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TEMA 2

LITERATURA CLÁSICA: GRECIA Y ROMA

LITERATURA GRIEGA
INTRODUCCIÓN

La literatura griega está en la base de la tradición literaria occidental. De ella


proceden una serie de términos que perduran y sirven para nombrar diferentes formas
genéricas: la epopeya, la tragedia y la comedia, la lírica, la bucólica o el diálogo, por
ejemplo. Además de facilitar una serie de denominaciones con las que clasificamos los
diversos tipos de textos, la literatura griega, junto a la latina, se distinguen como
«literaturas clásicas» porque han legado también a la posterioridad una serie de tópicos
literarios, de temas y argumentos que han apasionado a escritores y lectores de distintas
épocas. Por tanto, la literatura griega puede entenderse, a la vez, como principio y
también como culminación, ya que los antiguos escritores crearon mundo de belleza y
fuerza perdurable.
No es extraño que en la continua sucesión de movimientos artísticos y literarios
se repita, con repetidas alternancias, la idea de una vuelta a lo clásico (clasicismo,
neoclasicismo, …). Como el arte griego, también la literatura de aquellos tiempos
pasados buscaba el equilibrio, la proporción y la armonía para llegar a lo bello. Pero esa
no era su única característica. El equilibrio de las formas se convertirá en hiperbólica
exaltación del heroísmo en la epopeya o conflicto intenso y angustiado en las tragedias.
La forma y el sentimiento iban muy unidos, del mismo modo que estuvieron
enfrentados muchas veces el pensamiento mítico y las formas más racionales del logos
filosófico.
Tradicionalmente, la literatura griega se divide en cuatro períodos:
 Época arcaica: abarca desde unos orígenes imprecisos en los siglos IX-VIII a. C.
hasta comienzos del siglo V a. C. Recibe el nombre de Jonio-Dórico, porque el
centro de la actividad literaria se localiza en las colonias, en el Asia Menor
jónica y eólica, donde surgió la épica como arte independiente.
 Época clásica, o de gran esplendor, que discurre desde el final de las guerras
médicas 449 a. C. hasta Alejandro (356 a. C.)
 Época helenística o alejandrina, coincidiendo con el reinado de Alejandro
Magno hasta la conquista romana de Grecia. El reino de Alejandría se convierte
en centro cultural, mientras la inspiración cede su lugar a la erudición y a la
ciencia.
 Época romana o bizantina, tras establecimiento del Imperio (finales del s. I a.
C.), la literatura griega convive con la latina y experimenta un notable
renacimiento a partir del s. II d. C.

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1. LA EPOPEYA

1.1. Heroísmo y oralidad

La poesía épica o epopeya está basada en una serie de mitos y leyendas, muchas
veces con carácter fabuloso, que sucedieron en un pasado remoto. Se trata de
narraciones en verso, destinadas a ser divulgadas mediante la recitación o el canto.
Inicialmente se encargaron de su difusión los aedas («cantores» creadores), quienes
empleaban unos versos formularios y repetían el proceso compositivo de poema a
poema. La transmisión oral de sus historias conducía a una obra que era colectiva y
donde lo más importante eran los hechos heroicos narrados. Posteriormente, los
rapsodas (recitantes que reproducían con cierta libertad lo creado por otros), agrupando
y ordenando los poemas, formaron repertorios para recitar en ciudades y palacios.
La difusión de la épica podía ser popular, aunque sus principales destinatarios
eran los príncipes jonios y una aristocracia que pretendía afirmar su posición
considerándose descendiente de los héroes de las epopeyas. Así, los cantos épicos
tuvieron una vocación elitista. Se ocupaban de los dioses (siempre envueltos en la vida
de los mortales) y los héroes, ansiosos de alcanzar la fama y cuyas hazañas les otorgan
una condición semidivina. Frente a ellos, el resto de los personajes casi resultaban
ridículos.
En este género no interesa tanto la verdad histórica (su correspondencia con
unos sucesos verídicos) como la verdad modélica. Sus protagonistas eran dignos de ser
recordados porque representaban unos valores ejemplares.
Es característico de su estilo el empleo de determinadas fórmulas como los
«epítetos épicos» (sintagmas que expresan una cualidad peculiar del sustantivo al que
acompañan), usadas para resaltar a los personajes más importantes, o la descripción
tópica del amanecer o del ocaso. A través de estos recursos el poeta podía cuadrar la
métrica de sus versos, mientras que al recitador le servían como apoyo memorístico.

Homero

Considerado el padre de la epopeya griega, se supone que nació en Esmirna


hacia el siglo VIII a. C. y, normalmente, se le representa como un anciano ciego.
Partiendo de unos temas que no eran originales, Homero es muy posiblemente el
autor de la Ilíada y la Odisea, y también se le atribuyen unos treinta y tres himnos
(bautizados como himnos homéricos).
Sus dos grandes poemas constan de veinticuatro «cantos» o «rapsodias» y están
escritos en versos hexámetros (versos de seis pies acentuales). Los sucesos narrados,
más históricos o más legendarios, se remontan hacia el año 1200 a. C., siendo, por tanto,
muy anteriores a las hipotéticas fechas de redacción de los poemas.
La Ilíada es la narración más extensa, integrada por más de quince mil versos.
Su argumento desarrolla una serie de acontecimientos pertenecientes al mítico asedio de
la ciudad de Troya por las tropas griegas. Si la tradición asegura que la guerra
provocada por el «rapto» de Helena por Paris duró diez años, los hechos relatados
abarcan un periodo de menos de dos meses. En concreto, se inicia con la descripción de
la ira de Aquiles al considerarse ofendido por Agamenón por querer quitarle una esclava
(Briseida) que formaba parte del botín, y concluye con los funerales del príncipe
troyano Héctor.
La historia gira alrededor del protagonismo de Aquiles, personaje obsesionado
por el honor y la fama, cuyas decisiones le otorgan a la trama una total coherencia. Por

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un lado, su enojo hacia Agamenón le hace abandonar la batalla; por otro, la cólera que
le provoca la muerte de Patroclo determinará su vuelta al combate para confirmar su
heroísmo mediante el uso de las armas.
El poema es, sobre todo, una sucesión de enfrentamientos militares entre los
ejércitos aqueos y los troyanos, aunque también desempeñan un papel importante otros
motivos y personajes. Los dioses, dominados por las pasiones humanas, intervienen de
modo caprichoso en el destino de los héroes. Asimismo, la fuerza de sus afectos
distingue a figuras como Andrómaca (por el amor hacia su esposo), Príamo (por su
sentimiento paternal hacia Héctor) o las huestes griegas (por la añoranza de su patria).
Junto a la magnitud de los sucesos relatados y la grandeza de las pasiones que
dominan a individuos como Aquiles, la Ilíada se caracteriza por su tono dramático, pues
sus personajes se describen por sus hechos o sus palabras, nunca directamente. La
narración de episodios bélicos alterna con pasajes que le otorgan un ritmo más lento a la
historia, especialmente a través de la descripción de las armas de los guerreros o de
otros detalles con sabor realista que, al igual que el empleo de las comparaciones,
aproximan el poema a la experiencia de sus destinatarios.
La Odisea, compuesta por más de 12110 versos, puede entenderse como
continuación de la Ilíada. Comparte su carácter mítico y legendario; sin embargo, a
pesar de su tono épico, es una obra muy diferente. Después de participar en la guerra de
Troya, Odiseo (Ulises en la tradición latina) emprende su regreso a Ítaca. Pero su viaje
durará mucho más de lo previsto. Durante diez años, el protagonista discurre por
escenarios diferentes, vive increíbles aventuras y tiene que enfrentarse a numerosos
peligros: a monstruos, tempestades, trampas e incluso a la ira de Poseidón.
Posiblemente, el poema fue redactado por Homero durante su madurez, de ahí la
coherencia de un argumento organizado en tres grandes bloques:
 Telemaquia (cantos I-IV): desde Ítaca se evoca la figura de Ulises, cuyo regreso
desean sus parientes. Su hijo Telémaco pretende salir en su busca.
 Aventuras marinas del protagonista (V-XII): componen la parte central de la
historia.
 Venganza (XIII-XXIV): a su llegada a Ítaca, Ulises tiene que pelear con los
pretendientes de su esposa Penélope.
El nexo de unión entre las tres partes es Ulises, un héroe distinto a Aquiles,
puesto que, si bien posee notables aptitudes para la guerra, destaca como el hombre de
los “mil recursos”, inteligente, astuto, prudente, capaz de adaptar su conducta a las más
diversas circunstancias. Un personaje más humano, a pesar de contar con la ayuda de la
diosa Atenea.
Los rasgos del héroe le otorgan al poema un tono realista, del mismo modo que
el mar y la navegación poseen una gran importancia, como reflejo del papel que el
Mediterráneo desempeñó en el imaginario de los marinos griegos y fenicios en su
intento de descubrir, comerciar y colonizar nuevas tierras. Aún así, en la narración
predominan los elementos mitológicos, algunos relacionados con el cuento folclórico
(como la aventura del cíclope Polifemo).
La tradición de la epopeya volvió a resucitar varios siglos después de Homero
con Apolonio de Rodas (295-215 a. C.). Este autor helenístico enlazó con la Odisea en
Las argonáuticas, poema compuesto por casi seis mil hexámetros y donde se narra el
viaje de Jasón a la Cólquide para conseguir, con la ayuda de Medea, el famoso vellocino
de oro. No obstante, la obra de Apolonio respondía a los nuevos gustos de la cultura
alejandrina, como se revela en su el interés por una geografía trazada con rasgos
maravillosos e inverosímiles. Asimismo, resultaba diferente el tratamiento de los

