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América Latina: pédagogía dé un présénté i

( con foco én Argéntina)

Germán Canteroii
“…soy América latina
un pueblo sin piernas pero que camina
--- --- -- --- -- -- --- -- --- -- --- -- --- -- --- -- --
Va m os ca m ina ndo
A q uí s e r es p ir a luc ha
Va m os ca m ina ndo
Yo ca n to p o r q ue s e e sc uc ha

Va m os d ibuja nd o e l ca m ino
Es ta m os de p ie
va m o s ca m ina nd o
A q uí e s ta m os de p ie ”
“ V a m o s C a m i n an d o” ,
Calle 13 .

Un título que pide explicación:

Reflexionar en clave pedagógica sobre el presente de transformaciones y


continuidades que tienen lugar hoy en América Latina plantea enormes
dificultades: se trata de hablar del presente, una categoría que se escurre como
arena entre los dedos; de una región cuyas convulsiones generan pasiones
vinculadas con sorpresivas esperanzas y virulentas reacciones y, como si todo
esto fuera poco, de intentar proponer un sentido de pretensiones educativas a
estos acontecimientos mediante una lectura que los integre.

Comencemos entonces por procurar precisar conceptualmente el primero de


estos desafíos: organizar un discurso en torno a un ahora, a un presente. Una
dificultad al respecto reside en intentar poner en foco algo que es de una
levedad ontológica tal que se difumina a la sola pretensión de fijarlo en una
instantánea. Otra, tiene que ver con las resonancias subjetivas de lo que
cronológicamente es común a todos y que, sin embargo, nos remite a una
diversidad de experiencias existenciales que hacen estallar a este común en una
nube de fragmentos de subjetivación y representación. Una tercera,
consecuencia de la anterior, permite dimensionar el esfuerzo comunicacional
de quien intente convocar interlocutores que, desde sus respectivas
situaciones, han elaborado su propio relato y creen remitir, simultáneamente, a
un mismo presente. La cuarta dificultad es de naturaleza política: sincronizar
las diferentes temporalidades y vincular las urgencias subjetivas y los plazos
objetivos para crear un orden contemporáneo (Lechner, N.:1988:72) y, a la vez,
incluyente. Este texto es y sólo pretende ser uno de aquellos relatos, pero
desde la conciencia de la necesidad de integrarlos en un proyecto social capaz
de contener, aunque sea de manera siempre insuficiente, los proyectos de las
mayorías.

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Su objeto entonces es el conjunto de hechos, procesos y voces que, en clave
de transformación, están teniendo lugar en América Latina desde hace algunos
años y que, desde las resonancias subjetivas de quien escribe, se proponen
como narración y análisis de una experiencia y una memoria que se intuye
colectivas y alienta la expectativa de las coincidencias. Su punto focal es
América del Sur y más precisamente Argentina.

Para algunos analistas y aún para algunos militantes todo este acontecer es sólo
duración, una suerte de continuidad entre un pasado que denuestan y un futuro
que ya no esperaniii. Son los que se han sentado a la vera de un acontecer
que se les impone, para manifestar su desacuerdo radical y resistir el poder que
este fluir de presentes ejerce sobre sus vidas, sin pretender disputarlo. Para ellos,
lo que está sucediendo en América Latina no parece figurar en sus teorías
previas y, desde una cultura de desconfianza visceral, se niegan a reconocerlo.
Para otros, que persisten en estrategias de dispersión y
fractura, el reconocimiento está siempre en el afuera del propio pago que, por
cercano, se deja ver con rostro demasiado real, demasiado humano,
demasiado imperfecto, demasiado conocido y asociable con viejos fracasos y
frustracionesiv. Finalmente, para otros, desde su agobio existencial y amnesia
histórica (Freire, P.:1997:138), sólo cabe adaptarse e intentar sobrevivir, pase
lo que pase.

Sin embargo, hay quienes, frente a estos hechos, procesos y voces se


sorprenden y, en una primera aproximación, los significan como un giro
inesperado de la historia. Quizás sea porque, desde sus propios trayectos de
vida, esta contemporaneidad los interpela y los desvela, desde la ansiedad que
genera la lucha interior entre los deseos que pueden distorsionar la mirada y la
conciencia de la necesaria distancia que exige toda reflexión y práctica críticas.
Desde esta situación se escribe este texto. También desde la necesidad de
expresar y compartir las reflexiones que suscita esta interpelación y desde la
convicción que es necesario sumar aportes a una mediación pedagógica que
proponga otros sentidos al sentido único instituido en el marco de una desigual
lucha cultural.

Hace muy pocos años escribía al respecto Nicolás Casullo: “Hoy la escena de
disputa –hilvanada desde vectores mucho más estéticos que políticos, más
atinente a mundos culturales simbólicos mediadores que a argumentos precisos-
es una escena circunstancial donde lo que sobresale es una construcción de
efectos, estados de ánimo, sadismos, sentimientos inmediatos de disgustos o
simpatías, comprensión pasajera, mundos episódicos ultra- recortados,
reminiscencias desbocadas, éxtasis de dispersión: un despliegue de política
ciudadana descorporizada, amebeásica, que obliga al regreso recurrente de los
cuerpos concretos a las calles, en protestas profundamente
segmentadas”(Casullo, N.: 2007:131).

Esta escena se ha montado desde una hegemonía sin escrúpulos, “donde l o


mediático como poder concentrado de emisión, actúa como una acentuada
política cultural que canoniza la escala de significados sociales. Y también
como una cultura política que establece las formas receptivas/comprensivas de
lo real (…) Una cultura que atraviesa lo comunitario desde el alarmismo social,

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la antipolítica, el sentimiento ciego, el protolinchamiento permanente, el
cinismo, el termómetro de la inseguridad, el analfabetismo frente a toda
cuestión compleja, la vacuidad temática del rating, el comportamiento
histérico”(Ibidem:131/2)v.

Pedagogía de los grandes espacios y procesos:

Este texto tiene como destinatarios a educadores y comunicadores sociales


que interactúan con los sujetos de esta cultura y que luchan por otra alternativa
y alientan, incluso, pretensiones contrahegemónicas.

No se está sugiriendo oponer al discurso único que llueve todo el día y todos
los días desde el monopolio de la información que desinforma, otro discurso
único de ruptura. Se está proponiendo compartir con estos colegas una lectura,
entre otras, integradora de las transformaciones que tienen lugar hoy en América
Latina; desde la expectativa que, entre todos, podamos sumarlas a las múltiples
mediaciones pedagógicas que se difunden al respecto por vías de educación y
comunicación alternativas.

Una de las transformaciones que están teniendo lugar reside, precisamente, en


la expansión de estas opciones de información, hasta hace poco prácticamente
vedadas para las grandes mayorías y que hoy se multiplican con fuerte tono
crítico al discurso dominante, al sentido común instituido, al imaginario social
homogenizado y pasteurizado.

Se está proponiendo sí, unidad en una acción prioritaria y urgente en este


sentido, aunque desde discursos críticos diversos que se enriquezcan y
potencien mutuamente (sin por ello despreocuparse de la necesidad política de
la mayor convergencia y articulación posibles en las perspectivas y en las
prácticas).

La construcción de estos discursos es factible desde el acceso a vías de


información generalmente alternativas. Desde ellas se puede observar cómo,
en América Latina, nuevos sujetos y actores políticos, a través de una multitud
de hechos, actitudes y voces, han desencadenado procesos que pueden ser
leídos en clave de una educación omnilateralvi, a modo de aquellas
experiencias totalizadoras de las que dan cuenta quienes participan de
movimientos sociales o que se han diseñado como grandes espacios
educativos (algunos antecedentes al respecto si citan en nota aparte)vii.

En síntesis, el propósito de este texto es argumentar a favor de la


impostergable lectura integradora de estos acontecimientos por parte de
educadores y comunicadores populares, desde la convicción que estas lecturas
pueden ser compartidas, a manera de un currículo total de experiencias
latinoamericanas contemporáneas, de enorme poder elucidador para la
educación política de sus educandos e interlocutores comunicacionales. Este
discurso, entonces, se plantea como una pedagogía: un acto de mediación que
propone un sentidoviii a la lectura global de estos acontecimientos.

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A estos fines, su desarrollo se ha estructurado proponiendo primero la
existencia de un cierto ritmo entre acumulación económica y conflicto social
en la región latinoamericana. Desde esta perspectiva histórica, se analizan los
modelos ensayados para contener este conflicto cuando se rompen los
límites de lo tolerable. A estos límites se llega argumentativamente mediante
un breve relato sobre cómo se construyó lo intolerable en cada uno de los
casos analizados en este texto (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador,
Paraguay, Uruguay y Venezuela).

Luego, desde esta narración sobre los antecedentes de lo esperable, se aborda


entonces el presente de América del Sur, haciendo foco en Argentina, como lo
inesperado esperable y el retorno a la política, asumiendo una
conceptualización al respecto y ensayando otra sobre los procesos singulares
que tienen lugar en la Región en lo social, lo económico, lo político y lo cultural,
como parte de una totalidad compleja inescindible.

Finalmente, se aborda la interacción entre las categorías de reacción, viabilidad


y futuro, describiendo las características y dinámica de la reacción del orden
hegemónico, frente a los procesos de transformación de estos países
sudamericanos; las condiciones para que estas experiencias se sostengan en
el tiempo; la renuencia académica y política para abordar la categoría
viabilidad, y algunas reflexiones sobre la construcción posible en este sentido, en
términos políticos y educativo – comunicacionales.

Acumulación económica y conflicto social:


Dando entonces inicio a este intento de lectura integradora sobre los procesos
de transformación que están teniendo lugar en América Latina, podría
afirmarse que, como proceso global, estas experiencias tienen comienzo en la
Venezuela de 1999 y continúan en Argentina y Brasil, 2003; Bolivia y Uruguay,
2005; Ecuador, Honduras y Nicaragua, 2007; Paraguay, 2008 y El Salvador,
2009. Desde la perspectiva de algunos analistas, México pudo sumarse en
2006, pero su intento se disolvió en la dirección previsible, a pesar de las
multitudinarias expresiones de protesta y denuncias de fraude. Honduras,
quizás uno de los más frágiles, ya es pasado, al menos por ahora.

Mirados en conjunto, estos acontecimientos abisman por el vértigo de su


simultaneidad y juventud: con excepción del caso venezolano, ninguno llega a
una década de vida, y esto, en términos de tiempo histórico, es pura
contemporaneidad. También sorprenden por la densidad simbólica, fáctica y
discursiva de todo lo que han generado y por las inevitables asociaciones que
suscitan.

Sobre dicha densidad se volverá más adelante, pero la sorpresa que aún
genera en muchos observadores merece una explicación.

En sentido estricto, pareciera haber una cierta constante de la historia en la que


hubieran momentos en que los acontecimientos ingresan en un cañadón del
tiempo y se precipitan como torrente que horada y arrastra todo a su paso,
cambiando tan profundamente el paisaje previo que lo torna irreconocible ix.

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Esto, claro está, salvando las limitaciones de la imagen utilizada, dado que en
el ámbito de lo social los elementos de continuidad y permanencia sólo en
apariencia son sepultados.

Por esta razón, quienes son contemporáneos a estos procesos, difícilmente


puedan analizarlos en clave de lo esperable sustrayéndose al impacto subjetivo
de los procesos previamente vividos, sobre todo, si el proceso previo ha sido
también torrencial. ¿Quién podría afirmar haber salido indemne de la atmósfera
intelectual y emocional que generó una década de neoliberalismo explícito y
brutal? ¿Cómo no sorprenderse ante este giro político continental, de
inocultable signo progresista, desde un país como Argentina en el que, pocos
años atrás, algunos habían comenzado a naturalizar la idea de pagar deuda
externa con territorio?x

No es de extrañar entonces que, desde esta experiencia previa, desde la


información histórica y desde la memoria colectiva, al menos de los últimos
cincuenta años, se impongan insoslayables asociaciones. En efecto, desde
esta perspectiva sobreviene la tentación de ubicar a los actuales acontecimientos
latinoamericanos como parte de una secuencia cíclica de alternancia entre
períodos de contracción y distensión política y social

Desde un horizonte retrospectivo de corta, mediana y larga duración, apelando


a sus propios recuerdos y a la información recibida en sus trayectos
educativos, es posibles que muchos coincidan –previo tamizado crítico de todo
esto- en que como sujetos individuales y sociales se sienten inmersos en las
contradicciones de un sistema que les amplía y retrae, con una cierta
periodicidad, el acceso y goce efectivo de sus derechos ciudadanos, según las
condiciones históricasxi.

Ahondando un poco más e intentando evitar toda simplificación lineal y mecánica,


toda pretensión de necesariedad histórica o de una teleología inmanente al fluir
de los hechos, habrá quienes acuerden también que estos períodos coinciden,
dentro de una diversidad y complejidad enorme de circunstancias, con las
necesidades de acumulación económica que el sistema político no puede eludir
legitimar. Así se suceden, con variantes y peculiaridades, períodos de
apropiación intensiva de plusvalía y períodos de relativa redistribución, que
suelen coincidir con momentos de mayor exclusión social y momentos de re-
inclusión y ser acompañados, generalmente, por tiempos de mayor represión
y por otros de expansión de libertades. Obviamente, se insiste, con las
combinaciones, matices y aún excepciones propias de la complejidad de lo
social, a escala regional y en el ámbito interno de cada país. Estos procesos,
como totalidades complejas, deberán ser materia de esfuerzos de comprensión
de pretensiones transdiciplinarias, que seguirán profundizando -como ya se
viene haciendo desde hace varias
décadas- en la incidencia relativa de los condicionamientos económicosxii y
culturales en las prácticas políticas de este subcontinente. Aquí sólo se ensaya
desnudar una lógica política tirando del hilo de una enredada madeja de más
de medio siglo de historia, para comprender algo de la contemporaneidad
latinoamericana desde una intencionalidad pedagógica.

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Cuando se rompen los límites de lo tolerable:
Retornando a las reflexiones sobre los vaivenes del sistema en el ejercicio de
su violencia material y simbólica (cuya intensidad parece acompañar las
necesidades y temores del orden respecto a su propia acumulación), es preciso
recordar que ésta no sería posible sin la naturalización, resignación y, hasta cierto
punto, identificación de las víctimas de estos procesos con la cultura de sus
victimarios (adherencias, en palabras de Freire). Sin embargo, también ha sido
una recurrencia en la historia la reacción de los explotados en luchas que
intentan resistir e, incluso, oponer al poder dominante su propio poder. Esto es
así porque los límites de lo tolerable son tales tanto para los victimarios como
para las víctimas.

En la última década el mundo asiste a múltiples evidencias en este sentido. En


Argentina, desde “piquetes, asambleas barriales, fábricas recuperadas,
concentraciones masivas de género, bloqueo de pasos internacionales, etc.,
desocupados, estafados, empobrecidos, excluidos, discriminados, poluidos…
reaccionan en defensa de derechos formalmente reconocidos o procurando el
reconocimiento de nuevos. También a escala regional, América Latina expresa
una vitalidad social para algunos inesperada, a través del empoderamiento de
sus pueblos originarios, de las ocupaciones de tierras de sus movimientos
campesinos, de ciudades enteras sublevadas, y a nivel global, se suceden
reacciones y concentraciones multitudinarias, Porto Alegre, Seattle, Génova…,
en intentos de articular estrategias también globales” (G. Cantero: 2008:28).

Sin embargo, estas reacciones sólo han adquirido cierta estabilidad cuando, a
través de su consolidación en movimientos sociales y/o nuevos partidos, se
han constituido en sujetos políticos, al menos durante algunos años. En otros
casos, no han pasado de ser fenómenos minoritarios y espasmódicos.

Estas manifestaciones, que tienen hoy en su fragmentación un rasgo común, son


contempladas con recelo por la llamada opinión pública desde el espejo que
los grandes medios le proponen; en particular, por las llamadas clases medias,
siempre y cuando éstas no perciban que sus intereses son afectados.

Cuando el conflicto social está encausado:

En los países llamados centrales, donde el conflicto social ha podido ser


mantenido dentro de cierto cauce, la fórmula política que parece haberse
encontrado para acompañar esta secuencia es la del bipartidismo, mediante la
alternancia en el gobierno de sectores más o menos conservadores o liberales,
según las necesidades de gobernabilidad. Esta fórmula, no obstante dar
muestras de crisis, aún subsiste.

En EE.UU., desde una cultura profundamente autorreferente, un imaginario


social convertido en religión laica (american way of life) y una ingeniería social
que articula la compulsión al consumo con un sistema multimediático de
información y entretenimiento, mantienen bajo control a una ciudadanía cliente
de baja intensidad. A su vez, el gran negocio de las adicciones opera como
anestésico que previene a grandes masas de toda conciencia de vacuidad

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existencial. En la vieja Europa de las luces, por momentos satisfecha hasta el
hartazgo, la decisión de salir de una crisis financiera sin precedentes con
políticas de ajuste que violentan las condiciones de vida de los más
vulnerables, va generando reacciones populares cada vez más difíciles de
controlar. Ambos mundos, todavía vistos desde fuera como mágicas peceras,
regulan su conflictividad interna a conveniencia, con muros y redes, materiales,
culturales y jurídicos con los que intentan protegerse de los nuevos bárbaros.

Cuando el conflicto social se desborda:

En América Latina, en el contexto de sucesivas dependencias imperiales y donde


los niveles de explotación han generado una conflictividad social que cada tanto
desborda los cauces establecidos por las instituciones del orden, se alentaron
fórmulas más diversificadas: desde el propio sistema bipartidista y el fraude
patriótico, hasta otros mucho más brutales o sui generis: como la alternancia
entre dictaduras y democracias más o menos tuteladas, con amplio apoyo de las
elites oligáquicas en las primeras décadas del siglo XX; la simple prescindencia
de esta alternancia por medio de dictaduras primarias, personalistas y
sangrientas, como la vitalicia de los Douvalier, en Haití; la dinástica de los
Somoza en Nicaragua, la de Trujillo en República Dominicana, la de Stroessner
en Paraguay y la de Batista en Cuba, o mediante el singularísimo caso del
congelamiento de una revolución, como la mexicana, por medio de un partido
hegemónico, como el Partido Revolucionario Institucional (contradictorio desde
su nombre), que se mantuvo en el poder durante setenta y dos años sin solución
de continuidad.

En América del Sur, en el contexto de la relativa autonomía que permite la


Segunda Guerra Mundial y los períodos que le preceden y suceden, tienen
lugar experiencias nacionales y populares, que se ubican internacionalmente
como terceras posiciones, intolerables para las izquierdas y derechas de
entonces. Perón y Vargas son sus expresiones más emblemáticas y, en el caso
argentino, Spruille Bradenxiii es la personificación diplomática de la iracundia
que estos regímenes despertaban en los EE.UU.

