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LO SACRIFICADO A LOS IDIOLOS

1 CORINTIOS 8

1. A QUÉ SE LE LLAMA SACRIFICADO A LOS ÍDOLOS.


Los sacrificios a los dioses eran parte integrante de la vida del mundo antiguo.
Podían hacerse de dos maneras: privados y públicos. En ninguno de los dos casos
se consumía el animal totalmente en el altar, sino una muestra meramente
simbólica, a veces tan insignificante como algunos de los pelos que se cortaban de
la frente de la víctima.
En un sacrificio privado, el animal, por así decirlo, se dividía en tres partes: la
primera era una muestra que se quemaba en el altar; la segunda pertenecía por
derecho propio a los sacerdotes, y solían consistir en las costillas, la pierna y el lado
izquierdo de la cara, y la tercera, el resto del animal, se lo quedaba el que ofrecía el
sacrificio, con lo que hacía un banquete. Esta era la costumbre cuando se celebraba
algo como unas bodas. A veces la fiesta se hacía en la casa del anfitrión; pero otras
veces era en el templo del dios al que se había ofrecido el sacrificio.
2. PORQUE SE LE LLAMA SACRIFICADO A LOS ÍDOLOS.
Lo que complicaba la cosa todavía más era que entonces se creía firmemente en
los espíritus y en los demonios. El aire estaba lleno de ellos, y siempre estaban
acechando para meterse dentro de las personas, que en tal caso quedarían
aquejadas de enfermedades físicas o mentales. Una de las maneras en que esos
demonios se introducían en el cuerpo era con la comida; se escondían en los
bocados, y entraban con ellos por la boca. Una de las maneras de evitarlo era
dedicarle la carne a algún buen dios, cuya presencia mantendría a raya a otros
posibles invasores. Por esta razón, casi todos los animales se dedicaban a algún
dios antes de sacrificarse; y, si no se había hecho así, se bendecía la carne en
nombre de algún dios antes de comerla.
3. CASOS QUE SE DABAN EN EL TIEMPO DE PABLO RESPECTO A LO
SACRIFICADO A LOS ÍDOLOS.
En muchas culturas antiguas las personas de forma rutinaria sacrificaban animales
a sus dioses y luego comían su carne. En el mundo greco-romano, los templos
tendrían casi siempre comedores en los que grupos de personas podían festejas
juntas. El templo de Asclepio en Corinto, por ejemplo tenían 3 comedores, cada uno
con espacio para 11 invitados en sofás colocados junto a las paredes. No está claro
si estos comedores particulares se usaban durante los tiempos de pablo. La
presencia de un cristiano en una comida relacionada con semejante contexto
pagano era repugnante para Pablo. El exceso de carne de los templos pudo haber
sido llevado al mercado. Si esa carne, la cual podía o no estar asociada con la
adoración a ídolos, fuera presentada a un creyente en la casa de alguien más, pablo
permitía que los cristianos comieran. Sin embargo el anfitrión declaraba
abiertamente que la carne había venido de un santuario pagano, el creyente debía
abstenerse por el bien de los hermanos “débiles”, cuyas conciencias podían estar
sensibles a las prácticas idolatras.
4. CASOS DE LA IGLESIA ACTUAL (SOCIAL, RELIGIOSO)
En este pasaje que trata de un asunto que nos resulta tan peregrino hay tres
grandes principios que tienen un valor eterno.
(i) Lo que es inocuo para una persona puede que no lo sea para otra. Se ha dicho,
y es una bendita verdad, que Dios tiene su propia escalera de acceso a cada
corazón; pero es igualmente cierto que el diablo también la tiene. Puede que uno
se considere suficientemente fuerte para resistir alguna tentación, pero puede que
otro no lo sea. Algo puede que no sea ni tentación para nosotros, pero puede serlo
de las más violentas para otra persona. Por tanto, al considerar si podemos hacer
algo o no, debemos considerar no sólo cómo nos afectaría a nosotros, sino también
a otros.
(ii) No se debe juzgar nada sólo desde el punto de vista del conocimiento, sino
también desde el del amor. El razonamiento de los cristianos corintios más
avanzados era que ellos ya sabían bastante como para considerar que un ídolo
fuera nada; sus conocimientos alcanzaban a más de eso. Hay siempre un cierto
peligro en el conocimiento. Tiende a hacer a las personas arrogantes, y que se
sientan superiores y miren por encima del hombro a los que no son tan avanzados.
El conocimiento que produce esos resultados no es el verdadero. El creerse
superiores intelectualmente es peligroso. Nuestra actitud debería estar gobernada,
no por la idea de nuestra superioridad en materia de conocimientos, sino por nuestra
simpatía y amorosa consideración para con los demás. Puede que por amor de ellos
debamos abstenernos de hacer o decir ciertas cosas que serían legítimas en otro
caso.
(iii) Esto nos conduce a la mayor verdad de todas. Nadie tiene derecho a permitirse
un placer o a reclamar una libertad que pueda traerle perjuicios a otra persona.
Puede que uno tenga la capacidad para mantener ese placer dentro de sus límites;
que esa actuación no le suponga ningún peligro; pero no debe pensar sólo en sí
mismo, sino también en el hermano que es más débil. Una indulgencia que pueda
traerle la ruina a otra persona no es un placer, sino un pecado.
5. POSTURA QUE DEBE TOMAR IGLESIA EN LA ACTUALIDAD RESPECTO
