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ENSAYOS CRITICOS En la era de la intimidad

seguido de: El espacio autobiográfico

Nora Catelli

?JEATRIZ VITERBO EDITORA


¡¡
1

Catelli. Nora Advertencia


En la era de la intimidad : seguido de El espacio autobiográfico-
1a ed.- Rosario: Beatriz Viterbo Editora, 2007.

416 p.; 20x14 cm.

ISBN 978-950-845-212-2

1. Teoría Literaria. 2. Crítica Cultural. 3. literatura Latinoamerica-


na. l. Titulo

CDD 801.95

Biblioteca: Ensayos críticos


Ilustración de tapa: Daniel García '
Salvo la "Introducción" y "Paul De Man revisitado: su-
jeto y autobiografía" - ambos escritos para este libro- los
demás ensayos se publicaron previamente en dis tintos for-
En la era de la intimidad forma parte de una investigación pertene- matos. El aquí incluido y dedicado a los Diarios y la Carta
ciente al Proyecto de investigación del MEDU - Ministerio de Educa- al padre de Franz Kafka es en parte similar - aunque más
ción y Ciencia-España. Número H1 M2004-01118/FILO (2004-2007). extenso- al Prólogo a sus Obras completas de Galaxia Gu-
tenberg-Círculo de Lectores.

Primera edición: Julio de 2007


© Nora Catelli
© Beatriz Viterbo Editora
www.beatrizviterbo.com.ar
info@ beatrizviterbo.com.ar

Reservado~ lodos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autori-


zación escnta de los titulares del ·copynght", bajo las sanciones establecidas
en las leyes, la reprOducción parcial o total de esta obra por cualquier medio 0
procedimiento. 1ncluidos la reprogratla y el tratamiento informático.

IMPRESO EN ARGENTINA 1 PRINTED IN ARGENTINA


Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
Introducción

En la era de la. intimidad


"Esto es sólo una autobiografía en la medida
en que en ella se cuenta la historia de un proble-
ma que, casualmente, tiene mi misma edad:[ ... ] es
el problema y el fenómeno de ese gigantesco ma-
quiavelismo que se viene preparando intelectual-
mente desde hace cincuenta años y cuyas conse-
cuencias apQcalípticas vivimos hoy en realidad".
Hermano Brl)ch, Autobiografia como programa
de trabajo, 1941. 1

J. El imaginario ele lQ intimo

Sólo tiene valor de veracidad en el discurso lo que hace


evi{iel}te a un sujeto, pero no poseemos ningún írg;tnm1ento
definitivo para atrapElr a ese sujeto: este es el ~igno Qe l~
era de la intimidad. Lo subjetivo, la vivencia, la experien-
ciil encarnada en la confesión o el testimonio expresan esa
medida común de veracidad qJ.l~ el discurso propone y que
sólo pt.J.ede traducirse, como figura de la interioridad, en lo
íntimo, transformado en prueba de una certeza que se basa
en la fiabilidad textual de su localización y, al mismo tiem-
po, de manera contradictoria, en la convicción de su inac-
cesibilidad existencial.
Este valor de veracidad posee alcances limitados: en lo
íntimo no reside la verdad de la Historia, sino la vía -hoy
privilegiada- para comprender la Historia como síntoma.
Aunque la Historia como síntoma podría ser pensada des-
de otras perspectivas, actualmente la hermenéutica que
prevalece sugiere aprehender sus significados en las flexio-
nes indirectas de la intimidad -tanto en los discursos del
pasado como en los del presente.
"Los sere::; no son intercambiables sino recíprocos, o, mejor di-
Lo íntimo es el espacio a utobiográfico convertido en cho, son intercambiables porque son recíprocos, A partir de ese
señal de peligro y, a la vez, de frontera; en lugar de paso momento, la relación con otro se torna imposible".s
y posibilidad de superar o transgredir la oposición entr e
privado y público.2 E s un espacio pero también una posi- Esa imposibilidad no constituye únicamente un rasgo
ción en ese espacio; es el lugar del sujeto moderno - su filosófico, sino una vivencia histórica, como también ad-
conquista y su estigma- y al tiempo es algo que permite
virtió Lévinas:
que esa posición sea necesariamente inestable. Lo íntimo
es imaginario en el sentido en que Roland Barthes define "Yo no defino al otro por el porvenir, sino al porvenir por la otre-
este concepto parafraseando a J acques Lacan, como efec- dad, ya que el porvenir mismo de la muerte consiste en su to.t~
to sospechoso del "desconocimiento que el sujeto tiene de alteridad. Mi respuesta principal se reduce a decir que la relacwn
sí mismo en el momento en que se decide a asumi r y ac- \ on otro, considerada en el nivel de nuestra civilización , es una
complicación de nuestra relación original 1... ~"·
6
tuar como su yo". 3 Pero la dimensión imaginaria no es
sólo desconocimiento (o punto ciego) sino movimiento de
ruptura y, ¡>or tanto, poderoso dinamizadot. 4 En esta do- La postura de Lévinas el judío tiene su contr~~arte en
ble vertiente - que incorpora la 'yersión lacaniana de lo Paul Ricoeur el cris tiano. No es casual que, cas1 mversa-
imaginario aunque le agrega un carácter de apertttra y mente éste describa la relación con el otro como "don" (no
no sólo de clausura del autoconocimiento- la intimidad como ~uro); y que lo haga precisamente en su Autobiogra-
no cons tituye únicamente una expresión de la trampa del fia intelectual:
autoengaño defh~~ da por Lacan sino también una herra-
mienta para la comprensión de las transformaciones his- "El punto es el siguiente: de la ínti ma certeza de existí~ en el
tóricas. modo del sí, el ser humano no tiene dominio; le viene, le adv1ene, _a
A un estricto linaje de pensadores se debe la hoy hege- la manera de un don, de una gracia, de los que el sí no dispone".'
mónica línea de pensamiento que aborda esa función do-
ble de lo íntimo -punto ciego y lugar de paso- desde Georg Al revés de Lévinas, Ricoeur postuló siempre que el otro
Simmel o Norbert Elías a Emmanuel Lévinas y Michel es radical y misteriosamente accesible; sin embargo, a pe-
de Certeau. En esta vertien te -que ha oscurecido otros sar de esta evidente disputa, los términos teóricos en que
aportes significativos, a los que me referiré ahora- lo ín- piensa ese vínculo pertenecen al mismo horiz?n te concep-
timo es objeto de una fenomenología radical de la inte- tual de Lévinas: una atención profunda, cas1 absorta, al
rioridad entendida como asimetría aunque también como problema de la construcción subjetiva. P~r ello muchos de
percepción derivada de la alteridad. Lévinas formu ló jus- los elementos de esa fenomenología rad1cal aparecen re-
tamente su rasgo teórico básico más influyente, el de la currentemente en el archivo de autoridades - antes men-
inaccesibilidad: cionado- de la reflexión teórica actual sobre los géneros

11
1 ()
de la memoria, cada vez más atentos a ese núcleo de la
r
~ :

ciones en conjunto, la actual tendencia académica y del mercado de


los bienes simbólicos que se propone reconstr uir la textura de la
intimidad. No obstante esta hegemonía, la fenomenología
vida y la verdad albergada en la rememoración de la experiencia,
radical de la relación con el otro - en Lévinas imposibili-
la revaloración de la primera per sona como punto de vista, la rei-
dad, en Ricoeur gracia- sólo es uno.de los modos de acceso vindicación de una dimensión subjetiva, que hoy se expande sobre
a la evidente situación privilegiada de los géneros de la los estudios del pasado y los estudios culturales. Son pasos de un
intimidad en los discursos de la Historia y en las formas programa que se hace explicito, porque hay condiciones ideológicas
literarias actuales. que lo sostienen. Contemporáneo a lo que se llamó en los años se-
Hay otros modos de entender esta presencia persisten - tenta y ochenta el ''giro lingüístico", o acompañándolo muchas ve-
te de la legitimación subjetiva de cualquier discurso; de ces como su sombra, se ha impuesto el gtro subjetiuo".11
uno de ellos se hace cargo Beatriz Sarlo en Tiempo pasa-
do-Cultura de la memoria y giro subjetivo-Una discusión, ~
para a continuación datar con precisión el inicio del cam- U . Antecedentes: de la vergüenza a la ansiedad
bio en la consideración epistemológica de los registros de
la vivencia individual en el inglés Richard Hoggart,9 que La aguda reflexión de Sarlo acerca ·del "giro subjetivo"
inició de a l{;ún modo la reflexión sobre la historia de la no se detecta sólo en la lista de autores que antes califiqué
lectur·a. Oul:ltlrva Sarlo que todavía en 1970 el importantí- de hegemónica. Hay otro contigente previo de corrientes Y
simo libro de Hoggart, The Uses of Literacy (1957), lleva- pensadores menos citados en la actualidad, que vale la pena
ba, en su traducción francesa, un prólogo de Jean Claude incorporar para comprender el alcance del movimiento y,
Passeron en el que aún consideraba "sospechoso" para las sobre todo, su prolongada gestación todo a lo largo del si-
ciencias sociales que Hoggart apelase a sus "propios re- glo XX. E l primero es prácticamente un divulgador de la
cuerdos y experiencias de la adolescencia sin considerarse sociología (y un sutil detector de perfiles histórico-carac-
obligado a fundar teóricamente la introducción de esa di- terológicos), David Ri esman. Entre 1949 y 1960, paramos-
mensión subjetiva": 10 trar las nuevas condiciones en las que se construía el indi-
viduo en la sociedad norteamericana de la postguerra, Ries-
"La idea de entender el pasado desde su lógica (una utopía que man describió, en un libro clásico, tres tipos de personali-
ha movido la historia), se enreda con la certeza de que ello, en pri- dades. En primer término, la persona dirigida por la tradi-
mer Jugar, es completamente posible, lo que aplana la complejidad ción, que "siente el impacto de su cultura como una uni-
de lo que se quiere reconstruir; y, en segundo lugar, de que lo alcan- dad", con cuyos miembros está en un contacto diario Y"que
za colocándose en la perspectiva de un sujeto y reconociendo a la
no le exigen que sea un determinado tipo de persona sino
subjetividad un lugar, presentado con recursos que cm muchos ca-
que se comporte de la manera adecuada". Si el individiduo
sos provienen de lo que, desde mediados del siglo XIX, la literatura
experimentó como primera persona del relato y discurso indirecto transgrede estas normas, siente temor a "ser cubierto de
libre: modos de subjetivación de Jo narrado. Tomadas estas innova- vergü(?nza".

12 13
. En segundo lugar se encuentra el tipo de persona "diri-
gida desde adentro", que ha La segunda diferencia tiene que ver con el medio: "la
persona de dirección t radicional obtiene sus señales de
.... · tncorporado
.
tempranamente un gir oscopio psíquico que sus pa- los otros, pero le llegan en un monótono cultural; él no
dres pone n en movimiento Y que, más adelante, puede recibir seña- necesita un complejo equipo receptor para captarlas". En
les de otras .~utorídades que se semejan a sus padres. El apartarse cambio:
del rumbo fiJado, sea en respuesta a impulsos internos 0 a las vo-
ce.s fluctuantes de sus contemporáneos, puede conducir al senti- "La persona dirigida por los otros debe estar en condiciones de
miento de culpa.". recibir s eñales lejanas y próximas; las fuentes son muchas y los
cambios, rápidos. Lo que puede internalizarse, pues, no es un códi-
. Si~níficativamente, Riesman pone al fun cionario colo- go de conducta, sino el complícado equipo necesario para capta r
~Ial m~l és en}os _tr_ópicos como ejemplo de esta segunda tales mensajes y, en ocasiones, intervenir en su circulación. En lu-
mstanc1a, del mdrvtduo que ha incorporado el giroscopio". gar de los controles por culpa y vergüenza, si bien estos sobrevi-
Por fin, en tercer término está la persona dirigida por los ven, la palanca psicológica primordial de la pers ona dirigida por
otros, que los otros es una ansiedad difusa. Este equipó' de control, en lugar
de a semejarse a un giroscopio, se parece a un r adar. 12
"··: aprend.e a responder a señales procedentes de un círculo mucho
mas ampl.1~ que el constituido por los padres. En este s enti do, la De ese modo Riesman concluye, con la descripción de la
persona d1ngida por los otros se asemeja a la primera a la d' · 'd persona dirigida por los otros cuyo signo primordial es la
.1 · . . , 1rtg1 a
POI a_ tradictón: ambas VIven en un medio grupal y carecen de la ansiedad, su conocida clasificación de personalidades pro-
capacidad de la persona de dirección interna". pias de la sociedad de consumo. El radar ansioso necesita
del movimiento continuo, de la aceptación nivelada, de la
. ~e~o aquí su rgen dos importantes diferencias entre el aquiescencia de otros similares y jerárquicamente iguales
md1v1duo del primer grupo y el del tercero. Por un lado: fren te a los cuales debe expresarse buscando hábilmente
la aceptación inmediata.
"La naturaleza de este medio grupal difiere radicalmente en los Después de Riesman, es posible mencionar un autor
dos ca~os. La persona dirigida por los otros [el tercer grupo} es cos- menos conocido, aunque una de sus obras circuló en los
mopohta. Para ell~ la fron tera entre familiar y desconocido [... ] se años sesenta traducida al castellano en Buenos Aires. En
~a b~rrado. f... }. Mientras que la persona con 'dirección interna' (el efecto, pocos años más tarde de la publicación de La mu-
l~gles del trópico) puede estar en el extranjero 'como en su casa' en chedumbre solitaria se puede detectar una idéntica aten-
vrrtud de su relativa. insensibilidad a los dema·s, la pe r s ona d'lrigl·
· ·
d . ción preocupada hacia el surgimiento de esta lábil sensi-
a por los otros está, en ci erto s entido, como en su casa en todas
bilidad igualitaria de un yo cada vez más visible como eje
partes, Y en ninguna, Y es capaz de una int imidad rápida aunque a
veces superficial, con todos". ' de la experiencia social en el sociólogo e historiador de las
ideas, Philip Rieff. Este, en The Triumph of the Therap eu-
14
tic. Uses of Faith after Freud, 13 analizó la transformación propone como rasgo inherente a la sociedad "terapéutica"
-y decadencia- del severo legado freudiano: donde el yo no será jamás objeto de dominación o mortifi-

. "En, la c.u~tura emergente cada vez más gente sentirá preocupa-


·• cación sino de curación.
Clones esptntuales' Y se embarcará en proyectos 'espirituales'. Se
111. Otras líneas.
cantará más; Y más gente atenderá esos himnos. Muchos continua-
El proceso de subjetivización y su análisis en la pers·
rán prosternándose y leyendo .la Bibla, que se ha convertido, ya
hace mucho, sólo en alta literatura, pero ningún profeta logrará pecti va del siglo XX
detener el proceso [de secularización) . Cada vez habrá más teatro
Y no se encontrará ningún puritano capaz de suspender las repre~ Pero estos antecedentes no son suficientes para expli-
sen t ~c1ones.
. car el movimiento hoy vigente hacia la centralidad del yo
1 ~Al
contrario, supongo que ta sodedad actual monta-
rá pstcodra.mas con mayor frecuenci a que sus antecesores milagros, y sus consecuencias en los discursos de la intimidad. De
Y en los pstcodramas los pacientes actuarán su vida interior, tras hecho, el proceso por el cual diversas disciplinas dirigie-
lo cual el acto final se expresará como representación". ron una atención preocupada hacia el y~ cosmopolita lleno
de ansiedad difusa - Riesman-, o hacia el yo que Rieff de-
Rie~f culmina estas observaciones con una pregunta que finía como "hombre psicológico" dispuesto a "servirse de
es posible poner en relación con el auge de lo que hoy po- cualquier creencia que pueda convertirse en instrumento
demos llamar "subjetivización individual de la experien- terapéutico" no se originó, con ellos, tras la Segunda Gue-
cia colectiva": . : rra Mundial.
Es más: se puede incluso situar el debate setenta años
"S~y consciente de que estas especulaciones pueden parecer una antes. Como señala Fernando Álvarez U ría:
parodta del apocalipsis. Pero, ¿ha habido alguna vez un apocalipsis
tan amabl_e? ¿Ha existido alguna vez una cultura que se propusie- "A finales de los años ochenta del siglo XIX en Alemania y más
se -como esta- no herir ningún yo?"t5
concretamente a partir de la publicación del libro de Ferdinand
Tt>nnies titulado Comunidad y sociedad. El comu1~~smo y el socia-
No "herir ningún yo" supone expandir, precisamente la lismo como formas de uida social (1887) 16 se produjo entre los cien-
esfera de cada "yo" y volver a la vez absoluto su derech~ a tíficos sociales alemanes un vivo debate sobre la naturaleza de la
e~igir un ámbito de expresión inalienable y central. Tanto Modernidad, y más concretamente sobre el lugar que ocupan los
R1esman en los años cincuenta del siglo XX como Rieff en individuos en la sociedad, es decir, sobre cómo conforma cada so-
lo~ setenta prean:uncian, con posiciones muy distintas el ciedad el modo de ser s ujeto. En este debate participaron grandes
"g:rro. subjetivo" que Sarlo misma describe ya, incipie~te, sociólogos como Georg Simmel, Werner Sombart y Max Weber, pero
en R1chard Hoggart. Una suerte de creciente amabilidad también el gran sociólogo francés Emile Durkheim. En términos
de la cultura occidental que irónicamente el propio Rieff generales podríamos decir que los sociólogos se dividieron entre
los apologistas del comunitarismo -Tonnies y S1>mbart- y los de-

16 17
fensor~s del individualismo moderno -Simmel y Weber-. Entre nio subjetivo dentro de las disciplinas históricas, a Álva-
ambas posiciones se encontraba el solidarismo de Durkheim Y su rez Uría demostrando el debilitamiento de la experiencia
escuela". 17 política colectiva y el reforzamiento de sus términos psi-
cologizantes? Al menos dos: primero, que el giro subjetivo
Álvarez Uría propone ciertas conclusiones que vincu- llevarfa a basar la transmisión del conocimiento histórico
lan la tendencia a la psicologización en el campo de las y la comprensión de las formas literarias en una e~pe~ie~­
ciencias humanas con el debilitamiento de la noción de ciu- cia del sujeto en el discurso susceptible de captac1ón mdl-
dadano y fragilidad de la idea de democracia en el planeta recta, por indicios como diría Michel de Certeau, de una
convertido en mercado universal. En función de este diag- intimidad discursiva. 19 Segundo, que la psicologización lle-
nóstico observa que en todas sus vertientes y con todos varía a una absolutización de la esfera individual de esa
sus distingos los fundadores de la sociología "reconocen el experiencia, lo cual supone la sustracción de la exper~encia
avance del proceso de individualización en la Modernidad , colectiva, su adelgazamiento. Se trata de una tendenc1a que
pero a la vez tratan de proyectar luz sociológicamente so- produce tensiones entre disciplinas diversa~ -His~oria, teo-
bre las condiciones que hicieron posible la sociedad d3 los ría literaria, historia de las ideas- y, al mtsmo tiempo, de
individuos". Mientras ese proceso se mantpvo seguía vi- una fuente de cambios directamente observables en la
gente ol programa clásico de la sociología, que afirmaba la flexión discursiva literaria y no literaria.
necesaria y fuerte vinculación entre el proceso de indivi- Para subrayar la prolongada gestación de estas tensio-
dualización y sus condiciones históricas. Pero "se estaba nes, al menos parcialmente, he querido empezar esta "In-
gestando ya un proceso que va más allá del individualis- troducción" a través de referencias y autores de campos
mo y que he denominado psicologización del yo", entendi- diversos y en ocasiones alejados del estudio de los géneros
do no tanto como existencia de "un individuo autónomo, de la intimidad. Se trata de mostrar que desde principios
pretondidamente autosuficiente y seguro de su individua- del siglo XX, de maneras diversas y con léxicos difere~tes,
lidad [. .. ] cuanto la apertura en el interior de la subjetivi- comenzó a expresarse la incomodidad ante la creciente
dad de una especie de subsuelo [... ] un mundo íntimo que ). huella del yo en géneros literarios y discursos polí.ticos,
merece [a pena explorar con sistematicidad, hasta el pun- ante la mengua de la esfera pública en aras de la pnvada
to de convertir la existencia del individuo en una especie y, como consecuencia de todo ello, ante la importancia cada
de interminable inmersión en las profundidades del yo vez mayor de las afirmaciones individuales.
psicológico". 18