Impulsando un capitalismo distributivo (J.P. Feinmann: 2010:232), estos


gobiernos atienden necesidades y reconocen derechos a la clase obrera y al
campesinado; difiriendo el conflicto social y las luchas reivindicativas y marcando
un punto de inflexión en la historia de sus países. En Argentina, las luchas se
retoman para lograr recuperar, precisamente, aquello que las clases populares
significaron como sus conquistas, tras el exilio y proscripción de su líder, de su
movimiento y de todo intento de una democracia de mayorías; luego de haber
recurrido, incluso, al fusilamiento de militantes y al bombardeo sobre una multitud
azorada en la Plaza de Mayo de Buenos Aires.

“Seamos más claros aún: la proscripción del peronismo impide el ejercicio de la


democracia en el país. Se vive entre gobiernos civiles de legitimidad mutilada
(Frondizi, Illia) o dictaduras militares (Aramburu, Onganía, Lanusse). Este
sofocamiento institucional lleva a la violencia. La guerrilla nace el día que se dicta
el decreto 4161xiv.La frase “la violencia de arriba genera la violencia de

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abajo” no la inventó Perón. Pertenece al corpus de múltiples análisis sobre las
distintas revoluciones de la historia” (J.P. Feinmann: 2010:403).

La “violencia de abajo” y un precedente inaceptable:

Avanzada la segunda mitad del siglo XX y ya en el contexto de la Guerra Fría y


del temor a la internacionalización de aquel “socialismo que la Revolución
Cubana, como acontecimiento fundante, hecha a rodar por América Lantina”
(Feinmann, J.P.: 2010:632), se ensaya la Alianza para el Progreso, con
endeudamiento a favor de las inversiones norteamericanas, mientras los cuadros
militares latinoamericanos son formados en la lucha contrainsurgente en la
Escuela de las Américas, bajo el imperio de la Doctrina de la Seguridad Nacional.
Por ella se subordina a los ejércitos locales a estrategias y operativos
internacionales de defensa y se traslada la hipótesis de conflicto al enemigo
interno de los respectivos territorios nacionales.

Es en este contexto, cuando la violencia de arriba comienza a ser respondida


con la violencia de abajo apelando a la lucha armada, que tiene lugar en Chile
un precedente “inaceptable” y quizás más “peligroso”: el ensayo de una vía
democrática hacia el socialismo en el mismísimo patio trasero del Imperio.

Como respuesta a estas dos modalidades de lucha, se inicia entonces uno de


los períodos de contracción de derechos más brutales de la historia
subcontinental, caracterizado por la casi simultaneidad de dictaduras militares
con terrorismo de estado, con el apoyo del capital concentrado y de los
sectores conservadores: Brasil y Boliviaxv, 1964; Argentina, 1966 y luego 1976,
y Chile y Uruguay, 1973xvi. Todas estas dictaduras operan de manera concertada
mediante el llamado Plan Cóndor.

Cuando los fantasmas de la Guerra Fría se disipan (década de los ’90) están
dadas las condiciones para profundizar en el modelo de acumulación previo, en
el contexto de las nuevas condiciones de mundialización de la economía y de
un sistema de especulación financiera global cada vez más autonomizado de
los controles estatales. Las dictaduras habían llegado demasiado lejos para el
paladar de los gobiernos centrales o, en todo caso, ya habían realizado la parte
más sucia de la faena; sus rivalidades internas había movilizado hasta el Papa
(conflicto limítrofe entre Chile y Argentina), y el precedente de Malvinas había
sido inaceptable para el viejo Imperioxvii.

Tiempo de profundizar el modelo por otras vías:

En Argentina, Brasil y Uruguay, luego de un período de primaveras democráticas


que suceden a la caída de las dictaduras, se consolidan las políticas neoliberales
iniciadas francamente con aquellas dictaduras y la región exhibe personajes
como Carlos Menem en Argentina y Collor de Melo, en Brasil; emblemáticos
por su funcionalidad gerencial a las mismas y por la corrupción que
caracterizó sus gestiones. Tras el intento del gobierno de la Alianza en Argentina,
que fracturada por la corrupción institucional termina en la debacle del “que se
vayan todos”, y del neoliberalismo de buenos modales

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del intelectual Fernando Henrique Cardoso que, lejos de mitigar el malestar
social lo profundiza, están dadas las condiciones para el inicio de un giro
político progresivo: Néstor Kirchner y Cristina Fernández, en Argentina e
Ignacio Lula da Silva y Dilma Rousseff, en Brasil. En Uruguay, se reinicia la
tradicional alternancia de los partidos tradicionales (blancos y colorados) hasta
que una coalición de nuevas formaciones, liderada por el Frente Amplio,
interrumpe 174 años de bipartidismo. En Chile, los gobiernos civiles de la
Concertación se suceden en un esfuerzo por redistribuir, dentro de los límites
de las relaciones de fuerza existentes, la gran acumulación regresiva lograda
durante la dictadura de Pinochet, sin alterar en lo sustancial el modelo económico
heredado. Sin embargo, a pesar de sus logros, en un país partido en sus
adhesiones políticas y con un oficialismo que no atina a renovarse a sí mismo,
se da la paradoja que los dos últimos gobiernos de esa formación (Lagos y
Bachelet), que concluyen sus mandatos con un nivel de popularidad sin
precedentes, abren paso a un gobierno que, hasta ahora, se manifiesta como
una derecha democrática (Piñera).

Una misma lógica con otros componentes: Bolivia y Ecuador

La peculiaridad de los procesos de Bolivia y Ecuador quizás haya que buscarla


en la conformación social e ideológica de sus ejércitos, en la presencia masiva
del movimiento indígena (que expresa a sociedades mayoritariamente
constituidas por pueblos testimoniosxviii) y, en el caso de Bolivia, en la tradición
combativa de su movimiento obrero minero.

En efecto, parece haber una cierta correspondencia entre la mayor


democratización étnico social de los ejércitos boliviano y ecuatoriano (al igual
que el peruano); las posturas nacionalistas y desarrollistas de algunos grupos
militares; la relación crítica que éstos mantienen con el imperio estadounidense
y con las oligarquías nativas y sus expresiones políticas, y con sus acercamientos
y alianzas con el campesinado y los movimientos indígenas. Todo ello con el
mesianismo y autoritarismo que suele caracterizar a las
instituciones castrensesxix.

Por otra parte, el escaso peso de las clases medias en estos países como
amortiguadoras de la presión social y, en cambio, la creciente etnificación de la
política (Stefanoni, P. y Do Alto, H.: 2006:60), a través del protagonismo de los
movimientos indígenas -organizados sobre la base de sus estructuras
comunitarias ancestrales y de un nacionalismo paradojalmente articulado con
su pluralidad cultural- y la cultura de lucha de su movimiento obrero, han
sentado las bases para una alianza de clases cuya fuerza, periódicamente ha
puesto en jaque al proyecto neoliberal global previsto para sus países.

Así, las gestiones militares y civiles que representan a las viejas oligarquías y a
los grupos de poder empresario de capital nacional y trasnacional en ambos
países, han debido sobreponerse a la emergencia de gobiernos democráticos e
incluso militares que alentaron proyectos populistas xx y aún de izquierda
nacionalista. Para ello, debieron estrechar su tradicional alianza con la política
hemisférica estadounidense e intensificar su estrategia de cooptación y represión
de las mayorías.

9
De esta manera, el proyecto neoliberal se impone en Bolivia a través de lo que
García Linera denomina la unipolaridad multipartidaria de grupos de derecha
(2006:195) que gobiernan durante los últimos diecisiete años previos a la
asunción de Evo Morales (2006) y en Ecuador, a través de la manipulación
corporativa de la representación política (legado institucional del último
gobierno militar) durante los veinticinco años que preceden la llegada de Rafael
Correa al gobierno (2007). En ambos países, además, estos largos años de
neoliberalismo se caracterizaron por un alto grado de corrupción en la gestión
del Estado y procesos de ajuste fiscal que, en el caso ecuatoriano, culminaron
con la dolarización lisa y llana de la economía.

Los “petrodólares” el gran amortiguador del conflicto social:

Venezuela ha sido uno de los países de América del Sur en los que el período
de dictaduras militares se interrumpió en forma más temprana y el primero en
romper con el modelo neoliberal impuesto a sus gobiernos. Al finalizar la
década de los ’50 y luego del derrocamiento del dictador Gral. Marcos Pérez
Jimé9nez, se inicia un periodo de alternancia de gobiernos civiles, sobre la
base de una alianza y compromiso de cúpulas entre distintos dirigentes y actores
sociales que acuerdan un programa mínimo común de políticas públicas.
Esto da lugar a un proceso de cierta estabilidad institucional, crecimiento
económico y contención social, financiado principalmente con los ingresos
fiscales de origen petrolero. Cuando en la década del ’70 se produce la
estampida del precio del petróleo, Venezuela ingresa en una política dispendiosa
de la renta nacional que intenta aplicar a un ambicioso plan de crecimiento y
modernización. El gasto público se descontrola y deriva en la necesidad de
contraer una creciente deuda externa y aceptar luego un riguroso plan de ajuste
impuesto por el FMI. El descontento popular se hace sentir de inmediato y
culmina con el llamado “Caracazo” de l989. No obstante, el ajuste se impone a
costa de una represión sangrienta que acentúa el conflicto social. En ese
contexto, el descontento se transforma en rebelión, tanto en las calles como en
los cuarteles y, el actual Comandante Chávez, tras un fallido intento de golpe
de estado en 1992, decide hacer la guerra por otros medios, ganando las
elecciones de 1999 con un contundente apoyo popular.

Paraguay, el nombre de la ignominia:

Paraguay es quizás el testimonio más elocuente de lo que puede sucederle a


un pueblo cuando, bloqueado en su mediterraneidad e intentando crecer
autónomamente hacia adentro sin someterse a las presiones del capital
extranjero y del viejo Imperio, tiene que enfrentarse, además, con la
complicidad de los gobiernos vecinos. Éstos, de espaldas a sus respectivos
pueblos, se comportan como rapaces mercaderes de tres puertos (Buenos Aires,
Río de Janeiro y Montevideo), prontos a satisfacer los intereses de su potencia
cliente y acreedora, uniéndose en lo que, parafraseando a Galeano, fue una triple
infamia de guerra genocida (1864/70).

También Paraguay -junto con Bolivia- es un caso preclaro de lo que le ocurre a


las naciones más débiles y pobres cuando quedan abandonadas de toda

10
solidaridad regional y son presas de la lucha de intereses entre potencias
(guerra por el Chaco boreal paraguayo-boliviano -1932/35- por presunción de
petróleo).

Por esa razón, puede comprenderse cómo un pueblo demográficamente


arrasado e institucionalmente quebrado, tendrá que esperar varias
generaciones para que, luego de la caída de la última y larga dictadura militar
(Stroessner) en 1989 y de una sucesión de gobiernos civiles (1989-2008)
formalmente democráticos, controlados por el ejército y apoyados en la gestión
de una burocracia corrupta, pueda estar en condiciones de reponerse del despojo
secular de sus campesinos, del sofocamiento violento de sus grupos políticos
opositores y de la manipulación oficial de sus sindicatos, para reclamar un
cambio siquiera moderado, con la asunción del ex-obispo Fernando Lugo
(2008).

Lo inesperado esperable y el retorno a la política:


Quienes intenten una metalectura de los procesos nacionales que se acaban
de narrar sucintamente, quizás coincidan en que la política, en sentido estricto,
ha sido una excepción en la historia de estos pueblos.

Si se acuerda con Rancière en que hay política cuando se da la posibilidad de


una litis entre desiguales, este relato ha intentado mostrar que esto es
precisamente lo que se ha tratado de evitar por todos los medios, a través de
gobiernos de cúpulas, de manejos corporativos y autoritarios, y, cuando ha sido
necesario, de fraude y represión.

Por lo general, la política ha sido un debate entre pares para hablar y decidir a
cuenta de los incontables, la práctica social de una parte que excluye a los que
no tienen parte (Rancière, Jacques: 2007)xxi.

En realidad, las sociedades humanas hasta hoy han sido gobernadas (salvo
excepcionesxxii) por distintos regímenes que, en su concreción histórica y en lo
medular, han sido sistemas de disciplinamiento para la gobernabilidad sobre
las masas en beneficio de minorías.

Más allá de las legitimidades formales al interior de los sistemas nacionales y


de las pretensiones de soberanía de estos entre sí, el derecho y sus múltiples
aparatos, instituciones y dispositivos, recordará Foucault, escamotea, encubre
la cuestión central: dominación y sometimiento. Las huellas de estos deben
rastrearse hasta las extremidades del poder, hasta “sus confines, allí donde se
vuelve capilar” (Foucault, M.: 1979:142) y conforma subjetividades. Por ello,
nuestra argumentación comenzó por la experiencia subjetiva y a la vez
colectiva de períodos de expansión y contracción de derechos como
constatación existencial.

Hoy, en esta América Latina de vertiginoso presente, muchas sociedades


nacionales, en particular sus clases populares, viven en relación con períodos
anteriores, la experiencia de una recuperación y expansión de derechos xxiii.

11
Esto coincide con un presente que muchos caracterizan como de recuperación
de la política. Pero no se trata sólo de una revalorización de ésta como práctica
social y de un incipiente protagonismo popular en el espacio público, se trata
de un momento en que esta práctica está resurgiendo como una disputa entre
desiguales, en una lucha también desigual por extender este momento hacia
un horizonte que se concibe y desea abierto, de construcción tan incierta a futuro
como posible en el presente.

Este es el presente de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay y Uruguay


si se acota el análisis a América del Surxxiv.

Se trata de un presente tan inesperado como esperable, si se considera, por un


lado, las situaciones precedentes del apogeo neoliberal y sus vaticinios
triunfalistas sobre el fin de la historia y, por el otro, sus consecuencias en clave
de lo tolerable por las mayorías populares: “nos explotaron demasiado”
(Correa, R.:2011:15).

No se propone un análisis desde una suerte de abstracción teórica previa y,


mucho menos desde pretensión de ortodoxia alguna, sino más bien un inventario
transversal de hechos valorados desde el rechazo, la iracundia que han generado
en los núcleos de poder concentrado y en sus dispositivos de construcción y
renovación de sentidos comunes. También desde las adhesiones y apoyos
suscitados y, sobre todo, desde su incidencia en la vida concreta de las víctimas
del capitalismo en su fase actual. Éstas son la evidencia empírica insoslayable
de lo que clama ser transformado y la referencia ética más primaria para
legitimar toda política que las tenga como sujeto y se constituya en una opción
por ellas, desde la radicalidad de una “pulsión de alteridad creadora-
transformadora” (Dussel, E.: 2006:376).

En la sociedad de la desconfianza, la práctica política y sus protagonistas suelen


ser evaluados por las intenciones que se les atribuyen, a pesar que éstas
constituyen un aspecto de la dimensión subjetiva de sus vidas; aspecto que, en
el mejor de los casos, sólo conocen sus terapeutas. También suelen juzgarse
desde el rumor o desde la banalidad de sus apariencias. Aquí, en cambio sólo
interesan los hechos, en el entendimiento que la política y los políticos hablan
por ellos, y una de las formas más elocuentes de valorar estos hechos es ver de
qué manera han modificado la vida cotidiana de la gente.

El inventario de las experiencias que los han desencadenado puede ser mejor
comprendido si se lo organiza desde los propósitos políticos de última
instancia que les dan sentido: llegar a ser una alternativa al capitalismo o
plantearse sólo alejarse lo más posible de su expresión dominante: el
neoliberalismo.

Venezuela, Bolivia y Ecuador, han iniciado un difícil camino en la primera


dirección. Argentina, Brasil y Uruguay lo están haciendo hacia la segunda.
Paraguay puja dramáticamente por emerger y sumarse también dentro de esta
última. Chile, que había optado por un vía moderada y no había podido mantener
unida la formación de centro-izquierda que lo gobernó durante veinte

12
años, deja paso a una gestión de derecha. Así, después de haber ubicado al
país entre aquellos con los mejores índices de desarrollo humano de la Región,
la Concertación se despide con una paradoja: la mayoría que le confiere el más
alto grado de popularidad de su historia es minoría a la hora de la elección.

Los procesos de transformación encarados por las repúblicas de Venezuela,


Bolivia y Ecuador se han apoyado en instrumentos jurídicos que tienden a una
progresiva refundación de sus estados, organización del protagonismo político
de los ciudadanos e incorporación del mercado como objeto de debate público
y como ámbito de competencia del estado, a fin de regular los procesos de
producción, acumulación y distribución económicos desde criterios de interés
público y social.

En 1999, “Venezuela se declara República Bolivariana, irrevocablemente libre e


independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad,
igualdad, justicia y paz internacional, en la doctrina de Simón Bolívar, el
Libertador”(Constitución de la Rep. Bolivariana de Venezuela, Art. 1°). En 2007
el Presidente somete a referéndum un conjunto de enmiendas constitucionales
para que, según sus palabras, “termine de nacer el nuevo Estado socialista,
humanista, y termine de morir la vieja sociedad, las estructuras capitalistas que
detienen el proceso revolucionario" (alocución del Presidente Chávez del
15/8/07, al presentar el proyecto de enmiendas a la Asamblea Nacional
Constituyente). Pierde por escaso margen 49,29% y 48,94% para los distintos
bloques de artículos sujetos al escrutinio. Sin embargo, logra avanzar en otros
instrumentos que alientan el crecimiento del poder popular en la base de la
sociedad, a través de la Ley de Consejos Comunales. Se va gestando así,
gradualmente, un nuevo estado basado en el empoderamiento a nivel microsocial
y comunitario, con protagonismo, iniciativa y control ascendente.

Bolivia, por su parte, se declara un “Estado Unitario Social de Derecho


Plurinacional Comunitario, libre, autonómico y descentralizado, independiente,
soberano, democrático e intercultural. Se funda en la pluralidad y el pluralismo
político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador
del país” (Constitución del Estado Boliviano, Art. 1°). De esta manera, una
sociedad que había discriminado y excluido secularmente a más de la mitad de
su población, las etnias originarias, descentraliza en ellas gran parte del poder
del estado.

Ecuador es ahora un “Estado constitucional de derechos y justicia, social,


democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y
laico. Se organiza en forma republicana y se gobierna de manera
descentralizada” (Constitución Política del Ecuador, Art. 1°). Se inicia así lo que
su presidente denomina una “Revolución Ciudadana”.

