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UNIVERSIDAD NACIONAL DE PIURA

Facultad de Ingeniería de Minas


Escuela Profesional de Ingeniería Ambiental

Autor:

Cortez Falla Hans Jair


Elías Portocarrero Nayelit
Verano Ruiz Jhonny
Vilela Pacherrez Jair

CURSO:
SOCIOLOGIA

DOCENTE:
MG. SOC. JOSE ARTURO SANCHEZ ALVARADO

Piura - 2019
INTRODUCCIÓN

El presente trabajo analiza la situación de violencia interna en el Perú y el terrorismo


ejercido por el grupo armado denominado “Sendero Luminoso”, desde la perspectiva de
una agenda negativa. Se entiende por tal aquellos temas que dentro de la agenda global
tratan el terrorismo, el narcotráfico, la contaminación del medio ambiente. A partir de
ella se abre un espacio de mayor acción para los organismos internacionales que actúan
vigilantes frente a las acciones gubernamentales violatorias en materia de Derechos
Humanos.

Según Roberto Russell, la problemática del cambio de los órdenes mundiales es una de
las cuestiones que despierta mayores controversias en la disciplina de las relaciones
internacionales. El fin de la Guerra Fría dio lugar a un debate en cuanto a la naturaleza
del cambio, los escenarios alternativos del orden mundial y los temas de agenda global.
Toda reflexión sobre las transformaciones en las relaciones internacionales requiere
distinguir tres tipos de cambio: el fin de la Guerra Fría, la extensión del fenómeno de la
globalización y la crisis del orden westfaliano.

La sobrevivencia del Estado peruano estuvo en peligro por la naturaleza violenta del
accionar del referido grupo terrorista, poniendo en crisis el orden Westfaliano
mencionado anteriormente, donde el Estado deja de ser un actor fuerte dentro del plano
internacional, abriendo paso a la cooperación entre Estados soberanos. La globalización
afectó el rol del Estado westfaliano quitándole autonomía y disminuyendo el control
sobre sus procesos políticos, sociales y económicos y aumentó a su vez el desempleo, la
pobreza, las migraciones y las expresiones tribales. Se abrió un campo de debate sobre
el concepto de soberanía, las reglas de coexistencia y las instituciones y sobre la relación
entre los derechos del Estado y los derechos Individuales y Humanos.

Por otra parte, en todo análisis sobre las tendencias globales se deben incluir los
aspectos ligados al cambio en un estudio de los elementos de continuidad. Así, hoy se
pueden apreciar cambios sustanciales en la política de pacificación nacional peruana,
con la aplicación de una legislación antiterrorista que tuvo correspondencia con la
situación de emergencia y los múltiples actos violentos de los cuales los peruanos y
extranjeros residentes han sido testigos. Se han dado leyes antiterroristas que posibilitan
el juzgamiento, a cargo de jueces sin rostro; también una ley que tipifica el terrorismo
como delito de “traición a la patria” y una “ley de arrepentimiento”, con importantes
logros dentro de las filas subversivas
Violencia Política y Social en el Perú
El análisis de fenómenos de violencia política en el Perú estuvo largo tiempo bajo una
especie de monopolio de esquemas marxistas y afines, como la Teoría Latinoamericana
de la Dependencia. Estos enfoques han ofrecido explicaciones monocausales, a primera
vista plausibles, que vinculan la irrupción de la lucha armada y el surgimiento de guerras
civiles a la existencia de insoportables situaciones de injusticia histórica, la cual estribaría
principalmente en la explotación despiadada de parte de monopolios extranjeros y sus
agentes locales. Según Johan Galtung -cuyas tesis han sido muy populares a la hora de
explicar las causas profundas de los problemas peruanos- los motivos de la "violencia
estructural" provienen básicamente:
a) De una estructura socio-económica injusta que genera miseria colectiva;
b) De la represión política que produce relaciones asimétricas con respecto al poder,
y
c) De la pervivencia de fenómenos de alienación, los que harían imposible una paz
duradera.
Contra esta concepción se puede aseverar que la penuria económica, la carencia de
influencia política, el desempleo crónico y el malestar colectivo, representan factores que
han predominado en todos los periodos de la historia humana y en todas las sociedades,
y que sólo ocasionalmente han dado lugar a una violencia política específica como la
lucha armada.
El bajo consumo de calorías y proteínas, el analfabetismo y las agresiones físicas del
marido en la vida familiar e íntima son, sin duda alguna, fenómenos reprobables, pero
calificarlos como elementos definitorios de la violencia política en el Perú y como
variables que pueden explicar y hasta exculpar los movimientos guerrilleros es una
exageración sin atenuantes.