AL TEMA.
En medio de ellos existía un influencia gnóstica la cual se enfocaba en el
aprendizaje del conocimiento, ellos creían que en la medida que adquirían mayor
conocimiento en cuanto a su divinidad mayor era el grado de consagración y respeto
que podían tener entre la comunidad. Seguramente esta influencia gnóstica había
entrado en la iglesia haciendo gran énfasis en el conocimiento profundo de las
doctrinas bíblicas por lo que el apóstol les dice: En cuanto a lo sacrificado a los
ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. Pablo se incluye entre los que
conocen lo referente a lo sacrificado a los ídolos y destaca el problema central del
asunto El conocimiento envanece, pero el amor edifica.
Lo malo con todo este conocimiento adquirido era que provocaba que algunos de
ellos se envanecieran o como lo dice el griego original se hincharan o inflaran, ya
que esta palabra envanecer proviene de fusióo (φυσιόω) la cual tiene esa
connotación. Algunos de ellos comprendían que un ídolo no era malo y que por tanto
podían comer de lo sacrificado a los ídolos, pero esto provocaba un problema de
consciencia en sus hermanos que no comprendían esto tan bien haciéndoles
tropezar en la fe: “Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no
andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien
Cristo murió”, (Romanos 14:15).
Todo el conocimiento adquirido no vale nada si solo sirve para envanecernos, este
debe ser regulado por el amor. Por eso es mejor que cada uno reconsidere bien que
es lo que sabe: Y si alguno se imagina que sabe (eido, εἴδω) algo, aún no sabe
(ginosko, γινώσκω) nada como debe saberlo. En este versículo aparecen dos
palabras interesantes. La primera palabra griega eido (εἴδω) trata del conocimiento
que se adquiere por percepción o lo que la mente ve y se considera como de
conocimiento completo que ya no sigue aprendiendo más, mientras que la segunda
palabra ginosko (γινώσκω) indica llegar a conocer algo por medio de la experiencia
o instrucción, y es de un conocimiento creciente.
Como creyentes no debemos pensar que ya lo sabemos todo, sino debemos seguir
aprendiendo, creciendo en el conocimiento de su palabra: “Antes bien, creced en la
gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”, (2 Pedro 3:18).
Este conocimiento creciente debe ser capaz de edificar a los demás, su aplicación
debe girar siempre en función del bien del prójimo, tiene que centrarse en uno
mismo y debe estar regulado por el amor: pero el amor edifica.
Solamente los que hemos experimentado la salvación de Dios somos capaces de
adquirir el verdadero conocimiento que edifique ya que su amor nos nutre de esta
gloriosa sabiduría: Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él. El apóstol Juan
lo dice de otra forma: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios.
Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”, (1 Juan 4:7). La
conclusión a la que nos quiere hacer llegar el apóstol es que nunca debemos creer
que ya lo sabemos todo, y que si este conocimiento no edifica al hermano no vale
para nada, sin embargo, el amor debe ayudarnos a este fin ya que si amamos a
Dios sabemos que le conocemos y por tanto debemos amar a los demás. Si esto
es así, nuestro conocimiento nunca hará tropezar a nadie.
6. LA POSTURA CORRECTA QUE DEBERÍA TENER LA IGLESIA.
Ya hemos visto que era prácticamente imposible vivir en cualquier ciudad griega sin
enfrentarse todos los días con el problema de qué hacer con alimentos que habían
sido ofrecidos a los ídolos. Para algunos de los cristianos corintios la cosa no tenía
ningún problema. Sostenían que su conocimiento superior les había enseñado que
los dioses paganos sencillamente es que no existían, y que por tanto un cristiano
podía comer carne que se hubiera sacrificado a un ídolo sin el menor remordimiento
de conciencia.
En realidad, Pablo tiene dos respuestas a eso. Una no sale hasta el capítulo 10:20.
En ese pasaje Pablo deja bien claro que, aunque él está totalmente de acuerdo en
que los dioses paganos no existen, está seguro de que los espíritus y los demonios
sí existen, y están detrás de los ídolos, usándolos para apartar a la gente de dar
culto al Dios verdadero.
En el presente pasaje hace uso de un razonamiento mucho más sencillo. Dice que
había cristianos en Corinto que toda su vida hasta ese momento habían creído en
los dioses paganos; y esas personas, almas cándidas, no se podían desembarazar
del todo de una fe latente en que un ídolo era realmente algo, aunque fuera un algo
falso. Siempre que participaban de una comida ofrecida a los ídolos, tenían
remordimientos de conciencia. No lo podían evitar; admitían instintivamente que eso
estaba mal. Así que Pablo razonaba que, si se dice que no hay absolutamente
ningún peligro en comer de lo que se le ha ofrecido a un ídolo, es posible que se
esté dañando y ofendiendo la conciencia de esas almas sencillas. Su argumento
concluyente es que, si hay algo que es totalmente inocente para ti pero que
daña a otra persona, hay que renunciar a ello, porque un cristiano no debe
hacer nunca nada que haga tropezar a un hermano.

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