¿Qué conclusiones pueden extraerse a partir de las di- IV. Michel de Certeau y sus problemas
versas líneas y consideraciones mencionadas, desde Lévi-
nas y Ricoeur a Riesman y Rieff; desde Beatriz Sarlo re- Esa incomodidad hace que lo íntimo aumente cada vez
fl exionando sobre la emergencia, en Hoggart, del testimo- más s u ámbito, borrando con frecu encia la delimitación

18 19
entre lo privado y lo público y, por ello, vuelva bien visible . espectáculo. Al contrario, observa De Certeau, la lectura
su car ácter institucionalmente indefinible. Para reflexio- no es una pura pasividad; es movimiento a través de la
nar sobre las consecuencias de esta peculiar dinámica, cabe página, evocación de un as palabras por ~tras, juego entr_e
ahora, dentro de la serie de autores aquí propuestos, la lo visto y lo recordado. Además, no es venficable en térmi-
inclusión de Michel de Certeau, quien en La invención de nos económicos y por ello tampoco es cuantificable como
':>lo cotidiano expuso, hacia 1980, el mapa de las argucias producción y consumo: ¿cómo valorar el tiempo y la a~ción
invisibles de los sujetos dominados a través del análisis de la lectura? Es, por ello, derroche y exceso; zona de hber-
de prácticas de defensa soterrada frente al poder. De Cer- tad. Y, por último, es nivelación: lo más excelso junto a lo
teau se transformó por ello en uno de los autores más fruc- más banal, insiste De Certeau: "Lo legible se transforma
tíferos - y más problemáticos- dentro de este nuevo hori- en memorable : Barthes lee a Proust en el texto de Sten-
zonte desde el cual dirimir la relación entre el suj eto y los dhal; el espec~ado~. lee el pasa.j e de su infancia en el repor-
discursos sociales, al vincular, a principios de los afios taje de actuahdad .21 .
ochenta, la emergencia de lo subjetivo con la experiencia \ Tras esta definición, en el Capítulo X, De Certeau efec-
colectiva de la "marginalidad masiva": túa un movimiento acrobá tico: incorpora al circuito de lo
escrito, impreso y leído, el mund~ oral d~ los déb,!le~ cu!o
"Ln figura a<:tual de la marginalidad uo e:s ya la de los pequenos destino no incluye ni registrar m ser reg¡strado: M1 obJe-
g1·upos, sino la de una ma rginalidad masiva; esta actividad cult u- ~ ;to es la oralidad" afirma, pero la oralidad de la escritura,
ral de los no-productores de la cultura, una actividad no signada,
_};"su marca en la escritura". 22 Esa marc~ d_e lo oral en la
no legible, no simbolizada, es la única posible a esos que, sin em-
· escritura, que se desarrolla -como movmuento estructu-
bargo, pagan, al comprarlos, los productos de la que denominamos
economía productiva. Esta se universaliza. Esa marginalidad se rador de la experiencia simbólica del sujeto- durante el
ha convertido en mayoría silencios a."20 surgimiento y desarrollo de la modernidad, es el trazo s~b­
jetivo, que hace visible la grieta por donde ap~rece: El
A pesar de que es muy conocida, hay q ue detenerse en giro de la modernidad se caracteriza, a partir del SJglo X~~I,
las aristas más complicadas de la argumentación de De por una devaluación del enunciado y una concentraciOn
Certeau en el primer volumen de La inuención de lo coti- sobre la enunciación. Cuando el locutor se sentía seguro
diano. Para definir el objeto de su estudio, que son las prác- ('Dios habla en el mundo'), la atención se concentraba en
ticas culturales de la "marginalidad masiva", prácticas que el desciframiento de sus enunciados, que eran los 'miste-
"producen sin capitalizar" (conversar, habitar, cocinar y rios' del mundo. Pero cuando esta certidumbre entra en
leer) De Certeau se detiene en la más reveladora y univer- colisión con l as instituciones políticas y religiosas que la
sal, el "punto máximo" de nuestra civilización: la activi- garantizan, la interr ogación se vuelca sobre ~a ~o~i~ili~~d
/ dad del ojo, la lectura de imágenes y palabras, errónea- de encontrar sustitutos para aquel locutor umco. 6qmen
mente vista -según él- como una actividad pasiva, epíto- hablará?, ¿a quién?". 28 Para ilustrar este paso, De Certeau
me de la posición del consumidor dentro de la sociedad del se sirve de Robinson Crusoe (1719):

20 21
"La 'ficción teórica' inventada por Daniel Defoe dibuja de este
el lenguaje "el retorno insólito y fragmentario (como una
modo una forma de la alteridad relativa a la escritura, una f01·ma
que igualmente imp'lndrá su identidad a la voz; por lo que más
voz que se quiebra) de relatos oral es estructurantes aun-
tarde, cuando aparezca Viernes, éste será sometido a una alterna- que rechazados por lo escrito". 25
t iva largamente conocida; o gritar (desgarramiento salvaje que pide De Certeau atribuye a estos dos tipos de procedimien-
la interpretación o la corrección de un 'tratamiento' pedagógico o tos un papel decisivo en la coronación de la modernidad
psiquiátrico) o realizar en su cuerpo la lengua dominante".24 en el siglo XX, que sin duda podríamos vincula r con la
ruptura de los géneros clásicos, incluida la novela deci-
¿Cómo sali rse de esta alternativa que mantiene la vo- monónica. Por un lado, la "ope ración heterológica" -la he-
luntad del dominador al gobernar todas las opciones del te rología entendida como conjunto de ciencias del otro-
dominado, que si grita, es corregido; si actúa, es legis lado? visible en la reveladora continuidad en la práctica ances-
La oralidad moderna -derivada de la escritura aunque a tral de la fábula, cuya reelaboración moderna se remon-
la vez resto idiosincrásico de los que no tienen acceso a ta, según De Certeau, al siglo XVIII. En efecto, en ese
ésta- se hace presente, según De Certeau, en ciertas artes momento empieza a someterse este tipo de cuentos~ las
menores que dan salida al dominado: las de la cita, l'ecur- primeras explicaciones eruditas de su caudal popular a
so por ello homólogo "en el campo de la escritura", a "la través de las ciencias hurpanas - etnología, antropología
huella del pie en la isla de Robinson".25 o hi storiografía- que han tratado y tratan de introducir
La "huella del pie en la isla de Robinson" ha si do una "la voz del pueblo" en el lenguaje autorizado, a través de
metáfora de extraordinaria infl uencia, directa o indirec- estrategias de traducción destinadas a someter el acervo
ta, en la articulación actual de los discursos de la intimi- oral volcado en la escritura. De Certeau dibuja las diver-
dad. Hay que detenerse en ella para comprender su al- sas versiones cultas de esa tradición, desde el siglo XVIII
cance, que no se limita a la antropología, la sociología o a Los hijos de Sánchez de Osear Lewis, punto de partida
la teoría literaria, sino que las vincula a todas ellas en el de un género que hoy no hace más que crecer de muy
terreno común de los géneros discursivos y su historia. diversas maneras: las historias de vida, entendidas pre-
Observa De Ce rteau que en la cultura escrituraría l as cisamente, en De Certeau, como versiones de motivos
artes de la cita conjugan efectos de interpretación (que populares previ os a la modernidad.
permiten producir el texto) con efectos de alteración (que El segundo procedimiento no opera sobre el ámbito de
permiten, dice, in-quietarlo). La cita "juega entre dos po- las ciencias humanas que De Certeau engloba en las disci-
los que caracterizan cada una de esas figuras extremas": plinas de la heterología, sino sobre el arte. A la prj:~gunta
en P_rimer lugar, la citación pre-textual, que sirve para que reveló el tránsito hacia la secularización (¿Quién ha-
fabncar el texto a partir de reliquias seleccionadas de bla ahora que no habla Dios? Y ¿a quién?) hay que respon-
una tradición oral que funciona como autoridad . En se- der proponiendo, según De Certeau, una "enunciación des-
gundo término, la citación-reminiscencia, que rastrea en plazada",27 de la que la literatura y el arte se hacen caja

22
de resonancia: "el lugar desde donde se habla es exterior a les Mallarmé es representante. Al mismo tiempo utiliza la
la empresa de la escritura".~8 La pregunta por quién habla creciente centralidad moderna de tal escritura residual
y a quién se habla debe ahora responderse más allá de las para explicar la emergencia de usos y prácticas discursi-
fronteras fijadas por la expansión de la tarea de la escri- vas donde se detecta un mundo de experiencias cuya enun-
tura. Algo que es otra cosa habla presentándose a los do- ciación se evade a la fijeza de un sujeto autorizado: "el sal-
minadores bajo la forma de Lo que n.o trabaja: el salvaje, el
¡l vaje, el loco, el niño, la mujer".
loco, el niño, La mujer. Eso causa rupturas formales inédi- Aquí aparece, por fin, la razón por la que me he deteni-
tas antes de las vanguardias. No es azaroso que, insólita- do en La invención de lo cotidiano: hay en De Certeau un
mente, De Certeau concluya el primer volumen de La ill- dispositivo de exaltación de la huella del salvaje en la isla
uencí6n de lo cotidiano con Mallarmé: ''Desde Mallarmé, de Robinson que produce una consecuencia tal vez no de-
la experiencia de la escritura se despliega como relación seada. Se trata de una cierta rigidez en el discurso del
entre el acto de avanzar y e1 suelo mortífero donde se di- débil -y de la débil-, en lugar de su dialectización o su
buja la huella de su derrotero. Desde este punto de vista, apertura. Tal rigidez no es característica de De Certeau,
el !:lscritor también es aquel que, en trance de morir, quie- pero suele surgir cuando se abandona La exigencia estéti-
re hablar. Sin embargo, en la muerte que sus pasos inscri- ca - cosa que no hace De Certeau, esforzadamente fiel al
ben sobre una página negra (ya no blanca) él sabe y puede horizonte mallarmeano, que lo obliga a buscar en el arte
expresar ese deseo que espera, el del otro, el exceso mar~­ el rasguido formal y subjetivo de la "marginalidad masi-
villoso y efímero de alterar la atención de ese otro y {lsí va": la "voz que se quiebra" admite una transformación.
sobrevivir". 29 Pero cuando los seguidores de De Certeau olvidan el
Pensar Mallarmé como límite -estético e incluso epis- desafío de la expresión artística, el giro s ubjetivo tiene
temológico- es bastante COl'ríente. N o lo es tanto mencio- como único resultado, según ya apuntaba Beatriz Sarlo, una
narlo al reflexionar sobre la "marginalidad masiva" cuyas cristalización de los relatos exclusivos del débil, convertido
prácticas cultu rales son aquellas que "producen sin capi- sólo en víctima. Entonces los procedimientos retóricos, en
talizar" (conversar, habitar, cocinar y leer). Aquí De Certaau lugar de permear y subvertir la escritura autoritaria, como
realiza otra pirueta: Mallarmé, figura del poeta puro, pro- quería De Certeau, se limitan a reproducir escenas de des ti-
yecta su sombra sobre la huella de Viernes en Robinson tución subjetiva en las que la peripecia reafirma el desti-
Crusoe. Uno y otro, en trance de morir, quieren hablar. La no de la víctima y su opacidad formal. Así, en lugar de
marginalidad masiva se infiltra así en la voluntad de pa- conferir a la subjetividad del dominado la posibilidad de
labra sagrada y secular de Mallarmé, por Lo cual vemos rasgar el velo de la hegemonía de los dominadores, esta
que De Certeau no confjna la expresión del dominado a los fijeza lo confinará en una retórica sin físuras, tanto más
ámbitos seguros de la antropología y la sociología. De este convencional cuanto más proliferante. La "voz que se quie-
modo consigue poner en relación la escritura residual del bra" de De Certeau se transforma en voz monocorde, en
débil con las exigencias de las élites artísticas, de las cua- voz sin fisuras.

24 25
Empecé esta "Introducción" con una cita de Hermann Nota s
Broch: "Esto es sólo una autobiografía en la medida en
que en ella se cuenta la historia de un problema que, ca- ) 1 Hermano Broch, Autobiogra.fta psíquica, ed. de Paul Michael
sualmente, tiene mi mi sma edad: [... ] es el problema y el Lützeler, tr. de Miguel Sáenz, Editorial Losada, Buenos Aires-Ma-
fen ómeno de ese gigantesco maquiavelismo que se viene drid, 2003, pág. 83.
2 Ver, al respecto, La. intimidad de José Luis Pardo, Pretextos,
preparando intelectualmente desde hace cincuenta años
Y cuyas consecuencias apocalípticas vivimos hoy en rea- Valencia, 1996, donde se establece claramente la distinción entre
lidad". Broch iniciaba de ese modo uno de sus textos más int imo y privado. Sólo este último término puede entrar en relación
de oposición con lo público, mientras que lo íntimo constituye el vér-
personales. La frase es extraordinariamente reveLadora ,
tice de una triangularidad y puede enlazarse con cualquiera de los
porque justifica lo autobiográfico en lo histórico, que es,
otros dos elementos. De hecho, hay diarios íntimos de publicación
en su caso, la experiencia del colapso del humanismo como inmediata, como el de Witold Gombrowicz, que abonan esta idea.
' doctrina y como aspiración, durante el ascenso del nazis- ~ Roland Barthes, Sade, Fottrier, Loyola, (1971), tr. de Alicia
mo y la Segunda Guerra Mundial. Pero lo es sobre todo Ma rtorell, Cátedra, Madrid, 1997, pág. 64. ·'·
porque justifica la necesidad de la escritura autobiográ - <Así lo propone J orge Belinsky en Lo imagmario - estudio de
fica en la Historia. Hoy quizá el movimiento sería el con- u.n concepto , Nueva Visión, Buenos Aires, (en prensa): "En esta mise
trario: la Historia se validaría a partir de la escritura en abtme aparece algo de lo imaginario que estamos explorando.
autobiográfica. Pensar indirectamente - en textos y auto- Ese imaginario no viene a sumarse como nueva instancia más que
r es diversos- sobre esa inversión y sus consecuencias es convertiría la tríada lacania nn en tétrada. Es otra cosa: la señal de
el objetivo de este libro. tránsito hacia la cuaternidad. Pero ese tránsito nunca dejará de
ser tránsito, pues lo imaginario que se esboza en el movimiento
como potencial imaginarizante, nunca cristalizará en estructura
Barcelona, diciembre de 2006
definida, sino que hará de guía histórico-temporal en el modo cómo
cada estructura se produce y se r eproduce a la vez".
6 Emmanuel Lévinas, "El tiempo y el otro" ( 194 7), en El Tiempo

y el Otro, Intr. de Félix Duque, tr. de José Luis Pardo Torío, Paidós,
Barcelona, 1993. pág. 126-127.
s Jbidem, pág. 126.
; Paul Ricoeur, Antobiogra{{a intelectual (1995), tr. de Patricia
Willson, Nueva Visión, Buenos Aires, pág. 114.
11 Beat riz Sarlo, Tiempo pasado-Cultura de la memoria y giro

subjetivo-Una discusión , Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2005.


9 !bid., pág. 20.

lO Ibid ., pág. 20 .

11 Ibídem, págs. 2 1-22. En El espacio biográfico-Dilemas de la

subjetividad con temporánea, FCE, Buenos Aires-México, 2002, pág.


26 27
51., Leonor Arfuch formula aJgunas d e las preguntas que certifi-
can esa imposición:"¿Qué pasión desmesurada y dial ógica impulsa
a tal externo el develamiento, la mostración y el consumo ca si adic-
tivo de la vida de los otros? ¿Qué r egistr o de lo pulsional y de lo
cultural se juega en e sa dinámica sin fin?".
12
David Riesman, La muchedumbre solitaria , t r. de Noemí Ro-
semblat, Pai dós, Buenos Aires-Ba rcelona, 1• reimpresión en Espa- Primera parte
ña, 198l,págs. 40-42.
13
Philip Rieff, The Triumph of the Therapeutic. Uses o( Faith (1992 - 2005)
a(ter Freud The Universi ty of Chicago Press, 1966, págs 26-27. En
esta obra Ri eff prolongaba su anfil isis, iniciado en Freud, la mente
de un moralista (1959) de la revolución freudiana desde el punto
de vista del pe nsamiento filosófico clásico.
11
Se r efiere Rieff a la pr·ohibición del teatro en Inglaterra en el
siglo XVII durante el período de Cromwel~.
16Jbidem, pág. 27.
' Rlesman cita a TOnnies, de hecho. Ver La muchedumbre soli·
11

taria, pág. 27.


11
Fernando Álvarez Urfa, "Viaje a l interior del yo-La psicologi-
zación del yo en la sociedad d e los individuos", Claues de razón
práctica, N" 153, 2005, págs. 61-68, pág. 61.
15 Ibídem , pág. 61.

111
En L'inuention du quotidien l. Arts de {aire, [1980], Galli-
mard, 1990. [Hay traducción castellana: La inuención de lo cotidia-
no, l . Artes de hacer (1980), Univer sidad Iberoameri cana, México,
19961.
:10 De Cer teau, op. cit. , pág. XLIII .
21
/bid., pág. XLIX
21 / bid., pág. 195.
2
~ !bid., pág. 204.
2• l bidem, pág. 227.

25
lbidem, pág. 227.
26
/bidem, pág. 228.
~ 7 lbidem, pág. 230.
ze lbidem, pág. 231.
2 Q lbidem, pág. 287.