El apoyo urbano de que han gozado Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario


Túpac Amaru (MRTA), sobre todo en el área Lima-Callao, proviene básicamente de estos
sectores urbanos desarraigados. Algunas de las causas más importantes de la violencia
política peruana residen en un contexto conformado:
a) Por la destrucción acelerada del tejido social tradicional;
b) Por el surgimiento de expectativas de progreso colectivo e individual (que no
pueden ser satisfechas a corto plazo);
c) Por el acelerado crecimiento demográfico de la población peruana en un lapso
temporal muy breve,
d) Por el desencanto generado por una modernización imitativa de segunda clase,
que ha estado tradicionalmente asociada al régimen de propiedad privada y
marcadas diferencias sociales que han prevalecido en el Perú a lo largo del siglo
XX, régimen que no fue, en lo básico, atenuado por el experimento del
reformismo militar izquierdista de 1968 a 1980.

Hay que tener presente que gran parte del territorio peruano está conformado por
desiertos, estepas, montañas y selvas tropicales, suelos que difícilmente se prestan a la
vida humana, y si son utilizados económicamente, se degradan rápido a causa de su
precariedad ecológica. La configuración del medio ambiente no es precisamente
favorable a una apertura indiscriminada de todas las regiones del país hacia el progreso
material y, por ende, a mitigar de esa manera el incremento demográfico; pese a ello
persiste desde la época colonial el mito popular de las riquezas inmensas y de la
potencialidad ilimitada del Perú, potencialidad que estaría refrenada por políticas
públicas inadecuadas. Tenemos entonces una constelación ecológico-demográfica que
constriñe el desenvolvimiento rápido de las fuerzas productivas e indirectamente
aumenta el potencial de protesta y de violencia socio-políticas.

El núcleo de Sendero estuvo originalmente conformado por "la sagrada familia":


intelectuales de provincia sin perspectivas laborales promisorias, miembros
desarraigados de antiguas familias de terratenientes arruinados y algunos jóvenes
campesinos con anhelos de ascenso social y actividad política. Es interesante mencionar
el hecho de que el 38.5% de los terroristas encarcelados en el Perú son universitarios
(con estudios interrumpidos), mientras que el 6.3% son personas sin ningún tipo de
educación: ambas cifras no corresponden de ninguna manera a la estructura
demográfica del país.

Esta constelación de un crecimiento acelerado de la población en conexión con una


notable intensificación de los anhelos de progreso material induce, como se sabe,
procesos de descomposición social. Un dato estadístico (que al mismo tiempo es un
indicador de una cierta anomia colectiva) puede brindar un indicio a este respecto. El
aumento en la tasa de delitos registrados policialmente es sintomático: en 1963 se daban
3.27 delitos por mil habitantes, mientras que en 1988 subieron a 8.10 por mil. En 1966
había 2,047 presos menores de 18 años, mientras que en 1985 ya se encontraban 10,788
menores detrás de rejas.

