transformó en la
temprana Edad Media no sólo en una parte integral de la sociedad sino también en una
fuerza salvadora de primera importancia en la civilización caótica que siguió a las
invasiones germanas.
Fue especialmente en el continente europeo que los monjes jugaron un papel
importante en la conversión de numerosos pueblos paganos. A fines de la última
década del siglo VII, monjes anglosajones comenzaron a misionar entre los frisios
paganos de los Países Bajos. Muy pronto estos misioneros tomaron contacto con los
carolingios, la nueva familia dominante en Francia. Bajo la dirección de Pipino el
Breve, se transformaron en la vanguardia de la expansión de los francos al norte del río
Rin.
Norman E. Cantor: “La actitud de simpatía de los carolingios hacia los
misioneros anglo-sajones estuvo motivada por su deseo de aparecer como
amigos de la Iglesia, cuyo apoyo moral podía ser especialmente útil en vista
de su propio dudoso derecho legal a dominar la monarquía francesa, y en
razón de que creían que la cristianización de las tribus germánicas de la
frontera haría más fácil su absorción efectiva a la monarquía franca.”37
En este proceso, algunos misioneros, como Bonifacio, jugaron un papel
fundamental, ya que fueron los gestores de la primera Europa. Bonifacio no sólo fue el
apóstol de Alemania, sino también el reformador de la Iglesia franca y el principal
gestor de la alianza entre el papado y la dinastía carolingia. Sus labores misioneras en
Alemania fueron de gran trascendencia, ya que colocó bajo la civilización cristiana
latina a un amplio territorio de Europa occidental y echó los cimientos de la Iglesia
alemana, que ya en el siglo X se destacó por la intensa calidad de su religiosidad. El
profundo espíritu misionero de los monjes anglosajones de la temprana Edad Media
está bien ilustrado por una carta que Bonifacio dirigió a todos los obispos y clero de la
Iglesia en Inglaterra, solicitando su asistencia en la labor misionera que estaba
llevando a cabo.
Bonifacio: “Humildemente les rogamos … que la palabra de Dios pueda
avanzar y ser glorificada. Les encarecemos que estén alertas en la oración
para que Dios … pueda volver los corazones de los sajones paganos a la fe
católica … y reunirlos entre los hijos de la Madre Iglesia. Tengan compasión
por ellos, porque ellos mismos están diciendo ahora: ‘Todos nosotros somos
de una sola sangre y hueso con ustedes.’ … Además, que sea notorio a
ustedes que al hacer esta apelación cuento con la aprobación, la conformidad
y la bendición de dos pontífices de la Sede Apostólica.”38
Las labores misioneras de estos monjes benedictinos y sus esfuerzos por
cristianizar el occidente europeo pusieron en movimiento un complejo de ideas e
instituciones que llegaron a configurar la civilización de la primera Europa. Por cierto
que este mundo de tensiones, ambigüedades, logros y desengaños estaba bastante más
allá de los ideales puros y simples y de las expectativas misionológicas de los
misioneros anglo-sajones.
Misión y expansionismo
Una constante de los grandes emprendimientos misioneros de todos los tiempos
es que los misioneros acompañan a los ejércitos y mercaderes de los poderes
dominantes, en el proceso de su expansión territorial. En la historia del cristianismo, la
expansión del poder carolingio durante el siglo IX fue clave para determinar el éxito de
la empresa misionera en Europa occidental. En la conversión de los pueblos paganos al
norte del río Rin dos factores se asociaron de manera estrecha: el celo misionero de los
monjes anglo-sajones y la fuerza militar de la dinastía carolingia.
Evangelización belicosa. Durante el período carolingio, la expansión del
cristianismo estuvo ligada directamente a la expansión territorial de los francos. Esto
se vio claramente en la evangelización del norte de Europa y especialmente de Europa
central. Los francos querían crear una estructura social y cultural que fuese cristiana
por definición. El resultado de tremenda empresa fue un maravilloso sentido de unidad
y coherencia bajo el signo de la cruz. Esto le dio a Europa occidental un gran
dinamismo cultural, pero implicó cierto grado de intolerancia doctrinaria, litúrgica, y
en el fondo cultural y social, lo cual no hizo posible el desarrollo de una Iglesia
auténticamente ecuménica. Por lo menos, una Iglesia que combinara lo mejor de las
tradiciones cristianas de Oriente y de Occidente.
Paul Johnson: “Se obtuvo la unidad profunda a expensas de la unidad
amplia. La penetración cristiana en todos los aspectos de la vida de
Occidente significó la creación de una estructura eclesiástica muy
organizada, disciplinada y particularista, que no podía permitirse la
concertación de un compromiso con los desvíos orientales. Más aún, el sesgo
imperioso de la Iglesia carolingia poco a poco tiñó las actitudes del papado y
rigió a la postura romana mucho después de que el propio Imperio carolingio
desapareciera. Durante los siglos X y XI Roma utilizó, en sus
enfrentamientos con Constantinopla, argumentos que habían sido concebidos
por la corte franca en los siglos VIII y IX, y a los que en ese momento
aquélla se había opuesto, o bien había intentado moderar.”39
La importancia de la violencia como método misionológico fue un rasgo
especialmente acentuado en Occidente. Los cristianos orientales tendieron a seguir las
enseñanzas de Basilio de Cesarea, para quien la guerra era una práctica vergonzosa.
Ésta había sido la actitud de la tradición cristiana original. Pero en Occidente se
siguieron las enseñanzas de Agustín de Hipona, para quien la guerra era “justa” si era
la voluntad de Dios. De allí que cuando Urbano II predicara la primera Cruzada lo hizo
al grito de: “¡Dios lo quiere!” Por otro lado, el uso de la fuerza era meritorio cuando se
lo orientaba contra los que afirmaban o sostenían otras creencias religiosas o ninguna.
Las Cruzadas se transformaron así, probablemente, en la empresa más monumental de
evangelización belicosa emprendida por la cristiandad occidental.
Cuatro factores confluyeron en el desarrollo de las Cruzadas militares. El primero
fue el desarrollo de la Reconquista española, que estuvo cargada de un profundo
contenido espiritual y de fanatismo religioso. El segundo fue el temple violento de los
pueblos germánicos, especialmente los francos y más tarde los anglosajones, siempre
afectos al uso de las armas. El tercero fue el peso de la tradición histórica, ya que los
francos, desde los días de Carlomagno, habían asumido el derecho y el deber de
proteger los lugares santos de Jerusalén y a los peregrinos occidentales que los
visitaban. Y, el cuarto fue la idea de unir la expansión territorial a expensas de los
infieles con la práctica de la peregrinación religiosa masiva y armada a Tierra Santa.
Paul Johnson: “La idea de que Europa era una entidad cristiana, que había
adquirido ciertos derechos inherentes sobre el resto del mundo a causa de su
fe y de su deber de extenderla, armonizaba perfectamente con la necesidad
de hallar una salida tanto a su afición a la violencia como al exceso de su
población.… Por consiguiente, las Cruzadas fueron hasta cierto punto un
extraño episodio a medio camino entre los movimientos tribales de los siglos
IV y V y la migración transatlántica masiva de los pobres en el siglo XIX.”40
No obstante, las Cruzadas fueron un derroche de violencia, pero
misionológicamente fueron nulas. Los cristianos occidentales gobernaron a la
población conquistada como una elite colonialista. No se realizó ningún esfuerzo por
convertir a los musulmanes y los ataques contra Constantinopla debilitaron
radicalmente a la cristiandad bizantina. Sin embargo, el espíritu de cruzada caracterizó
la mayor parte de los esfuerzos evangelísticos y misioneros de la alta y baja Edad
Media. En muchos casos, no se podía entender de qué otra manera podía predicarse el
evangelio que no fuese a punta de espada. Las excepciones a esta estrategia bélica
fueron Francisco de Asís y Raimundo Lulio, en sus intentos por llegar a los
musulmanes con el evangelio.
Paul Johnson: “Un aspecto que seguramente debe parecer extraño al
historiador es que ni la cristiandad occidental ni la oriental crearon órdenes
misioneras. Hasta el siglo XVI el entusiasmo cristiano, que adoptó tantas
otras formas, nunca se orientó institucionalmente por este canal. La
cristiandad continuó siendo una religión universalista. Pero su espíritu
propagandístico se expresó durante la Edad Media en distintas formas de
violencia. Las cruzadas no fueron iniciativas misioneras sino guerras de
conquista y experimentos primitivos de colonización; las únicas instituciones
cristianas específicas que ellas originaron, las tres órdenes caballerescas,
fueron cuerpos militares.”41
Evangelización urbana. La decadencia del feudalismo y el restablecimiento del
poder real significaron un cambio en la comprensión de la misión cristiana. El régimen
feudal había provocado la desintegración política y territorial de Europa en pequeños
Estados, gobernados por señores representantes de la nobleza. Pero a fines del siglo
XIII, el feudalismo comenzó a declinar en Francia e Italia y si bien el sistema se
prolongó por más tiempo en Alemania e Inglaterra, hacia el año 1500 ya se había
extinguido totalmente en Europa occidental.
CUADRO 13 - CAUSAS DE LA DECADENCIA DEL FEUDALISMO

