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Antecedentes

de la agresión

Psicología Social

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Antecedentes de la agresión
Mecanismos implicados en las conductas agresivas
Arias Orduña (2007) distingue dos grupos de investigadores que trabajaron
sobre el estudio de los mecanismos que se encuentran en el origen de los
comportamientos agresivos: la frustración y los estímulos ambientales.

El primer grupo de teorías sostiene la hipótesis de que la agresión surge


como respuesta a situaciones generadoras de frustración. De esta manera,
cuando el individuo no puede realizarse en su vida, no puede alcanzar sus
metas personales, comienza a gestarse un sentimiento de frustración que
llega a un grado tal que provoca una reacción agresiva.

Siguiendo con esta idea básica, Berkowitz propuso dos mecanismos que
median entre la frustración y la agresión. En primer lugar, la frustración
activaría cierta energía para la realización de determinadas conductas por
parte del individuo. Luego, si la acción es o no agresiva, depende de las
particularidades de cada individuo. En segundo lugar, sostiene que la
frustración produce una reacción emocional que activa en la memoria
experiencias pasadas que refieren a la agresión.

Por otro lado, encontramos una serie de estudios que se han referido a
estímulos ambientales como predisponentes para la generación de
conductas agresivas. En este grupo, podemos encontrar, como los factores
más relevantes: el ruido, el hacinamiento, la temperatura ambiental y el
dolor. Estos factores no se relacionan con la agresividad por sus cualidades
objetivas, sino por la experiencia subjetiva que generan en cada individuo
(Arias Orduña, 2007).

En primer lugar, encontramos el ruido como factor predisponente de


conductas agresivas. No es el ruido en sí lo que provoca la agresión, sino la
incapacidad de predecirlo o controlarlo. En segundo lugar, encontramos el
hacinamiento humano como factor predisponente. En este caso, al igual que
en el anterior, no es el hacinamiento como hecho objetivo lo que genera
agresión, sino la experiencia subjetiva de algunos individuos. En tercer lugar,
la temperatura ambiental. Estos estudios intentan explicar a qué se deben
las diferencias entre zonas geográficas. Conocida como hipótesis del calor,
sostiene que en las zonas o épocas de mayor temperatura, el índice de
agresión y delitos cometidos aumenta. Entre estos estudios encontramos la
teoría de la ley térmica de la delincuencia, según la cual, a medida que
aumenta la temperatura, aumenta la agresión (Arias Orduña, 2007).

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Este incremento en la cantidad de hechos violentos se daría en dos sentidos:
“por un lado, activaría pensamientos negativos en situaciones de
temperatura extrema de frío o calor (efecto negativo). Por otro, provocaría
sentimientos hostiles y activación fisiológica (preactivación)” (Arias Orduña,
2007, p. 445).

En cuarto lugar, encontramos el dolor como antecedente para una conducta


agresiva, pero, al igual que los factores anteriores, depende de la experiencia
subjetiva del individuo.

Arias Orduña (2007) concluye en que “cualquier acontecimiento, estímulo o


acción que provoque un empeoramiento de las condiciones que la persona
había considerado como aceptables pueden favorecer las manifestaciones
de agresión” (p. 424).

Antecedentes sociomotivacionales
En el contexto interpersonal, podemos encontrar algunos antecedentes
generadores de conductas agresivas.

En primer lugar, el ataque interpersonal entendido como “estímulos que


provienen de otras personas en forma de insultos, menosprecio y otras
formas de agresión verbal y física” (Arias Orduña, 2010, p. 333). Desde esta
conceptualización, se considera que, cuando una persona es atacada, tiende
a reaccionar agresivamente. En esa situación, tiende a evaluar el hecho
desde dos aspectos: intenta determinar si el hecho pudo haberse evitado y,
además, la intencionalidad de este. De acuerdo a esta evaluación, la persona
reaccionará de forma agresiva o no. Este modelo explicativo del mecanismo
de la agresión se conoce como modelo atribucional de Weiner.

Un segundo factor generador de conductas agresivas puede ser la violación


de normas. El abuso de poder, el incumplimiento de promesas y la violación
de derechos son factores generadores de ira y agresión. Como explica Arias
Orduña, las normas constituyen un marco común de reglas que regulan las
interacciones entre los miembros de una sociedad y, además, poseen un
valor moral prescriptivo.

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Figura 1: Es común ver manifestaciones colectivas en respuesta a
sentimientos de injusticia.

Fuente: [Imagen sin título sobre manifestación]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/7ESNdh

La exclusión social y las manifestaciones de rechazo constituyen otro factor


predictor de la agresividad. Arias Orduña (2007) identifica tres
características de los fenómenos de exclusión: tienen continuidad, existe
tolerancia o indiferencia institucional, la exclusión social es realizada por los
miembros de la sociedad que se encuentran más y mejor integrados ella.

Se pueden destacar tres formas de exclusión social: el mobbing o acoso


laboral, el bullying o acoso escolar y la exclusión social propiamente dicha,
que es un rechazo estructural.

El término mobbing se utilizó por primera vez en un congreso sobre higiene


y seguridad en 1990, por el profesor Leyman (Núñez Domínguez, y Romero
Ramírez, 2012). En dicho encuentro lo define como un terror psicológico en
el ámbito laboral. El mobbing se define como “toda conducta no deseada,
realizada en el ámbito de trabajo, que tiene como objetivo o consecuencia
atentar contra la dignidad de la persona y crear un entorno humillante u
ofensivo” (Arias Orduña, 2010, p. 429). Este acoso consiste en pequeñas
perversiones cotidianas que, generalmente, son consideradas como
triviales, por lo que en el ámbito laboral suelen pasar desapercibidas, pero
los efectos que tiene sobre los individuos son devastadores.