28
Estados de la teoría
Paul De Man revisitado

l. Prosopopeya

¿Por qué Paul De Man? ¿Por qué "La autobiografía como


de3fíguración'"?
Los ensayos y estudios sobre el género autobiográfico
empezaron a formar un aparato critico consistente en los
años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, desde el
libro de George May hasta los estudios de George Gusdorf.
Hubo diversas aproximaciones posteriores, durante los
años setenta y ochenta del siglo XX -la más ambiciosa des-
de el punto de vista académico fue la de Phillipe Lejeune-
que ofrecían ya entonces la posibilidad de estudiar este
tipo de textos desde muchos ángulos. Y, sobre todo, de in-
cluirlos en un modelo de funcionamiento y exigencias es-
pecíficas.
Empero, si se preguntase hoy qué estudio, tras esas
obras inaugurales, ha marcado la indagación teórica sobre
el género desde 1980 hasta la actualidad, no podría pen-
sarse en ninguno de los autores ya nombrados; ni siquiera
en Lejeune, el más conocido e influyente. Otro nombre sur-
giría ante esta pregunta: Paul De Man. Un ensayo aparen-
temente tangencial, escrito, como muchos de sus trabajos, tidad -el rostro del actor- que le es ajena y a la que, de
a partir de una lectura fragmentaria de ciertos pasajes de hecho, ni siquiera sabemos cómo atribuir una forma. Y,
William Wordsworth -entresacados de The Excursion y de aunque se la atribuyésemos, esa forma sería irrelevante o
algunas piezas de circunstancia- se convirtió en una cita impertinente.
recurrente en todos los estudios de esta disciplina. No sólo Por eso De Man afirmaba que la autobiografía no es un
recurrente; se transform ó también en un modo de cuestio- f- género sino un movimiento por el cual lo informe - lo irre-
nar la índole misma del género autobiográfico en los años levante, lo impertinente- sufre una desfiguración - en prin-
en que se estaba transformando en una especialidad uni- cipio, impuesta por el tiempo-. Y seguía: en el instante en
versitaria. Más que un tipo de texto, lo autobiográfico era el que la narración empieza (el "momento autobiográfico
un "momento" presente en cualquier texto: tiempo contra autorrefl exivo")2 aparecen dos sujetos de algún modo im-
sustancia, decisión lectora contra consistencia autorial. posibles. Lo informe, el vacío p revio; y la máscara que des-
E n El espacio autobiográfico , publicado en 1991 , seguí figura ese vacío previo. Se otorga, concluía, un rostro cuya
una de las Jfneas de Paul De Manen ese texto suyo extra- identidad .s e ignora. A esa misma incertidumbre at ribuía
ño y pt::rsuasivo, cuyo título, significativamente, aludía a De Man la irritante couvencionalidad del relato autobio-
la desfiguración como rasgo d~l género autobiográfico. Allí gráfico: si el punto de partida filosófico de la identidad del
afirmaba De Man que Ja autobiografía -modo extremo y yo en el tiempo no es evidente, nada mejor que la utiliza-
ostensiblemente retórico de la n ecrológica- es la proposo- ción de los recursos del r elato clásico como modo de otor-
) peya de la voz y del nombre. Un trasiego revelador -por lo gar una coherencia ostensible a lo que carece de ella. Esa
imposible- entre vivos y muertos, entre lo ya acabado y el huída hacia delante que es en realidad un refugiarse en
presente de una enunciación de dudoso estatuto. normas narrativas no opacas es lo que De Man llamaba
Retomé esa propuesta y partí de ella. No fui original. ~ "pulsión sistematizadora": una voluntad pr eceptiva que
Casi simultáneamente, en muchos otros libros, 1 se citaba .....- compensa la arbitrariedad innegable del inicio del relato
esta idea clásica y al tiempo rupturista , pensad a para cues- . autobiográfico. Esa voluntad posee además la función de
tionar la sobreentendida veracidad del vínculo autobiográ- ocultar que esa identidad, viciada en el origen aunque exis-
fico. Esa veracidad que, a la manera de Lejeune, permitía tente en la convención narrativa, es producto de un movi-
construir una teoría de los géneros narrativos que no se miento r etórico, el de la prosopopeya, del cual, cabe recor-
apoyase sólo en la ficcionalidad sino en una cierta comuni- dar, partía De Man en "La autobiografía como desfigura-
dad de experiencia -social, cultural, institucional- sin duda > ción". Y partíamos quienes lo leímos. Por eso la resonancia
más allá de lo textual. que obtuvo, dentro de la teoría, la sentencia con la que
¿Qué decía De Man? No existe un yo previo, sino que el coronaba ese ensayo, que era, en su mayor parte, un co-
>
j yo resulta, arbitrariamente, del relato de La propia vida,
del mismo modo que durante la representación teatral la
máscara oculta algo que no pertenece a la escena, una en-
mentario a los Essays upon Epitaphs de Wordsworth: 3 "La
\;autobiografía vela la desfiguración de la mente de la cual
i¡es olla misma la causa".
¡.
34
Una observación más. No es casualidad que junto a la La primera línea es más o menos previsible, puesto
presentación de la prosopopeya como figura central del que-De Man recoge y desestima las interrogaciones clási-
momento autobiográfico, las grandes aportaciones, de De cas que podemos encontrar, por ejemplo, en G~o:_~es ~~X:
'Man al estudio de los géneros de la memoria estén en Ale- ·hay. efectivamente un corte en el siglo XVIII, un corte
gorías de la lectura, especialmente en los capítulos dedi- ~al que permita establecer el origen de la autobiografía
; cados a Proust. (y a Rousseau, como ha indicado José Ma- moderna y vincularlo con el romanticismo? Y recoge Y
¡ ría Pozuelo Yvancos). ¿Por qué? Porque el carácter susti- desestima a continuación otro "falso problema": 1~, d_ife-
; tutivo general del lenguaje -que expresa la alegoría- tie- ' ~- -:-- rencia entre autobiografía .y ficción, diferencia
.
que. tam-
ne su expresión más clara en la prosopopeya, límite últi- ' ~· : bién ·éuést1ona ·G érard Genette en Figura s III. Para ha-
mo del intercambio retórico, ya que es~enifica la impqsibi- . / · cerió, De M~m retoma una observación especialmente lú-
lidad de un nexo entre significación e interpretación. En cida de Genette acerca del género autobiográfico como
. efecto, la sustitución se muestra allí natura lmente fallida: .~; - concomitancia: .. ' .. ' -~ ·'.... ..
poner en escena a l muerto y darle una voz es la figura que
cubre, y por. eso mismo subraya, el vacío ~ras la másc.ara. "Sólo en el caso de una situación I.J.Ue se supone le viene im-
¿Qué tiene de singular lo autobiográfico, entonces, den- puesta al autor por la historia o la tradición, y ~ue es por lo tanto
tro de la reflexión geutlral de De Man acerca del carácter no ficticia [.. ,1 se le impone al lector la hipótesiS de una causali-
esencialmente sustitutivo del lenguaje? Su singularidad dad genética en la que la metonimia es la causa y la metáfora el
consiste en una suerte de visibilidad excesiva: en ella la efecto, y no una causalidad teleológico. en la que la metáfora es el
fin y la metonimia los medios (y así, según esta otra causalidad,
experiencia del hiato retórico -que caracteriza todos los
/ la metáfora sería la causa y la metonimia el efecto), estruct.ua
hechos de lenguaje- es la suma de todos los "yos" anterio-
que es siempre posible en el caso de u na ficción hipotéti.cam~nte
res al momento de la escritura; sólo existirán sus másca- pura. No hace falta decir que en el caso de Pr oust cualqu1er eJem·
ras y éstas no se le asemejan. plo tomado de la Recherche puede promover, a este nivel, un de-
bate infinito entre una lectura de esa obra como ficción Y una
1'.. lectura como autobiografía. Pero tal vez conviene quedarse en
\\
',
II. Dos metáforas para la autobiografía: torniquete 1 medio de ese torniquete".
6

y puerta giratoria
Eso, obj eta De Man, no es posible: "Como puede atesti-
Por supuesto, había otras cosas en "La autobiografía guar cualquiera que baya quedado atrapado alguna vez
como desfiguración"", que posee dos grandes líneas de ar- en una puerta giratoria, esa experiencia es realmente de
gumentación de las que se desprenden atajos de diverso lo más incómodo, y mucho más en este caso, dado que el
recorrido y gran alcance conceptual. En aquel momento torniquete es capaz de sufrir una aceleración infnita, Y de
las dejé de lado. hecho, no es sucesivo sino simultáneo".G

36 37
Se puede decir que en ~~7~ De Man empieza por deli- tura especular" interiorizada en cualquier texto en el que
near el estricto curso históri co de la teoría de los géneros el autor se declara sujeto de su propio entendimiento. Un
autobiográficos y por ello hace explícito, dentro del con- "momento especular" dice De Man enseguida, no es una
cepto de género, un distingo previo entre el género como situación o un acontecimiento sino "una manifestación , a
fu nción estética y como función histórica , que la autobio- nivel del referente, de una estructura lingüística". Por ello,
grafía venía a cuestionar. Según De Man esa doble función si podemos extender esta definición más all á de la breve-
se ~rar:sformab~, dentro del campo de estos relatos, en algo dad conceptual en que se expr esa De Man , se trata del
u~Itano y crucial: una especie de frontera subjetiva, de enlace verbal con el mundo, enlace que no es, sino que su-
distancia moral que protegería al autor autobiográfico de cede (ya es un momento, un instante de lectura).
su experiencia, pero también una vía común que permiti-
' ! ría la convergencia entre estética e historia.
Así entraba en juego esa elocuente inversión, ese incó- Ill ¿Quién da v u e ltas e n la puerta giratoria, a qué
modo giro, ese "momento autobiográfico", que tanto Ge- se le aplica el torniquete?
nette como De Man ilustraban -paradójicamente dada su
índole temporal- co!l figuras espaciales: el nudo del torni- !¡ En 1991 desarrollé la afirmación demaniana acerca de
) quete Y la puerta giratoria. AJ convertir esos instantes y 1¡ esta "estructura especular" en su especial vinculación con
. sus figuras visuales en género -en cruce entre fun ción es- ~ la figura de la prosopopeya, como acontecimiento quema-
: tética Y función histórica- se elevaba la autobi ografía por nifiesta la imposibilidad epistemológica de su trato refe-
1 encima de la crónica , el r eportaje y la memoria y se le ha- renciaL No consideré, sin embargo, una parte de la propo-
' cía un sitio, modesto pero visible, dentro de los grandes sición tan importante como aquélla: ¿entre qué o quienes
géneros literarios. 7 ¿Cómo salvaba De Man el vértigo de la se da el juego especular? De Man era explícito: "entre los
"ac~leración infinita" de lo indecidible que la puerta gira- dos sujetos implicados en el proceso de lectura, en el cual
tona lleva al estallido y el torniquete a la letal paraliza- se determinan mutuamente por una sustitución reflexiva
/ ción de lo sometido a su giro extremo? P roponiendo que el mutua". La frase es clara; sus consecuencias, en cambio, lo
torniquete o la puerta giratoria sean tropos de lectura y son menos. Por eso quiero detenerme ahora, sobre todo, en
de entendimiento que se dan en cualquier texto. La lectu- la indefinición demaniana del concepto de sujeto, que apa-
ra es el momento del vértigo, el instante de la experiencia rece en esta frase sin ninguna especificación previ a, lo cual
abismal en cualquier texto. El abismo se soporta porque es especialmente notable, ya que esta noción había sufrido
es parcial: "El momento autobiográfico tiene lugar como desde los años sesenta, es decir, desde la irrupción del es-
alineación entre los dos sujetos implicados en el proceso tructuralismo en todas s us vertientes, una severa revisión.
de lectura, en el cual se determinan mutuamente en una De Man no sólo no explicita los términos en que piensa ese
sustitución reflexiva mutua", lo cual supone una "estruc- sujeto sino que es refractario, en general, a cualquier tipo

38
t
\ con la identidad sino sólo con la urgencia de lo que falta
~ de precisión conceptual. De hecho, lo que vuelve reconocí~
ble la flexión característica de la desconstrucción tal como para completar el movimien to. Podríamos concluir que el
aparece en De Man, es justamente la ausencia notoria de sujeto que hay en De Man se define como acto de lectura
definiciones. No obstante, aun subrayando esta peculiari~ en movimiento creciente, como experiencia intersubj etiva
dad demanian a, tan reticente al desarrollo a rticulado de de la crisis. 8 Por otro lado, quizás h aya sido esa indefini-
los conceptos utilizados, ¿por qué es indefinible ese sujeto ción de De Man respecto del sujeto lo que promovió la in-
que se pone en relación, en el texto de De Ma n , con el pro~ mediata apropiación del texto demaniano como pórtico de
ceso de lectura? ¿Es esa "sustitución reflexiva mutua" (lo la desconstrucción, dentro del asedio e, i ncluso, la demoli-
cual supone un juego de anulaciones) algo característico ción del sujeto universal en el ámbito mismo de estudio de
del proceso de lectura o puede manifestarse en otros mo- los géneros autobiográficos, es decir, en un lugar privile-
dos de la intersubjetividad? giado par a defender la persistencia de un cierto orden re-
En la lectur a los sujetos alineados se determinan mu - ferencial.
t uamente, pero si lo hacen en una sustitución reflexiva De este modo, el momento autobiográfico representado
mutua, además de alinearse, se anulan y, por tanto, se alie- por esa puerta giratoria y ese torniquete son lugare~ epi-
nan. ¿Por qu é neces ita de la lectura, para "determinarse", sódicos y variables que el sujeto ocupa para , a contmua-
ese s ujeto vacío, descentrado, que se constituye metoními- ción, moverse hast a la aceleración infinita o el ahogo. Por
camente? ¿Es la lectura - base de la sustitución entendida un lado, esto favor eció la aparición de muchas propuestas
como figura retórica-la condición de existencia del sujeto postmodernas, en las que el sujeto se define posicio~al­
y su único campo? Si aceptáramos esta consecuencia, po- mente, en el juego intersubjetiva. Por otro, afianzó la Idea
dríamos pensar que ese "momento autobiográfico" es una de una labilidad del sujeto que éste reaflrma, también po-
estructura que implica tan to diferenciación como simili- sicionalmente, en la a firmación de la identidad (múltiple,
t ud, puesto que ambas dependen de ese intercambio susti- pero siempre asimétrica y pensada en r elación con el po-
tutivo llevado al límite del que a su vez depende el sujeto. der, a la manera derrideana): desde los lugares de los no
Es decir: la anulación que supone la "sustitución reflexiva productores, si utilizásemos el léxico de Michel De Cer-
mutua" no es más que consecuencia de un movimien to en teau: locos, mujeres, niños, débiles. Como efecto derivado
su instante crítico; consecuenci a , en suma, de la acelera ~ de ese carácter lábil, apareció entonces l a búsqueda de una
ción visual o el forzamiento que nos vuelve ciegos a los autodefinición del sujeto sólo en su relación con Los otros,
batientes de la pu erta giratoria o insensibl es al estrangu- una autodefinición que bien pod1iamos interpretar como
lamiento del torniquete. Esta estructura especular, decía vía h acia una txansformación del sujeto universal en suje-
además De Man, está interiorizada, lo cual supone que los to identitario. Si Pa ul De Man, como Michel de Certeau, se
sujetos implicados en el proceso de lectura se definen po- sirven de la lectura como equivalente universal de la ex-
sicionalmente, por lo que esa definición no t iene que ver periencia intersubjetiva, surge, de este uso, otra manera

41
40
de refle~ionar _s~bre lo autobiográfico ligando su creciente Notas
pres~nci~ genenca con la lectura misma y con el desarro-
llo htstón~o de su universalización. Probablemente, lectu-
ra Y autobwgrafia enlacen en el tiempo de la H 1s ' t or1a
. como 1 Sólo un ejemplo: el fundamental estudio de Sylvia Molloy so-

cara~ op~estas de u~ ~i~mo proceso -problemático Y con- bre la a utobiografía en Hispanoamérica comienza, de la misma
tradictoriO-
• •
de sub•etlVtzacJ'ón
J
e m
. d'1v1'dua t·1zac16n
. de la manera que mí trabajo, con una mención de Paul De Man. Ver: Acto
expenencta colectiva. :'>de presencia- La escrituro. autobiográfica en Latinoamérica [19911,
Siglo XXI, México, 1996.
2 Frey, Hans Jost, "Undecida bility", en The Lessoll of Pa ul De
2006 Man, Yale French S tudies N" 69, Yale University Press, U.S.A., 1985,
pág. 124.
3 Wordsworth. William, "E ssays u pon Epitaphs", en W.J.B. Owen,

ed., Wordsworth's Literary Criticism, Routlege and Kegan Paul,


Londt·es, 1974. ·'.
1 • Luis Gusmán ha comentado la complejidad de estos textos
' desde otra perspectiva. Ver: Epitafios: el derecho a la muerte escri-
; ta , Norma, Buenos Aires, 2005.
5 Gérard Genette, Figura s III, pág. 50.

8 En "La autobiografía como desfiguración", trad. de Angel Lo-

ur eiro, Suplementos Antropos N" 29, Barcelona, 1990, pág. 114.


7 Hay que matizar: a pesar de la indecidibilidad de ese cruce

que De Man desarrolló y fundamentó, esto es, al contrario, lo que


en realidad allanó: la consagración contemporánea de un género
determinado cuando todos los otros se han fundido. Sobre esta cues-
tión, así como sobre el estado general de los estudios de teoría de la
autobiografía, incluido uno de los ensayos menos estudiados de De
Man (el capítulo final de Alegorías de la lectura dedicado a J .J.
Rousseau} véase el importante estudio de José María Pozuelo Yvan-
cos que acaba de aparecer: De la autobiografía-Teoría y estilos ,
Crítica, Barcelona, 2006. Sobre t odo, "l. La frontera autobiográ fi-
ca" págs. 15-69, y "III. Del tropo al acto de lenguaje-Un comentario
a Paul De Man", págs. 91-101.
s Hay otra línea discursiva en "La autobiografía como desfigu-
ración", en la que De Man proponía enfrentarse con c·iertos ensa-
yos de Wordsworth tomándolos como "ilustración de una abstrae-

42
El diario íntimo: una posición femenina
ción"; esa abstracción sería la ya mencionada "estructura especu-
lar" característica del momento a utobiográfico. Como suele s uce-
der con los procedimientos der:r-anianos, aquí se funda la idea, ya
mencionada de quo la autobiografía es la "desfiguración de l amen-
te de la cual es ella misma la causa". Y l9 hace a partir de una
brusca reducción del campo, reducción necesaria, que De Man ja-
más ve <·cmo una limitación, sino, a l contrario, como un elemento
impr escindible de la lectura crítica. No existe crítica sin reducción
del campo: en este caso, ese campo restringido son los ensayos so-
br e epitafios de William Wordsworth, textos circuns tanciales a los
que De Man probablemente accediera en el volumen entonces re-
cién editado: Wordsworth.'s Literar_y Criticism, (ed. cit.). Allí se en-
cuentran tres tipos de textos: el primer o es de 1814 y forma parte I . . ·eres· una doble margina.lidad muy atrae-
. D1anos y muJ ,.. · 1 · cer-
de una nota del poema Th.e Excu.rsion; los otr os dos apa recieron en tiva que ha dado lugar a innovadoras es~ecu ac~ncs :oble
ca de~ pr?blema de la d~;:i~!ó~ri~~~a gt:O~~~ista~ade una
misceláneas de prosas de Wordsworth y Owen realizó la primera
edición fiable. En la página 154, un ejemplo del último de estos
escritos mup,;;t.rn et seductor alcance filo:;ófíco que De Man percibió margmahdad carga~a, pd é de todo el diario íntimo
en Worsdworth: "Si las palabras no fuesen (recurriendo a una me- expresiVa· espu 5 '
. fuerte .carga , . . d da el lugar de escritura más cerca-
táfora antes usada ) una encarnación del pensamiento sino sólo s u ' de mujer sena, sm u • .
vestidura, entonces las consideraríamos un regalo maldito; uno de '-. i 1 verdad existencial dt! lo dLferente. . .
esas telas envenenadas, de las que se lee en cuentos de tiempos
- ;. no pa a . todo el mundo sabe en qué consiste un dtano, es
ero s1 . . . . .d d En efecto, no es ar-
sup~~ticiosos, que tenían el poder de consumir y s acar de sus ca- más complicado defmtr la ~nttmi a . . o su relación
bales a la víctima que las lleva ba . El lenguaje, si no se lo domina, duo convenir, aunque se dlscuta su ongen . el
a limenta y deja tranquilo, como el poder de gravitación o el aire con determinadas pautas religiosas o.cultural.:~e:~~elos
que respiramos, es un espíritu adverso, que trabaja, sin descanso diario es el género en el que. se registran,. Sl frente a sí
ni rBmis ión, para desmontar, subvertir, gastar, viciar y disolver". , s las actividades e impresiOnes de un sujeto
d1a ,
mismo. t í ticas del es-
Mucho más difícil es razonar las carac er s ,
. . 1 . timidad Yhacer explícito en que con-
paclO que ocupa a m . . ' ue ha que entrar en
siste lo íntimo de un dtano. y ya q Y d fi · ·, de
materia: ¿no es aún más difícil encont~ar la e ~m~:~dad
la intimidad pe".uliar del diario fememno, una mtl
en la que el diario femenino sea específica?