Argentina, Brasil y Uruguay comenzaron su alejamiento del llamado modelo


neoliberal sin apelar a cambios constitucionales, aunque sí a toda una trama
legislativa que da respaldo a sus respectivas políticas públicas (Paraguay intenta
avanzar por este camino muy recientemente).

13
Cabe ahora, exponer de la manera más concisa posible, algunos logros y
avances en términos cuanti y cualitativos, con énfasis en aquellos que
expresan ya cambios constatados o plausibles en la vida de sus respectivos
pueblos:

En lo social:

Los que han dejado de morir:

Desde el conocimiento de los avances en modelos predictivos sobre aspectos


extremadamente complejos de la vida social, es posible afirmar hoy que cada
proyecto político y presupuestario podría ser evaluado desde la perspectiva de
las muertes evitables en términos -claro está- estadísticos. El análisis comparado
de estos proyectos permitiría identificar, con muy escaso margen de error,
aquellos que serán directamente genocidas por la mortalidad infantil que no
podrán evitar; por el índice de esperanza de vida que no podrán subir. Muertes
que se hubieran evitado si se hubieran proyectado y presupuestado
mejoramientos en atención primaria de la salud, en la capacidad de la medicina
social reparadora y en el acceso a los medicamentos; incluso en la prevención
de accidentes laborales y viales y hasta en el grado de aprestamiento para
acciones de contingencia en caso de catástrofes ecológicas, naturales,
epidemias, etc.

Desde esta convicción, se compara la evolución del índice de desarrollo humano


(IDH), que combina esperanza de vida al nacer, índice de educación e índice de
PIB per cápita, con los datos más recientes disponibles en los años previos y
posteriores al giro de las políticas sociales en la gestión de los gobiernos
analizadoslxxv.

Así ha sido posible constatar que, en aquellos países en los que estos gobiernos
ya llevan un tiempo más o menos prolongado en el poder, estos cambios
comienzan a ser registrables: Argentina, en dictadura (1980) tenía un IDH de
0,793; durante el auge del período neoliberal (1995): 0824 y al cabo de la gestión
Kirchner (2007): 0,866. Brasil: antes del primer gobierno de Lula da Silva: 0,790
(datos de 2000), en 2007 (último dato disponible) 0,813. Chile: durante el último
lustro del gobierno de Pinochet: 0.762 (1985), en 2007: 0,878; Uruguay: antes
de la asunción del Frente Amplio (2005): 0849 (datos del año
2000), en 2007: 0,865, y finalmente Venezuela: antes de la asunción de Hugo
Chávez: 0,793 (año 1995), en 2007: 0,844. En resumen, todos estos países
coinciden en el hecho que, tras un período razonable de estas gestiones, sus
habitantes viven más, se escolarizan más y dan indicios de un nivel de vida
más decorosoxxvi.

Esta información se refuerza comparándola con la evolución del coeficiente de


la brecha de pobreza (indica cuán por debajo de la media de pobreza se
encuentra una proporción de la población, es decir cuán indigentes son):
Argentina bajó del 10,2 en 2003 al 3,5 en 2009; Bolivia, del 18,1 en 2005 al
14,6 en 2007; Brasil, del 11,1 (en 2004, a un año de inicio de la primera
presidencia de Lula da Silva) al 7.0, en 2008; Chile: del 15,8 (dos años antes
de la caída de Pinochet) al 1,7, en 2006; en Uruguay, se pasa del 1,7 en 2006

14
(primer año de registro de este indicador a nivel nacional) al 0,8 en 2008, y por
último, en Venezuela, desde un 13,1 en 1999, año en que asume Chávez, se
logra bajar al 8,2, en 2006. Ecuador y Paraguay no son considerados porque
los datos disponibles son anteriores o contemporáneos a la asunción de los
mandatarios que iniciaron los procesos aludidos.

En cuanto al cumplimiento de las metas comprometidas a nivel regional en


materia desnutrición infantil (según el Informe PNUD 2010), en los países
cuyas nuevas gestiones han tenido un lapso razonable de tiempo para
modificar sus índices anteriores, los avances han sido buenos en Chile (pasa del
1,6 por mil en el período 2002/08, al 0,7 entre 2002/08), modestos en Argentina,
Brasil y Venezuela e insuficiente en Uruguay. De cualquier manera, la
disminución de la tasa de mortalidad infantil en este último país baja del 21,4 por
mil en 1999 al 15,5 en 2006. Quizás alguno de estos logros insuficientes a nivel
nacional haya que buscarlos en la tremenda desigualdad geográfica de las
condiciones de vida en países como Argentina, Brasil y Venezuela, situación
estructural cuya modificación requiere políticas de transformación radical y
sostenida a largo plazo.

Los que viven un poco mejor:

Sobre la base de la información disponible (tomados también del Informe


PNUD 2010), los datos más concretos al respecto pueden ser los porcentajes
de población en situación de pobreza y el índice de ingresos anuales per cápita
en cada hogar, en dólares internacionales. Estos indicadores muestran lo
siguiente: Argentina 22,2% de pobres en 2003 y 8,4% en 2009; Bolivia: 40,1%
(2002) y 33,5% (2007); Brasil: 24,9 % (2004, primer dato disponible) y 15,7%
(2008, último); Chile: 30,4% (1987, dos años antes del fin de la dictadura) y
5,2% (2006); Ecuador: 25,6% (2005) y 18,4% (2008); Uruguay: 8,6% (2004,
sólo urbano) y 3,6% (2008, total nacional), y Venezuela: 31,3% (1999) y 19,8%
(2006). Sobre Paraguay, dado lo reciente de su cambio político, no hay todavía
datos disponibles para comparar.

A todos estos indicadores podrían sumarse otros, a modo de ejemplos de una


selección casi aleatoria: en Argentina, 3.518.000 niños han sido beneficiados
por la Asignación Universal por Hijo concedida a sus familias (condicionada al
cumplimiento de la obligatoriedad escolar y controles establecidos de salud) y
hay indicios que esto ha incidido en una baja de los porcentajes de pobreza e
indigencia; en Brasil, el proyecto “Hambre Cero” intenta llegar a 44 millones de
ciudadanos que se encuentran por debajo de la línea de pobreza, mediante
una articulación de políticas estructurales y compensatorias; en Bolivia, se
triplica la construcción de viviendas sociales entre 2006/2010; en Venezuela la
inversión social en salud recupera sus mejores niveles históricos y la inversión
social en educación los supera holgadamente (INE) xxvii.

Los que han vuelto a vivir en la memoria colectiva:

En Argentina, el país donde el terrorismo de estado alcanzó niveles comparables


a los genocidios que avergüenzan a la humanidad, se ha avanzado en logros
impensables en el contexto de las claudicaciones de los

15
años ’90. Estos avances fueron posibles con la derogación de las llamadas
leyes de “Obediencia Debida” y de “Punto Final”, mediante la adhesión a la
Convención sobre imprescriptibilidad de crímenes de guerra y lesa humanidad.
Los mismos ya se expresan en condenas a los culpables de estos delitos atroces
y en la sustanciación de juicios que están en curso en la mayoría de las
provincias.
En lo simbólico, el principal centro clandestino de detención y tortura (Escuela
de Mecánica de la Armada) fue transformado en un Museo de la Memoria que
reafirma la vida y la Asociación de Madres de Plaza de Mayo puede hoy revivir
el sentido de las luchas de sus hijos, a través de planes que cuentan con apoyo
oficial, como “Sueños Compartidos”, la Universidad Popular Madres de Plaza
de Mayo, la radio de AM “La Voz de las Madres” y la cesión de espacios
televisivos para programas propios.

En cuanto a los esfuerzos de las Abuelas de Plaza de Mayo, que desde hace
décadas vienen luchando por restituir la identidad a sus nietos nacidos en
cautiverio, se están produciendo avances muy concretos desde una justicia que
parece haberse activado y los nietos recuperados para sus familias biológicas
superan ya el centenar. En Chile, durante la gestión de la presidenta Bachelet se
hicieron también avances en este sentido; en Uruguay los escollos son
mayores y en Brasil, la nueva presidenta Dilma Rousseff ha dado ya señales
concretas de que, finalmente, en ese país la justicia habrá de llegar para los
responsables del terrorismo de estado.

Los nuevos incluidos (algunos ejemplos a modo de muestra):

El fenómeno de inclusión más amplio e históricamente trascendente lo ha


logrado el nuevo Estado Plurinacional de Bolivia. Desde las pacientes y sordas
luchas seculares que sucedieron a la conquista y desde la creciente visibilidad
de estas luchas en términos de organización y capacidad de movilización como
fuerzas políticas y sociales, se ha llegado finalmente a su incorporación
política, cultural y comunitaria en un estado que ahora no sólo contiene a sus
pueblos originarios sino que ha elegido a uno de los suyos para que lo presida.

También se ha producido en Bolivia la inclusión de millones de ciudadanos


campesinos e indígenas al derecho a la jubilación, a través de una ley que se
acaba de promulgar (diciembre 2010), previa concertación con los sectores
obreros y los movimientos sociales. Por ella se reduce la edad jubilatoria de los
trabajadores de 65 a 58 años y, en el caso de los mineros, a 56 años xxviii, y se
crean tres regímenes diferenciados: un Régimen Contributivo de prestación a la
vejez, invalidez, etc., un Régimen Semicontributivo para la población de bajos
recursos y un Régimen No Contributivo, destinado a los más desposeídos
como “Renta Dignidad”. Las Administradoras de Fondos de Pensión (AFP)
privadas (mayoritariamente de capitales españoles y suizos) serán sustituidas
por una gestora estatal.

En Argentina, además de restituirse derechos conculcados por las


administraciones anteriores (la actualización periódica del monto de las
pensiones y jubilaciones y de los mínimos virtualmente congelados), se ha
trasladado al régimen estatal de reparto a los otrora beneficiarios de las AFJP

16
privadas, devenidos en clientela cautiva de negocios especulativos, y se ha
incorporado, mediante el Programa de Inclusión Previsional a un total
aproximado de 1.800.000 personas provenientes de los grupos más
desprotegidos de la sociedad, con acceso, además a una obra social y al cobro
de asignaciones familiaresxxix.

También Argentina ha sido el primer país de América en otorgar el derecho al


matrimonio igualitario a parejas del mismo sexo; una medida resistida por
grupos conservadores desde argumentos basados en una concepción de ley
natural elevada al estatus de dogma y generadora de una moral de doble
estándar, consolidada al amparo de una cultura secular que la contiene como
un componente de sus múltiples hipocresías.

Pero quizás la medida de mayor alcance en términos de inclusión a nuevos


derechos sea, también en el caso de Argentina, la que incorpora al derecho a
la expresión y a la información a toda su población, mediante una ley que
distribuye el espacio comunicacional en tres tercios: uno para las empresas
privadas, otro para las instituciones del estado (nacionales, provinciales y
universitarias) y un tercero para las organizaciones sociales sin fines de lucro:
radios y canales comunitarios, cooperativos, de grupos étnicos, de movimientos
sociales, etc. La Ley que instituye esta nueva inclusión se denomina Ley
Servicios de Comunicación Audiovisual N° 26.522 y ha suscitado la más
formidable oposición nacional e internacional de establishment. Se trata,
quizás, de la medida más atrevida en términos políticos, si se considera el lugar
que se asigna al control de los medios de comunicación como sostén del orden
global vigente.

Sin los alcances en términos de masividad pero similares por su significación


política, han sido los logros de las respectivas campañas de alfabetización de
Venezuela (2005), Bolivia (2008) y Ecuador (2009), que les han permitido
declararse territorios libres de analfabetismo. Nicaragua también lo anuncia en
2009, luego de haber interrumpido aquella épica Cruzada Nacional de
Alfabetización cuyo frente, con costo en vidas de alumnos y maestros, acompañó
al frente de batalla en la resistencia de la Revolución Sandinista a la ofensiva de
un Imperio. En el contexto de las políticas del ALBA, de la experiencia acumulada
por la Misión Robinson en Venezuela y con el asesoramiento y apoyo de los
cubanos con su proyecto “Yo sí puedo”, estas experiencias de alfabetización
entroncan con los sentidos amasados en la rica tradición de educación popular
latinoamericana y tienen, por ende, una identidad liberadora.

Otros nuevos incluidos, primero en el Uruguay (“Plan Ceibal”) y luego en la


Argentina (“Conectar Igualdad”), son los niños y jóvenes de las escuelas públicas
de ambos países que están accediendo a las tecnologías de la información
mediante la alfabetización digital. Los alumnos preescolares, primarios y
secundarios uruguayos e, inicialmente, los secundarios argentinos, están
recibiendo en propiedad (excepto los pequeños de Inicial uruguayos) una
netbook. Simultáneamente se prevé la capacitación de los docentes para
orientar el aprovechamiento de estos equipos y la paulatina conexión a la
Internet de los establecimientos escolares. Estas acciones son acompañadas

17
en Argentina por televisión e Internet, a través del Canal “Encuentro” del
Ministerio de Educación de la Nación.

En lo político:

Las experiencias que se están analizando han sido posibles, en primer lugar, por
el traslado del centro de las decisiones estratégicas desde el mercado al estado,
más precisamente a sus poderes ejecutivos caracterizados por liderazgos
presidenciales fuertes. Estos cuentan con el apoyo de distintas formaciones
sociales, cuya composición y conformación en el tiempo ha sido y sigue siendo
muy diferente, según los casos.

Esta recuperación de la política es el fruto, precisamente, de aquello que la


constituye en cuanto tal: la posibilidad de una litis, mediante la cual, quienes
representan a la parte que de ordinario no tiene parte, obtienen la suficiente
fuerza para torcer la vara en la dirección de los intereses de las mayorías;
algunos más, otros mucho menos, pero siempre en esa dirección.

Después de décadas de delegación y distanciamiento entre gobernantes y


gobernados, una creciente interlocución se va instalando como práctica social.
También después de largos años de destrucción discursiva y material del estado,
éste comienza a ser, nuevamente, ámbito de disputa, arena de lucha, espacio
que las organizaciones y movimientos populares vuelven a reivindicar como
territorio desde el cual construir institucionalmente mejores condiciones de vida;
ya no es pensado como el único territorio, pero éste ya no les es ajeno.

Esta revalorización de la política, del estado y de lo público incluye, en algunos


casos, un proyecto de rediseño del propio estado; como ya se ha dicho,
Venezuela, Bolivia y Ecuador son en este sentido los casos más claros.

El sólo hecho que en una región del planeta que reivindica su autonomía, se
cuestione, imagine, dibuje y ponga la primera hilada a los cimientos de otro
edificio institucional, alternativo al viejo estado liberal es un acontecimiento. Y lo
es, precisamente, en el contexto de crisis de las instituciones que sostienen al
sistema global de acumulación y distribución del producto del trabajo humano.

Este acontecimiento, desde su materialidad de nuevos cuerpos jurídicos y


procesos políticos en marcha, estalla en debates que buscan darle sentido,
inaugura tiempos y marca una línea divisoria con el pasado inmediato.

A todos estos procesos se los trata de englobar con la categoría de populista


“utilizada como ideologema de alta negatividad (…) donde la utilización cultural
abusiva del pasado como museo o galería de frustraciones suplanta aquello
que era entendido como una crítica a la historia” (Casullo, N.: 2007:137). La
descalificación que intenta volcar en esta categoría todas las miserias de la
política, encierra la percepción de una grave amenaza: que alguna de estas
experiencias latinoamericanas sea capaz de romper con su propia
contradicción: la de pretender constituirse como una fuerza de agregación de
intereses, en el marco de una crisis en la que “un fuerte conflicto de clases

18
paraliza al sistema porque ninguna consigue imponerse durablemente”
(Gabetta, C.: 2006:3).

El riesgo para el sistema consiste en que, desde este intento de agregar e intentar
conciliar un conjunto de intereses diferentes, mediante el recurso a la distinción
tajante entre un ellos (la oligarquía, el Imperio…) y un nosotros (el pueblo, las
clases populares y sus múltiples expresionesxxx) se dé lugar a que
ese nosotros articule, en una nueva institucionalidad, a los sujetos políticos
emergentes del acontecimiento, con una radicalidad potencialmente
revolucionaria a futuro. Esta “expansión de la lógica de la equivalencia a
expensas de la lógica de la diferencia” (Laclau, E.: 2009:104/105), sin intentar
eliminar una inconciabilidad que sería constitutiva de lo social como tensión
permanente, podría, no obstante, parir las condiciones de una democracia
radical o socialismo del siglo XXI, si se prefiere.

En otras palabras, suenan las alarmas ante el infierno tan temido del exceso de
democracia (sic), el fantasma que comenzó a agitarse durante la gestión de
George W. Bush (h) y que consiste en el inaceptable precedente que, desde
las reglas de juego de la democracia capitalista, se quiera avanzar hacia una
democracia sustantiva. El precedente que inauguró Chile en los ’70, hoy lo
reinstalan Venezuela, Bolivia y Ecuador con inadmisible tozudez y por ello son
presentados comunicacionalmente al mundo como los nuevos ejes del mal a
exorcizar.

Desde esta asignación expectante de sentidos, acordamos con Gabetta en que


el populismo es una “expresión política de la crisis”, “su fuerza más activa”, la
que dirime “en el poder político la lucha que tiene lugar en las entrañas del
sistema” (Gabetta, C.: 2006/3). Pero sostenemos que precisamente, por su
contradictoria fecundidad, puede ser fuente de lo inesperado, de una
diversificación de alternativas para las mayorías populares. Con esto queremos
reivindicar una concepción de la historia como proceso siempre abierto; la idea
de contradicción como resorte de la dialéctica y proponer la reflexión sobre una
noción de dialéctica mediada por “desórdenes, inestabilidades, desequilibrios,
azares, impredictibilidades” (Sotolongo, P. y Delgado, C.: 2006:61) xxxi

Es esta perspectiva la que nos conduce a valorar a estos procesos en clave de


una pedagogía política en gran escala.

El más audaz, es el liderado por el venezolano Hugo Chavez, que embiste con
sus cinco motores encendidos, que en la síntesis de Bilbao, son: su “Ley
Habilitante: vía directa al socialismo”; su “Reforma constitucional: Estado de
derecho socialista”; su consigna bolivariana de “Moral y luces: educación con
valores socialistas”; su “Nueva geometría del poder: reordenamiento socialista
de la geopolítica de la nación”, y, finalmente, su “Explosión del poder comunal,
¡Democracia protagónica, revolucionaria y socialista!” (Bilbao, L.: 2008:253).

Más allá de su desmesura retórica, es evidente que este discurso y sus proyectos
proponen un nuevo horizonte utópico a la Región y operan con fuerza de
tracción y referencia insoslayable para los restantes procesos, aún para el
acompasado que tiene lugar en el gigante brasileño.

