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“Decir que los homosexuales no pueden adoptar porque hay que proteger los derechos de los
niños, implica, de entrada que los homosexuales son un peligro, eso se llama homofobia”.
Un hijo adoptado por una pareja del mismo sexo es un hijo que ha sido deseado para formar una
familia llena de amor. Le están dando hogar a un niño que tal vez fue producto de la
irresponsabilidad de una pareja heterosexual.
Innumerables son los estudios que corroboran que los hijos de las parejas gay son, incluso (y sin
querer desmeritar a los heterosexuales) más felices que los hijos de muchas parejas
“convencionales” ¿Por qué? Porque son niños que crecen en un hogar donde se promueve la
igualdad, el respeto y la inclusión. Instituciones como la Universidad de Melbourne, la Universidad
de Nueva York, la Universidad de Toronto, la Universidad de Boston y muchísimas más
comprueban ésta teoría; y sí, los homofóbicos y religiosos dirán “también hay estudios
contradictorios”, pero debemos repasar que éstos datos son una pequeña porción la cual fue
financiada por grupos conservadores y/o cristianos que buscaban sustentar su homofobia y darle
peso al calificarla como “investigación”.
“Durante el seguimiento de esas familias, durante los dos primeros años tras la
adopción, se efectuó a los niños pruebas psicológicas para estimar su desarrollo cognitivo y
de adaptación, y se entrevistó periódicamente a los padres y madres para conocer el
comportamiento de esos niños. Tanto los hijos acogidos por heterosexuales como por
homosexuales, hombres y mujeres, aumentaron 10 puntos sus capacidades intelectuales y se
estabilizaron sus problemas de conducta.” Los investigadores del estudio reiteraron que
“todo lo que los niños demostraron necesitar era el estímulo de sentirse queridos”.
Por otro lado, la revista Adopción Quarterly, publicó un estudio en el que se
comparan a las parejas homosexuales y lesbianas; este estudio reafirma la capacidad de las
parejas homoparentales para criar hijos adoptivos develando que orientación sexual de los
padres adoptivos no tiene impacto sobre el desarrollo emocional de los hijos.
Además, los investigadores mencionaron que “si los padres estaban satisfechos con el
proceso de adopción, tenían un ingreso estable y funcionaban bien como familia, el riesgo de
problemas emocionales en los niños se reducía haciendo énfasis en que la orientación sexual
de los padres adoptivos no era un vaticinador importante de problemas emocionales”.
María del Mar González, la investigadora responsable del estudio realizado por el departamento
de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla y el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid,
destacó ayer que las conclusiones del trabajo concuerdan con las obtenidas en otras
investigaciones realizadas en otros países, donde tampoco se hallaron diferencias notables entre
el desarrollo psicológico de los menores educados por parejas heterosexuales y el de los criados
en hogares formados por gays o lesbianas.
En cuanto a la vida cotidiana de los menores, la investigación ha comprobado que disponen de 'las
dosis de estabilidad y de variedad que se requieren para propiciar un desarrollo sano y armónico'.
No había apenas diferencias entre las rutinas de los hogares homoparentales y los restantes,
según el estudio. La cuarta cuestión, relativa al desarrollo psicológico de los menores, concluye
que no hay diferencias entre quienes crecen en familias heteroparentales y homoparentales, salvo
en la mayor flexibilidad en los roles de género y la aceptación de la homosexualidad de estos
últimos.
Según datos del ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar) del 18 de enero de 2017, hay
11.000 niños que están esperando ser adoptados. De estos, 4.325 son considerados de difícil
adopción, porque están entre los 8 y los 17 años de edad o tienen algún tipo de discapacidad.