1. Conceptos Generales
1.1. Definición de terrorismo
En el análisis de documentos, comunicados y trabajos de diferentes organismos
internacionales e investigadores del tema se encuentra una falta de
homogeneidad para definir a los grupos terroristas y se utiliza indistintamente
como equivalentes “grupos alzados en armas”, “rebeldes combatientes”,
“insurgentes”, “grupos políticos”, “militares”, “guerrilleros”, “grupo irregular”,
entre otros, como sinónimos para denominar a los terroristas.
La doctrina jurídica contemporánea no ha podido llegar a un acuerdo en torno a
los elementos que integran un concepto uniforme y preciso de terrorismo,
tampoco a un concepto que pueda servir de sustento y dar coherencia a los
distintos acuerdos que se adopten en materias específicas; ni a una definición
que contenga los requisitos esenciales del delito y los caracteres que lo distinguen
de cualquier otra conducta, criminal o no.
Como expone Roberto Russell, el ascenso al tope de la agenda global de temas
que habían ocupado en el orden anterior un lugar subordinado, debido a los
límites que imponía la lógica bipolar de la Guerra Fría y que forma parte de la
que se denomina la “agenda negativa”: deterioro del medio ambiente, pobreza,
población, proliferación, migraciones, narcotráfico, terrorismo, nacionalismos; es
consecuencia del cambio en el patrón mundial.
Al hablar de terrorismo hace referencia al auge delos fenómenos
fundamentalistas de la segunda etapa de la post Guerra Fría, como un regreso
al pasado o al “nuevo desorden internacional”, entendiendo que el eje de la
política mundial serían las relaciones entre las civilizaciones.
En su libro: Inicio, Desarrollo y Ocaso del Terrorismo en el Perú Jiménez Bacca
afirma que: Terrorismo son actos de violencia armada contra la vida, la salud y
la libertad de las personas ejecutadas de un modo sistemático y planificado que
tienden a crear una situación de inseguridad y de peligro colectivo para alterar
el orden constitucional o la organización jurídica del sistema democrático.

2. Anomia, desarraigo y frustraciones colectivas como focos de violencia


política
2.1.
En América Latina, principalmente en países del cono sur (Argentina. Brasil, Chile,
Paraguay, Perú) el tema emerge como resultado de quiebres sociales producto
de las dictaduras militares a partir de la segunda mitad del siglo XX.

3. Sendero se Organiza en Guerrillas


Uno de estos partidos, el más atrevido e intelectualmente sólido llamado Sendero
Luminoso, fue el primero en poner en marcha una estrategia de lucha. Así, a partir
de mayo de 1980, justo cuando el Perú estaba saliendo de una dictadura militar,
toma el control de los pueblos rurales en el departamento de Ayacucho tras una
serie de ataques a puestos policiales en los que mató a decenas de policías y
sustrajo armamento y munición.
Al principio hubo expectativa e incluso efervescencia entre muchos campesinos
debido a las promesas de SL, pero a medida que éste trataba de colectivizar sus
tierras –ignorando que ya habían sido parceladas—, expropiar parte de su
producción, reclutar a sus hijos adolescentes para participar en emboscadas a
policías y militares y ejecutar en público a los que no obedecían, se fue armando la
resistencia.
Para defenderse se levantan en pie de guerra los campesinos y forman por su
cuenta los Comités de Autodefensa, las llamadas DECAS rurales, armadas sólo con
huaracas, lanzas, machetes, cuchillos y escopetas de caza fabricadas en casa
llamadas “hechizos”. A través de los años crecieron hasta ser 120,000 personas que,
junto con las Fuerzas Armadas -otras 30,000 personas- le infligieron al comunismo
su derrota más contundente en el territorio Latinoamericano y, por fin, el último
triunfo que se conoce contra el terrorismo en el Tercer Mundo.

Pero la victoria sólo fue posible cuando después de 10 años las tropas de las Fuerzas
Armadas Peruanas se aliaron con las DECAS. Esa demora fue lamentable porque al
igual que las guerras de Vietnam o las actuales en Medio Oriente, los soldados y
policías enviados desde Lima a la sierra y selva combatían a ciegas, al no saber
distinguir al terrorista del campesino, ambos con la misma tez y vestido. Como
consecuencia de ello, fallecieron muchos inocentes que fueron confundidos por las
fuerzas del orden como senderistas. Como me lo contaron dirigentes de las DECAS:
“Los militares en combate no solo eran ciegos de vista, sino de lengua pues la
mayoría de ellos no hablaba quechua”.