19
Al sur del sur, en una Argentina que a partir de 2003 sólo propuso construir “un
país en serio” (no poca cosa en el contexto de la debacle de 2001), que dejó en
claro que su proyecto apuntaba a un capitalismo nacional con inclusión social,
está teniendo lugar, sin embargo, un proceso tan interesante como inesperado.

En el marco de las reglas de juego democráticas, Néstor Kirchner y Cristina


Fernández, necesitados de construir la base política de su proyecto, lo vienen
haciendo, además, desde la lógica de construcción populista y a su manera:
identificando, primero, al ellos (los genocidas de otrora, la oligarquía terrateniente
de hoy, el poder financiero, los medios de comunicación concentrados, el clero
conservador, etc.) desde una confrontación que los crispa y obliga a
transparentarse y nucleando, luego, en un nosotros, a múltiples formaciones
sociales. Estas, desde su diversidad, han mantenido con estos presidentes una
dialéctica de apoyos y compromisos de contraparte, de discursos y hechos que
parecen renovar entre sí las apuestas; corriendo la línea del horizonte
inicialmente previsto. Así ocurre, por ejemplo, con las Madres y Abuelas de
la Plaza; con una parte de los movimientos sociales territoriales; con las minorías
de género; con los intelectuales de Carta Abierta; con la juventud que se
incorpora; con sindicatos diversos; con algunas fracciones políticas de la
izquierda y centro izquierda, y con un colectivo, pequeño pero simbólicamente
potente, de artistas, periodistas y deportistas. Y esta agregación de fuerzas
empuja y ayuda, a su vez, a reagrupaciones y depuraciones de los apoyos más
tradicionales en términos de partido y movimiento.

Los casos citados, casi extremos en algún sentido, son sin embargo expresión
de uno de los fenómenos políticos contemporáneos más interesantes en América
Latina: la emergencia de nuevos sujetos políticos que presionan, que apoyan
condicionando, que están inaugurando relaciones más críticas y autónomas con
el poder que en gran medida los contiene. Como afirma Casullo, para el
caso del ex-presidente Kirchner, lo que los “dueños patrimoniales de la
Argentina” no pudieron tolerar en él, no fue tanto la actualización y articulación
simbólica de los espectros de dos peronismos sepultados por el relato
hegemónico (el de 1946 y el de 1973), sino “el drástico y seco hecho de las
clases trabajadoras devenidas identidad política irreversible” (Casullo, N.
2007:142). Esta identidad, cuarenta años después, amenaza retornar encarnada
en un conjunto de nuevos sujetos populares que comenzaron a nuclearse en
torno a su gestión y a la que hoy continúa la presidenta Cristina Fernández.
Como luego afirma este mismo autor, en referencia a las críticas convergentes
que han suscitado los populismos, “antes por izquierda y ahora por derecha (…)
la desconfianza es el ‘pueblo’ en código latinoamericano” (Ibidem, 149/150); éste
es el verdadero peligro.

Al otro lado del río (como titula su canción Jorge Drexler), una peculiaridad
difícil de conceptualizar, como muchos de los aportes de los uruguayos a la
cultura política de la Región, es la experiencia de una democracia de cercanía
o proximidad que desde hace más o menos una década tiene lugar en la
ciudad de Montevideo, a partir de la descentralización y desconcentración de la
gestión municipal y de los procesos de participación vecinal en la misma.

20
Sostenida por la cultura cívica que caracteriza a la otrora “Suiza de América”,
esta experiencia merece ser seguida con atención.

Otro de los fenómenos característicos de estas experiencias regionales es el


grado de autonomía que están adquiriendo los procesos de integración,
particularmente en América del Sur, al impulso de los fuertes liderazgos ya
descriptos y la libertad con la que algunos países se están manejando en sus
relaciones estratégicas bilaterales y multilaterales fuera de su propia región.

En este sentido, la emergencia de la UNASUR marca el rumbo del proceso


general. Algunas iniciativas de incipiente concreción (el Banco del Sur, cuyo
tratado constitutivo fue firmado en 2008 y el Consejo de Defensa
Sudamericano, creado también en el mismo año), marcan un punto de inflexión
en la historia del llamado patio trasero. Por otra parte, el giro en la orientación del
Mercosur, inaugurado durante el auge neoliberal, hacia una integración política,
económica y cultural, con avances en ese sentido como la constitución y
funcionamiento del Parlamento del Mercosur que ya trabaja en iniciativas
concretas, como la articulación de políticas y proyectos energéticos, están
dando señales de un cambio de época como suele expresar el presidente
Rafael Correa. Quizás el acto inaugural de este cambio tuvo lugar en Mar del
Plata, Argentina, con el rechazo rotundo del ALCA en la Cumbre de las Américas
2005, promovido por los presidentes Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo
Chávez, que provocó el precipitado retiro de la reunión del presidente Bush. Este
acontecimiento será, a su vez, el habilitante político y simbólico del ALBA (Alianza
Bolivariana para las Américas) que, conformado por Antigua y Barbuda, Bolivia,
Cuba, Dominica, Ecuador, Honduras, Nicaragua, San Vicente y Granadinas, y
Venezuela, avanza en procesos que marcan precedentes impensables hace una
década: como el Acuerdo Marco del Sistema Único de Compensación de
Pagos (2011) y la creación del Sucre como moneda común.

Por su parte Brasil, redobla su apuesta en términos de autonomía y, en el


contexto de un nuevo escenario de multipolaridad global, reclama un lugar en
el Consejo de Seguridad de la ONU y se integra al BRICH (Brasil, Rusia, India
y China). Argentina da también señales de querer jugar en las ligas mayores
participando de las reuniones del G-20 y comenzando el año 2011 con la
asunción de la presidencia del Grupo de los 77 más China. Venezuela retoma
un fuerte protagonismo dentro de la OPEP, a partir de la presidencia de Hugo
Chávez, y articula una estrategia desafiante de integración e intercambio
tecnológico, energético, agroalimentario, etc. con Rusia, Irán y China. También
Ecuador solicita su ingreso a la OPEP.

En lo económico:

Inspirado en la tradición marxista, el chileno Carlos Matus identificaba a ciertas


regulaciones como las reglas de última instancia del juego social, aquellas que
constituyen la última barrera explicativa en términos de condicionamiento, de
expectativas relativas a lo posible (en tanto y en cuanto no fueran modificadas):
“los valores esenciales, las regulaciones sobre la propiedad y su acumulación,
las regulaciones sobre la distribución del poder y la libertad, las regulaciones

21
sobre el acceso al conocimiento y la información, las predisposiciones culturales,
etc.” (Matus, C.: 1992:147).

Desde luego que cualquiera de ellas se comprende en articulación con las


restantes, sin que interese aquí entrar en el debate sobre sus relaciones
estructurales y muchos menos sobre aquellas clásicas relaciones topológicas
entre infraestructuras y superestructuras. Pero seguramente habrá una amplia
coincidencia en que aquellas que se relacionan con la propiedad y con lo que
su acumulación posibilita, constituyen uno de los núcleos duros de las reglas
de juego establecidas por el orden vigente. Cuando se interviene sobre alguna
de ellas y se intenta modificarla, suenan –como ya se dijo- todas las alarmas
del sistema.

Como se ha visto, desde una nueva posición de poder o, al menos, desde una
cierta posibilidad de disputa, en algunos países de la Región se están alterando
estas reglas y en otros se avanza en decisiones de política económica hasta
hace poco impensables para el libreto hegemónico.

Esto, desde luego, provoca desconcierto e indignación en un mercado que


estaba habituado desde hacía décadas a que la clase política gerenciara sus
intereses, con tolerancia cero para cualquiera que se apartara de su partitura.

En los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador algunas de estas reglas de


última instancia, relativas a formas de propiedad y gestión y a principios que rigen
al respecto, se han incorporado a los nuevos textos constitucionales. A modo de
ejemplo cabe mencionar:

Los principios del trabajo como fuente de adquisición y conservación de


la propiedad agraria y de la función social de la propiedad urbana (Bolivia);

la incorporación del régimen de propiedad colectiva para pequeñas y


medianas empresas y la participación de los trabajadores en las empresas
públicas, mediante mecanismos de autogestión y cogestión (Venezuela);

el reconocimiento de la propiedad colectiva o comunitaria de las tierras


de los pueblos originarios (Bolivia, Ecuador y Venezuela);

la potestad del Estado para evitar formas de acaparamiento o


concentración latifundiaria de la tierra, regulando el comportamiento del
mercado al respecto (Bolivia, Ecuador y Venezuela);

la figura de la propiedad social del pueblo sobre los recursos naturales y


reservas de hidrocarburos (Bolivia);

el principio de la redistribución equitativa de los excedentes de la


actividad económica, a través de políticas sociales, educativas y culturales
(Bolivia);

22
la adopción para el país de un modelo económico plural, con formas de
organización comunitaria, estatal y privada (Bolivia);

la diversificación de las formas de propiedad y gestión de las empresas


económicas (privadas, públicas, mixtas y comunitarias o de autogestión
(Ecuador);

distintas figuras a través de las cuales los estados de Bolivia, Ecuador y


Venezuela se reservan el control y manejo de sus recursos naturales y
reservas de carácter estratégico;

introducción con rango constitucional de principios y normas orientadas


a la preservación de la biodiversidad de su patrimonio natural y de su
diversidad cultural (Ecuador).

En el caso de la República Bolivariana de Venezuela, se intentó avanzar más


profundamente en este proceso de modificación de reglas de última instancia, a
través de la convocatoria a elecciones para someter a la decisión popular
enmiendas más radicales a su Constitución, pero no se logró la mayoría
necesaria. Aquellas estaban orientadas a la construcción del socialismo
bolivariano, mediante el protagonismo ciudadano en instancias tales como
referendos, consultas populares, revocación de mandatos, iniciativas legislativas,
cabildos abiertos, consejos de poder popular, etc.

No obstante, sin alterar estas regulaciones de fondo, se han dado pasos


parciales pero profundos en la dirección apuntada, como la promulgación de la
Ley de Consejos Comunales para una democracia protagónica y la expansión
de empresas de propiedad social.

En otros países, donde se avanza con más cautela, han tenido lugar procesos
de re-nacionalización y re-estatización de empresas sobre las que el Estado
Nacional había perdido su capacidad de control y regulación estratégica. Tal es
el caso de Brasil con la recuperación del control financiero de Petrobras, a través
de un nuevo marco jurídico. En Argentina, Aerolíneas Argentinas vuelve a ser
administrada por el Estado, al igual que el Correo, los astilleros Tandanor y los
fondos de las AFJP.

También en este país, aunque muy lentamente y tras décadas de lucha,


comienza a hacerse efectiva la restitución de tierras a pueblos originarios en
propiedad comunitaria e indivisa. Otro ejemplo de modificación de algunas
reglas de juego en términos de sistema, es el progresivo reconocimiento de la
Justicia al derecho a la propiedad cooperativa de obreros que recuperaron y
pusieron en producción fábricas quebradas y el auspicio oficial a una reforma a
la Ley de Quiebras que hoy dificulta estos avances. Se trata, en ambos casos,
de los resultados de un arduo proceso de presiones y acuerdos entre
movimientos sociales y poder político que, en un nuevo contexto de viabilidad a
los reclamos populares, va cediendo y/o apoyando reformas significativas. Un
juego similar tiene lugar en Brasil en relación con los progresos de la reforma
agraria y la estrategia de lucha que el MST ha mantenido con el gobierno del
Partido de los Trabajadores.

23
Sin embargo, las mayores dificultades de estos dos países, en el contexto de la
correlación de fuerzas entre sus gobiernos y las corporaciones, han estado en
los intentos de avanzar en procesos de redistribución de ingresos a favor de los
trabajadores, mediante la apropiación de rentas extraordinarias del capital. El
caso más emblemático en este sentido, por su virulencia, difusión y
contradicciones suscitadas, fue el que tuvo lugar en Argentina entre el
Gobierno y las organizaciones empresarias de productores agropecuarios.

En lo cultural:

Sin menoscabo de la trascendencia de múltiples iniciativas de política cultural


que están teniendo lugar en el marco de estas experiencias, deseamos
destacar primero dos aspectos que consideramos particularmente
significativos: la densidad simbólica de algunos hechos políticos y el manejo de
lo simbólico por parte de algunas gestiones latinoamericanas.

En relación con la carga simbólica de algunos hechos, surge casi


espontáneamente la evocación de algunas escenas imborrables:

Evo Morales, primer aborigen en ocupar la presidencia de Bolivia, es


investido como autoridad espiritual andina por los amautas en el
Tiwanaku, antes de sus asunciones en 2005 y 2010 (este gesto fue
replicado por los pueblos originarios de Ecuador con Rafael Correa).

El comandante Fidel Castro asiste en Buenos Aires a la ceremonia de


asunción del presidente Néstor Kirchner (2003), junto con otros
presidentes latinoamericanos (Chávez, Lula, Lagos…). La evocación de
una imagen similar treinta años atrás (1973) se impone, a pesar de las
múltiples diferencias de contextos y personajes: asume Héctor Cámpora
con la presencia de los presidentes Salvador Allende y Osvaldo Dorticós
(Cuba). Viejos espectros se agitan en el imaginario de la reacción
conservadora argentina.

El 4 de agosto de 2003, el presidente argentino visita la Exposición Rural


de Palermo, como un ciudadano más, luego de haber desairado a la
oligarquía terrateniente faltando al acto inaugural. Una marea humana lo
acompaña y lo arrastra por momentos. Desde los stand’s, se escuchan
insultos a media voz: “montonero de m…” xxxii. Imposible no asociar este
ingreso tumultuoso y a pie, con el fastuoso recibimiento de los
ganaderos al dictador Onganía en la Exposición de 1966, entrando en la
carroza que se utilizó en los festejos del Primer Centenario de la
Revolución de Mayo para transportar a la Infanta Isabel de Borbón.

El presidente Néstor Kirchner en su condición de Comandante en Jefe


de las Fuerzas Armadas, en una ceremonia en el Colegio Militar de la
Nación (2004), ordena al Jefe del Ejército bajar personalmente y en su
presencia los cuadros de los dictadores Videla y Bignone, ex directores
del Colegio.

24
4 de diciembre de 2005, un millar de militantes de la Cámpora y
numerosas personalidades de la política, el arte y el deporte, entre los
que se observa al por entonces candidato a la presidencia de Bolivia,
Evo Morales y a otro emblema popular, Diego Armando Maradona,
llegan en el Tren del Alba a Mar del Plata para participar de la
Contracumbre de las Américas. Pocas horas más tarde, ante una
multitud congregada en el estadio mundialista Islas Malvinas, el presidente
Chávez entierra simbólicamente la iniciativa del ALCA; le acercan un
celular, es Fidel que está siguiendo la trasmisión desde Cuba…

En el marco de la XVII Cumbre Iberoamericana que se realiza en


Santiago de Chile (2007), el presidente del gobierno español José Luis
Rodríguez Zapatero está en uso de la palabra e intenta responder a las
denuncias del presidente de la República Bolivariana de Venezuela,
Hugo Chávez sobre la conducta del ex–presidente Aznar, que estaba al
tanto y apoyó el golpe de estado mediante el cual se intentó derrocarlo
en 2002. Chávez superpone su voz insistiendo en el significado de aquel
hecho. En esas circunstancias, el Rey Juan Carlos de Borbón, interviene
con aquel histórico exabrupto de “¡por qué no te callas!” y junta, en cinco
palabras, sus pretensiones de prerrogativas para la anacrónica
institución que representa con los quinientos años de memoria colonial:
una descomunal desubicación de tiempo y lugar, pero también un
minuto de transparencia para vínculos presididos por la lógica del
disimulo. La reacción del mandatario venezolano que no calló, marcó un
nuevo hito en el ejercicio de la dignidad de los pueblos latinoamericanos.

Tres mujeres son elegidas por los ciudadanos de sus respectivos países
como sus presidentas: Michell Bachellet (2006), Cristina Fernández (2007)
y Dilma Russeff (2010): las tres expresan a tres sociedades
nacionales que han subido un escalón en la lucha de la mujer
latinoamericana por sus derechos políticos y han dado un paso más en
el camino hacia la igualdad de géneros. Pero las tres expresan, además,
el arribo de tres militantes presas por dictaduras militares a la primera
magistratura de sus respectivas democracias: muy poco tiempo, la
militante de la Juventud Peronista (junto con su esposo el ex-presidente
Kirchner); por más tiempo y bajo apremios, la militante socialista de la
Unidad Popular; casi tres años y bajo largas sesiones de tortura, la
militante de la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares. Los esposos
Kirchner convirtieron en un Museo de la Memoria (2007) al centro
clandestino más emblemático del terrorismo de estado de su país (ESMA);
la presidenta Bachellet transformó en 2010 a su propio centro de
detención en Museo de la Memoria y los Derechos Humanos; la presidenta
Rousseff asumió su cargo en enero de 2011 acompañada por once
compañeras con las que compartió su celda.

Transcurre el 15 de agosto de 2008, en Asunción el ex-obispo Fernando


Lugo asume como presidente de la República del Paraguay; entre los
asistentes al acto dos cabezas blancas y barbadas se destacan: son las
del brasileño Leonardo Boff, emblema latinoamericano de la Teología de

25
la Liberación, y la del cura - poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, ex –
ministro de Cultura de la Revolución Sandinista. También asiste el escritor
uruguayo Eduardo Galeano, el que tantas referencias hizo en sus libros
a las venas todavía abiertas de los paraguayos. Toda una trilogía preñada
de alegorías para las esperanzas de los campesinos que aguardan su
reforma agraria.

2010, por primera vez un gobierno de izquierda entrega el poder a otro


gobierno de izquierda en América Latina; un viejo tupamaro que nunca
abandonó su perfil de pequeño chacarero, José (Pepe) Mujica, sabio y
creíble, en la calle, a la luz del día, asume como nuevo presidente de los
uruguayos, parado sobre un estradito no muy alto, como para no
marearse, debajo de la estatua de Artigas; ya entrada la noche la
multitud canta con Los Olimareños y el presidente sube al escenario.

Mareas de banderas rojas petistas en Brasil y de camisetas rojas en


Venezuela acompañan la llegada al poder del primer obrero presidente y
de un soldado de otra extirpe; es el viejo color del socialismo pero es
también el tono de otro socialismo, uno mucho más audaz porque
pretende ser democrático y nacer en democracia en tierras
latinoamericanas.

