Los sacrificios a los dioses eran parte integrante de la vida del mundo antiguo. Podían hacerse de dos maneras: privados y públicos. En ninguno de los dos casos se consumía el animal totalmente en el altar, sino una muestra meramente simbólica, a veces tan insignificante como algunos de los pelos que se cortaban de la frente de la víctima. En un sacrificio privado, el animal, por así decirlo, se dividía en tres partes: la primera era una muestra que se quemaba en el altar; la segunda pertenecía por derecho propio a los sacerdotes, y solían consistir en las costillas, la pierna y el lado izquierdo de la cara, y la tercera, el resto del animal, se lo quedaba el que ofrecía el sacrificio, con lo que hacía un banquete. Esta era la costumbre cuando se celebraba algo como unas bodas. A veces la fiesta se hacía en la casa del anfitrión; pero otras veces era en el templo del dios al que se había ofrecido el sacrificio. 2. PORQUE SE LE LLAMA SACRIFICADO A LOS ÍDOLOS. Lo que complicaba la cosa todavía más era que entonces se creía firmemente en los espíritus y en los demonios. El aire estaba lleno de ellos, y siempre estaban acechando para meterse dentro de las personas, que en tal caso quedarían aquejadas de enfermedades físicas o mentales. Una de las maneras en que esos demonios se introducían en el cuerpo era con la comida; se escondían en los bocados, y entraban con ellos por la boca. Una de las maneras de evitarlo era dedicarle la carne a algún buen dios, cuya presencia mantendría a raya a otros posibles invasores. Por esta razón, casi todos los animales se dedicaban a algún dios antes de sacrificarse; y, si no se había hecho así, se bendecía la carne en nombre de algún dios antes de comerla. 3. CASOS QUE SE DABAN EN EL TIEMPO DE PABLO RESPECTO A LO SACRIFICADO A LOS ÍDOLOS. En muchas culturas antiguas las personas de forma rutinaria sacrificaban animales a sus dioses y luego comían su carne. En el mundo greco-romano, los templos tendrían casi siempre comedores en los que grupos de personas podían festejas juntas. El templo de Asclepio en Corinto, por ejemplo tenían 3 comedores, cada uno con espacio para 11 invitados en sofás colocados junto a las paredes. No está claro si estos comedores particulares se usaban durante los tiempos de pablo. La presencia de un cristiano en una comida relacionada con semejante contexto pagano era repugnante para Pablo. El exceso de carne de los templos pudo haber sido llevado al mercado. Si esa carne, la cual podía o no estar asociada con la adoración a ídolos, fuera presentada a un creyente en la casa de alguien más, pablo permitía que los cristianos comieran. Sin embargo el anfitrión declaraba abiertamente que la carne había venido de un santuario pagano, el creyente debía abstenerse por el bien de los hermanos “débiles”, cuyas conciencias podían estar sensibles a las prácticas idolatras. 4. CASOS DE LA IGLESIA ACTUAL (SOCIAL, RELIGIOSO) En este pasaje que trata de un asunto que nos resulta tan peregrino hay tres grandes principios que tienen un valor eterno. (i) Lo que es inocuo para una persona puede que no lo sea para otra. Se ha dicho, y es una bendita verdad, que Dios tiene su propia escalera de acceso a cada corazón; pero es igualmente cierto que el diablo también la tiene. Puede que uno se considere suficientemente fuerte para resistir alguna tentación, pero puede que otro no lo sea. Algo puede que no sea ni tentación para nosotros, pero puede serlo de las más violentas para otra persona. Por tanto, al considerar si podemos hacer algo o no, debemos considerar no sólo cómo nos afectaría a nosotros, sino también a otros. (ii) No se debe juzgar nada sólo desde el punto de vista del conocimiento, sino también desde el del amor. El razonamiento de los cristianos corintios más avanzados era que ellos ya sabían bastante como para considerar que un ídolo fuera nada; sus conocimientos alcanzaban a más de eso. Hay siempre un cierto peligro en el conocimiento. Tiende a hacer a las personas arrogantes, y que se sientan superiores y miren por encima del hombro a los que no son tan avanzados. El conocimiento que produce esos resultados no es el verdadero. El creerse superiores intelectualmente es peligroso. Nuestra actitud debería estar gobernada, no por la idea de nuestra superioridad en materia de conocimientos, sino por nuestra simpatía y amorosa consideración para con los demás. Puede que por amor de ellos debamos abstenernos de hacer o decir ciertas cosas que serían legítimas en otro caso. (iii) Esto nos conduce a la mayor verdad de todas. Nadie tiene derecho a permitirse un placer o a reclamar una libertad que pueda traerle perjuicios a otra persona. Puede que uno tenga la capacidad para mantener ese placer dentro de sus límites; que esa actuación no le suponga ningún peligro; pero no debe pensar sólo en sí mismo, sino también en el hermano que es más débil. Una indulgencia que pueda traerle la ruina a otra persona no es un placer, sino un pecado. 