45
El destierro de la lengua: Conrad

¿Cómo cree un escritor que se hace escritor'? En otras


palabras ¿cómo formula su mito de origen'? Hay varías res-
puesta:; a esta pregunta. La primera es útil, histórica y
libresca. Por ejemplo, la que propone Eckhardt Neumann
i en Mitos de artista. Estudio psicohistórico sobre la creati-
vidad (traducido en Tecnos, Madrid, 1986). Allí se encuen-
tran todas las referencias en los distintos períodos histó-
ricos, desde la posesión del artista por las musas hasta la
melancolía indigente del poeta de nuestro siglo.
La segunda respuesta se ofrece por la vertiente de la
tradición: los grandes escritores formularían sus mitos de
origen en función de un linaje -no importa si real o imagi-
nario- al que deben fidelidad. Esta vertiente es atractiva,
porque nos permite unir la cuestión nacional, la literaria
y el romanticismo, tríada con la que acostumbramos a pen-
sar la literatura de los siglos XIX y XX.
La tercera respuesta es intuitiva y se limita a buscar
ejemplos. Por muy diversas razones, es más fácil encon-
trar la formulación del mito de origen en Conrad que en
Hammet, en Borgcs que c.m Felisbcrto Hernández, en Le-

,.
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zama Lima que en Alfonsina Storni, en Unamuno que en y Nueva York. La tormenta lo arroja a un lugar cuya exis-
Camilo José Cela. Y por último, podemos también apuntar tencia él ni siquiera imagina: Inglaterra. Creyendo estar en
que hay novelistas que sólo escriben sobre eso o a partir América, durante días y días Yanko, que es un campesino
de eso: Proust, pero no Musil; Kafu.a, pero no Joseph Roth; cárpato, vagabundea por el pueblo y sus alrededores, emi-
George Eliot, pero no Dostoievski. Por último, una cuarta tiendo sonidos ininteligibles que todos confunden con los
respuesta: ciertos escritores formulan explícitamente su balbuceos de un loco. Su pelo negro ha crecido y brilla al
mito de origen dentro de sus ficciones y por lo tanto, pri- sol. Amy Foster, que es una de las muchachas más feas del
mero debemos descubrirlo y luego, interpretarlo. lugar, se compadece y empieza a alimentarlo. Le enseña al-
gunas palabras en inglés y precariamente demuestra a su
comunidad que Yanko no es un demente o un retrasado. Se
11 casan y tienen un niño. Cuando el niño tiene unos meses,
Yanko empieza a cantarle cancíones y luego a hablarie en
He aquí el argumento de "Amy Foster" [1901), un cuen- su lengua. De repente esos sonidos "extraños y apasiona-
to de Joseph Conrad: un médico rural y su invitado o invi- dos", que antes no significaban nada para Amy, 8e convier-
tada -no podremos saber su sexo- pasean un día por el con- ten en algo inquietante. Ei narrador no dice más. Pero no-
dado donde el médico ejerce su profesión, en ia costa del sur sotros interpretamos inmediatamente ese silencio del na-
de Inglaterra. Encuentran a una mujer tendiendo la ropa rrador: ese algo inquietante en que se convierten los soni-
en un prado. Se trata de 1J.na campesina muy poco atracti~ dos es otra lengua y ambas, el inglés y la lengua del cárpa-
va, de aspecto torvo, casi idiota, a quien el médico llama to, rivalizan por el alma del niño.
"Amy" y a quien pregunta por su hijo. Ella contesta que 0~tá El narrador nada dice tampoco de eso. Agrega, simple-
bien y los dos hombres -aunque insisto en que en realidad mente, lo que el médico le cuenta: que una noche muy fría
no sabemos si el narrador es hombre o mujer- siguen su de viento y de nieve encontró a Yanko sumido en la fiebre,
viaje. Según las convenciones heredadas del cuento popu- agonizando a la puerta de la casa, abandonado por Amy,
lar, el médico contará al narrador o narradora visitante la que había huído con el niño. Antes de morir, Yanko contó
historia de Amy Foster, a quien describe como una mujer al médico que había delirado, pedido, suplicado, bramado
fea, pasiva, casi inerte. Sin embargo, agrega, fue capaz de por agua ante Amy. Pero había cometido un error. Confun-
enamorarse de la silueta grácil de un extranjero, de piel dido por la fiebre, había hablado todo el tiempo en su len-
olivácea y movimientos ligeros. Venía del mar y se llamaba gua y no en inglés; la fiebre había hecho que olvidara su
Yanko. Era el sobreviviente de un naufragio, emigrante de nuevo idioma. Hasta que Amy no pudo soportarlo más (''en
Europa Central, analfabeto, embarcado en Hamburgo en uno ella sólo había lugar para el instinto maternal y para ese
de esos barcos de "infame comercio" humano, casi de escla- miedo indescriptible", dice el narrador o la narradora) y lo
vos, que transportaban hombres entre las costas alemanas había abandonado.

158 lf
--
111 composición, la forma es casi dispersión y la posibilidades
de interpretación son casi todas evidentes.
¿De qué trata este cuento? Antes de responder a la pre- Nuestro primer impulso podría ser contestar que Con-
gunta, algunos datos: "Amy Foster" fue publicado por en- rad tomó el modelo de Jessie, utilizó la anécdota de Ford
tregas entre 1901 y 1903 y, para varios de los numerosos Madox Ford y cruzó las dos líneas con algo suyo, el con-
biógrafos de Conrad, aquí, como también en dos de sus flicto de Lenguas, a las que atribuyó la capacidad letal y
novelas, Victoria y El agente secreto, aquél retrata, a tra- la voluntad mortífera de dominio que generalmente cree-
vés de la relación entre Yanko y Amy, no sólo su destino de mos propias de las pasiones, individuales o colectivas. De
escritor y sus relaciones con la lengua inglesa, sino su "hos- esta pasión de la lengua extrajo algo parecido a una ale-
tilidad hacia el matrimonio". Aun no tomando en cuenta goría de su destino. Pero La alegoría conradiana no alude
esta vulgaridad -el noventa por ciento de la novela de la a un sentido oculto sino que opera por saturación -otra
época participa de semejante sentimiento- hay que seña- vez- de lo evidente. Porque Conrad sabía exactamente
lar otra circunstancia biográfica menos vulgar y más sig- cuál era su relación con el inglés, como lo de,muestra en
nificativa: ''Amy Foster" fue escrito, como varias de las obras Cróníca personal-Remembranzas [1912]: "La verdad del
maestras de Conrad, bajo la tutela gramatical y estilística caso es que mi habilidad para escribir en inglés me es
del también novelista Ford Madox Ford. Además, éste le tan connatural como cualquier otra de las facultades de
regaló la anécdota del cuento, ya que la historia del náu- que dispongo desde mi nacimiento ... Y es que en mí caso
frago en tierras desconocidas viene de The Cinque Ports, el inglés no fue producto de una elección ni de una adop-
publicado por Madox Ford en 1900. ción ... pero conste que fui yo el adoptado por el genio de
Cuando los contumaces pero necesarios biógrafos insis- la lengua ... Solamente puedo jactarme a que se me crea
ten en los paralelos entre Amy y la esposa de Conrad, la cuando digo que de no haber escrito nunca en inglés no
gorda y basta Jessie, insisten también en que, para Con- habría escrito ni una sola palabra". 1
rad, Amy era a Jessie lo que Jessie era a Inglaterra. De De modo que no le podía ser ajena la carga simbólica de
todos los datos que aportan los biógrafos, la cuestión de la ese nacimiento que es todo naufragio, de ese encuentro con
esposa parece menos importante que la de Madox Ford y Inglaterra que es la posibilidad misma de sentirse humano:
la anécdota prestada. Veamos: la vida conyugal regaló a "de no haber escrito en inglés nunca habría escrito ni una
Conrad el modelo de Amy, mientras que su amigo y men- sola palabra". Si eso era evidente, cualquier lector adverti-
tor le ofrecía la peripecia del náufrago. ¿Qué inventó Con- do puede enumerar de corrido, a través de "Amy Foster" los
rad? ¿Cómo saturó su material? Utilizo aquí el término tópicos de Conrad: la misoginia, la unión de los temas de la
"saturar" no porque afirme que éste sea un procedimiento lengua y la muerte en el relato de un destino, la lucha por
común en la época, sino porque es el procedimiento de Con- la herencia y el linaje, la ambivalencia erótica -la seduc-
rad: sus novelas son como frutos demasiado maduros, a ción de Yanko viene de su cuerpo sin lengua; la maldad de
punto de caer del árbol, en los que la plenitud es casí des- Amy en cambio viene de su lengua sin cuerpo-.

160 161
Entonces, ¿por qué decir que el cuento trata del mito de distintas versiones de algo que se dice una y otra vez. Fren-
origen de Conrad? O, mejor ¿por qué decir que el mito de te a él hay que huir del lugar común que afirma que un
origen de Conrad es la guerra de lenguas en su cuerpo, si texto literario clásico ofrece "múltiples lecturas" de simi-
ese cuerpo está dividido entre Amy y el cárpato? De hecho, lar jerarquía e ímportancia; el crítico, el profesor y el estu-
suponiendo que respetáramos las alusiones autobiográfi- diante se refugian en esta estrategia de aparente toleran-
cas del cuento, no podríamos decidir qué parte de Conrad cia y convivencia para ocultar el hecho de que lo único
muere con el cárpato y cuál triunfa en Amy. Además, el múltiple en Conrad es la variación, sumamente medida,
triunfo de la lengua de Amy a través de la muerte de Yanko del arte de contar y, aun así, que las formas de esta varia-
no sólo transfigura sino que transviste a Conrad. ción son históricas y no intemporales. Las lecturas no son
Tal vez la respuesta esté en la figura neutra del narra- casilleros donde se guardan llavecitas de idéntico tamaño.
dor, no sabemos sí hombre o mujer, que también llega a Al contrario, forman una jerarquía muy rigurosa, como los
Inglaterra de un viaje por el extranjero, como Conrad, y cortesanos de un emperador chino. El arte de Conrad con-
que también se relaciona con un médico, como Conrad, sólo siste en aparentar el misterio de infinitos r.opajes cuando
que el médico del cuento es de los cuerpos y el de Concad, en re<1lidad, él mismo proclama, desdE: el principio, que su
Madox Ford, lo es de la gramática. Un narrador feminiza- emperador está desnudo. Y su energía también reside en
do o neutro, semejante al de Henry James en La fuente que obliga a buscar el misterio tanto en las formas que
sagrada; junto a un intermediario, situado entre el narra- utilizó como en la biografía que inventó para nosotros. Por
dor y el mundo, el amigo médico, que es quien tiene acceso último, para recoger el inocultable espíritu de su tiempo,
a la inteligencia de las pasiones: es el médico quien sabe el de su romanticismo, tan tardío como fortísimo, podemos
que Amy se enamoró y quien se lo cuenta al narrador o preguntarnos si realmente fue un escritor bilingüe. Des-
narradora, del mismo modo en que Madox Ford sabía la pués de todo, como él mismo dice, no escogió la lengua sino
historia del náufrago y se la contó a Conrad. Quizá adivi- que la lengua lo adoptó a él. Una discusión seria sobre el
nemos -por no decir"interpretemos"- que el cuento de Con- cosmopolitismo y el bilingüismo literarios contemporáneos
rad es una ilustración de la situación del t:)Scritor bilingüe, -muy diverso del de épocas pretéritas- debería plantearse,
cuya identidad se nos presenta tan precaria en lo lingüís- a mi juicio, tomando en cuenta las distintas versiones que
tico como en lo sexual. los escritores dan de sus relaciones con su o sus lenguas:
Pero lo extraño es que, justo en el momento histórico en todas ellas son relatos acerca del origen. Como la de Con-
que el cuento (como género) se desprende completamente rad en "Amy Foster", quizá todas ellas incluyan un crimen.
de sus raíces populares y folklóricas y se vuelve la histo-
ria de "otra cosa" que nunca se dice -un secreto, una pesa- 1985
dilla, otro mundo, un problema moral, un chiste- lo que
"Amy Foster" ensefla es todo lo contrario. En Conrad el
único secreto es la acumulación flagrante -no oculta- de

162 163
Notas E l caso Benjamín
1 ,Jo¡;eph Conrad, Crónica personal, Alba editorial, Madrid, 1998.

¿C uándo empieza el re lato del final de W:'llter Benja-


min a ser "un caso", una cadena de sucesos que ilustra a l-
gunas de las características definitorias de los exilios del
siglo XX? La palabra "caso" revela, en La variedad de acep-
ciones posibles, una osci lación sobre la que quiero reflexio-
nar. Pero antes de efectuar el sum ario de esas posibles
acepciones es mejor recordar, ante un auditorio que quizá
no lo necesite y que por lo tanto deberá excusarme si abun-
do en vericuetos legales y en algunas fechas fund amenta-
les de la vida de uno de los pensadores alemanes más im-
portantes del siglo XX. Sobre todo, porque de esta apreta-
da secuencia de fechas emerge rá, en algún momento, la
idea misma de "caso".
En 1892 nació Benjamín, mayor de tres hijos de una
familia acomodada de la burguesía judía alemana. En 1912
cursó su bachillerato en Berlín. Entre 1912-1915 participó
de movimientos juveníles y estudios en Friburgo y en Ber-
lín y trabó amistad con el poeta Heinle, que se suicidará
en 1914 junto con su muj er. En 1914 conoció a la que sería
su esposa, Dora Pollack. En 1915 trabó amistad con Scho- "Es menos el t error individual que la situación cul-tural en su
lem. En 1917 se casó y fue declarado inepto para la gue- conjunto lo que puede dar ahora idea de la situación. Por primera
vez es difícil ahora disponer de afirmaciones absolutamente segu-
rra. En 1918 nació su hijo Stefan. En 1919 defendió su te-
ras. No cabe la menor duda de que en numerosos casos la gente ha
sis El concepto de crítica en el romanticismo alemán, y
sido sacada por la noche de su cama y maltratada o asesinada. En
obtuvo la calificación máxima. mL caso, no se trata de esa situación más o menos previsible desde
En 1920-21 esbozó su proyecto para la revista Angelus hace mucho tiempo; lo que precipitó mi decisión de abandonar Ale-
Nouus y redactó el ensayo sobre Las afinidades electivas mania lo más rápidamente posible, como hice hace ahora sólo una
de Goethe. En 1923 pa só su semestre de verano en la uni- semana y sin formas precisas fue más bien el hecho de que por una
versidad de Francfort, preparando su habilitación. Cono- coincidencia casi matemática me er an devueltos manuscritos des-
ció a Adorno y a Kracauer. Pasó, en 1924, los meses de de todas partes en que tenía algunas relaciones o negociaciones en
mayo a octubre en Capri. Escribió la primera versión de marcha o próximas a su conclusión: esas relaciones quedaban ro-
El origen del drama barroco alemán y se encontró con Asja tas y las tramitaciones sin respuestas. El terror ejercido contra
Lacis, de quien se enamoró. toda actitud que no esté íntegramente de conform~dad con lo que
En 1925 fracasó en su habilitación y por tanto quedó es oficial asumió prvporciones difícilmente superables".!·
fuera de la universidad . En 1926 vivió en París entre mayo
y octubre, tradujo a Proust y empezó a escribir para perió- No voy a insistir aquí en los intentos de Benjamín de
dicos alemanes. Entre 1926-27 pasó los meses de diciem- sostenerse económicamente (publicando con pseudónimo
bre a enero en Moscú con Asja. En 1927 residió en París, en Alemania, fantaseando con una ida a la Unión Soviéti-
donde comenzó su trabajo sobre los pasajes. Se reencontró ca), pero al menos hay que mencionarlos, porque esa pug-
con Scholem y tuvo sus primeras discusiones sobre Pales- na tiene que ver con el ritmo del exilio, que, no lo olvide-
tina, además de experimentar con el hachís. En 1928 se mos, es más una partida que una llegada. En 1934 el Insti-
publicaron Direcci6n única y El origen del drama barroco. tuto para la Investigación Social, dirigido por Max Hor-
En 1929 se encontró con Bertold Brecht y esbozó diver- kheimer, había logrado asentarse en Nueva York. Desde
sos proyectos de revistas con él. En 1930 se divorció. En 1934 a 1937 Benjamín figuró como miembro del staff de la
1931 redactó el ensayo sobre Karl Kraus. En 1932, entre revista del Instituto, y publicó allí, en 1934, "Sobre la posi-
abril-julio, se estableció en Ibiza. Enjulio regresó a Niza y ción social de los escritores franceses". En el número do-
entonces, parece, consideró la posibilidad de suicidarse: ble de 1939-1940 apareció "Sobre algunos temas baudele-
redactó su primer testamento, escribió sus recuerdos de rianos" y su introducción al libro de Jochmann, "Sobre re-
infancia y envió el manuscrito a Scholem. gresiones en la poesía". Desde 1934 e l Instituto le asignó
En 1933, el 17 de marzo, se fue a Ibiza otra vez a ins- una renta mensual de 400 francos. En 1934-35 vivió en
tancias de Grete (más tarde) Adorno. Entonces escribió a San Remo, en casa de su ex-mujer. Después se fue, duran-
Scholem (y este fragmento es una de las acepciones del te el verano de 1934 y más tarde en 1936, a visitar a Ber-
término "caso"): told Brecht en su exilio danés. En 1934 da a conocer "El

167
autor corno productor"; en 1936 "La obra de arte en la fugiados alemanes del nazismo, en enemigos en potencia
era de su reproductibilidad técnica". Ese mismo año de Francia. Antes de acabar en el campo de refugiados,
publica con pseudónimo, en Lucerna, una selección de Benjamín recibió de Horkheimer el anuncio de que la si-
26 cartas de escritores, creadores y pensadores escritas
tuación haría imposible garantizarle por mucho tiempo
entre 1783 y 1832, bajo el título de Alemanes. En el co-
más su asignación mensual. Recurrió a Scholem, como diez
mentario a la primera carta -comentario que considero
años atrás, pero éste, que desconfiaba de la voluntad de
la segunda cita para construir el "caso" del exilio benja-
Benjamín respecto de emigrar a Palestina, le aconsejó ini-
miniano- dice Benjamín: ciar los trámites para hacerlo a los Estados Unidos. En
abril retomó la corrección del texto rechazado por Adorno
"Estas cartas tienen todas algo en común: hacer presente, pre-
e intensificó sus vínculos con el grupo de Georges Bataille,
scntificar; actitud que podría llamarse humanista en el sentido
alemán de este término, que parece tanto más indicado resucitar
a quien confiará sus papeles al salir definitivamente de
cuanto que esta actitud está envilecida por aquellos que hoy go- París. El 1o de septiembre se produjo la invasión de Polo-
biernan Alemania".~ nia; Benjamín es llevado, como muchos refugiados alema-
nes, al campamento del Clos-Saint-Joseph de Nevers. Allí
De julio a octubre de 1938 Bcnjamin pasó su último permanece hasta noviembre del 39. Se agravan sus crisis
verano en la casa danesa de Brecht. Allí redactó "París del cardíacas.
segundo imperio en Baudelaire". A finales de septiembre
regresó a Paris. En noviembre Adorno le comunicó que la
dirección de la revista había rechazado el artículo. El últi- 11
mo invierno de la paz (38-39) fue de "duradera depresión"
escribe Benjamín a Scholem. Su hijo Stefan y su ex mujer Allí escribe -es lo único en esos tres meses- a Grete
estaban en Londres. Su hermana, en París, estaba enfer- Adorno su sueño, -un sueño acerca del motivo de la lectu-
m?.; su hermano, en d~tención preventiva P.n Alemania, fue ra, que Benjamin consideraba recurrente y que creía te-
trasladado ese mismo mes de noviembre de 1938 a una ner cada cinco años- del que sólo citaré un fragmento:
prisión de trabajos forzados. Morirá en Mathausen en 1943.
"Sueño delll-12 de octubre de 1939: Me encontraba con Daus-
Benjamin no quería ir a Londres y se obstinó en obtener la
se en compañía de varias personas de las que no me acuerdo. En
ciudadanía francesa tras ser privado, en el negro invierno
un momento dado, Dausse y yo abandonamos esa compañía. Des-
de 1939, de la alemana. Pasa entonces a la condición de
pués de irnos nos encontramos en medio de la maleza; me dí cuen-
apátrida: se le exigía portar una carta de residencia fran- ta de que a ras del suelo había un curioso tipo de lechos. Estos
cesa que lo legitimaba como refugiado procedente de Ale- lechos eran construcciones muy bajas. Parecían estar hechos de
mania y que tras el estallido de las hostilidades converti- piedra, pero apoyándome en uno de ellos noté que se hundía blan-
rá a todos los alemanes en suelo francés, incluidos los re- damente como una cama; estaba cubierto de una especie de musgo
Y yedra. Me di cuenta de que estos lechos estaban distribuidos de

