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¿Motivos de consulta?
Hay dos aspectos que siempre vamos a considerar: por un lado, el planteo de aquello que aqueja a
una persona, que se expresa a través de síntomas diversos (ansiedad, depresión, insomnio, etc.).
Por el otro, las teorías o creencias acerca de las causas o el origen que ocasiona su malestar. Estas
teorías pueden situar y definir el problema como propio, o bien lo pueden situar y referir a otras
personas o situaciones.1 En el primer caso, propios problemas se resolverán con propias
soluciones (acciones). En segundo caso, los problemas parecieran depender de circunstancias que
no se encuentran a su alcance, por lo cual deberemos ampliar el foco a un subsistema más amplio.
El terapeuta es una persona que, al ser consultada, tiene la capacidad otorgada (maniobrabilidad)
de dirigir el proceso terapéutico. En ese sentido, y de acuerdo a su experiencia, privilegiará los
síntomas o aquellas teorías o creencias planteadas por los consultantes. El terapeuta más
experimentado va a pensar que los síntomas constituyen una expresión metafórica de esas teorías
o creencias que resultan vivencias por situaciones reales o imaginadas, y va a tratar de unir ambas
cosas.
1
Cuando las creencias reconocen los problemas como propios, podemos apelar a recursos propios.
2
Entendido como la epistemología que pretende conocer una realidad objetiva, lo cual en el ámbito clínico
se manifiesta en el acto de arribar a un diagnóstico e indicar una prescripción, que puede ser un
medicamento o intervención psicológica.
diagnóstico, ni una intervención exclusiva para la resolución de ese problema. Considera que el
problema y las soluciones surgen de un acuerdo explícito, construido conjuntamente (co-
construido) entre quienes vienen a la consulta y el terapeuta (y su equipo, en caso de trabajar en
cámara de Gessell, por ejemplo).
Nuestra propuesta tiene como intención abrir alternativas en relación al abordaje positivista. “Más
alternativas” significa para nosotros, los terapeutas, “más recursos”. Nos referimos a los recursos
del paciente, de la familia, del contexto social, y a nuestros propios recursos. Pero también, una
mirada alternativa al positivismo hace posible un lugar mejor, más posibilitador, para el PI y/o el o
los consultantes, en el sentido de las pocas posibilidades que presenta una persona que ha sido
rotulada en algún momento del desarrollo con un diagnóstico psiquiátrico.
Teniendo en cuenta lo anterior, proponemos trabajar considerando los síntomas más frecuentes
que acompañan a quienes asisten a la consulta y las creencias que en nuestra experiencia suelen
sostener y/o ser expresados por los consultantes como aquello que más los aflige o preocupa y
3
EL concepto de profecía autocumplida…. Rosenthal…
4
Beutler y Clarkin (confirmar)
5
Watzlawick, Paul; Beavin, J. y Jackson, D. (1981) Teoría de la Comunicación Humana. Barcelona: Herder.
desean superar. El trabajo terapéutico consistirá en unir, ligar, los síntomas planteados por los
consultantes con las vivencias y las circunstancias actuales (a veces ligadas a la historia, a veces
proyectadas al futuro), que se transforman en un circuito que en otro lugar6 hemos llamado
autorreferencial o intrapsíquico, el cual representa la manera recursiva de pensar que las personas
tienen. Dicho circuito puede ser pensado como una analogía de un circuito más amplio, que
involucra el comportamiento de otras personas (que juega un papel muy importante en el
mantenimiento de los síntomas y las conductas que los expresan) y que conocemos como circuito
interaccional.7
Por razones didácticas, así como por el respeto debido a los maestros creadores de los distintos
modelos de terapia sistémica, comenzaremos nuestro recorrido, tal como lo hiciéramos en En
busca de resultados, por la terapia estratégica. Iniciamos por este modelo en la medida que el
mismo provee una conceptualización del proceso terapéutico que para nosotros resulta accesible
para el aprendizaje de la clínica dentro del paradigma sistémico. A fin de mantener la coherencia
con la epistemología sustentada −y haciendo una analogía con el proceso de evaluación y
diagnóstico, en el cual no se puede no intervenir−, nuestra propuesta alternará aportes propios de
la teoría y de las intervenciones del terapeuta. Dicha alternancia resulta necesaria e inevitable
cuando de manera práctica se abordan estos conceptos. Integraremos así conceptos e
intervenciones de la terapia estratégica, de la terapia centrada en soluciones –la cual comparte
contenidos epistemológicos y técnicos comunes−, así como de las terapias estructural y narrativa,
última ésta que, en la medida en que todas las terapias sistémicas “son narrativas”8, aporta desde
nuestra perspectiva la mejor manera de integrar los conceptos básicos y las intervenciones propias
de los diferentes modelos. Estas intervenciones han sido sistematizadas en el libro En busca de
resultados, y nuestro actual recorrido supone el conocimiento de las mismas por parte de quien lo
emprende.