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protagonistas, de un Jasón menos heroico que Ulises o una Medea en cuya psicología se
detenía mucho más el autor.

1.2. Epopeya didáctica

Surgió entre los dorios en el continente y estaba destinada a fijar los


conocimientos de cualquier género y divulgarlos.
Hesíodo (nacido entre los ss. VIII y IX a. C., y, posiblemente, contemporáneo de
Homero) es el principal representante de este subgénero. Su labor fundamental fue la de
compilar la tradición mítica antigua. Precisamente, este es el asunto de su poema
Teogonía, formado por unos mil versos y donde habla del origen del mundo y de la
genealogía y los rasgos distintivos de los dioses mitológicos en un tono, quizá,
demasiado enumerativo. En Los trabajos y los días, poema compuesto por 826 versos,
Hesíodo, que fue un campesino, alaba el valor del trabajo e instruye a su hermano en
materias agrícolas, náuticas, etc.
Frente a la poesía homérica, resultado de una tradición oral y colectiva, Hesíodo
introdujo en sus obras un tono más personal, aunque su vocación fuese didáctica.

2. TEATRO

Orígenes

El nacimiento del teatro se remonta a las fiestas religiosas del mes de marzo en
honor de Dionisos (dios del vino y de la vida silvestre). Así el término «tragedia»
procede de la fusión de aquellos de «tragos» (macho cabrío) y «odes» (canción), en
referencia al sacrificio de este animal ante el altar de Dionisos, acompañado de cánticos
adecuados. En aquellas celebraciones, un coro de campesinos disfrazados con pieles de
animales cantaba un ditirambo (himno sobre las aventuras del dios) con música y
danzas. A veces el director del coro o corifeo interrumpía esos cantos para comentar o
enfatizar determinados episodios de las aventuras relatadas. Sobre este esquema tan
simple, en el siglo VI a. C., Tepsis introdujo en el ditirambo un segundo personaje o
primer actor cuya misión era dialogar con el corifeo.
Se estaban sentando las bases del teatro. Era un género relacionado con la
epopeya por tratar también de los mitos heroicos. Sin embargo, el mythos de la épica se
fundía aquí con la acción o representación directa (drama). Asimismo, frente al uso de
los hexámetros (característicos del poema épico), se usó el yambo (ya empleado en la
lírica coral).

La representación

El teatro griego alcanzó su máximo esplendor en el siglo V a. C., siendo el


instrumento idóneo para la política ateniense, al contribuir a configurar el modelo de la
polis. De ahí que los grupos aristocráticos financiaran los gastos de la representación y
cualquier ciudadano libre pudiera asistir a las funciones sin pagar entrada.
A partir del siglo IV a. C. empezaron a construirse los primeros teatros de piedra
con forma de herradura. Estos anfiteatros se ubicaban sobre la ladera de una montaña,
en pendiente, para facilitar la visibilidad de los espectadores, situados en el auditorio. El
coro ocupaba la orchestra, parte semicircular entre las gradas (cávea) y el escenario
(scena).

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Las funciones tenían lugar durante el día para aprovechar la luz del sol; y las
piezas dramáticas solo se representaban una vez. A lo largo de una jornada, se
escenificaban tres tragedias y un drama satírico. El número de actores era mínimo (no
podía pasar de cuatro) y un mismo actor (siempre un hombre) encarnaba varios papeles
(incluso los femeninos). Por su parte, el coro, formado por quince miembros, se
encargaba de comentar o interpretar las acciones de los personajes, reproduciendo el
punto de vista del autor o del pueblo.
Los actores y el coro van ataviados con túnicas, mientras que aquellos llevan
coturnos (zapatos altos) para que se les vea mejor y también unas máscaras, diferentes
en la tragedia y en la comedia, con un orificio en la boca para dar mayor resonancia a la
voz.

Subgéneros dramáticos

La tragedia y la comedia surgieron a raíz de las fiestas dionisíacas. Sin embargo,


mientras la primera nació en el ambiento urbano de Atenas, la segunda está vinculada a
escenarios rurales, donde los campesinos centraban sus burlas en unas diversiones
denominadas comos. Las obras de ambos subgéneros contienen partes recitadas por el
actor y cantadas por el coro, y seguramente el desarrollo de la tragedia precedió a la
fijación de los rasgos de la comedia. Ahora bien, ya Aristóteles (s. IV a. C.) en la
definición que realizó de la tragedia en su Poética dejaba constancia de los límites
existentes entre la una y la otra.
De forma resumida, estas son algunas diferencias entre los dos subgéneros:

Tragedia Comedia
Tiene una función correctiva. Intenta Su finalidad es divertir y provocar la risa
contribuir a la catarsis: que el espectador
sienta miedo o compasión ante lo ocurrido
en el escenario y la acción teatral le anime a
“purificarse” de sus bajas pasiones
Sus fuentes de inspiración son la leyenda y Se basa en personajes y situaciones de la
la mitología. Sus temas son conocidos por el vida pública de la época. Sus temas son
público originales

Tono elevado Tono popular

Su lenguaje es solemne Abundan los chistes

Su acción se desarrolla con un ritmo lento La acción se sucede a un ritmo más vivo

Está protagonizada por personajes de alta Sus personajes son seres comunes
extracción social, con un papel decisivo de
los dioses

Los grandes «trágicos»

Una de los principales motivos de la repercusión posterior de la tragedia griega


reside en su capacidad para hablar de las pasiones humanas, un tema universal. Por eso,
a pesar de las diferencias existentes entre las obras de los tres grandes escritores
trágicos, todos coinciden en el hecho de enfrentarse en sus obras, en distinta medida, a