Es el 28 de octubre de 2010, los restos mortales del ex – presidente


Néstor Kirchner son velados en Casa de Gobierno, en el Salón de los
Patriotas Latinoamericanos; una multitud interminable desfila ante el
féretro y, algunos a viva voz, le agradecen algo que cambió sus vidas.
Quizás algunos sean parte de los que han dejado de morir o de los que
viven un poco mejor; “pequeños” logros tan importantes como la vida
misma, que a veces desdeñaron algunos revolucionarios de la historia que
hicieron abstracción de los sujetos concretos que debían legitimar sus
proyectos.

En cuanto al manejo de lo simbólico, en los años en que muchos países


latinoamericanos conmemoran el Bicentenario de su Independencia, se
propone recordar imágenes de la celebración del 200 aniversario de la
Revolución de Mayo en la Argentina de 2010. En ese contexto, en Buenos
Aires y en torno al Obelisco, kilómetro cero de la geografía de un inmenso país,
millones de ciudadanos asisten a un relato de su memoria colectiva con una
selección impensable para la historia oficial. Arte y política se unen y, en una
fecha insoslayable a futuro, ingresan los hitos de otra historia: el “Éxodo
jujeño”; la gesta de “La Vuelta de Obligado”; la llegada de los inmigrantes
europeos; el tango y el conventillo; las luchas obreras de anarquistas y
comunistas; el surgimiento de la industria nacional; la Constitución y las urnas
en llamas; los pañuelos luminosos de las Madres de la Plaza; los soldados de
Malvinas… El desfile concluye con una apuesta al futuro depositada en la
educación. En el escenario central se dan cita los representantes más
emblemáticos de la canción latinoamericana, del folklore y el tango argentino y
del rock nacional; mientras, en un sócalo virtual, se suceden frases de
Jaureche, Moreno, Belgrano, Evita, San Martin, el Che Guevara…

26
Simultáneamente, en esos días se inaugura la “Galería de los Patriotas
Latinoamericanos”: el Che, Sandino, Farabundo Martí, Evita, Zapata, Salvador
Allende, entre otros, ingresan oficialmente a la Casa Rosada con la asistencia
al acto de la mayoría de los presidentes de América Latina.

La contribución de esta acertada apuesta político cultural a una recuperación


(crítica) de la autoestima entre los argentinos y los posibles aportes a su
discutida identidad se podrán evaluar con el tiempo.

Tampoco en el caso de Argentina, puede soslayarse la fortísima lucha cultural


por los sentidos hegemónicos que tiene lugar en estos momentos. El detonante
de la misma ha sido la recientemente sancionada Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual. Su vigencia implica una profunda democratización
del espacio comunicacional, reservando para los medios públicos, comunitarios
y sociales sin fines de lucro el 66% de ese espectro.

En este nuevo contexto, ya se observa la presencia de canales habilitados por


la nueva grilla televisiva y que no habían tenido cabida en las cadenas
privadas, y la introducción en el Canal público del debate y deconstrucción de
la producción periodística de los grandes medios de comunicación.

También forman parte de una nueva política comunicacional y educativa las


ediciones del canal del Ministerio de Educación de la Nación “Encuentro”, una
concreción soñada por muchos pedagogos argentinos desde los inicios de la
televisión en el país; el portal educativo del Estado Argentino educ.ar; la
reciente inauguración de un canal público de aire para los niños (Paka-paka,
nombre quechua de un juego infantil); películas históricas producidas por el
Instituto Nacional de Cinematografía y Artes Visuales que son proyectadas en
grandes espacios públicos…

La selección precedente, como no podría haber sido de otra manera, es una


selección situada desde una perspectiva e intencionalidad pedagógica. A ella
se le podrían agregar, oponer o contrastar muchas otras; pero las imágenes y
hechos propuestos existieron y existen y pueden hablar también por sí mismos.

Reacción, viabilidad y futuro:


Lo descripto y analizado hasta aquí, además de ser como ya se dijo, una
selección situada, es también -recuperando una vieja categoría de Gramsci- un
inventario de hechos y procesos que marcan un giro en la historia de las luchas
populares de América Latina. Pero el inventario de lo que acontece no nos
encubre el inventario de lo que deseamos que acontezca y aún no sucede.

En Argentina, como en el resto de los países que han sido objeto de este texto,
hay (no podría dejar de haberlas) muchas asignaturas pendientes. Desde nuestra
acotada perspectiva podemos mencionar algunas: la polarización entre los
niveles de vida de la población ha desacelerado su ritmo pero está aún lejos de
revertir su tendencia; el porcentaje de trabajadores no registrados es todavía
muy alto; las desigualdades regionales internas son lacerantes; la

27
concentración y aún extranjerización de la tierra en zonas estratégicas sigue su
curso ascendente; el trabajo como criterio que regule el derecho a la tierra en
general y a la tierra improductiva en particular sigue ausente; una regulación
federal sobre el uso del suelo urbano, que proteja a los ciudadanos de manejos
especulativos que restringen el derecho a una vivienda digna está pendien te y
el acceso universal a este derecho parece lejano; el ejercicio efectivo de la
soberanía sobre la explotación y administración de los recursos mineros e
hidrocarburíferos aún no se ha recuperado; los términos del debate sobre una
geopolítica de preservación de nuestras reservas de acuíferos dejan entrever
vacíos, contradicciones y luchas de poder aún no resueltos; el conflicto de
intereses entre los objetivos de recaudación fiscal para atender necesidades
sociales y las exigencias de preservación medioambiental y de sustentabilidad
ecológica de la actividad productivaxxxiii, se va manejando con criterios de
coyuntura; los intentos redistribucionistas se solventan en base a retenciones
de ganancias puntuales, posponiéndose el debate sobre una legislación
impositiva no regresiva; sigue vigente en lo medular la ley de entidades
financieras que dejó la última dictadura; el financiamiento de la política continúa
sin poder transparentarse; la sombra de la corrupción acecha a los procesos de
construcción de poder y esta construcción no logra desembarazarse de viejos
estilos de conducción, renuentes a la democratización profunda, protagónica y
de base que reclaman los nuevos sujetos políticos que se han sumado a este
proceso…

Sin embargo, los reclamos y las insatisfacciones al respecto parecen obviar, en


la mayoría de los casos, el cambio de relaciones de poder entre fuerzas
sociales populares, estado y mercado que cualquiera de estas cuestiones
requiere y las condiciones para que este cambio sea viable.

Tampoco parece importar demasiado para evaluar logros presentes, el grado


de reacción que lo avanzado hasta aquí ha generado en todos los países
considerados: el golpe de estado consumado en 2002 en Venezuela; la
tentativa secesionista de la oligarquía santacruceña de 2007 (Bolivia); el lock
out patronal de 2008 de las grandes organizaciones empresarias agropecuarias
de Argentina, de clara intencionalidad destituyente (con corte de rutas,
incendios intencionales, escraches de funcionarios en sus domicilios y hasta
bloqueos de sedes gubernamentales con máquinas agrícolas)xxxiv; el golpe de
estado de 2009 en Honduras; el intento de golpe de estado en Ecuador (2010).

Todo esto sin considerar la acción de los medios de comunicación concentrados,


nacionales e internacionales que, actuando de manera ostensible como
parcialidad política, atacan sistemáticamente a los actores y proyectos de las
experiencias aquí tratadas, a través de operaciones de prensa, institución
de imágenes o marcas asociadas al agravio (la “marca K” en Argentina), la
difamación sistemática, la desinformación como práctica generalizada, etc.

En los períodos que preceden a las elecciones nacionales de cada país, todo
esto llega a su clímax y se articulan, generalmente, con maniobras de mercado
sobre sectores claves de la economía (combustibles, transportes, insumos
industriales básicos, abastecimiento de alimentos, etc.). En algunas

28
oportunidades, hasta las mismas sucesiones presidenciales se precipitan por una
combinación del efecto inflacionario de estas maniobras y medidas de fuerza
fogoneadas por burocracias sindicales funcionales, que enervan el humor
popular.

Sin embargo, lo que al menos desde nuestra sensibilidad supera siempre toda
expectativa, es el grado de iracundia, encono, odio clasista, racismo y
xenofobia de los discursos y actitudes que presiden todas estas prácticas. Los
destinatarios de ellas son los grupos populares más vulnerables de la sociedad:
los marginados y villeros, particularmente los más jóvenes; los campesinos; los
aborígenes; los afrodescendientes; los inmigrantes de los países vecinos… En
el caso de Argentina, se agrega también toda expresión popular asociada al
peronismo: históricamente estigmatizada como la chusma, el “aluvión
zoológico” y “los negros”, actitud que se conoce localmente como “gorila”.

Las consecuencias trágicas de todo esto están a la vista; en los últimos años
todos hemos podido observar con estupor aberraciones tales como: la cacería
salvaje de campesinos partidarios de Evo Morales en septiembre de 2007,
conocida como la masacre de Pando; la muerte sistemática de niños y
adolescentes a manos de los escuadrones de la muerte en Brasil,
parapoliciales financiados por empresarios para combatir la delincuencia en
favelas de distintas ciudades; los francotiradores que dispararon en Caracas
sobre la multitud de partidarios del presidente constitucional en abril de 2002,
que bloqueaba el acceso al palacio de Miraflores a una manifestación opositora
fogoneada por un intento de golpe mediático; los muertos y heridos en una
toma del Parque Indoamericano por vecinos que presionaban por el acceso a
una vivienda propia, mientras Mauricio Macri -Jefe de Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires- en declaraciones xenófobas, atribuía el hecho a
una política inmigratoria permisiva del gobierno nacional.

Esto que observamos los hombres y mujeres de hoy, probablemente nos


genere evocaciones similares a los niños latinoamericanos de ayer; como
aquellas que, a nosotros, niños argentinos de la década del ’50, todavía nos
provoca la saña con la que los pilotos de la marina y la aeronáutica
bombardearon y ametrallaron a la multitud, peronista y no peronista, pueblo en
definitiva, que transitaba por la Plaza de Mayo en la mañana del 16 de junio de
1955.

Cada tanto, cuando los pueblos reaccionan frente a lo intolerable, la violencia


de arriba se vuelve trágica y patéticamente transparente.

Sobre esta cultura del desprecio, tan antigua como actual, se construye la
hegemonía de un sistema; hegemonía que, como conceptualiza Raymond
Williams, renueva y recrea, permanentemente sus modos de dominación.
Precisando la idea, Gonzáles Casanova expresa: “El sistema dominante se
redefine y reestructura para maximizar sus logros; también redefine y
reestructura a los individuos, grupos y conjuntos considerados como líderes,
clientelas, masas, como élites asociadas y subalternas, empresariales y políticas,
o como activistas de partidos, o como ciudadanos, o como dirigencias de
organizaciones no gubernamentales de la sociedad civil o de las etnias, o

29
como uniones, sindicatos, trabajadores; o como profesores, investigadores,
estudiantes; o como trabajadores de cuello blanco, o como trabajadores
simbólicos y de los medios; o como delincuentes, o como terroristas”
(González Casanova, P.: 2005: 177-78). El lector podrá observar la importante
presencia de las clases medias en este listado y recordará, quizás, la punzante
ironía de aquel poema a la clase media que la describe como aquella que
desde el medio mira medio mal a los negritos, a los ricos, a los sabios, a los
locos, a los pobres… xxxv

Una vez más, las categorías para una comprensión de última instancia son las
foucaultianas de dominación y sometimiento. Pero éstas deben ser
comprendidas en diferentes horizontes temporales. Lo reseñado hasta aquí
muestra las caras visibles del poder y el juego de intereses más inmediatos,
casi coyunturales. Pero sería ingenuo desdeñar otras caras y otros tiempos: la
cara oculta, subterránea del poder; aquellas que opera en la red cloacal que
integra Estado y sistema, autonomizada del poder formal y legítimo, la de los
servicios de inteligencia y organizaciones más o menos informales de
seguridad estatal y privada; la del submundo secreto y discreto del tráfico de
información y de influencias; la de las organizaciones mafiosas, el narcotráfico,
el lavado de dinero y la venta clandestina de armas; la de un enorme negocio
clandestino que se refugia en cuentas offshore y guaridas fiscales...xxxvi

Lamentablemente, todo esto parece ser mucho más objeto de interés periodístico
y cinematográfico que de preocupación política y académica para aportar a un
control social de interés público. Este es el submundo que, junto con la acción
política de las corporaciones económicas y el armado institucional del Estado,
conforman lo que el brasileño João Bernardo denominó Estado Amplio (2005:3),
el que gobierna a través de una suerte de neocorporativismo informal (Bruno, L:
1997:23).

Hablábamos de otras caras y otros tiempos en la dinámica de la dominación y


del sometimiento; es necesario entonces tener presente que la construcción de
la hegemonía que las sostiene, actúa también en vista a horizontes de larga
duración: este es el horizonte que explica la progresiva ocupación estratégica del
territorio de América del Sur con bases militares que se multiplican y la
reactivación de la IV Flota de un Imperio que vuelve a navegar preventivamente
por estas latitudes. La mirada que otea ese horizonte extendido está puesta en
las últimas reservas de hidrocarburos de este sur, en sus enormes extensiones
de humus fértil proveedor de alimentos, en sus vastos acuíferos, en zonas de
territorio menos expuestas a los efectos del calentamiento global y hasta en su
pulmón verde de oxígeno.

Probablemente todas estas experiencias de signo más o menos progresista


podrán estar todavía lejos de los deseos y abstracciones de muchos y alertar
las sensibilidades de otros (por lo general más estéticas que éticas). Pero la
reacción que han generado y la que amenaza a futuro, no dejan margen de duda
que, aún con todas las limitaciones que se les pueda adjudicar, ellas van a
contrapelo de todas aquellas ambiciones y de los intereses más o menos
concurrentes de las oligarquías y burguesías locales, tanto en el corto y mediano
plazo como en las expectativas de largo aliento.

30
¿Hay entonces alguna razón para apostar a que las mismas se sostengan
mediante el funcionamiento pleno de las instituciones del orden que,
precisamente, algunas contradicen u otras intentan regular? ¿Del orden que a
lo largo de su historia diseñó y perfeccionó este tramado jurídico y simbólico para
su propia legitimidad? ¿Del mismo orden que, cuando no puede evitar que el
pueblo vote y apoye estas experiencias, se dedica a esmerilarlas desde el mismo
día en que se inician como gobierno? ¿Es posible esperar, parafraseando a
Galeano, que las víctimas que pagan en plata constante y sonante por el valor
agregado que este orden les vende, puedan tener mengua del dolor agregado
que éste les genera, confiando en que dicho tramado institucional logre
funcionar de tal modo que sea capaz de domesticar a quienes se manejan
como los amos del mundo, tal como lo imagina Chantal
Mouffe (2007:27)?xxxvii ¿Por qué los que han logrado incluir a dicho tramado en
los complejos sistemas autoregulados de dominación y sometimiento
(González Casanova,P.: 2005), con la sofisticación de una verdadera ingeniería
social y con la penetración capilar de la biopolítica, habrían de aceptar
domesticarse en sus prácticas?

Como expresábamos en un trabajo anterior: “¿Por qué se habrían de


autolimitar quienes han logrado la mayor concentración de poder que registra la
historia? ¿Por qué habrían de hacerlo quienes, desde esta acumulación actual
de poder económico y político han logrado privatizar para sí gran parte de lo
público? ¿Por qué habrían de hacerlo quienes han logrado incidir en la
construcción de un orden jurídico que les permite sustraerse a las
responsabilidades legales por los efectos “colaterales” de sus modos de
acumular? ¿Por qué esperar que se avengan a “domesticar” estos modos si
han logrado imponerlos también desde una concentración de poder militar
inédita, que actúa aún a despecho del orden institucional internacional que
sostiene la civilización que dicen defender?” (Cantero, G.: 2008:31).

Es cierto, “la tarea de la democracia es transformar el antagonismo en agonismo”


(Mouffe, Ch.: 2007:27), pero esto requiere la utopía concretaxxxviii del cambio de
la cultura que hoy organiza las relaciones humanas desde la lógica de
amigo/enemigo; un largo trayecto cuyo término por ahora no se divisa.

Este cambio requiere una acción social e intersubjetiva en dos campos


simultáneos y complementarios: el de la política y el de la educación: una
acción política que construya una nueva correlación de fuerzas entre el ellos y
el nosotros, que disuada a los primeros de concebir a los segundos como un
blanco enemigo actual o potencial, y una educación política capaz de transformar
a las clases subalternas en colectivos y sujetos políticamente emancipados y
críticamente elucidados. Por el momento, la práctica política todavía está
dominada por una combinación de lógicas: en una proporción discreta, por
aquella que priva entre nuestros antepasados los simios, por una proporción
dominante, la que nos enseñó Maquiavelo en “El príncipe” y, por una
proporción apenas emergente, la que nos legó el Mahatma Gandhi con su
lucha (Matus, C.: 1995)xxxix. El tránsito hacia esta transformación requiere
asumir la política “como régimen de utopía y plan de transformación prácti ca de
la vida” (González, Horacio: 28/12/08).

31
Ahora bien, desde nuestra perspectiva, una nueva correlación de fuerzas se
construye desde dentro de las instituciones de la democracia liberal , haciendo
estallar los corsés jurídicos que fueron históricamente construidos para evitar que
esta se transformara en democracia sustantiva, y, desde fuera, con conciencia,
movilización y organización de las clases populares (incluidas las clases medias),
para lograr, con la fuerza de su número y la eficacia de su praxis, disuadir a ellos
del uso de la violencia de arriba. La condición sine qua non para esto es que
sean las propias víctimas las que decidan los caminos de lucha (antagónicos,
agónicos o consensuales) que les plantee su protagonismo transformador o su
resistencia. Mientras tanto, ellas y quienes opten por ellas, habrán de trabajar
desde su propio presente, con la vista puesta en la utopía concreta de otra cultura
de convivencia. Por ahora, al nosotros y al ellos los seguirá uniendo
generalmente el espanto y, a veces, las pulsiones de alteridad.