3.1. Sendero ataca en el campo a campesinos indefensos:


Entre 1981 y 1984, los campesinos se rebelaron contra Sendero debido a
su política de colectivizar sus tierras y reemplazar el dinero por el trueque
o intercambio local. Sendero castigó a los campesinos, matando por lo
menos a unos 4,600 de ellos entre 1981 y 1983.
La resistencia local empezó en 1981, cuando los campesinos de
Ayacucho, Huancavelica, Apurímac se rebelaron contra las políticas
comunistas de Sendero. Éste no se había dado cuenta de que la mayor
parte de las tierras andinas ya había sido privatizada sobre la base de un
creciente consenso nacional informal y acuerdos particulares creados
entre los campesinos que aspiraban a ser clase media.
3.2. Los campesinos crean un ejército extralegal para defenderse:
En 1984 las víctimas de Sendero se alistaron para contraatacar y proteger
los valores de la clase media emergente. Unos 20,000 campesinos
ayacuchanos organizaron grupos extralegales de Defensa Civil
Antisubversiva (DECAS), y procedieron a montar una ofensiva.
Armados con lanzas, hondas y escopetas de perdigones, los campesinos
arrinconaron a Sendero en 1985. En 1986, habían recuperado el control
de la mayor parte de los valles en los que vivían y cultivaban, obligando
a Sendero a refugiarse en las alturas.
3.3. Sendero contraataca creando así la necesidad de resolver la
ilegalidad de los campesinos: la “trampa categórica”
Entre 1987 y 1990 Sendero regresó a los Andes mejor organizado y con
apoyo financiero, expandiendo su presencia al 60% del territorio peruano
en el que impuso sus leyes a punta de muerte y terror. Logró destruir lo
que quedaba del derecho formal, oficinas de gobierno y bancos
comerciales y destruyó la información que contenían.
El pesimismo reinaba entre los expertos en política exterior que
observaban al Perú con preocupación. En primer lugar, porque Lima no
era consciente de las dificultades en el campo, en gran parte porque SL
estaba dirigiendo sólo el 2% de sus acciones violentas a la capital (la línea
azul en la infografía). El estado de inconsciencia profundo de la capital
fue planificado por SL con eficiencia para irla acorralando sin que se diera
cuenta y tomarla de un sólo golpe una vez dominado el campo.

3.4. Abimael es el primero en percibir la estrategia que vencerá a SL

“Todo obedece a un plan que, a través de tratados internacionales y


reformas internas, (…) apunta contra la guerra popular y busca aniquilarla
(…). Ha sido concebido e implementado por Hernando de Soto, agente
directo del imperialismo yanqui”
Abimael Guzmán, “Sobre las dos colinas”

Durante dos años en mi organización, el ILD, urdimos un plan para retirar


el tema de un contexto criminal y replantearlo como un tema relacionado
a la revolución industrial y de Derechos Humanos, tanto en el frente
peruano como a nivel internacional. Para que la situación de los grupos
campesinos encaje dentro de las obligaciones de los tratados
internacionales firmados por el Perú, invitamos a inspectores de la ONU
y de los países desarrollados a visitar las zonas de conflicto y reunirse
personalmente con las diferentes organizaciones rurales, incluyendo las
DECAS, para tipificarlos como “interlocutores válidos” y permitir que se
unan a las fuerzas armadas para derrotar al terrorismo.
El ILD hizo un inventario completo de las organizaciones campesinas en
la zona de conflicto, tal y como se muestra en el aviso abajo, para lograr
su recategorización.
Después de negociaciones al más alto nivel político, las autoridades
estadounidenses aceptaron la posición peruana y la confirmaron dentro
del convenio firmado con el Perú el 14 de mayo de 1991. En él se
reconocía que los cocaleros no eran por definición narcotraficantes sino
productores extralegales; que la estrategia represiva tenía que ser
dirigida exclusivamente contra los narcotraficantes; y que la mejor
manera de combatir al narcotráfico era creando una alianza entre el
Gobierno y los agricultores por la vía de políticas que prioricen la
participación democrática, los derechos de propiedad y algunas medidas
de desarrollo alternativo favorable al medio ambiente.