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las limitaciones a las que se ven empujados los hombres en una época dominada por el
antropocentrismo.
Esquilo (nacido, en Eleusis, en el s. V a. C.) es considerado como el «padre de la
tragedia» por su papel decisivo en la transformación de las antiguas fiestas religiosas en
un verdadero género literario. Se le atribuyen innovaciones fundamentales en la
representación como el empleo de mantos, máscaras y altos coturnos por parte de los
actores. Asimismo, introdujo un segundo actor (deuteragonista) que dialogaba con el
coro.
Los temas de sus obras proceden, sobre todo, de las epopeyas homéricas, pero el
sentido religioso de Esquilo, que se sentía como educador del pueblo, determinó la
agrupación de sus tragedias en trilogías. Con el Destino como protagonista, el autor
desarrollaba en tres historias, correspondientes a las tres generaciones de un linaje, la
idea de que la acción errónea de un personaje influye en sus herederos. Las culpas
siempre tienen un castigo. Mientras los hombres se resignan sin poder rebelarse ante las
adversidades, solo los dioses pueden ponerle un límite al sufrimiento.
Aunque Esquilo compuso más de ochenta obras, solamente se conservan siete,
siendo su trilogía más famosa La Orestiada, compuesta por Agamenón, Las Coéforas,
Las Euménides.
Sófocles (nacido, en Colona, h. el 496 a. C.) se dedicó a la política y, como
dramaturgo, triunfó en varios certámenes literarios.
Al igual que Esquilo, también introdujo algunas innovaciones escenográficas
además de un tercer actor (tritagonista), a la vez que fue reduciendo la importancia del
coro. Pero lo más significativo de sus obras es el pesimismo. En las siete tragedias que
se conservan (aunque escribió muchas más), el argumento se centra en un solo
personaje, indefenso ante la fatalidad y la omnisciencia divina.
Con grandes problemas universales como tema, sus obras (Edipo rey, Antígona,
Áyax, Electra, Filoctetes, Edipo en Colono y Las Traquinias) cuestionan la posibilidad
del heroísmo y desarrollan la idea que el hombre sufre un destino que no ha elegido. En
ocasiones las circunstancias son tan horribles que al personaje no le queda otra salida
que el suicidio, tal y como le ocurre al protagonista de Áyax.
Eurípides, contemporáneo de Sófocles, fue bautizado como «el filósofo de la
escena» por su temperamento culto y reflexivo. Contribuyó a la evolución de la tragedia
griega introduciendo niños en la escena, reduciendo el papel del coro y dotando de gran
fuerza a sus figuras femeninas.
De las más de noventa obras que escribió se conocen unas dieciocho. En ellas el
escritor también manifiesta su pesimismo. Pero, a diferencia de Sófocles, esta actitud le
impulsa a ser crítico con las tradiciones heroicas y mitológicas. Aunque en sus tragedias
siguen apareciendo los héroes y los dioses (considerados estos últimos como «ficciones
engañosas»), sus personajes se transforman en seres normales que poseen incluso rasgos
vulgares o caricaturescos.
En lugar de preocuparse por las dramáticas consecuencias que pueden derivar de
la intervención del Destino, Eurípides profundiza en las pasiones y reacciones humanas
más exaltadas, según se observa en títulos como Medea, Orestes o Ifigenia.

La comedia antigua

El máximo exponente de la comedia antigua es Aristófanes (nacido el 444 a.C.).


A través de sus obras, el lector actual puede acceder a algunas de las preocupaciones de
la vida ateniense de aquella época, porque en cierto modo los personajes son portavoces
de aquello que pensaba el pueblo griego pero no decía. En las once comedias

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conservadas de Aristófanes el principal objetivo es conseguir la risa del espectador. Para
ello, el autor crítica y ridiculiza, hasta llegar a la caricatura, a filósofos, políticos y
escritores contemporáneos. Así, desde una posición conservadora y aristocrática que
defendía la validez de los mitos antiguos, se convierten en personajes cómicos figuras
como Eurípides, cuyas tragedias juzgaba como una degradación del teatro clásico por su
tendencia a desmitificar a los héroes legendarios (en Las ranas) o Sócrates en Las
nubes, donde las maneras educativas del filósofo son descritas con fina ironía.
Las burlas de Aristófanes también tuvieron un carácter genérico y se dirigieron
contra temas como la guerra en Lisístrata, comedia donde las mujeres se rebelan contra
sus esposos, negándose a cumplir con sus deberes hasta que estos no terminen la guerra
que los aleja de su hogar.

La comedia nueva

Surgió en la época helenística, cuando la tragedia empezaba a entrar en


decadencia. Presentaba rasgos propios como la desaparición del coro y la parábasis
(momento de la representación en que el coro se dirigía al público para hablarle de un
tema distinto al de la obra), la división del argumento en actos y el establecimiento de
un prólogo donde el autor manifestaba sus opiniones.
El comediógrafo más representativo fue Menandro (h. 342-292 a.C.), que
destacó por su capacidad para obtener el argumento de sus obras de la vida de la época,
reflejándola con acierto. A diferencia de Aristófanes, moderó el tono de su sátira y se
centró en tipos más genéricos: el viejo avaro, el soldado fanfarrón, etc., que serían un
modelo a seguir para los autores latinos. En sus obras (por ejemplo, El misántropo), los
temas principales son las costumbres y los vicios comunes enfocados con una intención
moralizadora.

3. LÍRICA

El término «lírica» hace referencia a la poesía cantada al son de la lira. La


primitiva poesía griega se interpretaba, por tanto, con instrumentos de cuerda (lira o
cítara), con acompañamiento de flauta o no.
Se distinguía entre:

Lírica personal o Poemas más breves


individual Recitación individual
Expresa la subjetividad del poeta
Destaca en Lesbos
Subgéneros:
a) Elegía: poema de tono sentencioso y con intención
moralizadora, que trata de asuntos éticos o políticos
(Tirteo, s. VII a.C.). Se compone de una sucesión de
dísticos (hexámetro más pentámetro).
b) Yambo: composición satírica y burlesca, de carácter
realista (Arquíloco de Paros, s. VII a.C.), basada en el pie
métrico del mismo nombre.
Oda o canción: poesía monódica de carácter subjetivo que expresa
el mundo interior del poeta y carece de una finalidad crítica o
moralizante (Alceo, Safo, Anacreonte). Se amolda a una gran
variedad métrica.

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Lírica coral Poemas largos y complejos
Cantada por un coro de jóvenes, durante fiestas religiosas o
acontecimientos sociales.
Tiene gran importancia en Esparta.
Subgéneros:
a) Epinicio: poema en honor de los atletas victoriosos (Píndaro).
b) Himno: canto en honor de una divinidad.
c) Encomio: poesía que elogia a determinado personaje.

Dentro del periodo arcaico de la literatura griega, destacan varios poetas:


Alceo (nacido h. el 639 a. C.), como miembro de la aristocracia eólica, participó
activamente en las luchas por el poder, que le acarrearon el destierro. Tales
preocupaciones se reflejan en los doscientos fragmentos conservados de sus poemas. En
ellos sorprende el apasionamiento con que ataca a sus enemigos políticos.
Safo (nacida en Lesbos h. 650-580 a. C.) fue contemporánea de Alceo y, como
él, perteneció a la aristocracia. Sobre su vida surgieron leyendas como su trágico
suicidio (lanzándose desde lo alto de un risco) por un amor no correspondido.
Asimismo, parece ser que Safo dirigía un círculo de muchachas jóvenes a las que inició
en la música, la poesía y el culto a la diosa Afrodita. A través de lo que dice en sus
poemas, se especula con que se enamoraba de sus propias discípulas y mantenía
relaciones con algunas de ellas, convirtiéndose en símbolo del «lesbianismo». Escribió
himnos y epitalamios o cantos de boda; pero lo más destacado de su producción son sus
poemas íntimos y cultos, basados en su experiencia personal. En ellos habla de la pasión
amorosa, como una fuerza irracional, y de sus efectos (celos, deseo o nostalgia) de un
modo espontáneo, sincero y sencillo. Uso metros diversos, entre los cuales destaca la
estrofa que recibió su nombre: sáfica. Para los antiguos era la poetisa más famosa, hasta
el extremo de que los romanos la elevaron a la categoría de décima musa.
Anacreonte (563-478 a. C.) escribió para los príncipes y tiranos en los
simposios o banquetes que estos organizaban. Era incapaz de tratar con profundidad
cualquier tema. Así, en sus odas, se dedicó a cantar y ensalzar los aspectos más
placenteros de la vida, revelándose como seguidor del epicureismo al encarar con un
estilo alegre y festivo temas como el vino, la juventud y el amor.
La poesía de Anacreonte estaba tan vinculada a la exaltación de estos placeres
terrenales que los poemas compuestos posteriormente sobre tales motivos recibieron el
nombre de «anacreónticas».
Píndaro (nació hacia el 518 a. C.) fue el máximo exponente de la lírica coral.
Defensor de los ideales aristocráticos, simpatizaba con el pasado y con los mitos
antiguos. Su obra conocida, y la más valorada, está integrada por epinicios u odas
triunfales que los alejandrinos ordenaron en cuatro libros, de acuerdo con los cuatro
juegos (olímpicos, pitios, itsmios y nemeos) en que triunfaban los atletas a quienes él
homenajeaba. En sus poemas utilizaba la victoria del atleta para remontarse al elogio de
su linaje o de su ciudad natal, relacionando a su protagonista con un mito e
incorporando reflexiones morales. Resulta un escritor difícil por el abuso de las frases
largas, por las bruscas transiciones de tema o las rápidas alusiones mitológicas que
realiza en sus versos.
Durante el periodo clásico la poesía perdió importancia a favor del teatro. Sin
embargo, en la época helenística hay un resurgir de la lírica escrita por autores cultos y
dirigida a unos lectores selectos. Entre los poetas más señalados, encontramos a
Calímaco (310-240 a. C.), un erudito y maestro de Apolonio de Rodas. Compuso
decenas de epigramas (composiciones breves, de dos a ocho versos, que expresan una

