Desde los años 90 la estratigrafía secuencial se ha vuelto una herramienta
indispensable para todo estudio litoestratigráfico cuya finalidad es reconstruir la evolución de una cuenca sedimentaria: determinación de la extensión espacial de los cuerpos sedimentarios principales, previsión de la arquitectura del relleno sedimentarios a partir de observaciones de campo puntuales y de documentos de subsuelo, determinación de los fenómenos responsables del control de la sedimentación (eustatismo, tectónica, clima, etc).
La estratigrafía secuencial es el paradigma más reciente y, tal vez, el más
revolucionario en geología sedimentaria. Ha renovado los métodos del análisis estratigráfico.
A la diferencia de los otros tipos más convencionales de análisis estratigráficos,
tales como la bioestratigrafía, la litoestratigrafía o la magnetoestratigrafía que consisten esencialmente en la colección de datos, la estratigrafía secuencial se construye tomando en cuenta la reconstrucción de los parámetros de controles alógenos al momento de la sementación y, la predicción de las arquitecturas de facies en las zonas no todavía estudiadas. Se pueden definir tanto de manera analítica como sintetíca:
El concepto analítico de la estratigrafía secuencial se refiera a la
interpretación y modelización estratigráfica de las asociaciones de facies, elaborada a partir de datos de geología del subsuelo (suministrados por la estratigrafía sísmica) o de datos de observación de campo, que permitan reconocer los límites de ciclos, y en su caso, las diferentes fracciones de un ciclo, a nivel de una cuenca sedimentaria, el objetivo básico consiste en el reconocimiento dentro de los materiales que constituyen el relleno de una cuenca sedimentaria, de unidades (conjunto de estratos) limitados por superficies que marquen un cambio en las condiciones genéticas que afecte al conjunto de la cuenca. A estas unidades se les denomina, genéricamente unidades genéticas y su reconocimiento es un objetivo obligado en todo análisis de cuencas moderno.