En este sentido, James Petras y Henry Veltmeyer alertan sobre los serios riesgos
que corren estas experiencias sudamericanas, a partir de las lógicas que
suelen dominar las relaciones entre políticos de centro izquierda y líderes y
militantes sociales. Ellos recuerdan que el divorcio en que suelen desembocar
estas relaciones no es tanto la consecuencia de un problema moral, de una
traición, sino más bien “un resultado de índole institucional de la política
electoral y de las instituciones capitalistas representativas, sus procesos de
‘resocialización’ interna y sus vínculos internos con la clase dominante”
(2009:410). También advierten sobre la “corrupción y la decadencia moral” que
acompañan las prácticas parlamentarias y sobre la demagogia, el paternalismo
y los manejos corruptos de los políticos de centro izquierda para retener la
base popular en que se sustentan. Sin embargo, habría que recordar que, más
allá de las contradicciones sistémicas, estas miserias acompañan a toda práctica
social entre humanos, sean estos militantes de centro izquierda o izquierda,
dirigentes o sujetos de una base social. Por ende, es preciso no olvidar que el
debate sobre la ética política es parte indisociable de una lucha y autocrítica
cultural permanente. También y por las mismas razones, cabe insistir en
que estos procesos, por contradictorios, están abiertos a un devenir siempre
incierto, sobre el que se puede especular como futuro actual (como horizonte
directo de posibilidades), pero aportando también desde la carga que el deseo
imprime al acontecimiento. Por eso, junto con la valoración que hacemos de las
sabias advertencias de estos autores, lamentamos que hayan titulado su obra
como “Espejismos de la izquierda en América Latina”, sentencia de una tapa
diseñada en clave casi premonitoria sobre procesos que, ya en el texto, los
autores dejan en claro su deseo de otro desenlace.

Desde nuestro lugar, sólo podemos hacer un aporte muy acotado, insistiendo
en que los campos donde tiene lugar la lucha por otra cultura de convivencia y
por otra cultura política, donde es posible elucidarse acerca del derecho a la
política como práctica entre desiguales, son los campos de la educación y de la
comunicación.

En el ámbito de las instituciones públicas, la educación capaz de proponer a la


política como un derecho que abre las puertas a otros y de iniciar en el ejercicio
mismo de este derecho, es tarea de otra escuela y de otra comunicación; la

32
que avanza hacia la utopía de Freire de educación popular en la escuela
pública y la que tiene lugar en múltiples experiencias comunicacionales del
campo popular, en prácticamente toda la geografía latinoamericanaxl.

En el caso de Argentina, nos hemos dedicado en los últimos años a


sistematizar prácticas institucionales que, en escuelas públicas, constituyen
parte del currículo total de educación ciudadana y, más precisamente, de
educación política en términos de práctica individual y social”, aportando
hallazgos sobre sus condiciones de viabilidad (Cantero, G.: 2004, 2006,2010).

En este sentido, queremos remarcar que los procesos que tienen lugar hoy en
América Latina y que han sido objeto de este texto, tienen como común
denominador el de habilitar prácticas educativas de estas características, es
decir, experiencias de educación popular en escuelas públicas que, en otras
circunstancias, hubieran resultado francamente subversivas. Hoy, en el marco de
estos procesos éstas pueden ser, según cada caso nacional, decididamente
alentadas, permitidas sin reparos o, al menos, admitidas con una cierta inquietud.

Construir las condiciones de viabilidad para estas experiencias implica


entonces, entre otras muchas cosas, “avanzar en la dirección de un movimiento
pedagógico desde la convergencia de múltiples voluntades: políticas,
gremiales, sociales e intelectuales. Implica también asumir y proponer a la
sociedad otra concepción de ciudadanía: como praxis militante de sujetos
colectivos e individuales protagonistas de lo público, tan capaces de gobernar
como de ser gobernados, no tanto en el sentido técnico sino político de esta
aptitud; una ciudadanía entendida como praxis de lucha por derechos
conculcados y protagonismos desalentados. La ciudadanía así concebida, en el
contexto de las condiciones históricas de esta sociedad, exige ser planteada
como proyecto y como fruto de un largo proceso de conquista; proceso y fruto de
otra conquista que se ha iniciado en este siglo y en este continente: la de una
democracia radical, sustantiva, que incorpore finalmente al mercado como
objeto del debate sobre el reparto de la parte que es de todos xli, que es pública
y que, por serlo, se decide entre todos”(Cantero, G.: 2010:61).

Paradojalmente, la reflexión sistemática y la construcción de conocimiento


sobre el problema de la viabilidad en torno a estos procesos es tan sólo un objeto
marginal, aún en las ciencias de las que se esperan orientaciones al respecto.
Quizás predomina todavía la representación de la política como una reflexión que
precede a la práctica y campea, por ende, una cierta despreocupación por los
problemas teóricos y metodológicos que esta última plantea. Entre otros, los que
implica la construcción de viabilidad del el imposible de hoy, mediante el
proceso que permita arribar a la toma de decisión, puesta en marcha y
permanencia de aquel proyecto que lo torne posible. Una vez más se nos impone
a todos, intelectuales, políticos y técnicos que, junto con el retorno a la política,
se retorne a la praxis.

En los ámbitos académicos más precisamente, el trabajo intelectual se ha


concentrado en la producción de sofisticados desarrollos teóricos y
metodológicos para la crítica política, que son utilizados para señalar con

33
agudeza las falencias de proyectos y experiencias de pretensiones
transformadoras y hacer gala del pesimismo de la inteligencia, como si este
pesimismo apenas fuera un contrapeso criterioso del optimismo de la voluntad.
Esto, no sólo no soporta hoy el menor análisis desde las neurociencias
(conocemos a través de complejos procesos biopsíquicos y biosicosociales;
conocemos, por ende, también desde las emociones y los deseos), sino que
apenas encubre la comprensible necesidad de protegernos del ridículo. Nada
más difícil y resbaladizo que el análisis del presente y del horizonte directo de
sus posibilidades; ni qué hablar sobre una especulación seria acerca de las
condiciones de posibilidad del inédito viable, como le gustaba decir a Freire.

Tampoco es fácil encontrar receptividad cuando, además de reflexionar sobre


un presente vertiginoso y fugaz desde nuestra condición de seres situados e
históricos, le ponemos nombre al presente, nombres controvertidos,
problemáticos, vulnerables por donde se los mire, como cada uno de
nosotros… Decía el presidente uruguayo José (Pepe) Mujica acerca de la
experiencia que está teniendo lugar en Venezuela en presencia de su anfitrión
Hugo Chávez: “Sabemos (…) de nuestras divisiones de clases, (de) nuestros
puntos de vista, (de) nuestras contradicciones inevitables y legítimas -y que
empezamos por respetar democráticamente- (que) haya muchos que puedan
tener su punto de vista negativo con el proceso venezolano” (Caracas,
27/01/11). Lo mismo se podría decir sobre todo lo relatado aquí de Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y Paraguay. Estos procesos se amasan con el
barro de la historia, con una materia viva que ensucia al que quiere construir
con ella una nueva vasija contenedora de otro futuro. Vale la pena entonces
convocar a la generosidad y al riesgo de meter la mano hasta el codo en est e
amasijo caliente.

Es probable que, al cabo de algún tiempo, debamos reconocer que estábamos


equivocados, quizás totalmente. Pero al momento de escribir este texto lo
hacemos desde las posibilidades y limitaciones de este presente, en lo
personal y contextual; pero también desde las convicciones que hoy nos
movilizan; convicciones que sabemos precarias, siempre provisorias, que
acaso reformularemos a futuro, pero que hoy vivimos como indispensables, como
movilizadoras de la pasión que requiere cualquier compromiso, protagonismo y
riesgo. Porque es desde la convicción y no desde la duda vacilante, desde donde
cada uno se involucra con la energía que requiere la acción, aunque con ésta,
como en nuestro caso, sólo pretendamos hacer un pequeño aporte para una
pedagogía del presente.

De todas maneras, a los que hemos intentado hacer de la investigación un modo


de vida, una militancia genérica, nos sigue quedando otra asignatura pendiente:
la de dar cuenta, mediante la convergencia de nuestros trabajos, de otra
pedagogía del presente; la que está teniendo lugar en nuestro propio campo
en el marco de estos procesos, con nuevas políticas, regulaci ones y
experiencias educativas que nos interpelan y proponen una metalectura en clave
pedagógica de toda esta fecundidad educativaxlii.

34
Post Scriptum
Cinco años después 1

En el verano de 2011 escribimos este texto respondiendo a un propósito muy


específico: ofrecer a estudiantes de una maestría de la UBA un relato –uno entre
muchos posibles- que facilitara la puesta en contexto de un seminario sobre
educación popular en escuelas públicas. Entendíamos que hablar acerca de
experiencias al respecto y de la posibilidad de extenderlas como política de
estado en educación, podía tener una significación muy diferente si se lo hacía
en el marco de las transformaciones políticas, económicas, sociales y
culturales que, desde comienzos de este siglo, se venían verificando en
América Latina, particularmente en América del Sur.

El supuesto era que, tratándose de un seminario para pedagogos, estas


transformaciones bien podían analizarle en clave de pedagogía de un presente.
Lo hacíamos a sabiendas de las enormes dificultades epistemológicas que
tiene el abordaje de una categoría –el presente- cuya levedad ontológica rechaza
cualquier intento de fijarla en un tiempo y un espacio, y cuyas resonancias
subjetivas son lo suficientemente divergentes como para desafiar los mínimos
acuerdos de sentido que requiere cualquier acción política. Sin embargo, todos
estos retos eran y son detonantes de debates y protagonismos apasionados que
han resituado y resignificado a la política en este Subcontinente.

Han transcurrido cinco vertiginosos y tumultuosos años que ahora nos


provocan para que analicemos todo lo acontecido leyéndolo como pedagogía
de un nuevo presente; un presente que no podemos evitar narrarlo desde la
pedagogía de la indignación 2. Un presente que no quisimos pero que pudimos
entrever como la alternativa más probable, apostando sin embargo a una
historia que, siempre abierta, nos sorprendiera con un quiebre, con un giro en
la dirección de nuestros sueños, sueños que hoy son nuestros desvelos.
También sabíamos que las condiciones para ese giro había que construirlas pero,
advertíamos entonces que se trataba de una construcción tan incierta a futuro
como posible en el presente.

Para atrevernos a estas afirmaciones nos ubicábamos como observadores 3


que, tirando del hilo de una enredada madeja de más de medio siglo de

1
Un texto sobre el cual, en estas circunstancias y en esta Universidad, hubiera querido
conversar con mi recordado amigo, el Prof. Miguel Boitier.
2
Parafraseando a Nita, la compañera de Paulo Freire, que tituló de esta manera una obra
póstuma del pedagogo brasileño.
3
Sin pretender para ello otra credencial que treinta años en el oficio de investigar en educación
desde una perspectiva teórica y metodológica que nos obliga a situar nuestros objetos de
análisis en los micro y macro contextos históricos y territoriales a los que pertenecen y que

35
historia, advertíamos que era posible (al menos para quienes hemos sido
contemporáneos de esa historia) desnudar la superficie de la lógica que
preside los procesos económicos que el sistema político no ha podido eludir
legitimarlos. Estos procesos fueron caracterizados por la sucesión de períodos
de apropiación intensiva de plusvalía y períodos de relativa devolución y
redistribución, que suelen coincidir con momentos de mayor exclusión social y
con otros de re-inclusión; con tiempos de mayor represión y con otros, de
expansión de libertades. Advertíamos sí, del peligro de incurrir en
simplificaciones lineales al respecto, de evitar cualquier tentación de
necesariedad histórica o teleológica en el fluir de los hechos bajo análisis y de
contemplar la enorme complejidad y diversidad de circunstancias y de
especificidades según países. Lo constatable era y es, sin embargo, la relativa
sincronía en el tiempo de estos períodos dentro de la región latinoamericana y
su entrelazamiento con el comportamiento de los centros neurálgicos de la
hegemonía global.

Hoy, sin embargo, desde esta perspectiva de mediana duración, también es


constatable que el piso desde el que intentan imponernos descender es ahora
considerablemente más alto que el de comienzos de este siglo.

A lo largo de este texto señalamos los hechos y procesos que, a nuestro juicio,
habían elevado este piso desde lo social, político, económico y cultural, dentro
de un lapso que, para ser precisos, se inició el año 1999 e intentamos seguir
hasta el verano de 2011.

Esos hechos y procesos habían sido protagonizados por un conjunto de países


cuyos gobiernos, de fuerte arraigo popular, los habían motorizado. Desde ellos,
la región sudamericana se resituó como interlocutora a nivel mundial; sus estados
nacionales comenzaron a ser –unos más, otros menos- espacios de construcción
política de pretensiones contrahegemónicas.

Estas construcciones, en tres países (Venezuela, Bolivia y Ecuador), habilitaron


cambios constitucionales que intentan refundar sus estados y avanzar hacia
sociedades profundamente inclusivas de sus diversidades, empoderar a los
más débiles y proponer un horizonte utópico de vida y desarrollo sustentable, y
en la mayoría, pero focalizando la mirada en Argentina:

o el juicio y castigo a los responsables de distintas formas de terrorismo de


estado, la reparación posible a sus víctimas y la devolución de la identidad
a niños arrebatados a sus padres desaparecidos;
o ampliaciones inéditas de derechos sociales, culturales, de género, etc.;
o el logro o recuperación de soberanía sobre recursos naturales y sobre
empresas estratégicas otrora privatizadas;

posibilitan cualquier pretensión comprensiva (y obviamente, desde un equipamiento teórico


más allá del campo educativo del que siempre tratamos de proveernos).

36
o el desarrollo de una infraestructura vial y energética capaz de sostener
procesos de industrialización, alimentados básicamente por una apuesta
al consumo interno;
o el aliento a la economía agroexportadora, pero redistribuyendo
socialmente una parte de sus excedentes extraordinarios y procurando
incorporarles localmente valor agregado;
o la prioridad asignada a un desarrollo científico-tecnológico soberano en
la Región; como en el caso de nuestro país, con el programa de
repatriación de científicos, la creación del Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación Productiva, el reinicio de procesos de
desarrollo energético interrumpidos por dictaduras y políticas
neoliberales (como la producción de energía nuclear con fines pacíficos),
el comienzo del autoabastecimiento en la producción de satélites de
comunicación, la expansión de las investigaciones y aplicaciones en
nanotecnología y biotecnología, etc., o como en Ecuador, con el
esfuerzo de articular sus investigaciones en agroecología con los
saberes tradicionales que buscan el Buen Vivir de sus poblaciones;
o el reposicionamiento en las relaciones internacionales desde la
autonomía que les permitieron decisiones y negociaciones audaces de
desendeudamiento;
o la lucha por la democratización de la administración de justicia y por la
desmonopolización de los medios audiovisuales de comunicación,
concentrados en unas pocas corporaciones que impedían un acceso
democrático y plural a la información, que intentaron y en parte lograron,
o y –sin que esto tenga pretensión alguna de exhaustividad- la
prodigalidad en gestos simbólicos capaces de construir nuevos relatos
históricos desde una revisión crítica de sus pasados y en resignificar el
lugar de la política cuando desde el Estado se enfrenta a los llamados
poderes fácticos.

En los cinco años transcurridos desde aquellas descripciones, algunos países


redoblaron apuestas (Venezuela, Argentina, Bolivia y Ecuador), otros -como
Brasil- las morigeraron, otros mantuvieron sus perfiles (Chile y Uruguay, desde
notables diferencias, claro) y uno de ellos, Paraguay, sucumbió ante el
segundo golpe blando ensayado con éxito en la Región que depuso al
Presidente Lugo4.

Enumerar los logros de estos años requeriría un nuevo texto, pero recordando
que éste puso en foco a la Argentina, vale entonces recordar algunos que
permitan, por una parte, incorporar nuevos hechos y procesos al haber sin

4
En momentos en que este texto se está escribiendo, un tercer golpe blando (parlamentario)
entra en su segunda fase, con la aprobación del impeachment a la presidenta del Brasil Dilma
Rousseff.

37
olvidar los que quedaron en el debe5. Esto sin dejar de reconocer que en este
haber, puedan convivir las contradicciones propias de todo proceso social y
humano: políticas y programas de matriz ideológica diferente (de economía
popular y de mercado, por ejemplo); horizontes utópicos distintos (capitalismo
inclusivo o con “rostro humano”, democracia radical, socialismo de nuevo
cuño…); planificación con improvisación; metodologías de acción
contrapuestas (participativas y verticalistas); militancias solidarias (“la patria es
el otro”) con viejas corruptelas; administración financiera transparente con
opacidades burocráticas; autocrítica evaluativa con prepotencia triunfalista;
gestión democrática con encuadramiento disciplinado, y, en general, relaciones
igualitarias y posibilidad de disenso con acatamientos automáticos (“bajadas de
línea”).

Este haber puede resumirse tomando como ejes las políticas, programas y logros
en materia económica, social, científico-tecnológica, jurídica, cultural
y geopolítica:

Económica: la nacionalización de YPF (2012); la reestatización de los


ferrocarriles (2015), que culmina un proceso intensivo de modernización;
el ascenso en el 2015 de Aerolíneas Argentinas, la línea de bandera
estatizada en 2008, del puesto 95 en el ranking de las cien mejores
compañías del mundo que ocupaba en 2013, al puesto 25, según la
encuestadora “eDreams” (luego de un ambicioso proceso de inversiones
en renovación de la flota para vuelos internacionales y de cabotaje); la
transformación de la Ruta Nacional 14 (“la ruta de la muerte”) en una
autovía paralela al río Uruguay; la finalización la nueva vía férrea que
une Buenos Aires con Rosario (2015); conexiones y obras
complementarias de la Autopista Rosario-Córdoba “Ché Guevara”,
inaugurada en 2010; iniciación en 2015 del gasoducto del norte
argentino que unirá las provincias de Salta, Formosa, Chaco, Misiones,
Corrientes y Entre Ríos; avance en la construcción de redes de alta y
media tensión que llevan hasta el presente un tendido de 4.800 kilómetros;
inauguración de la Central Nuclear Atucha II (2011) y la firma del acuerdo
con China para la construcción de Atucha III; el llamado a licitación (2013)
para la construcción del Complejo Hidroeléctrico “Jorge Cepernic-Néstor
Kirchner”, en la provincia de Santa Cruz, tercera en importancia en el país;
etc.
Social: la creación en 2012 del Fondo Fiduciario Público, denominado
Programa Crédito Argentino del Bicentenario para Vivienda Única
Familiar (Pro-Cre-Ar) con una construcción cercana a las 100.000
viviendas en tres años; la puesta en marcha en 2014 del Programa de

5
En este texto se detallan lo que, a criterio de este autor, constituían las asignaturas
pendientes de políticas de estado en Argentina. Queda a criterio del lector hacer un balance
actualizado al respecto.