16
do3 en dos. En el instante en que pensaba echarme sobre el que cruzaban por el puerto las corrientes de refugiados espa-
estaba al lado del que yo creía destinado a Dausse me di cuenta de ñoles, judíos de toda Europa, a gen tes nazis. Benjamin lo-
que la cabecera de ese lecho ya estaba ocupada por otras personas. gró hacerse en el consulado norteamericano con el visado
Abandonamos, pues, esos lechos que eran tumbas y proseguimos de entrada para Estados Unidos, pero carecía del visado
nuest ro camino. (... 1Allí estaban las mujeres con las que vivía Daus- de salida de Francia que el gobierno de Vichy exigía .
se. Eran t r es o cuatro y me parecían de gran belleza. [... ) Mientras Entonces se dirigió a Port Vendres. Sabemos cómo fue
tanto una de las señoras que estaban sentadas se ocupaba ejer- todo. El 25 de septiembre Lisa Fittko, llegada hacía dos
ciendo la grafologí a. Vi que tenía en la mano algo escrito por mí, días, judía alemana refugiada con s u marido Hans, y a
que le había dado Dausse. Me inquietó un poco este examen, te-
punto de cruzar a España, lo encontró en ese pueblo, a la
miendo que descubriera mis gustos íntimos. Me acerqué. Lo que vi
puerta de su buhardilla. H ans le había dicho a Benjamín,
era una tela cubierta de imágenes y cuyos únicos elementos gráfi-
cos que pude distinguir eran las partes superiores de la letra "d",
en Marsella, que ella lo ayudaría. Con él iba la señora
que revelaban en su esbeltez una aspiración extrema a la espiri- Gurland y el joven hijo de la señora. Ninguno de los Fitko
tualidad. Por lo demás, esta parte de la letra estaba provista de un había hecho todavía la ruta Líster, el sendero de contra-
pequeño velo de bordes azules, y es te velo se inflaba sobre el dibujo bandistas que, para no utilizar el camino hacia Cerbere,
como si estuviern expuesta a l a brisa. Fue la única cosa que pude vigilado ya por la delegación de la Gestapo asen tada en la
"leer"; el resto ofrecía motivos indistintos de vacío y nubes. La con- Francia no ocupada, se imponía seguir. El a lca lde deBan-
versación gira un momento en torno de esta escritura. No me acuer- yuls, el señor Azema, les dio indicaciones para no perderse
do de las opiniones pero sé muy bien que en cierto momento yo al cruzar, en paralelo pero por debajo, las laderas del em-
decía textualmente (y en francés, por eso escribo este sueño en fran- pinado Coll de Bany1.:1ls y alcanzar Port Bou, ya del lado
cés): "Se trataba de hacer de una poesía una pañoleta".3 español, por dentro en lugar de hacerlo siguiendo la costa.
Fittko describe a Benjamín: encorvado, mucho más vie-
Jules Romains y Adrienne Monnier, entre otros, inter- jo de aspecto de lo que realmente era, agitándose, infinita-
vinieron para que se lo liberara. En diciembre del 39 se mente cortés y anticuado en el hablar. Cargaba una carte-
encuentra en París . Inició allí los trámites para obtener ra de piel ("Es mi nuevo manuscrito"). No era su primer
un visado excepcional de urgencia, e instó a H orkheimer a intento: Benjamín y su amigo Fritz Frankel habían inten-
que se lo apoyara desde Nueva York. Empezó las Tesis so- tado ocultarse como polizones en el barco del puerto de
bre filosofía de la historia, que dejará a Bataille en París. Marsella, recuerda la misma Fitko.
En mayo terminó la "guerra extraña" y las tropas de Hi- Se dirigen Benjamín y Fittko de Port Vendres a Ban-
tler marcharon sobre Bélgica y Francia. A mediados de ju- yuls, probablemente a pie (eran unos seis u ocho kílóme-
lio, antes de que los alemanes llegaran a París, Benjamín tros). Esa misma tarde deciden hacer un paseo por el sen-
y su hermana huyeron hacia el sur. Desde mediados de dero de la ruta a España, siguiendo el croquis de Azema.
junio a mediados de agosto estuvieron en Lourdes; inme- Caminan tres horas (un tercio del camino) y deciden vol-
diatamente después llegó Benjamin a Marsella, donde se ver al pueblo. Benjamín s·e niega: pasará la noche al raso,
··..
en el mismo lugar donde se detiene, por miedo a que las que llevaba consigo. Los Gurland se ocuparon del entie-
fuerzas lo abandonen al día siguiente. Antes del amanecer rro; alquilaron un nicho en el cementerio de Port Bou por
el grupo sale desde Banyuls, confundido con los vendimia- cinco años, pero se perdió su cartera, que nunca ha sido
dores (ya que septiembre es la época), llevando sólo unos recuperada.
capazos, corno ellos. Benjarnin estaba allí donde lo habían
dejado. Y desde allí emprendieron la marcha ascendente.
La ruta a veces se acercaba demasiado al camino y había 111
que hacerlo en silencio. Benjamín caminaba con pasos len-
tos y regulares, deteniéndose cada diez minutos. José Gur- Benjamín fue un exiliado de Alemania entre 1933 y 1940:
land, que tenía 16 años, y la propia Fíttko se turnaban en siete años. Durante esos siete años en Europa rodeó su
el porte de la cartera. De repente el sendero se acabó. Ha- país de nacimiento con publicaciones, exhortaciones, após-
bía que cruzar por la viña: "Allí, en aquella viña, Benjamín trofes. Dejó de ser ciudadano alemán muy lentamente, con
flaqueó por primera y única vez. Mejor dicho, intentó su- el mismo asombro que tantos otros intelectuales judíos
bir la cuesta, no lo consiguió, y dedaró, con palabras sere- experimentaron ante la posibilidad desconcertant~ de que
nas, que aquello estaba por encima de sus fuerzas. José y se les negara la pertenencía a Alemania.
yo lo cogimos entre los dos, uno por la derecha y otro por No pudo, en cambio, ser un exiliado de Europa, no
la izquierda; Benjarnin pasó los brazos por encima de nues- porque no quisiese, sino porque carecía de uno de los
tros hombros y así lo llevamos a rastras, viña arriba, junto papeles necesarios: el demoníaco visado de salida fran-
con la cartera. Benjamin respiraba con dificultad, pero no cés. No quiso ser devuelto: sabía que una vez devuelto
se quejó, ni siquiera un suspiro". 4 Al llegar a lo alto des- se convertiría en un cuerpo a merced de otros. No esta-
cansaron un poco. Siguieron subiendo, hasta que llegaron ba aislado: parte de su familia había sufrido ya ese des-
a la cumbre. Ahora vieron el Mediterráneo por dos lados. tino. Es verosímil insistir en esta convicción: sabía que
Empezaron a bajar y Benjamin bebió agua de un charco no era ciudadano -al menos desde 1934- pero además,.
contaminado. A las dos de la tarde el grupo enfiló la lade- si era entregado a los nazis, ya no sería ní siquiera hu-
ra descendente hacia Port Bou. Tiene en orden los visados mano. Se exiliaba Benjamín por segunda vez de un lími-
de tránsito español y portugués; pero ha llegado una or- te que no se puede traspasar: la convicción de que del
den de Madrid: sin visado de salída francés no se puede otro lado espera la administración lenta y todopoderosa
entrar. Y el grupo carece de esos visados. Tal vez porque del tormento sobre un cuerpo al que ya no le cabe nin-
los funcionarios españoles no querían apátridas; quizá gún derecho, ninguna protección. Y, además, saber que
porque desconfiaban de la validez de los visados de tránsi- esa administración lenta y poderosa del tormento de-
to expedidos en Marsella. Serían devueltos al día siguien- pende de la existencia o no de los visados. El caso Ben-
te. Esa madrugada Benjamín se tomó las dosis de morfina jamín anuda los dos rasgos definitorios del exilio: el ho-

172
rror al tormento físico y la dependencia administr ativa pertenece a todos, sino que nos separa a unos de otros: es
de, al menos, dos estados hostiles. lo que separa de lo universal a ciertos individuos o a cier-
H ablar del exilio produce pudor y hasta vergüenza. tos grupos: esa separación es su carga. Benjamin pudo ser
Mencionar la amenaza del sufrimiento físico es aún más exili.a do durantes siete años ; des pués fracasó. Triunfar
incómodo. A Benjamín lo esperaba algo que en algunos sobre el tormento y sobre las instancias administrativas
exilios -no en todos- es la marca de un peso abrumador: la es la vida que puede alcanzar quien se promete el exilio.
perspectiva de sufrimiento físico ilimitado. Ilimitado en el No hay más.
tiempo e ilimitado en sus posibilidades técnicas.
¿Cuándo empieza entonces el curso del final de Benja- Jornadas sobre los exilios del siglo XX
mín a constituir "un caso" que ilustra, entonces, algunas Universidad de Barcelona
de las características definitorias de los exilios del siglo Octubre de 2000
XX? Cuando advertimos que es la historia clínica de la
vergüenza del intelectual que advierte su lenta transfor-
mación en víctima, lo que supone su progresivo despoja-
miento su~j e tivo . Cuando advertimos que Benjamín sabe
del maltrato o el asesinato, pero lo menciona de manera
tangencial. Cuando notamos que en el sueño escrito en
francés en el campo de concentración de refugiados en
Nevers -primera experiencia de privación de libertad-
Benjamín se refugia en una lengua de libertad para poder
"leer". Cuando advertimos que dio fin a su vida en el mo-
mento en que advirtió que la carencia de papeles lo con-
vertía del todo en una víctima, en un judío: es decir, en un
cuerpo a merced del tormento. Porque el exilio hubiese sido
triunfo: sobre la promesa del tormento y sobre las tram-
pas administrativas.
Si Benjamín es un "caso", debe ser ejemplar, porque esta
es una de las acepciones de "caso". Y lo que enseña es que
el exilio no es ni extraterritorialidad ni transterritoriali-
dad. No es una condición universal, ontológica, filosófica
-extremo que sue le argüirse con mediática facilidad- sino
todo lo contrario: es algo intensamente particular. No nos

174 175
¡:

Notas La veta autobiográfica:


1
de Norah Lange a Alejandra Pizarnik
Citado en Bernd Witte, Walter Benjamin, una biografía, Bar-
celona, Gedisa, 1990, pág. 168.
~ Walter Benjamin, Allemands, une série de lettres, prólogo de t;
Theodore Adornl), F:1ris, Hachette Littérature, 1979.
3
Walter Benjam!r>, Escntos autobiográficos, Alianza, Madrid,
1996, pág. 89.
4
Hay muchas versiones de los dias finales de Benjamin. Al res-
pecto s igo la de Lisa Fittko: Mi trauesía de los Pirineos, El Aleph,
Barcelona, 1988. l. Introducción

En una nota al pie de La literatura autobiogrdfica ar-


gentina ( 1962) Adolfo Prieto observó la dificultad de las
referencias cronológicas en los géneros de la memoria:
!
"Conviene puntualizar que las r eferencias valen sólo para las
J obras éditas. Esta aclaración, innecesaria para la historia de cual-
quier otro género literario, no lo es para el autobiográfico, en el
que el secreto, la presión famílíat· o la simple des idia pueden ocul-
tar interesantísimos exponentes del mis mo. Como hipótesis, no
puede descartarse la existencia de un abundante material auto-
biográfico inédito [... }. Fuera de este sistema, con s u particular arrit-
mia y arbitrariedad, no queda otro recurso para el investigador
que atenerse al caudal de títulos conocidos en el momento de ini-
ciar!:!e la investigación". 1

r: Esa "arritmia y arbitrariedad " derivada del "secreto, la


1
: presión familiar o la simple desidia" que con tanta preci-
1':
' 1 sión describe Prieto condiciona también , como método y

l
w
como criterio, el presente estudio, que elige de entre la
eclosión de memorias, semblanzas, confesiones, recuerdos
o diarios, aquellos que delincan, de algún modo, los relie-
ves más .significativos de cambios históricos pe rceptibles,

176 l 177
dentro de la tradición argentina, en los registros de la sub- Infancia de Norah Lange {1905-1972), o con la polltica de
jetividad en su vinculación con las experiencias colecti- la memoria militante de un autor singular, Adolfo Aráoz
vas. Todo ello, en un lapso de difusos límites, pero que po- Alfaro. 6 Y casi nada, salvo las inversiones, los relaciona
driamos situar entre finales de los años treinta y finales V con Alejandra Pizamik (1936-1972); vastas zonas de si-
de los setenta del siglo XX. lencio respecto de lo público y expansión generosa respec-
f En la etapa singular mente analizada por Prieto tales to de lo privado caracteriza la escritura diarística de esta
géneros constituían una parte sustancial en la consolida- última. Público, nacional, militante, privado o literario son
ción y expresión de las principales orientaciones de la es- planos que en esta época, aun cuando se toquen, muestr an
fera pública nacional. 2 Esa tradición autobiográfica de las tensiones radicales más que proyectos unitarios, practica-
élites argentinas -desde Sarmiento, Alberdi, Guido Spano dos en la creencia de una unidad soñada que sí existe en
/ 0 Mansilla- inauguró la corriente que, aún cambiando de las series anteriores. Esa tensión que impulsa a la separa-
carácter, ha ido plegándose a transformaciones sociales e ción de esferas puede pensarse, desde luego, como rasgo
históricas significativas. De estos cambios ha dependido de la modernidad plena. En ella la vida individual someti-
que lo privado, lo público y lo literario se vincularan de da a lazos coercitivos diversos - religiosos, políticos, nacio-
distintas maneras. N o obstante, a pesar de la abundancia nales- es a veces recordada - como lo hacen Ocampo u OH-
argentina en estos géneros, la exploración autónoma de la ver, por ejemplo-, aunque esas coerciones ya no puedan
intimidad, como en el resto del orbe hispánico, ha sido pro- cumplir la función integradora visible en las memorias de
ducto de un lento trabajo de diferenciación de esas esferas la generación del 80, e incluso, en las primeras décadas
especialmente arduo y, con respecto a otras tradicion es, del siglo XX.
muy tardío.3 De la segunda etapa, en que tienden a sepa- En esta etapa de límites difusos pero reconocibles la
rarse lo literario, lo artístico o lo profesional de lo político, vida individual se piensa como núcleo de donde puede sur-
seria epítome la extraodinariamente reveladora obra me- } gir el deseo de ajustarse a una disciplina exterior - la mili-
morialística de Manuel Gálvez, a quien estará dedicado . .J tancia, e incluso la difu sión de la literatura- pero la fuen-
otro trabajo. 4 te del deseo se experimenta como interna; sus resortes per-
¿En qué consiste, entonces, esta tercera serie? Será di- tenecen a un territorio de intimidad que se vive como au-
ficil encontrar entre quienes la integran una unidad reco- tónoma.6 De allí la atención que esa interioridad exige; de
nocible; en realidad , puede adelantarse que lo caracterís- allí que varíe sustancialmente la función y la orientación
tico es aquí la radical separación de ámbitos antes vincu- de estos géneros en la Argentina de la época aquí tratada.
\ lados: lo público y nacional que anuda los linajes de María En cuanto a la arritmia editoriat el período demuestra
~ Rosa Oliver (1898-1971) y Victoria Ocampo (1890-1979), la imposibilidad de una secuencia cronológica unitaria - por
permeados por la posición femenina, tiene poco que ver ! fechas de publicación o por épocas descriptas-. Cuadernos

con la pastoral nimbada de inquietante extrañeza de la 1


./ de infancia de Norah Lange se publicó en 1937. En 1952

~ 1 70
. Victoria Ocampo empezó a compo\wr :m autobiografía, cuyo
primer vo lumen apareció et::~ 1979.)Esta fecha, 1952, re-
Buenos Aires, tiene la t ípica y breve familia de clase me -
dia; la na ci ón es para ella poco más que un conjunto dt!
l aparece en todas las entregaS'i-di.~ como información edi-
toria l y autorial a la vez . María Rosa Oliver publicó el pri- .
frases escol a res. Co n todas sus diferencia1:i, las tres pri -
meras se piensan como miembros de una estirpe funda -
mer volumen de sus memorias, Mundo mi casa, en 1965/ dora de la Argentina , donde el campo -su pos esión , su
l aunque fechó la redacción entre mayo de 1959 y marzo de
1961. Por último, Alejandra Pizarnik escribió sus diarios
disfrute como refugio o, al menos, la evocación de su pro-
piedad- sigue teniendo aún un papel decisivo en la reali -
/'t. entre 1954 y 1972. Una selección breve de este va sto ma- dad colectiva de una genealogi a cuya transmisión la con - , /
. terial, a cargo de la misma Pizarnik, a pareció en 1962 en vierte en esfera pública. "
el Fondo de Cultura Económica; en noviembre de 2003 h a Del mis mo modo, la Argentina de Lange, Oliver, u
,. , aparecido otra de carácter póstumo. 7 Ocampo preserva la urbanida d h asta cierto punto colonial
' En segundo término, la intermitencia de las épocas re- de las ciudades, junto con estancias, peones, sirvientes, ne-
vividas: Lange, Ocampo y Oliver abarcan cada una diver- gros , gallegas que amamantan a los recién nacidos, insti-
sos y muy diferenciados períodos de la vida argentina, des- tutrices, gobernantas y viajes a Europa de meses y meses.
de principios dld siglo XX h as ta bien pasadas las décadas En cambio, Pizarník registra una vida estrictamente de
de los cincuenta a los setenta . Pero las tres se caracteri- \ clase media en una Bueno.s Aires que es metrópol is y, por
zan por la insistencia en ofrecer una versión acabada de tanto, se ha tornado inabarcable. No obstan te este ili mita-
sus respectivas infancias, como cifra de su destino y de do a nonimato, en sus diarios la ciudad no es objeto de in-
sus responsabilidades respecto del pasado. En cambio, Ale- te rrogación o amenaza, aunque su fragmentación, tediosa
jandra Pizarnik, que te matizó la infa nci a de modo cont un- y sin térmi no, consti tuirá su único horizonte. París o Nue-
dente en ~u poes(á, la utiliza de otras manera bajo la im- va York son apen as negativos vaciados dentro del diario,
posición genérica del diario, que con su sucesión férr~a) . salvo en algún momento en que un París de hospital, ofici-
obliga a una escritura orientada hacia el presente. Hay un na o míni mo alojamiento adquiere cierto relieve. Al revés
álgebra de la infancia que el diario alter a por completo, ya de los detallados y extensos traslados transatlánticos de
que el pulso está impuesto desde un proyecto no represen- ) Ocampo u Oliver - cuyo coste ni se menciona- sus viajes
tativo; en el diario la narración no construye el pasado sino son producto de complicados cálculos y es trecheces econó-
que se limita a mencionarlo. micas. En los diarios Pi zarnik no une su devenir de escri-
En tercer t6rroino, la difer encia entre las primeras y tora a algún tipo de comunidad que la contenga: ni políti-
la últ ima reside en sus respectivas posiciones con res- ca , ni colectiva, ni siquiera nacional. Lo nacional, de he-
. - pecto a la nación. Par a Lange, Oliver y Ocampo es una cho, es vivido siempre como incómoda estrechez en la que
'J : extensión de la fam ilia, con sus árboles y ramas opulen- no hay nada familiar del pasado que evocar; la evocación,
1 tas, disidentes y heterodoxas. Pizarnik, hija de inmigran- en su caso, remitiría a un escenario europeo desa parecido
te.s judíos rusos rec ié n llegados, en 1933, al puerto de y traumático.