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idea ingeniosa), ambientados en el entorno cortesano de la reina de Egipto Berenice. Su
obra tuvo gran influencia en autores latinos como Catulo y Ovidio.
Teócrito (316-260 a. C.) ha sido reconocido como el creador de la literatura
bucólica. Aunque escribió epilios, breves poemas de asunto épico en los que humaniza a
los antiguos héroes, fueron sus idilios sus composiciones más famosas. Se trata de
escenas dialogadas que protagonizan pastores o campesinos en un escenario natural
bastante idealizado. En ellos los personajes compiten musical y poéticamente sobre
cuestiones amorosas o míticas. Teócrito refleja los sentimientos de una sociedad en la
que se aspira a la evasión hacia la naturaleza, mientras su preocupación por la forma de
sus poemas lleva el sello de la cultura helenística.

4. PROSA

Historiografía

Este género derivó de la epopeya, y su aparición estuvo ligada a dos hechos básicos: el
deseo de los escritores de informar (no el de entretener), y el empleo de la prosa, de ahí
que los primeros historiadores fuesen conocidos como «logógrafos» (escritores en
prosa). La historiografía griega se ocupó, fundamentalmente, de sucesos ocurridos en la
misma época en que vivieron los historiadores. La existencia de testigos orales, cuya
información era más fiable, y la idea de que el escritor estaba situado en un momento
clave de la Historia contribuyeron a la afición por lo contemporáneo.
Heródoto de Halicarnaso (484-425 a. C.), además de geógrafo, fue considerado
el «padre de la historia». Intentó que no cayeran en el olvido los hechos dignos de ser
recordados y que podían tener un valor ejemplar. En su afán por contar la verdad,
distinguía entre aquello que él mismo había visto (adtestatio res visae) y aquello que le
habían contado. Sin embargo, Heródoto no fue un cronista riguroso, pues le faltaba
sentido crítico. En su Historia, dividida en nuevo libros en honor de las nueve musas y
centrada en el relato de las guerras médicas, entre griegos y persas, demostró estar más
interesado en la relación de sucesos que en las causas que los provocaron. Era más
narrador que historiador, de forma que acogía con frecuencia anécdotas increíbles,
leyendas o costumbres que conoció en sus viajes o que procedían de la tradición oral.
Tucídides (s. V a. C.) se reconoce como el primer historiador moderno. Frente al
escaso rigor analítico de Heródoto, él busca la veracidad completa y la imparcialidad,
indagando en la versión de sus testigos orales o basándose en informaciones precisas;
frente al acopio masivo de datos, está más interesado por la explicación de las causas y
motivaciones que generaban el comportamiento de los personajes históricos. Escribió
una Historia de la guerra del Peloponeso, en ocho libros, dejando sin compilar lo
ocurrido durante siete años. En su búsqueda de la exactitud, Tucídides llegó a
desconfiar de la tradición legendaria.
Jenofonte (440-350 a. C.) no fue exhaustivo en la recogida de datos para sus
libros, ni profundizaba en los sucesos narrados o en las causas que los originaban. No
obstante, destacó por su estilo «dulce», que le hizo merecedor del calificativo de «la
abeja ática». En su Anábasis o La retirada de los diez mil, desarrolló un episodio
histórico en el que él mismo estuvo envuelto. Como general griego había acudido en
socorro de Ciro el Joven, que estaba siendo atacado por su hermano Artajerjes. Tras la
derrota de Ciro, el mismo Jenofonte lideró la retirada de las tropas griegas desde Persia.
La narración de estos sucesos se completó con la descripción de los espacios, la fauna o
la flora de los países por los que iba discurriendo el autor, que convertía la obra en un
reportaje de su propia experiencia en el ejército.

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Ya en la época romano-bizantina, Plutarco (46-120 d. C.), sacerdote del templo
de Delfos y magistrado, enriqueció el género historiográfico con las Vidas paralelas,
una obra integrada por unas cincuenta biografías donde empareja a personajes griegos y
romanos (la mayoría políticos y militares), basándose en sus semejanzas de carácter. El
carácter moralista de Plutarco se refleja en los contrastes y paralelismos que establece
entre dichas figuras, transformadas en ejemplos humanos. Implícitamente, el autor deja
entrever que la historia la hacen los hombres ilustres, a los que sus biografías les
otorgan una función muy precisa.
Plutarco escribió también una Vida de Alejandro, considerada una de las fuentes
más importantes del famoso conquistador. Asimismo es autor de unos escritos en prosa
de carácter misceláneo, sobre filosofía, religión, pedagogía, etc., que el monje bizantino
Máximo Planudes tituló como las Morales.

Didáctica

En el siglo VI a.C., Esopo fue el primer cultivador de la fábula en la literatura


occidental. Se supone que fue un esclavo, aunque su biografía está llena de elementos
legendarios e incluso se ha cuestionado su existencia. Sus fábulas son breves historias,
protagonizadas frecuentemente por animales, que tratan experiencias de la vida
cotidiana para extraer una moraleja de tipo práctico. Estas lecciones de sabiduría moral
(alrededor de unas trescientas) fueron conservadas por la tradición oral y reunidas por
Demetrio de Falero hacia el año 300 a. C. El poeta griego Babrio las recreó en verso (s.
II a. C.), mientras que Fedro las reescribiría en latín (s. I d. C.).

Filosofía

En una cultura como la griega en la que los filósofos desempeñaron un papel tan
importante, deben señalarse las contribuciones de pensadores como Platón (428–347 a.
C.) y Aristóteles (384-322 a. C.). El primero fue el creador del diálogo filosófico, donde
se contrastan varias opiniones sobre un tema a través del debate (El banquete, Fedro, La
República, Apología de Sócrates,…). Por su parte, a Aristóteles se le debe la redacción
de obras como la Retórica y la Poética. Las teorías tratadas en este último libro sobre la
imitación, la regla de las unidades o la distinción entre la tragedia y la comedia se
convirtieron en una especie de canon literario a lo largo de varios siglos.

Oratoria

En el último tercio del s. V a. C., se convirtió en un género literario en prosa que


venía a ser la manifestación práctica de la retórica (arte o técnica de persuasión a través
del discurso oral). La afición de los griegos al diálogo y las exigencias de la democracia
ateniense favorecieron la práctica de la oratoria, dividida por Aristóteles en tres géneros:
el judicial (donde el orador argumentaba para reparar una injusticia), el deliberativo
(que trataba asuntos políticos o de interés público) y el epidíctico (que englobaba los
discursos conmemorativos de algún hecho glorioso). En este campo destacó la figura de
Demóstenes (384-322 a. C.) con sus Filípicas contra el rey Filipo de Macedonia,
discursos que reflejan la capacidad del orador para unir a la belleza de su estilo el
empleo de fórmulas dirigidas a convencer a su auditorio, convirtiéndose en referente a
seguir, entre otros, por Cicerón.

10
Sátira

Cobró vigor durante el periodo romano con la obra de Luciano de Samosata (h.
125-192 d. C.), escritor cuya actitud escéptica y pesimista lo condujo a ironizar y a
burlarse, mediante un agudo ingenio, de cualquier personaje (filósofos, historiadores,
etc.), costumbre o creencia que le resultara falsa y maravillosa. Frente a los relatos de
geógrafos y viajeros de su época, escribió las Historias verdaderas, obra fantástica
donde él y otros navegantes son empujados por un tifón hasta la Luna. Su talante crítico
se manifestaría, sobre todo, en sus diálogos, precedentes de este subgénero narrativo en
el Renacimiento, donde ridiculiza hasta la propia mitología clásica (como en sus
Diálogos de los dioses) para divertir a sus lectores.