5. POSTURA QUE DEBE TOMAR IGLESIA EN LA ACTUALIDAD RESPECTO AL TEMA. En medio de ellos existía un influencia gnóstica la cual se enfocaba en el aprendizaje del conocimiento, ellos creían que en la medida que adquirían mayor conocimiento en cuanto a su divinidad mayor era el grado de consagración y respeto que podían tener entre la comunidad. Seguramente esta influencia gnóstica había entrado en la iglesia haciendo gran énfasis en el conocimiento profundo de las doctrinas bíblicas por lo que el apóstol les dice: En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. Pablo se incluye entre los que conocen lo referente a lo sacrificado a los ídolos y destaca el problema central del asunto El conocimiento envanece, pero el amor edifica. Lo malo con todo este conocimiento adquirido era que provocaba que algunos de ellos se envanecieran o como lo dice el griego original se hincharan o inflaran, ya que esta palabra envanecer proviene de fusióo (φυσιόω) la cual tiene esa connotación. Algunos de ellos comprendían que un ídolo no era malo y que por tanto podían comer de lo sacrificado a los ídolos, pero esto provocaba un problema de consciencia en sus hermanos que no comprendían esto tan bien haciéndoles tropezar en la fe: “Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió”, (Romanos 14:15). Todo el conocimiento adquirido no vale nada si solo sirve para envanecernos, este debe ser regulado por el amor. Por eso es mejor que cada uno reconsidere bien que es lo que sabe: Y si alguno se imagina que sabe (eido, εἴδω) algo, aún no sabe (ginosko, γινώσκω) nada como debe saberlo. En este versículo aparecen dos palabras interesantes. La primera palabra griega eido (εἴδω) trata del conocimiento que se adquiere por percepción o lo que la mente ve y se considera como de conocimiento completo que ya no sigue aprendiendo más, mientras que la segunda palabra ginosko (γινώσκω) indica llegar a conocer algo por medio de la experiencia o instrucción, y es de un conocimiento creciente. Como creyentes no debemos pensar que ya lo sabemos todo, sino debemos seguir aprendiendo, creciendo en el conocimiento de su palabra: “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”, (2 Pedro 3:18). Este conocimiento creciente debe ser capaz de edificar a los demás, su aplicación debe girar siempre en función del bien del prójimo, tiene que centrarse en uno mismo y debe estar regulado por el amor: pero el amor edifica. Solamente los que hemos experimentado la salvación de Dios somos capaces de adquirir el verdadero conocimiento que edifique ya que su amor nos nutre de esta gloriosa sabiduría: Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él. El apóstol Juan lo dice de otra forma: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”, (1 Juan 4:7). La conclusión a la que nos quiere hacer llegar el apóstol es que nunca debemos creer que ya lo sabemos todo, y que si este conocimiento no edifica al hermano no vale para nada, sin embargo, el amor debe ayudarnos a este fin ya que si amamos a Dios sabemos que le conocemos y por tanto debemos amar a los demás. Si esto es así, nuestro conocimiento nunca hará tropezar a nadie. 6. LA POSTURA CORRECTA QUE DEBERÍA TENER LA IGLESIA. Ya hemos visto que era prácticamente imposible vivir en cualquier ciudad griega sin enfrentarse todos los días con el problema de qué hacer con alimentos que habían sido ofrecidos a los ídolos. Para algunos de los cristianos corintios la cosa no tenía ningún problema. Sostenían que su conocimiento superior les había enseñado que los dioses paganos sencillamente es que no existían, y que por tanto un cristiano podía comer carne que se hubiera sacrificado a un ídolo sin el menor remordimiento de conciencia. En realidad, Pablo tiene dos respuestas a eso. Una no sale hasta el capítulo 10:20. En ese pasaje Pablo deja bien claro que, aunque él está totalmente de acuerdo en que los dioses paganos no existen, está seguro de que los espíritus y los demonios sí existen, y están detrás de los ídolos, usándolos para apartar a la gente de dar culto al Dios verdadero. En el presente pasaje hace uso de un razonamiento mucho más sencillo. Dice que había cristianos en Corinto que toda su vida hasta ese momento habían creído en los dioses paganos; y esas personas, almas cándidas, no se podían desembarazar del todo de una fe latente en que un ídolo era realmente algo, aunque fuera un algo falso. Siempre que participaban de una comida ofrecida a los ídolos, tenían remordimientos de conciencia. No lo podían evitar; admitían instintivamente que eso estaba mal. Así que Pablo razonaba que, si se dice que no hay absolutamente ningún peligro en comer de lo que se le ha ofrecido a un ídolo, es posible que se esté dañando y ofendiendo la conciencia de esas almas sencillas. Su argumento concluyente es que, si hay algo que es totalmente inocente para ti pero que daña a otra persona, hay que renunciar a ello, porque un cristiano no debe hacer nunca nada que haga tropezar a un hermano.