H!l
Aunque con matices, hay otros textos en que se ve tam- saríamente utiliza sólo una lengua de entre ellas, una len-
bién esta distancia con respecto a una experiencia del ori- gua vivida, en general, como aleatoria, torpe y poco presti-
gen que sea fundadora de lo nacional, ahora sustituido por giosa? Desde los inicios mismos de la Argentina ha existi-
otras redes, con una distinta conciencia del papel de la do una fuerte tendencia a considerar la "lengua nacional" v
clase social o de las lecturas en relación con la función de como algo optativo, en coexistencia problemática con otras
intelectual: el breve pero enormente influyente "Roberto opciones posibles, opciones que, de~ido la composición de-
Arlt, yo mismo" de Osear Masotta (1965), sería el caso más mográfica del país, se han pensado, en la inmensa mayo-
claro, junto con el de Pizarnik, de esta modificación de la- ría de los casos, como opciones europeas. Así, el inglés y el
zos entre experiencia histórica colectiva y registro de la francés del siglo XIX, tachonado de otras posibilidades, está
> subjetividad.~' Además, en este texto aparentemente decir- aquí presente, por la vía de los sirvientes, en las tres pri-
cunstancias la infancia sólo aparece como dato de perte- meras autoras; mientras que lenguas no prestigiosas -el
nencia a la clase media, lo cual influye en el drástico cam- \/ yídish, por ejemplo- por la vía de los padres en Pizarnik. 9
bio de estilo -en léxico, frase o giros- que va de las tres Esta inversión muestra bien a las claras el cambio
,. de rela-
prim~~ras a Pizarnik y Massotta. ción entre clases, lenguas y familias; cuando la clase me-
Además de es~as peculiaridades, hay que reparar en los dia se convierte en paradigma de origen del escritor o del
desajustes de circulación de los textos: plena y reconocida intelectual, las lenguas europeas ya no son el francés o
la de Lange, Olivcr y Ocampo; inexistente la de Pizarnik, · inglés de gobernantas e institutrices sino· los dialectos -en
no obstante conocida como poeta. Del mismo modo, hay ocasiones vergonzantes- oídos en la casa del inmigante.
desajustes en la presencia de diversas modulaciones ge-
néricas: en el corpus argentino hay abundantísimas me-
~ morías y autobiografías y escasos diarios. Este último apa- II. Norah Lange
rece aquí sólo con Pizarnik, aunque puede decirse que será,
casi con toda seguridad, cada vez más copiosa su presen- Norah Lange publicó Cuadernos de infancia en 1937,
cia en la tradición literaria argentina, que en general lo cuando era una figura conocida de perfiies contradictorios.
conoció, corno en el caso de Alberto Girrí o Carlos Mastro- Miembro de la más prestigiosa vanguardia, su situación
J\ nardi, ligado a la reflexión sobre el oficio de escritor. social era no obstante incómoda, atrapada en las restric-
· Por último, queda un aspecto de gran importancia -y ciones de un conservadurismo exagerado que no llegó a
de ribetes paradójicos- para la tradición literaria argenti- desafiar de manera explícita. Por esa misma capacidad para
na: ¿cómo dirimen estas autoras, en el estricto campo de oscilar entre desafío y aceptación de las normas, fue influ-
la experiencia subjetiva, su relación con la lengua o con yente como modelo dentro del campo literario argentino.
las lenguas?, ¿qué supone una constelación lingüística plu- En primer lugar, modelo de inspiración femenina -en el
ral en la práctica de construcción autobiográfica que nece- sentido más convencional, entre musa, compañera y her-

183
-~

mana- para s us compañeros de generación y. en s.e gundo, conser va la pers pectiva de la niñez- advierten con m eti~
modelo de escritora aceptable. Hay que recordar que exis- culosa eficacia , una eficacia que no retrocede siquiera ante
tía otro tipo de poetas que habían roto las reglas del "deco- un vago aliento necrófilo de dosificada recurrencia:
ro", como Alfonsina St orni, ridiculizada sin tregua por esos
mismos est a mentos. !Marta] "se mordía los labios ha sta hacer los sagr ar y despacito,
Tras una obra poética desigual en la que efusión y sen- se a rrancaba con las u ñas t odo el pellejo de la s m anos: 1... 1 una
cillez se h abían convert ido en auténtico obstácul o formal, m a no abiert a , la ot r a encima de ella a todas h oras, moviéndose tan
Cuadernos de infancia mostró verdaderos logros en el tra- sigilosamente que nadie hubiera notado el d esgaste fi no de los de-
bajo con mat eriales que, en principio, también podían ha- dos sobre la piel ya deshilachada". (pág. 19)
ber contribuido a una petrificación inapelable. Lange te-
[Georgina tras hacerse una herida con la máquina de lavad : "Era
nía poco más de treinta años cuando lo publicó y una re-
imposible verificar la huella de los cilindros, el ded o chato, acaso
, ci én adquirida independencia como novia de Oliverio Gi-
separ ado de la rua no. La sangt·e lo oscut·ecía todo. Al compr obarlo,
:> rondo, 10 con quien se casará más tarde, en 1944.
1 casi me alegré, porque as í su dolor no me dolfa tanto~'. (pág. 23)
Se ha di scutido bastante sobre el estatuto genér.ico de
Cuadernos de infancia : ha de convenirse en que, aunque el "Una tarde - ya conta ba once a ños- quise in troducirme en la
género sea ind efinibl e, lo gobierna un tono unitario de car a de cierta persona pura fo r ma rle las facciones con mi cuerpo
pastoral, pero una pas toral rota doblemente, tanto en el (... !. A los dos meses, esa persona m urió. La imaginé dentro del
desarrollo argumental como en ciertos recursos formales. a tuú d en la pos tura que yo le const.r uí y que había sido como un
Es t os procedimientos, en lugar de pautar la evocación nos- pr esagio". (pág. 26)
tálgica de un a fusión pret érita con una n aturaleza ideali-
zada, resu elven en estampas una atmósfera sedimentada Más adelante, en Buenos Aires, en u n o de los fragmen -
que, en dos o tres frases, despliega una soterrada desazón t os más enigmáticos, la niña innominada recuerda que solía
t ras la m ascarada del candor. cuidar a u n niño probablemen te retrasado que vivía a una
En el argumen to la ruptura de la pa storal se verifica cuadra de su casa, hasta que el padre de la criatura la
porque la infancia n o preser va de la amenaza de los adul- al eja de la casa , persu adido de que su "boca poseía cier t os
tos. Tras la llegada de toda la familia a un sitio muy lejos ). indicios de w1a maldad la tente''. El niño muere - como mue-
de Buenos Aires y después de una apropiación caut elosa re "E sthercita", una h erman a de cuatro anos- y ella irá a
del nuevo espacio - un pueblo men docino- por parte de los contemplar el "pequeñ o cajón blanco". (pág. 206)
niños, se llega enseguida a la percepción de las crisis que De manera similar, los cuerpos de los adultos, vistos en
culminan con la muer te d el padre, lo que obliga a la fami- escorzo, ex presan una sexualidad t ácita aunqu e intensa,
lia a volver a Buenos Aires. Pero esas r u pturas est án an- vivida como aprensión y seducción indiscernibles, despóti-
ticipadas por indicios de co rros ión que los ojos infa ntiles cas, violentas, con una violencia que pasa d el juego priva-
-en un vaivén cons tante entre un " yo" y un "nosotros" que do y sin consecuencias a la severidad punitiva de Jos usos

1811
sociales. Una violen cia que primer o se muestra en el cuer- salista -psicologista- en los pers.o najes de los niños, que,
po del adulto pero de inmediato se t ransfiere a la n iña, si se tratase de un relato clásico de a prendizaje, acusarían
quien al provocar Rl peón causa -como si quisiera ahuyen- cambios interiores, y progresos y recaídas de conciencias
tar el peligro latente- s u despido: complejas. Aquí los personajes entran y salen d e 1as situa-
ciones como si se trat ase d e un teatro; esto s ucede porque
"Las manos pesadas y pars imoniosas, como si toda la vida de-
más que encadenados, los capítulos parecen yuxtapuestos,
pendiera de uno de sus gestos, movia los brazos, uno después del hechos de cuadros, de impresiones, de escenas a veces mis-
otro, hast a cuando necesitaba emplear los dos par a levantar algún teriosas, de calculadas y elusivas referencias. Del conjun-
objeto. Una tarde se quedó dormido junto a una compuerta, me acer- to de estas imposibilidades surge lo que se ha calificado,
qué en puntas de pie y le deslicé una ramita por la cara y el cuello en Lange, de inversión del género .11
para que creyese que era un bicho. [...] Desde entonces no volvió a Contribuye a t odo ello la escasez de datos : los nombres
trabajar en nuestra quinta" (pág. 30). están cambiados y las fechas son escasas. Aunque debido
a t ales tor siones este idilio roto vuelva difícil,una es tricta
La miseria de los peones -silenciosos, ajenos, desdeño- lectura autobiográfica, ésta sigue dominante, puesto que
sos o desesperados- adelanta y permite captar la inmi- Lange dio las claves para ello. Además, a pesar de disfra-
n enc ia d e la desgracia propia, aunque é sta permanezca re- ces y de localízaciones y cronología borrosas/1 :sou lllUY
vestida d e una dignidad -de origen, formación y lecturas- claras, desde el arranque mismo, las marcas de clase. Se
que nunca se igualará co~ la completa desposesión de los trata de una familia que viaja con institutriz y niñera y
verdaderos pobres: que tendrá más sirvientes al llegar a destino :

"Más allá del a lgarrobo que daba su nombre a la Avenida, exis- "Entrecortado y dichoso, apenas detenido en una noche, el primer
tía un grupo de casas muy modesta s k .J. Frente a una de esas vi- viaje que hicimos desde Buenos Aires a Meudoza. surge en mi me-
viendas siempre nos encontrábamos como una criaturita acostada moria como si r ecuperase un paisaje a través de una ventanilla
dentro de un cajoncito de madera, apenas mayor que el de una caja empañada. [... )
de zapatos" (pág. 32) El hotel disponía de escasas habitaciones y fue necesario que
durmiésemos todos - mis padres, Eduardito, nosotras cinco, la insti-
Ni siquiera se igualan la fam ilia y los pobres cuando, tutriz, la niñera- en t res dormitorios estrechos..."."
al retorn ar la fami lia a Buenos Aires, en la legendaria ca-
lle Tronador se insinúe, tras la muerte de la hermana de A estos indicios Lange entregó - en otra s obras- claves
cuatro años, la experiencia de una pudorosa escasez de autobiográficas que Cuadernos de infancia , por sí solo, no
alimentos. resolvía. La más importante, el discurso que ella misma
Pero no sólo la trama deja traslucir la imposibilidad de pronunció en octubre de 1938 en homenaje irónico al r esto
la pastoral. Hay también una a usencia de desarrollo cau- de la familia Lange, por ser "protagonist a de Cuadernos

187
de infancia". Tras glosar la generosidad de sus miembros, que , como observa Sylvia Molloy, el padre y la madre de
Lange recuerda la "casa de la calle Trona dor" que Mare- Lange parecen salir de la nada. Sin embargo la cascada de
chal pintaría, también con otros nombres, en Adán Buenos- nombres literarios en el discurso opera de abrumadora
ayres: dinastía y prepara a los Lange para ocupar un lugar histó-
rico en estas inaprensibles memorias; como si la autora
"Allí .Jorge Luis Borges escucha ba de pie solemnes tangos de la hubiese decidido utilizar a los visitantes de la calle Trona-
guardia vieja, mientras Francisco Luis Bernárdez, Leopoldo Mare- dor como auténtico linaje en sustitución de aquél inexis-
chal y .Jacobo Fijman describían acaloradas posibilidades poéti- tente en las memorias.
cas...". A pesar de lo elusivo, Cuadernos de infancia ofrece da-
tos suficientes acerca de las lenguas en las que discurre el
Además de estos nombres, Lange sitúa en su casa de lapso evocado por la innominada narradora: e] noruego del
adolescente - entre otros- a Horacio Quiroga, Alfonsina padre, el inglés y francés de la educación no convencional
Storni, Luis Cané, Samuel Glusberg, Raúl González Tu- y el castellano del territorio nacional. Como,en Ocampo,
úón, Macedonio Fernández, Ricardo Molinari, Oliverio Gi- éste último aparece amenazado por un fantasma doble. Por
rondo, Eva r Méndez, Raúl Scala brini Ortiz, Raúl Ramón un la do, muestra que en la infancia había una escala de
Góme7.: de la Serna, Luisa Sofovich, Xul Solar. Lo¡s más wns- lenguas susceptibles -al menos imaginariamente- de ser
picuos actores de las vanguardias por teñas y sus aledaños elegidas en lugar del caste llano; por otro, que el castellano
no sólo se pliegan a la clave autobiogr áfica del libro sino y sus referencias históricas -batallas , próceres- guarda-
que sirven de pórtico - casi se diría que es tán a l servicio- ban, en Lange y en Ocampo al menos, una débil vincula-
de los protagonistas de Cuadernos de infancia cuyos nom- ción con la cultura altaY;
bres se desvelan al final del extenso parlamento: Si se tiene en cuenta la fuerte irrupción de mujeres
memorialistas en la época que Norah Lange inaugura-
"Señoras y señores, puesto que he profesado un delito por ca- ra, puede decirse que tanto en las arduas determinacio-
lumnia en IT'Í S C1tadcmos de infanci(L quiero citar, antes de irme, nes -de género literari o y de identidad sexual- como en
una frase reconfortante [del Código penall: El perdón de la parte
el mundo plural de lenguas representadas, Cuadernos
ofendida relevo. al calum11.iador de la pena impuesta. Levantad y
de infancia propuso, para la tradi ción argentina, un
bebed tranqui,los el contenid o de una copa en honor de la madre, de
lrma, de Haydée, de Chichina, de Ruth y de Juan Carlos. ¡La fami-
modelo extraordinariamente convicente: oscilación for-
lia Lange me ha perdonado!". 14 mal enlazada con un a rica ubicuidad subj etiva y genéri-
ca y, con ello, un controlado baile de idiomas. Los dos
Entre 1936 y 1938 media poco t iempo: no eran eviden- tópicos parecen constituir, a partir de entonces, un n ú-
temente razones personales las que condicionaron la es- cleo de g ran seducción.
casez de da t os familiares, tan notoria en este libro en el

189
111. María Rosa Oliver pliada -familia de gran opulencia- es presentado en todas
sus aristas, cada una de las cuales encontrará su respues-
Como una estampa similar en tono a las de Lange em- ta o superación en las elecciones adultas de Olíver; funda-
piezan también las memorias de Olivert publicadas casi mentalmente en su alineamiento, primero en la política
treinta años más tarde: cultural de la revista Sur y después en las políticas de iz-
quierda ligadas a las alianzas internacionales del orbe co-
"Es muy temprano y hace frío. Mi padre me lleva en hombros a munista clásico. Esta perspectiva supone un severo corte
lo largo de un pasillo que termina en una puerta con vidrios esme- respecto de la infancia, atenuada por un fuerte sentimien-
rilados por el rocío y la luz de un día gris. Antes de llegar a esa to de pertenencia a ese estrato pretérito -una pertenencia
puerta entramos en otra lateral a un cum·to de baño iluminado con problemática pero nunca del todo rechazada-. Este rico
gas. Hay olor a jabón rodado, a desinfectante y a ropa recién almi-
caudal de representaciones se abandona cuando Oliver
donada. Desde la altura en que estoy veo, en medio del cuarto, una
pasa de la infancia a la narración de su vida y compromi-
bañadera muy chica, pintada de celeste sobre patas altas del mis-
mo color.
sos adultos. Su entrada en la sociedad literaria y política,
-Mirá, tu otra hermanita -dice papá, señalándome un cuerpo que se recoge en La vida cotidiana, posee una flexión casi
chiquito, amoratado y todo flojo que una mujer, vestida de blanco, apologética, cuando Oliver insiste, en el relato, en su tor-
sostiene en el agua jabonosa". JG peza de joven curiosa y apasionada por la literatura pero
incapaz de reconocer grupos y alineamientos del cam-
A pesar de la semejanza inicial, no practica Oliver ese po literario e intelectual. Al mismo tiempo, esta posi-
arte de lo elusivo tan característico de Lange, aunque sí ción -niña rica, ávida e ingenua- hace patente la rapidez
su énfasis en la infancia como matriz del carácter. No obs- de movimientos de quien no hubo de someterse a los rit-
tante este subrayado común a ambas, no existe aquí la in- mos de una educación sistemática o un trabajo asalariado.
sistencia en el equívoco de una moral convencional soca- Y, por eso, pudo ir reemplazando con presteza esas formas
vada por los recursos narrativos, propia de Lange. La obra de sociabilidad que le tocaban debido a su origen por un
de Oliver, de singular relieve dado su papel en la vida in- itinerario de búsqueda libre, no urgida por necesidades eco-
telectual argentina, sobre todo en el cruce de las diversas nómicas. Oliver plasma el camino ideológico que la lleva a
políticas de la revista Sur, 11 está gobernada por un laxo abandonar los grupos de señoras de la buena sociedad, su
sentido literario pero un estricto diseño informativo; a cada llegada a la sociedad literaria, las atrevidas reuniones en
instante y gesto de la infancia pretérita se le exige, en el su casa -aunque sólo de seis a nueve de la noche-. En este
relato, un posterior correctivo histórico y político. Mundo sentido, Jos dos volúmenes de memorias de su vida adulta
mi casa, sin duda el mejor y más conseguido tramo de sus son más reveladores por los datos, los nombres o los en-
memorias, abarca los años de infancia y adolescencia de cuentros que por la retórica, anclada en una visión instru-
Oliver y allí cada uno de los integrantes de la familia am- mental del género.

190 191
------------------------------------~----------------------------------

En cambio, el primer volumen tiene dos hitos de gran ne, como la polio la "expuso" para siempre, a la necesidad
capacidad expresiva. Uno, los retratos de servidores a los de recurrir a los otros. Este primer movimiento de exposi-
que, al revés -de los de Ocampo, el recuerdo no libera de la ción cruda explica, tal vez, el sobrevenido pudor que, a
situación de sometimiento. 1s Sus sirvientes no son modelos partir de la adolescencia y juventud, gobierna su memoria
de lealtad, sino muestras de una humanidad desamparada en lo que se refiere a la vida del cuerpo.
por cuya redención parece exponerse, después, la vida de La obra memorialística de Oliver no muestra, como la
Oliver. Así la niñera Lizzie Caldwell, gorda y desdentada de Lange, una sostenida opción estética, pero sí exhibe,
-aunque convencida de su superioridad sobre los argenti- fragmentariamente, una capacidad peculiar de profundi-
nos por no ser "nativa"- que muere en Rosario tras un ata- zación compleja de algunos tópicos del género: infancia y
que cerebral. Así, Emilia Forn, la sirvienta irlandesa de la enfermedad son, en ella, lugares modélicos de una evoca-
abuela criolla, a quien jamás se le permitió sentarse en su ción que huye tanto de la clausura sentimental como de la
presencia, aunque fuese su "paño de lágrimas, la adminis- complacencia indulgente.
tradora de la casa y la enfermera de no pocos familiares". 19
Así la india cocinera que se emborracha. Oliver debe sepa-
rarse de sus papeles anteriores para volver a adquirir un IV. Victoria Ocampo
papel histórico distinto en la construcción del destino ame-
ricano. Y debe hacerlo no únicamente frente a los sirvientes > Nación, infancia, lenguas, escritura, traducción, feminis-
sino también frente a los antecesores, fundadores de la pa- mo y conciencia americana son los núcleos principales de la
\ tria que se remontan, por parentescos cruzados, hasta el ingente obra autobiográfico-memorialística de Victoria
·\ padre de Remedios Escalada de San Martín. Ocampo. Conciencia americana de complicadas aristas: por
El segundo episodio de Mundo mi casa sobresaliente un lado, conciencia periférica; por otro, voluntad de cons-
por su contundencia explícita y eficacia narrativa es el de trucción y apropiación de un espacio aceptable que exten-
la poliomielitis que a los diez años condenó a Oliver de diese Occidente más allá de Europa. Del cruce de estas aris-
muchas maneras: dolor, invalidez, frustración personal, tas se ven pruebas a lo largo de toda su producción. Puede
obesidad y cambio drástico en la visión del futuro. ''Polio" decirse que conviven en Ocampo dos posiciones distintas,
expone con singular crudeza no sólo la crisis de la enfer- la apologética, que hace patente la conciencia histórica de
medad, sino la brutalidad de la mortificación posterior, ya quien se explica para defenderse; la apostrófica, que, al re-
que desde antes de la pubertad Oliver desgrana el sometí- vés, desea trascender artísticamente sus circunstancias di-
miento a dietas, encierros e inspecciones médicas. Estepa- rigéndose a un interlocutor ausente o transhistórico para
decimiento no es "interesante" a la manera de las afeccio- permanecer: en su caso, una sociedad literaria ideal que
nes decimonónicas. Es una cicatriz en cuyos bordes se toca parcialmente sustituirá una sociabilidad familiar paralizan-
lo privado con lo público: en la escritura la lisiada se expo- te y a la vez imposible de dejar del todo.'w