Novela griega

La novela, narración en prosa para una lectura individual, tiene como


antecedentes los cuentos o historias milesias, relatos amorosos (a veces de tono picante)
que se escribieron en el s. I a. C. Dos siglos después, Caritón ya escribe la novela
Quéreas y Callíorre, con elementos característicos que reaparecerán en relatos
posteriores, siendo el punto de partida para determinadas narraciones medievales (por
ejemplo, Libro de Apolonio) y las historias bizantinas del s. XVI.
Las novelas griegas están protagonizadas por una pareja de jóvenes hermosos y
enamorados, que sufren una serie de increíbles viajes, raptos, cautiverios, separaciones,
hasta que, finalmente, logran culminar su amor. Son, pues, historias itinerantes (con un
inicio in media res como en la epopeya) en que los personajes demuestran su fidelidad,
a pesar de los numerosos obstáculos que tienen que superar. En este contexto se sitúan
Leucipa y Clitofonte de Aquiles Tacio (s. II d. C.), relato cuya originalidad reside en
estar narrado en primera persona por su protagonista masculino; las Efesíacas de
Jenofonte de Éfeso (s. II d. C.) y las Etiópicas de Heliodoro de Émesa (s. III d. C.).
Especial mención merece la novela Dafnis y Cloe de Longo de Lesbos (ss. II o III d. C.),
en la que los elementos típicos de la novela griega se mezclan con el ambiente pastoril
propio de las bucólicas de Teócrito y Virgilio.

11
LITERATURA ROMANA

INTRODUCCIÓN

La literatura romana se nutre en gran parte de la griega, aunque no por ello deja
de aportar valiosos textos a las generaciones futuras. Entre estas aportaciones ocupan un
lugar privilegiado las fábulas mitológicas y los tópicos horacianos, cuyo atractivo hizo
imprescindible su uso por los autores del Renacimiento europeo y aún hoy siguen
teniendo vigencia.
Por un lado, la poesía romana es fundamental como base de gran parte de la
poesía posterior, desde la lírica hasta la épica, esta última de procedencia griega y de
gran transcendencia en los orígenes de la novela europea, que se sustenta en la base de
aventuras y sucesos extraordinarios que presenta la épica romana; por otro lado, la
historiografía se consolida como género literario y supone un punto de partida para la
labor cronística que será una constante durante la Edad Media. La comedia, por último,
servirá de modelo a muchos de los autores teatrales del Barroco, confirmando de esta
forma la importancia capital de la literatura romana en el devenir del hecho literario.
La importancia del latín como lengua de cultura hace necesario que distingamos
entre literatura romana y literatura latina, entendiendo la primera como la escrita
durante la hegemonía de Roma y la segunda como la que, después, siguió utilizando la
lengua latina como vehículo de expresión, hasta bien avanzado el siglo XVI. Nuestro
estudio se centrará, en esta unidad, en la literatura romana, que se desarrolla
fundamentalmente en un espacio de seis siglos, tres antes de Cristo y los otros tres en la
era cristiana, abarcando a su vez el tiempo de mayor esplendor de Roma, durante la
República y durante el Imperio. La decadencia de este último trajo consigo, también, la
desaparición de la literatura. Con estos planteamientos, podríamos establecer dos
períodos en el desarrollo de la literatura romana antigua, ligados a los dos grandes
momentos de la historia de Roma: época republicana, que abarca desde la mitad del
siglo III a. C. hasta los años centrales del siglo I a. C, y época imperial, desde la muerte
de César (44 a. C.) hasta el siglo III d. C. Tras estos dos períodos se produce un
predominio de la literatura paleocristiana y de la filosofía, y, más tarde, ya en la Edad
Media e incluso en el Renacimiento, el latín sigue siendo la lengua de muchos
escritores, con una temática principalmente religiosa y didáctica.

12
1. EL TEATRO

1.1. Orígenes del teatro en Roma


En un período preliterario tuvieron gran vigencia las fábulas atellanas, que
reciben su nombre de Atella, población osca situada en la Campania, y que se
caracterizaban por ser obras improvisadas, sin apoyo en ningún texto literario y
protagonizadas por una serie de personajes fijos que representaban escenas de corte
bufonesco. Los personajes respondían a cuatro tipos: Maccus (el tonto glotón), Pappus
(el viejo ridículo), Bucco (el fanfarrón) y Dossennus (el jorobado sabihondo). En las
obras predominaba el chiste grosero y vulgar, con un tono obsceno. Este tipo de teatro
primitivo será uno de los modelos de la Commedia dell’Arte del Renacimiento italiano.
En cuanto al teatro literario, sus orígenes se remontan al año 240 a. C., tras el final de la
Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.), fecha en la que se documenta el primer estreno
teatral conocido, para celebrar la victoria del cónsul Lutacio Catulo en las islas Egates.
Los dos grandes géneros son, como en Grecia, la comedia y la tragedia, pero en Roma
hemos de dar más importancia a la comedia, entre otros motivos porque se conservan
más textos que de la tragedia.

1.2. La comedia romana


Fundamentalmente, la comedia romana tiene como punto de partida la Comedia
Nueva griega, desarrollada en la época helenística, de la que toma argumentos,
personajes y tono. Se distinguen cuatro tipos de comedia:
-palliata, que recibe su nombre de la túnica griega, pallium, debido a que la
ambientación y los personajes de este género son griegos. Se caracteriza por
sus argumentos festivos y por dar más importancia a lo literario que a lo
corporal. Livio Andronio, Gneo Nevio, Cecilio Estacio (para algunos el más
grande comediógrafo romano) y, sobre todo, Plauto y Terencio son los
principales representantes de este género. Solo de estos dos últimos autores nos
han llegado obras enteras, de los demás se conservan únicamente versos sueltos
y títulos de obras.
-togata, cuyo nombre se debe a la toga romana que visten sus personajes, ya
que este género no tiene un modelo griego y, aunque se asemeja a la palliata en
los argumentos complejos y en el predominio de lo literario, los personajes y el
ambiente son romanos. Su creador, Titinio, tuvo su período de esplendor en
torno al año 218 a. C., por lo que sería contemporáneo de Plauto. La togata
pretende reformar la palliata, manteniendo el tono de esta, pero romanizando
los argumentos. No se conserva ninguna pieza completa.
-atellana, surge hacia el año 100 a. C., como una revisión literaria de las viejas
fábulas atellanas. Recupera los argumentos groseros y vulgares, junto a los
personajes de los tiempos preliterarios. Para algunos es el género más
propiamente romano, dada su procedencia itálica, sin influencias de Grecia. Se
conservan pocos fragmentos, de autores como Pomponio o Novio.
-el mimo, en el que lo más importante es la expresión corporal, por encima del
texto literario. Tiene antecedentes griegos y su argumento es simple, de tono
festivo y bullicioso. Se desarrolló principalmente en el siglo I a. C., con autores
como Décimo Laberio y Publilio Siro. Anteriormente se representaba en los
entreactos de las obras mayores.

13
Tito Macio Plauto (c. 254-184 a. C.)
Procedente de Sársina, una ciudad de la región de Umbría, en el centro de Italia,
y posiblemente de origen humilde, Plauto es el más celebrado de los comediógrafos
latinos. Se considera que debió de escribir unas ciento treinta comedias, de las que solo
se conservan veintiúna, algunas de ellas incompletas. Se ha establecido una posible
cronología del teatro de Plauto:
-Primeras obras, de fecha anterior al año 200 a. C., entre otras: Asinaria (La
comedia de los burros) y Miles gloriosus (El soldado fanfarrón).
-Período de plenitud, a comienzos del siglo II a. C.: Amphitruo (Anfitrión),
Menaechmi (Los Menecmos) y Aulularia (La comedia de la olla) son algunos
ejemplos.
-Últimos años, aproximadamente entre 191-184 a. C., con obras como
Trinummus (Las tres monedas) o Captivi (Los cautivos).
Los modelos de Plauto se encuentran en la Comedia Nueva griega, con la
excepción de Anfitrión, que, por su temática mitológica, parece acercarse más a los
argumentos de la Comedia Media. Recurre a menudo a la técnica de la
“contaminación”, que consiste en no tomar como fuente una única comedia griega, sino
en mezclar situaciones procedentes de otras que le puedan ser útiles para la intriga que
planea. No obstante, a pesar de la ambientación indiscutiblemente griega de las
comedias de Plauto, encontramos a menudo ciertos toques romanos, como hablar de las
legiones o jurar por Júpiter Capitolino, que pretenden acercar más las obras al público,
que se identifica con lo que le es más familiar.
Aunque no hay en Plauto un deseo moralizador, sí se percibe una cierta crítica
negativa de los vicios representados por determinados personajes, en la burla y
ridiculización que de ellos se hace.
Para lograr la risa del espectador, Plauto recurre al continuo movimiento
escénico, a la ruptura de la ilusión (introduciendo secuencias ajenas a la trama), a las
alusiones a la vida cotidiana, a las burlas de provincianos y campesinos, a la hipérbole, a
la inclusión de equívocos y enredos, al uso de palabras y expresiones obscenas o soeces,
etc.