La decadencia del feudalismo y el surgimiento de una burguesía urbana


favorecieron la progresiva consolidación del poder real y el surgimiento del concepto
de Estado o Nación. Los burgueses de las ciudades enfrentados con la nobleza,
apoyaron militar y económicamente a los reyes con el propósito de asegurar el orden y
la unificación política y territorial. La nobleza perdió sus privilegios mientras la
monarquía consolidaba su poder y carácter absolutista.
Ya para fines del siglo XI, el relativo aumento de la seguridad social y de la
demografía, incrementó la construcción de núcleos urbanos. Cuando desapareció el
peligro de los ataques de húngaros y de normandos, y también cesaron las guerras
entre los señores feudales, los habitantes de los lugares fortificados, en razón del
aumento de la población, abandonaron esos recintos muy estrechos y se dirigieron a las
ciudades, que fueron reconstruidas y repobladas. La relativa prosperidad de la
agricultura, con nuevos cultivos como el del arroz; el progreso de las artesanías, con la
agrupación de los patrones y los obreros en gremios; y, el resurgimiento del comercio
marítimo, como resultado de las Cruzadas, provocaron un inusitado desarrollo urbano.
En las proximidades de los castillos y de los monasterios, en los cruces de caminos
comerciales o en los puertos de mar, se agrupó la población, constituyendo las villas;
en las afueras de las arruinadas ciudades antiguas se formaron barrios o burgos y se
construyeron nuevas murallas y defensas. A los habitantes de estos núcleos urbanos
fortificados, generalmente comerciantes, artesanos y gente que no se dedicaba a
trabajos manuales, se les llamó burgueses.
Las villas y los burgos dependían al formarse de un señor feudal, pero pronto se
fueron emancipando al comprar sus libertades o conquistándoles por la fuerza. Los
reyes, por su parte, favorecieron este movimiento de emancipación de la clase media o
burguesía, en su lucha por abatir la nobleza feudal, siempre peligrosa para la autoridad
regia. Así, ayudadas por los reyes, las ciudades se convirtieron en municipios y
organizaron su propia administración, de la que se encargaba una asamblea de vecinos
que formaban el concejo o ayuntamiento, presidido por un magistrado llamado alcalde
o síndico. Según los lugares, hubo municipios libres o autónomos y otros aforados o
francos, cuya carta o fuero limitaba los derechos del señor, de quien en parte
dependían.
Los comerciantes y artesanos urbanos organizaron su trabajo tomando como base
la asociación obligatoria. Patrones y obreros se agrupaban en corporaciones o gremios,
que eran entidades de carácter religioso-profesional. Cada oficio poseía su corporación
y ningún artesano podía trabajar sin hallarse inscrito en la asociación respectiva. En su
aspecto religioso, las corporaciones eran verdaderas cofradías, pues poseían asesores
eclesiásticos, y se hallaban bajo la advocación de un santo o “patrono” espiritual. En el
día destinado a honrar al divino protector, se realizaban solemnes fiestas patronales.
Éstas consistían en desfiles y procesiones, encabezadas por los estandartes del gremio
y la imagen del santo tutelar.
En este contexto urbano, los paladines de la evangelización fueron los frailes
dominicos y franciscanos, a lo largo del siglo XIII. Su ministerio evangelizador fue
típicamente urbano y apeló notablemente a las nuevas clases sociales, que veían en su
estilo de vida sencillo y sus ideas renovadoras un contraste notable con la corrupción
del clero secular y regular. Muy pronto obtuvieron facultades sacerdotales, lo que les
permitió escuchar confesión y administrar los sacramentos, y transformarse en
dinámicos competidores de los sacerdotes parroquiales y del clero de la catedral. La
metodología evangelizadora que utilizaron fue típicamente urbana y respondió
adecuadamente a las expectativas de la mayoría de los laicos, que estaban
desencantados con la Iglesia institucional. Con el correr del tiempo, los frailes fueron
absorbidos por los ideales urbanos, adquirieron propiedades en las ciudades y se
inclinaron al estudio de la filosofía y de la ciencia. En el último cuarto del siglo XIII,
profesores franciscanos dominaban la Universidad de Oxford mientras que sus pares
dominicos hacían lo propio en París.
Misión y sincretismo
Con el ingreso masivo de los bárbaros al ámbito del Imperio Romano se inició un
proceso de sincretismo religioso de gran envergadura. Este proceso se modeló con el
aporte de dos fuentes principales: la tradición pagana, que nunca había desaparecido
del todo, y la tradición germánica, que de algún modo perduró al no haber habido una
adecuada evangelización sino una mera cristianización superficial. Sobre este sustrato
fundamental, durante la temprana Edad Media, en la Europa germanizada hubo una
profunda penetración de los elementos culturales orientales, que dejarían su rastro a lo
largo de todo el medioevo. La Iglesia cristianizó y dio expresión a todas estas
influencias a través de sus creencias y ritos.
Además, si bien nunca se abandonó un cierto sentido de naturalismo frente a una
naturaleza que se presentaba misteriosa y desconocida, predominó el acercamiento
fantástico y mágico a la realidad. La doctrina y la práctica cristianas durante la Edad
Media se construyeron con estas concepciones combinadas de mundo y trasmundo, lo
cual terminó en diversas manifestaciones de sincretismo. Las supersticiones populares
y el sincretismo religioso afectaron notablemente el carácter y la estrategia misionera.
José Luis Romero: “El afán de introducir a los pueblos paganos dentro del
ámbito de la iglesia movía a utilizar—fuera de la coacción, usada muchas
veces—procedimientos catequísticos que, siendo sin duda muy hábiles,
conducían a resultados inmediatos muy diversos de los esperados. La
superposición de las fiestas cristianas sobre antiguas y tradicionales fiestas
paganas, la asimilación de los milagros a los viejos prodigios, la explicación
grosera de ciertas ideas abstractas inaccesibles, todo ello debía contribuir a
perpetuar cierta concepción naturalística por debajo de una aparente
adhesión a la concepción cristiana. El signo de esa perpetuación fue la
multitud de supersticiones que la Iglesia creyó necesario combatir y el
peligroso culto a las imágenes, en el que desembocaba cada cierto tiempo el
antiguo politeísmo. En los campos sobre todo, las supersticiones se
manifestaban vigorosas, y constituía toda una preocupación de la Iglesia el
combatirlas.”42
El proceso de sincretismo continuó a lo largo de toda la Edad Media. El legado
del paganismo teutónico, celta e incluso grecorromano no desapareció nunca. De una u
otra manera es posible detectar sus raíces en la enorme difusión de la magia, la
profusión de lo milagroso, la veneración de las reliquias y el culto a los santos. Con las
Cruzadas, el proceso de sincretismo religioso alcanzó niveles asombrosos. Los
cruzados trajeron de Oriente todo tipo de ideas y objetos, creencias y prácticas, que
fueron reciclados en Occidente dando lugar a las más diversas manifestaciones de
religiosidad popular.
Paul Johnson: “… es indudable que los cruzados que retornaban traían
consigo la herejía. El dualismo de los bogomilos de los Balcanes, que tenían
vínculos que se remontaban a los gnósticos, llegó a Italia y la Renania a
principios del siglo XII y de ahí se extendió a Francia. Una vez que los viajes
de larga distancia se convirtieron en hechos rutinarios, fue inevitable que se
difundiesen diferentes herejías, y las cruzadas suministraron medios de
comunicación precisamente al tipo de gente que tomaba en serio las ideas
religiosas y que emocionalmente era propensa a adoptar posturas
heréticas.”43
A su vez, en Europa occidental la antigüedad grecorromana continuó
manifestándose especialmente en las formas plásticas y arquitectónicas. La literatura
clásica fue estudiada en las universidades bajo la aprobación y protección de la Iglesia.
Los poetas latinos paganos eran altamente estimados y tenidos como autoridades en
materia moral y espiritual. De hecho, Dante era un gran admirador de Virgilio y varios
papas renacentistas se ocuparon más por resucitar la antigüedad grecorromana que por
resucitar a la Iglesia que en sus días estaba moribunda.
En la alta Edad Media se dio una forma sofisticada de sincretismo con el impacto
que la filosofía griega pagana tuvo sobre la formulación del pensamiento cristiano
escolástico. Las obras de Platón y los escritos de Dionisio el Areopagita, un autor
cristiano neoplatónico, influyeron notablemente sobre los místicos y pensadores
medievales. El avivamiento de los estudios de Aristóteles y de Averroes, su intérprete
árabe, durante los siglos XII y XIII marcó profundamente la formulación dogmática de
la fe cristiana. El islamismo tuvo también su influencia notable en la formulación del
pensamiento cristiano. En buena medida, el escepticismo materialista de muchos
pensadores cristianos del siglo XIII resultó de su estudio de la filosofía musulmana.
Filósofos como Avicena (979–1037) y Averroes (1126–1198) fueron estudiados por
los escolásticos cristianos y afectados por su pensamiento aristotélico. En un grado
menor, los judíos, que estaban esparcidos por toda Europa, también ejercieron su
influencia sobre la cosmovisión cristiana, especialmente a través de los escritos de
Maimónides (1135–1204), destacado seguidor de la filosofía de Aristóteles.