192
La (}bra está compuesta por los volúmenes de Testimo- glo XIX- al corazón de la cultura literaria argentina del
nios -misceláneas de recuerdos, lecturas, semblanzas, es- siglo XX.
bozos biográficos, discusiones, conferencias y artículos que Cuando se atiende a la part icular organización de su
se fueron reuniendo en volúmenes desde 1931- junto con obra, se advierte que tanto los vínculos entre nación e in-
diversos tomos de correspondencias y la ya citada Auto- fancia como los lazos entre lenguas, escritura y traduc-
biografía. En la actualidad, este abundantísimo material ción, como, por último, la r elación entre feminismo y con-
ha pasado a ocupar un lugar central dentro de la tradición ciencia americana, forman un género bastante peculiar,
literaria argentina, u n lugar que, al menos como escrito- algo que se podría denominar bucle autobiográfico. Esta
ra, Ocampo nunca había alcanzado. Es notable, además, figura hace visible y fortalece la fórmula que desde e} prin-
que dentro de esa nueva colocación se haya admitido la cipio ensayó Ocampo, que empezó con la miscelánea de los
existencia de una pública, voluntaria y reconocible modu- Testimonios y siguió con la Autobiografta, pero ésta tam-
lación feminista, puesto que, en la consideración crítica bién permeada de cortes, reflexiones, cartas: así, las diri-
previa de Ocampo, el feminismo se consideraba algo tan- gidas a Delfina Bunge en el segundo volumen. Así los apén~
gencíal.21 dices: cartas de próceres y de antecesores, cartas de des-
Se puede es tablecer, de hecho, una vinculación en tre el pedida, de ruptura, de condolencia ... Antes, y del mismo
feminismo de Ocampo y otro rasgo de tangenci alidad que, modo, durante el tiempo de preparación de laAutobiogra·
esta vez, no depende de los críticos sino de su propia vi- fía, los Testimonios habían ido acogiendo reflexiones, a nun-
sión respecto de su relación con la escritura en castellano: cios y hasta debates con otros practicantes del género que
ella hubiese podido, más legítimamente que nadie, perte- hacían de contrapunto o se solapaban con el proyecto de
necer a Europa -la de otras lenguas, la Europa del francés Ocampo.
y del inglés-. Esta percepción de sí misma ha sido muchas Un ejemplo revelador de esta innovadora combinatoria
veces descripta como base de su identidad literaria, en la -gobernada por la férrea presencia de una primera perso-
medida en que ella pudo vivir la relativa fantasía constan- na que nunca cede su lugar ni duda en pronunciarse- es
te de una lengua a lternativa, el francés, en la que conver- precisamente un texto de 1965, sobre Mundo, mi casa de
tirse en escritora. Este dato biográfico no supone, sin em- Oliver. 22 Además de ser un ejercicio de comparación y ex-
bargo, que la opción fuese histórica y literariamente posi- hibición de gestos, costumbres y usos sociales que desnu-
ble. No importa demasiado; lo interesante es que sea cons- da la intimidad de un mundo excepcional -compartido por
tituyente de su discurso autobiográfico, tanto en lo narra- las dos- y exhibido sin ambages, provee a Ocampo de la
tivo cerno en la presencia de otros idiomas en sus textos, a oportunidad de hacer explícita una s uerte de breve poéti~
veces como citas o giros y, en ocasiones, como piezas ente- ca del género: "Sobre esto de recordar la infancia tengo
ramente escritas - y conservadas- en otras lenguas. Ocam- experiencia, pues hace más de treinta años que tomo no-
po trasladó ese imaginario -fundamental a lo largo del si- tas o trato de escribir mis Memorias. No he encontrado

194
aun una solución satisfactoria para tamañapá empresa. cuerdos como hizo su col ega Oliver; por otro, conseguir
Es tan fácil y tan difícil. En su aparente facilidád está la ser la traductora "talentosa" de sí misma, tanto en lo lin-
trampa en que podemos caer".23 güístico como en la transposición persuasiva de lo vivido
Programa de su propia escritura, crítica de Mundo mi a lo escrito. La solución que Ocampo practicó desde el
casa, pero, también dentro del propio artículo, reescritura principio - desde el primer volumen de Testimo nios has-
de Oliver: ya q ue han compartido el pasado -sus espacios, ta el último de la Autobiografía - no consistió en una es-
privi legios y condicionantes- Ocampo parafrasea las des- critura autobiográfica específica, sino en un a combinato-
cripciones y reconstrucciones de Mundo, mi casa para yux- ria de escrituras diversas . Como memorialista su función
taponerle lo que le sucedía a ella. Se trata de un juego de es doble: desconfiar del relato lineal (el de Oliver ) y tra-
autorreferencias constantes, que no quiere dejar nunca el ducir - a eso alude el comentario sobre Greene-. Pero, a
espacio del yo ni olvidar su centralidad -ni siquiera en el su vez, la t raducción se duplica: del francés al castellano
registro vicario de un comentario o una reseña . Y, en este y de lo vivido a lo escrito. Esto supone no sólo la exigen-
caso, no sólo la infancia se compara, sino que también es cia de un tono propio en una lengua segunda sino ade-
motivo desnudo de ejercicio analógico la tarea literaria más, una innovación genérica. Pa ra satisfacer esta exi-
misma. Es fác il advertir que Ocampo elogia y desautoriza gencia la autora se vuelve, sobre todo, editora: combina
a la vez la empresa de Oliver; el deslizamiento hacia la las huellas escritas de esa vida -impres iones, carnets,
primera persona del plural (" podemos") incluye a Oliver, cartas, entrevistas- y de la combinatoria -traducción y
al parecer, entre quienes han caído en la trampa de una edición- surge el género. Ina prensible como se muestra
solución poco satisfactoria para la escritura de rnemorias. 24 su índole, Ocampo imprime al corpus que reúne una hue-
Del mismo modo, en 1971, a propósito de las memorias lla muy particular que puede rastrearse hasta el final, la
de Graham Greene, esboza otra breve poética -otro giro huella de una continua necesidad de h acer explícito el
del bucle-: "Las autobiografías son lecturas que apasio- entramado personal de sus acciones públicas, ya presen-
nan. Claro que la vida más rica y más llena de aconteci- tes en los textos reunidos; en Ocampo Jo público suele
mientos diversos uo pasa de lo vivido a lo escrito sin un :> preceder lo privado. E so hace que el procedimiento que
talentoso traductor. Y las traducciones de esta índole no todo lo une sea la digresión . Una paradoja , si se quiere,
son fácil es" .~ 5 Aquí ella misma evo ca esa permanente difi- que acaba siendo la mejor expresión de las posibilidades
cultad como traductora entre la vida "llena de aconteci- que Jos géneros de la memoria adqu ieren dentro de eso
mientos diversos" y "lo escrito", fascinante comparación qu e he llamado, en Ocampo, bucle autobiográfico: esta fi-
con el proceso de escritura que practicó, ya que escribió gura le permite enlazar todas las maneras de presenta-
siempre en francés y mientras pudo se tradujo a sí misma. ción de motivos y de desarrollo subjetivo de su posición
Los movimientos que tales poéticas exigen son dos. Por sin obligarse a un desarrollo unitario, salvo, como señala
un lado, huir de la aparente facilidad de enlazar los re - Sylvia Molloy, en el tercer volumen de su autobiografía. 26

196 197
Evadiéndose así de las exigencias de los géneros clási- V. Alejandra Pizarnik
cos de la memoria Ocampo logró, quizá, dar cauce a su pro-
pia ubicuidad -genérica e identitaria- con respecto a las Los diarios de Pizamik, escritos entre 1954 y 1972, cons-
postures clásicas de las funciones de escritora y de inte- tituyen un hecho editorial único dentro de la tradición
lectual. Durante mucho tiempo, aún durante los años en nacional. Junto con ellos, Pizaroik dejó una abundante
que más controvertida fue su figura pública dentro de la colección de cuadernos de notas o notas de lecturas o ca-
vida literaria argentina, ese cauce reveló grandes posibili- sas de citas ("Palais du Vocabulaire"), donde también exis-
dades de realización. Aunque en la última etapa de su vida ten, de vez en cuando, anotaciones personales como las de
- sobre todo desde 1975 en adelante- tal ubicuidad fu e los diarios, incluidas entre los apuntes de poemas, títulos
transformándose en un corsé de silencio; cuando se reco- y, a veces, hasta borradores de cartas. Su carácter único,
rren sus pronunciamientos de los años 1976 y 1977 llama dentro de estos géneros, reside en que no existe otro caso
la atención el empobrecimiento de una expresión anacró- conocido en que se vaya a disponer, casi con certeza, de
nica; un empobrecimiento paralelo, sin duda, a la medio- una publicación completa - sin filtro de autor, pariente o
cridad de las compañías que la rodearon en esas aparicio- censor- dt:: un material tan abundante, t an ligado desde el
nes instituciona les, durante los años más terribles de la principio hasta el final - desde 1954 hasta 1972- a un des-
dictadura - nunca aludida- de 1976-1983. tino de escritora. Por otro lado, se trata de un diario de
Desde el punto de vista del cambio en la función de los frecuentación permanente y sistemática, en el que hay tres
géneros aquí tratados, Ocampo ofrece dos grandes vertien- o cuatro líneas visibles: origen y familia, lengua y educa-
tes. Una, que se da en todo Occidente contemporáneamen- ción, identidad es, prácticas sexuales y posición subjetiva.
te, es inclusiva e innovadora: se hace literatura constru- En estos diarios no abundan esas zonas de silencio admi-
yéndose un yo mediante textos que se evadan, en prind- nistradas por todos los memorialistas, diaristas y autobió-
pio, de los desafíos tradicionales de las artes de la imagi- grafos conocidos en la tradición nacional.
nación, artes que suponen el dominio pleno de los recursos Origen y familia están en íntima vinculación con la len-
de la ficción. La otra vertiente, en cambio, no ofrece couti- gua; no una lengua materna, sino una lengua nacional,
nuación: su peculiar sutura entre lo público y lo privado adquirida en la escuela. Por ello, los diarios permiten asis-
sólo fue posible a panir de su origen social extraordinario. tir al despliegue de un yo cuya relación con el idioma es
Los lenguajes y usos literarios que Ocampo practicó no tie- tan complicada y en principio aleatoria como la de Ocam-
nen cabida después, ya que suponen una modulación ver- po; a l mismo tiempo es casi su revés. Con un horizonte
bal restrictiva y excesivamente pudorosa, que los nuevos familiar de yídish, y una infancia en la que asistía Pizar-
escritores - los de esa clase media que Osear Massotta nik a la escuela hebraica y a la pública argentina, la chica
muestra como destino inapelable en "Roberto Arlt, yo mis- de diecisiete o dieciocho años que emprende la práctica
mo"- desplazaron del todo en la literatura argentina. del diario para ser poeta debe valerse de un solo instru-

1 ~ lQQ
mento, una lengua escolar torpe, tal como la recibe en tan- sien to como Roquentin, como Connolly. Dicen que mi san-
to que educanda argentina: por eso lengua escolar se con- gre es europea". 28
funde con lengua culta hasta el final de su adolescencia. Más adelante, tras burlarse de los libros del departa-
Los diarios atestiguan la dificultad para plegar sus ne- mento de su prima ("Moulin Rouge, Cervantes, El diablo
cesidades expresivas a ese modelo tan rígido y, sobre todo, de Papini, Jardiel Poncela, Neruda y otros best-sellers de
prueban la lentitud del proceso por el cual se fue apro- EEUU"), se dirige a sí misma unas líneas que h acen evi-
piando de un castellano aceptable y rico, más allá de las d ente, todavía, la torpeza de la expresión y lo aluvional de
lecturas escolares. Este proceso se ve claramente durante los conocimientos que incorpora: ''¿Y vivir: qué sabes tú de
los primeros años del diario, en que se suceden distintos vivir? Novalis: Buscamos siempre el absoluto y no encon-
estratos de escritura de muy diversos tonos y calidades. tramos sino cosas, fragmento de Carta sobre el hwnanis·
Por ejemplo, entre 1954 y 1955 Pizarnik anota fragmen tos mo de Heidegger". 29
de La prisionera de P roust, Vicent e Huidobro, un poema Y por la misma época: "Alfonsina Storni. [...1El Dr. Cas-
propio ("porque yo no pedí n acer en forma de signo de in- tagnino (sudor frío). Fran9oise Sagan (libro para la sala
terrogación/ porque yo, muje r crisálida/ no tuve la fu erza de es pera del dentista ) Antonio Machado. S er y tiempo
de nacer cadáver/ porque yo en fin llevo un alma rociada de Heidegger (es dificilísimo>. Garcia Morente. [...]En un
por diecinueve primaveras angustiosas"), una especie de kios ko. Dado mi acento, el kioskero piensa que soy ex-
greguería (" una cerda es una señora burguesa, muy gor- tranjera" .:w
da, que fue raptada por los indios que reducen el cráneo Mezclado con estos elocuentes repertorios empiezan a
de los blancos pero que con ella se s alieron de la norma s urgir experimentos con registros de lengua má s amplios,
acostumbrada y le redujeron todo el cuerpo; luego de ra- donde se cruza lo ingenuo con ciertos atisbos de equilibro
surada, la encerraron ... pero se olvidaron un rizo en el expresivo en la plasmación de su vida sexual, que, todo a
trasero"), y menciones de Safo y la BibliaY lo largo del diario, Pizarnik intentará: "Mi sexo gime. Lo
Dentro de este mismo proceso, en 1955 aparecen Cé- mando al diablo. Insiste. ¡Qué molesto es! ¡Cómo lo odio!
sar Vallejo, Katherine Iviansfie ld , Dostoiev::;ki ("me abu- Sexo. Todo cae ante éL Fumo para ver si se calma".:ll
rre"), Nietzsche ("me deja ins ensi ble"), Apollinaire ("¡Soy Del mismo modo en que se anudan las lecturas con una
argentina! Argentum, i: plata"). Mis ojos se aburren ante práctica de observación constante, los diarios van recogien-
la evidencia, Pampa y caba llito criollo. Literatura soporí- do sus observaciones respecto del horizonte r uidoso y a la
fera. U no se acerca a un libro argen tino. ¿Qué ocurre? vez inarticulado del yidish y el español titubeante de los pa-
Viles imitaciones francesas. De pronto aparece un escri- dres; y respecto de su tartamudeo y de su sordera fon ética,
to realista. Magnífico. Encuentro entonces palabras como que son los condicionantes de su limitada educación poética.
'puta' escrita 50 veces o diez variaciones más made in A partir de los anos 60, aunque siga registrando sus
Dock S ud. Proust, Julien Green, Sartre, Rímbaud. "Me lecturas, Pízarnik comienza a dejar que diversos estratos

'J() l
de experiencia se mezclen en el diario. Por ejemplo, la tor- me dispersa, me desobliga de mí y del mundo. Pero con-
peza linguistica como recurso y castigo ("Cada día tarta- tar en vez de cantar. Es como el lápi z mágico que soñaba
mudeo más. Pero no sé sí es tartamudez. En el fondo, no desde niña: que supiera, solo, multiplicar y dividir. El fin
quiero hablar. Mi sufrimiento en el ómnibus, cuando pido de este' diario es ilusorio: hallar una continuidad. Claro
el boleto, mi temor de que mi voz no salga y todos los pasa- que la hay pero negativamente. En el plano del sufrimien-
jeros contemplen, tentados de risa y asombrados a ese ser to hay una progresión lenta y extremadamente fiel. En
monstruoso que se debate y pelea con el lenguaje.[ ... ] He cuanto a la expresión de ese sufrimiento, últimamente es
descubierto mi tendencia a conversar de temas obscenos, menos trágica.:Js
tratándolos con humor".:12 Como un periscopio que se vuelve hacia sí mismo , Pi-
Otra clase de torpeza surge también, la del espacio fa - zarnik es radical -quizá de modo inadvertido, pero no por
miliar neurótico de clase media, un espacio que obliga a eso menos evidente- en la ausencia del mundo exterior.
una intimidad obscena: "Sufrimi ento cu ando esoy a solas Ensimismamiento, autorreferencia, incomodidad ante cual-
con mi padre. [... ) De todos modos, jamás lo sentí como quier tipo de exigencia pública, laboral o institucional, cru-
padre. Y dudo que el mismo lo haya sentido nunca . Es tan deza e ironía en la voz y en la m::tno (hay dibujos en los
infantil. Tan joven. Debe estar asustado uel monstruo que cuadernos) que buscan ambas un modo creíble de trans-
engendró. El, tan apuesto, tan simple".~ 3 mitirse a sí misma ciertos itinerarios sexuales y ciertas
Y similar incomodidad frente al cuerpo, un cuerpo visto decisiones casi desde el principio asentadas: ser escritora,
como instrumento insuficiente ante la exigencia radical matarse. Allí se ven dibujos de revólveres con instruccio-
del género. "Profunda tortura cuando camino por Santa nes para poder utilizarlos, recetarios de combinaciones de
Fe entre el 1200 y el 1800, donde transitan [... ] las muje- toda clase de somníferos, barbitúricos y tranquilizantes,
res más bellas de Buenos Aires. Las miro o mejor dicho no pactos sugeridos para ser ayudada a morir, adopción suce-
las miro porque yo cuando camino no miro a nada ni a siva de distintas máscaras sexuales, amores femeninos y
nadie, sino que las intuyo o las veo de alguna manera. Está masculinos además de rivalidades literarias drásticas
dicho: una mujer tiene que ser hermosa: aunque escriba ("¿Quién es Oiga? Aiguien que no acepta una evidencia:
corno Tolstoi, Joyce y Homero juntos.:14 que yo, Alejandrita -¿no-parece-un-ángel? soy (o era, no lo
Hacia 1962, uno de los años de cuadernos más exten- sé) mejor poeta que ella"). ~6 Es la época de las obras en
sos y de prosa más encendida, Pizarnik parece estar bus- prosa procaces y cómicas ("Anoche escribí de un tirón La
cando algún tipo de cláusula más larga: "Quiero escribir bucanera. ¿Qué relación no puedo captar?"). 37
cuentos, quiero escribir novelas, quiero escribir en prosa. Junto con estos estratos, el horror al embarazo, capri-
Pero no puedo narrar, no puedo detallar nada porque chos, dudas y reproches a amigos y conocidos, e incluso,
nunca he visto a nadie. Tal vez si me obligaran a ver, si todo a lo largo de 1971 y 1972, amour fou y desposesión
me obligaran a expresar fielmente lo que veo. La poesía frente a l otro o la otra, además de torturantes relaciones

tln•J
paranoicas con unos vecinos con los que estableció - al me- Notas
nos, en el diario- una especie de erotizado triángulo. E s la
época -1971 e incluso 1972- en que la escritura del diario
se acelera y se vuelve extremadamente ágil, superando esos
1 Adolfo Prieto, La literatura autobiogró(tca argentina ed. cit.
desajustes previos, escolares o sentimentales, de sus giros Sobre la presencia y función de los géneros en la tradición nacional
ver: Noé Jitrik, "Autobiografía, biografía y fuerte desplazamiento
personales, que ahora se adecúan a la experiencia vivida y
hacia la narración: Sarmiento en el origen de una literatura" y "Au-
la transforman en algo más relevante, en un modelo na-
tobiografías, memorias, diarios" en El ejemplo de la familia. Ensa-
rrativo para la intimidad escrita: "Creo que preferiría no yos y trabajos sobre literatura argentinu., Eudeba, Buenos Aires,
verla más. Anoche dormimos juntas, tomadas de la mano. 1998; Carlos Altamirano-Beatl'Íz Sarlo, "Una vida ejemplar: la es-
En sueños, (o no) me so ltó la mano con la mayor brutali- trategia de Recuerdos d~~ provincia", en Utemtural Sociedad, Ha-
dad . Serían las 4. No pude dormir más. Me entró un frío chet te, Buenos Aires, 1983; Nicolás Rosa, El arte dl'l olvido, (1991 ),
asesino. A las 9 compré facturas, ordené el cuarto y prepa- Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2004.
ré la mesa con la esperanza de desayunar con ella, la tan 2 1'ras las líneas fundamental es de Adolfo Prieto respecto de la

querida hija de puta. Pero mientras le servía el té le leí lo generación del 80, Josefina Ludmer h n señalado: " La posició n au-
que había escrito y, luego, resultó que se había comido to- tobiográfica podría historizm·se en América Latina por las relacio-
das las medialunas".:l8 nes diversas, cada vez cambiantes, que ma ntiene con algún tipo de
Es de suponer que esta aparente dimensión íntima y ley, religiosa o política: colonial. nacional, e!'tatal". Ver "1880: Los
estrictamente privada del diario de Pizarnik -en el senti- sujetos del estado liberal", en Juan Orbe, compilador, La sítcwción
.......
autobiográfica, Corregidor, Buenos Aires, 1995, pág. 69.
do de no haber sido tal voz pensada de manera consciente
: En el ensayo de Prieto no figura Victoria Ocampo, nacida an-
1
para su publicación- operará como en general lo hacen los
tes de 1900, porque su autobiografía empezó a publicarse en 1979.
diarios en cada tradición nacional: ensanchando las posi- ~ Además de Manuel Gálvez, hay que ¡•ecorda r las memorias de
'\_ bilidades expresivas del género mismo dentro de la retóri-
Enrique Larreta o el ya mencionado Rodolfo Aráoz Alfaro. O las las
: ca de la intimidad . de Nicolás Repetto o Ramón J. Cá r cano, de orden profesional o vo-
-...........__
cacional.
2004 5 Hijo del médico y memorialista Gregar io Aráoz Alfaro, estu-

diado por Prieto en La literatura a!Ltobiográfica argenti(la, mere-


cería, junto con otros libros similares, un examen atento, tanto de
las diferencias ideológicas como de las continuidades estilísticas
evidentes entre padre e hijo. Se trata de El recnerdo y las carceles
(memorias amables) - Prólogo de Pablo Neruda, de Rodolfo A1·áoz
Alfaro, De la Flor, Buenos Aires, 1967, que combina la evocación de
una infancia opulenta con un viraje person al y político desde las
luchas estudiantiles de HH8 y con la militancia socialista y comu-

