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Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos.

Alí Primera

Punto de Vista

DEFENDAMOS LA PAZ
Por Ricardo Villa Sánchez

Cuando escribí el texto sobre el doble discurso del Presidente en París, a unas compañeras
exiliadas de otros lugares que habían salido de conflictos armados de atrocidades similares a
las que padecemos, les sonó que habría escrito que “los manifestantes se reían,
entusiasmados, de haberse tomado una foto colectiva, con esa mezcla de dolor, resiliencia y
esperanza, a cuestas”. Preguntaron: ¿De qué se ríen, con tantos muertos? Tal vez esta es la
reflexión que a uno le queda, cuando escucha, por ejemplo, que para algunos casos el aparato
del Estado se mueve, —y eso está muy bien si fuera equitativo o si hubiera garantías de no
repetición,— pero mientras entregan protección, anuncian aumento de penas, de pie de fuerza
y hasta gruesas recompensas por información que esclarezca ciertos crímenes, para otros
casos sólo queda el olvido, en el mar de la impunidad de un país en que sólo el 3% de los
entuertos por homicidio, se desatan con verdad, justicia y reparación.

De la seguridad, no se come. Sirve, más bien, para engordar las arcas de los astutos, que
como dice El Padrino, de Mario Puzo, se hacen ricos en la guerra. En ese marco, se considera
una derrota estratégica al proceso de Paz, cuando el miedo mella en la libertad política. Los
sistemáticos ataques violentos, amenazas, hostigamientos, exclusiones, homicidios,
desplazamientos, y violaciones a los derechos humanos, contra quien piense diferente,
proteste, se oponga o defienda sus derechos, impiden consolidar el Estado Social y
Democrático de derecho en Colombia, fundado en el bienestar general, la realización de los
derechos y libertades, la vida digna, la justicia social, la construcción colectiva de la Paz y el
ejercicio pleno de la ciudadanía.

Con los más de 700 líderes asesinados desde que se firmaron los Acuerdos de Paz y los
cientos de estos mismos, durante el actual gobierno, no hay más razones para la alegría ni
para celebrar el cambio de época que debería significar la solución política dialogada al
conflicto armado que nos pesaba desde hacía más de cinco décadas, que seguir creyendo que
la Paz es posible.

La Paz es una poderosa palabra que hay que llenar de contenidos y que cada quien puede
contribuir a edificarla desde sus diversos escenarios y miradas. Nuestro país necesita
esperanza. En vez de mirar para otro lado, de llenarse de odio o de llorar por un solo ojo,
como si hubieran crímenes de primera o de segunda categoría, o que duelen más según los
apellidos, el estatus, las posesiones o los estratos, es clave pensar en que la Paz es la vida.
La política, leí alguna vez que es el choque de intereses en la búsqueda del poder. Acá cabe
esta pregunta: ¿En las disputas actuales, sobre todo ahora que se acercan las elecciones de
mitaca, dónde queda el anhelo de Paz? Quizás por esto u otros motivos, entre éstos que
después de la convocatoria en 58 ciudades colombianas y algunas en el exterior, a la
movilización, plantones y demás actos simbólicos para rechazar la muerte violenta de sujetos
políticos y sociales representativos, han sido asesinados 10 líderes, quizá por esto o por
muchas más razones, el próximo 26 de julio voy a pegar un grito en silencio, mientras camino
por la vida de los líderes sociales y la Paz en los territorios en Colombia, por la dignidad de
las víctimas y para que el poder entienda que sin Paz se trunca el desarrollo humano
sostenible, la profundización de la democracia y la reconciliación nacional. Parece una
contradicción, pero en Colombia se lucha por la Paz y se marcha por la vida.

Santa Marta, DTCH, 24 de julio de 2019

Adenda: Feliz cumpleaños a El Libertador de cinco naciones Simón Bolívar, el que nos legó,
entre otras, esta frase: “La libertad del nuevo mundo, es la esperanza del universo”. Ojalá se
dÉ algún día.

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