6
Fernández Moya, J. (2010) En busca de resultados. Tomo II: Modelos clínicos de abordaje. Mendoza:
Editorial de la Universidad del Aconcagua
7
Op. Cit….
8
Bertrando y Toffanetti (2004) Historia de la terapia familiar. Paidós: Barcelona
Compartimos con otros autores la idea de que todo terapeuta, independientemente de la escuela
o modelo a que suscribe, realiza un aprendizaje consistente en adquirir y memorizar una serie de
acciones de naturaleza técnica, dotadas de propósito, que nosotros llamamos genéricamente
“intervenciones”9 o “maniobras”.10 Una vez incorporadas estas herramientas, y a lo largo del
desarrollo y la creciente experiencia ganados por el mismo, resulta esperable que ese set de
herramientas vaya saliendo del foco de la conciencia del profesional, llegando incluso a ser
olvidado en cuanto a su sistematización11.
El contenido conceptual se incorpora a una memoria implícita, de manera similar a cuando una
persona aprende a manejar un auto y pasa de repetir consciente y escrupulosamente una serie de
instrucciones, a realizar los movimientos de manera automática mientras puede dedicar su
atención a otras acciones, por ejemplo mantener una conversación con el acompañante.12
En la terapia, este proceso ha sido conceptualizado como la construcción del estilo terapéutico,13 y
nos permite pensar en los aspectos más artesanales del trabajo del terapeuta. Este trabajo se
parece en alguna medida a la tarea de profesionales tan disímiles como un mecánico, un cocinero
o un concertista. Un mecánico, por ejemplo, cuenta con un tablero de herramientas lo más
completo que le resulte posible, y conoce qué herramienta usar ante qué tipo de ajuste resulta
necesario. Cuando se enfrenta a una tarea compleja y no cuenta con una herramienta específica,
da lugar a su creatividad, adaptando alguna de las que posee. Un cocinero tiene la posibilidad –
creatividad mediante−, de generar variantes a las recetas tradicionales, utilizando variados
condimentos y diferentes tipos de cocción. En el mismo sentido, un músico puede modificar
ritmos respecto de una partitura original que representaba otra propuesta rítmica.
El terapeuta buscará entre su repertorio de intervenciones las mejores alternativas para cada caso
clínico en particular,14 considerando las características del paciente, la sintomatología que
presenta, la gravedad de la misma, el contexto significativo y los recursos disponibles (paciente,
familia, terapeuta y otros). La particular secuencia seleccionada, las variaciones posibles, serán
producto de los recursos del terapeuta y su creatividad para cortar “a la medida”;15 a mayor
complejidad de los problemas, más exigida se verá esa creatividad y el consecuente “olvido” de las
recetas tradicionales previamente estudiadas. En algunos casos, en que los recursos del terapeuta
parecieran resultar insuficientes para el abordaje de una situación particular de riesgo, será
oportuno derivar a quien o quienes posean los recursos (por ejemplo una supervisión, una
9
Fernández Moya, J. (2010) En busca de resultados. Tomo II: Modelos clínicos de abordaje. Mendoza:
Editorial de la Universidad del Aconcagua.
10
Citar ….
11
Minuchin, S.; Fishman, Charles (1984) Técnicas de terapia familiar. Barcelona: Paidós.
12
Minuchin, S. ….. “Mis múltiples voces”, Sistemas Familiares ….
13
Rodríguez Ceberio, M. (…….) Ser y hacer en terapia sistémica.
14
Figueroa, E. (1994), “Más allá de las modas”. Sistemas Familiares, año X, Nro 2. Buenos Aires.
15
Zeigg, Jeffrey (1991) citado en Robles, Teresa, Terapia cortada a la medida. Un seminario ericksoniano con
Jeffrey Zeig. México: Instituto Milton H. Erickson.
derivación a un profesional con más recursos, o bien una internación, si hay riesgo de vida para el
paciente o para terceros).
