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LA GUERRA

La guerra suele definirse como la ruptura del estatus social por medio
de la fuerza. El resquebrajamiento de las normas sociales de transacción y
diálogo que ésta conlleva. Y es que, aunque sea difícil de entender para
muchos, la guerra es una de las características principales de la civilización.
Es siempre política. Como opinaba el filósofo español Gustavo Bueno,
contraponer guerra y paz como salvaje y civilizado, es un error. No existen
guerras como tales en la naturaleza. Es un fenómeno humano íntimamente
relacionado con lo que somos y el desarrollo que, como especie, hemos
logrado alcanzar. La guerra es un proceso brutal y peligroso pero que forma
parte de nuestra especie.
Desde los orígenes de la humanidad a la formación de nuestros
estados, hemos cambiado, y también lo ha hecho el modo en que nos
enfrentamos entre nosotros. Conforme han pasado los siglos, se han
añadido nuevas armas, nuevas estrategias, y hemos alcanzado, con ellas,
nuevos niveles de destrucción. En este sentido el siglo XX, con la I y, sobre
todo, la II Guerra Mundial (10 y 60 millones de muertos respectivamente),
representan un punto de inflexión. Por vez primera, unos conflictos hicieron
temer a la humanidad entera por su propia y total autodestrucción. Desde
entonces han seguido existiendo guerras, pero enfocadas de un modo
diferente, despojadas de cualquier atisbo de virtud y con una mayor
prudencia en lo relativo a ellas por parte de los gobernantes que las ponen
en marcha.
Con la llegada de las armas nucleares, la humanidad tuvo la
seguridad de que el próximo gran enfrentamiento podía, literalmente,
acabar con la vida en el planeta Tierra. Y su consecuencia directa, la Guerra
Fría, se convirtió en un fenómeno curioso, una calma tensa en la que el
miedo a un apocalipsis nuclear mantuvo al mundo en un largo periodo de
relativa paz, que es, por otra parte, el objetivo de la guerra. La paz no es otra
cosa que el orden establecido por las victorias en las guerras. Desde
entonces los conflictos se han seguido sucediendo, pero enfocando su
violencia de otra manera, tratando de hacer un uso más proporcional y
selectivo de la fuerza, pese a las obvias dificultades que supone alcanzar el
mismo.
Lo que parece innegable es que la guerra parece ser un fenómeno
inherente al ser humano. Han ocurrido durante siglos y las referencias a las
mismas han sido constantes todas las disciplinas y artes. Por eso, resulta
algo chocante o ingenuo algunas visiones idealistas, como la de la paz
perpetua. La guerra es tan natural a nuestras sociedades como la violencia
lo es a nosotros como individuos. En mayor o menor medida, parece que
siempre estará presente.

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