EL PROBLEMA APOLOGÉTICO
Las herejías
Uno de los problemas que más agobió a la Iglesia en Occidente durante la alta
Edad Media fue el problema de la herejía. Al finalizar el siglo XII, la Iglesia debió
hacer frente a diversos movimientos de disidencia y renovación, e incluso grupos
heréticos, que representaban una reacción contra el estado calamitoso del clero y los
abusos del papado. Algunos de estos movimientos procuraban la recuperación de un
cristianismo más bíblico y semejante al de los primeros siglos. Los más importantes de
estos movimientos fueron los encabezados por los albigenses o cátaros y los valdenses.
Rodolfo Puiggrós: “Como la teología abarcaba entonces en profundidad y
extensión toda la superestructura del feudalismo y lo consideraba un régimen
estático sin tolerar competencias ni críticas, a cualquier movimiento
revolucionario se le colgaba el sambenito de hereje. Oponerse al orden social
establecido equivalía a oponerse a la Iglesia. Es cierto que las querellas entre
el trono y el altar o las rivalidades entre los señores parecían agitar nada más
que la superficie del régimen sin modificarlo, pero aun así provenían de la
ebullición de factores internos, cuya acción se prolongó en el curso de la
Edad Media, a través de un sordo y constante descontento que estallaba
convulsiva y esporádicamente sin desprenderse de su cobertura religiosa e
hizo crisis a fines del siglo XII.”44
El fin de la cultura de la alta Edad Media se vio marcado por una profunda
percepción de la crisis del orden tradicional. Las certidumbres que se habían logrado
en este período comenzaron a hacer agua y el naturalismo encontró vías de desarrollo.
No obstante, hubo una exaltación del sentimiento religioso, que tendió a apartar a
muchos de las vías cada vez más racionales que adoptaba la teología oficial. Como
indica José Luis Romero: “En el campo de las creencias populares, aparecieron
numerosas herejías cuyo signo era el retorno a la verdad simple y pura del evangelio,
con prescindencia de todo el vasto aparato de saber intelectual que la escolástica había
construido, y con prescindencia también del vasto aparato de poder que la Iglesia
significaba y que había adquirido una desmesurada importancia a lo largo del duelo
sostenido por el papado y el imperio.”45
Movimientos. Los cátaros (puros) representaron la herejía más difundida de todas
las herejías medievales. El nombre de cátaros se utilizó por primera vez en el Concilio
de Tours (1163). También recibieron el nombre de albigenses. Este nombre se debió a
que la primera diócesis cátara se constituyó en la ciudad de Albi, en el sur de Francia.
Los cátaros predicaban la abstinencia de todo lo que suponían impuro, como una
reacción a la laxitud moral del clero, especialmente los monjes. La doctrina de los
cátaros tenía cierta inspiración oriental ya que admitía la existencia de dos principios:
el bien y el mal. Al primero pertenecía el alma y al segundo el cuerpo. Para defender el
alma, creada por Dios, era preciso destruir el cuerpo, símbolo de impureza. En base a
esto, algunos cátaros recomendaban el suicidio y condenaban el matrimonio. Los
cátaros creían en la trasmigración del alma, la que luego de abandonar el cuerpo solía
pasar al de un animal. Por eso se abstenían de matar animales y no consumían carne, ni
leche ni huevos. No admitían más sacramentos que la penitencia y el bautismo.
Estos movimientos de alguna manera estaban relacionados con los bogomilas
(amigos de Dios) de Bulgaria y Siria. Éstos fueron conocidos con distintos nombres
por toda Europa: umiliatos (humillados) en Italia, ketzer (herejes) en Alemania,
strigolniki (pelos cortos) en Rusia. La confusión acerca de los nombres revela cierta
confusión respecto a las ideas, pero en esencia todas estas herejías eran iguales.
Apuntaban a reemplazar al clero corrupto por una elite perfecta. Repudiaban a la
Iglesia institucional y querían restaurar un cristianismo similar al del Nuevo
Testamento. Algunos de ellos no reconocían otra autoridad que la que recibían
directamente del Espíritu, y rechazaban a la Iglesia, la Biblia y la encarnación de
Cristo, y eran marcadamente dualistas o maniqueos.
Los valdenses, también llamados “pobres de Lión,” tuvieron como inspirador
como vimos a Pedro Valdo, un rico comerciante de esa ciudad, que orientó su
ministerio a partir de una actitud ascética y repartió sus bienes entre los pobres. Valdo
adquirió notoriedad por su predicación pública del evangelio y su rechazo del
ministerio sacerdotal, afirmando que no hacía falta ninguna mediación humana o
institucional para obtener la salvación. También rechazó la eucaristía y prohibió el
culto a los santos como idolatría.
El primer canon del Cuarto Concilio Laterano (1215) contenía un credo
formulado cuidadosamente para expresar las diferencias que existían entre el
cristianismo latino y las creencias de los valdenses y albigenses. El Concilio condenó a
estas herejías y ordenó el castigo de todos los herejes que no se arrepintieran. Esto
mostró la nueva importancia del problema de la herejía a comienzos del siglo XIII. Por
primera vez desde la supresión del arrianismo, la fe ortodoxa se confrontaba con un
serio rival en Occidente. Había habido herejías menores en la temprana Edad Media e
incluso más tarde, pero generalmente fueron el resultado de pequeñas controversias
teológicas y más tarde de argumentos escolásticos, y en la mayor parte de los casos
casi no habían encontrado apoyo popular. Incluso un maestro tan bien conocido como
Abelardo no había causado un peligro real para la Iglesia cuando cayó en herejía
(según se lo acusaba). Una vez que sus errores fueron expuestos, él y sus seguidores
renunciaron a ellos uno por uno y el problema se terminó. Pero las nuevas herejías de
fines del siglo XII eran populares, no académicas; los herejes contaban con el apoyo de
miles de personas fuera del clero, y no podían ser eliminados simplemente usando
argumentos teológicos. La Iglesia tenía que encontrar métodos nuevos para combatir la
herejía y se tomó algún tiempo para hacerlo.
Bajo el pontificado de Inocencio III, la Iglesia reprimió con mano dura a los
movimientos heréticos, y para ello utilizó distintos recursos que variaron desde la
prédica hasta la excomunión. Como los herejes y disidentes persistieron en su actitud,
el Papa organizó una Cruzada que reunió gran número de señores franceses y
alemanes. Al mando del conde Simón de Montfort (m. 1218), la campaña duró unos
veinte años (1209–1229) y se caracterizó por su extremada violencia y crueldad. Los
albigenses, al mando del conde de Tolosa y el rey Pedro II de Aragón (m. 1213),
fueron derrotados en la batalla de Muret, en el sur de Francia (1213). La sangrienta
lucha prosiguió por algunos años y terminó con el triunfo de los cruzados, que
lograron exterminar a los herejes.
A estos casos de disidencia y herejía habría que agregar las numerosas
desviaciones dogmáticas, condenadas por concilios y papas, pero limitadas a los
círculos eclesiásticos intelectualizados. Berengario de Tours desconocía la presencia
real de Cristo en la eucaristía. Amalarico de Géne (m. 1206), teólogo de París que lo
divinizaba todo, proclamó el amor libre, llamaba Anticristo al Papa y anunciaba el
comienzo del reinado del Espíritu Santo. El calabrés Joaquín de Fiore (1145–1202),
profeta del evangelio eterno, del cual la Biblia no era más que un antecedente, y de la
era del amor con nuevos apóstoles, los fraticelli, constructores de la ciudad perfecta,
logró una audiencia importante.
A fines de la Edad Media se destaca la figura de Jerónimo Savonarola (1452–
1498), un dominico de Florencia, y su lucha contra la corrupción de la Curia romana
bajo el reinado de Alejandro VI. Savonarola fue un fogoso y popular predicador, que
empezó a conmover a sus auditorios anunciando el inminente juicio de Dios, y
llamando a sus oyentes al arrepentimiento y a una vida ascética. Según él, la Iglesia
sería renovada después de un período de aflicción, los incrédulos se convertirían y el
evangelio triunfaría sobre la tierra. Bajo su liderazgo, la ciudad de Florencia se vio
conmovida por un auténtico avivamiento espiritual. Pero esto le valió la enemistad del
papa Alejandro VI, quien le prohibió continuar con su predicación. Savonarola no sólo
retomó la predicación pública, sino que denunció valientemente los males de la Iglesia
y del papado. En 1497, el Papa lo excomulgó y más tarde amenazó a Florencia con el
interdicto. Esto comenzó a colocar a la opinión popular en su contra, hasta que un
franciscano lo acusó públicamente de herejía. Finalmente, el gobierno de la ciudad
arrestó a Savonarola y lo juzgó bajo tortura, y terminó por condenarlo, ahorcarlo y
quemar su cuerpo en 1498, según directivas de Alejandro VI.
Motivos. La razón principal del debilitamiento del control de la fe ortodoxa sobre
el pueblo era el disgusto de la gente con la conducta del clero. No es que los
eclesiásticos de fines del siglo XII eran más inmorales que sus predecesores—por el
contrario, su carácter había mejorado notablemente—sino que los laicos estaban
estableciendo una pauta mucho más alta para ellos. Ya no era suficiente que un clérigo
se abstuviese del pecado abierto; debía también llevar una vida de piedad activa. La
gente en las ciudades quería más instrucción religiosa; no estaban satisfechos con
cultos sin sermones, o con sermones recitados de un libro. Los laicos se rehusaban a
reverenciar a prelados y sacerdotes que vivían en lujo y que gastaban más tiempo en
administrar sus propiedades que el que invertían en cumplir con sus deberes religiosos.
Se acusaba a la Iglesia de preocuparse más por el aumento de su ingreso que por el
aumento del pecado, por exprimir el diezmo a los pobres que por darles caridad, por
promover a clérigos corruptos al obispado que por promover a los verdaderos santos.
La gente quería que el clero dedicara su tiempo a predicar en lugar de administrar, y
reclamaban que el dinero que tenían fuese utilizado en ayudar a los pobres y no en una
vida cómoda para ellos.
Rodolfo Puiggrós: “Las herejías procedían, en general, de las clases
oprimidas y atacaban sin tapujos al orden social establecido, desde dos
puntos de vista antitéticos, que solían confundirse en uno solo, siendo difícil
diferenciar el prevaleciente: a) para destruir el feudalismo y crear algo
confusamente entrevisto, cuyas bases materiales de desarrollo comenzaban a
apuntar, y b) para restaurar una sociedad prefeudal idealizada o, en
particular, las primitivas comunidades cristianas.
Ambos tipos de rebeldía (… una mirando al futuro y otra al pasado)
derivaban de la misma causa socioeconómica: la estructura interna de los
dominios feudales adaptada a una economía de autoabastecimiento era
corroída por la introducción desde el exterior de una economía de mercado, a
través de formas precapitalistas (comercio y usura).”46
Obviamente los laicos estaban tratando de aliviar algo de sus propios sentimientos
de culpa en cuanto a la codicia y a la usura atacando la avaricia del clero, pero el
ataque no carecía de fundamentos. Este reclamo era muy difícil de confrontar porque
el papado mismo había alentado a los laicos a demandar pautas morales altas de sus
pastores. Cuando Gregorio VII y Urbano II prohibieron a los sacerdotes con esposas o
concubinas celebrar la misa, se apoyaron en las congregaciones parroquiales para ver
que esta orden se cumpliese. De esta manera, el movimiento de reforma, al enfatizar la
importancia de pautas morales altas para el clero, hizo posible el desarrollo de la
herejía. Todo eclesiástico de influencia a lo largo del siglo XII denunció las vidas
malas de algunos miembros de su orden, y los líderes heréticos atrajeron poca atención
cuando comenzaron el mismo tipo de ataque. Muchos líderes comenzaron a extraer la
conclusión final y a enseñar que el clero ordenado del la Iglesia Católica Romana era
inútil. Miles de herejes que diferían en otras cuestiones concordaron en esta
convicción, y todos ellos pueden ser agrupados como “anti-sacerdotalistas.”
Los anti-sacerdotalistas eran especialmente fuertes en las ciudades. Esto era
natural, dado que las ciudades habían jugado un papel importante en el movimiento de
reforma y estaban bien preparadas para unirse a una nueva ola de indignación moral.
También es cierto que las personas en las ciudades estaban inclinadas a ser más críticas
y menos conservadoras que los campesinos y, por lo tanto, eran fácilmente seducidas
por las nuevas doctrinas. No estaban satisfechas con los cultos regulares de la Iglesia y
querían sermones entusiastas que denunciaran el vicio y la corrupción. Si los
sacerdotes de sus parroquias fracasaban en interesarlos, ellos estaban siempre listos
para escuchar a un revivalista de ortodoxia dudosa que predicara en cualquier esquina.
Manifestaciones. El carácter gregario de la vida urbana les daba a los habitantes
de las ciudades medievales oportunidades frecuentes para la discusión, y dado que la
religión era tan importante en sus vidas, eran afectos a dedicar mucho de su tiempo a
dialogar sobre ella. Las teorías anti-sacerdotalistas se generaban fácilmente en esta
atmósfera, y se esparcían de una ciudad a otra a través de los contactos comerciales.
Como resultado de esto, para el 1200 una buena proporción de la población urbana en
Europa occidental había aceptado alguna forma de herejía, y los demás habitantes
urbanos, si bien nominalmente se decían ortodoxos, eran muy críticos del clero. Los
anti-sacerdotalistas aceptaban la fe cristiana pero rechazaban la organización y
jerarquía de la Iglesia. No obstante, un grupo de herejes más peligroso era el de
aquellos que rechazaban la fe junto con la organización y la jerarquía.
Además, los líderes de los herejes se aprovechaban del bajo nivel de educación y
moralidad del clero cristiano católico. Los heresiarcas eran hombres capaces que
llevaban vidas virtuosas y practicaban un ascetismo extremo. Su prestigio era tan
grande que los viajeros buscaban su compañía a fin de sentirse protegidos por la
reverencia que ellos inspiraban. Los católicos ortodoxos pedían ser enterrados en los
cementerios junto a los herejes, de manera que pudieran descansar entre la “buena
gente.” Muchos señores feudales protegían a los líderes de los herejes y les permitían
predicar en público. Algunos nobles abiertamente aceptaban estas nuevas formas de la
fe y muchos más las practicaban en secreto. El éxito de la herejía se debió no sólo a la
virtud de sus maestros, sino también a la simplicidad de su doctrina. En el caso de los
cátaros, los líderes (los “prefectos”) tenían que llevar vidas bien ascéticas, pero no
ponían demasiadas restricciones sobre sus seguidores. Estos últimos, si tenían fe,
podían alcanzar la salvación simplemente recibiendo el rito final (el consolamentum)
de los “perfectos” en su lecho de muerte.47
La Inquisición
La Inquisición toma su nombre de un procedimiento penal específico: la
inquisitio, no existente en el derecho romano, que se caracterizaba por la formulación
de una acusación por iniciativa directa de la autoridad, sin necesidad de instancias de
parte, es decir, de delaciones o acusaciones de testigos.
Comienzo y desarrollo. A fines del siglo XII, la Iglesia desarrolló este
procedimiento con el decreto del papa Luciano III: Ad abolendam (1184). La rápida
difusión de herejías en Europa occidental como el maniqueísmo, el valdeísmo y más
tarde el catarismo obligó a la Iglesia Romana a crear una estrategia defensiva. En 1184
se empezó a aplicar la pena de fuego para los herejes; en 1199 se añadieron otras penas
como la confiscación de bienes y se autorizó el empleo de la tortura en el
interrogatorio sobre materias de fe, incorporándose además determinadas disposiciones
sobre el secreto en las actuaciones, como la ocultación de los testigos y la eficacia
procesal.
Para evitar el resurgimiento de las herejías y consolidar la unidad de la Iglesia, el
papa Gregorio IX convocó un Concilio en Tolosa, que en 1229 creó el Tribunal de la
Inquisición o Santo Oficio. La responsabilidad de esta institución era la de combatir
toda trasgresión al dogma o al culto católico, e investigaba la conducta religiosa de las
personas, incluido el clero. Así, pues, desde 1230 el procedimiento inquisitorial se
transformó en una nueva institución eclesiástica, que se creó en Francia especialmente
para reprimir el catarismo o herejía albigense, institución controlada inicialmente por
el papa Gregorio IX.
El primer inquisidor conocido fue Roberto de Brougre, un dominico que había
sido antiguo cátaro. Concretamente, donde más éxito tuvo la Inquisición fue en el sur
de Francia, aunque no con pocas resistencias, como lo demuestra el asesinato en 1242
del dominico Guillermo Arnaud, inquisidor de Tolosa. El apogeo de esta Inquisición
tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo XIII, y las últimas ejecuciones de cátaros
fueron llevadas a cabo entre 1319 y 1321.
Procedimiento y carácter. El procedimiento empleado por el tribunal era secreto.
El acusado de herejía conservaba la libertad mientras se acumulaban pruebas en su
contra. Éstas consistían en actuaciones verbales o escritas. Para evitar venganzas, se
ocultaba el nombre del delator, aunque podía ser ajusticiado el que acusaba falsamente.
Reunidas las pruebas, el supuesto hereje era detenido, alojado en la cárcel y torturado
si no confesaba su culpa. Si el acusado insistía en su negativa o abjuraba de sus
creencias en un acto público, era absuelto. En caso contrario, el tribunal lo entregaba al
“brazo secular” o laico, que era el encargado de aplicar las sentencias, en su mayoría
multas y prisión temporal o perpetua. Los relapsos (reincidentes) y los que persistían
en su actitud de herejía, eran quemados vivos. El principio dominante en todo el
proceso era que una persona era culpable hasta tanto se demostrara que era inocente.
Las herejías medievales tuvieron un marcado carácter de revueltas populares,
pues aglutinaban a todas las clases sociales marginadas en el proceso de conquista del
poder por la burguesía urbana. La penetración de la herejía cátara en Italia supuso
también la introducción de inquisidores en Lombardía—aquí el inquisidor Pedro de
Verena fue asesinado y canonizado con el nombre de San Pedro Mártir—y en Viterbo
donde en 1273 llegaron a ejecutarse más de doscientos herejes en un día. En el siglo
XIV había tribunales inquisitoriales en Bohemia, Polonia, Portugal, Bosnia y
Alemania. Sólo los reinos latinos de Oriente, Gran Bretaña, Castilla y Escandinavia
carecían de tribunales inquisitoriales.
Progresivamente se fue multiplicando la burocracia inquisitorial y se editaron
manuales procesales, como el de Raimundo de Peñafort (siglo XIII), Bernardo Gui
(siglo XIV) y Nicolau Eymerich (siglo XV). Las categorías delictivas también se
fueron ampliando hasta incorporar otros delitos: blasfemia, bigamia y brujería. A partir
de 1438 se descubrieron sabbats (aquelarres) en los Alpes, con lo que se desató la caza
de brujas.48