38
Respaldo a Estudiantes de Argentina (PROG.R.ES.AR) con becas que
alientan a los jóvenes a completar sus estudios secundarios o iniciarlos
a nivel terciario y universitario y por el que actualmente 904.950
estudiantes tienen un nuevo horizonte de realización personal y social
(este programa es complementario al FIN.ES, -también para jóvenes-
creado como una modalidad pedagógica especial para alentar la
finalización de estudios secundarios y a otro, consistente en la creación
de colegios secundarios experimentales para adolescentes de clases
populares, mediante convenio entre algunas universidades nacionales y
el Ministerio de Educación de la Nación; extensión de la Asignación
Universal por Hijo (AUH) a las mujeres embarazadas entre la 12ₐ y 42ₐ
semanas de gestación que no cuenten con cobertura de Obra Social,
articulado con el Plan Nacer (un plan integral de controles prenatales),
desde abril de 2011; etc.
Científico-tecnológica: la puesta en órbita de los satélites
geoestacionarios de comunicaciones Arsat 1 y Arsat 2 (también en
2015) proyectados, diseñados y fabricados en nuestro país por científicos
argentinos; la prosecución de la fabricación y venta de reactores nucleares
a través de la INVAP (Investigación Aplicada) Sociedad del Estado a
distintos países del mundo; la construcción de radares primarios y
secundarios; etc.
Jurídica: la sanción del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación
que unificó los anteriores (sancionados en 1869 y 1862, respectivamente),
que se adecuaron a un período de ampliación de derechos, muy
alejado de la filosofía jurídica de mediados del siglo XIX; el proyecto de
ley de Reforma del Poder Judicial (llamado de Democratización de la
Justicia) hasta ahora fuertemente resistido; etc.
Cultural: inauguración del Centro Cultural “Néstor Kirchner” construido
utilizando como contenedor al viejo edificio del Correo Central Argentino
(21/5/15) con 116.884 metros cuadrados; el más grande del mundo para
el acceso gratuito de la población a los bienes culturales, el mayor de
América y el cuarto en tamaño en el mundo (dedicado al fallecido
presidente, hijo de un cartero, un hecho de singular simbología, dado
que el actual mandatario es el hijo de quien fuera el presidente de la
empresa adjudicataria por 30 años -Socma o Sociedad Macri- del Correo
Argentino -bajo el nombre de Encotesa- cuando éste fuera privatizado
en 1997 y reestatizado -luego de su quiebra- por el hijo de aquel cartero
en 2003); creación del Ministerio de Cultura de la Nación en 2014 y
designación como primera ministra a la emblemática cantante popular
Teresa Parodi, de reconocida trayectoria también por su compromiso
con la defensa de los derechos humanos; expansión del Programa de
Coros y Orquestas Juveniles a dieciséis provincias, que abarca a unos
10.000 niños y jóvenes distribuidos en 150 orquestas y 150 coros;
reemplazo del monumento a Cristóbal Colón, emplazado detrás de l a

39
Casa Rosada y a pocos metros del Centro Cultural NK por una escultura
de Juana Azurduy, guerrera de la independencia del Virreinato del Río
de la Plata, de 16 metros de altura, construido en bronce por un escultor
argentino, donado por el gobierno de Bolivia e inaugurado por los
presidentes Evo Morales y Cristina Fernández el 15 de julio de 2015.
Geopolítico: en este aspecto, baste con destacar dos actuaciones de
esta presidenta en el exterior y una decisión interna con repercusiones
externas. La primera, en el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas en 2014, en la que, sentada en la misma mesa del presidente de
los EEUU y desde su condición de mandataria de un país americano (el
único, junto al país del Norte, en haber sido blanco del terrorismo
internacional en este Continente), critica acremente la metodología de
lucha antiterrorista de las grandes potencias, al demostrar que sólo han
alimentado una espiral de violencia mayor; señala su desencuadre de todo
marco de juridicidad y respeto por los derechos humanos y realiza
preguntas incómodas sobre quién compra el petróleo, vende las armas y
monta la puesta en escena cinematográfica del más reciente grupo
terrorista que parece ser funcional a este modelo político de lucha. La
segunda actuación es en el 2015, en su último discurso frente a la
Asamblea de las Naciones Unidas, en las que, entre otras cosas, felicita
a esa Asamblea por haber aprobado por abrumadora mayoría los nueve
principios básicos propuestos por Argentina que deberán presidir una
nueva regulación internacional para el tratamiento y renegociación de las
deudas soberanas de los países: 1) soberanía de un país para decidir su
política macroeconómica y su estrategia de desendeudamiento, 2)
buena fe, 3) transparencia, 4) imparcialidad y trato equitativo de los
acreedores, 6) legitimidad, 7) inmunidad soberana de jurisdicción y
ejecución, 8) sostenibilidad, o sea “honrar las deudas, pero no a costa
del hambre y la miseria del pueblo” y 9) acuerdos de formas y plazos de
pago con una mayoría calificada del 66%, que obliga al resto a aceptar las
mismas formas y plazos. La decisión interna que intenta poner freno a
operaciones externas, es la de reestructurar los servicios de
inteligencia del país, conformando un Sistema Nacional de Inteligencia
Argentino, interviniendo su organismo central y removiendo a
funcionarios sospechados de una actuación autonomizada de la
conducción política de los poderes del Estado.

Era previsible que después de afectar a todos y cada uno de los llamados
poderes fácticos, este gobierno (como les ocurriera de manera similar a la
mayoría de los analizados en este texto) sufriera un verdadero asedio, con la
complicidad de la llamada corporación judicial y de los medios concentrados de
información: sus gestiones fueron cercadas mediáticamente y sus logros
deformados; sus funcionarios presentados como verdaderas organizaciones

40
delictivas (sin que esto implique negar que estuvieran exentos de corrupción);
sus políticas sociales significadas como formas clientelares de cooptar masas
poco dispuestas al trabajo y al esfuerzo personal; sus proyectos de desarrollo
soberano de recursos estratégicos y de infraestructura para este desarrollo,
como mega negociados de funcionarios y empresarios adictos; sus proyectos
culturales como dispendios innecesarios; sus avances en ciencia y tecnología
como ridículas pretensiones de países periféricos; la militancia de sus bases de
apoyo juvenil como brigadas de fanáticos violentos; los estilos de conducción
política de sus líderes como prácticas con reminiscencias fascistas.

Un párrafo aparte merece la actuación de las redes de información locales y


externas al servicio del poder hegemónico global: como desde tiempos remotos
pero contando ahora con una sofisticada tecnología, las cloacas del mercado y
del estado han funcionado como el iceberg de un sistema que sólo puede
visibilizar una punta institucional de superficie que cumple con mínimos requisitos
de legalidad formal; el resto, es decir, lo que es crítico para el mantenimiento
de las relaciones de poder que sostienen el núcleo de los negocios que
interesan al 1% de la humanidad, transcurre entre el sigilo y el secreto. Ni siquiera
las instituciones más sagradas en el imaginario popular han estado exentas de
esta lógica política informal. A través de estas redes subterráneas se excreta y
vierte a un sumidero global una parte sustantiva del dinero que se sustrae de
toda contribución impositiva solidaria con las grandes mayorías. Ahí van los
lavados de activos, el dinero del narcotráfico, de la trata de personas, de las
transacciones secretas de armamentos, del financiamiento espurio de la política,
de los sobornos que lubrican voluntades dentro de los mercados y de los estados.

En este contexto y en defensa de estos intereses, se ha movido una oposición


abierta y encubierta, que desde hace poco tiempo ha adquirido las características
de una nueva política de contrainsurgencia. Se trata, simplemente, de combatir
lo que durante el gobierno de Bush hijo se denunció como un exceso de
democracia. Si el capitalismo logró legitimar un modelo de democracia
compatible con su funcionamiento, en su fase actual – la neoliberal- le
resulta inaceptable cualquier intento de radicalización del sistema democrático
porque sabe que sin democracia plena y consolidada no hay socialismo
(Coutinho, Carlos Nelson: 2012); al menos en el sentido que se estaba gestando
en algunos países de América Latina. En otras palabras, resulta un precedente
inaceptable una transformación progresiva del orden actual por la vía electoral.
La experiencia chilena de la Unidad Popular fue el primer intento.

Es indudable entonces que se ha avanzado más allá de los límites de lo


aceptable, no sólo por los derechos conquistados y reconquistados para las
mayorías populares, sino porque nos encontramos en una fase de dominación
global, en la que el motor del sistema es el más voraz de los negocios: el de la

41
especulación financiera, la formal visible y la informal subterránea, la de las
‘cuevas’ y ‘guaridas’. Hoy “‘la máquina de vapor’ de la modernidad global no
son las tecnologías digitales sino las finanzas” (Sassen, Saskia: 2016). Esta
locomotora, que arrastra tras de sí toda la protección del complejo industrial,
político, militar y mediático mundial, arrasa con cualquier oposición y no tolera
desvíos.

Desde esta enorme concentración de poder se explican los sucesivos procesos


destituyentes: en Venezuela, hasta hace poco liderada por otra locomotora que
traccionaba a toda una región y más allá: Hugo Chávez Frías, cuya muerte -
como otras tantas muertes necesarias para el sistema- sigue siendo
sospechosa desde sus propias palabras…; en Argentina, gobernada ahora por
un grupo de CEOs de empresas multinacionales y locales, que como comando
corporativo colectivo no tiene precedentes y que ha accedido al poder mediante
un proceso electoral pautado por una formidable maquinaria de marketing
político, que -con el mayor de los desprecios por la inteligencia ciudadana-
manipuló la opinión pública a través del show mediático y la desinformación;
Brasil, que en estos momentos es convulsionado por un golpe parlamentario,
protagonizado por una mayoría diputados que compitieron en la frivolidad y el
desenfado de sus discursos y por senadores que, como ya se ha consignado,
han votado el impeachment a la Presidenta mientras se escribe este epílogo. En
Bolivia y Ecuador, nuevos procesos destituyentes –ahora menos violentos y más
sofisticados, siguen su curso.

La pedagogía de este nuevo presente propone entonces tener en cuenta


algunas lecciones de la experiencia:

Los nuevos populismos, en la acepción que tanto entusiasmó a Ernesto


Laclau (Op. cit.) y con los matices que incorporamos en este texto desde
otras referencias teóricas, tienen hacia el futuro el enorme desafío de
combinar los liderazgos fuertes que todavía parece reclamar la cultura
popular en América Latina con la democratización de sus estilos de
conducción, organización y construcción política. Sin esta
democratización no hay empoderamiento sostenible de las mayorías
populares y sin este empoderamiento no parece resultar viable la
continuidad de estas experiencias.
Empoderamiento requiere educación popular, no adoctrinamiento;
educación política, no educación partidizada.
La educación popular debe tener lugar dentro y fuera de la escuela
pública y ser acompañada con una comunicación popular amplia,
extendida y plural.
Estos procesos pueden poner a la defensiva a las dirigencias políticas
más o menos tradicionales, aún dentro de los movimientos nacionales y
populares. Ellos seguramente pondrán en jaque sus concepciones
acerca de la gobernabilidad. Quizás deba recordarse que la única

42
gobernabilidad legítima es aquella que el pueblo debe asegurarse para
sí, para que quienes lo representan manden obedeciendo. Esto es
particularmente importante para Argentina y, específicamente, para una
tradición vertical de conducción, tan arraigada en el movimiento
peronista. Lo contrario equivale mantener vigente el viejo consejo de
algunos pícaros de la política (Nun, José:2000): “no hay que avivar a los
giles”6.

Centrándonos ahora en las universidades nacionales de este país,


destinatarias iniciales de este texto y en la UNRC, hoy destinataria específica, es
obvio que –en las actuales circunstancias- ellas tienen una enorme
responsabilidad en todo esto, en particular sus gestiones y, todavía más, sus
gestiones pedagógicas.

En este sentido, opinamos que una de sus primeras prioridades al respecto es


de naturaleza epistemológica. Esto implica a veces poner en debate la propia
cultura universitaria instituida en cada casa de estudio.

En efecto, “los instituidos no se modifican sólo desde la lógica argumentativa


de los debates, se transforman en el propio tránsito de un cambio de prácticas
y este cambio, en cada caso, requiere analizar las condiciones de construcción
de su viabilidad. En este sentido, hay que convenir que la reflexión sistemática
en torno a la viabilidad de sus políticas y proyectos y a la construcción de
conocimientos al respecto no es el fuerte de nuestras universidades. Después
de décadas de agresión a su institucionalidad y de respuestas reactivas de
resistencia frente a múltiples adversidades, los ámbitos académicos han
logrado interesantes desarrollos teóricos y metodológicos para la crítica
política, sin que puedan ofrecer hoy un acervo equivalente para el análisis de
viabilidad de las transformaciones que alientan para sí mismas y para sus
sociedades de pertenencia” (Cantero, G.: 2011). Refiriéndose a la supremacía
de los paradigmas epistémico-metodológicos simbólico, constructivista o
interpretativo en esta Facultad, la autora de la Introducción de este libro afi rma,
precisamente, que desde ellos se “aporta mucha teoría y significado pero que
no siempre [se] insta a la acción y al cambio”.

Este es un déficit epistemológico que puede dejar al conocimiento universitario


en inferioridad de condiciones frente a la sofisticación de dispositivos
comunicacionales de los que hace alarde el orden vigente para construir
hegemonía. Desde esta epistemología de la acción, los universitarios nos
podemos plantear seriamente hacer nuestro aporte a la construcción del inédito
viable que reclama el pueblo al que pertenecemos; siempre que un nuevo
tiempo de agresiones y renovadas adversidades no nos haga perder,

6
Consejo que este autor recuerda vívidamente porque, contradictoriamente, le inoculó
anticuerpos ideológicos movilizadores.

43
precisamente ahora, nuestra capacidad proactiva de resistencia y
transformación.

Claro que para hacer este aporte, muchos universitarios tendrían que revisar
sus adscripciones identitarias. Perteneciendo mayoritariamente a las clases
medias, los docentes de las universidades públicas pueden tener dificultades
para reconocerse como parte de un pueblo que desde las clases subalternas
les reclama optar por sus necesidades y sus luchas. Quizás, estas dificultades
tengan que ver con un olvido de los orígenes, cuando sus antepasados,
mayoritariamente inmigrantes, empleados bancarios, telefonistas,
comerciantes, chacareros y estudiantes que habían apoyado a los huelguistas
obreros en los comienzos del siglo XX, también ellos inmigrantes y ‘cabecitas
negras’ locales, fueron persuadidos por la oligarquía de la época, con el sable
y el discurso, que debían tomar distancia de la plebe revoltosa. Así aquellas
solidaridades se disolvieron y estos antepasados tomaron nota -para ellos y
para su descendencia- sobre qué es lo que es lo que convenía y conviene hoy
a la gente decente, bien nacida y de buena familia. Así fue surgiendo una
identidad construida por oposición a lo popular que habría de consolidarse a
partir de 1945 (Adamovsky, Ezequiel: 2010).

Esta revisión de identidades se considera indispensable en un cuádruple sentido:


1) para recordar, conceptualmente, que las clases subalternas y una buena parte
de las clases medias pertenecen al conjunto de las clases dominadas; 2) para
investigar rigurosamente la relación entre las aspiraciones e identificaciones de
estas clases medias y sus opciones electorales, capaces de torcer procesos
políticos inclusivos que, en muchos casos, explican parojalmente sus recientes
ascensos sociales; 3) para establecer vínculos pedagógicos basados en la
aceptación, reconocimiento y comprensión de aquellos estudiantes que, gracias
a las políticas incluyentes, son hoy la primera generación de universitarios en la
historia de sus respectivas familias, y 4) para encarar procesos de formación
docente en todos los niveles del sistema, basados en estos vínculos de
aceptación, reconocimiento y comprensión.

Estas gestiones universitarias, si se asumen como provocadoras, tienen la


posibilidad concreta de trabajar sobre estas y otras cuestiones concomitantes y
promover la revisión crítica de planes de estudio que a veces omiten situarse
en tiempo y lugar para atender estos reclamos sociales y educativos.

Quizás de esta forma, los intelectuales de las universidades públicas puedan


contribuir a que nunca más una gestión política se inicie con un gesto de
pretensiones intimidatorias (más allá de revanchismos locales tan patéticos como
menores): la detención de la luchadora social Milagro Sala; a que nunca más
un presidente argentino, que no juró por su patria, presida la conmemoración de
su independencia, tan próxima a su Bicentenario y tan próxima a ser, una vez
más, arriesgada e incluso enajenada. Quienes

44
militamos por la vida, la libertad y la justicia, queremos hacer esta contribución
desde el convencimiento que “la lucha por la democracia no tiene fecha de
culminación” (Dilma Russeff, Palacio del Planalto, 12/5/16).

Mayo de 2016.

