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Pedro y Cornelio [Hechos 10:1-29]

Continuando nuestro recorrido por el libro de los Hechos de los Apóstoles, llegamos hoy
al capítulo 10. Y en este capítulo encontramos la conversión de Cornelio, el centurión
romano. El capítulo 10 continúa el relato iniciado en el capítulo 9 acerca del ministerio de
Simón Pedro. Más tarde Pedro desaparecerá de la escena y la historia continuará con el
ministerio del Apóstol Pablo. Ahora, aunque Pablo fue llamado el Apóstol a los no judíos,
no debemos olvidar que fue Pedro quien abrió la puerta para éstos, entrando en la casa
de Cornelio y presentando a toda la familia la salvación por medio de Cristo. Leamos el
primer versículo de este capítulo 10 de los Hechos que inicia el párrafo sobre

La visión de Cornelio
"Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la
Italiana"
Recuerde usted que Pablo había estado en Cesarea, como vimos en el capítulo 9, versículo
30, y que probablemente algunos de los otros apóstoles habían estado predicando el
Evangelio por la costa. La ciudad de Tel Aviv en realidad es parte de la vieja ciudad de
Jope. Al viajar uno por la costa desde Jope, el próximo lugar de cierta importancia sería
la ciudad de Cesarea. Ésta realmente era una ciudad romana. Era el lugar donde vivía
Pilato. Esta ciudad era la residencia oficial del gobernador y de los que gobernaban esa
tierra. Por tanto, esta era la ciudad donde estaba destinado Cornelio. Él era centurión de
una compañía de soldados llamada la Italiana. Continuando ahora con el versículo 2,
leemos:
"Cornelio era piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas
al pueblo y oraba siempre a Dios."
Aquí vemos que Cornelio era piadoso. Eso quiere decir que su adoración estaba bien
encaminada. Él reconocía una cierta dependencia de lo que era divino. Recordemos que
aun a un pagano le era posible tener devoción, una convicción profunda con respecto a
sus dioses. A veces quisiéramos que los cristianos hoy en día tuvieran más devoción y
convicción. Pues bien, Cornelio era devoto y temeroso de Dios. No era un prosélito judío
en el sentido estricto del término, pero se inclinaba hacia el judaísmo. Hoy en día diríamos
que él era un "simpatizante", o sea una persona que vivía en el vecindario; asistía a la
iglesia en ocasiones especiales, se portaba amistosamente con los de la iglesia, pero no
era en realidad un creyente y seguidor de Jesucristo. Así pudo haber sido Cornelio. Este
versículo 2 nos dice también que él era temeroso de Dios.
Ahora él ". . . hacía muchas limosnas al pueblo. . ." Esto quiere decir que él daba muchos
regalos de caridad al pueblo judío; o sea, a los pobres del pueblo. La nación de Israel
siempre había dado mucha importancia al dar. Dios les había enseñado esto en el Antiguo
Testamento. Nosotros hablamos a veces de dar el diezmo o décima parte, pero es obvio,
al estudiar el sistema mosaico, que ellos en realidad daban tres décimas partes. Daban
para el funcionamiento del gobierno, que en el principio era una teocracia o gobierno
regido por Dios. Luego pagaban el impuesto del templo. Y en tercer lugar daban un diezmo
de todo lo que producían. De modo que Israel había sido un pueblo bastante generoso en
cuanto al dar.
Es interesante que aun hoy hay muchas grandes obras de beneficencia que han sido
fundadas por los judíos. Por cierto que no hay ningún grupo de gente en nuestro día que
dé tan generosamente como lo hace la comunidad judía en muchos países, para apoyar
a la nación de Israel. Son un pueblo muy generoso.
Volviendo ahora al capítulo 10 de los Hechos, vemos que Cornelio "oraba a Dios siempre".
Este centurión presentaba sus necesidades al Señor. Él, espiritualmente hablando,
necesitaba más luz; y la quería tener. Probablemente no sabía mucho acerca de la oración,
pero igualmente oraba a Dios siempre. Ahora el versículo 3 de este capítulo 10 de Hechos
nos dice:
"Éste vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios
entraba donde él estaba y le decía: ¡Cornelio!"
Este centurión era un oficial del ejército romano, un soldado profesional. Era un hombre
de influencia. También tenía una influencia grande sobre su propia familia, e influía sobre
todos en su derredor. Al parecer, era un buen hombre, desde cualquier punto de vista.
Hoy en día, muchos le considerarían un cristiano de los más buenos, un hombre