MIRADA RETROSPECTIVA Y PROSPECTIVA


Cuando se mira hacia atrás, a los diez siglos que hemos estado considerando en
este libro, el panorama que se percibe es sumamente diverso y da lugar a las más
variadas interpretaciones y evaluaciones. La imagen generalizada y popular de los
tiempos medievales como un período oscuro de la historia debe ser corregida. Por lo
menos, no fue totalmente así cuando consideramos el desarrollo del testimonio
cristiano a lo largo de estos siglos. Es cierto que la invasión de los pueblos germánicos
y posteriormente las invasiones árabes, de los normandos y de otros pueblos de Europa
del norte y del este afectaron el desarrollo de la cristiandad en el Oeste. También es
cierto que los avances de los turcos selyúcidas, los mongoles, los tártaros de Timur y
los turcos otomanos frenaron múltiples posibilidades para la cristiandad en el Este. No
obstante, ambas cristiandades lograron de algún modo sobrevivir a estas crisis,
ajustarse a nuevos contextos e intentar nuevos desarrollos. Lo mismo puede decirse de
la depresión que siguió al Imperio Carolingio, el siglo de la Iglesia de hierro (siglo X)
y los fracasos de las Cruzadas.
Si bien éstas y otras instancias pueden ser consideradas como momentos
“oscuros” en la historia del testimonio cristiano medieval, ellos tienen que ser
balanceados con otros momentos luminosos de tal historia. El surgimiento del
movimiento monástico en la temprana Edad Media, las cumbres alcanzadas por el
desarrollo teológico, artístico y literario de los siglos XII y XIII, la permanente
expansión misionera y la incorporación de numerosos pueblos no alcanzados al seno
de la cristiandad, y el desarrollo de la piedad mística son algunos de los elementos
positivos que deben ayudarnos a mantener tal balance. En definitiva, más allá de la
conclusión a la que lleguemos en la evaluación final de la Edad Media, siempre será
mejor elaborarla en base a sus logros y contribuciones más perdurables y positivas y
no en base a las expresiones más oscuras y negativas.
Además, en cualquier evaluación histórica es importante tener presente la
cosmovisión y valores prevalecientes en el período analizado. Considerar a la
cristiandad medieval con las presuposiciones del presente puede afectar la objetividad
de nuestro juicio, forzarnos a cometer injusticia en nuestras conclusiones sobre el
pasado o distorsionar lo que realmente ocurrió o cómo pensaban y sentían los agentes
históricos. En esto es bueno aplicar la regla enseñada por Jesús: “Tal como juzguen se
les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes” (Mt. 7:2).
El testimonio cristiano durante el período medieval no fue ni bueno ni malo, ni
glorioso ni perverso. Como en cualquier otro momento de la historia de la humanidad,
el balance final nos deja luces y sombras, grandes logros y aberrantes conductas. De
todos modos, fueron estas “vasijas de barro” con todas las limitaciones propias de la
naturaleza humana pecadora, las que preservaron y transmitieron el testimonio de la fe
en Cristo, de la que nosotros somos herederos y responsables hoy.
No obstante, la situación de toda la cristiandad hacia fines de la Edad Media era
alarmante. El panorama de la cristiandad al llegar al final de los tiempos medievales no
podía ser más desolador. Los papas renacentistas lograron decorar San Pedro con todo
tipo de obras magníficas, expresión acabada de su riqueza y poder mundano. Pero la
Iglesia en Occidente estaba pasando su peor hora en términos morales y espirituales.
En el Este la situación de la Iglesia no era mejor. Con la caída de Constantinopla en
manos de los turcos otomanos desapareció el Imperio Bizantino, que había sido el
poder que había promovido, sostenido y dominado a la cristiandad oriental.
En Roma, el cuadro era lamentable. La ciudad había perdido su posición como
centro del mundo europeo y no era más que otro poder en competencia con el creciente
nacionalismo y apetencias de poder absoluto de otros Estados en Europa occidental. La
Iglesia y el papado habían perdido totalmente su camino y no había indicaciones de
que fueran a encontrarlo de alguna manera. El gran humanista Erasmo de Rotterdam
criticaba y satirizaba las enormes contradicciones en que habían caído los papas. En su
obra Julius exclusus (1517), escrita en forma de un diálogo, presentaba al papa Julio II
como llegando a las puertas del Cielo después de su muerte y no pudiendo
atravesarlas. En respuesta a la demanda de Julio de que Pedro lo reconociera como
Vicario de Cristo y lo dejara entrar, Erasmo pone en labios del apóstol las siguientes
palabras:
“Veo al hombre que quiere ser considerado como segundo respecto a Cristo
y, de hecho igual a él, sumergido de lejos en la más sucia de todas las cosas:
dinero, poder, ejércitos, guerras, alianzas—para no decir nada en este punto
acerca de sus vicios. Pero además, si bien tú estás tan alejado de Cristo como
te resulta posible, no obstante usas mal el nombre de Cristo para tus propios
propósitos arrogantes; y bajo el pretexto de Aquel que despreció el mundo,
juegas el papel de un tirano del mundo; y si bien eres un verdadero enemigo
de Cristo, te apropias del honor que le es debido a él. Tú bendices a otros,
siendo tú mismo maldito; a otros les abres los Cielos, los cuales te están
totalmente cerrados y de los que estás muy lejos; tú consagras y estás
execrado; tú excomulgas cuando no tienes comunión con los santos.”49
Hacia el año 1500, la cuestión no era si la iglesia necesitaba o no de una Reforma,
sino cuándo esta reforma iba a tener lugar y quién la iba a llevar a cabo. El sucesor de
Julio II fue un hijo de la famosa familia política y banquera de los Medici. Subió al
trono papal con el nombre de León X (1513–1521) y fue Papa durante los primeros
años de la Reforma. Las palabras con las que se dice inauguró su pontificado indican
cuán poco preparado estaba para responder al clamor generalizado por una reforma de
la Iglesia Romana: “Ahora que Dios nos ha dado el papado, vamos a disfrutarlo.”
Hacia el año 1500 en Europa occidental todos sentían que se estaba llegando al
fin de una era. Muchos creían que se encontraban transitando el atardecer de un mundo
moribundo y se estaban introduciendo en el amanecer de un mundo nuevo. La
ignorancia y la superstición que habían prevalecido por mil años parecían estar
desapareciendo poco a poco. El surgimiento del humanismo y especialmente el
desarrollo del Renacimiento estaban cambiando la manera de pensar y ver la realidad.
El papado mismo, que había promovido algunos de estos desarrollos, fue absorbido
casi totalmente por los nuevos movimientos y su espíritu mundano y secular. Nunca
más en la historia subsiguiente sería igual y en la primera mitad del siglo XVI
experimentaría cambios sustanciales, que ayudarían a la Iglesia a sobrevivir y
proyectarse hacia delante, a pesar de la seria división del ese siglo.
Hacia el año 1500, la cristiandad europea estaba lista para una Reforma y los
agentes históricos de este evento fundamental ya estaban listos para actuar.
GLOSARIO