Concretamente, el convenio estipula que: “Los campesinos cocaleros


constituyen una clase económica y social muy distinta a la que conforman
las personas dedicadas al narcotráfico. Los primeros son pobres y se
dedican a esta actividad mayormente por razones de subsistencia, porque
no pueden ingresar legalmente a otra; los segundos son prósperos y no
enfrentan barreras de ese tipo”.
La recategorización permitió sacar de la criminalidad a los campesinos y
asimilarlos a las Fuerzas Armadas, creando las condiciones que les
permitieron ganarle la guerra a SL en el campo un año antes que Abimael
Guzmán fuera capturado en Lima ya sin combatientes que lo protegieran.

Todo ello fue posible gracias al apoyo recibido por varios congresistas y
senadores de los EE.UU, y por Javier Pérez de Cuellar en su posición de
Secretario General de la ONU. Ellos nos ayudaron a que las nuevas
categorías sean reconocidas por los organismos competentes
internacionales. Merece una mención especial el vicepresidente de los
EEUU Dan Quayle, su jefe de gabinete Bill Kristol y el entonces Secretario
de Defensa Dick Cheney, quienes nos facilitaron llevar el tema a la Casa
Blanca, reunirnos con el Presidente George H. W. Bush y su Jefe de
Seguridad Nacional Bent Scowcroft y sellar el acuerdo con el Perú creando
así las condiciones para ganar la guerra.
3.5. El triunfo de los campesinos y su incorporación a la ley
Finalmente los campesinos fueron reconocidos como interlocutores
válidos. A finales de 1991 las DECAS habían crecido seis veces,
constituyendo una gran fuerza de 120,000 hombres armados que, junto
con los 30,000 soldados peruanos, lucharon y derrotaron a Sendero. Ya
para 1992 se había reducido sustancialmente el número de muertes y
Sendero fue derrotado no sólo como fuerza militar sino también como
opción política.
La legitimidad de los campesinos y su ejército informal de DECAS fueron
reconocidos a nivel nacional a través del Decreto Legislativo 741 que les
permitió defenderse bajo la estricta supervisión de las Fuerzas Armadas
— como había sucedido en el caso de las milicias locales de la era colonial
estadounidense. El uso de los argumentos históricos fue fundamental
para ser comprendidos por la comunidad mundial: veinte años antes de
la Guerra de Independencia estadounidense, George Washington fue un
general en la milicia de Virginia; los legendarios “Minutemen” de
Massachusetts, que participaron en la batalla de Lexington y Concord,
que comenzaron la Guerra de la Independencia, fueron parte de un
esfuerzo para crear una milicia legal.
Paradójicamente, el primero en comprender la fuerza de los convenios
internacionales y la recategorización fue el líder del grupo terrorista,
Abimael Guzmán, quien en el periódico de su organización El Diario,
señaló que nuestros escritos “alejan a los jóvenes de la guerra popular”.
También escribió en “Sobre las Dos Colinas: Documento de estudio -de
SL- para el balance de la III Campaña, 1991”, que todo obedeció a un
plan cuyo eje fue el Convenio Antidrogas con EEUU y que, a través de
tratados internacionales y reformas internas, ello “…apunta contra la
guerra popular y busca aniquilarla (…). Ha sido concebido e
implementado por Hernando de Soto, agente directo del imperialismo
yanqui” (una distinción inmerecida, pues en realidad fue una obra
colectiva, tal como lo demuestra esta infografía).
El líder de SL también señaló que a las fuerzas campesinas
recategorizadas “las han convertido en Fuerzas Armadas reaccionarias
por mandato”, y que el acceso y mejor entrenada lista para hacer frente
al incremento de tropas británicas en la región.
4. REACCIONES CONTRA SENDERO LUMINOSO

