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Fabio S. García.
El libro
Un hombre aceptó el reto. De Quincey pensaba que éste era el discípulo que
mejor comprendió al maestro, ya que, en una extraña complicidad, fue el
factor desencadenante de la tragedia. Encarnar, a través de los tiempos, la
sombra de haber sido el traidor del Cristo no es poco. Pero para De Quincey,
los once discípulos restantes no eran menos culpables que aquel. Solo uno
entendió más allá el oscuro deseo del Mesías ¿Por qué aquel discípulo trocó
el reino de los cielos por el de los hombres? Es una de las preguntas que el
texto intenta develar.
Del cúmulo de vidas que consumió ese ser que era mitad animal y mitad
mujer, ¿Por qué se detuvo en él y solo en él? De Quincey no duda al decir,
que más allá de la inteligencia, el ingenio, de las palabras que profirió Edipo
aquella tarde frente a la esfinge, solo él podía vencerla. Entonces nos dirá
“…la respuesta completa y final al enigma de la esfinge reside en la palabra
EDIPO”. Al exclamar su voz una verdad, desencadenó inesperadamente la
vertiginosa secuencia de otras tantas verdades, ya sean las que pronunció
anteriormente el Dios por medio de la Sibila de Delfos, como las que se
ocultaban en el abanico de sentidos de su trágica vida.
El autor.
Un hombre camina en una noche son estrellas por Oxford Street. Al escuchar
una melodía, que es música y es también una mujer, llora. Perdido en un
recuerdo. El solitario hombre, siente un frío antiguo. Llueve en la acera gris.
Al igual que Sócrates, prescinde del prejuicio ilusorio del dinero y ofrece su
conversación a cualquier persona buscando lo humano en los hombres. En
1803 estudia en el Worcester College pero no llega a graduarse. Lo apasionan
la metafísica y la obra kantiana. Lo tortura el alcohol. Y apacigua sus dolores
visitando los paraísos artificiales que le ofrece el opio. En 1816 se casa con
Margaret Simpson que es hija de un granjero. Sus obras completas abarcan
16 intrincados volúmenes. Hasta el final de sus días lo agobian las deudas y
sus vicios.