sobresaliente. Pero en realidad no era cristiano. No había escuchado el Evangelio. Nunca
había aceptado a Jesucristo como su Salvador.
Aquí, pues, tiene Ud. un ejemplo de un hombre que vivía según la luz espiritual que tenía.
Juan 1:9 dice así, acerca de Jesús: "Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre,
venía a este mundo". Este centurión romano no había conocido a Jesucristo ni había
entrado en Su presencia. Pero vivía según la luz que tenía. Es a esto a lo cual se refirió
Pablo en Romanos 1:19 y 20 cuando dijo: "Porque lo que de Dios se conoce les es
manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Lo invisibles de él, su eterno poder y su deidad, se
hace claramente visible desde la creación del mundo, y se puede discernir por medio de
las cosas hechas. Por lo tanto, no tienen excusa". Aquí tenemos la respuesta de Dios a
aquella pregunta que se hace con tanta frecuencia: ¿Qué diremos del pobre pagano; aquel
buen pagano que quiere conocer a Dios, pero que nunca ha tenido una oportunidad? ¿Está
perdido? La contestación es que Dios se encargará que la luz llegue a tal persona. Dios le
capacitará para que oiga el mensaje del Evangelio.
Ahora, ¿cómo haría Dios para que le llegase el Evangelio a Cornelio? Los obstáculos
parecían insuperables. La iglesia en aquel entonces, y por los primeros 8 años, estuvo
integrada enteramente por Israelitas. Estos judíos cristianos acostumbraban a ir al templo
y todavía cumplían muchas costumbres judías. Podían seguir haciendo esto aun estando
en la época de la gracia, porque estaban confiando en Cristo. Más tarde el Evangelio
penetró en Samaria. Los judíos en Jerusalén se quedaron sorprendidos, pero reconocieron
la mano de Dios estaba detrás de ello. Ahora, ¿cómo abriría Dios la puerta del Evangelio
a los no judíos?
Ya dijimos que Pablo llegaría a ser el gran misionero a los no judíos. Pero el hecho era
que Dios puso a Pablo en el desierto en Arabia donde le preparó. Pero fue Simón Pedro,
quien abriría la puerta a los no judíos. Dios usó al fanático con más prejuicios; a la persona
más intolerante; al extremista más grande de aquel grupo de cristianos, para llevar a
cabo este plan. Obviamente, el Espíritu Santo dirigió todos los movimientos encaminados
a hacer que el Evangelio llegara a los no judíos. Estimado oyente, toda verdadera obra
cristiana es dirigida por el Espíritu Santo. Cualquier otra acción no logrará nada. El Espíritu
Santo tuvo que obrar en el corazón del no judío. Y el Espíritu Santo tuvo que obrar en el
corazón del judío. Y así fue como el Espíritu Santo supervisó la proclamación del Evangelio
al mundo no judío. Continuemos ahora leyendo el versículo 4 de este capítulo 10 de los
Hechos.
"Él, mirándolo fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Le dijo: Tus oraciones y
tus limosnas han subido para memoria delante de Dios."
Un ángel de Dios apareció a Cornelio en una visión. Él no estaba soñando pero recibió la
visión mientras estaba orando. Ahora tomemos nota de que hay ciertas cosas que en
verdad tienen valor delante de Dios. Éstas son cosas que, de por sí, en ninguna manera
son méritos para obtener la salvación, pero son detalles que Dios observa. Las oraciones
de Cornelio y sus limosnas habían llegado para memoria delante de Dios y, en
consecuencia, Dios le trajo el Evangelio. Creemos que, dondequiera que haya una persona
que busque a Dios así como lo buscó Cornelio, esa persona va a escuchar el Evangelio de
la gracia de Dios. Dios se ocupará de que lo escuche. El ángel continuó hablando aquí en
los versículos 5 y 6, y dijo:
"Envía, pues, ahora hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre
Pedro. Éste se hospeda en casa de cierto Simón, un curtidor que tiene su casa junto al
mar; él te dirá lo que es necesario que hagas."
El ángel le dijo dónde podría encontrar a Pedro. No necesitaba de otra dirección. El olor
de las pieles en la tina de curtir le conduciría al lugar donde debía ir. No tendría ningún
problema para encontrar la casa del curtidor. Los versículos 7 y 8, nos dicen:
"Cuando se marchó el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados y
a un devoto soldado de los que lo asistían, 8a los cuales envió a Jope, después de
habérselo contado todo."
Estos hombres no tuvieron ninguna dificultad en encontrar el lugar. Dios tenía entonces
que preparar a Simón Pedro. Continuemos leyendo el versículo 9 de este capítulo 10 de
los Hechos, donde comienza a hablarse de

