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Política Monetaria.

La política monetaria es el conjunto de acciones que el Banco de México lleva a cabo para influir
sobre las tasas de interés y las expectativas inflacionarias del público, a fin de que la evolución de
los precios sea congruente con el objetivo de mantener un entorno de inflación baja y estable. Al
procurar el objetivo de mantener un entorno de inflación baja y estable, el Banco de México
contribuye a establecer condiciones propicias para el crecimiento económico sostenido y, por lo
tanto, para la creación de empleos permanentes.

Objetivos últimos de la política monetaria.


Es común para las autoridades monetarias declarar cuatro objetivos básicos de la política
monetaria, que pueden enunciarse de diferentes formas:

• Estabilidad del valor del dinero (contención de los precios, prevención de la


inflación);
• Tasa más elevada de crecimiento económico;
• Plena ocupación o pleno empleo (mayor nivel de empleo posible);
• Evitar desequilibrios permanentes en la balanza de pagos y mantenimiento de un
tipo de cambio estable y protección de la posición de reservas internacionales.
El problema surge de la compatibilidad existente entre los diferentes objetivos marcados.

La política monetaria en 2019.


Desde la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México
(NAICM) comenzó un retraso de decisiones de inversión en el país y
una salida de capitales.
El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) publicó las cifras más
recientes de inflación para la primera quincena de enero. La inflación se ubicó en 4.5 por
ciento anual, su nivel más bajo desde mayo de 2018. Asimismo, la inflación subyacente se
ubicó dentro del rango de tolerancia del Banco de México (2 a 4 por ciento), el registrar un
aumento de 3.6 por ciento. Lo anterior indica que la inflación comienza a converger a la
baja, debido en gran medida, por el ciclo de alza de tasas de interés observado durante
2018.

Sin embargo, existen varios factores que pueden contribuir a una reversión en la
tendencia de la inflación. El primer factor es el aumento de los salarios mínimos que, si
está por encima de la productividad de la economía, generará presiones inflacionarias.
Segundo, por choques de oferta que se pudiesen observar en algunos productos
agropecuarios y energéticos.
Si bien se espera que la demanda de petróleo caiga a nivel global por un menor
dinamismo económico mundial, está latente la reacción de la OPEP. Un recorte
pronunciado podría incrementar los precios de los hidrocarburos.

El tercer factor, y el más relevante, es el relacionado con las políticas económicas del
nuevo gobierno. Desde la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México
(NAICM) comenzó un retraso de decisiones de inversión en el país y una salida de
capitales. La decisión de Fitch de reducir la calificación crediticia de Pemex solo provocará
que las demás calificadoras hagan lo mismo, y esperemos una reducción en la calificación
riesgo país.

Si este escenario se materializa, observaremos fuertes salidas de capitales que


depreciarán al tipo de cambio. Con un tipo de cambio más depreciado podremos esperar
un contagio hacia los precios al consumidor final. Es decir, el mayor costo de insumos
extranjeros se traspasa hacia el consumidor final con mayores precios. Lo anterior pudiese
agravarse si los ingresos tributarios no cumplen su objetivo.

El gobierno federal estima que tendrá un superávit fiscal primario de uno por ciento del
PIB, pero la recaudación se elaboró pensando en un crecimiento económico de dos por
ciento. Recientemente, varios bancos privados y organismos internacionales han reducido
la perspectiva de crecimiento del país. Estimo que la economía crecerá solamente al 1.5
por ciento, lo que complicará la recaudación esperada. Así, es probable que se obtenga un
déficit fiscal y que aumente la deuda nacional.

Ante todos estos riesgos creo que el Banco de México tomará la decisión de aumentar la
tasa de interés una vez más para llevarla a 8.5 por ciento a finales de 2019.

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