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Cerremos los ojos y pensemos en el miedo que alguna vez tuvimos en el pasado, por
ejemplo nuestro primer día de clases como educador, la cuestión de lo difícil, y el miedo que nos
provoca, la cuestión que aquí se plantea no es el negar el miedo, aun cuando el peligro que lo
genera sea ficticio. El miedo en sí, sin embargo, es concreto. La cuestión que se presenta es la de
no permitir que el miedo nos paralice o nos persuada fácilmente de desistir a enfrentar la
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situación desafiante sin lucha y sin esfuerzo. El miedo es provocado por alguna dificultad que
tengamos, pero la dificultad está siempre relacionada con la capacidad de respuesta del sujeto
que teme. El peor error más terrible es retroceder al primer obstáculo que se nos presente, el
miedo es un derecho, que nos exige valentía. Pero no debemos dejar que nos paralice en nuestra
labor como educadores.
Tercera Carta: "Vine a hacer el curso de magisterio porque no tuve otra posibilidad".
Escuchó una vez decir en una reunión de padres de familias de una promoción escolar,
que si un hijo no logra ingresar a la universidad, entonces estudiará para ser profesor. Muchas
veces hemos escuchado decir estas palabras de la misma forma u otra, pero siempre con el
mismo sentido e intensión de desprestigiar la carrera docente, dando a entender que ser
profesor es la última opción para las personas.
La práctica educativa de la que hablamos no puede ser tomada como última opción para
una persona que pretende iniciar una carrera profesional, por el contrario el ser educador es algo
serio y que requiere de vocación y compromiso. Porque tratamos y trabajamos con gente, con
niños, que son seres humanos, en el que participamos en su formación como persona. Podemos
ayudar al educando o perjudicarlo. Podemos contribuir a su fracaso con nuestra incompetencia e
irresponsabilidad. Pero también podemos ayudar con nuestra constante preparación y con el
gusto de enseñar y teniendo las ganas de que ellos aprendan, tomándolo con mucha seriedad y
compromiso. Es por esto que no se puede formar a una persona como docente solo porque no
tuvo otra opción, de raíz estamos formando un exterminador de educando.
La carrera de ser educador es subestimada por la sociedad y sus políticas, con el injusto
salario, algunos se debaten en que si es justo un aumento de sueldo o no para los profesores,
todos opinan, pero las preguntas que se hizo Freire a sí mismo fueron: ¿La tarea de un profesor o
profesora es importante?, ¿El salario que percibe es digno? ¿La sociedad reconoce la importancia
de esta profesión?
Cuarta Carta: De las cualidades indispensables para el mejor desempeño de las maestras y los
maestros progresistas.
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Las cualidades para un profesor progresista están sujetas con las prácticas coherentes con
la opción política de una naturaleza crítica del educador, por eso mismo las cualidades no son
algo con lo que nacemos. La humildad no es una cualidad vinculada a la falta de respeto por uno
mismo o cobardía, más aún, nos exige valentía y confianza en nosotros mismos. La humildad nos
ayuda a reconocer que no lo sabemos todo, sin humildad difícilmente podremos escuchar a
nuestros estudiantes. Ser humilde significa que estoy abierto a enseñar y aprender.
La tolerancia no significa ser tolerante con algunos, si no saber convivir con los que son
diferentes, estar abierto a aprender cosas diferentes, aceptarlos y respetarlos tal como son.
Un punto muy importante que menciona Freire en este escrito, es que está de acuerdo al
hacer saber que el educador es un ser humano, frente al niño. Porque no podemos educar a
niños con mentiras, que piensan que su docente no tiene emociones. La educadora debe
despertar el humanismo del educando como parte de un proceso de formación.
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discurso que transmite el docente hacia los alumnos, los cuales deben ser coherentes y
permanentes. Entre el decir y el hacer siendo el último el más fuerte.
Hay que ser abierto a los cambios, como la participación de los educandos en un ámbito
democrático y con respeto. Un maestro debe ser una imagen de autoridad, firmeza, seguridad y
orden sin sobrepasar los límites de respeto mutuo en el aula. El maestro debe inclinarse siempre
al lado de la justicia y la libertad.
Séptima Carta: De hablarle al educando, a hablarle a él y con él; de oír al educando a ser oído por
él.
Esto quiere decir que hay momentos en los que la maestra, como autoridad, le habla al
educando, dice lo que debe ser hecho, establece límites sin los cuales la propia libertad del
educando se pierde en la permisividad, pero estos momentos se alternan, según la opción
política de la educadora, con otros en los que la educadora habla con el educando. El hablar con
el educado ayuda a preparar el oído de este, el hablar con él también le enseñamos a escuchar.
Así formamos ciudadanos críticos, respetuosos y abiertos ante la diversidad.
Cabe mencionar que debemos ser humildes para aceptar y vivir en la interculturalidad y
diversidad. Respetando y aceptando a las personas y su cultura. Y para iniciar el respeto a la
identidad cultural de los educandos, el primer paso a dar en dirección a ese respeto es el
reconocimiento de nuestra identidad.
Pero no solo debemos estar abiertos a la realidad teórica que ella ofrece, sino que
también, el educador debe estar dispuesto a que los alumnos aprendan las relaciones que
encuentran en el contexto concreto de ellos mismos.
Es importante que las cualidades del docente que se comentaron en las anteriores cartas
se desarrollen para que exista disciplina. Para que haya disciplina es preciso que exista una
libertad, pero no una libertad en decir que no. Sino una libertad con autoridad.