advocación: título que se da en la Iglesia Católica Romana a un templo, capilla, altar o


imagen particular, cuando están consagrados a la Virgen María o a un santo particular,
como Nuestra Señora de los Dolores, Virgen del Pilar, etc.
averroísmo: doctrina que enseñaba que el alma humana era mortal o, más
específicamente, que todas las almas humanas son parte de una única alma-sustancia
de la cual los individuos surgen al nacer y a la cual regresan al morir. El nombre
proviene de Ibn Rushd Averroes (1126–1198), árabe, erudito jurista de Córdoba,
España, que sostenía ideas aristotélicas.
calendario eclesiástico: o calendario litúrgico, se complicó durante la Edad Media al
llenarse todos los días con festividades de los santos, a veces legendarios y más de uno
por día. Otro desarrollo medieval fue tener festivales o días dedicados para ciertas
doctrinas medievales como el día de Todos los Santos (Purgatorio) y el día de Corpus
Christi (transubstanciación).
casuística: sistema de teología moral que considera plenamente las circunstancias e
intenciones de los penitentes y formula reglas para casos particulares.
cátaro: relativo a la herejía dualista de la Edad Media que consideraba intrínsecamente
malos la carne y el mundo de los fenómenos físicos. Hereje de esta secta. Esta herejía
se extendió desde mediados del siglo XII, sobre todo por el sur de Francia, donde se
les denominaba albigenses. Los cátaros pretendían una pureza absoluta de costumbres
y contaban además con una auténtica organización eclesiástica.
catecúmeno: convertido al cristianismo que está preparándose para el bautismo. En la
temprana Edad Media, esta preparación era muy breve, se hacía durante la Cuaresma e
incluía oración, ayuno, exorcismo y aprendizaje del Credo. Con el incremento del
bautismo de infantes, esta preparación desapareció o quedó reducida a un rito breve a
cumplirse en la puerta del templo, antes del bautismo del niño, generalmente el día de
Pascua.
clericalismo: influencia del clero en la vida política y social. Es la búsqueda de poder,
especialmente de poder político y social, por parte de la jerarquía religiosa, llevada a
cabo con métodos seculares y con propósitos de control social. Abarca todo lo que
lleva al establecimiento de un despotismo espiritual ejercido por una casta sacerdotal.
Promueve los intereses exclusivos del clero a expensas de los laicos o creyentes que no
forman parte del clero.
escrutinios: examen formal de los catecúmenos antes de su bautismo. Incluía tres
“escrutinios”: una homilía, oraciones y la imposición de manos después de la lectura
del Evangelio durante la Eucaristía en ciertos domingos de la Cuaresma. La palabra se
usaba también para el examen de candidatos a las órdenes sagradas.
hijo segundón: hijo segundo de la casa o familia o cualquier hijo que no fuese el
primogénito. En consecuencia, designaba a alguien que no heredaba las tierras
señoriales ni el título de nobleza y los privilegios que lo acompañaban. Generalmente
se dedicaban a las artes liberales o ingresaban al clero.
hostia: del latín hostia, víctima. En el antiguo Israel se refería al animal inmolado en
sacrificio a Dios. En la liturgia católica es el pan eucarístico sin levadura, que se cree
se convierte literalmente en la sustancia del cuerpo de Cristo con la consagración y que
es ofrecido en el sacrificio incruento de la misa. Consiste en una oblea blanca que es
consagrada por el sacerdote y tragada sin masticar por el comulgante.
libro penitencial: tratado que establecía las penitencias o actos de satisfacción por los
diversos pecados, que el penitente debía realizar después de arrepentirse y confesar sus
faltas a un sacerdote. De forma semejante, era la parte de una regla monástica que
prescribía las penitencias debidas por las diversas faltas o transgresiones contra la
disciplina monástica.
limbo: de una palabra teutónica que significa el ruedo o borde de una vestidura; por
extensión: el borde del Infierno. El limbus infantum es el lugar ubicado entre el Cielo y
el Infierno, al cual son enviados a su muerte los niños no bautizados y que, en
consecuencia, no han sido limpiados del pecado original. Implica la pena de daño
(privación de la visión de Dios), pero no pena de sentido (sufrimiento físico). Hay una
segunda sección en el limbo donde moran los justos del Antiguo Testamento muertos
antes de la encarnación del Hijo de Dios.
martirologio: historia o lista oficial de mártires cristianos. Originalmente era un
calendario que nombraba al mártir, el lugar de su martirio y la fecha de la festividad
del santo. Los martirologios “históricos” posteriores, como el de Usuardo (m. 875) o el
de Ado de Vienne (m. 875) agregaron historias de fuentes de diverso valor.
naturalismo: concepto del mundo y de la relación del ser humano con el mismo en el
que sólo se admite o asume la operación de leyes y fuerzas naturales (en oposición a lo
sobrenatural o espiritual). También se refiere al concepto que los principios morales
pueden ser analizados en términos de conceptos aplicables a los fenómenos naturales.
necromancia: el pretendido arte de revelar eventos futuros y otras cosas mediante la
comunicación con los muertos. Por extensión, designa el uso de la magia,
encantamientos y conjuros.
órdenes: los diversos grados del ministerio cristiano, es decir, los órdenes menores: de
acólito, lector, exorcista y hostiario; y los tres órdenes mayores: de subdiácono,
diácono y sacerdote.
órdenes menores: los cuatro primeros órdenes a los que puede ser ordenada una
persona, es decir, el de acólito, el de lector, el de exorcista y el de hostiario, en
oposición a los tres órdenes mayores: el de subdiácono, el de diácono y el de
sacerdote. En el derecho canónico medieval, el celibato sólo era requerido para los
órdenes mayores.
papado: si bien el término denota estrictamente el oficio del Papa, el obispo de Roma,
comúnmente se refiere al sistema de gobierno centralizado de la Iglesia ejercido por él,
junto con la pretensión de que tiene por designación o voluntad divina autoridad
universal sobre toda la cristiandad.
Purgatorio: según la Iglesia Católica Apostólica Romana, estado de sufrimiento
después de la muerte en el que las almas de aquellos que han muerto en pecado venial,
y/o de aquellos que todavía deben alguna deuda de castigo temporal por pecados
mortales, son limpiados (purgados) para poder entrar al Cielo.
sacerdotalismo: sistema religioso en el que el sacerdocio ocupa un lugar esencial
como mediador entre los seres humanos y Dios. El término señala también al espíritu,
método o carácter de tal sistema. Generalmente se usa el término en un sentido
peyorativo para denotar la exaltación de una clase sacerdotal a expensas de los valores
espirituales y la participación responsable de todos los creyentes en la vida religiosa.
sacramento: palabra latina empleada para describir el juramento de fidelidad que
prestaban los soldados romanos. En la versión latina del Nuevo Testamento se utilizó
para traducir el vocablo griego mysterion. Según Agustín es “un signo exterior y
visible de una gracia interior y espiritual,” obrado por la gracia de Dios en el creyente.
Es un signo o dramatizacion, que resulta en un efecto más poderoso que las palabras.
sacramentales: objetos y acciones a los que, en imitación de los sacramentos, se les
reconoce algún tipo de poder o virtud para obtener por medio de su aplicación o uso,
efectos o beneficios espirituales. Son tenidos por signos sagrados, creados según el
modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se significan efectos, sobre todo
en el carácter espiritual que se obtiene por la intervención de la Iglesia. Son
bendecidos por ella y deben ser utilizados conforme con las pautas establecidas para su
uso, a fin de que cumplan con su propósito. Son sacramentales: las procesiones,
peregrinaciones, bendiciones de casas y otros objetos como medallas bendecidas,
crucifijos, rosarios, agua bendita.
sacramentalismo: en un sentido general es la doctrina y uso de los sacramentos. En
sentido estricto, es la adscripción de un poder inherente y salvador a los sacramentos, o
el énfasis sobre el poder de éstos de impartir gracia, incluso sin la operación de una fe
activa. En muchos casos, es una expresión de magia o superstición de tipo religioso.
sambenito: contracción de las palabras “saco bendito,” una capa de penitencia que
llevaban los presos de la Inquisición y que indicaba el tipo de castigo a que el tribunal
los había sentenciado.
sincretismo: sistema religioso o filosófico que pretende conciliar varias doctrinas y
prácticas diferentes. El sincretismo une elementos distintos, tomados de diversos
sistemas, en una nueva totalidad o sistema. Ocurre cuando una forma o símbolo
cultural es adaptado a la expresión cristiana, pero lleva con él ciertos significados
unidos al sistema anterior de creencias. Los viejos conceptos pueden distorsionar el
mensaje u oscurecer el sentido cristiano que se pretende trasmitir.
sufragios: oraciones, especialmente intercesiones u oraciones de intercesión. Se aplica
particularmente a las oraciones por las almas de los que han muerto.
superstición: una actitud irracional o primitiva de la mente hacia lo sobrenatural o
Dios, que resulta de la ignorancia, el temor a lo desconocido o lo misterioso, o de una
escrupulosidad mórbida. Es la creencia en la magia o la fortuna, o en cualquier actitud
mal dirigida o desinformada hacia la naturaleza y que es subversiva o ajena a la
religión pura y verdadera.
tonsura: corte ritual del cabello, que dejaba una marca notoria en el centro de la
cabeza, por el cual una persona recibía la condición de clérigo. La tonsura era
fácilmente reconocible.
trasmundo: un mundo que está más allá de éste: el mundo venidero, el mundo que
está más allá de la tumba, la realidad no terrenal sino celestial y espiritual. En muchos
pueblos paganos es la tierra espiritual donde moran los muertos y los espíritus.
vicario: responsable de una iglesia parroquial que estaba vinculada a un monasterio o
a alguna otra corporación eclesiástica que recibía el gran diezmo. El vicario recibía una
parte fija de las dotaciones de la parroquia y de las ofrendas, y, una vez instituido por
el obispo, tenía asegurado el beneficio eclesiástico de por vida; de aquí la expresión
“vicariato a perpetuidad,” que se refiere a este tipo de beneficio.