Publio Terencio Afro (184-159 a. C.)


Nacido en el norte de África (en Cartago para algunos, pero de origen bereber
para otros), fue esclavo del senador Terencio Lucano, a quien debe su nombre y una
educación esmerada. Ya como hombre libre, cultivó la amistad de importantes
personajes romanos, como Escipión Africano, lo que le valió también su protección y
mecenazgo, además de ciertos comentarios maliciosos que hablaban de unas hipotéticas
relaciones sexuales de Terencio con sus protectores y de la colaboración excesiva de
estos en sus obras de teatro.
La producción de Terencio se reduce a seis piezas, entre las que destacan:
Eunuchus (El eunuco), Heautontimorumenos (El atormentador de sí mismo) y Adelphoe
(Los hermanos). Todas ellas se representaron en el período comprendido entre los años
166 y 160 a. C. Se trata de obras que se ciñen con más rigor a la razón de ser de la
palliata, ya que son muy fieles a sus modelos helenos (Menandro, sobre todo) e incluso
tienden a mantener el título en griego. Es un teatro que busca el beneplácito de un
público culto y, por ello, de menos éxito que el de Plauto.
El estilo es elegante y reposado, con una tendencia moralizante. Terencio
muestra una gran habilidad en el manejo de los sentimientos y en la caracterización
psicológica de los personajes. Al contrario que Plauto, no emplea expresiones groseras
y su teatro es más refinado y más humano, con personajes más individualizados. De ese

14
humanismo terenciano es ejemplo un verso del comienzo de su Heautontimorumenos:
“Homo sum: humani nihil a me alienum puto” (“Soy hombre: ninguna cosa humana
considero ajena a mí”).

1.3. La tragedia romana


Al igual que sucede con la comedia, la tragedia tiene su base en Grecia, al menos
en sus orígenes, pues luego se crea un género más propiamente romano. En ninguno de
los casos llega la tragedia a obtener el favor que el público había dispensado a la
comedia. Se distinguen dos tipos:
-la tragoedia o fabula cothurnata, procedente de modelos griegos. Su nombre
es una adaptación del griego tragodía y hace alusión también al tipo de calzado
que usaban los actores, el coturno, que les daba más altura. Cultivan la
cothurnata autores como Livio Andrónico, Gneo Nevio y Quinto Enio, en
época republicana, y Séneca, ya en el siglo I d. C.
-la fabula praetexta, cuyo nombre se debe a la toga que usaban los
magistrados romanos. Es un tipo de tragedia de tema romano y de contenido
histórico. Según la tradición, el creador fue Gneo Nevio. Se conservan, como
en el caso anterior, solo textos muy fragmentarios, con la excepción de la
Octavia, atribuida a Séneca.

2. LA POESÍA

2.1. Época republicana


El primer poeta relevante de la literatura romana es Lucrecio, autor de un poema
de tema científico, De rerum natura (De la naturaleza), pero sobre todo nos interesa la
corriente que Cicerón denominó poetas nuevos, que englobaba a un grupo de jóvenes de
familias acomodadas, educados en la cultura griega y amantes de los poetas griegos,
principalmente del período helenístico. A este grupo pertenece Catulo.

Cayo Valerio Catulo (84-54 a. C.)


Catulo nació en Verona, en una familia aristocrática, y fue un refinado poeta y
un amante de la vida ociosa, de las relaciones sociales, del amor apasionado y de la
amistad. Pasó gran parte de su vida en Roma y tuvo una intensa relación amorosa con
una mujer llamada Clodia, esposa del político Cecilio Metelo, a la que en su poesía
llamó Lesbia: a partir de Catulo será común en los poetas darles otro nombre a sus
amadas equivalente en el número de sílabas al auténtico. Además, en este caso, la
pasión que tanto Clodia como el poeta sentían por la poesía de Safo (natural de Lesbos)
hace propicio el nombre poético de Lesbia.
Gran parte de los poemas escritos por Catulo están dedicados a Lesbia y a su
relación real con ella, llena de altibajos en los que se alternan momentos de pasión y de
amor desenfrenado con otros de odio y distanciamiento, producidos por las
inclinaciones eróticas de ella, una mujer al parecer propensa a mantener relaciones
amorosas con diversos hombres.
También cultivó una poesía de corte satírico en la que retrata la sociedad romana
y señala sus gustos, vicios y pasiones, sin muchos miramientos. Sus obras engloban
desde composiciones breves sugeridas por asuntos triviales hasta poemas eruditos que
lo califican como “poeta docto”. Un ejemplo de esto último es el dedicado a las bodas
de Tetis y Peleo, los padres de Aquiles.

15
2.2. Época imperial
Aunque las vidas de la mayoría de los poetas de este período comienzan durante
la República, sus obras se desarrollan fundamentalmente en época de Augusto, el
período de mayor esplendor de la literatura romana.

Publio Virgilio Marón (70-19 a. C.)


Virgilio nació en Andes, una pequeña localidad cercana a Mantua, en el seno de
una familia ligada al campo, pero la preocupación de su padre por su futuro le llevó a
estudiar en Cremona, Milán y Roma, ciudad esta última en la que se inicia en la carrera
forense que nunca ejerció. Allí conoce a Mecenas, entra en contacto con los poetas
nuevos y comienza su actividad literaria, pero también vive los rigores de las guerras
entre César y Pompeyo, que marcarán su obra con los deseos de una paz que haga más
grande a Roma. Se traslada a Nápoles en el año 48 a. C., para estudiar filosofía de la
mano del epicúreo Sirón, y esta ciudad se convierte en su favorita. En el último año de
su vida emprendió un viaje a Grecia y Asia para conocer de cerca los escenarios que
había incluido en la Eneida, pero la enfermedad le hace volver desde Atenas
(acompañando a Augusto que regresaba de Asia), y a su llegada a Brindis muere, en
septiembre del año 19 a. C. Su producción literaria se compone, fundamentalmente, de
tres libros: Bucólicas, Geórgicas y Eneida.
-Bucólicas se compone de diez églogas, escritas a imitación de los Idilios de
Teócrito, en las que se exalta e idealiza la vida pastoril por medio de la inclusión de
unos pastores que ocultan a personajes reales del círculo de amigos de Virgilio, lo que
le da al texto un tono culto y refinado, a la vez que aporta un esquema que será muy
utilizado por los escritores del Renacimiento. En las Bucólicas se presenta el tópico
literario del locus amoenus, la naturaleza idealizada, que adquiere su mayor
representación en la Arcadia, región ideal situada en el Peloponeso y creada por
Virgilio, sin duda a partir de su epicureísmo. En la cuarta égloga se profetiza el
nacimiento de un niño y la instauración de la edad dorada; para algunos esta profecía
tendría un tono mesiánico y anunciaría la llegada de Cristo (así, por ejemplo, San
Agustín), mientras para otros el niño era Claudio Marcelo, sobrino de Augusto, y la
edad de oro representaría la esperanza en el poder de Roma y la paz interna, tan deseada
por Virgilio.
-Geórgicas es un poema escrito a instancias de Mecenas, en el que se produce
una exaltación de la vida rural, entendida también como un canto a la paz romana,
lograda por fin tras largos años de guerras, tanto internas como externas, y como una
vuelta a la vida sencilla del trabajo, asociada a los primitivos romanos. La vida ociosa
representada por los pastores de las Bucólicas es sustituida aquí por el ideal del trabajo,
también entendido como contacto con la naturaleza, que se nos ofrece más real en las
Geórgicas. El poema se divide en cuatro libros que tratan, respectivamente, de la
agricultura, de la arboricultura, de la ganadería y de la apicultura.
-La Eneida es la gran epopeya de los romanos, escrita por Virgilio con el deseo
de engrandecer a Roma y de asimilar a sus caudillos, principalmente César y Augusto,
con la estirpe de los descendientes de Troya a través de la figura de Eneas. En ella se
narra el destino de este héroe, que no es otro que el de fundar una ciudad en el Lacio
que será, según los dioses, la cabeza del mundo.
El poema está escrito a imitación de los textos de Homero y se estructura en
doce libros que se podrían dividir en dos partes: los libros I al VI narran el viaje de
Eneas desde Troya a Italia, y tradicionalmente se vienen asimilando con la Odisea, por
el predominio de las aventuras marítimas; los libros VII al XII son un relato de las
guerras de los troyanos en el Lacio, a imitación de la Ilíada. La Eneida comienza in