4.1. El rol de las Fuerzas Armadas y del Servicio de Inteligencia


Cuando Sendero Luminoso inició su lucha armada en 1980, no solo
sorprendió a todos los sectores políticos y al gobierno, sino que también encontró
desprevenidas a las Fuerzas Armadas. Sendero Luminoso logró expandirse
debido a la crítica situación por la que pasaba el país y a cómo la población
percibía la miseria, el atraso, la exclusión y la injusticia. Y por otro lado estaba el
contexto político, la ideologización, la voluntad de los insurgentes y el
comportamiento de los actores sociales, políticos y militares. Abimael
Guzmán inició su lucha en un momento en que sabía que era imposible la
represión por parte de las Fuerzas Armadas y también supo avizorar de antemano
los desaciertos que ellas iban a cometer, no solo políticos y militares, sino también
las faltas del Estado y de la sociedad en su conjunto.
Las Fuerzas Armadas fracasaron en su intento por combatir el terrorismo
debido a que la información que tenían sobre el maoísmo era insuficiente y la
bibliografía sobre insurgencia era escasa. Otra dificultad con la que se
encontraron fue que la mayor parte de los textos estaban desarrollados por el
gobierno de Estados Unidos para combatir la guerrilla panameña, y difícilmente
se podía aplicar al caso peruano. Los lineamientos estratégicos y las normas
generales para la conducción de la contra subversión no se desarrollaron con la
profundidad necesaria para plantear claros los objetivos fundamentales. A esto
se sumó la equivocada concepción que tenían los militares sobre los aspectos de
inteligencia; los cuales no se aplicaron correctamente.
Por último las Fuerzas Armadas se encontraban frente a un Estado
altamente burocratizado, que demoraba meses en decidir su intervención frente
al problema del terrorismo. Fue en 1982 que el gobierno de Belaúnde decidió que
las Fuerzas Armadas actuaran.
El plan constaba de tres fases; intervención, pacificación y consolidación
de la zona convulsionada. Lo que las Fuerzas Armadas no previeron fue que
Sendero Luminoso no sólo actuaba en el interior del país, sino que recibía ayuda
y conducción externa. Esto generó la falta de coordinación entre las directivas
presidenciales y las militares. Había además vacíos de poder en aquellas zonas
donde Sendero había logrado obtener una importante presencia antes del ingreso
de las Fuerzas Armadas.
Para 1984 la estrategia militar no cambió, pero se intensificó el accionar
represivo y se mostró una preocupación especial por la organización de rondas
antisubversivas. Para evitar el crecimiento posterior de Sendero era necesario
aplicar estrategias en el campo político, económico y sociocultural. Ese mismo
año, Abimael Guzmán declaró que fueron los momentos más difíciles por los que
atravesó el partido, lo que significó un gran avance para el gobierno, pero no fue
suficiente. El gobierno de Belaúnde erró gravemente cuando se demoró en decidir
el ingreso de las Fuerzas Armadas para combatir a la subversión y cuando esto
ocurrió creyó, al igual que con las guerrillas de 1965, que bastaba la simple
represión militar para batirlas exitosamente.
CONCLUCIONES

1. La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) ha constatado que el conflicto


armado interno que vivió el Perú entre 1980 y 2000 constituyó el episodio de violencia
más intenso, más extenso y más prolongado de toda la historia de la República.
Asimismo, que fue un conflicto que reveló brechas y desencuentros profundos y
dolorosos en la sociedad peruana.

2. La CVR estima que la cifra más probable de víctimas fatales de la violencia es de


69,280 personas.1 Estas cifras superan el número de pérdidas humanas sufridas por el
Perú en todas las guerras externas y guerras civiles ocurridas en sus 182 años de vida
independiente.

3. La CVR afirma que el conflicto abarcó una proporción mayor del territorio nacional
que cualquier otro conflicto, provocó enormes pérdidas económicas expresadas en
destrucción de infraestructura y deterioro de la capacidad productiva de la población y
llegó a involucrar al conjunto de la sociedad.

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