CUESTIONARIOS DE REPASO

Preguntas sobre el material básico (para los niveles 1, 2 y 3):


1. ¿Qué lugar ocupó en la cristiandad medieval la cuestión de la unidad religiosa y
política?
2. ¿A través de qué medios se expresó el ideal de unidad medieval?

3. ¿En qué consistía la teoría de las “dos espadas” de fines de la Edad Media?

4. ¿De qué manera la Iglesia se vio afectada por el sistema feudal?

5. ¿Cuál fue la actitud de la Iglesia hacia los siervos de la gleba y los campesinos?

6. ¿Cuál fue el ideal de vida superior durante la Edad Media?

7. ¿Qué lugar ocupaba lo sobrenatural en la sociedad cristiana medieval? Da ejemplos.

8. ¿Qué sentido tuvo la muerte en la vida de las personas durante la Edad Media? ¿Por
qué?

9. ¿Qué fue la Peste Negra y cuándo ocurrió?

10 ¿Qué es el Purgatorio?

11. ¿Qué lugar ocupó el temor al Infierno en la cristiandad medieval?

12. ¿Qué tres civilizaciones monoteístas desplazaron a las religiones míticas politeístas
durante la Edad Media?

13. ¿Durante qué período se dio la mayor parte de las controversias teológicas
mencionadas en esta unidad?

14. Menciona un personaje destacado en cada una de las siguientes controversias


teológicas medievales: sobre el adopcionismo; sobre la predestinación; sobre la
virginidad de María; sobre la eucaristía; sobre el alma; sobre el filioque; sobre las
imágenes.

15. ¿Qué es la transubstanciación?

16. ¿Qué quiere decir la expresión griega filioque?


17. ¿Qué papel jugó el monasticismo ascético en la promoción del culto a María?

18. ¿Qué son la mariología y la mariolatría?

19. ¿Qué era el Martirologio?

20. ¿Qué lugar ocupaba el culto al Diablo en la devoción medieval?

21. ¿Qué se entiende por “clericalismo”?

22. Describe con tus palabras el sacramentalismo.

23. ¿Cuál fue la comprensión y práctica medieval del bautismo?

24. ¿Cuál fue la comprensión y práctica medieval de la eucaristía?

25. ¿Quién fue Bonifacio y qué hizo?

26. ¿Qué cuatro factores confluyeron en el desarrollo de las Cruzadas militares, según
el autor? 27. ¿Qué valor misionológico tuvieron las Cruzadas? Explica.

28. ¿Quiénes fueron los agentes evangelizadores más efectivos en los contextos
urbanos medievales?

29. ¿Qué es el sincretismo y cómo afectó el carácter y la estrategia misionera durante


la Edad Media?

30. ¿Quiénes fueron los cátaros o albigenses?

31. ¿Quiénes fueron los bogomila?

32. ¿Cuál fue la actitud del Cuarto Concilio Laterano (1215) hacia los valdenses? 33.
¿Quién fue Jerónimo Savonarola y qué hizo?
34. ¿Qué fue la Inquisición y cuándo se creó?

35. ¿Cómo era el proceso inquisitorial?

Preguntas suplementarias (para los niveles 2 y3):


1. ¿De qué manera el feudalismo afectó el ideal de unidad de la Edad Media?

2. Define la noción de “iglesia particular.”

3. ¿Cuál fue la relación religión y mundo en el cristianismo medieval?

4. ¿Qué es el trasmundo?

5. ¿En qué sentido la Peste Negra afectó la vida y el pensamiento medieval?

6. La cosmovisión medieval era: horizontal – vertical (subrayar la palabra correcta).

7. ¿Quién fue Ratamno de Corbie y qué enseñó sobre la eucaristía?

8. ¿Quién fue el monje que jugó un papel director en el desarrollo del culto a la
Virgen?

9. ¿Cómo afectó la devoción mariana al carácter del caballero andante?

10. ¿Qué se entiende por “papado”?

11. ¿Qué quiere decir el autor cuando afirma: “El desarrollo de la jerarquía eclesiástica
fue también alentado por el crecimiento del sacramentalismo.”?

12. ¿Qué se entiende por “sacerdotalismo”?

13. ¿Qué lugar ocuparon los monjes en las misiones medievales?

14. ¿En qué sentido la evangelización medieval fue belicosa?


15. Menciona algunas causas de la decadencia del feudalismo.

16. ¿Cuáles fueron las razones sociales para el surgimiento de movimientos disidentes
durante la alta y baja Edad Media?

Tareas avanzadas (para el nivel 3):


1. ¿En qué se parecen y difieren el ideal de un orden universal durante la Edad Media y
el fenómeno de la globalización presente?

2. Describe con tus palabras la concepción heroica de la vida que se tenía en la Edad
Media.

3. El vocabulario evangélico aplica a la tarea de evangelización expresiones militares


medievales como “cruzadas,” “campañas,” “conquista,” “toma,” “guerra espiritual,”
etc. A la luz de lo estudiado en esta unidad, ¿te parece que éste es un vocabulario
adecuado? Da razones para tu respuesta.

4. ¿A qué se refiere el autor cuando habla de “forma sofisticada de sincretismo”?

5. ¿Cuál fue el principio dominante en todo el proceso inquisitorial? ¿En qué manera
este mismo principio ha sido utilizado por las dictaduras militares del siglo XX en
América Latina?

TRABAJOS PRÁCTICOS

TAREA 1: La imagen del universo: el trasmundo.


Lee y responde:
“Pero al mismo tiempo el trasmundo se manifestaba a los ojos por medio de los
elementos fantásticos que creía descubrirse entreverados con la realidad. Leyendas
musulmanas y sobre todo bretonas comenzaban a difundirse por el Occidente europeo,
en las que se hablaba de cosas antes inauditas. No sólo se sospechaba un mundo
semimágico construido sobre la vaga reminiscencia de Bagdad, de Samarcanda y de El
Cairo, lleno de posibilidades insospechadas, como el que reflejaba Juan Bodel en el
Juego de San Nicolás y difundían los cantares y las crónicas de las cruzadas, sino
también un mundo absolutamente fantástico, poblado por monstruos y en el que lo
inimaginable se tornaba verosímil, como el que revelaban las leyendas bretonas del rey
Artús y de sus pares. El milagro familiarizaba al espíritu con lo irreal, y nada podía
sorprender en el encuentro con el monstruo, en las voces del bosque, en el arcano de
los mares. Una intensa curiosidad despertaba el anhelo de la aventura, y algo de eso se
combinaba con la fe para mover al peregrino y al cruzado a abandonar sus lares en
busca de tierras lejanas. Por lo demás, el misterio podía esconderse en cualquier rincón
del contorno familiar, en el castillo presumiblemente encantado o en el hada visitante.
Porque el misterio último del mundo escondido tras la muerte llevaba al ánimo la
certidumbre de que sólo apariencia de realidad era lo que veían los ojos. ¿Quién
creyera lo que contaba Giovanni Pian del Carpine, o lo que relataba Marco Polo en II
millione? Y sin embargo, cosas más misteriosas podían revelar la voz del ruiseñor o
suscitar el filtro encantado.”50
- ¿Por qué te parece que las personas medievales daban tanto lugar a lo fantasioso, lo
legendario e imaginario?

- ¿Qué lugar te parece que tienen estos elementos en la cultura posmoderna actual?
Considera en tu respuesta la literatura, el arte, el cine y otras expresiones culturales
contemporáneas.

- ¿De qué manera la cosmovisión de Jesús y los apóstoles se parece o no a algunos


elementos de la cosmovisión medieval?

TAREA 2: Escrutinios y exorcismos.