16
medias res, es decir, con la acción ya iniciada y continuada tras la intercalación de los
episodios que no se han narrado al principio: nos presenta a Eneas y sus compañeros
arrojados por la tormenta a las costas de Cartago, en el norte de África (libro I), y
después se narra, por boca del héroe, que se lo cuenta a Dido, la reina de Cartago, el
final terrible de Troya y su travesía hasta llegar allí, con la muerte de su padre,
Anquises, en Sicilia (libros II y III). El libro IV retoma la linealidad del relato con la
vuelta al presente y contiene los amores de Eneas y Dido. La profecía que obliga a
Eneas a llegar a Italia y fundar Roma hará imposible la continuidad de esos amores.
Dido, tras la marcha de Eneas, incapaz de sufrir su ausencia, se suicida.
Los libros V y VI suponen la vuelta de los troyanos al mar: en el primero llegan
a Sicilia, donde celebran grandes juegos en honor a Anquises, allí enterrado, y en el
segundo, Eneas desciende a los reinos de la muerte, acompañado por la sibila de Cumas.
Los cantos VII al XII muestran las guerras por la conquista del Lacio, que se resuelven
finalmente con la muerte de Turno, el rey de los rútulos, a manos de Eneas, y la
consecución, por parte de este, de la mano de Lavinia, la heredera del rey Latino.
La crítica ha querido ver en la Eneida una doble simbología histórica, que asimilaría las
andanzas de Eneas en Cartago con las guerras púnicas entre Roma y los cartagineses
(que abarcaron más de un siglo, entre la mitad del III y la mitad del II a. C.), y los
combates por el dominio de Italia con las guerras civiles que fueron contemporáneas de
Virgilio.

Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C.)


Nació Horacio en Venusia, hijo de un liberto que procuró siempre facilitar sus
estudios, por lo que lo llevó a Roma para que aprendiera retórica y después a Atenas,
donde estudió filosofía y profundizó en los estudios literarios. Tras la muerte de César
(44 a. C.) se alistó en el ejército de Bruto y participó como tribuno militar en la batalla
de Filipos. Formó parte junto a Virgilio del círculo de Mecenas. En sus obras se alternan
poemas de carácter lírico con otros de tono discursivo, con reflexiones morales,
filosóficas o literarias.
-Epodos es una colección de diecisiete poemas en los que predomina la crítica
injuriosa de determinados tipos o grupos sociales, entre los que se encuentran el
poetastro Mevio, una vieja lujuriosa, un liberto enriquecido, una famosa hechicera o un
usurero avaricioso. Este último es el que reflexiona sobre las ventajas de la vida retirada
en el campo, lejos de las preocupaciones, en el conocido poema que comienza con la
expresión Beatus ille (“Dichoso aquel”), que dio lugar a uno de los tópicos más
difundidos de la antigüedad
También censura Horacio las guerras civiles que tanto daño hacen a Roma. El
nombre de epodos (verso breve) responde a la estructura métrica predominante, que
combina ese verso breve con otro más largo que lo sigue.
-Sátiras recoge la poesía de tipo crítico, con un tono conversacional, de charla
amena, donde Horacio retrata la sociedad de su tiempo y refleja la vida cotidiana en
Roma. Predomina la crítica moral y de costumbres.
-Las Odas marcan el punto más elevado de la poesía horaciana. Escritas en el
sosiego de su casa de campo en Sabina (regalo de Mecenas) y con la tranquilidad que le
da a su espíritu la paz social de los primeros años de Augusto, las Odas son una
colección de poemas que tratan temas como la amistad, el elogio del campo, el amor, el
vino, la mitología... Todo ello desde la angustia que le produce la idea de la muerte, que
le lleva a la exaltación de los más pequeños placeres de la vida, desde un punto de vista
epicúreo. Por eso cobran relevancia en él los más conocidos tópicos literarios sobre el
aprovechamiento de la vida, como el aurea mediocritas o el carpe diem.

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-Las Epístolas, de contenido filosófico y moral, suponen un retorno de Horacio a
los temas satíricos y críticos. Destaca sobre todas la Epístola a los Pisones, también
conocida como Arte poética, donde censura la literatura recargada y pretenciosa y
defiende una poesía sencilla y cercana.

Los poetas elegíacos: Tibulo y Propercio


La elegía, de origen griego, es un género que se caracteriza por su aspecto
formal y por sus temas. Formalmente se compone a partir de los llamados dísticos
elegíacos, esquema formado por dos versos, un hexámetro y un pentámetro, como ya
estudiamos al hablar de la poesía griega. Los temas, aunque variados, giran siempre en
torno a la expresión de sentimientos que se describen en primera persona: amorosos,
patrióticos, tristes (reflejo del dolor producido por la muerte de un ser querido o por el
exilio). De ahí que se pueda hablar de subgéneros como la elegía erótica, patriótica,
fúnebre o del exilio.
De duración efímera, el género elegíaco abarca desde los tiempos finales de la
República hasta los inicios del Imperio, y en él se inscriben una serie de autores que se
sitúan cronológicamente entre Catulo y Ovidio (extremos ambos que, según la
perspectiva crítica que tengamos en cuenta, se incluyen o no en la nómina de los
elegíacos).
Albio Tibulo (c. 60-19 a. C.) es autor de una poesía de corte principalmente
amoroso, con composiciones que reflejan la intimidad y la naturaleza, dirigidas a sus
dos amores principales: una dama, Delia, y una prostituta, llamada por él Némesis, que
le provocó intensas amarguras.
Sexto Propercio (47-14 a. C.) es considerado un poeta más refinado y culto, que
refleja en sus versos la pasión por Cintia, tan tumultuosa como la relación amorosa de
Catulo y Lesbia.

Publio Ovidio Nasón (43 a. C.-17 d. C.)


Ovidio nació en Sulmona, en una familia acomodada, y estudió en Roma. Por
causas desconocidas, en el año 8 d. C. cae en desgracia ante Augusto, que lo destierra a
las orillas del Ponto Euxino (el mar Negro), en la ciudad rumana de Tomis (hoy
Constanza), donde morirá en el año 17 d. C.
Su obra se inicia con una serie de libros de asunto amoroso, el primero de los
cuales es Amores, una colección de poemas de corte erótico, en la línea de los poetas
elegíacos, dirigida a una mujer llamada Corina, cuya identidad se desconoce, pero que
tal vez sea tan solo un nombre para referirse con él a varias mujeres. A veces destaca la
ironía y llama la atención la ausencia del sufrimiento amoroso. En las Heroidas, Ovidio
incluye una serie de cartas presuntamente escritas por mujeres a sus amantes o maridos
ausentes. Los protagonistas son todos ellos personajes mitológicos (Dido y Eneas, Hero
y Leandro, Helena y Paris, Medea y Jasón...), con la excepción de Safo, la poetisa
griega, que se dirige en la ficción ovidiana a su amado Faón, y que pregona con su
presencia en el libro el interés que despertó su obra en Ovidio y en sus contemporáneos
romanos. Desde un punto de vista teórico y didáctico, escribe el Arte de amar y los
Remedios de amor. El primero de ellos es una colección de consejos para conquistar a
las mujeres y de advertencias a estas para conservar a sus amantes, teniendo como base,
en gran medida, la propia experiencia del autor.
En un segundo momento de su producción poética, Ovidio escribe las
Metamorfosis, donde recoge una historia de la mitología desde los orígenes del mundo
hasta la muerte de César. Se divide en quince libros en los que el mito transciende a la
categoría de poesía, de manera un tanto alejada del hecho religioso en sí. Los personajes

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de las Metamorfosis sufren transformaciones que les hacen pasar de la categoría humana
a la de plantas, árboles, piedras, animales, estrellas... Entre otras historias, destacan las
de Apolo y Dafne, Píramo y Tisbe, Orfeo y Eurídice o Narciso y Eco.
El último período de la obra de Ovidio se desarrolla en el destierro del poeta en
el Ponto Euxino, y está compuesto por dos libros: Tristes y Epístolas desde el Ponto. En
ambos casos, predomina una poesía de lamentos, con una vuelta a los moldes de la
elegía en el primero de los dos libros, que busca conmover al que lee ante el sentimiento
de humillación y de desdicha que ofrece el autor, que no esconde nunca sus deseos de
volver a Roma y utiliza, a veces, un tono adulador con los poderosos que podrían
facilitar esa vuelta.