Lo que hay detrás es una necesidad de poder del acosador


que está mal gestionada, que es perversa, y un
entendimiento «del otro» como objeto y no como sujeto de
la relación… Las consecuencias no sólo son de carácter físico
o psicológico, sino que también existen consecuencias

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sociales y laborales. (Núñez Domínguez, y Romero Ramírez,
2012, p. 169).

Las víctimas sienten humillación frente a estas situaciones, lo sienten como


un ataque a su dignidad y sienten mucha vergüenza por toda la experiencia
y por no poder resolverla.

Existen tres tipos de acoso laboral: ascendente, descendente y horizontal.

El bullying es un término inglés que se refiere al acoso escolar. Se trata de


“actos intimidatorios y normalmente agresivos por parte de una o varias
personas contra otra persona. Es ofensivo y se basa en un desequilibrio de
poderes. Esa intimidación suele estar organizada, ser sistemática y oculta y
extenderse en el tiempo” (Núñez Domínguez, y Romero Ramírez, 2012, p.
167).

Existen ciertas características en el contexto educativo que presentan


contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace que contribuyen a
generar y mantener situaciones agresivas entre pares. Por ejemplo, la
tendencia a minimizar estas situaciones de violencia, a considerarlas
normales y habituales entre estudiantes, transmitir mensajes en los que la
diferencia no es reconocida ni valorada, interviniendo de manera
insuficiente, re victimizando a las víctimas, etcétera.

Actualmente, las diferentes situaciones del clima social en todo el mundo


han llevado a que el tratamiento de estos temas sobre el individuo conlleven
un gran impacto sociocultural. La intensa relación comunicacional que
proponen los medios actuales de comunicación hacen que estos temas
adquieran gran sensibilidad frente a hechos que pueden motivar, incluso,
tragedias sociales.

Un caso que ejemplifica la gravedad que puede alcanzar este tipo de acoso
es lo que se conoció como la masacre escolar de Carmen de Patagones.
Carmen de Patagones es una ciudad de la provincia de Buenos Aires
(Argentina). En el año 2004, un alumno de 15 años entró a un colegio con
una pistola y recorrió todos los pasillos del establecimiento disparando a
todos sus compañeros. El saldo del hecho fue tres muertos y varios heridos.
Estos hechos se multiplican alrededor del mundo con una frecuencia
alarmante.

Un tema en auge en este último tiempo es el ciberbullying, que se refiere al


uso de las nuevas tecnologías de la comunicación para ejercer este tipo de
acoso entre pares. Este fenómeno presenta dos particularidades que lo
vuelven más peligroso que el bullying en su formato tradicional. Por un lado,

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este fenómeno maximiza los efectos del bullying tradicional sobre la
personalidad de los individuos. Las redes sociales se han popularizado de tal
manera que los adolescentes forman su identidad de acuerdo con lo que
acontece en ellas.

Antes internet constituía el mundo virtual, separado del mundo real; hoy
están interconectados de tal manera que lo que ocurre en internet afecta
directamente al mundo real. De esta manera, una burla en las redes no solo
afecta la vida real, sino que, además, es muy difícil borrar algo de la red, por
lo que queda de forma permanente y hasta puede ser resignificado por otros
internautas. Esto genera que la burla crezca de forma exponencial y mine
terriblemente la identidad del individuo.

Figura 2: El ciberbullying

Fuente: [Imagen sin título sobre cyberbullying]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/pzW9qz

Por otro lado, el uso de internet ha crecido mucho en poco tiempo, de tal
manera que las instituciones no están preparadas para hacer frente a estos
hechos. Más complejo es el tema si consideramos que no existe un marco
normativo para enfrentar estos hechos.

En tercer lugar, consideramos la exclusión social como un rechazo


estructural. Se puede considerar al sentimiento de injusticia, de humillación
y de agravio en la base motivacional de las conductas agresivas como deseo
de venganza.

El fenómeno de la exclusión social crece a nivel mundial como consecuencia


de crisis económicas en diferentes países. Se caracteriza por la presencia de
personas excluidas del sistema que, por no poseer medios o recursos de

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subsistencia, pasan a vivir en la indigencia. Generalmente, es ocultada o
enmascarada por los gobiernos oficiales para que el impacto sobre su
imagen sea mínimo.

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Referencias
Arias Orduña, A. V. (2007). Psicología social de la agresión. En Morales
Domínguez, F., Moya, M., Gaviria, E., y Cuadrado, I. (coord.), Psicología Social
(3.ra ed.), pp. 415-440.España: McGraw-Hill.

Arias Orduña, A. (2010). Contribuciones de la Psicología Social al estudio de


la agresión. En Gaviria Stewart, E., Cuadrado Garrido, I., y López Sáenz, M.,
Introducción a la Piscología Social, pp. 300-349. Editorial Sanz y Torres S. L.

[Imagen sin título sobre cyberbullying]. (s. f.). Recuperado de


http://www.eluniversalqueretaro.mx/politica/26-03-2014/crece-
ciberbullying-entre-jovenes

[Imagen sin título sobre manifestación]. (s. f.). Recuperado


dehttp://www.ecorepublicano.es/2013/11/realmente-los-ciudadanos-
espanoles.html

Núñez Domínguez, T., y Romero Ramírez, A. (2012). Violencia y agresividad.


En Moreno Marín Sánchez, M., y Martínez-Pecino, R., Introducción a la
Psicología Social, pp. 161-174. España: Pirámide.

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