Lee y responde:
“Para el tercer siglo el significado del exorcismo se había tornado más preciso:
era el ritual de expulsión de espíritus dañinos de personas y objetos afectados con la
ayuda de poderes espirituales superiores. Tres tipos de exorcismos eran comunes en las
liturgias primitivas y medievales: exorcismo de objetos, exorcismo de catecúmenos
durante los escrutinios del bautismo y exorcismo de demonizados. Originalmente se
asumió que el Diablo o los demonios no eran exorcizados ellos mismos, si bien el
exorcismo indirectamente estaba dirigido a ellos, y en último análisis el exorcismo
siempre es una oración indirecta a Cristo. Incluso los santos pueden expulsar demonios
sólo con el poder de Cristo, nunca con el suyo propio. A los fines litúrgicos, se
exorcizaban directamente el agua bendita, el incienso, la sal y el aceite de la unción:
‘Yo te exorcizo, criatura de la sal … que esta criatura de la sal pueda en el nombre de
la Trinidad llegar a ser un sacramento efectivo para hacer huir al Enemigo.’ Pero
gradualmente se fue haciendo más común dirigirse directamente al Diablo o a los
demonios. Incluso en las liturgias tempranas los dos modos eran combinados, como en
este exorcismo del agua bendita: ‘Yo te exorcizo, criatura del agua; yo los exorcizo a
todos ustedes huestes del Diablo.’ Subyaciendo al exorcismo está la suposición de que
Satanás retiene algún poder sobre el mundo material así como sobre las almas de los
humanos caídos. Sobre este punto la tradición cristiana jamás fue consistente. Para
algunos, el señorío de Satanás sobre este mundo se extiende sólo a los humanos. Para
otros, éste también afecta el orden inferior de las criaturas, y entre éstas hay algunos
que argumentan que este dominio es el resultado del pecado original y otros que
sostienen que Dios concede a Satanás el poder para usar objetos materiales para tentar
y probar a la humanidad caída.”51
- ¿Qué importancia tenían los exorcismos en la pastoral cristiana medieval y en qué se
parecían (o no) a la práctica de echar fuera demonios en el ministerio de Jesús y de los
apóstoles?

- ¿En qué se parece el uso de algunos de los elementos sacramentales mencionados


(agua bendita, sal, aceite de la unción) con el uso de estos elementos hoy por parte de
la Iglesia Universal del Reino de Dios?

- ¿Cuán necesario te parece hoy un ministerio de exorcismo o de echar fuera demonios


—tanto dentro como fuera de la iglesia—como parte de la misión cristiana?

TAREA 3: Herejía y justicia social.


Lee y responde:
“Los movimientos herejes tenían de común su composición social
originariamente plebeya y campesina (desposeídos de las ciudades y siervos
domésticos y de la gleba), así como sus objetivos: igualdad de los hijos de Dios y, en
consecuencia, comunidad de bienes, abolición del clero, eliminación de la Iglesia,
supresión de los impuestos, servicios y privilegios, imperio de la justicia sobre la
tierra.
“Los plebeyos constituían el eje y punto de partida de esos movimientos. No
tenían cabida ni en las corporaciones ni en los feudos. Eran la única clase que estaba
fuera de la sociedad oficialmente establecida. Carecían de bienes y privilegios. El
feudalismo—desarticulado internamente por la irrupción creciente del comercio
(economía mercantil)—los arrojaba continuamente de su seno y los obligaba a actuar
contra el orden social, pero sin que atinaran a luchar por un nuevo orden social. Por lo
que tenían de opositores a la propiedad feudal y partidarios de la igualdad ante Dios
contaron al principio con la ayuda de los burgueses que ambicionaban la igualdad ante
la ley, la anulación del rígido sistema corporativo feudal y la libertad del individuo, es
decir, la libertad de ellos y de la pequeña nobleza asfixiada por los señores …
“Era natural que esos herejes plebeyos fueran seguidos por multitud de siervos, en
una época en la cual éstos, al desarticularse el feudalismo de la alta Edad Media,
descubrían los caminos viables de su conversión en campesinos independientes.”52
- ¿Hasta qué punto los movimientos disidentes y heréticos medievales representan
levantamientos sociales de las clases oprimidas contra los estamentos opresores?

- A lo largo de la historia del cristianismo ha habido numerosos movimientos de


renovación y reforma de la Iglesia (anabautistas en el siglo XVI, bautistas y cuáqueros
en el siglo XVII, moravos y metodistas en el siglo XVIII) que, al igual que los
movimientos medievales, han tenido profundas consecuencias sociales. ¿Cómo
evalúas, en este sentido, el surgimiento y desarrollo del movimiento pentecostal y
carismático en América Latina durante el siglo XX?

DISCUSIÓN GRUPAL
1. El concepto de cristiandad (paradigma de cristiandad) ha estado en vigencia desde
los días del emperador Constantino hasta el presente. Durante la Edad Media, esta
manera de entender la fe cristiana y sus implicaciones políticas, sociales y culturales,
maduró y adquirió características que han perdurado en el tiempo. ¿En qué aspectos
fundamentales es posible detectar rasgos del concepto de cristiandad en las iglesias
evangélicas hoy día? ¿Está caduco el paradigma de cristiandad o todavía sigue
vigente? Hacer una evaluación de la vigencia del paradigma de cristiandad ofreciendo
fundamentación para las conclusiones a las que se llegue.

2. El monasticismo fue uno de los movimientos de renovación espiritual y de impulso


misionero más importantes de los tiempos medievales. ¿Qué relación existe entre
renovación espiritual e impulso misionero? Responder a esta pregunta discutiendo
desarrollos misioneros recientes, especialmente desde América Latina hacia el resto
del mundo.

LECTURAS RECOMENDADAS
Knowles, Nueva historia de la Iglesia, 2:231–295; 357–403.
Latourette, Historia del cristianismo, 1:531–543.
Muirhead, Historia del cristianismo, 1:244–301.
Puiggrós, El feudalismo medieval, 7–11; 38–47; 55–72; 114–129; 144–157.
Romero, La Edad Media, 45–74; 141–179.
Vos, Breve historia de la Iglesia cristiana, 65–72.
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 218–292.
BIBLIOGRAFÍA