La visión de Pedro
"Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, a eso del
mediodía, Pedro subió a la azotea para orar."
Era absolutamente necesario que Dios preparase a Simón Pedro porque él no tenía los
antecedentes ni la educación que tenía Pablo. Aun así, aunque él no tuviera esa
preparación, Dios podía usarlo de una manera diferente. Creemos que es un tremendo
error creer que todos tenemos que ser echados en el mismo molde para que Dios nos
use. Dios puede utilizarnos cualesquiera que sean nuestros antecedentes y nuestra
educación, porque es Él quien nos prepara para el ministerio que nos encomiende. Así,
pues, Dios iba a preparar a Simón Pedro, así como ya había preparado a Cornelio. Leamos
los versículos 10 al 14:
"Sintió mucha hambre y quiso comer; pero mientras le preparaban algo le sobrevino un
éxtasis: Vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado
de las cuatro puntas era bajado a la tierra, en el cual había de todos los cuadrúpedos
terrestres, reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come.
Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o impura he comido jamás."
Mientras Pedro se preguntaba en cuanto a lo que esto significaba, una voz le habló. Ahora
¿no le parece interesante que aunque Pedro le llamó "Señor", no obedeció a lo que el
Señor le mandó que hiciese? Ahora prestemos mucha atención a esto. Tenemos aquí a un
hombre que estaba a este lado del día de Pentecostés. Vivía en la época de la gracia de
Dios, en la que ya no importaba si se comía carne, o si no se comía. Pero Pedro todavía
se atenía al sistema de la ley de Moisés y no comía nada que el sistema considerase
ceremonialmente impuro. Era sincero y honesto en cuanto a esto. Alguien dirá que él
debía haber sido tolerante, y tendría que haber comido de todo. Bueno, es que el Señor
le estaba enseñando que ya no estaba bajo el sistema mosaico, y que entonces tenía
libertad para comer de todo. A veces hoy se presenta el problema de que algunos deciden
que quieren abstenerse de algo, y entonces tratan de poner a todos los demás bajo el
mismo sistema. Estimado oyente, en esta edad de la gracia usted puede hacer algo, o
abstenerse de ello. Eso es asunto suyo. Esa cuestión no va a cambiar su relación
con el Señor. Continuemos leyendo el versículo 15 de este capítulo 10 de los
Hechos:
"Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común."
Dios le estaba diciendo a Pedro que él podía comer de todo lo que estaba en el
lienzo. Ya no había ninguna distinción entre alimentos limpios o impuros. Dios
mismo le había dicho que podía. Ahora, el versículo 16 dice:
"Esto ocurrió tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo."
Esto realmente dejó perplejo a Simón Pedro en cuanto a su significado. Y los
versículos 17 al 22, continúan diciendo:
"Mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había
visto, los hombres que habían sido enviados por Cornelio, habiendo preguntado por la
casa de Simón, llegaron a la puerta. Llamaron y preguntaron si allí se hospedaba un tal
Simón que tenía por sobrenombre Pedro. Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo
el Espíritu: Tres hombres te buscan. Levántate, pues, desciende y no dudes de ir con
ellos, porque yo los he enviado. Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los
hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo: Yo soy el que buscáis. ¿Cuál es la
causa de vuestra venida? Ellos dijeron: Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de
Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones
de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras."
Simón Pedro tenía que ir entonces a Cesarea. Esta pequeña delegación de
Cornelio le dio una explicación y le invitó para que fuese con ellos a la casa de
Cornelio. Continuemos leyendo los versículos 23 al 25 de este capítulo 10 de los
Hechos, donde comienza el relato de