205
..
nista. Es un libro de prisiones, de gran agilidad y soltura en los rar el monolingüismo de la sociedad a rgentina. Habría que estu-
retratos de compañeros de infortunio. diar el devenir del ídish dentro de la cultura nacional para sopesar
6
Esta autonomía vuelve azar osa o problemática la relación en- si en ese caso esta posibilidad tuvo visos de romper instituicional-
tre género Y escritura . Por eso propuse la idea de una historización mente ese monolingüismo literario.
de la posición de escritur a en "El diario íntimo, una posición feme- to Ver "Decir y no decir: erotismo y represión" en el imprescindi-
nina" (supra, págs. 47-60), "Respecto de lo simbólico, los sujetos se ble estudio de Beatriz Sarlo, B uenos Aires 1920 y 1930: una mod.er·
s~'túan para definirse, aunque esa definición sea funcional y preca- n.idad periférica, Nueva visión, Buenos Aires, 1988, págs. 69-93, don-
na. r... l y en la margi nalidad del diario intimo, situación fa ntas- de Sarlo contrapone la colocación de Lange a la de Alfonsina Storni.
magórica de escr it ura que podemos caracterizar como femenina 11 Sylvia Molloy señala la vinculación entre el l aboratorio van-

analizar la posición de sujeto que allí se define". (pág. 58) ' guardista y Cuadernos de infancia y además observa que esa vin-
; Diarios, Barcelona, Lumen, 2003. culación le había permitido a Lange, a su vez, "a forj ar, dentro de la
·' Ver Osear Masotta, "Roberto Arlt, yo mismo" (Hl65) en Con - textura fragmentaria de su relato, la figura de su p1·opia diferencia
ciencia Y estructura , Jorge Alvarez, Buernos Aires, 1968. Tres años como mujer". Ver: "Juego de r ecortes: Cuadernos de infancia de
más tarde apareció el volumen colectivo Memorias de infancia. Norah Lange", en Acto de presenci<L. La escritura autobiográfica
Selección a cargo de Pirí Lugones, Jorge Álvarez, BuenosAires,l968, en Hispanoamérica [19911, F.C.E. México, 1996, págs. 179-80. Ve1
con textos de diverso origen (escritos estrictamente memorialísti- también Francine Masiello, "Mapas excéntricos: la geografía ima-
cos, cuentos, e inclu~o un fra gmento de novela) de Beatriz Guido ginaria de Norah Lange", en Entre ciuilización y barbarie.. M1tj;:
J~an ~osé Hernández, Leopoldo Marechal, Manuel Mugica Lainez: res, nación y cultura literaria en la Argentina moderna, Beatriz
Vtctona Ocampo, Augusto Roa Bastos, Rodolfo Walsh, José Donoso Viterbo Editora, Rosario, 1992, págs. 196-205.
12 Tienta relacionar estos Cuadernos con otras memorias o au-
Y Manuel Puig. Dejando de lado las diferencias entre los textos
tanto el título como la heterogeneidad de la selección muestra~ tobiografías fictici as de dos autoras que, sin duda, conocieron la de
claramente que el criterio que los unificab~ era la propuesta de Lange: Memorias de Leticia Valle (1946) de la española Rosa Cha·
una experiencia vivida, más que las especificidades genéricas. cel (1898-1994) que vivió en Buenos Aires entre 1939 y finales de
9
Que esta tendencia a pesar el idioma como producto de una los años sesenta y el relato A utobiografía de Irene, de Silvina Ocam-
elección persista hasta los setenta del siglo XX revela cuan fructí- po, que no sólo desmient e, en su cir cularidad, la pr ogresión que se
fei:o ha sido este imaginario, cuyo función , probablemente, tenga s u pone autobiográfica, sino que comparte con ella cier to gusto por
mas que ver con la voluntad de ejercer sobre el castellano una cier- ..
_ la evocación de una infancia amenazada por la enfermedad y la
ta hegemonía -no sólo con respecto a España sino también con res- muerte.
13 Cuadernos de infanci-a, pág. 9 . Lange parti~ipó activamente
pecto a otros centros a mericanos- que con una realidad literaria
bilingüe. Desde luego, desde el punto de vista biográfico, la posibi- de Prisma y Martí.n Fierro, aunque lo hiciera de acuerdo con las
lidad existía, al menos en e l caso de Victoria Ocampo. Pero sólo si pautas del decoro que convenía a su sexo. Vivió en General Alvear
hubiese existido, junto con la de lengua española, otra comunidad (Mendoza) donde su padre, de origen noruego, era administrador
que, con conciencia de una lengua literaria alternativa, se hubiese de una colonia escandinava. Lct calle de la tarde, 1925, es su pri-
planteado una disputa - cul tural, editorial, educativa- y, por tanto, mer libro de poesía, al que siguieron Los días y las noches (1926) y
se hubiese dado un conflicto lingtiístíco con posibilidades de alte- El rumbo de la rosa (1930). Tras Cuadernos de infancia, hay que

206 207
-------------------------------------------------------------- .... ----------------------------------------------- -
.'
'
destacar, dentro de su obra narrativa, el logro indiscutible de Per- Ocampo son leídos dentro de la retórica de su autobiografía y uni-
sonas en la sala (1950). dos en la pregunta por su escritura, que se diferencia, sostiene
1
~ en Estimados congéneres (Edición aumentada pero no corre- Molloy, apropiándose de "voces canónicas masculinas y. por el mero
gida), Losada, Buenos Aires, 1968, pág. 80. (Incluido en Norah Lan- hecho de enunciarlas desde un yo femenino, logra (... J diferenciar
ge, Obras Completas, Tomo 2. Rosario, Beatriz Viterbo Editora, su texto" pág. 105. Sobre la función de Ocampo en los distintos es-
2006). T res de los discursos en f!Ste volumen están dedicados a pacios de la educación y las lengua s en la Argentina, ver Beatriz
Cuo.den~os de infancia: el primare, por su aparición, el segundo, Sarlo, La máquina wltural-Maestras. traductores y vanguardis-
dedicado a los Lange, y el tercero, en· 1939. tas, Ario!, Buenos Aires, 1998. Sobr e la complejidad de su papel
1
" Ver Masiello, op. cit., pág. 197: "Aquí aparece el eje de la escri- dentro de las élites argentinas, ver María Teresa Gramuglio, op.
tura de Lange: separar la palabra del referente y el lenguaje de su cit., y "Victoria Ocampo y los conflictos en la cultura argentina" en
contexto nacional y expresar una clara preferencia por la autono- Prismas. Revista de historia intelectual, Universidad Nacional de
mía de las palabras en la página". Quilmes, N" 2, 1998. ''Sur" en Diccionario Enciclopédico de las le-
16
María Rosa Oliver, Mundo, mi casa, Falbo Líbrero Editor, Bue- tras de América Latina (DELAL), Tomo lll, Caracas, Biblioteca
nos Airess, 1965, pág. 7. Ayacucho/Monte Ávila, 1998. "Hacia una antología de Sur: Mate-
·;Ver en El oficio se afirma, volumen 9 de la Historia crítica de riales para el debate", en La cultura de un siglo. América La¿ina en
1
la literatura argentina (Noé Jitrik, editor; Sylvia Saítta, coordina- sus revistas, Buenos Aires-Madrid, Alianza, 1999. "Las minorías y
'
dora del volumen, BuonoG Aires, Emecé, 2004) María Terella Gra- In defensa de la cultura. Proyecciones de un tópico de la crítica
muglio: "Posiciones de Sur en el espacio literario. Una política de literaria inglesa en Sur" en Boletín/7, Centro de Estudios de Teoría
la cultura", que señala la afinidad entre Victoria Ocampo y Oliver, y Crítica Literaria de la Facultad de Humanidades y Artes, Uni-
sobre todo e.n la triangularidad del vínculo inicial con Waldo Frank. versidad Nacional de Rosario, 1999. "Una década dinámica. Posi-
~~ Cabe recordar la conclusión del retrato de Fani por Ocampo ciones, transformaciones y debates en la literatura argentina" en
en la Quinta Serie de Testimonios: "De los dares y tomares que Alejandro Cataruzza, Nueva Historia Argentina, tomo VII, Buenos
hubo entre ella y yo, los dares fueron suyos y míos los tomares", en Aires, Sudamericana, 2001. "La literatur a en los años t reinta y la
Testimonios, Series Primera a Quinta, Selección, prólogo y notas aparición de Sur"' en María Celia Vázquez y Sergio Pastormerlo
de Eduardo Paz Leston, Buenos Aires, 1999, pág. 311. (comps.), Literatura argentina. Perspectivas de fin de siglo, Bue-
19
0liver, op. cit. pág. 58. nos Aires, :b:udeba, 2001; Cristina Iglesia, "Waldo y Victoria en el
20
Tomo este. distinción del estudio de James D. Fernández, Apo- paraíso americano. Identidades y proyectos culturales en los pri-
logy to Apostrophe. Autobiograph,y and the Rhetoric of Self-Repre- meros años de la revista Sur" en La violencia del azar, Buenos Ai-
sentation in Spain, especialmente págs. 7 a 10. res, Fondo de Cultura Económica, 2003; John King. Sur. Estudio de
21
Precedida por la biografía de Doris Meyer, Against the Wind la revista argentina y de su papel en el desarrollo de una cultura.
and the Tide, de Doris Meyer (1979) y, sobre todo por la fundamen- 1931-1970, México, Fondo de Cultura Económica, 1990; Osear Ma-
tal Genio y figura de Victoria Ocampo de Bias Matamoro (1986) sotta, "Sur o el anti-peronismo colonialista" en AAVV, Contorno.
Sylvia MQlloy inauguró las nuevas lecturas de Ocampo en "El tea- Selección, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1981;
tro de la lectura: cuerpo y libro en Victoria Ocampo" Acto de pre- Bias Matamoro, Oligarquía y literat ura, Buenos Aires, Ediciones
sencia, op. cit., págs. 78-106. Los tópicos centrales del mundo de del Sol, 1975; .Jesús Méndez, "The origíns of Sur, Argentina's elite

208 209

cultural review" en Reutsta Iberoamericana de Bibliografía, vol. ~ "Ordenar el caos. Graham Green y su autobiografía", Testi -
XXI, N° 1, 1981; María Rosa Oliver, La utda cotidiana, Buenos Ai- monios, Novena serie, Buenos Aires, Sur, 1975, pág. 58.
20
res, 1969; Jorge Panesi, "Cultura, crítica y pedagogía en la Argenti- Para Molloy es el más "personal y conmovedor de la auto-
na: Sur/Contorno" en Espacios 2, Facultad de Filosofía y Letras de biografía", precisamente porque es el menos digresivo, op . cit.,
la Universidad de Buenos Aires; Eduardo Paz Leston, "El proyecto pág. 95.
de la revista Sur" en Capítulo. Historia de la literat¡¡.ra argentina, :r. Alejandra Pizarnik, op. cit., págs. 13-20.
2
vol. 4, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1981; Ricar- J lbidem, págs. 23-68.

do Piglia, "Sobre Sur", Crítica y ficción !1979), Barcelona, Anagra- 20


Ibídem, págs. 23-68.
ma, 2001; Adolfo Prieto, Literatura y subdesarrollo, Universidad 30
Ibidem, págs 53-68.
Nacional de Rosario, 1968; Nicolás Rosa, "Sur o el espíritu de la :\J lbidem, pág. 57.
32
letra" en Los fulgores del simulacro, Santa Fe, Universidad Nacio- Ibidem, págs. 185-211.
nal del Litoral, 1987; Beatriz Sarlo, "La perspectiva americana en S) Ibidem, págs. 185-211.

los primeros años de Sur", Punto de uista, Año VI, W 17, abril· J.l Hannah Arendt: "La necesidad inapelable de la belleza se debe
julio, 1983; Jorge Warley, "Un acuerdo de orden de ético", Dossier: a que garantiza a la mujer una defensa frente ,a lo exterior; una
"La revista Sur" en Punto de vista, Año 6, No 17, 1983. muralla indispensable para construir la esfera subjetiva'' , en Ra-
g2 Un texto de 1965, "Recuerdos sobre recuerdos. Al margen de heZ. Vida de una mujer judla (1933· 1956), Lumen, Barcelona, 2000.
Mundo, mi casa" de Oliver incluido en la Séptima Serie de los Tes· 36
lbidem, págs. 185-211.
36
timonios, Buenos Aires, Sur, 1967. Anotación de 1970.
a3 Op. cit., pág. 4 7. 31
Ibídem, págs. 491-503 .
2• El t~xto empieza con una cita del inquietante Otto Weininger 38
Anotación del 1" de junio de 1972.
("El conocimiento del car ácter de un ser se facílita teniendo en cuen-
ta lo que individuo jamás olvida y lo que es capaz de recordar"), lo
cual contribuye al efecto de ambigüedad del juicio de Ocarnpo so-
bre Oliver, aumentado con frases como "Yo llamaría a estos recuer-
dos autobiografía novelada" o "Mundo mi casa parece escrito al co-
rrer de la pluma". En cambio, es un elogio - fruto de esa intimidad
del origen que nada puede romper-la siguiente: "Sin preocuparse
de serlo, este es un libro bien argentino (hasta cuando nos lleva a
otras partes del planeta)". op. cit., págs. 53 a 55. Para representa-
ciones de infancia de Victoria Ocampo en su relación con su herma-
na Silvina, ver : Adriana As tutti, Andares canelos. Fábulas del me·
nor en Osvczldo Lamborghini, J. C. Onetti, Rubén Dario, J. L . Bor-
ges, Siluina Ocampo y Manuel Puig, Beatriz Viterbo Editora, Rosa-
rio, 2001, págs. 152-186.

?.Hl 211
Índice
Notas
>1.Introduc ción: En la era de la i ntimidad .. 9
1
Gómez de Avellaneda, Gertrudis, Antología poética, Editorial ..9
1. El imaginario de lo íntimo
Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, Cuba, 1983.
1 Beth Miller, ed., Women in Hispanic Literature, lcons and Fa-
II. Antecedentes: de la vergüenza a la ansiedad .. 13
III. Otras líneas. El proceso de subjetivización
llen l dols, págs. 201-202, University of Calüornia, 1983.
3 Henríquez Ureña, Pedro, Las corrientes literarias en la. Améri- y s u análisis en la perspectiva del siglo XX .. 17
ca Hispánica, págs. 133 y 135, México, 1978. IV. Michel de Certeau y sus problemas .. 19
4 Kirkpatrick, Susan, Las Románticas, Women Writers and Sub- Notas .. 27
jetiuity in Spain, 1835-1850, University of California, 1989, págs.
133 -134. Primera p arte (1992 - 2005) .. 29
6 Gómez de Avellaneda, Gertrudis , Poesías y epistolario de amor
/ Estados de la teor!a .. 31
Y de amistad. Edición, introducción y notas de Elena Ca ten a, págs. Paul De Man revisitado .. 33
22-23, Madrid, 1989. l. Prosopopeya .. 33
II. Dos metáforas para la autobiograffa:
torniqu ete y puer ta giratoria .. 36
Ill ¿Quién da vueltas en la puerta giratoria,
a qué se le aplica el torniquete? .. 39
Notas .. 43
> E l diario íntimo: una posición femenina .. 45
Notas .. 58
Zombies en la academia: ¿puede existir
una teoría de la autobiografía? .. 59
Notas .. 70
El chisme como saber literario: la revolución
freudiana y el susurro de la intimidad .. 71
Un saber del fragmento .. 77
Nota s .. 82

Diarios .. 83
Los diar ios de Virginia Woolf:
e n el cen tro del a1·co iris .. 85
.. 90
Notas

411
410
Diarios, experiencia colonial y fabricación de V. Alejandra Pizarnik .. 199
una prosa de la interioridad: Notas .. 205
Gil de Biedma en Filipinas. .. 91
Notas .. 106 Segunda parte.
"Pruebas de haber vivido": los Diarios y El espacio autobiográfico (1991) .. 213
la Carta al Padre de Franz Kafka
como límites de la autobiografía. .. 109 Introducción .. 217
l. El diario y sus fun ciones .. 109
11. Sobre la función de los diarios de Kafka .. 110 . l. Prosopopeya: retórica de la autobiografía .. 224
111. Lo moderno en los diarios o el judío en la ciudad .. 121 / Notas .. 268
IV. Las lenguas en Praga, las lenguas en Kafka .. 123
V. Infancia: un apóstrofe .. 181 :>- Il. Lejezme o la Enciclopedia .. 271
VI. Experiencia de la intemperie y escritura .. 134 Notas .. 297
Notas .. 141
El problema del destinatario: > lll. Bajtín y lo femenino .. 298
los Diarios de Gombrowicz .. 143 Notas .. 31.4
Teoría de las edades .. 144
El <liario como intervención institucional .. 146 IV Parecerse a M a ría .. 315
Gombrowicz, lector argentino .. 15 1 Notas .. 333
Mecánica de los cuerpos .. 151
Notas .. 153 V. Avellaneda: Cómo ser escritora .. 335
Notas .. 370
....- Figuraciones del d estierro .. 155
El destierro de la lengua: Conrad .. 157 Apéndice. Autobiografía de la Sra. Da.
Notas .. 164 Gertrudis Gómez de A vellaneda .. 373
El caso Benjamín .. 165 A vellaneda: negra, femenina, periférica,
Notas .. 176 clásica, romántica, hegemónica,
. ~La veta autobiográfica: blanca, metropolitana .. 406
de Norah Lange a Alejandra Pizarnik .. 177 Notas .. 411
l. Introducción .. 177
11. Norah Lange .. 183
III. María Rosa Oliver .. 190
IV. Victoria Ocampo .. 193

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