Fuentes primarias
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Fuentes secundarias
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Bainton, Roland H. La iglesia de nuestros padres. Buenos Aires: La Aurora, 1969.
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Burns, Edward McNall. Civilizaciones de Occidente: su historia y su cultura. 2 vols.
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NOTAS
TEF Theological Education Fund
1
Juan A. Mackay, Prefacio a la teología cristiana (México: Casa Unida de Publicaciones; Buenos Aires:
Editorial La Aurora, 1957), 37–38, 52.
2
Kenneth S. Latourette, A History of the Expansion of Christianity, 7 vols. (Grand Rapids, Mich.: Zondervan,
1970), vol. 2.
1
Tal es el subtítulo del segundo tomo de la serie publicada por el Theological Education Fund del Consejo
Mundial de Iglesias: John Foster, Church History 2: Setback and Recovery AD 500–1500. TEF Study Guide 8
(Londres: S.P.C.K., 1974).
2
José Luis Romero, La Edad Media (México: Fondo de Cultura Económica, 1966), 18.
3
Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist, History of the World Christian Movement, vol. 1: Earliest Christianity to
1453 (Maryknoll, NY: Orbis Books, 2001), 239.
4
Romero, La Edad Media, 18–20.
5
Los sajones eran cuatro: Kent, Sussex, Wessex y Essex; y, los anglos eran los tres restantes: Northumberland,
Mercia y Estanglia.
6
Sobre el particular, ver: Robert A. Baker, Compendio de la historia cristiana (El Paso, TX.: Casa Bautista de
Publicaciones, 1995), 72–75.
7
Romero, La Edad Media, 28.
8
Ibid., 28, 29.
9
Ibid., 30.
10
El Corán, cap. 2:256, Surah de la Vaca.
11
Romero, La Edad Media, 34.
12
Justo L. González, Historia del cristianismo, vol. 1: Desde la era de los mártires hasta la era de los sueños
frustrados (Miami: Editorial UNILIT, 1994), 318.
13
Fernando Picó, Historia general del occidente europeo: siglos V al XV (Río Piedras, Puerto Rico: Ediciones
Huracán, 1997), 65.
14
Apología del patriarca Timoteo de Bagdad delante del califa Mahdi. Citada en John W. Coakley y Andrea
Sterk, eds., Readings in World Christian History, vol. 1: Earliest Christianity to 1453 (Maryknoll, NY: Orbis
Books, 2004), 241, 242.
15
Alfred Weber, Historia de la cultura (México: Fondo de Cultura Económica, 1963), 159.
16
Juan de Damasco, Exposición de la fe ortodoxa, 4.16.
17
Ver Deno John Geanakoplos, “The Influence of Byzantine Culture on the Medieval Western World,” en
Byzantine East and Latin West: Two Worlds of Christendom in the Middle Ages and the Renaissance (Nueva
York: Harper and Row, 1966), 11–54.
18
Ver, Irvin y Sunquist, History of the World Christian Movement, 1:308–310.
19
Citado en Coakley y Sterk, eds., Readings in World Christian History, 1:244.
20
Ibid., 1:245.
21
Ibid.
22
Ibid., 1:243.
23
Ibid., 1:244.
24
Ibid.
25
Ibid., 1:251.
26
Irvin y Sunquist, History of the World Christian Movement, 1:318, 319.
27
Coakley y Sterk, eds., Readings in World Christian History, 1:246.
28
Foster, Setback and Recovery, 51.
29
Irvin y Sunquist, History of the World Christian Movement, 1:321–322.
30
Ibid., 1:324.
31
Coakley y Sterk, eds., Readings in World Christian History, 1:254.
32
Ibid., 1:258.
33
Willibaldo, Vida de Bonifacio (c. 786), 6.
34
Citada en Henry Bettenson, ed., Documents of the Christian Church, 2da. ed. (Oxford: Oxford University
Press, 1979), 98–101.
35
Romero, La Edad Media, 37.
36
Ibid., 40–41.
37
Picó, Historia general del occidente europeo, 76.
38
Romero, La Edad Media, 41.
39
Gerd Tellenbach, The Church in Western Europe from the Tenth to the Early Twelfth Century, trad. Timothy
Reuter (Cambridge: Cambridge University Press, 1993), 58.
40
Paul Johnson, Historia del cristianismo (Barcelona: Vergara, 2004), 246.
41
Foster, Setback and Recovery, 67–68.
42
Citado de la Crónica primaria rusa: texto laurenciano, por Coakley y Sterk, eds., Readings in World
Christian History, 1:310–311.
43
Picó, Historia general del occidente europeo, 67.
44
Coakley y Sterk, eds., Readings in World Christian History, 1:246.
45
Ibid., 1:308–309.
1
Henri Daniel-Rops, The Church in the Dark Ages, 3 vols. (Garden City, N.Y.: Image Books, 1962), 2:159,
160.
2
Sobre las causas de los movimientos vikingos de ultramar ver Gwyn Jones, A History of the Vikings (Nueva
York: Oxford University Press, 1968), 182–199.
3
Picó, Historia general del occidente europeo, 93.
4
El temor que inspiraron se recuerda todavía hoy en la palabra “ogro,” que deriva de “ogur”, nombre primitivo
con que se los designaba.
5
Ver, Tellenbach, The Church in Western Europe, 19–21.
6
Justo L. González, Historia de las misiones (Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1970), 107.
7
González, Historia del cristianismo, 1:342.
8
Irvin y Sunquist, History of the World Christian Movement, 1: 375.
9
González, Historia del cristianismo, 1:342.
10
Citado en Coakley y Sterk, eds., Readings in World Christian History, 1:336.
11
Kenneth S. Latourette, Historia del cristianismo, 2 vols. (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones,
1994), 1:666.
12
González, Historia de las misiones, 129, 130.
13
Citado en Foster, Setback and Recovery, 77.
14
Citado en Ibid., 80.
15
Citado en Ibid., 86.
16
Ibid.
17
Citado en Coakley y Sterk, eds., Readings in World Christian History, 1:376.
18
C. H. Lawrence, El monacato medieval: formas de vida religiosa en Europa occidental durante la Edad
Media (Madrid: Editorial Gredos, 1999), 11.
19
Ibid., 211.
20
Ibid., 283.
21
Citado en Coakley y Sterk, eds., Readings in World Christian History, 1:354–355.
22
Picó, Historia general del occidente europeo, 181, 182.
23
Ver, Doris Van de Bogart, Introduction to the Humanities: Painting, Sculpture, Architecture, Music, and
Literature (Nueva York: Barnes & Noble Books, 1968).
24
Ludwig Hertling, Historia de la Iglesia (Barcelona: Editorial Herder, 1996), 223, 224.
25
Picó, Historia general del occidente europeo, 115.
26
Emilio González López, Historia de la civilización española (Nueva York: Las Américas Publishing
Company, 1970), 96.
27
Ver Beryl Smalley, The Study of the Bible in the Middle Ages (South Bend, Indiana: University of Notre
Dame Press, 1970).
28
Picó, Historia general del occidente europeo, 183.
29
Romero, La Edad Media, 179.
30
Edwin Panofsky, Gothic Architecture and Scholasticism (Cleveland y Nueva York: Meridian Books, 1967),
58, 59.
31
Ibid., 44, 45.
32
Ibid., 48, 49.
33
Picó, Historia general del occidente europeo, 205.
34
Ibid., 191.
35
González López, Historia de la civilización española, 123–124.
36
William H. McNeill, La civilización de Occidente: manual de historia (San Juan, Puerto Rico: Editorial
Universitaria, 1968), 300.
37
Hertling, Historia de la Iglesia, 222.
38
Henry Adams, Mont-Saint-Michel and Chartres (Boston: Houghton Mifflin Co., 1933), 376.
39
Frederick C. Copleston, Medieval Philosophy (Nueva York: Harper Torchbooks, 1961), 84.
40
Ibid., 14, 15.
41
Ibid., 69.
42
Hertling, Historia de la Iglesia, 220.
43
Copleston, Medieval Philosophy, 69, 70.
44
Citado en Eddie Ensley, Sounds of Wonder: Speaking in Tongues in the Catholic Tradition (Nueva York:
Paulist Press, 1977), 55.
45
Romero, La Edad Media, 69.
46
Jeffrey Burton Russell, A History of Medieval Christianity: Prophecy and Order (Arlington Hights, Ill.:
Harlan Davidson, 1968), 120, 121.
47
Citado en Agustin Fliche, La Réfome grégorienne et la Reconquete chrétienne: 1057–1125 (París: Bloud et
Gay, 1944), 18.
48
Norman E. Cantor, Medieval History: The Life and Death of a Civilization, 2da. ed. (Londres: Macmillan,
1969), 288.
49
Citado en Foster, Setback and Recovery, 134.
50
Edward McNall Burns, Civilizaciones de Occidente: su historia y su cultura, 2 vols. (Buenos Aires: Siglo
Veinte, 1980), 2:171.
51
Citada en Coakley y Sterk, eds., Readings in World Christian History, 1:298, 299.
52
Ibid., 1:300.
53
Ibid., 1:334, 335.
1
Romero, La Edad Media, 75.
2
Latourette, Historia del cristianismo, 1:713.
3
Citado en Coakley y Sterk, eds., Readings in World Christian History, 416, 417.
4
William R. Cannon, History of Christianity in the Middle Ages (Nueva York: Abingdon Press, 1960), 291.
5
Steven Runciman, Byzantine Civilization (Nueva York: Meridian Books, 1956), 240.
6
Maghakia Ormanian, La Iglesia Armenia (Buenos Aires: n.p., 1994), 62–64.
7
Irvin y Sunquist, History of the World Christian Movement, 294.
8
Rodolfo Puiggrós, El feudalismo medieval (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1969), 142, 143.
9
Romero, La Edad Media, 81.
10
Citado en Coakley y Sterk, eds., Readings in World Christian History, 1:397, 398.
11
Romero, La Edad Media, 197, 198.
12
Ver George Homes, Europe, Hierarchy and Revolt: 1320–1450 (Nueva York: Harper and Row, 1976).
13
Cantor, Medieval History, 533.
14
Citado en Johnson, Historia del cristianismo, 298.
15
M. David. Knowles, Nueva historia de la Iglesia, vol. 2: La Iglesia en la Edad Media (Madrid: Ediciones
Cristiandad, 1983), 420.
16
Ibid., 432
17
Citada en Bettenson, ed., Documents of the Christian Church, 136.
18
Ver R. W. Southern, Western Society and the Church in the Middle Ages (Londres: Penguin Books, 1979),
135, 136.
19
Citado en, Ibid., 158.
20
Weber, Historia de la cultura, 240, 241.
21
Albert Henry Newman, A Manual of Church History, vol. 1: Ancient and Medieval Church History (to A.D.
1517) (Filadelfia: American Baptist Publication Society, 1939), 490.
22
Johnson, Historia del cristianismo, 361.
23
McNeill, La civilización de Occidente, 333.
24
Irvin y Sunquist, History of the World Christian Movement, 504.
25
Citados en Coakley y Sterk, eds., Readings in World Christian History, 414, 415.
1
Romero, La Edad Media, 162.
2
Ibid., 184.
3
González López, Historia de la civilización española, 120.
4
Romero, La Edad Media, 121, 122.
5
Ver Gerd Tellenbach, Church, State and Christian Society at the Time of the Investiture Contest, trad. R. F.
Bennett (Oxford: Basil lackwell, 1959).
6
Sobre el particular, ver Picó, Historia general del occidente europeo, 117, 118.
7
McNeill, La civilización de Occidente, 255, 256.
8
Herbert Rosinski, El poder y el destino humano (Buenos Aires: Editorial Paidós, 1967), 107.
9
Weber, Historia de la cultura, 223.
10
Benedicta Ward, Miracles and the Medieval Mind: Theory, Record and Event (1000–1215) (Filadelfia:
University of Pennsylvania Press, 1982), 2.
11
Ibid., 33.
12
Romero, La Edad Media, 195.
13
Patrick J. Geary, Living with the Dead in the Middle Ages (Ithaca y Londres: Cornell University Press,
1994), 2.
14
Ver R. W. Southern, Western Society and the Church in the Middle Ages (Harmondsworth, Inglaterra:
Penguin Books, 1972), 307–309.
15
Picó, Historia general del occidente europeo, 246.
16
Ibid., 119, 120.
17
Romero, La Edad Media, 153.
18
Lloyd B. Holsapple, Constantino el Grande (Buenos Aires: Espasa-Calpe Argentina, 1947), 403.
19
Rosinski, El poder y el destino humano, 110, 111.
20
En la discusión de estas controversias sigo a Justo L. González, Historia del pensamiento cristiano, 3 vols.
(Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1972), 2:107–130.
21
Ibid., 2:210.
22
Cantor, Medieval History, 372.
23
Howard Clark Kee, et al., Christianity: A Social and Cultural History (Nueva York: Macmillan; Toronto:
Collier Macmillan Canada, 1991), 251.
24
McNeill, La civilización de Occidente, 293–294.
25
Latourette, Historia del cristianismo, 1:658.
26
Weber, Historia de la cultura, 222.
27
Ver, Howard Bloch, Medieval Misogyny and the Invention of Western Romantic Love (Chicago y Londres:
University of Chicago Press, 1991).
28
Geary, Living with the Dead, 117.
29
Kee, Christianity: A Social and Cultural History, 251, 252.
30
Jeffrey Burton Russell, Lucifer: The Devil in the Middle Ages (Ithaca y Londres: Cornell University Press,
1984), 208.
31
Richard Kieckhefer, Magic in the Middle Ages (Cambridge: Cambridge University Press, 1991), 200, 201.
32
Latourette, Historia del cristianismo, 1:572.
33
Latourette, A History of the Expansion of Christianity, 2:354.
34
Carl A. Volz, The Medieval Church: From the Dawn of the Middle Ages to the Eve of the Reformation
(Nashville: Abingdon Press, 1997), 145.
35
Ibid., 155, 156.
36
Cantor, Medieval History, 204.
37
Ibid., 208.
38
Citado en Ibid, 210.
39
Johnson, Historia del cristianismo, 253.
40
Ibid., 330, 331.
41
Ibid., 327.
42
Romero, La Edad Media, 117.
43
Johnson, Historia del cristianismo, 339.
44
Puiggrós, El feudalismo medieval, 130.
45
Romero, La Edad Media, 157.
46
Puiggrós, El feudalismo medieval, 132, 133.
47
Sobre toda esta discusión, ver Joseph R. Strayer y Dana C. Munro, The Middle Ages: 395–1500 (Nueva
York: Appleton-Century-Crofts, 1970), 313–317.
48
Sobre esta discusión, ver Ricardo García Cárcel, La Inquisición (Madrid: Grupo Anaya, 1990).
49
Erasmus, The Julius exclusus of Erasmus, trad. Paul Pascal (Bloomington, Ind.: Indiana University Press,
1968), 87/88.
50
Romero, La Edad Media, 153, 154.
51
Russell, Lucifer: The Devil in the Middle Ages, 124, 125.
52
Puiggrós, El feudalismo medieval, 137.

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