La conversión de Cornelio
"Entonces, haciéndolos entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con
ellos; y lo acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al otro día entraron en Cesarea.
Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos.
Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirlo y, postrándose a sus pies, lo adoró."
Podemos ver que Cornelio tenía mucha influencia sobre su familia y sus amigos.
Había reunido a muchos de sus parientes y amigos para esta ocasión. Pero al
mismo tiempo podemos ver también que Cornelio aún era un pagano. Cuando se
le instruyó para que buscase a Simón Pedro, llegó a la conclusión de que este
hombre en verdad tenía que ser algún gran personaje. Por tanto, se postró y
adoró a Pedro. Ahora, observemos la reacción de Pedro. Esto es muy interesante.
Simón Pedro nunca le habría permitido a nadie postrarse para besar sus pies.
Simplemente, no lo permitiría. Escuchemos lo que le dijo a Cornelio aquí en el
versículo siguiente, el versículo 26:
"Pero Pedro lo levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy un hombre."
Pedro se agachó y poniéndole en pie le dijo: "Levántate. Yo también soy un
hombre". Y francamente, nos agrada que haya tenido esa actitud. Continuemos
con los versículos 27 y 28:
"Hablando con él, entró y halló a muchos que se habían reunido. Y les dijo: Vosotros
sabéis cuán abominable es para un judío juntarse o acercarse a un extranjero, pero a mí
me ha mostrado Dios que a nadie llame común o impuro."
Pedro entró en la casa. ¡Qué paso fue aquél! Ésta fue la primera vez que Pedro entraba
en una casa de un no judío. Y vemos que todavía estaba algo desconcertado ante el
mandato de Dios de ir allí.
Ahora, en su mensaje Pedro violó la primera regla de la homilética o ciencia de la
predicación. Comenzó con una disculpa. Lo que dijo no era la manera correcta de
comenzar un mensaje. No fue una frase precisamente amistosa. El hecho fue que bien
podría haberse interpretado como un insulto. En otras palabras, Pedro dijo algo así: "Si
en verdad quieren ustedes saber cómo me siento en este momento, les diré que,
simplemente no quería venir. Nunca antes he entrado en casa de un gentil. Nunca antes
he ido a un lugar que fuese impuro". Ésta era la esencia de lo que Pedro dice en el
principio. Pero continuó diciendo: "Aunque nunca antes he entrado en una casa inmunda,
Dios me ha mandado que no llame impura a ninguna persona. Todos somos pecadores y
todos podemos ser salvos". Ahora, ¿Cómo se sentiría usted estimado oyente, si algún
visitante llegara a su hogar y comenzara a hablar así como habló Pedro aquí, destacando
la impureza de su casa? Bueno, no creo que le respondería usted con palabras amistosas
ni cálidas, ¿verdad? Sin embargo, ésta es la esencia de lo que Simón Pedro dijo en aquella
ocasión. Pero como Dios le había mostrado que no había ninguna distinción entre lo limpio
y lo impuro, él continuó diciendo aquí en el versículo 29 de este capítulo 10 de los Hechos:
"Por eso, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis
hecho venir?"
Ahora, esto nos asombra. ¿Por qué haría aquella pregunta Simón Pedro? ¿Por qué no
comenzó en seguida a hablarles acerca de Jesucristo? Bueno, creemos que el Espíritu de
Dios era quien controlaba esta situación e impidió que Pedro se precipitase y entrase en
el tema directamente.
Creemos que ésta debe ser para nosotros una lección importante. A veces presentamos
nuestro testimonio cristiano con demasiada crudeza y brusquedad. Como encontramos
difícil aproximarnos a las personas, cuando lo hacemos, actuamos como aficionados.
Incluso a veces podemos expresarnos de una forma tan brusca que podríamos llegar a
ofender a una persona a la que estamos presentando la persona y el mensaje de Cristo.
Creemos que el mejor tipo de evangelización es aquella que está ligada a la oración.
Tendríamos que comenzar orando por una persona determinada. Entonces llegará el día
en que deberemos poner a nuestra oración en acción. Deberíamos pedir la dirección de
Dios. Estimado oyente, si usted lo hace así, Dios le guiará. Si usted ha estado orando por
un ser amado, un amigo, o un conocido, no se le acerque simplemente en sus propias
fuerzas, ni con las energías de su persuasión humana; porque si lo hace así, fracasará.
¡Deje que Dios le guíe!
En este programa hemos visto a Dios en acción, apoyando la extensión del Evangelio a
todos los grupos y etnias de aquella época. Le hemos visto preparando situaciones en las
que el ser humano pudiese escuchar que Dios ha enviado a Jesucristo al mundo para
rescatar a los seres humanos de la esclavitud del pecado, y de las consecuencias de la
perversidad de la naturaleza humana. En la actualidad, el mensaje del Evangelio ha
cruzado todas las fronteras y ha llegado a los confines de la tierra, traspasando todas las
barreras raciales y los prejuicios sociales. Es un mensaje urgente, actual y de la máxima
importancia. Y desde los antiguos días de los profetas y de los predicadores de las
Sagradas Escrituras, la voz eterna sigue proclamando las buenas noticias de Dios para el
ser humano. Y Él continúa haciéndonos escuchar Su mensaje y nos dice: Ahora es el
momento oportuno. ¡Ahora es el día de la salvación!
Pedro visita a Cornelio
10 9 Al día siguiente, mientras los mensajeros de Cornelio se acercaban a la ciudad,
Pedro subió a la azotea a orar. Era alrededor del mediodía, 10 y tuvo hambre; pero
mientras preparaban la comida, cayó en un estado de éxtasis. 11 Vio los cielos abiertos y
algo parecido a una sábana grande que bajaba por sus cuatro puntas.12 En la sábana
había toda clase de animales, reptiles y aves. 13 Luego una voz le dijo:
—Levántate, Pedro; mátalos y come de ellos.
14 —No, Señor —dijo Pedro—. Jamás he comido algo que nuestras leyes judías declaren