Otros poetas
Cabe destacar la labor de Marco Anneo Lucano (39-65 d. C.), que cultivó un
nuevo tipo de poesía épica, alejada del modelo de Virgilio (y, por tanto, de Homero), al
centrarse en hechos reales y tomar la historia como motivo poético, sin referencias
mitológicas ni legendarias, como hace en la Farsalia, que trata sobre las guerras civiles
entre César y Pompeyo. Otros poetas de este período fueron Fedro, que escribió fábulas
a imitación del griego Esopo, o Marcial y Juvenal, autores de epigramas y sátiras,
respectivamente, que retratan la inmoralidad de su tiempo.

3. LA PROSA

3.1. Época republicana


Destacaremos dos géneros en la prosa romana de este período: la oratoria y la
historia. En la oratoria nos encontramos con Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.),
cuya obra se desarrolla en tres vertientes: la filosofía, la política y la oratoria. Cicerón
cultivó una prosa exquisita y refinada en todas sus obras, entre las que podemos citar el
Orador y el Brutus, donde recoge una preceptiva sobre el arte de la elocuencia y esboza
su historia en lengua latina. Desde el punto de vista del discurso político, es interesante
destacar su obra Catilinarias, formada por cuatro discursos que Cicerón pronunció en el
senado acerca de la conjura de Lucio Sergio Catilina, que él mismo desarticuló en su
calidad de cónsul, o los discursos violentos contra Marco Antonio, conocidos como
Filípicas, por su cercanía a la obra de Demóstenes. También escribió algunos de sus
tratados filosóficos siguiendo el género del diálogo, a imitación de Platón y Aristóteles,
como es el caso de las Discusiones tusculanas, sobre la inmortalidad del alma y la
importancia de la filosofía.
En la historia hay que destacar, en primer lugar a Cayo Julio César (100-44 a.
C.), que escribió, entre otras obras, sendas crónicas de asunto bélico que recogen
episodios de la historia de Roma vividos por él en primera línea: los Comentarios a la
guerra de las Galias y los Comentarios a la guerra civil, cuyas fuentes principales son
los informes de sus oficiales y sus propios diarios de campaña. Las obras de César (que
a veces contienen digresiones geográficas, etnográficas o técnicas) presentan al autor en
tercera persona, con lo que se crea un distanciamiento y una objetividad que permite la
reflexión del lector, quien puede sacar sus propias conclusiones sin verse dirigido por la
opinión del narrador.
El otro historiador relevante del período republicano es Cayo Salustio Crispo
(86-35 a. C.), que escribió la totalidad de su obra en los últimos diez años de su vida y
se concentró en el relato de acontecimientos contemporáneos o muy cercanos en el
tiempo, como es el caso de la Conjuración de Catilina. Salustio, deudor en gran medida

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de la prosa del griego Tucídides (con quien comparte un uso arcaizante del lenguaje),
concibe la historiografía como un arte, pero huye del retoricismo.

3.2. Época imperial


Además de la historia, la prosa se adentra en los terrenos de la filosofía y de la
ciencia, y nos lleva al surgimiento de la novela, concebida a imitación de la novela
griega, con una base fundamental en la aventura y en las situaciones extremas.
Entre los historiadores destaca Tito Livio (59 a. C.- 17 d. C.), que se aleja del
relato de la historia reciente, practicado por sus predecesores, para entregarse al
ambicioso proyecto de escribir la historia de Roma desde sus orígenes hasta los últimos
años de la era precristiana, en su Desde la fundación de Roma (Ab Urbe condita), que
llegó a alcanzar ciento cuarenta y dos libros, de los que se han conservado poco más de
treinta. El patriotismo y el deseo de hacer presentes las viejas virtudes de los romanos
son los móviles principales de la obra de Tito Livio. Otros historiadores fueron Cornelio
Tácito y Cayo Suetonio Tranquilo, ya a mitad de camino entre los siglos I y II.
La filosofía está representada por Lucio Anneo Séneca (c. 1-65 d. C.), que
manejó una prosa ágil, acomodada a su pensamiento y a sus planteamientos morales,
reducida a veces a breves máximas cargadas de expresividad (como en sus Epístolas a
Lucilio), pero además escribió tragedias de temática griega, a la manera de Eurípides,
que son las únicas obras de este género conservadas en latín.

La novela. El género que nosotros llamamos novela aparece ligado, en la Antigüedad, a


los relatos de aventuras y de corte sentimental que fueron una de las formas de
expresión del período helenístico de la literatura griega, y en esa línea se insertan los
dos textos en los que nos vamos a detener.
Petronio (c. 14/27-c. 65) es el autor al que se atribuye el Satiricón (c. 64-65 d.
C.), una novela que nos ha llegado muy fragmentariamente, pero que debió de ser muy
extensa, y cuya estructura es un tanto caótica. El historiador Tácito consideraba que era
un relato en clave que pretendía reflejar la vida depravada del emperador Nerón, ante
quien, realmente, Petronio había caído en desgracia. De hecho, el escritor se cortó las
venas de manera ceremoniosa para cumplir la sentencia que le había impuesto Nerón.
El Satiricón narra las aventuras de tres personajes, Encolpio, que actúa como
narrador, su amigo Ascilto y el muchacho Gitón, su amante, en un ambiente de
perversión y obscenidad. Es importante, también, el carácter satírico y paródico del
relato: sin ir más lejos, los amantes castos y perfectos de la novela griega son aquí
sustituidos por la pareja de depravados que representan Encolpio y Gitón. Además, el
tono crítico que envuelve el relato nos ofrece una imagen de la sociedad romana en la
que la degradación y el contraste entre el lujo y la miseria forman el escenario de la
acción. Formalmente hemos de incluir el Satiricón en la tradición de la sátira menipea,
un género híbrido, en prosa y verso, creado por el griego Menipo de Gadara en el siglo
III a. C., en el que, al reflejo de la vida y costumbres de la época, se le añade un
componente de humor y fantasía.
A lo largo del relato se intercalan cuentos variados que le dan a la obra un
aspecto misceláneo. Uno de esos cuentos es el de la matrona de Éfeso, que te ofrecemos
fragmentariamente a continuación.
Apuleyo (c. 125-c. 170/180 d. C.) nació en el norte de África, en la ciudad de
Madaura, y fue un hombre de gran inteligencia, muy aficionado a la magia y a las
religiones de procedencia oriental. Fue acusado de practicar la magia para conquistar a
una mujer viuda y rica con la que se casó, y él mismo se defendió en el juicio y con un
libro titulado Apología. Su obra más importante es Las metamorfosis o El asno de oro,

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donde narra las aventuras de un hombre, Lucio, transformado en asno por artes mágicas,
pero que, al no perder su inteligencia humana, se convierte en testigo y narrador de todo
lo que le rodea, recreando una sociedad en crisis. El protagonista se configura, por esto
y por su forma de vida, como un antihéroe que preludia en gran medida la novela
picaresca. De ambientación griega, El asno de oro tiene su base en una obra anterior,
también llamada Metamorfosis, escrita por Lucio de Patras.
En el relato se encadena una sucesión de cuentos, trabados por el hilo conductor
de la presencia de Lucio y, a veces, por la propia intervención de este, que sirven de
contrapunto y de entretenimiento en medio de las fortunas y adversidades del
protagonista. Tiene un especial interés, por la belleza de la historia, el cuento que trata
de los amores de Eros y Psique.

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