Nuestra propuesta, de modo coherente con lo que venimos diciendo, pretende ilustrar sólo
algunos modos posibles de utilizar las herramientas. En otro lugar16 hemos ofrecido diferentes
sistematizaciones, realizadas por diferentes autores. Se trata de algo más parecido a un set de
herramientas o un recetario; para un recorrido exitoso por el presente material, daremos por
sentado su pleno conocimiento previo a su implementación. El presente trabajo resulta de nuestro
propio repertorio como terapeutas ante los diversos planteos sintomáticos. Se trata más, de
ejemplos ilustrativos que de mandatos o recetarios sobre cómo proceder ante las distintas
agrupaciones sintomáticas que dan nombre a los apartados que siguen. Vale aquí lo mismo que
decíamos al comienzo de este capítulo en relación a las múltiples formas de co-construir a partir
de las teorías y cogniciones de los consultantes.
Las teorías que explican ciertos fenómenos conductuales, interaccionales, intrapsíquicos, etc., son
pensadas a partir de numerosos casos presentados que presentan patrones comunes. De manera
consecuente, debemos pensar que las intervenciones terapéuticas son siempre posteriores a los
problemas y a las teorías a que dieron lugar. Dado que los pacientes, sus características, contextos,
recursos, etc. nunca serán los mismos, la variedad de intervenciones posibles será muy extensa.
Esta limitación está dada por los recursos existentes: paciente, familia, contexto, terapeuta,
incluyendo de manera especial las teorías y las intervenciones.
16
Fernández Moya, J. (2010) En busca de resultados. Tomo II: Modelos clínicos de abordaje. Mendoza:
Editorial de la Universidad del Aconcagua
Ansiedad
Desde nuestra perspectiva, la ansiedad es una respuesta de una persona a las acciones que ella
misma debería emprender, o bien una respuesta a la obtención de resultados deseados y/o la
obtención de resultados temidos.
La ansiedad resulta necesaria en cierto monto, facilitando acciones que lleven a los resultados
deseados. Un nivel relativamente bajo de ansiedad puede conducir a la no obtención de
resultados. Un gran monto de ansiedad puede ocasionar un bloqueo de nuestras acciones. En un
nivel intermedio, la acción genera un resultado, que en caso de ser negativo posibilita –ya sea por
ensayo y error, o bien por seguir un plan de acción-, la corrección del comportamiento
subsiguiente de cara al objetivo perseguido.
La manera de evitar los problemas derivados de niveles muy altos o muy bajos de ansiedad,
consiste en emprender acciones oportunas y adecuadas en tiempo y forma. Si hablamos del
sentido de la oportunidad, podemos decir que el tener un problema y no llevar a cabo las acciones
correspondientes a una solución posible, nos hace pensar en el mecanismo de la terrible
simplificación.17 En otras ocasiones, las personas actúan antes de que el problema se presente, por
lo que las acciones emprendidas no sólo no posibilitan el resultado esperado, sino que dan lugar a
un problema que antes no existía; es el caso del síndrome de utopía.18 Cuando la acción tendiente
a resolver el problema es emprendida en un nivel lógico diferente a aquél en el que el problema se
formuló, estamos en presencia de una paradoja como mecanismo de formación de problemas.19
Lo anterior se refiere a las acciones de las personas. Pasando al plano de las creencias que
sostienen esas acciones, es decir las teorías que las personas tienen acerca del origen de
problema. Estas creencias son el sustento de las acciones no emprendidas, postergadas, o bien
emprendidas anticipadamente o en el nivel equivocado.
17
Watzlawick, Weakland y Fish (1974) Cambio. Barcelona: Herder
18
Ibíd.
19
Ibíd.
Depresión
Es una respuesta por algo que no fue. Por una acción no emprendida, o emprendida pero fallida,
debido a un mal resultado.
Es la expresión funcional por parte del cuerpo y de los diferentes sistemas de nuestro organismo,
acerca de aquello que nos resulta imposible o muy difícil de verbalizar. El cuerpo expresa en un
“lenguaje analógico y como una metáfora” aquello que aqueja al consultante y/o al paciente
identificado y no puede expresar con un lenguaje más claro y preciso, es decir digital.
Insomnio
Cuando las personas se van a dormir y tienen dificultades para conciliar el sueño de manera
inmediata, en esos momentos surgen pensamientos vinculados a las tareas que han quedado
pendientes o bien que llevadas a la acción, no generaron los resultados deseados. También es
posible que nuestro pensamiento se ocupe de planificar aquellas tareas que debemos realizar al
día siguiente, y considerar todos los detalles posibles nos lleva a no poder dormir.