impuro e inmundo.[b]
15 Pero la voz habló de nuevo:

—No llames a algo impuro si Dios lo ha hecho limpio.


16 La misma visión se repitió tres veces, y repentinamente la sábana fue subida al cielo.

17 Pedro quedó muy desconcertado. ¿Qué podría significar la visión? Justo en ese

momento, los hombres enviados por Cornelio encontraron la casa de Simón. De pie,
frente a la puerta, 18 preguntaron si se hospedaba allí un hombre llamado Simón Pedro.
19 Entre tanto, mientras Pedro trataba de descifrar la visión, el Espíritu Santo le dijo:

«Tres hombres han venido a buscarte. 20 Levántate, baja y vete con ellos sin titubear. No
te preocupes, porque yo los he enviado».
21 Entonces Pedro bajó y dijo:

—Yo soy el hombre que ustedes buscan. ¿Por qué han venido?
22 Ellos dijeron:

—Nos envió Cornelio, un oficial romano. Es un hombre devoto y temeroso de Dios, muy
respetado por todos los judíos. Un ángel santo le dio instrucciones para que vayas a su
casa a fin de que él pueda escuchar tu mensaje.
23 Entonces Pedro invitó a los hombres a quedarse para pasar la noche. Al siguiente día,

fue con ellos, acompañado por algunos hermanos de Jope.


24 Llegaron a Cesarea al día siguiente. Cornelio los estaba esperando y había reunido a

sus parientes y amigos cercanos. 25 Cuando Pedro entró en la casa, Cornelio cayó a sus
pies y lo adoró; 26 pero Pedro lo levantó y le dijo: «¡Ponte de pie, yo soy un ser humano
como tú!». 27 Entonces conversaron y entraron en donde muchos otros estaban reunidos.
28 Pedro les dijo:

—Ustedes saben que va en contra de nuestras leyes que un hombre judío se relacione
con gentiles[c] o que entre en su casa; pero Dios me ha mostrado que ya no debo pensar
que alguien es impuro o inmundo. 29 Por eso, sin oponerme, vine aquí tan pronto como
me llamaron. Ahora díganme por qué enviaron por mí.
30 Cornelio contestó:

—Hace cuatro días, yo estaba orando en mi casa como a esta misma hora, las tres de la
tarde. De repente, un hombre con ropa resplandeciente se paró delante de mí. 31 Me
dijo: “Cornelio, ¡tu oración ha sido escuchada, y Dios ha tomado en cuenta tus
donativos para los pobres! 32 Ahora, envía mensajeros a Jope y manda llamar a un
hombre llamado Simón Pedro. Está hospedado en la casa de Simón, un curtidor que vive
cerca de la orilla del mar”. 33 Así que te mandé a llamar de inmediato, y te agradezco que
hayas venido. Ahora, estamos todos aquí, delante de Dios, esperando escuchar el
mensaje que el Señor te ha dado.

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