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46
i
Verano de 2011.
ii
Investigador y docente de postgrado. Ex profesor titular ordinario de las universidades nacionales de Entre Ríos y
Luján, Argentina (hasta diciembre 2011).
iii
Norbert Lechner, en un ensayo sobre el realismo político y el tiempo (incluido en su libro “Los patios interiores de
la democracia – Subjetividad y política”; FLACSO, Santiago de Chile, 1988, pág. 76), apoyado en los conceptos de
Luhmann, futuro actual y presente venidero, recuerda que todo “presente tiene su futuro actual en tanto horizonte
directo de sus posibilidades”, y que, en la medida en que el presente actual y el venidero se mantienen idénticos se
va produciendo duración. Aunque Lechner no lo aclara, es obvio, en el contexto de su trabajo, que la percepción de
esta continuidad tiene un alto componente subjetivo; pero más allá de estas consideraciones, cobra gran actualidad la
afirmación que realiza unos párrafos más adelante: “En cambio, hay acontecimientos [en el sentido de ruptura de la
duración] cuando surgen discontinuidades entre el futuro actual y el presente venidero. Al tomar conciencia de esta
diferencia nace la incertidumbre”. En efecto, quienes se han sorprendido gratamente por los aconte cimientos que
están teniendo lugar en esta América Latina y alientan expectativas sobre su futuro actual, no pueden
sustraerse a la incertidumbre que les generan las reflexiones sobre sus condiciones de viabilidad a mediano y largo
plazo.
iv
Al respecto recordamos a queridos amigos brasileños que, después de haber acompañado con enormes expectativas
el crecimiento del PT como fuerza política, se sintieron defraudados por la primera gestión de Ignacio
Lula da Silva. Quizás no habían reparado lo suficiente en lo que implica construir viabilidad a los sueños. No
obstante, cuando se vieron frente a la posibilidad cierta de que este proceso, con sabor a poco, se interrumpiera con
un retorno a la derecha (en oportunidad de las elecciones en las que Lula postuló para un segundo mandato), inundaron
la Región con cadenas de mail’s en procura de adhesiones para lo demasiado imperfecto.
v
La larga cita precedente no sólo recupera una excelente síntesis sobre la preocupación central de este relato, sino
que se incluye a manera de evocación de uno de esos intelectuales cuya ausencia se siente.
vi Expresión extremadamente gráfica con la que Marx significó en El Capital el sentido de su concepción

revolucionaria de la educación y que aquí se recupera en un nuevo contexto.


vii Una de estas experiencias totalizadoras las describe y conceptualiza Roseli Salete Caldart, desde sus vivencias y

reflexiones compartidas al interior del Movimiento de los Sin Tierra. En este sentido, Caldart aporta “la idea del
Movimiento Social al mismo tiempo como lugar y como sujeto colectivo de formación humana”, precisando que la
especificidad formadora de un movimiento reside en la “lucha social como parte de la totalidad formadora que es la
propia praxis”. Desde la dimensión del espacio como organizador de experiencias de pretensión también
totalizadora, la planificación y el diseño de la ciudad de Brasilia intentó ser un caso emblemático. Concebida desde la
creatividad monumental de Oscar Niemeyer y Lucio Costa, la nueva Capital de Brasil (1960) con stituyó un intento de
proponer, casi de inducir, a todos sus habitantes un proyecto de organización de la vida en sociedad más
igualitario e inclusivo. Una década más tarde, tuve el privilegio de percibir los ecos de aquel proyecto desde la
resonancia interior de la estética y el simbolismo de aquel espacio; cuando ya la dinámica de la expansión urbana
capitalista imponía una estructura cada vez más desigual a la ocupación del territorio y un golpe de estado, en el
contexto de la Guerra Fría, había puesto fin a las emergencias recurrentes de políticas progresistas en aquel país.
Otro intento de hacer del espacio urbano un curriculum total, en este caso desde otra orientación política, tiene lugar
hoy en Medellín por gestión de su Alcaldía, alentando una vida ciudadana de mayor integración y convivencia, mediante
la articulación de las tramas barriales a obras escolares, bibliotecas y centros culturales, cuyos diseños han sido
reconocidos internacionalmente. Desde iniciativas específicamente educativas, este tipo de experiencias curriculares
totalizadoras han sido alentadas por pedagogos de la talla de Paulo Freire, en América Latina y de Francesco Tonucci,
en Europa. Una de estas experiencias –de interés para este texto- fue el de Escola Cidadá. Ésta, desde la gestión
del Partido de los Trabajadores en la Prefectura de Porto Alegre, supo combinar de tal manera planeamiento
urbano, acción política, participación social y educación popular en la red escolar, que hizo de esta ciudad un polo
mundial de referencia educativa.
viii Se ha adoptado la concepción de pedagogía de Francisco Gutiérrez y Daniel Prieto (La mediación pedagógica;

Circus – La Crujía, Buenos Aires, 1999) por ser propuesta desde el cruce de dos campos de práctica: el de la educación
y el de la comunicación que son, precisamente, los campos a los que se dirige este texto.
ix ¿Quién podría reconocer el paisaje político y social de la Argentina de los años treinta luego del torrente de

acontecimientos que generó el peronismo desde mediados de la década siguiente? A nadie se le ocurriría hoy
intentar explicar la historia argentina del siglo XX sin aquellos primeros nueve años de peronismo; vanos resultaron
los intentos de borrar sus huellas prohibiendo pronunciar los nombres y quitando todo vestigio de la iconografía y
toponimia que lo identificaba.
x Hace tres años, en un intento de proponer a estudiantes que concluían su cursado de maestría algunas ideas para

una educación inesperada para un tiempo inesperado, intentaba resumir, apoyado en una muestra de la producción
periodística de los años noventa, las preocupaciones y el clima intelectual de aquellos años de la siguiente manera:
“la justicia se describía como aquejada de una suerte de timidez universal; el poder político aparecía como
propiedad privada de los mandatarios; las instituciones eran percibidas como confecciones a medida de las

47
ambiciones y designios de los políticos de turno; las decisiones de gobierno parecían más inspiradas en el interés
de preservar un régimen que en imperativos políticos y morales sustantivos; en el mundo opulento preservar un régimen
comenzaba a expresarse en rechazo xenófobo del diferente; las sociedades habían ingresado a una cultura
posmoralista reciclada en la lógica del espectáculo sobre la que sobrevolaba el irracionalismo y la violencia; en
Argentina toda referencia a la ética pública era decodificada en clave de corrupción; la propia verdad aparecía
travestida en verosimilitud y los mass media se especializaban en usar un tiempo precioso (…) en banalidades capaces
de ocultar cosas preciosas; una pizca de utopía era alentada apenas como recurso terapéutico y la rebeldía se
propiciaba sólo en cuotas incapaces de afear prácticas políticas domesticadas” (Cantero, Germán: “Para un tiempo
inesperado, una educación inesperada”; en revista digital TRABALHO NECESSARIO, Año 5, Nº 5; Universidad
Federal Fluminense, Niteroi, Brasil, 2007).
xi Un intento de organización de reflexiones al respecto se puede consultar en Cantero, Germán:”La educación

ciudadana desde un intento de construcción alternativa”; Cap. 1 del Informe Final de Investigación “Educación y
Ciudadanía – Alternativas y resistencia a la exclusión social”, Cantero, G., Celman, S. y equipo; Facultad de
Ciencias de la Educación – UNER, Paraná, 2008.
http://biblio.fcedu.uner.edu.ar/proyectos_investigacion/Cantero_Celman/proyectos.htm.
xii Al respecto, resultan muy interesantes los aportes de Atilio Boron sobre el uso equívoco de la palabra

determinación en la historia del marxismo (Boron, A.:2006:48).


xiii El mismo que intervino de manera ostensible en la resolución de la guerra entre Paraguay y Bolivia, hijo de

William Braden, propietario de la Standard Oil of Bolivia (Ver artículo de Mario Rapoport en el diario Página 12, del
24/4/09).
xiv Decreto mediante el cual la dictadura de la llamada “Revolución Libertadora” prohibió pronunciar y exhibir

cualquier símbolo, imagen, escrito o música que hiciera mención del peronismo (1956) y que acompañó la persecución
de sus dirigentes y militantes, en una actitud no sólo clasista sino revulsiva de todo lo que proviene del campo popular,
conocida en Argentina como “gorila”.
xv El caso de Bolivia merece una pequeña digresión: fue un período de gobiernos militares (1964-1982) durante el

cual se manifestó la tensión al interior de sus FFAA entre un sector complaciente con los intereses del capital
trasnacional (generales Barriento y Banzer) y otro de orientación nacional y progresista (generales Ovando y Torres)
cuya extracción social y conformación ideológica, como en el caso peruano y venezolano, habría que estudiarla en
relación con las condiciones de viabilidad de actuales y posibles giros políticos.
xvi Con respecto a los golpes de estado en estos tres últimos países (Chile, Uruguay y Argentina), un grupo de

jóvenes becarios, en una instancia de formación de postgrado, realizamos hace cuarenta años un pequeño trabajo
de pretensiones prospectivas. Intentábamos analizar las “las posibilidades de movilización social para un cambio
autosostenido y permanente de las estructuras de los once países componentes de la ALALC” Esta modesta
producción intelectual, cuyos soportes epistemológicos hoy nos resultan precarios en la perspectiva del tiem po
transcurrido, no hubiera merecido recuperarse si no hubiera sido que, en el “índice de posibilidades de movilización
para el cambio social de estructuras” que pretensiosamente construimos, no hubieran resultado con posibilidades
más altas los siguientes países: Uruguay, Argentina, Chile y Venezuela, y si esa movilización no hubiera tenido
como respuesta, tres años más tarde (1973) las sangrientas dictaduras del terrateniente Bordaberry en Uruguay y
del general Pinochet en Chile, y algunos años después (1976), la de la Junta Militar de Argentina. En este sentido,
en el texto con el que prologo la recuperación de este trabajo, expreso que tal vez “desde otros ámbitos de
investigación, orgánicos a los poderes hegemónicos de entonces, se estaban también siguiendo estos procesos con el
ánimo de abortar sus pretensiones emancipadoras. A la sociedad venezolana, quizás porque la movilización
popular no había desembocado en la lucha armada o planteado el “peligroso” precedente de una vía democrática al
socialismo como Chile, se la dejó avanzar en su movilización, hasta que la tensión social estalló en el Caracazo de
1989; punto de partida de sus cambios estructurales contemporáneos”. Ver en Enrique Saravia – Argentina;Germán
Roberto Cantero – Argentina; Luis Felipe Denucci Martins – Brasil; Germán Cañón Rocha – Colombia; Pedro Rafael
Salas Montalvo – Ecuador y Jorge Segundo Guzmán Rodríguez – Perú: “Posibilidades de movilización para el
cambio de estructuras en los países de la ALALC”; Escuela Interamericana de Administración Pública, Fundación
Getulio Vargas; Río de Janeiro, 1970 (www.practicaseducativas.com.ar).
xvii En una entrevista publicada, Carlos Matus ejemplifica cómo explicaciones “distintas sobre una misma realidad no

sólo significan distintas respuestas a las mismas preguntas, sino distintas respuestas a distintas preguntas”, a través
de las apreciaciones de Leopoldo F. Galtieri y de Margaret Thatcher. El primero se preguntaba sobre el valor relativo
de las islas Malvinas para Inglaterra, la segunda sobre el valor de tolerar semejante precedente a un país
latinoamericano (en Huertas, Franco: El método PES – Entrevista a Carlos Matus; CEREB, La Paz, 1996).
xviii Utilizando la vieja y siempre actual caracterización antropológica que Darcy Ribeiro hizo de las Américas.
xix Puede consultarse el artículo “Populismo militar y etnicidad en los Andes – Presentación de dossier” de Cecilia

Méndez G., revista Iconos n° 26, septiembre de 2006 (http://flacsoandes.org/dspace/handle/10469/635).


xx Usamos este término en el sentido de E. Laclau, que más adelante se retoma.

48
xxi
Hasta aquí llega la relación de este autor con Rancière; es decir, una referencia que es clara al señalar la
excepcionalidad de la política en la historia. Más allá, la radicalidad y brutalidad que el contexto latinoamericano ha
impuesto a esta relación entre desiguales, la necesidad teórica de incorporar al análisis la categoría de clase social
desde otra perspectiva y el insoslayable debate acerca del papel de Estado en todo esto, conduce a otras
referencias teóricas.
xxii Cada uno podrá, según sus perspectivas, poner nombre a estas excepciones.
xxiii
A mediados de los ’90, analizando estos mismos procesos, expresábamos exactamente lo contrario: “Como
portadores formalmente universales de derechos, estos sujetos enfrentan las contradicciones de un sistema que amplía
y retrae el acceso y goce efectivo a esos derechos, según los contextos y momentos históricos. Hoy
estamos, como ya dijimos, en un período de retracción” (Cantero, G., Celman, S. y equipo, “Ref ormas Educativas y
Nueva Ciudadanía”; Informe Final de Investigación; Facultad de Ciencias de la Educación, UNER, Paraná,
Arg.,1998).
xxiv Ponerle nombre a las cosas genera casi un reflejo de desagrado en ciertos círculos intelectuales y académicos

contemporáneos, habituados a refugiarse en ambigüedades discursivas más confortables y menos expuestas, y si


en esa nominación figura el nombre del propio país el desagrado es mayor; décadas de discurso único
autodescalificador han dejado profundas marcas: las buenas noticias deben provenir desde fuera…
xxv
IDH sintetiza “el nivel de desarrollo humano del país en base a tres índices: i) Índice de Esperanza de vida al
nacer; ii) Índice de Educación (Tasa de Alfabetización de adultos y Tasa Bruta de matriculación); y iii) Índice de
Producto Interno Bruto (PIB) per cápita. Este indicador mide el adelanto medio de un país en lo que respecta a la
capacidad humana básica representada por las tres oportunidades humanas más importantes y permanentes:
existencia larga y saludable, nivel de conocimientos y nivel de vida decoroso” (Documento de la Comunidad Andina
– SG, Propuesta 258 – 13/12/2010). Sin embargo, hay que considerar que este índice, como toda medición
estadística, tiene las limitaciones propias de su construcción metodológica y, a los efectos de comparar la situación
relativa entre países y, dentro de cada uno de ellos, entre distintos períodos de tiempo, debiera ser complementado
con otros (como el índice GINI, relativo a la distribución de ingreso). De cualquier m anera, teniendo en cuenta el
carácter altamente agregado de cada indicador que lo compone, el lector puede hacerse una idea de la compleja
convergencia de políticas y procesos que implica su modificación; modificación que, a su vez requiere de tiempos
más o menos prolongados. Por esta razón, modificarlo en pocos años (5, 10) resulta significativo.
xxvi Si bien no está incluida en este análisis, la Cuba de los 40 años de bloqueo, de las invasiones y los huracanes,

ostenta para Naciones Unidas un IDH ubicado entre los más altos de América Latina: 0,863 en 2007.
xxvii Todos estos datos han sido tomados del Informe del Proyecto de Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD)

del año 2010 y uno puntual del Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (INE). .
xxviii
Curioso contraste entre la decisión del gobierno de un país que trata de salir de la pobreza más extrema y la
decisión del Parlamento francés de aprobar la iniciativa del presidente Sarkozy de elevar la edad mínima jubilatoria
de 60 a 62 años y la edad para cobrar una pensión completa de 65 a 67 años. La rigidez de las políticas
neoliberales van demoliendo el Estado de Bienestar de los franceses y dejando atrás en la historia a la Francia de
los Derechos del Hombre.
xxix Sobre las resonancias subjetivas de esta última medida cabe una anécdota: dos ancianas vecinas habitantes del

monte entrerriano comentan entre sí: “anoche tuve un sueño, soñé que nos llegaba la luz (eléctrica) y que iba a
poder tener una heladerita”. A estas ancianas de un paraje perdido, les había llegado el beneficio de una jubilación
sin aportes, el acceso al agua potable (en pleno campo) y la posibilidad de mejoras a sus viviendas como parte de
un plan de apoyo a la pobreza rural, que incluye capacitación y entrega de semillas. Una de ellas sobrevive con
dignidad a un cáncer terminal, gracias un hospital público que, a pesar de su infinita burocratización, le proveyó de
toda la aparatología de alta complejidad y drogas que necesitaba, y a que, gracias al Programa de Inclusión
Previsional, no sólo cobra ahora una pensión de mínima dignidad, sino que esto le ha permitido su inclusión en una
obra social (PAMI). Cuando las políticas sociales llegan a los nadies entre los nadies, la inclusión está dejando de
ser retórica.
xxx
Aquí estamos utilizando la categoría pueblo como una suerte de significante flotante al que se le pueden asignar
distintos sentidos, según las agregaciones sociales que este nuclee para quienes construyan un discurso al respecto
en distintos contextos históricos. No lo estamos utilizando entonces como “valor de verdad”, como un absoluto que,
como recuerda Feinmann, es “una característica de los movimientos populistas (…) constitutiva del espíritu y la
teoría de la izquierda peronista” de los años setenta (Feinmann, J.P.: 2010:627).
xxxi
Concepción que pretende ser superadora del pensamiento formal, dicotómico y asistémico que concibe a la
dialéctica como “transformación directa e inmediata (sin mediaciones)” entre los contrarios, muy alejada (como
expresan los autores citados, Sotolongo y Delgado) de una “verdadera complejidad sistémica del pensar dialéctico”
(Ibidem).
xxxii
La casualidad nos hizo ser un impensado testigo presencial de aquel ingreso tumultuoso y del recibimiento.
xxxiii
Cuando todavía la euforia desatada por la Caída del Muro de Berlín no había sido reemplazada por el crudo
triunfalismo neoliberal, Eduardo Galeano (1992) se preguntaba si, después del “sacrificio de la justicia, en nombre

49
de la libertad, en los altares de la diosa Productividad” (en el Oeste) y del “sacrificio de la libertad, en nombre de la
justicia, en los altares de la diosa Productividad” (en el Este), aquí, en el Sur, no estábamos “a tiempo de
preguntarnos si esa diosa merece nuestras vidas”. Esta ha sido la pregunta de fondo en los f oros sociales mundiales
de Porto Alegre; esta es la pregunta que se actualiza en el Foro Social Mundial de Dákar, en el contexto de las actuales
rebeliones populares en el norte africano.
xxxiv Nuevamente, asociaciones insoslayables: tractores y otras máquinas agrícolas, subidas a la vereda de la Casa

de Gobierno de un estado argentino (Entre Ríos), cercan amenazantes al poder civil, como una vez lo hicieron las
tanquetas militares; el humo de los incendios intencionales en el Delta invade y amedrenta a los habitantes de la
zona norte de Buenos Aires; la prepotencia del macho ecuestre, montado ahora en una “4x4”, somete a la ciudad
hembra, como lo hizo en el siglo XIX, pero con una novedad simbólica de este siglo XXI: la que representa al poder
popular también es mujer y se la desea ahogada en humo allí donde reside, Olivos, parte de ese norte bonaerense.
Nuevamente, también, viejas antinomias simbólicas argentinas resurgen resignificadas en su anacronismo presente por
las conveniencias del orden global: campo – ciudad; Interior – Buenos Aires; oligarquía – pueblo y hasta
¡unitarios y federales! Pero, ahora, en clave de un mercado que se niega a someterse al poder político
legítimamente constituido.
xxxv
Poema que habría sido erróneamente atribuido al uruguayo Mario Benedetti y que pertenecería al bonaerense
Daniel Cézare.
xxxvi
Se trata de una trama subterránea imprescindible y a la vez casi inaccesible para comprender la historia, como lo
fueron aquellas logias del siglo XIX; aunque, por estos tiempos pragmáticos, probablemente muy alejadas de aquellas
que la literatura describió con apego a una ética caballeresca, arrojo épico y desmesura romántica.
xxxvii
En el Capítulo 1 de la investigación del año 2008 ya referenciada, nos interrogamos con un poco más de
amplitud al respecto.
xxxviii “La que siendo posible, alcanzable por transformación de la situación inicial, está fuera del horizonte de tiempo

contemplado para la acción (…) Es la ‘razón total’ en el ámbito de ‘lo posible’” (Matus, C: 1977:471).
xxxix
La referencia a estos “antepasados” no se utiliza como recurso sarcástico; en realidad se basa en la relación
analógica que Carlos Matus encontró entre este tipo de política y las relaciones de poder entre chimpacés ,
estudiadas por el antropólogo y primatólogo holandés Frans B.M. de Waal (1992).
xl
Obviamente y más allá de estas experiencias en el ámbito de las instituciones formales, es insoslayable
considerar, además, todos los aportes de la rica y larga tradición latinoamericana de educación popular en el ámbito
de lo no formal y las actuales experiencias al respecto; particularmente al interior de los movimientos sociales.
xli Rancière, Jacques (2007): El desacuerdo; Nueva Visión, Buenos Aires.
xlii
El libro de Pablo Imen (2010), “La escuela pública tiene quien le escriba. Venezuela. Bolivia, y sus nuevas
orientaciones político educativas”, que acabamos de conocer al momento de cerrar este escrito, es una muy buena
noticia en este sentido.

50

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